dissabte, 11 de gener del 2014

De Hamburgo a Melilla, pasando por Burgos.

El fantasma de la guerra social es lento en desperezarse. Pero va llegando. De la periferia musulmana y eslava se acerca al corazón de Europa. Las imágenes a su paso se repiten: choques de manifestantes y policías, contenedores y barricadas en llamas, violencia, cargas, carreras, destellos de luces azules, coktails Molotov, pelotas de goma, gases. Se producen por sorpresa, sin planificación, en donde menos y cuando menos se espera. Son estallidos que generalmente toman a las autoridades por sorpresa. La reacción de estas suele ser la misma: mantener el orden público como sea. Pero eso no es tan fácil como cuando se trata de manifestaciones previstas y convocadas por organizaciones responsables con las cuales puede negociarse. Aquí, con estos estallidos espontáneos de rabia y violencia, anónimos, sin nadie al mando con quien parlamentar, sin un centro de imputación de responsabilidad, solo queda repartir leña, piensa la autoridad. Y recibirla, responden los enragés, vecinos, manifestantes. Y eso ya no es un panorama tan grato.

Son las ciudades, como siempre, los lugares de estas nuevas formas insurreccionales que, según se ve, tienen un efecto contagioso. Las redes, por donde las noticias de los disturbios de Hamburgo corrieron como la pólvora, ya criticaban que hubiera una especie de conspiración del silencio de los medios comerciales sobre la ciudad hanseática, tradicional bastión de la izquierda. Si los acontecimientos fueran en Caracas, se comentaba, abrirían todos los telediarios. Como es Hamburgo, silencio. Pero no en las redes. Hamburgo tenía varios #hashtags en Twitter. Sospecho que muchos de los que salieron ayer a la calle en Burgos y Melilla habían visto las imágenes de la batalla campal en la llamada Gefahrengebiet (o "zona de riesgo") como ámbito de exclusión que la prensa calificó de "estado de excepción" parcial. Incluso las imágenes falsas, porque en las redes lo real y lo falso se mezclan que es un placer. Por cierto, los manifestantes han reconquistado la zona de riesgo, al menos según Twitter.

En Burgos, cientos de vecinos del barrio del Gamonal se han amotinado y enfrentado a los antidisturbios. Otra batalla urbana. Se oponen aquellos a un plan de ordenación municipal. Quizá la oposición parecerá a algunos excesiva y sin duda habrá quienes suelten discursos sobre la necesidad de respetar los cauces legales. Pero es comprensible en un país cuyas autoridades de todos los rangos carecen de crédito; un país tan anegado en la corrupción que detrás de toda decisión pública se sospecha una corruptela, un nuevo expolio, otra malversación. Y eso mientras la gente ve que se desatienden las necesidades más elementales.

En Melilla, el estallido está, al parecer, relacionado con el reparto de empleos municipales estacionales entre la población de barrios marginales, musulmanes, como la Cañada. Algo que huele a caciquismo que apesta. A compraventa de votos. Pero por la especial naturaleza de la plaza, tiene un carácter particularmente conflictivo.  Melilla es el último bastión iconográfico del franquismo. Además de una estatuta al dictador, erigida en 1977, después de su muerte, la ciudad blasona de multitud de alegorías del llamado Movimiento Nacional. Ese carácter delicado se ha visto al saberse que en su día el Rey negoció a las escondidas con el embajador británico Gibraltar por tranquilidad en Melilla.

Suele plantearse la cuestión, sobre todo en las redes, de cómo es que, dadas las circunstancias, no hay una revolución o, cuando menos, una revuelta. Cómo no una insurrección. Hasta dónde va a aguantar la gente. El gobierno, que entró hace dos años arramblando con todo gracias a su mayoría absoluta, tiene soliviantado a todo el mundo, por clases sociales, por sexos, por sectores profesionales, por territorios nacionalistas y, últimamente, por ciudades. Es tal su ineptitud política que ha conseguido soliviantar a su propio partido con ese proyecto de ley contra las mujeres que nadie en su sano juicio puede defender.

Para hoy convocan en Bilbao los partidos nacionalistas una manifestación por los derechos humanos. Es la respuesta a la prohibición de la manifestación en favor de los presos previamente convocada. La Asociación de Víctimas del Terrorismo ha pedido también la prohibición de la segunda convocatoria. Parece que la manifestación se celebrará en un clima de especial tensión, alimentada por esa escenificación de un caso Faisán bis pero con ribetes berlanguianos, incluso estilo Gila. Esa segunda nota de prensa del ministerio del Interior que dejaba sin efecto el contenido de la nota anterior informando de unos registros, unas detenciones y unas incautaciones que aún no se habían producido, parece un ejercicio de literatura surrealista o, más todavía, del teatro del absurdo.

La fabulosa ineptitud del gobierno propicia el escenario que quiere evitar, la celebración de la famosa consulta catalana. Los socios europeos afirman que la cuestión es un "asunto interno" español y el gobierno se siente respaldado, sin entender lo obvio: que esa declaración es ambigua y puede dar por supuesta la celebración de la consulta, un referéndum. La dan ya también por supuesta algunos medios internacionales. La da el mismo gobierno, repartiendo prontuarios entre los embajadores para que defiendan la unidad nacional in partibus.

La pregunta es: ¿quién dijo a esta gente que podía gobernar un país?

(La primera imagen es una foto de Mietenwahnsinn.de, en Twitter. La segunda, una de Canal54Burgos, en Twitter. La tercera una de Informática CGT, en Twitter).

divendres, 10 de gener del 2014

La carroña fascista.

Pedro Zerolo ha comunicado que padece cáncer. No le ha dado miedo, ni reparo declararlo y ha cumplido como un señor con su función de hombre público de izquierda.

Palinuro le envía un abrazo y un mensaje de ánimo en este momento especialmente difícil de su vida, con el ferviente deseo de que lo supere.

Al saberse la noticia, un medio fascista, de esos poblados por mala gente, difundió un fotomontaje en las redes en el que se pretendía insultar al concejal del Ayuntamiento madrileño comparándolo con un chimpancé. Es inútil explicar a estos descerebrados que comparar a un ser humano con un animal, con cualquier animal, jamás será un insulto. Un insulto sería compararlo con uno de ellos, de los que hacen esas comparaciones, porque son pura mierda.

Luego, no sé qué cura, al parecer conocido porque, además de parásito como buen clérigo, es falangista, integrista y peor gente que la otra, salió diciendo que el cáncer de Pedro es un castigo de la divina providencia. Palinuro no cree en la existencia de ese ser, pero no duda de que, de existir, utilizaría la boca de este granuja para hacer sus necesidades, porque eso es insultar al dios que dicen adorar, como si no tuviera a qué dedicarse salvo a hacer sufrir inútilmente a los seres humanos. Solo por el cabreo que debe de producir a cualquier dios que lo peor, lo más brutal, criminal, canalla, bajo y rastrero de la humanidad ande siempre invocando su nombre para sus miserias, de existir, debiera enviarle otro cáncer y peor aun. Se lo merece.

(La imagen es una foto de Juanjo Zanabria Masaveu, con licencia Creative Commons).

La delgada línea negra.

Esta es una entrada de reconocimiento y agradecimiento a jueces como Alaya, Castro, Garzón, Gómez Bermúdez, Pedraz, Ruz, Silva y muchos otros de menor renombre pero similares merecimientos.

La última de defensa del Estado de derecho en España son sus jueces. Sin duda, la administración de Justicia tiene baja valoración en la opinión ciudadana, según los sondeos, y eso afecta a jueces y magistrados, lo cual no es enteramente justo. En la medida en que la "administración de Justicia" tiene una entidad material, su principal defecto es la lentitud, achacable a la escasez de recursos, algo de lo que los profesionales no son responsables porque es cosa de los políticos. En la medida en que la entidad quiere ser institucional, por ejemplo, cuando se habla del Poder Judicial, su rasgo es que no existe. No hay un lugar concreto en el que esté residenciado el poder judicial, compuesto por unos miembros que sean mancomunadamente responsables de las decisiones colectivas, como el gobierno y el parlamento. No hay decisiones colectivas del poder judicial. El poder judicial son sus jueces. Cada uno de ellos al actuar es el poder judicial en su plenitud, sin perjuicio del sistema de recursos.

Por eso es tan importante la fibra moral, la personalidad de los jueces individualmente considerados. Y los justiciables tenemos derecho a decir qué jueces queremos, con cuáles simpatizamos. Para Palinuro son dignos de aplauso y agradecimiento los mencionados más arriba, tanto los nominalmente citados como los que no, porque tienen un rasgo en común, su independencia, su rigor y su entrega desinteresada a la causa de la Justicia. Otros ciudadanos preferirán, quizá, otro tipo de juzgadores. Están en su derecho. Lo pertinente es exponer los respectivos méritos ante la ciudadanía para su información.

Los jueces citados al principio son ciudadanos, funcionarios públicos por cierto, cuya importancia para el funcionamiento del Estado de derecho está en agudo contraste con sus recatadas vidas, sus biografías anodinas, la fragilidad material de sus condiciones de existencia, lo modesto de sus ingresos. Son ciudadanos normales que, sin embargo, en el ejercicio de sus funciones, están sometidos a presiones de todo orden, tan atroces que el resto seguramente no alcanzamos a imaginar. La delgada línea negra formada por los jueces, la última defensa de nuestras libertades públicas, nuestros derechos y garantías, se enfrenta a un formidable aparato con todos los poderes legales e ilegales, materiales e ideológicos, empeñado en doblegarlos, ponerlos a su servicio y conseguir así una "justicia" a la medida de sus intereses políticos, religiosos, económicos. Y se enfrentan solos, valiéndose únicamente de su integridad, su valor, su conciencia cívica; y apoyados por los ciudadanos que queremos jueces justos.

Ese aparato desencadenado en contra de unos jueces independientes en una contienda muy desigual tiene a su vez muchos frentes. La primera oposición la encuentran aquellos -y en términos duros, casi descalificatorios- en el ministerio fiscal y, más en concreto, en la fiscalía anticorrupción que -dependientes como son del gobierno- dan la impresión de actuar como defensas de los imputados o acusados siempre que estos tengan relación directa o indirecta con los poderes públicos, desde los presidentes autonómicos hasta los miembros de la Casa Real.

¿Para qué hablar del gobierno? Sus miembros y presidente repiten la jaculatoria del "respeto a las decisiones judiciales" pero no lo profesan sino todo lo contrario. Su interferencia en la administración de Justicia es permanente. Un ejemplo especialmente detestable: la política de indultos del gobierno del PP es una vergüenza. Indultar es siempre torcer la acción de la Justicia (aunque a veces sean los propios tribunales quienes, por alguna razón, recomienden el indulto a la par que condenan) pero hacerlo de modo reiterado, siempre para los delitos de los allegados política o económicamente y hacerlo de formas que suscitan dudas sobre su legalidad es venir a constituirse en un contrapoder de la justicia. 

Más presiones. El frente mediático es especialmente feroz. Aquí no se guardan ni las apariencias de respeto a la judicatura. Los medios impresos con portadas alucinantes, los audiovisuales, las tertulias en donde se dicen cosas atroces sobre los jueces, viralizadas luego a través de las redes sociales son un martilleo constante, muchas veces injurioso y, en ocasiones, frisando la calumnia. No han sido extraños los casos de jueces que se han visto obligados a pedir el amparo del Consejo General del Poder Judicial.

Y más. Los partidos, singularmente el del gobierno por ser el que reúne mayor cantidad de escándalos, imputados, procesos, (pero sin ignorar a algunos otros, aunque sea en proporción menor, como el PSOE o CiU) llegan a extremos de verdadera hostilidad. La sistemática destrucción de pruebas del PP (registro de entradas, discos duros, papeles, correos electrónicos, etc) define qué se entiende en él por colaboración con la justicia. El símil perfecto lo dio hace unos días Rajoy con su necedad habitual: el PP colabora con la justicia cuando el juez, harto de que no le envíen los documentos que reclama, manda la policía judicial a registrar la sede del partido. La práctica de este de constituirse en acusación en los procedimientos que le afectan directamente con el propósito de reventarlos desde dentro (razón por la cual el juez ha tenido que expulsarlo) es otra acabada muestra de colaboración con la justicia.

Y la suprema: el dinero. El dinero en la época de la codicia universal. Todos estos procedimientos son bailes de millones, de cientos, de miles de millones, estafados, evadidos, malversados, indebidamente apropiados, blanqueados, invertidos en opciones opacas, a nombre de testaferros, refugiados en paraísos fiscales. Una asombrosa recua de financieros ladrones, empresarios piratas, políticos comisionistas y sobrecogedores, clérigos logreros, delincuentes de guante blanco y de guante marrón, todos ellos presuntos desde luego, protagonizan una commedia dell'arte de la corrupción tradicionalmente española. Hoy elevada a la enésima potencia por las burbujas financieras en la época de las nuevas tecnologías y la coronación del edificio bajo la forma de una jefatura del Estado, una Corona, que no solamente no está por encima de toda sospecha sino que lo está por debajo de todas ellas. Pues bien, frente a esa degradación de la estima colectiva que amenaza con pulverizar lo poco de Nación que queda a España, solo tenemos esa frágil pero dura línea negra. Nuestra última frontera.

En un país en el que un tesorero, de esos de manguitos y visera, acumula cincuenta millones de euros en una cuenta en Suiza, ¿cuánto pueden algunos empresarios o delincuentes ofrecer a estos jueces por archivar un caso, dejar prescribir un delito, ignorar una prueba? ¿Cuánto a unos funcionarios que cobran unas pagas en nóminas públicas por cuyo monto anual muchos de esos personajes no se levantarían de la cama? Bastantes políticos se venden. Tenemos casos para todos los gustos y todas las cuantías, según el volumen del negocio, desde unos miles de euros en comisiones a millones. ¿Por qué no los jueces? Téngase en cuenta que, además, ya vienen baqueteados, con las costillas brumadas por los medios y su honor pisoteado por auténticos sayones. ¿Por qué no van a razonar como, probablemente, les insinúe el egoísmo en sus horas bajas? ¿Qué necesidad tienen de pasar ese calvario (y, quizá, hacérselo pasar a sus familias) cuando podrían quitarse de líos y disfrutar de una saneada rentita producida por alguna generosa dádiva de uno de esos millonarios delincuentes?

Pues no lo hacen. Y siguen. En esos juececillos que van y vienen afanosos entre focos y micrófonos con sus trajes prêt à porter arrugados y sus corbatas descolocadas, frente a la impecable e implacable elegancia de los mangantes, está nuestra última esperanza de no sentirnos irremediablemente avergonzados de ser españoles. 

Gracias, señorías. Ustedes sí hacen honor al nombre.

dijous, 9 de gener del 2014

La cadena SER, Hora 25 y la lista negra.

Advierto al lector de que esta es una entrada sobre gente mediocre, ruin y miserable; sobre censores, tipos que predican la libertad de expresión y la independencia de criterio pero tratan de acallar a quienes las ejercen. Así que si no tiene ganas de leer este relato de vilezas, puede pasar a la entrada siguiente, que va de disciplina de voto, sobre lo que tenía pensado escribir. Pero como la historia afecta personalmente a Palinuro, la cuento. Es la siguiente:

Ayer tarde, sobre las 18:00 h. llaman a la Universidad de la SER, del espacio Hora 25 (Ángels Barceló), pidiendo alguien que pueda hablar de disciplina parlamentaria de voto, pues tratarán el tema en el programa. La Universidad me pregunta si puedo ir. Digo que sí pero ya sé que, cuando comuniquen mi nombre, la emisora cancelará la invitación porque estoy en la lista negra de la SER, que la tiene, como todos los medios en España, todos. En efecto, a las 18:30 llama una periodista para comunicarme que ha habido cambio de formato y que, en lugar de ir a los estudios, entraré por teléfono. Me pide un número fijo y me dice que llamarán a las 21:30 para que salga al aire en el programa en el que también participará Ramón Jáuregui. Por supuesto, no lo hicieron. El programa se realizó, sin duda con otro invitado, pero a mí ni siquiera me llamaron para disculparse por no haber cumplido lo que ellos mismos habían propuesto hacer pues yo no había pedido ir.

Los censores suelen ser bastante groseros.

Alguien dirá: bueno, hombre, no hay que exagerar; los cambios son normales en el ritmo frenético de la radio. Es un caso aislado. No, no lo es. La SER veta a la gente independiente e incómoda, como Palinuro, por razones que no se atrevería a exponer en público pues decepcionaría a parte importante de su audiencia, a la que tiene más o menos engañada. Lo cuento en mi último libro, Rompiendo amarras, Madrid, Akal, 2013, págs. 337/338). Pero es que, además, tengo otro ejemplo reciente e igualmente sangrante que paso a relatar:

Este verano, en el mes de julio, me llaman también de la SER, del espacio A vivir, que son dos días. Su responsable, Javier del Pino, está de vacaciones y sus substitutas me invitan a participar y me dicen que, si doy juego, me ofrecerán una periodicidad fija de, cuando menos, una vez al mes (el programa es semanal, los sábados). Sé que su intención es buena pero que viven en la luna y, cuando regresen los jefes, de lo dicho no habrá nada. Tal cual. Fui tres veces, en julio, agosto, septiembre; las sustitutas, de buena fe, sin duda, me aseguraron que quedaría fijo una vez al mes. Regresaron los jefes y no volví a recibir noticia alguna; ni una explicación; ni una llamada de teléfono.

La grosería habitual porque, obsérvese bien la mecánica: no soy yo quien pide nada, ni aquí ni en parte alguna; son ellos, normalmente los redactores, los curritos, los responsables de los programas, quienes me llaman. Pero luego llegan los barandas, con las listas negras, y hay veto y hay censura.

¿Qué por qué lo sé? Porque es lo que me pasa siempre. Palinuro tiene el raro honor -ya lo dijo en una entrada hace un par de meses titulada Censores y plagiarios- de figurar en todas las listas negras de todos los medios: la derecha, el centro-izquierda y la izquierda. Ciertamente, nadie se extrañará de la animadversión de la derecha. Cuando Mari Cruz Soriano salió de la COPE declaró que la cadena tenía una lista negra y que en esa lista negra estaba mi nombre. De eso hace ya años. Viene de antiguo.

Bueno, sostendrá alguien, la derecha es lógico, dado como eres; y también el centro-izquierda, que ha resultado rana. Pero ¿la izquierda? ¿Vetos, censura, listas negras en la izquierda? Por supuesto. Si alguna vez supero la vergüenza que sentí al escuchar a un líder izquierdista en un programa de televisión pedir al presentador que no me diera cancha, que ya me la daba suficiente una batería de medios, pondré aquí el enlace. Pedía el inquisidor que se me acallase, a mí, al que no dejan estar en ningún medio y lo pedía él, que dispone de un abanico de ellos para soltar la monserga que encandila al rebaño.

Es fuerte, ¿eh? Pero Palinuro es correoso. Se ve en su blog que no tiene atadura ni hipoteca algunas y sí una amplia audiencia. Y eso a pesar de que los censores, los de las listas negras, tratan de silenciarlo, por cierto, al tiempo que lo plagian.

Lo avisé. Estas cosas son repugnantes. Reflejan la envidia, la mala uva, el sectarismo de este desgraciado país. Pero hay que decirlas, hablarlas porque lo que todos los censores desean es que no se sepa que censuran y que los censurados se callen. 

(La imagen es una foto de Jason Hollinger, con licencia Creative Commons).

El aborto y la disciplina de voto.

Innecesario decirlo: el aborto es un problema moral, de conflicto de valores, de lucha entre principios y creencias. Es un problema que afecta a las personas en lo más profundo de su intimidad, no solo conceptual sino también física, y no se puede resolver de modo tajante, imponiendo sin más por ley, esto es, coactivamente, las convicciones de un sector de la población sobre otro.

El proyecto de ley sobre el aborto, como cabía suponer, fractura la sociedad española de modo agresivo e innecesario. Una minoría sectaria y radical pretende legislar en contra de la opinión y los deseos de la mayoría. Es una minoría tiránica. Su pretensión cuenta con la resistencia de la oposición y con el rechazo de una parte importante de sus propios votantes, militantes y hasta dirigentes. Rajoy ha decretado toque de silencio en su partido, como hace siempre, como hizo con Bárcenas: a callar. Y probablemente tendrá el mismo éxito que con aquel.

De hecho, ya se ha planteado el tema de la disciplina de voto asunto que jamás se menciona, excepto cuando surge un problema que cruza las lindes entre partidos, entre ideologías, entre concepciones del mundo. Entonces alguien suscita la cuestión: los diputados deben votar en conciencia y no según las directrices del partido. La disciplina de voto (también llamada en algunos países "disciplina de partido", aunque esta tiene otras connotaciones) aparece como algo negativo, vergonzoso, aborrecible, que solo puede defenderse desde el cinismo. Como decía el genial William Gilbert, allá por el siglo XVI: siempre he votado según las directrices de mi partido y nunca pensando por mí mismo.

Por supuesto, la práctica tiene también muchos partidarios. El argumento que reputan más fuerte es que la disciplina de voto permite el cálculo del electorado y hace previsible la política parlamentaria. Es un argumento práctico, distinto del que esgrime el voto en conciencia pero no por ello desdeñable. Es decir, hay una discoincidencia entre la teoría y la práctica. En la teoría, los diputados representan en conciencia a todo el electorado, a la Nación y por eso la Constitución Española prohíbe taxativamente el mandato imperativo (art, 67, 2). Pero en la práctica los diputados están sometidos al mandato imperativo del partido. La disciplina de voto, además tiene poco que ver con el sistema electoral. Los sistemas proporcionales suelen mostrarla, pero también los mayoritarios. Gran Bretaña es precisamente el modelo de ambos, disciplina de voto (esta se encarga a un diputado que se llama "látigo", whip) y sistema mayoritario simple. Y como Gran Bretaña, muchos países de la Commonwealth. Solo se apartan de la tradición los Estados Unidos, en donde no hay diciplina de voto o es muy laxa. En realidad, la discplina de voto depende de la voluntad de los partidos que son quienes mandan (formalmente) en el Estado contemporáneo, considerado por un ilustre publicista alemán de la postguerra como un "Estado de partidos de masas", definición que quizá haya que reconsiderar.

Volviendo a España y el aborto, la cosa tiene el habitual cariz algo pintoresco. El PSOE plantea como reto al partido mayoritario el voto en conciencia, la ruptura de la disciplina de voto. Loable propósito. Pero, como las manzanas, tiene gusano. Y no crean que está en el hecho obvio de que ese mismo partido impusiera sendas multas hace unos meses a sus diputados catalanes díscolos que rompieron la disciplina de voto con motivo de la consulta, incluida la infeliz Chacón. Eso es la habitual chapuza que se hace cuando se invocan principios con fines instrumentales. El gusano está en otra parte y afecta a los dos partidos mayoritarios. Veamos.

Según la prensa, la diputada del PP Villalobos pide libertad de voto, o sea, poder votar en conciencia. Hermosas palabras, gratas a los oídos de cualquier espíritu libre. Pero ambiguas y hasta quizá aviesas. Tanto la petición socialista de romper la disciplina de voto como la de poder votar libremente tienen trampa. No hay que pedir la ruptura de la disciplina. No hay que pedir libertad de voto. Hay que pedir voto secreto.

Solo el voto secreto es libre. Solo él rompe la disciplina de voto y, de admitirse, habría diputado@s del PP que votaran contra la ley, pero tambien l@s habría del PSOE que votarían a favor. Es forma de voto prevista en el reglamento del Congreso, si bien este lo excluye en los casos de "procedimiento legislativo."  Ahí está el gusano.

(La imagen es un dibujo de Jacques-Louis David, titulado El juramento del juego de la pelota, de 1791, en el Musée National du Château, Versailles)

dimecres, 8 de gener del 2014

La fiebre del oro o Todo por la Pasta.

El dinero, la pasta, la pastuqui. El oro es lo esencial, la razón misma del existir.

La Patria, la Nación, la gran Nación, la Constitución, la democracia, el Estado de derecho, el Parlamento, lo Justicia, la Corona, la dinastía, la unidad de las tierras y los pueblos, la Iglesia, la reevangelización de España, la libre empresa, la competitividad, la productividad, el ahorro, la prosperidad, el bienestar, el lugar de España en el mundo. Palabras lanzadas a diario a los vientos, repetidas sin parar por los publicistas y propagandistas de este pintoresco país mientras quienes las pronuncian se llenan los bolsillos desaforadamente por todos los medios: malversan, estafan, defraudan, se apropian indebidamente, cometen delitos societarios inimaginables y expropian y expolian hasta los sectores más indefensos, por ejemplo a los negratas de Nicaragua.

Hasta 1,8 millones de euros, según parece, estafó el grupo de presuntos corruptos valencianos más o menos orientados por Blasco, que se sentaba -y se sienta, si no me equivoco- en las Cortes valencianas, estando imputado en la causa y con una petición de once años. ¿No dijo hace unos días Rajoy al director de El País que no había un solo imputado con cargo en el PP? Es decir, mintió. Pero eso ya es hábito en el presidente. Imputados, encarcelados, racistas e ignorantes. En Nicaragua la población mayoritaria es blanca o mestiza.

Lo que más gracia me hace es la noticia de que este tal Blasco -factótum del PP valenciano- empezó en política en la extrema izquierda. Como tantos otros. Fascinante esto del transfuguismo. Siempre por pastuqui, por supuesto. ¿Cuánto? Eso ya depende de lo afortunado o lo sinvergüenza que sea el tránsfuga. A algunos de estos elementos de la extrema izquierda o la izquierda, pasados al PP, he escuchado en tiempos condenar a los socialdemócratas como "vendidos al capitalismo". Así que ahora no puedo evitar la curiosidad por saber cuántos izquierdistas de hoy que vociferan contra el PSOE por ser "la misma mierda" que el PP, estarán mañana en las filas de este. Por pastuqui, no se olvide. Por pastuqui.

¿Qué ha movido a Urdangarin y la Infanta a hacer lo que supuestamente han hecho? El desaforado amor a la pastuqui. Un verdadero frenesí que estupidiza. Porque, ¿qué necesidad tenían estos dos de pringarse, si lo han hecho, cuando conseguían lo que querían? Enchufes y empleos fabulosos, casas de ensueño, estancias en donde quisieran. Pero no es bastante. La codicia es una enfermedad del espíritu. Emborracha, ciega, hace perder el mundo de vista y lleva a la perdición.

Porque esa otra recua de presuntos mangantes, todos en la cárcel, pendientes de entrar en ella, paseándose por los pasillos de los juzgados, los Bárcenas, Correa, Díaz Ferrán, Matas, Blesa, Camps, Barberá, Fabra, Baltar (sin olvidar los compadres del PSOE de Andalucía y los de la UGT), son como los extras del mangoneo. Plebeyos, a veces rufianes, advenedizos, empresarios fulleros, todos a forrarse, tarea en la que algunos han mostrado verdadera maestría. La complicada trama de corrupción que, al parecer, montó Correa y estuvo años funcionando es casi una obra de arte del delito: la mezcla de venalidad de los cargos políticos en la administración, la vanidad y codicia de los dirigentes, con la endemoniada habilidad del pillastre, le permitió disponer de un partido y varias administraciones públicas para perpetrar sus presuntos latrocinios, en los que está pringado todo quisque. Su botón de gloria fue la boda del Escorial, una cita de aquelarre de un buen puñado de golfos, un esperpento que algún día tendrá su Valle-Inclán.

Por último, la cerrada defensa de la Infanta en la que forman frente común el ministerio de Hacienda, la fiscalía y todos los medios sin contar, claro está, la Casa Real, que se expresa por oráculos, no pretende salvar a Cristina de Borbón, sino al Rey. Si la Infanta es procesada, obviamente el monarca quedará salpicado. Sin consecuencias penales porque es irresponsable, pero con otras políticas abrumadoras. Consecuencia de esa fiebre del oro.  La sospecha de que las supuestas fechorías de Urdangarin y señora eran conocidas, si no alentadas, por el suegro y amantísimo padre, en un pintoresco affaire de alcoba no es ningún dislate de mente calenturienta. El juez se interesa por el préstamo de 1,2 millones de euros del Rey a su hija. Pero eso son ya cuantías menores. Tras la reiterada promesa real de transparencia ahora corresponde pasar a los hechos.

El Rey debiera haber aclarado ya si es cierto o no que posee una fortuna astronómica, en dónde está y cómo la ha conseguido.  Algo menos que esto no es de recibo.

Mientras tanto, recuérdese, el gobierno ha congelado el salario mínimo en 645,50 euros mensuales. Es decir, lo ha bajado,

dimarts, 7 de gener del 2014

Borbón rima con...

El yerno está imputado por estafa y mangancia. Aprovechándose de la confluencia astral entre unos años de dinero fácil y unos políticos en Baleares, Valencia y Madrid (Matas, Camps, Barberá, Gallardón, etc.) tan paletos como estúpidos, este pájaro estuvo supuestamente expoliando durante años el erario público mediante empresas que no eran otra cosa que tapaderas de sus presuntos latrocinios.

La hija, cónyuge del anterior, ahora también imputada por participar, según parece, en el supuesto negocio delictivo del marido. En un principio se quiso hacerla pasar por tonta, condición verosímil y no infrecuente entre los Borbones, pero no ha habido suerte. Sus presuntos delitos de colaboración son demasiado escandalosos y el juez no ha tenido otro remedio que dar el paso, incluso con la feroz oposición de la fiscalía. 

El Pater Familias, el hasta ahora intocable Juan Carlos I de Borbón, bien pudiera haber sido quien dio el ejemplo a esta pareja de espabilados que, en realidad, quizá no hayan hecho otra cosa que lo que han visto. Aunque la gran capacidad comunicadora/intoxicadora de la Casa Real es conocida, como lo es el espíritu servil de los medios en España y la falta de dignidad de su estamento intelectual, la burbuja de intangibilidad de que gozó la Monarquía durante la transición, el cuento de hadas tejido a lo largo de los años por los lacayos de la pluma y la palabra, se han venido abajo con estrépito en el último lustro.

Ahora todo el mundo sabe que este Rey campechano, además de un mastuerzo, poseedor de una incultura enciclopédica, es un viva la Virgen, juerguista, reiteradamente infiel a su pareja, aficionado al lujo, a los deportes caros, al despilfarro de coches, buques, cazas. Todo el mundo lo ha visto cazando elefantes en el África, mientras era presidente de honor de WWF, lo cual da una idea del valor que este menda da a su palabra. Y últimamente todo el mundo también se ha enterado de que, al parecer, tiene una fortuna (probablemente fuera de España, en algún paraíso fiscal, como cualquier dictador africano) de orígenes desconocidos y que la Casa Real, a pesar de sus reiteradas promesas de transparencia, no ha aclarado.

Es decir, el prestigio de la Casa Real, de la familia real y del Rey en concreto se ha venido abajo. Mejor dicho: está abajo, en donde hubiera estado desde el principio de no haber contado la Corona con la abyecta colaboración de empresarios, periodistas, comunicadores, curas e intelectuales, empeñados en ocultar la verdadera naturaleza de esta institución parasitaria, dedicada al saqueo de los recursos públicos.

No son asuntos íntimos; no son cosas de familia que deben quedar exentas del escrutinio público. La monarquía es un régimen de carácter familiar y los reyes no tienen intimidad salvo, quizá, la de la alcoba (y siempre que sea con el cónyuge legitimo) y el excusado. Para el resto, una persona que, como dice la Constitución, es "inviolable y no está sujeta a responsabilidad", no puede tener esfera privada.

La institución monárquica, restaurada por el genocida Franco y entregada en manos de esta pandilla de presuntos mangantes, debiera hacer un prudente mutis por el foro y dejar paso a una República, último régimen legítimo de la historia de España. El asunto es moral, de negra honrilla, de dignidad colectiva. Tiene poco que ver con la conveniencia y el pragmatismo chato de los políticos que sufrimos.

La mencionada capacidad de comunicación e intoxicación de la Corona es extraordinaria. Barruntando lo que se venía encima y, como ya contaba con la fidelidad ciega de los franquistas y la iglesia gobernantes, puso cerco al principal partido de la oposición y en un quítame allá esas pajas, se ganó la entusiasta adhesión a la causa monárquica del secretario general de los socialistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien, como a Matas, Camps, Barberá o Gallardón, se le hace el culo gaseosa cuando el Rey le pone la mano en el cogote.

Pues a ver cómo consigue ahora este españolazo defender a ojos de los militantes de su partido (la mayoría, honrados trabajadores de convicciones republicanas) que lo socialista es seguir sosteniendo a esta pandilla de supuestos chorizos como la jefatura de Estado de una país democrático.

Ser español.

En la última novela de la quinta serie de los Episodios Nacionales, Cánovas, se cuenta la célebre anécdota de cuando un par de miembros de la Comisión constitucional vinieron a preguntar al presidente del Consejo cómo había de rezar el artículo de la Constitución que definiera la condición de español. Según Proteo ("Tito") Liviano, o sea el propio Pérez Galdós, Cánovas contestó de mal humor: Pongan ustedes que son españoles... los que no pueden ser otra cosa. Ignoro qué grado de verosimilitud tiene el relato de una fuente literaria. No conozco otra. Al fin y al cabo, Tito Liviano contaba la historia de España en un espíritu canovista, la "externa" y la "interna". Pero si la anécdota no es cierta, refleja un estado de ánimo de las clases dominantes en la primera Restauración y, por extensión, del país en su conjunto. La depresión que arrastraba España desde su brusca desaparición del concierto internacional a partir de las guerras napoleónicas y se exasperó en el 98, cuando la conciencia del desastre, dio nombre a una generación obsesivamente preocupada por el ser de España, la que hablaba de la invertebración, de las dos Españas, el fanatismo, el cainismo, el abandono, el atraso de los españoles. Las pugnas de castizos y regeneracionistas que reproducían las de patriotas y afrancesados, serviles y constitucionalistas.

De ahí viene, y de más atrás, esa desconfianza de los españoles en sí mismos, esa falta de fe en la Nación española, como "proyecto colectivo", si se me permite la ñoñería. Viene esa incredulidad que se combate fieramente desde la derecha apuntando a los Reyes Católicos y al hecho de que España sea "la primera nación de Europa" y desde la izquierda (al menos, sus sectores liberales) señalando Cádiz y la Constitución de 1812. Se predica un patriotismo integrista y otro liberal que coinciden en afirmar la existencia de la nación española que no acaba de cuajar de forma indudable entre la población. No, al menos, en la medida en que lo ha hecho en Francia, en Alemania, en Gran Bretaña, a pesar del referéndum de Escocia (o, quizá, precisamente por él), incluso Italia. Los dos nacionalismos españoles se ampararon en la idea alemana del patriotismo constitucional, que no ha tenido mucho éxito tampoco y están desnudos de justificación ideológica. No hay un relato español único y glorioso. Recuérdese la cacofonía de los fastos del quinto centenario.

No hay una idea de España comúnmente compartida, nos pongamos como nos pongamos. Hay un patriotismo de pandereta que convive con una pobrísima autopercepción de los españoles. Es un nacionalismo, si se quiere, basado en un excepcionalismo negativo: España es un desastre. La prueba es que un ensayo que se llamara ¿qué es España? seguramente sería un éxito de ventas, cosa inimaginable para una obra que se titulara ¿Qué es Francia? O Alemania. Eso se da por sabido. En España, no.

 Es comprensible que los políticos sostengan, como hace Rajoy, que la idea de Nación (obviamente referida a España) es indiscutida e indiscutible. Les va el sueldo en ello. Pero no es cierto. La idea de Nación española se discute mucho, muchísimo y es obvio, por tanto, que es discutible. Reflexionar sobre esta evidente contradicción quizá ayude a la derecha gobernante a entender por qué su gobierno suscita tanta oposición, tanto rechazo y una valoración tan baja de la ciudadanía.

Justamente porque está reproduciendo el modelo del nacionalismo integrista, excluyente que impide la forja de una conciencia de nación compartida, cosa que solo puede hacerse voluntariamente, de grado y no a la fuerza. Porque ha vuelto a la vieja y catastrófica actitud de identificar nacionalismo español y nacionalcatolicismo.

La guerra civil fue un momento atroz, un despeñarse colectivo por el precipicio de la barbarie. Pero, dice la derecha, pasó hace 78 años, por favor. Hay que olvidar, dejar que cicatricen las heridas y no reabrirlas. Muy bonito pero falso porque la guerra no terminó en 1939  sino 36 años más tarde, con la muerte del tirano que gobernó España como vencedor. Los vencedores organizaron el país, desde las instituciones a las creencias a su antojo, sin un asomo de clemencia con los vencidos, mucho menos de reconciliación. El Valle de los Caídos es en realidad un insulto más a los derrotados, un triunfo con los vencidos a los pies de los vencedores. Media España (o un cuarto) gobernaba al resto pero sin permitirle participar o decidir. Al contrario, imponiéndole todas sus convicciones de clase, grupo, secta a confesión. En realidad, era un ejemplo patente de que la política de la Dictadura fue la continuación de la guerra por otros medios.

¿Ven por qué es tan importante condenar la Dictadura y separarse tajantemente de su espiritu? Para empezar a hacer creíble el discurso nacional. Y no se engañen. El reciente giro del PSOE a posiciones nacionales españolas no quiere decir que estas estén resurgiendo. Solo refleja el seguidismo de la dirección socialista que teme por sus fortunas electorales si no muestra un unitarismo libre de toda veleidad separatista. Nada más. La cosa está mucho peor que nunca cuando el ministro de Justicia no tiene empacho en convertir sus convicciones personales en ley de obligado cumplimiento, una barbaridad que nos retrotrae a la Paz de Westfalia de 1648, incluso a la de Augsburgo de 1515, cuando se proclamó aquel principio del cuius regio, eius religio que, si suponía una liberación frente a las pretensiones católicas imperiales, consagraba el derecho de los gobernantes a determinar las creencias de sus súbditos. Como Gallardón, el progresista.

La retórica de la Nación española seguirá siendo huera y carecerá de fuerza y apoyo genuinos mientras, en lugar de condenar sin ambages la Dictadura, de hacer justicia a sus víctimas, de exponer las responsabilidades en que se incurrieron en su momento, de separar la iglesia del Estado, los gobernantes se dediquen a imitarla, a proseguir su empeñó de imponer a la fuerza a todos los españoles sus creencias, sus convicciones personales, o, lo dicho,  de clase, grupo, secta a confesión

¿No ven que con el nacionalcatolicismo van a dejarnos a todos sin país? ¿Han preguntado qué piensan las iglesias católicas vasca y catalana? ¿No ven que plantean mal el problema nacional y cuanto más porfíen peor estará?

(La imagen es un cuadro de Josep Cusachs i Cusachs, militar y pintor catalán, bastante popular en su época, acendradamente español. Este Santiago el Mayor (menos agresivo que la iconografía tradicional, pues muestra al apóstol no blandiendo la espada sobre infieles, sino alzándola como cruz) es precisamente de 1898).

dilluns, 6 de gener del 2014

Felicidades, Majestad.



Ayer cumplió usted 76 años, de ellos más o menos 38 sentado en el trono. Cuando en 1969 el dictador Francisco Franco lo nombró a usted "sucesor a título de Rey", Santiago Carrillo, que no era un profeta, lo bautizó como "Juan Carlos el Breve". Y ya ve, lo ha sobrevivido. Tierno Galván, que era más culto y avisado, se acordó de cuando Calígula nombró cónsul a su caballo. El VP tenía su mala uva.

Esos 38 años se le han pasado como un soplo. Comenzó usted su reinado en una posición ciertamente desairada, habíéndose saltado la legitimidad dinástica, que correspondía a su padre, y de la mano de un general felón y dictador de quien se negó siempre a hablar mal pues, entre otras cosas, juró fidelidad a sus inenarrables Principios del Movimiento Nacional. Luego dio usted una larga remontada al socaire de algunas circunstancias felices y un acuerdo tácito en el ámbito público español, especialmente los medios, pero también la Academia y el establecimiento intelectual de que no se menoscabaría el prestigio de la Corona ni del Rey bajo ningún concepto. Sobre el Rey, chitón.

Quizá no fue una decisión acertada porque, habiéndose encontrado a cubierto del escrutinio público, acabó usted por no calibrar bien las consecuencias de ciertos actos o, como diría ese pueblo del que se siente usted tan cercano, se creyó que todo el monte es orégano. Y no lo es. Se acostumbró usted mal. Y no ahora; hace ya mucho tiempo. Ese es el problema al ir a recomponer el honor perdido.

Las turbulencias en que se ve envuelta la Corona en los últimos años no son el consabido hecho aislado y no tocan a sectores ajenos a su real persona. Al contrario, reflejan comportamientos dudosos, vituperables, reprochables, muy sostenidos en el tiempo. Y no solo de los parientes sino de la figura egregia del monarca. Lo que el pueblo ve es que un Borbón es siempre un Borbón en punto a comportamiento licencioso y los borbónidas, agnados o cognados, una pandilla de pillastres. Hay ya una sabiduría convencional acuñada según la cual es usted conocido como Campechano. Incluso se han hecho pujos de colocar a Sofía un papel de Reina dolorida sufriente que no prospera porque María de Las Mercedes de Orleans y Borbón dejó la marca de ñoñería muy alta y, además, era una niña.

A la gente no le gusta nada el tufo a corrupción que despide la Casa Real. Un realista lo encontraría absurdo. ¿Acaso no es la corrupción la tónica general de la política española? ¿Por qué no la Corona también? Precisamente porque es la Corona, supongo. A la gente no le gusta enterarse de que su monarca tiene una fortuna que diversas fuentes cifran en más de 1.000 millones de dólares, sobre la que reina el secreto, empezando por el modo en que pueda haberla amasado, si lo ha hecho. Y, si es así, prefiere que no se lo cuenten. Si se cuentan estas cosas, el asunto tiene muy difícil arreglo.

En estas condiciones, es hoy tarea ardua volver el lustre a la monarquía. La Corona empezó su andadura mal, se recompuso, obtuvo altos índices de aprobación y simpatía y ahora, según los datos de todos los barómetros, se hunde en el desprestigio. Y cuanto más bracea por emerger, más se hunde. Suplica la Casa Real que se cierre ya la instrucción del caso Noos porque, dice, está siendo un martirio. Paso en falso. Algo muy frecuente en usted, que no solamente mete la pata física sino también la verbal. Que el Rey le diga al juez que espabile no solamente es una insigne torpeza, sino una necedad. Porque si mañana el juez imputa a la Infanta, puede que la instrucción se cierre volando pero la Corona no va a ganar para sustos.

En su mensaje de Nochebuena vino usted a decir que no piensa abdicar. Es una opción en una situación endemoniada porque, si se va usted, el marrón se lo come Felipe, si me permite la licencia; y, si no se va, se lo come usted sin garantías de que no haya para Felipe también. No será Palinuro, correoso republicano, quien ose aconsejar a usted nada en ese lío. Pero está usted en un lío.  Y, con usted, el país, en manos de unos gobernantes y políticos de Estado que, aparte de sus muchos otros desmerecimientos, simplemente no dan la talla. Profesionales de la representación (en los diversos sentidos del término), son burócratas del poder, ya no tienen fuerza, ni ideas, ni propuestas; escasamente comprenden el mundo en el que viven, más allá de sus despachos y poltronas. Efectivamente, se han apoltronado. Claro, son 25 años de actividad (o inactividad) pública.

Pero usted lleva 38. No sé cómo va a salir de esta cuando parece que, como le ocurrió a su abuelo, ha perdido la estima de sus súbditos.

En todo caso, felicidades por el 76º aniversario. 

(La imagen es una foto de Darco SalamancaBlog.com, con licencia Creative Commons).

diumenge, 5 de gener del 2014

Deje paso.

Nunca una oposición se había enfrentado a un gobierno más desacreditado, desprestigiado, deslegitimado, con una valoración tan baja en la estima y confianza de los ciudadanos, acorralado por los escándalos de todo tipo y con un presidente bajo fuerte sospecha de ser el principal responsable (y beneficiario) de una corrupción tan generalizada como institucionalizada en su partido . Nunca a uno que hubiera tomado medidas tan impopulares y agresivas hacia el bienestar de los sectores menos favorecidos de la sociedad. Nunca tampoco a uno que hubiera tomado medidas tan radicales, autoritarias y retrógradas en cosa de derechos y libertades, como el derecho a la educación, la sanidad pública, la integridad física, o las libertades de expresión, manifestación o reunión. Nunca a uno que fuera tan torpe en la gestión del sempiterno problema nacional español o que intentara de modo tan patente un retorno a los valores del nacionalcatolicismo, al espíritu de la dictadura.
 
En estas condiciones sería de esperar que las perspectivas electorales de la oposición fueran halagüeñas. Pero no es así, sino al revés. La intención de voto de los socialistas está muy por debajo de la del PP. ¿Las causas? Se me ocurren cuatro (que no tienen por qué ser necesariamente ciertas ni únicas): 1ª) el PSOE trae una herencia desastrosa de la segunda legislatura de Zapatero; 2ª) estamos en mitad de una crisis muy destructiva que, aunque ahora es casi solo cosa nuestra, comenzó siendo inducida del exterior; 3ª) los socialistas carecen de propuestas sólidas, concretas, verosímiles; 4ª) la actual dirección está más interesada en su continuidad que en poner remedio a la situación.
 
Las dos primeras están fuera del alcance de este PSOE. Cabría hacer alguna observación de matiz en ambas, pero no merece la pena. Las dos últimas, en cambio, son plena responsabilidad de los socialistas y no pueden pasar sin comentario.
 
La falta de propuestas programáticas concretas es clamorosa. El PSOE no ha hecho un análisis del sentido de las políticas conservadoras, no tiene una interpretación de conjunto, simula creer que se trata de un gobierno normal, dentro de la alternancia democrática, y no de una auténtica involución constitucional, un asalto al sistema (o régimen) de la transición que Rubalcaba dice tener en altísima estima. No entiende el mundo en que vive; no entiende el sentido de la reconquista nacionalcatólica; no comprende el alcance del soberanismo catalán al que se incorpora a marchas forzadas el vasco; no calibra la gravedad del desmantelamiento del Estado del bienestar. En consecuencia, no hay propuestas viables alternativas. Hay, ha habido desde 2011, sucesivas propuestas de pactos "de Estado" (para sentar plaza de oposición responsable, lo cual era perfectamente absurdo y ñoño), sucesivamente rechazadas y, luego, un confuso compromiso de derogar la legislación más agresiva de la derecha, es decir, volver a la situación anterior y eso sin gran convicción, arrastrando mucho los pies, declarándose servilmente monárquico y sin hablar muy alto a la clerigalla que domina el país.
 
En lo relativo al conflicto nacional español, la posición del PSOE es coincidente con la del PP, aunque gusta cubrir sus vergüenzas con una hoja de parra federalista. En los asuntos de corrupción no solo no se marca corto al gobierno sino que se pasa de puntillas porque el PSOE tiene también mucho que rascar -guardando las distancias-, en los EREs, los tratos de favor de las cajas, la connivencia de sus representantes con los chanchullos, las puertas giratorias, etc.
 
Y de todo ello se sigue que la oposición parlamentaria es floja, desmadejada, deslavazada. El gobierno se deja controlar poco pero lo poco que se deja, no se le controla. Los socialistas llevan más de un año amenazando con una moción de censura que no se atreven a presentar. Amagar y no dar, o sea, lo más inepto que puede hacerse en todo conflicto. Ya de acciones políticas más simbólicas, prestando atención a la oposición extraparlamentaria, mostrando algún tipo de sensibilidad respecto a la movilización de la calle, ni hablamos.
 
A poco de perder las elecciones de 2011, para aplacar la tormenta que se temía en la organización, el PSOE anunció una conferencia política para octubre (luego noviembre) de 2013, de la que nacería un nuevo programa, la nueva socialdemocracia, el renovado espíritu socialista. La conferencia pasó y prácticamente no ha dejado rastro. Pero sirvió a la dirección para plantarse en mitad de la legislatura sin resolver el problema del liderazgo del partido. Controlar los tiempos es siempre esencial y Rubalcaba es maestro en la tarea. Ahora en enero el Comité Federal cumplirá su función de fijar las primarias para octubre o noviembre de este año y ya tiene el secretario general cumplidas tres cuartas partes de su objetivo, consistente en agotar su mandato. A reserva, incluso, de decidir si se presenta o no. ¡Y es Rajoy quien carga con el sambenito de procrastinar de modo sistemático!
 
Supongo que Rubalcaba se sentirá realizado en su ego y colmadas sus aspiraciones. Ha dirigido el PSOE durante tres años. El problema es hacia dónde. Y cómo deja su partido. De las primarias saldrá un líder nuevo que solo dispondrá de un año para hacer frente a unas elecciones decisivas. Si resulta elegid@ un@ de l@s candidat@s que más suenan, Chacón, López, Madina (sin descartar sorpresas), no me parecen suficentemente sólid@s, fajad@s para la tarea. Necesitan más de un año. Rubalcaba debiera dejar paso ya. Se mire como se mire es el principal obstáculo a una renovación del PSOE a todo intento de ponerlo en situación de contender con éxito en 2015.
 
Se dice que la oposición (la de izquierda) cuenta también con IU y se señala cómo algunas de las circunstancias anteriores influyen en una mejora substancial de su intención voto. Hay incluso quien, animado por el ejemplo griego, vislumbra un renacer de la vieja quimera anguitiana del sorpasso. No me parece verosímil, pero no es insensata la pretensión de conseguir un porcentaje electoral que obligue a una coalición de izquierda. Tengo mis dudas a la vista de la ejecutoria de coaliciones de ambas fuerzas políticas pero, en todo caso, guste o no guste, la posibilidad de relevar a esta derecha nacionalcatólica y revertir sus políticas radica en las fortunas electorales del PSOE.
 
Una última consideración. Aunque los dirigentes crean otra cosa, los partidos políticos han cambiado. Ya no son propiedad de sus militantes (si alguna vez lo fueron) ni de sus oligarquías dominantes, como siempre lo han sido. Ahora tienden a ser más propiedad de sus votantes. Así lo reconoce el PSOE al prever primarias abiertas. Es la imparable "americanización" de la política y si a algunos partidos no les gusta, que no pidan el voto a la ciudadanía. Esa es la línea: abrir los partidos a los votantes, cosa que cada vez es más fácil con internet, ya que, sin estos, los partidos no son nada. Y si los votantes del PSOE están hoy reducidos a su mínima expresión histórica (con la que está cayendo, como dice el Gran Wyoming, el verdadero líder de la oposición en España), será porque la dirección del PSOE ha perdido los otros y son millones. Esos millones no van a recuperarse sentándose a la puerta de Ferraz a ver pasar el cadáver del enemigo o, eventualmente, el del próximo candidato socialista a la pesidencia del gobierno.

(La imagen es una foto de Rubalcaba en Valencia, con licencia Creative Commons).

dissabte, 4 de gener del 2014

Una historia del siglo XXV.

Llegará un tiempo en que la humanidad muestre fotografías como esta para ejemplificar la degradación, la barbarie y la estupidez de la raza humana. Lo sé de cierto porque el otro día, cuando mi amigo H. G. Wells me invitó a tomar el té en su casa y a mostrarme su máquina del tiempo, nos dimos una vuelta por el siglo XXV y eso es lo que más me llamó la atención. Aproveché una visita a una escuela de enseñanza primaria y pedí permiso para traer a nuestro tiempo un breve capítulo de un libro de educación cívica que reproduzco aquí sin variar una coma:

"En una época que presumía de civilizada era costumbre de las gentes adineradas reunir a docena o docena y media de personas adultas, provistas de armas sofisticadas que entretenían sus ocios asesinando animales indefensos y pavonéandose después por ello, considerándolo una hazaña, mientras trasegaban licores, fumaban cigarros habanos, se ponían ciegos de comida y, llegado el caso y si sus esposas no estaban, corriéndose unas juerguecitas. Llamaban "deporte de la caza" a estas reuniones y solían decir con orgullo que eran cosa de hombres, incluso de machos, pues de eso presumían.

Esta costumbre, también llamada "montería" estaba muy extendida en España, país con nulo respeto por la vida, bajísimo nivel cultural, oscurantismo religioso (allí presumían de monteros hasta los curas) y acendrado servilismo. Según se dice -si bien hoy no hay pruebas de ello- el pueblo español disfrutaba viendo asesinar en público toros bravos en espectáculos que llamaban "corridas" elevadas a la condición de "patrimonio cultural" por algún gobernante patriótico.

Los asistentes a esas monterías solían ser grandes empresarios, poderosos financieros que aprovechaban la matanza para apalabrar negocios. Los acompañaban altos cargos del Estado, dirigentes de partidos políticos, personalidades de la vida pública con cuyo concurso -a veces delictivo y generalmente inmoral- se cerraban los tales negocios. Estos dos puntales monteros iban a acompañados de una tropa de tiralevitas, logreros, aventureros y delincuentes que se encargaban de que las partes se entendieran y obtenían por ello un beneficio en forma de comisiones o de la facturación inflada de la misma cuchipanda.

Las monterías podían ser más importantes que una reunión del consejo de ministros, otra institución desconocida en nuestro siglo de feliz anarquía universal. En realidad, era allí en donde la élite económica, financiera, política, social, tomaba las decisiones de gobierno de lo que ella misma llamaba "una gran nación".

Contaba con el antecedente más venerado por la hermandad montera, el general Franco, de quien todo el mundo, excepto la Real Academia de la Historia, tenía el peor concepto, considerándolo un general felón, traidor, delincuente, dictador y genocida. Por supuesto la élite, respetuosa con el saber solvente de las instituciones, seguía el criterio de la Academia y, pues era franquista, Franco era su modelo.

Con razón: el caudillo Franco había ennoblecido la caza, pues no solamente era un infatigable montero (así como recurrente pescador de cachalotes) sino también un artista, capaz de inmortalizar el arte cinegética por medio de la del gremio de San Lucas, la pintura. Pintaba el general en un estilo muy suyo retratos, bodegones y escenas de caza que, como la que se ve, suplían ciertas deficiencias creativas con una sinceridad que hacía las delicias de los psiquiatras. Los cuadros del caudillo están expuestos en su casa museo del Pardo, lugar de peregrinación de los monteros de la "gran nación".
 
Franco cazaba y gobernaba el país mientras abatía ciervos, jabalíes u osos. España era una finca de caza. De rojos, de caza mayor y menor y hasta de peces, pues también le daba al salmón. Los franquistas no iban a ser menos. Cuentan las crónicas que cierta catástrofe ecológica llamada "Prestige" sucedió estando el ministro competente de cacería, a tiros con las bestias. Igualmente algún historiador crítico ha revelado que lo que costó el cargo al socialista Bermejo, ministro de Justicia, no fue que anduviera de cacería con el juez Garzón sino el hecho insólito, el atrevimiento nunca visto, de que dos plebeyos, poco más que dos patanes, osaran ir de montería, actividad reservada a los de toda la vida, esto es: a los nobles, los ricos y el enjambre de pelotas, mamporreros, correveidiles, delincuentes, periodistas corruptos e intelectuales mercenarios, todos los cuales posibilitaban la tranquila gobernación del coto nacional.
 
Y como no iban a ser menos, los franquistas idearon una medida ingeniosa: apropiarse por ley los espacios públicos del país como cotos de caza y prohibir a la población el tránsito por ellos cuando estaban en actividad. Se abrió entonces un debate entre los monteros tradicionales y los neoliberales. Los tradicionales insistían en que, como todos no somos iguales, pues unos tienen escopeta y otros no, lo lógico era prohibir a los civiles pasear por el campo en días de caza; por su bien; para que no les pasara nada. Era una restricción de la libertad de circulación pero dictada por una noble preocupación paternal de los señoritos por los siervos.  Los monteros neoliberales, en cambio, eran enemigos de toda restricción de la libertad, incluida la de andar por el campo en tiempo de caza. Cada cual toma sus decisiones libremente, calculando riesgos y beneficios. El riesgo era grande. Alguien podía llevarse un tiro. Bueno; era un asunto entre particulares. Que lo arreglaran ellos y no metieran en danza el Estado.
 
¿Cabría pensar en una montería en la que, en uso de su libertad, unos seres humanos se contrataran como blancos de caza, piezas por abatir a cambio de una paga? Cabría -decía el neoliberal-, todo dependería de la paga y de si esos seres humanos creían que les compensaba el riesgo. Aumentaría la demanda de caza pues siempre es más divertido disparar contra una persona que contra un oso y los contratados no como ojeadores sino como ojeados, si salían vivos, podían ganarse sus buenos cuartos. Otro asunto entre particulares. Además, ser pieza de montería siempre será mejor que no ser nada. Que cada cual elija. Libremente.

A esa doctrina llamaban neo-liberalismo y sostenían que era un avance de la civilización y el progreso.


Hasta aquí el breve capítulo de un manual de educación cívica del siglo XXV que me traje como recuerdo del futuro. Porque lo que es el presente...



divendres, 3 de gener del 2014

Defensa frente a la Ley contra las mujeres.


Sobre el aborto está ya todo dicho. Seguir machacando los argumentos carece de sentido, vista la nula voluntad de escuchar del ministro, dispuesto a imponer sus convicciones personales (así calificadas por él mismo) como ley de obligado cumplimiento para todos los demás. Ese firme propósito de proceder al trágala nacionalcatólico se reafirma cuando el mismo ministro asegura que el texto no se modificará en la tramitación parlamentaria. En otros términos, el Parlamento está para aplaudir al ministro y para nada más. Es exactamente la idea que tenía Franco de las Cortes. Si gobernar consiste en convertir en ley las convicciones personales del ministro por decisión exclusiva del mismo ministro podíamos ahorrarnos los salarios, pluses, complementos y otras bicocas de los diputados. Con la vuelta a la dictadura del adorado caudillo de su suegro bastaría.

Lo que demuestra un grado de alucinación rayano en la demencia es el intento del ministro de colocar su ley contra las mujeres como un hito en el camino de estas hacia la emancipación. Sublime asimismo el de degradar a las mujeres a seres no responsables de sus actos y presentarlo como una conquista. Semejante majadería solo puede entenderse en el supuesto de que este genio legiferante crea que los españoles somos todos imbéciles incurables. Convertir a mujeres adultas, responsables de sus actos, sin distinción, en víctimas y coronar la operación declarándolas penalmente irresponsables solo es posible si uno es un fascista sin fisuras y, además, un imbécil integral.
 
Detrás del ministro está la jerarquía eclesiástica, especialmente ese Rouco Varela, otro fascista esta vez purpurado, y todo el aparato de la derecha española eterna, la de los cortijos, los señoritos, los toros, las caenas, la sumisión, el nacionalcatolicismo, la chulería, la ignorancia, la zafiedad, el machismo, el militarismo, la picaresca, el centralismo, el abuso, la mentira, en fin, la España eterna. La de siempre.
 
O las mujeres -en cuya contra va dirigida esta ley- se defienden, o se verán arrastradas a la condición de ciudadanas de segunda, perseguidas, de nuevo sometidas. Y, con ellas, todos los hombres que sabemos que la justicia y la libertad solo son posibles si las mujeres son libres.
 
Con todos mis respetos a la urgencia y necesidad de las demás reivindicaciones democráticas y populares frente a este gobierno de mangantes, corruptos y fachas, las plataformas antidesahucios, las distintas mareas, la defensa de la justicia, de las pensiones, de los salarios, etc., considero que la lucha contra esta monstruosidad de ley tiene absoluta prioridad: nos afecta a todos y lo hace en aquello que es innegociable: nuestra dignidad y nuestra autonomía como individuos. Eso quiere decir que la lucha debe estar dirigida a que este hipócrita monaguillo de los curas retire el proyecto y, a ser posible, se vaya a su casa.
 
Dadas las circunstancias en España, con un gobierno pertrechado hasta los dientes con policías convertidos en mercenarios, con un aparato de propaganda incondicional -también pagado con los dineros de todos-, corrupto, sin escrúpulos, me parece que la correlación de fuerzas no nos es favorable.
 
Por ello sugiero internacionalizar, cuando menos europeizar el conflicto. Denunciar este atropello clerical y fascista en todos los rincones de Europa y pedir a todas las feministas del continente que monten campañas de información para hacer fracasar este ataque.
 
Ignoro si existe una internacional feminista. Me parece que no. Sería una ocasión óptima para intentar crear una. Podría convocarse una conferencia urgente de organizaciones feministas europeas en contra de esta ley feminicida.
 
Si la teoría no ilumina la práctica, no sirve de nada.
 
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

El santo grial.

Ayer vi la Avaricia que filmó Erich von Stroheim en 1924. Bueno, una versión archirrequeterresumida de la original. Solo dura 140 minutos. Las versiones autorizadas que andan por ahí y, supongo, podrán bajarse de la red, tienen dos horas y media y cuatro horas respectivamente. Además, dicen las crónicas, aunque parece leyenda, que hubo una versión primera de once horas. Si la hubo, nadie sabe en dónde está; pero corren las más fantásticas habladurías. Por ello esa hipotética versión recibe hoy el muy apropiado nombre de santo grial. Mira por donde, después de tanto discutir, alguien propone una forma concreta para el grial: pilas de rollos de celuloide, marcados, al parecer como McTeague.

McTeague es la novela de Frank Norris sobre la que Von Stroheim escribió un guión del que se dice era tan largo como la obra. La peli, desde luego, muda y todo, con bocadillos narrativos, es apasionante. Norris es una especie de Zola estadounidense y Von Stroheim había trabajado con Griffith. El resultado es este Greed! (de título ciertamente en la escuela de Griffith) que muchos consideran una de las mejores películas del mundo, si no la mejor. Es una historia contada de modo soberbio pero sin las pretensiones de epopeya de Griffíth. De acuerdo con los postulados del naturalismo, McTeague es un relato de los que se llaman sociales, en los márgenes entre lo popular y lo delictivo, una historia de bajos fondos, pasiones, miseria y muerte; nada de grandezas, naciones, razas, momentos de la humanidad. Es más, según leo, Von Stroheim intentó poner sordina al antisemitismo de Norris. Pero no sé si lo consigue. La protagonista, Trina Sieppe, entra en una tienda semita a comprar un filete podrido para la comida de su marido. Su carácter es una especie de quintaesencia de los tópicos antisemitas más obvios, como es la avaricia de la mujer que, en su desvarío, llega a dormir sobre sus dineros.

Por cierto, a la hora de hablar de violencia de género, un repasito a esta historia sería muy instructivo. Se adelanta en veinte años a la famosa bofetada de Glenn Ford a Gilda y lleva la agresión mucho más allá. Viene bien siempre para recordar en dónde estamos.

Las escenas finales en el Valle de la Muerte, que se rodaron in situ y en las condiciones que narran son extraordinarias por las imágenes y por la conclusión de la historia.

dijous, 2 de gener del 2014

Por qué los fascistas de hoy son peores que los de 1939.


En 1939, cuando terminó la guerra civil desencadenada por el golpe de Estado de unos generales delincuentes y unos obispos criminales, España quedó dividida en dos partes: los vencedores y los vencidos. Estos últimos carecían de derechos de todo tipo. Nada era seguro para ellos: ni la propiedad, ni la familia, ni el honor, ni la profesión, ni la integridad física, ni la misma vida. Estaban sometidos a la voluntad y el capricho de los vencedores que los trataron sin piedad durante cuarenta años. Demasiado tiempo que ha dejado huellas imborrables en la memoria colectiva.

A su vez, el bando de los vencedores también se dividió en dos: los fascistas por convicción y  por conveniencia. Nada tengo que decir de los primeros: no engañaron nunca. Lo suyo era una tiranía basada en la opresión, la explotación, el saqueo, la tortura, el terror, el asesinato. Ya fueran civiles, militares o clérigos, los franquistas de convicción estaban en su papel, esgrimiendo el título del derecho de conquista por la fuerza de las armas.

Luego estaban los franquistas por conveniencia. No fueron responsables del genocidio, ni lo iniciaron y muchos, probablemente, abominaban de él en privado. Pero se doblegaron, se adaptaron, tuvieron miedo. Comprensible: a nadie le gusta ver cómo asesinan impunemente a tu vecino, como violan a su mujer o secuestran a sus hijos; a nadie le gusta que lo apaleen, lo torturen o lo tiren por la ventana. El miedo es reacción muy humana y no será Palinuro quien se lo reproche. Los franquistas de conveniencia se callaron y aprendieron a sobrevivir en silencio, humillados, pero seguros. Pasa siempre con las tiranías: unos se someten de grado, otros a la fuerza. Todos se someten, aunque su sumisión no suscite el mismo juicio moral. Es la cuestión del "no había más remedio"; "todos lo hicieron"; "todos levantaban el brazo"; "todos bautizaban a sus hijos". Y también la cuestión (que algunos podemos plantear -permítasenos- con legítimo orgullo) del "¿todos? Yo, no". Mis padres y mi hermano no se doblegaron. Yo tampoco. No hay más. No pedimos nada. No creemos ser más o mejores que otros. Simplemente no nos doblegamos. Y, como nosotros, bastantes más. 
Insisto. Entiendo a los franquistas de conveniencia... de entonces. Era mucho el miedo, el terror, el silencio.  ¿Y los de ahora? Ahora no hay miedo, no hay torturas, ni asesinatos (al menos, a la antigua usanza, contra la tapia de un cementerio), ni terror. Es decir, estos de hoy en el gobierno, en el PP, en los medios de la derecha, en la iglesia, no tienen nada que temer, no ya de sus compadres franquistas; ni siquiera de una izquierda que ha resultado ser abandonista y timorata. Y, sin embargo, son tan duros y desalmados como los genocidas: no hay justicia para las víctimas del franquismo, no hay reconocimiento de culpabilidad en el genocidio, no hay condena de la dictadura, ni renuncia a la memoria del franquismo, ni ilegalización de las organizaciones franquistas de todo tipo, pero sí glorificación del fascismo y prosecución, cuando no endurecimiento de su tarea reaccionaria y nacionalcatólica en el terreno legislativo.
Es decir estos franquistas de hoy, hijos, nietos, yernos, parientes, seguidores, discipulos, beneficiarios del franquismo son mucho peores que los de conveniencia de la dictadura.
Porque vuelven a ser los franquistas de convicción, que sólo admiten un régimen en el que únicamente se escuche su voz, se nieguen los derechos de todos los demás, se repriman las protestas con la máxima dureza, se desprecie la cultura, el progreso, la educación y la ciencia, se recluya de nuevo a las mujeres en la sumisión y se condene al pueblo a la miseria o a la emigración.
¿Ustedes tienen claro que habrá elecciones en 2015? Yo no.

(La imagen es una foto de Esperanza Aguirre Gil de Biedma, con licencia Creative Commons).

Ni Rajoy cree a Rajoy.


No pudiendo seguir escudándose en el plasma, ni dando esquinazo a los periodistas, ni entrando por la puerta de servicio, ni soltando necedades estilo la segunda ya tal, nuestro hombre no tuvo más remedio que comparecer en rueda de prensa hace unos días, a dar cuenta del año que se acababa. Hiló así uno más de sus discursos antológicos, hechos de mentiras, olvidos, perogrulladas, ignorancias y silenciamientos. Otro insulto a la inteligencia. Otro más.

Ignoro quién prepara las intervenciones públicas, las comparecencias, las peroratas de este remedo de presidente de gobierno democrático. Ignoro si lo hace por dinero, por convicción ideológica o porque está cautivado con la personalidad y el encanto, por no hablar de la dicción, de este político desacreditado, desprestigiado, sospechoso y acusado de corrupción, embustero compulsivo y considerado en la UE como el líder más incompetente de toda Europa. Sea quien sea, está llevándolo de cabeza al precipicio de la desafección más absoluta. Casi parece un submarino del PSOE, empeñado en mostrar a Rajoy tal cual, por desgracia, es: un marrullero autoritario, nacionalcatólico, oportunista, corrupto hasta la médula y falto de toda credibilidad ante la ciudadanía.

Rajoy intentó circunscribir su comparecencia a sus habituales mentiras en los asuntos económicos de los que no quiere salir para no mencionar los temas escabrosos que lo acechan y son los verdaderamente interesantes: cuántos sobresueldos cobró mientras pedía austeridad y sacrificios a los demás, qué relaciones reales tenía con Bárcenas (y que aún están por averiguarse porque él miente de forma sistemática), a cuánto asciende la contabilidad B de su partido, esa que él niega mientras las pruebas la afirman. Inútil también preguntarle qué piensa de la ley mordaza, de la ley contra las mujeres y otras normas represivas perpetradas por su gobierno. Hace como que no oye; ignora las preguntas. Inútil igualmente preguntarle cómo piensa resolver el problema catalán: no tiene ni idea, pero no dice que no la tiene. Simplemente, como siempre, calla.

A los dos años de emplear esta desvergonzada táctica, el muñidor de la imagen de Rajoy debiera, quizá, cambiar de tercio. El bajísimo índice de valoración que del presidente del gobierno reflejan las encuestas es una pista de algo por lo que todavía no se pregunta pero que podría empezar a hacerse: el altísimo grado de desprecio, burla e irrisión que este hombre despierta. La gente ha calado a un granuja timador, capaz de decir cualquier cosa con tal de salirse con la suya, un politicastro de tres al cuarto que está empleando todo el poder del Estado en aumentar los privilegios del cuerpo de registradores de la propiedad, al que pertenece y el poder de las diputaciones provinciales, su auténtico mundo mental.

No había acabado este presunto cobrador de sobresueldos de leer las mendacidades que sus escribas le habían apuntado en el papel y ya estaba un reconocido economista experto en estos temas en una televisión demostrando que el discurso del presidente no era más que una sarta de mentiras, que los datos económicos en que basa su triunfalismo y sus afirmaciones de estar saliendo de la crisis, son falsos, están manipulados y solo pretenden trazar un cuadro optimisma para oscurecer los asuntos procesales, de corrupción, de robo y saqueo, los escándalos de su gobierno y su partido y el carácter autoritario, fascistizante y nacionalcatólico de su política.

Es patente para todo aquel que no se nutra del pábulo intelectual de tebeos como La Razón. Y tanto es así que, según rezan los sondeos, nadie presta crédito al presidente en España. El 71% de los españoles no cree en la "recuperación" de Rajoy. Ni siquiera le creen los votantes del PP. Es más, seguro que a Rajoy no lo cree ya ni Rajoy.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimecres, 1 de gener del 2014

El espíritu del juego.


Si inaugurar es ver los augurios, los de 2014 no pueden ser más sombríos. Tricentenario de la caída de Barcelona en manos de los Borbones. Bicentenario de la derrota de Napoleón en la curiosamente llamada "batalla de las naciones", en Leipzig, con abdicación del Emperador y destierro en la isla de Elba. Centenario del estallido de la primera guerra mundial, aquella que se hizo con el firme propósito de acabar con todas las guerras. Tres momentos decisivos de guerra pero de muy distinta naturaleza. La caída de Barcelona fue la conclusión inevitable y esperada del tratado de Utrecht. La derrota de Leipzig, un golpe de fortuna de la sexta coalición. Agosto de 1914, el comienzo de una guerra que todos decían querer evitar. Así que 2014 puede ser cualquier cosa. Y lo será.
 
Al final del año, cuando corresponda hacer el balance como el que se la ha hecho al pobre 2013, lo veremos. Esto de los años es como los juegos. Al empezar uno se inicia una partida, se pone el marcador a cero, se reparten cartas, se renuevan las apuestas.
 
Jugar es básicamente lo que hacemos los seres humanos, según demostró Johan Huizinga al comienzo de la segunda guerra en su libro sobre el hombre jugador. La civilización, dice, es producto del juego. Y en el juego estamos. Todo lo hacemos con espíritu lúdico, que no tiene por qué ser necesariamente festivo. Las guerras son juegos; se plantean, se desarrollan, se ganan y pierden como juegos. Lo único que las hace peculiares es que siguen reglas, pero no se atienen a ellas. Es el problema de esa expresión anfibológica de "las leyes de la guerra".

La imagen de nueva partida en el cambio de año en el juego de la convivencia es engañosa. Se reparten algunas cartas, otras no; algunas, incluso, están marcadas. Se ponen los contadores a cero para algunos asuntos; para otros, no. Hay una clara desigualdad en la posición de los jugadores y aun así, es preciso jugar la partida.

No quiero pecar de pesimista pero la situación de la izquierda, de la oposición en general, en esta nueva mano, es lamentable por su fragilidad, su indefinición y su inoperancia. Tan es así que su táctica es subóptima, es decir, consiste no en maximizar su beneficio y la pérdida del adversario sino, al contrario, minimizar su pérdida y el beneficio del adversario. Una táctica perdedora.

El motivo de esta confusión, en mi modesto parecer, es la cuestión catalana que ignora la divisoria izquierda/derecha de la política española y actúa como aglutinante de los dos partidos mayoritarios dinásticos. Con la muy presumible adhesión de IU si es cierto que Cayo Lara está en contra de la autodeterminación. No estoy seguro de que sea así, aunque así creo haberlo leído. En todo caso, lo que queda claro es que es otro juego, el de la independencia de Cataluña, en el cual los jugadores son distintos. Y todo lo demás, también. Otro juego, en efecto y de resultado, como siempre, incierto. Uno que pone a los políticos españoles muy nerviosos pues piensan, no sin razón, que están quedándose sin país. Sensación muy desagradable, desde luego, sobre todo cuando va acompañada de la sospecha de que son ellos, los políticos, por su particular incompetencia, los principales responsables de haber llegado hasta aquí.