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dijous, 13 de novembre del 2008

Esto va en serio, colegas.

Lo de la crisis. Va en serio. No es broma. Esta madrugada las bolsas de Tokio y Hong Kong abrían con pérdidas del 5,1% y el 6,2% respectivamente, pues estaban haciéndose eco del batacazo que, a su vez, se había pegado el Dow Jones mientras Mr. Paulson, el ministro gringo de Hacienda, a quien ya huele el culo a pólvora, si se me permite, decía por enésima vez que Diego donde dijo digo que había dicho Diego. Ya nadie tiene ni zorrupia idea de por dónde puede tirar esto. Pero literalmente ni idea. La Economía ha dejado de ser una ciencia triste para convertirse en una ciencia lúgubre.

La cosa había empezado siendo una "crisis financiera", producida por un credit crunch (una especie de contracción espasmódica del crédito) resultado a su vez de la estafa del milenio a la que en típico understatement anglosajón se llamó "crisis de las subprimes". Costó cierto trabajillo entender por dónde había venido esta vez el fraude de los benditos mercados autorregulados, esos que cuando los dejan solos convierten la tierra en un paraíso terrenal en donde la riqueza mana como los alegres arroyuelos de la sierra y todos se alimentan de néctar y ambrosía. Pero poco a poco se consiguió. Aquí tienen Vds. la prueba en un vídeo de (buen) humor que he sacado de InSurGente y que es una explicación clara de la crisis muy sencilla de entender con epílogo para españoles.


Recuerda mucho (en un estilo diferente) otro en el que dos humoristas británicos también explicaban en clave de humor la crisis en su origen hipotecario y con el mecanismo de la estafa (que, por cierto, se parece mucho al toco mocho) bien explicado y bien al descubierto y que no subí a mi vez porque, cuando iba a hacerlo, ya la había subido todo el mundo y los blogueros odiamos los refritos.

El caso es sin embargo que esas explicaciones ya no explican nada. OK. De acuerdo. El capital financiero está hecho unos zorros, la economía "financiera" está hecha unos zorros. Pero es que también lo está la economía real. Si las bolsas españolas se contagian hoy del pesimismo de las asiáticas (y supongo que lo harán), el carrusel va a seguir cada vez peor. ¿Qué me dicen si, por ejemplo, resultara que el Santander no era tan bueno, fuerte y guapo como parecía? A lo mejor nos da un susto y el señor Rodríguez Zapatero se queda con el evangelio hispanorum en el gaznate. ¿Por qué no? ¿Qué diantres queríamos decir cuando observabamos que los banqueros no se fiaban entre ellos? Pues estrictamente eso. Y si los banqueros no se fían de los banqueros que son los que tienen que fiar, aquí ¿quién se fía de quién? No estamos muy lejos de situaciones de pánico y lo gordo es que no sabemos qué más hacer. Y cuando lo sabemos no parecemos dispuestos a ponerlo en práctica.

Véase el caso del parón inmobiliario en España. Los empresarios del ladrillo se han quedado con un millón de viviendas en el almacén que no colocan ni en broma... a los precios a que estaban acostumbrados. Lloriquean entonces que el "sector" está muy mal, que puede venirse abajo y que el Gobierno (los contribuyentes, vamos) les dé una ayudita. El Gobierno vacila, la señora ministra del ramo, doña Beatriz Corredor, busca como loca fórmulas para salvar a los empresarios del ladrillo sin que tengan que bajar los precios tratando bien de engañar a todo el mundo obligando a la gente a comprar los pisos vía subvenciones a las inmobiliarias, bien arrodillándose practicamente ante los consumidores para que vayan a comprar jurando que los precios han bajado cuando no es cierto. Y compradores potenciales hay. Ha bastado que el llamado "Pocero bueno" anunciara pisos de 90 metros cuadrados a 140.000 para que haya una cola de un kilómetro de compradores. ¿Qué quiere decir esto? Que si los empresarios bajaran los precios, el stock de viviendas se vendería porque hay mucha demanda. Para ello tendrían que rebajar sus márgenes, cosa no tan extraña porque es lo que hace todo el mundo en crisis, rebajar todo, compras, dispendios, salarios, propinas etc. ¿Por qué no los señores del ladrillo? Y está claro que si bajaran los precios, la economía real experimentaría una reanimación que a lo mejor la ponía en marcha otra vez. Pero no, son tan estúpidos que están esperando a que la gente ya no tenga dinero para bajar los precios.

En estas condiciones es alarmante que los mercados se nieguen tozudamente a aceptar las medidas que los expertos, especialistas, cerebros grises y cabezas de huevo andan excogitando a marchas forzadas. Ni zorrupia idea de cómo se arregla esto. Hay mucha gente que dice que el capitalismo se hunde. Lo que no estaría mal si quisiera decir algo, que no es el caso. Comentando ayer la situación con un amigo se me ocurrió que el capitalismo lleva siempre sus crisis hasta el límite de la supervivencia. En este caso no sabemos en dónde está ese límite porque el principal freno del capitalismo antaño, el comunismo, ha desaparecido. Ya no hay bolcheviques y los comunistas no son ni sombra de lo que eran y no asustan mas que a sí mismos.

Así pues, ¿cómo salir de aquí? Tengo para mí que lo primero es averiguar qué es "aquí", esto es, de dónde hay que salir, porque parece que no hemos llegado al final del ciclo ni mucho menos y mientras no lo hagamos, las medidas que se adopten para salir no servirán de nada o, quizá peor, a lo mejor son contraproducentes. Esto ya lo decía Palinuro el verano pasado: que las medidas que estaban tomándose, más que paliar el problema, lo agravaban. Ahora el asunto es patente. La cuestión es, sin embargo, que no es posible dejar de tomar las dichas medidas; esas u otras. Porque si los mercados reaccionan negativamente cuando se toman medidas correctoras, ¿cómo reaccionarían si no se tomaran medidas con la excusa de que hay que ver el fondo del tonel? Es decir, más claro, ¿cómo reaccionarían si los gobiernos hicieran caso a los tontos de baba del neoliberalismo y dejaran absolutamente de intervenir?

(La imagen es una foto de Hedrock, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 6 de novembre del 2008

La sociedad fragmentada.

El último número de la Revista Española de Investigaciones Sociológicas (octubre-diciembre de 2008, CIS, Madrid, 2008, 282 págs.) trae una serie de trabajos sobre aspectos muy diversos de nuestra sociedad y tratados a mi entender con distinto nivel de rigor conceptual.

El ensayo de Manuel Arias Maldonado (La globalización de los movimientos sociales y el orden liberal. Acción política, resistencia cívica, democracia) es un muy interesante intento de comprender y explicar la creciente actividad transnacional de la acción colectiva a partir del hecho de que en buena medida los movimientos sociales globales son movimientos antiglobalización (p. 14). Este movimiento antiglobalización es fluido, diverso y difícil de entender con los parámetros clásicos de análisis de los movimientos sociales (p.22). Establece el autor una conveniente distinción terminológica entre las formas de los movimientos sociales: a) movimientos sociales transnacionales; b) movilización colectiva global; y c) movimiento social global, un movimiento social emergente que se nutre de la resistencia a la globalización. No estoy muy seguro de que la distinción entre b) y c) sea verdaderamente útil. Entra después Arias en la conexión entre los movimientos antiglobalización y la democracia representativa con el intento de aquellos de superar las instituciones de esta democracia (p. 29). En el límite el sujeto de la acción es la multitud que las instituciones liberales no pueden asimilar y que suscita la acción cívica global (p. 31). Este activismo cívico posee un factor sentimental muy fuerte que lo convierte en un estilo de vida (p. 34) Pero, señala el autor, corre el peligro de la asimilación mercantil de la cruzada antiglobal y lo ejemplifica con la paradoja del concepto situacionista de la sociedad del espectáculo de Debord al que se rechaza con los mismos instrumentos que denuncia (p. 36). No acabo de entender por qué ha de ser paradójico que al concepto debordiano le suceda lo que él dice que les sucede a los demás. Concluye Arias que la globalización de los movimientos sociales ha reforzado el proceso de su paulatina integración en el sistema político liberal (p. 39) lo que, aparte de oscurecer la distinción conceptual de que partía ya que no parece que movimientos sociales y movimientos antiglobalización sean cosas categóricamente distintas sino distintos momentos de la misma cosa, no dice nada que sea habitual en la dinámica social y deja sin explicar por qué la "integración en el sistema político liberal" haya de ser contraproducente ni siquiera.

José Ángel Bergua Amores (Diseñadores y tribus. Una aproximación sociológica a la creatividad en el ámbito de la moda) es un original ensayo de investigación cualitativa a base de entrevistas en profundidad hechas a diseñadores de la provincia de zaragoza y tribus del mismo lugar para tratar de averiguar algo desde un punto de vista sociológico sobre el proceso creativo de la moda. Apoyándose en Maffesoli, atribuye a las tribus los rasgos de querer vivir el presente, el fomento de la "religancia", la consideración de la vida colectiva como un teatro y la coparticipación estética de los sujetos (pp. 48/49) Los datos del universo de diseñadores que toma en cuenta para la muestra fueron la edad, el género, la situación profesional y la provincia así como el ámbito concreto de la actividad (p. 55). En las entrevistas en profundidad separa la faceta exotérica de la esotérica del acto creativo (p. 56). Todo lo cual le permite enumerar una serie de curiosas consideraciones que presenta como una "salida" o "exoducción" para alcanzar una mejor conocimiento de la creatividad. Son éstas: 1) la alta costura empezó en los ambientes aristocráticos y se ha ido popularizando hasta buscar inspiración en los ambientes "pobres"; 2) los jóvenes presentan dos tipos de diferencias: la differance de Derrida y la fragmentación; 3) los creadores tienen que montar espectáculos y escenificar para mostrar sus creaciones; 4) en las sociedades contemporáneas prevalece una heterogeneidad débil después de que la postmodernidad haya rescatado el concepto de multitud como más originario que el constructo de "Pueblo" y en el que se integran de preferencia los jóvenes; 5) cuando reaparece la creatividad estética espontánea de la gente se manifiestan los coolhunters y los diseñadores que cultivan el coolhunting con una función similar a la que tendría el Pueblo frente a la multitud; 6) la comprensión de la creatividad de los diseñadores puede hacerse por medio de metáforas que luego van complicándose, la de las tribus están mucho más alejadas de la imaginación sociológica, razón por la cual el diálogo entre élites o expertos es siempre más sencilla que con las gentes; 7) al juntar las reflexividades de los diseñadores, las tribus y la sociología se ve que los primeros (diseñadores y tribus) tienen un saber hacer, pero no un conocimiento teórico de lo que hacen; ese es el que aporta la sociología que, en cambio, debe reconocer que no tiene conocimiento del saber hacer. Todas esos apartados de la "exoducción" dan que pensar si el fenómeno de la moda no es intrínsecante fragmentario, contingente, tornadizo para la elaboración de una teoría cualquiera, cosa que ha quedado clara, entiendo, casi desde los comienzos de la sociología y, a mayor insistencia, si existe una posibilidad de aproximación teórica al proceso creativo que, no siendo una especie de determinación de su contexto material y empirico, tendría que aventurarse en algo parecido a una lógica de la invención.

Luis Camarero y Rosario Sampedro (¿por qué se van las mujeres? El continuum de movilidad como hipótesis explicativa de la masculinización rural) abordan el fenómeno de la masculinización rural poniendo a prueba la hipótesis explicativa tradicional de la huida ilustrada según la cual, la marcha del campo viene movida por mayor nivel formativo (p. 77). La metodología que emplean es un estudio generacional de cohortes originales con seguimiento de los nacidos en áreas rurales de ciertas regiones para determinar cuál es su lugar de residencia y trabajo. Se centran en Castilla y León y emplean la Comunidad Valenciana como elemento de comparación y contraste. Los datos proceden del censo de población de 2001 del INE y las cohortes son los nacidos entre 1952-56 y entre 1967-71. Las mujeres de la cohorte 1952-56 es la llamada "generación ausente", pues quedan menos de la quinta parte en las áreas rurales. Si se atiende a los niveles formativos que, por primera vez, eran similares en los dos sexos, se da que a mayor formación, mayor emigración pero sin que haya diferencias apreciables entre hombres y mujeres. Esa diferencia se da, en cambio en los niveles formativos inferiores (p. 88). Para los nacidos entre 1967 y 1871, hay ya más diferencias en el nivel formativo de varones y mujeres pues aparece una clara sobreformación femenina. El resultado es que crece la sobreemigración femenina y aumenta la masculinización rural (p. 91) Como resultado final: se mantiene la masculinización rural en los colectivos con menor nivel educativo. El nivel de estudios sigue teniendo relación con el continuum de movilidad pero diferenciada por sexos. En los varones los altos estudios significan menor práctica del commuter (frente a la emigración) que en las mujeres (p. 99). No hay pues indicios de que remita la masculinización rural (p. 101).

David Luque Balbona (Un análisis regional de la actividad huelguística en España) advierte que los distintos métodos de cálculo de huelgas (si por horas o jornadas) pueden dificultar las comparaciones. Los indicadores en el estudio comparativo de huelgas son: número de huelgas, número de participantes y número de jornadas no trabajadas (p. 113). La fuente de datos es la Estadística de Huelgas y Cierres Patronales (EHCP) del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Hay un acuerdo más o menos general en el sentido de que en los EEUU la incidencia de las huelgas es procíclica (mayor actividad huelguística con ciclo alto; menor con ciclo bajo y con mayor paro). En Europa no hay una pauta clara (p. 115). En España, gran parte de las huelgas de los decenios de 1980 y 1990 estuvo ligada a las reconversiones minera, naval y siderúrgica. En el periodo de 1986 a 2006 hubo 19.459 huelgas lo que da una media de unas 900 huelgas al año, si bien es cierto que en la segunda mitad del decenio de 1990 estos números descienden sensiblemente (p. 118). Las causas parecen ser: a) cambio estructural de la economía española; b) buena marcha de la economía desde la mitad de los noventa; c) crecimiento de la cantidad de trabajadores por cuenta propia y contratados con contrato temporal; d) el aumento de las presiones competitivas a causa de la globalización (p. 121). A su vez el análisis por Comunidades Autónomas (CCAA) permite al autor establecer tres grupos: a) huelgas frecuentes y de pequeña magnitud (Asturias, Castilla-La Mancha, Cantabria, País Vasco, Navarra y La Rioja); b) huelgas poco frecuentes y de gran magnitud ( Murcia, Andalucía, Madrid, Cataluña, Extremadura y Comunidad Valenciana); y c) huelgas poco frecuentes y de pequeña magnitud (Galicia, Aragón, Canarias, Castilla y León y Baleares) (p. 124). Al disponer de series temporales y secciones cruzadas por CCAA acude a regresiones de efectos fijos con datos de panel en las que las variables dependientes son las huelgas (por cada 100.000 asalariados), la magnitud (cantidad de huelguistas por huelga) y el volumen (jornadas no trabajadas por cada 1.000 asalariados) mientras que las variables independientes son la distribución sectorial del empleo, la tasa de paro, la de temporalidad, el porcentaje de trabajadores con convenio y una variable binaria según que las CCAA tengan o no sistemas de solución extrajudicial de conflictos laborales (p. 125). Añade dos variables adicionales: una la existencia de pactos regionales de empleo y la otra el porcentaje de votos de los partidos de izquierda en las elecciones autonómicas (p. 125). Todo lo cual permite alcanzar las conclusiones siguientes: la mala situación del mercado de trabajo da lugar a menos huelgas (procíclico); la participación de los agentes sociales en el proceso de formación de políticas tiene un efecto positivo sobre la reducción de las huelgas; con los gobiernos de izquierdas los sindicatos ganan peso y las huelgas disminuyen (p.128).

Miguel A. V. Ferreira (Una aproximación sociológica a la discapacidad desde el modelo social; apuntes caracteriológicos) adopta una actitud sociológica que interpreta la discapacidad como resultado de las "estructuras opresoras de un contexto social poco sensible a las auténticas necesidades de las personas con discapacidad" (p. 143), esto es, da por supuesto que hay una especie de construcción social de la discapacidad y que si no se hace según unos postulados que le parecen más acertados se hace según otros que lo son menos. La nueva Clasificacón Internacional de la Funcionalidad (CIF) propone un esquema bio-psico-social para abordar la discapacidad como una condición multidimensional de la persona que supera la clasificación anterior pero que, a juicio del autor, todavía tiene lagunas (p. 146). Aún no se tiene bien en cuenta la dimensión social de la discapacidad y no se ha acometido como se debe el hecho de que la definición de "normalidad" también es un constructo social (p. 147). Propone Ferreira en consecuencia un proceso de deconstrucción analítica de la discapacidad que ya se ha iniciado desde perspectivas marxistas y feministas (p. 152). Se aislan así tres vértices de la construcción social de la discapacidad: 1) la existencia cotidiana del discapacitado está dominada por una singularidad; 2) esa singularidad lo homogeneiza con los demás, abstrayendo su singularidad; 3) la homogeneización implica su inclusión en la estructura jerárquica de la sociedad (p. 153). En consecuencia, la identidad social de la persona con discapacidad está impuesta desde fuera, desde un entorno no discapacitado, lo que implica heteronomía y, con frecuencia, exclusión (p. 159). Entiende el autor que las tareas pendientes en la sociología de la discapacidad son: a) toda medida orientada a la discapacidad debe hacerse en el marco de comprensión de las personas que la sufren (p. 164). Por lo tanto hay que emprender investigaciones concretas que den voz a los protagonistas del fenómeno (p. 166). Todo lo cual debe ser el fundamento para la elaboración de una Teoría Sociológica de la Discapacidad consistente epistemológicamente (p. 167), si bien no estoy muy seguro de si esta reclamación está correctamente planteada. Da la impresión de que ya existe una Teoría Sociológica (que el autor de pruebas de manejar con soltura) no específica de la discapacidad (que estaría por ver si es posible) sino perfectamente capaz de dar cuenta de ella que es la que tiene la raíz en la fenomenología de la construcción social de la realidad y en la obvia medida en que la discapacidad es parte de dicha realidad. Más bien parece que de lo que se trata es de aplicar con mayor ahínco esa teoría para obtener recomendaciones prácticas que permitan afrontar el problema de la discapacidad de acuerdo con unos valores que no se hacen explícitos pero que se dan por supuestos respecto a una concepción kantiana del valor de la vida humana; de toda vida humana.

dimarts, 28 d’octubre del 2008

El monto de la crisis

El Banco de Inglaterra acaba de calcular el coste total de la crisis, las pérdidas de las entidades financieras del mundo en 2.800.000.000.000 de dólares (o sea, dos billones ochocientos mil millones de dólares) que vienen a ser el 4,3 por ciento del Producto Bruto Mundial, de toda la riqueza del planeta. No sé cómo habrá llegado a ese monto pero, siendo el Banco de Inglaterra, supongo que no lo habrá calculado con un ábaco. Manda narices o huevos, que diría el tantas veces festejado señor Trillo, que una manga de sinvergüenzas, más o menos de acuerdo con otra de inútiles e incompetentes se haya levantado la vigésima quinta parte de la riqueza del mundo. Puede que la culpa de esta colosal estafa no sea del capitalismo sino de la intervención estatal, como dice la inefable señora Aguirre quien nunca habla que no arremeta, pero en todo caso habrá que tomar medidas y medidas además de aprestar una pila de miles de millones que, ahora lo vemos, no es ni el chocolate del loro cuando las pérdidas son de más de 2,8 billones

Para tomar medidas, primero hay que saber cuáles, nombrarlas. Al respecto, me apunto a las que propone Oskar Lafontaine en una entrevista en el Frankfurter Allgemeine Zeitung: "Necesitamos tipos de cambio fijos con un margen de oscilación, control de la circulación internacional de capitales y supresión de los paraísos fiscales. Además, las autoridades deben supervisar las agencias de calificación de riesgo. También debe haber un centro de supervisión internacional de la banca. En Alemania (y en España y en todas partes) hay que prohibir los fondos de riesgo, así como la transferencia de riesgos a sociedades finalistas y la compraventa de papel asegurado (securitisation)." Algunas de estas medidas ya las había pedido Palinuro; otras son nuevas, pero perfectamente subscribibles. También lo son las que Lafontaine enumera en materia de política económica interior: "No más desmantelamiento del servicio público, no más privatizaciones de riqueza nacional, ni un recorte en la política social."

Está claro que con una pérdida de 2,8 billones de dólares, habrá mucha gente que tenga que apretarse el cinturón. Que empiecen los que se los han llevado. Porque está claro que los de las hipotecas, los precarios, los mileuristas, los inmigrantes, los currantes y los pringaos en general no han sido. Asi que a las medidas del rojeras Lafontaine Palinuro añadiría una muy puesta en razón: devolución de todo el dinero que la élite financiera internacional se ha apropiado indebidamente. Revisión de todos los patrimonios por encima de, digamos, 100 millones de dólares (si esta cantidad es demasiado alta o demasiado baja, puede cambiarse por ley, como por ley habrán de tomarse las demás medidas) y de las cuentas por igual cantidad en todos los paraíses fiscales. Hay que levantar el secreto bancario y someter la economía, sobre todo los flujos financieros, a control democrático.

(La imagen es una foto de Hedrock, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 27 d’octubre del 2008

Los cuerpos intermedios y el barullo social.

En tiempos de las guerras de religión, hacia el siglo XVI, se volvió a plantear un problema que ya había ocupado a los escolásticos y nunca había tenido una solución clara: ¿cabe resistir al tirano? ¿puede dársele muerte, cometer tiranicidio? Algunos sectores de los dos bandos enfrentados, los hugonotes monarcómacos en Francia (François Hotman, Philippe de Mornay) y los jesuitas en España (Juan de Mariana) acabarían justificándolo, con ciertas diferencias, como el deber de dar muerte al príncipe que atenta contra la ley de Dios. Obviamente en los dos casos todo dependía de quién se arrogaba el derecho a calificar de "tirano" al príncipe. Para los monarcómanos ese derecho, como leemos en la Vindiciae contra tyrannos estaba reservado a los "magistrados intermedios", los órganos intermedios entre el poder político y los súbditos. Nacía así un concepto por el cual suele considerarse a los monarcómanos como "protoliberales" y que tendría una larga y fructífera vida en la historia de la filosofía política. Recogido después por Montesquieu en su feliz formulación de los "cuerpos intermedios", reaparecería en la admirada glosa que Tocqueville hace de la democracia en América, viéndola como producto del denso entramado de asociaciones voluntarias que funcionan como un colchón entre el Gobierno y el individuo. El concepto está lejos de ser una reliquia puesto que se ha mantenido vivo hasta el día de hoy. Reemergió en las formulaciones neomedievales del socialismo inglés del siglo XIX, el llamado "socialismo gremialista", que reivindicaba la importancia de los gremios para el orden social, en las fascistas de los "fascios y las corporaciones" con similar pretensión, revivió hace poco en las concepciones de la democracia "neocorporativa" y está presente en el resurgir de la teoría de la sociedad civil a partir de los años setenta del siglo pasado, como puede apreciarse en la espléndida obra de Cohen y Arato sobre la sociedad civil y la teoría política en la que se traza la genealogía del concepto.

De estos asuntos trata el interesante libro de Félix Requena Santos, Redes sociales y sociedad civil, Madrid, CIS, 2008, 183 págs. que estudia la cuestión de las redes sociales desde una perspectiva actual, considerando su impacto sobre todo en tres órdenes distintos de la realidad social contemporánea: la democracia, el Estado del bienestar y la globalización. Requena lleva casi veinte años dedicado al estudio de las redes sociales (es autor de Redes sociales y mercado de trabajo, de 1991 y Amigos y redes sociales, de 1994), lo que le da un dominio casi sin rival sobre el asunto en España.

El objeto de estudio "redes sociales" no es sencillo y el libro se ve obligado a moverse de continuo en el terreno resbaladizo de los conceptos de límites confusos, que es la característica propia de la batería de términos que aquí se maneja: redes sociales, sociedad civil, tercer sector, capital social, etc. Así si por un lado parece darse por buena la idea muy generalizada de que la sociedad civil es un conjunto de redes sociales que se encuentra entre el individuo y el Estado (p. 5), lo que casi es una reformulación de los famosos "cuerpos intermedios", también parece avalarse la no menos extendida idea de que, en realidad, en nuestras sociedades opera no un binomio sino un trinomio, compuesto por sociedad civil, Estado y mercado (p. 8). Para complicar las cosas Requena cita y parece aceptar la idea de Víctor Pérez Díaz de que en la sociedad civil (bien que considerada como "tipo ideal") intervienen cuatro elementos componentes: 1) un gobierno entendido como Estado o autoridad pública; 2) el imperio de la ley; 3) la economía de mercado; y 4) un tejido asociativo plural (pp. 12/13) de forma que, según de quién y de qué hablemos, al mencionar la sociedad civil, podemos estar incluyendo al Estado o no. El propio Requena, sin embargo, se decanta por la concepción tradicional: "Ante todo, la sociedad civil hay que verla como un gigantesco entramado de organizaciones intermedias que permiten el flujo de información entre los ciudadanos y las instituciones estatales" (p. 20). El elemento esencial de la sociedad civil es la familia y lo que une a las familias e individuos dentro de la sociedad civil son las redes sociales (pp. 18/19).

Requena aborda otro concepto igualmente confuso pero muy relacionado con las redes sociales, el de capital social ya que éstas aparecen como generadoras de él (p. 44). Compara las definiciones no coincidentes de Fukuyama, Putnam y la OCDE (p. 23) y reconoce la dificultad de medirlo (p. 37) cosa imprescindible si se quiere que, además de expresivo, sea útil. Precisa el autor que el capital social es una categoría relacional (p. 23) ; eso mismo decía Marx del capital sin más pero éste tiene una consistencia material de la que el otro carece.

Las redes sociales pueden conectar el mercado con la sociedad civil y el Estado (p. 47) y surgen así las redes políticas, por ejemplo las redes dedicadas a las políticas públicas que suponen intercambios entre los individuos y las instituciones. Aparece aquí uno de los conceptos más felices de Manuel Castells, el "Estado-red" (p. 56) que tanto juego está dando hoy. Y no sólo el Estado; por vía metafórica aparece la misma Nación cuando, hablando de las ventajas de las telecomunicaciones y de internet cita el autor un artículo de Rubio Núñez en la Revista de Estudios Políticos en que se considera que la política se convierte en un plebiscito cotidiano (p. 57) que es el modo en que Renan definía a la Nación.

Las redes son esenciales como vectores de la solidaridad a través de las familias, la comunidad (p. 61), la cooperación y la reciprocidad (p. 62) y las actividades de los nuevos movimientos sociales cuyo auge, me parece entender, vincula Requena a lo que considera que es la desorientación de los partidos políticos y la desaparición de las ideologías (p. 64) . Para mí que éste es un discurso poco contrastado y poco afín a la realidad contemporánea donde tanto partidos como ideologías protagonizan, en verdad monopolizan, la actividad política mientras que los movimientos sociales, nuevos o viejos, en el mejor de los casos, llevan una existencia subalterna.

En el tratamiento de favor que merece la familia se mencionan las redes familiares como básicas para atender a los problemas del desempleo (p. 73) los de la atención a los jóvenes, los cuidados de los ancianos, de los enfermos y la atención a las mujeres maltratadas (pp. 72-82). Igualmente se consideran las redes eclesiásticas en un capítulo en que se hace un repaso no muy necesario a la función de la Iglesia católica española durante la transición para concentrarse después en el hecho de que, aunque la cantidad de católicos no practicantes sigue creciendo, en España la Iglesia tiene una enorme influencia como consecuencia del tupido asociacionismo religioso en el país (p. 99).

Las redes de mercado son imprescindibles para el desarrollo económico (p. 100). Se nota que Requena se siente confortable al tratar las cuestiones de las redes sociales y la economía, especialmente el empleo porque es lo que más ha trabajado y en donde más sugerencias tiene por aportar. Pero no puedo dejar de pensar que sus acertadísimas consideraciones acerca de cómo las redes sociales y las relaciones personales facilitan la búsqueda y hallazgo de empleo (p. 109) dibujan, en realidad, un país, el nuestro, en el que como siempre, rige el enchufismo y el amiguismo a la hora de adoptar decisiones. Está bien que se haga con elegancia teórica pero el hecho desnudo es que la actividad de las redes sirve para cortocircuitar el valor social del mérito. Sostiene Requena, no obstante, que estas redes son menos operativas en la función pública gracias al sistema de las oposiciones (p. 110). Bueno, pero que no lo investigue mucho. Que no pretenda averiguar qué esconden expresiones como "promoción interna" al tratar de las oposiciones a todos los cuerpos de la administración.

Las redes sociales articulan asimismo otra realidad de esas que don Nicolás Ramiro Rico llamaba en celebrada expresión "vertebrados gaseosos", en concreto, el tercer sector, acerca de cuya composición hay escasísimo acuerdo. Parece estar compuesto por el voluntariado (p. 119), los grupos de autoayuda (p. 121), la participación ciudadana (p. 122) y el tejido social, definido como: "el espacio de participación en el que se imbrican, por un lado, las instituciones sociales, económicas y políticas y, por otro, la participación social" (p. 125) que tiene pinta de ser una definición circular. Es interesante saber que la cantidad de asociaciones en España ha aumentado un 238 por ciento entre 1980 y 1990 y un 151 por ciento entre 1990 y 1998 llegando en ese año a 171.484 (p. 126); pero lo sería más disponer de datos comparativos.

Después de un capítulo sobre redes sociales e identidad colectiva (en el que se emplea el ejemplo de internet como red) y redes sociales y lenguaje que no me resulta muy convincente, por tratarse el espinoso asunto del lenguaje de un modo excesivamente alegre, el autor aborda la cuestión de lo que llama "redes perversas", esto es, el mundo globalizado de estructura reticular es muy vulnerable a varios peligros que Requena localiza en los problemas de la riqueza, los de la pobreza y los de las armas de dstrucción masiva (p. 144). No todas las redes sociales son buenas. Uno de los mayores peligros es el que las Naciones Unidas llaman "la delincuencia organizada" cuya manifestación más llamativa es el terrorismo. Sostiene Requena con acierto que los rasgos de las redes terroristas son que son: a) dispersas; b) ubicuas; c) heterogéneas (pp. 148/149). No sé en cambio si su propuesta de "redes civiles" para ir contra el terrorismo en red tiene mucho futuro (p. 151).

A título de conclusión, Requena aboga por una Sociedad Civil Mundial (p. 161) que requerirá una ciudadanía civil también mundial. A la vista de las dificultades conceptuales de la sociedad civil, las redes sociales, etc en el orden nacional no cabe ser muy optimistas respecto al grado de factibilidad que alcanzaría una sociedad civil mundial. En todo es bueno que la reflexión científica sobre redes sociales traspase los límites de los Estados nacionales, como ya ha hecho su objeto de estudio y se incorpore al debate actual sobre cosmopolitismo sí o no, que es donde gentes como Held, Archibugi, Nussbaum, Apiah, Beck, Taylor, Walzer, etc, están haciendo las propuestas más interesantes.

dijous, 23 d’octubre del 2008

De mal en peor.

La crisis no da respiro a nadie. Todavía están calientes los miles de millones con los que los Estados han corrido a salvar a los bancos en apuros, creyendo que así se estabiliza el sistema financiero y ayer las bolsas se dieron otro batacazo sin que nadie aventure explicación alguna. ¿Se han fijado en que ya no salen aquellos mozalbetes expertos en mercados y otros misterios que explicaban los problemas más abstrusos en un santiamén con envidiable seguridad? Antes se daban de codazos por aparecer en la tele; ahora no se los encuentra ni debajo de las piedras. Nadie se atreve a formular juicio alguno, fuera de Paul Krugman y los millonetis como Warren Buffet o George Soros. En teoría, las medidas de rescate tenían que haber funcionado. ¿Por qué no lo hacen? ¿Qué pasa ahora?

¿Qué va a pasar? Que, como siempre, los expertos, los analistas se han equivocado porque no ven más allá de sus narices. Cuando por fin consiguieron comprender que en la época de la globalización los problemas son mundiales y pensaron en coordinar las medidas internacionalmente para hacerles frente, se olvidaron de que el mundo, como tituló su novela Ciro Alegría (precisamente un escritor argentino) es ancho y ajeno y no se acaba en los EEUU y la Unión Europea, que en las otras partes del planeta los efectos pueden ser más devastadores de lo que han sido hasta la fecha y con repercusiones de vuelta en casa porque hoy estamos todos interconectados y nadie está a salvo del famoso "efecto mariposa".

El susto que se llevaron ayer los mercados a causa de la insólita medida de la señora Fernández en la Argentina no se debe en sí mismo a la propia Argentina que a nadie importa gran cosa, sino al hecho de que es el aviso, el toque a rebato para el resto del Tercer Mundo, del que el primero (el segundo ya no existe) se había olvidado. Porque, por la lógica de las cosas, si hay amenaza de quiebra de los bancos en los países desarrollados ¿qué pasará con los de los no desarrollados? Parece claro que la medida adoptada por la Presidencia de la República Argentina es una confiscación, un latrocinio encubierto de nacionalización. La señora Presidenta ha echado mano a los ahorros de la gente porque anda escasa de liquidez, como les pasa a los bancos, pero dice que es para protegerlos. El golpe ha servido para mostrar que, tras la primera oleada de crisis financiera en los países del primer mundo, viene ahora el impacto en el Tercer Mundo y el de la crisis de la economía real, que es a la que verdaderamente temen las bolsas y la que está causando el agravamiento imprevisto de la situación.

Está madrugada Tokio ha vuelto a abrir a la baja con una caída del 5,5% en el índice Nikkei y lo mismo sucede en Hong Kong. Supongo que algo parecido pasará con las bolsas españolas y las europeas y después de nuevo con la de Nueva York y así seguirá el tiovivo quién sabe hasta cuando. Lo que está claro es que, como viene diciendo Palinuro hace unos días, esto no ha hecho más que comenzar.

Por cierto, pensando en qué pueda haber pasado con toda la pasta que parece haberse evaporado, he caído en la cuenta de los paraísos fiscales. ¿Sabe el personal en cuánto países europeos rige estricto secreto bancario, es decir, no colaboran con otros países para dar información que tenga relevancia a efectos fiscales por ejemplo? Andorra, San Marino, Liechtenstein, Isle of Man, Islas del Canal, Luxemburgo, Suiza, Austria y Bélgica. Tiene gracia que Andorra, Liechtenstein y Mónaco estén en la lista negra de la OCDE pero no los demás. Que en la Unión Europea convivan bancos amparados en el más estricto secreto bancario con otros que no lo están demuestra hasta qué punto es chapucera la chapuza europea. Añádanseles los paraísos fiscales del Caribe (Islas Vírgenes, Turcos y Caicos, Antilla, Aruba, Bermudas, Montserrat, Belize, Panamá) las Seycheles y Mauricio en el Océano Índico y Vanuatu, Nauru, Samoa, Islas Cook, Islas Marshall, Niue en el Pacífico y se tendrá una idea de en dónde están escondidos los billones que faltan por doquier. El dinero está ahí y habida cuenta de quién manda en el mundo, no se entiende muy bien por qué no se ha ido todavía por él. O quizá sí. Demasiado bien. Hay que levantar el secreto bancario; pero mal vamos si, como hemos visto en España, el Estado admite que los bancos le vendan activos también en secreto.

Poco control parlamentario puede haber allí donde rige el secreto. Pero sobre todo conviene tener en cuenta que esta crisis se ha desatado principalmente por las maniobras especulativas secretas y opacas que han venido haciéndose en todas partes del mundo (especialmente en los Estados Unidos) en los últimos quince años.

(La imagen es un grabado de Alberto Durero, Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1497/98) que se encuentra en la Staatliche Kunsthalle, Karlsruhe, Alemania.

dissabte, 20 de setembre del 2008

El bolchevismo liberal de los EEUU.

Las bolsas del mundo entero, esos termómetros de la salud de los mercados, del capitalismo, rebotaron ayer felices de escuchar la buena nueva de que el Gobierno de los Estados Unidos se hace cargo de toda la deuda mala de la banca. Quién iba a decirlo ¿verdad? El paradigma del liberalismo antiintervencionista, el adalidad de la escrupulosa libertad de los mercados interviniendo en estos para salvar la economía de un desastre de proporciones apocalípticas.

Y quién iba a decir algunas otras cosas. Esta crisis tiene la virtud de poner de relieve las contradicciones internas al mundo globalizado. En el momento en que uno de los grandes bancos de inversiones estadounidenses, Morgan Stanley, estaba en tratos para comprar otro banco en apuros, Wachovia, él mismo mostró preocupantes signos de debilidad... y ¿quién anunció su intención de acudir en su ayuda? Un fondo soberano chino, esto es, un fondo de inversiones de propiedad pública, China Investment Corp., que ya controla el 9,9% de Morgan Stanley y podría aumentar esta participación hasta el 49% si no fuera porque, habiendo perdido ya miles de millones de dólares, no acaba de fiarse del buen juicio del paso. Sea como sea, está claro: la República Popular China no tiene el menor interés en el derrumbe del capitalismo mundial, concentrado en los EEUU. Al contrario, prefiere que sobreviva porque aspira a controlarlo. A su vez el Gobierno de los EEUU coincide con el chino: para salvar la economía del desastre, se socializan las pérdidas.

Vale. Por eso han saltado de alegría las bolsas y todos los índices han subido. Pero... ¿por cuánto tiempo? Esta gigantesca operación de salvamento a base de nacionalizar la (mala) banca tropieza con dos dificultades una a corto y otra a largo plazo, una política y otra económica que cuando se materialicen pueden significar el derrumbe final de este castillo de naipes que fue el capitalismo financiero globalizado.

La dificultad política a corto plazo es que el Congreso, que tiene que debatir y aprobar la mayor operación de salvamento de la historia de los EEUU, entra de vacaciones la semana próxima y, ya en período electoral, puede ser que el asunto quede pendiente hasta la toma de posesión del próximo presidente en el mes de enero de 2009 y, entre tanto, la situación empeore o simplemente estalle.

La segunda dificultad a más largo plazo, de naturaleza económica, se materializará una vez que los mercados reaccionen como suelen, esto es, calculando. Dirán entonces: "Ok. El Gobierno de los EEUU absorbe toda la deuda mala de la banca. Pero ¿cuánto dinero tiene el Gobierno de los EEUU y cómo va a financiar esta gigantesca operación?" En este momento nadie puede aventurar qué cantidad puede ser necesaria para llevar a cabo el rescate por dos razones: 1ª) porque nadie sabe a cuánto asciende en realidad esa deuda "mala" de los bancos, cuánto dinero se ha evaporado en las subprime, cuánto en los hedge funds; 2ª) porque a esa cantidad misteriosa pero elevadísima habrá que añadir otra no menos elevada producida por algo en lo que nadie parece haber caído hasta la fecha: exactamente, ¿cómo va a operar la banca para dejar en manos del Gobierno su "mala" deuda? Según parece y por lo que ya están haciendo, dividiendo los bancos en dos: bancos "buenos" y "malos". Los "malos" irán directamente a control público. Pero, conociendo a los banqueros, que son los mismos que han provocado este desastre por su infinito afán de lucro, ¿duda alguien de que la "banca mala" equivaldrá a toda la banca?

Dicho en otros términos: el problema de esta operación que tanto ha alegrado a las bolsas es idéntico al que ha generado la crisis, es decir, el crédito. ¿Cuánto crédito tiene el Gobierno de los EEUU? Eso es lo siguiente que harán los mercados. Y de eso depende todo.

A propósito, a la vista de lo que está pasando ¿qué me dicen del señor Aznar recomendando a los indios de la India más políticas de liberalización para salir de la crisis?

(La imagen es una foto de orionoir, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 29 d’agost del 2008

Problemas de hoy.

El último número de Sistema (Fundación Sistema, nº 205, julio de 2008, Madrid, 143 págs.) aborda algunas de las cuestiones más importantes de nuestro tiempo como la globalización, el cambio climático y la sociedad de la información desde perspectivas distintas y con un nivel razonable de rigor y documentación. El primer trabajo, de Josep Borrell, ¿Hay otras alternativas a la globalización liberal? tiene un arranque prometedor al sostener que la "globalización no es un proceso ideológicamente neutro sino el resultado de una forma de entender las relaciones sociales y económicas" (p. 3) y al enumerar las críticas que pueden hacerse a la globalización liberal: a) no hay tal globalización sino una integración regional; b) es dudoso que se haya reducido la pobreza; c) hay un aumento significativo de la desigualdad en todos los niveles (entre regiones, entre países y dentro de los países mismos); d) hay señales de que aumenta la economía informal y el tráfico de personas; e) no se están tomando suficientes medidas para atajar el cambio climático (pp. 4/5). Tras este acertado diagnóstico Borrell sostiene que la izquierda tiene que buscar sus propuestas propias cuenta habida de que las "terceras vías" no han sido más que adaptaciones al modelo neoliberal dominante (p. 11). Por desgracia ya no está tan claro qué es lo que el autor propone en concreto para dar satisfacción a esa necesidad. Afirma que hay que tender a una cohesión social a nivel mundial pero no cómo pueda lograrse fuera de partir de la Agenda del Trabajo Decente propuesta por la Organización Internacional del Trabajo y que tiene ya sus añitos pues es de 2000. Del mismo modo cabe suscribir que sea necesario regular y hacer más transparente la liberalización financiera así como conseguir que la liberalización del comercio internacional lleve a un comercio más justo. El problema es cómo.

Rafael Caparrós Valderrama, en La esterilidad de la 'soft-governance' neoliberal en las políticas económica y de I+D+i europeo-comunitarias parte de que Europa presenta un retraso de veinte años en relación con los EEUU y el Japón en innovación tecnológica (p. 20). Sostiene que la globalización neoliberal (o "el golpe de Estado neoliberal", como la llama Bauman) en los términos en que la defienden sus partidarios (por ejemplo Guillermo de la Dehesa) no es satisfactoria y que en cambio las políticas socialdemócratas clásicas siguen siendo válidas como sostienen entre otros Gough, Turner, Navarro o Castells (p. 29), igual que es válido el "principio de la diferencia" de Rawls. Si no se avanza en ese sentido en la Unión Europea se debe, a su juicio, a la sistemática negativa de los Estados miembros de aumentar la integración política del continente (p. 31). Únicamente una mayor integración política (que es altamente problemática a mi modesto entender) permitirá una política más dinámica de I+D+i en el continente (p.45). En el caso específico de España que el autor considera singularizadamente cree que, aunque ha habido avances notables con la más reciente normativa, en especial la creación de la Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas y la Calidad de los Servicios en 2006 (p. 48), todavía queda mucho por hacer. Uno de los puntos que propone es difundir la práctica de lo que Román del Río llama zaraísmo (del éxito de la empresa Zara) (p. 47) que en lo esencial consiste en adaptarse al concepto de Castells de la "sociedad red" y operar en consecuencia (p. 52). Se me ocurre que estas recomendaciones son una prueba más de la dificultad intrínseca de pensar los problemas de políticas públicas (o cualesquiera otros) en términos comunitarios ya que se hacen siempre en la escala nacional.

Eguzki Urteaga publica un interesante trabajo sobre Los electorados políticos en Francia que es una especie de balance de la situación del mapa electoral francés desde las ultimas elecciones presidenciales de mayo de 2007. Singulariza los seis bloques distintivos: 1) extrema izquierda; 2) comunistas; 3) socialistas; 4) verdes; 5) derecha; 6) extrema derecha y hace unas breves y generalmente atinadas observaciones sobre su situación actual y perspectivas, bien basadas en los datos electorales y no sólo los de las elecciones presidenciales. Contiene acertadas observaciones sobre la consolidación de la extrema izquierda, la irremediable decadencia del voto comunista, la inconstancia del socialista, la veleidosidad del verde, la congruencia ideológica de la derecha y el derrumbe de la extrema derecha. Todo ello en un panorama de alta participación y voto concentrado (pp. 66/67).

Óscar Diego Bautista en Los valores en el servicio público hace un Estudio comparativo sobre los códigos de Gobierno de Estados Unidos, Reino Unido, España y México que en realidad tiene poco de comparativo ya que es un análisis de los distintos códigos de normas éticas de las diferentes administraciones públicas pero consecutivo. El de los EEUU fue una respuesta al escándalo de Watergate y el del Reino Unido, resultado de los trabajos de la famosa comisión Nolan contiene un código ético basado en siete principios: desinterés, integridad, objetividad, responsabilidad, transparencia, humildad y liderazgo (p. 78). En el caso de España el Código de Buen Gobierno de los miembros del Gobierno y Altos Cargos de la Administración General del Estado, de 2005 y el Estatuto Básico del Empleado Público (2007) recogen los postulados que en su día presentara la filósofa Victoria Camps en unas Jornadas sobre Ética Pública de 1997: 1) servicio al interés general; 2) imparcialidad y transparencia; 3) uso adecuado de los bienes públicos; 4) responsabilidad profesional; 5) lealtad a la Administarción (p. 83). México a su vez dispone también de un Código de Ética de los Servidores Públicos de la Administración Pública Federal (p. 87). Uno tiene la sospecha de que tan abigarrada profusión de normas, dictadas al rebufo de los escándalos de corrupción detectados en la década anterior estén en relación inversamente proporcional a su eficacia real. No es disparatado pensar así. El propio autor reconoce que los países en los que menor es la incidencia de la corrupción, los países escandinavos, carecen de estos códigos de ética (p. 91).

Rosario Solà, Christian Oltra, Roser Sala y Nuria Gamero, en Cambio climático y opinión pública en España: percepción del problema y política energética, presentan una encuesta dentro de un proyecto del Massachussets Institute of Technology administrada en España mediante quinientos cuestionarios telefónicos de la que se deduce que el cambio climático es el primer problema medioambiental para los españoles si bien estos consideran que hay otros problemas sociales y personales más graves. Hay un grado alto de desconocimiento sobre las causas y consecuencias del cambio climático y cierta confusión con otros problemas medioambientales, como la capa de ozono. Los jóvenes aparecen con mayor conciencia que los adultos y todos en general piensan que los gobiernos debieran hacer más por contrarrestarlo, si bien la predisposición a implicarse personalmente en la lucha contra el problema es reducida. Por último no hay acuerdo respecto a las distintas alternativas para hacer frente al cambio climático: un 26% cree que "se desarrollarán nuevas tecnologías", otro 26% piensa que "cambiaremos nuestro estilo de vida para reducir el consumo energético", un 20% sostiene que "nos adaptaremos a un clima más cálido" y un 21% piensa que"el cambio climático es un problema pero España no hará nada" (que no está mal como índice de fatalismo del personal); únicamente un 1% sostiene que no hay que hacer nada ya que "el cambio climático no es un problema" (p. 102), lo que da una idea del apoyo electoral que pueden tener los neocons enfrentados a las políticas de lucha contra este problema.

Por último, casi como fuera de programa, Gaetano Pecora, en Las virtudes del laicismo que es una especie de nota con motivo de la traducción al italiano del libro de Henri Pena-Ruiz Qu'est-ce que la laicité? hace una interesantísima síntesis de las objeciones de los laicistas al punto de vista de los Papas sobre la libertad de conciencia y los derechos de los individuos. Tras coincidir con Gaetano Salvemini en su sólido dictamen de que "una democracia que anula la igualdad de derechos y deberes entre los ciudadanos y reconoce jurídicamente a una parte de ellos el deber de obedecer a una autoridad extraña (se refiere a los casos de Concordatos entre los Estados y el Vaticano) y el privilegio de ser representados y estar protegidos por una autoridad extraña, ya no es democracia" (p. 109) que suscribo de la cruz a la fecha, aborda el problema en su línea filosófica más clara. El Papa Ratzinger se hace lenguas del respeto a la libertad de conciencia y el valor fundamental de los derechoas del individuo. Sigue en ello la doctrina de Juan Pablo II que también exalta la libertad, aunque la vincula "a la aceptación de la verdad". En Centesimus annus, Juan Pablo II decía que "la obediencia a la verdad sobre Dios y sobre el hombre es la condición previa a la libertad" (p. 114). Celebraba así el Papa polaco, maestro del actual, el centenario del Papa León XIII quien en su encíclica Libertas praestantissimum decía que: "la cosas verdaderas y honestas tienen derecho (...) Los errores, peste de la mente, los vicios, contagio de los corazones y de las costumbres, es justo que sean reprimidos diligentemente por la autoridad pública para impedir que se extiendan como daño común" (p. 116). ¿Se ve cuánta razón tenía el gran Salvemini? Un Estado que tiene un Concordato con quien cree que los que no comulguen con sus ideas y se aferren a la "peste de la mente" deben ser reprimidos jurídicamente por la "autoridad pública" no es una democracia porque o incumple este mandato o persigue a los ciudadanos cuyas creencias no coincidan con las de los católicos.

dimecres, 25 de juny del 2008

Filosofía y globalización.

La globalización es un tema de suma actualidad que habitualmente se trata desde una perspectiva económica, política, jurídica, comunicacional o sociológica y mucho menos frecuentemente desde una filosófica. Por eso tiene interés el volumen que se comenta aquí (Ignacio Ayestarán, Xabier Insausti y Rafael Águila (Eds.) (2008) Filosofía en un mundo global, Anthropos, Barcelona) porque aborda el citado fenómeno desde una perspectiva poco empleada en este menester. La tarea corre a cargo de un nutrido grupo de profesores de filosofía de la Universidad del País Vasco, con algún escaso añadido de fuera. El trabajo es meritorio, aunque el resultado deje algo que desear. Bien sea porque los editores se han pronunciado por un tipo de consideración en el que se dé cabida a muchas voces (lo cual obliga a que las aportaciones sean, a veces, excesivamente breves, casi esquemáticas), bien porque muchos de los análisis que en la obra se hacen toman pie en investigaciones anteriores en otros campos del conocimiento no estrictamente filosófico. En todo caso no podré comentar todas las aportaciones y lo haré sólo con las que más me han interesado, sin demérito alguno para las demás.

En un prólogo que firman los tres editores se advierte que la globalización es un fenómeno de interés mundial (dos millones de entradas en Google para la búsqueda "globalización" + "filosofía" en inglés) y que, tras la caída del muro de Berlín, la gran oposición contemporánea era de los ricos contra los pobres, una oposición que va a peor por cuanto los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

La primera parte es una historia de fenómenos culturales de la globalización en la que se tratan sobre todo cuestiones relativas a la idea del progreso y el cosmopolitismo. Este cosmopolitismo estaba ya presente en el discurso panhelenista de los sofistas, según Javier Aguirre (Panhelenismo y cosmopolitismo en el pensamiento griego antiguo). Por otro lado, Xabier Palacios entiende que la globalización refleja la crisis de la mundialización de la filosofía de la historia, basada en las categorías de progreso y de historia-mundo (p. 41) y añade una muy perspicaz observación, en el sentido de que las restricciones a la libertad de circulación de las personas (que es un derecho fundamental) conviven con la paradoja de que, en cambio, dicho derecho fundamental se reconozca a las mercancías. Es una metáfora por cuanto las mercancías no son titulares de derechos, pero suficientemente significativa ya que ese derecho de circulación irrestricta de mercancías afecta a quienes las producen en tanto que productores, pero no como seres humanos sin más. En un interesante ensayo (La idea del progreso y el problema del mal), Luis Garagalza coincide en que la globalización implica el vaciamiento de la idea de progreso (del siglo XIX) y su mercantilización en la que el ser humano queda reducido a una especie de autómata que se rige por un estricto cálculo de costes-beneficios. Echa mano de las ideas de Jean-Pierre Dupuy para poner de manifiesto que el fenómeno del mal rompe el paradigma del hombre como egoísta racional.

El segundo bloque versa sobre Mass Media, tecnologías audiovisuales y cibercultura en la era de la tecnología digital. Título desmesurado. Extraigo una referencia de Xavier Puig Peñalosa a la venerable idea de que nuestra sociedad es una "sociedad del espectáculo" en la que la imagen es la protagonista con independencia de su mensaje (p. 61) y un muy interesante y original ensayo de Gotzon Arrizabalaga sobre Música en la era digital en el que dictamina "que ya es prácticamente imposible diferenciar un sonido producido originalmente de forma analógica de su reproducción digital." Sostiene el autor que este hecho es poco interesante (p. 72). Entiendo que según a qué respecto. Para una consideración de la calidad de la audición musical es básico. Andoni Alonso (Globalización, tecnociencia y cibercultura) parte de la clasificación tricotómica de globalizaciones de Peter Sloterdijk para quien ha habido tres de aquellas en el mundo: la metafísica de los griegos, la de los descubrimientos geográficos del siglo XVI y la de hoy en que nos hemos quedado solos en la tierra (79). Y, añado, quizá también en el universo. Esta globalización de la cibercultura ha reavivado el mundo de las utopías con una carga tan innovadora que hay quien habla del "mundo posthumano" (p. 83), si bien lo más importante para el autor es el auge del multicultarlismo.

El tercer bloque versa sobre Racionalidad, conocimiento y condiciones epistémicas en la globalización. Julián Pacho (Conocimiento científico e interculturalidad. Función y límites de la ciencia en la era global) desgrana seis interesantes tesis sobre la ciencia, unas más provocativas que otras. Entiendo que todas quedan resumidas en cierto modo en la sexta que reza: "Los conocimientos científicos básicos no son objeto de la globalización en sí mismos. Actúan como agentes de la globalización por mediación de la tecnología, que es manipulable, pero no inteligible" (p. 98). Xabier Insausti encuentra la universalidad concreta en la oposición entre la universalidad absoluta y el repliegue a lo particular de forma que, dice, "el fenómeno de la antiglobalización es la verdadera cara de la globalización (p. 111). Liga esta "universalidad concreta" al concepto de "acontecimiento" en Alain Badiou cuya verdad se corrompe cuando irrumpe el Mal que puede adoptar tres formas diferentes: la traición, el simulacro y la totalización dogmática de la verdad (p. 113). María Jesús Maidagán Romeo (Universalidad de la razón poética versus globalización) parte de la contraposición entre el lenguaje común de los seres humanos (lo que los hace humanos), empobrecido por la globalización y el lenguaje poético como aparece especificado en la Poética de Aristóteles, el único que puede romper ese empobrecimiento porque "toda la verdadera humanización viene de la exploración de lo nuevo" (p. 120). José Ignacio Galparsoro, en un ensayo sobre Derrida: la universidad en el horizonte de la globalización, muy bien articulado y expuesto, concluye que sólo consiguiendo que el saber rebase su horizonte connotativo para llegarse a lo performativo podrá defenderse del poder que todo lo pone a su servicio. Tal sería la tarea de la universidad para salvar a la razón del predominio de la razón instrumental o tecnocientífica (p. 128).

El cuarto bloque habla de Sostenibilidad, ecología y gobernanza en la sociedad del conocimiento global, arrimando más la reflexión al ámbito político. En un trabajo fuertemente normativo (Filosofía y globalización: ¿puede la filosofía contribuir a un desarrollo del proceso de globalización ético y socialmente sostenible?) Nicanor Ursua dictamina que el debate sobre la globalización debe centrarse en la democracia y la justicia social, una globalización más ética y social en la que se hace imprescindible la intervención del Estado (p. 141). Dado que no es ésta la marcha de las cosas, Ursua recurre al argumento de autoridad de Stiglitz (para otros un redomado optimista) y una determinación todavía más normativa cual es la propuesta del Grupo de Lisboa (1993) acerca de los "cuatro contratos" que han de firmarse globalmente: 1) contrato para cubrir las necesidades básicas; 2) contrato cultural; 3) contrato democrático; 4) contrato con la tierra (144). No obstante el dar forma de articulado a los buenos propósitos no los hace menos dependientes del siempre etéreo campo del deber ser. José Ramón Arana (Hacia una metafísica ecológica) arremete contra la hermenéutica de Gadamer, acusándola de voluntarismo y fiasco (p. 147). Gadamer queda arrumbado junto a los analíticos entre aquellos que niegan la existencia de la realidad o afirman que sólo cabe hablar de nuestro hablar sobre ella y frente a ellos aparecen los "ecologistas", que van de consuno con el hombre ordinario, o sea todos aquellos que piensan que la realidad existe y no es un mero lenguaje. La ecología estudia las relaciones entre el ser vivo y su medio ambiente que aparecen determinadas por tres categorías: la habitabilidad, el lenguaje y la interacción (p. 149) gracias a las cuales entendemos bastante bien al ser vivo y su diversidad (p. 154). Ignacio Ayestarán (Sostenibilidad, crisis ambiental y responsabilidad social de las empresas en la sociedad del conocimiento y del riesgo global) toma ejemplo en dos conocidas anécdotas de Tales de Mileto para distinguir la crematística de la oikonomía, avanza a la idea del impacto del hombre sobre la naturaleza hoy día, lo que permite hablar de que el Holoceno se ha convertido en el Antropoceno (p. 160) y desciende al terreno práctico proponiendo un programa de sostenibilidad desde el paradigma de la complejidad con seis premisas muy dignas de consideración: a) espacio; b) tiempo; c) globontología; d) acción; e) conocimeinto y f) participación (pp. 163/164).

El bloque quinto y último es el más político de todos, Derechos, utopías y políticas para un mundo global. Esteban Antxustegi Igartua (Los derechos sociales y la solidaridad) baraja tres posibilidades en la relación derechos de ciudadanía/derechos humanos, esto es: 1) sólo hay derechos de ciudadanía; 2) los derechos de ciudadanía se conciben sobre una base universalista; c) la mezcla de ambas: derechos de ciudadanía con presupuestos universalistas, que es la posición de David Held que él suscribe (p. 175) en la medida en que se articula como resultado de una asociación de Estados democráticos con un marco normativo común (p. 179). Belén Altuna (Posibilidades utópicas en la era de la globalización) pasa revista a la concepción de Habermas/Apel de una comunidad ideal de comunicación que ambos filósofos consideran una "utopía no mitificada" en la medida en que a) responda a una dialéctica abierta; b) sea fiel a su intención ética; c) tenga una doble dimensión crítica y de propuesta; d) sea una utopía antropológica (p. 185). Altuna admite que se trata de una "utopía de mínimos", entendiendo con ello "una radicalización de la democracia, un desarrollo del derecho cosmopolita más allá del derecho internacional, y una concepción de la justicia que se entrelaza con la solidaridad" (p. 186) ¿De mínimos? De muy máximos me parece. Francisco Javier Caballero Harriet (El "sueño europeo": el optimismo infundado de Rifkin) critica con fundamento a Rifkin en su ingenua admiración por el proceso de unión europea y trae a colación el "plan Marshall", llamado en su época de "reconstrucción europea". Ese plan se concibió como base de restablecimiento del capitalismo europeo y, entre otras provisiones políticas anejas, imponía la condición de que los Estados que se beneficiaran de él deberían prescindir de comunistas en sus gobiernos (por entonces los había en Francia, Bélgica, Italia y Finlandia). Con tino también sitúa el punto de inflexión del "sueño europeo" en la crisis del petróleo de 1973, pero igual pudiera situarlo en la decisión unilateral estadounidense de 1971 de poner fin al cambio fijo del dólar y acabar con el sistema de Bretton Woods. Coincido con el autor (que, a su vez lo hace con Bernard Cassen) en cuanto a que el objetivo del neoliberalismo sea crear un nuevo orden mundial feudal (p. 200).

En resumen, un libro de no fácil lectura pero muy interesante y sugestivo en la mayoría de los ensayos que prueban que aún queda un largo camino por recorrer en lo que la filosofía puede aportar a una comprensión de la globalización, el fenómeno más característico del tiempo que nos ha tocado vivir.

(La segunda imagen es una foto de Duke roul, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 3 de juny del 2008

Crisis alimentaria mundial.

A raíz de cumbre de la FAO de hoy, los de Avaaz nos piden que firmemos una carta dirigida al secretario general de la ONU, señor Ban Ki Moon, para que hagan algo a fin de evitar la crisis mundial alimentaria y las hambrunas que se avecinan. Quien quiera firmar y correr la voz, que pinche aquí.

(La imagen es una foto de mermadon 1967, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 11 d’agost del 2007

Psicología del pánico.

El terremoto de las bolsas tiene una pinta fatal. No haya cuidado que no he de ponerme a contar los miles de millones de euros, dólares, yenes, libras, dólares canadienses y dólares australianos que los respectivos bancos centrales están bombeando a disposición de la banca privada. Tampoco me dedicaré a contar cuántos y cuáles fondos de inversión, fondos hedge, empresas de créditos inmobiliarios están suspendidas, quebradas o con el agua al cuello. Ni a salmodiar la cadena de cotizaciones a la baja en todos los mercados y pérdida de valor de los "selectivos" esto o lo otro. Son ganas de perder el tiempo porque el asunto es bien claro y el alud de noticias y la febril actividad de unos u otros actores (el presidente de los EEUU, el Banco Central europeo, el japonés, etc) únicamente obedece al propósito (no deliberado, ni siquiera querido) de crear un pánico. Lo esencial de un pánico es que el fin catastrófico está previsto y se haga lo que se haga para evitarlo, sólo se consigue acelerarlo. Si los bancos centrales intervienen porque intervienen, si no intervienen porque no intervienen. Un pánico es un cuerpo que se nutre de sí mismo y ha de reventar.

No conozco ejemplo más claro de la globalización que las crisis bursátiles. Ya se vivió una a comienzos de los noventa en la que lo característico era que las bolsas actuaban en comunicación permanente sobre las 24 horas: Nueva York-Frankfurt-Tokio. Cuando la una está cerrando, la otra está abriendo, la circulación de noticias no tiene pausa y las reacciones se aceleran. Lo que en Tokio es un temor, en Frankfurt pasa a alta probabilidad y en Nueva York es ya un desastre. Globalización.

Y capitalismo, claro es. El capitalismo es un juego de suma cero: siempre habrá unos que pierdan y otros que ganen. Según los especialistas, lo fastidioso de esta crisis y lo que corre el riesgo de convertirla en un pánico (los famosos run on banks de fines del XIX y primeros del XX) es que nadie sabe todavía quiénes serán los perdedores y en qué cuantía. Y no se sabe porque las operaciones de créditos hipotecarios "basura", esto es, de alto riesgo de impago no son trasparentes y se amalgaman, además, en paquetes de inversión con otros productos, con lo que se han diseminado por Occidente y Japón como si fueran bombas de racimo y no se sabe quién está pringado. Es un comportamiento muy característico del capitalismo: se abre un hueco legal y la posibilidad de hacer fabulosos negocios burlando algunas normas o usos vigentes, como los controles de auditoria de los préstamos, el equilibrio entre las disponibilidades y la masa prestada, la liquidez, etc y durante una época se hacen esos fabulosos negocios, hasta que el terreno se satura y empieza a ser negocio exigir trasparencia en un mercado opaco, caiga quien caiga. Una crisis.

De momento, manda narices la operación de salvamento que han hecho los bancos centrales, todos a una Fuenteovejuna, a ahogar el problema en dinero. ¿Y si el problema es como el Maelstrom, que todo lo engulle insaciable? Pues allá va el sistema financiero en mitad de un crash de campeonato. Pánico, ¿no? Obsérvese en el gráfico de la encuesta on line del The Guardian de ayer por la mañana: el 54% de los británicos cree que la crisis se convertirá en un crash.

Y es curioso que el sector público salga en defensa de actores privados que han hecho inversiones de alto riesgo en expectativa de más altos beneficios. En principio, lo mismo que hicieron los de Afinsa que pretenden que el Estado les reintegre sus inversiones en una reclamación con la que no todos tenemos porqué estar de acuerdo. Nada, nada, los señores bancos que jugaron al rápido beneficio con alto riesgo que pechen con las consecuencias.

La cuestión es: ¿y quién en concreto va a pechar? En primer lugar, los titulares de créditos hipotecarios que ya no pueden pagar la hipoteca por la subida constante de los tipos de interés y que están en el origen del problema. Pero, además, todavía se verán más acorralados puesto que esos libramientos de capitales en el mercado empujan al alza los tipos de interés. ¿Y qué me dicen de los titulares de fondos de pensiones? ¿Cuántos fondos de pensiones invirtieron en estos fondos de riesgo, en qué cantidad y quiénes van a pagar los platos rotos? Espero que al Estado español que hace poco metió en bolsa unos millones de la Seguridad Social no se le haya ocurrido invertir en estos fondos de créditos "basura".

Ignoro si, al abrir las bolsas el lunes, que será la de Tokio, seguirá el seísmo o no. Según reza un dicho, a los agentes de la bolsa neoyorkina no les gusta irse de finde en una situación de volatilidad e incertidumbre. Es mucho tiempo un finde. Pero esta vez no les ha quedado más remedio porque es su plaza la que desató la tormenta. El Dow Jones se ha quedado en ligeras pérdidas. A ver qué pasa. A ver si cuela que hay estabilidad. Desde luego, que lo diga el señor Bush no ayuda nada a hacer creíble la afirmación. A todo esto, los chinos dicen que quieren poner en venta un bocado de títulos de la deuda pública de los EEUU. Los chinos son, tras los japoneses, los mayores titulares de valores estadounidenses. El Imperio es una potencia militar. Pero la potencia militar es muy cara. Para mantenerla y mantener también el nivel de vida de los estadounidenses hace falta endeudarse mucho y el endeudado nunca está seguro. Que se lo digan a los de los préstamos hipotecarios.

Por lo demás, parece que la crisis del mercado hipotecario tiene dos manifestaciones en macabra coincidencia: los precios de las casas se están hundiendo, mientras que los tipos de interés del dinero siguen subiendo. Hoy, una hipoteca en los EEUU consiste en pagar cada vez más por menos. No quiero ni pensar en lo que pueda suceder aquí si nos llega la onda, como suele pasar, tarde o temprano, con todo lo yanqui: si los precios de la vivienda se hunden y la construcción pincha, el paro se disparará y no creo que España tenga la capacidad de los EEUU para absorber en otros sectores productivos a los desplazados del ladrillo.

En definitiva, sí sabemos quiénes van a ser los perdedores: los hipotecados, los pensionistas con planes privados y los trabajadores de la construcción, incluidos, claro está, los que trabajan en actividades relacionadas con las construcción.

(Este post tiene continuidad en otro que he publicado en La otra chilanga con el título de Misterios del capitalismo)

dimarts, 5 de juny del 2007

Recordatorio.

Me permito recordar que para pasado mañana, día siete de junio, hay convocada una jornada de protesta contra la reunión del G8 prevista para los días seis a ocho del mismo mes en Heiligendam, Alemania. La protesta consiste en hacer huelga tanto de trabajo como de consumo.

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diumenge, 3 de juny del 2007

La partera de la historia.

¿Qué sucede con el movimiento antiglobalización o alterglobalización? Ayer, los grupos contrarios a la globalización prácticamente arrasaron la ciudad de Rostock, como preparación a la reunión del G8 en Heiligendamm. Fue una batalla campal que duró horas, con lanzamiento de objetos, cócteles molotov, vehículos incendiados, barricadas, unos 150 policías heridos y una cantidad indeterminada de heridos y detenidos entre los manifestantes. Se reproducen los hechos de Seattle y Génova. De nuevo hay un debate sobre quién empezó, si los manifestantes al agredir sin motivo a un coche de la policía o si los policías al hostigar a los manifestantes y usar los helicópteros para atronar e impedir que se escucharan los discursos de la protesta. Pero eso es ya irrelevante a la vista de la facilidad con que estas concentraciones derivan en violencia generalizada. Cuando se habla de provocación es fácil olvidar que toda provocación involucra a un provocador y un provocado y el umbral a partir del cual la provocación se materializa en violencia es muy variable.

Suele atribuirse a Marx o a Engels o a los dos a la vez la expresión de que "la violencia es la partera de la historia". Suena a propio de ambos, si bien confieso que no recuerdo haberme tropezado la expresión en los textos que he leído de ambos, ni siquiera en el Manifiesto del Partido Comunista, aunque admito que pueda habérseme pasado. En todo caso desde luego suena muy marxista a la par que marxiana y leninista y estalinista y guevarista y propia de cualquier movimiento revolucionario que trate de subvertir el orden constituido por la vía de la acción rápida. Lo incómodo de ese enunciado es que se desdobla porque, partiendo de un juicio sobre cosas pasadas, se formula como un una especie de desideratum o de concepción normativa: como siempre ha sido así, así debe seguir siendo.

Al mismo tiempo, el discurso público generalizado sobre la violencia es explícitamente condenatorio. Nadie la quiere. Entre los alterglobalizadores muy especialmente. Digamos que uno de los lazos que unen a dos mujeres por otro lado tan distintas y hasta opuestas como Susan George y Ayn Rand es una condena explícita y sin paliativos del uso de la violencia. Nada da derecho a desencadenar la violencia. ¿Por qué, sin embargo, parece acompañar siempre las manifestaciones altergloblizadoras?

En primer lugar porque bastantes de los grupos de este amplio y difuso movimiento mantienen la creencia revolucionaria en la función mayéutica de la violencia. Probablemente algo así es inadmisible, debe condenarse y, en la medida de lo posible, impedirse. Pero, al mismo tiempo, ¿cómo olvidar que aquellos contra quienes se dirige esta violencia, los representantes del G8 y el mismo G8 y que, por supuesto, la condenan expresamente, a su vez recurren a ella cuando lo estiman oportuno a su libre albedrío? ¿Qué están haciendo los estadounidenses y los británicos en el Irak sino recurrir de modo sistemático a la violencia? Desde luego, aunque un clavo saque a otro clavo, sabemos que un crimen no justifica otro y, por tanto, no cabe escudarse en la violencia que se ejerce en el Irak y en tantas otras partes (Palestina y muchos otros lugares en todos los continentes) para exonerar a los responsables de la violencia de ayer. Pero, ¿cómo impedir que la hipocresía de que sean los señores de la guerra los que hablen de la paz subleve a la gente, sobre todo a la gente joven, que tiene la sangre más caliente?

El recurso a la represión no sirve para nada, como se ve con claridad en los territorios ocupados desde 1967. Israel impone siempre como condición para negociar algo el cese definitivo de la violencia, pero la violencia renace una y otra vez porque las negociaciones no impiden la aniquilación del pueblo palestino. Sin duda, la violencia tampoco, pero es preciso entender que haya gente que entre morir sin más y morir matando prefieran lo segundo. Yo también.

En consecuencia hay que conseguir que la "negociación", esto es, en sentido general, el tratamiento pacífico de los problemas tenga mayores visos de eficacia y sea más trasparente. Al fin y al cabo, ¿qué es el G8? Una especie de dicasterio de hecho, ilegal, en el que unos representantes se autoerigen en gobernantes mundiales y toman (o dicen que toman) decisiones que afectan al planeta entero sin ningún tipo de legitimidad, sin ostentar la representación de nadie para esos objetivos y en manifiesto detrimento del sistema mundial de organizaciones multilaterales, empezando por la ONU. El G8 tiene que cambiar, institucionalizarse, hacerse democrático y participativo, un foro en el que se escuchen las voces de todos y no solo las de los más ricos. Eso o desaparecer, pues tampoco parece que esta entidad sea necesaria existiendo el sistema de las Naciones Unidas.

Como no todos podemos ir un par de días a un balneario del norte de Alemania a manifestarnos (pacíficamente, desde luego) en contra del "geochismo", me sumo a la iniciativa que ayer me dejó un lector para convertir el próximo siete de junio en una jornada de lucha a base de hacer huelga laboral y consumista. Si no sale al hacer un click sobre la imagen, háganse dos.

En especial me resulta convincente lo de la huelga de consumo. No sé cuánta gente la seguiremos porque restringir esa tendencia tan humana es más difícil de lo que parece. Está claro que la gente entiende la huelga laboral porque trabajar no es cosa que guste a todos; pero el consumo sí que es una actividad voluntaria y preferente. Por eso tiene más valor abstenerse de ella.

dijous, 26 d’abril del 2007

Susan George.

El doctorado estuvo muy bien. Susan George y Ulrich Beck pronunciaron sendas lecciones magistrales de gran altura y el acto estuvo muy lucido. Traigo la foto de la laudatio a George porque la hice acompañada con presentación en powerpoint, que siempre ayuda a clarificar un texto. Vinieron algunxs dignxs miembros de Attac-España, entre ellos Mariano Aguirre, que se mostraron muy contentos del reconocimiento universitario a la tarea que realiza su organización. La verdad es que esta organización (asociación para el gravamen de las transacciones financieras con el fines de ayuda humanitaria) tiene una finalidad social que cuando se le explica a la gente no conozco a nadie que le ponga objeción alguna... salvo lxs llamadxs realistas políticxs, esxs que dicen que dicho objetivo no se conseguirá nunca porque nadie se atreverá a someter al capitalismo mundial a norma alguna. Pero, claro, tal cosa no es un argumento en contra de la pretensión de Attac, cuyo fundamento moral es indiscutible, sino en contra del capitalismo internacional.

Me quedó una pequeña insatisfacción: el coro y orquesta de la UNED interpretó el Aleluya del Mesías de Händel con tanto espíritu y de un modo tan magistral que debimos haber roto en aplausos, en lugar de mantener el decoroso silencio que mantuvimos.

dimecres, 25 d’abril del 2007

Susan George.

Hoy hay día de gala en la UNED, que inviste doctores honoris causa a dos lumbreras de la ciencia política y la sociología europeas, a Ulrich Beck y Susan George. El padrino de Beck es José Félix Tezanos, buen amigo mío, y el Susan George, este servidor de Vds. Supongo que el acto estará muy bien y será muy lucido. Si pillo alguna foto interesante, la colgaré aquí mañana, aunque cuando se está en el proscenio, no suelen hacerse buenas fotos; para ser más exacto, no pueden hacerse fotos, buenas ni malas.

Los merecimientos de ambxs para ser acreedorxs a tan alta distinción son de sobra conocidos. Ulrich Beck saltó a la fama mundial con su libro sobre La sociedad del riesgo, que ha hecho adelantar considerablemente el conocimiento científico de nuestras sociedades abiertas y susceptibles de encontrarse con peligros que amenazan a su subsistencia producidos por una concatenación de factores de la que los seres humanos somos responsables pero que no podemos controlar.

Susan George es uno de los rostros más conocidos de la alterglobalización. Fue cofundadora de Attac, de la que ha sido vicepresidenta hasta hace poco y es autora de uno de los libros más originales, documentados, rigurosos a la par que divertidos de los últimos años, El informe Lugano que en España se publicó con un prólogo de Manuel Vázquez Montalbán; un metarrelato que simula ser un informe de un grupo de expertos o una organización capitalista internacional (una especie de trilateral) que quiere saber qué sea necesario hacer para conservar el capitalismo en el siglo XXI. Esto es, una prueba de que el análisis científico no está reñido con la ironía.

Por supuesto, estos apuntes no son más que la punta del iceberg de la ingente obra de investigación desarrollada por ambxs, cada cual en su campo. Como no voy a colocar aquí el rollo, he subido mi laudatio a Google doc, donde la encontrará quien se interese por ella pinchando en Laudatio de Susan George