Primera. Convénzase de que el Estado no es la solución sino parte del problema y pida que se jibarice o desaparezca por entero.
Segunda. Reduzca o elimine la progresividad en el impuesto sobre la renta argumentando que es injusto desde el punto de vista de Hayek.
Tercera. Elimine todos los impuestos especiales, reduzca el tipo general e incremente los impuestos indirectos porque así cada cual paga por lo que consume y no por lo que consumen otros.
Cuarta. Desregule la actividad de las empresas y otórgueles todo tipo de incentivos fiscales, incluso la exención, con el argumento de que son las que crean riqueza y generan puestos de trabajo
Quinta. Liquide el sector público rentable a precio de saldo para dinamizar el tejido productivo y lo que no sea rentable, sanéelo con dineros públicos.
Sexta. En tanto desaparece el Estado, imponga por ley del máximo rango el principio del presupuesto equilibrado con el generoso fin de no endeudar a las generaciones venideras y limite también el gasto público por ley, vinculándolo a la productividad, no a los beneficios.
Séptima. Vivimos en una mundo global, por tanto, permita la libre circulación de capitales que, de todas formas, tampoco puede impedir.
Octava. No ponga inconvenientes a los paraísos fiscales. Son puertos de descanso de la excesiva fiscalidad del capital. Si el capital no tributara y su color no importara, ¿a que se acababan los paraísos fiscales? Una prueba más de que la culpa de los paraísos fiscales es de los Estados.
Novena. Derogue los restos del antaño tremendo edificio del ordenamiento jurídico del trabajo, elimine el derecho del trabajo incluso como asignatura y reduzca los sindicatos a la mínima expresión porque sólo así se conseguirá flexibilizar el mercado de trabajo, la jornada laboral y hasta los propios trabajadores.
Décima. Socialice las pérdidas y mantenga privados los beneficios que ya ellos se encargarán de redistribuirse por la sociedad en forma de caridad, beneficencia o maná.
Undécima. Emplee los recursos públicos que queden después de las diez primeras medidas en garantizar la tasa de beneficio del capital, salvando las financieras de las crisis o subvencionando directa o indirectamente unos u otros sectores industriales.
Duodécima. Como es evidente que con las once medidas anteriores el Estado se ha empobrecido y descapitalizado hasta el borde de la quiebra, la población debe empezar a pagar si quiere seguir teniendo servicios sociales como la educación o la sanidad. El Estado ya no tiene dinero porque, como hemos visto, ha renunciado a él para transferirlo al bolsillo de la gente. De alguna gente.
(La imagen es una foto de Bettysnake, bajo licencia de Creative Commons).