Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Neoliberalismo.. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Neoliberalismo.. Mostrar tots els missatges

diumenge, 23 de novembre del 2008

Sigue el pillaje de la derecha.

Tengo dicho que la política de privatizaciones es una política de pillaje y expolio de los bienes del común con la finalidad de favorecer a los intereses privados del capital. No es corrupción en el sentido jurídico, sino moral. Así como la izquierda (sobre todo los sociatas de los últimos gobiernos del señor González) metía la mano en la caja, la derecha prefiere regalar la caja entera para que la empresa privada meta la mano en ella cuando quiera legalmente. Un despojo a la comunidad de los bienes públicos, del común (que según viejo refrán de la tierra de mis antepasados es de ningún) sufragados con el dinero de todos en beneficio de los amigos de los gobernantes. Esto la señora Aguirre lo borda: aparte de querer aterrizar en Cajamadrid como si fuera un predio, según cuenta El plural, también pretende privatizar (es decir, expoliar a la comunidad) el suministro de agua de la Comunidad de Madrid. Teniendo en cuenta que ya tiene muy avanzada la privatización de la sanidad pública, puede decirse que los planes de pillaje de este grupo de privateers neoliberales van a pedir de bolsillo.

La izquierda debiera dar una batalla enconada porque el gobierno de la señora Aguirre es un ataque sistemático al Estado del bienestar y porque está jurídicamente ganada. La derecha puede privatizar (como la izquierda, en su caso) empresas públicas mercantiles; pero no puede privatizar servicios públicos que atienden a derechos de los ciudadanos. En el caso del suministro de agua, la Ley de bases de Régimen Local en su artículo 25, 2, L) concede al municipio competencia en "suministro de agua y alumbrado público" (amén de otros servicios) por lo que el abastecimiento de agua es un derecho de los ciudadanos que no puede caer en manos privadas que no lo garantizan. Así que ya puede el señor Ruiz Gallardón impugnar la Ley de Presupuestos de la CA de Madrid.

Lo mismo sucede con la privatización de la sanidad, que es un ataque directo a la Constitución cuyo artículo 43, 2 dice que: Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios, de modo que las medidas de la señora Aguirre de privatización de la sanidad son inconstitucionales y hay que impugnarlas. Luego se verá si el órgano correpondiente las anula sin más (como debiera) o los aprovechados neoliberales encuentran alguna argucia, como distinguir entre "propiedad pública" y "gestión privada" para saquear las arcas públicas.

Insisto en que son las formas de corrupción de la derecha, más sutiles que las de la izquierda pero mucho más dañinas por cuanto aquellas pueden ser delitos instantáneos pero éstas generan situaciones de hecho, continuadas en el tiempo que permiten y provocan injusticias y latrocinios patentes. Un ejemplo cualquiera de los muchos que cabe poner: el gobierno (central o autonómico) neoliberal privatiza un servicio público (por ejemplo, suministro de agua o recogida de basuras), es decir, priva al conjunto de los ciudadanos de un capital y se lo entrega a una empresa privada poniendo a su frente, como hizo el señor Aznar con la Telefónica, a algún amigo o cliente. Luego no es infrecuente que la empresa privada agradezca el favor empleando en suculentos cargos con gruesos emolumentos a quienes participaron antes en la tarea de privatización. ¿En dónde está empleado hoy día el señor Zaplana?

Hay que parar este asalto sistemático de los bienes públicos con la excusa de que es gestión más eficiente (o sea, más eficaz y más barata al mismo tiempo) lo que es falso y la prueba es que no han aportado ni una prueba de lo contrario, entre otras cosas porque no existen. Existen las contrarias: hoy día el servicio público de correos funciona cien veces mejor que las empresas de mensajería, las fuerzas de seguridad del Estado son mil veces mejores que todas las empresas de vigilantes jurados, lo que queda de la sanidad pública es un millón de veces mejor que la mejor clínica privada y lo mismo vale para transportes, enseñanza, etc. La Comunidad de Madrid bajo gobierno de estos insaciables neoliberales tiene que parar sus ansias de rapiña antes de que arramblen con todo, dejándola sin patrimonio, recursos ni capital. Claro que a lo mejor es lo que se merecen los madrileños por dar mayoría aboluta a esta columna de aprovechados que van a sus negocios y los de sus amigos.

(La imagen es una foto de Chesi Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 20 de novembre del 2008

La murga aguirriana.

Doña Esperanza Aguirre leyó hace diez años en Jean-François Revel (un autor que le hizo comprender la realidad, hasta entonces confusa en su cabeza) eso de que la izquierda alardea de una falsa superioridad moral y ya no lo ha soltado de forma que va repitiéndolo por ahí a quienes quieren escucharla y animando a defender sus ideas "sin complejos" y a dar la batalla por ellas. Siempre batalla, guerra, confrontación, conflicto y no sólo con la izquierda sino con la dirección de su partido, con el señor Ruiz Gallardón, con todo lo que rechiste.

Ahora se ha buscado un congreso de Nuevas Generaciones de Madrid que se celebrará en Las Rozas, organizado por su acólito Pablo Casado, un vehemente seguidor de la preclara guía, un jovenzuelo que según El País y con los tiempos que corren arremete contra las políticas igualitaristas de Papá Estado. Sí, sí, como suena. Ahí es donde en presencia del señor Aznar doña Esperanza, haciendo honor a su nombre, abrirá la esperanza de un futuro brillante en santa cruzada contra el socialismo gobernante cuyo gran mentor y antecedente fue, como todo el mundo sabe, don Francisco Franco Bahamonde, caudillo de España por la Gracia de Dios, cuyo mortalicio celebramos hoy con gran alivio.

Pero la señora Aguirre y sus seguidores no dan tregua ni cuartel, están siempre a la carga, apoyan las medidas más autoritarias, más represivas, más carcundas y son de una pronunciada agresividad. Creen además que deben incrementar su apuesta en su acción por cuanto el partido de la derecha, el PP, parece haber caído en manos abúlicas, flojas, sin pegada, lo cual explica que a pesar de la crisis que hay la intención de voto del PP sea inferior a la del PSOE. La culpa es de la confusión, el indiferentismo, la inacción de la dirección de Rajoy. Si la organización siguiera el pendón de la señora Aguirre con la contundencia de su verbo y su rapidez de acción, el panorama sería muy distinto.

¿De verdad? Me parece que no. Me parece que si el PP se apunta al neoliberalismo extremo que simboliza la señora Aguirre y que todo el mundo considera no solo que ha sido un fracaso planetario, desde los EEUU hasta Alemania, sino que lo ha vinculado ya con delincuencia va de cabeza a la catástrofe porque bajará a los niveles de voto de la Alianza Popular de Fraga. Ya nadie ignora que en esta crisis han influido mucho comportamientos ilegales, claramente delictivos en las más altas esferas financieras mundiales de las que los tribunales irán dando cuenta en el futuro. Es decir el neoliberalismo como opción político-económica ha fracasado en la opinión pública mundial y eso es cosa que no niega ni el señor Bush. Lo hace el señor Aznar por él pero con modesto resultado.

Este no es el momento más favorable para andar por ahí repitiendo como loros las consignas antiestado, promercadocado, más privatización, más desregulación porque todo el mundo acepta que han sido estas recetas las que han traído la crisis. El espíritu de la opinión pública no está mucho por seguir aplicando políticas de catástrofe. Lo que sucede es que los neoliberales españoles son más españoles que neoliberales lo que quiere decir que no son capaces de darse cuenta de cuándo conviene y cuándo no modelar el discurso. Aprendieron a pie juntillas la vieja consigna de los antiguos izquierdistas y trostkystas (Norman Podhoretz, William Kristol, etc) de que había que dar la batalla a la izquierda en el terreno de las ideas, arrebatarle la hegemonía ideológica y echarla del terreno de debate, imponerse por las bravas. Y hacerlo además aplicando todo el programa neoliberal. El neoliberalismo es un fanatismo similar al comunismo pero con el signo cambiado: donde los comunistas dicen todo Estado dicen los neoliberales nada Estado, donde el nada mercado de los comunistas viene el todo mercado de los neoliberales.

Pero eso ya no se mantiene. Los neocons han perdido las elecciones en los EEUU y están en desbandada. Sus políticas han sido un desastre, y todos, absolutamente todos, empezando por Mr. Greenspan, han ido a refugiarse en brazos del "Papá Estado" de ese lumbrera del momento, señor Casado.

Claro, esto es lo que hay. Si uno fuera neoliberal estaría ahora prudentemente callado, tratando de comprender qué nos ha pasado y cómo resolvemos la papeleta y volvemos a contar algo en política. Pero eso sería uno y sus amigos. La señora Aguirre tiene otros registros mentales. Cree que lo suyo es convertir la retirada en un buen ataque. Hay estrategas que lo recomiendan. Lo que sucede es que no se barrunta qué tipo de argumentos pueden amplearse para sostener que a) el neoliberalismo es moralmente superior a la izquierda; y b) que, además de moralmente superior, es un éxito económico.

No voy a molestarme en intervenir en esa sinsorgada de la "superioridad moral de algo sobre algo". Además estoy seguro de que la señora Aguirre no pregona la superioridad moral del neoliberalismo sobre la izquierda porque lo que muestra la experiencia es que quienes hacen bandera de su superioridad moral son unos granujas. Normalmente, ¿eh? A lo mejor alguno es simplemente tonto. Me quedo en lo del éxito económico.

Todo el mundo echa la culpa de la crisis actual a las políticas neoliberales y además de eso se está viendo que tales políticas fueron verdaderos fraudes, estafas, pura rapiña de las élites financieras mundiales. Eso deja mucho rastro. Porque ¿que son las políticas de privatización de la señora Aguirre en Madrid? Puro pillaje. Igual que los comunistas cuando nacionalizaban un bien simplemente se lo arrebataban a su legítimo propietario, los comunistas neoliberales, cuando privatizan algo despojan a la comunidad de un recurso, un bien, un capital y se lo entregan a la empresa privada. Luego, con la habitual ingeniería gestora de la derecha, la amalgama de servicios públicos gestionados por la iniciativa privada serán negocios fabulosos para ésta que podrá siempre socializar sus pérdidas y privatizar sus beneficios y todo ello exprimiendo rendimiento de capital fijo e infraestructuras que no han costado nada.

El neoliberalismo es puro expolio de la riqueza nacional en provecho de los ricos. Ese discurso puede tener algún porvenir en tiempos de bonanza porque a la gente le encanta escuchar el aullido del lobo, del fuerte, del predador por una especie de recurso a una barata proyección que le haga sentirse alguien en la vida. Pero en tiempos de crisis el aullido del lobo espanta a los propios lobos. Por eso está doña Esperanza Aguirre predicando sola en el páramo castellano mientras sus compañeros de partido tratan de que no los identifiquen con este discurso a sangre y fuego.

(La imagen es una foto de Chesi Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 14 de novembre del 2008

Poner fin a las privatizaciones.

La oleada de privatizaciones que se impuso en Occidente a raíz de la llamada "revolución conservadora" de las señoras Thatcher y Reagan en los años ochenta del siglo pasado trataba de invertir la tendencia de los tiempos hacia economías más y más socializadas. Se justificaba en el hecho de que dichas economías apenas eran ya capitalistas o de libre mercado sino antes bien semisocialistas y de planificación indicativa. Sostenía que las empresas administradas con criterios de privados funcionan siempre mejor que las empresas públicas y sacaba mucho partido de una enorme campaña que se hizo en contra de los sectores públicos de las economías.

A raíz de tal programa que entonces se presentaba como innovador y debido a una serie de circunstancias (estancamiento y hundimiento del comunismo, fin de las políticas keynesianas, crisis del modelo de crecimiento, dificultades en los mercados de materias primas y productos energéticos, creciente globalización, reconversión industrial en toda la línea, entre otras) casi todas las economías avanzadas aplicaron programas privatizadores. A la vuelta de veinte años, a fines de los noventa y comienzos del siglo XXI prácticamente no quedaba nada de los antiguos sectores públicos mercantiles e industriales. Los Estados se habían despojado de sus empresas, siderurgias, minería, automóviles, etc. No había, ni hay, muchas razones para sostener que los poderes públicos deban fabricar bolsos, maquinaria o extraer fosfatos. Con ello, los conservadores habían dado su primer asalto contra el Estado del bienestar y lo habían ganado en toda línea entre otras cosas porque, para que exista Estado del bienestar, no es necesario que la autoridad gestione empresas mercantiles.

Empezó entonces el segundo ataque, el intento de privatización de los servicios públicos: la sanidad, la educación, el trasporte, el correo, la seguridad, la justicia, la administración penitenciaria, etc, etc. Y aquí sí que hay una línea y una batalla que el mundo civilizado no puede perder frente al ansia depredadora de los neoliberales porque los servicios públicos se distinguen claramente del sector público mercantil en que atienden a la satisfación de derechos de los ciudadanos. La salud, la educación, la vivienda, son derechos; tener un coche o viajar en un barco propiedad del Estado, no.

Esta es la frontera que no se puede pasar. Desde que han comenzado las privatizaciones de los servicios públicos ha quedado ya bastante claro que estos funcionan peor y son más caros que cuando eran públicos. La enseñanza privada es más cara y peor que la pública; la sanidad, lo mismo; los servicios de mensajería son más costosos y peores que los de correos y de la "seguridad" que proporcionan los vigilantes jurados frente a los policías de toda la vida no hace falta hablar. Es hora de hacer un balance, darnos cuenta del grado de destrucción del tejido social que supone la privatización de los servicios públicos, coordinar la acción de quienes están en contra y dar la batalla para que los privatizadores no se alcen con el botín.

Porque la privatización es pillaje. Los neoliberales quieren privatizarlo todo porque hacen negocios con ello, bien directamente bien por medio de amigos y allegados. Es su forma peculiar de corrupción. La izquierda se corrompe metiendo la mano en la caja común (casos Roldán, Rubio, Urralburu, Otano, etc) y la derecha arrebatando sus propiedades al común y entregándoselas a sus amigos, allegados o a ella misma. Privatizar es saquear las arcas públicas, el dinero de todos en beneficio de unos pocos que son siempre los mismos. Basta ver cómo funciona el Gobierno de la Comunidad de Madrid bajo el frenesí privatizador de la señora Aguirre que no parece estar al frente del gobierno autonómico más que para que ella o los suyos hagan negocios. El ejemplo de esa parada del tren de alta velocidad en un apeadero de Guadalajara a unos quince kilómetros de la capital y no en ésta porque en el tal apeadero hay unos terrenos que son propiedad de alguien relacionado con la señora Aguirre es algo tan insólito y desvergonzado que no entiendo cómo sigue habiendo gente que vota a esta señora.

Pero la hay, lo cual la anima en su afán privatizador. Ahora está poniendo la sanidad de la C.A. en manos (y beneficios) de las empresas privadas y, en un futuro muy próximo, quiere hacer lo mismo con el Canal de Isabel II que abastece de agua a Madrid. Basta con leer los argumentos que se exponen en el escrito cuyo enlace figura aquí arriba para darse cuenta de que ese intento es una agresión a los intereses públicos, los del común de los madrileños, similar a los que se han perpetrado con la sanidad para que las empresas privadas hagan su agosto.

La verdad es que si los madrileños toleran que se salga con la suya una política tan oportunista, voraz, falta de escrúpulos y aprovechada como esta señora, cuya insolencia y falta de decoro llega al extremo de sostener que Franco era bastante socialista pues a lo mejor resulta que merecen que los gobierne. Al fin y al cabo no somos nosotros quienes hemos inventado el discurso de la servidumbre voluntaria. Si cada pueblo tiene los gobernantes que se merece será que esta persona inenarrable es lo que los madrileños se merecen. Parece mentira, pero así es.

La falta de vergüenza con que estos demagogos (demagoga en este caso) mendaces pueden decir estas barbaridades demuestra cuán en lo cierto está George Lakoff cuando sostiene que la izquierda, los progresistas, se han dejado arrebatar la hegemonía ideológica por los reaccionarios de este pelaje. Eso explica asimismo que el señor Bush, por otro nombre Matorral-pato-cojo, pueda salir en mitad del mayor fracaso que ha experimentado el capitalismo en los últimos tiempos a afirmar que el capitalismo no tiene la culpa de nada, ni el libre mercado (quiere decir, por supuesto, libre mercado sin ningún tipo de regulación o vigilancia) y nadie le pida que por favor se calle, que ya está bien. Al contrario, mirabile dictu, la bolsa sube. ¿No les parece a Vds. que el señor Matorral es como la señora Aguirre o al revés, la señora Aguirre igual que el señor Matorral? Los dos tienen la misma inverecundia, la misma agresividad hacia quienes no les halagan y la misma indiferencia de que los pillen en falsedades y renuncios. No son políticos; son depredadores. Si no están en el Gobierno piden a este que cierre el gasto público, que no gaste, lo que sucede en España y si están en el Gobierno lo expolian como sucede en los EEUU.

dissabte, 25 d’octubre del 2008

La causa de la crisis.

Todo lo que nos sucede a los seres humanos, excepción hecha de los fenómenos naturales y aun en estos hay mucha tela que cortar, es obra nuestra. Los dioses no existen y, si existen, no se ocupan de nosotros, como decía el filósofo. Somos los hacedores de nuestros destinos y no tenemos a quien responsabilizar de nuestra suerte buena o mala sino a nosotros mismos. En lo atingente a las cosas humanas tampoco existe el azar, que no es otra cosa que un proceso causal cuya razón desconocemos. Así que si hay una crisis mundial de las pavorosas dimensiones que los medios publicitan incluso con cierta alegría malsana, en algún momento y en algún lugar alguien hizo o dejó de hacer algo que, andando el tiempo, provocó el desastre.

Hará cosa de dos días el otrora gobernador de la Reserva Federal de los Estados Unidos durante 18 años (de 1988 a 2006), Alan Greenspan, el hombre que dominaba las finanzas de los EEUU y, por extensión, del mundo entero, compareció ante una comisión de investigación parlamentaria convocada para estudiar las causas de la crisis financiera mundial y hubo de escuchar la siguiente pregunta de uno de los congresistas: "¿Cree Vd. que su ideología lo obligó a tomar decisiones de las que después se arrepentiría?" A lo que el celebrado Salomón de los mercados tuvo que respoder: "Sí, he encontrado un fallo. No sé qué importancia o duración tiene. Pero estoy muy afectado por ello."

Bingo. La ideología. ¿Qué ideología? Antes de responder déjenme contar una brevísima historia.

Hacia fines de los años sesenta un ya maduro Alan Greenspan, brillante intelectual judío, formaba parte del círculo fiel e íntimo de la afamada novelista Ayn Rand, gurú literaria, filosófica y política del más extremo, histérico y agresivo neoliberalismo estadounidense entonces in fieri. El credo ideológico de aquella secta llamada "objetivista" era el que pueden Vds. sufrir hoy todos los días en la COPE o leer en Libertad Digital o escuchar a la señora Esperanza Aguirre como si fuera una novedad, una original audacia: fuera el Estado, todos los poderes al mercado que se autorregula a sí mismo por el ingenioso procedimiento de que cada cual mire por sus intereses y así se conseguirá el bienestar general y a quien Dios (que no existe) se la dé, San Pedro (que tampoco existe) se la bendiga. Sin duda habrá crisis de vez en cuando pero se resolverán solas con unas empresas que se arruinarán y otras que prosperarán, muchos trabajadores irán al paro, pero se recolocarán en nuevas empresas; altos y bajos normales en los mercados como pasa con la vida y, sobre todo, sobre todo, sobre todo, ¡abajo las regulaciones, fuera las sucias manos del Estado de la economía! Esta secta objetivista, de la que Greenspan era fanático seguidor al extremo de prestar falso testimonio por orden de la superioridad para probar su obediencia, tenía claro cuál había de ser el destino de los bancos centrales: desaparecer como instrumentos del maligno Estado que eran. Greenspan se mantuvo fiel a la fundadora de la secta hasta su muerte y, cinco años más tarde, este sectario enemigo de toda regulación estatal y de los bancos centrales era nombrado Gobernador de la Reserva Federal por Ronald Reagan con el claro objetivo de dinamitarla.

Que es lo que hizo el otro. Preguntado en cierta ocasión por un periodista si no era contradictorio que un antirregulador radical fuera Gobernador de la Reserva Federal, Greenspan respondió que no, que al tiempo se vería lo que hacía. Y lo hizo: paralizó la función de la institución durante todo su mandato, se negó a regular nada con la teoría de la autorregulación del mercado entre ceja y ceja, mantuvo los tipos de interés más bajos de la historia durante el mayor tiempo posible... y provocó una burbuja especulativa cuyo estallido el año pasado está arruinando al mundo y a él, según él mismo dice, lo ha dejado en estado "de shock".

Pues si está en estado de "shock" será porque quiere ya que desde los comienzos de la burbuja financiera empezaron a llegarle avisos de muchos economistas acerca de cómo la situación era cada vez más peligrosa. Pero él los rechazó, esgrimiendo su ideología de desregulación y no intervención. Y no porque no pudiera hacer otra cosa, ya que disponía de los medios legales gracias a la Ley de protección de activos de propiedades inmobiliarias de 1994 que le hubiera permitido poner coto a la práctica de las hipotecas "basura" y la compleja trama de los llamados productos crediticios "derivados". Pero no hizo nada. Estaba tan convencido de la verdad revelada de la ideología desreguladora que todavía en septiembre de 2005, meses antes de dejar el cargo, decía: "Como otros precios de activos, los precios de las casas están influidos por los tipos de interés y en algunos países el mercado inmobiliario son un canal esencial de transmisión de la política monetaria".

Es decir, aquí no hay inocentes. Este ideólogo fanático neoliberal con sus disparatadas decisiones es el responsable mediato por negligencia de la catástrofe financiera mundial. Por supuesto, los responsables inmediatos son todos los ejecutivos financieros y demás canalla que pusieron en marcha esa gigantesca maquinaria de los productos crediticios heterodoxos, de alto riesgo, fraudulentos. Pero estos no hubieran podido hacer nada si el sectario Greenspan (que, al final, cumplió su promesa de cargarse el banco central y, con él, el sistema financiero y el productivo del país) hubiera cumplido con su deber de vigilar y regular.

Pero ¿cómo iba a hacerlo si su ideología le decía que su tarea era exactamente la contraria? ¿Qué ideología? La neoliberal, la más feroz, elemental y estúpida de las ideologías del siglo XX que en su atrevida ignorancia se piensa vencedora de todas las batallas teóricas de aquel desgraciado siglo que, tras haberse puesto a sí mismo como paradigma de la modernidad (acuérdense de con qué facundia decían los necios de entonces aquello de: "¿cómo es posible que en pleno siglo XX...?") presenta ahora la facha de una antigualla renqueante.

Lo más molesto de estos ideólogos del neoliberalismo, con todo, no es su evidente fanatismo ni su tosquedad y cortedad mental sino su arrogancia y soberbia intelectual. Esta, la que hace que algunos de sus representantes tilden de "tonterías" las ideas ajenas, se vio incrementada cuando el otro sistema económico no menos tosco y primitivo que el neoliberal que fue el comunismo se vino abajo estrepitosamente. Fue el hundimiento del comunismo lo que dio alas a los fanáticos ideólogos neoliberales que se postularon como sepultureros de la historia. A partir de ahí se consideraron con las manos libres para poner en marcha sus ensoñaciones más absurdas como si fueran la panacea. Una prueba más de que el hombre necesita siempre, siempre frenos y contrapesos en su actuación. Y nunca más que cuando quienes actúan tienen también el poder en sus manos. Porque "hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que sueña tu filosofía, Horacio", que decía Hamlet.

Ahora que se están sufriendo las consecuencias. ¿Qué decir del discurso de la señora Aguirre el otro día de que la crisis la ha provocado un exceso de intervencionismo en el mercado? Para remediar la catástrofe, más catástrofe. Esa es la fórmula típica de la soberbia intelectual: no reconocer el error sino empecinarse en él. Al fin y al cabo las consecuencias las pagarán otros.

(La imagen es una foto de Trackrecord, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 20 de setembre del 2008

¡Muera el relativismo moral!

En un congreso perfectamente búlgaro de lealtades inquebrantables e inasequibles al desaliento los ultraliberales madrileños del PP, que no son otros que los franquistas del franquismo sociológico de toda la vida, han elegido Presidenta a la señora Aguirre por una abrumadora mayoría del 96,34%. Aunque no se lo crean los lectores, me parece maravilloso qué se fizo del 3,64% restante de los votos siendo así que sólo había una candidatura, la de la presidenta votada represidenta. Debe de ser el porcentaje de los irremediables abstencionistas, ausentes o distraídos ya que no había nadie a quien votar y las papeletas no registran voto en blanco o nulo alguno, lo que también suspende el ánimo. ¡Esto es un partido unido tras su jefa, prietas las filas, recias, marciales y no Izquierda Unida, por ejemplo, que ni siquiera sabe cuántos votan cuando votan! Y no hablemos ya del PSOE, cuyo declive empezó ayer mismito, al decir de la belicosa y sonriente señora Aguirre. Hasta el señor Ruiz Gallardón hacía zalemas a su rival y esgrimía un letrero de "sí" tan grande como una moto. Estará feliz: sus sueños se hacen realidad.

La señora Aguirre soltó un discurso breve pero denso de contenido político según su prensa amiga que es toda la de la capital excepto El País, al que llaman "monopolio" con ese peculiar sentido de la doblehabla que tienen los ultraliberales. Lo que más parece haber gustado a la fiel infantería de papel ha sido que la señora desgranara de memoria y sin chuleta alguna toda la nomenklatura de su equipo. Si yo fuera del PP a mí eso me pondría los pelos de punta porque deja claro que la aguerrida dama lo controla todo con la minuciosidad de un ama de llaves de novela gótica. Aquí no se mueve nadie sin que el Mando tome nota.

Lo que más me llamó la atención de la arenga fue esa contundente expresión de que se acabó el relativismo moral. Mi pregunta inmediata fue: y ¿por qué querrá sustituirlo? La respuesta no menos inmediata: por el absolutismo moral. Eso es lo que va a los neoultraliberales, la fijación de unos únicos valores que excluyan a todos los demás y se impongan a rajatabla, es decir, al modo liberal. No sé si cabe prostituir el término "liberal" con más contundencia que asociándolo a la idea de acabar con el "relativismo moral" que no es otra cosa que la idea de que las sociedades modernas son mestizas y multiculturales y, por lo tanto, en ellas habitan y deben tolerarse mutuamente valores morales distintos. La señora Aguirre quiere substituir esa mezcolanza, ese batiburrillo insufrible, por un solo conjunto de valores morales: los suyos, que dice son los de la mayoría de los españoles. Pudiera ser y aunque me parezca que los valores morales que esta señora profesa no son los que preconiza (piénsese por ejemplo en el mandato de no mentir o de no levantar falso testimonio) quizá sean los de la mayoría de la población. Pero eso no hace que se puedan imponer como únicos. Imponer un único conjunto de valores morales a todo el mundo es algo sencillamente odioso.

Pero es que el odio y la mentira ayer campaban libremente en el congreso del PP. Allí estuvo el Secretario General, señor Granados, diciendo que el PP es "el único partido del arco parlamentario que no fue protagonista del fracaso colectivo de la Guerra Civil". No, simplemente fue fundado por un ministro de Franco y sus filas están a rebosar de exmiembros del Movimiento Nacional y de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS o de alguna de sus variantes, como es el caso del señor Aznar que fue en su juventud miembro de la Falange Independiente. Y si la Falange, el Movimiento y los ministros de Franco no son protagonistas del fracaso colectivo de la Guerra Civil el Pisuerga no pasa por Valladolid.

Lo único que cabe agradecer a este señor Granados, Secretario General del PP de Madrid, es que hable de la guerra civil como "fracaso colectivo". Hasta hace muy poco muchos de sus conmilitones, empezando por el señor Fraga, la llamaban Glorioso Alzamiento Nacional. Tiene razón la señora Aguirre, ¡hay que acabar con este relativismo cultural que llama "fracaso colectivo" a la cruzada de España contra el comunismo!

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 14 de febrer del 2007

Los idiotas.

Imagino que mucha gente habrá leído el artículo del señor Vargas Llosa, publicado en El País del domingo pasado, titulado El regreso del idiota, una apología del libro escrito por su hijo, Álvaro Vargas Llosa en colaboración con Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Alberto Montaner, asimismo titulado El regreso del idiota, continuación de otro, publicado hace 10 años, con el titulo Manual del perfecto idiota latinoamericano que, al parecer, ha sido un éxito de ventas en América Latina y se ha convertido en una especie de biblia de los neoliberales del subcontinente

No creo merezca la pena observar que eso de hacerse lenguas por escrito del libro del hijo de uno es incurrir en las feas costumbres del nepotismo, el enchufismo y el caciquismo tan arraigadas en el ámbito hispánico y contra las que se supone que lucha el regeneracionismo neoliberal. Y no merece la pena porque no es la primera vez que el ilustre novelista incurre en tan lamentable corruptela. Ya prologó el Manual, lo que no le impidió darle el correspondiente jabón en la prensa.

En esencia, el valor de estos libros, según el señor Vargas Llosa, reside en que, además de estar escritos por el retoño, ponen en solfa a la izquierda latinoamericana, víctima de esa congénita idiotez

"tercermundista, en todas sus aberrantes variaciones, desde el nacionalismo, el estatismo y el populismo hasta, cómo no, el odio a Estados Unidos y al 'neo liberalismo'".
Idiota, pues, viene a ser sinónimo de "izquierdista latinamericano" (y, por extensión, claro, español), un/a pobre ignarx que cree todavía en el valor de lo público frente a lo privado y aspira a modificar las sociedades en función de criterios de esa "justicia social" a cuya sola mención el habitualmente pacífico señor von Hayek empezaba a dar muestras de impaciencia casi grecolatina.

Hayek es una de las luminarias que el señor Vargas Llosa junior y sus dos amigos, recomiendan a los idiotas si quieren salir de lo que Kant llamaba el "estado de inmadurez del que sólo nosotros somos responsables", hablando de la superstición de la que habría de librarnos la ilustración, igual que el neoliberalismo nos redimirá de la idiotez izquierdista. Hayek, Von Mises, Popper y Ayn Rand, entre otros, son la cura de la idiotez de la tribu de la idiotez. Estos desidiotizadores no andan muy à la page, en verdad. A mí me viene muy bien porque así me hago propaganda ya que, si no estoy equivocado, soy el único español (y, encima, no neoliberal) que ha publicado un libro sobre Ayn Rand, (Literatura y política. La obra de Ayn Rand), interesantísima guionista, novelista y pensadora ruso-americana. A cambio de recomendar a unos, el señor Vargas Llosa desaconseja a otros, verdaderos gurús del idiotismo, por ejemplo, Noam Chomsky. De Chomsky dice el novelista que es muy buen lingüista pero sólo se le ocurren disparates en política. Bueno, es lo que le pasa a él: muy buen novelista y un zopenco en lo político. Por lo demás, estos neoliberales debieran recomendar otra gente más actual, más conectada con el mundo de hoy, al parecer tan lleno de idiotas como el de hace 10, 20, 100 años. Qué peste, Señor...

Lo fascinante es esa manía de los neoliberales de tildar de idiotas a las izquierdas. Idiota viene directo del griego idiotes, que significa, simple, ignorante, pero también persona que sólo se ocupa de sus asuntos privados, en ignorancia de la cosa pública. El idiotes es lo contrario del polites aristotélico, esto es, el ciudadano, el que sí se ocupa de los asuntos públicos. Es decir, el término tiene dos significados, cuando menos, uno peyorativo (el simple) y el otro neutro (el desinteresado de la cosa pública) que acabaron fundiéndose en el sentido más bien despectivo que tiene hoy el término. Dado que los neoliberales son quienes defienden la primacía de lo privado sobre lo público, los partidarios de lo que la filosofía política clásica llama la "libertad de los modernos" como el derecho de los individuos a no ocuparse de los asuntos colectivos y mind their own business, parecería lógico pensar que aquí los únicos idiotas en el doble sentido del término son Vargas Llosa padre, Vargas Llosa hijo y el espíritu santo en forma de halcón neoliberal.

(En la imagen, Eduardo Zamacois y Zabala, El favorito del rey, 1867).