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diumenge, 26 d’abril del 2015

Dos relatos de la crisis.

El mismo día en que se conocían los malos datos de la Encuesta de Población Activa de abril, Mariano Rajoy, el presidente de los sobresueldos, salía por su amado plasma a espetar a los españoles su habitual sarta de embustes y patrañas triunfales, aunque con algo de sordina porque los datos no acompañan ya que, si bien el paro bajó en 13.100 personas, se destruyeron 114.300 empleos, uno de esos enredos estadísticos cuya conclusión acaba siendo siempre la misma: todo va peor que al comienzo de la legislatura. Nada de brotes verdes, ni raíces vigorosas, ni aceleración de nada. La habitual ración de plasma con las trolas y la propaganda acostumbradas: los datos de la EPA muestran, según el teleplasmado que hay una evolución cada vez más positiva de la economía española: menos paro, más empleo y de mejor calidad. Tres mentiras: no es que baje el paro sino que las personas contratadas en precario, por horas o, incluso, sin remuneración, dejan de figurar como paradas. Hay menos empleo (114.300 empleos destruidos) y en cuanto a su calidad, basta con preguntar qué trabajos tiene la gente. O leer los periódicos. Hace un par de días, la patronal conservera proponía pagar parte del salario en metálico y la otra en latas de conservas. De ahí a pedir que la gente trabaje por la comida, media un paso. Y de ahí a la esclavitud, otro. A eso lo llama el de los sobresueldos "ir en la buena dirección". Cierto que la patronal citada ha retirado la propuesta. Pero la hizo.

Sacar en plasma al presidente más desprestigiado y menos valorado de la historia de la democracia a colocar las trolas habituales solo puede obedecer a una astuta estrategia de hacerle cargar en exclusiva con el desastre de España y arruinar sus muy escasas posibilidades electorales. Para el PP, Rajoy se ha convertido en un lastre y los demás dirigentes están locos por encontrarle un sustituto. Bueno, eso los que no están locos por ver cómo se libran de que los procesen por corruptos. Ocho de cada diez ciudadanos no confían en él. Parece poco probable que lo voten

Por si hubiera alguna duda sobre esta situación de absoluta falta de crédito y prestigio, ayer mismo, The Economist publicaba un artículo sobre la situación española, Spain's recovery. Not doing the job en el que, aunque reconoce que el PIB está creciendo al 3%, no está creándose empleo y no se está saliendo de la crisis.

Son dos visiones opuestas de la realidad: la de quien va vendiendo el abalorio de la Gran Nación y la de quienes, desde el extranjero, consideran que España no funciona.

Para salir de dudas, hágase un experimento muy simple: sálgase a la calle y pregúntese a la gente a quién cree, si a Rajoy o a The Economist. Y no hace falta salir a la calle: pregúntese incluso a los miembros del gobierno a quién creen, si a Rajoy o a The Economist. Hasta el final, pregúntese al mismo Rajoy a quién cree más, si a él o a The Economist.
 
Y eso que The Economist se concentraba solamente en lo económico, haciendo honor a su título. Si mirara también otras cuestiones, por ejemplo, el magma de corrupción que anega el país y tiene paralizado al gobierno, quizá encontrara razones para el fracaso español. El País de Bankia, Blesa, Rato y cientos de corruptos o presuntos corruptos más tiene muy crudo salir adelante. Materialmente imposible.

La seriedad de The Economist le ha impedido lucir su humor británico. Se le ha escapado la ironía de que Rajoy termine su mandato con la repetición de una de sus más celebradas necedades, la de los hilillos de plastilina, con referencia al peor desastre ecológico en las costas de España producido por la incompetencia del gobierno.

Ahora, en Canarias.

Mismo desastre, misma incompetencia y mismo incompetente.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dijous, 5 de març del 2015

Los vientos de la historia
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La poética imagen es de Fernández Toxo. Él habla de un solo viento, pues tiene una concepción unitaria de la meteorología y la aerodinámica. Palinuro, que presume de pluralismo, habla de los vientos. En la historia no hay un solo viento, como no rige una sola ley. Hay muchos, desde la suave brisa al huracán; y muchas leyes, desde la divina a la del más fuerte, y todas batallan entre sí. Los vientos son varios, plurales, hasta para un sujeto colectivo, pero unitario, como el pueblo: Vientos del pueblo me llevan,/vientos del pueblo me arrastran,/me esparcen el corazón/y me aventan la garganta, decía el poeta de Orihuela.
 
A Palinuro también le aventan la garganta los vientos que soplan en la historia de España. Vientos sobre los que nos advierte Toxo sin caer quizá en la cuenta de que él mismo es candidato señalado a ser barrido por ellos. El viento de las renovaciones y reinvenciones. Se necesita un cierzo potente que sacuda las estructuras burocratizadas, plúmbeas,  de los dos sindicatos que empiezan por no ser capaces de unirse. Por eso sus dirigentes van a todas partes juntos, como Hernández y Fernández, o Tweedledum y Tweedledee, o Balin y Balan, objetos de críticas y chirigotas. Sindicatos que pactan con gobiernos, patronales, bancos, que hacen negocios, chanchullos y tienen un problema real de corrupción. El viento de la historia.
 
Al PP, una galerna. Ese bunker de corrupción tiene que volar por los aires y aterrizar en el patio de alguna cárcel de seguridad para que quienes llevan años haciendo trapacerías, llenándose los bolsillos, forrándose con el dinero de todos, con auxilio de algunas sanguijuelas de la oposición, no tengan ya de dónde seguir robando. Pueden montar un máster de cómo privatizar lo del común en beneficio de los amigos y allegados. La enseñanza será buena en la teoría pero algo deficiente en la práctica ya que a ellos los ha barrido el viento de la historia. Presentar o no presentar a Aguirre y González como candidatos es un problema angustioso. En principio, los dos son impresentables. Pero, si no los presentan, ¿con qué cara presentan luego a Rajoy de candidato a la presidencia del gobierno?
 
Los vientos son favorables a Podemos y Ciudadanos, las materializaciones de la renovación, la reinvención y la regeneración, que prosperan sostenidos por un levante suave y húmedo. La historia, piensan, es suya. Pero ya empiezan a mirarse de reojo porque se ven cabalgando un impulso con elementos en común y eso es mal asunto cuando se está en una carrera con un objetivo común: ganar. IU, en cambio, se agosta con un poniente achicharrador. Por más vueltas que le dé, la parrilla siempre está al fuego y Garzón tiene cada vez más figura de San Lorenzo. De Convocatoria por Madrid no va a dejar ni las briznas porque recuerda aquella pintoresca Internacional Segunda y Media, entre la aburguesada IIª y la revolucionaria IIIª Internacionales. Unas gentes realistas que creían que la vida entre dos ruedas de molino puede ser cómoda.
 
El terral sopla sobre el PSOE. Le es favorable, pero provoca mucho trastorno en el interior. Vuelan las vajillas. Sánchez ha dado dos golpes de autoridad en Madrid. Gómez, fuera; Gabilondo, dentro. Con ello ha logrado suficiente influencia para acordar una fórmula razonable con la taifa andalusí: dos actos electorales con el mando federal; el resto, cosa de la presidenta Díaz. Compárese con Rajoy, quien parece tener la intención de mudarse a la calle de las Sierpes, a ver si consigue que alguien identifique a su candidato. El gesto de Sánchez tiene que amigarlo con la izquierda de su partido que, es muy protestaria y un pelín faltona porque también viene con el viento de la historia pero que, entre otras cosas, puede detener la hemorragia de votos del PSOE por la izquierda. Lea Sánchez el artículo de Bea Talegón en El Plural y júntese a hablar con estas hierbas del abandonado patio trasero de la izquierda del PSOE.
 
A UPyD no la barre el viento de la historia sino la falta de él. Está fuera de las corrientes, rumiando su amargura de haber acertado en las propuestas sin que nadie se lo reconozca y, menos que nadie, el electorado. El objetivo no se alcanza, la flota está en calma chicha, sin poder arrancar, como los griegos en Áulide. No hay ni viento de la historia. Y ver quién le dice a Rosa Díez que su destino, si quiere salvar el proyecto, es el de Ifigenia.
 
Los catalanistas vienen completamente pertrechados para la batalla final. Septiembre se perfila como la avalancha de guerreros que los nacionalistas españoles consideran tribus hiperbóreas  y los catalanistas ordenadas y gloriosas legiones al mando de Sant Jordi en combate contra el dragón castellano/borbónico. Allí chocarán  ambos con fragor metálico entre el que rugirá furiosa la tramontana, que quizá nos lleve a otro tiempo. Y otro país.

divendres, 20 de febrer del 2015

No pasa nada.


No, no pasa nada. Nada que no haya pasado hace tres años, siete, diez, quince. Según la UDEF, el PP valenciano pagó en negro a la Gürtel dos actos electorales de Rajoy en la Comunidad en 2007 y 2008. Lo normal. El PP viene financiándose ilegalmente desde los años 90. Ganando elecciones con trampas. Cientos de trampas en las que, además, un rosario de sinvergüenzas ha estado enriqueciéndose. Elecciones que deberían anularse porque se ganaron ilícitamente, con ventaja ilegal sobre los competidores. En puridad y buena ley, todos los actos de estos gobiernos debieran declararse nulos por ser producto del engaño. El PP no ha ganado las elecciones. Las ha comprado.

No se trata solamente de que, al hacer lo contrario de lo que prometió en su programa electoral en 2011, Rajoy haya perdido toda legitimidad de origen; tampoco de que, además, sea sospechoso de haber estado cobrando dineros de la caja B y viajando a cuenta de la Gürtel; es que los triunfos electorales mismos son presuntos productos del engaño y el fraude.

En realidad, cuando se dice que el PP, anegado en la corrupción, más parece una asociación para delinquir que un partido político, se está siendo indebidamente caritativo. No hay duda de que la Gürtel es una asociación para delinquir; tampoco la hay de la estrecha relación entre ella y el PP, al extremo de que casi debería nombrarse un secretario del partido encargado de gestionarla. La Gürtel y el PP vienen siendo lo mismo. Sus gentes se tratan, sus estructuras se cruzan, sus relaciones son tupidas.

La Gürtel es el alma del PP. No como logística sino como ética. La visita del Papa Ratzinger a Valencia en 2006, amañada por la gente de el bigotes, según parece, conjuntamente con la TV valenciana (esa que se arruinó luego) y altos cargos del PP es el mejor ejemplo del negocio de la política montado por estos pillastres. Dejó más de tres millones de euros en comisiones, mordidas y socaliñas repartidos entre todos ellos. Supongo que los cobrarían después de haber comulgado píamente y haberse dado unos golpes de pecho.

¿Rajoy abrazado a Camps? Claro, son lo mismo. También podría decirse "Camps abrazado a Rajoy". Rajoy tiene tanto que rascar como Camps. Todo el PP es un escozor.

Pero no pasa nada. Nadie dimite salvo que se haya dado un atracón de confetti, como Ana Mato, o de verbo divino, como Ruiz Gallardón. Todo sigue igual. Entran y salen de las cárceles y los juzgados como de sus domicilios, y se comportan como si estuvieran en ellos. ¿No se borraron los discos duros de los ordenadores de Bárcenas en su día? ¿A santo de qué ha de haber un sumario sobre un borrado de discos? Lo lógico es que también se borre el sumario y, dicho y hecho, la Audiencia Nacional pierde el sumario del maldito borrado.

No pasa nada. ¿Qué va a pasar? A efectos parlamentarios, la oposición no existe. No se atreve a presentar una moción de censura. A efectos extraparlamentarios, tampoco. La izquierda está literalmente a bofetadas. El próximo debate sobre el estado de la nación, previsto para la semana que viene, el último de la legislatura y primero de Sánchez, promete ser divertido. Ninguno está preparándolo porque los avatares procesales y las rebatiñas internas por los puestos, las candidaturas y las listas no les dan respiro. Tampoco es grave pues no hay nada nuevo que tratar. La nación está como el año pasado, el anterior y el anterior, sumida en una triple crisis económica, política y moral. El país no sale adelante, las instituciones no funcionan y la confianza de la gente en ellas, como en los políticos que las gestionan, es nula.

Para gobernar no basta con conseguir mayoría de votos por métodos engañosos. Hay que tener un proyecto y una visión. Y no es el caso.

Pero no pasa nada. Nada de nada.

dijous, 29 de gener del 2015

España en B.

Acababa de afirmar el señor Rajoy en la televisión que él o sus colaboradores inmediatos no sabían nada de una caja B en el PP. Año y medio antes, en sede parlamentaria no dijo desconocerla sino que negó su existencia misma. Entre tanto, después de minuciosas indagaciones, el juez, la fiscalía y la abogacía del Estado la dan por cierta. El presidente ya no se atreve a negarla. Admite que puede haber existido, pero era de propiedad y exclusivo conocimiento del señor Bárcenas, como su nombre indica. Él y sus colaboradores no sabían nada ni habían visto nada.

Los españoles somos un pueblo místico. Absortos en la contemplación de lo más alto, no vemos la realidad inmediata. Es el misticismo de Mato, la Infanta, Aguirre, Rajoy, el partido en pleno que no solamente no es una asociación de malhechores, como sostiene la Antiespaña, sino que es una orden de guerreros y monjes.

Negada, refutada la caja B, aparecen ahora 78 caballeros, tarjeta B en ristre, a las órdenes del señor Blesa, prior de la cofradía de la Santa B, hasta su relevo en 2008 por el señor Rato a quien se propone elevar a la condición de señor Bato. Ambos habían sido nombrados en su día por el señor Aznar, gran maestre de la orden. A Blesa lo hizo presidente de Caja Madrid en 1996 y a Rato o Bato, ministro de Economía y Hacienda, puesto que le sirvió para pasar al Fondo Monetario Internacional y, de ahí, a la presidencia de Caja Madrid.

Qué relaciones tuvieran Aznar y Blesa es algo que acabará saliendo en el proceso y los indicios tienen mala pinta. Por lo demás, Blesa y Rato, ayudados por casi todos los 78 directivos (hubo algunos que no usaron las tarjetas B) se dedicaron al parecer a saquear sistemáticamente la cuarta entidad de crédito del país hasta llevarla a la quiebra con una presunta estafa a cientos de miles de impositores en forma de preferentes. Luego fue preciso rescatar la entidad con dineros públicos y en ese pozo negro se insuflaron decenas de miles de millones de dinero público. Una historia de hampones de cuello blanco.

Este órgano de dirección y, es de suponer, control de la Caja tenía condigna representación de todos los estamentos políticamente relevantes: partidos políticos (gobierno y oposición), sindicatos, patronal y diversas administraciones públicas. Gentes de alta consideración social: conocidos empresarios, profesores de Universidad, dirigentes diversos, periodistas, economistas, abogados. Muchos de los cuales predicaban a la sociedad las virtudes morales del ahorro, el sacrificio y el esfuerzo mientras tiraban de tarjetas B, fraudulentas, para pagarse excursiones a la Transilvania o cacerías en Swazilandia. "Hay que trabajar más y ganar menos", decía el consejero de la Caja Díaz Ferrán, quien lleva una temporada descansando en la cárcel de Soto del Real de lo mucho que trabajó zampándose lo que compraba con la tarjeta B. El señor Recarte, también imputado, cantaba las excelencias de libre mercado mientras ordeñaba su tarjeta B por 139.000 euros para pagar clubs deportivos, entre otras actividades de esfuerzo.

El hecho de tener a todas las fuerzas vivas representadas e interesadas garantizó dos cosas: 1ª) los gastos de estas gentes son tan típicos y pintorescos que van a suministrar mucho material para la creación literaria; 2ª) se mantendría el secreto de las prácticas. En efecto: nadie vio nada en catorce años. Nadie supo nada. A nadie le extrañó nada. ¡Oh misticismo del pueblo español!

El señor Aznar nombró a Blesa, pero no supo nunca lo que hacía. Llegaron los socialistas, tampoco se enteraron de nada y, en mitad de su mandato, tras un revelador forcejeo político entre las administraciones de Madrid, con cruce de palabras fuertes, se produce el relevo de Blesa por Rato, lo que equivale ya a la explosión definitiva de la entidad.

Huele a chamusquina. A más que chamusquina. Y, sin embargo, puede que ese no saber nada de los implicados no sea disparatado. Ignoro los conocimientos del señor Blesa para dirigir algo tan complejo como Caja Madrid, aunque profundos no deben de ser, pero ¿qué decir del señor Rato, quien ha confesado al juez que no sabe contabilidad y que ignora la Ley de Cajas, a pesar de haber sido presidente de una de ellas? O sea, la Caja no solo se hundió por el latrocinio sistemático de sus directivos sino también por su absoluta incompetencia. No sabían lo que hacían. Eso no los exime de responsabilidad, pero da una idea de las manos en las que está el país.

Porque la responsabilidad por nombrar a un incompetente recae también sobre el nombrador. Aznar nombró ministro de Economía y Hacienda a uno que no sabe gran cosa de la materia y al señor Blesa presidente de Caja Madrid porque fue compañero suyo de pupitre en el colegio.

La historia mete miedo pero se resume así: la corrupción del país llega al extremo de que un órgano en el que están representadas todas las fuerzas políticas institucionales interesadas, se dedica a saquear la cuarta entidad de crédito del país (y, por extensión, todas las cajas), incluso mediante prácticas presuntamente delictivas hasta que, a causa de eso y de su fabulosa incompetencia, el sistema se hunde con un perjuicio enorme para la población pero sin que los responsables políticos de esta catástrofe asuman un ápice de responsabilidad. Ahí está el señor Rajoy, responsable del nombramiento de su compañero de gabinete, Rato, pero al que hoy niega haber conocido jamás. Ahí también el señor Aznar, responsable de los nombramientos de estos dos presuntos sinvergüenzas, impartiendo lecciones de recto y honrado proceder.

España es un país en B.

divendres, 2 de gener del 2015

Desalmados obedientes.


Ni nacimiento del Señor, ni amor cristiano, ni espíritu de la Navidad.

La muy pía alcaldesa de Madrid, contertulia habitual de la Virgen de la Almudena y de la Paloma, comienza el año ordenando cinco desahucios. Innecesario recordar lo que significa un desahucio para una familia, esa institución en cuyo favor se manifiestan los obispos en las calles con pancartas. Y no es una familia; son cinco. Y no son cinco; son decenas de miles.

Con un ser humano tratado injustamente ya se colma la medida de lo tolerable. Pero es que, además, no es uno; son, somos, centenares de miles, millones. El castigo, el maltrato, afecta a la mayoría de la población por uno u otro motivo. No es un comportamiento aislado, singular, de especial crueldad. Es una industria; una política.

Los datos referidos a los perjudicados por la racanería oficial con el fármaco de la hepatitis C están también en los cientos de miles. Y, en muchos casos, es perjuicio de vida o muerte. Un gobierno que tiene dinero para dar 11.000.millones de € a la Iglesia, rescatar bancos o autopistas en quiebra, para comprar armamento inútil o pertrechar a la fuerza pública con fines fáciles de imaginar, no tiene dinero para rescatar las vidas de sus gentes.

Claro, porque no son gentes, no son seres humanos o, si lo son, no son iguales a los privilegiados, que vienen de estirpe, según doctrina que profesaba Rajoy de joven y sigue profesando hoy  a juzgar por sus actos. Son números. Y como números los tratan unos gobernantes que carecen de toda idea de eso que dicen profesar y llaman humanismo cristiano. Rajoy no cree que el paro sea un drama humano que atenta contra el principio mismo de la dignidad de la persona; no cree que los contratos basura que su gobierno propicia destruyan esa dignidad y pongan a los trabajadores a merced de los patronos en condiciones de esclavitud. O sí lo cree y le da igual. Lo que le importa en presentar datos estadísticos que corroboren la fábula de la salida de la crisis que, según leo, Sánchez y Mas se han tragado ya. El paro, el paro juvenil, la subcontratación, la precariedad, la emigración, afectan a millones de personas, pero para el presidente del gobierno son cifras con las que sostener que hay tres décimas más de afliaciones a la seguridad social o que el PIB ha aumentado otras dos décimas. Contando, por cierto, que ya es el colmo, el producto de la prostitución y el tráfico de drogas.

Como todo les da igual y carecen de sentimientos, de un mínimo de pundonor y humanidad, dicen lo primero que se les pasa por la cabeza si entienden que puede apuntalar esa leyenda que el servicio de comunicación de La Moncloa está fabricando sobre la salida de la crisis. Aunque sea una monstruosidad. Así, de Guindos sostiene que ya se ha perdido el miedo a perder el puesto de trabajo. Realmente inaudito. Con cinco millones de parados y otros tantos pendientes de contratos basura en condiciones de absoluta precariedad, que no saben si trabajarán o no la semana siguiente, hace falta ser un desalmado para decir algo semejante. O un inconsciente. O ambas cosas, que será lo más probable.

Ciertamente, desalmados. Pero al servicio de alguien o algo. La historia no se agota en el anecdotario personal. Tiene explicaciones que afectan a las instituciones, a la estructura misma del sistema. La clave está en el capitalismo y, para no enfadarme con los puristas que defienden el tipo ideal, diré, de este capitalismo. Dudo mucho de que haya otro, pero no lo niego sin más. En este, las cosas son diabólicamente simples: el poder real lo detentan las grandes corporaciones y entidades financieras que son como dioses todopoderosos invisibles a los mortales, habitantes de un remoto Olimpo al que llamamos mercados. Y desde donde rigen los destinos de aquellos, con una irremediable tendencia a convertirlos en infiernos.

A tales fines los poderes se valen de los gobiernos a través de los partidos políticos institucionales, encargados de convertir en políticas sus decisiones. Verdad que unos lo hacen de buen grado, como los partidos conservadores, y otros rezongan algo, como los socialdemócratas. Pero todos cumplen órdenes porque, aunque algunas (por ejemplo, desahucios en masa, despidos por miles, recortes a cientos de miles) puedan disgustar a alguno, que siempre habrá, no creen que exista alternativa, ni pueden imaginarla o quizá no quieran. También ellos defienden su interés que es una parte congrua del beneficio del expolio al bien común. Porque ese es el contenido esencial del capitalismo: la explotación del común en beneficio privado. Unos dan las órdenes y se quedan la parte del león; otros las cumplen y se quedan la del zorro.

Estos partidos están encargados de poner el Estado, con todos sus aparatos propagandísticos y coercitivos al servicio de quienes mandan. Medios, establecimientos educativos, fundaciones se encargan de adoctrinar a la población en la creencia de que el Estado debe ser neutral, mínimo, desaparecer en favor de esa dinámica angélica según la cual el beneficio privado ilimitado redunda luego en provecho general a través de la famosa teoría del trickle down (las salpicaduras) que es una verdadera burla cuya mejor traducción sería la parábola del rico Epulón. Si las doctrinas y manipulaciones ideológicas no bastan ni siquiera con los Evangelios en la mano, se echa mano de la policía, las fuerzas de seguridad, las redes de espionaje y, en último término, el ejército.

Una prueba evidente de ese espíritu es la Ley Mordaza en tramitación parlamentaria. Una norma que es una vergüenza y debiéramos recurrir en todos los foros políticos y judiciales, nacionales e internacionales porque es una agresión a los derechos y libertades de los ciudadanos a quienes estos desalmados tratan como a siervos de la gleba. Eso sí, entre rezo y rezo.

Quieren estar preparados por si la gente descubre que la fábula de la salida de la crisis es una patraña de gabinete de comunicación. Porque la llamada crisis es, en realidad, la condición permanente que le preparan los que no la padecen. No hay crisis para las grandes fortunas, los beneficios de las empresas, los de la banca; solo la hay para la gran mayoría, los parados, los jubilados, los dependientes, los trabajadores, las mujeres, los jóvenes. Y aquellos beneficios dependen de que esta crisis se prolongue. La crisis es el capitalismo.

diumenge, 28 de desembre del 2014

Ya no basta con mentir.


Efectivamente, ya no basta con convocar una rueda de prensa, comparecer solemne en carne mortal y no en plasma y soltar la acostumbrada sarta de trolas y embustes. Después de tres años de engaños, silencios y excursiones por los cerros de Úbeda, no es que el crédito del presidente esté "bajo mínimos". Es que está en el cero absoluto. Nadie lo cree. Ni él mismo.

Por eso ya no se molesta en hacer verosímiles los datos que habitualmente manipula. Ahora ha decidido recurrir a la retórica, incluso a la licencia poética. Así, el 11 de diciembre anunciaba que la crisis ya es historia, una frase autorreferencial, destinada a hacer historia, como la de "ya no hay Pirineos" o "vine, vi, vencí". Pero la opinión descreída se la tomó a chirigota y hasta los suyos le dijeron que redujera el redoble. Se vistió entonces de experto ténico y anunció que 2015 será el año del despegue definitivo de la economía. Ciberlandia sacó su más afilado sarcasmo y apostó porque el despegue se haría desde el aeropuerto de Castellón de la Plana.

Escarmentado de tanta burla Rajoy redujo el núcleo de su habitual patraña a su mínima expresión, confiando en hacerla más aceptable a fuer de modesta:   "España ha conseguido superar la peor etapa de la crisis sin menoscabar lo sustancial del sistema de protección social" . Pero ya es tarde hasta para la modestia. Ni los suyos lo creen. Zarzalejos, un periodista de acrisolada tendencia a la derecha del PP, califica el año que resta de legislatura de año políticamente agónico.

Efectivamente, ya no basta con mentir, ni siquiera en sordina. Hay que echar mano a otros recursos para mantener quieto el Reino. Y a no dudarlo, se recurrirá a ellos:

La amalgama. Una vieja táctica, consistente en meter en el mismo saco a dos o más adversarios, asegurando que son todos iguales. Los estalinistas la emplearon con gran éxito en la Unión Soviética y en España, asegurando que los trostkistas eran colaboradores de los nazis. Los comunistas también se la aplicaban a los socialdemócratas en los años treinta, hablando del socialfascismo. Ahora se oye mucho hablando de la igualdad entre PP y PSOE y, desde luego, el partido del gobierno recurre a ella con fruición equiparando a Podemos con el comunismo, el chavismo y el populismo en general, y al soberanismo catalán, cómo no, con los nazis, en aplicación de la Ley de Godwin.

La intoxicación. A estas alturas no debe quedar aspecto de la biografía de los líderes adversarios más populares, especialmente en Podemos y el consabido soberanismo catalán, que no se haya escudriñado milimétricamente en busca de cualquier asunto, por insignificante que sea, que se pueda agrandar hasta convertirlo en escándalo y desprestigio. Y, si no se encuentra, se inventa. Para eso el gobierno y su partido tiene prácticamente comprados a todos los medios escritos en papel y audivisuales con la misión de cantar sus alabanzas y denigrar a sus adversarios, incluso al modo torticero en que lo hace a veces RTVE, cuando enmarca noticias sobre Podemos con anagramas de Bildu, por ejemplo.

La oración. Este recurso no debiera figurar aquí de ser España un país normal. Pero no lo es. Este gobierno no echa solamente mano del BOE, de los informes oficiales, los expedientes administrativos y los códigos para gobernar sino también, y mucho, del misal. Vari@s ministr@s ponen sus políticas públicas bajo la advocación de diversas Vírgenes, otros se asesoran directamente en las sacristías y otros hacen pública ostentación de su fe. ¿Por qué no convocar procesiones y oraciones colectivas para salir de la crisis y ganar las elecciones igual que las gentes sencillas impetran la lluvia?

La represión. El espíritu es fuerte pero la carne es débil. La gente es de una contumacia insoportable en la protesta, sobre todo los catalanes, a quienes no parecen tranquilizar las jaculatorias del Rey. Hay que estar preparados para defender el orden. La crisis y los recortes no han pasado por el ministerio del Interior que lleva años pertrechando a las fuerzas de seguridad con medios materiales de todo tipo para hacer frente no ya a manifestaciones pacíficas y alguna algarada ocasional sino a sublevaciones en toda regla, como las de los campesinos en Alemania o la revuelta de los payeses en Cataluña. Lo peor no es que estas fantasías puedan realizarse. Lo peor es que quizá haya alguien interesado en provocarlas. La nueva Ley Mordaza es la verdadera clave del sentido de la legislatura. La prueba definitiva de que estamos saliendo de la crisis es que se prepara un Estado policial.

Ya no basta con mentir.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dissabte, 27 de desembre del 2014

Epiménides el cretense en La Moncloa.


Entre las escasísimas virtudes de Rajoy nadie, que yo sepa, le ha reconocido la de haber resuelto por la vía rápida la famosa paradoja de Epiménides. Ayer, en su comparecencia ante los medios, la última de este año, hizo un balance triunfalista de los tres de legislatura, puro acto de propaganda, tan repleto de embustes, medias verdades y engaños como todas sus intervenciones públicas. El embustero compulsivo y presunto cobrador de sobresueldos dice que él, a diferencia de Epiménides, nunca miente. Y vuelve a mentir.

El enunciado esencial del acto es que 2014 fue el año de la recuperación y 2015 será el del despegue. El empleo de este término debe de ser aportación de algún asesor que leyó en su juventud la célebre obra de Walt Whitman Rostow, Las etapas del crecimiento económico, libro que, significativamente, se titulaba "un manifiesto no comunista". La mención se convirtió en chirigota de los internautas, especialmente los tuiteros. Un tuit de gran difusión decía que el despegue de 2015 se hará desde el aeropuerto de Castellón de la Plana. Si tenemos en cuenta que, en la aplicación del modelo rostowiano a España suele considerarse que la etapa del despegue o take off se dio en 1959, puede verse cuán errado anda Pedro Sánchez al exigir a Rajoy que no hable de "recuperación" hasta alcanzar las magnitudes de 2006, antes de la crisis, cuando precisamente quiere ponerla en 1959.

Para justificar su optimismo -propaganda para esta larguísima campaña electoral de un año que se avecina- Rajoy echa mano de una serie de datos que hablan de crecimiento cuantitativo del empleo, de más puestos de trabajo, de las afiliaciones a la seguridad social, de más pensiones, y lleva su falta de sentido del ridículo a presentar como jugosa prueba dos escuálidos aumentos de 0,25% las pensiones y 0,5% el SMI, lo que suena más como una tomadura de pelo. Tomadura de pelo sangrante cuando se recuerda que, al parecer, él se subió el sueldo un 21% hace un par de años, sin contar los sobresueldos que estuvo otros veinte percibiendo.

Por supuesto, hay una andanada de datos que desmienten de raíz la afirmación presidencial. Según las magnitudes que se elijan y los años de comparación, puede fingirse una recuperación, como hace Rajoy, o constatar que estamos peor que hace un año, como puede ver cualquiera. En realidad se han destruido más puestos de trabajo de los creados y el paro no ha disminuido, sino que ha aumentado. El más de millón de personas que han emigrado en los dos últimos años y son parados que no se contabilizan como tales lo prueba. El 35% de contratos son basura y su reflejo en la seguridad social un puro engaño. El miserable aumento del PIB se debe a que estos sinvergüenzas han empezado a contabilizar la prostitución y el tráfico de drogas. El día en que contabilicen lo que ellos mismos roban estaremos en cabeza del crecimiento mundial. Por no hablar de los desahucios, los índices de pobreza y desigualdad, la deuda, la gente buscando comida en los contenedores, etc. Todo en la comparecencia del sobresueldos fue mentira. Como siempre.
 
Rajoy comenzó su mandato haciendo lo contrario de lo que prometió en la campaña electoral y reconociéndolo paladinamente con la curiosa fórmula de que "no había cumplido sus promesas", pero había cumplido con su deber". Su deber, por tanto, era mentir. ¿Cómo puede decir ahora que "nunca ha engañado a los españoles" si no ha dejado de hacerlo? O de intentar hacerlo, porque la verdad es que en el país no le cree nadie. Más del 80% de los ciudadanos, según los barómetros del CIS no le concede crédito. Así que da igual lo que diga.

¿Para qué vamos a molestarnos en demostrar lo archidmostrado, esto es, que el presidente no solo ha engañado (o pretendido engañar) a los españoles y sigue haciéndolo? No merece la pena. Un somero repaso al cuadro de la derecha ilustra sobre las ocho más obvias mentiras de Rajoy a lo largo de esta triste legislatura que no es si no una historia de mentiras, engaños y propaganda. Este gobierno de presuntos corruptos llama:
  • "Partido político" a una asociación de supuestos malhechores;
  • "seguridad ciudadana" a un Estado policial de inseguridad e impunidad represiva;
  • "gratuidad de la justicia" a imponer tasas que imposibilitan el acceso a los tribunales;
  • "defensa de los derechos del no nacido" a negar los derechos de las mujeres;
  • "patrimonio cultural" a la tortura de animales;
  • "libertad de expresión" a un régimen de censura con periodistas esbirros a sueldo;
  • "democracia" a negar el voto a los catalanes.
Si nos atenemos a los resultados, es cierto que el sobresueldos no ha engañado a los españoles, pues no le cree nadie. Pero si nos atenemos a las intenciones es evidente que el gobierno no ha hecho otra cosa desde 2011 que mentir e intentar engañar a la gente.

divendres, 26 de desembre del 2014

De no creerlo.


Este debe de ser el tercer o cuarto apunte sobre el discurso del Rey que sube Palinuro. Su opinión ha quedado bastante clara: Felipe VI, Preparao, es más de lo mismo. Más y de lo mismo que su padre quien, luego de una vida regalada, disfruta de una jubilación de ensueño con unos buenos capitales que ha ahorrado como una hormiguita y de los que no da cuenta a nadie. Más y de lo mismo. Si acaso, más soso, con menos experiencia y algo más bobo, que ya era difícil y dicho sea con todos los respetos a la institución real antes de que venga el de la cachiporra con su Ley Mordaza a poner al pobre Palinuro una multa de 600 millones de denarios. Más soso, más bobo y con menos experiencia; nada que no pueda subsanarse con el tiempo en los próximos cuarenta años con que este joven Borbón pretende deleitar a su amado pueblo.

Además del estilo inconfundiblemente borbónico, el monarca ha recitado ce por be y punto por punto el discurso triunfalista que le ha apañado el presunto cobrador de sobresueldos, okupa de La Moncloa, sobre sus habituales patrañas: la corrupción es atosigante, sí; pero gracias a los esfuerzos del principal responsable político de esa misma corrupción, será erradicada sin contemplaciones. La crisis fue muy dura, pero ya es historia, gracias a la gestión de este gobierno todo él encomendado a la intercesión de la Virgen del Parto Feliz. Cataluña anda tonteando con la idea de la independencia pero la abandonará de inmediato cuando sepa cuán cara es al corazón del Rey y, sobre todo, cuánto la aman los gobernantes que anhelan "españolizar" a sus nens. La democracia está firme, rozagante y tranquila, como lo demuestra el proyecto de Ley Mordaza gracias a la cual nadie podrá elevar el tono de voz so pena de paliza policial, identificación de lo que quede y multa al canto a los despojos.

La única diferencia entre este discurso del Rey y la habitual farfolla del presidente es que el Monarca no tiene que leer de los papeles. Lee en el teleprompter.

Para su gran pasmo Palinuro comprueba que la recepción del discurso real en lo medios ha sido de alegría, contento y algazara. En los medios y en los partidos. Al parecer en todos. Probablemente no hemos escuchado el mismo discurso o sí lo hemos hecho, pero con distintos oídos. Lo cual debe tranquilizar a la Corona. Porque lo importante no son las indudables bobadas que Felipe soltó sino la capacidad de la miriada de intermediarios y comunicadores de convertirlas en profundas y oportunas reflexiones. Así se forma una opinión pública informada y crítica.

Cómo sería la cosa de abyecta en el juicio de las reales tonterías que el elemento más crítico fue un editorial de El País con el muy significativo título de Buen discurso, pero... , pero, vamos, que le faltaba alguna precisión sin mayor importancia. En el resto, al parecer, coincidencia de criterios. Según el mismo diario, todos los partidos, PP, PSOE, UPyD y hasta Podemos  aplauden el debut de Felipe VI. Parece que el único algo más crítico, atinadamente crítico, ha sido IU. Pues muy bien, damas y caballeros, que los dioses les conserven el juicio y la capacidad de entender a qué altura debe estar el discurso de un Jefe de Estado a la población y no las divagaciones del chico de los recados de un perillán que lleva tres años desgobernando el país y mintiendo a todo el mundo.
 
De no creerlo, pero cierto.

dilluns, 15 de desembre del 2014

El fin de la historia y las mentiras de Rajoy.


En los 90, según Francis Fukuyama, la crisis del comunismo puso fin a la historia. En 2014, según Rajoy, la historia de la corrupción pepera ha puesto fin a la crisis.  ¿Qué es peor, la estupidez o la mentira? Arduo dilema, pero fácilmente evitable porque en el caso de Rajoy, ambas van juntas.
 
El presidente del gobierno, acusado de llevar veinte años cobrando sobresueldos en B y presidente tmbién de un partido, a su vez acusado por los jueces de ser una especie de asociación de malhechores, afirma sin inmutarse (ignoro si el ojo traidor lo delató), que la crisis es ya historia.
 
Y eso se lo dice a un país en el que:
  • Hay 5.400.000 parados y más de la mitad, sin prestación.
  • 2/3 de las familias de desempleados tienen todos sus miembros en paro.
  • La quinta parte de los habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza.
  • La desigualdad social es la mayor de toda Europa.
  • El 63% de los contratos a tiempo parcial son indeseados.
  • Más del 50% de las horas extras no se pagan.
  • 1/3 de los asalariados cobra menos de 645€ al mes.
  • Los desahucios afectan a más de 400.000 familias.
  • La deuda pública es más de 100% del PIB y supera el billón de euros.
  • El gobierno ha saqueado ya el 36% del fondo de reserva de las pensiones.
  • El paro juvenil supera el 50%
  • La emigración económica forzosa ha aumentado un 15%.

Y, para que no falte de nada, el mismo día en que este embustero compulsivo soltaba lo del fin de la crisis se sabía que el crecimiento del IPC era negativo por cuarto mes consecutivo. Es decir, España está en deflación, antesala de otra recesión.

Está claro que, para propagar tanta falsedad, el presidente posiblemente más corrupto de la historia de España y, desde luego, el más incompetente y peor valorado por la opinión pública, necesita controlar todos los medios de comunicación, convertidos en nidos de esbirros al servicio del gobierno y, por si eso no fuera bastante y a la gente le diera por protestar, una Ley Mordaza que es una verdadera ley de excepción de cuño franquista.

Porque lo que sí se ha acabado es la historia de que la crisis sea ya historia.

divendres, 28 de novembre del 2014

Regreso a la beneficencia.


Gustavo Zaragoza (2014) Crónica del bienestar en tiempos de malestar. Valencia: Publicaciones de la Universidad. (140 págs.)

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En 1986, va ya para 30 años, publiqué un libro en el Centro de Estudios Constitucionales (hoy Centro de Estudios Políticos y Constitucionales) con el título Del Estado del bienestar al Estado del malestar. Tenía un carácter teórico general, articulado en los planos político, económico, sociológico y jurídico. Se refería al Estado del bienestar como desarrollo del de derecho en sociedades industriales avanzadas y vaticinaba que, de seguir adelante las políticas neoliberales en los países capitalistas, a la vuelta de algunos años se habría producido una involución en materia de conquistas sociolaborales y derechos ciudadanos y el bienestar se tornaría malestar. No podía referirme en concreto a España, además porque, por entonces, el Estado del bienestar todavía estaba en construcción, luego de la arrolladora victoria electoral del PSOE en 1982. Pero mi idea era que, de producirse su consolidación, como efectivamente sucedió a fines de los 80, si bien no por completo, seguramente se daría esa misma involución, ese retroceso, ese desmantelamiento neoliberal.

Encuentro ahora este breve y reciente ensayo de Gustavo Zaragoza con un titulo que me trae a la memoria el mío y, con él, la viva curiosidad por ver si aquel vaticinio pesimista se ha cumplido. El autor es de fiar. Profesor de Política Social de la Universidad de Valencia e investigador del Instituto de Economía Social de la misma universidad lleva años dedicado a estudiar las políticas públicas del bienestar desde una perspectiva teórica y también práctica, con especial dedicación a las cuestiones de dependencia o el envejecimiento demográfico. Dado que en este trabajo se centra ante todo en la Comunidad valenciana, en verdad el título podría haber sido Crónica del bienestar en tiempos de malestar y en tierra de corrupción. El período que cubre la obra, más o menos desde 2008 a 2014, coincide con el crono de la crisis y con el hecho de que diversos procedimientos judiciales en curso prueban que Valencia es una comunidad carcomida por la corrupción. La trama Gürtel y los diversos casos de expolio y fraude propios de la zona prueban que Valencia da la mayor densidad de políticos corruptos del PP por escaño y despacho.

Zaragoza ha recopilado una serie de artículos publicados en los años referidos en el diario Levante-EMV agrupándolos por temas: mayores y dependientes, la pobreza y la discapacidad, los funcionarios y las evanescentes clases medias, la corrupción y el despilfarro, y los derechos sociales. Son apuntes del día a día más próximo en la evolución de las políticas públicas esenciales del Estado del bienestar y tienen la expresividad de la crónica del instante. La conclusión es muy pesimista: la esperanza de vida supera los ochenta años, pero la crisis, los recortes de las pensiones, la práctica supresión de las ayudas a la dependencia, el repago de medicamentos, hacen que la vejez vuelva a estar desprotegida y, en la medida en que lo está, se ve obligada a actuar como colchón amortiguador de las necesidades a veces angustiosas de los familiares.

La situación es escandalosa. A la altura de 2009, en la aplicación de la Ley de Dependencia, Valencia no tenía reconocido ni un solo caso de teleasistencia ni prestaba ningún tipo de ayuda a domicilio (p. 32). La situación no ha mejorado gran cosa. Los índices de pobreza son alarmantes y más lo es el retroceso que se delata en el modo de encarar la lucha contra ella, orientada no a los derechos sino al fomento de la caridad privada (p. 41). Forma parte de la concepción neoliberal de la gestión pública, que Zaragoza analiza en tres momentos: 1) desprestigio de lo público; 2) descapitalización; 3) privatización (p. 56). En síntesis, el proceso por el que la derecha está desmantelando el Estado del bienestar y eso al tiempo que se legisla a favor de la transparencia y el buen gobierno, pero sin la menor intención de llevar a la práctica lo legislado (p. 62); al contrario, fomentando las actividades que Zaragoza llama "bienestar de bajo coste", consistentes en descargar sobre los ciudadanos los costes del Estado del bienestar (p. 74), igual que se descarga sobre los hombros de los jubilados la carga de subvenir a las necesidades de hijos y nietos.

Para vender esta mercancía averiada y hasta podrida, la derecha neoliberal en el poder en el Estado y en Valencia ininterrumpidamente en los últimos veinte años, controla sin miramientos los medios públicos de comunicación, convertidos en máquinas de censura y propaganda al servicio del gobierno. El caso paradigmático, el Canal 9 (p. 47). De ese modo impone marcos narrativos legitimatorios y partidistas, como el empleo del ficticio copago para ocultar lo que en realidad es un doble pago o repago (p. 106) o las florituras retóricas al estilo de los brotes verdes (p. 125).

En cuestión de derechos sociales, los que, según Marshall, completaban la condición de ciudadano, las perspectivas son negras. Hasta el derecho a una jubilación digna se ve en entredicho de forma que no es raro ver ya en el extranjero a septuagenarios y octogenarios trabajando para poder compensar la pérdida del poder adquisitivo de las pensiones (p. 114). Por supuesto, el ataque a los derechos sociales resulta especialmente patente en un país con un paro juvenil en torno al cuarenta por ciento. De ahí que haya un fermento protestario permanente, visible en fenómenos como la spanish revolution (p. 129), movimientos cada vez más extendidos que el Estado neoliberal considera problemas de orden público y a los que se enfrenta con métodos exclusivamente policiales (p. 121).  Porque cuando la justicia social se torna injusticia, la democracia desaparece bajo el autoritarismo y la represión y el Estado de derecho se convierte en una tiranía en defensa de los privilegios de la oligarquía de grandes empresarios, banqueros  y políticos corruptos a la que en España sumamos los caciques terratenientes y los curas ultramontanos. Tiene razón el reciente premio Cervantes, Juan Goytisolo al recordar que en España sigue vigente el canon nacionalcatólico.

Efectivamente, el vaticinio de 1986 se corrobora en la práctica actual, y el Estado del bienestar ha dejado paso al Estado del malestar.

dissabte, 11 d’octubre del 2014

La banda.

Desde el comienzo de la legislatura Palinuro viene insistiendo en que el PP no es propiamente un partido político sino que, por la cantidad de procesos penales que encaran muchos de sus miembros y principales dirigentes, más parece una asociación de malhechores. Presidentes de Comunidad Autónoma, de diputaciones, alcaldes, concejales condenados en firme por delitos de prevaricación, apropiación indebida, cohecho, contra la Hacienda pública; docenas de otros cargos imputados, procesados por delitos similares, siempre en la línea del saqueo; hasta ministr@s y el propio presidente del gobierno acusad@s de cobrar sobresueldos en B. El caso Gürtel ha evidenciado que durante años se ha tejido una tupida red de corrupción en las instituciones gobernadas por el PP que ha convertido la política en un lodazal en donde también chapotean otras instancias de calado, como la Casa Real en el asunto de Urdangarin y su esposa. Este frenético expolio de las arcas públicas, planeado y ejecutado sistemáticamente, tiene poco que ver con la política.

Tal es el error de la mayoría de los analistas: creer que porque formalmente sea un partido político y de gobierno, al PP le interesa la política, entiende de ella o actúa políticamente. Falso. No hace política y sospecho que ni la entiende. Solo le interesan los negocios, los pelotazos, el enriquecimiento de los suyos y el mangoneo. Por dos vías, la colectiva y la personal. La colectiva es lo que se entiende aquí como neoliberalismo, consistente en privatizar todo lo público, tenga la forma que tenga y vendérselo a las amigos en forma de empresas privadas seguras porque son privadas pero viven de contratar con la administración pública en régimen de suculentas concesiones otorgadas por los mismos que las privatizaron y luego ocuparán cargos muy bien remuneradas en ellas. Se crea así una red de compradazgo entre políticos corruptos, funcionarios venales, empresarios inmorales que parasita la administración pública e impide la recuperación del país.

En el orden personal, la acumulación de fechorías, algunas pintorescas, como los aeropuertos sin aviones, los museos vacíos, los circuitos de fórmulas desiertos, prueban que el famoso dicho de yo estoy en política para forrarme, lo dijera quien lo dijera, es lema, consigna, promesa, anhelo del conjunto de la tropa. La lluvia de dietas, sobresueldos, comisiones, cohechos, fraudes, malversaciones, subvenciones, donativos, he hecho crecer un florido vergel de sinvergüenzas, casi todos ellos enriquecidos de la noche a la mañana con intereses y depósitos en numerosos paraísos fiscales. Y en ese vergel lucen también especies de otros partidos, tanto colectiva como personalmente: el PSOE en Andalucía y en Caja Madrid; según parece, también CiU se lleva su tajada; y en menor, pero significativa medida, IU. Todos.

Llamar a eso partido; llamarlo gobierno, Parlamento, oposición, sistema político, es un ejercicio de retórica absurda. Esto es un patio de Monipodio. El gobierno lleva tres años escaqueándose, pendiente de lo que sale en los medios por si lo incrimina, soltando un discurso triunfalista que los hechos desmienten y perdiendo el tiempo en controlar los medios, censurar la información y  confundir a la opinión pública. Las instituciones están todas intervenidas de hecho por el partido, con la parcial excepción del poder judicial en el cual un puñado de jueces y fiscales que hacen honor a su condición se atreve a investigar y procesar los casos de corrupción a un precio altísimo. Basta recordar que los dos únicos condenados hasta la fecha en los casos Gürtel y Blesa son dos jueces.

Si las instituciones están así es fácil imaginar cómo estarán quienes por ellas pululan. Ayer mismo traían todos los medios las andanzas y mangoneos durante años de 86 galopines de Caja Madrid con sus tarjetas opacas.  Empresarios, sindicalistas, funcionarios, políticos y expolíticos, comunistas, socialistas, conservadores llevaban una vida de lujo desenfrenado a cuenta de los impositores y de todos los ciudadanos pues finalmente esa Caja fue rescatada con miles de millones dinero público. Han dejado rastro por todas partes de sus gustos y aficiones y cabe hacerse una idea de qué tipo de gente estaba al mando de la cuarta entidad financiera del país: comilonas, hoteles de lujo, joyas, cash a cientos de miles, mucho alcohol, clubs, pubs, puts (acabo de inventarme el término, pero encaja), safaris, viajes de placer, golf. 15,5 millones de euros del dinero de todos en seis o siete años. Ni uno ha comprado un incunable, una edición príncipe, un libro raro, o un grabado, una estatua, algo de cerámica. Ninguno ha dado prueba alguna de que no se trata de un puñado de patanes enriquecidos. Y muy solidarios, como buenos mafiosos. Díaz Ferrán, actualmente en Soto del Real, se pulió una pasta en papear en el restaurante de su amigo Arturo Fernández que hizo lo propio en su propio pesebre; él se lo guisó, él se lo comió, él se lo pagó y él se lo cobró. Un puñado de miles de euros. El tipo que lleva tres meses sin pagar la nómina de sus empleados.

El anecdotario es suculento y morboso. Compraban lencería y quién sabe qué más cosas picaronas. Pero eso no es lo importante, como no lo era que Roldán se corriera las juergas en gayumbos. Lo importante es lo que significa el fenómeno en su conjunto. El saqueo de Caja Madrid fue una operación diseñada desde arriba. Blesa, presidente del Consejo de Administración desde 1996 a 2009, fue nombrado por su amigo íntimo Aznar. Las relaciones entre ambos irán saliendo de esos miles de emails que el imitador de Hemingway en el África ha intentado bloquear y, al parecer, Bankia ha entregado ya al juez. La mínima parte que se sabe ya pone los pelos de punta. Y queda tela por cortar. Como de la red de corrupción que Blesa tejió, pringando a todos los miembros de los órganos de supervisión, consejo, vigilancia y lo que fuera. Como la política de concesión de subvenciones y créditos, regida por el favoritismo más evidente, partidos, fundaciones, empresas, amigos. Como los desatinos que condujeron finalmente a la quiebra de la Caja que, según parece, se trató de frenar a base de idear la indignante estafa de las preferentes. Así los jubilados de Madrid se quedaron sin sus ahorros para que estos granujas se doraran la panza al sol del Caribe.

Del principio al final una operación política para "privatizar" las cajas y, de paso, esquilmarlas. Una operación del PP con la complicidad si no de los otros partidos, al menos de sus representantes en ellas, que guardaban silencio mientras se fundían la pasta pública en pitanzas.

¿Y qué decir de Zapatero quien, en 2007/2008 al comienzo de una crisis que se obstinó en negar más que Rajoy el nombre de Bárcenas, andaba presumiendo de la fortaleza del sistema financiero español, que había pasado todas las pruebas de stress y, en especial, las cajas de ahorros piezas rozagantes de ese sistema sabiamente reformado por no sé qué ministro socialista de Economía. ¡Caja Madrid, ejemplo de sano sistema financiero! Supongo que Blesa y sus amigos de francachelas reirían a mandíbula batiente mientras brindaban con Dom Perignon.

dimarts, 7 d’octubre del 2014

La gran nación.

Cuando en julio de 2012 el eurodiputado británico Nigel Farage, líder del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), euroescéptico, definió a Rajoy como el lider más incompetente de toda Europa resultó profético. Pero se quedó corto, o quizá empleó el conocido understatement inglés. De Europa y quizá del mundo entero. Dos años después de tan atinado juicio y casi tres ya de mandato del presidente, las pruebas de que merece de sobra la caracterización son abrumadoras. Y, por descontado, contradicen el altísimo concepto que el interesado tiene de sí mismo. Suele repetir como un sonsonete cuando habla en público, lo cual no es frecuente, que España es una gran nación. A su juicio es un enunciado de hecho, tan evidente, que basta con mencionarlo para que todo el mundo lo reconozca y actúe en consecuencia. Sin embargo no está nada claro. No se sabe qué entienda Rajoy en concreto por una gran nación, de qué criterios, datos, indicadores e índices se vale para identificarla y distinguirla de una pequeña o mediana nación. Es más, sospecho que tampoco tiene claro qué sea España además de una unidad de destino en lo universal, como dijo José Antonio Primo de Rivera, quizá inspirándose en el socialdemócrata Otto Bauer. Tanteemos ambas cuestiones.

Una gran nación no da el espectáculo mundial que dio ayer la ministra Mato en una rueda de prensa improvisada a toda pastilla para atajar el peligro de un pánico mundial a cuenta del ébola. El acto no fue sino la guinda de un increíble pastel de chapuzas en el manejo de una historia de todos conocida. Desde que el PP se instaló en el poder impuso dos criterios para la gestión de la sanidad pública española, hasta entonces una de las mejores del mundo, hoy en el lamentable estado que puede verse: a) disminuir gastos, costes, recortar prestaciones, reducir personal, eliminar servicios, instalaciones, encarecer y restringir el acceso al servicio público de salud so pretexto de la crisis económica que azota al país; b) desmantelar el sistema público en manos de sus comunidades autónomas privatizándolo por razones político-ideológicas so pretexto de una mayor rentabilidad falsa con el fin de enriquecer a los gobernantes y a los amigos, enchufados y parientes de los gobernantes. Es decir, las decisiones del gobierno para gestionar la sanidad pública han sido económicas, política e ideológicas. No sanitarias. La repatriación de los dos curas fue una decisión política que, al mezclarse con el desastroso estado en que dos años de recortes, incompetencia y expolio han dejado al sistema nacional dieron como resultado una alarma no solo nacional sino europea y mundial. Por eso se vio obligada la indescriptible ministra Mato a convocar una rueda de prensa con la que consiguió una vez más dejar clara su incompetencia y su denodada voluntad política de seguir destrozando la sanidad pública, así como el caos que reina en esta en especial en los servicios especializados en el tratamiento de este tipo de casos. En verdad Nigel Farage se quedó corto. Rajoy es el líder más incompetente de toda Europa, al frente de un gobierno cuyos ministros no le van en zaga en tan gloriosa condición.

Y presuntamente corrupto, cosa que tampoco encaja con concepto alguno de gran nación. El caso Gürtel, la corrupción extendida como una red mafiosa desde hace años entre las instituciones, los partidos y los delincuentes más o menos empresariales, afecta de lleno al partido del gobierno y salpica por todas partes a su presidente. En ninguna nación, no digo ya grande, tampoco pequeña o mediana, si es civilizada, se aceptaría que una persona en la situación de Rajoy, acusado de haberse lucrado con fondos ilegales, fuera presidente del gobierno. La Gürtel es un caso específico, al que se suman otros no menos pintorescos, como el de Matas, Fabra, Urdangarin, etc. España vive en estado de corrupción permanente. El expolio de Caja Madrid presidido por Blesa carece de parangón: ochenta y tantos individuos, sin más méritos que ser enchufados de partidos o políticos, trincando más de quince millones € en comilonas y gastos suntuarios pagados en negro, negrísimo. Un puñado de refinados granujas de la confianza de otro mangante encumbrado por el primer presidente del gobierno del PP, otro pájaro sin escrúpulos a la hora de forrarse como sea. ¿Puede ser grande una nación cuya cuarta entidad financiera es esquilmada por una partida de sinvergüenzas durante años y años? Y ese latrocinio quizá no sea sino el resultado de comprar el silencio de sus beneficiarios frente a otro latrocinio aun mayor, el de los miles de millones € de coste del rescate/estafa. ¿Es una gran nación aquella que expolia a sus ciudadanos y entrega después el producto del expolio a los bancos que, a su vez, desahucian a los expoliados?

Lo de la gran nación ya se ve en qué queda. Pura palabrería, mera fanfarronada hispana de un gobierno incompetente que vende la idea de una Marca España con espíritu comercializador o de mercadeo pero no puede evitar que esta represente incompetencia, corrupción, fracaso y chapuza. España aparece aquí como una empresa administrada por un Estado. A su vez la ideología neoliberal dominante considera tal Estado otra empresa. Se trata de España como Estado y empresa. Justo donde Rajoy muestra de nuevo su fabulosa incompetencia a la hora de enfrentarse a la cuestión catalana que, en buena medida, se ha avivado merced a la torpe, inepta e impositiva política del PP cuando estaba en la oposición y que luego en el gobierno ha convertido en línea maestra de sus decisiones sobre Cataluña. La gran nación es tan grande que no deja sitio a ninguna otra en España. Y defiende su unicidad mediante el Estado. España como Estado es el arma de que se vale Rajoy para hacer frente al secesionismo catalán. La única arma. El Estado, todo el peso de la ley, la legalidad y nada más. El Estado propio de una gran nación habrá de ser un Estado de derecho y por eso Rajoy esgrime la ley y la Constitución frente al nacionalismo catalán. Que esa ley y esa Constitución carezcan de legitimidad a los ojos de este y que mucho más carezca de ella el uso que de ambas hace Rajoy, instrumentalizándolas para sus fines partidistas, no es algo que preocupe a los gobernantes españoles. No ven estos que un conflicto tan desproporcionado entre España y Cataluña no puede tener buena prensa extranjera para los intereses españoles y, sobre todo, no calibran la trascendencia política que sus miopes decisiones puedan tener en Cataluña, en España, en Europa, en el mundo. La vicepresidenta del gobierno amenazó el otro día expresamente al presidente Mas advirtiendo que la Fiscalía estaría muy pendiente de sus actos. Al margen del juicio que esta amenaza merezca, imaginemos que la Fiscalía decide en algún momento proceder penalmente contra Mas. ¿Qué hará el gobierno? ¿Meterlo en la cárcel?

Y si la gran nación solo puede vender incompetencia y su Estado solo puede amenazar pero poco más, ¿de qué está hablándose aquí?

dissabte, 4 d’octubre del 2014

De la corrupción a la putrefacción.

Vamos a descansar por un día del tema catalán, aunque prometo volver sobre él con renovados bríos mañana mismo. Antes habrá que aquilatar el efecto que tenga en el histórico macizo de la raza esa solemne exhibición de unidad del soberanismo, a despecho de las cuñas que unos le han querido calzar, con muy mala intención, por cierto, y de los enfrentamientos fraccionales que otros han creído descubrir o se han inventado.

España o el resto de España, expresiones intercambiables según los ambientes y vientos dominantes, requiere urgente atención de Palinuro. El genio nacional vuelve por donde solía. Estaba este gobierno, epítome de la incompetencia, tan contento con el cisco de la marca cataláunica porque así no se hablaba de la Gürtel, cuando la revelación de esa cueva de empingorotados mangantes de la antigua Caja Madrid puso de nuevo sobre el tapete la cuestión de la corrupción. El cáncer tradicional de la España imperial, un mal tan acendrado como corrosivo, está hoy más extendido que nunca y, como siempre presenta implicación directa e indirecta del gobierno central.

Porque, efectivamente, en algún momento del inicio de esta legislatura se produjo un cambio cualitativo en la resignada cuanto tradicional convivencia de los españoles con un grado de corrupción superior a lo que los otros países europeos toleran. Ya se sabía que España es tierra de pícaros, que los políticos son unos galopines que van a lo suyo y los curas unos logreros siempre en pos de la pasta. Pero había un ten con ten dado que la corrupción oficial, administrativa, iba del ganchete con la social en un generoso espíritu de vivir y dejar vivir. Las autoridades seculares y espirituales robaban con mesura para que todos pudieran robar algo. Ese clima de bonhomía corrupta es el que se rompió con el escándalo Gürtel. Por cierto que el episodio reúne tipos y caracteres no ya solo típicamente españoles en pintoresquismo y truhanería sino, incluso de la comedia romana, de Plauto o Terencio: el bigotes, el albondiguilla, Luis el cabrón, el curita, don Vito. ¡Qué nombres! ¡Qué tipos! Dignos compañeros de francachelas de Max Estrella. ¡Y qué episodios! La gestapillo, el Jaguar invisible, el casino fantasma de Eurovegas, el ático mutante, el aeropuerto peatonal, los finiquitos diferidos, las medallas a las Vírgenes y otros hallazgos serán las fuentes de relatos para generaciones venideras.

Pero no es lo hispánico lo verdaderamente decisivo de la Gürtel y tramas adyacentes, como la sucursal de Matas o el Principado de Noos. Lo decisivo, lo que ha levantado pública indignación hasta en España, ha sido su carácter oficial, sistemático, industrial incluso, con participación de las más altas instituciones y magistraturas y la bendición eclesial. Eso ya no es la corrupción tradicionalmente hispánica del cacique, la rebotica, el alcalde, el cura y el sargento de la guardia civil. Esto ya es la estafa a lo grande, el expolio sin límites, una empresa o varias en una compleja trama en la que aparecen y desaparecen flotas de coches de lujo, paraísos fiscales, yates, fondos buitre, cacerías, safaris, mansiones de lujo y viajes al Caribe. Absteneos plebeyos y dejaos explotar.

A la vista de la presunta financiación ilegal del PP y de los sobresueldos que sus dirigentes cobraban bajo cuerda, así como el régimen de pago de servicios y obras y los sobornos en especie, desde los confetti de la ministra Mato a las corbatas del presidente Rajoy, algún juez ha sostenido que, más que un partido, parece tratarse de una asociación para delinquir. Lo que viene Palinuro desde el comienzo de la Gürtel. El PP es una ventana de oportunidad para hacer carrera política y forrarte. Es difícil que te pillen porque está todo corrompido; y, si te pillan, se tratará de obstaculizar lo que se pueda la acción de la justicia; y si, con todo, te condenan, se te indulta.

La Gürtel no ha dejado títere con cabeza en el guiñol patrio. La visita de un Papa a Valencia,  tierra de auténticos bandoleros asaltacaminos, sirvió para canalizar cantidades astronómicas a los bolsillos de unos cuantos estafadores. La preocupación popular con la corrupción creció tanto que hasta la Academia, lenta de ordinario, se puso a estudiar el fenómeno, a analizarlo, compararlo diacrónica y sincrónicamente, clasificarlo, interpretarlo, correlacionarlo con la cultura, la religión, el desarrollo económico, definirlo. El resultado fue un ramillete de teorías y tipologías de la corrupción, no todas congruentes entre sí, con recomendaciones para acciones públicas que trataran de remediar el fenómeno.

Armado con algunas de estas teorías y la necesidad de presentarse ante la opinión pública como adalid de la lucha contra la corrupción, el gobierno lleva tres años hablando de medidas de "regeneración democrática", normas de buenas prácticas, códigosdeontológicos y otras magias a las que recurren siempre los sinvergüenzas para disfrazar sus fechorías. El hecho de que sea preciso trompetearlos a los cuatro vientos revela el bajo juicio moral que la opinión tiene sobre la acción pública. Unas autoridades literalmente embadurnadas de corrupción que dicen luchar contra ella merecen tanto crédito como una profesión de fe vegetariana de una hiena.

La Gürtel no es un caso de corrupción. Es la corrupción del sistema. Y un sistema corrupto no regenerado acaba pudriéndose. La corrupción da paso a la putrefacción. Dalí y Lorca, en sus años juveniles (Lorca no tuvo otros) llamaban los putrefactos a los escritores y artistas acomodados, aburguesados, sin ambición sino de fortuna y posición. Estos mendas de la Caja Madrid con sus tarjetas bautizadas B, fórmula minimalista por no llamarlas de las mil y una noches, tienen todos méritos para optar al título de putrefactos, que no hará fortuna, a pesar de su elegancia, porque la gente prefiere el más aceptado de casta. Y es lástima porque tiene fuerza y permite medir. Es tal el grado de putrefacción que algunos putrefactos están comportándose como si, en vez de ser españoles, fueran ingleses o marcianos: dimiten y hasta devuelven la pastuqui, cosa asombrosa. Algunos, solo algunos, que esto es España. La putrefacción es más que la corrupción. El sistema no está corrupto sino podrido. Ahora descubren los de Hacienda que eso de andar por ahí puliéndose la pasta de los impositores o los accionistas pueda ser costumbre arraigada en las empresas del IBEX. Por eso no pagan impuestos; necesitan el dinero para despilfarrarlo en comilonas.

El calificativo de antisistema que cierta derecha de Chindasvinto utiliza, empieza a tener connotaciones muy positivas en la opinión pública. Si eres antisistema, probablemente seas una persona honrada. Si eres prosistema a lo mejor eres como Aznar, Rato, Rajoy, Cospedal, Blesa, Mato, Rouco, Díaz Ferrán, Camps, Fabra etc., etc., o sea gente que está en política o cerca de ella para pillar la pasta como sea a base de despojar a la ciudadanía de su peculio y de sus derechos.

Pero el asunto no acaba ahí. Si proyectamos las actividades de esos pájaros que piaban aconsejando en Caja Madrid a todos, daremos cuenta de una pila de millones que han afanado. Pero tampoco son tantos. Solo rescatar esta Caja nos ha costado no sé cuántos miles de millones de euros. Es decir, estos sinvergüenzas fardando de tarjetas en restaurantes de lujo y sacando fajos de los cajeros para pagarse los fines de semana, quizá no sean más que comparsas, muñecos que sirven para ocultar las verdaderas operaciones de expolio, las de miles de millones, las que llevan las bendiciones o participaciones de los barandas antes citados. En todo caso, la investigación tiene que seguir hacia arriba, escalando por los correos de Blesa, al parecer también padre de la Gürtel. En todo caso, esos miles de millones directamente robados a la gente y muchos otros, como los once mil millones de la Iglesia, los de las autopistas, los intereses de la deuda, son la crisis y los pagamos todos los demás, los que no robamos.

Lo cual demuestra por enésima vez que no se trata de una crisis, sino de una estafa.

dijous, 25 de setembre del 2014

España Potemkin.


Hubo en el siglo XVIII un príncipe Grigori Aleksándrovich Potiomkin , el príncipe Potemkin, amante y marido de Catalina la Grande; y cuenta de él la leyenda que, cuando viajaba con la Emperatriz a sus territorios del Sur, hacia Sebastopol, donde él gobernaba, mandaba poner decorados por el camino, simulando aldeas prósperas y campesinos alegres y felices para solaz de su señora. Las aldeas ficticias se conocen hoy como aldeas Potemkin. No parece justa esa mala fama en concreto (otras sí) del príncipe, pero la denominación ha hecho cierta fortuna de modo que, cuando un gobernante presenta una imagen falsa de la realidad, se dice que está haciendo un Potemkin.

Tal cosa sucede en España y no uno, sino cuatro potemkins: el de la economía y la crisis, el de la política y las elecciones, el de los valores y la corrupción y el de la nación y el independentismo. Con estos cuatro potemkins montados a la española, Rajoy ha ido de visita a la China, bien lejos de la algarabía, de esta España imprevisible.

El potemkin de la economía y la crisis es un verdadero fracaso. Hasta el gobierno ha comprendido que es contraproducente un discurso triunfalista que no resiste un telediario. No obstante, lleva más de un año largándolo sin que la realidad a la que se refiere le haga el más mínimo caso. El paro no desciende, ni el resto de las magnitudes problemáticas, por más que las autoridades estén manipulándolas permanetemente con lo cual han conseguido restarles todo crédito. Han dejado de hablar de los brotes verdes que, a estas alturas, ya debieran ser frutos granados y se han ido bajo tierra, como el topo, hablando de raíces vigorosas. Esto equivale a decir a la gente que la realidad no es lo que ve todos los días, sino lo que no ve pero que está ahí porque el presidente lo dice, cosa que lo hace muy verosímil. Es imposible que un país como España con una deuda pública de más de un billón de euros vaya bien. Aunque bajen legiones de potemkines, dirigidos por san Mijail.

El potemkin de la política y las elecciones promete ser una función tragicómica. El sistema español, aparece como el régimen del 78; el personal político, administrativo, institucional, empresarial y eclesiático que lo dirige es la casta, según Podemos. Este sistema se repliega sobre sí mismo ante la crítica social ascendente; los dos partidos dinásticos cierran filas en apoyo de la estructura constitucional existente, aunque con variantes. El mensaje compartido es, más o menos, España es un Estado democrático de derecho normal que sufre algunos problemas coyunturales y transitorios en su desarrollo. Puro potemkin. La crítica emergente apunta a problemas estructurales que ponen en duda la estabilidad general. Las próximas elecciones municipales meten algo de miedo porque, así como las europeas son más para el voto despreocupado, en las municipales se ventilan intereses concretos y gozan de antecedentes históricos poco recomendables. El gobierno, muy nervioso, ha intentado un pucherazo de última hora para garantizarse alcaldías, pero no se ha atrevido a imponerlo. A su vez, los de Podemos, asustados de la que se les venía encima con los 8.000 ayuntamientos, se retiran de las municipales, pero se quedan en las autonómicas. Y apoyan las candidaturas ganemos, con lo cual, por mucha estabilidad que los dinásticos quieran garantizar, nadie sabe qué pueda salir de las municipales.

El potemkin de los valores es ya el baile de la desvergüenza. Alcanza su imagen más rotunda con la dimisión de Ruiz-Gallardón por ser incapaz de sacar adelante su ley en contra del aborto, a pesar de tratarse de un compromiso de su partido y del firme deseo y no menos firmes órdenes de la jerarquía eclesiástica. ¡Los miserables cálculos electorales han prevalecido sobre la obligación católica de proteger la vida del nasciturus! Se han traicionado y vendido los principios por un plato de votos. El país está maravillado de la rabieta del ex-ministro, sobre todo porque el hombre ha tardado tres años en enterarse de lo que sabe todo el mundo, incluido el presidente del gobierno, esto es, que el presidente del gobierno no ha cumplido un solo compromiso o promesa electorales. Ha cumplido, dice, con su deber, consistente en no cumplir con su deber. Es imposible que Ruiz-Gallardón entienda estas complejidades. El gobierno, sin embargo, las entiende perfectamente: hablando de valores, es claro que en España hay un problema de corrupción generalizada, estructural. El gobierno, muy consciente de que la corrupción es la tercera causa de congoja de la ciudadanía, lleva tiempo trabajando para presentar un buen paquete de medidas de regeneración democrática. Potemkin total, absoluto. El gobierno del partido con la mayor cantidad de imputados por agrupación local, acusado de comportamiento ilegal por los jueces, de financión ilegal, y dirigido por unas personas acusadas de comportamiento también presuntamente ilegal presenta un proyecto de regeneración democrática con la misma autoridad con la que Hitler podría decirse seguidor del Mahatma Gandhi.

El potemkin de la nación tiene un alcance insólito. España es una gran nación, va diciendo Rajoy. "España es una gran nación", recitan al unísono el rey cesante y el rey reinante. No una nación; eso lo es cualquiera, sino una gran nación. Somos los primeros, llevamos quinientos años juntos y así seguiremos hasta el fin de los tiempos porque lo suyo es estar unidos y no embarcarse en aventuras y singladuras borrascosas que vaya usted a saber. Siempre que hemos estado unidos, hemos vencido; cuando nos hemos enfrentado, nos han derrotado. Estas o parecidas simplezas abundan en ese cuenco de la "gran nación". Un potemkin a la desesperada. La gran nación contempla una parte importante de su territorio en rebeldía con el apoyo de una mayoría muy apreciable de la población. Pero no es capaz de reaccionar. Los dos partidos dinásticos se oponen al derecho de autodeterminación de los catalanes, pero carecen de discurso alternativo que no sea el mantenimiento del statu quo o una imprecisa propuesta reformista federal del PSOE que los conservadores no aceptan y los propios socialistas no saben precisar porque acaban de echar mano de ella. Los nacionalistas catalanes tienen, en cambio, un discurso autodeterminista con un fortísimo apoyo interior y exterior, sobre todo en un lugar como Europa en donde todos han visto cómo los escoceses ejercían un derecho que está vedado a los catalanes, incluso en su forma más suave. Ambas partes, ambos nacionalismos español y catalán tienen conciencia de estar haciendo historia, pero de muy distinto sentido.

Esta situación coincide con el viaje del rey a los Estados Unidos, a impartir lecciones de democracia al mundo y el del presidente a la China, en busca de oportunidades de negocios para los empresarios españoles. Coincide también con la dimisión del jefe máximo del aparato de propaganda del gobierno, el director de RTVE, otro fracasado. Sus potemkins son tan malos que la audiencia se ha desplomado y el ente está en la ruina. Pero, en el fondo, todo ello da igual. El sistema político de la segunda restauración, estando consolidado, marcha por sí solo. Sin que lo dirija nadie.

Y eso es lo preocupante. 

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimecres, 5 de març del 2014

El portavoz de sí mismo.

Rajoy sigue leyendo mundo adelante. No hablando. Jamás habla espontáneamente. Lee. Se entiende el apuro en que se vio en cierta ocasión en que, habiendo escrito él personalmente lo que había de leer, no entendía su letra. Y en la cabeza, ideas, no debía de haber muchas. Por eso lee siempre y escurre el bulto de todas las comparecencias en que pueda verse obligado a improvisar algo. No puede. Ni un desliz. Nada de responder preguntas, que te pierdes. Nada de improvisar. Todo por escrito. Por eso cabe decir que Rajoy gobernante no es Rajoy compareciente. El compareciente no es Rajoy -a quien se parece mucho, como si fuera un doble- sino su portavoz. Es sencillo: Rajoy es portavoz de Rajoy, quien no se deja ver.

Y no es menuda la tarea del sosias portavoz. Tiene dos en concreto, una positiva y otra negativa, ambas relacionadas. La positiva: debe colocar un discurso triunfalista que suena a falso a la legua. No puede permitirse ni un error, sobre todo en magnitudes que están habitualmente manipuladas. La negativa: debe impedir a toda costa que se hable de la corrupción, del caso Gürtel y menos que se ponga en cuestión la legitimidad de su gobierno a cuenta de las presuntas fechorías que su partido por un lado y él personalmente pudieran llevar años cometiendo.

Lo primero y positivo parece improbable porque, se esgriman los datos como se esgriman, si la gente sigue sin poder pagar el recibo de la luz o la hipoteca o el colegio de los niños, ya le pueden contar milongas macroeconómicas, interpretar ladinamente el sentido de los datos o prometer longanizas el año que viene: no creerá nada. Lo segundo y negativo es imposible. Cada día, casi cada hora, hay una noticia nueva en ese procedimiento Gürtel que parece las zahúrdas de Caco. ¿Pude seguir afirmando Rajoy que se enteró del caso Gürtel prácticamente ayer y por la prensa cuando el Bigotes asegura haberle pedido por carta en 2003 (y la carta consta) que mediara para que su partido -pelín moroso- pagara las facturas de la Gürtel? Repetirá que sobre ese tema ya ha dicho todo cuanto tenía que decir. Pero ¿cuánto tiempo podrá decirlo cuando cada vez es más claro que no ha empezado a hablar y que puede tener que hacerlo delante de un juez?

Y no es solamente Rajoy. Es todo cuanto el PP ha tocado, en Castilla La Mancha, en Valencia, en Baleares, en Galicia, en Castilla y León y, por supuesto, Madrid que, en los años de oro de la Gürtel, los del frenético inaugurar de Aguirre, parecía Wichita, ciudad sin ley por lo mucho que aquí se ha robado. Para quitarse el feo y plebeyo muerto de la financiación ilegal de las campañas electorales, Aguirre, noble consorte, dice que en 2003 el presidente del PP en Madrid era Pío García-Escudero, IV Conde de Badarán. Esto va de aristócratas, un poco randas, según parece, pero gente de "buena estirpe". Aguirre no era presidenta del PP entonces pero sí fue la candidata de las dos elecciones autonómicas de aquel año, las del Tamayazo, es decir, la beneficiaria directa de la presunta financiación ilegal. ¿Qué valor tienen unas elecciones ganadas con trampas?

Es la cuestión del pufo universal que, como el fantasma de la esencia patria, vuelve de visita, a dejar claro a los ojos del mundo quién y cómo gobierna el país. El amigo íntimo de Aznar, aupado por este a la presidencia de Caja Madrid en 1996, Miguel Blesa, ocupó el cargo hasta 2009, fecha en la que los enredos de la inevitable Aguirre lo echaron de la canonjía, substituido en ella por Rodrigo Rato, quien acabó la obra de su predecesor. Lo mismo hizo Aznar con su otro amigo del colegio, Villalonga, a quien puso al frente de Telefónica. Des ejemplos claros del capitalismo de amigos del que el expresidente abomina en público como buen neoliberal. A Villalonga no le fue mal de todo, quizá porque tuvo la habilidad de romper con Aznar, quien debe de ser insaciable en el cobro revertido de favores. A Blesa, quizá por no romper con el capo, le ha ido fatal. Bueno, ha ido fatal -en mayor medida incluso- al interés público y a miles y miles de ahorradores a los que supuestamente se estafó con las preferentes. Blesa parece haber llevado a la quiebra la segunda entidad financiera del país, con más de doscientos años de solera. En su descargo dice el buen hombre que no cabe considerar que un jubilado careciera de conocimientos financieros a la hora de entender las tales preferentes. Y, a más a más, sostiene ante el juez que él no sabía nada de ellas, siendo así que esas preferentes se aprobaron en la Comisión Ejecutiva de la Caja a iniciativa del amigo íntimo de Aznar. ¿Cómo es posible que este hombre esté en la calle y, en cambio, se halle procesado el juez que lo encarceló? ¿Quién puede tomarse en serio un país así?

(La imagen es una foto de La Moncloa según su aviso legal).