dijous, 13 de novembre del 2008

Esto va en serio, colegas.

Lo de la crisis. Va en serio. No es broma. Esta madrugada las bolsas de Tokio y Hong Kong abrían con pérdidas del 5,1% y el 6,2% respectivamente, pues estaban haciéndose eco del batacazo que, a su vez, se había pegado el Dow Jones mientras Mr. Paulson, el ministro gringo de Hacienda, a quien ya huele el culo a pólvora, si se me permite, decía por enésima vez que Diego donde dijo digo que había dicho Diego. Ya nadie tiene ni zorrupia idea de por dónde puede tirar esto. Pero literalmente ni idea. La Economía ha dejado de ser una ciencia triste para convertirse en una ciencia lúgubre.

La cosa había empezado siendo una "crisis financiera", producida por un credit crunch (una especie de contracción espasmódica del crédito) resultado a su vez de la estafa del milenio a la que en típico understatement anglosajón se llamó "crisis de las subprimes". Costó cierto trabajillo entender por dónde había venido esta vez el fraude de los benditos mercados autorregulados, esos que cuando los dejan solos convierten la tierra en un paraíso terrenal en donde la riqueza mana como los alegres arroyuelos de la sierra y todos se alimentan de néctar y ambrosía. Pero poco a poco se consiguió. Aquí tienen Vds. la prueba en un vídeo de (buen) humor que he sacado de InSurGente y que es una explicación clara de la crisis muy sencilla de entender con epílogo para españoles.


Recuerda mucho (en un estilo diferente) otro en el que dos humoristas británicos también explicaban en clave de humor la crisis en su origen hipotecario y con el mecanismo de la estafa (que, por cierto, se parece mucho al toco mocho) bien explicado y bien al descubierto y que no subí a mi vez porque, cuando iba a hacerlo, ya la había subido todo el mundo y los blogueros odiamos los refritos.

El caso es sin embargo que esas explicaciones ya no explican nada. OK. De acuerdo. El capital financiero está hecho unos zorros, la economía "financiera" está hecha unos zorros. Pero es que también lo está la economía real. Si las bolsas españolas se contagian hoy del pesimismo de las asiáticas (y supongo que lo harán), el carrusel va a seguir cada vez peor. ¿Qué me dicen si, por ejemplo, resultara que el Santander no era tan bueno, fuerte y guapo como parecía? A lo mejor nos da un susto y el señor Rodríguez Zapatero se queda con el evangelio hispanorum en el gaznate. ¿Por qué no? ¿Qué diantres queríamos decir cuando observabamos que los banqueros no se fiaban entre ellos? Pues estrictamente eso. Y si los banqueros no se fían de los banqueros que son los que tienen que fiar, aquí ¿quién se fía de quién? No estamos muy lejos de situaciones de pánico y lo gordo es que no sabemos qué más hacer. Y cuando lo sabemos no parecemos dispuestos a ponerlo en práctica.

Véase el caso del parón inmobiliario en España. Los empresarios del ladrillo se han quedado con un millón de viviendas en el almacén que no colocan ni en broma... a los precios a que estaban acostumbrados. Lloriquean entonces que el "sector" está muy mal, que puede venirse abajo y que el Gobierno (los contribuyentes, vamos) les dé una ayudita. El Gobierno vacila, la señora ministra del ramo, doña Beatriz Corredor, busca como loca fórmulas para salvar a los empresarios del ladrillo sin que tengan que bajar los precios tratando bien de engañar a todo el mundo obligando a la gente a comprar los pisos vía subvenciones a las inmobiliarias, bien arrodillándose practicamente ante los consumidores para que vayan a comprar jurando que los precios han bajado cuando no es cierto. Y compradores potenciales hay. Ha bastado que el llamado "Pocero bueno" anunciara pisos de 90 metros cuadrados a 140.000 para que haya una cola de un kilómetro de compradores. ¿Qué quiere decir esto? Que si los empresarios bajaran los precios, el stock de viviendas se vendería porque hay mucha demanda. Para ello tendrían que rebajar sus márgenes, cosa no tan extraña porque es lo que hace todo el mundo en crisis, rebajar todo, compras, dispendios, salarios, propinas etc. ¿Por qué no los señores del ladrillo? Y está claro que si bajaran los precios, la economía real experimentaría una reanimación que a lo mejor la ponía en marcha otra vez. Pero no, son tan estúpidos que están esperando a que la gente ya no tenga dinero para bajar los precios.

En estas condiciones es alarmante que los mercados se nieguen tozudamente a aceptar las medidas que los expertos, especialistas, cerebros grises y cabezas de huevo andan excogitando a marchas forzadas. Ni zorrupia idea de cómo se arregla esto. Hay mucha gente que dice que el capitalismo se hunde. Lo que no estaría mal si quisiera decir algo, que no es el caso. Comentando ayer la situación con un amigo se me ocurrió que el capitalismo lleva siempre sus crisis hasta el límite de la supervivencia. En este caso no sabemos en dónde está ese límite porque el principal freno del capitalismo antaño, el comunismo, ha desaparecido. Ya no hay bolcheviques y los comunistas no son ni sombra de lo que eran y no asustan mas que a sí mismos.

Así pues, ¿cómo salir de aquí? Tengo para mí que lo primero es averiguar qué es "aquí", esto es, de dónde hay que salir, porque parece que no hemos llegado al final del ciclo ni mucho menos y mientras no lo hagamos, las medidas que se adopten para salir no servirán de nada o, quizá peor, a lo mejor son contraproducentes. Esto ya lo decía Palinuro el verano pasado: que las medidas que estaban tomándose, más que paliar el problema, lo agravaban. Ahora el asunto es patente. La cuestión es, sin embargo, que no es posible dejar de tomar las dichas medidas; esas u otras. Porque si los mercados reaccionan negativamente cuando se toman medidas correctoras, ¿cómo reaccionarían si no se tomaran medidas con la excusa de que hay que ver el fondo del tonel? Es decir, más claro, ¿cómo reaccionarían si los gobiernos hicieran caso a los tontos de baba del neoliberalismo y dejaran absolutamente de intervenir?

(La imagen es una foto de Hedrock, bajo licencia de Creative Commons).