dimecres, 13 de desembre del 2017
La dictadura del 155
dilluns, 10 de desembre del 2018
La utopía republicana catalana
diumenge, 24 de febrer del 2019
Perpetuum mobile
dimecres, 17 de febrer del 2016
La unidad de España
dissabte, 5 de novembre del 2016
Hoy, Palinuro en Vilanova y la Geltrú
dissabte, 23 de setembre del 2017
Cataluña en pie
divendres, 4 de novembre del 2016
Mañana, Palinuro en Vilanova i La Geltrú
dilluns, 16 de juliol del 2012
La insurrección cobra cuerpo.
diumenge, 24 de febrer del 2013
Golpe de Estado
dimarts, 4 de juliol del 2017
Los dos países
divendres, 10 d’agost del 2012
El orden nace de la justicia.
Es el hartazgo con la injusticia, la contemplación de los abusos, la conciencia de la impunidad de que gozan los delincuentes, muchas veces amparados por las autoridades, la palmaria evidencia de que un gobierno indolente e irresponsable actúa sistemáticamente en pro de los privilegiados y en contra de la mayoría, que reduce sus posibilidades de vida por razones económicas y niega sus derechos por razones políticas los que están cebando una situación potencialmente explosiva de la que la desobediencia civil de Gordillo no es más que un síntoma o adelanto.
Por cierto, se piense lo que se piense respecto al alcalde de Marinaleda y sus motivaciones, nadie puede negar que este hombre ha sacudido la modorra de un país entero, ha puesto a ladrar furiosa a la jauría mediática de la derecha y ha confrontado a la sociedad con el hecho de que el orden social es profundamente injusto.
Si la única respuesta a este estado generalizado de ánimo e indignación la da ese ministro del Interior que parece directamente salido de la policía franquista, quiere decir que el orden injusto solo podrá mantenerse a base de pelotazos de goma de los antidisturbios, es decir, por la fuerza.
Y, si es por la fuerza, no veo razón alguna para criticar la de los jornaleros que más me parece legítima defensa frente a una agresión perpetrada por un gobierno tiránico que se escuda en una ley que él mismo incumple, tergiversa, defrauda y, cuando le parece, cambia a su antojo.
dijous, 29 de març del 2007
Cuba, mi hijo.
Mi amigo Xabier Vila-Coia ha publicado el libro de fotos cuya imagen se ve en la de la izquierda, en la editorial La Pinga Ediciones, que debe de ser él mismo. Recoge en el libro una buena colección de fotos que hizo de un viaje y estancia de 14 meses en la isla en 2003. Son fotos sin texto, que pretenden ilustrar el resultado de un trabajo de investigación que el autor define en el prólogo como empirio-realismo y cuya característica fundamental, en cuanto que método de acción consiste en lo que llama la participación provocativa que, como su nombre indica, consiste en vivir en la realidad de la que se quiere dar cuenta y "provocar" en ella el acontecimiento. A primera vista puede resultar, en efecto, un poco provocativo, deliberadamente provocativo y, desde luego, lo es, si se lee ese prólogo, por lo demás lo único escrito del libro (pues el resto son imágenes), con el título de "la cientificación del arte: del Dadá al Yoyó".
Recorriendo las fotos, agrupadas por grandes bloques temáticos, casi todas ellas de La Habana, se va descubriendo una especie de hilo narrativo, algo que ya se deja entrever en la sutil ambigüedad del título que puede querer decir dos cosas, según como se entienda el término "utopía". En un primer sentido, quizá el más obvio, parece querer decirse que el socialismo es una posibilidad, esto es, la vieja idea que llevó a Engels a contraponer el socialismo científico (el suyo, claro), al utópico que, por no ser científico, no sería realizable. En un segundo sentido, si se toma el término "utopía" en su aspecto valorativo, como la sociedad ideal, la impresión que parece transmitirse es que el socialismo es una cruda y desagradable realidad, nada envidiable y que uno no desearía que le sucediera en vida.
Supongo que el punto de vista del autor se encuentra en algún impreciso punto medio entre las dos interpretaciones, una especie de mirada serena, comprensiva con las características del sistema de la isla y crítica también con ella. Por muy provocativa que haya sido su participación y muy participativa su provocación, es una mirada ajena la que se posa sobre la realidad y nos la trasmite, con una mezcla de ironía y comprensión.
Abundan las imágenes de grandes carteles con consignas revolucionarias de todo tipo y en todas partes. Cuba es una sociedad permanentemente movilizada , como lo eran todas las antiguas sociedades del llamado "socialismo realmente existente" de las que se decía que lo que era socialista no existía y lo que existía, no era socialista. Hoy han desaparecido, como barridas por el viento de la historia. Queda alguna, como esta cubana y aquella característica de la permanente movilización está muy agudizada. El continuo aleccionamiento a base de consignas por doquier trata de mantener un grado elevado de conciencia ciudadana y, por lo general, lo que suele acabar logrando es el efecto contrario: la indiferencia y la burla.
Vila-Coia tiene ojo para los detalles significativos de la arquitectura urbana. El libro trae muchos testimonios de La Habana vieja: los edificios modernistas, como el de la imagen, en un estado notable de deterioro. Creo que esa es la impresión que me dejó La Habana en el único viaje que hice allí a mediados de los años 90. Edificios y calles en mal estado entre los que se desarrollaba una vida bulliciosa, con esa alegría diáfana que sólo se encuentra en los países del Caribe.
Por supuesto, la obra trae también abundante testimonio gráfico de la población y sus formas de vida, la abigarrada mezcla étnica, las tonalidades de lxs mulatxs, la vida de los barrios, los colegios, con sus actividades al aire libre y los uniformes de lxs escolares. Y también la omnipresencia de esos viejos cochazos de fabricación estadounidense, los Cadillacs, Oldsmobiles, Chevrolets, Buicks de los años 50 que ya no se ven en ninguna otra parte del mundo, salvo en las películas de aquellos años, de Doris Day y Rock Hudson, con sus carrocerías pintadas de colores vivos y que, piensa uno, es un milagro que sigan funcionando, probablemente provistos con piezas de recambio de vaya Vd. a saber dónde. Ese parque automovilístico que era el típico de La Habana y toda Cuba en los tiempos de Batista y que se quedó como congelado, cuando los revolucionarios de Sierra Maestra, entonces jóvenes y hoy superannuated acabaron con aquel régimen proyanqui para instalar otro que trajo un indudable avance en todos los órdenes, justicia social, un bienestar mejor distribuido, pero no más libertad y que sustituyó durante muchos años la dependencia de los EEUU por la de la Unión Soviética y el conjunto de los países del Este. Como puede verse en la última imagen de la izquierda en la que, bajo un cartel que haría las delicias de un Spinoza, autor de un Tratado Teológico-Político, pueden verse modelos de Lada soviéticos, que junto a los Zhiguli o los Trabant de Alemania Oriental, vinieron a substituir a los de fabricación estadounidense.
Me ha gustado el recorrido en imágenes; me ha hecho revivir recuerdos únicos de esta isla única. La luz, sobre todo su luz.