dissabte, 19 de setembre del 2015

Las incongruencias del poder.


El analista no puede atender a todos los frentes. La realidad es tan confusa, abigarrada y variopinta que se necesitaria un equipo compuesto por un Dickens, un Balzac y un Galdós para dar cuenta de ella. Ayer contraía matrimonio un figura del partido del gobierno y hasta el último instante se mantuvo el suspense sobre si el presidente asistiría a la boda. ¿Motivo? Es una boda de dos hombres y el partido que preside tiene recurrida ante el Tribunal Constitucional la norma que la permite. De triunfar el recurso, la boda sería nula y la presencia de Rajoy también. O sea, como de ordinario, pero más. Hasta cabría decir que Rajoy no estuvo en donde estuvo. Algo que lo caracteriza porque también suele no decir lo que dice ni hacer lo que hace. Y al revés.

Bueno, se consuela el recién casado, en el fondo, el recurso de mi partido es una pura cuestión nominal. El PP no se opone a que los homosexuales se junten, se unan y hasta se fusionen en un solo cuerpo, siempre que a eso no se le llame "matrimonio". Parece una tontería. Y, efectivamente, lo es. Porque se llame como se llame esa unión, por ejemplo, juntazgo, tiene que tener los mismos derechos que el matrimonio. Incluido, lógicamente, el de llamarse matrimonio porque, si no fuera así, no tendría los mismos derechos. No se sabe qué decidirá el alto tribunal en esta pintoresca cuestión de los universales. Sería de desear que no decidiera nada en contra de la recta razón.
 
Mientras Rajoy se personaba en la boda, según algunos por cálculo electoral, las patronales de la banca española daban a luz una declaración institucional. Pretextando la inseguridad jurídica que se generaría en Cataluña en caso de una independencia debido a la presunta salida de esta de la UE y el euro, los banqueros amenazan con marcharse de Cataluña. Algunos empresarios también amagan con la huida. No es algo que parezca muy relacionado con la oposición del PP a los matrimonios homosexuales porque esta pertenece al ámbito ocuro, irracional, de los sentimientos y tendencias sexuales mientras que el comportamiento de la banca y la empresa está guiado por criterios estrictamente lógicos y racionales de análisis de costes-beneficios. Pero algo tiene que ver. En concreto, su incongruencia. 
 
¿Retirarse de la parte del país que produce el 26% de su PIB y representa el 16% de su población? ¿Dejar de hacer negocios con el lugar más próspero y productivo de España por razones políticas? Es poco creíble. Este nuevo frente de millonetis es parte del despliegue estratégico del nacionalismo español para frenar el independentismo. Carente de toda política al respecto, tan privado de ideas como de objetivos, el gobierno anda instando por doquier declaraciones contrarias a la secesión catalana. Al igual que los neuróticos colocan sus obsesiones a todos los que tienen la desgracia de toparse  con ellos, los gobernantes piden una declaración antisecesionista a todos los que van encontrándose por ahí. Los militares, los empresarios, ahora los banqueros, mañana los intelectuales a los que bastará con dar de comer un par de días para que también se descuelguen con otro manifiesto anticatalanista. Esto empieza a ser de risa. Y los banqueros que se van, ¿también van a llevarse los depósitos de los clientes? ¿A dónde? ¿Por qué?  Si Cataluña se queda sin bancos, ¿cuánto creen estos genios que tardarán en instalarse otros extranjeros?

Los gobernantes de de los demás países ya saben que una visita a España incluye algún tipo de manifestación pública sobre un conflicto interno sobre el que ya es fama que los españoles no tienen ni idea de como resolverlo. Merkel y Cameron (el de Gibraltar y su mar territorial) salieron del paso hablando del respeto a los tratados y otras vaguedades. Lo de Obama fue más caro. Su disposición a trabajar con una "España fuerte y unida",  nos costó la base de Morón de la Frontera. Un par de declaraciones más de estas favorables a la soberanía de España y a España no le queda tierra sobre la que ejercerla. 
 
La histórica fanfarronería de los gobernantes españoles se presenta siempre vestida de ridículo. Es difícil imaginar uno mayor que el que protagonizó el Rey en su visita a la Casa Blanca. Muy contento Felipe VI de haber escuchado al gringo lo de "fuerte y unida", fue a hacer una ofrenda floral al monumento a George Washington, padre de la nación estadounidense a través de una declaración unilateral de independencia como la que él quiere evitar en España. El ministro de Asuntos Exteriores de España se merece un ascenso a Gallo de Morón. Le va pintado.