dilluns, 11 de maig del 2009

El hombre a caballo.

Onfray debe de ser uno de los autores más frecuentemente reseñados en este blog. Su decidida propuesta a favor de una filosofía no académica, hecha en el libre trato con las gentes, de una ética hedonista y su sistemático ataque a las religiones, especialmente la cristiana a la que, en consonancia con su maestro Nietzsche, considera culpable de la degradación del espíritu en Occidente lo hacen particularmente interesante para Palinuro.

En este libro (La escultura de sí. Por una moral estética., Madrid, Errata naturae, 2009, 221 págs), escrito a raíz de un viaje a Venecia, parte, entiendo de un periplo mayor a Sils Maria en pos de la memoria de Nietzsche, Onfray concentra su atención en la famosa estatua del condotiero Colleoni, de Verrochio y toma pie en ella para desarrollar una serie de interesantes reflexiones que él agrupa en una ética, una estética, una económica y una patética.

En la Ética Onfray se manifiesta fascinado por la fabulosa estatua ecuestre del condotiero que, dice, no gustará a "los aficionados a tibiezas éticas o revendedores de viejas virtudes bajo oropeles pordioseros" porque muestra demasiado narcisismo y orgullo, demasiada vanidad, arrogancia y hedonismo (p. 26). El condotiero de quien también habla Maquiavelo (Castruccio Castracani) es una fuerza de la naturaleza, un discípulo de Baco, Venus y las divinidades de la elegancia (p. 28). Es un individualista radical, un taumaturgo que tiene fuerza pero no ejerce la violencia que es más cosa de Tánatos (p. 35). Es un hedonista y un virtuoso en el sentido de la virtú clásica. Pero no en el sentido que le da Maquiavelo al decir que el hombre virtuoso ha de combinar las facultades del zorro y el león o en el de Gracián, que entendió el virtuosismo como el arte de la apariencia, la máscara, el falso pretexto (p. 40). Onfray prefiere los animales de Zaratustra, el águila y la serpiente porque el condotiero es un individualista como quería Nietzsche, es decir, alguien completamente ajeno a las estrategias sociales.Y así, frente al cinismo vulgar de Maquiavelo y Gracián se alza el cinismo filosófico de Nietzsche (p. 41). El condotiero es también el doble del artista así como un conductor (está en el nombre) que lleva a los demás fuera de los caminos trillados (pp. 45-46). He aquí un inconveniente que suele manifestarse cuando se alaba el individualismo más radical, más solipsista: que siempre se propone como ejemplo, luz y guía de los demás, lo que demuestra que tampoco el individualismo era tan radical. El condotiero también es ateo, ajeno a toda religión, que es un religare, en el fondo un gregarismo, el comienzo de todo contrato social (p. 47). Nada de contrato: si el hombre es un lobo para el hombre todo lo que invente irá en incremento de su naturaleza carnicera. Hay que evitar igualmente las religiones del siglo: Dios, Estado, Raza, Proletariado, Dinero (p. 48). El condotiero es esencialmente libertario y nominalista que "dispensa de amar la idea que uno se hace de lo real para preferir lo real mismo (p. 50). "La historia es para él (para el condotiero) una reserva de afinidades electivas fuera de las cuales prefiere la soledad" (p. 53). El rebelde es único y Onfray encuentra los paralelismos en el dandi baudelairiano, el único de Stirner, el Hagakure japonés, el anarco de Jünger (p. 56). El condotiero representa la desconfianza más absoluta frente al poder (p. 59) y constituye una "bella individualidad".

En la Estética se manifiesta el artista de sí, el que quiere hacer de su vida una obra de arte, el filósofo-artista de Nietzsche (p. 71). Se trata de la figura del esteta, trazada según el modelo de Des Esseintes (A rebours) y otros cuyos ejemplos serían Nerón, Alcibíades, Dorian Gray o Swann. Frente al burgués precavido Onfray prefiere al esteta porque algunos triunfan con sus fracasos y fracasan con sus triunfos (p. 73). A su vez, un paso más allá, contrapone el esteta al artista. El esteta necesita del público, depende de él; el artista se libera de la contingencia histórica y hace que su época se pliegue a su vara de medir (p. 75). La misión del artista es la creación, en la que es de mucha ayuda la mayéutica y el desarrollo de un estilo (p. 80). El estilo es unicidad e individualidad y por eso es lo contrario de la religión. El estilo fragmenta y divide; la religión sintetiza y asocia (p. 83). El arte contemporáneo en su componente escultórica es el lugar de una reactualización singular de la gesta cínica antigua (p. 93). Con la evolución de las vanguardias, en el centro del teatro de la crueldad se encuentra el condotiero, artista, actor, autor y obervador del espectáculo que ofrece él mismo (p.101).

En la económica Onfray sienta los principios de una ética que llama dispendiosa, a favor del hombre del gasto, el que cultiva el placer de dilapidar. El artista dispendioso es lo contrario del burgués parmenídeo al que encanta echar raíces (p. 109), el burgués aburrido (entendiendo por aburrimiento"una voluntad sin objeto") (p. 112). El ejemplo del dispendioso lo tenemos en Heliogábalo (p. 116). La magnificencia del condotiero va de consuno con el solipsismo. Está solo y las modas no lo afectan (p. 133). Su reflexión es muy clara: tenemos el tiempo contado, la muerte espera y ganara de todas formas; sepamos, pues, hacer del tiempo un instrumento para pulir y hacer brillar nuestra existencia (p. 139). En la gestión dispendiosa del tiempo hay que dejar de lado la costumbre (p. 140). El reloj nacerá de las voluntades deseosas de pulverizar el principio del placer en aras del de la realidad (p. 142).

En patética predica el hedonismo porque es gozoso (p. 146). El amor propio es lo que queda de animal en el hombre después de siglos de domesticación ética (p. 155). El amor propio nos hace desear el placer aun a costa del dolor de otros, transformándonos en animales de presa (p. 156). Dedica buenas páginas al concepto de lo sublime, que es el tema de los románticos. Lo sublime es aquello que, por su grandeza, empequeñece lo que no es él (p. 161). Onfray defiende una concepción aristocrática de la relación con el otro, una ética aristocrática estructurada mediante las afinidades electivas (p. 167). Es curioso cuántos anclajes en la cultura alemana tiene este filósofo francés. Por descontado, lo que menos vale es el mandato del amor al prójimo que le parece un disparate y un imposible porque el prójimo puede ser cualquiera, por ejemplo, un asesino, un torturador (p. 168) a los que Onfray encuentra imposible de amar. Lo que sucede es que el carácter provocador del mensaje de Cristo es precisamente ese: que hay que amar incluso a quienes nos asesinen. El principio aristocrático obliga a la consideración, virtud cardinal de una ética hedonista. Su valor es sublime. Aprecia la cortesía; no la desfigurada por la burguesía sino la que Nietzsche llamaba el "pathos de la distancia", la que formula Schopenhauer con su fábula del erizo (p. 173). La cortesía bien llevada conduce a la presciencia del placer del otro (p. 175). Es un utilitarismo bien entendido, una eumetría en cuya cima coloca Onfray la amistad, "soberana, viril y afirmativa" (p. 176). Viril es lo que manifiesta la esencia del hombre como espacio tendido hacia lo sublime; es el gesto andróforo, un neologismo similar al psicopompo (p. 181). El lenguaje es el medio más seguro de ir hacia el otro y por lo tanto hay que cuidarlo. La delincuencia lingüística sirve a los fines de la dominación (p. 183). De nada vale que las palabras se las lleve el viento. El hedonista tiene que hacer lo que dice y decir lo que hace (p. 184). Cabe aquí la ironía como complicidad con el otro; porque las relaciones con el otro, mediadas por palabras, suponen un mínimo de destreza y talento en ambos (p.187)

La escultura de sí es en resumen un manual de ética hedonista estupendamente expuesta por el autor con motivo de las reflexiones que le suscita la contemplación de la estatua ecuestre de Colleoni, el hombre virtuoso y el héroe.

diumenge, 10 de maig del 2009

Televisiones.

Me da la impresión de que el Gobierno se está precipitando con su plan de establecer un modelo nuevo de financiación para la TV pública. Y, como siempre que hay precipitación, se puede acabar haciendo una chapuza y poniendo en pie un sistema que tenga más inconvenientes que ventajas.

En primer lugar no está nada claro que la TVE deba suprimir la publicidad. Sí lo está desde el punto de vista de las TVs privadas. Obvio. Lo que éstas quieren es deshacerse de un competidor arrebatándole una lucida fuente de financiación. El argumento que emplean es que la publicidad en TVE es competencia desleal y así parecía serlo cuando la explotación de TVE era deficitaria y salía adelante recurriendo a los presupuestos generales del Estado. Pero si se obliga a TVE a ser rentable contando sólo con los ingresos de la publicidad la competencia no sería desleal. No obstante las privadas insistirían en arrebatarle a la pública la publicidad para eliminar una peligrosa competidora.

Por otro lado tampoco está claro que la forma de financiación de TVE deba ser como la que propone el Gobierno, esto es, cincuenta por ciento con cargo a los presupuestos y el otro cincuenta por ciento con una tasa del tres por ciento de los beneficios de las otras cadenas de TV, el 0,9 por ciento de los de las compañías de telefónos e internet y un ochenta por ciento de la tasa sobre la reserva del dominio público del espacio radioeléctrico. No tengo nada contra el tres por ciento de las otras televisiones ya que no podrán repercutirlas en los usuarios, pero sí lo tengo contra el 0,9 por ciento de las telecos porque éstas lo repercutirán en sus clientes. El ochenta por ciento de tasas del espacio radioeléctrico también sería aceptable

En definitiva la parte mayoritaria de la financiación de TVE descansará sobre los ciudadanos bien vía presupuestos generales del Estado, bien a través del 0,9 por ciento a las telecos que de inmediato subirán los precios, lo que en el fondo equivale a un impuesto indirecto. O sea, que la televisión pública se financiaría por vía fiscal.

Entiendo que la TV es un medio universal con audiencias de vértigo: más del 80 por ciento de los ciudadanos dice ver la tele todos los días en un promedio que el Estudio General de Medios cifra en unos doscientos veinte minutos por persona y día en España. Esto es, los españoles pasan tres horas y media diarias ante el televisor. Francamente estremecedor.

Más del ochenta, casi el noventa por ciento de la población mira la televisión. Por este motivo se me ocurre que la forma más razonable de financiarla sería a través de un canon que pagarían los ciudadanos que la vieran. Ello sería más justo porque así sólo pagarían los que la ven y no también los que no la ven como sucede cuando se financia a través de los presupuestos públicos. Además, si se implantara el canon (como el que hay en Alemania) podría debatirse si su importe habría de repartirse entre todos los canales (públicos o privados) o a él accedería exclusivamente la televisión pública, lo que es lo más razonable a mi entender. Tampoco sería necesario en tal caso suprimir la publicidad de la tele pública pues no habría competencia desleal; al contrario, la competencia desleal sería la que hicieran las cadenas privadas contando con una publicidad a la que no se permite acceder a la oficial. Así que canon contra fiscalidad. Me parece fatal que ni siquiera se haya considerado la posibilidad de que la TV la paguen quienes la consumen.

Otro asunto: vaya pájaros los gobernantes del PP. La señora Aguirre quiere privatizar todos los servicios que pueda (sanitarios, hidráulicos, de transporte; literalmente, todo) para que ella y/o sus parientes y/o allegados se enriquezcan (más), que para eso gobierna. Pero de privatizar Telemadrid, la señora Aguirre, la muy liberal señora Aguirre, no quiere ni oír hablar. Bajo su férula el canal televisivo ha sido una máquina de propaganda a mayor gloria de su persona, es decir, un desastre como medio de una calidad mínima y así debe seguir: una TV al servicio de la señora Aguirre que hemos de sufragar todos los contribuyentes, incluso los que no la miramos. Eso sí que es injusto.


(La imagen es una foto de Lord Jerome, bajo licencia de Creative Commons).

Nacionalismos en España.

Con motivo de la formación del gobierno del señor Patxi López se ha oído en varias ocasiones, a veces incluso de boca del propio señor López, que en el País Vasco hay nacionalistas y "no nacionalistas". No lo dudo. No dudo de que hasta en el País Vasco haya gente que no sea nacionalista. Pero será una exigua minoría porque ese "no nacionalista" del señor López y, en general, de la opinión española es una forma de llamar al nacionalista español. De modo que lo correcto sería decir que en el País Vasco conviven (o no conviven y se llevan a matar) dos "sensibilidades", la nacionalista vasca y la nacionalista española; para entendernos, vasquistas y españolistas. No es infrecuente que en los antagonismos ideológicos del tipo que sea una parte se reconozca en su nombre y lo use con orgullo mientras que la otra reniega del suyo. Así, la izquierda suele hacer gala de su izquierdismo pero los de derecha sostienen que no son de derecha sino, todo lo más, de "centro". No siempre, claro es: hay gente de derecha que alardea de ello pero la inmensa mayoría trata de ocultar su convicción ideológica. Algo así pasa con el nacionalismo. En España los llamados "nacionalismos periféricos" (catalán, vasco y gallego) tienen a gala ser nacionalistas mientras que quienes se les oponen dicen no ser nacionalistas. Sin embargo defienden la nación española con uñas y dientes como si lo fueran.

Por no citar sino un ejemplo: en su primer tiempo de su primer mandato, siendo el señor Zapatero joven, inexperto y bastante ingenuo, en pleno debate de vestiduras desgarradas, honor ultrajado, dignidad pisoteada a cuenta de la nación española a la que se ofendía desde una ¡nación catalana! se le ocurrió decir que eso de la nación era algo "opinable" y casi se lo comen las huestes de don Pelayo, de fuera y de dentro de su partido. No ha vuelto a decirlo y, sin embargo, es de puro sentido común: las identificaciones colectivas sentimentales, como la patria, no son verdades apodícticas, evidentes desde el principio de los tiempos y a las que no quepa ignorar. Esa indignación calderoniana que mostró el señor Rajoy, poniendo el grito en el cielo, quería decir, por supuesto, que la nación española no es concepto relativizable sino, supongo, una esencia sub specie aeternitatis a la que no cabe relativizar so pena de cometer delito de lesa patria.

Completamente absurdo. Las naciones, las patrias son fenómenos contingentes e históricos que nacen, se trasforman y mueren, como todo. Pensar que la nación sea algo eterno, inmutable, incuestionable no sólo es una tontería sino que contradice los datos más elementales de la realidad y el sentido común.

No me remontaré a la famosa "unión de los españoles de ambos hemisferios" porque no me digan que eso fue hace mucho tiempo y que también en las Cortes de Cádiz se puso en circulación el concepto de liberal y ya se ve en qué se ha convertido, si bien esta sería una consideración que abonaría mi punto de vista. Hablaré de algo más cercano en el tiempo. En la España en que nací y me crié, los saharahuis eran españoles a todos los efectos políticos y jurídicos, gozaban de la triste condición de seudociudadanía de que gozaban los demás españoles y enviaban sus representantes a Cortes envueltos en sus chilabas, a hacer el ridículo delante del Caudillo también como los demás procuradores. Un buen día los marroquíes pusieron en escena la "gran marcha verde" y los saharauis dejaron de ser españoles de la noche a la mañana. No menciono el caso con ánimo acusatorio, ni defiendo que haya que ir al Sahara a liberar a esos "españoles" en cautiverio; lo traigo a colación solamente porque se vea que hay circunstancias en que se puede dejar de ser español, aunque al señor Rajoy le dé una alferecía. Y ese dejar de ser español, cuando es premeditado y voluntario se llama "nacionalismo vasco", por ejemplo. Obviamente, el tratar de impedirlo a toda cosa será el "nacionalismo español".

El nacionalismo español, como cualquier otro, el vasco o el gallego, es una actitud mental aberrante que supedita el juicio moral del individuo a los supuestos intereses de un ente problemático llamado "nación". Algunos dirán que es una definición radical y que hay nacionalismos que no son así. Respondo que el nacionalismo o es radical, esto es, busca la independencia, o no es nada; o es "sano regionalismo", como diría el señor Fraga, un chiste.

Ciertamente, la justificación y caracteres del nacionalismo será igual en un caso y en el otro: será el pasado, la tradición, el espíritu de los ancestros, lo que sea pero es seguro que habrá algo una de cuyas funciones sea mantener vivo ese espíritu nacional, como la vestales tenían la tarea de no dejar que se apagase el fuego sagrado. Por supuesto, esta conclusión sobre el origen del nacionalismo me parecerá siempre bastante pobre y carente de sentido, pero siempre me la he encontrado, incluso cuando está en juego el nacionalismo español. Lo mismo que sucede con los demás nacionalismos, pues ese es su ser.

El nacionalismo español es tan vigoroso y fuerte que impregna todo cuanto toca. Por ejemplo, no es infrecuente leer que el artículo 2 de la Constitución española fue una imposición procedente del exterior (y de más arriba) que los miembros de la Comisión Constitucional tuvieron que aceptar. Mi convicción es contraria a esta interpretación legendaria: el artículo 2 no se fraguó en el exterior y, si lo hizo, imperó indiscutido en aquella Comisión la mayoría de cuyos miembros era tan nacionalista española que no se le ocurría que se pudiera reaccionar en contra. Los lamentos vinieron después.

A su vez, los nacionalismos llamados "periféricos" son iguales que el español sólo que, al concebirse como lucha por la redención nacional, se dibujan como noble pretensión, combate y sacrificio y por eso alardean de su condición. Pero ésta es igual a la del nacionalismo español, tan triste y contingente como éste y tan vociferante en ocasiones como él. Digo esto porque, aunque el nacionalismo es una ideología radical que no tolera manifestación alguna que no sea ella misma o su directa negación, es decir, que no acepta que haya no nacionalistas de verdad, sin embargo estos existen. Palinuro es uno de ellos, pues considera el nacionalismo español (y, desde luego, la idea de la nación española) como algo tan problemático, equívoco y repudiable como los otros nacionalismos, siempre de acuerdo con nuestra definición de nacionalismo. Tan detestable es mentir, robar, matar en nombre de la nación española como de la vasca o la gallega.

La única diferencia real entre nacionalismos en España es que uno es el oficial y triunfante, el que tiene un Estado detrás que lo avala y los otros son meros proyectos, sin Estado propio y que, por lo tanto, aspiran a tenerlo, a separarse del nacionalismo español y establecerse como él, como un Estado territorial independiente. A estos efectos, el nacionalismo español es como la Iglesia triunfante mientras que los demás nacionalismos son Iglesias militantes.

El gobierno del señor Patxi López es un gobierno nacionalista español que tiene el apoyo del partido del señor Rajoy, quien considera que el concepto de nación española no es cuestionable ni relativizable.

La opinión pública española maneja esa quimera del "no nacionalismo español" de forma abrumadoramente mayoritaria, tanto que quienes sostenemos que el sedicente "no nacionalismo" español es en el fondo nacionalismo somos una minoría reducidísima y nuestra situación es muy desgraciada. Está claro que todos los nacionalistas periféricos sostienen este punto de vista, pero ello no es un consuelo para los españoles que también lo hacemos y, además, creemos que los nacionalismos no españoles son igualmente detestables.

El asunto está claro cuando se concreta en el derecho de autodeterminacion. Los no nacionalistas creemos que hay que reconocérselo a todos los que lo pidan. En teoría tendríamos que estar aquí acompañados por la izquierda que tradicionalmente ha defendido tal derecho de autodeterminación, pero eso ya no es cierto. El PSOE lo niega taxativamente e IU es ambigua al respecto pero, en definitiva, la actitud es también de "no". La izquierda se ha echado para atrás en el programa de la izquierda, así que me temo que españoles que defiendan el derecho de autodeterminación para los pueblos que habitan en España pero no se sientan españoles somos media docena y de lo que se trata, además, es de que no hablemos. Por supuesto, los nacionalistas periféricos están siempre encantados de que haya españoles que defiendan su derecho de autodeterminación pero son unos aliados desagradables ya que uno propugna el derecho de autodeterminación de los demás pero no tiene por qué estar de acuerdo con aquello a lo que aspiren pues el nacionalismo no español, repito, nos parece tan detestable como el español.

¿Por qué no es posible ser español, querer seguir siendo español pero defender el derecho de autodeterminación de los pueblos no españoles? Porque la opinión pública española, el Gobierno de España, los medios de comunicación son todos visceralmente españoles y no quieren ni oír hablar del asunto. Con lo cual, jamás se resolverá el contencioso entre nacionalismos ya que la única forma civilizada de hacerlo es poner la solución a votación, ver cuántos quieren quedarse y cuántos marcharse y actuar en consecuencia. Mientras no se demuestre que la nación española sólo está compuesta por gentes que quieren integrarla voluntariamente y no a la fuerza, no profesaré por ella el menor respeto.

(La imagen es una foto de Daquella manera, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 9 de maig del 2009

La corrupción ahoga al PP.

El PP ha solicitado personarse en la causa "Gürtel" y el juez se lo ha concedido. Esto es, lo mismo que le negó en su día el juez Garzón por entender inapropiado que se constituyera en parte acusatoria en el proceso alguien relacionado con los imputados.

La intención del PP parece ser tener acceso a los documentos que prueban las corruptelas de sus militantes, soslayando de este modo el secreto del sumario y, en segundo lugar, organizar mejor la defensa de sus imputados, a los que ha suspendido de militancia, pero no del desempeño de los cargos en los que estaban a causa de la dicha militancia. Supongo que es lo más astuto que cabe hacer para defenderse en una causa cuyo alcance se ignora. Bastante fastidiado es que el país se despierte todos los días con un caso nuevo de corrupción en un goteo que nadie puede aguantar.

Resulta que "El Bigotes" organizaba los actos de su "amiguito del alma", el presidente Camps tanto en España como en Miami y eso que éste no lo conocía. Al señor Camps ya lo buscan los diputados de la Asamblea valencian como Wyatt Earp buscaba a Billy the Kid y por motivos muy similares. El señor Rajoy dirá lo que quiera pero la verdad es que, mientras el deterioro institucional en Valencia es evidente, el señor Camps es una soga que lleva al cuello y, a medida que vayan sabiéndose cosas, la soga apretará más.

Porque las corruptelas acaban sabiéndose y las que tienen que ver con el PP no sólo no conocen fin sino que se dan en unos contextos tan variados que no se podrá argumentar eso tan socorrido de que se ha sacado de contexto una u otra porque las hay en todos los contextos: covachuelas de la administración, cruceros de lujo por el Mediterráneo, revistas semiporno con amantes picaronas, francachelas de amigotes orquesta incluida, bodorrio de la hija del jefe en escenario de ensueño, cobros bajo cuerda, paraísos fiscales y blanqueo de dinero. Es una mar océana de la corrupción en la que el PP está ahogándose.

El episodio por el que el gabinete de prensa de la señora Aguirre decidió regalar a ésta una canastilla como felicitación por haber sido abuela pero atribuyó el gesto y el pago a los periodistas acreditados en la Comunidad Autónoma siendo así que es falso, es un comportamiento que lleva la indeleble impronta de la casa: no decir la verdad ni cuando conviene.

Un poco más abajo en el callejero de Madrid, en la Carrera de San Jerónimo resulta que el bufete del abogado Michavila, exministro de justicia del Gobierno de Aznar y actual militante y diputado del PP en el Congreso cobraba por elaborar proyectos de leyes para gobiernos del PP, singularmente al del inefable señor Camps, a cuyo abogado jefe fichó para estas tareas tan poco edificantes del despacho: los legisladores como este señor Michavila, hombres en contacto con la calle y la dura realidad de la vida se encargaban de hacer leyes para los gobiernos amigos y cobraban por ello, al margen o además del salario que el Estado les paga por hacer ese mismo trabajo, aunque no en interés propio sino de la colectividad. No es mal negocio, no; pero es una práctica vergonzosamente corrupta.

De aquí a las elecciones del siete de junio hay tiempo para que la monofonía de la corrupción del PP siga sonando, con las entradas y salidas de los diputados en la Audiencia Nacional que tienen un efecto demoledor. Ayer un amable comentarista, a la vista de mi pronóstico final "la abstención puede llegar al 60 o 65 por ciento. Y no creo que el PP las gane en modo alguno. Ni tendrá buenas perspectivas para 2012", me preguntaba: "¿Pronóstico voluntarista? ¿Optimismo partidario? ¿Análisis concreto de la realidad concreta? Veremos, como dice M.A.Aguilar." Mi respuesta es: de todo un poco, pronóstico voluntarista, optimismo (aunque no partidario) y análisis concreto de la situación concreta, que era lo que pedía Lenin cuyo primer libro El desarrollo del capitalismo en Rusia era todas esas cosas al mismo tiempo, aparte de una manifiesta invención. Y le salió.

(La imagen es una foto de El escritorio de la fuente, bajo licencia de Creative Commons).

El Papa se ha hecho zapaterista.

Sí, sí, zapaterista de tomo y lomo, zapatérico radical, partidario de este Zapatero al que las huestes papistas llamaban hace poco "el Anticristo", que no es moco de pavo por cuanto el Anticristo está poseído por Satanás. Pues cómo estarán las cosas que el Papa habla ya como si fuera Zapatero mismo. ¿De verdad? De verdad verdadera. Como el Anticristo. ¡Qué fuerte! ¿Como el Anticristo? Y ¿qué dice? Según L'Osservatore Romano dice que hay que llegar a una alianza de civilizaciones entre Occidente y el Islam . ¡La alianza del Anticristo! ¡La alianza de las civilizaciones! ¿Se habrá pasado al enemigo? No, no haya cuidado; sigue siendo el mismo perverso y agresivo de siempre. Fíjense en que habla de la alianza de civilizaciones "de Occidente" (no la cristiana) y el "Islam". ¿Y por qué Occidente? ¿Por qué no cristiana? Porque en Occidente considera incluida a la mosaica. Los judíos son parte de Occidente y los moros, no. Por eso, la alianza es con ellos y sólo con ellos. Éste va de peregrino a los Santos Lugares pero ya tiene partido tomado. Se le ve en la cara.

(La imagen es una foto de Mr. Heston, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 8 de maig del 2009

Empatados pero no revueltos.

Lo dice el barómetro de abril del CIS. En este momento, 40,8 por ciento de voto para el PSOE y 40 por ciento para el PP. El resto de las puntuaciones, también las esperadas y esperables. Hay que ver qué poco se mueve el electorado en momentos de zozobra, como si quisiera no aumentar los riesgos: IU se sitúa en un 4,5 por ciento, recuperando terreno desde las elecciones de 2008 (3,9 %) pero aún por debajo de las de 2004 (4,9 %) y Unión, Progreso y Democracia un 2,9 por ciento, casi dos puntos por encima de lo logrado en 2008. Las valoraciones de los líderes, las que cabe esperar: el señor Rodríguez Zapatero (4,43) va por delante, y a mucha distancia y detrás de la señora Rosa Díez (4,28) y el señor Durán i Lleida (3,89) se encuentra el señor Rajoy (3,54). En lo que hace a la valoración de líderes tiendo a pensar que el juicio del personal es bastante exacto. El señor Rajoy no tiene ni una de las cualidades de un líder o dirigente popular: no habla bien, siempre dice lo mismo, no resulta convincente y tiene un pasado tenebroso. El señor Rodríguez Zapatero, en cambio, sin hipotecas pasadas, tiene mejor imagen y resulta más natural y espontáneo al tiempo que muestra procupación por las tareas de recuperación de la crisis que es cosa que preocupa grandemente a los ciudadanos.

Lo verdaderamente extraño es que haya empate en las intenciones de voto a los respectivos partidos pues contradice la sabiduría convencional de que en mitad de la legislatura hay más afición a castigar a los gobiernos, sobre todo en medio de una crisis como la actual, de intensidad desconocida. Da la impresión sin embargo de que la gente ha admitido que la crisis tiene su origen fuera de España y que aquí es poco lo que cabe hacer en su contra. Por ello el electorado es benevolente con el Gobierno. Éste ha entendido que lo que le importa es generar imagen de ser activo en contra de la crisis; otra cosa es que esa actividad sea positiva. Pero eso pertenece a un segundo momento. Lo primero es ver que se hace algo. Y en esto, la política de comunicación del Gobierno atina porque un tercio de los españoles piensa, siempre según el barómetro, que son las cuestiones de índole económica de las más se ocupan los gobernantes. Pero, ignorando que la gente atribuye la crisis a origen extranjero, el PP echa las culpas al PSOE, cuando todo el mundo sabe que eso no es cierto. Y no aporta alternativa alguna.

En fin el barómetro es buenas noticias para el PSOE que, dadas las circunstancias podría esperarlas muchísimo peores.

¿Por qué no sube el PP en intención de voto respecto al PSOE? Por la imagen de corrupción que genera y que afecta a todo el partido. Es cosa de la que se habla poco porque al PP (siempre reproductor ampliado de pifias ajenas) no le interesa, y los medios progres no entienden su función como aparato de propaganda de un partido (al que se puede ordenar que traiga la corrupción en portada venga o no a cuento), razón por la cual no se manifiesta hasta qué punto hay una sensación ciudadana de indignación con estos políticos que han constituido un verdadero clan de presuntos mangantes, apropiadores indebidos, de juerga continua a cuenta del contribuyente, haciendo negocios ilegales, viviendo en el lujo, haciéndose regalos deslumbrantes, coches, joyas. Dice doña Dolores de Cospedal que este escandalazo "no es Filesa". Pobre señora, qué infeliz; era muy joven entonces y no se ha dado cuenta de que nadie en la Brunete ha sacado el ejemplo de Filesa, Malesa y Time Export que en los noventa no se les caía de la boca. ¿Por qué ahora no, excepto en el caso de la metepatas oficial señora De Cospedal? Está claro porque Filesa era un caso de financión ilegal del Partido, esto es, se obtenían unos dineros ilícitos y se destinaban a las arcas del partido, aunque en el itinerario, algún aprovechategui se quedara con algo. Pero es que en el caso Gürtel, el dinero era todo para los presuntos sinvergüenzas que, desde las alcaldías, concejalias, consejerías, asesorías, diputaciones parlamentarias y hasta una presidencia de Comunidad Autónoma, estaban hasta ayer supuestamente llevándoselo crudo.

Y luego la gente ve que los imputados, unos dimiten y otros conservan el cargo no en función de criterio honrado alguno a favor de la justicia sino de los intereses procesales de los acusados. Quienes conservan la condición de diputados autonómicos quedan así protegidos por el fuero parlamentario frente a la posibilidad de que la justicia ordinaria les exija cuentas, como a todo hijo de vecino. El comportamiento de esta tropa de presuntos granujas es siempre el mismo probablemente porque está coordinado: dicen que declararán en tiempo y forma y que están deseando hacerlo pero luego no solo no lo hacen (los tres imputados madrileños se han negado a declarar) sino que tratan de impedir que se les pueda siquiera interrogar, como ha intentado hacer el señor Camps solicitando del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que anule todo lo procedido anteriormente y poniendo de manifiesto su sinceridad cuando decía que estaba deseando acudir a declarar al sitio apropiado.

Las preguntas del barómetro sobre corrupción y fraude dan unos resultados irrisorios porque nadie (entre un uno por ciento y 0,4 por ciento) dice que sea un problema lejanamente equiparable al paro, la crisis económica o la vivienda. Sin embargo, lo es. Tardará más, tardará menos pero la lluvia fina de las sucesivas imputaciones en asuntos cada vez más alucinantes (varietés, cruceros por el Mediterráneo...) irá minando los muros de la indiferencia y el electorado no revertirá al PP los votos que no entregue al PSOE a causa de la crisis.

Y ¿a dónde se irá ese voto que se retire del bipartidismo estatal? No creo que a los terceros partidos, en concreto IU y UPyD porque, aunque los dos se pasan el día subrayando que son nuevos o innovados o renovados, los dos son partidos típicos del sistema que critican amargamente. ¿A dónde, pues? A la abstención cosa que, en elecciones al Parlamento europeo es más que de esperar. En las elecciones de 2004, la abstención fue de 54,9 por ciento. En éstas pude llegar al 60 o 65 por ciento. Y no creo que el PP las gane en modo alguno. Ni tendrá buenas perspectivas para 2012.

¿De qué va internet?

Internet es sinónimo de coste cero o gratuidad y ya se ve que todas las broncas que se arman giran en torno a esa cuestión con el conflicto claramente delimitado: unos quieren que otros paguen por acceder a sus productos por internet; otros no quieren pagar por eso. Hasta ahora en el mundo pre online los derechos de autor estaban mejor o peor protegidos, por lo general bien y hasta cuentan con una organización internacional de mucho empaque destinada a protegerlos, la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) que, con la llegada de internet puede acabar en el cuarto de los trastos viejos, junto a la rueca y el huso, como decía Engels que acabaría el Estado. La rueca y el huso, el mundo de la bella durmiente.

En España, la Sociedad General de Autores está dispuesta a que nadie pueda "bajarse" película, vídeo, música algunas sin pagar el correspondiente fielato. Para ello ha incrustado a una de las suyas en el Gobierno como ministra de Cultura. Francamente, una razón más para pedir la abolición de ese ministerio, su incorporación al de Educación o su reducción a una agencia efectiva y autónoma como el Instituto Cervantes. Limitar el acceso en la red a unos u otros productos es muy difícil y, sobre todo, muy costoso y con escasa eficiencia. No solamente porque cuanto más mejoren los mecanismos de control mejores serán las posibilidades de burlarlos, sino porque tampoco hay unidad de criterio respecto al tratamiento de los problemas en internet. Hay muchos creadores que cuelgan sus productos directamente en la red (canciones, música, novelas, etc) para consumo libre y gratuito y lo hacen por diversas razones; una de ellas es que esa es una buena forma de darse a conocer. Para que el sistema de derechos de autor funcione habrá que obligar a quienes quieren ponerlo en abierto a cobrar por sus productos en contra de su voluntad, cosa que no parece viable.

El señor Rupert Murdoch, habiendo echado cuentas de sus negocios de prensa en sus influyentes diarios, llega a la conclusión de que la caída de ingresos de publicidad en el papel obligará a volver a un sistema de cobro de la lectura de periódicos en internet. Eso ya se intentó hace diez años y fracasó. El único periódico español que no es en abierto es El Mundo y no parece que eso compense por la pérdida de popularidad de sus productos. Los periódicos que cobren por acceder en red perderán audiencia. No sé si la alternativa consiste en insistir en el modelo y adecuar los ingresos por publicidad a la realidad económica de los medios en la red, pero lo que está claro es que el intento de cobrar no trata de resolver la crisis de los medios online sino la de los medios de papel que son los ruinosos. Y ese de que paguen justos por pecadores es un mal criterio empresarial. Si el papel no renta hay que cerrarlo o pedir subvenciones, pero no gravar la línea de negocio de los medios online cuya característica esencial es que sus cifras de facturación y negocio son moderadas. Y ese es el problema: que la prensa de papel se había acostumbrado a unos márgenes y beneficios que son insostenibles y, en lugar de adaptarse (si puede), trata de cerrar el chiriguito de la competencia, aunque sea de la misma casa. Pero como eso es imposible porque internet es un mundo abierto, la solución no funcionará.

(La imagen es una foto de Violinha, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 7 de maig del 2009

La atomización de la izquierda.

De momento y hasta nueva orden la izquierda se presenta a las próximas elecciones al Parlamento europeo dividida en cinco opciones: PSOE, IU, Iniciativa Internacionalista, Izquierda anticapitalista y Partido Comunista de los Pueblos de España. Y estos grupos sólo hablan entre sí para insultarse y llamarse derechuzos. Más que dividida, la izquierda está atomizada, pulverizada.

Ya sé, ya sé que los lectores de Izquierda Unida quizá piensen en dejar de leer a estas alturas haciéndose cruces (u hoces y martillos) de que Palinuro sea tan despistado, estúpido o provocador o las tres cosas a la vez para contar al PSOE en la izquierda cuando, como sabe todo el mundo y en especial los manes de Marx y Engels, el Partido Socialista es en realidad otro partido de la derecha. Si piensan hacerlo (digo, dejar de leer) que tengan algo de paciencia y se informen de que desde el punto de vista de alguna de las otras formaciones también a ellos se les acusa de ser parte del sistema, de derechas y, desde luego, no de izquierda. Véase cómo lo dice un miembro de la candidatura de la Iniciativa Internacionalista: Es obvio que, por razones de actuación y curriculum, dejo al margen a formaciones como el PSOE o IU cuyo intento de confundirse con el paisaje del sistema, las exonera de llevar consigo tamaña carga de ser “socialista”, “obrero” y de “izquierdas”. Divertido, ¿eh? Nada impedirá que a su vez los compañeros de Izquierda Anticapitalista o del PCPE piensen lo mismo de los de Iniciativa Internacionalista y viceversa. En principio ningún maestro ciruelo tiene el poder para repartir credenciales de izquierda y decidir quién es y quién no es de izquierda. Si alguno de estos ciruelos alguna vez triunfara (no lo quieran los dioses), entonces sí; entonces fusilaría sin más a todos los que diciendo ser de izquierdas, en el fondo no lo son, que lo sabe él muy bien.

Espero que los hipotéticos lectores de IU a pique de abrirse se hayan quedado para comprender que tanto derecho tienen ellos a decir que el PSOE es la derecha, el PP, etc, etc como los de Iniciativa Internacionalista a añadir que también los de IU son de derechas y unos burgueses acomodaticios y que, por supuesto, tan verdad puede ser lo uno como lo otro o ni lo uno ni lo otro.

Se comprende por tanto por qué sigo diciendo que la izquierda se presenta fragmentada, atomizada, a las susodichas elecciones. De los cinco grupos mencionados, el PSOE es abrumadoramente mayoritario y único partido con posibilidades reales de ganar elecciones, constituir mayorías parlamentarias, gobernar y, en definitiva, cambiar la sociedad. Los demás van de mirones, a lamentarse de que un electorado manipulado y estupidizado no los vote a ellos que son la órdiga de listos y de revolucionarios y puros y blablabla y, de paso, a restar votos al PSOE recordando que la derecha, a diferencia de la izquierda, no se divide de modo tan suicida y se presenta aglutinada porque sabe que lo importante es ganar las elecciones y no emborronar cuartillas en tu casa para que te lea tu cuñado.

Por supuesto, el PSOE es más un partido de centro-izquierda. Hasta hay quien dice que la derecha "civilizada" en nuestro país está en el Partido Socialista, lo cual sería cierto de serlo que hubiera derecha civilizada en España. Como no lo es porque la única derecha civilizada en España es nacionalista catalana o vasca, dejamos al PSOE ocupando el espectro del centro izquierda que es al que vota la mayoría de los electores salvo que suceda algo. Los demás partidos de la izquierda no tienen posibilidades reales, exceptuada IU que, si consigue el cinco por ciento del voto ya puede darse con un canto en los dientes. Y todavía en las elecciones europeas, al ser circunscripción única pueden albergar algunos la esperanza de colocar uno o dos diputados en el Parlamento europeo, pero eso es todo; claro que como serán los barandas de la cofradía dirán haber abierto el cauce a las tumultuosas aguas de la revolución.

Por supuesto nadie pretenda averiguar cuál sea el motivo de esta desunión crónica de la izquierda porque sólo conseguirá que le llenen la cabeza de abstrusas discusiones sobre temas estatutarios, lamentables bizantinismos doctrinales que no entienden ni los que los exponen o cuestiones de discordia perfectamente baladíes.

Sin embargo hay que suponer que los dirigentes de la izquierda (exceptuados ahora los del PSOE) tienen la inteligencia y la formación precisas para entender que la desunión es un gran inconveniente y que, si se unieran, seguramente ganarían elecciones y se impondrían, lo que no está mal. Tal como andan las cosas sólo pueden perderlas. ¿Qué sucede en todo caso? Pues que, en el fondo, esa atomización, esa incapacidad para unificar esfuerzos traduce el peor defecto de esta izquierda : los personalismos y la vanidad de las docenas de dirigentes que prefieren ser cabeza de ratón a cola de león, la afición por mandar y ejercer el poder, aunque sea sobre una base compuesta por la familia del dirigente y unos cuantos allegados. La ficción (otros lo llaman estafa) de que un puñado de amigos que todos quieren ser Secretario General pueda ser un partido con relevancia electoral y peso parlamentario en España y en Europa es una alucinación propia de gente tan inconsistente como pagada de sí misma. Es una lástima que en esos reinos de Taifas de la izquierda se sepulten decenas de miles de votos inútiles.

La Serenísima en el Settecento

Por fin pudimos ir a la exposición sobre el settecento veneciano que está en la Real Academia de bellas Artes de San Fernando, en Madrid, ya que tiene un horario complicado porque cierra a mediodía, de 14:00 a 17:00. La organizan el Banco de Santander, el Instituto de Cultura de la embajada de Italia y la Academia, gracias les sean dadas. No es que se exhiban muchas piezas pero son muy representativas de la pintura veneciana en aquel siglo de decadencia del antiguo poderío de la República. Los nombres más conocidos, de los que hay alguna muestra, son Tiepolo, Sebastiano Ricci, Longhi, Rosalba Carriera y los autores de las vedute que es por lo que es más conocida la pintura veneciana de la época, Guardi, Carlevarijs, Canaletto y su sobrino Bellotto. Por entonces ha desaparecido el mecenazgo del dogo y la Iglesia (San Giorgio reúne a algunos de los más fascinantes pintores del sigloXV), substituidos por las nuevas clases burguesas con sus familias y sus individuos descollantes que quieren aparentar y representar estatus social, posición en la vida, desahogo económico, como lo harían años después las clases medias altas británicas que emplearían a los grandes retratistas del XVIII.

El protagonista absoluto de la pintura veneciana en la forma es la luz y los colores, dos elementos que manejaba como los ángeles Gian Battista Tiepolo, el que se mudó a vivir a Madrid, en donde murió o que dominaban los cálidos pasteles de Rosalba Carriera. Los temas preferidos, paisajes, costumbres, familias, retratos, escenas de la mitología y de la literatura, sobre todo de la Jerusalén liberada o de Orlando Furioso, con las dos parejas entonces tan famosas como frecuentes y que luego desaparecieron prácticamente de la pintura, Rinaldo y Armida y Angélica y Medoro en el Orlando y, por supuesto, las vedute. Hay poca pintura sacra. Algunos autores muestran las influencias de la pintura cortesana francesa y se desempeñan al modo de Boucher. De los costumbristas hay dos piezas de Pietro Longhi, el autor de un cuadro célebre que contenía un rinocerante y era la atracción de la feria que me gusta mucho. En el que se expone , más arriba, vemos una escena privada en una época concreta. Aquí ya no hay nobles ni héroes ni dioses sino que se trata de burgueses acomodados que también organizan reuniones, tienen sus gustos y pretenden ponerse como ejemplos. Una sociedad cultivada. En este caso se encuentra este retrato de grupo en un momento en que la mujer está recibiendo clase de geografía. Ciencia y utilidad que serán después lema distintivo de las clases acomodadas. Por el atuendo y los detalles estamos entrando en el Rococo. La dama a la que se ilustra recuerda a una galante al gusto de la pintura francesa de la época, ocupa el centro de la composición, se muestra segura de sí misma, bañada en una luz especial, es el equivalente de las mujeres bien aisées y cultas francesas que abren los salones en donde brilla el espíritu.

En cuanto a las Vedute las hay de los citados más arriba con los temas más tratados en este subgénero con algunos de sus referentes típicos: el gran canal, el puente de Rialto, San Marcos, Santa María de la Salud. El que traigo aquí, de Canaletto es una vista de Santa María de la Salud mirando hacia el Molo que respeta la perspectiva, algo que siempre se le ha criticado mucho que, para pintar esos grandes angulares tiene que forzar la perspectiva. Las vedute son el canto del cisne de la pintura veneciana; hasta los grandes pintores del género trabajarán y vivirán ya fuera de la ciudad de las lagunas, en otras cortes europeas. Estas vistas son las ùltimas que la gran ciudad, cargada de gloria y pasado, echa sobre sí misma a la prodigiosa luz del Mediterráneo.

dimecres, 6 de maig del 2009

Lehendalópez.

Cayó el último bastión nacionalista en España. En este momento, de las tres Comunidades Autónomas (mal) llamadas "históricas", en ninguna gobierna un partido nacionalista si se exceptúa la participación de Esquerra Republicana de Catalunya en el tripartito catalán. Si esto es o no un vaticinio de lo que esté por venir lo dirá el porvenir cuando venga. Lo que sí ha quedado diáfano en los días que precedieron a la votación de investidura en el Parlamento de Vitoria y en la misma votación de investidura es que separar al PNV del Gobierno del País Vasco ha sido más difícil y laborioso que despellejar la res muerta.

El PNV estaba tan identificado con el país (al fin y al cabo su bandera, la diseñada por su fundador Sabin Arana, es la oficial de Euskadi) que ninguno de sus miembros más prominentes parecía ayer haberse mentalizado de que ahora toca oposición. Calentó la sesión el indómito vascón, expresidente del Euskadi Buru Batzar (EBB), señor Arzallus, tan indignado de lo que estaba a punto de pasar (¡rayos y truenos, el PNV desplazado de Ajuria Enea por un español, un maketo, un gorrino!) que lanzó un par de bravatas, de esas que sirven para engrasar luego las tertulias de la Brunete mediática durante meses. Dijo el señor Arzallus que, de seguir las cosas así, con esta agresión españolista, acabaría habiendo "una rebelión" en el País Vasco. Siempre están amenazando con rebeliones pero jamás sucede nada. Sabiéndolo, el mismo Arzallus pensó en algo aun más creíble: no participar en las elecciones españolas. Será creíble para él porque eso, el PNV, que es muchas cosas y entre ellas una sociedad anónima, no lo hará jamás. Pero es prueba evidente del grado de enajenación y desquiciamiento en que se encuentran los jeltzales ante la sorprendente realidad de que un López ocupe la Lehendakaritza.

En su discurso -último, pues abandona la política- el señor Ibarretxe, tan irritado como el señor Arzallus, pero menos hirsuto, dijo también cosas peregrinas y explosivas. Negó que el Gobierno del señor López represente a la mayoría de la sociedad vasca que, según el expresidente, es abertzale, punto de vista en el que coincide -y no es el único- con el señor Otegi. Añadió, en típica escalada verbal, que el Gobierno del señor López subordinaría los intereses del País Vasco a los de España. Este modo de encarar las relaciones del País Vasco con España muestra que no hay contacto ni acuerdo posible entre los dos nacionalismos, el vasco y el español. Para éste último el interés de España es eo ipso el del País Vasco y viceversa. Para el vasquista, al revés, el interés de España y el del País Vasco no sólo no coinciden sino que son antagónicos.

Después del señor Ibarretxe habló el señor Egibar, portavoz oficioso de los excluidos abertzales y afiliado a la corriente soberanista en su partido, quien también se negó a aceptar el resultado y señaló que el gobierno del señor López no era una alternancia normal en Ajuria Enea sino el triunfo del PP que será quien verdaderamente gobierne en la sombra. A su vez, desde el otro lado de la trinchera, desde esa sombra, el señor Aznar no se privaba de decir que el señor López debe su cargo al camino iniciado en su día en el país Vasco por el señor Mayor Oreja, muñidor de la primera alianza de hecho del nacionalismo español frente al vasco en Euskadi.

En realidad, aunque tanto el señor López como el señor Basagoiti estuvieron muy conciliadores, sobre todo el primero que se pasó todo el tiempo hablando de su "mano tendida" es muy difícil no visualizar la situación en Euskadi como una de dos frentes: nacionalistas vascos contra nacionalistas españoles, con el inconveniente de que este segundo pone en el mismo bando a los dos partidos que están radicalmente enfrentados en España. Esta asimetría entre las alianzas nacionales y autonómicas no es infrecuente en Alemania en donde a veces, como ahora, gobierna una coalición de los dos partidos mayoritarios (coalición roja/negra) que están a su vez enfrentados en los Estados federados o Länder y no en todos pues en algunos también se da la alianza rojo/negro. El experimento es meritorio y no se ve por qué no habría de salir en España igual que en Alemania o Austria. Detecto una opinión muy extendida en el sentido de que otorga al experimento corto recorrido. En mi opinión, la combinación será duradera por cuanto cualquier otra forma era peor, excepto la que el mismo Palinuro propuso en un artículo de Público, titulado El embrollo vasco, esto es, una alianza del PNV y el PSE con los señores Ibarretxe y López de Lehendakari cada uno de ellos dos años. No fueron capaces de hacerla y a fe que pueden lamentarlo porque estos dos pueden terminar la legislatura pero eso no quiere decir que la repitan.


(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

La bohemia parisién.

La compañía de la Ópera Romántica estrenó ayer la Bohème, de Giacomo Puccini en el teatro Compac de Madrid, primera de una serie de cuatro, otra más de Puccini y dos de Verdi, todas ellas muy populares.

La Bohème, basada en la famosa novela por entregas de Henry Murger, Escenas de la vida de Bohemia es una serie de cuadros costumbristas en la que se alternan momentos cómicos y trágicos, lo que da a la pieza un ritmo insólitamente rápido para tratarse del género, aunque un tanto deslavazado. Los intérpretes hacen un trabajo lucido sin grandes virtuosismos que alcanzan sus mejores momentos en los dúos, en especial, el que me pareció más bello y logrado, el cruzado de las dos parejas de Rodolfo (tenor) y Mimí (soprano) de un lado y Marcello (barítono) y Musetta (soprano) del otro. Los otros momentos, especialmente los de calle, con muchos figurantes, me parecieron en cambio menos logrados y más confusos. En general el autor sabe transmitir el carácter incierto, romántico y, sobre todo, joven de esta vida de bohemia, cosa que se observa en los temas a los que da relieve. La presencia de los leit Motive es bienvenida en una obra que no tiene estructura de trama y el autor los lleva a tal extremo que hay escenas que suenan wagnerianas, con gran contraste con los temas tratados por el músico alemán.

Es fama que la obra de Murger y la versión operística de Puccini (y la de Leoncavallo) consagraron la expresión "bohemia" (por lo demás, una región de Chequia) para calificar la vida de los artistas sin medios económicos que vivían a salto de mata y de forma poco convencional por lo que se los conoce desde entonces como "bohemios". La obra inauguró también adelantada el género del melodrama porque tal es la historia de los amores desgraciados del pobre e iluso poeta con la puta de buen corazón que muere joven de miseria pero enamorada de su héroe.

Siendo "escenas" de la vida bohemia y al carecer de trama la obra queda reducida a la historia del amor de Mimí que sigue pautas similares a las de las otras mujeres de Puccini (Manon Lescaut, Madame Butterfly) que mueren por el amor de un hombre. Ya hablaremos más detenidamente de esa visión pucciniana de las mujeres sacrificadas siempre al amor de los hombres cuando lo hagamos de Madame Butterfly de próxima revisión en Palinuro.

dimarts, 5 de maig del 2009

PP: Partido de los Presuntos.

Aparte de la miriada de alcaldes y concejales populares en diversas circunstancias procesales a lo largo y ancho del país por malversaciones, prevaricaciones y otros delitos; aparte del inefable señor Fabra, presidente de la Diputación de Castellón e imputado por media docena de fechorías desde hace años; aparte del señor Trillo, a quien todavía no se ha imputado por las tropelías del Yak 42 pero cuyo futuro procesal es incierto ya que algunos familiares de los fallecidos en aquel accidente perfectamente evitable están dispuestos a pedir el amparo de la justicia donde quiera que se encuentren; aparte de todo ello, en el caso Gürtel hay 57 personas implicadas, de las cuales el partido aporta una considerable cantidad, en concreto, un presidente autonómico, cuatro diputados regionales, cuatro ex alcaldes, el tesorero nacional del PP y un eurodiputado del partido. Que se dice pronto. De momento, once personas de bastante peso en la organización, una red de presuntos mangantes que han causado un quebranto a las arcas públicas de millones y millones de euros y que funcionaba a base de relaciones personales de los supuestos delincuentes con altos cargos de las distintas administraciones del PP que se encargaban de perpetrar los presuntos delitos.

Es tal la abundancia ya de cargos del PP pringados en la trama corrupta que, según como se desarrollan las cosas los implicados pueden acabar ocupando una galería de la cárcel y formando una comuna. La comuna del trinque.

Y mientras tanto el PSOE va por detrás del PP en intención de voto y sigue siendo "el partido de la corrupción, de Filesa, Malesa y Time Export" sin que, al parecer, el PP sea "el partido de Orange Market, Easy Concept y Fat Buck", el partido de Camps, Bosch o "el albondiguilla". Según se dice hasta es posible que en mitad de esta historia miserable de sinvergüenzas y ladrones el PP aumente su ventaja frente al PSOE. ¿Por qué? ¿Porque de la corrupción del PP no habla nadie en tanto que todo son dimes y diretes sobre la crisis, la responsabilidad del señor Rodríguez Zapatero o la política económica socialista? Ni hablar: porque, según está demostrándose y puede quedar ya definitivamente claro el siete de junio, cuanto más corrupto eres, más te vota el personal.

Sin embargo los presuntos delitos que ya se van conociendo y están siendo imputados a los detenidos son una increíble saga multitudinaria, un ejemplo perfecto de la delincuencia organizada, capaz de hacer sombra o anular a las historias novelescas más audaces. Así, el señor Camps se hacía regalar supuestamente los trajes por los delincuentes en una forma de pago en especie por los servicios prestados, mientras mantenía una tierna relación telefónica con el bigotes. El mismo señor Camps que, tras asegurar que está feliz porque ya tiene a dónde ir a proclamar sus verdades, ha intentado que se anularan todas las actuaciones judiciales habidas hasta la fecha en una flagrante confesión de culpabilidad.

Los diputados de la Asamblea de Madrid y cargos públicos del PP de la Comunidad han estado llevándoselo presuntamente crudo a cuenta de adjudicaciones fraudulentas en billetes de quinientos euros, binladens bien lavaditos, procedentes de las islas Caimán y otros acreditados centros de pago de las empresas que hacían negocios con tan destacados miembros del PP.

El excalde de Pozuelo recibía, al parecer, todo tipo de regalos de la trama corrupta en justa reciprocidad por los favores que les hacía y de los que su ex-mujer asegura no saber nada. Hasta ha tenido la desfachatez la señora Ana Mato de querellarse contra quien ha dicho que estaba relacionada con la trama Gürtel la misma señora que, según se ha sabido después, parece haber aceptado los cumpleaños para sus hijos también gratis total, al tiempo que fungía como verdadera némesis de la corrupción socialista.

Igual que el señor Trillo Figueroa, responsable político (esperemos que también penal) del desastre del Yak42 que se niega a admitir responsabilidad alguna, sostiene que no la tiene, que si la tuvo la canceló presentándose a las elecciones, que piensa repetir como diputado que mola mucho y seguir actuando como martillo de herejes.

Todo esto está lejos de ser el consabido caso aislado o puñado de amigos al margen de la dirección. Es imposible que ésta, la dirección, ignorara que el señor Bárcenas, tesorero del Partido anduviera en malos pasos y, en verdad, la resistencia del señor Rajoy a forzar la dimisión tanto de éste como del presidente de la Comunidad Valenciana, cuando fulmina como rayo jupiterino a alcaldes y concejales, sólo puede alimentar el bulo de que también él se haya beneficiado de las larguezas del señor Correa, presunto cabecilla de un verdadero holding de la corrupción y la estafa que pasó años muy cerca del señor Aznar cuando era presidente del Gobierno a su vez. Ahora resulta que también a él le organizaba los eventos. Pues nada, habrá que averiguar quién, cómo y qué se pagó y a quién.

Según la marcha que llevan las investigaciones, de aquí al siete de junio, se habrán descubierto varios casos más de corrupción de estos u otros miembros del PP. Si son lo suficientemente graves, ello puede darles una importante ventaja sobre sus más inmediatos competidores, los socialistas, que no tienen ni una miserable malversación que presentar.

Las máscaras de la democracia.

Quien quiera tener una idea del estado de la filosofía política contemporánea, brillantemente expuesto y actualizado, así como acceder a sus puntos neurálgicos de debate, deberá hacerse con este libro de Félix Ovejero, Incluso un pueblo de demonios: democracia, liberalismo, republicanismo, Madrid, Katz, 2008, 357 pags. Al mismo tiempo hará bien en transitar por él con precaución porque, aunque el título haría pensar en otra cosa, el contenido no está estructurado en una unidad discursiva con un desarrollo coherente sino que se compone de partes separadas, muy bien ensambladas (tanto que casi parece una obra unitaria) pero que no soslayan del todo los inconvenientes de este tipo de empeños que, al mismo tiempo, son los testigos de su verdadera naturaleza, en concreto, las reiteraciones o simples repeticiones que no son aquí muy abundantes pero sí muy llamativas. Asimismo, al tratarse de un ensamblamiento de textos autónomos escritos en distintos momentos del desarrollo intelectual del autor, hay alguna inconsistencia que puede inducir a error, por ejemplo, el distinto peso atribuido a la deliberación como arquitectura misma de la democracia que si, al principio del libro, aparece como una variante de la democracia liberal, con sólo un mínimo de virtud como necesidad (p. 56) se muestra al final firmemente anclada en la democracia republicana y como epítome mismo casi demiúrgico de la virtud (p. 334). A este cuidado debe añadir el lector algo de paciencia para enfrentarse a un texto complejo, a veces abstruso y no muy felizmente organizado sobre todo por lo que hace a la relación entre el cuerpo principal del relato y el discurso agazapado en las notas a pie de página que, muchas veces, se convierte en un segundo texto por necesidad fragmentario pero que asimismo fragmenta el relato principal hasta la exasperación porque no siempre esas notas están justificadas.

El título remite al famoso pasaje de Kant en su Proyecto de paz perpetua en que afirma que hasta un pueblo de demonios, siempre que sean inteligentes, será capaz de dotarse de un sistema de normas, un Estado, para garantizar su convivencia. Por cierto que este es aspecto nada desdeñable en la obra. Ovejero la adorna con un abanico de citas todas muy pertinentes y de amplio espectro, testimonio de la gran cultura y el buen gusto del autor.

La obra arranca levantando constancia de una situación poco satisfactoria en la teoría política contemporánea. Se asiste a un evidente deterioro de la cultura cívica cuya causa y síntoma más evidentes son el individualismo y la abstención y ante el cual lo único que se escucha son lamentaciones (p. 23). La calidad misma de los ciudadanos deja mucho que desear pues son ignorantes, inconsistentes (inconsistencia que el autor tipifica por referencia al teorema de Arrow y la paradoja de Condorcet), egoístas e irracionales ya que tienen evidentes sesgos y hacen inferencias frecuentemente erróneas (pp. 28/35). Resumiendo (y simplificando bastante) diríamos que el problema es que el liberalismo nunca ha confiado mucho en los ciudadanos, que hay una tensión entre democracia y liberalismo (p. 39).

A la citada tensión consagra Ovejero la primera parte de su admirable obra, esto es, al estudio de la "democracia liberal", construcción muy extendida y nada exenta de problemas. Supone el autor que el meollo del liberalismo (del político, se entiende; en ningún momento hace Ovejero la habitual distinción entre liberalismo político y económico, pues los considera juntos) es la protección de la libertad negativa que queda garantizada en la dicha democracia liberal a través de tres provisiones: 1) la profesionalización de la actividad política; 2) la neutralidad del Estado; 3) un catálogo de derechos que impone límites a lo que los ciudadanos pueden votar, o sea, a la democracia (p. 50). Esta última provisión, en cuyo enunciado se encierra la típica tensión entre liberalismo y democracia o, para expresarlo en términos más clarificadores, entre Estado de derecho y democracia tiene, obviamente, una importancia capital. Por ello es uno de los temas más reiterados a lo largo de la obra, pero sólo en su mero enunciado, sin que el autor haya profundizado en él, salvo alguna pasajera referencia a la obra de Dworkin. Para los constitucionalistas (obviamente), como para Kelsen, que fue quien introdujo en Europa la jurisdicción constitucional, ésta es la clave del arco del problema de la defensa de la democracia y, por ende, de la democracia misma. Para los demócratas, como muy acertadamente señala Ovejero, ese por así decirlo encroachment de la jurisdicción constitucional (no representativa) sobre el legislativo representativo está lejos de ser enteramente compatible con un sentido pleno de la democracia como soberanía popular. El problema es que tenemos ejemplos para los dos casos y ejemplos no teóricos sino bien prácticos: es difícil negar que los EEUU, patria de la jurisdicción constitucional, sea una democracia; pero no menos lo son aquellos países en que tal jurisdicción no existe (por ejemplo, Gran Bretaña y su descendencia, Australia, Canadá, Nueva Zelanda o los países nórdicos) o incluso en donde está expresamente prohibida, como en los Países Bajos. Lo que puede querer decir que quizá el problema, si es que hay uno, no esté ahí.

La democracia liberal, sigue diciendo Ovejero, no requiere virtud ciudadana para funcionar y en eso se parece al mercado (p. 51) Y aquí entramos en un mundo de consideraciones del autor algunas francamente brillantes por moverse en un terreno económico que domina especialmente; pero no todas son convincentes por igual. Empieza por advertir que nos encontramos con dos tipos de democracia liberal: la democracia liberal de mercado y la de deliberación. La primera funciona sin virtud y la segunda sólo requiere un mínimo de ésta (p. 56). La democracia liberal de mercado se entiende a través de la venerable teoría económica de la democracia que parte de cuatro principios que se toman como guías heurísticas: 1) el individualismo metodológico; 2) la racionalidad individual; c) la presunción del equilibrio; y 4) el egoísmo humano (p. 60). Para complementar: de acuerdo con el teorema de la imposibilidad de la función única del bienestar social de Arrow no hay ningún sistema de decisión que pueda satisfacer a la vez los cinco razonables requisitos siguientes: a) racionalidad (consistencia y transitividad); b) ausencia de dictadura; c) soberanía individual o ciudadana; d) unanimidad; e) independencia de las alternativas irrelevantes (pp. 63/64). Las implicaciones de esto para la teoría de la democracia son: 1ª) la inestabilidad; 2ª) la injusticia; 3ª) la arbitrariedad de los resultados; 4ª) la manipulación de la voluntad general (pp. 65/66). Añade el autor la consideración del mercado político a través de la teoría espacial (p. 69) y las distintas reglas de elección, incluido el logrolling (p. 73). Algunos teóricos sostienen que esta teoría (económica) es falsa y no explica nada y otros que es verdadera pero insatisfactoria y conviene sustituirla por algún tipo de democracia deliberativa (p. 76), entre ellos, presumo, el propio Ovejero.

La fundamentación de esta última por medio del liberalismo no es aceptable ya que el liberalismo no es una teoría normativa y no puede fundamentar nada. Es el propio autor quien realiza una brillante tarea de distintas fundamentaciones según tres criterios: a) grado de autogobierno; b) de participación; y c) mecanismo de toma de decisiones. Emerge así con ocho posibilidades (p. 83), según se ve en el cuadro de la derecha, de las cuales escoge dos específicas, las ya consabidas democracia liberal de mercado y democracia liberal deliberativa (la que él quiere construir) según se ve a su vez en el cuadro de la izquierda en el que se evidencian sus respectivos caracteres.

Luego, la tesis de la bondad de la democracia liberal deliberativa se apoya en varias premisas: a) epistémica (la consecución de las decisiones más justas); b) pragmática (compromiso con los intereses públicos); c) aristocrático-antropológica (división entre ciudadanos virtuosos y los otros); d) identificación de la virtud (p. 95).

Hay un interesante apartado a continuación dedicado a las relaciones entre democracia liberal y mercado que es donde encuentro mis discrepancias con el autor que probablemente sean más de forma que de fondo y desde luego debidas a mi falta de comprensión cabal de la materia. Estas relaciones son curiosamente asimétricas. Es decir, que lejos de postular el famoso: "No hay socialismo sin democracia ni democracia sin socialismo", de Oskar Negt, Ovejero sostiene que así como el mercado necesita de la democracia, a la democracia no le conviene el mercado. Concretamente: el mercado precisa de la democracia pero tiende a socavarla y más aun en aquellas democracias que requieren mayor compromiso cívico (p. 111). Pero esto es dudoso y no se deduce de la definición ni de la realidad de ambos (democracia y mercado). La afirmación de que el mercado es incapaz de generar las normas que precisa para su supervivencia, aparte de identificar a estas normas con la democracia -que está lejos de ser el caso y también podrían identicarse con el Estado de derecho o aquella parte de la democracia menos "democrática") contradice la experiencia histórica antigua, media y moderna desde Babilonia hasta el Chile de Pinochet y la China contemporánea que prueban que el mercado es compatible con todas las formas posibles de organización política excepto, obviamente, con aquella que esté basada en una abolición expresa del mercado, que, por cierto, bien puede ser el resultado de una deliberación democrática. El razonamiento de que nadie en el mercado está interesado en la producción de bienes públicos (y la ley es el primero de ellos) ya que no hay modo de cobrar a los individuos que los consumen suena a escolástico y contradice la experiencia histórica y una de las más palpables realidades contemporáneas a través de internet. El ejemplo que pone (p. 113), que es un caso de juego bipersonal de suma no cero, variante del dilema del prisionero, en el que hay dos empresas A y B, ambas interesadas en la financión de un faro pero cada una de ellas obviamente más interesada en que sea la otra la que lo financie y cuya matriz de pagos aparece en el cuadro de la derecha solamente es válido para sostener su punto de vista en el caso de que, como en el dilema del prisionero, sólo se juegue una vez e incomunicado; si existe comunicación, como es de suponer al tratarse de una decisión que afecta a ambas empresas en un contexto de publicidad, lo más normal es que el mismo mercado genere la norma de la cooperación y maximice los beneficios de ambas empresas. Supongo, aunque puedo estar equivocado. Añade Ovejero que a la democracia no le conviene el mercado (p. 116) hasta el punto de que funcionamiento se ve erosionado por ese mercado dado que la democracia no funciona sino hay una trama de normas que el mercado no produce (p. 117) . No me parece convincente por un motivo que es doble: porque todos los órdenes políticos en cuyo seno ha vivido el mercado a lo largo de la historia han producido las normas precisas para el funcionamiento de ambos entes, orden y mercado, incluido el orden político democrático que no sería verdaderamente tal (de acuerdo con la propia teoría del autor) si no fuera autónomo y sólo fuera heterónomo. Podría admitirse (y no necesariamente) que el mercado erosione las tales normas (por ejemplo, todo mercado tratará siempre de soslayar la legislación antimopolio) pero no que éstas no puedan ser producidas por el orden político. El resto de las consideraciones sobre esta supuestamente difícil relación entre el mercado y la democracia como que las desigualdades generadas en el mercado dificultan el reconocimiento de la voluntad general (p. 118) o que el mercado hace improbable la igualdad política a través de la siempre posible compra-venta de voluntades (p. 121) me parecen variantes de la famosa correlación entre democracia y desarrollo económico (más que propiamente mercado) que ya planteara en su día Seymour M. Lipset y a la que ha contestado no solamente el comportamiento teórico de la democracia sino el práctico a través de ejemplos que no cabe soslayar como los casos de Irlanda o la India. Entiendo el punto de vista del autor cuando afirma que "una sociedad donde la distribución (se entiende, la económica) no se percibe como, en algún sentido, justa, no favorece el compromiso entre los ciudadanos", lo entiendo y me parece plausible; pero ya no me lo parece tanto que el autor concluya diciendo que "...sin éste (sin el mencionado compromiso) los derechos son papel mojado" (p. 122). Es más, me parece un non sequitur puesto que esos derechos pueden servir como cauce e instrumento para articular una protesta (voz) de los ciudadanos descontentos que, unas veces más otras menos, pueden acabar resolviendo problemas como se prueba considerando, por ejemplo, la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos en los años sesenta del siglo pasado.

La segunda parte del libro versa sobre el republicanismo, una construcción teórica o tradición política, como él la llama, por la que el autor siente mayor simpatía que por el liberalismo. El enfrentamiento entre liberalismo y republicanismo puede sintetizarse en una feliz fórmula triádica al contraponerse delegación a participación, derechos a mayorías y negociación a deliberación (p. 130). No hace falta decir que los primeros términos de los binomios son los correspondientes al liberalismo. Frente a la hipóstasis liberal de la libertad negativa el republicanismo postula la igualdad de poder, el autogobierno y la libertad como no dominación (p. 131) y se recurre de nuevo a acentuar la discrepancia entre mayorías y derechos amparados en los tribunales constitucionales que ya se trató más arriba. En varias partes de la obra Ovejero tiene la honradez de reconocer que, a veces, los puntos de vista de liberales y republcanos se entreveran (muy claramente en el caso de Rawls, al que dedica un par de capítulos), cosa que ya empieza por suceder incluso con los criterios distintivos reseñados, singularmente el de autogobierno.

La parte más señera del republicanismo es la deliberación. No puede haber en el mundo, dice el autor, ley justa ni por ende libertad, sin deliberación (p. 157). He aquí un ejemplo claro del paso del tiempo en las convicciones morales (a ejemplo de las variaciones en las científicas) desde que ya en épocas pasadas se haya venido especulando sobre la ley justa e injusta sin tomar en cuenta deliberación alguna. Trae a cuento Ovejero una interesante contraposición entre negociación (liberal) y deliberación (republicana) que abre el camino a una definición de esta última como "un procedimiento de toma de decisiones basado en una discusión pública en la que priman criterios de racionalidad e imparcialidad" (p. 163). Cuando la vena de realismo político que llevamos muchos de los que nos dedicamos a esto está a punto de sublevarse, reconoce el autor que está enunciando un tipo ideal (p. 166). Ancha es Castilla. Los valores que aduce en defensa de su tipo ideal son la autonomía, el potencial humano, la legitimidad y el consenso (pp. 167/169). Parece razonable. A la deliberación ayuda mucho la participación (un término este con una connotación orondamente positiva que habría que cuestionar con intensidad y rigor a mi modesto entender pero no necesariamente ahora) consiguiendo algunas ventajas como la corrección de los sesgos cognitivos, la disminución de la asimetría informativa y el incremento de la "producción" de virtud (pp. 177/178). Opina que la deliberación requiere la honestidad de las opiniones, cosa que se consigue (p. 179). Nada que objetar, ya que estamos en un territorio de tipos ideales.

La tercera parte de la obra es un agudo diálogo con John Rawls (en la Teoría y el Liberalismo político) que, por extraño que parezca aporta puntos de vista frescos y nuevos al tratar con el autor al que más ha manoseado la filosofía política contemporánea. Interroga al gran filósofo sobre las motivaciones de los ciudadanos desde el punto de vista liberal (motivaciones que, según Rawls, pueden ser abstractas, egoístas y comprometidas normativamente, funcionales para reproducir las condiciones de producción (p. 216) y detecta una contradicción en el autor de Teoría de la justicia entre su liberalismo y su admisión de cierto republicanismo al aceptar que sólo podemos disfrutar de la máxima libertad individual si no la anteponemos a la búsqueda del bien común (p. 223). Tras repasar la confrontación entre republicanismo y liberalismo en el tratamiento del bien público por excelencia, la libertad , sin olvidarnos de los free riders (p. 224) establece cuatro modelos de relación entre la participación y la democracia que vienen de la clasificacón de la primera parte: 1) el liberal puro; 2) el republicanismo comunitario; 3) el republicanismo autorrealizador; y 4) el republicanismo virtuoso (pp. 230/232).

La cuarta parte, dedicada a las fundamentaciones de las democracias, tiene un carácter todavía más abstracto y filosófico, como el mismo autor avisa y, de hecho, aunque el único capitulo de que consta se titula Tres miradas sobre tres democracias, no se trata de tres democracias en el sentido de realidades materiales sino de tres concepciones de la democracia. Contrapone así tres enfoques de fundamentación, que son el instrumental, el histórico y el epistémico (p. 282) que es el que él favorece. La fundamentación instrumental le parece insuficiente porque: a) relaciona tautológicamente la democracia con el valor que sirve para fundamentarla; b) debilita la fuerza de la democracia al considerar la posibilidad de su superación; c) desprovee a las decisiones políticas de calidad normativa y recala en un "relativismo incondicional que deja sin razones a las decisiones" (p. 299). Como buen partidario de la concepción instrumental de la democracia, estas objeciones no me parecen satisfactorias. Un instrumentalista honrado huiría horrorizado de toda acusación de tautología (sospechando, además que esa se encuentra en otra parte) al recordar que lo que el instrumento democracia persigue no es que se tomen unas u otras decisiones sino que se tomen decisiones a secas ya que, ciertamente, despoja a las decisiones políticas de toda "calidad normativa" e incurre gustosamente en ese "relativismo incondicional" contra el que últimamente cargan todas las fuerzas del cielo y de la tierra. La crítica que aquí enuncia Ovejero recuerda mucho a la de los comunitaristas que, entiendo, tiene rancia prosapia pero no me resulta convincente en un mundo ancho y ajeno al que no renuncio a comprender y querer en toda su abigarrada y contradictoria complejidad, aunque sea al precio de quedarme sin cuadrilla. La segunda objeción no reza en modo alguno para quienes hemos hecho del instrumento democracia puro un fin en sí mismo que nos permite relativizar alegremente todo lo demás. Somos los relativizadores quienes sospechamos de los no relativizadores (por no llamarlos esencialistas) la proclividad a encontrar algo en cuya ara pueda sacrificarse la democracia como Agamenón hizo con Ifigenia.

Ciertamente, la fundamentación de carácter histórico no es aceptable sin más y Ovejero muy atinadamente entiende que si la democracia es modo de vida, la tarea intelectualmente correcta es descriptiva (p. 304) y que los límites fundamentales de la fundamentación histórica son: 1) la historia explica, pero no justifica; 2) no hay vinculación fuerte entre democracia y moralidad; 3) la confianza en los valores no arranca de una consideración rezonada que juzga imposible, sino del cobijo afectivo y referencial que proporcionan (p. 309).

Por último, la brillante explicitación del punto de vista del autor en defensa de la superioridad de la fundamentación epistémica sobre las otras dos. La argumentación epistémica, razona, parte de la idea de que sin democracia no podríamos concebir la idea de elegir sobre la vida colectiva (p. 319). Estoy de acuerdo con esto, pero no veo cómo puede el autor evitar en esta perspectiva el defecto que señaló al comiezo de su capítulo al afirmar que para fundamentar la democracia necesitamos saber qué sea una democracia y, por lo tanto, una teoría de la democracia (p. 295) pero ¿cómo se puede tener una teoría de la democracia sin su correspondiente fundamentación? Para aclarar esta cuestión, el autor indaga por detrás (y, es de suponer, "antes") de las razones epistémicas y ahí encuentra un "núcleo compartido que equipara -las condiciones de- la democracia a la buena formación de los juicios morales" (p. 320). Es decir, no hay un "antes" ni un "después" pues son coincidentes, simultáneas, en el fondo la misma cosa: democracia y formacion de juicios morales; esto es, la deliberación, que era lo que se quería demostrar. "Sencillamente, no hay un modo independiente de determinar la voluntad general que la voluntad de todos formada desde las buenas razones" (p. 323). Si alguien empieza sentirse incómodo en este territorio rousseauniano y algo inefable que se haga cargo de que la fundamentación epistémica "hace de la democracia la gramática colectiva del ejercicio de la racionalidad práctica" (p. 324). Entiendo aquí el término gramática no metafóricamente sino en el sentido de la gramática generativa, lo que no está mal si se tiene en cuenta que seguimos sin saber qué sea la democracia como se deriva del hecho de que el autor considera inadmisibles formas de fundamentación de ésta que otros autores tienen por plausibles.

En resumen, un gran libro, minuciosa y rigurosamente argumentado de esa materia viva y palpitante que es la teoría política que otros daban por muerta hace ya años. El mejor de la materia que yo haya leído en los últimos tiempos.

dilluns, 4 de maig del 2009

Vuelve el sabelotodo .

Reaparece el señor Aznar en entrevista a Raúl del Pozo en El Mundo del domingo. Al parecer ha perpetrado otro de esos librillos que publica a veces, majestuosos compendios de bobadas y lugares comunes escritos con mucha facundia como facundo es el autor. Prometo que lo leeré y lo reseñaré. Voy camino de convertirme en aznarólogo del Reino, a ver si consigo encontrar respuesta a la pregunta que ya me hice en las elecciones de 1996: ¿cómo un hombre con tan evidentes carencias intelectuales y morales ha podido ser presidente del Gobierno español?

Las deficiencias intelectuales están a la vista y a la oída. Las morales se desprenden de su reacción en los dos acontecimientos más graves que se dieron durante su mandato: en la guerra del Irak mintió sobre las armas de destrucción masiva y mantuvo su mentira durante años hasta que en una charleta tuvo a bien reconocer la verdad, que no había tales armas de destrucción masiva, pero no admitió haber mentido. El otro gran acontecimiento de su mandato fue el de los atentados del 11-M. De nuevo la reacción de Aznar fue mentir, afirmando que era ETA la responsable de los crímenes. De esta mentira todavía no se ha retractado. Y un hombre que miente y se empecina en la mentira es un inmoral.

Pues este inmoral, presunto criminal de guerra, de facultades intelectuales francamente limitadas carga contra el Gobierno en la citada entrevista afirmando que su tiempo (el del Gobierno) debería terminar cuanto antes entre otras cosas porque, según sabemos de otras intervenciones públicas suyas, él sabe "cómo salir de la crisis". Lo típico de los que don Pío Baroja llamaba "tontos ordinarios" es que carezcan de mesura. Se nota ¿verdad? Porque al señor Rodríguez Zapatero lo eligió la gente encabezando la lista del PSOE para cuatro años. ¿Quién es él para decirle que se vaya antes?

(La imagen es una foto de Brocco Lee, bajo licencia de Creative Commons).