divendres, 30 de juny del 2017

Cataluña en el mundo

Es célebre la cita de Voltaire : "Cataluña puede prescindir del universo entero, pero sus vecinos no pueden prescindir de Cataluña" (La Catalogne, enfin, peut se passer de l'univers entier, et ses voisins ne peuvent se passer d'elle.). Cuando la leí hace años en El siglo de Luis XIV, decidí averiguar para hacerme un juicio, conocer a fondo la realidad catalana. Y, tras algunos otros años, he llegado a la conclusión de que la primera parte del apotegma es falsa. Cataluña no puede prescindir del universo entero ya que ella misma es, en gran parte, un cruce de factores procedentes de todos los puntos cardinales y continúa siéndolo. Es el territorio más políglota del Estado, con mucho. Cierto, sin embargo que esa propuesta es, en el fondo, una hipérbole destinada a preparar la segunda que, en cambio, es absolutamente cierta: sus vecinos no pueden prescindir de Cataluña y, muy especialmente, sus vecinos españoles o de los otros països catalans. El caso de Francia es distinto, aunque también rasca. Y el del resto del Mediterráneo, lugar que durante siglos estuvo regido por el primer código marítimo internacional, el Libro del Consulado del Mar, de origen valenciano pero que codificaba usos y prácticas principalmente catalanas así como de otras procedencias.

Los vecinos no pueden prescindir de Cataluña. Sin embargo, es pasmoso cómo el nacionalismo español, el Estado, el gobierno, gran parte de la oposición y amplísimos sectores de la opinión pública, más o menos manipulada por unos medios que parecen cuartos... de banderas, se obstinan en ignorar la gravedad de la cuestión catalana cuando no en negarla de plano como se niega la existencia del hipogrifo.

Esta semana ha venido cuajada de sombrías noticias para el Estado en el contencioso con el independentismo. Primero fue el editorial del New York Times sobre el referéndum y el interés de España. Un día más tarde, un abrumador reportaje del Financial Times sobre el mismo asunto, en los mismos términos, aunque más alarmado y alarmista. Por último, un informe de la conservadora Fundación Konrad Adenauer (CDU), avisando de que el gobierno tendrá que resolver el problema al margen de la Constitución. Es difícil decir -como se ha dicho del edito del NYT- que la Generalitat ha untado al Financial Times (que no es La Razón, precisamente, cuyo director parece dormir ya tras las rejas) o a la Fundación Konrad Adenauer. Y esos son puntales conservadores, de influencia mundial. Si hablamos de lo que piensan partidos e instituciones progresistas en Europa y occidente en general, no pararíamos.

¿Se ve cómo Cataluña no puede prescindir del universo entero? Al contrario, su defensa está en la atención que este le presta. De no ser así, la situación no sería la que es.

Y ¿qué hace el nacionalismo español ante esta presión internacional que no solamente no puede descalificarse como una locura de un 3% pujoliano sino que irá en aumento en los próximos tiempos? La derecha política, mediática, empresarial, clerical, militar y bancaria, o sea, la oligarquía nacional católica con el Rey a la cabeza no va a hacer nada, en espera de que la situación se haga insostenible y pueda así fabricarse un pretexto para justificar la represión y, acaso, la intervención del Estado en Cataluña.

¿Y la izquierda? Podemos, en principio, apoya la realización de un referéndum pactado, lo que básicamente coincide con lo que la famosa comunidad internacional recomienda. Que, además, apoye también la realización de un referéndum unilateral es más problemático. Parte lo hace y parte, no.

Pero la cuestión está en la otra parte de la izquierda, el PSOE. Hasta la fecha, Sánchez viene lanzando bravatas sobre la unidad de España (dentro de su maravillosa diversidad de "hombres y tierras") y la cerrada oposición de su partido a todo referéndum ilegal. Es un "no" lanzado al independentismo catalán y a medio mundo; un "no" que unce al PSOE al desvencijado carro de guerra de la derecha, que lo convierte en edecán del PP; un "no" tan ayuno de iniciativas constructivas y propuestas que resulta irritante, a la par que absurdo.

Que la derecha ignore la intensidad de la reacción internacional si se da algún tipo de intervención por la fuerza en Cataluña está dentro de su naturaleza belicosa y agresiva. Que lo haga la izquierda no es de recibo. Que la izquierda se niegue a reconocer, no ya el derecho de los catalanes a tener los mismos derechos que ella, sino el carácter popular, pacífico, democrático, transversal de un movimiento con un amplísimo respaldo social es más de lo que puede tolerarse dentro de la tradición democrática.

Como casi siempre, el error viene de la ignorancia y esta, con harta frecuencia en España, de la soberbia. Ya se sabe que el interés de la derecha es romper todos los puentes y vías de diálogo, coincidente en esto con la derecha del PSOE que, tras el golpe del 1º de octubre, se negó a hablar siquiera con Podemos y con los indepes catalanes. Pero esa no puede ser también la actitud del "nuevo" PSOE, que dice estar a la izquierda. Su obligación es actuar con cordura, justicia, respeto e... imaginación, como pedía el otro día el nada sospechoso de delirios separatistas Enric Juliana.

Mientras llegan esas propuestas nuevas, audaces y, sobre todo, rápidas, dado que quedan tres meses hasta el referéndum, podría hacerse un ejercicio de clarificación. Hasta ahora sabemos que, según Rajoy y Sánchez, el referéndum no va a celebrarse. La pregunta inmediata es ¿por qué no? Y la respuesta, no menos inmediata: porque es ilegal.

Aquí una pausa: ¿significa lo mismo la legalidad para la izquierda y la derecha? El gesto de Rosa Park fue ilegal y originó el movimiento de emancipación de los negros aún en curso. Ilegales fueron los colonos norteamericanos, ilegales los seguidores de Gandhi, ilegales las sufragistas que acabaron consiguiendo el voto femenino, ilegal durante largos años el PSOE.

En el fondo, ninguno de los dos, PSOE o PP cree en la excusa de la ilegalidad. Entre otras cosas porque la legalidad o ilegalidad de algo es una decisión política que puede tomar el órgano legislativo cuando le pete. La legalidad ha de ser la cristalización jurídica de la razón y la moral y poca razón y menos moral tiene negar a un pueblo el ejercicio de un derecho por el que ha luchado con más denuedo incluso que el que se lo niega por el suyo.

No es la legalidad o ilegalidad del referéndum la razón de la negativa del nacionalismo español de derecha e izquierda, sino el hecho de que carece de capacidad para articular una alternativa y se niega a reconocer que el independentismo catalán ha terminado de hundir el carcomido sistema del 78 e, histérico, teme que ese hundimiento acarree el del Estado. Que eso lo piense la derecha está en el porcentaje de sus comisiones y sobresueldos. Que lo haga la izquierda indica la falta de fe de esta en el proyecto de nación que, sin embargo, pretende encasquetar a los catalanes.

Porque, si de verdad creyera en él, no tendría inconveniente en someterlo a referéndum.

Hoy, Palinuro en Molins de Rei

De Valls, a Molins de Rei con un tema que no es frecuente en los debates públicos. Porque, aunque sea habitual oír a los políticos presumiendo de que ellos llaman "al pan, pan y al vino, vino" y algunos al "vaso, vaso y al plato, plato", lo cierto es que, en esto, como en casi todo, los políticos mienten. Basta con escuchar a Rajoy para comprender que este hombre no ha dicho una verdad en su vida. Se ha educado en la ortodoxia franquista (al igual que la colección de ineptos que compone su gobierno) de no decir jamás la verdad para evitarse problemas. Y lo mismo sucede con la mayoría de los otros políticos, incluidos los de la supuesta izquierda. Estos practican un tipo ligeramente distinto de falseamiento pero, en lo esencial, creen que mentir trae cuenta. Y censurar y silenciar a los discrepantes y ningunear o ignorar a los críticos. El ganado es el mismo, aunque la marca del amo varíe.

El franquismo instauró el reino omnímodo de la mentira, el embuste, el engaño en España como único medio de sobrevivir al crimen organizado desde el poder por unos delincuentes cuyo régimen se reproduce en el de hoy. Así que hoy, como cuando Franco, llamar a las cosas por su nombre de verdad, no fingirlo, es toda una aventura. Y por eso mismo, digna de vivirse. No merece la pena vivir de otro modo. 

Si un gobierno y un partido son sendas bandas de ladrones, se dice y no se disimula haciendo como que esos ladrones merecen algún respeto por detentar lo cargos que usurpan. Si un Rey es un figurón ilegítimo que debe su puesto a un general felón y genocida, se dice y no se pierde el trasero por hacerse fotos con él al tiempo que se trata de engañar a la concurrencia, fungiendo como niños terribles que protestan contra los asesinos franquistas, pero se sientan en sus puestos a escuchar el discurso legitimatorio de estos. Si un Estado problemático y probablemente fallido oprime a una minoría nacional en su seno sin permitirle el ejercicio de sus derechos, se dice y se denuncia, aunque sea el Estado de uno.

En fin que las cosas se entienden mejor cuando se las llama por su nombre.

Mañana nos vemos en Molins de Rei enfrente de la AV del barrio del Canal a las 19:45.

dijous, 29 de juny del 2017

Mañana, Palinuro en Molins de Rei

De Valls vamos mañana a Molins de Rei con un tema que no es frecuente en los debates públicos. Porque, aunque sea habitual oír a los políticos presumiendo de que ellos llaman "al pan, pan y al vino, vino" y algunos al "vaso, vaso y al plato, plato", lo cierto es que, en esto, como en casi todo, los políticos mienten. Basta con escuchar a Rajoy para comprender que este hombre no ha dicho una verdad en su vida. Se ha educado en la ortodoxia franquista (al igual que la colección de ineptos que compone su gobierno) de no decir jamás la verdad para evitarse problemas. Y lo mismo sucede con la mayoría de los otros políticos, incluidos los de la supuesta izquierda. Estos practican un tipo ligeramente distinto de falseamiento pero, en lo esencial, creen que mentir trae cuenta. Y censurar y silenciar a los discrepantes y ningunear o ignorar a los críticos. El ganado es el mismo, aunque la marca del amo varíe.

El franquismo instauró el reino omnímodo de la mentira, el embuste, el engaño en España como único medio se sobrevivir al crimen organizado desde el poder por unos delincuentes cuyo régimen se reproduce en el de hoy. Así que hoy, como cuando Franco, llamar a las cosas por su nombre de verdad, no fingirlo, es toda una aventura. Y por eso mismo, digna de vivirse. No merece la pena vivir de otro modo. 

Si un gobierno y un partido son sendas bandas de ladrones, se dice y no se disimula haciendo como que esos ladrones merecen algún respeto por detentar lo cargos que usurpan. Si un Rey es un figurón ilegítimo que debe su puesto a un general felón y genocida, se dice y no se pierde el trasero por hacerse fotos con él al tiempo que se trata de engañar a la concurrencia, fungiendo como niños terribles que protestan contra los asesinos franquistas, pero se sientan en sus puestos a escuchar el discurso legitimatorio de estos. Si un Estado problemático y probablemente fallido oprime a una minoría nacional en su seno sin permitirle el ejercicio de sus derechos, se dice y se denuncia, aunque sea el Estado de uno.

En fin que las cosas se entienden mejor cuando se las llama por su nombre.

Mañana nos vemos en Molins de Rei enfrente de la AV del barrio del Canal a las 19:45.

El Rey de los españoles

Delenda est Monarchia, decía Ortega en 1930. 87 años después, ahí seguimos. Dispuestos, al parecer, a otros 87 y más aun; por la eternidad. La Monarquía es un régimen político que depende exclusivamente de la capacidad reproductora de su titular e, incluso, cuando esta falla, encuentra remedios de variado tipo para restablecerse o restaurarse.

Según se dice, los especialistas y expertos en la redacción del discurso del Monarca se han esmerado al extremo de que todo el mundo da el texto como muy medido, equilibrado, responsable, atento, pero firme. Dos temas cruciales ha acotado la arenga, el nombre común dictadura, explícito y el nombre propio, Cataluña, implícito. En ambos puntos el Rey desbarra. Tan bueno no es el trabajo de redacción.

La designación de Dictadura al régimen anterior, al que su padre juró lealtad, trata de acompasar el discurso del poder con el normal raciocinio humano en la sociedad actual. El franquismo fue una dictadura (y genocida, de una extraordinaria crueldad) y así piensa prácticamente todo el mundo. Aunque con un retraso bíblico de 40 años, la Monarquía reconoce la naturaleza dictatorial del régimen de Franco. A eso lo llaman los cortesanos "modernizarse". 

Se entiende que el Rey anterior se deshiciera en elogios del dictador y guardara recuerdos paterno-filiales de eterno agradecimiento por lo cual no podía llamarlo "dictador". Pero el hijo es otra cosa. Más siglo XXI y llama "dictador" a un "dictador". El problema es que la dictadura de aquel dictador es el origen de esta Monarquía, su único título de legitimidad. Precisamente ahora se "moderniza" así:la guerra civil y la dictadura fueron una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España. ¿Alguien llamaría a esto una "redacción ajustada"? Pero, ¿no es él mismo lo que entonces era el porvenir de España?

Al lado de esta fabulosa incompetencia de concepto palidecen las demás lindezas del discurso en torno a la transición. Incluso ese subrepticio intento de apuntarse a la teoría de las "cosas buenas" del franquismo, vago recuerdo de la tecnocracia del "Estado de obras" de la Obra. Un modernizador siempre reconoce a los de su quinta.

El propósito del lavado de cara real es afirmar que aquella legitimidad tinta en sangre de la dictadura quedaba remozada a su paso por la transición, las elecciones, la Constitución y la nueva legalidad que ahora, sí, es legítima y debe aplicarse cuando corresponda, con entera tranquilidad de conciencia.

Y aquí viene el segundo desbarre, oído cocina Cataluña. Los cantos son los habituales: la unidad de España en la diversidad de sus territorios. El sano regionalismo de Fraga llevado a los insólitos extremos del autonomismo por el mismo Fraga y otros no menos bienintencionados españoles empeñados en encontrar un encaje de Cataluña en España, cuestión secular. Con esto se cierra la transición cuyo significado secreto es que produce una solución de continuidad entre el padre, servidor de la dictadura, y el hijo, su crítico y adversario.

Desde la altura de esta imaginaria e ilusoria purificación, el Monarca se siente autorizado a amenazar al independentismo catalán con consideraciones de la cosecha de Rajoy sobre la necesidad del cumplimiento de la ley porque fuera de esto no hay nada bueno. Si lo sabrá él, que preside un gobierno y un partido en el que hay docenas de cargos fuera de la ley.

Y todavía más profundo desbarre la subalternidad del Rey no solo a los argumentos de Rajoy, sino a su actitud autoritaria de negarse a reconocer la existencia de un problema y a arbitrar medidas para resolverlo por la vía de la negociación y no de la represión. Que es justo a lo que apunta el Monarca al respaldar miméticamente la actitud política de un gobierno que lleva al país a una situación crítica.

En realidad, ayer habló el Rey de los españoles para amenazar a los partidarios de un referéndum "ilegal" en Cataluña en general y en concreto a los independentistas que, además, son republicanos.  Felipe VI, crítico de la dictadura y debelador del independentismo catalán. Tendiendo puentes para celebrar la transición.

Hoy, Palinuro en Valls

Desde la Carrera de San Jerónimo a Valls Alt-Camp (Tarragona), ese será el camino de la República hoy. Desde la ridícula glorificación de una monarquía de opereta a la fiesta de la República en un pueblo de Cataluña, tierra del Estado español libre de la mugre franquista gracias a la ley que aprobará hoy el Parlamento catalán, declarando ilegales los juicios del franquismo. Un acto que devuelve a los catalanes y a cualesquiera otros peninsulares que la hagamos nuestra su dignidad robada. Una ley de reparación que ningún gobierno de la transición en España se ha atrevido a proponer, para eterna vergüenza de unas izquierdas que no merecen nombre de tales.

Hoy, España estaba de aniversario, cosa que agrada mucho en el terruño, cuna de toreros, matones, fascistas y fanfarrones. Los gobernantes del partido más ladrón y corrupto de la historia, sus amigos, los cortesanos del PSOE, C's y Podemos y cuantos contribuyen a mantener este simulacro de democracia, festejaban los 40 años de transición con su habitual bambolla de oropel y colorines. Transición de una dictadura genocida a una monarquía indigna incrustada como un abalorio podrido en la inmensa bola de corrupción de una banda de delincuentes. Muy contentos todos, ladrones, fantoches, figurantes y cómplices de seguir con la obra de destrucción de la ya inexistente dignidad de España que emprendió en 1939 el criminal Francisco Franco. En su estúpida ceguera, los pavos que se juntaron ayer a darse una importancia de la que carecen todos juntos y cada uno de ellos por separado, no veían que, si Franco destruyó España, ellos son sus sepultureros porque, a fuerza de inútiles, no sirven ni de matarifes, como su ilustre antecesor. El que nombró rey a un Borbón muerto de hambre dispuesto a jurar lo que fuera y faltar a su juramento cuando hiciera falta con tal de pillar el trono y, con el trono, los 2.000 millones de dólares que le atribuye la revista Forbes. El padre del actual monarca del simulacro y la bambolla que, falto hasta de la boba picardía de su progenitor, llegó a decir que "la guerra civil y la dictadura fueron una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España".

Es decir, Preparao reconoce que él (esto es, el "porvenir" de entonces) es el producto de la guerra civil y la dictadura y que es imposible, y se queda tan contento porque la cabeza, obviamente, no le da para más. Entre tanto, los lacayos, cortesanos y aduladores de la clase política postfranquista aplaudían a rabiar, como se espera de ellos y de los suculentos sueldos que cobran

Solo los de ERC se desmarcaron de ese ridículo chundarata gracias a su corazón republicano que late al unísono con el de Palinuro. Los únicos representantes reales de la dignidad de una ciudadanía a la altura del siglo XXI.

Así que mañana, en Cataluña, tierra libre de franquismo y, es de esperar, también de monarquía impuesta por ese franquismo, hablaremos de la República Catalana, él último régimen legítimo que hubo en España y a partir del 1º de octubre puede haber en Cataluña.

A las 20:00 en el auditorio Mas Miquel. Nos vemos.

dimecres, 28 de juny del 2017

Mañana, Palinuro en Valls

Desde la Carrera de San Jerónimo a Valls Alt-Camp (Tarragona), ese será el camino de la República mañana. Desde la ridícula glorificación de una monarquía de opereta a la fiesta de la República en un pueblo de Cataluña, tierra del Estado español libre de la mugre franquista gracias a la ley que aprobará hoy el Parlamento catalán, declarando ilegales los juicios del franquismo. Un acto que devuelve a los catalanes y a cualesquiera otros peninsulares que la hagamos nuestra su dignidad robada. Una ley de reparación que ningún gobierno de la transición en España se ha atrevido a proponer, para eterna vergüenza de unas izquierdas que no merecen nombre de tales.

Hoy, España estaba de aniversario, cosa que agrada mucho en el terruño, cuna de toreros, matones, fascistas y fanfarrones. Los gobernantes del partido más ladrón y corrupto de la historia, sus amigos, los cortesanos del PSOE, C's y Podemos y cuantos contribuyen a mantener este simulacro de democracia, festejaban los 40 años de transición con su habitual bambolla de oropel y colorines. Transición de una dictadura genocida a una monarquía indigna incrustada como un abalorio podrido en la inmensa bola de corrupción de una banda de delincuentes. Muy contentos todos, ladrones, fantoches, figurantes y cómplices de seguir con la obra de destrucción de la ya inexistente dignidad de España que emprendió en 1939 el criminal Francisco Franco. En su estúpida ceguera, los pavos que se juntaron ayer a darse una importancia de la que carecen todos juntos y cada uno de ellos por separado, no veían que, si Franco destruyó España, ellos son sus sepultureros porque, a fuerza de inútiles, no sirven ni de matarifes, como su ilustre antecesor. El que nombró rey a un Borbón muerto de hambre dispuesto a jurar lo que fuera y faltar a su juramento cuando hiciera falta con tal de pillar el trono y, con el trono, los 2.000 millones de dólares que le atribuye la revista Forbes. El padre del actual monarca del simulacro y la bambolla que, falto hasta de la boba picardía de su progenitor, llegó a decir que "la guerra civil y la dictadura fueron una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España".

Es decir, Preparao reconoce que él (esto es, el "porvenir" de entonces) es el producto de la guerra civil y la dictadura y que es imposible, y se queda tan contento porque la cabeza, obviamente, no le da para más. Entre tanto, los lacayos, cortesanos y aduladores de la clase política postfranquista aplaudían a rabiar, como se espera de ellos y de los suculentos sueldos que cobran

Solo los de ERC se desmarcaron de ese ridículo chundarata gracias a su corazón republicano que late al unísono con el de Palinuro. Los únicos representantes reales de la dignidad de una ciudadanía a la altura del siglo XXI.

Así que mañana, en Cataluña, tierra libre de franquismo y, es de esperar, también de monarquía impuesta por ese franquismo, hablaremos de la República Catalana, él último régimen legítimo que hubo en España y a partir del 1º de octubre puede haber en Cataluña.

A las 20:00 en el auditorio Mas Miquel. Nos vemos.

El triángulo

Las cosas parecen ir rodadas. Sánchez, cuya pegada como líder está sembrando el desconcierto, ya se ha reunido con Iglesias en el comienzo de lo que acabará siendo una unidad de acción del PSOE y Podemos, lo llamen como lo llamen. Es lo lógico y lo que innumerables voces reclaman hace años. La unión de la izquierda. Palinuro ha sido siempre partidario. Incluso propuso una fórmula para resolver el siempre intratable tema catalán, consistente en que orillaran sus diferencias sin eliminarlas. Y ver luego cómo reaccionaría el bloque independentista ante una moción de censura (MC) con Sánchez de candidato.

Desde luego, la propuesta de unidad de la izquierda no se agota en la MC y hasta puede prescindir de ella. Pero, para llegar al gobierno, la izquierda necesita ganarla y esto solo es posible, manteniendo la línea de izquierda, con los votos independentistas catalanes.

Hay otras variantes, sin duda, pero todas tienen peplas. La primera sería una MC apoyada por PSOE, Podemos y C's que tendría una clara mayoría absoluta sin precisar los votos catalanes. Pero parece ser la más improbable, dada la incompatibilidad existente entre Podemos y C's, que sus dirigentes convierten en inquina personal.

La segunda variante sería olvidarse de la MC y seguir la legislatura arbitrando una oposición de "geometría variable". En algunos aspectos la mayoría sería con C's y en otros con los indepes catalanes. Esta opción es en parte la que (salvando el vade retro a Podemos y los indepes) proclamaba como propia el PSOE de la extinta Gestora. Una oposición dura a un gobierno en minoría. Nadie se lo tomó en serio pero la llegada de Sánchez ha cambiado visiblemente las tornas. Esta variante tiene otros inconvenientes. Retrasa el acceso del PSOE y la izquierda al gobierno hasta las próximas elecciones y se abre a un resto de legislatura sobresaltado y probablemente inoperante. En la medida en que el Parlamento fortalezca su posición, el gobierno intensificará su política de enfrentamiento con él, derivando todo lo que pueda a la vía judicial o a la jurisdicción constitucional, desde la posibilidad de vetar la legislación hasta la de suspender las comisiones de investigación que le incomoden, como la de la financiación ilegal del PP.

En realidad, la única unidad de la izquierda con perspectiva de estabilidad, por paradójico que pueda parecer, es la triangular, PSOE, Podemos y el bloque independentista. El obstáculo es el referéndum, contra cuya celebración viene pronunciándose Sánchez siempre que puede. Palinuro, que no es nada original, cree la consulta muy razonable, lo ha creído siempre, como lo cree medio mundo por ahí fuera, incluido el New York Times. El nacionalismo español -ese que, según él mismo, no existe- tiene algún tipo de dificultad congénita para apreciar la conveniencia de una decisión que otros pueblos civilizados y democráticos han tomado en similares circunstancias. 

Cabe aceptar tan lamentable condición pero ello no es óbice para que se recuerde que alguna diferencia habrá de existir entre la derecha y la izquierda en cuanto a la llamada "cuestión catalana". Esa diferencia está clara respecto a Podemos, que acepta un referéndum pactado. No lo está, sin embargo, respecto al PSOE. No aceptar el referéndum es exactamente lo que hacen el gobierno y el PP y C's. Pero el PSOE tendrá que proponer algo más, algún terreno de diálogo y entendimiento que no sea el de la confrontación, la represión, la violencia. Porque, caso de no hacerlo, estará dando la razón al independentismo cuando este plantea la separación de un Estado que ignora y no respeta los derechos y las reivindicaciones de los catalanes. Que no las tiene en cuenta. 

El interés ¿de qué España?

Mi artículo de elMón.cat. Un editorial del New York Times del 23 de junio sobre el referéndum en Cataluña dio origen a una polémica sobre su sentido. Prácticamente todos los medios nacional-españoles entendieron que el diario defendía el referéndum en interés de España y el voto "no" en interés de Cataluña. Se trataba de una traducción sesgada e interesada en la que en parte también picó Palinuro por fiarse de los titulares de dichos medios. Al ver la controversia, fue al artículo y comprobó que no decía lo que los mentados medios tradujeron.

El editorial es una pieza muy medida y su lectura no solo zanja el debate sino que plantea otras cuestiones tan interesantes como esta o más. A esas cuestiones he dedicado el artículo de elMón.cat cuya versión castellana incluyo aquí.

El interés de España

Un editorial del NYT sobre el referéndum ha provocado una polémica por el sentido que algunos medios nacional-españoles han dado a una frase sobre el interés de España y el de Cataluña. Sin duda, la traducción de que el interés de España sea que el referéndum se celebre y el de Cataluña que salga el “no” es falsa y está ideológicamente motivada. Pero aun así, el párrafo es confuso: dice cuál es el interés de España y ello es evidente (permitir el referéndum y que gane el “no”), pero no dice cuál sea el de Cataluña en un sentido u otro.

Desde luego, lo que sí parece cierto es que, según el diario neoyorquino, el interés de España no es que el referéndum no se celebre. Ni lo menciona.

El asunto es más profundo. ¿Por qué se supone que el voto “no” de los catalanes esté en interés de España? Habría que precisar antes de qué España se habla. Y el NYT, siendo un periódico pragmático, lo tiene claro: de esta España que hay ahora. Pero esta España de ahora es apoyada por menos de un tercio del electorado. Sin duda mucho, dada la condición del partido corrupto y presuntamente ilegal al que vota pero, en todo caso, menos de una tercera parte y, en Cataluña, bastante menos.

¿Por qué ha de ser perjudicial para los intereses de España el voto “sí” a la independencia en el referéndum? A primera vista, ese voto plantearía una crisis constitucional sin precedentes que obligaría a negociaciones de carácter constituyente y pondría a España ante sus propias contradicciones y la sospecha de haber llegado a un punto de disolución porque si un Estado democrático no consigue la lealtad de sus ciudadanos voluntariamente sino por la violencia, no es un Estado democrático. Ni siquiera es un Estado. Es una banda. Con lo cual es posible que no tenga otro remedio que aceptar una intervención exterior de mediación en detrimento de su soberanía.

El enconamiento del conflicto en los últimos años es prueba del agotamiento del sistema del 78, que no tiene nada que ofrecer a las aspiraciones catalanas al autogobierno salvo la negativa y el retorno a lo anterior, justamente al momento en que se incubó la actual ingobernabilidad de la situación. Esto es válido para las ofertas del nacionalismo español de derechas, consistentes en dejarlo todo como está por la violencia, y del nacionalismo español de izquierdas, consistentes en algunos cambios cosméticos que también dejen las cosas como están pero disimulando un poco, aunque el recurso a la violencia no esté en absoluto descartado.

En esta situación de parálisis política, económica y social, con una población resignada a que siga gobernando un partido de presuntos delincuentes y corruptos que ha arruinado el país, ¿de dónde saca el NYT que esté en interés de España que salga el “no” en el referéndum? ¿De qué España? ¿De la que vota menos de un tercio de la población? ¿Y la que votan los otros dos tercios? Esa también deberá ser tenida en cuenta, sobre todo si, en un acto coraje decide que, justamente, el voto “sí” de los catalanes puede ser el empujón, la sacudida que obligue a reaccionar a esa España anestesiada y resignada al sempiterno gobierno de esta derecha ultrarreaccionaria, nacionalcatólica, corrupta y delictiva cuya población es incapaz de sacudirse el yugo de una oligarquía de señoritos reaccionarios que depositan los caudales robados en paraísos fiscales.

Lo que de ningún modo puede estar en interés de España (al menos de una España que aspire a la legitimidad de ser un Estado democrático de derecho en el concierto de las naciones civilizadas) es la continuación de la podrida situación actual. No puede estar en ese interés que una asociación de presuntos malhechores haya capturado el Estado y todas sus instancias, incluida la judicial, para perpetrar sus fechorías con la impunidad de que hacía gala Bárcenas en su insultante comparecencia parlamentaria. No puede estar en interés de esa España la continuación de un gobierno compuesto por ministros que condecoran vírgenes al tiempo que conspiran con otros secuaces para perpetrar delitos y operaciones de guerra sucia en contra de sus adversarios políticos.

No puede estar en interés de España que los presuntos delincuentes del PP y su gobierno que en conjunto han esquilmado el país por lo público (regalándoselo a los bancos) y lo privado (llenándose los bolsillos con lo robado a base de comisiones, sobresueldos, etc.) sigan negando por la fuerza a un 80 por ciento de la población catalana el ejercicio de sus derechos. Y ello con el único fin de tenerla sojuzgada y esquilmada en pro de los intereses particulares de los delincuentes y de un proyecto de país retardatario, beato, machista, taurófilo, injusto y corrupto que solo apoya menos de un tercio del cuerpo electoral y menos de la cuarta parte de la población.

dimarts, 27 de juny del 2017

Y Luis fue fuerte

Fuerte como la piedra berroqueña, el granito, el mármol, el diamante, por mencionar una de un valor más aproximado al que Luis “el Fuerte” ha venido manejando en su procelosa existencia. A pie firme, o trasero firme, pues compareció sentado, soportó el galán sin inmutarse preguntas tremendas que llevaban la respuesta en su misma formulación. Y sin abrir la boca, salvo algunas puntualizaciones hechas con altanería. Así, con rostro de palo, aguantó una terrible filípica de Tardà en la que este lo dibujó como un mero tornillo, podrido, pero tornillo, de un sistema corrupto desde sus raíces. Y le instó a dar un paso al frente y pedir perdón por sus fechorías. Más se ve al payo haciendo la peineta a los periodistas que pidiendo perdón

Sin duda el compareciente tiene derecho a callar todo cuanto pueda perjudicarle en sede judicial que, por cierto, menester es que sea todo, porque todo ha sido el callar. Pero la comparecencia ha resultado igualmente destructiva que si hubiera hablado, pues ya todo se sabe y a ello ha añadido, por su actitud ensoberbecida e intemperante, la seguridad de que hay un contubernio entre el PP, el gobierno y el extesorero para limitar al mínimo los estropicios que cause la aplicación de la ley.

En realidad, quien compareció ayer fue Rajoy por persona interpuesta. El Tancredo que aguantó la descalificación moral general, la crítica y el desprecio por sus inmundos negocios fue el presidente de los sobresueldos, el mismo perillán que tiene a su padre escondido en La Moncloa, atendido con los recursos públicos que niega a los demás dependientes, un truhán ciníco, prepotente y aprovechado. Un sinvergüenza. Comparecía Bárcenas, pero el que callaba humillantemente era su jefe, el que lo protege y lo ha potegido siempre, el de los sobresueldos.

Bárcenas ha escenificado a la perfección el resultado del famoso Luis sé fuerte. Ha acabado dibujando el círculo final: la sospecha de un gobierno mafioso que llega a acuerdos con presuntos delincuentes para ocultar otros presuntos delitos. No es la oposición la que sentencia a Rajoy por la corrupción. Es el propio Rajoy con su mensaje de Luis sé fuerte. En ese mensaje estaba ya prevista la denigrante comparecencia del hombre del que usted me habla. A raíz de aquel mensaje, Rajoy debió dimitir, como le dijo Rubalcaba varias veces con harta razón. 

No lo hizo y este es el resultado: la omertà mafiosa. Presunta, desde luego.

dilluns, 26 de juny del 2017

El Estado cloaca

Supongo que el programa de Évole tendrá máxima audiencia. El excomisario Villarejo aparece por la tele a hablar sobre asuntos de enorme gravedad, sucios, ilegales, delictivos, inmorales. Sobre los que podría haber hablado en sede parlamentaria de no ser porque el PP, el PSOE y C’s se opusieron a su comparecencia en la comisión que investiga la presunta “policía política” y otros tejemanejes de Interior. Algunos con soporte de grabación de conversaciones ignominiosas, que han dado lugar a sospechar de una “operación Cataluña” o guerra sucia contra el independentismo catalán. Por qué una comisión que investiga unos hechos se niega a escuchar las declaraciones de quien parece estar directamente involucrado en ellos es incomprensible. Salvo que se dé algún tipo de complicidad. No queda bien el “nuevo” PSOE obstaculizando la averiguación de hechos de interés general. 

Desde luego, Villarejo no ha ido a la tele a la fuerza, sino voluntariamente. Es verdad que se trata de una voluntariedad relativa pues el hombre no tenía opción real: la tele (Salvados) o nada. Es lo que los especialistas en teoría de decisiones conocen como “elección de Hobson”. Por supuesto, podría haber decidido seguir en silencio, pero justamente esa no era una opción porque lo quiere nuestro hombre ahora es hablar. Cosa que cree le conviene porque está atacado por muchos flancos. Y se defiende contraatacando, vieja táctica. Y tan vieja, pues la aplica a asuntos del franquismo, recordando que fue policía de la siniestra BPS. En lo más reciente empieza hace más de treinta años (el juez Garazón) y llega a ahora mismo (la doctora Pinto), pasando por todas las etapas intermedias (los Pujol, el Rey y su amiga, el CNI, Bárcenas y hasta el Yak42), sin dejar títere con cabeza, excepto la suya, siempre tocada con una gorra de chulapo.

Antes de seguir, un breve apunte. Fue Garzón, si no recuerdo mal, quien introdujo en España la figura de los “arrepentidos” por su utilidad en la instrucción penal. Estos venían de los pentiti italianos que testificaban contra la Mafia. Primero se emplearon en los procesos de narcotráfico y de ahí pasaron a ser requeridos en otros delitos con connotaciones políticas, singularmente los GAL. Aquí ya pudieron aparecer otras motivaciones en el “arrepentimiento” que la sola de aligerar la pena. Dada la relevancia mediática que alcanzaban (caso del policía Amedo) otros procesados buscaron por su cuenta acceso a los medios (caso Sancristóbal) para así influir en el proceso en su favor. El arrepentimiento ya no contaba. Se trataba de exonerarse acusando a los de arriba sin pruebas.

Eso es lo que ha hecho este pintoresco personaje que tanto recuerda a otro, Paesa, del que el mundo apenas tiene noticia, a pesar de haber sido decisivo en el famoso caso Roldán, de insólita memoria. El hombre comparece ante el pueblo y cuenta su historia, obviamente porque le interesa y como le interesa. Reparte estopa a granel, a Margarita Robles, a Cosidó, al exRey, a su amiga, a su enemigo el jefe del CNI. Hace eso que se llama “tirar de la manta” en varios asuntos, como el Yak42, los Pujol. Y todo apoyado rigurosamente en ninguna prueba. Por lo cual el auditorio puede pensar que dice verdad o un conjunto de patrañas o ambas cosas a la vez, como suele suceder. 

Pero algo trae este programa: mayor confusión aun en un paisaje deprimente de corrupción generalizada en el que pululan comisarios, subcomisarios, policías, detectives, espías, delincuentes, de los que salen informes falsos, presuntamente ordenados por responsables políticos que despliegan una maquinaria de guerra sucia contra sus adversarios y financiada con dineros públicos. Cosa de interés, dado que muchos de esos responsables y los funcionarios a sus órdenes y, desde luego, los policías en cuestión, no tienen nada clara la distinción entre el erario y su bolsillo.

Todo lo que los gobiernos de Rajoy han hecho es, por lo menos, ilegal. Empezando por su triunfo en unas elecciones a las que el PP concurrió, como al parecer hacía siempre, con financiación ilegal. Y continuando con sus gestiones posteriores, todas al rebufo de una oleada de saqueo, expolio y corrupción que tienen al propio partido imputado como sujeto jurídico en un proceso penal, así como 900 cargos a título personal y al presidente del gobierno citado a declarar en el mismo proceso de corrupción del partido que también preside. 

Las declaraciones de Villarejo (las que sean verdad y las que sean mentira), son como una piedra lanzada a la ciénaga de la política española. Algo se removerá y soltará vapores fétidos, pero la ciénaga la engullirá. Es muy ancha y densa y no hay nada a salvo: el gobierno, el parlamento y el poder judicial. Los últimos nombramientos en la Audiencia Nacional hieden. De los medios no hablemos. Los hay literalmente a sueldo de los poderosos que muchas veces son delincuentes.

Por ejemplo, Ignacio González tenía 250 tuiteros pagados con fondos públicos y dedicados a embellecer su imagen y cargar contra la de los adversarios. Acumular datos de este tipo es facilísimo. Están en las portadas de todos los periódicos. Y ahora con más asiduidad y morbo porque se añaden las informaciones de Villarejo que no es precisamente Julian Assange. 

Pero no sirve de nada para aclarar la imagen general. Al contrario, la hacen más enmarañada y confusa. En un sistema político corrupto de arriba abajo como el que ha instalado el PP desde 2011 no hay nada que no esté afectado por la corrupción. Solo alguien tan inepto como Rajoy puede decir en estas circunstancias que le gustaría ser recordado como una persona honesta. El máximo responsable y presunto beneficiario de este desastre quiere que el futuro le confiera lo que el presente no le da, honestidad. Es una petición absurda por parte de quien ha cobrado sobresueldos en B siendo ministro y quien tiene a su padre atendido con cargo a fondos públicos que niega otros con igual o mayor derecho. Y, si no se la da el presente con todo lo que paga (siempre con el dinero ajeno, del que dispone como propio), menos se la dará el futuro.

España vive una crisis constitucional y otra política y moral. Mal momento, desde luego. De la hondura de la primera da idea el desconcierto de los partidos dinásticos españoles. Forman una unidad frente al independentismo catalán, pero no a cualquier precio. Tanto PSOE como PNV ponen límites a la discrecionalidad del gobierno. Nada de suspensión de autonomía y ojo con las medidas represivas. El independentismo ha ganado lo que se llama la “batalla del relato” y ahora solo queda por ver hasta dónde llevarán sus propósitos aquel por un lado y el nacionalismo español por el otro.

En parte esta crisis se alimenta de la otra, la política y moral. Entre los numerosos ceses de cargos por causas de corrupción, muy pocos se han debido a dimisiones voluntarias. Creo que ninguno, aunque puede haberse dado algún caso. La piel (esa que todos dicen que van a dejarse en su tarea) de los cargos del PP es de paquidermo. Solo dimiten cuando ya están en los tribunales. Mientras tanto, presunción de inocencia y, después, indulto. 

Eso es lo que hay y lo que la gente ve y a lo que acaba acostumbrándose. En mitad de un escándalo de corrupción y con acusaciones concretas, el PP lograba mayorías en la Comunidad de Valencia. La opinión pública, resignada, prácticamente anestesiada, ha tardado más de diez años en comprender que la corrupción es el cáncer de la democracia y en darle la importancia que tiene. 

La cloaca es el propio Estado, administrado por una banda civil y religiosa de presuntos delincuentes y, cuanto más se oculte, más se tardará en ponerle remedio. Si lo tiene.

diumenge, 25 de juny del 2017

155. Entran los duros

Con su acostumbrado garbo y contundencia en el decir, el compañero Guerra ha instado a recurrir sin más al artículo 155 CE. No a pensar en la posibilidad de hacerlo sino a aplicarlo directamente, suponiendo que ello equivale a la suspensión de la autonomía catalana. Es mucho suponer porque el tal artículo no quiere decir nada al limitarse a prever que el Estado impartirá las órdenes oportunas para que las CCAA que se aparten de la legalidad o el bien común se retracten. Pero eso no le importa a Guerra. Lo suyo no es proponer algo viable desde el punto de vista de la legalidad sino dar un puñetazo sobre la mesa, cerrar el debate de una vez por todas. Es un gesto autoritario y un desaire al independentismo catalán, cada vez más crecido precisamente a cuenta de estas intemperancias.

No hay gran diferencia entre el ultimátum de Guerra y los desprecios de la vicepresidenta del gobierno al considerar que la independencia es una “matraca” y que hay que acabar ya con ese “rollo”. La paciencia de la nación española frente a la catalana es brevísima, tanto en la versión nacional-católica del gobierno como en la liberal-doceañista de la oposición. Ya está bien, hombre. Aquí no hay más nación que la española y las demás son “matracas” que deben suspenderse sin miramientos.

El PSOE ha iniciado su nueva andadura propugnando una problemática plurinacionalidad de contenido necesariamente impreciso. Pero, por impreciso que sea, no es compatible con la práctica de suspender una autonomía de entrada, aquella, además, con un perfil más acusadamente nacional y en cuya virtud se ha incorporado el concepto y se propone reformar la Constitución.

La Comisión Ejecutiva ha desautorizado la bravata de Guerra por considerarla “cruenta”. Curioso adjetivo que da una pista de los derroteros mentales de quienes se enfrentan al problema desde el nacionalismo español. Por supuesto, el desautorizado habrá montado en cólera, comprobando así cuánto han perdido él y los suyos con el resultado de las primarias.

Sin duda es una ventaja que el PSOE, aun respaldando la acción del gobierno en lo que considera que son asuntos de Estado (básicamente Cataluña), trate de diferenciarse y de aportar soluciones alternativas a la estrategia del choque de trenes del PP. Y eso requiere “soluciones imaginativas”, como sugiere Enric Juliana, muy preocupado porque la negativa cerrada y la represión hagan aumentar el porcentaje de apoyo a la independencia entre la población.

Sin embargo, llama mucho la atención el sorprendente propósito de recurrir a la comunidad internacional en caso de que el gobierno aplique el artículo de marras. La “comunidad internacional” es un enunciado tan impreciso como el de la “plurinacionalidad”. En primer lugar, es necesario saber ante qué instancia concreta se presentará el caso: la ONU, la UE, el TIJ y, en segundo, quién en concreto lo presenta, con qué competencia y qué perspectivas.

Desde el punto de vista político, la “externalización” del artículo 155 viene a coincidir con la política de internacionalización del conflicto que lleva a cabo la Generalitat, de forma que el PSOE incurre en una curiosa contradicción: apoya al gobierno en su política represiva, de negación del referéndum e internacionalización del conflicto y, por otro lado, la promueve él mismo.

No obstante, estas contradicciones no son graves. Al contrario, son de esperar cuando quienes llevan años ignorando un problema, descubren de pronto que tiene dimensiones capaces de poner en riesgo su supervivencia. Interviene entonces el instinto de conservación. Y el instinto de conservación es ciego. Lo sensato no es evitar las contradicciones sino atinar con la solución justa e “imaginativa”.

Y esta es muy sencilla. El NYT trae un editorial dictado por el pragmatismo yanqui en el que se pronuncia por la celebración del referéndum y recomienda votar “no”. Más o menos, lo mismo que propugna Podemos. Y, como no será fácil descubrir lazos entre el NYT y la formación morada, será cosa de concluir que la celebración del referéndum catalán no es algo absurdo, ni demoníaco, ni ilegítimo, sino una posibilidad razonable. No se entiende por qué no la hace suya el PSOE cuando es perfectamente compatible con alguno de los sentidos de la plurinacionalidad.

Si la objeción es exclusivamente referida a la legalidad, basta recordar que “allá van leyes do quieren reyes”. Para que algo sea legal, basta con que el legislador lo haga legal. El legislador no puede convertir lo ilegítimo en legítimo, pero sí lo ilegal en legal. Está para eso.

dissabte, 24 de juny del 2017

La hegemonía y sus alifafes

El marxismo occidental ha sacado mucho partido del concepto gramsciano de hegemonía. Con él sintetizaba el revolucionario sardo el famoso dicho de Marx y Engels en La Ideología alemana de que "las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época" Esto es, seguían los dos alemanes,"la clase que tiene el poder material de la sociedad tiene también al tiempo el poder espiritual", probablemente la síntesis más pura del marxismo.

Gramsci abogaba porque el proletariado combatiera la hegemonía ideológica burguesa con la revolucionaria, para lo cual desarrolló una batería de conceptos auxiliares, como el de “intelectual orgánico” o el del “Príncipe moderno”. Además del proletariado, contaba con una imprecisa masa “nacional popular” que se sumaría a la revuelta porque parte de la hegemonía ideológica se haría en términos “nacionales”. En sí mismo, esto ya era sospechoso a ojos marxianos, pero no es ahora importante, aunque tenga su interés.

Lo importante es que el intento gramsciano, claramente voluntarista, de fabricar una estrategia revolucionaria en sociedades democráticas, pasa por alto un supuesto fundamental del criterio marxista: para alcanzar la hegemonía ideológica, la clase debe ser dominante y no se llega a ser dominante por la ideas, sino por el poder material. Es el poder material el que da la hegemonía y no al revés. Las ideas del proletariado, la masa nacional-popular o el sursum corda serán dominantes cuando esos grupos sean materialmente dominantes. Antes, no, aunque pueda parecerlo.

Es curioso que un marxista elabore una estrategia que contradice el principio cognitivo mismo del marxismo. Pero, en todo caso, así se acepta en el discurso público, especialmente el de la izquierda. Esta libra ahora dos batallas por la hegemonía: una dentro de sí misma, la lucha por la hegemonía entre el PSOE y Podemos y la otra en el sistema político en su conjunto, la lucha por la hegemonía ideológica entre la derecha y la(s) izquierda(s).

La primera batalla, entre Podemos y el PSOE tiene escaso fondo ideológico. En Podemos hay una rama anticapitalista con algo más de envergadura y proyección. El resto se agota en una lucha táctica que se dirimió en Vista Alegre II, pero sigue reverberando en el horizonte. Si se añaden las quejas de IU por su falta de visibilidad y los desajustes de las confluencias, es poco lo que de sustantivo puede ofrecer la formación morada en la porfía ideológica. Su discurso se circunscribe al llamado “régimen del 78” y apenas se cuestiona el sistema político, ni el económico en su conjunto.

A su vez, el PSOE es casi mudo en cuestiones ideológicas. Los ganadores de las primarias manifiestan una voluntad nominal de echar el partido hacia la izquierda pero, en lo sustancial sigue siendo un partido dinástico, defensor del sistema político que Podemos dice atacar: la monarquía y la unidad de España. De cambiar el modelo de sociedad o el sistema productivo, ni una palabra. Ni siquiera de una “refundación del capitalismo”, como prometió un despendolado Sarkozy años ha. El PSOE aspira a ser “nueva socialdemocracia”, restableciendo (aunque muy mejorado) el antiguo Estado del bienestar. En esto coincide con Podemos, cuyos dirigentes sostienen ser la “verdadera socialdemocracia”.

Está claro, pues, que la lucha interna por la hegemonía en la izquierda es puramente cuantitativa: a ver quién tiene mayor respaldo electoral y en esto va ganando el PSOE de calle.

Lo interesante viene cuando se observa la otra lucha por la hegemonía, la de la derecha contra la(s) izquierda(s). Estas se encrespan en críticas duras y actúan con contundencia (pues hay lugares en donde gobiernan o tienen mando en la oposición, como en el Parlamento) en aspectos concretos de la acción de la derecha, básicamente corrupción, abuso de poder, censura, malversaciones, múltiples ilegalidades. Pero son aspectos concretos de funcionamiento de un sistema cuya legitimidad no se cuestiona (caso del PSOE) o se hace de un modo anárquico y episódico (caso de Podemos) y cuyos fundamentos ideológicos, en el fondo, se comparten.

La izquierda tiene perdido de antemano el combate por la hegemonía ideológica porque lo libra dentro del marco conceptual e ideológico de la derecha. Así se ve en su idea de España y la nación española que es la acuñada por la reacción desde hace siglos y afirmada finalmente por el derecho de conquista mediante una guerra civil cuyos efectos se dejan sentir hoy. El país no ha conseguido no ya desenterrar a los cien mil asesinados por la vesania fascista; ni siquiera establecer unas bases mínimas de acuerdo respecto a ese trágico pasado.

Eso no es una nación. Es la imposición a la fuerza de una idea de nación de la clase dominante. La idea dominante de nación que la izquierda no cuestiona. El PSOE, de modo obvio, poniéndose literalmente a las órdenes del PP y Podemos de forma más esquinada. Los dos proclaman la “plurinacionalidad” del país, en el caso socialista más en el campo de los universales filosóficos y en el de Podemos en el de un enunciado programático de importación. Pero ninguno cuestiona el hecho de que ambos comparten la idea de nación española acuñada a sangre y fuego por la derecha.

Sé que esto puede suscitar escepticismo. A las pruebas me remito. En el debate sobre la moción de censura o en algún otro muy reciente, Pablo Iglesias respondió de una forma lapidaria a una intervención bronca de Hernando diciendo: “Sí, España es un gran país, pero lo sería más sin ustedes.” Aparentemente, lo que las redes llaman un “zasca”. Pero, si se observa bien, de “zasca”, nada.

España no es un gran país bajo prácticamente ningún parámetro de “grandeza de país” que quiera establecerse y, desde luego, bajo ninguno de los que maneje Pablo Iglesias. España no es un gran país. ¿Por qué lo dice, sin embargo? Porque participa de las ideas dominantes de la clase dominante que llama “gran nación” (Rajoy y el Rey no se cansan de repetirlo como conjuro de magia simpatética) a una cuyas circunstancias económicas y sociales son lamentables. Un país incapaz de dar de comer a su población, a la que manda a la emigración y con unas clases directivas de todo tipo (empresariales, profesionales, académicas, publicísticas) ineptas que no han conseguido desarrollar una actividad productiva que no sea el sector servicios.

Porque esa idea de nación dominante no responde a una realidad sino a una ficción, un relato unilateral que se ha impuesto a lo largo de la historia por todos los medios, con harta frecuencia los violentos y los muy violentos. Un relato que ha hecho suyo la izquierda sin percatarse, al parecer, de que, al integrarse en él, se autoexcluye porque el relato la excluye. No existe un relato paralelo de una España progresista y liberal, sino es en el campo de las derrotas y los proyectos frustrados.

Es falso que haya dos Españas. Solo hay una. La del garrote, vil o con honor, pero garrote. La otra se somete y, llegada la necesidad de afirmarse como nación, se funde con ella. ¿De qué hegemonía pueden hablar quienes no se atreven a plantear el problema de la legitimidad de la monarquía y la de la República?

Esta es la razón por la que la izquierda tiene perdida la batalla por la hegemonía ideológica frente a la derecha. No porque las ideas dominantes sean mejores, sino porque son las de la clase dominante, la que tiene el poder material y la que paga más por fabricarlas, a diferencia de las clases dominadas. 

España no es un gran país sino un remedo, un simulacro de democracia sumido en una crisis constitucional profunda que la clase dominante no sabe cómo resolver si no es recurriendo a la represión, como siempre. Y mientras la izquierda no reconozca la situación límite ni haga autocrítica y proponga soluciones negociadas civilizadamente con todas la partes y sin exclusiones, mientras esto no suceda, la hegemonía de la derecha será incuestionable.

Es decir, mientras la izquierda siga siendo cobarde, la derecha estará envalentonada.

divendres, 23 de juny del 2017

Del "no" a la abstención y de la abstención al "no"

Mal empezamos. La abstención es siempre una señal de irrelevancia y, en determinadas circunstancias, una muestra de debilidad o falta de criterio. En esta abstención del PSOE ante el CETA hay dos aspectos: el de la abstención como tal y el de que sea frente al CETA.

A lo primero: no es bueno comenzar la "nueva socialdemocracia" haciendo lo mismo que se criticaba en la antigua. La crítica se basaba en que no es de recibo abstenerse en asuntos de gravedad, como la investidura de Rajoy. Sobre todo porque la abstención venía a ser un "sí" encubierto. Ambas cosas se dan hoy con la abstención de Sánchez: la votación del CETA (que es un tratado "mixto" y necesita voto favorable de los parlamentos) no es un asunto menor y, además, la abstención es un "sí" encubierto, dado que el tratado cuenta con mayoría gracias a la abstención del PSOE. 

La abstención ha sembrado el desconcierto entre los socialistas, muchos de los cuales la ven como una concesión más a Podemos, en un proceso de mimetización. Tiene, es claro, un valor simbólico. La izquierda está contra el CETA en toda Europa, si bien la socialdemocracia apoya. Y aquí viene el gesto de Sánchez, el guiño a Podemos, como dicen los analistas. El PSOE se acerca sin fundirse con él y se distancia de la derecha. Pero es un gesto y vacío, pues el Parlamento aprobará el tratado. Pero, ¿era necesario? La oposición de la izquierda al CETA, ¿es razonable?

Aquí vamos a la segunda parte. La abstención es frente al CETA, ya aprobado en la UE y pendiente de las ratificaciones de los parlamentos de los Estados miembros, cosa de la que pocos dudan porque, tras el brexit, renace con fuerza el espíritu europeísta. Basta con escuchar a Merkel y Macron, que son quienes mandan. Pero la oposición de la izquierda es muy fuerte, muy maniquea. Estar a favor del CETA te lleva a las zahúrdas de Plutón; estar en contra, a los campos elíseos. Pero, ¿en qué reside en concreto la objeción de la izquierda al CETA?

Pudiera ser en la inquina a la globalización, al menos es el argumento de Moscovici. Pero no parece cierto por lo desajustado. Convivimos con la globalización y un tratado que, al fin y al cabo, es bilateral, puede tener un impacto positivo o negativo en esa misma globalización.

Quizá se trate de un proceso inercial de la carrera que se inició en la oposición al otro tratado, el TTIP, entre la Unión Europea y los Estados Unidos. La oposición a este fue tan generalizada y profunda que consiguió hibernarlo, por no decir que lo liquidó. Y las energías sobrantes se emplean ahora contra el CETA. Pero ambos tratados son muy distintos.

La crítica real de la izquierda afecta sobre todo a los mecanismos de solución de disputas, la autonomía de los Estados, el poder de las multinacionales y los derechos de la ciudadanía. Sin embargo, una lectura del tratado permite sostener que se prevén todos esos extremos, mejor o peor, pero en un espíritu muy próximo a la regulación de estas materias en el ámbito europeo. La UE por un lado y España por otro admiten mecanismos de solución de disputas similares, por ejemplo, en la Organización Mundial del Comercio. Y el tratado reconoce expresamente la competencia de los Estados al legislar en materia de interés público, incluso cuando se vean afectados los intereses de los inversores. 

En otros términos, no parece tan absurda ni disparatada la ratificación del CETA. El gesto de la abstención está vacío desde el momento en que no la impedirá. Es un gesto no justificado.

Como también lo es la referencia al apoyo del PSOE al PP en lo referente al independentismo catalán. Es lo que Sánchez llama oposición de Estadotérmino que recuerda mucho los célebres "pactos de Estado" de Rubalcaba, y que aquí viene a ser un reconocimiento de alianza entre la derecha y la izquierda ante un adversario común, el independentismo catalán. 

Qué tenga eso que ver con el CETA es un misterio. Pero Sánchez ha colocado a Moscovici una teórica sobre la indivisibilidad de la Patria. Prueba de qué es lo que en verdad le preocupa. Aquí no hay abstención. Hay un sólido y mancomunado "no". No estoy seguro de que el CETA haga de Europa un lugar más libre y dinámico, pero sí lo estoy de que el cerrado "no" del nacionalismo español hará de este país un lugar más autoritario y paralizado.

dijous, 22 de juny del 2017

El coste del "no" al referéndum

Según parece la primera propuesta de Carles Puigdemont de celebrar una sesión de debate en el Congreso sobre el referéndum ha quedado reducida a una moción presentada ayer por el PDeCat de que la Cámara admita la consulta. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría ya había advertido que el Parlamento no es lugar de conferencias y que, si Puigdemont presentaba la propuesta referendaria, la Cámara votaría. Votaría que no, innecesario recordarlo. El presidente de la Generalitat renunció a su comparecencia.

De una u otra forma, las dos cámaras parlamentarias españolas se han negado a escuchar las razones y propósitos del independentismo catalán. Hoy, además, el Congreso votará "no" por apabullante mayoría de más del 72 por ciento, aduciendo que el referéndum no busca diálogo sino fractura

Para diálogo, el que ha ofrecido el gobierno del PP en estos años: ninguno. Rajoy se ha visto varias veces con Mas primero y Puigdemont después, siempre para decir que "no" a todo. Finalmente abrió un periodo llamado pomposamente de "diálogo", para lo cual, envió a la vicepresidenta a Barcelona como plenipotenciaria para gestionar eso, un "diálogo". La gestión duró un par de meses y terminó con una sentencia de Sáenz de Santamaría de alto contenido teórico y doctrinal: no se puede estar tantos años con la matraca independentista. Basta de este rollo. El independentismo es una matraca y un rollo. Toma diálogo.

En cuanto a la fractura conviene recordar lo que es ya saber popular. Cada vez que hablan Rajoy o Sáenz de Santamaría sobre Cataluña hay mil independentistas más. Y no hablemos de un obstinado separador como García Margallo. Con él caen diez mil, como la Anábasis. 

El "no" del Parlamento afronta el escenario del "choque de trenes", esto es, una escalada del conflicto. Sin que nadie sepa qué dimensiones vaya este a tomar. El Estado, en principio, puede impedir la celebración del referéndum, pero tendrá que calibrar a qué coste y este es muy dificil de determinar porque a su vez depende de un imponderable: la voluntad política de la Generalitat de cumplir su mandato y el apoyo popular con que cuente en caso de represión. En los conflictos, al igual que en las guerras, se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale. 

Y, en cualquier caso, impedir la celebración del referéndum abrirá un periodo indeterminado de ingobernabilidad en Cataluña y en España. Probablemente como lo haría su celebración. Pero en este caso el culpable no sería el sector negacionista.

Lo que chirría en la posición del Parlamento es el cierre de filas del PSOE con la derecha. El discurso del interés de Estado (tan caro a la derecha socialista) no obliga a que ese Estado haya de ser el de la oligarquía nacionalcatólica y ahora neoliberal. Los socialistas están obligados a dar carta de naturaleza a la cuestión catalana y hacer propuestas distintas de la derecha, consistente en mantener el estatu quo del agravio comparativo de Cataluña hasta el fin de los tiempos.

El PSOE trae en la mochila la famosa reforma federal de la Constitución. Probablemente es tarde, suena inverosímil y casi como un pretexto. Y lo es. Agárrese pues a él para marcar distancias con las medidas represivas del PP. El PSOE no puede aparecer como cómplice de unas soluciones autoritarias a problemas en cuya génesis no participó; al menos, no directamente. Por lo demás, la propuesta federal es irremediablemente extemporánea, dado que requiere un prolongado trámite de reforma, siendo así que en tres meses es obligado afrontar una situación de grave conflicto.

En verdad no se entiende por qué el PSOE no apoya la realización de un referéndum pactado, como hace Podemos. Teniendo además en cuenta que frustrar el deseo del 80 por ciento de la población catalana solo aumentará el respaldo al independentismo.   

Un héroe de nuestro tiempo

El culto al héroe es viejísimo. Sus nombres propios adornan la historia real y la fantástica con grandes variantes. Aquiles, Alejandro, César, Napoleón. Algunos son prototipos ambiguos, como Ulises o Maquiavelo. Thomas Carlyle nos regaló su  Sobre héroes y el culto al héroe en 1841, en donde, por cierto, no se menciona a los guerreros y la valoración de los héroes (dioses, profetas, escritores, reyes, etc) es generalmente positiva.

Por entonces, sin embargo, ya imperaba el modelo del héroe byroniano que aparece en Las peregrinaciones de Childe Harold (1812). El joven hombre de mundo, tempranamente hastiado de la vida, aquejado de melancolía, cínico, hasta cruel, pero también caballeroso, capaz de grandes pasiones y de una entrega ilimitada al amor o algún impreciso ideal hasta el sacrificio. Un ser contradictorio, una mezcla de héroe y villano. Un antihéroe. 

Los románticos rusos reprodujeron el modelo byroniano. Pushkin directamente en Eugenio Onegin y Lermontov después, a través de él, en la figura de Pechorin, el protagonista de Un héroe de nuestro tiempo, cruel, despiadado, inquieto, insatisfecho, nihilista, capaz de grandes pasiones. Juega con los sentimientos de la gente y se atormenta por ello.

En el siglo XX, el héroe desapareció, sustituido por el antihéroe que lo ocupa todo, desde El hombre sin atributos y Gregorio Samsa, hasta los personajes de las novelas de Paul Auster. A mediados de la centuria, Vasco Pratolini revivió el título de Lermontov, en un contexto muy diferente y con personajes que no tenían nada que ver, salvo el carácter del héroe byroniano llevado a la degradación en la figura del adolescente fascista Sandrino, cruel y hasta sádico con los demás y capaz de entregarse a un sentimiento de amor puro. 

¿Y cómo es el héroe de nuestro tiempo en el siglo XXI, al que llamamos líder? Es sobre todo mediático y está hecho a la sociedad de la información y de las redes. Su aventura no es personal, sino colectiva.  Pero sigue siendo contradictorio.  Predica la emancipación ciudadana a través de los  medios que sirven para impedirla. No se preocupa por la intensidad y veracidad de sus sentimientos, sino por la audiencia, dando por supuesto que la verdad dependerá de la decisión de la mayoría a la que desprecia en el fondo de su dandismo byroniano. Porque, si no la despreciara (o la compadeciera, que es una forma de despreciar) no diría que quiere emanciparla. 

Es el drama del antihéroe de nuestro tiempo. Si se adapta a la realidad, sabiendo que esta es obra de los seres humanos, renuncia a su condición heroica y se conforma con ser la idealización del hombre del traje gris. Si se rebela contra ella, pero no la destruye, esta lo asimila en un compartimento estanco dedicado a la rebelión dentro del orden. En él oficia el antihéroe con un discurso contrario que solo sirve para legitimar lo que dice querer destruir.

Si el héroe quiere cumplir la tarea que se autoimpuso cuando inició su andadura le interesa conocer el terreno que pisa, no perder el contacto directo con la realidad. Tal cosa sucede inevitablemente cuando, en la senda del triunfo, son sus partidarios y seguidores quienes le indican el camino y se lo explican. Al héroe le hacen entonces un Potemkin, y acaba convertido en un busto parlante. El solo faro de fiar del héroe es la crítica y el ataque del adversario. Es lo único seguro. Como seguro es que ignorarlas y ocultarlas lleva a la destrucción.   

La imagen es un cuadro de Carlo Carrà, de 1918, titulado L'ovale delle apparizioni, Galeria Nazionale d'Arte Moderna, Roma.

dimecres, 21 de juny del 2017

La banda

Es bueno esto de llamar a las cosas por su nombre. El de banda es sumamente apropiado para un partido que, además de contar con 900 personas imputadas en sus filas, él mismo está imputado penalmente como partido por considerarlo los jueces una asociación de presuntos malhechores. Una banda, evidentemente. Pero una banda que gobierna, que hace y deshace leyes, interfiere en la acción de la justicia, utiliza las instituciones a su servicio, se hace propaganda a través de los medios de comunicación públicos y compra los privados.

Esta banda tiene ahora dos frentes abiertos: el de la corrupción y la financiación ilegal del partido y el de las operaciones de guerra sucia del ministerio del Interior en contra de los adversarios del PP, los independentistas catalanes y los de Podemos.

En el frente de la corrupción es poco lo que queda por decir y mucho probablemente por ver. El desfile por los juzgados de los tesoreros y dirigentes del PP, colaboradores de Aznar es una especie de metáfora de una ristra de chorizos. Gentes de orden, desde luego, patriotas, antiabortistas, fieles a la Iglesia que no sabían que en su partido había una caja B., se robaba a espuertas y, con el sobrante, se financiaban campañas electorales que terminaban en apabullantes mayorías absolutas.

Esa constelación de casos vergonzosos, la Gürtel, la Púnica, Lezo, etc es el resumen de una época de latrocinio neoliberal generalizado. Y su demostración es tan indignante como palpable. Los 60.000 millones de euros de dineros públicos que se ha llevado la banca coinciden con los 60.000 millones que el gobierno ha sustraído del Fondo de las pensiones. Obvio: el gobierno ha empleado el dinero de los pensionistas en beneficiar a la banca (lo del "rescate" es un eufemismo). No menos obvio: ahora no hay dinero para pagar la extra de los jubilados.

Ese es el resultado de la banda. Lo llaman "crisis".

El segundo frente es el de la supuesta guerra sucia del ministerio del Interior contra Cataluña. La comisión parlamentaria que investiga este nauseabundo asunto (incluida la creación de una presunta policía política) pide visionar el documental sobre las cloacas de Interior. Se trata de desbloquear esa Comisión y dar publicidad a unos comportamientos de las autoridades que, según parece, vulneran la ley, son un delito y algo absolutamente contrario al Estado de derecho, que queda reducido a la nada cuando quien delinque es el encargado de hacer cumplir la ley.

La nación de las izquierdas

El artículo de elMón.cat. Si aplicamos la división (el cleavage, como dicen los expertos) entre derecha e izquierda a la cuestión nacional como se plantea hoy día aquí, damos con una perspectiva que no suele mencionarse. De eso trata el artículo, para llegar a la conclusión de que, aunque no quiera reconocerse, el referéndum catalán y la hoja de ruta en conjunto, depende en buena medida de que la izquierda, hoy dividida en el Estado a cuenta de Cataluña y en Cataluña a cuenta del Estado, encuentre una posición común. Cosa harto difícil.

Aquí la versión castellana:

Es la izquierda

El reciente triunfo de Pedro Sánchez en las primarias tiene unos puntos significativos. Ha reorientado el partido nominalmente más a la izquierda, en espera de que ese cambio se materialice. Ha vuelto a soslayar, a base de aplazarla, la cuestión de la forma de Estado, República o Monarquía. Y ha incluido por primera vez en el programa el concepto de plurinacionalidad.

De inmediato han sonado las alarmas en el nacionalismo español. Y no solo el de la derecha, que se da por supuesto, a pesar de su tradición regionalista al estilo de Vázquez de Mella o Rodríguez de Miñón, sino el de la izquierda. Y, dentro de esta, el del PSOE. Y dentro del PSOE en el mismo campo sanchista, en donde se apresuran a afirmar que la plurinacionalidad se agota en el concepto de “nación cultural”. Una reacción contraria tan fuerte en sus expresiones como débil en sus razones.

En realidad, el nacionalismo ha fracturado siempre a la izquierda y el independentismo, con mayor motivo. En la izquierda española, la plurinacionalidad ahora aceptada por el PSOE, fue primeramente enunciada por Podemos y dibuja una nueva línea de fractura entre Podemos y la fracción sanchista del PSOE (y no toda ella) y el resto de este partido.

En esta situación, el PSOE de Sánchez tiene dos opciones: una es acercarse a Podemos y reconocer contenido político a la idea plurinacional, pactando un referéndum y la otra es cerrar filas con el sector de Díaz, restringir la nación a la cultural y convertir por tanto la idea plurinacional en una expresión vacía. Esta última opción presenta la desventaja de no diferenciarse de la de la derecha y eso debiera ser preocupante para la izquierda. Aunque no para la que dice tener “sentido de Estado” que es su vínculo con la derecha, porque el Estado de que ambas hablan es el de la oligarquía nacional-católica.

Con independencia de cuestiones menores, el nacionalismo independentista fractura a la izquierda española, parte de la cual no tiene el coraje de amadrinar una solución nueva, original, pactada, del contencioso territorial y actúa en esto como subalterna de la derecha.

Y eso en la izquierda española. Pero lo mismo sucede con la izquierda catalana. El independentismo también la fractura. Parte de ella es independentista e integra JxS, otra parte también lo es y apoya parlamentariamente al gobierno, pero otra parte, Els Comuns, no es claramente independentista, aunque sí favorable a un referéndum pactado y una última parte, el PSC es unionista. La cuestión nacional fractura la izquierda catalana tan claramente como la española.

En definitiva, la independencia se verá posibilitada o no por la actitud que adopten las izquierdas y si son capaces de ponerse de acuerdo en un objetivo común, cosa que debiera ser sencilla teniendo en cuenta que el independentismo es republicano. Pero para todo eso es imprescindible que la izquierda española no se pliegue a la visión de la derecha y sea capaz de formular un proyecto propio e innovador que pueda someterse a referéndum en condiciones de igualdad con las demás opciones. Un referéndum pactado.

La obstinación en impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación invocando un asunto de principio (la soberanía nacional) lleva a una confrontación institucional y social de consecuencias imprevisibles. El empleo de la fuerza en contra de las instituciones representativas catalanas animará a estas a una Declaración Unilateral de Independencia (DUI), que pondrá el contencioso en manos del Tribunal Internacional de Justicia y, mientras tanto, generará una situación de ingobernabilidad de Cataluña y, por lo tanto, de España.

La cuestión está en si ambas izquierdas, la española y la catalana, consiguen liberarse mentalmente del marco conceptual de la derecha española. Si tienen el valor de apoyar un cambio pacífico y radical de las estructuras del Estado que satisfaga a todas partes por no ser una enésima imposición. Y, en caso de que eso tampoco se consiga, si tienen el coraje de apoyar un proceso independentista en Cataluña en uso del innegable derecho de los catalanes a la autodeterminación. Entre otras cosas porque quizá sea la última oportunidad de España para entrar en el siglo XXI.

dimarts, 20 de juny del 2017

El PSOE, trasunto de España

Los perdedores de las primarias aceptan el resultado de boquilla, pero no en su actividad práctica. Acusan a Sánchez de proceder con revanchismo en la composición de los órganos directivos, hablan mal de él, no lo felicitan, no lo apoyan y, cuando pueden, lo boicotean. Lamentable falta de espíritu deportivo y elegancia. La espantada de la delegación andaluza en el Congreso fue una pataleta de criatura mimada y de pocas luces. La falta de ánimo y respaldo de las viejas glorias es bastante ruin.

Da la impresión de que Sánchez ha tratado de combinar dos criterios, el integrador de los antiguos adversarios y la necesidad de cubrirse las espaldas frente a posibles felonías de quienes ya las practicaron una vez. Para sus partidarios, la integración ha sido excesiva. Para sus adversarios, la composición de los órganos partidistas es revanchista y sectaria.

Nada que no suceda habitualmente en los partidos, que se rigen por el principio de que "el ganador se lo lleva todo". Hasta podría decirse que, así como el PSOE ha dado muestra de un comportamiento democrático ejemplar (aunque no se le reconozca) igualmente ha procedido con cierta magnanimidad y liberalidad en la tarea de componer sus órganos de dirección. 

Pero la oposición a Sánchez y el "nuevo PSOE" no se da solamente en el terreno orgánico, sino también en  el doctrinal. El punto de discordia es el concepto de plurinacionalidad. Su aparición en el programa ha sido un aldabonazo en la tranquila inopia de la opinión pública, adormecida en la práctica de que el mejor modo de resolver un problema es ignorándolo. Eso ahora ya es imposible. Ser de izquierda, en España, consiste de entrada en formular, dar carta de naturaleza, reconocer la existencia de un problema que nadie quiere afrontar.

El problema nacional español. 

Por esto es el PSOE un trasunto de España, porque ese problema nacional lo fractura como fractura al país. Se mire como se mire, este es un ámbito en el que coexisten varias naciones con muy diferente peso, alcance e identidad de la correspondiente conciencia nacional. Decir que España es un Estado plurinacional es la evidencia misma. 

La negación no suele hacerse desde un punto de vista racional sino sentimental. Sale el patriotismo y el nacionalismo, con el agravante de que no se reconoce como tal y acusa de él a los demás. Los enemigos socialistas de la plurinacionalidad, muchos de ellos entre los mismos sanchistas, critican la ambigüedad, la confusión del concepto, sus consecuencias indeseadas, sin percatarse de que si eso es consecuencia de la nación y el nacionalismo, también lo será de la nación española y el nacionalismo español. 

Estas exigencias de garantías que, en realidad vienen a decir que solo se reconoce condición nacional si no se ejerce, son un ejemplo de filisteísmo difícil de superar. El Reino Unido y el Canadá, entre otros, se consideran como Estados plurinacionales sin que venga ningún maestro Ciruelo a aquilatar el alcance del concepto, reduciéndolo aquí, emasculándolo allá. En los dos ha habido referéndums de autodeterminación y no sucede nada.

España es un Estado plurinacional y esas naciones no tienen por qué ser lo que otra (la española en este caso) les deje ser, sino lo que quieran ser.

La cuestión nacional fractura al PSOE y a la izquierda en su conjunto. El reconocimiento de la plurinacionalidad es un paso en la buena dirección, pero un paso muy primero y del todo insuficiente. Si, después de él,  se reduce el alcance de la nación a lo meramente cultural, el avance se habrá frenado en seco porque equivale a una negación de los aspectos decisivos, político y jurídico, que le dan su perfección. Y, además, reduce a los ciudadanos de esa nación a la condición de ciudadanos de segunda, puesto que no pueden serlo del Estado de su nación sino del de otra. 

Va siendo tiempo de que la izquierda aborde la solución del sempiterno problema de la nación española con propuestas propias, nuevas, distintas de las tradicionales de la derecha, cuyo fracaso es patente. Para ello, el concepto de plurinacionalidad es muy útil si se lleva a sus lógicas consecuencias, esto es, el reconocimiento de la plenitud de los derechos políticos y jurídicos de las naciones.

Y un referéndum pactado que nos permita saber en dónde estamos.