divendres, 21 de desembre del 2012

Retiren ese plan. Dimitan.

España cuenta con uno de los mejores sistemas públicos de salud del mundo. Eso es de conocimiento general. No lo niega nadie. Mejor en todos los sentidos, universalidad, eficacia, rapidez, profesionalidad, modernidad, etc. Sin embargo, el gobierno de la C.A. de Madrid lleva años convertido en punta de lanza de una actitud hostil hacia él, basada en el criterio de su insostenibilidad económica. Algo tremendamente subjetivo porque todo depende de cómo se hagan los cálculos y qué decisiones políticas se adopten de repercusión presupuestaria. En el fondo, una excusa para desmantelar el sistema nacional y entregárselo a las empresas privadas para que los amigos, parientes, deudos y enchufados de la derecha hagan pingües negocios a costa de la salud de los madrileños.
Esa hostilidad se ha manifestado no solamente en el terreno económico sino en muchos otros, con verdaderas campañas de desprestigio de la sanidad pública por ser eso, pública. El bochornoso episodio del intento de linchamiento institucional del doctor Montes, sus consecuencias judiciales, fue absolutamente ilustrativo del espíritu con que los gobernantes autonómicos se relacionaban con el sistema sanitario cuya gestión les estaba encomendada.
Para acelerar el expolio, el triunfo del PP en las pasadas elecciones ha traído una catarata de ataques al sistema público de salud, a través de restricciones, exclusiones del acceso al servicio, cese de la gratuidad de este y diversas fórmulas de repago que pondrán muchas prestaciones fuera del alcance de sus supuestos beneficiarios, dependientes, discapacitados, jubilados.
Amparado en esa actitud asimismo hostil al sistema del ministerio correspondiente, el gobierno autonómico de Madrid se ha sacado un nebuloso plan de privatizaciones de la gestión hospitalaria que prácticamente desmantela el carácter público de la sanidad madrileña y pretende imponer al mejor estilo del trágala, sin debate alguno, sin información previa, sin ninguna fundamentación. Esperanza Aguirre, cuya repentina dimisión sigue sin estar clara, continúa argumentando que no nos podemos permitir el sistema actual de salud. Y, como si fuera la orden de la Kommandantur, su substituto en el cargo, Ignacio González, ha dado las órdenes pertinentes y, de no remediarlo los dioses, ese plan de desmantelamiento de la sanidad pública echará a andar en una semana.
Llamarlo "nebuloso" es caritativo. Se trata de un plan secreto pues todo cuanto se pretende imponer en la realidad sin debatirlo previamente es secreto. Seguramente estará hablado, pactado, acordado con las empresas privadas que resultarán beneficiarias de las adjudicaciones, todas ellas con ánimo de lucro orientadas a la maximización de beneficios. Pero no pactado ni consensuado con nadie más, con la población interesada, los pacientes, el personal médico y hospitalario en general.
Es más, ese plan secreto no se justifica con ningún tipo de documentación mínimamente creible. Insisten en la insostenibilidad económica pero no la prueban. El consejero de Sanidad, Fernández-Lasquetty, no tenía ni idea de cuánto se ahorraría aplicando las políticas por él propugnadas. Sospecho que no sabría si quiera si se ahorraría algo. Solo este dato demuestra el carácter profundamente arbitrario de la medida. No hay un solo estudio independiente que muestre la conveniencia de las privatizaciones desde ningún punto de vista. Lo único claro y evidente es que unas empresas privadas en las que, además, algunos políticos del PP parecen tener intereses, harán un negocio fabuloso a cuenta de las arcas públicas y al coste de deteriorar y encarecer la atención universal de salud, que es un derecho de los ciudadanos.
Se han encontrado, sin embargo, con una resistencia inesperada, fortísima. Todo el sector sanitario madrileño se ha opuesto al plan y lleva ya tres semanas de movilizaciones y huelgas, en una actitud de rechazo frontal. Cuenta, además, con un amplio respaldo de la población que se siente directamente agredida en el ataque a un derecho esencial. En estas condiciones, sorprendidas por la fuerza de la reacción colectiva, las autoridades no se han atrevido a recurrir a sus habituales tácticas de desprestigio. Pero, el enconarse el conflicto y amenazar los responsables de la atención sanitaria con la dimisión, les ha salido la vena autoritaria, despreciativa e Ignacio González, cuyo equipo (o él mismo) tuitea consignas cercanas ya al "Por Dios, España y su Revolución Naconalsindicalista", ningunea a los facultativos en actitud rayana en la chulería que únicamente va a agudizar más el enfrentamiento, sobre todo si Fernández-Lasquetty, en lugar de dimitir, se engalla y llama "irresponsables" a los de la marea blanca.
En estas circunstancias el gobierno central no puede intervenir pues la Comunidad actúa en el marco de sus competencias. Pero el PP, sí. Y debe hacerlo. Por supuesto, las empresas privadas presionan para comenzar ya el negocio porque les urgen los beneficios. Igualmente la Comunidad tiene prisa por culminar la operación para tapar los desastres y las ruinas de los acuerdos anteriores de Aguirre. La Comunidad, o sea, los madrileños, pagan 900.000 euros al mes por el hospital de Collado-Villalba, aunque está cerrado. Es uno de los cuatro hospitales de gestión enteramente privada de la CA de Madrid y está gestionado por Capio, la empresa que quiere más parte del pastel.
Pero, por muy urgido que esté el gobierno autonómico por los negocios, la sociedad española no puede permitirse este foco de conflicto permanente del gobierno madrileño en un momento especialmente duro para el conjunto del país y con otra bronca independentista montada en el Noreste de la Península. Alguien en el PP debe frenar al señor González, cuya concepción descarnadamente patrimonialista del poder político (en donde tiene colocada a casi toda su familia agnada y cognada) es más propio de latitudes sicilianas. Y debe frenarlo en los dos proyectos más simbólicos de su mandato, los dos igualmente oscuros, arbitrarios y, en el fondo, inmorales, esto es, Eurovegas y el sistema público de salud. Lo razonable sería que el gobierno autonómico retirara el plan y, con el plan, se retirara él.

dijous, 20 de desembre del 2012

Desmovilización/Movilización.


¿Quién se acuerda de las jeremiadas de hace unos años acerca de la apatía y la indiferencia de la población hacia la cosa pública, la política? La amarga queja hablaba de una población conformista, concentrada en sus asuntos privados, sin el menor interés por el común. El panorama era una sociedad enajenada en el consumo, trivial, fácil de manipular.
Pues se ha acabado. La crisis en primer lugar y las medidas de remedio adoptadas por los sucesivos gobiernos uno del PSOE y otro del PP han encendido un espíritu de protesta en la población, configurado primero como indignación y vertido luego, poco a poco, en desobediencia civil y resistencia. Hay un movimiento ciudadano masivo, mantenido, creciente, al que el gobierno solo sabe responder endureciendo la política represiva o acudiendo a medidas intimidatorias especialmente inmorales, como multar indiscriminadamente a los ciudadanos que acierten a pasar por un sitio en el que haya convocada una manifestación en ejercicio de un derecho constitucional.
Es una movilización general de trabajadores y clases medias (médicos, profesores, funcionarios, jueces) frente al cual la moral de las fuerzas represivas del Estado tiene que estar cayendo en picado. Si, en un momento determinado, las fuerzas de seguridad se vieran desbordadas o se negaran a cumplir las órdenes de represión, aquí habría un problema.
La Declaración de Madrid, de IU, habla de rebelión y rehúye cautamente hablar de revolución. Pero el espíritu está ahí. Definitivamente, la gente empieza a pasar a la acción y lo hace con claridad de ideas. Hay una fuerte crítica política que los políticos al uso identifican con alguna forma de populismo autoritario. Pero no es verdad. La resistencia tiene un claro móvil político por cuanto trata de restablecer las justicia y la ética en la vida pública, expulsadas a empujones por el neoliberalismo.

Detenerse a mirar. Imogen Cunningham.



¡Qué señora! ¡Qué gran señora! ¡Qué artista! La Fundación Mapfre tiene una colección de fotografías impresionante. Ahora expone unas doscientas fotos de Imogen Cunningham (1883 - 1976) muy representativas del conjunto de su obra. Para corroborarlo, basta ir a la página de Photo Liaison dedicada a Imogen Cunningham, en la que se encuentran unas mil fotos más. Por cierto, una visita muy recomendable. Hay obras maravillosas. Predomina la gama de grises en un 95%. La artista permaneció fiel al blanco y negro de su formación toda su vida. Escasísimo uso y no muy afortunado del color, salvo alguna poderosa excepción, aquí expuesta, por ejemplo, la foto de unos huevos que invoca de golpe las manzanas de Cézanne.
Imogen Cunningham se agarró a una cámara de niña, alentada por su padre (de quien tiene retratos fantásticos) y solo la soltó para morir nonagenaria. Se formó en el pictorialismo de Alfred Stieglitz, a quien también retrató, pero su estancia en Alemania en los años veinte la convirtió a la Nueva Objetividad, esa Neue Sachlichkeit que los alemanes están tratando ahora de rescatar, y así volvió a su patria, haciendo causa común en el movimiento con Ansel Adams y Edward Weston. Ese espíritu de nueva objetividad es probablemente el responsable de que Cunningham pasara por los tumultuosos años treinta y cuarenta en los Estados Unidos sin que los temas sociales dejaran huella en su obra. Es como si la Gran Depresión no hubiera existido, ni tampoco los años locos del desarrollo. El único espíritu social introducido como de polizón en sus últimos tiempos fue el hippy. Testigo, el famoso autorretrato en que aparece con el símbolo de la paz, esa especie de runa dentro de un círculo.
Cunningham es una exquisita fotógrafa dominada por sus temas. Esta concentrada en tres o cuatro y todos ellos de plano corto. Nada (o muy poco) de marinas, montañas, cielo abierto, paisajes, ni siquiera urbanos, tipos característicos, parques o rascacielos. Todo retratos. De personas y de cosas, eso que llaman "naturalezas muertas", aunque estén vivas. Entre las cosas, especialmente las plantas; y, entre las plantas, las suculentas. Su arte es un golpe de vista, la sorpresa de una composición. Pasó los años veinte y treinta fotografiando agaves, cactus, dracenas, sansevierias, ficus, plantas lustrosas, carnosas, con pinchos, agujas, tiesas, fuertes que encuadraba con arte consumado, consiguiendo imágenes de extraordinaria y explosiva belleza.
El amor por las suculentas se traslada a los retratos de los años treinta y cuarenta, entre los que destacan los desnudos. De mujer y de hombre. Los masculinos, una audacia para el tiempo, parecen más rebuscados, pero los femeninos son estupendos. Hay como una traslación de las formas vegetales de las suculentas a los poderosos senos, las curvas turgentes que con frecuencia no tienen rostro o lo ocultan. Los desnudos de mujeres grávidas con sus senos crecidos son especialmente llamativos.
En los años cincuenta y sesenta, ya mayor y plenamente reconocida, está en alta demanda como retratista. Trabaja para Vanity Fair y retrata a un montón de gente famosa. Esta pintora fotógrafa que se había obstinado en detenerse a contemplar la realidad que la rodeaba, tomándola por partes, por piezas, por plantas, por personas y recomponiéndola con una nueva estética (esos desnudos compuestos como escaleras de caracol) se enfrenta a sus contemporáneos y nos transmite su impresión de ellos. De estos hay bastantes en la exposición, de muy distintas andaduras de la vida, pero todos vistos a través de una  lente muy peculiar. Hay pintoras como Frida Kahlo, actores como Cary Grant, arquitectos como Alvar Aalto, fotografos como Man Ray (por cierto, con una curiosa composición manrayana), bailarinas como Martha Graham, escritores como Gertrude Stein. Fotografió a mucha más gente, compositores como Darius Milhaud, otros escritores, como Stephen Spender o Sherwood Anderson y hasta políticos como Herbert Hoover.
También se autorretrató mucho. Incluso de muy mayor ya. En la exposición hay algunos autorretratos sorprendentes porque no se representa ella misma, sino su sombra o su reflejo o su silueta en penumbra. Parece que tardó en descubrirse.
Una exposición muy notable. Y vacía.

dimecres, 19 de desembre del 2012

La España líquida.

Mariano Rajoy ha hecho a su modo balance de su año de gobierno. En un acto en Toledo junto a Cospedal y en el Senado. El balance es: la culpa de todo la tiene la herencia socialista (HS). Las medidas adoptadas son muy duras y producen dolor e irritación, pero no hay otras. Es preciso aguantar, tener paciencia. No es posible arreglar en tan escaso tiempo el monumental desaguisado recibido en la HS. Los resultados se verán, retornaremos a la senda del crecimiento y la estabilidad. ¿Cuándo? Hacia 2014. No me pidan milagros. Bastante lo es bregar con la HS.
Nada; no dice nada. Como siempre. Pero lo hace con altanería y soberbia. ¿Fracasado él? Pero, hombre de Dios, ¿no ve usted cómo nos aplauden Draghi y Merkel, o sea, quienes cortan el bacalao y cómo viene la prima de riesgo a comernos en la mano por debajo de 400?
Sin embargo tanto los medios extranjeros como los españoles son testimonios evidentes, palpables, de un estado de descomposición social, de conflictividad, cercano a la anomia durkheimiana. Hay un clima general de excepcionalidad, de ebullición social extendiéndose como la pólvora entre distintos sectores de problación, un descontento creciente que amenaza con una insurrección popular. Y el asunto no se arregla haciendo declaraciones absurdas ni yéndose de cenas, como hace la dirección socialista, a otorgar premios a no sé qué diputados cuando los de su partido están encerrados en las instituciones en defensa de la sanidad pública, en donde debería ella estar.
¿Es que no ven ustedes que la gente se tira por la ventana o se ahorca forzada por la desgracia; que las cajas -administradas, al parecer por verdaderos truhanes- han estafado a miles de ciudadanos, incluidos los afectados por el 11-M a quienes han birlado las compensaciones?
¿No ven que tienen la calle sublevada, en oleada tras oleada de manifestaciones y protestas, del 15-M, los yayoflautas, los discapacitados (y ya es el colmo), los pensionistas; que tienen a los médicos madrileños en su tercera semana de huelga; a los profesores encerrados en los centros?
¿No ven que España se les va entre los dedos como el agua de la fuente? ¿No ven a los catalanistas haciendo el equipaje y preparándose para una confrontación con el Estado que, se salde como se salde, si se produce, será una catástrofe? ¿No les asusta ahora el fantasma de la España rota, tan conjurado antaño? ¿No ven nada? ¿Están ciegos?
¿No ven a Alfon en la cárcel, en una situación altamente irregular, rehén de una concepción del orden público propia de un Estado policía y no de una sociedad democrática? ¿No ven la resistencia social organizándose contra una política de represión destinada a acallar las protestas mediante la arbitrariedad, el hostigamiento, la provocación y, llegado el caso, el uso indiscriminado de la violencia?
¿No ven la fuerte indignación de la ciudadanía frente a las políticas de expolio de los servicios públicos? ¿No ven cómo esa imagen, sea cierta o no, de los gobernantes saqueadores de los bienes del común en provecho de ellos mismos o sus amigos está radicalizando la sociedad? ¿Cómo hasta el normalmente contemporizador y responsable PSOE se siente obligado a anunciar su firme propósito de socializar cuanto privatice la derecha en sanidad?
No, evidentemente no lo ven. Los dos partidos del llamado bipartidismo del régimen, también conocidos como partidos dinásticos no ven nada ante sus mismas narices porque España fluye como un líquido, como un río sin retorno. Pero, en lugar de deslizarse plácidamente, entre feraces y risueñas riberas, discurre ahora tempestuoso, enfurecido, en una zona de rápidos en la que, en cualquier momento, cualquiera puede abrirse la cabeza. O se la abren.
(La imagen es una captura de un vídeo de la página web de La Moncloa en el dominio público).

Los útimos momentos de Pompeya.

Allá por 1834, en pleno romanticismo, el barón Edward Bulwer-Lytton, escritor y político, publicó Los últimos días de Pompeya, una novela muy popular a lo largo del siglo XIX. Todavía se leía, entre los chavales sobre todo, hace cincuenta años. Ahora está casi olvidada. La novela narra el contenido del título, los últimos días de la ciudad que, conjuntamente con Herculano, Estabia y Oplonti, desapareció de la faz de la tierra en el año 79 d.d.C. sepultada bajo veinte metros de ceniza y piedra de la terrible erupción del Vesubio. Y así quedaron, en olvido y silencio, durante 1700 años. El interés por Pompeya en el XIX venía de las excavaciones que los napoleónidas ordenaron hacer en los tiempos del Imperio. A su vez estas proseguían las que comenzó en su día Carlos VII de Borbón, luego Carlos III de España. En realidad, la reaparición de la vieja ciudad que los romanos llamaron Cornelia Veneria Pompeianorum, porque debía de ser, supongo, lugar dado a la caza, es un legado del Borbón ilustrado. Cuando este embarcó para España, las excavaciones languidecieron. El retorno de los Borbones a Nápoles, luego de Napoleón, supuso una nueva paralización de unas obras que todavía hoy prosiguen. Los reyes la utilizaban como un lugar para pasear a los visitantes.
La exposición de la Fundación Canal, en la que se encuentran unas 200 piezas de todo tipo procedentes de los scavi y tiene una faceta pedagógica muy fuerte a base de textos y videos, hace hincapié en la importancia del Borbón, atribuyendo a su decisión de traer a España copias y moldes de las figuras originales, dejando estas en su lugar el nacimiento de la moderna arqueología. Es un punto patriótico pero, en realidad, Pompeya fue un sitio de expolio arqueológico hasta fines del siglo XIX. Una parte importante de las piezas en exhibición proceden del Museo Nacional de Nápoles. El museo propio de Pompeya, en cambio, está cerrado. No tiene mucha importancia pero la costumbre de dejar las cosas en donde se encuentran y no llevárselas a casa es relativamente reciente.
En tiempos de Bulwer-Lytton, la fascinación de Pompeya era grande y la ciudad figuraba en todos los itinerarios de las clases cultas europeas italianizantes. El novelista teje una historia de pasión, entrega, sacrificio, crimen, locura, venganza, con elementos góticos, interpretando Pompeya como un cruce de civilizaciones, religiones, razas: hay griegos (nobles, leales), egipcios (fanáticos, criminales), romanos epicúreos, pragmáticos, cristianos y un toque de fascinación por el ocultismo que, andando el tiempo, llevaría a Bulwer-Lytton a escribir otra novela desconcertante: La raza futura, considerada la primera obra de ciencia ficción.
La exposición no trata nada de esto. Orienta su referente textual a la obra de Plinio el Joven, quien presenció la erupción desde el otro lado de la bahía y dejó de aquella -en la cual, por cierto, murió su tío, Plinio el Viejo, víctima de su afán científico- una descripción estremecedora. Tanto que no fue creído y solo la reciente vulcanología la ha confirmado, dando a este tipo de erupciones, en compensación, el nombre de erupciones plinianas. Con esta historia y algunas fábulas auxiliares sobre los destinos de gentes de diversas extracciones sociales (gladiadores, políticos, comerciantes, esclavos, etc) la exposición teje un vídeo muy entretenido que hace las delicias del público, sobre todo el menudo y es muy instructivo. A diferencia, pues, del novelista romántico, la Fundación Canal se concentra no en los últimos días sino en los últimos instantes de Pompeya, entre la primera explosión de humo y gases que anocheció el día y la última unas horas más tarde de gases, fuego y magma a más de 100 km por hora. No quedó nada vivo ni visible. Aquella gente aprendió demasiado tarde lo que era vivir bajo el volcán.
Y esa es la fascinación de siempre de las ciudades destruidas por el Vesubio, su carácter inesperado, fulminante, aniquilador, que paralizó la vida carbonizándola según la encontró y la preservó intacta durante casi 2000 años. La fascinación de asistir al ajetreo y bullicio cotidiano de una próspera ciudad romana de lejano origen osco, pasear por sus calles empedradas, ver sus tiendas y almacenes, entrar en sus casas privadas y encontrar de vez en cuando los moldes petrificados de hombres, mujeres, animales, sorprendidos por la muerte en las más variadas disposiciones, escapando, protegiéndose, durmiendo. Se apodera de nosotros una sensación como si fuéramos el espíritu del Ángel Exterminador, paseándose después por el lugar de su destrucción. Con una diferencia, rápidamente formulada: los pompeyanos no habían hecho nada para atraer la ira de los dioses.
Pero eso es cuando se pasea por la propia Pompeya. Aquí, en la estupenda exposición del Canal, debe uno conformarse con las piezas de museo y las reproducciones. Se diluye así el sentido del drama de aquella horrible catástrofe y podemos contemplar el día a día de una ciudada romana normal, sus objetos cotidianos, balanzas, ruedas, adornos, fíbulas, cerámica, frescos en las paredes, algunas veces de carácter erótico. Hay una estatua de un patricio cuyo nombre no he retenido, desvergonzadamente igual a la canónica de Augusto, repartida por todo el Imperio, únicamente, claro, con otras facciones. Algún fresco, como el de la escriba o la muchacha con la pluma es especialmente celebrado. Los frescos se conservaron en general muy bien al estar protegidos de la luz y la atmósfera.
La estatuística, no siendo de gran factura, tiene su punto porque, al ser la piedra perdurable en el tiempo, coexistían en Pompeya estilos muy distintos. Junto al helenístico dominante, hay formas arcaizantes, con notable influencia egipcia. Un Apolo esculpido como un Kouros que lo deja a uno pensativo acerca de cómo cambia el espíritu de los dioses.

dimarts, 18 de desembre del 2012

La marca España.

Uno de los rasgos más típicos del neoliberalismo triunfante es su confusión de dos terrenos hasta ahora cuidadosamente diferenciados si bien no siempre con éxito: lo público y lo privado. No solo confusión sino absorción literal de lo público por lo privado. Todo para lo privado; nada para lo público. ¿El Estado? Debe administrarse como una empresa privada. La administración misma debe gestionarse con criterios privados. ¿La justicia, la sanidad, la educación? Todas servicios de pago a clientes. El Estado, señores, es una empresa. España, S.A. Nada tiene pues de extraño si los antiguos valedores de la concepción sacrosanta de la gran nación propugnan hoy una concepción de patriotismo como marketing y la célebre unidad de destino en lo universal se defiende como una marca. Coca-Cola, Benetton, España.
Es una típica oscilación maniquea propia de gentes con escasos recursos: blanco o negro; retórica imperial o pragmatismo mercantil. Las dos igualmente absurdas. Sus forofos debieran aprender más de la larga tradición de la iglesia católica a cuyo maternal seno suelen acogerse. En sus veinte siglos, la iglesia ha conseguido la síntesis de los contrarios y es, según le interese, ente público o privado; terrenal o celestial. En ella habitan dios y el diablo en inamigable compostura. Pero para eso hace falta administrar la palabra de dios, algo vedado a los gobernantes del siglo aunque sean de comunión diaria.
Hasta las marcas comerciales, las humildes trade marks, requieren algún fundamento y el español brilla por su ausencia. No parece haber tras la voluntad de hacer brillar la marca España mundo adelante otra cosa que esa misma voluntad, alimentándose de sí misma. ¿En que se justificará la marca España? ¿En el sol, los toros, el fútbol, el cante jondo? A lo mejor no se ha ido a rebuscar en los cajones adecuados. Así, con ánimo constructivo, Palinuro propone fundamentar la prestancia de la marca España entre otros en los datos siguientes, absolutamente singulares:
  • El presidente del gobierno incumple todos y cada uno de los puntos de su programa electoral y sigue siendo presidente.
  • El mismo presidente es considerado en el Parlamento europeo el más inepto del mundo.
  • La ministra de Trabajo y Empleo comparte su tarea con la Virgen del Rocío.
  • El ministro de Cultura valora las corridas de toros como patrimonio cultural de la raza.
  • El mismo implanta la religión en las escuelas y reconoce que es una opción política.
  • La defensora del Pueblo es una marquesa.
  • El ministro de Economía es el peor valorado de Europa.
  • El PP, partido conservador, es el "partido de los trabajadores", al decir de su secretaria general.
  • El único condenado por el caso Gürtel es el juez que lo investigó
  • El ministro de Justicia pone la Justicia fuera del alcance de la mayoría de los justiciables.
  • El Estado abandona los servicios públicos esenciales en beneficio de las empresas privadas.
  • El ministro de Hacienda amnistía a los grandes defraudadores y se niega a hacer pública la lista de los mayores evasores de capital.
  • Además de no haber separación entre la iglesia y el Estado, el Estado se encarga de financiar a la iglesia, cuyos privilegios no se tocan. Ni siquiera la paga extraordinaria, sustraida a todos los funcionarios menos a los curas. (Una prueba evidente de la sabiduría eclesiástica antes mencionada).
  • El exvicepresidente del Gobierno, exdirector del FMI, exdirector de Bankia, Rodrigo Rato, es uno de los cinco peores ejecutivos del mundo.
  • Los gobernantes que, además, son cargos de su partido, suelen cobrar dos sueldos y cantidades astronómicas mientras bajan de hecho las pensiones, los salarios, las prestaciones y las subvenciones de todo el mundo.
  • Los gobernantes despilfarran los dineros públicos en proyectos faraónicos sin utilidad alguna pero dejan las escuelas sin calefacción.
  • La inagotable ministra de Trabajo convierte el dato del aumento del paro en un signo esperanzador de recuperación.
  • La secretaria de Estado de Emigración ve en la salida forzosa de miles de jóvenes en busca de trabajo la realización de su espíritu aventurero.
  • Una diputada del partido del gobierno desea a voz en grito que los parados se jodan
La marca España.
(La imagen es una foto de -Merce-, bajo licencia Creative Commons).

Lo que quedó en la caja de Pandora.

La editorial La Catarata, de Madrid, inicia una serie nueva sobre "los problemas de la socialdemocracia", de mucho interés. Dirigida por Ignacio Urquizu, un joven valor de la izquierda teórica, viene a satisfacer una necesidad ampliamente sentida, la de la reflexión en el campo del socialismo democrático. A día de hoy la izquierda europea se encuentra en estado calamitoso, desalojada de casi todos los gobiernos del continente, acorralada por el aparentemente imparable ascenso de la llamada "revolución neoliberal", del pensamiento único, más único que nunca, capaz, según parece, de triunfar políticamente incluso cuando fracasa económicamente. El desconcierto práctico refleja un marasmo teórico muy llamativo.
Sin duda parte de esta izquierda, la más radical, la minoritaria, viene esforzándose con elaboraciones teóricas actualizadas para explicar la naturaleza de la presente crisis capitalista y proponer vías de solución. Suelen ser obras pegadas al momento, basadas en unos supuestos lejanamente marxistas casi nunca explícitos y cuya intención es conectar con los movimientos sociales espontáneos de los últimos tiempos. Palinuro se ha hecho eco de algunas de ellas y, aunque el juicio general es positivo, tienen el demérito de dirigirse a orientaciones políticas minoritarias, con respaldos electorales exiguos o completamente inexistentes. Ciertamente el eco social alcanzado por un texto no dice en el fondo nada sobre la verdad o el interés de su contenido. Pero un eco escaso afecta a la intención original de aquel, cuya última, quizá soterrada ambición, en la tradición althusseriana, era convertirse en el arma de la revolución, imposible en principio sin el apoyo de las masas.
El otro campo de la izquierda, el del socialismo democrático, el mayoritario, ha permanecido  silencioso en los últimos tiempos. Zapatero llegó al poder arropado en las ideas del republicanismo cívico, de Philip Pettit, cuya relación con el pensamiento socialdemócrata propiamente dicho, sin ser desdeñable, es tangencial. Ocurre algo parecido con una reflexión de mayor calado, la del liberalismo de John Rawls, muy influyente en la filosofía política socialdemócrata de los últimos cuarenta años, pero sin serlo ella misma. Quizá la última reflexión teórica socialdemócrata haya sido la Tercera vía de Giddens y el Nuevo centro de Schröder, ambos vagamente conectados con el democratismo de Clinton. Urquizu nos ahorra la tarea de negar valor a estas variantes pues ya lo hace él en su libro tratándolas de propuestas derechizadas, más afines al neoliberalismo que a la socialdemocracia. Entonces, ¿no hay aportaciones teóricas del socialismo democrático?
Ese parece ser el fin de esta colección. Los de Paramio y el propio Urquizu son sus primeros frutos. El orden de salida es jerárquico: primero el de Urquizu y luego el de Paramio pero aquí los comentaremos en el inverso porque el segundo determina el horizonte conceptual del primero. El libro de Paramio es una continuación de su obra previa. Él mismo lo reconoce al admitir que se trata de una reelaboración de textos anteriores, a veces bastante anteriores. Así, su contenido no aporta novedades sobre el relato ya expuesto en otras ocasiones, una especie de historia de la socialdemocracia europea dividida en tres etapas, más o menos: 1ª) el nacimiento (en el contexto del movimiento obrero); 2ª) la época dorada, la experiencia de gobierno, el Estado del bienestar; 3ª) la crisis, a partir de la primera mitad de los años 70. El esquema goza de general aceptación y es también el de Urquizu en su exposición (por eso se decía antes lo del marco conceptual), aunque él emplea asimismo el término resignación.
Paramio refiere las tres etapas con soltura y conocimiento de causa. Suele detenerse en el comienzo de la crisis (años fatídicos de 1971 y 1973) por la importancia en sí del momento y porque es a lo que más atención ha dedicado pero, en general es claro y suele dar explicaciones fundamentadas. Se echa de menos algún aspecto menos tratado. Por ejemplo, apenas hay referencias a las relaciones del socialismo democrático con el comunismo a pesar de su indudable interés. Igualmente, en su análisis del Estado del bienestar (auge y caída), no hay referencia al proceso de rearme teórico del capitalismo durante la época gloriosa de la socialdemocracia, producido a la par con el crecimiento tumultuoso a  fin de justificar y acelerar su expansión, la cual acabaría llevándose todo por delante.
La innovación en la obra de Paramio es el último capítulo dedicado a la consideración de la crisis actual. El autor tiene una mirada pesimista: la socialdemocracia está "maniatada", presa de la "trampa" de la eurozona. No sabe qué hacer. Ese pesimismo se condensa en tres conclusiones con escaso margen a la esperanza: 1ª) la socialdemocracia ha aceptado la visión neoliberal de la economía; 2ª) la modernización social por ella propiciada erosiona sus bases de apoyo; 3ª) hay una ausencia de líderes e ideas que permitan recuperar la confianza social (pp. 120-121). En resumen, no estamos ante el riesgo de extinción de la socialdemocracia, sino en un pésimo momento de esta provocado por un deficiente marco institucional... (p. 122). Y no se sabe cuánto durará.
Más optimista irrumpe Urquizu en el ámbito de la publicística. Su razonamiento se desarrolla como ya he mencionado, en el esquema tripartito de Paramio. Podríamos llamarlo en términos llanos, las "tres edades de la vida socialdemócrata", nacimiento y juventud, madurez y decrepitud. Urquizu sustituye a veces el término "crisis" de Paramio por el de "resignación", sin duda con ánimo de reconfortar al resignado. Como autor de un libro publicado allá por los años ochenta (1988, creo), premonitoriamente titulado: La izquierda: desengaño, resignación y utopía (Ediciones El Drach, Madrid), cuya portada traigo aquí con infantil vanidad de autor y donde ya se hablaba de "resignación", me veo pionero. Yo me refería a toda la izquierda, no solo la socialista, pero el término es igualmente válido.
Urquizu supone, en cierto modo, una respuesta a Paramio, lo cual está bien. Las generaciones deben renovarse como las hojas de los árboles al decir de Homero. Aporta para ello dos innovaciones de muy distinto alcance: una de carácter descriptivo y otra metodológico. Aunque me interesa más la segunda, iré por orden.
En cuanto a la descriptiva, Urquizu no se limita a considerar los tres famosos momentos sino a explicar por qué la socialdemocracia reaccionó a ellos como lo hizo: al comienzo, con la moderación ideológica (hay aquí profusa referencia a los trabajos de Maravall); durante la época dorada, con la aceptación del capitalismo, lo cual la llevó a consolidar el Estado del bienestar y también la contradictoria necesidad de reducir la intervención del Estado; en la época de crisis/resignación con la tarea de rehacer parte del camino mal transitado, recuperar la doctrina socialdemócrata clásica y defender las conquistas del Estado del bienestar. En resumen, el libro viene a confirmar la visión de Paramio: la socialdemocracia ha evolucionado precisamente por las respuestas que ha ido dando a los tres retos planteados para sobrevivir. Si acaso se corrige el tono final pasando del pesimismo al optimismo. Saldremos de esta, parece decir el autor. Luego se verá cómo.
Lo interesante, sin embargo, de Urquizu es el planteamiento metodológico antes mencionado. El autor señala en repetidas ocasiones su intención, alejarse de las interpretaciones al uso normativas e históricas (quizá historicistas) de la socialdemocracia para ofrecer una empírica. Aunque no se dice en ningún momento, el discurso implícito consiste en negar carácter científico a las interpretaciones citadas y atribuírselo a la empírica. En otras palabras: la interpretación convencional de las tres etapas de la socialdemocracia es correcta y lo es científicamente. Para ello Urquizu toma la base del Manifesto Project Database con datos de 24 países y 30 formaciones socialistas entre 1910 y 2010 y la somete a tratamiento estadístico. El empleo de análisis de regresión, correlaciones, significancia estadística y otros instrumentos le permiten hacer visibles en términos cuantitativos e irrefutables más o menos las mismas conclusiones de los demás provistos de sus imperfectos métodos. El resultado es correcto, el previsto, y no desentona. Pero su pretensión metodológica es desmesurada y no se aviene con dos pruebas elementales del método cientifico. 
Por un lado, por muy estadísticos que sean los análisis, muy significativos los resultados y muy convincentes los datos, no dejan de ser ex post facto. Esas pretensiones solo podrían admitirse si, una vez formuladas como teorías se aplicaran a hipótesis ex ante facto en condiciones de réplica controlables y resultaran ciertas o, cuando menos, no falsadas. Cualquier otro procedimiento no vale científicamente. Se entiende la premura que invade los ánimos juveniles quienes, con cartesiano ardor, quieren encontrar plataformas seguras desde las cuales tomar partido con certidumbre (y, de paso, probar el error ajeno), pero dicha situación es todavía lejana y la cruda realidad aconseja la prudencia de admitir que los enunciados de uno son tan falibles como los de otro con métodos de menos humos.
En segundo lugar, la compleja relación epistemológica entre el sujeto y el objeto de las ciencias sociales asoma casi siempre su peluda patita por debajo de la puerta cuando menos se espera. Urquizu aborda su enfoque empírico con la objetividad que dice siempre profesar ese pensamiento positivista deslumbrado por el proceder empirico. Pero él forma parte del fenómeno estudiado en mucha mayor medida que si, provisto de igual instrumental, se aproximara al estudio de la evolución del neoliberalismo. Es un pronunciamiento previo en un campo de conflicto basado en una opción subjetiva. Es un criterio de objetividad dependiente de un juicio de valor (la socialdemocracia es mejor que el neoliberalismo9 y, salvo error por mi parte, nunca científicamente demostrado.
En definitiva un optimismo en continuo crescendo a lo largo del interesante libro de Urquizu el cual culmina con un sorprendente, insólito tumultuoso, una verdadera provocación teórica: No es la socialdemocracia lo que está en  crisis, sino la democracia. Canastos.

dilluns, 17 de desembre del 2012

La aventura de la emigración.

Excelente imagen encontrada al azar en la red de Rajoy y su niña, empujados a comer el amargo pan del exilio. Todo un acierto de montaje. Es el contrapunto imaginario a la estupidez proferida hace unos días por un@ de es@s descerebrad@s a l@s que el PP ha situado en los lugares del mando del país. La secretaria general de Inmigración y Emigración, Marina del Corral, afirma que los jóvenes españoles emigran "por afán de aventura". No por necesidad. Esta majadería recuerda la reflexión de un gallego genial, Julio Camba, hace ya muchos, muchos años, lo que demuestra que la desvergüenza de l@s señorit@s es de prosapia. En La rana viajera o Las aventuras de una peseta, no recuerdo bien, se enfrentaba el gran periodista al prejuicio según el cual los irlandeses y los gallegos emigran mucho porque son celtas inquietos con espíritu aventurero. Concluía Camba lo obvio: no es el afán de aventura lo que empuja a irlandeses y gallegos a marchar de su tierra, sino el hambre.
¿Ha oído, Corral? El hambre que, gracias a la muy católica gestión de ustedes, ya se deja sentir por toda España, con lo que un@s asaltan supermercados, otr@s buscan en los cubos de la basura y otr@s, por fin, tienen que emigrar.
Eso y la creciente tasa de suicidios gracias a su magnífica labor es lo que los españoles tienen que agradecer a ustedes.
(La imagen es una foto encontrada al azar en la red, sin atribución de autoría. En caso de que estuviera protegida, un aviso a Palinuro y este la retirará ipso facto.)

La Declaración de Madrid, de IU.

En esto llegó la izquierda. IU ha celebrado su Xª Asamblea Federal en un clima de exaltación y euforia. No es de extrañar. La IXª presentaba un panorama desolador, agrio, fraccionado. Ahora todo es unidad, parabienes, alegría desbordante. Menudean las declaraciones ditirámbicas y los propósitos verdaderamente audaces, a veces rimbombantes. Hay quien ve la llegada de un amplio (supongo) Frente de la Izquierda y también quien habla de un momento prerrevolucionario. Cayo Lara en su discurso de elección por unanimidad, pide a toda la izquierda agruparse en torno a IU, a la que define como la Syriza de España, con voluntad de movilizar a la mayoría social para cambiar la realidad por medio del logro del gobierno. Bien. Lo de Syriza no es cierto pues en la formación griega no hay partido comunista dominante como tal mientras sí lo hay en IU y esto no es un asunto intrascendente. Además, resulta algo desorbitado hablar de llegar al gobierno cuando se cuenta con el siete por ciento del voto y una expectativa del once por ciento en el mejor de los casos y a tres años de las elecciones.
La Asamblea ha aprobado un documento programático (desgranado luego en cincuenta propuestas prácticas) de carácter ideológico, llamado la la Declaración de Madrid del mayor interés. Se trata de un texto muy respetable, merecedor de estudio detenido, cosa que se propone Palinuro desde un punto de vista de izquierda no comprometido con partido alguno.
El texto está bastante bien redactado, sin la farragosidad huera de estos escritos, es claro y conciso. Tiene dos partes, una expositiva/teórica y otra dispositiva/práctica y están claramente diferenciadas si bien al final, por aquello de concluir con lo esencial, hay un poco de batiburrillo.
La primera parte contiene un diagnóstico claro al uso de la crisis, sus causas y consecuencias. Es una visión aceptada en general en la izquierda y sin duda está basada en estudios más extensos, impropios para este lugar. Poco por objetar, ni es el momento de hacerlo. Aunque podríamos entretenernos averiguando por qué sostienen los autores que esta no es una "crisis capitalista clásica". Parece serlo de todas todas. Lo no clásico es la respuesta política. En todo caso, la parte declarativa formula una propuesta esencial: encontrar una salida anticapitalista a la crisis. Para ello se pasa a la parte dispositiva/práctica.
Esta se subdivide en tres aspectos: medidas económicas, democráticas y de derechos y sociales. Hay una abultada variedad pero es difícil no subscribirlas casi todas. Reforma fiscal progresiva, banca pública, persecución del fraude y la economía sumergida, auditoría de la deuda, etc en el capítulo de los dineros; restablecimiento del derecho al y del trabajo, salario mínimo decente, renta básica, prioridad al empleo, al gasto público en sanidad, educación, clases pasivas y fomento de inversión pública; República federal, reconocimiento del derecho a decidir, igualdad de género, derechos de las minorías, atención al medio ambiente, derechos universales a la sanidad y la educación. Difícil no coincidir desde la izquierda. No obstante y salvo alguna cuestión, siempre discutible, como el derecho a decidir (que Palinuro aplaude) el anticapitalismo no se ve por parte alguna. En su ya larga historia, este sistema ha convivido con algunas o todas de estas medidas. El capitalismo keynesiano -al que la la izquierda criticaba acerbamente hace cincuenta años y ahora añora- era eso más o menos. Incluso era más. Ese nebuloso párrafo de la Declaración que pide la planificación democrática de la economía, con un nuevo modelo económico, social y ecológicamente sostenible, quizá lo único  tímidamente próximo al anticapitalismo, ¿qué quiere decir? Es la famosa "planificación indicativa" de todos los manuales de economía capitalista de los años sesenta? ¿La que servía para los "planes de desarrollo" del franquismo entre otros? ¿O es otro tipo de planificación? Si es así, ¿cuál? Quizá el que se intuye en un párrafo también insinuante, perdido en lo profundo del texto cuando habla de alcanzar la socialización de otros espacios como la Banca, el crédito, la energía y otros sectores estratégicos de producción. Socialización doble, traicionada por el subconsciente. Ahí, me temo, va a tener problemas IU para ampliar su base electoral.
Alguno más le vendrá de un apartado especialmente feliz en la Declaración: el propósito de integrar los movimientos ciudadanos de rebeldía en la gran Syriza española, lo cual ya ha empezado a ponerse en práctica, incorporando a representantes de estos movimientos (la PHA, por ejemplo) en los órganos ejecutivos de IU. Se abre esta aquí a una tensión entre el carácter desestructurado y flexible de estos movimientos y la hegemonía del PCE en IU. El planteamiento es el de siempre: IU es la vanguardia de las amplias luchas sociales y el PCE es la vanguardia de la amplia IU. El PCE no puede disolverse en IU porque, en el fondo, es su estructura; pero no puede mantenerse porque tarde o temprano vicia el funcionamiento de una organización orientada hacia un régimen asambleario.
En todo caso, de anticapitalismo, nada salvo si por tal se entiende cuestionar la Unión Europea. El propio documento se marca el límite que critica en los neoliberales y sus adláteres socialistas cuando reconoce ingenuamente que se trata de limitar el déficit sin recurrir a más deuda. El impago de parte de la deuda ilegítima, por lo demás, es el ejemplo del modelo islandés. Es un programa perfectamente socialdemócrata. Y no se acaba de entender por qué no se habría de proponer al PSOE como base para una hipotética unidad de la izquierda que muchísima gente desea en el país. Es más, aunque algunos militantes, entusiasmados por el éxito de la asambles hayan hablado de momento prerrevolucionario, que podría poner los pelos de punta a algún socialdemócrata finolis, el texto, de 3.892 palabras, no contiene ni una vez el término "revolución". Habla de rebelión en dos ocasiones en una llamándola "democrática" y en otra "social", pero sin más precisiones. Como cuando Palinuro hablaba de la insurrección permanente, allá por el mes de julio.
¡Ah, pero es que la Declaración habla de Proceso Constituyente, amigo, frente al blandorro de Rubalcaba quien solo habla de reformar la Constitución y... si el PP está de acuerdo! Cierto. En algo han de diferenciarse la izquierda radical y la moderada. Pero ambos quieren tocar la Constitución. A lo mejor pueden ponerse de acuerdo en un mínimo.Cierto,  IU siente inclinación por la voz de la calle que lleva ya tiempo pidiendo un proceso constituyente. Cabe suponerle, no obstante, cabal conocimiento de cómo suelen (o pueden) darse dichos procesos. En ellos se activa un poder único, excepcional el poder constituyente. Y este solo puede actuar mediante lo que la Declaración no menciona ni una vez: la revolución.
Pero no haya temor. Es inexistente el espíritu unitario de la izquierda en España. El PSOE es el enemigo. Una vieja historia. El "enemigo" tiene casi siete millones de votos en sus horas más bajas; el 28,7%, cuatro veces más que IU. Declararse enemigo de siete millones de personas no suele ser buen negocio y la alternativa es peor pues consiste en decir que, no siendo enemigos,  no saben lo que votan; son tontos, vamos. De los votantes del PP, innecesario hablar aquí.
Quizá consiga IU coronar su proyecto de eliminar el bipartidismo y hasta arrebatar la hegemonía en la izquierda al PSOE. En la vida todo es posible. Pero no es muy probable. Y, en el caso de que lo fuera, estaría por ver si IU tiene posibilidad de administrar la complejidad del gobierno con el 35 o el 40% del voto cuando ya solo la complejidad de la organización actual, con el siete por ciento, produce infinitos sobresaltos.
¿Y el PSOE? También los socialistas se reunieron aunque en mucho menor concilio. Acudieron los barones a despachar con Rubalcaba en sede matritense y se aprobaron las propuestas del SG, consistentes en no hacer casi nada o nada y seguir flotando a merced de la corriente, a ver a dónde los lleva. Los llaman oposición responsable, pues quieren decir que no muerden. Pero tampoco hablan o apenas lo hacen. Hasta ahora han venido esperando que el PP se aviniera a algún tipo de pacto de Estado y ya han descubierto media docena de veces que eso es tan posible como un crecepelo eficaz. No importa: siguen descubriéndolo. El último, Ramón Jáuregui ayer, muy contrito: "No hay posibilidad de llegar a acuerdos con el PP. Y lo siento". Fantástico. No las hubo nunca, buen hombre. Así, procede moverse.
El primer mandato es mantener la calma ante todo, parece decir la dirección actual. Un periodo de recomposición interna. Nada de primarias pues agitan los ánimos, hasta luego de las europeas de 2014. Después, ya se verá. Somos un partido serio, la nave capitana. No podemos ir a la ligera, aunque a veces se dispare alguna andanada como esa de Óscar López diciendo muy bravo que el PSOE "impedirá por ley" la privatización de la sanidad. Como si cambiar la ley fuera algún problema para el PP.
La dirección ha embarcado el partido en una gran tarea de reflexión teórica, de estudio y meditación, para bajar en octubre de 2013 como Moisés del Sinaí, con las Tablas de la Ley en forma de propuesta alternativa a este gigantesco desbarajuste de la crisis económica, política, social, moral.
Y uno se pregunta, mientras llega la verdad revelada, ¿qué hay de malo en echarle una ojeada a la Declaración de Madrid de IU y mostrarse menos estirados y más proclives a la acción unitaria? Al fin y al cabo, el PSOE gobierna con IU en Andalucía. IU, a su vez, posibilita el gobierno del PP en Extremadura. Pero ese es un asunto de IU, no del PSOE. El ataque capitalista, neoliberal al Estado del bienestar y a los derechos de la población está produciendo un desplazamiento de la opinión pública hacia la izquierda. Los socialistas catalanes, los más díscolos con la dirección, juntamente con Tomás Gómez, de Madrid, piden un giro a la izquierda, amargando más la vida al actual SG que es hombre más bien conservador a quien los caprichos de la veleidosa fortuna llevan a veces a sostener que el PSOE es radicalmente anticapitalista. Seguramente se trata de un anticapitalismo como el de IU. No veo por qué no se hablan.

diumenge, 16 de desembre del 2012

¿Es un fracaso el primer año de Rajoy?

Aparentemente, sí. Los datos, los números, cantan. Los barómetros dan una popularidad bajísima del presidente, solo superada a menos por la del líder de la oposición mayoritaria. La intención de voto al PP se ha desplomado y la del PSOE sigue en el fondo más bajo. Los indicadores socioeconómicos meten miedo. El paro avanza incontenible, al igual que los desahucios y el empobrecimiento general de la población. Es de conocimiento común (aceptado, incluso, por su protagonista) que Rajoy ha hecho lo contrario de lo que dijo en las elecciones y la investidura. Su crédito es inexistente. En el ámbito internacional, la situación oscila entre lo bochornoso y lo lamentable. Y así sigue. En el Consejo Europeo de ayer, en rueda de prensa, el hombre suelta la siguiente melonada "cuando llegué, sólo oía hablar de disciplina fiscal y austeridad. Hoy se habla de crecimiento, unión bancaria, unión económica y unión fiscal y eso es importante". Casi parece que esos ineptos eurócratas no supieran de lo que conviene hablar hasta que llegó él. Puede parecer una implicación exagerada. Pero no descarten que la crea en su fuero interno. Por lo demás, la inepcia de la declaración es evidente cuando se comprueba que, aunque en Europa se hable de crecimiento, aquí sigue hablándose de disciplina fiscal y de austeridad. Lo cual equivale a una confesión paladina de fracaso.
Por tanto, ¿fracaso?
Según cómo se mire. Si es por el cumplimiento de las promesas optimistas de generar confianza, reducir el paro, mantener el poder adquisitivo de las pensiones, etc, etc, esto es, el incumplimiento del programa oficial, la respuesta es: desde luego, fracaso total.
Pero es que el fracaso en ese campo el PP lo daba ya por descontado. De sobra sabía Rajoy que carece de todo plan, de toda idea que no sea seguir las directrices alemanas. Eso no era lo importante. Lo importante era el programa oculto, esto es, el programa de reformas ideológicas retrógradas que desmontaran el Estado del bienestar y el complejo sistema de derechos en que descansa.
Ahí, de momento, el triunfo es rotundo. En solo un año, la educación pública ha sufrido un ataque descomunal en todos los campos, no solo el económico, también el político, el ideológico, el lingüístico, el religioso. Un retroceso de más de treinta años que no tiene nada que ver con la crisis económica.
Las mujeres pierden el derecho a disponer libremente de su maternidad. Ya veremos lo que sucede con los matrimonios gays. Y los justiciables han perdido el derecho a la tutela efectiva de los tribunales que ahora solo se dispensa a quienes puedan pagarla. En general, la idea es que todos los servicios públicos sean de pago. Primer paso hacia su posterior privatización. Todos. Incluida la justicia.
En materia de sanidad, el expolio es sencillamente monstruoso. Se priva del derecho a la salud a muy numerosos colectivos, se encarece para todo el mundo, se suprimen servicios esenciales. Se pretende privatizar el sistema hospitalario en favor de empresas que buscan el beneficio y en modo alguno la garantía de unos derechos.
La política de orden público presenta rasgos de autoritarismo y arbitrariedad que hace pensar en un proceso de fascistización. Las fuerzas de policía hostigan a los ciudadanos que ejercen sus derechos y pisotean estos continuamente y, cuando recurren a la violencia lo hacen de forma desmesurada, con ánimo intimidatorio.
El más conculcado, el derecho a la información y la libertad de expresión. El ministerio del Interior pretende prohibir la grabación de las actuaciones públicas de la policía, a la que tolera que actúe aunque sus agentes no lleven visible la preceptiva placa de identificación. Si no es un Estado policía, empieza a parecerlo. Con ribetes de estado de excepción permanente.
La colonización de los medios de comunicación públicos es completa y descarada. Dichos medios son meras empresas de propaganda del gobierno. Periodistas y tertulianos recitan los argumentarios del PP día y noche y así consiguen que la audiencia se desplome a niveles ridículos. De lo que se trata es de que la gente deje de ver programas políticos, informativos, tertulias por su absoluta falta de calidad y se concentre, en cambio, en contemplar corridas de toros, que vuelven a la TV porque el ministro Wert -él mismo de la familia de los bóvidos, según propia confesión- los considera una forma cultural reciamente española. O partidos de fútbol, la auténtica nación hispana.
Frente a ese triunfo incuestionable de la derecha clerical más reaccionaria, ¿qué hace la izquierda? IU está en su X Asamblea y el PSOE ha reunido un Consejo Territorial en el que de lo que menos se ha hablado ha sido de territorios. Ambos parecen prepararse para lo que se avecina (quedan tres años de camino involucionista triunfal), pero de ello hablará Palinuro mañana.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

Pintar a otr@.

Está muy bien la exposición de Mapfre (Recoletos, Madrid) de los retratos que hay en el Centre Pompidou en París. Son 80 piezas de pintores del siglo XX, unos más famosos que otros. Algunas, las menos, son muy conocidas. La mayoría es obra menor. El comisariado, en advertencias sabiamente diseminadas por las paredes, nos insta a observar el impacto de las distintas corrientes, las vanguardias, etc. en el género. Desde luego, es curioso e interesante.
Aunque sea una muestra tan reducida, constituye un buen aliciente para repasar ese género pictórico del retrato, lleno siempre de enseñanzas. El retrato tiene una dimensión metafísica muy pronunciada por cuanto quiere representar a un ser ausente y, muchas veces, ausente para siempre, pues está muerto. Su impulso primitivo es esa negación de la muerte en forma de signo. Los retratos de Fayum son de personas difuntas. Mucha retratística renacentista era mortuoria, en algunos casos con retratos célebres, como el de Giovanna Tornabouni, de Ghirlandaio, en 1488. El culto a los antepasados y a los descendientes (son muy frecuentes las imágenes de niños fallecidos) empieza en los retratos.
Tiene también el género una dimensión social, habitualmente ostentosa y narcisista. Este era yo. Todos los poderosos se han hecho retratar. Y, cuando las sociedades se democratizaron, la afición caló en las clases medias. Así, el retrato llegó a ser un modus vivendi de muchos pintores. Se da aquí una diferencia interesante. Son muy distintos los retratos hechos por pintores especializados en retratística que los que ocasionalmente hayan hecho otros artistas con más temas o géneros. Igual que si para los retratos se emplean modelos reales o son imaginarios. Los pintores especializados tienden a "serializar" sus obras y, en ese trayecto, amaneran su estilo a extremos insólitos. Todas las mujeres retratadas por Giovanni Boldini se parecen. Es difícil encontrar un retratista de éxito que, como Sargent, muestre tan amplia variedad de estilos.
Todo eso se ve también en la exposición de Mapfre (retratistas y generalistas, modelos reales o invención) que muestra, además, la ruptura del género del retrato con cualesquiera convenciones. Si alguna quedaba, el cubismo y el expresionismo dieron buena cuenta de ella. A partir de ahí se llega al retrato abstracto, sin temor a la contradicción en los términos. Hay también muchos retratos de los que se llaman psicológicos con no más razón que porque el psicoanálisis es un hallazgo del siglo XX. Digo, porque el carácter psicológico de muchísimos retratos (si no todos) muy anteriores es patente. ¿No es psicológico el retrato de Inocencio X, de Velázquez? No hace falta seguir.
Los más psicológicos de los retratos son los autorretratos, un subgénero tan potente que es género por sí mismo. Porque, si en el retrato el artista pinta al otro (e, inevitablemente, proyecta en él su visión), en el autorretrato se pinta a sí mismo como si fuera otro. Aquí las variaciones son infinitas. La exposición de Mapfre tiene el buen tino de reunir un puñado de autorretratos en una sala; pero tiene también el malo de desperdigar otros autorretratos en otras partes, por ejemplo, uno de Bacon estupendo. En la sala llaman la atención dos óleos de Giorgio de Chirico que son autorretratos con su madre. En los dos es ella la figura dominante. Uno saca la conclusión de que el autor pretende -quizá sin saberlo- autorretratarse en su madre. Autorretrato psicológico.
En fin, merece la pena dejarse caer por la exposición de Mapfre.

dissabte, 15 de desembre del 2012

Cambiar la realidad.

Eso decía Cayo Lara en su discurso de apertura de la X Asamblea de IU ahora mismo en deliberaciones. Cambiar la realidad. Forma parte de ese lenguaje político vacío de contenido, como lo de "conquistar el futuro", "asumir los retos", "convocar a una gran esfuerzo nacional", etc. Expresiones hueras acuñadas en gabinetes de asesores, de publicitarios. Pero, de pronto, me dio por pensar que ese cambiar la realidad, teniendo en cuenta la que estaba desplegándose ante nuestras atónitas miradas obligaba a mirarlo con otro ánimo.
Es fascinante nuestra capacidad para hacer cosas que ni nosotros entendemos. Y si no entendemos la realidad es muy difícil cambiarla. Ese Adam Lanza que ha entrado a tiros en el colegio de Connecticut y se ha llevado por delante a veinte niños, seis adultos, su madre, su padre, él mismo y creo que también un su hermano, ese Adam Lanza, digo, es absolutamente incomprensible. Ya se pueden acumular teorías genéticas, biológicas generales, raciales, fisiológicas, sociológicas, psicológicas, políticas, filosóficas económicas o de cualquier otro tipo. Es radicalmente incomprensible. Lo que podemos llegar a entender de él es nada comparado con el destrozo que ha causado.
Porque cuando la bestia se enseñorea del campo se nos echa encima el dolor, el oscuro miedo de la especie y toda la acción humana se antoja carente de sentido.
Es la muerte de inocentes lo que subleva el espíritu y lo lleva a interrogar indignadamente el destino; las vidas truncadas las que truncan las nuestras. Pero aquí, sin ningún ánimo vengativo ni rencoroso, cabe recordar la cantidad de inocentes que muere desde hace años en Palestina. No en una tarde de otoño sino todos los días. Seres inocentes cuya realidad también es la muerte pero que suscitan mucha menos indignación, probablemente porque, siendo tan incomprensible como la anterior, es costumbre y a todo nos habituamos; incluido lo incomprensible, hasta que una tragedia en carne más o menos propia, nos hace ver qué injustos somos.

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Pero era de Cayo Lara e IU de lo que quería hablar. Exultante en una asamblea optimista, el coordinador general llama a las demás izquierdas a unificar fuerzas en torno a IU a la que se quiere forma hegemónica de la izquierda alternativa a las políticas neoliberales. Vuelve el sorpasso anguitiano que, en el fondo, ha sido siempre el anhelo de IU porque también lo ha sido el del PCE, que es su corazón y nervios. Lara anuncia que la relación de voto entre IU y PSOE, que empezó siendo en su mandato de 1 a 11 es hoy de 1 a 2. Syriza en el horizonte.
Ese es también el optimista criterio de Llamazares en una entrevista en la que llama a la refundación de la izquierda. Es un texto muy razonable y matizado, como suelen ser los suyos, la conclusión es la misma que en el caso de Lara pero se añade una nota de urgencia, producto quizá de la mayor capacidad de Llamazares, un aviso de que se trata de un ahora o nunca. IU arrebata el testigo de la hegemonía de la izquierda o se pierde una ocasión muy favorable.
El dirigente de Izquierda Abierta señala el nuevo riesgo derivado del crecimiento y el éxito de IU que es la necesidad de administrar la complejidad interna. Es también preocupación de Cayo Lara. Los equilibrios internos de la organización son muy complicados y tendrán que ver en el momento en que una vez más, fracase este intento cambiar una hegemonía por otra.
El problema es el de siempre. Hay pretensión de sorpasso desde el mismo momento de la formación de los partidos comunistas en los años veinte del siglo XX hace noventa años. Desde entonces, la intención es la misma y los argumentos también más o menos los mismos aunque lo ignoren quienes los emplean. Las explicaciones de que la socialdemocracia no es la verdadera izquierda, que es una aliada objetiva y subjetiva del capitalismo, que es el capitalismo mismo, uno de los dos puntales del sistema, etc también tienen noventa años. El resultado es, sin embargo, que en toda Europa y en todos estos años en la inmensa mayoría de los países solo ha habido socialdemocracia. En algunos, muy pocos y del sur de Europa, esta hegemonía socialdemócrata se ha visto perturbada, aunque sin consecuencias apreciables, por la existencia de la otra izquierda. Italia es caso especial. La socialdemocracia -nunca muy boyante- desapareció con Bettino Craxi pero la otra izquierda no consiguió su finalidad hegemónica. En los demás países del sur la izquierda no socialista, la que se llama a sí misma "transformadora" no ha transformado literalmente nada desde hace más de 30 años, salvo algunas cuestiones de carácter local o autonómico.
En su misma esencia la contradicción es la siguiente: después del hundimiento de la Unión Soviética la existencia de partidos comunistas carece de sentido. Pero estos partidos son los únicos con una tradición y experiencia de organización capaz de articular en torno suyo un movimiento más amplio, más complejo y, según los casos, ingobernable. El comunismo ya no es una opción y llevarlo en el nombre del partido es un absurdo. Pero es todavía marca de fábrica para las posibilidades organizativas. El único que, aun ocultando sus signos distintivos, puede aglutinar una izquierda de cierto peso social que, de otro modo, iría a parar al PSOE. Es lo que los dirigentes parecen haber entendido: el improbable sorpasso es la única forma de liberarse de la crítica de que la única razón de ser del PCE y de IU es restar fuerza electoral al PSOE.
El otro partido de la izquierda, el hermano mayor también está reunido en cónclave de finde. Hay un consejo territorial en donde Rubalcaba se ve con los barones. Es un órgano este que le es muy grato, se siente más en casa y más respaldado. Es este consejo en el fondo el que determina la política de la dirección del PSOE, un órgano poderoso pero muy del interior del partido y que no vive la sociedad en la que actúa.
Nada de primarias a corto y medio plazo. Tranquilidad, orden y concierto. Oposición responsable de aquí al fin de la legislatura. Recursos al Tribunal Constitucional y contundente rechazo a las medidas de privatización, de expolio, de desmantelamiento del Estado del bienestar y privación de derechos. Esta actitud, sin embargo, no permite al PSOE remontar en el aprecio de la gente y tampoco en su intención de voto. Frente a los sondeos siempre cabe ese aguerrido "¡venceré a las encuestas!" que suelen exclamar quienes van perdiendo. Pero la pregunta es ¿que habrá de nuevo en los tres años restantes que no lo haya habido en el año pasado? Solo que todo será tres años más viejo. No parece una perspectiva estimulante.

divendres, 14 de desembre del 2012

Las listas negras, las grises y las marrones.

Anuncia el ministro Montoro en el Senado con rostro adusto y mirada iracunda que publicará las listas de los grandes evasores de impuestos, como se hace, dice, en otros países, por ejemplo Irlanda y Gran Bretaña. Está el ministro irritado por el fracaso de su generosa amnistía fiscal (que él llama "regularización fiscal") a esos mismos grandes evasores. Esperaba 2.500 millones de euros y solo ha recaudado 1.200, lo que quiere decir que han aflorado 12.000 millones. Una futesa. Es muy humillante que desprecien tu magnanimidad. Así que ahora, que se preparen estos defraudadores recalcitrantes, que vamos por ellos.
Primeramente hay que resolver algunos problemas. Por ejemplo, cómo determinar quiénes figuran en las listas negra de la vergüenza. De problema, nada. La ley tipifica como delincuente a quien defraude por encima de 120.000 euros. Pues esos. De lo que se trata es de dar publicidad a los nombres de los presuntos delincuentes que, por lo demás, ya debieran ser públicos por estar la Hacienda obligada a interponer denuncia de oficio.
Otro problema es la necesidad de respetar el mandato de reserva de los datos fiscales de personas físicas o jurídicas. Un mandato de reserva que Montoro se saltó a la torera cuando habló de las deudas con Hacienda de los medios de prensa críticos con el gobierno. O sea, para entendernos, El País. El carácter absoluto de esa reserva, al extremo de encubrir delitos, quería justificarse antaño con la necesidad de ocultar los nombres de los contribuyentes por temor a las extorsiones etarras. Eso se ha pasado y, además, no es necesario modificar norma alguna porque, al tratarse de presuntos delincuentes, sus nombres deben estar ya en los tribunales que, como se sabe, funcionan por el principio de publicidad. Es decir, en el fondo, la única novedad de las listas debiera ser ordenar por orden alfabético los nombres de los defraudadores. O por orden de cuantía de lo defraudado, que tiene más morbo.
El último problema que dice Hacienda encontrar es cómo dar a conocer la lista negra de defraudadores y evasores. Piensa en subirla a su página web pero cree que debe acudir a más formas de publicidad, con lo que demuestra su ignorancia de la tecnología digital, el ciberespacio y la ciberpolítica. No se preocupen: ustedes cuelguen la lista en su página web y en cosa de minutos habrá llegado por viralidad al último confín de la tierra, estará en las portadas de todos los medios digitales y de papel del día siguiente, se encontrará en miles de enlaces de Google y otros buscadores. Ustedes limítense a subir la lista y verifiquen bien los nombres porque, como se les cuele un inocente, les (nos) va a sacar los untos en reparaciones.
Lo importante es la lista. El ministro está decidido a sacarla. La mayoría de la oposición aplaude. ¡Lista negra fuera! ¡Que cada palo aguante su vela! Que paguen de una vez, brama el ministro justiciero.
Y todo el mundo está de acuerdo. Tanto, tanto que algunos empiezan a plantear problemas. Así, el PSOE apoya la publicación de la lista negra pero añade que también quiere una gris. El diputado socialista Pedro Saura pide que asimismo sean públicos los nombres de los defraudadores que han regularizado su situación con Hacienda gracias a la amnistía fiscal. Parece bastante lógico y aunque estos evasores "legalizados" puedan sentirse molestos, supongo que nadie les prometió sigilo en su operación "rescate".
Pero, siendo lógico, es peligroso, ya que pone de relieve la injusticia de publicitar los nombres de los defraudadores excepto los de aquellos que tampoco pagan impuestos pero gozan del beneplácito del Estado. Que no son solamente los blanqueadores "legales". Son, sobre todo, los capitales que evaden impuestos mediante las SICAV. Una bolsa de cientos, quizá miles de millones que no tributan a la luz del día. Una medida recaudadora muy similar a la amnistía pero implantada por el partido del diputado Saura y mucho más ingeniosa que la amnistía pues no es única ni excepcional sino permanente, continuada, prolongada en el tiempo. No se deja de contribuir una vez; no se contribuye nunca, salvo el 1%.
Las dificultades se multiplican. Es imposible tomarse en serio los propósitos de lucha contra el fraude fiscal de un gobierno que asiste impávido al proceso por el que la Comunidad de Madrid, de modo arbitrario y manifiestamente injusto exonera de sus obligaciones fiscales a una empresa privada como Eurovegas. El magnate Adelson dejará de ingresar a la Hacienda española 3.200 millones de euros. Hará muchas otras barrabasadas. Se ciscará en la ley y la soberanía españolas, pero eso no hace ahora al caso. (OFF: Palinuro promete dedicar un post al peculiar paletismo de los gobernantes españoles, al estilo de l@s Aguirres, Gonzáleces, Camps, Fabras y otros a l@s que los estadounidenses venderán un día el Empire State Building.)
Si Montoro pretende de verdad luchar contra el fraude por imperativo moral, como dice, tiene que acabar con el ilegal y el legal al mismo tiempo. Bien está la lista negra, pero publique también la gris. En esta, los amnistiados, los de las SICAVs, los Adelsons y Adelfathers. Tod@s.
Sin embargo ya sabemos que no será así. Y lo sabemos no porque desconfiemos de la voluntad de publicar la lista gris sino porque ni la negra será completa. El gobierno se niega a revelar los nombres de la lista Falciani, una relación de más de cien nombres con cuentas corrientes en el banco HSBC en Ginebra. Es más, tiene en la cárcel al pobre Falciani, el bancario suizo que reveló las listas de cientos de miles de supuestos evasores de varias nacionalidades. Pero ahora que lo pone en libertad la Audiencia Nacional, aunque aún se le pueda extraditar a Suiza, ¿quiere el gobierno explicar a la ciudadanía por qué no da a conocer el contenido de esa lista? Hay más de 120.000 ciudadanos que apoyan la carta abierta de Público titulada muy acertadamente Señores ministros: ¿quiénes son los que nos están robando?.
Porque, vamos a ver, señor Montoro: ¿cómo justifica usted que se dé publicidad a los nombres de quienes defraudan a la Hacienda Pública a la pata la llana pero no a los de quienes lo hacen en el selecto club del HSBC? ¿Porque son los de la lista marrón que algunos llaman "dorada"?
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).