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diumenge, 14 d’abril del 2013

Por la República


14 de abril. Con manifa incluida que espero sea multitudinaria. Ojalá. Al establecimiento político la cosa no le hace la menor gracia. La Corona la detesta y finge ignorarla, porque será su Némesis. El gobierno y su partido la aborrecen y, a través de sus medios de comunicación e intelectuales orgánicos, la llenan de improperios. El principal partido de la oposición, con el paso cambiado y dando una imagen lamentable. La dirección, en actitud de lealtad dinástica, se llama andana mientras su militancia y sus votantes andan por ahí pidiendo la República.


La pobre República carga con críticas e infundios sin límites. Esperanza Aguirre considera que fue un desastre. Se supone como el del 98. Desastre fue el modo bestial de acabar con ella, el golpe militar ilegal, delictivo que, tras tres años de guerra civil, inauguró un régimen aun más ilegal, más delictivo, genocida, que duró cuarenta años. Ese sí que fue un verdadero desastre cuyas consecuencias todavía se notan. Otra de las calumnias que se manejan atribuyen el fin de la República no a la sublevación militar de 18 de julio de 1936 sino a la insurrección revolucionaria de octubre de 1934. Si de eso va, que poco es, esa responsabilidad recae sobre la sublevación militar de agosto de 1932 en Sevilla, más conocida como la Sanjurjada. Vienen después en cascada los relatos de las checas, Paracuellos, las quemas de iglesias, etc. Pero nada de eso empaña el hecho de que la IIª República sea el último régimen legítimo de España, puesto que emana de la voluntad popular soberana. Hay quien dice que esta viene asimismo manifestándose desde 1979 pero eso no es estrictamente cierto ya que la voluntad popular que aquí se expresa lo hace en el marco de la legitimidad del régimen anterior.

Esa legitimidad es la única que, en puridad de las cosas, ostenta la Monarquía española. Las otras dos son harto dudosas o, simplemente, no le corresponden. No hay una legitimidad dinástica pues se ha dado solución de continuidad en la sucesión. Cierto que el padre, don Juan, abdicó (o cualquiera sea la fórmula que se empleó) sus derechos en su hijo. Pero lo hizo a la fuerza, no tenía elección pues el hijo ya se había proclamado Rey según las previsiones sucesorias de Franco y lo había enfrentado con un hecho consumado. Don Juan cedió sus derechos invocando muchas veces el interés de España. Pero eso no restaña la ruptura del principio dinástico.

Lo mismo sucede con la legitimidad popular. En ningún momento se sometió a decisión colectiva la elección entre Monarquía o República. Aquella se incluyó en los dos textos que se sometieron a consulta referendaria (la Ley Para la Reforma Política de 1976 y la Constitución de 1978) junto a una serie de otras disposiciones e instituciones imprescindibles en una sociedad moderna y democrática, como el sufragio universal, los derechos y libertades, etc. Pero esa ficción no va lejos. Es obvio que no todos quienes votan a favor de la libertad de expresión, la sanidad pública o las garantías procesales serán monárquicos. Muchos serán republicanos, pero quedan invisibilizados en el texto.

A los republicanos nos gusta pensar que somos mayoría en España. Los monárquicos (o sea, los dos partidos dinásticos, el gobierno y el Rey) dicen que solo somos un puñado de nostálgicos. ¿Por qué no salir de dudas? Un referéndum lo solucionaría todo. La afirmación sin más de que la Corona cuenta con amplio respaldo popular es falsa, como han venido demostrando los barómetros del CIS hasta octubre de 2011. A partir de ese momento, el CIS ya no pregunta por el Rey. Por supuesto, orden política y perfectamente estúpida porque: a) no puede hacerse extensiva a los barómetros que hagan las empresas privadas de sondeos (que ahora preguntan todos por la valoración del Rey) y b) destroza el prestigio del CIS como actividad independiente de los intereses del gobierno de turno.

Se pongan como se pongan el PP (y su batería mediática) y la dirección del PSOE, el debate sobre si Monarquía o República está a la orden del día y se puede llevar adelante de modo civilizado, evitando intransigencias. Es más, ese debate es imprescindible como contexto o pareado con el otro, el de la autodeterminación de los catalanes, que los dos partidos tratan igualmente de sofocar.

Que el debate es actual se verá, es de esperar, este 14 de abril. Queda por ver si también es oportuno. Los monárquicos, tanto los "cristianos viejos" como los conversos, vienen aduciendo sistemáticamente que el debate Monarquía/República es inoportuno. Ya se sabe, se le achaca ser generador de inestabilidad. Esto supone que el sistema actual es estable. La Monarquía está en una pendiente de desprestigio imparable a causa del comportamiento de sus distintos miembros que, en muchos casos, parecen cruzar la raya de la ley y en casi todos resultan reprobables. El Rey, que tiene supuestas cuentas en Suiza y una amiga entrañable a la puerta de su choza, no da razón de la inmensa fortuna que Forbes le atribuye y no sabe si abdicar o no por lo que pueda pasar con su inviolabilidad.

Las aventuras de la infanta Cristina y su cónyuge, aparentemente un relato de golfería de guante blanco y restaurantes de cinco estrellas, no son dañinas para la Corona en sí mismas sino porque son la prueba de que no se trata de comportamientos excepcionales sino, al contrario, la forma normal de vivir y hacer de la Casa Real y sus aledaños.

La institución no tiene siquiera garantizada su reproducción. Los Príncipes de Asturias se han metido en un berenjenal a cuenta del supuesto aborto de Leticia. Es intrigante saber cómo reaccionarán los distintos sectores que componen la política española ante una información de ese calibre. Lo primero que habrá de verse es si la afectada acepta la veracidad del hecho o no. Si lo hace la situación se pone complicada. A los ojos de la ley, probablemente, Leticia no hizo nada reprochable. Pero a los ojos de la Iglesia, por la cual la Princesa se casó, está automáticamente excomulgada. Puede parecer crudo, pero el argumento es irrefutable: si una mujer que ha abortado puede ser Reina de España, la Monarquía habrá dado el paso decisivo en la separación entre la Iglesia y el Estado. Pero esa separación rompe el principio del nacionalcatolicismo que, nos guste o no, sigue imperando en España.

¿Cómo que no es oportuno el debate Monarquía/República? Más oportuno que nunca. A sus muchas y muy conocidas virtudes una la República la garantía de que casi con total seguridad, de haber problemas, no vendrán de los hijos, yernos, nueras o sobrinos segundos del presidente. Al estar basada en el principio dinástico de primogenitura, la Monarquía es un régimen familiar, a diferencia de la República, que es un régimen de magistratura. Y ya sabemos de sobra que en las familias nunca se sabe lo que va a pasar.

(La imagen es una foto de Jgaray en el en el dominio público).

dissabte, 13 d’abril del 2013

La monarquía, la república y la transición. Segundos fuera.


En vísperas del 14 de abril, Rubalcaba ha considerado necesario declarar lo que se lee en el texto de la imagen. Declarar que su partido "no es monárquico" y que él, personalmente, es republicano por convicción. Y ¿a qué se debe esta repentina confesión de parte? Básicamente a dos circunstancias:


a) Las reiteradas manifestaciones monárquicas más o menos vergonzantes de la actual dirección en los últimos tiempos so pretexto de que la institución monárquica se ve en apuros y necesita apoyos para garantizar la estabilidad. Estabilidad es un término mágico. Su mera invocación, venga o no a cuento, ha de apaciguar cualquier controversia y acallar toda crítica o propuesta de reforma. ¿Y si lo que de verdad amenaza la estabilidad es la permanencia de una institución desacreditada, poco menos que a la fuerza? Pero eso da igual. La colaboración del PSOE con la dinastía es leal o, como su oposición, responsable. Otro término cargado de connotaciones sospechosas.

b) La presión a que ciertos sectores más difíciles de controlar en el PSOE, por ejemplo los jóvenes, someten a la dirección para que el partido plantee la disyuntiva de la forma de Estado, si república o monarquía. Cosa de la que Rubalcaba no quiere ni oír hablar. Por eso sale al paso con sus aclaraciones que, como sucede con las de Rajoy, no aclaran nada. Una deconstrucción elemental del discurso del secretario general muestra su naturaleza problemática. Se declara republicano por convicción, pero, dado que el pacto de la transición sigue vigente y la monarquía ha hecho su parte por la democracia, esta no se cuestiona. Punto. Es decir, Rubalcaba es republicano por convicción y monárquico por conveniencia.

Y ¿desde cuando zanja la conveniencia los asuntos de convicción de modo incondicional y, según parece, para siempre? Si la conveniencia prevalece sobre la convicción ¿no convierte la convicción en conveniencia y al revés? A esta objeción de fondo se añade la de la validez de las apoyaturas. Eso del pacto de la transición exactamente ¿qué es? El término, en realidad, designa un ente de razón, igual que lo hace el sintagma contrato social. No existe una realidad material, objetiva, de ese "pacto de la transición" que no sea la Constitución. Pero, justamente, Rubalcaba viene proponiendo reformarla. ¿Quiere decir que unas cosas pueden reformarse y otras no? ¿Quién lo decide? ¿Él? ¿En función de qué criterios? Cuando habla el secretario general sobre cuestiones acerca de las que no hay decisiones  orgánicas expresas ¿implica a toda la dirección? ¿A todo el partido?

Al respecto la razón dice que, si no hay decisión o mandato claros, se estará a lo que digan los últimos que se emitieron y, en consecuencia, siguen en vigor. Según estos, no es que el PSOE no sea un partido monárquico, como dice con elemental understatement el secretario general. Es que es inequívocamente republicano. El PSOE formó parte de la primera conjuncion republicano-socialista posterior a la Semana Trágica de Barcelona y por eso entró en las cortes Pablo Iglesias; y así siguió. Luego se sumó en 1930 al Pacto de San Sebastián que tramó y consiguió el establecimiento de la Segunda República, último régimen legitimo de la historia de España, no necesariamente legal. Legales ha habido otros. Así que el PSOE es un partido republicano.

Y, ya de pasada, esa afirmación de la validez del "pacto de la transición", a su vez, se basa ¿en qué? Si el sistema político de la transición está tan generalmente cuestionado que hasta el propio Rubalcaba propone una reforma constitucional, la validez no puede seguirse de las conclusiones de un análisis riguroso de la realidad sino del deseo de que nada cambie -por renco que sea- seguramente para no tener que trabajar. No se me escapa que el razonamiento, en el fondo, pueda ser mera fachada de otra intención más aviesa. Mantener la validez del "pacto de la transición" significa recurrir al consenso. Y ya se sabe que será imposible de alcanzar si se presenta al PP una opción republicana. Por supuesto. Pero es que no hay que presentársela al PP. Hay que presentársela al electorado. Lo que este razonamiento pretende es impedirlo, impedir el renacimiento de la coalición republicano-socialista.

Tengo la impresión de que la actual dirección del PSOE es mucho más conservadora que su militancia y su electorado. Convertir de hecho el PSOE en un partido dinástico equivale a secuestrarlo. Asunto tan importante debe ser objeto de una decisión de congreso. No entra dentro de las competencias de ningún órgano entre congresos. La militancia y el electorado deben tener algo que decir. Habrá votantes tradicionales del PSOE que dejarán de serlo si el partido no es inequívocamente republicano y propone la realización de un referéndum para dilucidar la cuestión.

Infantilizar al electorado al extremo de no permitirle decidir libremente qué forma de Estado desea no me parece algo bien avenido con la izquierda. Más cercano aun: la convicción republicana no tiene el vigor suficiente para pedir la terminación de una monarquía que carece de la legitimidad dinástica, pues la renuncia de don Juan fue forzada y, por tanto, no válida; y también carece de la legitimidad democrática, pues el electorado nunca pudo pronunciarse específicamente sobre la cuestión sino dentro de un paquete de otras medidas que eran imprescindibles. En realidad solo tiene la legitimidad del 18 de julio y mucha gente consideramos que esa no es legitimidad alguna.

¿Por qué es dañino para la estabilidad pedir la terminación de la monarquía y el establecimiento de la IIIª República o, al menos, un referéndum sobre la disyuntiva? Para la estabilidad ¿de qué o de quién?

dilluns, 1 d’abril del 2013

Suiza.

Si Suiza es o no un paraíso fiscal al estilo de Antigua y Barbuda, Anguilla o las Islas Salomón, que suenan todas a bucanero o, más bien, al estilo San Marino, Liechtenstein o Mónaco, que suenan todas a casa de juego, es algo que cada cual debe ponderar por sí mismo porque dependerá de cómo se defina el sintagma paraíso fiscal, qué alcance se le dé, etc. Palinuro la considera un paraíso fiscal. Cierto, uno con empaque de país, abolengo, historia, constitución y una bandera que recuerda la de la Cruz Roja con los colores invertidos. Pues la Cruz Roja, como otros organismos internacionales galore, radica en Suiza, país cosmopolita, multicultural, plurinacional, muy bancario. Un paraíso fiscal. Un lugar a donde envían sus dineros quienes los poseen en España (y otros lugares), para evadir impuestos o para ocultar su origen. Actividades generalmente consideradas delictivas.

La gente lleva muy mal eso de la evasión de capitales y los fraudes a Hacienda. Sobre todo ahora que se ha enterado de que si las grandes empresas y fortunas tributaran las decenas de miles de millones de euros que defraudan, no habría crisis. Lleva mal incluso esa costumbre de algunos deportistas o gentes de éxito de residenciarse en el extranjero para no pagar impuestos en España. Hay una petición general de que los tales no representen al país en el que no tributan. Y es razonable. Que representen a Andorra, por ejemplo.

Y ahora pillan al Borbón con unas cuentas en Suiza. Probablemente tengan un origen histórico ya que, al haber residido su padre en Lausana, las cuentas vengan de ahí. Sin duda, pero eso no justifica el hecho de mantenerlas fuera del alcance de la Hacienda del país en el que se dice reinar. Es comprensible en el plano humano, sobre todo con la experiencia de los Borbones. No queda nunca descartado que haya de salir una noche con lo puesto y siempre viene bien tener algo apartado en Suiza para los primeros gastos.

Es comprensible, es humano, es histórico, es lo que se quiera. Pero no es admisible. El Rey no puede tener dinero oculto al fisco en España en un banco extranjero en un momento especialmente grave en que , con seis millones de parados, su país necesita recuperar la confianza, necesita atraer capital y no es evadiéndolo como se lo atrae.

Ignoro si la monarquía como institución aguantará esta nueva andanada con todo lo que le lleva llovido en los últimos tiempos. Supongo que, aterrorizados por el lógico encresparse de la opinión republicana, los dos partidos dinásticos saldrán en defensa de la Corona. El PP porque sí, pues va en su convicción más íntima y no requiere mayor justificación. El PSOE, con algo de mala conciencia, explicará que no es el momento de meterse en la cuestión de la forma de Estado, que el descrédito recae sobre el monarca reinante pero no sobre la institución y que, cuando llegue el momento, ya hablaremos.

Pero no; es cosa de hablarlo ahora. La monarquía es un régimen obsoleto, no solo por el origen de la magistratura sino, sobre todo, por su carácter vitalicio. Cuando hoy día lo vitalicio no lo quieren ni los Papas. Las repúblicas son mucho más recomendables y racionales porque los presidentes se ven obligados a caer bien al electorado, sea este la gente en general o unos u otros cuerpos electorales, los mandatos son temporales y, por supuesto, ni en sueños pueden permitirse comportamientos como los que parece haber tenido el Rey de España. ¿Alguien imagina la que se organizaría en los EEUU si el presidente Obama tuviera a doscientos metros de su residencia una entrañable amiga, condesa alemana, para tareas de alta política? ¿O en Alemania en donde el presidente es un cero a la izquierda? Caerían gobiernos y los interesados, muy contritos, abandonarían sus cargos. Aquí, no. Aquí el Jefe del Estado puede tener una fortuna apañada en un banco suizo, como sucede con algunos presidentes de países africanos.

Con un gobierno bajo tenaz sospecha de corrupción, incapaz de reaccionar porque también lo está su partido, paralizado a todos los efectos, el país se encuentra sorprendido e indignado. Sorprendido porque comprueba que el sistema político de la transición, la alternancia de los dos partidos dinásticos ya no da para más y que, justamente ahora en que se habla de reformar las Constitución, ninguno de los dos partidos mayoritarios está dirigido por gente a la altura de las circunstancias sino por seguidores fieles de las rutinas que nos han traído a esta situación. El país está además indignado o tal cosa se percibe por doquier ante el espectáculo de incompetencia y corrupción que proporcionan hoy las administraciones españolas de todos los niveles.

Para el 25 de abril hay convocado un nuevo -y definitivo, según he leído, por indefinido- asedio a las cortes hasta que estas se disuelvan, se convoquen nuevas elecciones, aunque esto último no stoy seguro de haberlo leído.

Si el gobierno cree que puede controlar esta marea creciente de movimientos sociales, esta múltiple reacción de la sociedad civil, recurriendo únicamente a la represión, me parece que anda equivocado. No tiene más remedio que dialogar con ellas. De hecho es lo que hace a través de los medios adictos. Solo sería necesario dialogar de buena fe. No mintiendo ni insultando. 

IU llevará al Congreso el asunto de las cuentas suizas del Rey. Es lo menos que puede hacerse. Será incomprensible que el PSOE no diga nada y que siga actuando como cómplice en el encubrimiento de los desmanes de la Corona con el argumento de que hay que salvar la institución cuando la institución misma es un desmán.

(La imagen es una caricatura mía (bueno y de My Webface.com) de una foto de x (Aleph), bajo licencia Creative Commons).

diumenge, 17 de febrer del 2013

El jefe es el Rey.

Diego Torres, exsocio de Iñaki Urdangarin, ha afirmado, al parecer, ante el juez que el jefe es el Rey. Digo "al parecer" porque, según veo, este Torres tiende a decir y a desdecirse. La afirmación puede obedecer también a una estrategia de defensa procesal. Si cobija sus presuntas fechorías a la sombra del monarca, que no es penalmente responsable, algo sacará en limpio. Por lo demás, no se trata de un hecho, sino de una deducción. De un correo de Urdangarin en que este le pide tiempo para "consultarlo con el jefe", infiere que el jefe solo puede ser Juan Carlos I. Algunos han empezado ya, incluso, a especular que el Duque (o ex-Duque, pues no lo tengo claro) quizá solo sea un testaferro. Se supone que de su suegro.

La Monarquía española está en horas bajas. Es obvio el acuerdo general de los medios para informar con sordina de las peripecias de la Corona, no comentarlas y restarles importancia. Nada complace más a los serviles que ser útiles a su señor. Pese a todo, los continuos escándalos y broncas en que se ve mezclado el Rey plantean la cuestión de la viabilidad de la institución. Se quiera o no. Las cacerías de elefantes, los supuestos devaneos amorosos del soberano convertidos en asuntos de Estado, la naturaleza de sus verdaderas relaciones con Urdangarin, su deteriorada condición física, el hecho de lo abucheen de vez en cuando son datos apuntando en la misma dirección: puede ser un buen momento para preguntar a los españoles por el mantenimiento de esta institución.

Como siempre, la solicitud de celebración de un referéndum que debió convocarse treinta y cinco años atrás, tropezará con la negativa cerrada de los dos partidos dinásticos. En el caso del PP es comprensible, pues se trata de mantener una institución cuya instauración se debe al franquismo. En el caso del PSOE, en cambio, lo encuentro incomprensible y tiendo a verlo más como una imposición de las convicciones personales del secretario general que como el espíritu del partido. No sé si el monarquismo se ha aprobado en algún congreso del PSOE. Sospecho que no. A lo mejor es cosa de hablarlo a las claras en el siguiente en lugar de jugar a la ambigüedad. ¿Es el PSOE un partido republicano o monárquico?

El descrédito de la monarquía es galopante. Los sondeos le son negativos. Por eso no se hacen. Por lo demás ese descrédito lo comparte la corona con el del resto de las instituciones del Estado. El gobierno carece de autoridad, enfangado como está en un asunto de corrupción que afecta a la honradez de su mismo presidente. El Parlamento es irrelevante por sometido al gobierno. Los medios son mayoritariamente progubernamentales. Solo resisten como fortalezas sitiadas el poder judicial y la web.

España se ha dividido en dos, como siempre: la España oficial y la España real. La oficial, ya se ha visto, está invadida por la corrupción, por el enchufismo y el caiciquismo y por las prácticas de un gobierno autoritario. Es la España oficial de toda la vida, el objeto de la crítica regeneracionista primero y de la izquierda después.

La España real, en cambio, está en la calle. Ayer se manifestó el país entero por el derecho a la vivienda, por la dación en pago, movido por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH). Hoy habrá más manifas. Vuelve la Marea blanca. Frente a este estado de insurrección social permanente, la España oficial solo puede oponer una autoridades deslegitimadas por esta bajo fuerte sospecha de corrupción. De ahí que los dos partidos mayoritarios hayan dado marcha atrás en sus intenciones, contradicho sus medidas anteriores y se apresten a legislar sumisamente y por vía de urgencia las reivindicaciones de la PAH.

Los movimientos sociales están cumpliendo las funciones que debiera cumplir la oposición parlamentaria. Es obligado que esta establezca cauces de comunicación e intercambio con aquellos. La sociedad cambia a ojos vistas. Los ciudadanos tienen una capacidad de autoorganización y alcanzan una eficacia de acción que amenaza con hacer obsoletos los partidos políticos tradicionales. Ocurre con ellos lo que con los medios en relación a internet. Esta no pone en peligro los medios sino los medios de papel. Internet tampoco pone en peligro la acción política sino solo la de papel, es decir, la de los partidos.

(La imagen es una foto de א (Aleph), bajo licencia Wikimedia Commons).

dijous, 30 d’agost del 2012

Estampas del verano. A la charca con el monarca.

¿Qué se ha creído este pavo? ¿Que se puede andar zarandeando a los trabajadores así porque sí? Un rey que le echa la bronca a su chófer por una nimiedad no es un rey sino un vulgar patán. ¿Cuál es el mérito de abroncar a alguien que depende de ti y no puede responder? Que venga a abroncarme a mí o a cualquier otro republicano de los que estamos hasta las narices de este parásito que solo da que hablar de él por sus meteduras de pata, sus vergonzosos pasatiempos o sus intentos de salvar a ese yerno impresentable, presunto ladrón de guante blanco.
¿No quiere Juan Carlos aguantar las pitadas y abucheos de la gente indignada por los recortes de la derecha a los trabajadores, los pensionistas, los parados y los privilegios concedidos a los ricos? Pues lo tiene muy sencillo: hable, dígalo, en vez de zarandear al chófer por una menudencia; haga frente a Rajoy y su gobierno de mangantes y meapilas y póngase del lado del pueblo.
Imposible, ¿verdad? De entrada es que ni se le ocurre. ¿Ponerse él del lado de la chusma? ¡Hombre, por Dios, que hay clases! Y, aunque se le ocurriera, faltaría tiempo a los neofranquistas para recordarle que, aunque sea el sucesor del Caudillo por la gracia del mismo Caudillo, él no pinta nada. Más moderados, los constitucionalistas cortesanos, incluidos los de izquierda, le recordarán que, según fórmula acrisolada, el Rey reina, pero no gobierna... salvo que le interese a la derecha, en cuyo caso todas las máximas contitucionalistas se van al garete. ¿No se llevó Rajoy al Rey a presidir el consejo de ministros en el que se aprobaron los recortes, o sea el expolio de los trabajadores y clases medias en general? ¿No aparece así como responsable o cómplice de esas políticas injustas? Algún alma caritativa podría intentar salvarle la cara argumentando que no lo hizo con mala intención, sino solamente empujado por su innato atolondramiento. Cierto, atolondrado lo es un rato largo, tanto que se parece mucho al inspector Clouseau, cuando intenta atravesar las cristaleras sin abrirlas o se da en el morro con el quicio de una puerta. Pero el gesto de presidir el consejo de ministros en que se privó de su derechos a cientos de miles de personas no era atolondramiento, sino colaboración.
¿De qué se extraña si la gente lo pita y abuchea? Y que se dé con un canto en los dientes de que las cosas no vayan -de momento- a mayores.
El rey se reúne de comilona con los empresarios más poderosos del país, para hablar, según dice de la crisis. Es decir, se reúne para hablar de la crisis con sus más directos beneficiarios. Es cierto que también recibió a Toxo y Méndez en La Zarzuela a primeros de agosto, pero eso es algo atípico. Tan atípico que hasta los dos sindicalistas se pusieron corbata que jamás hizo tanta justicia al origen histórico de la prenda, símbolo de las sogas que llevaban al cuello los esclavos. Lo que le va al rey es el yantar con los ricos, con los que le hacen regalos y sacan partido de su cercanía al monarca para hacer más negocios. Como su yerno. Lástima que a este lo perdiera la tontuna y la codicia. A estas alturas ya podría ser uno de los comensales del rey, empresario de éxito y respetado.
En resumen, Juan Carlos, que no eres ya un chaval: no se matan elefantes por entretenimiento en escapadas clandestinas y picaronas cuando uno preside el World Wildlife Fund, ni se zarandea al chófer cuando uno tiene que aguantar los pitidos de su amado pueblo.
Abdica, hombre, antes de hacer alguna otra estupidez que comprometa más el destino de una corona de inexistente legitimidad. Y fíjate que Palinuro te da el consejo desinteresadamente puesto que, como republicano correoso, lo que le interesa es que te la pegues ya del todo para reclamar la IIIª República.
(La imagen es una foto de SalamancaBlog.com, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 16 d’agost del 2012

¿Que incita a la violencia?

En 1939, hace ahora 73 años, terminó la guerra civil que desencadenó un grupo de militares delincuentes y genocidas contra el gobierno legítimo de la IIª República española. Fue un acto de violencia fascista contra un régimen liberal, democrático y pacífico con ayuda de los países fascistas de la época, Alemania, Italia y Portugal. Al concluir las hostilidades, los militares delincuentes establecieron unas dictadura totalitaria y ejecutaron un minucioso plan de genocidio, consistente en asesinar a cientos de miles de personas desarmadas, torturar a muchas más y aterrorizar así a una población indefensa que había quedado a merced del vencedor después de la contienda solo para descubrir que el vencedor no conocía la piedad ni la clemencia que sus curas, sin embargo, predicaban en los púlpitos. Esta labor de exterminio de los rojos (esto es, todos quienes habían hecho algo por la República, fuera lo que fuera, desde combatir en su defensa hasta haber participado en las festividades del 14 de abril) siguió durante los años siguientes más o menos hasta finales de los cincuenta.
En un ejemplo paradigmático del trastorno psíquico que los psicólogos llaman "proyección", los militares genocidas y sus auxiliares (los curas, los falangistas, los banqueros, etc) "juzgaban" (puras farsas), condenaban y ejecutaban sumariamente o simplemente asesinaban en las cunetas de las carreteras a los rojos (y mucho cuidado porque, para los descendientes ideológicos de estos criminales que están hoy en el gobierno, seguimos siendo eso, rojos), acusándolos de sublevación militar, es decir, acusándolos de los crímenes que habían cometido ellos. Los soldados, civiles y milicianos que habían cumplido con su deber defendiendo el régimen legítimo y pacífico de España, sus instituciones y su bandera, frente al asalto de una banda de forajidos sangrientos, pasaron a ser los criminales, los sublevados, los violentos según, claro está, los medios de comunicación de la época, todos ellos sujetos al férreo mando militar y sometidos a la censura política previa o posterior, de la que se encargaba precisamente el falangista Fraga Iribarne, luego fundador del PP.
Esa proyección, ese dar la vuelta a las cosas propio de los criminales fascistas que gobernaron España durante 40 años en la época más tenebrosa de la historia patria es la que esgrime el actual gobierno de la derecha, del partido fundado por el ministro del genocida, de herederos ideológicos de los criminales del 36.,
¿Que la bandera tricolor incita a la violencia? Es igual que decir que los militares que mantuvieron su honra y honor defendiendo el régimen al que habían jurado lealtad frente al asalto de los criminales perjuros eran los delincuentes. Revela la misma mentalidad canalla en los gobernantes actuales.
Y hoy eso es tan falso como entonces. Los republicanos no se habían sublevado contra nadie y la bandera tricolor es símbolo de paz y legitimidad. La que es ilegítima e impuesta por la violencia es la roja y amarilla de los fascistas victoriosos en la guerra y que el Estado español la tenga por oficial no la hace legítima sino que plantea preguntas (de respuestas obvias) sobre la legitimidad de ese Estado.
Pero es que, además de legítima, la bandera republicana es legal, según sentencia del 15 de diciembre de 2003 del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que anulaba una decisión del Ayuntamiento de Torrelodones (entonces del PP, claro) por la que se ordenaba retirar una bandera republicana de un chiringuito de IU porque ... ¡podía incitar a la violencia!
Como se ve, los franquistas reinciden y reinciden porque lo que quieren es suprimir la bandera tricolor misma y, como ya no pueden asesinar a los rojos, tratan de despojarnos ilegalmente de nuestros símbolos. En el fondo, la razón es clara: la bandera republicana no solo es legítima y legal sino símbolo de la justicia, la libertad y la igualdad y su ondear recuerda a estos neofranquistas del gobierno su procedencia ideológica: el crimen, el terror, el genocidio que tratan de ocultar como sea.
Pero ese abuso de los gobernantes no puede quedar impune. La izquierda tiene la obligación de defender el empleo de los símbolos republicanos todos ellos pacíficos. Esa multa es ilegal y hay que hacer que la retiren. Nuestros representantes están para eso, no para achantarse y bajar la cerviz frente a la chulería y el fascismo de los herederos de un genocida.
(La imagen es una captura del blog Unidad Cívica por la República, bajolicencia Creative Commons).

diumenge, 6 de maig del 2012

Las aventuras de la Monarquía.

La democracia es un régimen de opinión, qué le vamos a hacer. Lo decía Platón que por eso la despreciaba pues tenía la peor opinión de la opinión. Igual que su discípulo, Aristóteles, si bien este, como era más concreto, motivaba la mala opinión en el hecho de que, en la democracia, los muchos y pobres, al tener el poder, se dedicaban a saquear a los pocos y ricos. Una idea tan aparentemente certera que los pocos y ricos decidieron adelantarse y, cual si estuvieran en guerra preventiva, expoliaron a los muchos y pobres. Y es lo que siguen haciendo, por si luego dice alguien que las teorías de los intelectuales no sirven para nada.
La consigna, tan repetida en el campo monárquico, de la monarquía democrática es un contrasentido. Suele mitigarse señalando que el Rey, al fin y al cabo, no gobierna; que no pinta nada, vamos y su valor es puramente simbólico. Ciertamente, la intención de forjar un régimen en que el Rey y la representación popular tuvieran el mismo peso, esto es la idea de la soberanía compartida entre el Monarca y el Parlamento, aunque se intentó, no prosperó. De aquí la formulita de "monarquía parlamentaria" que ladinamente desliza la Constitución española de 1978, luego de haber reconocido que la soberanía reside en el pueblo español. Así que, como el Rey no pinta nada sustancial y el soberano es el pueblo, la fórmula primera debiera ser "democracia monárquica". Pero esto suena ya a pitorreo. Con "monarquía parlamentaria" en la CE y "monarquía democrática" en el lenguaje coloquial nos hemos quedado.
Pero la democracia, repito, es un régimen de opinión. Se basa en la decisión de la mayoría y las mayorías ya se sabe que son erráticas, imprevisibles, caprichosas. Cientos de varones ilustres nos han advertido a lo largo de los siglos sobre los vicios de las mayorías. Su deslealtad, su desvergüenza, su irracionalidad. Los más adustos (y misóginos) han recordado que las mayorías tienen alma liviana y tornadiza, como la de las mujeres y qué más se quiere. Pero son las mayorías y gobiernan porque la soberanía reside en el pueblo y este se manifiesta a través de ellas.
¿Y cuál es la opinión de la mayoría sobre la Monarquía? Los datos del CIS son que bastante baja. Es cierto que en los discursos publicados, en la retórica de los partidos (y no de todos) hay un espíritu protector de la Monarquía que nos insta a entender la importante función que cumple la institucion en la salvaguardia de la unidad de España y la legitimidad de sus otras instituciones. Igualmente se da una especie de convicción generalizada de que no es justo extrapolar a la institución las andanzas personales de sus allegados. Así razonan sobre todo los dos partidos dinásticos, PP y PSOE (aunque en el caso del PSOE imagino que habrá cierta resistencia interna) y multitud de publicistas y comunicadores,
Pero la pregunta por la opinión de la mayoría también se mueve en esos argumentos. La idea de la instrumentalidad de la Monarquía para la democracia en España suele contrarrestarse recordando que, en sí misma, es una imposición de la dictadura de Franco, un régimen ilegítimo de origen y ejercicio y que no puede legitimarse en atención a sus resultados por razones obvias. En cuanto a la cuestión de la extrapolación, hay mucha tela que cortar. La idea de que el comportamiento de los allegados a la Corona no puede ensombrecer a esta no es sin más admisible porque una de las exigencias que lógicamente se hace siempre a los allegados es que su comportamiento debe ser virtuoso e irreprochable. Los allegados y, por supuesto, el mismo Rey. ¿Tampoco se proyecta sobre el prestigio de la Corona el comportamiento de quien simbólicamente la porta? Entonces, lo simbólico, ¿en qué diantres consiste?
Que el Rey, al parecer, se lleve fatalmente con la Reina; que su conducta sea supuestamente liviana, disoluta, reprochable; que haya, se dice, amasado una enorme fortuna en actividades que son incógnitas; que, según parece, ande en trapicheos y compraventa de regalos de lujo que recibe; todo eso, puede predicarse, pertenece al más estricto ámbito privado del Monarca pues este, como cada hijo de vecino, tiene derecho a una intimidad inviolable. Puede predicarse pero es prédica inútil. La opinión, el pueblo soberano, no es como los jueces que, cuando se enteran de que una prueba se ha obtenido ilegalmente, la ignoran. La opinión no solamente no ignora sino que, convencida de que la pruebas obtenidas ilegalmente son más verdaderas que las otras, las de los canales institucionales que suelen estar amañadas, les dan mayor valor.
La baja opinión popular sobre la Monarquía traduce baja opinión sobre el Monarca porque el Monarca representa la Monarquía y no de nueve a tres, sino las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días de todos los años de su reinado. Nobleza obliga. Pero si, sobre lo ya sabido, se confirman relaciones objetables con la trama de su yerno, el desprestigio del Rey será mayúsculo.
En fin, no quiero liarla ya que, según dicen los prohombres de la Patria, hay cosas en que pensar más importantes que esta. Pero no me quedo tranquilo si no formulo otro argumento francamente favorable a la República y es que no conviene nada vincular la jefatura del Estado a una familia, para no tener que padecer después sus líos internos pues con los de cada cual ya tenemos bastante.
(La imagen es una foto de SalamancaBlog.com, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 1 de maig del 2012

La intangibilidad de la Monarquía española.


En la entrada de ayer de Palinuro se argumentaba que el PSOE no está a la altura de la oposición requerida en las circunstancias aduciendo varias razones. Una de ellas era que no tiene claros los asuntos de principios y que, con motivo de la última astracanada del Borbón cazando elefantes, había salido en defensa de la Corona, dando a entender que se considera ya un partido dinástico. No ha lugar a la reivindicación de la República y, si lo hay, no es este el momento; no lo ha sido en los últimos 37 años; no lo será en el futuro.
Un benevolente lector llegaba a considerar que plantear hoy la disyuntiva República-Monarquía con la que está cayendo es una especie de insulto. Palinuro no sostenía que el PSOE debiera salir en procesión todos los días cantando el himno de Riego. Pero de ahí a ser partido dinástico media un trecho. El argumento de la extemporalidad tiene su miga; pero también lo tiene el de la claridad en los principios. El mayor inconveniente del de la extemporalidad es que suele ser una excusa para no decir lo que en el fondo se piensa, esto es, que la Monarquía en España es intangible e indiscutible. Si en el PSOE se piensa así, conviene que la gente lo sepa.
A día de hoy, con el asunto de Urdangarin y Torres en primera de todos los diarios, redoblarán los ataques a la institución. Eso, obviamente, no es correcto. La institución no tiene nada que ver con el comportamiento personal de sus miembros o allegados. En todas las familias hay un yerno resultón. Así como un elefante no puede aplastar una Corona, un presunto crápula no puede desprestigiarla.
De acuerdo. Pero eso no obsta para que se cuestione el carácter intangible e indiscutible de la Monarquía. En principio y sin ir más lejos porque nadie puede admitir de buena fe que en el mundo haya algo intangible e indiscutible por sí mismo y no por atribución voluntaria de sus partidarios o beneficiados. En segundo lugar porque, con independencia de su oportunidad o inoportunidad política, el debate sobre legitimidad y/o racionalidad de la Monarquía y la República es un derecho de quienes lo solicitan y, dada la historia de España, lo único que de verdad puede legitimar la Monarquía si esta vence en limpia y democrática lid al último régimen legítimo que hubo en España, el de la Segunda República, interrumpido por una sublevación de generales facciosos, cuya herencia fue, precisamente, la Monarquía.
(La imagen es una foto de Ignacio Gavira, bajo licencia GNU de libre documentación. Es de 2007 y representa la armas completas de la Monarquía española desde Carlos III hasta 1931 con la Casa de Borbón (1761-1868 / 1875-1931). Esta escaneada de una publicación de hace más de 100 años).

dilluns, 5 de març del 2012

La monarquía.

El editorial de ayer en El País en defensa de la monarquía española (El ‘caso Urdangarin’ y el futuro de la Monarquía), se comentó mucho en la corrala digital. ¡Por fin el diario de referencia muestra sus cartas! Poker de Reyes, y que se fastidie el ABC, realista casposo, incapaz de entender la esencia posmoderna de una monarquía democrática o una democracia monárquica.

¿Qué necesidad había de salir a tumba abierta con el sable desenvainado en defensa de la institución? Grande había de ser pues, con estas ardorosas defensas, se corre el riesgo de debilitar la causa que se propugna que muy sólida no será cuando precisa paladines. Y, en efecto, grande era la necesidad: la necesidad de aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid. Más claramente: El País aprovecha que la monarquía en España está sometida a injusto descrédito y ataque a cuenta del "caso Urdangarin" para salir en defensa de la institución en sí misma que es lo que, en el fondo, le mola.

Efectivamente es injusto proyectar sobre la Corona, sobre el Rey o sobre quien sea las sombras de los supuestos delitos urdangarinianos. El Rey no es responsable de los actos de Urdangarin. En realidad no es responsable de los actos de nadie, ni siquiera de los suyos, lo cual es verdaderamente pintoresco. Y tampoco lo es la institución que encarna. Tiene, pues, razón El País: establecer aquí una relación de causa efecto es cosa de prensa amarilla o del corazón. O sea de gente que no merece consideración.

Pero una cosa es explicitar perogrulladas y otra distinta meter de matute convicciones ideológicas como si repondieran a las leyes imperecederas del universo. Decir que la monarquía no tiene que padecer descrédito alguno por el comportamiento de Urdangarin es una cosa y otra muy distinta sostener que un debate sobre la jefatura del Estado "no es más que una contorsión intelectual y mediática que la sociedad española debe rechazar con toda contundencia", remachar que "España no necesita de un debate artificial sobre la jefatura del Estado" y concluir como quien no quiere cosa que la Monarquía es "la forma de Estado que libremente fue asumida por los españoles durante la Transición política".

El Pisuerga pasa por Valladolid pero la gente no es tonta. No es verdad que la monarquía sea la forma de Estado libremente asumida por los españoles. La Ley para la reforma Política de 1976 que consagraba la Monarquía era la 8ª Ley Fundamental franquista y el referéndum en que se aprobó, un referéndum franquista, aunque sin Franco. Votar "sí" era malo; pero votar "no" era peor. ¿En dónde estaba la libertad? La Constitución de 1978, hoy vigente, que se hizo al amparo de dicha ley (que ella misma deroga después, como para borrar las huellas de su innoble origen), ya traía el Rey puesto. Es decir, el Poder Constituyente no era tal, sino un mero poder constituido que se limita a reconocer la Monarquía previa con el Rey que sanciona el texto. La prueba es que ni entonces ni ahora habló nadie de Cortes constituyentes, ni de poder constituyente. Cabe hablar, aunque no se haga por cierto pudor, de una Carta otorgada antes que de una Constitución.

Pero lo interesante del argumento del fervorosamente monárquico diario no es que falte a la verdad como si fuera un historiador de la Real Academia de la Historia, sino que dé por válidos argumentos de parte altamente cuestionables. El más típico, el primero que viene a la boca de todo monárquico es que el debate república-monarquía en España no es oportuno ahora, que no es el momento. Pero ¿ha sido alguna vez el momento? ¿Será alguna vez el momento? Jamás. Unas veces porque las circunstancias son anómalas y otras porque son normales, nunca es el momento de plantear este perfectamente legítimo debate. En realidad, sin embargo, siempre es el momento; siempre lo ha sido y siempre lo será. Los ciudadanos tenemos derecho a decidir la forma de Estado y tenemos derecho a ejercer nuestro derecho cuando queramos.

Aquí aparece ahora el argumento decisivo de El País, de un acendrado monarquismo: es que, en el fondo, no tenemos ese derecho, que todo debate sobre la forma de Estado es "una contorsión intelectual y mediática", un "debate artificial", que la Monarquía es indiscutible y "el Rey y su heredero encarnan la legitimidad constitucional de la Monarquía" y, además, es intangible porque "el Rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española" y porque "necesitamos apoyar nuestras instituciones, no crearnos problemas que no tenemos". Batería verdaderamente impresionante de razonamientos para parar al republicano más encendido: no hay que ser berzotas, la Monarquía es legítima, es útil y conviene reforzar nuestras instituciones.

Pero todo esto son pavadas. Guste o no guste, mientras no haya un referéndum específico, la legitimidad de la Monarquía será la de los delincuentes sublevados el 18 de julio de 1936 y en cuanto a su utilidad, da algo de vergüenza preguntar si también hay que ser monárquicos simplemente porque el Rey cumpla con su deber. ¿Es que podría no hacerlo? Por lo demás, queda por demostrar que la monarquía sea más "útil" a los efectos de la gobernación de España que una república. ¿Por qué no?

No obstante, tanta obviedad tiene que ocultar algo. ¿Cuál puede ser la razón del furibundo ataque de monarquitis de El País? ¿Por qué no se puede discutir la monarquía y pedir una república? De hecho, los apoyos sociales de la institución descienden. ¿Acaso la monarquía española puede mostrar una acrisolada ejecutoria de servicio a los intereses nacionales? Los Borbones, en concreto, han sido destronados y substituidos en tres ocasiones (Carlos IV/Fernando VII, Isabel II y Alfonso XIII), ¿por qué no una cuarta, de modo pacífico tras una consulta popular? Pues justamente por lo de siempre: por miedo. El rasgo característico del discurso político de la burguesía española. El miedo.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 2 de gener del 2012

La corte de los negocios.

A ver si lo hemos entendido bien: durante los veraneos, cuando la familia real al pleno ocupaba el palacio de Marivent en Mallorca para pasar unas merecidas vacaciones, el yerno despachaba sus asuntillos, millón va, millón viene, debajo de las reales narices de don Juan Carlos I. Al menos, es lo que dice hoy El País, esto es, que Urdangarin negoció en el Palacio de Marivent contratos con el Gobierno balear.

Jaume Matas, ex ministro de Aznar, presidente entonces del Govern de Baleares y actual imputado en diversas causas penales, se paseaba por el palacio sin que el Rey lo supiera, como si fuera incognito o como si entrara al modo de Garu Garu, el atraviesamuros. Y, si el Monarca lo sabía, no preguntaba por el motivo de las visitas, suponiendo quizá, que Matas iba a jugar al Monopoly con el Duque de Palma. A lo mejor el Rey no se lo encontraba por los pasillos porque estaba dedicado a algún asunto de Estado, como las regatas de veleros. Y a su regreso nadie le decía que el señor Matas había venido de visita.

Saltó Matas, marchándose a los Estados Unidos, como haría luego también Urdagarin, de donde lo reclamó la justicia, como ahora ha hecho con el yerno. Vinieron otros gobernantes, pero Urdangarin siguió con sus actividades en Palacio hasta 2008, fecha en que ya la Corona tenía conocimiento de que esas tales no eran ejemplares. Y el Rey ¿no sabía nada? Es verdad que los palacios son muy espaciosos, tienen muchas puertas y no debe esperarse que el Rey conozca a todos los que al cabo del día se acercan a Marivent con los más diversos cuidados. Pero, caramba, el presidente del Govern no es el fontanero o el chico de la tintorería y no es en absoluto verosímil que el Monarca ignorara su presencia.

Sin contar con que, es de suponer, el propio Matas pediría ser recibido por el Rey para participarle con entusiasmo isleño que, gracias a los buenos oficios de su yerno, se correría en la isla una etapa del tour de France, noticia que tendría que haber levantado las suspicacias no ya del Rey sino de la mona Chita que en paz descanse.

La clase política, los medios de comunicación, el establishment en pleno, están en pie de guerra en defensa de su señor natural, en defensa de la Monarquía, que no se puede verse afectada por los negocios privados del yerno. Negocios privados que se despachaban en Palacio, pared con pared con el Monarca. Es imposible que no afecte a la Corona, cuyo prestigio está muy mermado sobre todo ahora que se sabe que las cuentas reales reveladas valen tanto por lo que muestran como por lo que no muestran. El Rey ha revelado su "salario", pero no ha contabilizado en él un montón de partidas procedentes de no sé cuántos ministerios cuya función es ayudarlo a llegar a fin de mes.

En estas circunstancias los republicanos debiéramos suscribir un manifiesto pidiendo que se conceda una oportunidad a la República, un referéndum para decidir la forma de Estado. Es una deuda que tenemos con el último sistema legítimo, destruido por las armas y, al mismo tiempo, una obligación de proponer para nuestro país una forma política que juzgamos menos absurda y más acorde con el espíritu de la época.

(La imagen es una foto de Antonio Zugaldia, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 18 de desembre del 2011

Dios salve al Rey.

El caso Urdangarin es tan escandaloso que hasta las formas se han perdido, y eso que estamos entre altezas. De ser palafreneros ya habrían empezado los mojicones. Nadie respeta la presunción de inocencia del Duque de Palma. Ni su suegro, cuya casa ha calificado su comportamiento de poco ejemplar y ha querido arrojarlo a las tinieblas exteriores. Y si la Corona lo trata de poco ejemplar, las gentes del común, más dadas al recio castellano, lo tildan de cosas subidas de tono, de estafador, ladrón y sinvergüenza, por ejemplo. El ágora virtual que es la red, hierve. Si no se me cree, váyase a google y tecléese "Urdangarin ladrón": 170.000 entradas hace unas horas. Por supuesto, siempre presunto; tan presunto como el poco ejemplar de la casa Real.

Por fin se sabe que el Rey estaba al cabo de la calle de las andanzas y presumidas fortunas del yerno. Tendría que haber sido muy negado para no preguntarse de dónde había sacado el matrimonio seis millones del ala para pagar un palacete en Pedralbes, sin contar otras fruslerías en Mallorca. Sabiendo, además que, para Rey Midas, ya está él. Y no sólo sabía sino que hizo lo que pudo para ocultarlo, para que nadie lo supiese. Encomendó a un cortesano asesor "externo" que pusiese orden en el desbarajuste empresarial del yerno. Pero no debía de haber solución porque no se hizo nada. La idea de montar una fundación no era posible. ¡Ya el propio Urdangarin manejaba una ONG sin ánimo de lucro!

Al final se decidió que el matrimonio pusiera tierra (y un océano) por medio y se radicara en Washington, que debe de ser una de las ciudades más aburridas del mundo. No era un exilio sino una especie de expatriación que no trataba tanto de evitar la acción de la justicia, si se interesaba por el deportista/conseguidor, como de impedir que éste siguiera con sus lucrativos negocios. Pues no parece que el Duque esté muy al corriente del mundo en el que vive, quizá porque vive pendiente de las cuentas de resultados de sus otras empresas, las que sí tienen ánimo de lucro, como Airzoon, que es algo así como "pájaro", en la que también figura su esposa y, según tengo entendido, aunque no sé en condición de qué, dos de sus hijos de poquísimos años de edad.

Si uno sabe de un delito y no lo denuncia (que es un deber), uno se convierte como mínimo en encubridor y comete otro delito. Pero la Casa Real ha hecho más que no denunciar un posible ilícito del que tenía cabal conocimiento, ha intentado ocultarlo; es decir no solamente no ha colaborado con la justicia sino que la ha obstaculizado. Lo que es otro delito más. Se puede entender que un padre no quiera denunciar a su hija. Pero el rey es rey antes que padre. De todas formas, tampoco debe preocuparse mucho ya que en su artículo 56, 3, la Constitución dice que "la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad."

Pero ¿es eso aceptable en una democracia, sobre todo tratándose de presuntos delitos de corrupción? Obviamente, no. O sea, lo menos que cabe esperar es un debate sobre el asunto. Que no es menor: ¿puede una comunidad moderna estar regida (aunque sea a título honorífico) por una persona que no es responsable de sus actos? Y aquí es donde va a resurgir la opción republicana.

El país se ha llenado de monárquicos, todos ellos muy oficiosos, dispuestos a explicar a los vientos que las supuestas fechorías del yerno en nada afectan al suegro y mucho menos a la institución que tan dignamente representa. Abundan los salvatestas coronadas en el PP y en el PSOE y, desde luego, en los estamentos de orden, incluida la iglesia de Cristo, cuyo reino no es de este mundo pero es reino; no república, caramba. El debate monarquía-república, dicen, está trasnochado; no es importante hoy, dicen; no interesa a los españoles, dicen; sólo sirve para desviar la atención de los problemas realmente importantes, dicen; es cosa del pasado, dicen, y hay que mirar el futuro, dicen. Como si pudiera verse.

De las dos infantas cabe decir que no han tenido buen ojo a la hora de escoger a sus maridos. Pero el caso Urdangarin no es solamente un problema matrimonial (si es que lo es) ni tampoco privado; es un problema de Estado. Porque las actividades supuestamente delictivas del Duque deportista se han realizado en connivencia con dos presidentes de comunidades autónomas, Matas en Baleares y Camps en Valencia, que a su vez están imputados en otros asuntos de corrupción. Por si fuera poco, en los acuerdos relativos a Valencia (ya se sabe, vender la realización en esa Comunidad Autónoma de unos juegos olímpicos europeos que aún no existían), intervino González Pons, portavoz del PP, azote del gobierno socialista y probable ministro en el primer gobierno de Rajoy. El caso Urdangarin es asunto de Estado, de gobierno, de Comunidad Autónoma, de todo.

El caso Urdangarin, metáfora de un tiempo de corrupción generalizada, presidida por la aventura de la Gürtel, con la que está relacionado, es una amenaza a la precaria legitimidad de la monarquía española. El Rey puede obstinarse en seguir. Al fin y al cabo lo nombró Franco, quien murió de viejo en la cama y no va a ser él menos que su mentor. Pero quizá haga más por la fortaleza de la institución que representa aceptando la jubilación que, tratándose de un rey, es una abdicación y, tratándose de un plebeyo, dimisión.

Ya se sabe: King never dies, el rey nunca muere.

dijous, 30 de juny del 2011

Crónica de la revolución indignada (XIV).


Unos debaten, otros se infiltran.


Los indignados llevaron el debate sobre el estado de la Nación a su foro habitual en la Puerta del Sol con lo que Esperanza Aguirre, que asistió al del Congreso el martes, podrá comparar los dos. Hubo varios cientos de personas que debatieron sobre cuestiones de economía e hicieron algunas propuestas tan razonables que cualquiera las suscribiría, como abolir los paraísos fiscales, cosa que ya había dicho, entre otros, Sarkozy. Según los economistas, muchas de esas propuestas son realizables. Por supuesto, seguramente todas. La dificultad no es de carácter económico, sino político. Los ricos no quieren, y son los que mandan.

En su fulgurante evolución, el 15-M está realizando un curso de aprendizaje revolucionario. Empezó con una proclamada vocación apolítica, apartidista, asindical y a ella sigue remitiéndose, aunque cada vez con menos intensidad porque la realidad le demuestra tozudamente que, quiera o no, su combate es político y tendrá que librarlo en sede política e institucional. De lo contrario, además del peligro de la irrelevancia, correrá el de caer víctima de alguna manipulación de infiltrados en su seno procedentes de otro partido. De eso venimos hablando hace días. Hasta la fecha, la izquierda se ha mantenido en una actitud prudente: quisiera integrarse en el movimiento, orientarlo, pero sabe que no debe hacerlo y, además, los indignados no se dejan.

Pero la maniobra puede salirle a otro partido. Por ejemplo, según se denuncia en Kaosenlared, una manipulación mediante infiltración es lo que han pretendido los republicanos de ese inenarrable personaje que es Trevijano, el viejo inspirador de la conspiración republicana de los años noventa (Lo sentimos chicos del MCRC, habéis sido descubiertos: O de cómo DRY empieza a desmarcarse de los infiltrados), una oscura maniobra en la que participaban otros aficionados a las conjuras de opereta cuyo eje suele ser El Mundo. El MCRC es el Movimiento Ciudadano por la República Constitucional que, según el artículo, está conectado a un partido de extrema derecha de un periodista de Intereconomía que ya ha intentado en otra ocasión acaudillar a los indignados en favor de sus postulados y, por otro lado, a UPyD. Una infiltración en toda regla para orientar el 15-M en una dirección delirante que recuerda la Conquista del Estado, de Ledesma Ramos o el Estado libre de Fiume, de Gabriele d'Annunzio, aunque con un lenguaje mucho más pedante y relamido.

Por esto DRY (Democracia Real Ya) se desmarca de la propuesta de Referéndum para el 15 de octubre que Palinuro consideraba poco viable en un post anterior. Y lo hace al caer en la cuenta de que ha estado a punto de ser instrumento de un grupo de conjurados compulsivos que quiere instaurar una República mediante un golpe de mano en el tiempo que le deja libre su incansable búsqueda de los verdaderos autores de la matanza del 11-M.

(La imagen es una foto de sergi MD, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 14 d’abril del 2011

¡Viva la República!

80º aniversario de la proclamación del último régimen de libertad y soberanía popular que ha habido en España desde la efímera Iª República de 1873. Dejo la cuestión de si cuenta o no la Monarquía parlamentaria actual que dice también haber devuelto la soberanía al pueblo. Sea lo que sea lo de hoy, la IIª República fue un estallido de emancipación popular en un sentido muy profundo. Podía haber traído aquí alguna otra foto pero creo que ésta de las misiones pedagógicas es muy ilustrativa. Misiones es término de uso religioso. Los españoles seguían siendo mitad monjes pero no ya también mitad soldados sino maestros. Tal fue la IIª República. La República de los maestros. Y su efecto es el de la maravilla que reflejan esos rostros campesinos, curtidos que acceden a lo que ni habían podido intuir en los años de la monarquía de estúpidos parásitos que, por no saber, ni sabían hacer aquello para lo que se preparaban: la guerra. La única guerra que el ejército español ha ganado en serio, de modo definitivo y total, ha sido contra su propio pueblo y necesitó la ayuda de alemanes, italianos y moros. A las clases que nutrían y mandaban ese ejército les producía ira ver los rostros de la foto de la derecha. Eso era lo que les sacaba de quicio y lo que las empujó a dar un golpe de Estado con una guerra de tres años y una postguerra de treinta y cinco. Con el ejército empezó la cosa y con el ejército terminó. Casi nadie recuerda que, en buena medida, la proclamación de la República viene precedida del fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández en diciembre de 1930 por haberse sublevado en Jaca en favor de la República. Militares republicanos, por cierto, de los que había muchos pero no suficientes.

Así que aquel régimen, que se basaba en la soberanía popular, sucumbió al asalto militar de la derecha nacionalcatólica que estableció una dictadura genocida. Pero después vino la transición y la transición devolvió la soberanía al pueblo. Mas esto no es estrictamente cierto. La IIª República surgió como un acto del Poder Constituyente que es siempre originario y muchas veces revolucionario. La Monarquía parlamentaria emanada de la transición no es el producto de un Poder Constituyente soberano y originario sino de un poder constituido dentro de un marco más amplio que son las instituciones del 18 de julio, empezando por la propia Corona. La Comisión constitucional que ni siquiera se llamó constituyente por miedo tenía territorios vedados, el más señalado el de la Monarquía. Ésta en la persona de Juan Carlos no era producto de la legitimidad dinástica, puesto que su padre tenía mejor derecho, ni de la popular pues nadie la había votado en referéndum. Su legitimidad era, y sigue siendo, la del nombramiento de Franco.

El pueblo es ahora soberano, se dice, puesto que la Constitución prevé la posibilidad de un cambio en la forma de gobierno de la Monaquía por la República. Con muchas dificultades pero la prevé. Lo que sucede es que, a su vez, hay una especie de acuerdo fundamental entre los dos partidos mayoritarios en el sentido de que la Monarquía no se toca. Como eso no se puede decir en público, cada vez que alguien plantea la necesidad de acabar con el franquismo definitivamente sometiendo la forma de gobierno a referéndum se dice que no es el momento, que no es oportuno. Y eso que pedir un referéndum ya es hacer concesiones dado que la única forma de gobierno totalmente legítima en España al día de hoy es la República, que perdió la guerra pero no el mandato popular.

Así que, efectivamente, los republicanos somos unos plastas que llevamos setenta años pidiendo que nos devuelvan lo que nos arrebataron manu militari, nuestra República, sea o no sea el momento o la conveniencia. Hay quien, aparentemente ingenioso, amenaza con la pesadilla de un República presidida por Aznar. La mayoría de los no momentáneos dice que la Monarquía se ha legitimado por la intervención del Rey en contra de la intentona del 23-F que viene a ser algo así como el razonamiento de los comerciantes de Chicago que pagaban por conseguir la protección de quienes les destruirían los establecimientos si no pagaban. Es un argumento de conveniencia.

Tiene gracia ese discipulaje que profesaba el primer Zapatero en relación con el teórico político Philip Pettit y su teoría del republicanismo cívico, que es compatible con la Monarquía. En el fondo bien puede ser un asunto de palabras y que Pettit tenga razón en que lo importante es lo cívico, el ser ciudadanos y no súbditos. Hoy los reyes no tienen súbditos. Y ¿sobre quién reinan entonces? Claro, reinar o no reinar es tambien cosa de palabras. Pero, si es cosa de palabras, ¿por qué no cambiar unas por otras, súbdito por ciudadano y rey por presidente de la República?

No se trata de mirar la conveniencia ni de envolverlo todo en malabarismos semánticos sino de valores y principios. Por eso seguiremos pidiéndola. Yo, de momento, voy a hacerlo en Arenas de San Pedro.

diumenge, 28 de novembre del 2010

¿Qué les ha hecho la República?

El Partido Comunista de España celebró ayer una Conferencia republicana en Madrid bastante sorprendente. En principio no hay nada en contra de la idea y menos en un blog como éste en el que ondea la tricolor. Tampoco hay nada que objetar a que lo haga el PCE, al que, ahora, parece ser suficiente etiquetar la república como república democrática. No socialista ni comunista ni bolchevique. República democrática. O sea, la vieja república burguesa a la que el señor Anguita, en una larguísima e interesante entrevista en Público (Parte I y Parte II) convierte en custodia de la Declaración Universal de Derechos.

Pero todo esto huele un poco a chamusquina y más cuando se ve que se invoca la forma republicana a lomos de una falacia: que la república es más adecuada para salir de la crisis económica que la monarquía. Eso no es cierto. No lo avala la experiencia, ya que Alemania y Francia, que padecen la crisis como nosotros y los Estados Unidos que son quienes la iniciaron, son repúblicas. Y tampoco lo avala el sentido común. Por más que el señor Centella acentúe los aspectos radicales de la república, ésta es un régimen político y, como tal, ajeno a la implantación de opiniones económicas que apunten a una transformación del, para entendernos, modo de producción. La república no es la palanca de la revolución. Le sucede lo que decía Azaña de la libertad: que no hace felices a los hombres sino solamente hombres. Asimismo la república no hace la sociedad más justa o más socialista o más soviética sino más republicana. Esos "valores" que invoca el señor Centella tienen el mismo valor que los que invoquen los conservadores.

Muchos (no sé cuántos) de quienes queremos una república en España la queremos como un fin en sí mismo; no como un instrumento para otro fin, se llame como se llame. Y aquí es donde se entiende el sentido de la falacia republicana del PCE: seguir buscando vías para no rendir cuentas de la situación del comunismo en el mundo y dar con un propósito que rellene el vacío de propuestas estratégicas que ha quedado.

Sin embargo, el asunto es meridiano: el comunismo fracasó estrepitosamente a fines del siglo XX y la caída de los llamados "países del Este", con la Unión Soviética a la cabeza, como solía, se llevó por delante prácticamente a todos los partidos comunistas de Occidente. Nunca habían ganado unas elecciones competitivas (salvo algún caso marginal y excepcional) y, con el fin del bloque comunista, sus expectativas electorales se redujeron tanto que algunos de ellos se disolvieron sin más, otros se escindieron en varios grupúsculos y otros, entre ellos el PCE, iniciaron una andadura de camuflajes bajo organizaciones de masas y de refundaciones, como la que está en marcha en España y de la que esta pintoresca conferencia es buena muestra.

Los dioses me libren de insinuar que los comunistas estén tratando de hacer con la república lo que habitualmente han hecho con todo lo demás a lo largo de su historia: instrumentalizarla para sus fines. Porque cuando se dice algo así de inmediato se oye a alguien hablar del terrible anticomunismo visceral, misteriosa enfermedad que padecen todos cuantos dicen algo sobre los comunistas que no es del entero agrado de estos. Pero el hecho desnudo es que el PCE dice anhelar la república como un subterfugio con el que pretende rellenar el tremendo vacío conceptual que ha quedado tras el hundimiento del comunismo.

El señor Centella, más habilidoso, ornamenta muy bien su objetivo final en el citado artículo. En cambio, el señor Anguita, más elemental en sus planteamientos, expone el objetivo comunista de forma paladina. Tras afirmar que hemos hecho muchas revoluciones y no nos hemos dado cuenta: la libertad en la elección de pareja, las bodas homosexuales (como si las hubiera hecho él y no ese PSOE que, según él, está en la derecha), añade que ahora quiere la igualdad económica porque, dice, no me interesa una República que no haga que la riqueza esté al alcance de todos. Esta claro: la república tiene que hacer la revolución socialista. Ya digo que no veo porqué. A mí me interesa la república como sea, sin condiciones. Lo que suceda después, ya se verá. Al señor Anguita sólo le interesa la república que haga lo que él diga.

Y ¿cómo llega esta república que el señor Anguita quiere para España? Pues, según dice, mediante un proceso constituyente. Palabras mayores que no sé si son apropiadas para el miembro de un partido que cuenta con un diputado en el Congreso y que, si la ley electoral fuera más justa, contaría, quizá con ocho o diez, que tampoco son como para sacar a la calle a millones de hombres y mujeres republicanos que asuman esa tarea de saneamiento político y moral de la sociedad. El discurso del señor Anguita suele ser proceloso y barroco. Pero esta vez se le ha ido el estro a la Revolución de octubre. Cuando el entrevistador, Juanma Romero, a la vista del Moloch proceso constituyente le recuerda tímidamente que la Constitución habla de un consenso previo, después la disolución de las Cortes, elecciones, un referéndum..., Anguita estalla como si estuviera en el Instituto Smolny: ¿Quién dice que la Constitución tenga que permitir o no? ¡Si para mí es como si no existiera!.

¿Queda claro? Proceso constituyente, diga lo que diga la Constitución que "es como si no existiera"; proceso constituyente, que es la actualización de un poder supremo, originario, por encima de la Constitución: la revolución.

Como es el arma de la revolución, la república tiene que venir de la revolución. Lo demás son historias. A esta consigna, Palinuro, republicano, no se apunta.

diumenge, 6 de setembre del 2009

Apostilla a la entrevista a Cayo Lara.

Releyendo la entrevista de Palinuro a Cayo Lara unas entradas más atrás me doy cuenta de que me quedó una pregunta por hacer y que por nada del mundo querría que quedase sin contestar. El señor Lara se precia de haber expuesto al Rey su plan para acabar con la Monarquía y traer la República a España. Y parece que el Monarca lo escuchó con atención cual su obligación. No se imagina uno al Monarca arrojando a algún visitante de La Zarzuela con cajas destempladas.

La pregunta es: ¿importaría al señor Cayo Lara explicarnos a los ciudadanos normales ese plan o proyecto para traer la IIIª República o es solamente para los reales oídos? Estoy seguro de que, si el plan es viable, los republicanos los apoyaremos y haremos lo que nos corresponda por sustituir la Monarquía por una República. Esperamos que no se trate de una receta conspirativa, al estilo leninista, de esas que los comunistas vendían como la "verdadera democracia", que era la del socialismo realmente existente y en donde había tanta democracia como socialismo.

divendres, 4 de setembre del 2009

Palinuro entrevista al Rey.

El éxito de imagen que consiguió el señor Cayo Lara el otro día al entrar en La Zarzuela dando vivas a la IIIª República, dejó a Palinuro pensando en la conveniencia de acercarse él también a entrevistar al Monarca. Pensado y hecho. En La Zarzuela lo recibieron con agrado, el Rey lo invitó a una coca-cola y la conversación, en la que no se permitieron fotos resultó amena y hasta tuvo sus piques de humor. Palinuro: ¿así que dio Vd. audiencia al señor Cayo Lara, notado republicano, que le explicó cómo piensa sustituir la Monarquía por una República?

Rey: claro. En una monarquía democrática el Rey tiene que hablar con todos los sectores políticos, incluso con los contrarios a la institución monárquica.

P: ¿hasta con los que quieren cortarle cabeza?

R: por supuesto; esos, los primeros. Si Luis XVI hubiera hablado con Danton, Marat y Robespierre, podría haber muerto con la suya sobre los hombros.

P: Majestad, habla Vd. mucho de democracia pero la Monarquía es una institución profundamente antidemocrática puesto que niega el principio fundamental de la igualdad de los seres humanos.

R: que la institución no sea democrática no quiere decir que no pueda estar al servicio de la democracia y la libertad. Piensa en el ejército. Nada tan antidemocrático como la milicia y, sin embargo, sin ejército no habría democracia.

P: puede ser pero la democracia es elección y al Rey no lo elige nadie.

R: tampoco a los generales y, si me apuras a los magistrados del Tribunal Constitucional. La Monarquía británica, cuya sangre late por mis venas, como bien sabes, pues soy descendiente de la Reina Victoria, rige sobre una de las democracias más antiguas y acrisoladas del mundo.

P: la inglesa es posible pero la española está llena de deficiencias y alifafes que impiden considerarla democrática.

R: ponme un ejemplo.

P: de entrada, Majestad, a Vd. lo nombró sucesor "a título de Rey" un general rebelde, sublevado, faccioso y ya muerto, F. Franco. Vd. representa lo que se llamó "la monarquía de julio".

R: si, ese es un vicio de origen de mi título que no sé cómo eliminar salvo mostrando la ejecutoria de mi acción política que ha resultado ser lo contrario de lo que el General Franco había previsto.

P: es decir, pretende Vd. que se le tenga como mérito haber traicionado a su mentor.

R: traicionar es un término un poco fuerte.

P: pero es el que es, Majestad, porque Vd. juró fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional que, por su naturaleza eran "permanentes e inalterables". Y por eso no puede jurar fidelidad a la Constitución vigente, que es contraria a dichos principios. Vd. es Rey porque traicionó la legitimidad que acarreaba.

R: pero adquirí la legitimidad democrática, que es la que cuenta hoy día con el referéndum de la Ley para La Reforma Política.

P: me temo que no, majestad. La Monarquía se metió de matute en el articulado de una Ley que los españoles votarían favorablemente por devolver la democracia a España. Para decidir esta cuestión se hubiera necesitado un referéndum especial sobre la forma de Estado en España, cosa que no se hizo y nadie, salvo los republicanos, quiere hacer ahora.

R: ya imagino que en tu criterio lo mejor es no mencionar los asuntos dinásticos.

P: Majestad, ¡ninguneó Vd,. a su propio padre y pasó por encima de su mejor derecho! No hay legitimidad dinástica.

R: alguna utilidad tendré cuando me han designado "alma del cambio".

P: historiadores pelotas, Majestad, bufones al servicio real que tanto gustan en la corte española.

R: esos son los Austrias. Los Borbones somos más racionalistas y cartesianos.

P: pero también es Vd. Habsburgo.

R: ¡caramba! Lo había olvidado. Nadie es perfecto, ¿verdad? Por cierto, deja de acosarme. Algo que no entiendo de cierta izquierda española es por qué os caigo tan mal a pesar de que cómo han ido las cosas de forma que muchos antimonárquicos se han hecho "juancarlistas".

P: tampoco debe Vd. engañarse: siempre hay gente sin bríos ni coraje, dispuesta a justificarse en la peor posición sin decir nada. Fíjese, además, en que "juancarlista" suena a franquista.

R: ¡otra vez! No dejáis a Franco en paz.

P: ese Franco del que no se puede hablar mal en su presencia de Vd. Es decir, ¿no se le puede llamar genocida?

R: nada de nada. Entiéndelo, es un deber personal de lealtad a quien me antecedió en el cargo. Y dime, que no me has contestado ¿por qué me la tenéis jurada en la izquierda?

P: no toda la izquierda, pero sí parte. No sabría decirle lo que que opinan los demás pero por lo que a mí hace y alguna gente a la que conozco, el asunto no es sobre los deméritos de la Monarquía, que son muchos, si no sobre los méritos de la forma de Estado que el país se ha dado en dos procesos democratizadores : la República, cuya legitimidad de origen y ejercicio está fuera de toda duda, pero a la que la Monarquía cierra el paso. No es que no queramos la Monarquía; eso ya lo ha dicho el pueblo español en 1931 y la Monarquía es un régimen zombi. Es que queremos la República.

R: y ¿no es asunto para vosotros el de la oportunidad histórica? Hoy Monarquía sí o no no es tema que preocupe a los españoles. Les preocupan cosas como el terrorismo, la crisis económica, las Comunidades Autónomas. Pero no la Monarquía.

P: es un argumento muy típico de la derecha: que la memoria histórica no interesa a nadie hoy, que el aborto no interesa a nadie hoy. Todo lo que no le gusta juzga que no interesa. Y no sé si lo creerá Vd., Majestad, dada su trayectoria, pero los asuntos de principio interesan siempre y la Monarquía sí o no es asunto de principios.

(La imagen es una foto de SalamancaBlog.com, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 24 de novembre del 2008

Propaganda comunista.

Siendo yo un chaval, pues tendría unos diecisiete años, y como en casa había acceso a todos los libros prohibidos durante el franquismo, leí el de Constancia de la Mora Doble Esplendor que me causó grandísima impresión. Era una especie de autobiografía muy bien escrita de la autora, nieta de don Antonio Maura, republicana, que pasó la mayor parte de la guerra civil trabajando en la Secretaría de Prensa extranjera del Gobierno de la República, es decir, en un departamento de censura y propaganda, aunque entonces lo único que yo veía era que se trataba de una mujer de la alta sociedad, muy competente, que hablaba correctamente varias lenguas extranjeras y sabía tratar a los corresponsales extranjeros, cuestión crucial para la imagen exterior de la República. La autora, que había muerto años atrás, en 1950, me era familiar porque mi madre, que tenía sus mismas condiciones, fue colaboradora suya y me había hablado mucho de ella.

En esa edad, los diecisiete años, es fácil que a uno lo impresionen las lecturas pero este libro lo hizo como pocos. Todo en él me parecía extraordinario: la historia de una niña/jovencita de clase alta que hace un matrimonio más o menos convencional con un hombre de derechas pero luego aprovecha la ley de divorcio de la República para separarse y casarse con un republicano, Ignacio Hidalgo de Cisneros (con un pedigree similar al suyo), abraza generosamente la causa de la República, da todo por ella, se enfrenta a su familia, combate hasta el final y, por último pierde la guerra. Al leerlo me parecía estar leyendo la biografía de mi madre, cuya vida había sido hasta entonces idéntica. El libro tiene momentos magníficos sobre todo cuando se habla de las Brigadas Internacionales, y se habla mucho. Recuerdo que uno de los aspectos que más impresionó fue precisamente ése, que pareciera dirigido a un público internacional, que tratara del lugar de la República en el mundo y soslayara las eternas rencillas interpartidistas entre los republicanos que eran aburridas.

Confieso que no me llamó la atención que la autora no dijera en parte alguna que era miembra del Partido Comunista o que lo fuera su marido. Como tampoco que la interpretación general de la guerra y los conflictos en el campo republicano tuvieran la perspectiva comunista. Por aquel entonces no conocía a fondo otra salvo la de los vencedores que no me parecía aceptable en modo alguno.

Volví a leer el libro unos diez años después y ahí ya sí me di cuenta de que era, ante todo, un libro sesgado desde el punto de vista exclusivamente comunista, cosa que me chocó porque por entonces ya sabía que en la guerra había habido mucho conflicto interno en el bando republicano, no era oro todo lo que relucía y los comunistas ya no eran santos de mi especial devoción. Pero seguí estimándolo mucho, como uno de los primeros y más genuinos y conmovedores testimonios de la guerra civil, al tiempo que un documento sociológico-biográfico de gran interés. Y así siguió siendo hasta que hace un par de años leí un trabajo de Wilebaldo Solano en el que se decía que el lugar en el que Andreu Nin fue secuestrado, torturado y probablemente asesinado, era un chalet perteneciente a Constancia de la Mora en Alcalá de Henares. Eso me causó un gran impacto. Ya no podía preguntar a mi madre porque había fallecido, así que hice unas pesquisas y el resultado que obtuve era que Constancia de la Mora y su marido, Ignacio Hidalgo de Cisneros, probablemente estaban al tanto y aprobaban los crímenes de los agentes soviéticos en España y de sus coadyuvantes españoles. Hace poco, el 27 de abril de este año, saqué una reseña de la revista Viento Sur en la que se documenta el trágico destino del revolucionario catalán, en una entrada titulada En Salamanca o en Berlín. Por entonces ya tenía claro que alguien había estado jugando con mi buena fe, mi entusiasmo de la primera juventud. No sabía hasta qué punto.

Este año se ha publicado el libro Soledad Fox Maura (Constancia de la Mora. Esplendor y sombra de una vida española del siglo XX, Biblioteca de Historia, Espuela de Plata, Salamanca, 2008, 367 págs) que es una biografía de nuestra autora hecha al hilo de su propia obra, esto es, una especie de deconstrucción de Doble esplendor. Fox Maura ha hecho un magnífico trabajo historiográfico y ha sacado a luz a un personaje contradictorio, con luces y sombras, sin cargar en exceso sobre las unas o las otras. Pero un trabajo que modula por entero mi visión de Doble esplendor ayudándome a entender por fin un libro que había leído dos veces y que las dos veces me había engañado porque, como demuestra Fox Maura, fue escrito para eso, para engañar.

Fox Maura traza la biografía de Connie (el nombre familiar con que todos la conocían) desde su boda con Germán Manuel Bolín y Bidwell, un faitnéant andaluz, con el que tuvo la única hija que tendría en sus dos matrimonios. Por entonces era Connie una señorita de buena sociedad madrileña. Empieza a hacerse republicana cuando entra en relaciones con Ignacio Hidalgo de Cisneros (cuyas memorias, Cambio de rumbo también son de provechosa lectura si bien no ocultan que son las de un comunista a machamartillo). Según Fox Connie da a entender sin embargo que sus convicciones republicanas eran independientes de su encuentro con Hidalgo de Cisneros (p. 85). En 1936 la nieta de Antonio Maura ingresa en el Partido Comunista de España (PCE) pero de esto no se habla en sus memorias; como tampoco del ingreso simultáneo de su marido. En general Doble esplendor oculta la filiación comunista de casi todos los que lo eran dando a entender que en la guerra civil había fascistas de un lado y republicanos del otro con el añadido de algunos extremistas y provocadores (luego derrotistas, claro es) anarquistas, largocaballeristas o trostystas. Los comunistas no aparecen. De hecho, hasta oculta que el matrimonio Alberti era militante comunista (p. 108). Se habla mucho de la ayuda de la Unión Soviética a la República pero se da a entender que esa ayuda no traía condiciones políticas algunas (p. 97) cuando los soviéticos inundaron de propaganda y agentes la España republicana.

Connie se expresa en todo momento en términos muy duros contra el POUM pero ni ella ni Hidalgo de Cisneros en sus memorias mencionan a Nin (p. 154), lo que ya es raro. Y mucho más que tampoco hagan mención de otro caso de desaparición muy sonado por aquellas fechas y que los afectó de lleno porque conocían a la víctima, José Robles, un español repatriado que trabajaba con todas sus fuerzas a favor de la República y que probablemente, como Nin, fue asesinado por agentes soviéticos con ayuda española (p. 148).

¿Qué significado tiene todo esto? Fox Maura lo aclara: al fin de la guerra, Connie llegó a Nueva York, donde contactó con los gringos partidarios de la República, en especial su amigo Jay Allen, a quien conocía de los tiempos del Departamento de Prensa Extranjera, los veteranos de la Brigada Lincoln y trabó relaciones con los comunistas estadounidenses. En poco tiempo se decidió (quizá fue la propia Connie con sus instinto natural para la propaganda) que, para ayudar a la causa de la República en los EEUU y conseguir que estos se comprometieran a intervenir en España en contra de Franco, debía escribirse un libro que contara la vida de Connie ("aristócrata" desclasada que se alinea con la República) y levantara simpatías con la causa republicana. Pero era un libro para un mercado gringo, por tanto de él debía desaparecer toda referencia al comunismo y eso es lo que explica que Doble esplendor, que se publicó primero en Nueva York en inglés como In Place of Splendor saliera como un canto aséptico a la lucha de una república democrática contra el fascismo, perjudicada por la hipócrita política de no intervención de las potencias democráticas, especialmente los EEUU. Se trataba de crear mala conciencia. El libro fue un éxito; antes del año se habían hecho cinco ediciones; Eleanor Roosevelt, John Dos Passos, Ernest Hemingway lo presentaron o hablaron a su favor y hasta se comenzaron sendas adaptaciones al teatro y al cine que luego no se hicieron. Por supuesto hubo gente que supo ver de qué se trataba y denunció el caso. Así Leigh White que había estado en España en 1937 escribió una crítica en The Nation en la que acusaba a Connie de haber escrito un libro de propaganda comunista mal disimulada (p. 208). Pero esas voces quedaron anegadas en el general clamor laudatorio.

Sin embargo Doble esplendor es, a todos los efectos, exactamente eso: una pieza maestra de propaganda comunista en los EEUU para estómagos gringos. Soledad Fox afirma en esta obra que no fue Connie quien escribió el libro, sino que se limitó a relatar su vida a la escritora y periodista Ruth McKenney, también miembra del Partido Comunista, pero con mucho más oficio de escribir que la española, que fue quien redactó el texto, razón por la cual éste fue un éxito.

Prueba concluyente y definitiva de ello Fox no tiene, pero acumula tal cantidad de datos y pruebas colaterales que es imposible negar el hecho. Al presentar la obra como de la exclusiva autoría de Connie, el efecto que se perseguía aumentaba. "Sin duda", dice Fox, "al encubrir la participación de McKinney, no sólo fue objeto de mayor estima personal, sino que el mensaje de su libro resultó más eficaz al ser percibido como auténtico" (p. 193). ¿Auténtico? "El lector americano de In Place of Splendor (Doble esplendor) aceptó con entusiasmo que esta culta española admirara su idioma y lo hablara como una nativa" (p. 191).

Pero esto no era cierto. Para probarlo, Fox cita el siguiente párrafo del original: "none of the good correspondents suffered from Richard Harding Davis overtones. Now and then some new agency man-sent, as is the wont of news agencies, direct from the police beat in Hoboken, fancied himself a Knight of the Typewriter" y añade "Esto no está escrito por Constancia de la Mora, ni son éstas sus palabras retocadas por un editor de Harcourt, Brace & Co. Éstas son las palabras de una brusca neoyorquino (sic), como Ruth McKenney" (p. 190). No tengo la menor duda. Sobre todo, cuando se sabe que, con el éxito de In Place of Splendor, llegó el prestigio, la popularidad, el dinero, la invitaciones a conferencias y Connie acabó creyendo que era una escritora. Fox cuenta cómo, ya desde su exilio en México, se embarcó en la tarea de publicar otro libro en los EEUU sobre España cuyo original le fue rechazado por la editorial a causa de que su texto no era editable ni en el sentido inglés del término.

Fox acumula más pruebas: aporta conversaciones y textos escritos de Connie en los que reconoce una mayor o menor extensión de la autoría de McKenney. Si no hizo la confesión completa y pública fue, según da a entender Fox Maura, por vanidad y negra honrilla. ¿Y por qué no dijo nada la propia Ruth McKenney? Al fin y al cabo de todos los libros que escribió fue el más famoso y de que lo escribió ella no dudó jamás porque Fox cita una carta a su hija (de McKenney) en la que relata los libros que ha publicado e incluye In Place of Splendor. ¿Por qué no dijo nada? Aquí no cabe vanidad para el silencio y Fox no tiene respuesta. Yo aventuro una: el libro fue un plan del partido comunista para colocar en el mercado gringo una pieza de propaganda eficaz, McKenney y Connie eran las dos comunistas, por lo tanto, obedientes a lo que el "Partido" dijera. El Partido decía que había que mover la simpatía estadounidense en favor de la República ocultando la influencia comunista en ella. Y la pieza tenía que ser convincente. Que el éxito de tu propaganda se mida en que nadie sepa lo que has hecho habla mucho sobre la estructura moral de los comunistas pero eso sería materia para otro post. El caso es que McKenney y Connie se sacrificaban por "la causa" aunque cada una de forma distinta.

El libro de Fox Maura sigue los pasos de Connie cuando ésta se traslada a vivir a México, concretamente a Cuernavaca. En esa última parte de su existencia, aunque la española trataba de seguir silenciando su condición política (entre otras cosas para mantener la amistad con Eleanor Roosevelt, que tan útil le era), trabajó como agente comunista directamente al servició soviético como colaboradora del embajador ruso en México. Prácticamente todos sus conocimientos y amistades no comunistas habían ido dándose cuenta de la situación y rompiendo con ella. Fox incluye una carta de Juan Ramón Jiménez sobre Doble esplendor que no deja lugar a dudas (p. 108) y sostiene que los recuerdos de Burnet Bolloten, Fischer, Barea o Prieto coinciden en que era demasiado partidista e intransigente (p. 133). Acabó rompiendo con su amigo Jay Allen y con Mrs. Roosevelt. Pero ella siguió fiel a sus ideales comunistas. En 1944 publicó un artículo en Soviet Russia Today, llamado Young Spain in the USRR de clarísima propaganda, hablando de lo magníficamente que estaban allí los niños españoles refugiados (p. 277). En el caso de su hija Luli, que había ido en 1937 y no salió para México hasta 1945, es posible, aunque dudoso. Lo digo porque, una vez llegada a México, se casó y nunca más volvió a pisar la Unión Sovietica. La última en darse cuenta con disgusto de la condición comunista de Connie fue su amiga Mary Wallner O'Brien, una millonaria gringa, vecina suya en Cuernavaca y con quien estaba viajando cuando se produjo el accidente de carretera que costó la vida a Connie con cuarenta y cuatro años. Mary O'Brien dejó un manuscrito, Adiós, Connie, depositado en la Universidad de Nueva York y que ha sido muy útil a la autora para ilustrar los últimos tiempos de la vida de Constancia de la Mora Maura.

Ahora me explico por qué me gusta tanto Doble esplendor, que he empezado a leer por tercera vez, ésta en el original inglés de su verdadera autora, Ruth McKenney: porque está muy bien escrito. Es una pieza de propaganda comunista perfectamente unilateral pero con muy buen estilo. Igual que el Acorazado Potemkin es una desvergonzada pieza de propaganda comunista pero también una película extraordinaria o, por irnos al otro lado, Nacimiento de una nación es una pieza de propaganda racista y del Ku-Klux-Klan y una obra de arte.

No guardo rencor a Constancia de la Mora por haberme engañado (y, conmigo, a muchos más); al fin y al cabo, la primera víctima de aquel complot comunista fue ella misma que hubo de fingir ser capaz de escribir lo que no era capaz de escribir, cosa que acabó arruinando su existencia. Por supuesto, queda por averiguar cuánto sabía Connie de los asesinatos comunistas, los casos de Nin, Robles, etc. Fox Maura duda de que ella e Hidalgo de Cisneros no estuvieran al tanto, pero no dice más. Por eso queda por averiguar pues no es asunto menor ni mucho menos.

Descanse en paz Constancia de la Mora Maura.