El último número de la Revista Española de Investigaciones Sociológicas (octubre-diciembre de 2008, CIS, Madrid, 2008, 282 págs.) trae una serie de trabajos sobre aspectos muy diversos de nuestra sociedad y tratados a mi entender con distinto nivel de rigor conceptual.
El ensayo de Manuel Arias Maldonado (La globalización de los movimientos sociales y el orden liberal. Acción política, resistencia cívica, democracia) es un muy interesante intento de comprender y explicar la creciente actividad transnacional de la acción colectiva a partir del hecho de que en buena medida los movimientos sociales globales son movimientos antiglobalización (p. 14). Este movimiento antiglobalización es fluido, diverso y difícil de entender con los parámetros clásicos de análisis de los movimientos sociales (p.22). Establece el autor una conveniente distinción terminológica entre las formas de los movimientos sociales: a) movimientos sociales transnacionales; b) movilización colectiva global; y c) movimiento social global, un movimiento social emergente que se nutre de la resistencia a la globalización. No estoy muy seguro de que la distinción entre b) y c) sea verdaderamente útil. Entra después Arias en la conexión entre los movimientos antiglobalización y la democracia representativa con el intento de aquellos de superar las instituciones de esta democracia (p. 29). En el límite el sujeto de la acción es la multitud que las instituciones liberales no pueden asimilar y que suscita la acción cívica global (p. 31). Este activismo cívico posee un factor sentimental muy fuerte que lo convierte en un estilo de vida (p. 34) Pero, señala el autor, corre el peligro de la asimilación mercantil de la cruzada antiglobal y lo ejemplifica con la paradoja del concepto situacionista de la sociedad del espectáculo de Debord al que se rechaza con los mismos instrumentos que denuncia (p. 36). No acabo de entender por qué ha de ser paradójico que al concepto debordiano le suceda lo que él dice que les sucede a los demás. Concluye Arias que la globalización de los movimientos sociales ha reforzado el proceso de su paulatina integración en el sistema político liberal (p. 39) lo que, aparte de oscurecer la distinción conceptual de que partía ya que no parece que movimientos sociales y movimientos antiglobalización sean cosas categóricamente distintas sino distintos momentos de la misma cosa, no dice nada que sea habitual en la dinámica social y deja sin explicar por qué la "integración en el sistema político liberal" haya de ser contraproducente ni siquiera.
José Ángel Bergua Amores (Diseñadores y tribus. Una aproximación sociológica a la creatividad en el ámbito de la moda) es un original ensayo de investigación cualitativa a base de entrevistas en profundidad hechas a diseñadores de la provincia de zaragoza y tribus del mismo lugar para tratar de averiguar algo desde un punto de vista sociológico sobre el proceso creativo de la moda. Apoyándose en Maffesoli, atribuye a las tribus los rasgos de querer vivir el presente, el fomento de la "religancia", la consideración de la vida colectiva como un teatro y la coparticipación estética de los sujetos (pp. 48/49) Los datos del universo de diseñadores que toma en cuenta para la muestra fueron la edad, el género, la situación profesional y la provincia así como el ámbito concreto de la actividad (p. 55). En las entrevistas en profundidad separa la faceta exotérica de la esotérica del acto creativo (p. 56). Todo lo cual le permite enumerar una serie de curiosas consideraciones que presenta como una "salida" o "exoducción" para alcanzar una mejor conocimiento de la creatividad. Son éstas: 1) la alta costura empezó en los ambientes aristocráticos y se ha ido popularizando hasta buscar inspiración en los ambientes "pobres"; 2) los jóvenes presentan dos tipos de diferencias: la differance de Derrida y la fragmentación; 3) los creadores tienen que montar espectáculos y escenificar para mostrar sus creaciones; 4) en las sociedades contemporáneas prevalece una heterogeneidad débil después de que la postmodernidad haya rescatado el concepto de multitud como más originario que el constructo de "Pueblo" y en el que se integran de preferencia los jóvenes; 5) cuando reaparece la creatividad estética espontánea de la gente se manifiestan los coolhunters y los diseñadores que cultivan el coolhunting con una función similar a la que tendría el Pueblo frente a la multitud; 6) la comprensión de la creatividad de los diseñadores puede hacerse por medio de metáforas que luego van complicándose, la de las tribus están mucho más alejadas de la imaginación sociológica, razón por la cual el diálogo entre élites o expertos es siempre más sencilla que con las gentes; 7) al juntar las reflexividades de los diseñadores, las tribus y la sociología se ve que los primeros (diseñadores y tribus) tienen un saber hacer, pero no un conocimiento teórico de lo que hacen; ese es el que aporta la sociología que, en cambio, debe reconocer que no tiene conocimiento del saber hacer. Todas esos apartados de la "exoducción" dan que pensar si el fenómeno de la moda no es intrínsecante fragmentario, contingente, tornadizo para la elaboración de una teoría cualquiera, cosa que ha quedado clara, entiendo, casi desde los comienzos de la sociología y, a mayor insistencia, si existe una posibilidad de aproximación teórica al proceso creativo que, no siendo una especie de determinación de su contexto material y empirico, tendría que aventurarse en algo parecido a una lógica de la invención.
Luis Camarero y Rosario Sampedro (¿por qué se van las mujeres? El continuum de movilidad como hipótesis explicativa de la masculinización rural) abordan el fenómeno de la masculinización rural poniendo a prueba la hipótesis explicativa tradicional de la huida ilustrada según la cual, la marcha del campo viene movida por mayor nivel formativo (p. 77). La metodología que emplean es un estudio generacional de cohortes originales con seguimiento de los nacidos en áreas rurales de ciertas regiones para determinar cuál es su lugar de residencia y trabajo. Se centran en Castilla y León y emplean la Comunidad Valenciana como elemento de comparación y contraste. Los datos proceden del censo de población de 2001 del INE y las cohortes son los nacidos entre 1952-56 y entre 1967-71. Las mujeres de la cohorte 1952-56 es la llamada "generación ausente", pues quedan menos de la quinta parte en las áreas rurales. Si se atiende a los niveles formativos que, por primera vez, eran similares en los dos sexos, se da que a mayor formación, mayor emigración pero sin que haya diferencias apreciables entre hombres y mujeres. Esa diferencia se da, en cambio en los niveles formativos inferiores (p. 88). Para los nacidos entre 1967 y 1871, hay ya más diferencias en el nivel formativo de varones y mujeres pues aparece una clara sobreformación femenina. El resultado es que crece la sobreemigración femenina y aumenta la masculinización rural (p. 91) Como resultado final: se mantiene la masculinización rural en los colectivos con menor nivel educativo. El nivel de estudios sigue teniendo relación con el continuum de movilidad pero diferenciada por sexos. En los varones los altos estudios significan menor práctica del commuter (frente a la emigración) que en las mujeres (p. 99). No hay pues indicios de que remita la masculinización rural (p. 101).
David Luque Balbona (Un análisis regional de la actividad huelguística en España) advierte que los distintos métodos de cálculo de huelgas (si por horas o jornadas) pueden dificultar las comparaciones. Los indicadores en el estudio comparativo de huelgas son: número de huelgas, número de participantes y número de jornadas no trabajadas (p. 113). La fuente de datos es la Estadística de Huelgas y Cierres Patronales (EHCP) del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Hay un acuerdo más o menos general en el sentido de que en los EEUU la incidencia de las huelgas es procíclica (mayor actividad huelguística con ciclo alto; menor con ciclo bajo y con mayor paro). En Europa no hay una pauta clara (p. 115). En España, gran parte de las huelgas de los decenios de 1980 y 1990 estuvo ligada a las reconversiones minera, naval y siderúrgica. En el periodo de 1986 a 2006 hubo 19.459 huelgas lo que da una media de unas 900 huelgas al año, si bien es cierto que en la segunda mitad del decenio de 1990 estos números descienden sensiblemente (p. 118). Las causas parecen ser: a) cambio estructural de la economía española; b) buena marcha de la economía desde la mitad de los noventa; c) crecimiento de la cantidad de trabajadores por cuenta propia y contratados con contrato temporal; d) el aumento de las presiones competitivas a causa de la globalización (p. 121). A su vez el análisis por Comunidades Autónomas (CCAA) permite al autor establecer tres grupos: a) huelgas frecuentes y de pequeña magnitud (Asturias, Castilla-La Mancha, Cantabria, País Vasco, Navarra y La Rioja); b) huelgas poco frecuentes y de gran magnitud ( Murcia, Andalucía, Madrid, Cataluña, Extremadura y Comunidad Valenciana); y c) huelgas poco frecuentes y de pequeña magnitud (Galicia, Aragón, Canarias, Castilla y León y Baleares) (p. 124). Al disponer de series temporales y secciones cruzadas por CCAA acude a regresiones de efectos fijos con datos de panel en las que las variables dependientes son las huelgas (por cada 100.000 asalariados), la magnitud (cantidad de huelguistas por huelga) y el volumen (jornadas no trabajadas por cada 1.000 asalariados) mientras que las variables independientes son la distribución sectorial del empleo, la tasa de paro, la de temporalidad, el porcentaje de trabajadores con convenio y una variable binaria según que las CCAA tengan o no sistemas de solución extrajudicial de conflictos laborales (p. 125). Añade dos variables adicionales: una la existencia de pactos regionales de empleo y la otra el porcentaje de votos de los partidos de izquierda en las elecciones autonómicas (p. 125). Todo lo cual permite alcanzar las conclusiones siguientes: la mala situación del mercado de trabajo da lugar a menos huelgas (procíclico); la participación de los agentes sociales en el proceso de formación de políticas tiene un efecto positivo sobre la reducción de las huelgas; con los gobiernos de izquierdas los sindicatos ganan peso y las huelgas disminuyen (p.128).
Miguel A. V. Ferreira (Una aproximación sociológica a la discapacidad desde el modelo social; apuntes caracteriológicos) adopta una actitud sociológica que interpreta la discapacidad como resultado de las "estructuras opresoras de un contexto social poco sensible a las auténticas necesidades de las personas con discapacidad" (p. 143), esto es, da por supuesto que hay una especie de construcción social de la discapacidad y que si no se hace según unos postulados que le parecen más acertados se hace según otros que lo son menos. La nueva Clasificacón Internacional de la Funcionalidad (CIF) propone un esquema bio-psico-social para abordar la discapacidad como una condición multidimensional de la persona que supera la clasificación anterior pero que, a juicio del autor, todavía tiene lagunas (p. 146). Aún no se tiene bien en cuenta la dimensión social de la discapacidad y no se ha acometido como se debe el hecho de que la definición de "normalidad" también es un constructo social (p. 147). Propone Ferreira en consecuencia un proceso de deconstrucción analítica de la discapacidad que ya se ha iniciado desde perspectivas marxistas y feministas (p. 152). Se aislan así tres vértices de la construcción social de la discapacidad: 1) la existencia cotidiana del discapacitado está dominada por una singularidad; 2) esa singularidad lo homogeneiza con los demás, abstrayendo su singularidad; 3) la homogeneización implica su inclusión en la estructura jerárquica de la sociedad (p. 153). En consecuencia, la identidad social de la persona con discapacidad está impuesta desde fuera, desde un entorno no discapacitado, lo que implica heteronomía y, con frecuencia, exclusión (p. 159). Entiende el autor que las tareas pendientes en la sociología de la discapacidad son: a) toda medida orientada a la discapacidad debe hacerse en el marco de comprensión de las personas que la sufren (p. 164). Por lo tanto hay que emprender investigaciones concretas que den voz a los protagonistas del fenómeno (p. 166). Todo lo cual debe ser el fundamento para la elaboración de una Teoría Sociológica de la Discapacidad consistente epistemológicamente (p. 167), si bien no estoy muy seguro de si esta reclamación está correctamente planteada. Da la impresión de que ya existe una Teoría Sociológica (que el autor de pruebas de manejar con soltura) no específica de la discapacidad (que estaría por ver si es posible) sino perfectamente capaz de dar cuenta de ella que es la que tiene la raíz en la fenomenología de la construcción social de la realidad y en la obvia medida en que la discapacidad es parte de dicha realidad. Más bien parece que de lo que se trata es de aplicar con mayor ahínco esa teoría para obtener recomendaciones prácticas que permitan afrontar el problema de la discapacidad de acuerdo con unos valores que no se hacen explícitos pero que se dan por supuestos respecto a una concepción kantiana del valor de la vida humana; de toda vida humana.