Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Comunicación.. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Comunicación.. Mostrar tots els missatges

dilluns, 24 de gener del 2011

Sed de urnas de los nacionales,

Un fin de semana apoteósico. Esa oportuna convención nacional del PP ha sido un buen golpe de efecto con el que se ha colado en casi todos los hogares españoles a la hora del telediario en un clima de euforia y segura victoria destinado a reafirmar el ánimo de los fieles y ganarse a los indecisos y titubeantes. Hay que apostar por el caballo ganador. Nada en esta escenificación de la alternativa se hizo al azar: el término "nacional" trae ya declaración de principios sin complejos, lo que permite llamarlos "los nacionales" y el emplazamiento en Sevilla quiere preanunciar la segura victoria en Andalucía, un hecho que, de producirse, será calificado de "histórico"

Ha sido un acontecimiento de impacto mediático muy bien preparado por el gabinete de comunicación. Pero la convención tenía que convenir exactamente ¿qué? Porque es en el terreno de las propuestas en donde la sonada reunión ha resultado no enteca sino literalmente vacía. Si las encuestas dan ganadora a la derecha y la derecha se ve ganadora ¿para qué va a complicar las cosas con propuestas concretas que quizá hagan vacilar el ánimo popular? Así que los españoles deben confiar en el proyecto secreto del PP, liderado por ese hombre que, según Camps, "pasará a la historia" y que ayer concluyó la tamborada con un España tiene sed de urnas. Sed de urnas, qué expresión. Tiene un toque evangélico ya que es una de las bienaventuranzas: los que tienen hambre y sed de justicia. Pues nada, igual que los bienaventurados, los de las urnas también serán saciados.

Lo han llamado convención porque no era cosa de llamarlo congreso y, de todas formas, había que celebrar un evento, algo que tuviera presencia mediática. La convención ha sido una especie de gran consagración de Rajoy; todos unidos detrás de las legiones del césar invicto, como en los desfiles triunfales en la antigua Roma. Hemos vencido al enemigo. Hemos ganado las elecciones. Sólo un prodigio en el arte de la manipulación política podría transformar a un comprobado perdedor en un vencedor futuro. Pero falta un pequeño detalle que puede dar al traste con los esfuerzos del mayor mago de la comunicación: queda más de un año para las elecciones y ¿no suena todo esto a un vender la piel del oso antes de haberlo cazado?

Admitido, las encuestas marcan la tendencia. Pero las tendencias cambian en la era digital en cuestión de días, de horas. Hacer una convención nacional para pedir elecciones anticipadas no está mal pero es escasamente novedoso dado que eso es lo que vienen pidiendo el PP y Mariano Rajoy desde que perdieron las elecciones en 2008. ¿Qué añade a esta salmodia de elecciones anticipadas la convención? Mayor audiencia. Pero conseguir mayor audiencia para repetir lo mismo puede ser contraproducente.

Además, cuando rompen a hablar se delatan como "nacionales" en el sentido propio del término en España. Ahí es donde se enmarcan las advertencias catastrofistas de "España se rompe, España fracasa", el Estado autonómico es inviable; el del bienestar, también. Los socialistas practican la "cultura de la muerte", según Mayor Oreja que siempre habla por boca de la nueva Roma porque los nacionales son, no se olvide, "nacionalcatólicos" . Estos propósitos dan miedo en un electorado que es mayoritariamente de centro, centro izquierda con ribetes nacionalistas algunos de los cuales, a su vez, también se consideran "nacionales" de sus respectivas naciones. España, nación de naciones mal avenidas.

El mucho ruido mediático es beneficioso o perjudicial según para qué se haga. Si es para aturdir y que no se cuestione el seguro triunfo será beneficioso; pero si es para clarificar y que se pregunte en qué consiste el proyecto para el que se pide el voto, será perjuidicial.

Por lo demás, al PP le espera una larga campaña negativa con la Gürtel que es como un torbellino maelstrom en su ruta hacia La Moncloa.

dijous, 13 de gener del 2011

De la mentira al crimen y del crimen a la mentira.

Para contrarrestar las acusaciones de ser una instigadora indirecta del crimen de Tucson, Sarah Palin ha subido un vídeo a su página web bajo la doctrina de que la mejor defensa ee un buen ataque y afirmando que la víctima es ella, víctima de un blood libel, el término que se usaba para justificar los pogroms en la supuesta sed de sangre de los judíos, dándose la circunstancia de que la congresista Gifford es judía. Es fascinante a qué extremos de crueldad puede llegar la estupidez aliada a la maldad.


He aquí el vídeo



Sarah Palin: "America's Enduring Strength" from Sarah Palin on Vimeo

.



Maldad y estupidez que forman el engrudo en el que hierven la agresividad y el carácter incendiario y vitriólico del discurso político de la derecha. La derecha furiosa, una mezcla de fundamentalismo político e integrismo religioso extraordinariamente vociferante. Lo mismo, más o menos, pasa en España en donde, gracias a los dioses, las armas no están al alcance de los desequilibrados. Al menos no todas y no de todos.

La época es la del reinado de la comunicación política elevada a categoría de estudio universitario como rama de la comunicación en general y que es la que más abunda en el terreno práctico a juzgar por la cantidad de consultorías políticas, consultores políticos, expertos en comunicación política que hay. Es lógico. Lo que esa actividad práctica persigue es garantizar el éxito de la opción política que la contrate. Para ello se emplean técnicas puramente publicitarias porque, en definitiva, de lo que se trata es de "vender" algo, un líder, un partido, un programa. La publicidad soslaya las cuestiones morales y la comunicación política también.

Pero el problema es si eso es posible teniendo en cuenta que la teoría de la comunicación más próspera y extendida, la de la acción comunicativa habermasiana, la que da origen a las teorías de la democracia deliberativa y/o participativa, tiene un fuerte contenido moral. Moral racional universal, pero moral. Dos de las cuatro condiciones de la acción comunicativa de Habermas son que los hablantes digan la verdad, que sean objetivos y, además, que sean veraces, que no mientan. Y esto es cercano a lo utópico porque la mentira define al hombre como eso, como el único animal que miente. No que finja, como dice Pessoa que hace el poeta, sino que miente, se miente, engaña y se engaña.

Esa comunicación vitriólica de la derecha que centra los ataques al adversario en sus cabezas visibles, sus representantes, y lo hace diciendo que son antipatrióticos (antiamericanos, antiespañoles, anticlericales) arranca de una mentira. La mentira se remacha con el insulto (puesto que de un antipatriota siempre se puede decir cualquier cosa), lo que destruye toda posibilidad de comunicación. Pero ésta es un requisito imprescindible de la racionalidad. Si no hay comunicación, no hay racionalidad y reina la irracionalidad en las relaciones sociales. Tal es el camino del fascismo. Por eso también atentaban los etarras contra los representantes populares, municipales, autonómicos, nacionales. La irracionalidad reconoce en la fe a su hermana y por eso también las soflamas incendiarias de la derecha llevan incorporada una parte de guerra santa.

Así que ya sabemos: si un discurso incendiario incita a alguien indirectamente a cometer un crimen la responsabilidad del crimen no recae sobre el incitador sino sobre la víctima que algo habrá hecho. Por ejemplo, ser demócrata. O judía. O cualquier otra cosa que el incitador (o incitadora) considere disparable.

(La imagen es una foto de monado, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 24 de desembre del 2010

El canto del cisne.

Cuando un medio cierra es como cuando en un coro calla una voz; el coro sigue pero ya no es el mismo. Para unos quizá mejore; para otros quizá empeore. Los seres humanos somos iguales y profundamente distintos. Incluso opuestos.

Ayer emitieron sus últimos programas las figuras de CNN+. Fue una continuada lamentación, comedida, moderada, sin estridencias, muy al estilo de la casa, pero lamentación. En la red, en donde este blog se mueve como pez en el agua, había y hay más quejío, una sensación de desamparo, como cuando el pueblo elegido vaga sin destino cierto. Su faro, luz y guía se apaga. Palinuro ya "posteó" sobre el asunto en una entrada sucintamente titulada CNN- hace como una semana. A lo allí dicho me remito.

Cierto que los cierres de medios deben valorarse desde el punto de vista de la comunicación, la información y hasta los sentimientos. Pero los medios son empresas y las empresas, es de suponer, toman decisiones "empresariales", esto es, basadas en la cuenta de resultados all things considered. Con un 0,7 por ciento de audiencia los de la CNN+ no debían de ser aceptables. La empresa cierra.

Ahora la cuestión es ¿por qué diablos un proyecto de TV de calidad, serio y riguroso no consiguió en unos once años una cuota de pantalla que fuera rentable? Alguien podrá decir que en un país en el que los programas de Belén Esteban fulminan los ratings, la CNN+ no tenía nada que hacer. Pero este argumento es pobre porque las audiencias no se encuentran, se hacen, y porque entre la severidad del rigor a palo seco y Belén Esteban seguramente hay infinidad de puntos prometedores.

Tengo la impresión de que en los programas de ayer no hubo mucha autocrítica. Y, la verdad, cuando uno se despide con un 0,7 por ciento de audiencia, habiendo sido ídolo indiscutible en la radio, cabe pensar que uno puede haber hecho algo mal. No digo Gabilondo; digo la cadena en su conjunto. Tenía ésta muchas virtudes, sin duda alguna, con una calidad insuperada. Pero también tenía dos defectos: la monotonía y falta de dinamismo de los programas que se parecían muchísimo entre sí y el sesgo evidente. Había cierto pluralismo, pues se daba voz a la derecha, pero el campo de la izquierda tendía a ser monopolizado por la gente del grupo PRISA que también viene a parecerse muchísimo hasta casi resultar el mismo opinante, como si fuera un retrato robot hecho por una máquina. A lo mejor si los programas fueran más dinámicos, menos "epístola moral a Fabio" y más plurales la cadena se hacía un hueco pues representa lo que tengo por un sector mayoritario de la sociedad española.

Al margen de todo ello el último programa de Gabilondo estuvo fenomenal. Esas dos entrevistas a Garzón y Rubalcaba de antología. En la de Garzón el juez brilló y mostró mucha categoría. Debe de estar exultante. Si entiendo bien le entrada en vigor ayer de la Convención Internacional de Protección contra las Desapariciones Forzadas viene a darle la razón en su enfoque de los crímenes del franquismo: estos no han prescrito por ser delitos continuados puesto que las autoridades no han dado fe del paradero de tantos miles de desaparecidos en la postguerra civil.

La entrevista a Rubalcaba también género de alta calidad. Que Rubalcaba es el mejor político en activo lo reconocen hasta sus más irreconciliables enemigos y en la entrevista lo probó, así con ese gesto desvaído de jefe de estación que sabe muy bien a qué hora pasan los trenes. Como era inevitable hubo su cuarto a espadas con la sucesión de Zapatero y hasta con el hecho de si habrá sucesión. Me pareció una clase práctica de lo dicho más arriba sobre la calidad de Rubalcaba. Porque había una pregunta evidente: la de si es o no el único miembro del Gobierno/PSOE al que el Presidente comunicó su decisión. En cuanto a la contestación se admiten apuestas: ¿habría dicho Rubalcaba la verdad o no?

En el ciclo póstumo de Lieder de Schubert que el editor tituló El canto del cisne por razones obviamente comerciales hay una sobre un poema de Heinrich Heine titulado Der Doppelgänger (El doble), que me gusta mucho y suena así:

En su último programa, Gabilondo se ha desdoblado, han salido en pantalla él y su Doppelgänger. Él mismo, el auténtico (aunque en esto de los dobles nunca se sabe quién es el "auténtico"), informó de la situación; el otro, el doble, el Horla, lanzó cinco profecías. Sabedor de que entra en tiempo de silencio, Gabilondo quiere que su voz se oiga en los próximos meses y la lanzó en forma de "mensaje en una botella". Cinco vaticinios (sobre la sucesión de Zapatero, el fin de ETA, el tintorro party, las elecciones de Andalucía y la crisis económica) pero como esto es CNN+ el Gabilondo "auténtico" advierte de que su doble puede errar en dos o tres. Es el aúreo juste milieu de CNN+; impecable, previsible, lamentable. Y porque no cabía decir que se acertará o errará en 2,5 de cinco casos.

(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 18 de novembre del 2010

De lo soez.

No se han apagado los ecos del griterio público al conocerse las preferencias eróticas de Sánchez Dragó en los años ochentas y el modo en que las relata cuando el amable público se desayuna con unas apreciaciones de Salvador Sostres en materia de jovencitas que dejan a Sánchez Dragó a la altura de un monaguillo. Sexismo trufado de un racismo increíble.

Afirma la señora Aguirre para desentenderse del episodio que se trata de una "conversación privada". Ya se sabe que lo "privado" manda en el universo conceptual neoliberal. Una conversación privada en un plató de televisión pública, con micrófonos y público presente. Es decir, para que sea pública una conversación tednrá que hacerse en la Plaza de San Pedro durante la bendición urbi et orbi. Además, si se mira el vídeo más abajo, se verá que no es una conversación sino un soliloquio de Sostres interrumpido con recriminaciones por Isabel San Sebastián.

Lo malo de estos exabruptos es que no son privados sino públicos y, además, muy frecuentes. Hay un machismo ostentoso en la derecha. Si no lo manifiesta Sostres lo hace el alcalde de Valladolid y, si no, lo hace Aznar metiendo un bolígrafo en el escote de una periodista. Un machismo mezclado, como es lógico, de agresividad verbal. Suelen ser los rijosos los que, además, insultan e injurian sin parar sobre todo a los adversarios políticos o a todos aquellos que presuman cercanos a los adversarios políticos, por ejemplo,



los artistas, sistemáticamente tildados de "titiriteros" y "estómagos agradecidos". Por supuesto, sus propios "estómagos agradecidos" son agradecidos, sí, pero no estómagos: son cerebros. Bien a la vista está. En esto rivalizan políticos y comunicadores de la derecha, ¿o no fue Rajoy quien, en la primera legislatura de Zapatero llamó a éste de todo, desde "incompetente" a "bobo solemne" pasando por infinidad de dicterios? Repetidamente, machaconamente. Y si lo hacía el mando, ¿cómo no sus huestes partidarias o mediáticas? Así el país sufre un nivel de debate público de calidad moral e intelectual bajísima. Y que esto suceda en medios privados tiene un pasar pues cada cual gasta su dinero en lo que le place. Que suceda en medios públicos, sostenido con dinero público es otro cantar. ¿Por qué han de soportar los votantes socialistas que, con el dinero de sus impuestos, se pague a profesionales del insulto para que injurien sus valores, sus ideas y a las personas que los encarnan?

La agresividad verbal, la violencia verbal, los insultos, las injurias, las procacidades, vienen fundamentalmente de la derecha. De vez en cuando la izquierda también recurre a esa táctica, como en el caso de los tontos de los cojones del alcalde Pedro Castro. Pero esto sí que son ejemplos aislados. No recuerdo caso alguno de socialista que haya hecho un comentario como el de los morritos del alcalde de Valladolid. Y qué mala uva destila ese término, "morritos". En realidad no es frecuente que en la izquierda se escuchen comentarios, bromas, chanzas sobre la apariencia física de las gentes, especialmente las mujeres, de la derecha. No me consta que nadie trate o haya tratado a Soraya Sáez de Santamaría o a María Dolores de Cospedal como los conservadores han tratado a Bibiana Aído o a Leire Pajín, con cuyo apellido han hecho chistes varias luminarias de la derecha. En fin, en su conjunto se trata de un caso de eso que antes se llamaba "mala educación". Hay gente a la que han enseñado pautas morales obvias como que no se insulta pero lo han olvidado; en otros casos, probablemente, ni se les ha enseñado.

Por eso es tan importante la corrección política de la que todos estos maleducados hacen chirigota sin parar. Les parece algo ridículo que se pretenda emplear un lenguaje que tenga en cuenta la gran variedad y pluralidad de nuestras sociedades y sea respetuoso con ellas. O que se piense que el debate público no ha de ser necesariamente un griterío de rufianes. Les parece cosa de maricones y nenazas.

(La imagen es una foto de sroemerm, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 7 de setembre del 2009

Improvisar.

En la contienda política y en la vida en general las cosas no son buenas ni malas en sí mismas sino de acuerdo a cómo cada cual quiera interpretarlas. Vivir, relacionarse socialmente, es dialogar, proponerse interpretaciones unos a otros. Ganar, triunfar, es conseguir que otros, los más, acepten tus interpretaciones y te den su confianza. Perder es quedarte en minoría, incluso solo. A su vez las interpretaciones pueden ser -de hecho, suelen ser- visiones contradictorias de un mismo acontecimiento, empleos conflictivos de los mismos términos que dan contenido radicalmente distinto a nuestros actos.

Viene lo anterior a cuento del intercambio de acusaciones que se da entre la oposición y el Gobierno últimamente. La oposición sostiene que el Gobierno carece de un plan, de un proyecto, de un modelo, en definitiva, de un hilo conductor en su acción y que todo lo fía a las "ocurrencias" y a la improvisación. A su vez, el Gobierno sostiene, como ha hecho el señor Rodríguez Zapatero en Rodiezmo, que no improvisa ni tantico así, que todo lo tiene madurado, pensado, proyectado, planeado, decidido.

La verdad es que uno se queda perplejo ante esta forma de razonar de ambas partes y llega uno a preguntarse si sus representantes están a la altura del siglo en el que viven. En primer lugar es falso que el Gobierno tenga plan alguno, proyecto que le permita elegir, que no improvise. Basta con echar una somera ojeada a su comportamiento en los últimos dos años para darse cuenta de ha tomado medidas no suficientemente contrastadas, oscilantes, dubitativas y que, si bien orienta su acción rigiéndose por unos principios a los que se mantiene fiel, plano, proyecto específico, blueprint, carece de él.

Pero es que, además, en segundo lugar, es falso que la improvisación y la ausencia de un plan previo sea algo malo en sí mismo. En unas circunstancias como las actuales, caracterizadas por una crisis que nadie previó y en las que nadie sabe qué pueda suceder mañana ya que los datos siguen siendo muy erráticos y confusos, tener la flexibilidad necesaria para adaptarse a las cambiantes circunstancias es reducir las desventajas de los esquemas y criterios fijos, las ideas preconcebidas, los planes establecidos con anterioridad pensando en una realidad que no se ha producido. Saber adaptarse y tener flexibilidad y capacidad de improvisación son aptitudes que permiten sobrevivir frente a quienes se empeñan en aplicar unos recetarios previos, ya hechos. El único al que se le ha ocurrido salir con esta melonada ha sido el genio de Quintanilla de Onésimo, que publicó hace unos meses un recetario para que España saliera de la crisis.

Con esto de la improvisación y la planificación ocurre lo mismo que cuando alguien dice que no ha cambiado de ideas en treinta, cuarenta, cincuenta años y lo tiene a mucha honra para mostrar su consecuencia frente a unos contemporáneos veletas. Vivir así es interesante, pero no lo es menos tener una comprobada capacidad de respuesta ante situaciones inesperadas y cambiar de ideas cuando uno lo estime razonable o, si se prefiere para hacerlo más atractivo, renovarlas de acuerdo con la evolución de los acontecimientos.

Por todo ello no entiendo por qué el señor Rodríguez Zapatero pierde un tiempo precioso en contestar a acusaciones carentes de sentido y hacerlo negando la evidencia misma. Pues claro que el Gobierno no tiene un plan premeditado sino solamente unas criterios orientativos. unos principios que orientan su acción en sentido génerico pero no fórmulas hechas. Lo curioso es que lo mismo le sucede a la oposición. Que muestre el señor Rajoy su plan y que sea distinto de las medidas aisladas y coyunturales que pretende tomar según sea el momento.

(La imagen es una foto de guillaumepaumier, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 31 de maig del 2009

Mucho ruido mediático y pocas nueces.

Parece que el señor Hugo Chávez, adalid invicto de las masas desposeídas, adelantado del socialismo del siglo XXI, depositario del legado inmarcesible de Simón Bolivar, espíritu del pueblo, razón en marcha, guía de la historia, no se atreve a tener un encuentro cara a cara con Mario Vargas Llosa en su programa de televisión "¡Aló presidente!". Las excusas que ha buscado son variadas: que él sólo debate con jefes de Estado, que antes de debatir, Vargas Llosa consiga ser presidente de la República, que su invitación a debatir no era de él con Vargas Llosa sino de varios intelectuales liberales con otros tantos intelectuales bolivarianos, etc.

Cuentos. No debate porque no se atreve, porque no está acostumbrado a que nadie lo refute o le lleve la contraria, porque lo que le gusta es perorar y perorar ante un auditorio obediente y entregado y tiene miedo de confrontar sus razones y opiniones con un intelectual de valía como el novelista peruano. Y eso que, en el terreno político y social, el señor Vargas Llosa pierde mucha categoría intelectual y razona de una forma elemental, sin matices, fácil de desmontar. Pero no le basta con eso. El señor Chávez no está muy seguro de lo que dice y, muchas veces, ni siquiera está claro qué quiere decir. Lo sabe y teme hacer el ridículo en un enfrentamiento dialéctico con Vargas Llosa porque, en el fondo, acomplejado, se sabe inferior a él.

(La imagen es una foto de rogimini, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 10 de maig del 2009

Televisiones.

Me da la impresión de que el Gobierno se está precipitando con su plan de establecer un modelo nuevo de financiación para la TV pública. Y, como siempre que hay precipitación, se puede acabar haciendo una chapuza y poniendo en pie un sistema que tenga más inconvenientes que ventajas.

En primer lugar no está nada claro que la TVE deba suprimir la publicidad. Sí lo está desde el punto de vista de las TVs privadas. Obvio. Lo que éstas quieren es deshacerse de un competidor arrebatándole una lucida fuente de financiación. El argumento que emplean es que la publicidad en TVE es competencia desleal y así parecía serlo cuando la explotación de TVE era deficitaria y salía adelante recurriendo a los presupuestos generales del Estado. Pero si se obliga a TVE a ser rentable contando sólo con los ingresos de la publicidad la competencia no sería desleal. No obstante las privadas insistirían en arrebatarle a la pública la publicidad para eliminar una peligrosa competidora.

Por otro lado tampoco está claro que la forma de financiación de TVE deba ser como la que propone el Gobierno, esto es, cincuenta por ciento con cargo a los presupuestos y el otro cincuenta por ciento con una tasa del tres por ciento de los beneficios de las otras cadenas de TV, el 0,9 por ciento de los de las compañías de telefónos e internet y un ochenta por ciento de la tasa sobre la reserva del dominio público del espacio radioeléctrico. No tengo nada contra el tres por ciento de las otras televisiones ya que no podrán repercutirlas en los usuarios, pero sí lo tengo contra el 0,9 por ciento de las telecos porque éstas lo repercutirán en sus clientes. El ochenta por ciento de tasas del espacio radioeléctrico también sería aceptable

En definitiva la parte mayoritaria de la financiación de TVE descansará sobre los ciudadanos bien vía presupuestos generales del Estado, bien a través del 0,9 por ciento a las telecos que de inmediato subirán los precios, lo que en el fondo equivale a un impuesto indirecto. O sea, que la televisión pública se financiaría por vía fiscal.

Entiendo que la TV es un medio universal con audiencias de vértigo: más del 80 por ciento de los ciudadanos dice ver la tele todos los días en un promedio que el Estudio General de Medios cifra en unos doscientos veinte minutos por persona y día en España. Esto es, los españoles pasan tres horas y media diarias ante el televisor. Francamente estremecedor.

Más del ochenta, casi el noventa por ciento de la población mira la televisión. Por este motivo se me ocurre que la forma más razonable de financiarla sería a través de un canon que pagarían los ciudadanos que la vieran. Ello sería más justo porque así sólo pagarían los que la ven y no también los que no la ven como sucede cuando se financia a través de los presupuestos públicos. Además, si se implantara el canon (como el que hay en Alemania) podría debatirse si su importe habría de repartirse entre todos los canales (públicos o privados) o a él accedería exclusivamente la televisión pública, lo que es lo más razonable a mi entender. Tampoco sería necesario en tal caso suprimir la publicidad de la tele pública pues no habría competencia desleal; al contrario, la competencia desleal sería la que hicieran las cadenas privadas contando con una publicidad a la que no se permite acceder a la oficial. Así que canon contra fiscalidad. Me parece fatal que ni siquiera se haya considerado la posibilidad de que la TV la paguen quienes la consumen.

Otro asunto: vaya pájaros los gobernantes del PP. La señora Aguirre quiere privatizar todos los servicios que pueda (sanitarios, hidráulicos, de transporte; literalmente, todo) para que ella y/o sus parientes y/o allegados se enriquezcan (más), que para eso gobierna. Pero de privatizar Telemadrid, la señora Aguirre, la muy liberal señora Aguirre, no quiere ni oír hablar. Bajo su férula el canal televisivo ha sido una máquina de propaganda a mayor gloria de su persona, es decir, un desastre como medio de una calidad mínima y así debe seguir: una TV al servicio de la señora Aguirre que hemos de sufragar todos los contribuyentes, incluso los que no la miramos. Eso sí que es injusto.


(La imagen es una foto de Lord Jerome, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 22 de març del 2009

El papel, a la papelera.

La prensa de papel agoniza. La crisis está afectándola con particular virulencia a causa de la caída de ingresos por publicidad. Pero aunque esta crisis no se hubiera producido, el destino de los periódicos de la galaxia Gutenberg es ominoso porque, sea como sea, la publicidad emigra a lo digital. En los últimos doscientos cincuenta años aproximadamente han cumplido una función social de primera importancia. Han sido el medio de articulación y expresión de una opinión pública ilustrada y crítica, imprescindible en el nacimiento de la sociedad burguesa, como señala Jürgen Habermas en su clásico estudio sobre el cambio de lo público. Cuando los avatares de la historia suprimen los partidos políticos estos se reorganizan tras las cabeceras de los periódicos, como sucedió en Francia después del golpe de Estado de Napoleón III, El pequeño. Están presentes y son decisivos en el momento en que los intelectuales, fuerza en ascenso, intervienen en las crisis sociales, como se muestra con aquel L'Aurore que imprimió el histórico J'accuse de Émile Zola. En los momentos de quiebra revolucionaria orientan la vía de los partidos revolucionarios de uno u otro signo: desde Le tribun du peuple, fundado por Graco Babeuf a La Conquista del Estado, de Ramiro Ledesma Ramos, pasando por la Iskra de Lenin y el Völkisscher Beobachter, de Adolf Hitler. Han servido para azuzar u oponerse a las guerras y han dado cumplida cuenta en todo este tiempo de los grandes acontecimientos que han conmocionado a nuestras sociedades. Su importancia llegó a ser tan grande que se convirtieron en la metáfora de los medios de comunicación y la libertad de estos, fueran escritos o audiovisuales, se llamó libertad de prensa. La prensa libre era y es uno de los índices más seguros del grado de apertura y democracia de una sociedad.

La aparición de otros medios de comunicación, la radio, el cine, la televisión fundamentalmente, supuso sendos retos para la hegemonía del reinado comunicacional del papel pero éste supo adaptarse a las nuevas circunstancias y sobrevivir. La radio y la televisión, fueron temibles competidores cuantitativos de los medios, pero no cualitativos. Ningún medio audiovisual consiguió amenazar en serio el reinado de la llamada "prensa de calidad" o "periódicos de referencia", de los que durante todo el siglo XX hubo siempre uno o dos en cada país occidental, conviviendo con radios, televisiones y una feroz prensa amarilla y sensacionalista que nunca puso en peligro la hegemonía del papel serio.

Hasta que llegó internet y con ella la prensa digital en su proteica multiplicidad de manifestaciones, desde los periodiquitos online a la versión digital de los grandes mastodontes del papel, pasando por los blogs, las páginas web, etc. No se ve cómo podrá la pesada, renqueante, torpe maquinaria del papel hacer frente a la nueva forma de competencia ya que la prensa digital derrota a la de papel en todos aquellos territorios en que ésta había afianzado su éxito. A saber:

  • La difusión. La red llega ya a los más remotos puntos del planeta a los que la prensa de papel jamás se acerca y, si lo hace, tarda días.
  • La accesibilidad. Nada de circuitos de distribución, kioskos, furgonetas, voceadores, establecimientos de prensa, newsagents: con un ordenador, cada vez más extendido en el ámbito privado y, desde luego en el público, y conexión a la red hay acceso instantáneo a todos los periódicos del mundo.
  • La celeridad. La prensa de papel es, si acaso, diaria y, haciendo un esfuerzo, saca tiradas extraordinarias excepcionales de difusión restringida. Los diarios en la red se actualizan al instante y llegan a todo el planeta.
  • Las destrezas del público. La prensa de papel requiere un público alfabetizado; la digital exige, además, competencia activa mínima en informática, una diferencia que tiene claro reflejo generacional haciendo que el público lector del papel envejezca progresivamente y el de la red sea el juvenil.
  • Interactividad. La prensa de papel tiene un público pasivo que sólo participa a través de la minúscula sección de "cartas al director"; el de la red es mucho más participativo, dinámico y los lectores se interrelacionan a través de comentarios, foros y chats.
  • Gratuidad. La prensa de papel sólo puede permitirse la gratuidad al precio de la calidad; la digital, no, sino que puede hacerlas compatibles.
  • Diversidad. Los diarios de papel, todo lo más combinan texto e imagen fija. Los digitales incorporan imagen en movimiento y sonido.
  • Hemerotecas. Los periódicos de papel se depositan en hemerotecas porque ellos no lo son; los digitales llevan consigo su propia hemeroteca que puede consultarse sin moverse de casa.

Por último, no será preciso señalar el impacto demoledor que sobre la prensa de papel tiene el fin de su monopolio tanto en el orden substantivo y empresarial, en cuanto a los diarios o las agencias de noticias, como en el subjetivo e individual, en cuanto al ejercicio de la función periodística que hoy realizan los espontáneos desde la sociedad con notable éxito, como ya venía sucediendo en el orden político y comunicativo en general.

La prensa de papel sólo es noticia en los últimos años por las caídas de tiradas, los cierres de cabeceras y los estrangulamientos económicos que atenazan a prácticamente todos los periódicos del mundo, lo que no solamente trasmite un mensaje de ruina y fracaso, sino también una lamentable imagen de antigualla pasada de moda. La agilidad y modernidad que manifestaba el hecho de llevar un periódico de papel debajo del brazo han pasado a convertirse en símbolo de rutina, inercia y tradicionalismo.

Realmente cuando las dos únicas razones que cabe esgrimir para atrincherarse en la lectura del papel (que, además, mancha) son que acompaña muy mucho al café con tostada de la mañana y que te regalan un coleccionable de villancicos del mundo entero, está sonando el requiem de un medio, de una época, de un mundo.

Coda: gracias a los dioses porque con el fin del reinado de la prensa de papel y el advenimiento de la digital se rompe el poder (arbitrario, como todos los poderes de la jerarquía de ordeno y mando) del papel y se abre la época de libertad de los lectores para combinar y contrastar fuentes de información y, sobre todo, de los comunicadores que cada vez tienen que someterse menos a la tiranía de las directrices ideológicas del grupo financiero, el magnate, el propietario, el director o el simple esbirro a sueldo de alguno de los anteriores. Internet eleva al máximo la responsabilidad y la libertad del comunicador individual independiente que se fabrica su propio espacio y no ha de dar cuentas a nadie si no a su propio sentido de la decencia y la veracidad.

divendres, 30 de gener del 2009

¿Cuestión de imagen? ¿Cuestión de estilo? Ambas.

Según los resultados del "Publiscopio" de Público de hoy el PSOE saca casi ocho puntos en simpatía al PP, mientras que según el sondeo/flash de Metroscopia para El País de hoy, el PP está ocho puntos por debajo del PSOE en intención de voto. Todo ello a un mes aproximadamente de dos importantes elecciones autonómicas y a pesar de que el Gobierno del PSOE se encuentra embarrancado en medio de una crisis económica sin igual, con aumento galopante del desempleo, empobrecimiento general, cierres en masa de empresas y muy oscuras expectativas. Sería normal que fuera al revés, que la oposición capitalizara el mal momento del Gobierno, subrayara sus fallos y fracasos y, proponiendo alternativas, se ganara el apoyo de la gente. Sería lo normal pero lo normal aquí no cuenta; y no cuenta porque la derecha proyecta una imagen destructiva de sí misma y lo hace con un estilo tan profundamente equivocado que parece habérselo aconsejado su peor enemigo.

En cuanto a la imagen no hay que discurrir mucho: son meses ya ofreciendo diariamente un espectáculo de bronca permanente, zancadillas, jugarretas de unos a otros, enfrentamientos, desplantes, ambiciones ocultas o sin ocultar, rencillas, venganzas, rabiosos personalismos con fraccionamientos clientelares que dan idea de una reyerta de pícaros y jayanes, y una organización carente de toda cohesión interna y no digamos armonía. Casi toda la responsabilidad de esta caótica situación recae sobre el comportamiento insolidario, arrogante y fraccionalista de la señora Aguirre cuya ambición sólo es comparable a su fabulosa falta de sensibilidad e inteligencia. Pero no se trata solamente de ella, aunque haya acaparado gran parte de la atención mediática con sus caprichos y manías personales. El PP es un hervidero de individualidades desajustadas, incapaces de mostrar entendimiento alguno y todas ellas desbarradas en uno u otro aspecto. Ruiz Gallardón, Mayor Oreja, María San Gil, González Pons, Dolores de Cospedal, Soraya Sáez de Santamaría, Javier Arenas, Rodrigo Rato, Camps e tutti quanti suenan como una polifonía destemplada en la que cada cual va a lo suyo como si apenas tuviera que ver con los demás. Si añadimos la batería de floreros chinos en sentido descendente (descendente de descender en todos los aspectos) como Fraga, Aznar, Acebes, Zaplana o Miguel Ángel Rodríguez, el guirigay se hace descomunal. ¿Cuándo se produjo la última declaración del señor Aznar que su partido no tuviera que ignorar piadosamente? Y en el puente de mando de este navío de orates el capitán Rajoy cuya presencia sólo se advierte por las veces y las voces que critican su ausencia, su indecisión, su inoperancia, sus silencios, su indefinición y falta de liderazgo.

Añádase a esa imagen de confusión y batiburrillo, de grescas por los puestos, las listas, los cargos, el fantástico episodio del zoco madrileño del espionaje, en el que una miriada de gentes de sombría catadura y dudosa moralidad a sueldo de politicastros encaramados en los nichos del poder de la Comunidad de Madrid llevan años vigilándose recíprocamente, fotografiándose a las escondidas, siguiéndose mutuamente y chantajeándose. Lo que se nos ha revelado recientemente es como un panopticón benthamiano vuelto hacia dentro de una zona de soplones, confidentes, testaferros, matones y gentes sin escúpulose en un mercado de informaciones con fines de extorsión, soborno o intimidación. Sobre la imagen del desorden, la de los mafiosos jugando sucio a base de dossiers es potencialmente destructiva.

La guinda ha venido a ponerla la sensación generalizada de que el PP es ante todo una estructura de clientelismo y corrupción local (caso Fabra) que alcanza su manifestación exponencial en la Comunidad Autónoma de Madrid, en donde el enchufismo, el amiguismo y el mangoneo parecen ser la esencia misma del gobierno de la plaza. La entrada de ayer en el blog de Ignacio Escolar, titulada La Comunidad de Madrid, una empresa familiar, muestra una estructura tan corroída por el nepotismo y el descarado reparto de gajes y prebendas entre familiares y amigos que no creo pueda ya resolverse por la vía estrictamente política sin intervención de la penal.

Con esa imagen la verdad es que los ocho puntos por debajo en intención de voto parecen poco. Pero es que hay más, mucho más. La comunicación política tiene dos pies: la imagen y el discurso. Y el discurso de la derecha es tan malo y tan suicida como el de la imagen. Corresponde éste a los periodistas y comunicadores en general adscritos o cercanos al PP o a sueldo de éste, bien directamente, bien por intermedio de instituciones públicas o privadas. Recuérdese que se trata de un partido en el que la pantalla que separa al político del periodista es porosa y francamente osmótica. Pero en algo coinciden todos, sean políticos que hacen como si fueran periodistas, periodistas que desempeñan cargos políticos o que influyen sobre los políticos en los cargos, les dicen lo que tienen que hacer y, llegado el caso, piden el voto para el PP incluso en los editoriales de sus periódicos; en algo, digo, coinciden todos: en su estilo bronco, agresivo, intimidatorio, faltón y en no escasa frecuencia, injurioso, como vienen determinando los tribunales.

Es un misterio quién haya dicho a los estrategas de la derecha, si es que los tiene, que ese estilo es acertado y conducente al éxito. Quizá lo fuera en la España de los años veinte y treinta del siglo pasado, muy dividida y enfrentada, pobre, ignorante, analfabeta y relativamente fácil de manipular. Pero los españoles de hoy son ciudadanos europeos ilustrados, respetuosos con el pluralismo, críticos, tolerantes, pacíficos, de cultura política democrática que nada tienen que envidiar a los italianos, franceses, alemanes o ingleses. A esos ciudadanos, el estilo abroncado, agresivo, insultante de los comunicadores de la derecha los pone decididamente en contra sobre todo cuando se dan cuenta de que no solamente se emplea en contra de los adversarios ideológicos sino también frente a los compañeros de tendencia pero de distinta lealtad y bandería. Los más soeces insultos los recibe el señor Rajoy en la COPE; los ataques más graves, en El Mundo. ¿Cómo diablos piensan que se pueden ganar elecciones con ese estilo?

Personalicemos por un instante la cuestión en el famoso locutor de la cadena espiscopal cuyo rábido discurso cotidiano en las ondas alcanza niveles que lo han convertido en el querellado permanente... de los de su propia tendencia. Sin duda esa feroz diatriba permanente encandila a una audiencia fiel de gente que se desayuna con él y le garantiza un caché elevado y saneados ingresos, pero ¿es rentable para la opción conservadora como partido e iglesia? El auditorio son unos dos millones y con dos millones no se ganan elecciones en España. En cambio ese estilo irrita y enemista a muchos más, gente que podría votar a una derecha centrista pero que huye despavorida cuando escucha que el centrismo es cosa de sinvergüenzas, proetarras, potenciales asesinos, etc. Es sorprendente cómo nadie cae en la cuenta de que esos dos millones de oyentes de la ración diaria de odio votarán al PP en todo caso porque son sus incondicionales, un baluarte pero que, a cambio, se pierde una cantidad incalculable de gente a la que repatea el estilo desaforado y generalmente injusto impuesto por los locutores de la COPE. ¿Por qué, si no, la SER dobla siempre en audiencia a la COPE? ¿Por qué El País tiene una difusión muchísimo mayor que El Mundo? Por una cuestión de estilo. Los medios de la derecha se niegan a reconocer este hecho paladino y, en su inimitable estilo, barbotan que los otros forman un monopolio "al servicio del poder" (prometo dedicar una futura entrada a esta curiosa prostitución del lenguaje por la que los medios de la derecha hablan del poder como si fueran anarquistas) cuando lo que es evidente es que pierden siempre la batalla de la competencia porque son de calidad inferior. Claro que, mientras se mantengan cifras rentables, aunque no sean las mejores, quedan asegurados los emolumentos de sus directivos e inspiradores que así no necesitan devanarse los sesos por conseguir lo que cualquiera trataría de hacer en buena lid: desbancar a la competencia siendo mejores que ella.

Dejo deliberadamente de lado la cuestión que tanta gente señala sobre la aparente disonancia entre el discurso de la cadena de la Iglesia y la doctrina evangélica porque es asunto que me resulta indiferente pues no creo que haya disonancia alguna. La doctrina evangélica de la Iglesia católica ha estado siempre cohonestada con la violencia fáctica o verbal. Otra cosa es qué efecto tenga a la larga en el seno de la propia iglesia el hecho de que las actitudes de la jerarquía en este campo cada vez estén más enfrentadas. Allá ellos.

Mi interés era explicar en el terreno estrictamente civil por qué el PP no puede ganar elecciones con esta imagen y este estilo. Suelen decir quienes acuñan la primera y gastan el segundo que eso es falso y que el PP ganó unas elecciones por mayoría simple en 1996 y absoluta en 2000. Pero lo falso aquí es esa conclusión: tanto en 1996 como en 2000 las elecciones no las ganó el PP sino que las perdió el PSOE. En cuanto éste se recompone y aunque caigan chuzos de punta, el PP, con la imagen y el estilo comentados, no tiene nada que hacer en la España de hoy.

(La imagen es una foto de Whiskeygonebad, con licencia de Creative Commons).

divendres, 5 de desembre del 2008

La opinión pública y el poder de los medios.

El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas correspondiente al mes de noviembre de 2008 es muy revelador tanto del estado de ánimo de la opinión pública española como de la forma en que ésta se gesta. Pone de manifiesto que dicha opinión está condicionada por los medios de comunicación a tal extremo que si, en lugar de hacer el sondeo al modo habitual de preguntar a la gente, se hiciera vaciando los contenidos de los periódicos y los informativos de radio y televisión y analizándolos, el resultado sería el mismo que el que ha salido ahora. Preguntados los españoles que cuáles son los asuntos que más les preocupan, el paro aparece en primer lugar con una cifra record del 71 por ciento, lo que no es otra cosa que el reflejo directo del tratamiento de los medios de uno de los fenómenos concomitantes de la crisis económica que, ciertamente, también aparece entre las preocupaciones ciudadanas en segundo lugar pero relativamente distanciado, con un 58,1 por ciento, fiel trasunto del lugar que dan los medios al fenómeno de la crisis, que es el que más les interesa a ellos y no necesariamente el más lógico. En efecto, dado que el paro es efecto de la crisis económica y que ésta es la causa de aquel, el tratamiento mediático lógico habría de ser el inverso. Pero es el que es porque los medios tienen, todos y siempre, un elemento componente mayor o menor de sensacionalismo lo que los lleva a cargar sobre el paro que afecta directamente a las personas en lugar de la crisis que puede considerarse como cuestión más alejada. Y la opinión pública refleja mansamente esa opción mediática. Porque, cuando se pregunta a la gente que cuál de las circunstancias es la que más le afecta personalmente, la relación primera/segunda preocupaciones se invierte: el 50,2 por ciento asegura que los problemas económicos y el 34,8 que el paro

La tercera causa de preocupación es el terrorismo, pero a una distancia abismal, con el 21, 7 por ciento, esto es, a 49,3 y 36,4 puntos porcentuales de diferencia respecto de las preocupaciones primera y segunda. Ello porque el barómetro se hizo antes del último atentado de ETA; si se hubiera hecho después, la diferencia hubiera sido mucho menor o quizá hubiera sido a la inversa.

Pero en donde más se observa esta influencia sobre la opinión de los medios de comunicación es en las respuestas a las cuestiones políticas, específicamente dedicadas a la Constitución cuyo treinta aniversario se celebrará mañana. Un mísero 2,6 por ciento cree que los españoles conocemos bien la constitución, un 21,9 cree que la conocemos "por encima", un 46,2 que "muy poco" y un 24,6 que "casi nada". Con todos mis respetos para las habilidades semánticas del CIS, "por encima", "muy poco" y "casi nada" son casi sinónimos de "nada". Hubiera sido más práctico (aunque quizá no muy diplomático) preguntar: "Los españoles ¿conocemos la Constitución, sí o no?" Es realista pensar que creemos que no la conocemos, es decir, que el 92,7 por ciento no la conoce. Y es verdad. La cosa se comprueba cotejando estas cifras con las respuestas acerca de si el encuestado en concreto la conoce: el 11,4 por ciento sostiene que sí que la conoce bien y esa cifra bien pudiera ser cierta. Pero luego, el 28,3 por ciento dice conocerla "por encima", el 33,9 "muy poco" y el 25,8 de los más sinceros, "casi nada". En resumen, un 88 por ciento viene a admitir que no conoce la Constitución.

Pero eso no le impide pronunciarse sobre ella. Un 48,1 por ciento declara sentirse bastante satisfecho con ella y un 29,7 por ciento, poco satisfecho. Es decir, estamos satisfechos o insatisfechos con algo que no conocemos porque nos dejamos guiar por el parecer de los medios, que son nuestros ojos, ya que son los medios quienes mantienen esta preferencia de casi 2/1 de "bastante" y "poco" satisfechos con la Constitución.

El fenómeno de mediatización se hace patente cuando se pregunta a los ciudadanos si reformarían la Constitución, una Constitución que un 88 por conoce mal o poco y un 52,7 por ciento responde que sí, lo que es sorprendente. Y de los que son partidarios de la reforma, la cifra más alta, un 11,5 por ciento dice que lo que hay que reformar es lo relativo a la justicia, reflejando así al hecho de que en el momento en que se hacía el trabajo del barómetro, la justicia estaba en el centro de mira de los medios por muy diversos y graves problemas. Si, como sucede con frecuencia, los asuntos de interés mediático hubieran sido los relacionados a las autonomías (consulta de Ibarretxe, pretensiones de Carod Rovira, etc), la opinión pública hubiera cambiado de modo acorde.

Es decir, se prueba que en España la opinión pública es en buena medida opinión publicada.

(Las imágenes son la primera el anuncio de una revista satírica berlinesa de los años veinte y la segunda un óleo de Joaquín Sorolla llamado El Heraldo de Madrid).

dimecres, 3 de desembre del 2008

¿Qué es un blog?

Leo en un interesante artículo de Antonio Delgado en la página de Consumer Eroski que tras haber rechazado una propuesta de dejar las cosas como están el Parlamento Europeo se apresta a meterse en camisa de once varas y abre un debate sobre las bitácoras y la red con el fin de imponer límites legales a los blogs. Es cierto que como señala el mismo autor en los últimos tiempos algunos blogueros se han visto ante los jueces, en especial por asuntos relativos a la polémica sobre derechos de autor, razón por la cual parece haber cundido la alarma y, a su rebufo, las peticiones de eso, de imponer un régimen jurídico específico a los blogs distinto del que rige para la prensa y los medios ordinarios. Sin embargo si se mira bien no hay más blogueros en los tribunales que periodistas tradicionales de la pluma o el micrófono. Al contrario teniendo en cuenta que la cantidad de blogs que hay en el mundo se mide en decenas de millones, proporcionalmente hablando los problemas de la blogosfera con la justicia son lo que los matemáticos llaman una cantidad despreciable. Entonces ¿por qué empeñarse en dictar una regulación especial para la blogosfera? Pues me temo que por lo de siempre: por ignorancia, por no haberse molestado en averiguar de qué se trata cuando se habla de blogs. Por eso hace bien el Parlamento Europeo en abrir un debate sobre los blogs pero no con vistas a una normativa especial si no con vistas a que sus señorías se enteren de qué va esto que ya es hora.

Los blogs son medios públicos de expresión atomizados al alcance de cualquiera, fáciles de crear, libres y gratuitos. Aunque nada impide que quien quiera los haga difíciles de crear, cautivos y de pago. La red es el reino de la libertad ilimitada y las únicas amenazas que sobre él se ciernen provienen de los gobiernos proclives a la censura por las razones que sean y los parlamentos con similar querencia, incluido el Europeo.

La definición en otros términos:

a) términos más poéticos y personales: los blogs son diarios individuales, privados que se hacen públicos aunque de nuevo nada impide que quien quiera los haga colectivos, institucionales, públicos y de acceso restringido. Uno puede escribir un blog que sólo lea él y si me apuran ni él. Van de la máxima publicidad al máximo secreto.

b) Términos etimológicos: blog es una curiosa contracción de la expresión web log que puede traducirse como "rollo en la red", entendiendo por rollo no lo que sueltan los políticos en los mítines, los profesores en las clases o los curas en las iglesias sino exactamente eso: un rollo de papel como los de papel higiénico o los de cocina o los de imprenta; rollos que como los papiros de antaño van desenrrollándose y dando a conocer una historia. De ahí que la función esencial para leer un blog (o cualquier página web por ejemplo un periódico digital que es también un blog) sea la de scroll down, "desenrollar" que se hace con la ruedecita central del ratón.

c) Términos mediáticos: el blog es un medio de expresión complejo pues es multimedia cuando quiere (es decir, escrito y audiovisual al mismo tiempo), interactivo que permite comunicación recíproca con una cantidad ilimitada de interlocutores en tiempo real y de difusión mundial instantánea sin más barreras que las idiomáticas, algo que ningún medio de comunicación clásico puede soñar con conseguir a no ser las versiones digitales de los medios que son, precisamente, blogs y en los últimos tiempos especie de contenedores de blogs como las bombas de racimo.

Siendo lo anterior así, ¿cuál es la necesidad de regular la actividad bloguera de forma especial, distinta de las regulaciones ordinarias del resto de los medios, contenidas en los códigos penales del mundo entero respecto a los derechos y libertades de expresión, información, intimidad y honor? ¿Por qué se piensa que la blogosfera debe sujetarse a una disciplina propia y única además de la nesciencia que Erasmo encontraba tan elogiable?

Parece claro: por el potencial político y mediático que representa la blogosfera y no sólo en un terreno simbólico si no muy eficaz. La blogosfera hace realidad el ideal griego del ágora, del espacio público crítico ciudadano y lo proyecta al mundo entero, hace posible la transición de la polis a la cosmópolis como ámbito discursivo en el que nada puede impedir la libre manifestación de los puntos de vista individuales entrelazados con los de otros individuos que no tienen por qué tener en cuenta banderías políticas, clientelismos económicos, respetos sociales, cacicatos, faccionalismos o sumisión a interés alguno. La blogosfera es el ámbito de la libertad absoluta.

Los procesos electorales y acontecimientos políticos de los últimos diez años demuestran que el debate público está transfiriéndose a pasos agigantados del terreno convencional al digital y a medida que avancen las generaciones para las cuales lo digital no sólo no es tabú sino que es su forma ordinaria de expresión, ese dominio será completo. La política que no se vuelque en la red, no existirá. Nada que no se vuelque en la red existirá. Ni los medios de comunicación, cuya supervivencia sólo se entrevé en lo digital.

Esto implica que los políticos como los periodistas y otros profesionales deberán hacerse a la idea de que no pertenecen a círculos de información privilegiada si no que sobreviven en un mundo en que ésta, la información, se ha democratizado, gracias a la blogosfera, y los obliga a competir con miles, millones de ciudadanos en todas partes del mundo que pueden criticar su labor y proponer la propia como mejor.

Por último, desde el punto de vista del bloguero que es el mío, cada persona puede abrir libremente un blog (o varios, aquí tampoco hay límites) y conseguirá la audiencia que busque y merezca. Rige en la actividad una ley de oferta y demanda mediada, como siempre, por los factores más o menos distorsionadores de la publicidad, la propaganda, la acción concertada, etc todos ellos obstáculos para la libre -e igual- difusión de las ideas, pero no impedimentos absolutos. Nada de eso puede acallar un blog. Para hacerlo será necesaria una base legal. De ahí que quienes están interesados en el mantenimiento del viejo monopolio de la expresión suspiren por la censura a la que llaman "regulación de la blogosfera".

Y reduciendo aun más el foco de interés, los blogueros no tienen por qué tener más vínculos, respetos o dependencias que los que ellos quieran aceptar (los hay encantados de imponérselos, como obediencias a consignas de partidos, intereses de jefes o lealtades de grupos) y disfrutan de una amplísima libertad de expresión sin otros límites que los comunes del código penal. La blogosfera es el reino de lo que este bloguero más valora en la vida: la libertad e independencia de juicio. Cierto que también aquí puede darse la habitual mentira de los medios que proclaman ser "independientes" cuando no lo son, pero se detecta como mentira con más facilidad que en ellos. Se acabó la dictadura de los mediocres decidiendo qué sale al aire y qué no, qué se publica y qué no. Se acabó el andar con miramientos respecto a cualquier imbécil a quien la habilidad, el instinto de oportunidad y la capacidad del halago (que no la virtú maquiavélica) han puesto en una situación que le permite dar relevancia a unos y ningunear a otros, de "gestionar" el espacio público.

Consecuencia: en la tupidísima red de la blogosfera mundial se encuentra hoy mucha, muchísima basura, probablemente lo más estúpido y espantoso que pueda concebirse; pero también se encuentra mucha, muchísima genialidad, quizá lo mejor y más brillante que hoy se está produciendo en todos los campos de la actividad humana. Y, por supuesto, también se encuentra la medianía más o menos dorada, más o menos marrón, que caracteriza a los medios clásicos y el ámbito tradicional de debate.

(Las imágenes son: la primera, una foto de Laughing Squid, la segunda de Annie Mole y la tercera de de jtheo, todas ellas bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 17 de novembre del 2008

Comunicar bien el bien.

George Lakoff, el autor de No pienses en un elefante, ve traducido otro libro suyo al español (Puntos de reflexión. Manual del progresista, Península, Barcelona, 2008, 246 págs.) gracias al cálido interés que ha puesto en la obra el diputado socialista José Andrés Torres Mora quien también firma un prólogo encomiástico, tanto que parece tener a Lakoff como una especie de Mesías del socialismo democrático. Resulta, sí, un hombre interesante y con ideas claras que expone de modo brillante y convincente, aunque no sean muy nuevas y, a veces, tampoco profundas. Por ejemplo, objeto fuertemente al subtítulo del libro, "Manual del progresista". En mi opinión a los progresistas no nos gustan los manuales, salvo los de ciencias prácticas como la jardinería o los primeros auxilios.

George Lakoff forma parte del personal de un Instituto Rockbridge que es un Think tank socialdemócrata, o sea izquierdista en los EEUU y que en la última página del libro afirma ser independiente y no apoyar a ningún candidato en las elecciones. Será así si lo dicen pero el señor Lakoff y sus ayudantes hacen todo lo posible para que ganen los candidatos democratas y, lógicamente, pierdan los republicanos.

El libro parte de dos convicciones casi autoexplicativas: por un lado en las elecciones se dirimen cuestiones de valores y por otro, los republicanos (de ahora en adelante, conservadores) van ganando la batalla a los demócratas (de ahora en adelante, progresistas) en la tarea de formular e imponer sus valores y arrinconar a los de sus enemigos. Por ello, afirma Lakoff, él y sus colaboradores han escrito este libro para explicar los valores progresistas y la forma de comunicarlos, esto es, de imponerlos. Es pues de un libro de comunicación política, pero no de comunicación política al uso, con tintes académicos y profesorales y un prurito de neutralidad sino de comunicación política militante a favor del progresismo. En realidad más que de comunicación aquí se trata de propaganda... en el mejor sentido del término. Que hay que buscárselo y no sólo como último grito de aquella línea de investigación que empezara el padre fundador del estudio de la propaganda en los Estados Unidos, Harold D. Lasswell, que tanto aportó a la disciplina, sino con genealogías más oscuras. Dice Lakoff que el libro explica "cómo ganar o perder los corazones y las mentes de las gentes" (p. 33). Compárese esto con la afirmación de Goebbels en el Congreso del Partido Nazi en Nürnberg en 1934 que me gusta citar porque es un prodigio de perspicacia: "Está bien tener un poder que descansa sobre los fusiles, pero es mejor y más satisfactorio conquistar el corazón de los seres humanos y conservarlo". En ambos casos, como se ve, de conquistar el corazón de la gente se trata, aunque con finalidades presumiblemente distintas.

El segundo punto de partida es el hecho de que los conservadores hayan conseguido imponer su definición de los valores en el debate público. O sea, para entendernos, que la derecha gringa haya hecho realidad el programa de Antonio Gramsci de conquistar la hegemonia ideológica en la sociedad para imponer sus fines políticos. ¿Cómo lo han conseguido los conservadores? Muy sencillo, dice Lakoff, ampliando aquí sus conclusiones de No pienses en un elefante, imponiendo sus marcos conceptuales. La teoría de los "marcos" (Frame Theory), desarrollada ya en los años setenta por los interaccionistas simbólicos y los etnometodólogos al estilo de Ervin Goffman (su Frame Analysis es libro de cabecera de todos los "marcólogos" o "marquistas") presupone que entendemos el mundo en función de esquemas preconcebidos de marcos conceptuales previos que son los que nos permiten dar sentido a las cosas. Estos marcos son, como las creencias orteguianas, la ideología marxiana, el subconsciente freudiano, los residuos paretianos, los imaginarios colectivos lacanianos, en buena medida inconscientes, sobre todo si son lo que Lakoff llama (aunque no acaba de explicitar muy bien) "marcos profundos".

Pues bien, el triunfo conservador consiste en haber impuesto sus marcos en el debate público, arriconando los de los progresistas. A su vez estos deben devolver golpe por golpe y recuperar los suyos, no dejarse atrapar en el territorio del adversario; deben redefinir las cuestiones en debate en sus propios marcos y acercarse con ellos a esa capa que llaman los medios (erróneamente según Lakoff) "moderada" o "de centro". Erróneamente porque según nuestro autor el centro no existe; algo que ya había descubierto Maurice Duverger en los años cincuenta y demostrado en su clásico Los partidos políticos. Lo que llamamos "moderados" o "centristas" son para Lakoff "biconceptuales", gentes en quienes viven los dos tipos de marcos y a veces prevalecen unos a veces otros. El centro es un mito (p. 53).

Tras algún ejemplo feliz de qué sean los "marcos profundos" (por ejemplo, la llamada "guerra contra el terrorismo" para justificar la guerra de invasión del Irak, el giro autoritario en política interior y el cerco a los derechos y libertades de los ciudadanos), Lakoff enumera los rasgos de los marcos: 1) en gran medida son inconscientes; 2) definen el sentido común; 3) deben repetirse para que se fijen; 4) cuando se activan se vinculan los profundos con los superficiales; 5) los profundos no se transforman de la noche a la mañana; 6) hay que hablar a los biconceptuales como si fueran progresistas para no caer en la trampa de los marcos conservadores (pp. 73-76). Como se ve un análisis trufado de desiderata.

Algunos de los marcos más poderosos: la Nación vista como familia. Lakoff expone de nuevo el hilo argumental de su obra anterior sobre el elefante al sostener que los conservadores operan con el modelo del "padre estricto", en el fondo autoritario, mientras que los progresistas lo hacen con el del "padre protector" y más permisivo (pp. 93/93). No es difícil entender las implicaciones de este planteamiento en los debates sobre asuntos relativos a la familia en sentido estricto o metafórico. Piénsese por ejemplo en cómo entienden los conservadores el "patriotismo" y como lo hacen los progresistas. .

Otra línea de separación de marcos es la que se refiere a la moralidad del mercado, que contrapone la idolatría conservadora del mercado libre frente al marco progresista de la moralidad del mercado (p. 121). La mitología del mercado libre tiene cuatro mitos de apoyo sobre los cuales deben actuar los progresistas: a) los mercados son totalmente libres; b) las personas son actores racionales; c) las condiciones en el mercado son equitativas; d) el balance contable de las empresas refleja los costes reales (p. 125/127). Son cuatro puntos muy importantes aunque no carentes de riesgos. Por ejemplo, la negación de que los agentes sean siempre actores racionales supone un rechazo de la teoría de la elección racional lo cual no es malo en sí mismo pero hay que saber que en tal caso nos quedamos sin una teoría unitaria del comportamiento humano y se abre un régimen de reinos de taifas teóricos.

Los marcos deben explicitar los valores progresistas y Lakoff dedica un capítulo de interesante lectura a exponer los marcos progresistas de valores como la justicia distributiva, la libertad, la igualdad, la responsabilidad, la integridad y la seguridad (pp. 138/164).

De aquí saltamos a la formulación de iniciativas estratégicas que, a falta de una definición del autor, entiendo son las formulaciones políticas concretas y amplias basadas en determinados valores convenientemente "enmarcados". Lo importante, lo decisivo de las iniciativas estratégicas conservadoras, dice Lakoff es "que no explicitan sus objetivos reales" (p. 168). Este es un enunciado esencial que equivale a sostener que los marcos conservadores son instrumentales y sirven a sus partidarios para falsear el debate sosteniendo que buscan un objetivo cuando en realidad buscan otro. Es el caso de las llamadas "rebajas de impuestos" con las que se dice que se quiere dejar que las gentes dispongan de sus dineros libremente cuando lo que se pretende es favorecer a los más ricos y recortar el gasto público social por falta de fondos. Esto era más o menos a lo que apuntaban los socialistas españoles en las elecciones de 1993, cuando acusaban a la derecha de tener un "programa oculto" que no podían explicitar. Lakoff es optimista y cree que esta mendacidad demuestra que los gringos son mayoritariamente progresistas y que si se les explica de qué van la iniciativas estratégicas conservadoras las rechazarán. No las tengo todas conmigo pero el autor sostiene que, además, las iniciativas estratégicas que deben proponer los progresistas son: elecciones limpias, alimentos sanos, empresas éticas y transporte para todos (pp. 174/191).

Argumentar es un arte que en el debate político consiste en presentar los propios marcos como los mejores y desacreditar los del adversario. El ejemplo que pone, muy convincente, es el de la crítica de Barack Obama a la propuesta de supresión del impuesto de sucesiones. En lo esencial Obama mostró que de lo que se trataba no era de lo que decían los conservadores sino de regalar mil millones de dólares a los contribuyentes más ricos y restarlos de los ingresos públicos y, por lo tanto, de las transferencias a las rentas más bajas.

A veces hay que exponer los marcos como historias porque al ajustarse a pautas narrativas fácilmente inteligibles que constituyen marcos se prestan muy bien a la comunicación política. Recoge aquí la clasificación que hizo Robert Reich de las cuatro historias estadounidenses típicas, a saber: 1ª) el individuo triunfante (el sueño americano); 2ª) la sociedad benevolente (la solidaridad de la comunidad, también muy gringo); 3ª) la muchedumbre a nuestras puertas (amenazas del exterior); y 4ª) pudrirse en lo alto (la cuestión de la corrupción) y Lakoff ajusta estas pautas para demostrar que es posible emplear historias para abordar tres temas importantes: la atención sanitaria universal, el salario mínimo y la seguridad social (p. 215).

Las dos últimas consideraciones del libro, muy prometedoras en el futuro pero un tanto atropelladamente tratadas en aquel, son la importancia de la imagen en la transmisión de marcos y la función que cabe al debate sobre el uso y el pago de internet.

Puntos de reflexión no es un manual del progresista ni falta que hace pero sí es un interesante estudio de comunicación política desde la teoría de los marcos y con una finalidad confesa de que sea de ayuda a la izquierda, una izquierda socialdemócrata como la que acaba de ganar las elecciones en Gringolandia.

dissabte, 6 de setembre del 2008

El valor de las palabras y la sinceridad del discurso.

A los blogs les ocurre lo que a los periódicos de papel: a veces lo más interesante que hay en ellos son los comentarios de los lectores. Con el añadido a favor de los blogs (como siempre) de que no tiene por qué respetarse límite de espacio alguno. Si antes de ayer un comentario de ximo movió el post del día siguiente, el de hoy trae cuenta de otro muy ponderado y oportuno de un comentarista anónimo.

Tenía éste dos puntos. En el primero decía que no entendía mi empeño en que el Gobierno reconozca que estamos en una crisis y sugería que esta palabra "crisis" es multívoca y que, por lo tanto, da igual que se emplee o no porque hay términos más exactos, respaldados por indicadores numéricos que son los que valen. Es decir, o nos expresamos con la propiedad de las magnitudes, de lo cuantificable, o el empeño en tratar de entenderse en terrenos opinables es baldío. En el segundo hablaba de la economía de mercado. Yo haré lo mismo.

Sucede que las palabras también tienen usos exactos en términos lingüísticos y emplearlas o no con rigor es una decisión política. Como lo es el decir que no existe rigor lingüístico posible y que tanto da hablar de un modo o de otro. No, no da igual. Uno puede emplear bien o mal las palabras como puede emplear bien o mal los indicadores y puede hacerlo por descuido o a propósito e, incluso, a propósito simulando que es por descuido. Se trata de la sinceridad del discurso, de la que hablaré al final.

La palabra "crisis" no es ambigua ni opinable ni multívoca, salvo que uno vaya de mala fe y juegue a que así sea. Pero si uno va de mala fe también son multívocos los indicadores. "Crisis" viene del griego krinein (decidir, juzgar) y se refiere al momento decisivo de un proceso en el que hay que tomar una medida porque, como saben bien los médicos que son quienes la emplean con más propiedad, es la situación en que se decide si un enfermo se salva o muere; es el momento decisivo porque depende de nuestra decisión. Eso es la "crisis", la situación crítica, aquella en la que hay que hacer (o dejar de hacer) algo, demostrar que uno tiene recursos, que vale para algo, que puede ser útil, que los ciudadanos no lo han puesto en donde está por ser un enchufado, amigo del jefe (de esos conozco yo algunos, incluso en este Gobierno), por error de cálculo, ignorancia o dejadez. Por eso no quieren los gobernantes emplear la palabra, porque ello los obliga a tomar decisiones de las que depende el curso de los acontecimientos posteriores. El asunto no es inocente ni baladí, sino que se refiere a la entraña misma de la Política entendida al noble modo aristotélico como aquel quehacer que afecta al conjunto de la polis. Por eso los gobernantes, en este caso estos, los nuestros, prefieren evitar el término y con él el compromiso y acudir a expedientes más cómodos, atribuirse los éxitos y rehuir la responsabilidad por los fracasos del pasado y pintar el futuro de color de rosa, siempre basándose en los indicadores, claro está. El caso es no hablar del presente crítico.

Cuando se trata de procesos, de la realidad en el tiempo, los gobernantes, como todos los seres humanos, sólo pueden hablar de tres cosas: del pasado, del presente y del futuro. El pasado está ahí, a la vista de todos y lo único que cabe hacer con él -y es lo que se hace- es pintarlo de colores, de rosa, de negro, de blanco...se trata de los debates de los historiadores que no son enteramente subjetivos, pero tampoco pueden tener la objetividad con que cuentan los procesos naturales.

El futuro no existe, lo vamos creando en uso de nuestra libertad y una de las más comunes formas de hacerlo es predecirlo como nos dé la gana o nos interese porque, tratándose del de los seres humanos, es incierto. No hay modo de predecir con exactitud el futuro de los hombres. Quienes acuden a indicadores sólo pueden predecir "tendencias" y ello si somos muy caritativos o sea, en el fondo, nada ya que, llegado el momento, esos indicadores son tan de fiar para la tarea predictiva como el vuelo de las aves o las entrañas de los corderos. Y ¿para qué nos empeñamos en esta tarea, esta sí huera, de predecir el futuro? Es obvio, para llevarnos el gato al agua en el presente. Por eso, cuanto más científicos parezcamos, más indicadores pongamos sobre el tapete, más conseguiremos convencer en principio a nuestros coetáneos de que tenemos razón en el presente.

El presente, ese instante que según innumerables filósofos y poetas, no existe porque o bien no ha llegado todavía o ya es pasado, el presente, el momento en que vivimos ahora, el que no existe, el que nos incumbe a todos, el territorio de la política, el del conflicto. Por eso es fundamental no ocultar las cosas, no teñir de rosa el pasado ni el futuro y hacer en el presente lo que hay que hacer y si el presente es crítico, es decir, requiere decisiones, hay que decirlo y no ocultarlo. Por eso es importante que Gobierno de izquierda que, en mi opinión no puede ni debe mentir, diga lo que hay y muestre estar a la altura de lo que dice que hay.

Ya está bien de teorías y vamos al caso práctico que nos ocupa, la cuestión de la economía capitalista ¿Miente o no miente el Gobierno? Estoy de acuerdo con "anónimo" en que vivimos en una economía capitalista y, diré más, me parece muy bien y confío en ella siempre que haya los necesarios mecanismos correctores de carácter intervencionista; no creo en la economía de planificación centralizada como tampoco en la ideal de libre mercado. El rasgo esencial de la economía capitalista es que ésta es bastante autónoma y no cabe responsabilizar a los gobiernos de lo que sucede en ella.

En tal caso, ¿por qué el Gobierno atribuye los éxitos a su política económica y los fracasos a la coyuntura internacional? Qué ingenuidad ¿verdad? Porque eso es lo que hacen todos los gobiernos. Pero éste no es "todos los gobiernos", sino que es un Gobierno de izquierda a quien no estoy dispuesto a admitir que recurra a la demagogia, la trampa y el engaño, como los gobiernos de la derecha; al que no voy a pasar que mienta porque para eso ya está la derecha, al que voy a exigir un comportamiento distinto una voluntad de abordar los problemas con un discurso sincero, no engañoso. Porque, de no ser así ¿cuál es ladiferencia entre la derecha y la izquierda? ¿Que los de izquierda somos más críticos y exigimos más a nuestros gobiernos que los de derechas a los suyos? Por supuesto. Así son las cosas. Los gobiernos de derecha mienten y sus partidarios lo toleran; los de izquierda no pueden mentir, ni siquiera dejar de decir la verdad.

En una situación como la actual, no sólo hay una crisis económica general sino que es especialmente grave en España a causa del abultado déficit por cuenta corriente con perentorias necesidades de financiación hoy agravadas por las restricciones impuestas al crédito. Como quiera que los países del euro no tenemos política propia de tipos de cambio, está claro que el Gobierno tendrá que encontrar una solución ingeniosa a una situación que en principio no la tiene. Y eso es lo que tiene que explicar.

En una situación de crisis hay que decir qué medidas se proponen de solución o, si se es un gobierno de izquierda, reconocer que no se tienen porque el problema lo sobrepasa. Esto es, elaborar un discurso sincero. No hacer como si la situación no fuera crítica, sosteniendo que se trata de una mera alteración en los ritmos habituales para la que basta con medidas ordinarias, dentro de lo previsto. Ese es un discurso embustero, falso y que, además, no conseguirá nada porque la crisis exige decisiones nuevas y contundentes Téngase en cuenta que todavía no hace seis meses no solamente no se reconocía la necesidad de afrontar la situación crítica sino que se estaba prometiendo el pleno empleo para esta legislatura. Y eso no lo hacía un cargo medio o bajo de la cadena de mando sino el mismo presidente del Gobierno, responsable de su política económica. ¿Cómo mantener un discurso sincero racional mínimo cuando, ya en caída libre en una crisis que no quiere aceptarse, se siguen haciendo promesas dentro del esquema embustero, propagandístico y demagógico de que en una economía de mercado los éxitos son producto de nuestras decisiones acertadas y los fracasos resultado de la desgraciada coyuntura internacional?

(Las imágenes son dibujos de John Leech publicados en la revista británica Punch, en los que satirizaba el fracaso de la "gran manifestación cartista" en 1848, un momento crítico en la historia del movimiento obrero cuando, temiendo violencia callejera, las autoridades, con el octogenaria Duque de Wellington a la cabeza, tomaron las medidas pertinentes que evitaron la violencia y desactivaron el movimiento cartista; se encuentran en John Leech Sketch archives).

dijous, 4 de setembre del 2008

La crisis está desbocada.

Casi parece una broma de un dios maligno. Cuanto más se obstina el Gobierno en que los ministros no pronuncien la palabra "crisis" mayor es la profundidad, extensión y complejidad de ésta. No recuerdo una situación tan absurda en muchos años. El señor Rodríguez Zapatero y los suyos utilizan circunloquios como si, víctimas de una creencia supersticiosa en los poderes mágicos de las palabras, esperaran que éstas sustituyeran a los hechos.

Mes tras mes los indicadores económicos dan unas situación catastrófica: el paro está ya en el 11%; la inflación no se detiene; las ventas de coches caen en picado; las de inmuebles igual; la tasa de confianza está por los suelos; el euríbor por las nubes; el IPC también; las empresas quiebran; la bolsa se hunde; el índice de morosidad se dispara; la banca tiene problemas de liquidez; el PIB no se mueve o va para abajo.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

Las declaraciones de los ministros quedan desmentidas por los hechos apenas se han formulado; las comparecencias en sede parlamentaria no sirven para nada; apenas ha declarado un ministro cuando la oposición parlamentaria pide otra y al ministro ha de sucederle el presidente del Gobierno "a petición propia" cuando una semana antes se había negado a hacerlo.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

Ante las malas perspectivas y la política de ahorro, las demás instituciones se sublevan contra el Gobierno, incluso las gobernadas por el partido del Gobierno. Ayuntamientos y Comunidades Autónomas parecen hacer causa común para mejorar su situación y aumentar sus disponibilidades presupuestarias.

Pero según el Gobierno esto no es una crisis sino un frenazo.

¿Quién es el imbécil al frente de la política de comunicación del Gobierno?

(La imagen es una foto de Hryckowian, bajo licencia de Creative Commons).