Menuda película ha hecho Charles Ferguson. Una hora y tres cuartos de tensión a un ritmo trepidante (y no sólo por la banda musical), con un montaje velocísimo y un gran virtuosismo de cámara. Y no es ficción, aunque en su contenido es la ficción más alucinante que se haya podido concebir: es un documental. Un documental a la altura de los clásicos del género, los Robert Flaherty o Dziga Vertov, mejor a mi juicio, que los de Michael Moore. Un documental que se propone explicar cómo se gestó la actual crisis mundial, cómo se gestionó y cómo se ha resuelto hasta el momento.
Y lo consigue de forma aplastante narrando los hechos con una concatenación de sentido a base de entrevistas directas a los principales responsables financieros y políticos (en la medida en cabe distinguirlos), también a los críticos, comparecencias en las comisiones de investigación posteriores, ruedas de prensa en momentos calientes, declaraciones presidenciales de urgencia, abundantes gráficos y estadísticas y estupendas fotografías alusivas o alegóricas. Todos los ingredientes de una historia de suspense, salvo que no se trata de una ficción sino de la más cruda realidad para millones de personas en todo el mundo que, de resultas de los manejos criminales de un grupo unido por una ideología estúpida, han perdido su trabajo, sus ahorros, o sus casas. Una realidad que ha costado, siempre a los más pobres, veinte billones de dólares. Y digo a los más pobres porque los más ricos han seguido ganando con la crisis, según ellos mismos reconocen.
Inside job documenta la realidad interpretándola de modo convincente para mí. Todo empieza con la idea reaganiana de la desregulación, el meollo de la ofensiva neoliberal, que se ha impuesto en el mundo en los últimos treinta años y que básicamente consiste en eliminar las normas externas al funcionamiento de los mercados financieros, dejarlos a un criterio de autorregulación. Por eso esa ideología es estúpida (o perversa), porque piensa que las pasiones humanas, especialmente la codicia por lo que ahora nos incumbe, van a regularse y moderarse por voluntad propia.
El frente neoliberal está compuesto por financieros, políticos al servicio de los financieros, cuando no financieros ellos mismos y académicos igualmente al servicio de los financieros, muchas veces desde puestos políticos. Los servicios de los académicos (encargados de propagar la doctrina económica dominante) y los políticos (encargados de hacerla ley) suelen pagarse luego con puestos suculentos en consejos de administración. Los financieros se pagan a su vez los suyos en forma de inmensas primas: el clima de la burbuja inmobiliaria de las hipotecas subprime, hecha de enriquecimiento sin límites, un fraude de alcance mundial, prostitución y mucha cocaína.
La película está rodada en un clima de auténtica confrontación. Muchos de los responsables de la catástrofe, (Hank Paulson, Alan Greenspan, Bern Bernanke, Timothy Geithner, etc) no se han dejado entrevistar y sus imágenes proceden de filmaciones públicas en comparecencias, etc. Los que se han dejado entrevistar lo han hecho de muy mala gana y las conversaciones transpiran tensión.
Este Greenspan tiene gracia: casi veinte años al frente de la Reserva Federal que es lo más parecido a un banco central que haya en los EEUU, de 1987 a 2006, y pertenenciente al círculo íntimo del objetivismo, la doctrina de la novelista y pensadora rusa nacionalizada gringa Ayn Rand que, en lo esencial, preconiza la abolición de todos los bancos centrales. En todo caso, su mandato coincide con la gestación y la explosión de la burbuja inmobiliaria y, diga lo que diga ahora, es uno de los principales responsables de esta crisis.
Como lo es un puñado de directivos de grandes bancos con apalancamientos desmesurados, gigantes del crédito hipotecario que habían arriesgado sus activos en especulaciones con fondos fraudulentos y, desde luego, las agencias de calificación tan pringadas en el gigantesco fraude como todos los demás. Y esa es la idea de la peli: la crisis es el resultado de unas actividades criminales de una casta de codiciosos a los que se había eximido de todo control o coacción exteriores con el cuento de que funcionaría la mano invisible.
Pero va más allá la historia. Lo que cuenta Matt Damon, que es el narrador en off, es que la manga de sinvergüenzas, ladrones y estafadores, que entran y salen de la política en todas las administraciones, republicanas o demócratas en los EEUU como del cuarto de baño en su casa, son quienes han gestionado la crisis que ellos mismos provocaron y lo han hecho con los criterios que la provocaron. Lo que quiere decir que, como Botín del Santander, algunos han salido gananciosos de esta crisis que ha significado un empobrecimiento general del planeta. De hecho, han vuelto a repartirse jugosos dividendos y substanciosas primas, mientras la administración de Obama recoge sus últimos estandartes socialdemócratas o reformistas al poner al frente de la solución de la crisis a los que le han dicho que ponga. En realidad, desde el lado del capital la crisis no es otra cosa que una reorganización del propio campo, con unos que compran a otros.
Una película extraordinaria porque deja al descubierto qué sucede con un sistema injusto cuando se lo libera de toda atadura normativa y moral bajo la excusa de que lo que se llama "injusticia" no es más que el resultado natural de la libre competencia en un mercado no intervenido; y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Es verdad que estos neoliberales que abominan del Estado lo controlan siempre estrechamente y ocupan todos sus puestos decisivos. Para el director de Inside Job esto quiere decir que el mundo de los negocios ha corrompido la política.
Pero es que Ferguson es un radical.