La encuesta de Metroscopia de hoy en El País da una idea inquietante de lo que piensan los ciudadanos sobre las primeras medidas del gobierno de Rajoy. No es un pensamiento muy solidario ni tampoco muy coherente. La mayoría aprueba los recortes pero rechaza la subida del IBI y del IRPF. La conclusión es de un egoísmo casi infantil: se apoyan los recortes porque, hasta ahora, están circunscritos a sectores concretos de la población (los jóvenes, los dependientes, los jubilados) con los que la mayoría no se identifica. Pero rechaza las subidas de impuestos porque esas sí le afectan.
No obstante las medidas en su conjunto no merman el apoyo al gobierno. Un 60 por ciento de la población piensa que Rajoy sabe lo que hace, frente a un 80 por ciento que, como señala el mismo diario, pensaba que Zapatero improvisaba. Rajoy haría bien en consultar a ese 60 por ciento de la población sabedor de que él sabe lo que hace, por lo menos para enterarse a su vez. Porque la subida de impuestos, que coloca a España en tercer lugar en la Unión Europea en presión fiscal, sólo tiene dos explicaciones: o bien estaba preparada de largo tiempo y el gobierno queda como un mentiroso redomado puesto que tanto Rajoy como sus gentes se hartaron de decir que no habría subida de impuestos, o bien esa subida es una improvisación, mayor y más grave de las que haya podido poner Zapatero en práctica.
Esta cuestión viene a demostrar una injusticia clásica: si la izquierda improvisa, paga por ello; si lo hace la derecha, gana puntos en el apoyo popular. Quizá sea una muestra del estilo churchiliano de los conservadores que siempre los ha empujado a preparar muy concienzudamente sus improvisaciones. Sucede con otros fenómenos, por ejemplo, la corrupción, que aniquila a la izquierda pero no pasa factura a la derecha.
Con todo, de lo que nadie parece dudar es de que las medidas ya adoptadas llevarán al país a la recesión en 2012, a una mayor destrucción de empleo, a más recortes y más desmantelamiento del Estado del bienestar. Pero nada que no esté sucediendo en Europa. El predominio de la derecha en la Unión, ese Jano bifronte o Hermafrodita francoalemán, con su rígido, dogmático neoliberalismo encuentra terreno abonado en España con un gobierno dispuesto a comportarse como le ordenen, un poco como el anterior, pero más a la brava.
El recetario neoliberal es una verdadera catástrofe en la que, cuanto más decisivas son las medidas, menos tardan en fracasar a la vista de todos, sobre todo de los vigilantes mercados y sus temibles killers, las agencias de calificación. Los economistas más señalados advierten hace tiempo que las políticas restrictivas son contraproducentes. Pero nadie parece escucharlos, ni siquiera esos políticos que, de vez en cuando hablan de "refundar el capitalismo" o instaurar una tasa sobre las transacciones financieras.
En estas circunstancias, con cuatro años de mayoría absoluta conservadora por delante, la esperanza para la izquierda es que en las próximas elecciones presidenciales francesas gane el Partido Socialista. Las elecciones alemanas serán a fines de 2013, pero la actitud del gobierno podría variar si, además de cambiar la orientación política de Francia, la Democracia Cristiana sigue perdiendo terreno en los estados federados.
La esperanza en el interior reside en la recomposición del PSOE tras el batacazo de noviembre. Parece que va por buena vía. La socialdemocracia cuenta con dos buenos candidatos. Los dos discursos, el de Rubalcaba y el de Chacón, suenan bien y de momento no difieren en nada. Lo presumible es que el candidato triunfador(a) lo sea por un margen pequeño de votos. Desde ahora debe estar claro que el perdedor(a) cerrará filas en torno al ganador(a) para dedicarse tod@s a construir una buena alternativa socialdemócrata. Entre otras cosas porque es muy probable que el candidato del PP contra el que haya de batirse dentro de cuatro años el/la del PSOE no sea Rajoy sino Ruiz Gallardón.
(La imagen es una foto de Gobierno de España, La Moncloa y está en el dominio público).