dissabte, 16 de juny del 2012
Grecia.
dilluns, 11 de juny del 2012
España sí es Uganda
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).
dissabte, 9 de juny del 2012
El rescate o el drama de España.
Hoy es el día. Los oráculos del fondo de la selva de Teotoburgo imponen la claudicación de España, que ha de aceptar las condiciones del llamado rescate de la banca y que el FMI, en una muestra de servicial previsión, ha tenido la delicadeza de cifrar en 40.000 millones. No sé qué caso hará la germana del gentil toque parisien. Bruselas, como siempre, estará a verlas venir. Queda por saber qué dirán los auditores externos pero, en principio, la situación es clara: los plenipotenciarios tienen que firmar.
España solo manda ministros plenipotenciarios para administrar las derrotas, lo que parece un contrasentido, pero es el contrasentido que configura, al parecer, la amarga experiencia nacional de ser intervenidos. Unas veces por los alemanes, otras por los ingleses, otras, las más, por los franceses, la historia patria es una sucesión de intervenciones que han orientado los destinos nacionales mucho más de lo que lo hayan hecho las decisiones domésticas. Después de quedarse con Gibraltar, los ingleses ayudaron decisivamente a los españoles a librarse de los franceses. Es la gesta de Wellington en la llamada Peninsulan War, con muy escaso respeto a la emergente conciencia nacional española.
A su vez, los franceses estaban aquí porque en uno de los actos de cobardía más miserables que registra la historia, los dos Borbones, padre e hijo, Carlos IV y Fernando VII entregaron la corona a Napoleón, quien la puso en la cabeza de su hermano, convirtiendo España (y su imperio) en lo que podríamos llamar un fraternato. Ese Fernado VII, el Deseado, fue luego el ídolo de la derecha española que debía de ver en él un patriota.
Para qué seguir. El 98 (ut supra) provocó una sacudida tan fuerte de la citada conciencia nacional que hasta apareció un filósofo. Los filósofos surgen siempre de la perplejidad y esa perplejidad trajo la IIª República a la que puso violento fin una coalición de alemanes, italianos, moros y cristianos nativos de Santiago y cierra España.
Ignoro si en estas horas amargas Rajoy medita sobre su triste sino. Venía de salvador de la Patria y tiene que mandar plenipotenciarios a firmar las capitulaciones. La gran nación en la hora nefasta de la claudicación. Seguramente no es para tanto porque en nuestra época las guerras se libran en los parqués, en los despachos de mullidas alfombras en lo alto de rascacielos, en medio de formas corteses, compartiendo un aperitivo. Pero el zaherido orgullo nacional español lo toma por la tremenda. Resuenan los ecos de una larga historia de derrotas: la Invencible, Rocroi, Trafalgar y lo que vino después. Y Rajoy, con su huero patriotismo, así tiene que experimentarlo.
¿Podría pasarle por la cabeza alzar bandera por la resistencia, negarse al rescate, a la intervención extranjera? Podría. Numancia tiene su belleza, pero no es previsible su repetición. Oponerse a Europa, aislarse de Europa -vieja pulsión unamuniana- no es opción para la derecha y dudo de que lo sea para la izquierda. No, desde luego, para el PSOE y, con reservas, tampoco para la izquierda radical.
Así que llueve sobre muy mojado, sobre una historia de frustración permanente, de una nación que se ha hecho a fuerza de derrotas gracias a unas clases dominantes muy católicas, muy tradicionalistas, muy ineptas y nada patrióticas. Una nación que de vez en cuando es intervenida al albur de circunstancias que no controla. Por eso, todo consistirá en encontrar un nombre que disimule la cruda realidad de la subordinación a los dictados de otros, un nombre que engañe, como el de evangelización del Nuevo Mundo, por ejemplo, o el Movimiento Nacional, algo así como Refundación Financiera Española (ReFE), que daría para interesantes portadas de la prensa de derechas y dejaría a la gente tranquila, a tiempo para saborear cómo la Roja revalida su título. Es lo de los toros en 1898.
dimecres, 6 de juny del 2012
Como Dios manda.
divendres, 1 de juny del 2012
La locura del método.
Esto del Bilderberg es el trasunto contemporáneo de la leyenda eterna de la búsqueda del Santo Grial y estoy seguro de que muchos asistentes al cónclave piensan que acuden a Camelot, si bien, signo de los tiempos, también hay damas. Al Santo Grial que estos caballeros buscan (el crecimiento, la estabilidad, la paz, la democracia, la eterna felicidad del género humano) le ocurre lo que al de la leyenda artúrica: nadie sabía qué forma tenía porque nadie lo había visto nunca. Suprema locura del método: inventarse algo e imponérselo a la especie humana sin contar con ella para nada. Es lo que hizo Dios, ¿no?
dimarts, 15 de maig del 2012
Una cuestión de confianza.
dilluns, 7 de maig del 2012
¿El renacer de Europa?
Estos sí son brotes verdes.
divendres, 4 de maig del 2012
Ideas sin fuerza frente a fuerza sin ideas
Es posible que el Año Europeo del Voluntariado sea un programa específico, bien articulado y con éxito (aunque uno sospeche que no están los tiempos para gollerías) pero, en todo caso, el manifiesto no va a empujarlo ni a hacerlo más eficaz. Es un texto de ideas, todas muy bien vistas y tenidas por deseables, aunque ninguna de ellas sea nueva. Son ideas sin fuerza. Tal vez al ser conscientes de ello, los autores incluyen un penúltimo apartado sobre la ironía, sobre la capacidad que tenemos los europeos de "reírnos de nosotros mismos". Quizá para demostrarlo terminan con una especie de jaculatoria al estilo perroflauta llamando a la movilización de "los europeos de a pie actuando en su propio nombre".
Frente a estas ideas sin fuerza se alza rotunda la fuerza sin ideas hoy reinante en Europa, cuya capital accidental fue ayer Barcelona, en donde más de ocho mil policías, algunos de los cuales parecían sacados de un baile de disfraces o de una peli indie, mantuvieron a raya a unos centenares de manifestantes. Su finalidad (la de los policías) era que la cumbre del gobierno del Banco Central Europeo, de cuyas deliberaciones depende el destino de millones de personas, discurriera plácidamente y los gobernadores no se irritaran, que podía ser peor.
Supongo que alguien se acuerda de cuando Dolores de Cospedal acusaba al gobierno socialista de implantar un Estado policial en España, un infundio por el que tendrá que rendir cuentas ante los tribunales según parece, aunque ella tiene por costumbre no asistir en estos casos pues es muy suya. En todo caso, para Estado policial el que llevan camino de imponer los conmilitones de Cospedal o sus allegados políticos nacionalistas. Fernández Díaz, ministro del Interior, no tiene nada que envidiar en punto a autoritarismo a Felip Puig, el consejero catalán de lo mismo. Además de la toma de Barcelona por la policía, se cuenta el episodio del puñado de estudiantes que siguen presos por los hechos del 29-M, cuya libertad se pide en la columna de la derecha de este blog. En Madrid no iban a ser menos. La policía no deja instalar mesas informativas del 15-M en Sol (si fueran petitorias de marujas para el Domund podría hablarse). Un par de diputados de IU van a preguntar al gobierno en sede parlamentaria si es cierto que el ministerio del Interior anda investigando a los dirigentes del 15-M. Es un ministerio que no solamente garantiza la contundencia de sus acciones de orden público sino que también pretende endurecer la ley para reprimir manifestaciones y concentraciones.
Todo lo anterior habla de la fuerza. Es la fuerza la que se está empleando para contener las reacciones de protesta de unas poblaciones cada vez más indignadas por las acciones de los gobiernos, orientadas por un único, rígido, inflexible criterio, más parecido a una obsesión que a una idea, de control del déficit público a toda costa y caiga quien caiga. La cerrazón germánica -que quizá ahora se matice si los franceses eligen a Hollande- no atiende a razones, no considera objeciones, no escucha ideas. Es la fuerza sin ideas. Política de recortes, ajustes, pérdidas de derechos, de capacidad adquisitiva, del mero empleo, que generan más paro, más estancamiento y retroceso, un círculo vicioso que sale de la deuda pero vuelve a la deuda agravada. Una política sin ideas. Y a los descontentos, si pasan de firmar manifiestos en pro del voluntariado, se los trata como un problema de orden público. Política sin ideas pero con fuerza.
En ese desencuentro todos, absolutamente todos, perderemos.
dimarts, 24 d’abril del 2012
La extrema derecha avanza y trae otros aires.
Cabe decir que la verdadera triunfadora de la primera vuelta en las presidenciales francesas es Marine Le Pen. Con su 17,90% del voto ha superado todas las marcas anteriores de su partido, incluso el 16,86% de su padre en 2002, que le permitió pasar a segunda vuelta contra Jacques Chirac. Incluso supera el 17,79 de su progenitor en aquella segunda vuelta. Y desde luego, deja muy atrás el pobre 10,44% de Jean Marie Le Pen en 2007, cuando Ségolène Royal le sacó 15 puntos de ventaja y hasta un triste François Bayrou le ganó por ocho. Los demás partidos han estado en el muy fluctuante margen de las elecciones en primera vuelta, cuando el voto se fragmenta mucho. Los dos mayoritarios, UMP y PS, dentro de lo razonable, si bien Sarkozy se ha venido tan abajo que es el primer presidente en el cargo que pierde una primera vuelta, lo que debe de escocerle. El Frente de la Izquierda, encabezado por Jean-Luc Mélenchon, que despertaba aquí grandes entusiasmos en IU por verlo parecido a ella, ha conseguido un 11,10% del voto. Por cierto, muy por encima de las múltiples izquierdas anteriores, que se movían en el rango entre cero y cinco por ciento; es, además, una cantidad con dos dígitos, el objetivo de Mélenchon, pero lo es en la parte inferior. En el fondo, un resultado decepcionante para el Partido Comunista, que es el alma del Frente de la Izquierda como aquí lo es de IU. Ese 11,10% parece un techo.
El Frente Nacional de los Le Pen ha cambiado de imagen, cuestión nada desdeñable en una sociedad definida como sociedad del espectáculo. La representación de la extrema derecha a través de señores adustos, algo agrios, como Le Pen, con bigotito, como el innombrable o con gestos de energúmeno, como Benito Mussolini, ya no pega. Hay en marcha una adaptación de esta ideología a los nuevos tiempos. Los líderes de la extrema derecha pueden ser hombres agraciados, con simpatía personal y costumbres digamos libres, como Jorg Haider en Austria o incluso abiertamente homosexuales, como Pym Fortuyn en Holanda. ¿Por qué no una mujer? La identificación de la extrema derecha con el patriarcalismo, la homofobia y la misoginia puede estar en cuestión. Igual que otros filones o tabúes, por ejemplo, el antisemitismo. Fortuyn acusaba a Le Pen de antisemita y él presumía de simpatías hacia Israel. Pero en lo que ambos estaban de acuerdo era en que había que mantener el islamismo a raya.
Así que una mujer. Relativamente joven y atractiva. Se la puede identificar simbólicamente con La France, ya que no directamente con La Pucelle, al menos mucho más que al cuarteto de anodinos varones del terno gris, líderes de los partidos mayoritarios . Ya se había intentado hace unos años en Italia con Alessandra Mussolini, quien tiene la ventaja de ser nieta de un auténtico. Pero su carácter explosivo y las peculiares circunstancias políticas italianas la han dejado reducida a un oscuro puesto de eurodiputada por una asociación de fuerzas de extrema derecha. Nada comparable a Marine Le Pen que tiene un dominio magistral de su imagen pública. Quien la haya visto en un evento multitudinario de su partido con un bebé en los brazos sabrá de lo que se habla aquí.
Preocupa en todas partes este renacimiento de la extrema derecha xenófoba, nacionalista, racista y radicalmente neoliberal. Y preocupa que esté en ascenso. Los distintos partidos de la corriente tienen representación parlamentaria no desdeñable en muchos países de Europa y en alguno, por ejemplo, Holanda, han sido partidos de gobierno. Y apoyan y fuerzan políticas excluyentes, autoritarias, intolerantes, contrarias a la tradición de Europa como cuna de los derechos humanos.
Las dos razones que suelen aducirse para explicar esta resurrección del Satán político, entrelazadas, son muy convincentes. De un lado, hay una crisis económica de ciclo largo que produce, según los lugares, paro, inseguridad, recesión y alimenta posiciones políticas extremas, como ya lo hizo en los años treinta. De otro lado, concomitantemente, se da un problema de inmigración masiva que la crisis se encarga de hacer más visible aun. Las dos parecen ciertas en efecto y vienen avaladas por experiencias anteriores. Pero no son suficientes. El renacimiento procede de otro origen, que es el nuevo enemigo exterior. En efecto, el nacionalismo, la xenofobia necesitan siempre una amenaza concreta frente a la que todos los verdaderos nacionales se unen (en Finlandia, el partido de extrema derecha en el parlamento se llama los verdaderos finlandeses). Ese enemigo exterior no pueden ser los vecinos, ni siquiera los judíos pues el racismo no tiene ya seguidores; esa forma de racismo. El enemigo exterior ahora somos nosotros mismos, es Europa, Bruselas, la burocracia comunitaria, el euro, en definitiva una Gleichschaltung hitleriana so capa de la democracia. La extrema derecha es rabiosamente antieuropeísta y tiene amplia audiencia, sobre todo en los países al norte del Rin. Y cuando estos se ponen en marcha en defensa de la autenticidad no ya de la raza sino de la cultura amenaza turbulencia en el horizonte.
(La imagen es una foto de Minamonoch, bajo licencia de Creative Commons).
diumenge, 22 d’abril del 2012
Tiens! La gauche!
¡Quién lo iba a decir! Después de cinco años de vapuleo ideológico sistemático, de saqueo insaciable de los bienes públicos, de estafa sin precedentes a los pueblos de Europa, de amenazas sin cuento; después de cinco años de machacona propaganda neoliberal a través de sus think tanks en los que unos engolados necios vaticinan desastres sin cuento si la gente no se aviene a que la exploten y la opriman; después de un quinquenio escuchando el contrapunto inquisitorial de ese pájaro de mal agüero instalado en el Vaticano que pretende reevangelizarnos a cristazos; después de cinco años aguantando que los políticos más retrógrados del continente (Berlusconi, Merkel, Sarkozy, Cameron, etc) con sus fórmulas sacadas del almanaque zaragozano, vayan de desastre en desastre, hete aquí que en Francia vuelve la izquierda. Y vuelve con fuerza. Hollande va ganando en intención de voto en la primera vuelta de hoy y seguramente ganará en la segunda, si no cae en alguna de las trampas y provocaciones televisivas en las que Sarkozy es maestro.
Hollande representa una esperanza au delà de la France, para otros países que, como España, están sufriendo los rigores teutones a los que se someten con las orejas gachas los gobernantes españoles, carentes de toda entereza nacional. Es una izquierda socialdemócrata -la única que tiene un palmarés de resultados en Europa- alejada del poder hace ya 17 años, que parece haber aprendido la necesidad de reformular el socialismo democrático radical y de no caer más en las añagazas edulcoradas de las terceras vías, nuevos centros y otras logomaquias similares; la necesidad de enfrentarse al capitalismo en los términos que este entiende: tocándole los beneficios. Hay voluntad de ganar y ojalá lo haga Hollande en donde su exmujer fracasó hace cinco años. ¡Qué gran ocasión perdida!
Supuestamente a la izquierda del PS y de Hollande llega a primera vuelta un Frente de izquierda, presidido por Mélenchon, un antiguo socialista, exministro de Jospin. Se presenta como una ruptura, una innovación, la nueva esperanza de la izquierda frente a un Partido Socialista entregado al neoliberalismo, como el eco francés de la Izquierda Unida en España. Pero no es otra cosa que la vieja táctica de los comunistas de ocultarse tras una organización de masas, frentista, etc, para no comparecer con su nombre a unas elecciones que, como acostumbran, perderían. Así que, de nuevo, el Front de la Gauche no tiene nada y François Mélenchon es el habitual compañero de viaje de los comunistas, es decir, el sempiterno "tonto útil", esa figura en la que suele escudarse el Partido Comunista, pero que ella misma no es comunista ya que, evidentemente, nadie es perfecto. Pero hace lo que le dicen, que es lo importante. ¿Su utilidad? Morder un 10 o 15% del voto a la izquierda, a ver si esta fracasa y, si no, si precisa de ese porcentaje para gobernar, se le pondrá caro. Esta posibilidad no existe en las presidenciales, pero la costumbre deja huella. Claro que si, producto de las amargas experiencias del tiempo, Mélenchon consiguiera entre el 15 y el 20% del voto en la 1ª vuelta podría darse la pintoresca circunstancia que se apunta al final de esta entrada.
A la derecha de Hollande, los conservadores llegan a las elecciones desarbolados. La crisis ha dejado al descubierto que sus discursos, sus fórmulas, sus propuestas, son una mezcolanza de lugares comunes, falsedades y puras fantasías que sólo encubren su deseo de retrotraer la marcha de la sociedad a los tiempos de las leyes de pobres. La derecha francesa ha quemado todo el tren y llega a la primera vuelta con el furgón del carbón vacío. Sarkozy lo ha intentado ya todo para seducir a los franceses: les ha hablado mal de España, que siempre vende en Francia, de la grandeza de la nación, de su firme voluntad de acabar con todos los peligros: los inmigrantes, los islamistas, los terroristas y los voleurs de montres (o ladrones de relojes) y los comunitarios que llegan a Francia a vivir del cuento. Incluso ha dejado sin discurso a la hija de Le Pen, cosa por otro lado poco difícil porque no lo tiene.
Hollande es hombre prudente y sensato. No ha pronunciado la palabra revolución. Pero, si gana, eso es lo que tiene por delante: una revolución en la Unión Europea que replantee los fundamentos del capitalismo ya que, con toda evidencia, las cosas no pueden seguir así.
Y un vaticinio tout à fait drôle: ¿y si a segunda vuelta pasan Hollande y Mélenchon? Mais voyons, ça serait la folie, non? A ver por quién votan los gaullistas, los lepenistas, la derecha liberal y la France de jadis en la segunda vuelta. No lo tengo claro porque las gentes somos un saco de sorpresas. Todo el mundo recuerda qué bien se llevaban los gaullistas y los comunistas durante la guerra fría y qué mal los socialistas y los comunistas de siempre. Por otro lado, el lepenismo es un vivero de votos nacionalbolcheviques. Alucinante, ¿verdad? Pero es de esperar que salga Hollande, por el bien de todos.
(La imagen es una foto de xavier buaillon, bajo licencia de Creative Commons).
divendres, 30 de març del 2012
¿Y ahora, qué?
La huelga general de ayer fue un exitazo, kilowatio arriba, kilowatio abajo. Menos del 30 por ciento de trabajadores con puesto fijo, vaticinaba una semana antes El País, secundaría la huelga. Ya había desbarrado el diario majestuosamente otorgando a Javier Arenas una semana antes una rotunda victoria en Andalucía, en donde llegaría al 47 por ciento del voto y se alzaría con una holgadísima mayoría absoluta de 59 escaños. Por entonces Palinuro vaticinó que si El País atinaba en su pronóstico sobre la huelga como lo había hecho en Andalucía, aquella sería un éxito. Y lo ha sido, sin que pueda evitarlo la habitual prestidigitación de titulares de la prensa reaccionaria hablando de "fracaso sindical", como suelen hacer, con ese TBO a la cabeza que es El Mundo. También hablan de la supuesta violencia de los piquetes y otros relatos no menos fantásticos. Pero ninguno puede ocultar que la jornada de protesta, huelga con manifestación, tuvo un seguimiento abrumador. Hasta el gobierno, con la moral comida, habla de 800.000 manifestantes por la tarde. Si el cálculo lo hubiera hecho Aguirre serían 8.000, contando los policías.
Pero, éxito o no éxito, el poder político no piensa ceder a la presión social y/o sindical. Lo ha dicho por boca de esa inefable ministra de Trabajo cuyo rasgo principal es que jamás ha tenido relación laboral alguna salvo con su propio partido y con el Estado, pero no como funcionaria, sino como cargo público. Una ministra de Trabajo que carece de experiencia alguna teórica ni práctica de aquello sobre lo que habla y, además, puede decir cualquier cosa. Sostiene Báñez, por ejemplo, que no va a ceder en nada sustancial a la presión de la calle porque la drástica reforma laboral presentada tiene la aprobación del Congreso de los Diputados, en donde reside la soberanía nacional. De inmediato le han recordado que esa soberanía reside en el pueblo. Tampoco es tan grave. Seguramente Báñez quería decir que el Congreso es depositario de esa soberanía de origen popular. El caso es que la usa para no ceder en el obvio entendimiento de que una mayoría parlamentaria, algo transitorio y contingente, lo justifica prácticamente todo. Es la llamada tiranía de la mayoría, un peligro bien real y verosímil. Con un ejemplo se ve fácilmente: si mañana un Congreso con mayoría absoluta de izquierda decidiera confiscar la propiedad de los medios de producción, por ejemplo, ¿consideraría Báñez que sería algo justo por ser decisión del órgano depositario de la soberanía nacional? Seguramente, no. Entonces ¿por qué sí la medida que despoja a los trabajadores de sus derechos?
Terminada la huelga general, lo esencial es qué sucederá a partir de ahora. En la rueda de prensa del mediodía se darán a conocer las líneas de los presupestos de este año, ocultos hasta la fecha para no asustar al electorado andaluz. Parece que serán durísimos, que subirán impuestos, recortarán o congelarán salarios directos, reducirán multitud de salarios indirectos, suprimirán servicios públicos y, en general, echarán más gente del lado de la protesta de los sindicatos. Estos dan un plazo hasta el próximo 1º de mayo para negociar la reforma laboral, un ultimátum que el gobierno no aceptará y los sindicatos tendrán que intensificar su oposición. Pero ¿cómo?
En primer lugar es necesario que impugnen la reforma laboral en la vía judicial y en la constitucional, y que recurran a organismos internacionales, como la OIT, para tratar de detenerla o anularla. En cuanto a la acción directa los sindicatos seguramente mantendrán las movilizaciones, aunque con carácter sectorial, convocando huelgas allí donde la acción y el expolio del capitalismo neoliberal intensifique sus ataques.
Al mismo tempo Palinuro insiste en que la crisis actual es un fenómeno internacional, especialmente europeo y en que la acción para resolverla también debe ser europa. Lo piensa con respecto a la política de los partidos y también a la economía de los sindicatos. Los trabajadores europeos, a través de sus sindicatos, deben arbitrar una actitud de conjunto en la Unión Europea. Igual que la izquierda tiene que elaborar un programa común de la izquierda para Europa.
dissabte, 17 de març del 2012
La revolución socialdemócrata
Lo único que puede sacar a Europa de la crisis es la socialdemocracia. El neoliberalismo ya ha fracasado dos veces: una cuando la hizo estallar y otra, a la hora de resolverla porque, igual que los monomaníacos, carece de flexibilidad para adaptar sus criterios a circunstancias nuevas o para cambiar de ellos. A su vez, la izquierda de tradición comunista no tiene propuestas porque las que eran verdaderamente suyas -planificación centralizada y socializacion de los medios de producción- ya habían fracasado muchos años antes de que llegara esta crisis. Es más, esta puede entenderse, en parte, como resultado del fracaso de la experiencia comunista, que dejó el capitalismo sin frenos ni contrapesos.
Solo quedan las propuestas de algunos otros grupos parciales y especializados, singularmente los ecologistas que pueden integrarse mejor o peor en un programa socialdemócrata. Este es el único que tiene posibilidades reales por ser reformista e incluyente, por aunar mercado con políticas de redistribución de la renta y justicia social. Por eso es tan codiciado por los demás, especialmente por los comunistas o sus herederos que tratan de hacerlo suyo explicando que los socialistas lo han traicionado, que se han hecho de derechas y que han abandonado la bandera socialdemócrata para que la enarbolen ahora los repentinos partidarios del Estado del bienestar al que llevaban treinta años condenando.
Pero la socialdemocracia está tan viva como nunca, cual se ha comprobado por el mitin del Partido Socialista de Francia, hoy en París, en el que han participado, además de François Hollande, el alemán Sigmar Gabriel (SPD), el italiano Pier Luigi Bersani (PDI) y Serguei Stanichev (PSE). Fórmulas para salir de la crisis, medidas concretas, factibles, que evitarán el colapso a que llevan las políticas de recortes de la derecha con Merkel y sus monaquillos, estilo Rajoy: renegociar el tratado de estabilidad, creación de los eurobonos, introducción de la tasa financiera, política de estímulo y redistribución de la renta, reorganización del Banco Central Europeo, relanzamiento, etc.
Las presidenciales francesas del mes que viene son cruciales para esta recuperación; como lo serán las legislativas alemanas de 2013. La recuperación del eje franco-alemán será el comienzo del fin de esta pesadilla hecha de crisis, estafa, abuso, explotación y miseria. Lo único que puede parar el evidente proyecto de Rajoy y la derecha española y catalana de acabar con el Estado del bienestar, los servicios públicos, los derechos de los trabajadores y los sindicatos.
Por eso resulta incomprensible que España no esté en ese cónclave francés, que no haga acto de presencia ni tenga propuesta alguna. ¿Creen los socialistas españoles que, después de lo sucedido, hay salvación para España al margen de Europa?
dimecres, 7 de març del 2012
Las soluciones políticas.
El País y Bankia han organizado una jornadas que han llamado Encuentro financiero internacional Bankia 2012 y en las que han participado destacadas personalidades de distintos campos, algunos muy previsibles, como el presidente del gobierno, el ministro de Economía, el lider de la oposición o Rodrigo de Rato, y otros algo menos, como Ana Botella quien sin embargo estará a cuenta de la cuota que haya podido imponer Bankia.
Lo más llamativo es que el evento esté organizado por Bankia y El País. El diario es una empresa y resulta lógico que se trate con banqueros; pero la empresa también es un diario y debiera mostrar más sensibilidad hacia otros sectores no tan del establishment. Es verdad que han tenido el olfato de invitar a Barrabés (de Barrabés internet), a Sebastián Muriel (de Tuenti) y al notable cibergurú Enrique Dans. Pero el resto es una capilla bancaria. Veinte varones y tres mujeres. Es representativo y no es representativo al mismo tiempo.
Cebrián ha pronunciado una conferencia, de la que da cumplida cuenta El País. En ella ha puesto en evidencia el desconcierto que reina en Europa, en donde no se reconoce que la crisis, lejos de ser económica es política, revela falta de liderazgo político y (supongo) falta de declarada voluntad de actuar mancomunadamente pues no hay una acción unitaria del ente politico Europa. Eso es lo que el conferenciante echa en falta, como se sigue del hecho de que reclame políticas comunes en el exterior, en defensa, económica y fiscal, impulso a los eurobonos, que el BCE actúe como prestamista de último recurso.... Si la Unión pudiera hacer eso casi sería ya una federación.
El asunto es más complejo de lo que parece. No faltan orientación ni medidas políticas. En realidad las medidas económicas son medidas políticas, responden a orientaciones y decisiones políticas. Por tanto, no faltan medidas políticas. Europa no está desgobernada. Faltan otras medidas políticas, otro gobierno de la Unión. El gobierno neoliberal, las políticas neoliberales no han fracasado una vez, sino dos. Fracasaron al provocar la crisis y han fracasado de nuevo al no saber restañarla como se prueba por el hecho de que Europa entre en su segunda recesión en tres años.
Pero aquí aparece la verdadera dificultad: que no hay políticas de recambio, alternativas. El discurso neoliberal se ha impuesto como verdad incontrovertible y frente a él solo se dan quejas, lamentos y propuestas deshilachadas, sin un plan general o sistema, sin eso que se llama un "proyecto". Y no los hay porque la izquierda socialdemócrata no ha considerado oportuno reunirse para tratar de sacar adelante un programa europeo de acción contra la crisis. Al contrario, los partidos socialdemócratas se han encastillado en la defensa de lo que consideran sus intereses nacionales yendo, una vez más, contra su supuesto postulado internacionalista o, cuando menos, europeísta. Algo que recuerda aquel fatídico 4 de agosto de 1914 en que los diputados socialdemócratas alemanes votaron a favor de los créditos de guerra. Cebrián se pregunta si podremos financiar el Estado del bienestar. La socialdemocracia tiene que explicar cómo.
Si la socialdemocracia, la única izquierda que puede, no pone en marcha un programa político para Europa, sobre todo un programa político que aplauda tan nutrida representación bancaria, ¿de qué medidas políticas podemos hablar? En el plano de las ideas políticas parece razonable propugnar un regreso a alguna forma de keynesianismo (el truco consiste en ponerle un "neo" delante: neokeynesianismo) para una Europa capaz de resistir el dumping social de la China con el aumento de la productividad. En el plano de las realidades políticas, tiene que haber una posición común de la socialdemocracia sobre Europa ya que es la única pues la derecha no está interesada en hacerlo. En todo caso esa respuesta no puede estar pendiente de imponderables como que Hollande gane las próximas presidenciales francesas y el SPD las siguientes legislativas alemanas.
dimarts, 6 de març del 2012
El órdago de Rajoy.
Va a resultar que Rajoy tiene más determinación de la que mostraba siendo líder de la oposición. No acepta el límite del déficit del 4,4% que él mismo refrendó días atrás al firmar el Pacto de Estabilidad y se fija unilateralmente el del 5,8%. En principio, nada que objetar de la parte española y el líder de la oposición ya le ha expresado su apoyo. Relajar el límite del déficit es respirar un poco.
La cuestión es, sin embargo, si es posible mantener el órdago. La Comisión quiere cumplimiento y amenaza con sanciones que pueden llegar a multas del 0,1 o el 0,2% del PIB. Posibilidad que también firmó Rajoy y que nos puede dejar tullidos. Supongo que si esta decisión de incumplir los compromisos la hubiera tomado Zapatero, Rajoy no solo no lo hubiera apoyado sino que habría prometido hacerle pagar la multa de su peculio. Precisamente la Comisión recuerda aviesamente a Rajoy que si España se salvó de la intervención en 2010 fue porque Zapatero cumplió sus compromisos. La Comisión se queja además de que el gobierno no le facilite cifras definitivas de nada, sino que los valores están cambiando continuamente que, si se recuerda, era una crítica favorita de Rajoy a Zapatero. En política las críticas son boomerangs.
No obstante puede salirle bien la jugada al presidente quien prevé que la Comisión no recurrirá a expediente sancionador alguno porque, razona, lo importante es el resultado final. Entre tanto gana tiempo para apretar las clavijas a las exangües comunidades autónomas y se ahorra el trago de presentar los presupuestos antes de las elecciones andaluzas.
Pero el problema quizá no sea la Comisión sino los sempiternos mercados que son los que hacen el trabajo sucio a la Comisión. La prima de riesgo de España sube y ha vuelto a pasar a la italiana. Si esa prima sigue subiendo, lo que es probable porque el incumplimiento de un compromiso es siempre muy mal signo, la situación se puede poner muy chunga, con una amenaza de intervención en el horizonte. La idea de que España es "demasiado grande para caer" no tiene más valor que el de una jaculatoria y, si no funciona, Rajoy puede encontrarse vencido en donde Zapatero salió airoso y eso al comienzo mismo de su mandato.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).
divendres, 17 de febrer del 2012
Armageddon en Europa.
Ahora, cuando parece que el PIB de los Estados Unidos vuelve a crecer y el país genera empleo, está ya claro que la crisis queda prácticamente circunscrita a Europa. Desde luego, es de una extraordinaria gravedad. Según dice Paul Krugman, más de lo que fue la gran depresión de 1929. Se refiere seguramente a los aspectos económicos porque en los políticos la de 1929 fue mucho peor. Trajo la inestabilidad a Europa, la polarización política, el auge de los totalitarismos, el nazismo y, a medio plazo, la guerra. Nada de eso está dándose ahora mismo. La razón probablemente reside en el Estado del bienestar, que actúa como un factor de integración y estabilización. No es difícil imaginar en dónde estaríamos si no existieran la seguridad social, las prestaciones por desempleo, los sistemas de pensiones. Por eso es tan absurdo, tan delirante , desmantelar el Estado del bienestar. El aviso lo tenemos estos días en las turbulencias en Grecia, cuyo rescate se parece más a una explosión controlada que a una operación de salvamento.
Y no es solamente Grecia. Cada vez que un gobierno acepta nuevas condiciones draconianas y castiga más a su población, los mercados lo premian con mayores y más furibundos ataques a su deuda. Es el caso de España. La drástica reforma laboral (que, en realidad, supone la supresión de los derechos de los trabajadores) y la reforma financiera, aprobada casi por unanimidad en el Parlamento, se han traducido en un batacazo bursátil y una escalada de la prima de riesgo. Por no mencionar las agencias de rating que se han lanzado como hienas a morder en las vacilantes calificaciones de entidades bancarias y comunidades autónomas. Que la deuda de la Generalitat esté al nivel del "bono basura" es una ruina y una bofetada a la autoestima catalana. Y ahora, la reducción del consumo en España (¿cómo vamos a consumir si no tenemos con qué?), amenaza con hundir al país de nuevo en la recesión de la que había salido renqueante.
En su segunda recesión en menos de tres años han entrado ya varios países europeos, entre ellos los muy prósperos de Alemania y Holanda. Resulta patente que las políticas neoliberales de carácter restrictivo a las que se aferra la canciller Merkel han sido un estrepitoso fracaso. Pero ¿qué posibilidades hay de que la política democristiana reconsidere su actitud y cambie de proceder? Probablemente ninguna. Alemania está en una posición de fuerza y dicta las condiciones que consolidan esa posición y debilitan las de todos los demás. Insaciable el capitalismo (especialmente el alemán) en su pretensión de aumentar sus beneficios y la tasa de explotación de todos los trabajadores europeos, da otra vuelta de tuerca y hace más verosímil una catástrofe europea, un Armageddon continental.
Porque la crisis no es solamente un asunto económico sino que, por ser Europa, tiene asimismo un aspecto político. Lo que está en juego es el mantenimiento de la Unión Europea. Mientras los factores económicos, la crisis de la deuda soberana, los desequilibrios macroeconómicos, sean determinantes, los procesos de adopción de decisiones tenderán a parecerse a los de un consejo de administración de una sociedad mercantil. Pero esos procesos no se pueden transferir a una organización política como la UE, basada en la ficción jurídica de la igualdad de sus miembros. No es pensable una Unión Europea (un ente en busca de una Constitución eficaz) desigual, en la que unos Estados estén sometidos políticamente a otros.
Grecia no es un país soberano y su gobierno no es autónomo. Y lo mismo puede pasar (si es que no está pasando ya, aunque de forma larvada) con otros países, entre ellos, esa gran nación que es España, al repetido decir de Rajoy. Esta dinámica destruirá la Unión Europea.
En Europa, la crisis económica es también una crisis política pero, así como no se imponen alternativas a la política económica neoliberal, tampoco parece haberlas frente al retroceso de Europa hacia el tradicional sistema de Estados mal avenidos. Por eso no parece haber otra esperanza a corto plazo si no que los socialistas ganen las próximas elecciones presidenciales en Francia y legislativas en Alemania. Y aun esto será insuficiente. La izquierda europea debe dar una respuesta continental a la crisis partiendo de que Europa es de hecho una federación. No hay salidas nacionales del embrollo y el empeño neoliberal por imponerlas ya ha fracasado. Es urgente una conferencia europea de partidos socialdemócratas que proponga una alternativa europea de izquierda a la crisis.
(La imagen es una foto de Gorgrave, bajo licencia de Creative Commons).
diumenge, 15 de gener del 2012
¿Quién gobierna?
El último tajo propinado por Standard and Poor's a la calificación de la deuda de varios países europeos, entre ellos España, ha provocado las indignadas reacciones habituales. ¿Quiénes son esas agencias? ¿Qué pretenden? ¿Por qué torpedean sistemáticamente los esfuerzos que se hacen en Europa por estabilizar la situacion y salir de la crisis? ¿Cuándo vamos a crear nuestra propia agencia de calificación, no sospechosa de estar en connivencia con los yanquies? Es la misma reacción que han provocado las otras ya incontables veces en que las decisiones de las famosas agencias han empujado a unos u otros países a la ruina. Al no convertirse nunca en realidades, estas reacciones en realidad fortalecen la impresión de que se trata de pataletas sin resultados concretos frente al hecho ineluctable de que el gobierno económico de Europa no depende de ella sino de los mercados que se rigen por los criterios de unas empresas privadas no europeas.
Los mandatarios afectados hacen como si las rebajas de las agencias no tuvieran repercusión en sus decisiones que se toman autónomamente, pero mirando a Alemania que, junto a Holanda, Luxemburgo y Finlandia, no ha sufrido merma en su calificación. Por eso en parte actúa como gobernante de facto de la comunidad a la que deben someterse los demás, empezando por Francia. Sospecho que el sorprendente auge de la extrema derecha en este país responde a la conciencia creciente de que ha perdido soberanía y se mueve cada vez más al Diktat alemán. La extrema derecha cabalga siempre a lomos de un nacionalismo encendido y el nacionalismo se enciende con facilidad cuando parece que otro atropella a la Patria.
En España, la desagradable noticia se ha anotado, como de costumbre, al debe de la herencia recibida. Según Montoro, la rebaja se le ha hecho a Zapatero. Aquí hay un problema de veracidad y crédito evidente. Dos días antes, España había colocado varios miles de millones de euros a un interés más bajo que en casos precdentes. El gobierno interpretó que se trataba de la perspicacia de los mercados, ya conocedores de la inmensa confianza que inspira Rajoy, no de la herencia recibida. Es tan pueril esta actitud, según la cual la culpa de lo malo la tienen otros mientras que lo bueno es siempre tarea propia, es tan evidentemente mendaz, que no es comprensible que alguien le preste atención.
Muy en su estilo, Rajoy relativiza el golpe de las agencias de calificación (que unas veces te suben y otras te bajan) y afirma con contundencia que sabe lo que hay que hacer y el gobierno se apresta a hacerlo. Sigue razonando como durante la campaña electoral, cuando decía tener las claves para sacar a España del atolladero pero no las revelaba por no dar armas al adversario. La campaña electoral pasó, Rajoy ganó las elecciones y la cosa no consiste en seguir sabiendo lo que hay que hacer, sino en hacerlo.
El respetable está escamado pues tiene pruebas de cómo siempre que Rajoy afirma saber lo que hay que hacer y lo formula, luego hace lo contrario. El ejemplo, ya en los anales de la propaganda y la manipulación políticas, es la subida de impuestos decretada por un gobierno cuyo presidente sabía a ciencia cierta que no se deben subir los impuestos y, desde luego, él no lo haría. Sus auxiliares se encargaron después de explicar que, si no los subían ellos, los obligarían a hacerlo desde el exterior. Seguramente será cierta pero la explicación deja sin valor alguno la afirmación de Rajoy de que sabe algo, lo que hay que hacer o lo que no hay que hacer. La cuestión real es si puede o puede no hacerlo; si le dejan, vaya.
Anuncia asimismo Rajoy que habrá reforma laboral. Tendrá que hacerla él, a pesar de su reticencia caracteriológica a adoptar medidas porque la patronal ha boicoteado las conversaciones con los sindicatos para alcanzar un consenso. ¿Para qué hacer concesiones si tienen a su gente en el gobierno, dispuesta a obrar como ella mande? Resulta claro que en lo exterior, a España la gobierna Alemania y, en el interior, la patronal.
(La imagen es una foto de Gobierno de España, La Moncloa y está en el dominio público).
diumenge, 8 de gener del 2012
¿Saben lo que hacen?
La encuesta de Metroscopia de hoy en El País da una idea inquietante de lo que piensan los ciudadanos sobre las primeras medidas del gobierno de Rajoy. No es un pensamiento muy solidario ni tampoco muy coherente. La mayoría aprueba los recortes pero rechaza la subida del IBI y del IRPF. La conclusión es de un egoísmo casi infantil: se apoyan los recortes porque, hasta ahora, están circunscritos a sectores concretos de la población (los jóvenes, los dependientes, los jubilados) con los que la mayoría no se identifica. Pero rechaza las subidas de impuestos porque esas sí le afectan.
No obstante las medidas en su conjunto no merman el apoyo al gobierno. Un 60 por ciento de la población piensa que Rajoy sabe lo que hace, frente a un 80 por ciento que, como señala el mismo diario, pensaba que Zapatero improvisaba. Rajoy haría bien en consultar a ese 60 por ciento de la población sabedor de que él sabe lo que hace, por lo menos para enterarse a su vez. Porque la subida de impuestos, que coloca a España en tercer lugar en la Unión Europea en presión fiscal, sólo tiene dos explicaciones: o bien estaba preparada de largo tiempo y el gobierno queda como un mentiroso redomado puesto que tanto Rajoy como sus gentes se hartaron de decir que no habría subida de impuestos, o bien esa subida es una improvisación, mayor y más grave de las que haya podido poner Zapatero en práctica.
Esta cuestión viene a demostrar una injusticia clásica: si la izquierda improvisa, paga por ello; si lo hace la derecha, gana puntos en el apoyo popular. Quizá sea una muestra del estilo churchiliano de los conservadores que siempre los ha empujado a preparar muy concienzudamente sus improvisaciones. Sucede con otros fenómenos, por ejemplo, la corrupción, que aniquila a la izquierda pero no pasa factura a la derecha.
Con todo, de lo que nadie parece dudar es de que las medidas ya adoptadas llevarán al país a la recesión en 2012, a una mayor destrucción de empleo, a más recortes y más desmantelamiento del Estado del bienestar. Pero nada que no esté sucediendo en Europa. El predominio de la derecha en la Unión, ese Jano bifronte o Hermafrodita francoalemán, con su rígido, dogmático neoliberalismo encuentra terreno abonado en España con un gobierno dispuesto a comportarse como le ordenen, un poco como el anterior, pero más a la brava.
El recetario neoliberal es una verdadera catástrofe en la que, cuanto más decisivas son las medidas, menos tardan en fracasar a la vista de todos, sobre todo de los vigilantes mercados y sus temibles killers, las agencias de calificación. Los economistas más señalados advierten hace tiempo que las políticas restrictivas son contraproducentes. Pero nadie parece escucharlos, ni siquiera esos políticos que, de vez en cuando hablan de "refundar el capitalismo" o instaurar una tasa sobre las transacciones financieras.
En estas circunstancias, con cuatro años de mayoría absoluta conservadora por delante, la esperanza para la izquierda es que en las próximas elecciones presidenciales francesas gane el Partido Socialista. Las elecciones alemanas serán a fines de 2013, pero la actitud del gobierno podría variar si, además de cambiar la orientación política de Francia, la Democracia Cristiana sigue perdiendo terreno en los estados federados.
La esperanza en el interior reside en la recomposición del PSOE tras el batacazo de noviembre. Parece que va por buena vía. La socialdemocracia cuenta con dos buenos candidatos. Los dos discursos, el de Rubalcaba y el de Chacón, suenan bien y de momento no difieren en nada. Lo presumible es que el candidato triunfador(a) lo sea por un margen pequeño de votos. Desde ahora debe estar claro que el perdedor(a) cerrará filas en torno al ganador(a) para dedicarse tod@s a construir una buena alternativa socialdemócrata. Entre otras cosas porque es muy probable que el candidato del PP contra el que haya de batirse dentro de cuatro años el/la del PSOE no sea Rajoy sino Ruiz Gallardón.
(La imagen es una foto de Gobierno de España, La Moncloa y está en el dominio público).