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dissabte, 12 de setembre del 2015

El poder del pueblo.


Un artículo de servidor en el diario "El Món". Está en catalán y se accede a él pinchando aquí. Para quienes prefieran leerlo en español, incluyo la traducción, que no es traducción porque, en realidad es el original del que está traducido el catalán:

El poder de la gente.

La edición original del libro político quizá más célebre e importante de Europa, el Leviatán, publicado en 1651, traía en portada la imagen del Estado, el dios mortal, compuesta por la agregación de cientos, de miles de personas, del pueblo. Esa es la fuerza del Estado, el origen de su legitimidad, el apoyo de la gente, del pueblo.

Ayer la gente catalana mostró al mundo su fuerza, su determinación y su voluntad. Más de dos millones de personas llenaron la Meridiana y lo hicieron de forma, alegre, festiva, sin violencia, sin armas ni coacción porque el poder del pueblo es pacífico, pero irresistible. Porque es el poder de la razón.

Frente a él todas las argucias legales de los leguleyos y rábulas al servicio de la tiranía no tienen resultado alguno porque la reivindicación catalana de soberanía es justa y legal. El pueblo nunca puede ser ilegal y, llegado el caso de que lo fuese, habría que cambiar la ley ya que esta se hizo para la gente y no la gente para ley. Los marcos jurídicos son siempre reflejo de las correlaciones de fuerzas sociales; si estas cambian, cambiarán aquellos también, quiérase o no.
El pueblo catalán en la calle, reivindicó ayer no ya solo su derecho a decidir, sino su decisión por la independencia, pues, aunque las fuerzas reaccionarias crean que sus negativas, cierres y rechazos paralizan los procesos sociales, eso no es así. De este modo, el mismo pueblo que hace dos o tres años reivindicaba su derecho a decidir, en la espera, ha decidido ya y lo ha hecho por la independencia, el grito que, como el ruido de la mar llenaba ayer la Meridiana. Si el gobierno de España tuviera un ápice de dignidad, después de la Diada de ayer, debería haber presentado su dimisión al Rey. Claro que, cuenta habida de que los catalanes quieren la independencia para constituirse en República, el Rey tendría que haber presentado a su vez su abdicación al presidente dimisionario.

Esta situación desplaza el debate desde las minucias legales y reglamentarias al terreno más hondo y trascendental de la legitimidad. La revolución catalana plantea algo nuevo que no es posible contrarrestar con argumentos ordinarios, engaños o amenazas, puesto que se trata de un acto del poder constituyente, que es un poder originario, no concedido ni otorgado por nadie, inherente a la soberanía popular y que no tiene por qué ajustarse a ninguna legalidad preexistente ya que él mismo crea la suya propia.

En el caso catalán, la reivindicación independentista, mantenida con tesón año tras año en cada Diada, cada vez más masiva, más representativa de la sociedad, no se puede frenar con las estructuras caducas de un Estado ilegítimo que se fundó en la decisión arbitraria de un dictador genocida al nombrar heredero suyo a un Borbón.

No la puede frenar un gobierno corrupto, compuesto por aristócratas, reaccionarios,, franquistas y nacionalcatólicos representantes de la vieja oligarquía española centralista que lleva más de trescientos años desgobernando un conjunto de pueblos y naciones, a los que ha explotado y negado sus derechos desde siempre.

Tampoco una pseudo-oposición servil que hace causa común con los caciques franquistas apenas considera en peligro algunas de las estructuras básicas de esta dominación: el trono, el altar o el centralismo territorial.

Frente a un pueblo en marcha, que tiene plena conciencia de ser una nación en y para sí, y quiere ejercer su derecho a constituirse en Estado, como lo ha hecho la inmensa mayoría de los que lo son hoy en el mundo no sirven para nada tampoco los aparatos ideológicos tradicionales del Estado opresor. No sirven los medios de comunicación, empleados como máquinas de agit-prop y poblados por comunicadores a sueldo de la oligarquía, que los paga con dineros públicos, por supuesto, o con los que sustrae ilegalmente por su cuenta. Tampoco la Iglesia católica oficial , también mantenida con recursos de todos, creyentes y no creyentes, con sus leyendas, dogmas y justificaciones, ni con sus anatemas.

Solo podría servir hipotéticamente la fuerza bruta, el empleo de la policía o las fuerzas armadas, unas fuerzas armadas que llevan más de 300 años sin ganar una sola guerra que no sea civil y contra la propia población y que proceden de una tradición africanista de intervención militar que es una de las causas del hundimiento y la ruina de España. Pero este recurso parece hoy descartado, no porque las convicciones democráticas de supremacía del poder civil hayan calado en el generalato, sino porque la Unión Europea y los demás Estados del continente no lo permitirían, como se demuestra por la carta que treinta europarlamentarios han enviado al presidente español, previniéndole del exabrupto de su ministro de Defensa que insinuó la posibilidad de una intervención militar en Cataluña.

Esta impotencia del viejo poder español es lo que tiene a todos sus servidores a punto de un ataque de nervios y de agredirse unos a los otros. El intento de traer a Cataluña una especie de nuevo lerrouxismo anticatalanista bajo la forma ultracrítica de Podemos, fracasó en el primer mitin en que su líder pretendió dividir las familias. Igualmente la debilidad del ministro de Asuntos Exteriores de admitir una reforma de la Constitución para conseguir “un mejor encaje de Cataluña en España”, algo en lo que ya no cree nadie, tropezó con la reprimenda y correspondiente bronca del ministro del Interior, asegurando que la Constitución no se toca y que para eso están ellos a defenderla aunque, como se recordará, son los miembros del único partido que en parte votó en contra del texto constitucional cuando este se aprobó.
 
El poder de la gente decidida a recuperar su dignidad y su autogobierno es imparable.

divendres, 11 de setembre del 2015

El poder de la gente. La revolución catalana.



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Esto es una revolución.









El precio de los errores.

Reaparece el CIS con una oportuna encuesta publicada el día nacional de Cataluña y la obvia misión de enfriar los ardientes fervores independentistas. Muy mal han de estar las cosas para que el instituto demoscópico venga a calcar el sondeo que publicaba ayer El periódico de Catalunya y Palinuro comentaba en De sondeos y de abuelos. Muy mal en el sentido de que la mayoría vaticinada a favor de la independencia pueda ser mucho más alta. Ya la que dan y llaman "mayoría absoluta raspada" contribuirá poco a mitigar las ilusiones. Quizá lo haga más la lluvia. Solo con que caiga la mitad de lo que ha caído hoy en Barcelona, llenar la Meridiana va a requerir tesón, fuerza de voluntad y entusiasmo. Y tengo para mí que de todo eso hay mucho. Si no llueve, el exitazo independentista es casi seguro, al margen de las trifulcas de presencias o ausencias. Reina un ánimo de ahora o nunca y eso empezará a notarse en la Diada.

El pobre CIS, bajo sospecha de parcialidad a las órdenes de un gobierno que no para en barras a la hora de ingerirse en todos los órdenes de la vida, en aplicación de su peculiar sentido del liberalismo, no puede hacer gran cosa por desactivar el impulso independentista. Pero El País echa una mano con un titular cargado de intencionalidad: mayoría independentista de escaños, pero no de votos. Ojo: no de votos. Completa asimismo su carga de profundidad (por ahora) con un insólito y agresivo editorial titulado Independencia del 3% y es una pieza de ataque directo, despiadado, brutal al presidente catalán. Un escrito ad hominem tan feroz que parece de la misma "caverna carpetovetónica" del que expresamente quiere diferenciarse. Un editorial injusto por dos razones:

Primera, porque se obstina en presentar el movimiento independentista como una maniobra personal de Mas, como unaa argucia para impedir que se le investigue, se depuren responsabilidades, etc., y no como lo que es, un movimiento social partidista y no partidista, cívico, transversal, pacífico, democrático y masivo. Lo cual implica que, para el editorialista, en su ciega soberbia, miles, cientos de miles, quizá millones de catalanes son estúpidos borregos a quienes un hábil tramposo estilo Hamelin lleva hacia el precipicio , como dice Duran, sabedor quizá de que el primero en despeñarse será él, pues Unió seguramente no tendrá representación en el Parlamento.

Segunda, porque esa misma crítica y acusación puede hacerse a Rajoy, el PP y el gobierno, literalmente carcomidos por la corrupción, con Bárcenas, Gürteles, Púnicas, Bankias, etc., etc. Pero, que se sepa, ni El País ni nadie en España y menos que nadie la oposición se ha puesto tan exigente con ellos como con Mas. Ni El País ni la oposición mayoritaria han pedido la dimisión de Rajoy y mucho menos una moción de censura. Es una diferencia de trato tan discriminatoria que resulta vejatoria.

Pero el grueso del ataque unionista no está en este tipo de acusaciones de poco vuelo. El fondo de su crítica, lo que se propone como base de argumentación a la hora de ir contra el independentismo, es la reseñada diferencia entre escaños y votos. Estas elecciones, dicen los unionistas, no son un plebiscito, en donde todos los votos valen igual. Los independentistas hacen trampa al presentar unas elecciones ordinarias (con escrutinio según el sistema electoral) como un plebiscito porque en las elecciones no todos los votos tienen el mismo peso. Argumento ciertamente atendible. Y hay más: como las elecciones son normales, no plebiscitarias, no se puede tomar como criterio para una posible DUI el número de escaños. Hay que tomar el de votos.

Es un poco paradójico: si se quiere la DUI hay que tener una cantidad de votos superior al 44%. Puede ser. De todo cabe hablar, pero es imposible olvidar que el independentismo ve estas elecciones con ánimo plebiscitario porque el gobierno, de acuerdo en esto con la mayor parte de la oposición, casi todos los medios de comunicación y el resto de aparatos del Estado no le dejaaron hacer un referéndum, como se venía pidiendo de tiempo atrás. El referéndum de Escocia, una situación análoga a la de Cataluña, demostró que no hay razones válidas para negar el ejercicio del derecho de autodeterminación a un pueblo, una nación.

Si ese referéndum se hubiera celebrado en su día en unas condiciones pactadas, es casi seguro que un 44% de apoyo a la independencia hubiera sucumbido ante un porcentaje mayor de unionismo. Pero el referéndum (que, muy probablemente habrá que hacer al final) se prohibió y ahora lo que decide no es el porcentaje de votos sino el de escaños.

La prohibición fue un error, por decirlo suavemente.

Y los errores se pagan.

dijous, 10 de setembre del 2015

De sondeos y abuelos.


Para sentar plaza de ponderado y evitar acusaciones de partidismo, traigo dos sondeos diferentes publicados ayer mismo. De aquí al 27 de septiembre, cuando se celebren esas elecciones autonómicas absolutamente normales pero de las que están pendientes desde el Congreso de Washington hasta el de Noruega, se publicarán muchos más, habrá más proyecciones y todo tipo de vaticinios. En estos dos se dan discrepancias y coincidencias. El primero es de El Periódico de Catalunya, un periódico serio pero nada partidario de la independencia. Según sus cálculos, como puede verse, el bloque del sí (Junts pel Sí y CUP) consigue mayoría simple o, más probable, mayoría absoluta raspada, pero mayoría de escaños. No he visto que haya cálculo de votos. Los demás sufragios se reparten entre C's, Catalunya Sí Que Es Pot (a la que Twitter ha rebautizado en broma algo surrealista como QWERTY), el PSC, el PP y Unió. Con una distribución que coincide más o menos con los cálculos de los analistas más informados y menos partidistas. C's sube como la espuma, QWERTY encaja un resultado ligeramente superior al tradicional de ICV-EUiA, los socialistas pierden un tercio y los del PP se quedan en la mitad de su representación actual, quizá para compensar por el gran aumento de talla de su candidato. Lo dicho, predicciones más o menos razonables.


El otro sondeo es de El Punt Avui, un diario digital también serio, pero independentista. Discrepancias y coincidencias, decíamos. Coincidencia: también El Punt Avui prevé mayoría independentista. Discrepancia: la mayoría es absoluta, entre 73 y 80 escaños, más que suficiente, según algunos, para proclamar una DUI inmediata. Tampoco veo predicción en porcentaje de votos. Y es importante. En todo caso parece seguro que habrá mayoría independentista. De los porcentajes se hablará el 28 de septiembre. Los demás sufragios se reparten también de forma razonable pero con variantes o discrepancias muy curiosas en comparación con el del Periódico. Este sondeo rebaja notoriamente los escaños de C's y algo los de QWERTY, mientras que otorga dos o tres escaños más al PP, seguramente restados de C's.

Otra coincidencia llamativa es que desciende el apoyo a los dos partidos dinásticos españoles, PP y PSOE.  Es decir, los dos partidos nacionales consolidados suman entre 17 y el 22,2 por ciento de los escaños. Los dos bloques del temido "bipartidismo" español son partidos casi testimoniales en Cataluña, cosa que muchos atribuyen a que, en definitiva, Cataluña no es España. Los resultados de las elecciones de 27 de septiembre van a condicionar los de las generales de diciembre, se quiera o no. 

El aumento, mayor o menor, de votos a C's parece confirmar la tesis de que se trata de una formación local. Su reto, por tanto, no está en estas elecciones, en las que se alza segundo en votos, sino en las generales españolas de diciembre, a ver si consigue superar el handicap de mostrarse como un partido catalán. En todo caso, tanto en estas elecciones como en las de diciembre, los movimientos osmóticos más intensos parecen ser entre el PP y C's, los dos partidos de la derecha, una más antigua y otra más aparentemente moderna. 

El magro vaticinio de QWERTY, en definitiva, de Podemos, sí que plantea un problema serio con vistas a las elecciones de diciembre. Si, después del espectáculo ofrecido con las alianzas y desalianzas entre IU y Podemos, el resultado de QWERTY es igual al de ICV-EUiA en 2012, quedándose en el nivel de operatividad de aquella, sonarán campanas a rebato en la formación de los círculos. Habrá un panorama nada tranquilizador en la lonja de la confluencia en el conjunto del Estado en donde Podemos se enfrenta a la petición de una plataforma unitaria con una cabeza elegida en primarias que muchos quieren que sea Garzón. En Cataluña, Iglesias se juega su liderazgo en España, quizá su misma permanencia en la política activa. 

Podemos es un proyecto muy personalista y, visto el riesgo, su plana mayor se instala en el Principado, a apoyar al líder. Este ha entrado en campaña antes de la campaña como un ariete o un elefante en una cacharrería. El hilo argumental esencial es el consabido: soslayar la cuestión nacional, no enredarse en la autodeterminación y menos en los calendarios para implementarla, ignorar el carácter de movimiento social del independentismo, cosa tanto más sorprendente cuanto que Podemos se gloría de ser la consecuencia de otro movimiento social, el 15M. Toda la inquina se descarga en Mas y con un paralelismo recurrente: hay que votar para echar a Mas y a Rajoy. No hace falta decir que también para meter a Podemos y sus candidatos. Hay que centrarse en la corrupción y no salir de ahí. Mas y Rajoy. Más igual a Rajoy. No sé si habrá alguien en Cataluña, por izquierdista que sea que no dé un respingo al escuchar esta equiparación tan patentemente falsa e injusta. Es el tipo de comparación que empuja a la gente hacia Mas. Basta con que se compare el índice de aprobación de Rajoy con el de Mas y, ya de paso, que se mire también el del propio Iglesias en Cataluña.  

Junto a la táctica de la amalgama, asoma la oreja un discurso muy peligroso, con tintes de lerrouxismo que ya tiene encendidas las redes: el llamamiento a los habitantes de Cataluña con padres andaluces y/o abuelos extremeños para votar contra Mas y Rajoy. O sea, en román paladino, en contra de la independencia. Lo de Rajoy se tratará en otro momento. Dicho en términos llanos, es un discurso a los votantes españoles para que voten en clave española, en contra de la secesión. Tu patria no es la tierra que te acogió a ti o a tus antepasados sino que es la tierra que os echó o ti o a tus antepasados. Siempre he considerado agudísima la idea de Kant de que España es "una tierra de antepasados". A la vista está. Al menos para los españoles que van a Cataluña a defender la patria española. David Fernández ha explicado a Iglesias que se puede ser de Zamora y votar la independencia de Cataluña sin demérito de los antepasados. Claro que se trata del mismo Fernández que cometió el grave error de ir a abrazarse con el infame Mas sin preguntar antes a Podemos si se le daba permiso.

No está nada mal pensada la idea de que Podemos debe reñirle la clientela a C's. Mira tú por dónde arrebatarle el segundo puesto en el resultado final puede ser una buen trampolín para ir luego a las generales teniendo a Garzón a raya. Los discursos de ambas formaciones "emergentes" se parecen. Lo que no tengo claro es cómo lo justificará Podemos ante sus seguidores de izquierda salvo que sean mayoritariamente de la doctrina de que la izquierda y la derecha son bolas de trileros.

Podemos pide a los españoles residentes en Cataluña que voten pensando en sus abuelos; Súmate y otros, que lo hagan pensando en sus nietos.

dimecres, 9 de setembre del 2015

Entrevista sobre la cuestión catalana


Vaya, hombre, para una vez que salgo medio aceptable en la foto es una entrevista en un idioma que casi nadie entiende: neerlandés. El periódico, Het Financieele Dagblad es una publicación holandesa de temas financieros y, por tanto, grave, seria y muy conservadora. Ha sido un puntazo que el corresponsal, Lex Rietman, haya colocado una entrevista con un peligroso radical que apoya a los acratazos de la CUP. 


A mí no me hace falta traducción porque sé (o creo saber) lo que dije y, con ayuda de mi alemán e inglés, algo me entero del contenido. A quien le haga falta, que le pase el Google traductor. No es que dé un resultado en castellano cervantino, pero es bastante mejor que los prospectos de los medicamentos y las instrucciones de motosierras y se entiende bastante bien.

En la entrevista tratamos la cuestión histórica, que nos ha traído hasta aquí, pero las exigencias de la redacción han obligado a concentrarnos en los aspectos de la llamada "rabiosa actualidad". 

dimarts, 8 de setembre del 2015

Todos contra Mas.


Habiéndose dado cuenta por fin el nacionalismo español de que el reto soberanista catalán (como dice la prensa) va en serio, que es el problema más grave hoy en España, arrecia en sus andanadas para resolverlo a su tradicional manera, o sea, por las bravas. El frente unionista comparte táctica. Todos fingen ignorar el carácter popular, masivo, transversal del independentismo y se concentran en atacar a Mas con saña. Tanta que cualquier observador con sentido del fair play se siente obligado a intervenir, aunque, como es el caso de Palinuro, no simpatice en absoluto con las posiciones del president en materias sociales, económicas, políticas. Los ataques son tan desmesurados que cabe preguntarse si se deben solo a la ignorancia o incluyen mala fe.

Celia Villalobos, según dice El Mundo asimiló a Mas con Franco. No sé si el verbo "asimilar" es muy correcto aquí pero la comparación es un dislate que hace dudar de si la señora sabe lo que dice. Si Felipe González insinuó un simil nazi-fascista (omitiendo astutamente el franquismo) del que hubo de desdecirse en veinticuatro horas, Villalobos completa el trío, señalando además, expresamente, que Franco era un nazi y un fascista, por si alguien no lo sabía. El dislate alcanza tonos flamígeros cuando se recuerda que Franco era el jefe del fundador del partido en el que milita con gran brillantez y aprovechamiento la señora Villalobos. El mismo Franco cuyo nombre se niega a quitar de las calles el PP, el partido de la doña. Esta, por lo demás, con su gracejo andaluz, espera que sus paisanos no tengan que traer un pasaporte extranjero al visitar a sus parientes en el Sur. Está bien aligerar un poco el hierro y el fuego de la batalla dialéctica. En ese mismo espíritu liviano alguien recordará a la diputada del PP que los países que estamos en el acuerdo de Schengen no pedimos pasaportes en nuestras fronteras.

Pedro Sánchez, de visita de masas en Tarragona, en apoyo a Iceta, ha entrado en faena por el flanco sentimental afirmando que él se siente catalanista. No hay nada como tocar la fibra al personal. Suena aquí aquel histórico Ich bin ein Berliner de J. F. Kennedy en 1963, ante el muro de Berlín. Salvando las distancias. Y los tiempos. Y los sentidos. Y las figuras. A continuación, el catalanista Sánchez, economista de formación al fin y al cabo, especifica que su catalanismo no es el del 3% y vincula directamente a Mas y Pujol con la corrupción. Resumen por el momento: Mas es como Franco y, además, un corrupto del 3%. Eso del 3% lo sacó el socialista Maragall hace como doce años, pero no dio lugar a acción alguna de ningún tipo, político, judicial o mediático. Ahí se quedó, como los murciélagos en hibernación, hasta ahora, cuando la policía anda registrando sedes de Convèrgencia y, según informes, recogiendo pruebas. De lo que no parece que haya ninguna es en contra de Mas. Si el ministerio del Interior abrigara el barrunto de la sospecha en forma de intuición, de corazonada, aunque fuera en diferido, de que Mas tuviera algún asuntillo, por nimio que fuera, ya habría montado el operativo mediático pertinente. Pero nada de nada. Júzguese con ello de la nobleza de la insinuación de Sánchez.

Pablo Iglesias levanta el alza del arma y apunta más arriba, a la legitimidad del presidente Mas, con una pregunta que lo pone en cuestión y de paso toda la teoría política democrática: ¿quién se ha creído que es para representar a un pueblo? Es verdad que, luego, con la facilidad con que se desciende de los cielos al fango, vincula a Mas con las cuentas en Suiza, muy en línea con las acusaciones -y las mismas pruebas inexistentes- que hacen los otros unionistas españoles. Más de lo mismo, por supuesto. Calumnia, que algo queda. Pero lo más disparatado del dirigente de Podemos es la pregunta por la legitimidad de Mas. Atiéndase a la respuesta ofrecida por el mismo orador: "los pueblos se representan a sí mismos". Una frase rotunda, con voluntad de permanencia pero que, como todas las de este jaez, es un absurdo: los pueblos no pueden representarse a sí mismos porque no habría dualidad entre representante y representado. Quizá lo que debamos entender es que los pueblos se presentan a sí mismos. Y no sé si esto es algo inteligible en política.

Supongo que Mas cree que es el representante del pueblo catalán porque así lo decidió la mayoría de los votantes y, en teoría democrática, una vez elegido por mayoría, el representante lo es de todos, incluidos quienes no lo han votado. Pero lo fantástico de negar la legitimidad de Mas es la ignorancia supina que destila respecto a la cultura política catalana. A diferencia de España, en Cataluña, la figura del MH es muy respetada. Podríamos hablar mucho de esto pero no ha lugar. Los catalanes se identifican más con sus instituciones y las personas que las encarnan que los españoles con las suyas. El apoyo y el respeto a la figura del presidente, sigui el que sigui, es muy superior a su círculo de votantes. Empeñarse en desactivar el independentismo catalán atacando personalmente al presidente al que respetan y apoyan no solo los independentistas sino también muchos catalanes que no lo son demuestra un grado de obcecación que recuerda el método en la locura de Hamlet.

Si, frente al independentismo catalán, el nacionalismo español no sabe hacer nada mejor que atacar a Mas y hacerlo con tal falta de estilo, el día 27 de septiembre va a llevarse un disgusto.

dilluns, 7 de setembre del 2015

Llega la equidistancia.


Acabo de leer un interesante artículo de Jordi Évole en El Periódico de Catalunya titulado Trampas. Es un escrito ponderado, conciso y claro que expone un punto de vista muy digno de tenerse en cuenta. El título se refiere a las trampas que hacen los dos bandos hoy enfrentados en la cuestión nacional, el nacionalismo español y el nacionalismo catalán. Unos y otros, dice Évole, hacen trampas.


Desde luego. La política no es un lance según las reglas de la moral caballeresca, en la que las trampas están prohibidas. Antes al contrario, en el enfrentamiento schmittiano entre amigo/enemigo, las trampas son frecuentes. La cuestión no es si hay maniobras, juego sucio, golpes bajos; la cuestión es qué actitud adoptamos frente a ellos. Únicamente los fanáticos y sectarios sostendrán que los "suyos" no hacen trampas sino solo los otros, los adversarios, los enemigos. El resto de los mortales sabemos que tan trampas son las de los unos como las de los otros. Se abre aquí, en esta oportuna observación, la vía para optar a la actitud de la neutralidad o la equidistancia en un conflicto. Pero, aun suponiendo que haya equidistancia sincera en los conflictos políticos, que suelen ser morales, esta deberá tener en cuenta la diferencia que pueda haber en cuanto a la naturaleza y el impacto de las trampas.

Évole cita las más obvias a que recurre el nacionalismo español y las del nacionalismo catalán y matiza que son de dimensiones distintas. Sí, en efecto, muy distintas. Completamente desproporcionadas. El nacionalismo español cuenta con el gobierno, con sus aparatos represivos (policía, tribunales, fuerzas armadas) y sus aparatos ideológicos, (medios de comunicación y sistema educativo, clero católico); cuenta asimismo con los poderes fácticos de la empresa y la banca y con la complicidad del ámbito internacional, que es interestatal. Su poder es inmenso y las trampas a su alcance mucho mayores de lo que pueda soñar el nacionalismo catalán. No hay ni color. Equiparar en competencia tramposa el gobierno de La Moncloa y el de la Generalitat es igualar una chinche con un hipopótamo. Más claro y sin tapujos: Rajoy puede meter en la cárcel a Mas (y de hecho, parece estar intentándolo) y Mas a Rajoy, no. Es lo que se llama asimetría y, en términos más humanos, desigualdad de oportunidades. Ser equidistante entre desiguales tiene sus problemillas. 

Además de calibrar el empaque de las respectivas trampas es obligado averiguar qué reacciones suscitan en ambos campos. No es frecuente que los nacionalistas españoles critiquen las trampas que se hacen en su nombre. A veces, si son muy disparatadas, casi dictatoriales, como esa reforma de la ley del Tribunal Constitucional, se elevan voces de protesta. Pocas y esporádicas. La crítica a las trampas del nacionalismo catalán desde sus propias filas son, en cambio, más frecuentes. El mismo Évole es muestra de ello, pues si bien no está claro si es o no partidario de la independencia, sí se declara a favor del derecho a decidir y en forma de un referéndum. Y critica las trampas de la Generalitat, dando carta de naturaleza de este modo a una especie de equidistancia.

Una trampa es obvia, en línea también con la que señala El País de ayer en un insólito editorial en contra de Mas, denunciando que este no diferencia entre sus funciones institucionales y las partidistas, ideológicas, independentistas. Pero eso es exactamente lo que sucede con todos los gobiernos en España, lo que sucede con Rajoy desde el primer momento de su mandato. ¿Por qué es vituperable en Mas lo que no lo es en Rajoy?

La trampa mayor, a juicio de Évole, lo que más le preocupa, es el empeño en convertir unas elecciones autonómicas ordinarias en un plebiscito. Y no le falta razón al decir que la mecánica electoral, admitiendo matices, no es la plebiscitaria, que no los admite. Los independentistas han convertido unas elecciones ordinarias en un plebiscito y con ello restan libertad a la gente, libertad de elección. O sea, libertad a secas. Lo que corresponde ahora es averiguar por qué y si lo han conseguido.

El porqué. Los nacionalistas llevan años pidiendo un referéndum de autodeterminación. Referéndum que se les ha negado siempre con un aluvión de consideraciones de todo tipo que, al final, han  ido disipándose como las brumas del amanecer después del referéndum escocés, quedando reducidas a la muy somera de que los catalanes no pueden hacer un referéndum porque no. Hicieron entonces la consulta del 9N, dándole ese nombre porque el de referéndum lo tenían prohibido. Finalmente, dan en llamar elecciones plebiscitarias a las del 27 de septiembre. Y es así porque no les dejan hacer un referéndum. Con todo, queda claro que la condición de "plebiscitarias" viene dada porque el referéndum, al que todos los partidarios del "derecho a decidir" aspiran, es imposible. Los gobiernos de Madrid nunca lo permitirán. 

El efecto. Llamar elecciones "plebiscitarias" a las del 27 de septiembre no significa que lo sean de derecho. Ni lo pretenden. Es un punto de vista, una opción del bloque del sí a la independencia que tampoco se presenta unido ya que tiene dos candidaturas. En función de esta interpretación perfectamente subjetiva, el bloque del sí considera que la elección es plebiscitaria porque todo lo que no sea "sí" lo contará como "no". Pero esto es un juicio, una opinión, un criterio. Las demás opciones que no son el bloque del sí no se consideran a su vez como un bloque. El PP, Ciudadanos, el PSC y Catalunya sí que es pot, comparten algunos aspectos pero menos de los que los separan y, de hecho, parecen ir a las elecciones cada uno por su cuenta. En esa medida, estas elecciones no serán plebiscitarias puesto que se votarán matices. 

Justamente esa es la base de la crítica de Évole. ¿Cómo van a ser plebiscitarias si lo que cuentan son los escaños? Por supuesto, los escaños y los votos, como en todas las elecciones. Y ello obligará a llegar a algún tipo de pronunciamiento sobre qué porcentajes de unos y otros legitiman una DUI. En tanto no tengamos las cantidades no es muy útil regatear porcentajes.

Pero sí se puede ir a la cuestión de fondo sobre si es admisible leer en clave plebiscitaria (en realidad, de referéndum) el resultado de unas elecciones autonómicas ordinarias. Si la respuesta es "no", nos podemos encontrar con la paradoja de una mayoría parlamentaria de partidos independentistas pero que no pueden implementar sus programas y que, en consecuencia, no sirven para nada. Porque, en caso de que los hicieran servir, tendrían que poner en marcha un proceso constituyente y, en consecuencia, cambiar retrospectivamente la naturaleza de las elecciones autonómicas ordinarias.

Pero eso ya pasó una vez en la historia reciente. La Constitución de 1978 fue elaborada por unas Cortes que no se habían elegido como constituyentes sino como Cortes ordinarias mertamorfoseadas luego en constituyentes. Algo similar a lo que planea hacer el Parlament si cuenta con mayoría independentista. 

En un conflicto tan desigual, tan desproporcional, la equidistancia entre una gente que quiere votar y decidir su futuro y otra que no le deja no es justa.

La primera imagen es una foto de Artur Mas Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons. La segunda, otra de Mariano Rajoy también en  Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 6 de setembre del 2015

Carta de vuelta.


Mas se ha sumado al alud de respuestas que ha cosechado la carta de Felipe González en El País. Firman la suya asimismo Romeva, Forcadell, Casals, Junqueras, Llach, Bel y Forné. Con tanta gente, más que epístola, el escrito es un manifiesto. Podía ser el de Junts pel Sí de no ser por la ausencia de Reyes. Ojo al dato porque canta.


La carta de González que El País publicó casi haciéndola suya, era muy pobre literariamente hablando; sus argumentos, manoseados y con muchos sofismas; sus metáforas, groseras e injustas y sus amenazas, inaceptables, al menos en opinión de Palinuro en una respuesta titulada El cartero del Rey.  Pero eso no obliga a que la respuesta de los catalanes, sobre todo si es manifiesto, tenga el mismo lamentable nivel. Los manifiestos exigen más altura, mejor y más elegante estilo, brillantez, fuerza y valor.

Pero no es el caso. El estilo es pobre, apelmazado, repetitivo y algo ñoño. Y su argumentación en torno al concepto metafísico de Cataluña cual sujeto hipostasiado dotado de atributos humanos como la voluntad, la paciencia, el dinamismo, la tolerancia y una lluvia de virtudes e idealizaciones convierten el texto en un panegírico algo estomagante. Son dos fallos tan garrafales que dan pie a El País a editorializar en contra y a aprovecharlos para cuestionar y rechazar el fondo de la carta de Mas et al., que es lo que le importa. La cuestión del lamentable estilo salta a la vista, desde luego, pero no cabe ignorar que el de la carta de González era igual o peor. Resígnese El País a la realidad de que en España hace ya mucho que los políticos no saben hablar y menos escribir.

En cuanto al ente de razón Cataluña, a El País le molesta que los firmantes de la carta se arroguen su representación excluyendo a quienes no piensen como ellos. Y ciertamente no es enteramente de recibo. Han sido y son muchos los catalanes que han defendido una idea de Cataluña opuesta a la de los firmantes. Catalanes eran Balmes, Torras i Bages, Cambó, Pla y Deniel, López Rodó, etc. Desde la posición de la carta, Cataluña no se limita a ser una realidad geográfica en la que habita un pueblo, sujeto de derechos, que debate asuntos de interés colectivo, siendo uno de ellos la autodeterminación nacional. En la retórica de la carta es un ente metafísico que atraviesa la historia con una especie de programa de origen celestial en pro de la libertad, la cultura y la democracia. Una quimera.

El País se siente agredido con la expresión de "libelo incendiario" con la que Mas califica el escrito de González ya que, dice, el periódico no publica "libelos". Desde luego quizá la expresión libelo incendiario sea excesiva. Todo lo más parece un panfleto algo chamuscado. La comparación con nazis y fascistas, que González ha intentado mitigar luego en La Vanguardia echando mano del concepto de "fascistización", que debe de venirle de sus lejanas lecturas poulantzianas, no da para libelo. Mero panfleto o pasquín.

El grueso de la andanada de El País en contra del independentismo se dirige, como siempre contra Mas porque su táctica es clara: no reconocer en el independentismo el carácter de movimiento de amplia base social sino enfocarlo en la personalidad de Mas. Acusa a este de abuso de poder, de ir contra la legalidad, de confundir sus deberes como presidente de la Generalitat con sus pronunciamientos políticos partidistas, de poner los recursos de la Comunidad Autónoma al servicio de su proyecto político y de ignorar que él es el representante del Estado en Cataluña. 

Curiosamente, si se toman las acusaciones al pie de la letra podrá verse que encajan en la persona del presidente del gobierno, Mariano Rajoy: abuso de poder permanente, ignorancia o cambio arbitrario de las leyes a su antojo, confusión de deberes de presidente del gobierno e intereses de presidente del partido, expolio permanente de los recursos públicos para metérselos en los bolsillos la legión de corruptos del PP e ignorar que es el representante del Estado en España y fuera de ella. Sin embargo, El País, que yo sepa, jamás ha alzado la voz para exigir a Rajoy, el presidente de los sobresueldos y a su partido, una presunta asociación de delincuentes, un comportamiento como el que exige a Mas y los catalanes. Quizá estole ayude a comprender por qué Mas dice que el Estado trata a los catalanes como súbditos, desde el momento en que él también lo hace. 

Y eso es lo que la carta debería hacer valer. Eso y más cosas, en lugar de volver al tono lacrimógeno del eterno victimismo. Los textos firmados por los independentistas no tienen por qué arrogarse representaciones ideales, pero sí la de la opción independentista  que, de ser reclamada por la mayoría de la población pacífica y democráticamente, se configura como un derecho de esta a constituirse en una comunidad política propia con el alcance y las competencias que soberanamente decida. 

Es verdad que la carta concluye que ya no hay vuelta atrás y que ningún Tribunal Constitucional ni gobierno podrá coartar esa voluntad democrática. Pero ese enunciado no tenía que ser la conclusión, sino el planteamiento de arranque. Porque el ejercicio del derecho de autodeterminación no es la consecuencia del sistemático, histórico, fracaso del intento de encontrar un "encaje" de Cataluña en España sino de la circunstancia de que se trata de un derecho originario de la nación catalana.

Esa condición nacional catalana es, como bien se sabe, controvertida. El TC no quiere ni oír hablar de ella y Felipe González ha acabado admitiéndola a regañadientes. Pero eso no es algo compartido. En el propio PSOE hay gente -por ejemplo, Emiliano García Page- para quien en España solo hay una nación, la española y el partido en su conjunto, temiendo una división interna, ha aplazado el debate nacional. 

Con lo visto, está claro que, en lugar de citar agravios y recurrir a excusas, el manifiesto de los independentistas debe empezar por hacer valer el derecho incuestionable de los catalanes a decidir su futuro. Aquí y ahora. El futuro que la mayoría marque, sin necesidad de justificarlo más que en su propia decisión. Eso es un pueblo libre. 

dissabte, 5 de setembre del 2015

De ridículo a ridículo pasando por el abalorio.


La revolución catalana provoca delirios en los líderes políticos españoles.

Rajoy, cuyo sentido del ridículo es tan hondo como su moralidad y su inteligencia, ha internacionalizado el conflicto catalán en tres días mucho más de lo que lo han conseguido los independentistas y llevan años, lustros, intentándolo. Esta técnica de hacer lo que interesa al enemigo es un descubrimiento del presidente de los sobresueldos. No tiene precedentes y seguramente tampoco consecuentes. El martes trajo a Frau Merkel y ayer, viernes, a Mr. Cameron, ambos a opinar sobre la cuestión catalana en unos términos pactados de antemano con La Moncloa. La señora Merkel tuvo que hablar del principio de integridad territorial de los Estados y Cameron recordó que el ente territorial que se independice de su Estado, saldrá asimismo de la UE. En su sumisión a todo el que hable una lengua que él no entiende, o sea, en su sumisión a todo el mundo, Rajoy oía las palabras de Cameron no como una opinión más o menos cierta, sino como una verdad incuestionable, como una orden que es cosa más afín a su espíritu. Pero no pasa de ser una opinión. Si Cataluña se independiza, ya veremos qué sucede. La situación no tiene precedentes y no se sabe qué sucederá porque ello depende también de cómo se independice.

La punta ridícula comienza a aparecer cuando se recuerda que Cameron está preparando un referéndum sobre la eventual salida de su país de la Unión Europea. Eso de vestir de amenaza una opción específica que uno mismo puede estar escogiendo resulta difícil de entender, cuando menos sin echarse a reír.

El aspecto más ridículo de esta internacionalización del conflicto, tan ridículo que hasta los estrategas de La Moncloa han pretendido desactivarlo es de otro tipo. Consiste en la intención original de Rajoy de pedir a Cameron una declaración en favor de la integridad territoral de España, como había hecho con Frau Merkel. Alguien en La Moncloa, alguno de esos más de sesenta asesores que carecen de graduado escolar, pero nos cuestan un dineral, debió de advertir el ridículo en que se incurría pidiendo al inglés suscribir la integridad territorial de España, siendo así que es el primero en romperla con Gibraltar.

A Felipe González le zumban los oídos hace ya cinco días, desde la publicación de su Carta a los catalanes, en El País, en el estilo de la epístola a los corintios, pero en la era de las tecnologías. El escrito ha provocado un alud de críticas y de muy crueles (y generalmente injustas y falsas) acusaciones. Al margen de los insultos, muchos argumentos de diferentes puntos de vista refutaron la epístola de González. La carta procedía a comparar el proceso independentista con los nazis y/o los fascistas, cosa que saca de quicio con razón a los independentistas.

Para librarse del ruido mediático levantado por sus juicios sobre los catalanes, el expresidente concedió luego una entrevista a La Vanguardia en la que decía que es partidario de resolver el problema mediante negociación y pacto y que debe comenzarse por reconocer que Cataluña es una nación. Es muy difícil no dar a este reconocimiento el valor que los conquistadores españoles daban a los abalorios y cuentas de cristal que llevaban a la Indias para engañar a los aborígenes y cambiárselas por riquezas en metales preciosos. ¿Que quieren llamarse "nación"? Que lo hagan, pero nada más. Es la doctrina del TC: son nación si quieren ser nación y se pronuncian por su derecho a serlo, pero eso carece de efectos jurídicos. Es decir se trata de contentar a los aborígenes con un mero nombre, "nación" , a modo de abalorio: brilla mucho, pero no sirve para nada. Esa condescendencia con los aborígenes también es absurda. La nación catalana no depende de que España la reconozca. Han coexistido a lo largo de los siglos pero la mayor debilidad bélica y material de aquella no la ha dejado brillar con luz propia hasta ahora. Y, desde luego, no va a dejarse seducir con abalorios. Esto es, como suele suceder, tratando González de enmendar su yerro, lo agravó. 

El ridículo no se limita a la derecha, aunque sea el terreno en que más se cultiva. También afecta a la izquierda, sobre todo si el objeto es el independentismo catalán que, repito, parece movilizar las peores y más estólidas prácticas de la dirigencia española. Ayer Errejón o el community manager que le maneje la cuenta, subía un tuit a Twitter en el que decía que Artur Mas no había conseguido llenar una plaza de Casteldefells, y pidiendo ser ellos quienes la llenaran el próximo domingo. Y eso en catalán porque es propaganda de Catalunya si que es pot".


Esta imagen permite visualizar el núcleo conceptual de la campaña de Podemos en las elecciones de 27 de septiembre, esas que no podían ser plebiscitarias y que, por lo tanto, no iban a serlo con el mismo grado de seguridad con que las elecciones de 9N del año pasado tampoco se iban a dar.  La idea fundamental de la campaña es que esta es una dicotomía entre dos grupos, los dos con posibilidades reales de llegar a La Moncloa. Grupos y personas. Se trata de contraponer al pérfido Mas, representante de todos los recortes y políticas neoliberales con el amable pueblo catalán, que no se dejará engatusar con los cantos de sirena de los independentistas, esos que inducen a la gente a pensar que lo importante no son la habichuelas sino una Patria intangible, etérea. Así que lógico es que la asistencia a los mítines de Mas flaquee, pues el político convergente no es el rostro del pueblo, sino el de su enemigo. El nacionalismo, el independentismo, son disfraces para ocultar la verdadera finalidad explotadora de la burguesía, de "los de arriba". En cuanto la gente se dé cuenta del todo,  los mítines de Mas no va ya ni él.

Una hora más tarde, otro tuitero subía un tuit en el que se veía muchísima mayor asistencia al mitin de Mas, pues la foto se hizo cuando el mitin estaba en marcha y la gente escuchando; no como en el tuit de Errejón, que se hizo antes de comenzar el espectáculo.

Y traía un comentario burlón: "Hola, Errejón: no sé quién te habrá pasado la foto pero igual el domingo haces el ridículo". Lo que la imagen revelaba es que Errejón o alguien en su nombre había pretendido engañar a la gente dando una cifra de asistentes a un mitin de Mas de muy escasa concurrencia. No está mal para quien inició su carrera política criticando las formas de organización de los poderes constituidos como una política antipopular, como la censura, la manipulación y la concentración de los medios en manos de unos cuantos banqueros que son los dueños de la información. Alguien que se revelaba contra el engaño, la censura y la mentira. Resulta, sin embargo, que, apenas tiene ocasión, recurre exactamente a los mismos medios que critica y consigue, como ellos, hacer el ridículo y entre la rechifla general.

Otro tuitero no se esperaba a ver hacer el ridículo a nuestro hombre el domingo y decidía añadirle una gota más de ácido y burla: "Si le das zoom al núcleo irradiador de tu cámara verás esta foto. La seducción de los no aliados. Saludos." El asunto está claro: como decíamos al comienzo de este post tratándose de Rajoy, no se puede recurrir a los medios de los enemigos.

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Sobre todo si te presentas con un discurso algo pedante pero que pretende manifestar una distancia abismal entre la realidad injusta que denuncias y tus propias propuestas que, en principio, vienen a regenerar la vida pública, a desterrar el engaño, el fraude y la manipulación. Mañana, domingo, ya tiene Podemos una tarea clara en Casteldefells: reunir más gente que en el mitin del presidente Mas, so pena de quedar no solamente como unos manipuladores sino como unos fracasados. 

Conferencia en el ateneu de Tàrrega.





divendres, 4 de setembre del 2015

Entrevista a servidor en Punt Avui de hoy.


Ya sé que lo bueno de las entrevistas es lo que en ellas se dice y puede leerse. Pero l@s lector@s me perdonarán la pequeña vanidad de reproducir la página del diario con mi foto. No siempre lo sacan a uno tan favorecido, caramba. Como que al principio pensé que se habían equivocado de persona. Pero luego vi que era yo. Menudo ojo el del fotógrafo. Creo que voy a usarla para todo lo que se tercie hasta que se caiga de vieja, ella o yo.


La entrevista en catalán es esta. Por cierto, la entrevistadora, Anna Ballbona, muy buena, concisa y clara:

ANNA BALLBONA

Ramón Cotarelo (Madrid, 1943) és catedràtic de ciències polítiques de la UNED i una veu espanyola que de fa temps dóna suport al procés. Això el va portar a estar disposat a anar en un lloc simbòlic a la llista de la CUP per al 27-S, però el fet de no estar censat a Catalunya li ho va impedir.

Per què havia dit sí a anar a la llista de la CUP?
La ideologia de la CUP és la que més s'ajusta a la meva ideologia, perquè és assembleària, laica, republicana... En aquest tema sempre he defensat el dret a l'autodeterminació, sense hipocresies i exercit ara. Una altra cosa és que jo sigui independentista.

El 27-S tindrà el caràcter plebiscitari que les forces sobiranistes li volen donar?
Si ja el té! No veus com estan? Estan histèrics.

Què li sembla que la CUP no s'afegís a la llista de Junts pel Sí?
Des del punt de vista de la ideologia, la CUP és bastant radical i molt estricta. I té un punt de vista moralitzant. L'aliança amb la dreta, en el fons, no els fa el pes. Una altra cosa és que, tàcticament, en allò fonamental, coincideixin, des del moment que la dreta s'ha fet independentista. Tàcticament és un encert, perquè és donar a l'electorat una doble possibilitat. La CUP recollirà vot independentista que en cap cas aniria a Mas. Donar una doble opció és un encert.

I, passat el 27-S, els veu capaços de posar-se d'acord?
Sí. Ningú entendria el contrari. Tant David Fernàndez com Mas tenen cintura suficient, competència i capacitat per arribar a una entesa.

Què va pensar quan es van produir els escorcolls policials a la seu de CDC i la seva fundació?
És una provocació. I darrere d'això arribaran més coses. La carta de Felipe González, les declaracions de Guerra, la marranada que volen fer amb el TC... és tot el mateix. Estan tot el dia mirant per on poden rebentar això. I no retrocediran en res.

Per tant, augura un setembre només de resposta policial per part de l'Estat espanyol?
D'aquí al 27-S només veig una escalada de provocacions, maniobres i joc brut. I, a partir del 27, en funció del resultat, les actituds canviaran, entre altres coses perquè el resultat del 27-S no només el mirem els catalans, sinó tot Europa. Aquest assumpte ja està totalment internacionalitzat. Fins i tot el govern espanyol ha ajudat a internacionalitzar-lo. I el que aconseguiran és el contrari del que pretenen: es cobriran de ridícul. Què significa que Rajoy demani a David Cameron un pronunciament a favor de la integritat d'Espanya? Que és el de Gibraltar! Si tu poses els estrangers en aquest assumpte, el primer que et diran és que facis el referèndum.

Entén la posició de Catalunya Sí que es Pot?
És una posició d'esquerra espanyola fracassada a Catalunya. Estan ocupant el lloc deixat pel PSC i pel PSUC. L'esquera espanyola és més espanyola que d'esquerres. Intenten dissimular una mica, però demostren que no entenen res. El de Catalunya és un conflicte nacional i social. Però el seu interès són les eleccions generals. Els passa el mateix que al PP.

dimecres, 2 de setembre del 2015

Hermenéutica de una chapuza.


Por fin una portada de El País que no imita el tebeo de Marhuenda, sino que informa y con enfoque crítico. Luego lo estropea con un lamentable editorial en el que considera un grave error lo que no es más que un atropello, una cacicada y una ilegalidad. Pero, cuando menos, la portada explica bien lo que quiere hacer el gobierno: poner todos los poderes del Estado a sus órdenes y dictar una ley para perseguir a un ciudadano. Algo contrario a todos los principios jurídicos del Estado de derecho. Por eso la vicepresidenta del gobierno mostró el cinismo que caracteriza a esta asociación de presuntos malhechores al afirmar que la reforma tiene carácter general, como diciendo que no está pensada como un acta de proscripción personal contra Mas. Pero no cuela: esa reforma (inconstitucional e ilegal) es lo más parecido que cabe hoy encontrar a un bill of attainder (norma penal contra un ciudadano concreto, en este caso, Artur Mas), expresamente prohibido en la Constitución de los Estados Unidos.


Por eso dice Artur Mas, a su vez, el ciudadano a pique de proscripción, que con la reforma el gobierno se carga el Estado de derecho. Corto se queda el hombre. Hace mucho tiempo que el PP y el presidente de los sobresueldos se han cargado el Estado de derecho. Solo que hayan gobernado mediante decretos-leyes ya identifica su estilo con el de la arbitrariedad más contraria a esa forma de Estado que se basa en el imperio de la ley. No del decreto-ley. Le viene bien a Mas saber con quién ha de habérselas porque, hasta hace poco tiempo, el PP y la derecha catalana se han venido apoyando y tapando las vergüenzas mutuamente. A lo mejor no le sirve de nada pero tome nota el presidente de que, cuando vayan por él, a su lado solo tendrá demócratas.

A mendigar apoyos internacionales en contra del nacionalismo ha salido Rajoy con la falta de dignidad que lo caracteriza. A sus abyectas peticiones ha respondido una reticente Merkel que hay que respetar los tratados de la Unión. De Perogrullo. Pero no ha dicho que una Cataluña independiente haya de salir de la UE. Y aunque lo hubiera dicho, ¿no es España una gran nación? ¿Desde cuándo van las grandes naciones pidiendo árnica? Y no es lo único. El mismo personaje de los sobresueldos planea reunirse con Cameron el viernes y presionarlo también para que se declare a favor de la unidad e integridad territorial de España. Hace falta ser ruin cuando se recuerda que Cameron es el primer ministro de un país que, dueño de Gibraltar, rompe esa unidad e integridad territorial españolas que a Palinuro le parecen una filfa, pero estos neofranquistas dicen tener el fondo de su corazón.

Pedro Sánchez acusa al PP de cortejar a la extrema derecha con esta reforma, lo cual es obvio. Pero esa no es toda la historia. Sí, se pretende dar carnaza a la chusma anticatalana que hay en el PP, empezando por su presidente cuando recogía firmas contra el Estatuto de 2006. Pero no solo eso. También se pretende proyectar una imagen de duros de película con las veleidades separatistas catalanas para ganar los votos de la España profunda y dejar al PSOE y a la izquierda en general en dique seco. La reforma, en efecto, es un atropello, un puñetazo encima de la mesa, como diría Albiol, cuyas dimensiones externas son inversamente proporcionales a las internas, para ganar las elecciones de diciembre. Pero, ¿qué propone el PSOE? ¿Una imprecisa reforma constitucional que el PP -cuyo voto es imprescindible para ello- ya ha rechazado expresamente? ¿Qué, si no? Y ahí está el problema, en que el PSOE no propone nada con consistencia mínima, ni una idea. Cero. Su actitud es la mejor garantía de que, pase lo que pase en Cataluña, las elecciones en España las ganará el PP. Y eso ya sí que es el colmo: que por la pobreza mental, la indolencia, la falta de talla política y la de coraje y arranque de la actual dirección socialista, la gente en España esté en riesgo de verse otros cuatro años gobernada por una banda de sinvergüenzas y ladrones.

A su vez, la reacción de los de Podemos aun es más lamentable que la del PSOE. Obsesionados con la centralidad, la ambigüedad y la necesidad de no mojarse en el asunto de la independencia para no perder votos en España, que es lo único que les importa, equiparan a Rajoy con Mas y sostienen que ambos juegan al despiste y a lanzar cortinas de humo. Por no pronunciarse en el espinoso asunto de la autodeterminación de las catalanes son capaces de la mayor vileza, esto es, igualar al agresor y al agredido y sostener que la víctima y el victimario son iguales. Y esa sí que es una cortina de humo revestida de miseria teórica y ruindad moral.

El resto de las reacciones al nuevo atropello de la asociación de presuntos malhechores, da para un vademécum de la risa. El candidato del PP a la Generalitat, Albiol, alma (roma, pero alma) de esta chapuza da el tono verdadero del grupo de matones que la apoya. Según él, se acabó esta broma. Ni es una broma, ni va a acabarse porque cuatro descerebrados de derecha cerril confundan la España de 2015 con la del 18 de julio de 1936 que es la suya.

Duran Lleida, también instalado en la plataforma de El País, escribe un lacrimógeno artículo repartiendo culpas con una equidistancia bochornosa y viniendo a decir que la lucha de los catalanistas por sus derechos es equiparable a la de una manga de presuntos ladrones, neofranquistas y nacionalcatólicos por mantener sus privilegios y seguir esquilmando a un país que ya está al borde del colapso. Algo tiene que ver, desde luego, el hecho de que él mismo haya vivido a cuerpo de rey sin acordarse en treinta y tantos años de enmendar de forma eficaz una situación de cuya injusticia se queja ahora, cuando sus privilegios pueden desaparecer.

Parecida intención de escabullir el bulto muestra Ada Colau que cada día defrauda más expectativas, cuando gimotea que no deben judicializarse los conflictos políticos. Por supuesto. Pero es que no es el caso. La chapuza del Tribunal Constitucional no judicializa nada porque ese órgano no es parte del poder judicial. Simplemente es una arbitrariedad y un atropello contra el que toda persona de bien y de convicciones demócratas debe alzar la voz. 

Pero en este país, cuando son los amos del cortijo quienes alzan la voz, muchos, demasiados, tienden  a bajar la suya y hablar en susurros.

dimarts, 1 de setembre del 2015

La contrarrevolución en marcha.


Empezaron enviando a la Guardia Civil, a ver si podían hundir a Convèrgencia y, con Convergència, la lista conjunta y con la lista conjunta, el movimiento independentista catalán acusándolos de corrupción, algo en lo que el gobierno, su partido y el sobresueldos que los dirige tienen máxima nota y muchos trienios.

Muy mal han de venir los sondeos que el PP encarga en secreto con nuestro dinero para que no se haya "filtrado" en agosto ninguno de esos que augura la derrota del Sí. El paso siguiente fue encargar a Felipe González una carta comparando a los independentistas con los nazis y los fascistas. No con los franquistas, claro, pues se podría descubrir el sucio truco de condenar a las víctimas llamándolas victimarias. Una carta vergonzosa que El País, otro pecio de indignidad de lo que antaño fue un periódico decente, trompeteó a los cuatro vientos, ganándose de paso la subvención de la cuadrilla de facinerosos y más desprecio (si cabe) de la gente libre de este país.

La vicepresidenta del gobierno gorgojeó a continuación su gran aprecio por la carta de González. En otro tiempo, el espaldarazo de esta ratita hacendosa, cobradora presunta de sobresueldos dudosos, hubiera sido un desdoro. En otro tiempo. No tardó en salir Aznar, símbolo del encanallamiento político español más hondo, a dar unas palmaditas satisfechas en el lomo de González por la carta y, de paso, una colleja, al recordarle que con la epístola se limitaba a enmendar yerros pasados. Y Felipe González, el gran líder de la renovación española, depositario de una tradición de la izquierda, callado y con los ojos bajos. Una humillación mucho mayor de la que puedan haber sentido los independentistas catalanes a quienes el presidente de honor del PP trata con el desprecio y la chulería de cuarto de banderas que acostumbra. Mucho mayor porque estos independentistas se han enfrentado a este rancio franquista amenazador con una gallardía de la que González carece.

A su vez, el presidente de los sobresueldos decidió, con su perspicacia habitual, internacionalizar la cuestión catalana, metiendo la pata, como acostumbra, según señaló ayer Palinuro en su post sobre la revolución catalana. Para arreglarlo ha convencido hoy a Frau Merkel para que le eche una teutónica mano, advirtiendo al personal de la perogrullada de que los tratados y la ley han de cumplirse. Lo que no le ha dicho a su amiga (y, por tanto, la ha engañado, como siempre que habla con alguien) es que esa ley que hay que cumplir, el primero que no la cumple es él. Y no solo que no la cumple sino que, cuando le molesta, simplemente la cambia de un plumazo por medio del rodillo parlamentario de que dispone compuesto por diputad@s ovin@s a l@s que basta con despertar de un codazo para que voten lo que se les diga. Que para eso se les paga. Y se les repaga. Y se les sobrepaga. Y se les deja hacer asesorías verbales cuando los pagos, repagos y sobrepagos no les parecen suficientes.

El atropello viene ahora por vía de una reforma exprés del Tribunal Constitucional, apañado por los miembros más franquistas y catalanófobos del PP con el fin de proceder contra Mas y yugular el proceso catalán con una apariencia de legalidad. En realidad, un berrido de jayanes de taberna, lo que son los Albioles y Hernandos y otros finos juristas, perfectamente inútil por tres razones: 1ª) porque, por motivo de forma y contenido, la propuesta es inconstitucional; 2ª) porque es ociosa pues el ordenamiento jurídico ya pone a disposición del gobierno -incluso uno tan incompetente y corrupto como este- los medios precisos para conservar la legalidad; y 3ª) porque nada puede conseguir que un Tribunal Constitucional, presidido por un militante del PP y enchufado directo del presidente, adquiera una autoridad y prestigio de los que carece y menos que nada este último atropello.

Pero, claro, el atropello no pretende justificarse jurídicamente, sino que es una argucia política. Al presidente de los sobresueldos le importa una higa lo que pase en Cataluña en donde ya sabe que nadie va a votarlo. Lo que le importa es ganar votos en España a base de mostrarse duro, recio, íntegro, español, con los catalanes. Eso, calcula él, paga en votos y, al tiempo, deja hecha unos zorros a la oposición de izquierda, que ya no sabe que hacer.

Y no le falta razón. ¿De qué le sirvieron sus jeremiadas a González? ¿De qué el españolismo impostado de Iceta en Cataluña? ¿De qué las patochadas e inmoralidades de Sánchez gritando "¡más España!", como si fuera Millán Astray, o envolviéndose en la rojigualda o, vergüenza inmunda, yendo a manchar el monumento a Lázaro Cárdenas con la bandera contra la que el expresidente mexicano luchó toda su vida? De nada. Enésima lección de que el acobardamiento, el apaciguamiento, la miseria moral frente a la oligarquía española y otras especies de chulos mesetarios no paga.

Ya es tarde. En medio del griterío bravucón de estos franquistas neoliberales o nacionalcatólicos, el PSOE no tiene tiempo (ni su gente categoría intelectual) para tratar de explicar al electorado español las posibilidades de un enfoque distinto, dialogante, negociador que, con buena voluntad y respeto a los derechos de los pueblos, apunte a una posibilidad de solución que no sea un trágala perro. Y para su bochorno tendrá que uncirse al carro de la derecha más bestial y beber todas las cicutas de lo que vaya a pasar porque, como es de suponer, los independentistas no cederán (ni tienen por qué) y la confrontación entrará en una vía de "fuera terceros".

Y a la llamada izquierda transformadora, en su versión tradicionalmente anguitesca o en la nueva de los rollos podémicos, ya ni merece la pena referirse. Muda de terror y espanto ante un conflicto que ha demostrado su vacío estratégico y su perfecta inutilidad, solo aspira a que el viento de la historia pase y no le desmantele el chiringuito seudo-radical.

El duende del proceso seguirá informando.

Hablando sobre la revolución catalana.

Invitado por la ANC, doy una conferencia en el Ateneu de Tárrega sobre el tema El proceso de independencia visto desde Madrid el próximo jueves, tres de septiembre. El título se las trae porque, desde Madrid y en lo tocante a la autodeterminación/independencia catalana se ve todo rojo o negro, según le dé al avistador. Si me tomo al pie de la letra el enunciado, con bufar una poco resolvería el encargo. Pero, qué caramba, yo también soy de Madrid y también tengo un punto de vista sobre el proceso, que no tiene por qué ser menos representativo del que tenga el presidente del gobierno, por ejemplo que, además, me consta es un punto de vista expuesto en dos o tres exabruptos, ya tal y fin de la cita.
 
Llevo preparada una exposición en tres momentos: los antecedentes (la transición), el pasado más inmediato (el Estatuto de 2006, el Tribunal Constitucional y la Diada de 2012) y el momento presente a la espera del 27 de septiembre.
 

dilluns, 31 d’agost del 2015

La revolución catalana.

El País continúa en su ardua campaña en contra del independentismo catalán a banderas desplegadas. Da cuenta del efecto de la epístola nacional de González asegurando que El núcleo duro independentista trata de desprestigiar a Felipe González. Se queja de que, en lugar de debatir y refutarle sus razones, lo insulten. Por mi parte he visto bastantes razones por ahí; incluso he formulado algunas y tampoco parece que las de González sean para aceptarlas como verdad revelada. El gobierno se ha deshecho en alabanzas de la "cordura" de González, gran estadista género jarrón chino. Y, con el gobierno, el señor Duran, que es "nuestro hombre en Barcelona", el último mohicano portador del seny en Cataluña. 

Eso el gobierno. La oposición socialista ha cerrado filas con el anciano de la tribu. Tanto Pedro Sánchez como Miquel Iceta han agradecido a González el gesto de ilustrarnos sobre el espinoso asunto catalán, evidentemente felices, resplandecientes. Iceta cree que la carta gonzalesca es de alguien que conoce y quiere a los catalanes. Que los compare con los nazis y los fascistas, en realidad es un gesto de exuberancia producto de su mucho amor. Sánchez también se identifica con ese  discurso nacional español suave en la forma pero duro en el fondo. Es el que acuñó la consigna de "¡más España!", de la que no ha vuelto a saberse más; el mismo que sacó a escena una rojigualda tamaño campo de fútbol y se ha ido a México a, entre otras cosas, homenajear a Lázaro Cárdenas con una corona floral con la rojigualda. No la tricolor. A Lázaro Cárdenas, que siempre se mantuvo fiel a la República y jamás reconoció el régimen de Franco ni su bandera. Haberle llevado un ramo de claveles, hombre, para ser menos cortesano.

Los partidos dinásticos, a partir un piñón pues se trata de "asuntos de Estado", hoy por hoy, Cataluña. Se entiende. Son los pilares de lo que la nueva izquierda venía llamando el régimen, cuya columna vertebral era el bipartidismo. El bloque del nacionalismo español está en zafarrancho de combate. En su campo también se insulta mucho, pero eso a El País le interesa menos. En todo caso hay un gran vocerío.

Que contrasta con el silencio de las izquierdas españolas no socialdemócratas, las que se llaman a sí mismas transformadora y la novísima izquierda al desgaire. La aparente bronca entre unionistas y separatistas y sus episodios más o menos sonados, como esa carta de Felipe González, cual nuevo Zola del siglo XXI, parecen cogerlas con el paso cambiado o ponerlas en un compromiso. De un lado no quieren acercarse al bloque unionista por no parecer falangistas imperiales pero, del otro, tampoco dar siquiera la impresión de simpatizar con el independentismo porque temen perder todos sus votos en el resto de España y quedarse como pollos desplumados. Así que, ya se sabe, defienden el derecho de autodeterminación, pero no ahora sino cuando toque. Es decir, silencio. Esta izquierda española está fuera de la función y, en realidad, no tiene papel en la obra.

Y no lo tiene porque no entiende la obra. Su interpretación del proceso independentista está lastrada por sus dogmas ideológicos. ¿De qué estamos hablando? ¿De una maniobra de la burguesía catalana, según la vieja idea de Jordi Solé sobre la naturaleza del nacionalismo? ¿O quizá de la recomposición de fuerzas en el ámbito de lo nacional popular? ¿Incluso, de un error estratégico de la izquierda catalana que, al parecer, se deja engañar por la burguesía, haciéndole olvidar su verdadera misión en este mundo? Porque aquí no es ya solamente que haya referentes flotantes, es que puede haberlos vacíos. Es una izquierda desconcertada que trata de encontrar su hueco en un conflicto cuya naturaleza no entiende.

Nadie ha empleado el término revolución. Y es cosa hasta cierto punto lógica porque primero hay que aclararse entre las dos posibles acepciones del término: una vulgar, mundana, hasta publicitaria, como cuando se habla de la revolución de los lavavajillas, por ejemplo; y otra más específica, normalmente empleada en enfoques históricos o politológicos que implican cambios de régimen, no solo de legalidad sino incluso de principio de legitimidad, un uso que a veces se ha aplicado superando los meros límites de lo político, con denominaciones más mediáticas, como "revolución de los claveles" o "revolución de terciopelo", pero se trata de casos aislados. Bien, ¿por qué no puede llamarse al proceso que está viviéndose en Cataluña la revolución catalana? El nombre no tiene derechos de autor y el contenido es una vivencia subjetiva que mucha gente en Cataluña está experimentando de forma directa, inmediata. La vivencia de estar asistiendo al nacimiento de un Estado, de su Estado. (Había puesto nacimiento de una nación, para aprovechar el tirón del título de Griffith, aunque con otra intención, claro, pero un lector me hace observar que la nación catalana es mucho más antigua). La experiencia única de que el tren de la historia pasa por su vida y solo lo hará una vez.  Eso es algo que tiene una fuerza de movilización extraordinaria y que el bando contrario ni intuye.

Que las izquierdas revolucionarias españolas no hayan visto una revolución cuando la tienen delante era bastante de esperar porque siempre han sido más españolas que izquierdas y solo reconocen una revolución si se ajusta a un manual de doctrina. Pero eso no hace menos revolución la revolución catalana. Todo depende de las elecciones del 27 de septiembre que, según el bloque unionista, son unas simples y llanas elecciones autonómicas y para el resto del planeta son más, mucho más. De su resultado depende lo que suceda en España toda al día siguiente. Nada, o, entre otras posibilidades,  una Declaración Unilateral de Independencia, que es un acto típicamente revolucionario por el cual el poder constituyente rompe la legalidad y legitimidad anteriores y proclama unas nuevas, una nueva Constitución de una República catalana. O sea, para entendernos, una revolución. Sire.

La carta de González no tiene tantas razones como dice El País pero sí contiene las amenazas de rigor y los miedos habituales. Por boca del expresidente del gobierno habla el temor del nacionalismo español a quedarse sin país, también una vivencia colectiva subjetiva única.  De ahì que sea tan lamentable que González se atenga a la Ley de Godwin y compare el independentismo catalán con los nazis y los fascistas. Repase algo la historia y la próxima vez que quiera comparar a los independentistas con alguien, hágalo con los Países Bajos, primer Estado moderno en alcanzar la independencia de España, que tardó ochenta años en reconocerla.

diumenge, 30 d’agost del 2015

El cartero del Rey.


Ayer fue la Guardia Civil; hoy, una reprimenda epistolar de Felipe González. El nacionalismo español está en pie de guerra. Y en El País, que le cede su articulo editorial, es decir,  hace suya la opinión de González, y este habla por el periódico. No es menudo privilegio. Se entiende, sin embargo. Hace ya unas fechas que, habiendo comprendido por fin el calado de lo que llama con flema anglosajona el desafío soberanista, el cuarto de máquinas del diario de Prisa echa humo. Ha puesto a trabajar a  sus plumillas más o menos cultos y los muñidores de ideología en defensa de la unidad de la Patria. Si su autoconciencia legitimadora lo pinta como el diario de la transición y el que se enfrentó al golpe de 1981 en nombre de la Constitución, su idea del momento es erigirse en paladín de la unidad de España y nuevo salvador de la Patria.

El editorial firmado por González viene a ser como un artículo de fondo. Aunque de poco fondo. Como pieza literaria es insignificante y como documento resulta bastante ramplón. Ocasión tan distinguida hubiera necesitado algo más de estilo y mayor densidad de contenido. No tendría por qué ser un nuevo Discurso a la nación española o Yo acuso u Oigo Patria tu aflicción, pero debiera tener algo que permitiera recordarlo. En vez de eso, la epístola que González dirige a los catalanes, a diferencia de las que San Pedro o San Pablo dirigían a distintos destinatarios colectivos, reproduce el contenido adocenado de las habituales admoniciones del nacionalismo español de más rancia estirpe vestido con las galas del "éxito" de la segunda restauración. Tengo la impresión de que el Rey le ha pedido que se dirija a los españoles en defensa del statu quo -y la Corona, por ende- y le ha dado la plantilla del discurso español tradicionalista, una triada que incluye: a) jeremiadas, b) malos augurios; c) amenazas.

Las jeremiadas. ¡Ah, con lo bien que nos llevamos y lo mucho que hemos prosperado gracias a la Constitución de 1978 que otorga el mayor autogobierno que Cataluña ha tenido en su historia! González no está familiarizado con la del nacionalismo catalán e ignora que lo lógico (y legítimo) de este no es quedarse con "el mayo autogobierno"  sino la totalidad del autogobierno. Esto sin contar con que el juicio sobre el Título VIII de la CE es muy contradictorio. A él le parece un éxito; a otros, un desastre y un fracaso, sobre todo después de que Alfonso Guerra y los demás "Guerras" que hay en el Parlamento y el Tribunal Constitucional se cepillaron el Estatuto de 2006.

¡Ah, qué lástima ver Cataluña convertida en una Albania! Tengo la impresión de que antes se verá así España que Cataluña. Pero, sobre todo, es absurdo emplear estas imágenes después de los referéndums de Quebec y Escocia, que han dejado sin argumentos a los nacionalistas españoles. En especial los de Quebec porque se dieron a raíz de una doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo Federal, según la cual, el derecho de autodeterminación no existe en la Constitución canadiense (como tampoco en la CE), pero si una parte importante de la población se empeña en ejercerlo, el Estado viene obligado a negociar alguna forma para ello, como es lógico y entiende todo el mundo, incluida Escocia, pero no el gobierno español.

Las "razones", los (malos) augurios. Horrorosa la pretensión de desconexión de Mas tan en contra del espíritu del tiempo, que es el de la gran conectividad.  Dice González que la desconexión será en primer lugar entre catalanes, pues ya empieza a haber signos de racismo. Cierto. Pero los ha habido siempre. Y en todas direcciones. El "¡háblame en cristiano!" es puro racismo. Tambien dice que se quiere desconectar a los catalanes del resto de los españoles. Si todo el mundo está tan conectado, tanto dará estarlo con los españoles como con los demás europeos. Y esto sin contar con que ese  contacto entre españoles y catalanes de que tanto dicen enorgullecerse los políticos nacionalistas españoles es pura demagogia. Un estudio sobre los prejuicios de unos hacia otros, del grado de conocimiemto real sobre todo de los españoles hacia los catalanes probará que no hay cercanía y que no la habido nunca. Para los españoles, en el fondo, Cataluña no es el extranjero, pero sí el cuasiextranjero.

Igualmente se augura una ruptura de Cataluña con Europa. Ni que él fuera el dueño de la kermesse. Eso está por ver y también lo está lo que pueda hacer España o lo que quede de ella. No resulta verosímil que la parte más europea de España vaya a quedar fuera de Europa. No es pensable ni quizá posible. González recurre a una caricatura: un consejo europeo de 200 o 300 miembros. Eso no se dará, pero, aunque se diera, ¿qué? ¿Cuál es problema con que en lugar de haber 28 Estados en Europa haya 29 o 39 o 45 o 7? ¿La defensa? Nadie ignora que Europa es incapaz de defenderse a sí misma aquí y ahora y depende para ello de la OTAN y, en último término, a qué engañarse, de los Estados Unidos. Las cosas no cambiarán mucho. 

Augura González asimismo una ruptura con América Latina y señala los 500 millones de almas de un apetitoso mercado con el que nos une la lengua. Y ¿quién ha dicho al expresidente que dejará de hacerlo? El español o castellano seguirá siendo oficial en Cataluña independiente por la cuenta que le trae. A esta desconexión le pasará lo que al intento de mantener a los catalanes y aragoneses en general al margen del comercio con el imperio español. Sin duda se dio en uno u otro momento, pero siempre hubo comerciantes de la Corona de Aragón en la trata de Indias.

Amenazas. Aunque el escriba las edulcora cuanto puede, están siempre ahí: ningún gobierno español negociará, dice, ante hechos consumados Eso de los "hechos consumados" suena a nazi y, en efecto, no falta la comparación (disimulada, pero clara) entre Cataluña y Alemania/Italia años treinta. Luego de una serie de intentos de los catalanes de negociar, siempre rechazados (el propio González acusa al gobierno de no negociar y de inmovilista), ¿qué significa aquí "hechos consumados"? Y eso sin contar con que se trata de otro vaticinio: ningún gobierno español se sentará a negociar ante hechos consumados, hasta que se siente.

Pero González aquí tiene otro talante. Sale el demócrata, el gran defensor del Estado de derecho y recuerda que el límite a la ambición de Mas (nunca habla de movimiento social o cosa parecida; la posible secesión de Cataluña es una manía de Mas) es la ley. Tan solemne se pone que la escribe con mayúsculas: la LEY. Hay que cumplir la ley. Exactamente lo mismo que dice Rajoy.  Y con más rotundidad que los infelices compañeros de partido de González pues, cuando le parece, él la incumple. A veces se molesta en disfrazar el incumplimiento de reforma según el procedimiento previsto pues para eso tiene una mayoría absoluta parlamentaria ante quien nadie rechista. Otras veces se limita a incumplir (generalmente plazos, obligaciones, etc) y no sucede nada. Los catalanes, en cambio tienen que cumplirla a rajatabla, por inicua o injusta que sea. Y eso no está bien, lo vea él así o no.

Dice González que no le gusta lo que hace el gobierno, pero que no puede ser equidistante. O sea, que se alinea con quien hace lo que no le gusta, probablemente porque el otro se apresta a hacer algo que le gusta menos. Parecería suficiente, pero no es así. La ultima ratio no podía faltar. Y no falta: Ningún gobierno responsable puede permitir una política de hechos consumados, y menos rompiendo la legalidad, porque invitaría a otros a aventuras en sentido contrario.

En todo caso, concluye González, no haya cuidado porque España no va a romperse por la muy poderosa razón de que "sé que eso no va a ocurrir, sea cual sea el resultado electoral".

Pues podía habernos ahorrado la carta.

(La imagen de Felipe González es una foto de Wikipedia, con
licencia Creative Commons).