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dimarts, 22 de setembre del 2015

Armageddon.

Se recordará la absurda expresión, propia de Ubú Rey, con que Rajoy quiso despachar hace cuatro años una concurridísima Diada en 2012. Un millón y medio de personas en la calle al grito de som una nació; nosaltres decidim era para el presidente de los sobresueldos una algarabía. Y, en cierto modo, no le faltaba razón. Al estar en catalán, lengua que Rajoy ignora, como todas las demás, excepto el español, que le resulta algo más familiar, aunque no del todo, era lógico que le sonara como eso, una algarabía o batiburrillo en árabe. Apenas se hizo especial hincapié en la necedad de la respuesta porque, en el fondo, no llamaba la atención. Los españoles estamos acostumbrados a unos políticos que frecuentemente (los pesimistas dice siempre) no saben lo que hacen ni lo que dicen.

Cuatro años más tarde, la algarabía es un potente movimiento independentista con amplísima base social transversal y un notable impacto en la opinión pública exterior. Una iniciativa política independentista que puede ocasionar la ruptura de España. Una crisis frente a la cual, el aparato de propaganda de la recuperación ha enmudecido. Una crisis de la que el señor Rajoy dice no ser responsable, ya que él no tiene la culpa de que haya más o menos independentistas. Si él, que es el presidente del gobierno no tiene la culpa, es imposible imaginar quién la tendrá.

Es obvio: no saben lo que dicen ni lo que hacen o, tratándose de Rajoy, "no hacen".

Pero gobiernan y ahora hay una ofensiva independentista muy seria que los políticos españoles no han sabido calibrar. Esos políticos incluyen a la oposición socialista, incapaz de articular una opción más flexible y negociadora que la del gobierno porque, en el fondo, coincide con los supuestos básicos de la acción de este y no se atreve a adoptar un criterio distinto del más ultramontano nacionalismo español por miedo a perder votos en España.

Téngase en cuenta que, tratándose de un asunto de calado constituyente de hecho, los sondeos sin embargo, presentan una situación muy abierta y muy indecisa. Apuntan a una victoria independentista pero con diversos cálculos en cuanto a su proporción, lo cual obliga a esperar a los resultados en mayor medida que en otros momentos.

Decía el gobierno, con aquiescencia de la oposición, que las elecciones de 27 de septiembre son elecciones autonómicas ordinarias, nada de plebiscitarias, pues estas ni siquiera existen en la Constitución, aunque sí el referéndum. La impericia del gobierno, por no hablar de su manifiesta ineptitud, ha convertido las famosas elecciones autonómicas en una consulta de proyección internacional. Al meter en danza a Merkel, Cameron y Obama, mendigando de ellos declaraciones en contra de la secesión catalana que tampoco conseguía, el genio de La Moncloa ha cumplido con creces el programa independentista de la internacionalización.

No saben lo que hacen.

Pero insisten. Durante este tiempo, desde la algarabía de 2012 al yo no tengo la culpa de nada, no ha habido un solo intento de diálogo o negociación salvo en los términos perentorios de "se cumple la ley y punto". Nada de debate: silencio, rechazo, cerrazón, hostilidad y desprecio. Por supuesto, acompañados con una cascada de insultos, desde los más refinados a los más groseros. Y eran unas elecciones ordinarias.

En los días que quedan, se intensifica el tono y se pasa a las amenazas más directas y los augurios más funestos. Los bancos, muy enfurruñados, amenazaron con marcharse de Cataluña en caso de independencia, una posible decisión nada creíble por no estar basada en ningún cálculo racional de costes-beneficios. El caso de algún empresario de profundo nacionalismo español, como el de Pronovias, quien también promete llevarse el ajuar si el Principado se declara independiente, pone de manifiesto precisamente su carácter aislado. El Banco de España, dirigido por un fiel alguacil de la política económica del gobierno prevé un corralito catalán si hay independencia, con tanta razón y verosimilitud como la del ministro del Interior quien, inspirado por alguna de sus condecoradas santas, tuvo una visión de Cataluña rebosante de yihadistas y terroristas en general.

Faltaba llegar a lo abyecto y ahí figura, en portada de El Mundo: le República catalana no podrá pagar las pensiones. El Pacto de Toledo se firmó precisamente para poner fin a esta despreciable treta de jugar con las pensiones como arma de la lucha política. No había derecho a someter a chantaje al sector más vulnerable, indefenso y venerable de la sociedad. Lo primero que hizo el gobierno de la derecha fue, precisamente, romper el Pacto de Toledo para que ahora sea posible una ruindad como la de esa portada, para asustar a los jubilados catalanes. Menos mal que son católicos, ¿verdad?

Detrás de las pensiones vendrá el Apocalipsis. No saben lo que hacen ni lo que dicen.

Sin embargo, de aquí al 28 de septiembre ya solo cabe esperar y tomar nota del resultado que, casi seguro, va a ser un cambio de época en España por cuanto apunta a una alteración de carácter constituyente. A partir de esa fecha, los nacionalistas españoles tienen tres meses para remediar la situación, imitando descaradamente a los catalanes, es decir, convirtiendo las elecciones generales "ordinarias" en plebiscitarias entre un bloque con oferta constituyente (a ser posible, una única y no siete) y otro continuista. El continuismo sabemos lo que es: más corrupción, caciquismo, ineficacia, autoritarismo, censura, recortes, devaluación interna, desigualdad, más pobreza, nacionalcatolicismo y centralismo.

Lo interesante es si el bloque de opción constituyente es capaz de formular una suficientemente flexible, incluyente y eficaz para contar con un apoyo generalizado. La verosimilitud de la propuesta habría de quedar condicionada a la participación de los catalanes, que no está en modo alguno garantizada sino más bien al contrario. Da la impresión de que la única propuesta más moderada, capaz de frenar una DUI si el apoyo parlamentario lo permite, sería un referéndum de autodeterminación vinculante y en un plazo breve.

Y estaría por ver porque ese es el referéndum que, según el ministro del Interior, ningún gobierno de España autorizará jamás.


diumenge, 20 de setembre del 2015

Cunde el pánico.

Metroscopia en El País de hoy. Los pelos como escarpias. El titular de primera suena a ABC Los separatistas logran mayoría de escaños y casi el 50% del voto. No se lo pierdan: los "separatistas"; ya falta menos para lo de los judeomasones. Se hace un primer análisis electoral erróneo como siempre, y se señala que la lista de Juntos por el Sí no llega a la mayoría absoluta y necesitará de la CUP. En realidad, CDC y ERC, el independentismo, han bajado 4 o 5 escaños con relación a 2012. Sí, es cierto; pero la CUP ha ganado siete u ocho. La conclusión obvia es que el independentismo ha aumentado y se ha radicalizado.

Lo interesante, sin embargo, es el análisis político del conjunto del sondeo de Metroscopia y, por su impacto, en efecto, cunde el pánico en el campo españolista. Además de la encuesta, el diario consagra a Cataluña un editorial (Elecciones críticas) y un artículo de Cebrián, anunciado en portada como si fuera el oráculo de Delfos, Reconstruir el Estado. Los títulos traslucen el nerviosismo. De celebrar, cuando menos, que se den cuenta de la trascendencia y gravedad de las circunstancias que hasta la fecha han estado ignorando con una estolidez irritante. Palinuro se ha aburrido de señalar que en la cuestión catalana (que ha sido siempre la "cuestión española" y sigue siéndolo) el nacionalismo catalán llevaba la iniciativa política mientras el español ni se enteraba. Ahora se van viendo las consecuencias de confiar el gobierno a una manga de necios e incompetentes.

Tanto en el editorial como en el artículo de Cebrián se sigue cargando contra el independentismo catalán, aunque no con la virulencia con que se ha venido haciendo hasta la fecha; pero, y eso es lo importante, ya se reconoce abiertamente que la responsabilidad de la situación de ruptura es en lo esencial del presidente del gobierno, mejor dicho, de su patente ineptitud y del desastre que ha provocado en el conjunto del país. El artículo de Cebrián, que no es el habitual exabrupto lleno de petulancia y soberbia, trata de simular una imposible equidistancia entre el independentismo y el cerrilismo del gobierno. Todavía ayer su diario asustaba a la audiencia con la pueril amenaza de la banca de marcharse de Cataluña en caso de independencia, algo tan absurdo que solo puede ser producto de la colaboración intelectual entre Rajoy y Linde, el gobernador del Banco de España, dos lumbreras.

Reconstruir el Estado se llama la pieza cebrianesca. En realidad viene a decir que hay una crisis de Estado, algo tan evidente como que el movimiento catalán es, en realidad, una revolución. Cebrián se ve a sí mismo como estadista y por eso quiere reconstruir el Estado. Sigue sin ser ecuánime en su análisis y continúa reduciendo un vigoroso (y ejemplar) movimiento social a los supuestos cálculos tácticos de Mas, pero no es tan abusivo y mendaz como su propio periódico. Parte del supuesto de que no habrá independencia por diversas razones, todas ellas refutables que, en realidad, se resumen en una: no habrá independencia porque él no quiere. Al margen de la validez de esa conclusión, su diagnóstico es generoso en distribuir culpabilidades para lo que, en efecto, se considera una "crisis de Estado", al hablar de los "últimos decenios". Reduzcamos el foco al último: Zapatero sería mejor o peor en política económica, pero no hay duda de que era un demócrata y respetuoso con el Estado de derecho. Eso no puede decirse de la última legislatura con el PP. Ni democracia, ni Estado de derecho, ni nada. El país lleva cuatro años en manos de un partido corrupto hasta la médula, imputado por tal por los jueces. Como tal no ha hecho otra cosa que expoliar los caudales públicos al tiempo que legislaba o pretendía legislar verdaderos disparates, atropellos e injusticias que luego se ve obligado a revertir él mismo: ha pasado con el aborto, con la exclusión de los inmigrantes del acceso a la sanidad pública, con los expolios de los funcionarios, el rechazo a los matrimonios homosexuales o la LOMCE, un auténtico bodrio eclesiástico por el cual sus perpetradores disfrutan de un retiro dorado en París a costa de los constribuyentes españoles.
 
Cuatro años de incompetencia y puros dislates bajo mayoría absoluta de unas gentes que no saben ni lo que es la democracia. Cebrián enumera escandalizado los casos más graves: un Tribunal Constitucional presidido por un ex militante del partido de la Gürtel, unos jueces también sumisos al partido que no se inhiben y pretenden juzgar por lo penal a una organización a la que están agradecidos, una perversión sistemática de las instituciones, una práctica de gobernar mediante decretos leyes, una ignorancia del principio de división de poderes, etc, etc. Cuatro años que coronan más de veinte de corrupción sistemática, en muy buena medida, responsable de la crisis. Cuatro años de gobierno de un presidente que debería haber dimitido casi antes de tomar posesión, de haber tenido algún mínimo sentido del decoro y de la democracia. Cuatro años de degradación de la vida democrática, del debate público, de la comunicación política, monopolizada por una banda de esbirros y matones.
 
Y, en lo referente a Cataluña, cuatro años de arrogancia, desprecio, ignorancia e intento de sometimiento, sin el menor espíritu dialogante o constructivo.  A los años anteriores de verdadera catalanofobia (hasta un político tan tosco como Albiol reconoce que la recogida de firmas contra el estatuto fue un "error") siguió después un ánimo abiertamente hostil, ya inaugurado con la estupidez de que había que españolizar a los niños catalanes y coronado hasta la fecha con la arbitraria reforma en solitario de la ley del Tribunal Constitucional, lo cual ya es el colmo para un personal que luego sostiene cínicamente que las leyes están para que los demás las cumplan.
 
Está bien que la élite pensante del país caiga en la cuenta de que a punto se encuentra de quedarse sin él por ponerlo en manos de una banda de incompetentes y corruptos, en la más pura y acrisolada tradición hispánica. Basta con observar el nivel de los políticos que han tenido más poder en los últimos años, los Rajoys, Aguirres, Gonzáleces, Cospedales, Camps, Fabras, Barberás, Matas, Granados, Ratos, etc. Por no hablar de los Florianos, Casados, Hernandos y otros detestables corifeos. Con esta tripulación, ningún navío llegará a puerto.
 
Está bien asimismo la idea de que ya no basta con una reforma de la Constitución, sino que hay que reconstruir el Estado. La pregunta es: ¿cómo? Y ¿qué Estado?

dissabte, 19 de setembre del 2015

La sombra del fracaso.

Aquí mi artículo de hoy para elMón.cat. Se titula l'ombra del fracas. Para quienes quieran leerlo en castellano, incluyo aquí la versión original:
 
 
La sombra del fracaso.
 
Ramón Cotarelo

La mayoría absoluta que los sondeos pronostican al bloque del “sí” en las plebiscitarias del 27 de septiembre anuncia que el independentismo ya ha triunfado, que Cataluña es una nación, que tiene derecho a constituirse en Estado y que esto es ya indiscutible política y moralmente. Que lo sea ahora jurídicamente es el meollo de lo que nos jugamos en los tiempos que vienen a continuación, ya, ahora mismo.

La campaña del 27 de septiembre, la realizada y la que falta, es la prueba de que en Cataluña, efectivamente, la vieja política ha muerto, que está naciendo otra y una forma nueva de hacer las cosas, pero no como lo predican los emergentes, sino de verdad y en serio. Todas las opciones españolas, desde el PP hasta Catalunya sí que es pot se negaron a admitir que estas elecciones fueran plebiscitarias porque no están acostumbradas a que las cosas en su país sean como quieren y las definen los catalanes, sino como quieren y se definen en Madrid. Madrid decide; Cataluña obedece. Madrid pone los nombres; Cataluña los acepta. Y, por eso, siguiendo la querencia, han desembarcado todos en Barcelona, a decir a los catalanes lo que tienen que pensar, hablar, hacer.

Algunos, los del PSOE y C’s están de commuters, van y vienen como pendolari, mareando el AVE o el puente aéreo. Otros, como los líderes de Podemos, sabedores de que se juegan aquí su futuro en España, han cogido abono fijo en algún hotel de la capital catalana y no se mueven ni para ir a comer el domingo a casa. Y así han conseguido que el régimen habitual y tradicional de tratar a los catalanes como gentes de la colonia o menores de edad se les vuelva en contra. Cualquier agencia de publicidad les explicaría que no es buena táctica que el personal no sepa quién es el cabeza real de cada lista, si Rivera o Arrimadas, Sánchez o Iceta, Iglesias o Rabell. Pedir a la gente que vote por teloneros es hacerla muy de menos. El único cabeza de lista que parece genuinamente catalán, Albiol, es el que más interesaría que no lo fuera.

El 27 de septiembre mostrará a los ojos de todos, especialmente de los europeos, el fracaso de la vieja política, el fracaso del sucursalismo. Un fracaso tan descontado que las fuerzas más sólida y tradicionalmente españolas han decidido abandonar toda senda de diálogo o entendimiento civilizado y han pasado a la acción directa que aquí no es otra cosa que las amenazas y las provocaciones. “Se ha acabado la broma”, zanjó Albiol hace unos días como resumen del intento de pucherazo del gobierno de cambiar a la fuerza la ley reguladora del Tribunal Constitucional para convertirlo en un retén de guardia del cuartel ya que como Tribunal Constitucional tiene nulo predicamento.

Haciéndose eco de este turbio propósito, reaparecen los militares –que nunca andan muy lejos cuando se hace política en España- recordando que el artículo 8 de la vigente Constitución los hace garantes de la integridad territorial de la patria. Evidente es que están dispuestos a cumplir con su deber en Cataluña ya que se les sigue olvidando hacerlo en Gibraltar por más que el ministro de Asuntos Exteriores no ve llegado el día en que la Legión lo recupere. El ministro de Defensa advierte que, si los catalanes “cumplen con su deber”, el ejército no tendrá que intervenir. Por supuesto, el “deber de los catalanes” se decide en Madrid y los cuartos de banderas respaldan estas hoscas admoniciones para que se tomen muy en serio.

Todo son anatemas, y excomuniones en caso de independencia. Según un mandatario de la UE, familiarmente unido a militantes del PP, con lo que no se sabe si habla como eurócrata o simpatizante del partido fundado por Fraga, la República catalana independiente quedaría eo ipso fuera de la Unión. Están acostumbrados a mentir, falsear, simular una autoridad que no poseen y creen que en Europa puede prevaricarse tan impunemente como se hace en España. Que Cataluña vaya a quedar dentro o fuera de la UE es algo tan problemático como lo es con España porque si la República catalana independiente es un “Estado nuevo”, también lo será una España sin Cataluña que, entre otras cosas, tendrá que recalibrar su representación y su aportación a la Unión; es decir, obligará a renegociar los tratados, igual que si de un acceso catalán se tratara.

En realidad, poco importa la verosimilitud o probabilidad de las predicciones. Lo que se busca es conseguir mediante amenazas y chantajes torcer la voluntad democrática de los catalanes. Se azuza a los empresarios más recalcitrantes a que amenacen con salir del país, a los banqueros a que presionen y afirmen, contra todo sentido común, que se irán a hacer negocios en otras zonas más pobres.

Todo vale para evitar o disimular el fracaso. Y, por si hubiera alguna duda, el ministro del Interior, cuyo hilo directo con la divinidad por la intercesión del Caudillo es permanente, lo ha dejado claro de una vez por todas: ningún gobierno español aceptará un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Esto, claro, incluye al PP y al PSOE, pero también a los demás partidos españoles que se adherirán a esta prohibición no por gusto, dirán, sino por amarga necesidad.

Como todos los esfuerzos han fracasado, solo quedará emplear la fuerza bruta. Esta se encontrará con una desobediencia generalizada. Y ahí es donde el triunfo moral y político del independentismo se convertirá en jurídico por imposición de Europa y la comunidad internacional. Porque si se emplea la fuerza contra el derecho, una fuerza mayor hará valer un mejor derecho.

Las incongruencias del poder.


El analista no puede atender a todos los frentes. La realidad es tan confusa, abigarrada y variopinta que se necesitaria un equipo compuesto por un Dickens, un Balzac y un Galdós para dar cuenta de ella. Ayer contraía matrimonio un figura del partido del gobierno y hasta el último instante se mantuvo el suspense sobre si el presidente asistiría a la boda. ¿Motivo? Es una boda de dos hombres y el partido que preside tiene recurrida ante el Tribunal Constitucional la norma que la permite. De triunfar el recurso, la boda sería nula y la presencia de Rajoy también. O sea, como de ordinario, pero más. Hasta cabría decir que Rajoy no estuvo en donde estuvo. Algo que lo caracteriza porque también suele no decir lo que dice ni hacer lo que hace. Y al revés.

Bueno, se consuela el recién casado, en el fondo, el recurso de mi partido es una pura cuestión nominal. El PP no se opone a que los homosexuales se junten, se unan y hasta se fusionen en un solo cuerpo, siempre que a eso no se le llame "matrimonio". Parece una tontería. Y, efectivamente, lo es. Porque se llame como se llame esa unión, por ejemplo, juntazgo, tiene que tener los mismos derechos que el matrimonio. Incluido, lógicamente, el de llamarse matrimonio porque, si no fuera así, no tendría los mismos derechos. No se sabe qué decidirá el alto tribunal en esta pintoresca cuestión de los universales. Sería de desear que no decidiera nada en contra de la recta razón.
 
Mientras Rajoy se personaba en la boda, según algunos por cálculo electoral, las patronales de la banca española daban a luz una declaración institucional. Pretextando la inseguridad jurídica que se generaría en Cataluña en caso de una independencia debido a la presunta salida de esta de la UE y el euro, los banqueros amenazan con marcharse de Cataluña. Algunos empresarios también amagan con la huida. No es algo que parezca muy relacionado con la oposición del PP a los matrimonios homosexuales porque esta pertenece al ámbito ocuro, irracional, de los sentimientos y tendencias sexuales mientras que el comportamiento de la banca y la empresa está guiado por criterios estrictamente lógicos y racionales de análisis de costes-beneficios. Pero algo tiene que ver. En concreto, su incongruencia. 
 
¿Retirarse de la parte del país que produce el 26% de su PIB y representa el 16% de su población? ¿Dejar de hacer negocios con el lugar más próspero y productivo de España por razones políticas? Es poco creíble. Este nuevo frente de millonetis es parte del despliegue estratégico del nacionalismo español para frenar el independentismo. Carente de toda política al respecto, tan privado de ideas como de objetivos, el gobierno anda instando por doquier declaraciones contrarias a la secesión catalana. Al igual que los neuróticos colocan sus obsesiones a todos los que tienen la desgracia de toparse  con ellos, los gobernantes piden una declaración antisecesionista a todos los que van encontrándose por ahí. Los militares, los empresarios, ahora los banqueros, mañana los intelectuales a los que bastará con dar de comer un par de días para que también se descuelguen con otro manifiesto anticatalanista. Esto empieza a ser de risa. Y los banqueros que se van, ¿también van a llevarse los depósitos de los clientes? ¿A dónde? ¿Por qué?  Si Cataluña se queda sin bancos, ¿cuánto creen estos genios que tardarán en instalarse otros extranjeros?

Los gobernantes de de los demás países ya saben que una visita a España incluye algún tipo de manifestación pública sobre un conflicto interno sobre el que ya es fama que los españoles no tienen ni idea de como resolverlo. Merkel y Cameron (el de Gibraltar y su mar territorial) salieron del paso hablando del respeto a los tratados y otras vaguedades. Lo de Obama fue más caro. Su disposición a trabajar con una "España fuerte y unida",  nos costó la base de Morón de la Frontera. Un par de declaraciones más de estas favorables a la soberanía de España y a España no le queda tierra sobre la que ejercerla. 
 
La histórica fanfarronería de los gobernantes españoles se presenta siempre vestida de ridículo. Es difícil imaginar uno mayor que el que protagonizó el Rey en su visita a la Casa Blanca. Muy contento Felipe VI de haber escuchado al gringo lo de "fuerte y unida", fue a hacer una ofrenda floral al monumento a George Washington, padre de la nación estadounidense a través de una declaración unilateral de independencia como la que él quiere evitar en España. El ministro de Asuntos Exteriores de España se merece un ascenso a Gallo de Morón. Le va pintado.

dijous, 17 de setembre del 2015

Vallamos por partes, catalanes.

Desde luego, los mandatarios extranjeros han resultado unos fofos, indecisos y miedosos. Ni Merkel, ni Cameron ni Obama han sido capaces de defender la unidad de España con la decisión y claridad que esta nación merece por ser la más antigua que vieron los siglos, ya implantada en el paleolítico, de donde algunos dicen que no ha salido. Estos extranjeros cobardicas sin duda piensan que la secesión catalana es un asunto interno español, lo cual carece de lógica porque, si es secesión, por fuerza no puede ser interno sino que se convertirá en externo. Un lío.

Por fortuna, la Vicepresidenta del gobierno, primer escalón de este en que empieza la vida racional pues no parece haberla en el superior, es clara y rotunda. Ya pueden todos los catalanes, sin faltar ni uno, ni los que estén de baja, votar por la independencia de su tierra. Por encima de su voluntad está la ley que la impide. Punto. No hay más que hablar: la secesión es ilegal y el gobierno hará cumplir la ley. ¿Cómo? Pues enviando a los magistrados del Tribunal Constitucional, convertidos en corchetes por obra de una reforma exprés de la norma que regula este alto órgano, votada únicamente por la mayoría absoluta de diputados del PP, un partido al que el juez tiene en el banquillo porque más parece una banda de ladrones. Y sin consenso alguno en el Parlamento. Ni falta que hace. Ni el consenso ni el Parlamento.

Si los civiles, como suele suceder, no resultan convincentes porque son blandengues, aquí están los militares, dispuestos a cumplir con su deber de garantizar lo que dice el artículo 8 de la CE sobre la "integridad territorial" de la patria. Y, con los militares, una manga de energúmenos en las redes, ofreciendo forrar a hostias a todos los catalufos y polacos, obstinados en no apreciar el amor que los españoles les profesan y en querer gobernarse por su cuenta, en lugar de seguir disfrutando de las ventajas tradicionales de los esclarecidos y eficaces gobiernos de España que han llevado al país a las cotas de bienestar, prosperidad, justicia, igualdad y cultura que ha alcanzado y no solamente en Tordesillas.
 
Pero no todo en España es duro, arriscado, chocarrero, insultante, amenazador, hacia los catalanes. También cuenta el estamento pensante. Los intelectuales que, hasta ahora, parecían mudos como la esfinge de Gizeh. Un grupo de ellos, gentes de erudición y reflexión pertenecientes a la Fundación Alternativas, ha dado a luz un sesudo documento titulado Cataluña ante la Unión Europea. Las consecuencias jurídicas de la independencia en donde, sin necesidad de amenazar e insultar, se prueba fehacientemente que la independencia catalana es imposible. Ojo, no es un ex-abrupto como los de la sinsorga de la vicepresidenta, sino un estudio riguroso y estrictamente jurídico. Siempre que se dice eso, se quieren poner las conclusiones por encima de toda sospecha de parcialidad o partidismo, presentarlas como verdades apodícticas, no sesgadas por cochinos intereses. Se quiere sentar plaza de infalibilidad y yugular todo debate y/o discrepancia. Que la Fundación Alternativas sea del PSOE y esté repleta de cargos y paniaguados de este partido es puramente circunstancial e irrelevante. El estudio es técnico, no ideológico y nada partidista. En absoluto. Así lo presenta El País, otro prodigio de periodismo objetivo sobre todo en asuntos catalanes.
 
¿Y qué dice el tal estudio? Lo primero, que la secesión es imposible, porque es inconstitucional. O sea, lo mismo que dicen la hacendosa vicepresidenta y los gallardos militares. Pero suavemente, con buena educación porque estos son intelectuales con criterio propio e independencia de juicio: la secesión catalana es imposible porque es inconstitucional. Lógicamente, el estudio debiera acabar aquí. La Constitución es ley de leyes y nada que vaya en contra de ella puede prevalecer, so pena de destruir el Estado de derecho. Fin. El informe de estas lumbreras constaría de un folio.
 
Pero no. Tiene muchos más. Los siguientes están dedicados a probar que una Cataluña independiente sería una paria internacional, una vagabunda colectiva, una nave de apestados con quien nadie querría tratos.
 
Pero si, aun siendo inconstitucional, la secesión de Cataluña se produce, eso quiere decir que el Estado español no tiene el monopolio de la violencia ni es soberano porque no puede hacer cumplir las leyes en su territorio. España es un Estado fallido. No sé si los autores del informe consideran que quizá este punto matice el resto de sus muy objetivas conclusiones, pero no es una bagatela sobre todo en un mundo en el que la Realpolitik tiene más vigencia que nunca.
 
Como Palinuro profesa poco respeto por las mistificaciones de los funcionarios ideológicos, no se entretendrá en sus ergotismos, bastando a su juicio con algún reparo a la conclusión más notoria del estudio en su esencia teórica, esto es, si Cataluña se independiza, será un  nuevo Estado y su esencia práctica, pues, al ser nuevo Estado, saldrá de todos los organismos internacionales de los que España sea parte.  Es jurídicamente diáfano, dicen los autores. Pues sí: Cataluña será un nuevo Estado... y España también. Habrá que renegociar los tratados. Claro. Igualmente para España. Por ejemplo, lo más obvio: habrá que recalcular la cantidad de eurodiputados españoles.
 
¿Y la vertiente práctica? Cataluña fuera de todos los organismos internacionales. Fuera de la OMS, por ejemplo, o de la Unión Postal o de la OMPI, o de la OIT. Pero, señores, ¿están ustedes en sus cabales?
 
De todos modos, catalanes, ya veis: un verdadero lío. Así que no seáis necios. Es mucho mejor quedarse en España, en donde un juez, al que pillan conduciendo beodo perdido y que no sabe escribir, pretende entender en un asunto penal en el que aparecen acusadas gentes de un partido que lo ha amparado, protegido y, quizá, a través de su Fundación FAES, pagado. Un juez que, hasta hace poco, era magistrado de un Tribunal Constitucional, presidido por exmilitante del partido del gobierno, que ocultó este dato a la comisión parlamentaria que examinaba su idoneidad para el cargo.
 
Sí, es mucho mejor que os quedéis en un país en el que un partido que presuntamente lleva financiándose ilegalmente durante veinte años, gana las elecciones mintiendo sobre su programa de arriba abajo, del derecho y del revés, de la cruz a la fecha y, luego tiene el morro de anunciar en Twitter que ha cumplido el 92,5% del programa sin que nadie, absolutamente nadie, pregunte si se trata del falso o del otro. Un país gobernado por un personaje capaz de mentir en sede parlamentaria y que también ha estado cobrando sobresueldos de procedencia dudosa durante los veinte años que, al parecer, "no son nada".
 
Es mucho mejor que os quedéis en un país en el que un sujeto quiere "españolizar" a vuestros niños y, no consiguiéndolo, se marcha a París con su señora, ambos a vivir a cuenta vuestra y de todos, tras haber entregado de nuevo la educación a la Iglesia católica. Un país cuyo Estado no tiene confesión pero en el que esta Iglesia es un Estado dentro del Estado y, en muchas cosas, por encima del Estado a base de privilegios; en el que los ministros fían las políticas públicas a la intercesión de diversas vírgenes (debe de ser lo que se llama la "nueva gestión pública") a las que, llegado el caso, se condecora por sus méritos celestiales con el dinero de los contribuyentes y en el que se emplean quinientos millones de esos fondos en subvencionar unos espectáculos crueles y sangrientos definidos por las autoridades como "patrimonio cultural" o cualquier otra memez.
 
Un país en el que el gobierno roba los fondos de las pensiones de los jubilados, explota innoblemente a los trabajadores, los mantiene en el paro o los obliga emigrar, que no garantiza el futuro de los jóvenes, ni atiende a la población dependiente, ni hace justicia a las víctimas de la anterior dictadura genocida con la que los gobernntes actuales tienen muchos vínculos ideológicos y de interés. Un país en el que el gobierno destruye a conciencia el Estado del bienestar, el sistema público de salud y el de la educación también pública, al tiempo que cuenta  con una legión de esbirros en los medios dedicados a mentir y decir lo contrario, pagados también con los dineros de los contribuyentes, que somos todos menos la Iglesia, la banca y los ricos.
 
Esta gran nación, incapaz de recuperar un peñón en el Sur (lo que, al parecer, no afecta a la integridad territorial en cuyo nombre los militares están dispuestos a lo que sea), os respeta y os quiere y, porque os quiere, no os deja decidir por vuestra cuenta lo que más os conviene. 

dimarts, 15 de setembre del 2015

Perfilando el voto.

Por fin estamos abocados a las dos etapas finales de este año atropellado con las elecciones catalanas el 27 de septiembre y las generales, es de suponer, el 20 de diciembre. Y reina una confusión superior a la normal porque el independentismo catalán, que ha pasado de ser una algarabía, según inteligente calificación de Rajoy, a ser la amenaza más grave a la unidad de España desde Companys todo lo complica. Parece oportuno apuntar algunas reflexiones con ánimo aclaratorio. Prescindo del habitual recurso de muchos analistas de anunciar su voto para ahorrarse los análisis porque siempre me ha parecido un recurso sin sentido. El voto es secreto y, por mucho que alguien publicite el suyo, incluso en acta notarial, no podrá jamás probar que votó como aseguraba.

Las elecciones catalanas, aunque parecen el bullir de un zoco árabe por la cantidad de opciones, grupos, alternativas, son fáciles de entender porque se reducen a una binaria: sí o no. Los independentistas, esto es, el bloque del sí (Juntos por el Sí, y las CUP) sostienen que las elecciones son plebiscitarias; sí o no. Las otras candidaturas (PSC, C's, PPC, CSQEP y Unió) sostienen que nada de plebiscitarias; son elecciones autonómicas normales y caben todas las diferencias, matices y variantes. Sin duda, pero, al final, todas están por el "no" y, por tanto, sí o no, bloque del no. El bloque del sí contiene una lista de izquierda institucional, ERC, en alianza con la derecha de Convèrgencia y las asociaciones civiles de la Assemblea, Ómnium y Súmate y otro de izquierda radical, con elementos asamblearios y ácratas. Las dos aparecen conectadas por el objetivo independentista de forma que, a este respecto, forman una unidad, quedando en la sombra el factor social (como de hecho lo está en la lista mayoritaria) y otro mucho menos señalado pero también presente: el republicanismo. Las tres fuerzas políticas y sus hinterländer sociales aspiran a la independencia de una República catalana. El voto aquí está muy claro: Sí, derecha e izquierda y prou.

El bloque del "no" es aparentemente más diversificado y, según los sondeos, sus opciones han de repartirse un 45% del voto aprox. en reñida competencia. Y, además, la hacen mirando siempre hacia Madrid, a diferencia del bloque del sí. Obviamente en todas hay un hilo conductor, que es el "no", pero con variantes: "No" y que todo se quede como está (PP); "no" y que todo se quede como está, pero más arreglado y limpio (C's); "No" y promesa de negociación en busca de nuevo encaje (Unió); "No" y promesa de reforma constitucional de vocación federal (PSC); "no" y promesa proceso constituyente español, "para decidirlo todo" y también en Cataluña (CSQEP/QWERTY). Los votantes tienen a dispoción varios matices del "no"; pero siempre es "no"

Porque las elecciones, diga lo que diga el nacionalismo español, son plebiscitarias.

En el bloque del "no" hay enfrentamientos diversos. Nadie se ocupa de Unió; el PSC parece mantener un suelo firme de votantes de izquierda no nacionalistas; el PP lucha por sobrevivir en un entorno muy inhóspito; y la pelea está entre los dos emergente, C's y QWERTY, en realidad, Podemos. Ambos esperan resultados decorosos (en torno a 18 disputados cada uno, de 135) pero no embriagadores. Porque los dos necesitan afianzarse en Cataluña como partidos españoles para que los españoles los voten en España. C's no lo tiene muy difícil. El caso de Podemos es más complicado porque, si su resultado viene a ser el mismo o casi del que tuvo ICV en las pasadas elecciones, su peso en España, que es lo que le importa, se verá muy mermado. Las opciones de izquierda que han quedado al margen de la oferta electoral, Procès constituent, de Forcades y Guayem, el núcleo de Barcelona en Común, probablemente repartan sus votos entre los dos bloques, del sí y del no.

Repárese en que el resultado de las elecciones del 27 septiembre condicionará las generales de diciembre. Caramba con la algarabía del profeta. Un condicionamiento cuyo alcance no podemos prever. Imaginemos que el bloque del sí obtiene el 53% del voto y 81/82 escaños, como pronostican algunos sondeos. Imaginemos luego que el Parlament decreta una DUI. Exactamente ¿que hace el gobierno de España? Rajoy asegura que hay mecanismos para evitar que España se rompa. Obviamente estos pueden ir desde una suspensión de hecho de la autonomía hasta la intervención militar con proclamación del estado de excepción. Dependerá de la gravedad percibida en Madrid de la actitud catalana. Y, si se da un estado de excepción, es poco probable que haya elecciones en diciembre. Hasta ese punto puede incidir la algarabía catalana, hasta eliminar las elecciones. Si esta opción, en el fondo, coincidae con las aficiones más profundas de Rajoy, un neofranquista, es aquí irrelevante. La posibilidad existe.

Mientras se mantengan las generales para diciembre, los campos, a diferencia de Cataluña, son bastante simples. A un lado, la derecha, compuesta por el PP y C's, que se estrena en la plaza en donde, por decirlo en un lenguaje que Rivera entiende pues, aunque dice que no, es aficionado a las corridas, va a tomar la alternativa. C's tontea mucho por las esquinas del mapa español pero, llegado el momento, sabe que su aliado natural es el PP, como se muestra en la Comunidad de Madrid.

Frente a la derecha, la izquierda aparece tan fraccionada como siempre, pero con algunas novedades. Si su resultado catalán es suficiente, Podemos terminará de fagocitar a IU. Ahora en Común, la plataforma de confluencia de las izquierdas no socialistas en la que esperan integrar a Podemos iniciará una tarea de confluencia con unas elecciones primarias a las que se presentará, según parece, Alberto Garzón. Las siglas IU se esfuman del cuadro y las del PCE ni se cuenta. Pero las organizaciones ahí están y sus militantes también. La condición que, a su vez, ha impuesto Podemos para la confluencia es que el nombre sea siempree Podemos más el predicado que sea en cada caso porque solo prevé alianzas a nivel autonómico. Algo bastante lioso. Pero quédese el lector con la copla: Podemos nunca aparecerá al lado de las siglas IU, que son los "pitufos perdedores". La fagocitación es completa. Otra cosa es si es indigesta y si, de aquí a diciembre, se mantiene la confluencia/unidad con fuerzas políticas como IU y el PCE, cuya tendencia a la fragmentación y el conflicto interno es casi endémica.

En todo caso, esa opción de la izquierda no socialista, desconfiando mucho de su capacidad para atrer el voto, trata de reñírselo al PSOE que es su más lógico aliado de hipotético gobierno como socio principal o secundario. De ahí que Podemos vuelva sobre los trillados procedimientos del proselitismo comunista de los años treinta del siglo pasado. La afirmación de Errejón de que "los socialistas de corazón" se van con Podemos, equivale a la vieja idea-provocación de la Komintern de que los dirigentes socialdemócratas eran traidores, pero los militantes, gente sana, podían ser absorbidos en las filas comunistas. Y, por supuesto, la idea de que Corbyn sea el "Pablo Iglesias británico", fervorosamente aplaudida por Podemos, va en la mismo dirección. Es una actitud que tiene algo de parasitismo. Para Podemos, casi todo en Europa que tenga alguna posibilidad es Podemos, Syriza y el Partido Laborista. Supongo que, siendo los dos partidos, el Laborista y el PSOE, de la misma Internacional, los españoles refutarán por la vía de hecho ese intento de apropiarse colores ajenos. Pero, mientras lo hace, Podemos seguirá intentando minar el terreno que pisan.

Y hacen bien. La política es así. Si el PSOE quiere conservar su territorio, que lo defienda. La amenaza le llega por la izquierda y se verá obligado a neutralizarla sin dar pie a que el PP clame que se ha echado en brazos del radicalismo. El asunto es tremendo porque, con toda la buena voluntad del mundo, es casi imposible observar en la dirección actual del PSOE un mínimo impulso de renovación digno de mención. Por las villas y campos de España va Pedro Sánchez, el enviado de Rubalcaba, repitiendo como un molinillo las vagas promesas de regeneración democrática, recuperación del Estado del bienestar y cohesión territorial española, sin asomar mucho cuerpo, no lo vayan a comprometer antes de tiempo. Hay que esperar el resultado de las elecciones catalanas, como siempre ya que de él, en buena medida, dependerá la decisión que tome como partido. Es posible que se imponga una alianza PSOE-Podemos bajo dirección más probable de los socialistas. En realidad, tal como están las cosas, quizá sea la única opción factible de gobierno de unidad de la izquierda en España, algo de lo que Palinuro viene hablando desde hace meses.

Pero también es posible que, por diversas razones, por ejemplo, un estado de excepción a causa del independentismo catalán, el PSOE acabe entrando en un gobierno de concentración con el PP. Incluso más, como viene a augurar la ilustración de este post que podría tener un título de film norteamericano como "el tren de la hora veinticinco". Sería extraño para España, pero no para Europa, en donde este tipo de gobiernos es normal. Alemania se gobierna hoy con una gran coalición.

Quedaría por averiguar en qué medida esa confluencia de "salvación nacional" realmente podría detener a los catalanes y "salvar España".

En lo que se me alcanza, muy escasa. La presencia del PSOE en un gobierno que tuviera que enviar tropas a Cataluña o suspender la autonomía, le daría, sin duda, más legitimidad. Pero no lo haría más eficaz.

Y, en realidad, vendría a poner, de hecho, la resolución del conflicto catalán en manos de los extranjeros, especialmente de los europeos, pero no solamente de ellos. También los Estados Unidos tendrán algo que decir. De hecho, el Rey va ya de visita a Washington, a recibir órdenes.

dilluns, 14 de setembre del 2015

Aquí no se para nada.

¡Vaya entrevista que infligió ayer Ana Pastor a Artur Mas! No es un problema de buen o mal periodismo. Al fin y al cabo los periodistas, como cada quisque, tienen su forma de ver las cosas, sus ideas y sus ideologías, al menos en España. Es un problema de buena o mala educación. Presentarte en el lugar de un mandatario a hacerle unas preguntas, hacérselas pero no dejarle contestarlas, acosarlo, atosigarlo sin respiro no es periodismo. Es, simple y llanamente, petulancia, intemperancia y, sobre todo, muy mala educación. No se interrumpe a la gente a la que se interroga invariablemente a los diez segundos de que haya empezado a hablar. Eso es insoportable. A ella le parecerá el colmo de la valentía, el arrojo y la profesionalidad periodística pero no pasa de ser una impertinencia. Obviamente no se trata de que cada pregunta sirva para que el el entrevistado se largue un monólogo autojustificativo. Al contrario, para evitar eso, si se produce, es bueno que el (la) periodista interrumpa y no lo deje evadirse. Pero no a los diez segundos de hablar. Asimismo no se trata de que se permita al entrevistado irse por las chimbambas, cosa a la que los políticos son muy aficionados, pero tampoco de cortarle en cuanto empieza a decir algo y elevar la voz, tratando de superponerla a la del otro en un guirigay insufrible de esos de tertulia de bocazas.
 
En cualquier caso Mas, que ya debía de estar preparado, no  se descompuso. Llegó a decir a la entrevistadora que le dejara responder, lo cual ya es pintoresco, rechazó el alud de acusaciones que Pastor le trasladó como si fuera un acta policial y colocó el meollo de su mensaje claramente: a partir del 27 de septiembre, si el bloque del "sí" tiene mayoría suficiente, pondrá en marcha la hoja de ruta para la independencia en 18 meses. Si en España, a partir de diciembre, hay un gobierno nuevo y muy distinto del actual, cosa que él duda y Palinuro también, y ese gobierno ofrece negociaciones, ellos, los independentistas, están dispuestos a hablar, pero sin detener la hoja de ruta. Todo lo más están dispuestos a hablar sobre el modo de implementar el resultado del 27 de septiembre.
 
Por cierto, a estas alturas ya sabe todo el mundo en España que lo más probable es un triunfo muy holgado de la opción independentista y unos datos deplorables para el PSCy el PP, así como discretitos para Podemos y una migaja más para C's. Eso es lo que tiene de los nervios a los tres líderes españoles que ayer echaron el domingo en Cataluña como missi dominici de la Monarquía borbónica en tierras de infieles republicanos.
 
Palinuro no siente especial simpatía por Mas, como no la siente por ningún líder neoliberal. Pero una cosa son las discrepancias políticas y otra muy distinta llamarse a andana cuando uno es testigo de que alguien, en este caso Mas, está siendo brutalmente acosado por todo el nacionalismo español, sus instituciones, sus partidos, su Iglesia y sus periodistas; que, como él mismo señaló, llevan diez años investigándolo minuciosanente con su partido sin que hasta la fecha haya nada concreto. Y plantear, como ha hecho Pastor, una entrevista para repetir todas las acusaciones habitualmente infundadas del nacionalismo español no es precisamente un timbre de gloria.
 
La periodista, sin embargo, se llevó una verdadera primicia para casa, algo esencial, fundamental pero que, es muy de temer, no entendió, porque a ella lo que le gusta son las cosas simples de si  este pone la mano en el fuego por el otro y necedades de ese tipo. La primicia consistió en la formal declaración de Mas de aceptar un referéndum de autodeterminación en Cataluña como el que se hizo en Escocia. Y, por supuesto, vinculante, como el escocés. Palinuro está obligado a señalar que, si ese referéndum se hubiera celebrado hace dos o tres años en lugar de prohibirlo con una obcecación típicamente española, ahora no nos encontraríamos en la situación en la que nos encontramos.
 
Mas salió muy bien parado de la entrevista y la claridad de sus ideas y de sus propósitos ponen de manifiesto su voluntad y su categoría como político democrático, sea cual sea nuestro juicio en otros aspectos de su acción de gobierno. Y, si alguien tiene alguna duda imagínese qué sucedería si, en lugar de Mas, Ana Pastor entrevistara a Rajoy con ese mismo espíritu.

diumenge, 13 de setembre del 2015

Haciendo el ridículo.

La gente en España no ha podido hacerse una idea de la Diada del viernes porque ninguna TV ni radio la cubrió. En la época del reinado incuestionable de los medios de comunicación, de las tecnologías de la información, de internet etc., etc., un acontecimiento como la Meridiana de Barcelona con uno o dos millones de personas pidiendo la independencia una vez más no mereció análisis alguno ni reportajes en los audivisuales españoles. Los extranjeros los dieron todos. E igual sucede con los periódicos: los españoles abrían a regañadientes con la Diada en un tono hostil y subrayando hipotéticas intenciones aviesas de los organizadores, comportamientos inaceptables u objetivos sombríos, es decir, no informaban sino que interpretaban y editorializaban. De editoriales, inútil hablar, por segundo día consecutivo, El País traía uno venenoso, tan sectario y catalanófobo que podría haber aparecido en cualquiera de los otros pasquines que se imprimen en la capital del reino, una diatriba llamada Diada electoral. Si los españoles quieren informarse sobre lo que sucede en Cataluña tienen que recurrir a medios estranjeros porque aquí se manipula la información, se censura, se suprime.

No he leído un solo artículo ni escuchado una sola declaración de la legión de publicistas, comunicadores, maestros pensadores, plumillas, tertulianos, intelectuales orgánicos y expertos mediáticos españoles criticando esta situación parangonable a la de los medios y la prensa en cualquier dictadura. Deben de dar por buena la bazofia con que habitualmente regalan a sus lectores y oyentes por orden del jefe demostrando con ayuda de la razón, de la ciencia demoscópica y de la fe católica que en Cataluña no hay independentistas, que los que hay son minorías venidas del exterior. Por supuesto si, por un azar del destino, Cataluña se independizara se llenaría de asesinos yihadistas, terroristas, vagos y borrachos; se arruinaría en un pispas; no tendría para pagar a los funcionarios ni las pensiones; quedaría fuera de la UE, de la ONU y del sistema métrico décimal; y acabaría volviendo a implorar de rodillas el reingreso en la gran nación española. Eso es, más o menos, la cantinela que escucha diariamente el público español, igual que los ciudadanos de las antiguos países comunistas no sabían lo que pasaba en Occidente salvo que los padres se comían a los niños crudos, según contaban los camaradas publicistas, únicos que tenían acceso a una información que los gobiernos negaban a la gente.

Al mismo tiempo, los políticos españoles, sobre todo los más incompetentes e ignaros, es decir, los del gobierno, acaban de comprender ahora que la reivindicación catalana de independencia, lejos de ser una algarabía como sostenía el inenarrable zote que funge como presidente del gobierno, es una reclamación muy articulada, que tiene un enorme apoyo social transversal en Cataluña, a estas alturas mayoritario, y que goza de considerable simpatía en el exterior. Han tardado cinco años en enterarse. Rápidos no son los zagales.

Pero, cuando se enteran... cuando se enteran, reaccionan con el habitual apasionamiento hispánico. El ministro de Exteriores, el africanista García Margallo, sostiene que la DUI y la correspondiente suspensión de la autonomía catalana serían "una bomba atómica". No sé de dónde lo saca, cuenta habida de que la única bomba atómica que los españoles han tenido cerca cayó en Palomares, Almería, en 1966 y otro ministro español, Fraga, aprovechó para hacer el ridículo en meyba. Pero, si este señor quiere actualizar sus conocimientos sobre ingenios nucleares, que llame a Picardo, el primer ministro de Gibraltar, en cuyas aguas está fondeado el submarino atómico británico "Torbay", en prueba de que España está a punto de recuperar la soberanía sobre el Peñón.
 
Los españoles no reciben información sobre Cataluña pero la vicepresidenta del gobierno, Sáenz de Santamaría dice ahora que la independencia no depende de las mayorías en elecciones. O sea que, aunque el 100 % de los catalanes la quisiera no sería posible porque la ley lo impide y la ley está por encima de todo. Esta bobada solo quiere decir una cosa: la hacendosa ratita sabe que las intenciones de voto de los catalanes a favor de la independencia son muy superiores a la mayoría absoluta. Con razón se negaron siempre los españoles a autorizar un referéndum en Cataluña: temían perderlo.
 
Al ridículo del gobierno se apunta asimismo el gobierno en la sombra de Ciudadanos, una derecha menos cerril que la que está al mando, pero no más sincera. Dice la candidata de C's, Inés Arrimadas, que la obediencia a la ley es la condición inexcusable de la democracia y que, en consecuencia, la desobediencia civil que propugna, entre otros, la Assemblea Nacional Catalana, va en contra de la democracia. Seguramente nadie ha explicado a Arrimadas que los ejemplos de Gandhi o Martin Luther King (por no mencionar si no dos), que seguramente ella aprecia, son casos en los que se evidencia cómo, en muchas ocasiones, la desobediencia civil es la forma más alta de obediencia a la Ley.

dissabte, 12 de setembre del 2015

El poder del pueblo.


Un artículo de servidor en el diario "El Món". Está en catalán y se accede a él pinchando aquí. Para quienes prefieran leerlo en español, incluyo la traducción, que no es traducción porque, en realidad es el original del que está traducido el catalán:

El poder de la gente.

La edición original del libro político quizá más célebre e importante de Europa, el Leviatán, publicado en 1651, traía en portada la imagen del Estado, el dios mortal, compuesta por la agregación de cientos, de miles de personas, del pueblo. Esa es la fuerza del Estado, el origen de su legitimidad, el apoyo de la gente, del pueblo.

Ayer la gente catalana mostró al mundo su fuerza, su determinación y su voluntad. Más de dos millones de personas llenaron la Meridiana y lo hicieron de forma, alegre, festiva, sin violencia, sin armas ni coacción porque el poder del pueblo es pacífico, pero irresistible. Porque es el poder de la razón.

Frente a él todas las argucias legales de los leguleyos y rábulas al servicio de la tiranía no tienen resultado alguno porque la reivindicación catalana de soberanía es justa y legal. El pueblo nunca puede ser ilegal y, llegado el caso de que lo fuese, habría que cambiar la ley ya que esta se hizo para la gente y no la gente para ley. Los marcos jurídicos son siempre reflejo de las correlaciones de fuerzas sociales; si estas cambian, cambiarán aquellos también, quiérase o no.
El pueblo catalán en la calle, reivindicó ayer no ya solo su derecho a decidir, sino su decisión por la independencia, pues, aunque las fuerzas reaccionarias crean que sus negativas, cierres y rechazos paralizan los procesos sociales, eso no es así. De este modo, el mismo pueblo que hace dos o tres años reivindicaba su derecho a decidir, en la espera, ha decidido ya y lo ha hecho por la independencia, el grito que, como el ruido de la mar llenaba ayer la Meridiana. Si el gobierno de España tuviera un ápice de dignidad, después de la Diada de ayer, debería haber presentado su dimisión al Rey. Claro que, cuenta habida de que los catalanes quieren la independencia para constituirse en República, el Rey tendría que haber presentado a su vez su abdicación al presidente dimisionario.

Esta situación desplaza el debate desde las minucias legales y reglamentarias al terreno más hondo y trascendental de la legitimidad. La revolución catalana plantea algo nuevo que no es posible contrarrestar con argumentos ordinarios, engaños o amenazas, puesto que se trata de un acto del poder constituyente, que es un poder originario, no concedido ni otorgado por nadie, inherente a la soberanía popular y que no tiene por qué ajustarse a ninguna legalidad preexistente ya que él mismo crea la suya propia.

En el caso catalán, la reivindicación independentista, mantenida con tesón año tras año en cada Diada, cada vez más masiva, más representativa de la sociedad, no se puede frenar con las estructuras caducas de un Estado ilegítimo que se fundó en la decisión arbitraria de un dictador genocida al nombrar heredero suyo a un Borbón.

No la puede frenar un gobierno corrupto, compuesto por aristócratas, reaccionarios,, franquistas y nacionalcatólicos representantes de la vieja oligarquía española centralista que lleva más de trescientos años desgobernando un conjunto de pueblos y naciones, a los que ha explotado y negado sus derechos desde siempre.

Tampoco una pseudo-oposición servil que hace causa común con los caciques franquistas apenas considera en peligro algunas de las estructuras básicas de esta dominación: el trono, el altar o el centralismo territorial.

Frente a un pueblo en marcha, que tiene plena conciencia de ser una nación en y para sí, y quiere ejercer su derecho a constituirse en Estado, como lo ha hecho la inmensa mayoría de los que lo son hoy en el mundo no sirven para nada tampoco los aparatos ideológicos tradicionales del Estado opresor. No sirven los medios de comunicación, empleados como máquinas de agit-prop y poblados por comunicadores a sueldo de la oligarquía, que los paga con dineros públicos, por supuesto, o con los que sustrae ilegalmente por su cuenta. Tampoco la Iglesia católica oficial , también mantenida con recursos de todos, creyentes y no creyentes, con sus leyendas, dogmas y justificaciones, ni con sus anatemas.

Solo podría servir hipotéticamente la fuerza bruta, el empleo de la policía o las fuerzas armadas, unas fuerzas armadas que llevan más de 300 años sin ganar una sola guerra que no sea civil y contra la propia población y que proceden de una tradición africanista de intervención militar que es una de las causas del hundimiento y la ruina de España. Pero este recurso parece hoy descartado, no porque las convicciones democráticas de supremacía del poder civil hayan calado en el generalato, sino porque la Unión Europea y los demás Estados del continente no lo permitirían, como se demuestra por la carta que treinta europarlamentarios han enviado al presidente español, previniéndole del exabrupto de su ministro de Defensa que insinuó la posibilidad de una intervención militar en Cataluña.

Esta impotencia del viejo poder español es lo que tiene a todos sus servidores a punto de un ataque de nervios y de agredirse unos a los otros. El intento de traer a Cataluña una especie de nuevo lerrouxismo anticatalanista bajo la forma ultracrítica de Podemos, fracasó en el primer mitin en que su líder pretendió dividir las familias. Igualmente la debilidad del ministro de Asuntos Exteriores de admitir una reforma de la Constitución para conseguir “un mejor encaje de Cataluña en España”, algo en lo que ya no cree nadie, tropezó con la reprimenda y correspondiente bronca del ministro del Interior, asegurando que la Constitución no se toca y que para eso están ellos a defenderla aunque, como se recordará, son los miembros del único partido que en parte votó en contra del texto constitucional cuando este se aprobó.
 
El poder de la gente decidida a recuperar su dignidad y su autogobierno es imparable.

divendres, 11 de setembre del 2015

El poder de la gente. La revolución catalana.



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Esto es una revolución.









El precio de los errores.

Reaparece el CIS con una oportuna encuesta publicada el día nacional de Cataluña y la obvia misión de enfriar los ardientes fervores independentistas. Muy mal han de estar las cosas para que el instituto demoscópico venga a calcar el sondeo que publicaba ayer El periódico de Catalunya y Palinuro comentaba en De sondeos y de abuelos. Muy mal en el sentido de que la mayoría vaticinada a favor de la independencia pueda ser mucho más alta. Ya la que dan y llaman "mayoría absoluta raspada" contribuirá poco a mitigar las ilusiones. Quizá lo haga más la lluvia. Solo con que caiga la mitad de lo que ha caído hoy en Barcelona, llenar la Meridiana va a requerir tesón, fuerza de voluntad y entusiasmo. Y tengo para mí que de todo eso hay mucho. Si no llueve, el exitazo independentista es casi seguro, al margen de las trifulcas de presencias o ausencias. Reina un ánimo de ahora o nunca y eso empezará a notarse en la Diada.

El pobre CIS, bajo sospecha de parcialidad a las órdenes de un gobierno que no para en barras a la hora de ingerirse en todos los órdenes de la vida, en aplicación de su peculiar sentido del liberalismo, no puede hacer gran cosa por desactivar el impulso independentista. Pero El País echa una mano con un titular cargado de intencionalidad: mayoría independentista de escaños, pero no de votos. Ojo: no de votos. Completa asimismo su carga de profundidad (por ahora) con un insólito y agresivo editorial titulado Independencia del 3% y es una pieza de ataque directo, despiadado, brutal al presidente catalán. Un escrito ad hominem tan feroz que parece de la misma "caverna carpetovetónica" del que expresamente quiere diferenciarse. Un editorial injusto por dos razones:

Primera, porque se obstina en presentar el movimiento independentista como una maniobra personal de Mas, como unaa argucia para impedir que se le investigue, se depuren responsabilidades, etc., y no como lo que es, un movimiento social partidista y no partidista, cívico, transversal, pacífico, democrático y masivo. Lo cual implica que, para el editorialista, en su ciega soberbia, miles, cientos de miles, quizá millones de catalanes son estúpidos borregos a quienes un hábil tramposo estilo Hamelin lleva hacia el precipicio , como dice Duran, sabedor quizá de que el primero en despeñarse será él, pues Unió seguramente no tendrá representación en el Parlamento.

Segunda, porque esa misma crítica y acusación puede hacerse a Rajoy, el PP y el gobierno, literalmente carcomidos por la corrupción, con Bárcenas, Gürteles, Púnicas, Bankias, etc., etc. Pero, que se sepa, ni El País ni nadie en España y menos que nadie la oposición se ha puesto tan exigente con ellos como con Mas. Ni El País ni la oposición mayoritaria han pedido la dimisión de Rajoy y mucho menos una moción de censura. Es una diferencia de trato tan discriminatoria que resulta vejatoria.

Pero el grueso del ataque unionista no está en este tipo de acusaciones de poco vuelo. El fondo de su crítica, lo que se propone como base de argumentación a la hora de ir contra el independentismo, es la reseñada diferencia entre escaños y votos. Estas elecciones, dicen los unionistas, no son un plebiscito, en donde todos los votos valen igual. Los independentistas hacen trampa al presentar unas elecciones ordinarias (con escrutinio según el sistema electoral) como un plebiscito porque en las elecciones no todos los votos tienen el mismo peso. Argumento ciertamente atendible. Y hay más: como las elecciones son normales, no plebiscitarias, no se puede tomar como criterio para una posible DUI el número de escaños. Hay que tomar el de votos.

Es un poco paradójico: si se quiere la DUI hay que tener una cantidad de votos superior al 44%. Puede ser. De todo cabe hablar, pero es imposible olvidar que el independentismo ve estas elecciones con ánimo plebiscitario porque el gobierno, de acuerdo en esto con la mayor parte de la oposición, casi todos los medios de comunicación y el resto de aparatos del Estado no le dejaaron hacer un referéndum, como se venía pidiendo de tiempo atrás. El referéndum de Escocia, una situación análoga a la de Cataluña, demostró que no hay razones válidas para negar el ejercicio del derecho de autodeterminación a un pueblo, una nación.

Si ese referéndum se hubiera celebrado en su día en unas condiciones pactadas, es casi seguro que un 44% de apoyo a la independencia hubiera sucumbido ante un porcentaje mayor de unionismo. Pero el referéndum (que, muy probablemente habrá que hacer al final) se prohibió y ahora lo que decide no es el porcentaje de votos sino el de escaños.

La prohibición fue un error, por decirlo suavemente.

Y los errores se pagan.

dijous, 10 de setembre del 2015

De sondeos y abuelos.


Para sentar plaza de ponderado y evitar acusaciones de partidismo, traigo dos sondeos diferentes publicados ayer mismo. De aquí al 27 de septiembre, cuando se celebren esas elecciones autonómicas absolutamente normales pero de las que están pendientes desde el Congreso de Washington hasta el de Noruega, se publicarán muchos más, habrá más proyecciones y todo tipo de vaticinios. En estos dos se dan discrepancias y coincidencias. El primero es de El Periódico de Catalunya, un periódico serio pero nada partidario de la independencia. Según sus cálculos, como puede verse, el bloque del sí (Junts pel Sí y CUP) consigue mayoría simple o, más probable, mayoría absoluta raspada, pero mayoría de escaños. No he visto que haya cálculo de votos. Los demás sufragios se reparten entre C's, Catalunya Sí Que Es Pot (a la que Twitter ha rebautizado en broma algo surrealista como QWERTY), el PSC, el PP y Unió. Con una distribución que coincide más o menos con los cálculos de los analistas más informados y menos partidistas. C's sube como la espuma, QWERTY encaja un resultado ligeramente superior al tradicional de ICV-EUiA, los socialistas pierden un tercio y los del PP se quedan en la mitad de su representación actual, quizá para compensar por el gran aumento de talla de su candidato. Lo dicho, predicciones más o menos razonables.


El otro sondeo es de El Punt Avui, un diario digital también serio, pero independentista. Discrepancias y coincidencias, decíamos. Coincidencia: también El Punt Avui prevé mayoría independentista. Discrepancia: la mayoría es absoluta, entre 73 y 80 escaños, más que suficiente, según algunos, para proclamar una DUI inmediata. Tampoco veo predicción en porcentaje de votos. Y es importante. En todo caso parece seguro que habrá mayoría independentista. De los porcentajes se hablará el 28 de septiembre. Los demás sufragios se reparten también de forma razonable pero con variantes o discrepancias muy curiosas en comparación con el del Periódico. Este sondeo rebaja notoriamente los escaños de C's y algo los de QWERTY, mientras que otorga dos o tres escaños más al PP, seguramente restados de C's.

Otra coincidencia llamativa es que desciende el apoyo a los dos partidos dinásticos españoles, PP y PSOE.  Es decir, los dos partidos nacionales consolidados suman entre 17 y el 22,2 por ciento de los escaños. Los dos bloques del temido "bipartidismo" español son partidos casi testimoniales en Cataluña, cosa que muchos atribuyen a que, en definitiva, Cataluña no es España. Los resultados de las elecciones de 27 de septiembre van a condicionar los de las generales de diciembre, se quiera o no. 

El aumento, mayor o menor, de votos a C's parece confirmar la tesis de que se trata de una formación local. Su reto, por tanto, no está en estas elecciones, en las que se alza segundo en votos, sino en las generales españolas de diciembre, a ver si consigue superar el handicap de mostrarse como un partido catalán. En todo caso, tanto en estas elecciones como en las de diciembre, los movimientos osmóticos más intensos parecen ser entre el PP y C's, los dos partidos de la derecha, una más antigua y otra más aparentemente moderna. 

El magro vaticinio de QWERTY, en definitiva, de Podemos, sí que plantea un problema serio con vistas a las elecciones de diciembre. Si, después del espectáculo ofrecido con las alianzas y desalianzas entre IU y Podemos, el resultado de QWERTY es igual al de ICV-EUiA en 2012, quedándose en el nivel de operatividad de aquella, sonarán campanas a rebato en la formación de los círculos. Habrá un panorama nada tranquilizador en la lonja de la confluencia en el conjunto del Estado en donde Podemos se enfrenta a la petición de una plataforma unitaria con una cabeza elegida en primarias que muchos quieren que sea Garzón. En Cataluña, Iglesias se juega su liderazgo en España, quizá su misma permanencia en la política activa. 

Podemos es un proyecto muy personalista y, visto el riesgo, su plana mayor se instala en el Principado, a apoyar al líder. Este ha entrado en campaña antes de la campaña como un ariete o un elefante en una cacharrería. El hilo argumental esencial es el consabido: soslayar la cuestión nacional, no enredarse en la autodeterminación y menos en los calendarios para implementarla, ignorar el carácter de movimiento social del independentismo, cosa tanto más sorprendente cuanto que Podemos se gloría de ser la consecuencia de otro movimiento social, el 15M. Toda la inquina se descarga en Mas y con un paralelismo recurrente: hay que votar para echar a Mas y a Rajoy. No hace falta decir que también para meter a Podemos y sus candidatos. Hay que centrarse en la corrupción y no salir de ahí. Mas y Rajoy. Más igual a Rajoy. No sé si habrá alguien en Cataluña, por izquierdista que sea que no dé un respingo al escuchar esta equiparación tan patentemente falsa e injusta. Es el tipo de comparación que empuja a la gente hacia Mas. Basta con que se compare el índice de aprobación de Rajoy con el de Mas y, ya de paso, que se mire también el del propio Iglesias en Cataluña.  

Junto a la táctica de la amalgama, asoma la oreja un discurso muy peligroso, con tintes de lerrouxismo que ya tiene encendidas las redes: el llamamiento a los habitantes de Cataluña con padres andaluces y/o abuelos extremeños para votar contra Mas y Rajoy. O sea, en román paladino, en contra de la independencia. Lo de Rajoy se tratará en otro momento. Dicho en términos llanos, es un discurso a los votantes españoles para que voten en clave española, en contra de la secesión. Tu patria no es la tierra que te acogió a ti o a tus antepasados sino que es la tierra que os echó o ti o a tus antepasados. Siempre he considerado agudísima la idea de Kant de que España es "una tierra de antepasados". A la vista está. Al menos para los españoles que van a Cataluña a defender la patria española. David Fernández ha explicado a Iglesias que se puede ser de Zamora y votar la independencia de Cataluña sin demérito de los antepasados. Claro que se trata del mismo Fernández que cometió el grave error de ir a abrazarse con el infame Mas sin preguntar antes a Podemos si se le daba permiso.

No está nada mal pensada la idea de que Podemos debe reñirle la clientela a C's. Mira tú por dónde arrebatarle el segundo puesto en el resultado final puede ser una buen trampolín para ir luego a las generales teniendo a Garzón a raya. Los discursos de ambas formaciones "emergentes" se parecen. Lo que no tengo claro es cómo lo justificará Podemos ante sus seguidores de izquierda salvo que sean mayoritariamente de la doctrina de que la izquierda y la derecha son bolas de trileros.

Podemos pide a los españoles residentes en Cataluña que voten pensando en sus abuelos; Súmate y otros, que lo hagan pensando en sus nietos.

dimecres, 9 de setembre del 2015

Entrevista sobre la cuestión catalana


Vaya, hombre, para una vez que salgo medio aceptable en la foto es una entrevista en un idioma que casi nadie entiende: neerlandés. El periódico, Het Financieele Dagblad es una publicación holandesa de temas financieros y, por tanto, grave, seria y muy conservadora. Ha sido un puntazo que el corresponsal, Lex Rietman, haya colocado una entrevista con un peligroso radical que apoya a los acratazos de la CUP. 


A mí no me hace falta traducción porque sé (o creo saber) lo que dije y, con ayuda de mi alemán e inglés, algo me entero del contenido. A quien le haga falta, que le pase el Google traductor. No es que dé un resultado en castellano cervantino, pero es bastante mejor que los prospectos de los medicamentos y las instrucciones de motosierras y se entiende bastante bien.

En la entrevista tratamos la cuestión histórica, que nos ha traído hasta aquí, pero las exigencias de la redacción han obligado a concentrarnos en los aspectos de la llamada "rabiosa actualidad". 

dimarts, 8 de setembre del 2015

Todos contra Mas.


Habiéndose dado cuenta por fin el nacionalismo español de que el reto soberanista catalán (como dice la prensa) va en serio, que es el problema más grave hoy en España, arrecia en sus andanadas para resolverlo a su tradicional manera, o sea, por las bravas. El frente unionista comparte táctica. Todos fingen ignorar el carácter popular, masivo, transversal del independentismo y se concentran en atacar a Mas con saña. Tanta que cualquier observador con sentido del fair play se siente obligado a intervenir, aunque, como es el caso de Palinuro, no simpatice en absoluto con las posiciones del president en materias sociales, económicas, políticas. Los ataques son tan desmesurados que cabe preguntarse si se deben solo a la ignorancia o incluyen mala fe.

Celia Villalobos, según dice El Mundo asimiló a Mas con Franco. No sé si el verbo "asimilar" es muy correcto aquí pero la comparación es un dislate que hace dudar de si la señora sabe lo que dice. Si Felipe González insinuó un simil nazi-fascista (omitiendo astutamente el franquismo) del que hubo de desdecirse en veinticuatro horas, Villalobos completa el trío, señalando además, expresamente, que Franco era un nazi y un fascista, por si alguien no lo sabía. El dislate alcanza tonos flamígeros cuando se recuerda que Franco era el jefe del fundador del partido en el que milita con gran brillantez y aprovechamiento la señora Villalobos. El mismo Franco cuyo nombre se niega a quitar de las calles el PP, el partido de la doña. Esta, por lo demás, con su gracejo andaluz, espera que sus paisanos no tengan que traer un pasaporte extranjero al visitar a sus parientes en el Sur. Está bien aligerar un poco el hierro y el fuego de la batalla dialéctica. En ese mismo espíritu liviano alguien recordará a la diputada del PP que los países que estamos en el acuerdo de Schengen no pedimos pasaportes en nuestras fronteras.

Pedro Sánchez, de visita de masas en Tarragona, en apoyo a Iceta, ha entrado en faena por el flanco sentimental afirmando que él se siente catalanista. No hay nada como tocar la fibra al personal. Suena aquí aquel histórico Ich bin ein Berliner de J. F. Kennedy en 1963, ante el muro de Berlín. Salvando las distancias. Y los tiempos. Y los sentidos. Y las figuras. A continuación, el catalanista Sánchez, economista de formación al fin y al cabo, especifica que su catalanismo no es el del 3% y vincula directamente a Mas y Pujol con la corrupción. Resumen por el momento: Mas es como Franco y, además, un corrupto del 3%. Eso del 3% lo sacó el socialista Maragall hace como doce años, pero no dio lugar a acción alguna de ningún tipo, político, judicial o mediático. Ahí se quedó, como los murciélagos en hibernación, hasta ahora, cuando la policía anda registrando sedes de Convèrgencia y, según informes, recogiendo pruebas. De lo que no parece que haya ninguna es en contra de Mas. Si el ministerio del Interior abrigara el barrunto de la sospecha en forma de intuición, de corazonada, aunque fuera en diferido, de que Mas tuviera algún asuntillo, por nimio que fuera, ya habría montado el operativo mediático pertinente. Pero nada de nada. Júzguese con ello de la nobleza de la insinuación de Sánchez.

Pablo Iglesias levanta el alza del arma y apunta más arriba, a la legitimidad del presidente Mas, con una pregunta que lo pone en cuestión y de paso toda la teoría política democrática: ¿quién se ha creído que es para representar a un pueblo? Es verdad que, luego, con la facilidad con que se desciende de los cielos al fango, vincula a Mas con las cuentas en Suiza, muy en línea con las acusaciones -y las mismas pruebas inexistentes- que hacen los otros unionistas españoles. Más de lo mismo, por supuesto. Calumnia, que algo queda. Pero lo más disparatado del dirigente de Podemos es la pregunta por la legitimidad de Mas. Atiéndase a la respuesta ofrecida por el mismo orador: "los pueblos se representan a sí mismos". Una frase rotunda, con voluntad de permanencia pero que, como todas las de este jaez, es un absurdo: los pueblos no pueden representarse a sí mismos porque no habría dualidad entre representante y representado. Quizá lo que debamos entender es que los pueblos se presentan a sí mismos. Y no sé si esto es algo inteligible en política.

Supongo que Mas cree que es el representante del pueblo catalán porque así lo decidió la mayoría de los votantes y, en teoría democrática, una vez elegido por mayoría, el representante lo es de todos, incluidos quienes no lo han votado. Pero lo fantástico de negar la legitimidad de Mas es la ignorancia supina que destila respecto a la cultura política catalana. A diferencia de España, en Cataluña, la figura del MH es muy respetada. Podríamos hablar mucho de esto pero no ha lugar. Los catalanes se identifican más con sus instituciones y las personas que las encarnan que los españoles con las suyas. El apoyo y el respeto a la figura del presidente, sigui el que sigui, es muy superior a su círculo de votantes. Empeñarse en desactivar el independentismo catalán atacando personalmente al presidente al que respetan y apoyan no solo los independentistas sino también muchos catalanes que no lo son demuestra un grado de obcecación que recuerda el método en la locura de Hamlet.

Si, frente al independentismo catalán, el nacionalismo español no sabe hacer nada mejor que atacar a Mas y hacerlo con tal falta de estilo, el día 27 de septiembre va a llevarse un disgusto.

dilluns, 7 de setembre del 2015

Llega la equidistancia.


Acabo de leer un interesante artículo de Jordi Évole en El Periódico de Catalunya titulado Trampas. Es un escrito ponderado, conciso y claro que expone un punto de vista muy digno de tenerse en cuenta. El título se refiere a las trampas que hacen los dos bandos hoy enfrentados en la cuestión nacional, el nacionalismo español y el nacionalismo catalán. Unos y otros, dice Évole, hacen trampas.


Desde luego. La política no es un lance según las reglas de la moral caballeresca, en la que las trampas están prohibidas. Antes al contrario, en el enfrentamiento schmittiano entre amigo/enemigo, las trampas son frecuentes. La cuestión no es si hay maniobras, juego sucio, golpes bajos; la cuestión es qué actitud adoptamos frente a ellos. Únicamente los fanáticos y sectarios sostendrán que los "suyos" no hacen trampas sino solo los otros, los adversarios, los enemigos. El resto de los mortales sabemos que tan trampas son las de los unos como las de los otros. Se abre aquí, en esta oportuna observación, la vía para optar a la actitud de la neutralidad o la equidistancia en un conflicto. Pero, aun suponiendo que haya equidistancia sincera en los conflictos políticos, que suelen ser morales, esta deberá tener en cuenta la diferencia que pueda haber en cuanto a la naturaleza y el impacto de las trampas.

Évole cita las más obvias a que recurre el nacionalismo español y las del nacionalismo catalán y matiza que son de dimensiones distintas. Sí, en efecto, muy distintas. Completamente desproporcionadas. El nacionalismo español cuenta con el gobierno, con sus aparatos represivos (policía, tribunales, fuerzas armadas) y sus aparatos ideológicos, (medios de comunicación y sistema educativo, clero católico); cuenta asimismo con los poderes fácticos de la empresa y la banca y con la complicidad del ámbito internacional, que es interestatal. Su poder es inmenso y las trampas a su alcance mucho mayores de lo que pueda soñar el nacionalismo catalán. No hay ni color. Equiparar en competencia tramposa el gobierno de La Moncloa y el de la Generalitat es igualar una chinche con un hipopótamo. Más claro y sin tapujos: Rajoy puede meter en la cárcel a Mas (y de hecho, parece estar intentándolo) y Mas a Rajoy, no. Es lo que se llama asimetría y, en términos más humanos, desigualdad de oportunidades. Ser equidistante entre desiguales tiene sus problemillas. 

Además de calibrar el empaque de las respectivas trampas es obligado averiguar qué reacciones suscitan en ambos campos. No es frecuente que los nacionalistas españoles critiquen las trampas que se hacen en su nombre. A veces, si son muy disparatadas, casi dictatoriales, como esa reforma de la ley del Tribunal Constitucional, se elevan voces de protesta. Pocas y esporádicas. La crítica a las trampas del nacionalismo catalán desde sus propias filas son, en cambio, más frecuentes. El mismo Évole es muestra de ello, pues si bien no está claro si es o no partidario de la independencia, sí se declara a favor del derecho a decidir y en forma de un referéndum. Y critica las trampas de la Generalitat, dando carta de naturaleza de este modo a una especie de equidistancia.

Una trampa es obvia, en línea también con la que señala El País de ayer en un insólito editorial en contra de Mas, denunciando que este no diferencia entre sus funciones institucionales y las partidistas, ideológicas, independentistas. Pero eso es exactamente lo que sucede con todos los gobiernos en España, lo que sucede con Rajoy desde el primer momento de su mandato. ¿Por qué es vituperable en Mas lo que no lo es en Rajoy?

La trampa mayor, a juicio de Évole, lo que más le preocupa, es el empeño en convertir unas elecciones autonómicas ordinarias en un plebiscito. Y no le falta razón al decir que la mecánica electoral, admitiendo matices, no es la plebiscitaria, que no los admite. Los independentistas han convertido unas elecciones ordinarias en un plebiscito y con ello restan libertad a la gente, libertad de elección. O sea, libertad a secas. Lo que corresponde ahora es averiguar por qué y si lo han conseguido.

El porqué. Los nacionalistas llevan años pidiendo un referéndum de autodeterminación. Referéndum que se les ha negado siempre con un aluvión de consideraciones de todo tipo que, al final, han  ido disipándose como las brumas del amanecer después del referéndum escocés, quedando reducidas a la muy somera de que los catalanes no pueden hacer un referéndum porque no. Hicieron entonces la consulta del 9N, dándole ese nombre porque el de referéndum lo tenían prohibido. Finalmente, dan en llamar elecciones plebiscitarias a las del 27 de septiembre. Y es así porque no les dejan hacer un referéndum. Con todo, queda claro que la condición de "plebiscitarias" viene dada porque el referéndum, al que todos los partidarios del "derecho a decidir" aspiran, es imposible. Los gobiernos de Madrid nunca lo permitirán. 

El efecto. Llamar elecciones "plebiscitarias" a las del 27 de septiembre no significa que lo sean de derecho. Ni lo pretenden. Es un punto de vista, una opción del bloque del sí a la independencia que tampoco se presenta unido ya que tiene dos candidaturas. En función de esta interpretación perfectamente subjetiva, el bloque del sí considera que la elección es plebiscitaria porque todo lo que no sea "sí" lo contará como "no". Pero esto es un juicio, una opinión, un criterio. Las demás opciones que no son el bloque del sí no se consideran a su vez como un bloque. El PP, Ciudadanos, el PSC y Catalunya sí que es pot, comparten algunos aspectos pero menos de los que los separan y, de hecho, parecen ir a las elecciones cada uno por su cuenta. En esa medida, estas elecciones no serán plebiscitarias puesto que se votarán matices. 

Justamente esa es la base de la crítica de Évole. ¿Cómo van a ser plebiscitarias si lo que cuentan son los escaños? Por supuesto, los escaños y los votos, como en todas las elecciones. Y ello obligará a llegar a algún tipo de pronunciamiento sobre qué porcentajes de unos y otros legitiman una DUI. En tanto no tengamos las cantidades no es muy útil regatear porcentajes.

Pero sí se puede ir a la cuestión de fondo sobre si es admisible leer en clave plebiscitaria (en realidad, de referéndum) el resultado de unas elecciones autonómicas ordinarias. Si la respuesta es "no", nos podemos encontrar con la paradoja de una mayoría parlamentaria de partidos independentistas pero que no pueden implementar sus programas y que, en consecuencia, no sirven para nada. Porque, en caso de que los hicieran servir, tendrían que poner en marcha un proceso constituyente y, en consecuencia, cambiar retrospectivamente la naturaleza de las elecciones autonómicas ordinarias.

Pero eso ya pasó una vez en la historia reciente. La Constitución de 1978 fue elaborada por unas Cortes que no se habían elegido como constituyentes sino como Cortes ordinarias mertamorfoseadas luego en constituyentes. Algo similar a lo que planea hacer el Parlament si cuenta con mayoría independentista. 

En un conflicto tan desigual, tan desproporcional, la equidistancia entre una gente que quiere votar y decidir su futuro y otra que no le deja no es justa.

La primera imagen es una foto de Artur Mas Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons. La segunda, otra de Mariano Rajoy también en  Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons).