dilluns, 11 de novembre del 2013

España una, cincuenta y una y dos ciudades.


Jaime Ferri Durá (Dir.) (2013) Política y gobierno en el Estado autonómico. Valencia: Tirant lo Blanch, 463 págs.



Entre los numerosos misterios que encierra España, considerada como el “enigma histórico” de Sánchez Albornoz, no es el menor el de su articulación territorial. Guste o no guste a los españoles, la historia de nuestro país es un continuo tejer y destejer de formas organizativas para encuadrar a sus habitantes en ámbitos político-administrativos que den sentido a sus vidas, las faciliten y hagan del país en su conjunto algo más próspero y mejor. La prueba de que, hasta la fecha, tal cosa no se ha conseguido es que hace casi cuarenta años inauguramos una nueva planta y esta aparece sometida a fuertes tensiones que amenazan con romperla.

Si alguien cree que tal amenaza proviene exclusivamente de los nacionalismos independentistas más o menos periféricos, solo se quedará con media canción. La otra media la entonan formas no nacionalistas y no independentistas de entender la organización y convivencia territorial del Estado. En efecto, es dudoso que las tendencias centrífugas hayan causado mayor daño a la legitimidad del Estado autonómico que el hecho de que este se haya desplegado en todas sus potencialidades y haya llevado a una exacerbación de los particularismos localistas y la práctica irrefrenable del caciquismo, ambos responsables de que el apoyo popular a la fórmula autonómica actual en España no sea muy alto. Sin duda, la corrupción, como uno de los fenómenos de la época, es difícil de entender, analizar y combatir pero de lo que no hay duda es de que es responsable de la caída del prestigio de las CCAA. Es difícil contener la indignación cuando se ve cómo una cuadrilla de verdaderos forajidos lleva más de veinte años robando a los valencianos (y a todos los españoles), esquilmando las arcas públicas y enriqueciendo a unos políticos/mangantes del PP y sus adláteres y compinches en el proceloso mundo de la delincuencia organizada gracias a las llamadas "instituciones de autogobierno".

Sin duda es injusto generalizar y no es cierto que todas las CCAA autónomas se hayan administrado con el mismo grado de corrupción y presunta criminalidad que Valencia que más parece un reinado de la Camorra o la Cosa Nostra. Pero lo cierto es que el ejemplo valenciano, aunque con menor intensidad, se ha extendido a otras comunidades como Madrid, Murcia, Andalucía, Galicia o Baleares. Desde luego,  ello no es consecuencia de las estructuras autonómicas mismas pero, por supuesto, estas ayudan.

Así que, aunque el libro en comentario es un trabajo objetivo, académico, riguroso, imparcial del funcionamiento del Estado español en cuanto Estado de las autonomías, leyéndolo, no solo se aprende mucho sobre los caracteres de nuestro Estado en cuanto a su base territorial sino sobre los motivos por los cuales aparece parasitado por presuntas organizaciones de malhechores que persiguen el enriquecimiento ilícito de estos y la destrucción de la base estatal.

En el comienzo de la obra, una especie de introducción general sobre el modo en que el Estado autonómico se ha gestado y engordado, Jaime Ferri (“la construcción del sistema autonómico”) sostiene que está sometido a una “espiral centrífuga inacabable” (p. 22, 40). Traza la historia más reciente de la formación de España como Estado deteniéndose en las peculiaridades de Cataluña y el País Vasco y considera la articulación del Estado autonómico desde la Constitución hasta la malhadada LOAPA. Claro que eran otros tiempos. No estoy muy seguro de que el Constitucional actual hubiera actuado con aquella ley como lo hizo el otro. Sigue con acierto los avatares políticos de los últimos años, mezclando la política nacional con los de los sucesivos gobiernos, el “Plan Ibarretexe” (p. 54) y la reforma del Estatuto catalán de la que advinieron estos lodos (para otros amanecer radiante) de la exacerbación del independentismo catalán. La conclusión entre irónica y prudente del autor es que, después de treinta años, el balance del Estado autonómico está “abierto”, algo que le parece “más positivo que negativo” (p. 60), lo que tampoco suena precisamente a parabienes.

Esther del Campo García (“territorio y poder en perspectiva comparada”) plantea un buen cuadro descriptivo sobre los modelos o tipos ideales de organización territorial de los Estados, divididos en unitarios y compuestos y estos en autonómicos y federales (p. 70) con todas las cautelas pues, como siempre con los tipos ideales, los reales suelen ser más confusos y algo chapuceros. Así, España viene a ser un “federalismo encubierto” (p. 77). He perdido ya la cuenta de los eufemismos de los expertos para calificar España de Estado federal sin llamarla federal. No hay duda de que la descentralización territorial estuvo muy de moda a fines del siglo pasado. Que siga siendo algo de interés general en plena vorágine de la globalización es asunto distinto. Para Del Campo, resignada, entiendo, a la esencial indefinición española,”lo que importa son los procesos” (p. 87). Algo así como cuando te dicen que lo importante no es ganar sino participar.

Eliseo López Sánchez, Joaquín Sánchez Cano y Álvaro Aznar Forniés (“las instituciones autonómicas y su funcionamiento”), parecen ser jóvenes promesas de la politología española y, como tales, ha debido corresponderles el típicamente académico honor de habérselas con lo más árido: la descripción del entramado institucional de las CCAA, verdadera selva laberíntica, entre cuyos oscuros parajes pueden perderse los más aguerridos expertos. Territorios exentos en los que medran personajes e intereses locales que dan a la organización autonómica española ese aspecto un poco absurdo de intentar calzar en un molde racionalista rígido la imprevisible proliferación de las castas caciquiles con las más pintorescos mangantes. Traten de encontrar parangón en la Europa cartesiana a personajes como Baltar o Fabra. Los autores lo hacen muy bien, y el resultado resulta lo suficientemente sistemático, metódico e indigesto para cumplir con creces la evidente finalidad del libro de ser un manual; con distintos registros, pero un manual. Solo recomendaría para alcanzar el objetivo plenamente que, en una segura reedición del texto, los autores presten alguna atención al poder judicial autonómico y no lo dejen tan solo en el legislativo y ejecutivo.

Juan Carlos Cuevas Lanchares, un autor con otro tipo de preocupaciones, menos en un terreno institucional y más en otro ideológico o teorético, acomete el análisis de los “hechos diferenciales”. Es una buena idea y el resultado del esfuerzo, prometedor. Los “hechos diferenciales” son como el pedigrí de las partes componentes de esta realidad proteica que es España. Pero su afanosa generalización lleva al concepto a un terreno casi caricaturesco. Los tales “hechos diferenciales” se han generalizado por impulso de la idea del “café para todos” de la segunda ola autonomista. España viene así a ser un agregado de diecisiete “hechos diferenciales” y dos barruntos de tal cosa en las ciudades de Ceuta y Melilla. Hasta Madrid cuenta con el “hecho diferencial” de carecer de “hecho diferencial” (p. 175), lo que viene a ser como una plasmación autonómica de la paradoja musiliana de la identidad del hombre sin atributos. Llegadas aquí las cosas está claro que convendría ponerse de acuerdo sobre el alcance semántico del concepto de “hecho diferencial” para que no parezca solamente un intento de aguar las expectativas de Cataluña, País Vasco y, si acaso, Galicia ya que, en último término, “hechos diferenciales” los hay en cada villorrio. ¿O cree alguien que es lo mismo un leonés de la Maragatería que un segoviano? ¿Un madrileño de Móstoles que otro de La Moraleja?

Francisco Javier Loscos Fernández, (“los sistemas de financiación”), un reconocido experto en la materia, sintetiza en más de ochenta densas páginas la intendencia de este complejo armatoste del Estado autonómico. Es una exposición sistemática que, de nuevo como en el caso del capítulo sobre las instituciones, cumple de sobra la función propedéutica del conjunto del libro con un rigor y una prolijidad que pueden ser algo áridos; es decir, ideal como texto. Porque el alumno puede encontrar aquí todas las claves y fórmulas de los diversos modelos de financiación del mencionado laberinto académico. Hasta accede a los cálculos y fórmulas matemáticas de los regímenes de concierto o convenio (p. 240), que esos sí que son “hechos diferenciales”, como suspiran, llenos de envidia, los nacionalistas catalanes. El autor, quien tiene una visión optimista del tema y considera positiva por lo fexible (a la fuerza ahorcan; esta idea de “flexibilidad” quizá sea la más repetida en el libro) entiende que la financiación del Estado autonómico ha ido construyéndose pari passu con el propio Estado y en su exposición se guía por los principios que, en teoría, han de regir el proceso: suficiencia, autonomía y solidaridad (p. 255) Principios que la obstinada y díscola realidad política se empeña en ahormar aquí y allí cuando le parece y que, salvo si el gobierno central está en manos de una mayoría absoluta incuestionable, seguirá haciéndolo. No en balde el autor vuelve una y otra vez –para tratar de ignorarlo- sobre el hecho de que el reparto al 50% de los ingresos fiscales principales (IRPF e IVA) entre el Estado y las CCAA dé una pobre imagen de la respectiva responsabilidad política de las administraciones a la hora del feed-back de la opinión pública sobre las necesidades de financiación.

Luis Pérez Rodríguez, Eva Martín Coppola y Pedro Pablo Martín Parral, de nuevo otras tres promesas politológicas se atreven con un capitulo también medular en este asunto: las políticas públicas en materia de sanidad, educación y algunas cuestiones de la seguridad social como la dependencia (p. 294). En realidad, el capítulo viene a ser como un complemento parcial del de Loscos pues mientras este estudia los ingresos, nuestros autores lo hacen con los gastos, si bien no todos, ya que se limitan a los aspectos más típicos del Estado del bienestar, obviando transportes, infraestructuras, etc. Considerando que España es un “Estado autonómico del bienestar”, la cuestión que mejor resume su exposición es la pregunta final: “¿qué ocurrirá con el Estado autonómico a raíz de los actuales recortes del Estado de bienestar?” (p. 306) Pues dependerá de quién gane las próximas elecciones generales y de por cuánto las gane.

Paloma Román Marugán, (“los sistemas de partidos de las Comunidades Autónomas”), aporta su reconocida competencia y ya larga experiencia al análisis de uno de los aspectos a veces más intrincados y sorprendentes de nuestro tema: los partidos. Román enmarca las diecisiete CCAA y dos ciudades dentro del contexto de un hipotético sistema estatal que ya en sí mismo, presenta caracteres difíciles, como el hecho de que la autora admita que, al clasificarlo, tanto quepa considerarlo como “multipartidismo moderado” o “bipartidismo” (p. 317), con lo cual ya va el lector preparándose para cuando llegue el plato fuerte, esto es, la clasificación de los 19 sistemas de partidos de España, tarea de la que Román Marugán sale airosa confeccionando un muy ilustrativo cuadro de los sistemas autonómicos (p. 329), siguiendo los criterios de Sartori y en donde, en muchos casos, decidir si el sistema de partidos de tu comunidad es bipartidismo o multipartidismo depende de que en él actúen fuerzas como la Unión del Pueblo Leonés, el Partido Riojano o la Agrupación Herreña.

Argimiro Rojo Salgado y Enrique José Varela Álvarez (“la buena gobernanza del Estado autonómico: un largo camino por recorrer”) hacen casi un enunciado programático de su capítulo al señalar de entrada que queda trecho. Tiene mérito abordar la cuestión valiéndose de un concepto cuya equivocidad es tan evidente que tiene uno la sospecha de que hasta el título es redundante por cuanto no son pocos quienes atribuyen al término “gobernanza” ya de por sí una connotación positiva de forma que no habría “mala gobernanza”. En todo caso, valiéndose de una acepción instrumental a la que los autores llegan por agregación (p. 344), concluyen que las relaciones intergubernamentales del Estado autonómico son esenciales para su gobernanza pero que esta presenta déficit considerables (p. 356). Y tanto. En la medida en que por gobernanza entendamos una amplísima panoplia que va desde administrar bien los regadíos hasta acuñar una identidad colectiva como región, nacionalidad o nación lo más obvio es que el Estado autonómico tiene que recuperar la cultura de la negociación y el consenso (p. 359), cosa nada fácil en un mundo exterior lleno de señuelos a favor de la centrifugación como se ve por el hecho de los autores hablen de un “más allá del Estado-Nación” en el contexto de la globalización (p. 364). En efecto, un largo camino por recorrer hasta contestar a la pregunta que formulan al final: “¿es posible la buena gobernanza autonómica?”, a la que no responden con un “sí” o un “no”, sino con un “depende” (p. 369).

Argimiro Rojo, que hace doblete, redacta un interesante e innovador capítulo sobre “la acción exterior de las regiones: el caso de las Comunidades Autónomas” en el que resalta que dicha acción exterior, un tema siempre delicado, parece ya estar “institucionalizada” (p. 381) y no solamente por la aportación de las regiones a la Unión Europea que la tiene más o menos prevista (p. 388) sino porque dicha aportación será un elemento positivo en pro de la “buena gobernanza europea”, cosa que aun se verá más, según Rojo, a medida que Ley de Acción y del Servicio Exterior del Estado ponga orden en este mundo para que la acción exterior de las CCAA sea una “realidad reconocida, consolidada y normalizada” (p. 399).

Javier Gómez de Agüero López, (“las relaciones institucionales de las Comunidades Autónomas”) presenta un trabajo minucioso sobre un aspecto esencial, cambiante, difícil y muy problemático, el de la multiplicidad y variedad de relaciones de todo tipo entre las CCAA, entre las CCAA y la administración del Estado y entre aquellas y la Unión Europea sobre todo a través del Comité de las Regiones, pero no solo de este. Estas relaciones vienen siendo hasta la fecha un campo de vectores cruzados de todo tipo, a través de la cooperación multilateral (conferencias sectoriales), la cooperación bilateral (comisiones bilaterales de cooperación, convenios de colaboración) o la conferencia de presidentes, que viene a ser la instancia decisiva, una especie de “consejo europeo” a escala peninsular (p. 410). En cualquier caso, lo que el capítulo deja en claro es que el principal defecto de un sistema que no cumple con las expectativas es la falta de un órgano adecuado de coordinación de este abigarrado conjunto de relaciones en distintos planos. Debiera serlo el Senado pero, como bien se sabe, no lo es. En su ausencia debiera serlo la Conferencia de presidentes; pero tampoco lo consigue con lo que, al final, quienes vienen a rellenar esta laguna son los partidos políticos (p. 422), cosa poco avisada por cuanto estos, por su naturaleza y sus condiciones no debieran ser puntales de sistema alguno que pretenda estabilidad y continuidad.

Antonio Garrido (“las reformas estatutarias”), aunque hace un sucinto repaso histórico para situarnos en el marco diacrónico de los mecanismos de reformas de los estatutos, no se interesa tanto por dichos mecanismos como por sus resultados prácticos y, en concreto, se centra en el análisis de lo que llama la “tercera ola” de reformas y los estatutos de segunda generación (entre 2004 y 2011) (p. 429). El símil de la “tercera ola” tiene prosapia ensayística, aunque algún relativista, conociendo el país y sus paisanos, pueda apostar que quizá se alcance la “novena ola” que hunde su aciaga fama en lo más profundo del romanticismo. Corona el autor su capítulo con unas atinadas observaciones respecto a los contenidos y similitudes de los estatutos de la tercera ola, claramente articulados en torno a las tres grandes cuestiones que afectan al Estado autonómico: los derechos, las competencias y la financiación (p. 444). Con harta sabiduría concede atención solo de pasada a los temas identitarios, cuya relevancia a estos efectos de difundir conocimientos por medio de la enseñanza es relativa y quizá encuentren mejor acomodo en aquello de los “hechos diferenciales”.

En fin, buen repaso, muy actualizado, al Estado autonómico por lo que este vale.

diumenge, 10 de novembre del 2013

¿Esto es todo?


Pues sí, así parece. Sin duda, el titular de prensa es simplificador, pero certero: el PSOE acepta haber cometido errores y se compromete a luchar contra la desigualdad. Estaría bueno. La igualdad es el signo distintivo de la izquierda, según explicaba hace ya muchos años Norberto Bobbio. Quizá no sea suficiente, pero es necesaria. No era preciso reunir una conferencia para algo tan obvio. Lo de aceptar errores en público sí es relativamente nuevo en un tiempo en el que hasta los derrotas se convierten en victorias en diferido. Pero no estoy seguro de si han pasado de la mera aceptación a un terreno más pantanoso como el de enunciar exactamente de qué errores se trata. Para no andarnos por las ramas: ¿qué pasa con el artículo 135 de la CE? Pues fuera de cierta mala conciencia, no se ve que pase mucho más. El PSOE propone reformar la Constitución pero ese punto es intangible; si acaso, se propone añadirle algo que lo mitigue. Así que el reconocimiento de errores, me temo, se queda a beneficio de inventario.

No obstante es preciso esperar el documento definitivo. Los de base (de los que ya hablamos hace un par de días) se habrán visto modificados por los debates y enmiendas. Pero no es previsible que haya modificaciones muy significativas o substanciales. Es decir, la conferencia fija la posición del PSOE en todos los asuntos públicos. Pero sigue haciéndolo de un modo desdibujado. En algunas cuestiones (por ejemplo, la separación de la iglesia y el Estado) siguen sin estar claras las intenciones socialistas entre "renegociación" de los acuerdos de 1979 o simple y llana denuncia de ese vergonzoso texto.

La renovación ideológica tan trompeteada hace meses se queda en un posibilismo chato que no llega a reformista. Hay avances puntuales, como esa propuesta de legislar la igualdad retributiva de hombres y mujeres. Pero la tónica general es la moderación más extrema. No se cuestiona el modelo productivo y se proponen políticas ortodoxas, haciendo esfuerzos porque las financien las rentas más altas, aunque con poca esperanza. Sin duda, se concreta el propósito que más espera la gente: cómo revertir el expolio de derechos y el destrozo del Estado del bienestar ocasionado por el PP, cómo devolver al común lo que esta presunta asociación de malhechores le ha robado en beneficio propio. Su propuesta es constitucionalizar el derecho a la salud, la educación y otros servicios públicos, lo que hace exclamar a cierta prensa de izquierda pero algo bobalicona que el PSOE gira la izquierda. Sería cierto si esos derechos no estuvieran ya incluidos en la Constitución que hasta proclama el derecho a una vivienda digna. O sea, si girar a la izquierda es volver al punto de partida ni hay giro ni hay izquierda.

En realidad, la conferencia ha servido para acordar una tregua en la guerra por la sucesión, esa guerra que, según la dirección, no existe. La consigna era clara: no toca hablar de primarias. Y es de lo único de que se ha hablado, para llegar a un acuerdo por mayoría: será el comité federal el que decida la fecha. A todo esto tampoco está ahora claro a qué y quién afectan esas primarias, si al secretario general, al candidato a la presidencia o a los dos. Surge en el horizonte la sombra de la bicefalia. Si algo faltaba al PSOE para dar imagen de desconcierto y parálisis interna era esta conferencia cuyo único resultado parece haber sido que quienes aspiraban a suceder al líder acallen sus exigencias, se avengan a una especie de arbitraje y, entre tanto, velen sus armas. Se antoja magra cosecha. Sobre todo porque ahora ya no hay señuelo de renovación ideológica por delante que esgrimir. Ese cartucho está quemado. A los efectos prácticos, podían haberse ahorrado el evento.

Pero no a los simbólicos. Era propósito de la dirección que la conferencia no se entretuviera en asuntos políticos de mayor calado, como la cuestión catalana o la republicana y, de esta manera, yendo al business as usual, ocultar el verdadero giro del PSOE, no hacia la izquierda, sino hacia la derecha o, como diría González, "el centro". En verdad, la reunión puede pasar a la historia como la contraparte de aquel famoso congreso de 1979 (el llamado Bad Godesberg español) en que el mismo González extirpó el marxismo del espíritu del PSOE. Esta conferencia cierra el ciclo entonces iniciado: además de no marxista, el PSOE es un partido dinástico y nacional. Esa ha sido la verdadera "renovación ideológica". Vistos los tiempos, el partido se hace de lo que los críticos llaman el régimen aunque, con intenciones retóricas de estirarlo por la izquierda. Hasta cuánta izquierda, está por ver. Susana Díaz es alada mensajera del gobierno PSOE-IU al ejemplo andaluz. Pero nadie más le ha coreado el grito. Y menos el secretario general, muy sabedor de que las alianzas las dictan las urnas, no los propósitos. Y, aunque aliarse con estos comunistas post-comunistas no es tan arriscado como hace cincuenta años, no deja de ser una perspectiva inquietante para que estas gentes de orden la vean con buenos ojos.

No coincido con el modo de entender la cuestión catalana y tampoco la republicana pero, en lo demás, suscribo los propósitos del PSOE. ¿Cómo no? Tienen un aspecto declarativo, preambular, inocente y son bastante tibios. En fin, que menos da una piedra.

Lo que no puedo entender ni justificar es que la conferencia no haya tenido tiempo de ocuparse específicamente de la cuestión de la memoria histórica ni de aclarar a la ciudadanía qué propone hacer el PSOE con respecto al proceso judicial abierto en la Argentina para depurar responsabilidades por los crímenes de la dictadura franquista y pedir la extradición de los presuntos torturadores y criminales. Puede que lo haya hecho, pero los medios no lo consideraran importante y no nos enteráramos. Pero me inclino a pensar en un imperdonable olvido. El PSOE no puede seguir sin prestar la debida atención al hecho de que cientos, miles, de sus militantes fueron asesinados por sus ideas y aún yacen enterrados en fosas anónimas por toda España. Parece mentira que ni siquiera en esto, un deber que entienden hasta los pueblos más primitivos de honrar a los propios muertos, esté el PSOE a la altura de las circunstancias.

En fin, hagan ustedes las primarias cuanto antes. Es la única forma de salir de este marasmo en el que los tiene el conservadurismo de su actual dirección.

Contra el olvido.


Aitor Fernández (2013) Vencidxs (359 págs.). Barcelona: Date cuenta.



Merodeando por la red, hace unas semanas encontré un crowdfunding en donde se pedía dinero para un proyecto de recuperación de memoria histórica. Debí de dar lo que se pedía porque hace dos días me llegó el foto-libro Vencidxs llamándome "mecenas", seguramente una categoría de clasificación de quienes contribuyen económicamente al proyecto.

Lo importante es el proyecto, ahora hecho realidad además de con el libro, con un vídeo y una página web. Cuatro años costó al fotoperiodista Aitor Fernández y un equipo de colaboradores que trabajaron altruistamente para recoger cien testimonios directos de otras tantas víctimas de las represión franquista, bien en la retaguardia durante la guerra, bien en toda España al concluir aquella. Son todas gentes muy mayores, actogenarios, nonagenarios, algún centenario. Varios han fallecido desde que se inició este proyecto de rescate de la memoria de uno de los episodios más siniestros de la historia de España, lo cual solo testimonia la urgencia de emprenderlo y el mérito de quienes lo han hecho sin subvenciones públicas o privadas, simplemente con sus medios y lo recaudado a través del crowdfunding

El libro tiene una parte gráfica y otra de relato. La gráfica es una serie de excelentes fotografías tipificadas: primeros planos de rostros muy ancianos y, muchas veces, también primeros planos de sus manos, ocasionalmente otras fotos relacionadas con el tema (huesos en fosas, por ejemplo) y fotografías de época, aportadas por los entrevistados, imágenes de hace setenta, ochenta años, jóvenes sonrientes, milicianos, padres, madres, hermanos, abuelos. A su vera, como colgados de las imágenes los relatos, las narraciones en primera persona de este centenar de hombres y mujeres, la mayoría de los cuales tiene padres, madres, tíos, hermanos asesinados y enterrados en las cunetas. Son gentes sencillas, procedentes de pueblos de toda España, gentes que han vivido tragedias, auténticos infiernos, y han pasado su vida calladas hasta que por fin han superado el miedo y han hablado. Algunos de ellos, bastantes, por cierto, ya habían publicado sus memorias, sus testimonios, a veces a su propia costa. Uno la tiene colgada en la red. Tal era su conciencia de haber sido testigos de algo atroz, tan espantoso que no podían permitir que cayera en el olvido.

Porque los relatos tienen estremecedoras coincidencias, una extraña uniformidad que delata cómo las represalias de los vencedores sobre los vencidos, sus sevicias, crueldades y crímenes, no eran hechos ocasionales, fortuitos, inconexos. Al contrario, respondían a un plan fríamente elaborado (tenemos las notas del general Mola para probarlo) de terror y exterminio de los adversarios políticos, entendiendo por tales todos quienes estuvieran a la izquierda de la Falange y la Comunión tradicionalista. O sea, un genocidio. Ese es el inmenso valor de este trabajo, documentar fehacientemente un genocidio.

Los elementos comunes a los relatos son: denuncias anónimas, por odio o por envidia; detenciones arbitrarias; humillaciones públicas (pelo al cero a las mujeres, aceite de ricino), violaciones, palizas, torturas, "sacas", "paseos", fusilamientos. En muchos casos queda constancia de cómo los curas señalaban a las víctimas e, incluso, participaban en su asesinato. Tratamiento inmisericorde de los vencidos, a los que había que dar un escarmiento que durara generaciones (como dura, de hecho), un régimen de terror del que no escapaban las mujeres ni los niños.

Una de las cuestiones irresueltas de la transición es qué hacer con las víctimas del franquismo, las únicas que no tienen reconocimiento ni reparación; las únicas a las que no se hace justicia. Confrontada con su responsabilidad, a título de herencia, la derecha se obstina en ignorar el pasado, sosteniendo que removerlo es reabrir "viejas heridas". En realidad es su procedencia franquista la que se lo impide. La iglesia tampoco reconoce su culpabilidad en los crímenes y, como si quisiera aturdirse, sigue consagrando mártires de su bando a cientos, con espíritu de guerra civil nuevo.

El gobierno de Rajoy hace saber a la ONU que no tiene por qué investigar los crímenes del franquismo ya que, sobre estar prescritos, han sido amnistiados por la Ley de Amnistía de 1977. Precisamente es el argumento que emplea para explicar por qué no se adhiere a la Convención de la ONU de 1968 sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad. Está mal que el gobierno no se adhiera a ese texto pero no puede olvidarse que los socialistas tuvieron veinte años para hacerlo y no lo hicieron.

Para cuando llegue el momento de que tales hechos puedan verse en un tribunal de justicia (como parece está pasando en la Argentina) este libro será una pieza acusatoria clave. Ya es un baluarte contra el olvido con su tupida red de historias de gentes del campo, peones, albañiles, maestras, dependientes, sirvientes, costureras, jornaleros, anarquistas, comunistas, socialistas, republicanos; suena como una coral del agravio silencioso, largos años contenido, un lamento colectivo de vivos y muertos, que no debe caer en el olvido. Que no caerá en él. 

Es nuestro pasado. Son nuestras raíces, regadas con sangre.

dissabte, 9 de novembre del 2013

PSOE: fuego de fogueo.


Ya está en marcha la conferencia del PSOE. Y se nota mucho. Bárcenas y hasta Aznar pasan a segundo plano. O a quinto, en donde suele estar Rajoy. Las demás izquierdas se desgañitan avisando como Pedro con el lobo que el PSOE no es de izquierda, opinión tan respetable como la contraria. El caso es que el evento, conferencia o cónclave socialista es tema del día. Y comienza este echándose a la izquierda por boca de Elena Valenciano, para quien el PSOE saldrá de la conferencia más rojo, más morado y más verde. Buena fórmula, voto a bríos. Palinuro la aplaude de todo corazón y solo substituiría el "morado" por "violeta". Cuestión de gustos.

No obstante, la misma Valenciano parece haber dado una rueda de prensa sin preguntas. Si es así, nadie esperaba que el ejemplo de Rajoy encarnara en el campo adversario. Quienes hablan de PPPSOE van a ponerse las botas. Porque Valenciano asegura en su incuestionable intervención que en esta conferencia puede hablarse de todo. Pero, al parecer, no con todos. No es un comienzo feliz. Y ya que el PSOE va de compromisos de futuro, comprométase firmemente a no dar jamás ruedas de prensa sin admitir preguntas. 

Es tal el interés de la dirección en impedir que se hable de las primarias que probablemente no se hable de otra cosa. De hecho, así es. Haciendo honor al carácter congresual de la conferencia esta es un bullir de conciliábulos, pasillos, cafetería y reservados. Ya hay quien ha detectado una especie de conjura de barones y allegados para pactar una fecha para las primarias. Pero también habrá contraconjura. Tomás Gómez, siempre hiperactivo, quiere fijar la consulta en febrero y no descarta ir en tándem con Carme Chacón. Eso está bien. Aquí nadie descarta nada. Ni Rubalcaba descarta presentarse cuando se convoquen las innombrables.

Pero la cuestión de los primarias no es solamente un mero capricho, una obcecación de jóvenes promesas que tienen prisa por vestir la púrpura del mando. Es algo lógico. La petición no es absurda. Incluso escuchando las razones de quienes pretenden postergarlas. Se trata ahora, dicen, de "conectar" con la ciudadanía por medios programáticos, se trata de presentar una alternativa viable y coherente a la situación actual. Las primarias no tocan. Lo que esta posición (la del secretario general) soslaya es que no bastan las propuestas. Hay que ponerles cara. El tiempo es de imagen y en la imagen fían las gentes su juicio. La cuestión obvia es ¿cómo va la gente a apoyar un programa alternativo si el rostro que lo acompaña es el de uno de los responsables de la situación cuya superación se busca? El empeño de Rubalcaba por coronar su vida política con otro intento electoral es comprensible y humano. Pero la realidad es muy terca. No solamente tiene un problema de liderazgo, como señala González; es que carece de crédito en la opinión pública. Y así no se ganan elecciones.

El PSOE ha lanzado ya varias propuestas concretas sobre equidad en la tributación e igualdad salarial real de los hombres y las mujeres y, sin duda, a estas seguirán muchas otras, hasta armar un programa de reformas posibles y seguramente tan sensatas como esas. Pero no sé si conseguirá evitar los debates sobre las grandes cuestiones.  He leído en algún sitio, no sé en dónde, que podría admitir un referéndum sobre la forma política del Estado. Lo dudo mucho, cuenta habida de que Rubalcaba ya ha dictaminado que el PSOE es un "partido republicano que se siente a gusto en la Monarquía parlamentaria". Será él; el partido como tal, no puede sentirse nada; y los republicanos que en él militan, de gusto, menos.

La otra gran cuestión es la catalana. Rubalcaba repite a quien quiere oírle que está en contra del derecho de autodeterminación. Él y su partido. Así,  como dice Valenciano, "se puede hablar de todo" aunque, bien se ve, con límites; no de todo. De autodeterminación no se puede hablar porque el jefe odia el concepto. Quiere substituirlo por el de federalismo, mediante el cual el PSOE piensa se amansará la efervescencia catalana. Si alguien duda de la eficacia del recurso, cuenta habida de que el PSOE ni lo ha aplicado jamás ni siquiera lo ha argumentado, se le hace ver que el partido está embebido de cultura federalista como demuestra  el hecho de que el órgano encargado de marear con las primarías se llame comité federal. Por cierto, como podía llamarse comité in partibus.

Se hablará de ambos asuntos (monarquía/república y organización territorial del Estado), quiera o no quiera Rubalcaba, pero se hablará con poco rigor, con vista a muy corto plazo y sin especificar gran cosa. Y ello es así precisamente porque no está aún decidido quién haya de dirigir el partido y quién haya de ser el candidato en las próximas elecciones. 

Las primarias debieran ser cuanto antes.

El sueño del surrealismo.


José Jiménez es el comisario de una exposición en el Thyssen sobre El surrealismo y el sueño, un título provocativo al contraponer dos términos que, en cierto modo, suelen darse por sinónimos. Razona, sin embargo, Jiménez que, si bien hasta la fecha se ha indagado mucho sobre la relación entre el surrealismo y lo onírico en un sentido, por así decirlo, transversal (el sueño como medio para la representación surrealista), no hay prácticamente nada sobre la contraposición directa del surrealismo con el sueño como objeto de la misma representación. Está muy bien visto y es la idea de una exposición muy interesante, articulada cuidadosamente en ocho apartados distintos, bautizados con títulos poéticos ("la conversación infinita", "el agudo brillo del deseo") o cargados de referencias ("yo es otro", "más allá del bien y del mal") que tratan de armar aquella imagen del sueño como el terrain vage en el que se expresa el surrealismo.

El primer paso es la referencia a los precedentes o antecesores, con un par de cuadros del aduanero Rousseau, Arp, de Chirico y especial parada y fonda en Odilon Redon. Esto de los precedentes es campo muy subjetivo. Los propios surrealistas reclamaban algunos (por ejemplo, Jarry) y, en otros casos,  el de los simbolistas (Klinger, Ensor, Moreau o Böcklin) hay una cercanía palpable. Aunque se me hace que el gran padre inspirador es el Bosco, el pintor de la muerte, que es, bien se sabe, un sueño prolongado.

Subraya Jiménez en sus notas que es notoria la presencia de mujeres, no solo como objetos sino como sujetos de la representación. En efecto, hay una nutrida presencia de mujeres y es muy interesante ver juntas muestras de todas ellas, Remedios Varo, Eleonora Carrington, Dorothea Tanning, Leonor Fini, con puntos de contacto y, de casos más particulares, aislados, personalísimos, Dora Maar, Toyen, Kay Sage o Meret Oppenheim. En algunos casos con multiplicidad de obra: pintura, dibujo, fotografía.

Porque el surrealismo ha impregnado terrenos adyacentes, incluida la escultura (hay piezas de Giacometti y Miró), los objetos y, por supuesto, el cine. La exposición incluye siete vídeos, algunos de obras muy conocidas, como La edad de oro, El perro andaluz o Recuerda, de Hitchkock, con la famosa secuencia de Dalí. Dalí está muy presente y también Magritte y Delvaux. Pero hay mucha más gente (son 173 piezas), viejos conocidos, como Masson, Ernst o Tanguy (por cierto, el marido de la infeliz Kay Sage), Breton, el pirado de Artaud, el fotógrafo Brasaï, Man Ray; otros a los que no es frecuente ver en exposiciones, Joseph Cornell, óscar Domínguez; y otros que tiene uno que ir a mirar en el catálogo para ilustrarse.

Las representaciones oníricas en su intenso simbolismo suelen ser patentes y, de no serlo, las explicaciones en la exposición son de enorme ayuda. A veces hacen bucle. La presencia de Freud se hace ver en la Gradiva descubre las ruinas antropomorfas daliniana con la trasposición de Gala en Gradiva.

El surrealismo es una realidad que emana del sueño y, cuando se vuelve sobre este y lo interpreta, se interpreta a sí mismo como arte; se psicoanaliza y representa todo lo que la realidad ordinaria tiene refoulé.

divendres, 8 de novembre del 2013

Los jarrones chinos parlantes.


El símil es de Felipe González (FG), cuando dejó de ser presidente. Todavía muy impresionado por un viaje a la China, en donde aprendió la sabiduría confuciana de la indiferencia hacia el color de los gatos, concluyó que los expresidentes son como los jarrones chinos, muy apreciados por todos, pero verdaderos estorbos. Venía a aconsejar a los de su género moderación, discreción y, en definitiva, silencio. Por entonces, los únicos expresidentes eran Suárez y Calvo Sotelo y los dos, uno hasta su muerte y el otro hasta caer gravemente enfermo, supieron ajustarse al modelo sin que se les pidiera. Suárez jamás fue por ahí impartiendo lecciones de nada a nadie y todos sabemos que acumulaba un tesoro de experiencias.

Han sido los ex-presidentes posteriores quienes han roto esa regla de oro. En primer lugar, el propio FG y, en segundo, el ubicuo José María Aznar (JMA), quien no pierde ocasión de regañar a su sucesor en sus permanentes comparecencias en los medios con los más diversos motivos; de regañar al sucesor y pronunciarse a su modo y según su Minerva sobre los más graves problemas de España. Ayer estaba presentando el segundo tomo de sus memorias en compañía de su señora, Josep Piqué y un buen puñado de ex-ministros suyos, Zaplana, Acebes, Tocino, Mayor Oreja, Aguirre. Estaba también Ignacio González. El toque plural lo ponía José María Fidalgo que, de secretario general de CCOO ha pasado a doctrino de la FAES. El caso es encontrar unas siglas. La ausencia de miembros del gobierno fue clamorosa: ni un mal ministro; ni Wert; y tampoco Rajoy. Nadie. Mandaron a un oscuro secretario de Estado que ni sale en las fotos y al director general de la policía, seguramente no por razón del cargo, aunque nunca se sabe.

Tiempo habrá de hablar del libro, pomposamente titulado El compromiso del poder. Los trozos que van filtrándose a través de los medios apuntan a un nuevo ejemplo de prosa aznarina, ditirámbica hasta el empacho hacia su grandeza personal y muy agresiva hacia todos los demás, especialmente los adversarios políticos, a los que zahiere e insulta con tantas razones y motivos como los que tiene para el autobombo: ninguna. Esa patochada que dice haberle dicho a Chávez (ahora que este ya no puede desmentirlo) de "Mira Hugo, si yo hubiera querido dar el golpe contra ti, te aseguro que tú, ahora, no estabas aquí" se comenta por sí sola. Hay muchas otras perlas. El personaje es fiel a su propia caricatura.

En la presentación no criticó a Rajoy, cual acostumbra. Realmente, no tuvo tiempo porque lo dedicó todo a hablar bien de sí mismo, el milagro, recuérdese, y a poner de ejemplo sus legislaturas, del que los demás debieran aprender en lugar de hacerlo todo al revés. En cualquier caso, por una vez se quedó corto. Fidalgo, arrastrado por su propio entusiasmo por los gobiernos de Aznar, llegó a decir que el resultado de las elecciones de 2004, que ganaron los socialistas, fue una "tremenda injusticia". Vaya con el ex-secretario general de CCOO. Claro que, al otro lado de Aznar estaba Piqué quien, en su juventud militó en la izquierda, creo que en la comunista. El cuadro es: la derecha franquista de toda la vida flanqueada por dos izquierdistas arrepentidos. Más que una foto, es una lección moral que permite preguntarse con razón cuántos de quienes hoy más vociferan en la izquierda, presentarán las memorias de Rajoy dentro de diez o veinte años.

Sea como sea, esta enésima aparición del jarrón chino de la derecha escenifica una línea de fractura del PP bastante visible entre un ala de halcones y un gobierno de azoradas palomas.

El otro jarrón chino también hizo acto de presencia con otro libro bajo el brazo. Este no parece ser de memorias. FG rechaza la idea de escribir unas porque dice que es un género muy insincero. Es cierto, pero aun así, el género memorias es muy interesante. Hasta las mentiras ayudan a entrever la verdad. Cosas de la naturaleza humana.

Este otro libro, al parecer, es un ensayo sobre el liderazgo, supongo, porque se titula En busca de respuestas. El liderazgo en tiempos de crisis, que sugiere un lema para un congreso. Hablar de liderazgo lo ha llevado a considerar el de Rubalcaba y, aunque tiene a este como "la mejor cabeza política de España", le adjudica un "problema de liderazgo". Habló poco del libro que, por cierto, presentó él solo, sin "arroparse", como suele decir la prensa, con viejos compañeros de fatigas. FG no es muy dado a la especulación teórica. Prefiere pronunciarse sobre la realidad práctica a golpe de intuición y suele encontrar oídos favorables, lo cual demuestra no que tenga razón, sino que él sí es un líder hasta cuando ejerce de jarrón chino, desobedeciendo su propia conseja y en clara evidencia de que a menudo no tiene razón. Como todo el mundo.

Mucho más libre que Aznar, la comparecencia de FG fue, incluso, beligerante. Respondió a las preguntas indiscretas de los periodistas sobre asuntos del partido, primarias y el PSC. Y también a la insólita cuestión de si piensa volver cuando es obvio que no se ha ido jamás y que ocupa el único lugar que razonablemente puede ocupar, el de un jarrón chino parlanchín. Una especie de asesor olímpico, aúreo, que juega con su remanente de liderazgo y el mucho prestigio que tiene entre los suyos.

Por último, el más reciente jarrón chino, Zapatero, también amaga con unas inminentes memorias. Los políticos piensan que el cumplimiento de un mandato equivale a un giro en sus vidas que los incita a escribir sus recuerdos. A veces demasiado pronto. A Zapatero puede pasarle como a Willy Brandt quien escribió unas memorias y, muchos años después, escribió otras, algo así como los Veinte años después de los Tres Mosqueteros. En todo caso, se nota la bisoñez de Zapatero en esto de ir de jarrón chino. El otro día, en la fiesta de La Razón, un panfleto antisocialista y antizapateril, estaba como eso, como un jarrón chino, en compañía de Rajoy, Sáenz de Santamaría, los Príncipes de Asturias, Aznar, etc. Completamente fuera de lugar.

dijous, 7 de novembre del 2013

Inauguración del Máster de Política y Democracia. UNED.


El viernes, 8 de noviembre, a las 12:00 inauguramos el Máster de Política y Democracia con una lección magistral impartida por la catedrática de Filosofía y consejera de Estado Amelia Valcárcel sobre el tema que figura en el cartel. Por cierto, no se hará en el salón de actos, como reza el dicho cartel porque hemos tenido un accidente: una rotura de una cañería ha inundado la "pecera" del salón  y no podremos grabar la conferencia en streaming. Por ello, el acto se traslada al salón A de la contigua Facultad de Derecho que, de momento, está en secano.

Espero que guste la imagen del cartel. Es un dibujo de Edward Burne-Jones, un prerrafaelita tardío. La imagen del Minotauro es fabulosa y la obra tiene mucho humor.

Entrada al acto, libre.

¿Conectan? La conferencia política del PSOE.


Mañana inauguran los socialistas su anunciada jamboree ideológica. Viene precedida de casi dos años de deterioro de la imagen pública del partido y sus dirigentes, de algunos brotes de tensiones internas normalmente pacificadas, inquietudes, bastante runrún, declaraciones y contradeclaciones y debates mas o menos sordos sobre candidaturas y sucesiones. Es decir, ha despertado interés y levantado expectativas, además de las muy anunciadas sobre renovación ideológica. La organización ha hecho un buen trabajo colgando en la red el material por debatir en abierto. Incluso hay demasiado. Tiene un Documento marco de 143 páginas, una especie de preámbulo o declaración de principios que luego desarrolla y precisa (aunque no mucho) en una Ponencia con otras 384. En total, los asistentes al evento deberán haber embuchado 527 páginas de árida lectura más o menos programática cargada de infinitivos. Lo dudo, aunque es lo que se supone. A ese tocho han de añadirse los miles de enmiendas. Tienen para debatir y votar.

Elena Valenciano, felizmente recuperada de una neumonía, subraya el espíritu abierto del encuentro y hace especial hincapié en el debate sobre primarias también abiertas, aunque escurre el bulto al hablar de fechas, justo lo que más interesa a esos chismosos de periodistas y, con ellos, a la opinión, muy aficionada, gracias a la tele, a ver los eventos políticos como reality shows. Añade la vicesecretaria general, muy orgullosa, que está previsto una especie de estallido de creatividad en un espacio digital nuevo que actuara pari passu con la conferencia, llamado PSOE Lab en el que se fabricarán contenidos en espacios MediaLab, DataLab y KeyLab que colgarán y distribuirán, supongo, por las redes, al estilo de Basesenred (Twitter), Nuevas tecnologías sbt (Facebook), etc. Signo de los tiempos; eso está bien. Ya el uso del verbo conectar indica la voluntad de estar al día.  Conviene facilitar información a los internautas que forman una curiosa corrala.

Los contenidos son lo esencial. La lectura es indispensable. Los documentos son a veces farragosos, excesivamente prolijos, tienen lagunas y reiteraciones y despiden un aroma a generalidad y ambigüedad, propias por lo demás de este tipo de escritos de carácter tentativo, propuestos para discusión y enmienda. Extraer una idea definida de ellos es muy difícil (aunque no imposible) y, para ahorrarse esfuerzo, no está mal ver qué opinan los responsables antes de empezar. Y nada más claro que el secretario de organización, Óscar López, quien ya entra en faena asegurando que la única izquierda, la izquierda real, es el PSOE. Es una orientación. Parece incluso que el ex-ministro Sebastián se la ha tomado en serio y se ha enfadado.

En todo caso, quiere ser un documento para la izquierda. Eso se verá cuando las tropecientas páginas queden reducidas a las diez o quince de una plataforma electoral que es lo que después se difunde por los audiovisuales y lo que llega a la gente, o sea a los votantes. La conferencia se convoca para legitimar ideológicamente un programa de acción. Lo decisivo será lo que conste en ese programa. Viendo así los documentos, a Palinuro se le ocurren dos o tres observaciones.

No hay ni mención de los dos grandes asuntos, uno sobrevenido y otro heredado, esto es, Cataluña (y la cuestión de la autodeterminación) y la Monarquía. Esta se menciona en la última página de la ponencia, a modo de estrambote, para pedir que se actualice en cuestión de igualdad de género y se prevea la posibilidad de una Reina (otra vez la ley sálica y la pragmática sanción) con lo que, se supone, se da por indiscutible la institución y la República no aparece ni en pintura. En cuanto al sobrevenido (en realidad, también heredado), el problema catalán, se hace sentir en dos referencias en passant a la federalización de España. No es mucho. No compromete a nada y tampoco parece ser el bálsamo de Fierabrás.

No hay cuestionamiento alguno del modo de producción capitalista. Se habla de crecimiento, sostenibilidad y empleo, es decir, salida de la crisis dentro del marco del capitalismo, con algunos retoques generalmente imprecisos. Por supuesto, de la idea del de-crecimiento (que proponen sectores radicales de la izquierda) aquí ni se habla. Ni tampoco de nacionalización de la banca, ni de banco público y, al considerar la política fiscal, se insiste mucho en la lucha contra el fraude y se hace una lejana referencia a su carácter progresivo, sin mayores precisiones sobre la presión fiscal o el modo en que se remodelará la proporción entre fiscalidad de las rentas y la de las empresas. Todo el apartado de pensiones está, por lo menos, anticuado. Se insiste en retornar al Pacto de Toledo cuando el gobierno ya ha sacado adelante su reforma unilateral para cargarse el sistema público de jubilaciones.

La ponencia tampoco es taxativa y rotunda en el propósito que tiene más gancho electoral porque es el que entiende todo el mundo: reversión de todas las medidas de la derecha que hayan supuesto merma y restricción de los derechos de las personas. Algo así se dice con referencia específica a la sanidad y la educación. Pero debe ampliarse a todos los campos de unas políticas públicas que no es que sean solo ideológicas; es que son claramente clasistas y atentan todas contra el principio de igualdad. No dejar las cosas en el aire. Al menos las que no lo necesitan. Otras son más problemáticas. Por ejemplo, se habla de la institución de un salario mínimo universal. Será interesante ver qué sale de ello.

En las relaciones iglesia-Estado, el documento es de una prudencia exquisita. No se habla de denunciar los acuerdos con el Vaticano de 1979 pero sí de reformarlos según ello se siga de una futura ley de libertad religiosa que bien podía ser la que los mismos socialistas proyectaron en tiempos de Zapatero pero luego metieron en el cajón del olvido, asustados por las consecuencias. No es una perspectiva ilusionante. Tampoco hay una clara decisión de exigir a la iglesia católica que cumpla de una vez los tales acuerdos y se financie como su dios le dé a entender, pero no a costa de todos los españoles, incluidos los que adoran a otro dios o a ninguno.

Hay muchísimas más cosas en los documentos y seguramente muy interesantes, que darán lugar a apasionantes debates. Pero, según el conjunto del planteamiento, el PSOE aparece como un partido nacional español federalista, dinástico, acogido al marco teórico económico neoliberal con reparos y no muy específicas medidas correctoras. Por ejemplo, la única vez que se menciona el famoso artículo 135 de la Constitución no es para pedir su abolición, sino para compensarlo con el reconocimiento de algunos derechos con el mismo nivel de constitucionalidad. 

La ausencia más clamorosa es la de cualquier mención a la Ley de la Memoria Histórica. La única es tangencial, para referirse a los hijos de emigrados y exiliados, a quienes dicha Ley reconoce la nacionalidad española. Nada más. Y mucho menos un propósito de derogación de la Ley de Amnistía de 1977, es decir, de la ley de punto final, o de hacer justicia a las víctimas del franquismo, acatando los autos que dicte el tribunal argentino que instruye la causa por los crímenes de Franco.

Por decirlo de algún modo al uso: no está mal, pero es un documento de mínimos muy mínimos. 

dimecres, 6 de novembre del 2013

El Canal Nou como categoría.


El cierre de Canal Nou está lejos de ser una anécdota. Es la consecuencia necesaria de una forma de entender la política de la derecha y, más en concreto, la política de medios de comunicación. Algo que ya ha dado resultados llamativos y seguirá dándolos en Madrid, en el País Valenciano y en toda España si no se cambia una forma de entender la gestión pública caracterizada por el caciquismo, el clientelismo, la corrupción, el despilfarro y la censura.

Durante unos veinte años, la RTVV ha sido un órgano de agitación y propaganda del PP, utilizado para embellecer y adular el poder y censurar o vilipendiar a la oposición con el dinero de todos. Y un lugar en el que, siempre con el dinero de todos, se enchufaba a los amigos, se premiaban servicios políticos, se acomodaba a los clientes, se hacían negocios presuntamente ilegales (por ejemplo, con la Gürtel) y, al parecer, se cometían delitos de acoso sexual, asunto que está en los tribunales. Un lugar desde el que un puñado de periodistas literalmente a sueldo de la Generalitat, predicaban en tertulias y espacios ideológicos la doctrina de la derecha a cambio de suculentas retribuciones acompañadas de no menos suculentos ágapes en los cuales los comensales sin duda festejaban el hundimiento de la audiencia y el hecho de que el canal fuera un pozo sin fondo de fondos de todo tipo y una auténtica ruina.

Un proceso muy parecido al de Telemadrid durante los mismos años más o menos: aparato de propaganda del gobierno autonómico, de enchufe y mamandurria, un comedero de ideólogos y tertulianos de los de prietas las filas para ensalzar a los gobernantes y ningunear o vapulear la oposición. Aunque se hacía -y se hace- con algo más de refinamiento capitalino. Por ejemplo, hubo una temporada, hace años, en que acudía a una tertulia de Buruaga, supuestamente plural, doña Rosa Díez, ¡como representante del PSOE! Por aquel entonces, Díez, europarlamentaria socialista, preparaba la formación de su partido propio y, por lo tanto, dedicaba sus intervenciones a poner verde al partido en el que militaba.

El mismo proceso que lleva aceleradamente la Radio Televisión Española. Lo primero que hizo Rajoy al llegar al gobierno fue cambiar la Ley de RTVE de los socialistas (que preveía una mayoría cualificada del Parlamento para nombrar el director general) con el fin de poner a su frente hombres de su confianza, encargados del agit-prop a escala nacional. La derecha entiende que el poder descansa, entre otras cosas, en el control y manipulación de los medios.  Ya lo había entendido durante la República, lo llevó a su culminación con el franquismo y hoy lo hace a rajatabla. Siempre con el mismo resultado: en dos años, la pareja de comisarios políticos del gobierno en RTVE que cada vez se parecen más a Hernández y Fernández, ha conseguido bajar la audiencia de esta, incluidos los informativos, del primero al cuarto lugar y acabarían en el décimoquinto si lo hubiera.

De la televisión de Castilla-La Mancha, más conocida como Telecospedal, al mando de un cancerbero ideológico que parece un chiste, no merece la pena ni hablar.

Los principales damnificados de esta gestión sectaria, censora y corrupta son, en el orden humano, los trabajadores de los entes y en el de los principios, el ideal de unos medios públicos de comunicación objetivos e imparciales. En cuanto a los trabajadores, la cuestión es peliaguda. 1.600 currantes se van a la calle en el Canal Nou; EREs por doquier, en Telemadrid y en la RTVE. Los redactores, los trabajadores, se ponen en pie de protesta y cuentan con el apoyo de la audiencia. Pero no falta quien recuerde que esos mismos trabajadores no elevaron la voz en los años de las vacas gordas del enchufe y la manipulación. Y es cierto. Plantillas infladas (solo Canal Nou tenía más personal que otros tres canales juntos más o menos equiparables) y silenciosas ante las programaciones de propaganda y basura. Esto se explica porque parte importante de ese personal estaba compuesta por enchufados y los otros temían por su puesto de trabajo. Si algo deja claro el PP allí por donde pasa en los sectores públicos (y privados) es que no quiere trabajadores con derechos sino que los prefiere precarios, sumisos, sometidos al capricho y arbitrariedad de los jefes (dame una chupaeta).

En cuanto al ideal de los medios de comunicación públicos objetivos, la línea política general está clara en su mala fe: los medios deben estar al servicio del gobierno y su partido y no comprar el discurso del enemigo, como acusó la "liberal" Aguirre a Germán Yanke al ponerlo de patas en la calle. Deben administrar su extraña pócima de ideología nacionalcatólica y neoliberal al mismo tiempo en dosis de caballo con lo que, evidentemente, se consigue ahuyentar las audiencias a toda velocidad. La deserción de las audiencias demuestra que los medios audiovisuales públicos son inviables, una ruina y hay que privatizarlos. Total, dicen sus ideólogos mientras cobran una pastuqui por minuto, como los aparcamientos, solo sirven para trompetear los exitazos del gobierno de turno. Si lo sabrán ellos que así lo hacen. Una vez privatizados, los medios ya son solo suyos, esto es, del capital, las empresas, la iglesia, de los que el partido es fiel vocero.

La línea general no se reduce a los medios sino que afecta a todo lo público: la educación, la sanidad, el régimen de clases pasivas, los transportes, las infraestructuras y todo tipo de bienes públicos que ofrezcan alguna perspectiva de convertirse en negocio. Es una línea, un camino en varias etapas: primero se bajan los impuestos y se reducen los ingresos del Estado; a continuación se gestionan los servicios públicos con criterios enchufistas, clientelares, despilfarradores y malversadores al tiempo que se los descapitaliza; más tarde se revela que son insostenibles financieramente; luego se añade que son ineficientes; y se corona la tarea entregándoselos a precio de ganga (o gratis) a los amigos en gestión privada, incluso a los mismos que toman las decisiones. Si Lamela y Güemes están imputados es precisamente por esto.

No, lo sucedido con RTVV no es una anécdota sino una categoría. Un modo de entender la gobernación del país como la administración de una finca propia, a la que van a explotar a los trabajadores y obtener los máximos beneficios personales por todos los medios: el Ministro de Justicia, además de consagrar como código penal la "justicia" del poder, beneficia a los notarios y registradores de la propiedad, cuerpo al que pertenece su jefe; el ministro de educación beneficia el estamento tertuliano enriqueciéndolo con su ex-pareja; este contrata con empresas en las que tiene -o tendrá- intereses; aquel beneficia los negocios de un pariente; estotra coloca a su cónyuge en todos los consejos de administración, cajas y cajones que abarca su virreinato; aquel otro compra mediante testaferro activos que pone a mitad de precio como gobernante; este de aquí se lleva el dinero a espuertas de comisiones de unas obras faraónicas que no sirven para nada; aquella de allí coloca a todos sus parientes cognados y agnados en las administraciones públicas; y el de más allá se trae del terruño seiscientos asesores muchos de ellos sin el graduado escolar pero con sueldos de Carromato.

No, no es una anécdota.

dimarts, 5 de novembre del 2013

Erasmo de Rotterdam.


Hay algo simbólico muy profundo en el nuevo latrocinio del ministerio de Educación de privar a los alumnos Erasmus de esos míseros 100 o 180 euros mensuales, con el curso comenzado. El significado obvio está rebotando por las redes y movilizando afectados y simpatizantes en el rechazo al nuevo tajo a la educación, perpetrado, además, con la felonía habitual en este gobierno, es decir, con retroactividad. Los alumnos ya habían incurrido en gastos que, si los dioses no lo remedian, ahora serán de su exclusiva cuenta. Y lo más obvio de todo: el gobierno, el ministerio, el ministro que ahorra en esto una cantidad x es el mismo que subvenciona las corridas de toros, obviamente más necesarias al progreso de la sociedad que el saber de las nuevas generaciones. No hay dinero para becas Erasmus pero sí lo hay para restaurar el Francoleo del Escorial o dárselo a manos llenas a la iglesia. Algún cínico llega a decir que para qué quieren los jóvenes ir a Alemania; ya irán a buscar trabajo cuando se licencien.

Son las críticas al uso. Pero el significado del nuevo tijeretazo va más allá. Más allá, incluso de otra crítica que denuncia la política del ministerio como clasista y contraria al acceso a la educación de las clases menos pudientes. Por ello se inventa requisitos caprichosos, disfrazados de eso que llaman "exigencia" como que solo obtendrán beca Erasmus los que tengan otra previa del ministerio. O algo así. Pura arbitrariedad.

Pero el significado profundo radica en otra parte. En el sempiterno odio de la derecha española a Europa y todo lo que Europa significa: tolerancia, convivencia, moderación, respeto, libertad de juicio, honradez en los tratos y sinceridad en los discursos. Todo lo cual está estupendamente representado en la figura que da nombre a las becas: Desiderio Erasmo de Rotterdam (1466-1536). Sin duda, Europa, que es bastante versátil, se identifica también con otras figuras y símbolos y les atribuye funciones ceremoniales de diferentes aires: Carlomagno, la coral de la IXª sinfonía. Pero Erasmo tiene un peso especialísimo porque es un simbolismo filosófico, teológico, literario y político.

Este monje agustino que jamás ejerció y vivió toda su vida como lo que hoy llamaríamos un "intelectual free lance" puede considerarse en gran medida el padre de la Europa contemporánea. Su traducción de la Biblia, rivalizando con la Vulgata, fue la base de las versiones de Lutero y del Rey Jacobo I; es decir, está en en el origen de la Reforma. Lutero lo consideraba su inspirador y él se llevaba a partir un piñón con el fiero monje de las tesis de Wittenberg, con el que se carteó largos años, hasta que al, final rompieron porque Erasmo se negaba a tomar partido entre católicos y protestantes. "O sea, un equidistante", rezonga el integrista español con la mosca detrás de la oreja. Si a eso se añade que Erasmo atacaba la autoridad de la iglesia, su corrupción, sostenía todo tipo de herejías (siempre intermedias) sobre el libre albedrío y otras complejidades, sin contar con su manía de glosar los textos santos y hacer que las gentes los leyeran o de andar burlándose de la necedad empingorotada del clero o su sinvergonzonería, se entiende que el bueno de Desiderio Erasmo no sea personaje grato al recio nacionalcatolicismo español.

¿Y qué? ¿Acaso no estuvo este agente del diablo a punto de pervertir la patria cuando el país se llenó de erasmistas, que vinieron con la corte de Carlos I o florecieron aquí alimentados por el espíritu humanista y renacentista de los flamencos? ¡Los erasmistas españoles! Tenebrosa secta simpatizante de las ideas de aquel extraño holandés enemigo de Roma, pero amigo de Tomás Moro. ¡Ah! Pero la Inquisición actuó a tiempo y, aprovechando una ausencia de Carlos en Italia que se llevó a los cabezas de fila, despachó la secta entera, repartiendo torturas, penas, multas, condenaciones, abjuraciones, encierros y destierros, hasta que el país quedó, como siempre, limpio cual patena. Y yermo.

Convertir a Erasmo en símbolo de Europa es una provocación al recio tradicionalismo de la carcunda hispana así que, en cuanto han podido, se lo han cargado. "Becas Erasmus, becas Erasmus... Lo que hacen falta son becas Torquemada", razona la fe de Trento. Esas podrían otorgarlas las señoras Sáez de Santamaría y Cospedal, tocadas con peineta y mantilla, prueba del gran papel que la iglesia otorga a las mujeres. 

Parece como si un ministro de Educación y Cultura debiera tener alguna sensibilidad para estas cuestiones. Prever, por ejemplo, la repercusión de sus decisiones que, si no están dictadas por un resentimiento primitivo contra los estudiantes, rebeldes por condición, lo están por los intereses más mezquinos y la más correosa indiferencia ante las cuestiones de justicia social o del significado de los símbolos que constituyen Europa.

Pero no hay cuidado. Dios protege a los suyos aunque no tengan ni idea de lo que dicen o hacen. A ver, ¿acaso no es Erasmo hijo natural de un cura católico y, al parecer, su ama de llaves? Sin duda, tuvo una educación privilegiada en colegios de élite, de los que gusta la derecha española. Pero no por eso dejaba de ser ilegítimo, imposible de ajustar al elevado concepto de estirpe que maneja Rajoy  con su profundidad de pensamiento. El tal Erasmo no era de los de toda la vida. ¿Y no protagonizó asimismo unos amoríos homosexuales, más o menos realizados en su juventud? Tenía que ser: hereje, luego gay.

Así que fíjese el lector cuántos bienes se derivan de una medida que la chusma considera inicua:

1.- Nos ahorramos unos dineros que podemos invertir en subvencionar las corridas de toros.
2.- Alejamos a nuestros jóvenes de los núcleos europeos de pensamiento peligroso.
3.- Eliminamos el riesgo de un renacimiento del abominable erasmismo español.
4.- Garantizamos que todos los hijos de españoles sean legítimos, habidos en católico matrimonio.
5.- Salvamos a los jóvenes del riesgo de infección de esa enfermedad del homosexualismo.

Supongo que es a esto a lo que se refiere la izquierda cuando acusa al gobierno de pretextar la crisis para imponer sus más reaccionarios criterios ideológicos.

(La imagen es un famoso cuadro de Hans Holbein "el joven", pintado en 1523, que se encuentra en el Museo del Louvre. Holbein, que adoraba a Erasmo, al que trató mucho tiempo en Basilea, pintó varios cuadros del humanista, todos de 1523, un par de años antes de marcharse a Londres. Tenemos la seguridad de que clavó al personaje porque estuvo años estudiándolo. Se conservan bocetos, dibujos, de las manos de Erasmo hechos por el pintor. Esas manos que aparecen en el cuadro. Se supone que Erasmo redactaba los comentarios al Evangelio según Lucas, patrón por cierto del gremio de Holbein). 

dilluns, 4 de novembre del 2013

La unidad de la izquierda.La derrota de la derecha.


Un grupo de trece personalidades más o menos vinculadas a IU ha dirigido una carta abierta a la Conferencia Política del PSOE mostrando su disponibilidad a formar algún tipo de unidad de la izquierda con el objetivo de derrotar a la derecha. Digamos de entrada (ya saben los lectores que Palinuro es tan feroz feminista que está incluso pensando en rebautizarse como Palinura) que, de los trece firmantes, una sola es mujer, Pilar del Río, la respetable y respetada viuda de Saramago y figura tan emblemática que aquellos han decidido ponerla en primer lugar, rompiendo el orden alfabético a que se someten todos los demás. ¿Caballerosidad a la antigua usanza o conciencia del tirón de publicidad? Me inclino por lo segundo. Lo avala el orden alfabético que pretende obviar el enojoso asunto de la preeminencia por razón de popularidad. Hay en ello unas gotas de narcisismo, una afección muy común en la izquierda. Liquidamos este tema previo: solo una mujer. Raro, ¿no? En realidad, con todos los respetos para los demás firmantes, los dos puntos fuertes son Del Río y Garzón, aunque por motivos distintos.

Según noticias, el PSOE ha saludado la iniciativa y el grupo epistolar está ya de hecho incorporado a la Conferencia Política, en donde seguramente se debatirá y aprobará su escrito, por lo demás con propuestas interesantes y un tono un poquito almibarado. Es el primer resultado positivo del espíritu con el que los socialistas han preparado su encuentro: apertura a la rosa de los vientos; todo el que tenga algo que aportar, militante, simpatizante, votante, podrá hacerlo. El partido parece mostrarse muy abierto a la perspectiva ecologista y la feminista, pero de estos dos campos, especialmente el primero, más o menos organizado en Equo, no acaban de llegar signos alentadores. Por eso, bienvenidos los trece de la izquierda. Todo el mundo habla de unidad de acción, de frentes, de foros. El PSOE quiere recuperar terreno electoralmente perdido. Aunque una encuesta propia le dé ganador en las próximas elecciones europeas, el ánimo general, reflejado en otra es que el bipartidismo se hunde e IU podría llegar a 50 escaños. Lo nunca visto, aunque de sorpasso no hay señal. Por eso, bienvenida la aportación de los trece. El PSOE puede convertirse en polo en torno al cual cristalice una unidad de la izquierda.

Pero es un recurso con sus peculiaridades. La primera de todas, la personalidad de Garzón. El ex-juez tiene mucho prestigio jurídico, a pesar de haber sido condenado en firme y apartado de la carrera judicial por un tribunal de justicia. Pero como político no es especialmente afortunado. Más bien catastrófico. Su primer paso por el PSOE en 1993 fue un desastre en todos los sentidos que más vale olvidar. Con posterioridad, a raíz de su exclusión, ha intentado varias orientaciones pero es evidente que no acaba de encontrar su sitio, muy probablemente por su excesivo personalismo. Hace poco acompañaba a Llamazares en el lanzamiento de una de esas plataformas-alianzas-frentes-foros de la que, si no recuerdo mal, no quedaba excluido el PSOE a pesar de aquello del PPPSOE, ya se sabe.

Creo haber leído en algún lugar que el propio Llamazares ya se ha pronunciado en negativo sobre la actividad epistolar de Garzón. El díscolo juez va demasiado deprisa con la retórica unionista del asturiano. Su gesto, al parecer, compromete el espíritu de la unidad de izquierda que preconiza la llamada Izquierda abierta. Vamos, que es una "garzonada", una muestra del endémico narcisismo de la izquierda. Llamazares tampoco está libre de él; ni Cayo Lara; y no hablemos ya de Anguita. La fragmentación de la izquierda no es de ideas sino de personas, de héroes, referentes, bellas conciencias, cadáveres exquisitos

En realidad, la expectativa de unos resultados electorales positivos para IU (y también para UPyD), hace imposible toda unidad de la izquierda que comprenda IU y PSOE. Por supuesto, también están los asuntos de principios, pero estos serían menos agudos si las perspectivas electorales fueran distintas. De hecho, muy probablemente, la iniciativa de los trece será presentada como una traición a la unidad de la "verdadera" izquierda. Nada nuevo. Traición sobre todo por la carga simbólica que lleva al legitimar el PSOE como un partido de izquierda.

Es que el elemento decisivo en el universo de la izquierda sigue siendo, guste o no, el PSOE. Las próximas elecciones, sin duda, serán decisivas para saber su futuro. Pero, de momento, está claro que tiene un suelo electoral seguro muy alto. Y, a partir de aquí, según como salga la conferencia política, ese suelo irá elevándose. Su conversión en partido dinástico, su manifiesta voluntad de gobierno mediante pactos de todo tipo, su propuesta de reformar la Constitución para federalizar el Estado, su promesa de recuperación del Estado del bienestar haciéndolo compatible con unas políticas económicas de raíz neoliberal (una verdadera cuadratura del círculo) son las líneas de su plataforma electoral. Si ello pudiera entenderse como una composición errónea, piénsese en que el PP obtuvo mayoría absoluta con una programa electoral en el que todo, de la cruz a la fecha, era mentira.

En fin, una unidad de la izquierda sin el PSOE es algo absurdo. Pero tampoco está mal que haya dos bloques de la izquierda compitiendo en las elecciones. Una vez cuantificadas las relaciones, cabrá empezar a pensar en pactos.



Dos observaciones sobre la tele de ayer: Salvados y Objetivo: la República.

Ver a Crespo soltando metralla no tiene precio. Anuncio de jugada: archivo de la causa de Bárcenas en diciembre. Eso no puede ser.

Ana Pastor está en Babia o nos toma por babiecos. Cifrar el coste de la Monarquía en España en 7,9 millones de euros que es solamente el dinero de bolsillo del Rey para sus chuches, ignorando las partidas de los distintos ministerios que sufragan sus aviones, sus comilonas, sus desplazamientos con sus infinitas comitivas, los actos oficiales, paradas, las revistas, el Patrimonio Nacional, etc., es literalmente ponerse el mundo por montera.

diumenge, 3 de novembre del 2013

El PSOE y la República.


Llevaba tiempo rumiándolo, iba soltando indirectas, tenía prohibido a sus seguidores hablar mal de Rey, intervenía siempre en favor del trono y se desvivía por conocer de primera mano el estado de salud de S.M. Juan Carlos; pero no soltaba prenda con claridad. Palinuro lleva un tiempo sosteniendo que el PSOE es un partido dinástico, el equivalente al Partido Liberal de la primera restauración y tan interesado como este en un sistema de alternancia bipartidista en el marco de una monarquía parlamentaria. Era una deducción extraída de los gestos y declaraciones, cautos, minimalistas, pero transparentes par un analista político de medios pelos. Ahora ya sí, Rubalcaba lo ha dicho con claridad y pocas palabras, esto es, que el PSOE aboga por mantener el pacto que hizo hace 35 años para que España siga siendo una monarquía parlamentaria

Dicho queda. No es que Rubalcaba sea personalmente monárquico (aunque no quede excluido) al modo que es del Real Madrid, o de algún otro equipo (no estoy seguro) por lo mucho que habla de futbol, o como podría ser vegetariano o miembro de la secta Moon. No. Ahora es pronunciamiento que vincula la acción del partido -y quién sabe si del gobierno si ganara las próximas elecciones- en un sentido dinástico. El argumento está claro: hace 35 años se hizo un pacto entre otros asuntos en favor de la Monarquía y el PSOE es de los de pacta sunt servanda.

Vale, pero es falso. Hace 35 años se aprobó una Constitución que incluía la forma monárquica de Estado y muchas otras cosas, fórmula tutelada por el ejército, albacea testamentario de Franco. El artículo 2º, como todo el mundo sabe, se redactó en los cuarteles. Así que el pacto o compromiso o acuerdo tiene una validez modesta por cuanto fue impuesto y es, a efectos políticos, nulo. Otra cosa es que, no siendo tal pacto, sea o haya sido eficaz para organizar la convivencia. Pero eso es otra cosa.La Constitución es un ejercicio de retórica profesoral progresista en un rígido marco institucional heredado del franquismo, cuyas previsiones sucesorias se cumplieron con algún leve retoque, como ese de substituir las Leyes Fundamentales por una Constitución. La Monarquía no fue nunca sometida a votación popular directamente sino un par de veces envuelta en el celofán de las libertades y el Estado de derecho. Su legitimidad de origen es la del 18 de julio, alzamiento militar en contra de la legalidad republicana. Ese supuesto pacto a la fuerza no merece mayor respeto.

Y aunque lo mereciera. Dos razones hay para no quedarse en él: a) nada nos obliga nunca a mantenernos inmóviles, a eternizarnos en una situación. Después de un tiempo, no es deshonroso salirse de un acuerdo y emprender un camino propio; b) la otra parte del pacto no ha hecho honor a sus compromisos: el franquismo campa por sus respetos en las prietas filas del PP por las villas y pueblos del reino. El gobierno ha dejado sin fondos la aplicación de la Ley para la Memoria Histórica y, además, se niega a cumplir la tarea que por ley le corresponde de borrar de los edificios públicos los símbolos y emblemas del bando ganador de la contienda. En estas condiciones, nada nos obliga a cumplir un pacto que la otra parte incumple.

Está claro; lo del pacto y los 35 años es pura retórica por si cuela a título de explicación acerca de cómo unpartido republicano se torna monárquico. Es cierto que, históricamente, el PSOE ha sido relativista o accidentalista en cuanto a la forma de Estado (incluso se acomodó con la dictadura de Primo) pero lo es más que luchó por la República y se identificó con ella. Aceptar la forma de Estado impuesta por las armas y cuarenta años de dictadura y represión no está ni medio bien.

¡Ah, que burro este Palinuro! No se da cuenta de que, en el fondo, se trata de una cuestión táctica. El PSOE quiere ganar las elecciones y necesita votos de todas partes. La cuestión Monarquía-República no es actual y menos urgente. La atención del partido (y del gobierno, si lo pilla) es la salida de la crisis y el retorno a la prosperidad. Además, si se plantean las cosas con esta crudeza, corre peligro el pacto de la transición.

En este punto, el razonamiento es circular: hay que respetar el pacto de la transición porque si no lo respetamos, lo destruiremos. Hasta ahí llega la profundidad del razonamiento y, como de lo que se trata es de ganar elecciones, esto se da por sobreentendido: si cuestiono la Monarquía, hoy por hoy, me arriesgo a perder votos y quedarme de oposición toda la vida. No hay que dejar al adversario las banderas que mueven el ánimo del pueblo votante. Somos monárquicos de conveniencia, como el pabellón de ciertos barcos que navegan al margen de la ley.

Sin embargo, la oposición República/Monarquía, se quiera o no, no es un asunto táctico sino estratégico. Es de principios. Da algo de vergüenza recordarlo pero la política, al menos la de la izquierda, no puede ser un asunto del día a día, de las medidas a corto plazo, sin un horizonte temporal más a medio plazo. Justificamos nuestras medidas de hoy en virtud de una idea de la sociedad futura. Y, en esa sociedad futura, orientada a los principios de libertad, igualdad y fraternidad, ¿qué lugar cabe a la Monarquía? Ningún socialista, entiendo, puede aceptar como justa una sociedad en la que domina la desigualdad por razón del nacimiento a la hora de acceder a las más altas magistraturas del Estado.

Y eso a pesar de todos los pactos que se hayan hecho o soñado.

Y queda por ver qué dirá la Conferencia Política del próximo finde en materia de separación iglesia-Estado. Hasta ahora, el secretario general, siguiendo inveterada costumbre, ha mencionado de modo ambiguo la cuestión un par de veces y conjugando los verbos en condicional: el PSOE podría denunciar los Acuerdos con la Santa Sede de 1979. Al loro de lo que diga la Conferencia. Veremos si tiene la infinita osadía de proclamar que España es un Estado laico (como afirma de Francia la Constitución francesa) o si sigue comportándose como hasta la fecha, es decir, no solo cual partido dinástico, sino firme defensor del trono y el altar.

Palinuro no ignora ni menoscaba la importancia de las aportaciones del PSOE al Estado del bienestar y otros campos de la convivencia en España. Llegada la crisis, no supo responder a ella y absorto ahora en la tarea de medidas a corto plazo, desarrolla un pragmatismo ciego que, a lo más, puede acabar llevándolo a un modelo de gran coalición a la alemana. Ahí se llega a base de pactar y de olvidarse de los principios. De ese modo, puede pactarse cualquier cosa.

Cualquier cosa, cuando se invoca, por ejemplo, la unidad de España. Que, por cierto, está simbolizada en la Monarquía y militarizada en el artículo 8 de la Constitución

(La imagen es una foto de Elena Cabrera, bajo licencia Creative Commons).

dissabte, 2 de novembre del 2013

El sentimiento nacional.



Nadie sabe con exactitud qué sea la nación; pero todo el mundo se siente parte de una, algunas veces de dos o más. La nación es un sentimiento, no un concepto racional y el nacionalismo, su forma de manifestarse. El nacionalismo, la última ideología política, superviviente de la época del fin de las ideologías, según se dice por ahí, pero extraordinariamente potente y universal. Forma parte de la construcción de las identidades de los seres humanos. El ser español, o catalán, o sueco o marroquí, es sentirse español y no razonarse español, catalán, sueco, etc. El punto de fusión colectiva de la identidad individual, allí donde la persona se ve reflejada en otras que son como ella, pues todas comparten ese imaginario colectivo de formar un grupo distinto de los demás grupos, culturalmente hablando. Se trata de naciones; no de razas. Todo el mundo tiene una nación, la siente como suya y, en consecuencia, es nacionalista.

En su forma más benigna, el nacionalismo es un sentimiento de pertenencia que habitualmente gusta de presentarse como patriotismo. La patria, el lugar de los padres, al que se quiere y con el que uno se identifica, sintiéndose orgulloso de él. La tierra de los antepasados, circunstancia que, según Kant, caracteriza a los españoles. España es tierra de antepasados. Y todos los demás países. En su forma más maligna este sentimiento roza lo delictivo porque exige que el individuo supedite su juicio moral a los intereses de la patria. La expresión es conocida: My country, right or wrong. Lo primero es mi país (esto es, lo que yo creo que es mi país) con razón o sin ella, como reza el "espíritu 4º" del Credo legionario de Millán Astray: A la voz de ¡A mí La Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio. Con razón o sin ella. Me niego a actuar sin razón, sea en nombre de lo que sea. No seré nunca, pues, un nacionalista maligno, uno de esos dispuesto  a matar en defensa de lo que ellos, y quienes son como ellos, juzgan que es la nación. Lo de  morir ya es otro asunto.

Con estos antecedentes, ¿qué puede decirse del choque de nacionalismos hoy a la orden del día en España? El nacionalismo español -que suele presentarse como no nacionalista-, se niega a admitir en España otra nación que no sea la española. Por qué se obstina  en presentarse como no nacionalista tiene dos causas: a) el nacionalismo español tiene mala fama incluso entre muchos nacionalistas españoles, en concreto los liberales y de izquierda que no se reconocen en la tradición nacionalista dominante de la derecha, de carácter autoritario, dictatorial, católico, excluyente, tradicionalista y clasista; b) el nacionalismo español se enfrenta a nacionalismos no españoles que le riñen el territorio, razón por la cual tiene que reprobarlos como nacionalismos; pero es muy difícil reprobar un nacionalismo en interés de otro. Por eso se afirma que los catalanes son nacionalistas (o los vascos, o los gallegos) pero los españoles, no.

La identificación que la derecha más reaccionaria y nacionalcatólica hace de la nación con su idea de la nación, que apenas cubre a sus votantes, ha desacreditado el nacionalismo español y le resta legitimidad para enfrentarse a los nacionalismos que lo cuestionan. Es entonces cuando surge el nacionalismo ilustrado, liberal, de izquierda que ha estado tradicionalmente preterido y perseguido en España. Ve llegado su momento ante el fracaso del nacionalismo cuartelario: España como nación en sentido moderno y abierto del término: un espacio liberal, laico de ciudadanos con iguales derechos, orientados por un espíritu de moral civíca de esencia republicana. Un ideario que jamás ha encarnado en España salvos los breves años de la II República, destruida a sangre y fuego por los depositarios de la esencia de la verdadera España, padres ideológicos (incluso biológicos) de la caterva reaccionaria que hoy desgobierna el país.

Ese nacionalismo de izquierda es un proyecto que pretende reconocer en los catalanes (y en quien se apunte) un elemento diferencial pero que cuenta con mantener integrada a Cataluña en la nación española, dada la fuerza de convicción de su propuesta. ¿Cómo no van a ver los catalanes y demás desafectos que hay otra España no torva, no reaccionaria, carcunda, centralista ni facha? ¿Cómo no van a sentirse solidarios y comprometidos con esa concepción liberal y tolerante de una nación española, madre de todos sus hijos y no solo de los militares, los curas, las tonadilleras y los fascistas del secarral?  Sin embargo,el mero hecho de que este nacionalismo de izquierda no admita el derecho de autodeterminación de otras naciones (pues ni admite que haya otras naciones) ya da una idea de la escasa fe que tiene en su proyecto, la nula confianza en la fuerza atractiva de esa nación que dice defender.

En resumen, ninguno de los dos nacionalismos españoles parece entender que es imposible decretar sentimientos. No se puede convencer a nadie de que cambie de sentir. El nacionalismo español tiene tanto derecho a imponerse al catalán como el catalán al español. Ninguno. Pretender frenar el nacionalismo catalán afirmando que hay una idea de España que, caso de imponerse, traería de nuevo los secesionistas voluntariamente al seno de la Patria común es legítimo, pero se convierte en algo injusto cuando esa propuesta excluye el derecho de los catalanes a no aceptarla. Porque entonces la idea ya no es tan noble: te quiero nacional español por la belleza de mi conciencia; pero, si no lo aceptas, bueno, entonces artículo 2 de la Constitución en conexión con el 8.

Y no solo son los catalanes (vascos, etc) quienen tienen derecho a no aceptar tan exquisitos como inanes discursos. Por extraño que parezca también lo reclamamos algunos españoles, como Palinuro, cuya falta de  respeto por el relato de la nación española liberal, progresista, tolerante es tan grande como la aversión que siente hacia el nacionalcatolicismo del hispánico rebuzno. El PSOE recurre a una propuesta federal que tenía abandonada. También es legítimo, si cree que con ella se resolverá el actual contencioso de España. Pero la cuestión palinuresca sigue siendo la misma: ¿está el PSOE dispuesto a admitir que los independentistas catalanes no quieran federarse con nadie sino, simplemente, independizarse? Ese es el punto crucial en tan enmarañada cuestión.

(La imagen es una reproducción de un cuadro de Friedrich Overbeck, titulado Italia e Germania (1815-1822) en la Neue Pinakothek de Munich, en el que Alemania es un autorretrato del propio Overbeck.

divendres, 1 de novembre del 2013

Asociación para delinquir.


La pasarela judicial por la que desfilan a puñados los dirigentes del PP (casos Gürtel, Bárcenas, Matas, Barberá/Camps, Fabra) pone otra vez de actualidad la cuestión de si cabe considerar el partido como una asociación para delinquir o asociación de malhechores. Por supuesto, todos ellos están encantados y felices de colaborar con la justicia. Pero un breve repaso a las vicisitudes procesales más recientes demuestra que esa felicidad, ese encantamiento, van acompañados de una risa sardónica, la que enmascara el sufrimiento.

Hace unas fechas, Cospedal estaba encantada de colaborar con la justicia y así negar que hubiera recibido dineros negros de Bárcenas. Ahora el encantamiento pasa a Esperanza Aguirre, citada como testigo a fin de aclarar si ordenó o no a su mano derecha en la Comunidad de Madrid hacer mangas capirotes con las adjudicaciones públicas con el objeto de forrarse. Seguramente aprovechará para remachar que fue ella quien destapó el caso Gürtel y adoptó contundentes medidas, destituyendo a dos consejeros por estar aparentemente pringados hasta las orejas. Pero ella, a su vez, tendrá que declarar por el oscuro asunto de la fundación FUNDESCAM a través de la cual, supuestamente, financiaba ilegalmente muchas de sus campañas públicas. ¿Y quién no recuerda fastuosas campañas de Aguirre inaugurando hospitales que los madrileños estarán pagando hasta el fin de los tiempos?

Como testigos igualmente ha sido llamada la inefable pareja Barberá/Camps, fraternalmente unidos en la ímproba tarea de entregar presuntamente la pasta pública de bóbilis a Urdangarin. Sospechosos de malversación a favor de ese mozo cuyo perfil comienza a desdibujarse detrás de los firmes trazos de su esposa quien ha pasado de ser una lela que no se enteraba de nada a un ingenio maligno, capaz de urdir tretas como la de alquilarse a sí misma un inmueble con el fin, según parece, de eludir pagos a Hacienda. Estos dos, no obstante, no pertenecen a la asociación de supuestos malhechores, al menos directamente. Pero lo son indirectamente. En este momento la cuestión, dicho crudamente, es si hay agallas para imputar a la infanta Cristina.

Citados asimismo a declarar ante el juez pero no como testigos sino como imputados, Lamela y Güemes, los dos consejeros que pusieron en marcha los procesos privatizadores de la sanidad pública hoy proseguidos con todo entusiasmo por el gobierno autonómico. Tienen que responder de diversos delitos que, en lo esencial, giran en torno al hecho de que, para ellos, la gestión pública parece ser un asunto de enriquecimiento personal. La política de privatizaciones empieza con la privatización de la política a cargo de estos mendas, artistas de la mamandurria que su jefa Aguirre condenaba con su habitual desparpajo. 

Fabra ha hecho las delicias de chicos y grandes, mostrando sus habilidades para apalear millones salidos de la nada. El conjunto de su proceso podría ponerse como caso práctico del funcionamiento de la oligarquía y el caciquismo como formas de gobierno  etc., de Costa. Un venero inagotable del que se benefician con ahínco otras autoridades autonómicas del PP (como Baltar) o alcaldes del partido de la gente de orden como ese de Cogolludo (Guadalajara), que suprime una calle de un plumazo para reunificar la finca de su hermano. 

Las Nuevas Generaciones también hacen méritos denodados para acabar ante el juez, como sus mayores. De momento, solo están los bravi que asaltaron la librería Blanquerna pero en poco tiempo habrá más, ya que la juventud es fogosa, y con otro tipo de hazañas. 

Para hazañas, la del presidente del gobierno que sigue siéndolo en mitad de un escándalo de corrupción y sobresueldos en B que lo apunta directamente como responsable y presunto beneficiado. La continuidad del presidente en un cargo que en cualquier país de Europa estaría ya vacante por dimisión expresa con toda claridad una vez más la sospecha de que España sigue sin ser verdaderamente europea. 

En Europa la gente no se deja gobernar por una asociación de presuntos malhechores.

(La imagen es una foto de Tim Evanson, bajo licencia Creative Commons).