El último tajo propinado por Standard and Poor's a la calificación de la deuda de varios países europeos, entre ellos España, ha provocado las indignadas reacciones habituales. ¿Quiénes son esas agencias? ¿Qué pretenden? ¿Por qué torpedean sistemáticamente los esfuerzos que se hacen en Europa por estabilizar la situacion y salir de la crisis? ¿Cuándo vamos a crear nuestra propia agencia de calificación, no sospechosa de estar en connivencia con los yanquies? Es la misma reacción que han provocado las otras ya incontables veces en que las decisiones de las famosas agencias han empujado a unos u otros países a la ruina. Al no convertirse nunca en realidades, estas reacciones en realidad fortalecen la impresión de que se trata de pataletas sin resultados concretos frente al hecho ineluctable de que el gobierno económico de Europa no depende de ella sino de los mercados que se rigen por los criterios de unas empresas privadas no europeas.
Los mandatarios afectados hacen como si las rebajas de las agencias no tuvieran repercusión en sus decisiones que se toman autónomamente, pero mirando a Alemania que, junto a Holanda, Luxemburgo y Finlandia, no ha sufrido merma en su calificación. Por eso en parte actúa como gobernante de facto de la comunidad a la que deben someterse los demás, empezando por Francia. Sospecho que el sorprendente auge de la extrema derecha en este país responde a la conciencia creciente de que ha perdido soberanía y se mueve cada vez más al Diktat alemán. La extrema derecha cabalga siempre a lomos de un nacionalismo encendido y el nacionalismo se enciende con facilidad cuando parece que otro atropella a la Patria.
En España, la desagradable noticia se ha anotado, como de costumbre, al debe de la herencia recibida. Según Montoro, la rebaja se le ha hecho a Zapatero. Aquí hay un problema de veracidad y crédito evidente. Dos días antes, España había colocado varios miles de millones de euros a un interés más bajo que en casos precdentes. El gobierno interpretó que se trataba de la perspicacia de los mercados, ya conocedores de la inmensa confianza que inspira Rajoy, no de la herencia recibida. Es tan pueril esta actitud, según la cual la culpa de lo malo la tienen otros mientras que lo bueno es siempre tarea propia, es tan evidentemente mendaz, que no es comprensible que alguien le preste atención.
Muy en su estilo, Rajoy relativiza el golpe de las agencias de calificación (que unas veces te suben y otras te bajan) y afirma con contundencia que sabe lo que hay que hacer y el gobierno se apresta a hacerlo. Sigue razonando como durante la campaña electoral, cuando decía tener las claves para sacar a España del atolladero pero no las revelaba por no dar armas al adversario. La campaña electoral pasó, Rajoy ganó las elecciones y la cosa no consiste en seguir sabiendo lo que hay que hacer, sino en hacerlo.
El respetable está escamado pues tiene pruebas de cómo siempre que Rajoy afirma saber lo que hay que hacer y lo formula, luego hace lo contrario. El ejemplo, ya en los anales de la propaganda y la manipulación políticas, es la subida de impuestos decretada por un gobierno cuyo presidente sabía a ciencia cierta que no se deben subir los impuestos y, desde luego, él no lo haría. Sus auxiliares se encargaron después de explicar que, si no los subían ellos, los obligarían a hacerlo desde el exterior. Seguramente será cierta pero la explicación deja sin valor alguno la afirmación de Rajoy de que sabe algo, lo que hay que hacer o lo que no hay que hacer. La cuestión real es si puede o puede no hacerlo; si le dejan, vaya.
Anuncia asimismo Rajoy que habrá reforma laboral. Tendrá que hacerla él, a pesar de su reticencia caracteriológica a adoptar medidas porque la patronal ha boicoteado las conversaciones con los sindicatos para alcanzar un consenso. ¿Para qué hacer concesiones si tienen a su gente en el gobierno, dispuesta a obrar como ella mande? Resulta claro que en lo exterior, a España la gobierna Alemania y, en el interior, la patronal.
(La imagen es una foto de Gobierno de España, La Moncloa y está en el dominio público).