Ayer el mundo era una fiesta. Hubo un estallido universal de júbilo ante la elección del señor Obama, de alegría general del público en todas partes y en todas las andaduras de la vida al ver que llegaba un negro a la presidencia de los Estados Unidos, de contento que se desbordó al abrirse expectativas por doquier respecto a que por fin haya un cambio en Gringolandia y, con él, en todo el mundo. Ayer la buena gente del planeta entero pensó que tal hecho tenía que tener significado a largo plazo y que sólo por haberse producido el mundo ya era un lugar un poquito mejor para vivir en él. Que lo sea y un mucho mejor dependerá de lo que suceda en los próximos cuatro, quizá ocho años y en que, entre otras cosas, el señor Obama llegue vivo al final de su extraordinaria aventura. Pero lo que ya nadie podrá borrar es, repito, el hecho radical de que un negro haya alcanzado la presidencia de los Estados Unidos. Un negro.
Pero, claro, nunca llueve a gusto de todos y, por debajo del jolgorio, de la sana alegría general podían escucharse tonos ominosos, reticentes, amenazadores incluso, procedentes de muy diversos cuarteles; muy diversos pero que todos tienen algo en común; en realidad tienen mucho más en común pero este rasgo es hoy por hoy el más decisivo: odian lo que la inmensa mayoría del planeta celebra, odian que un gringo negro sea presidente de los Estados Unidos. Lo disimulan más, lo disimulan menos, pero todos ellos hubieran preferido en el fondo de sus corazones que ganara McCain.
Y no me refiero a los seguidores del propio señor McCain o, cuando menos, no a todos ellos ya que en su inmensa mayoría, imagino, secundaron con orgullo a su dirigente cuando éste reconoció con nobleza y elegancia que Mr. Obama le había ganado limpia y claramente las elecciones y se alegró por él. Porque fue una victoria limpia, clara, contundente. Nada parecido a la victoria semitramposa del señor Bush en el año 2000. No, no son los seguidores de McCain que ahora aspiran a ganar las próximas elecciones de 2012. Son otras gentes. ¿Quienes? He indentificado los grupos siguientes:
* Los neocons. Esa manga de ultrarreaccionarios agresivos e intolerantes que darían con gusto la vuelta al reloj de la historia y lo pondrían donde, en el fondo, querría haberlo puesto su mentor espiritual, Leo Strauss, antes de la Revolución Francesa, en la Edad Media. Esa gente incapaz de entender el pluralismo democrático y de respetar a quienes no coinciden con sus extremísimos puntos de vista generalmente a favor del egoísmo, la falta de solidaridad, la justificación de las desigualdades y la ausencia de libertades. Esa gente que, si pudiera, aboliría el sufragio universal y, por supuesto, prohibiría que los negros votaran con que ya no digo nada qué harían si pudieran con los que no solo tienen la osadía de votar sino de presentarse a las elecciones a que los voten.
* Los racistas y supremacistas. Primos hermanos de los anteriores, nazis indisimulados, delincuentes que piensan que los negros son inferiores y si pudieran, los asesinarían y no solamente a los negros, sino a todos los que consideran, como su referente político y moral, Adolf Hitler, Untermenschen, "seres humanos inferiores"; bestias con una o dos ideas simplícisimas en sus escasas neuronas referentes al valor de la "raza" y, si acaso, los atributos de la masculinidad que solo manifiestan cuando van en pandilla.
* Los izquierdistas de pacotilla y salón que saben de sobra que, en el fondo, Mr. Obama y Mr. McCain son el mismo perro con distintos collares y que gracias a su profundo conocimiento de la leyes de la historia, también saben que, en el mejor de los casos, el pobre señor Obama sólo es un títere en manos de poderosos y ocultos intereses; esos izquierdistas que peroran y peroran sin parar pero jamás han hecho nada entre otras cosas porque no tienen a nadie que los siga, aunque ellos digan que hablan en nombre de las masas; esos izquierdistas de los que se puede decir lo que Adorno de Luckacs, que "son esclavos que confunden el ruido de sus cadenas con el sonido de la marcha de la historia".
* Los fundamentalistas religiosos. Los de toda laya y confesión, los cristianos o los musulmanes, esos enemigos del ser humano que piensan que el orden "natural" de las cosas (cuanto más injustas, mejor) es el querido por sus respectivos dioses y, en consecuencia, condenan que alguien pretenda cambiarlo y reaccionan ante todo intento de reforma como reza el lema que había en las armas de Roldán según don Quijote: "Nadie las mueva que estar no pueda con Roldán a prueba", pues están dispuestos a castigar como demasía todo intento de reformar ese orden "natural" de las cosas, castigar matando o, incluso, lo que es más incomprensible, haciéndose matar porque en su lamentable obnubilación, creen que tan estúpido acto tendrá un premio en el más allá.
* Los sionistas. Esos fanáticos y sectarios dispuestos a ponerlo todo, absolutamente todo, la vida humana (sobre todo la ajena), la moral, la felicidad de los pueblos, la paz y la concordia, todo, al servicio del proyecto exterminador del pueblo elegido contenido en la Biblia. Un conjunto de personas dispuestas a eliminar por la vía que sea preciso a todo aquello o todo aquel que consideran que se interpone en ese camino del pueblo elegido hacia su posesión única, exclusiva, de su tierra prometida, Palestina. Dispuestos a acabar con todo aquel que cuestione el sedicente derecho de Israel a exterminar a los otros pueblos que habitan en esa tierra prometida.
Decía al principio que todos estos tenían algo más en común que el odio a Obama (por descontado, muchos de ellos dicen que no lo odian, sino que hasta lo aprecian) y así es. No merece la pena perder ahora el tiempo relatando todas los elementos que tienen en común, pero si puede mencionarse uno que es bien evidente: todos ellos, en su fanatismo, tienen una incapacidad absoluta para reconocer en los acontecimientos su auténtica dimensión; ninguno de ellos es capaz de entender el significado profundo de los hechos cuando los tienen delante de las narices y casi todos ellos, sin embargo, predicen el futuro. Algunos dan asco, otros producen pánico pero todos dan pena cuando se creen superiores por el hecho de no entender nada de nada.
(La imagen es una foto de Laughing Squid, bajo licencia de Creative Commons).