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dimarts, 25 de juliol del 2017

La nación tardía

En la historiografía germánica suele calificarse el proceso de unificación alemana del siglo XIX como el surgimiento de una "nación tardía" (verspätete Nation) y el calificativo se extiende a la italiana, más o menos coetánea. Son "tardías" por constituirse en el XIX, no como naciones, sino como Estados, cuando otras europeas ya lo habían hecho en los siglos anteriores (del XVI en adelante), Holanda, España, Inglaterra, Francia, Dinamarca, etc. ¿Qué decir entonces del renacimiento del debate sobre la nación española en el XXI? Que o se constituyó falsamente en el XVI (al menos como nación, aunque lo fuera como Estado); o se constituyó verdaderamente en el XVI pero se "desconstituyó" en el ínterin; o aquí alguien se inventa las cuestiones solo con ánimo de alterar aviesamente la plácida existencia de Rajoy.

A comienzos de su primer mandato, en 2004, Zapatero, sin duda iluminado por el espíritu de sabiduría que reina en el Senado, dijo algo que pertenece al reino de la experiencia y la razón; dijo que el concepto de nación es discutido y discutible. Entendiendo que se refería a la española, un enfurecido Rajoy le saltó al cuello dialéctico, montado en el caballo blanco de Santiago (patrón de España y más, hoy), sosteniendo que la nación no se discute y no es discutible. Ante el ataque , el pobre Zapatero, según su costumbre, murmuró alguna confusa justificación y se puso a salvo antes de que los patriotas de Cristo y cucurucho le dieran su merecido.

Sin embargo, hasta Rajoy se da cuenta de que la nación es un concepto discutido puesto que todo el mundo lo discute se ponga él como se ponga. Si, además, es indiscutible, depende del poder que tengan los Rajoys. Si pueden, impedirán por la fuerza que se discuta y, por lo tanto, será indiscutible. Pero, en sí misma, la nación es concepto tan discutido como discutible. Y sería de desear que los Rajoys fueran neutralizados para que la gente pueda discutir pacíficamente conceptos que son esenciales en toda convivencia humana sin tener que aceptar construcciones patrióticas falsas, llenas de oropeles y bambolla, enarboladas y predicadas por unos gobernantes cuya única preocupación real es robar. Es decir, sin perder el tiempo con herederos del franquismo que pretenden imponer su cuartelaria idea de una nación que no es una, no es grande y tampoco es libre, aunque lo repitan como las carracas.

Ahora es el PSOE en su conjunto el que se enfrenta a este espinoso problema en España. Por fin. Y lo hace dando pie a esta consideración de que recela de la plurinacionalidad defendida por Sánchez. No es exactamente la posición de Rajoy, pero se le acerca porque, en realidad, acepta acríticamente la idea de "nación española" acuñada a sangre y fuego por el fascismo e impuesta durante 40 años como victoria incuestionable. "Recelar" no equivale a condenar a las penas del infierno, pero no le anda muy lejos. El PSOE, al parecer, "desconfía" de la expresión. Y, exactamente, ¿por qué? No por la veracidad que encierra pues es obvio que el Estado español contiene varias naciones (dejemos la cantidad y el nombre a la afición discutidora) sino por el alcance que pueda tener (si nación "cultural", "pluscuancultural" o "política") y su impacto en la distribución territorial del poder político y los recursos económicos. Sobre todo los recursos económicos, para qué vamos a engañarnos.

Llueven las propuestas, reveladoras de profundas diferencias: "federalismo simétrico", "idem asimétrico", "federación de islas". No nos entretendremos en valorar las distintas motivaciones de las propuestas. Solo señalaremos que el "recelo" frente a la plurinacionalidad revela el rechazo a la existencia de otras naciones en España que no sean la española. Y, si esto es así, que lo es, la diferencia entre la actitud del PSOE y la de Rajoy es solo la grosería del segundo. 

En el fondo, la llamada "cuestión catalana" que (insisto por enésima vez) es la "cuestión española" ha fracturado, ha triturado a la izquierda del Estado. El PSOE no es un caso único. Algo así sucede en Podemos: aunque se reconoce el derecho a decidir de los catalanes, se hace desde una perspectiva nacional-española menos autoritaria e impositiva que las otras pero, en el fondo, coincidente con ellas. Lo que tiene que hacer la nación española con la catalana (y cualesquiera otras díscolas) es "seducirla". Como si eso fuera fácil con un posible "seducido" mucho más avanzado y elaborado que el "seductor" y como si este tuviera algo con qué seducir. 

En el PSOE les pasa lo mismo, aunque con menos perifollos teóricos. Recelan de la "plurinacionalidad" de Sánchez, de la que, en el fondo, recela el propio Sánchez, porque temen que las demás naciones exijan sus derechos y, claro, una cosa es llamarse nación y otra distinta ejercer de tal. ¿Se quiere una prueba de desconcierto de la izquierda española ante el independentismo catalán? Sáquese a relucir la República, que cristalizará en una Cataluña independiente y seguirá sin poder mencionarse en una España sumisa a una Monarquía que, en realidad, no es legítima. ¿Y se quiere una prueba de la prueba republicana? Dígase que ha hecho la izquierda española por abrir las fosas de las más de cien mil personas asesinadas por los franquistas.

El "recelo" ante la plurinacionalidad se hace evidente en la narrativa federal del PSOE, resucitada tras veinte años de hibernación y remozada en el reino de Granada no ha mucho. Y ahí son muy de ver las mencionadas variantes de federalismo "cooperativo", "simétrico", asímétrico", u "homotético". La variedad demuestra que no hay un acuerdo respecto a qué signifique en concreto "federalismo".

Pero lo más importante, lo decisivo, es lo que ni se menciona. La cuestión de si el federalismo es una solución que se propone, se aprueba y se impone desde una única instancia de poder o si se trata de una forma que las posibles partes componentes (las discutidas y discutibles pero innegables naciones) eligen libremente, pudiendo optar por la independencia.

Ese es el problema de la izquierda y, por extensión, de España.

divendres, 21 de juliol del 2017

De entradas y salidas

O de salidas y entradas, pues el orden de los factores no altera el producto final de la ponzoña y la corrupción del reino.

Salida de Blesa, al más puro estilo del teatro de fines del XIX, el subgénero llamado "drama de pistola". La adaptación española, siempre más montaraz, podría llamarse "drama de escopeta". El de pistola es típico del teatro burgués, estilo Ibsen o Strindberg o Chejov o Tennessee Williams, más reciente. En España, en donde la burguesía apenas existe, el drama va más de nobles, caciques, señoritos y oligarcas, todos ellos aficionados a la caza. En las dos vertientes, el personaje conflictivo salía de escena en el desenlace y, a continuación, se oía un disparo. Y Blesa ya es historia. Su vida fue tan lamentable que hasta la muerte le pareció una opción mejor. Y eso de creer el resultado de una autopsia hecha a la carrera y una incineración que más parece haber sido producida por un rayo.

Leo que la muerte pone a salvo el supuestamente ilegal patrimonio de Blesa. Imagino que no es así. La muerte extingue la responsabilidad penal, pero no la civil, si la hay. Otra cuestión es si existe una voluntad de ir tras ese patrimonio como la hay, parece, de ir contra el de los independentistas. Pero de esto, más abajo.

Blesa no actuó solo. Sus cómplices supérstites siguen encausados. Además, no se nombró a sí mismo para el cargo desde el que perpetró los presuntos delitos. Lo nombró Aznar porque era amigo suyo y lo mantuvo años en el cargo que aquel ejerció a satisfacción del presidente y para holgura económica de su fundación FAES, de la fundación "Nación y libertad", de Aguirre y, en general, del PP. Todos ellos deben dar explicaciones públicas de estos enredos aparentemente criminales.

La entrada corresponde a la Guardia Civil (GC) en el Parlament, el Palau y una conselleria. Sin duda, la GC no actúa por su cuenta, sino a las órdenes de la autoridad civil, judicial, y se ha presentado en los tres puntos con un mandato expreso, aunque no esté totalmente claro en todos los casos. No se cuestiona aquí la pertinencia de la operación, sino su cronología e impacto mediático. Por su contenido, este registro sin duda es tan pertinente como el que el juez ordenó hacer en su día en la sede del PP en la c/ Génova. Con una diferencia: en el registro al PP, este llevaba meses incumpliendo los autos del juez y desoyendo sus peticiones de aportación de pruebas mientras que, en el caso catalán, esta es la primera actuación que se registra. Y en un procedimiento, el del 3%, que lleva más de tres años en marcha.

Es decir, la entrada de la GC está calculada por su efecto mediático, su impacto en una opinión pública catalana y española muy sensibilizadas. Un efecto para tapar el terremoto que ha sido el documental sobre las cloacas de Interior en el que quedan claras muchas cosas oscuras, especialmente dos: a) que el ministerio del Interior tenía (¿tiene?) una policía política encargada de fabricar pruebas para criminalizar a adversarios políticos. b) que Rajoy lo sabía.

Para tapar eso no basta con enviar dos docenas de guardias civiles, algunos enmascarados, como en los mejores tiempos de ETA. En el punto en el que estamos, así no se amenaza ni se atemoriza. La "Operación Cataluña" de Interior acabará en los tribunales. Tiene que ser porque ningún Estado civilizado puede sobrevivir si las fuerzas de seguridad delinquen.

Y sus máximos responsables políticos. Esa monstruosa intención de ir contra los patrimonios personales y familiares de los responsables independentistas es inmoral y probablemente delictiva. La decisión del Tribunal de Cuentas la firma Margarita Mariscal de Gante, exministra de Justicia de Aznar e hija de un magistrado del Tribunal del Orden Público de la dictadura. La locura de estos irresponsables llega al extremo de prohibir que, en caso de ser multados, los procesados puedan recurrir a la solidaridad colectiva. Han de pagar con sus patrimonios, los de sus hijos y nietos.

Y esto lo preteden quienes han aprobado una amnistía fiscal ilegal para sus amiguetes y ellos mismos por valor de cientos de millones de € y contra cuyo patrimonio habrá que proceder. Los miembros de un gobierno y un partido que han malversado y estafado otros cientos de millones del erario cobrando sobresueldos de la caja B, licitando obra pública fraudulenta, malversando caudales públicos. Si vamos contra el patrimonio personal y familiar, aunque no tenga nada que ver con la naturaleza del delito, con ánimo confiscatorio, va a resultar que el PP es de verdad el partido de los pobres.

Es asombroso que nadie denuncie esta persecución arbitraria por razones políticas contra el independentismo catalán, en la que se emplea todo el ordenamiento jurídico y parte (por ahora) de las fuerzas de seguridad. Realmente, la responsabilidad de las izquierdas españolas por inacción e incompetencia es pavorosa. Al no comprender la cuestión catalana que, en el fondo, es una revolución y por eso no la comprenden, cada vez es más irrelevante en Cataluña. Y, precisamente por ello, también es cada vez más irrelevante en el Estado. ¿Por qué? Porque todavía no ha entendido que, sin Cataluña,  no llegará jamás al poder. 

El problema es que ese apoyo tiene el precio del referéndum. Pero, ¿qué menos pueden pedir unos independentistas a un partido, el PSOE, que lideró la última reforma del Estatuto pero, al final dejó a todos en la estacada, incluso al PSC y permitió que la derecha triturara la reforma y hasta la ayudó a hacerlo? 

Ahora piden los socialistas volver al Estatuto de 2006, el triturado. Pero eso es anacrónico. Ahora toca referéndum. En el entendimiento de que, de no celebrarse, mañana también puede ser anacrónico si se declara una DUI.

dijous, 20 de juliol del 2017

España, paraíso fiscal

Y no solo paraíso fiscal, sino lavadero de dinero negro, punto de transacciones opacas, centro de redes clientelares relacionadas con el crimen organizado, si es que no lo son ellas mismas, bolsa de la especulación y lugar de caza de fondos buitres. Basta con recordar que sigue siendo el país que dobla la media en la UE de billetes de 500 €, esos que el BCE quiere retirar de la circulación porque son un instrumento para actividades ilegales.

Para lo más ilegal ya tienen los otros paraísos fiscales, Panamá, Delaware, Caimán, etc. Muchos de ellos no lo necesitan porque la legalidad les permite "optimizar sus obligaciones fiscales", cosa que no tiene nada en común con los vulgares fraudes. Las SICAV, como los fondos de inversión, son artistas de tales ingenierías. 

Otros no precisan de paraísos allende los mares, ni ingeniería fiscal. Es el caso de la Iglesia católica, que no defrauda a Hacienda porque no tiene nada que pagar, al estar exenta de todos los impuestos. Además, puede apropiarse bienes públicos sin tasa a precios irrisorios, con lo cual ahorra mucho de los miles de millones que el Estado (o sea, los contribuyentes) le asigna anualmente. Con esos ahorros pueden los curas difundir la palabra del Señor desde medios audiovisuales caracterizados por la dulzura de su mensaje cristiano. Es de esperar que, en algún momento, la Iglesia explique a la ciudadanía por qué da a Dios lo que es del César. Será quizá cuando se recuerde que la revolución francesa se produjo porque la gente estaba harta de pagar impuestos mientras los nobles y los curas no lo hacían. Como aquí.

Cuando se destapan asuntos de corrupción (prácticamente todos los días) se descubren historias inverosímiles, relaciones peligrosas, tipos nauseabundos, complicidades oscuras. Algunos casos son tan perversos que meten miedo, como el de las cloacas de Interior. Otros parecen más de un hampa con ínfulas de señores, como el de Blesa. Y otros conectan directamente la corrupción con el fenómeno de masas más característico de los siglos XX y XXI. Los tres tienen en común esquilmar los dineros públicos de los que debieran rendir cuentas minuciosas. Uno para fabricar pruebas falsas contra los adversarios políticos; otro para ir a cazar hipopótamos; y el otro, para  darse la vida padre e hijo.

Las cloacas de Interior son la típica ocurrencia de quien redactó esa infame Ley Mordaza, que sigue sin ser derogada, gracias a la inutilidad de la izquierda (la mitad de ella, muy vociferante) y quien condecora estatuas de la virgen. Es evidente que el hombre no está enteramente en sus cabales y es un sectario y un fanático. O sea, un orate. Una persona así es un peligro público y si, además es el responsable de la seguridad colectiva, el peligro puede materializarse de cualquier modo, por repugnante y delictivo que sea.

La historia de Blesa, que ahora queda judicialmente concluida, ya solo interesará por sus facetas humanas, si las hay. Desde el punto de vista político, su suicidio interpela directamente a Aznar que fue quien lo puso al frente de Caja Madrid y lo mantuvo, al tiempo que obtenía diversos tipos de contrapartidas. Todo como prueba de su fabulosa capacidad para dar con los más ladrones e inútiles en los puestos de mando: Rato, Blesa, Rajoy.

El caso de Villar no me inspira nada, pues ignoro todo del fútbol. Supongo que el presidente de los sobresueldos, fervoroso hincha, hará las correspondientes y profundas reflexiones sobre este nuevo caso aislado que le toca de lleno en su más cara afición y deja muy claro el desprecio de estos sinvergüenzas por los intereses del común.

En esta situación es un verdadero sarcasmo que el Tribunal de Cuentas inicie un procedimiento para ir contra el patrimonio de tres dirigentes independentistas de la Generalitat. Ese tribunal tiene entre sus miembros a una ex-ministra de Aznar, un hermano del mismo Aznar y un cuñado o cuñada de algún otro mando del PP. Una desvergüenza alucinante. Un tribunal que, como el Constitucional o la Audiencia Nacional, son nidos de corruptos y vendidos al poder. Eso explica que en lugar de abrir diligencias para que la sarta de ladrones del PP devuelva los cientos y miles de millones que ha defraudado, malversado o desviado, se apreste a avalar una injusticia clamorosa que puede provocar un conflicto mayor en Cataluña. 

dimecres, 12 de juliol del 2017

El frente patriótico español

Mi artículo de elMón.cat de hoy. Habitualmente dedico esta entradilla a explicarlo un poco. Hoy no hace falta. Todos los partidos españoles están contra el referéndum catalán. El PP, montado en el caballo de Santiago y cierra España; el PSOE, en el asno de Buridán; Podemos en el hipogrifo de Ariosto; y C's en la cucaracha de Kafka. Este referéndum ha puesto a cada cual en su sitio y ya solo queda por ver qué decisión toma la Ejecutiva del PSOE pasado mañana. Quiere hacer una propuesta "política" de negociación, lo cual es un avance muy positivo en un Estado, el español, en el que los problemas nunca se encaran, no se entienden y jamás se resuelven. Ojalá le salga algo de provecho, pero no veo grandes posibilidades si no se acepta un referéndum pactado. 

En todo caso y antes de nada, la primera obligación  de la izquierda, de toda la izquierda, es poner fin a este gobierno corrupto, de ladrones y expoliadores, antes de que termine de arruinar y destrozar el país y antes de que provoque un incendio social en Cataluña, que es lo que intenta para tapar su incompetencia.

Para ello se necesita una moción de censura que podría presentarse ya, el sábado mismo, si el "nuevo PSOE" tiene el sentido común, la inteligencia y las agallas de plantear un referéndum pactado. A partir de ahí, un gobierno de izquierda con Sánchez de presidente, dedicado a gestionar el resultado del referéndum, a revertir todo el destrozo hecho por el PP, a emplear la justicia contra un partido de presuntos delincuentes y a regenerar España.

Para eso hace falta tener las ideas claras, ser sincero, demócrata y tener valor.

Aquí la versión en castellano

El frente unido español contra el referéndum
                                                                                                                                             
A medida que se acerca la fecha del referéndum sin que el bloque independentista muestre señales de vacilación (aunque la prensa cavernaria de Madrid se las invente) cunde el pánico en las filas del nacionalismo español. Como siempre, ha sido incapaz de gestionar el conflicto con un mínimo de racionalidad y ahora, cuando ya no hay tiempo, forma un frente común contra el independentismo, olvidando sus aparentes discrepancias.

El PP esgrime la sagrada unidad de la patria que Franco agonizante encomendó a Juan Carlos, aunque ahora se disfraza de unidad “democrática” de soberanía, de “igualdad” (las comillas indican mentiras) de todos los españoles y de vigencia de una Constitución que el propio PP rechazaba en un principio. Para garantizarla está dispuesto a emplear todos los medios, incluso los presuntamente delictivos, como ya ha demostrado.

El PSOE, tratando de diferenciarse de la derecha neofranquista, después de años de haberle hecho el juego, persigue el mismo fin, pero acude a procedimientos menos agresivos, más dialogantes y con mayor voluntad de reforma. No obstante, tiene la misma línea roja del “no” al referéndum y, por lo tanto, no solo llega tarde si no amplía la oferta, sino que su papel de furgón de cola de la derecha será aun más lamentable.

El discurso de Podemos es el habitual galimatías en este mosaico de personalismos enfermizamente mediáticos, pero el resumen final es el mismo que el del PP y el PSOE: “no” al referéndum de autodeterminación catalán porque no tiene garantías, no es legal, no es seguro y, sobre todo, no lo controlan ellos.

C’s está apuntado al “no” desde el mismo origen porque, a pesar de sus aires de brokers estilo Wall Street, su idea de España es la de los triunfadores del 39.

El desconcierto y la agitada controversia son prueba palmaria del susto compartido de la insolente derecha nacional-católica y la izquierda sumisa ante la probabilidad de quedarse sin el país que su mutua incompetencia ha destruido. Puro miedo.

Detrás de las amenazas, las ironías, los engolados pareceres de eruditos a la violeta y los negros vaticinios de augures vestidos de expertos no hay más que miedo. Miedo a que, si se hace el referéndum, lo pierdan y, con él, pierdan el país que llevan parasitando cientos de años a base de oprimir a sus gentes.

El “nuevo PSOE” dice buscar una solución (próxima Ejecutiva el viernes) pactada, negociada, ante la irresponsable inoperancia de la derecha. Algo es algo. Pero, por lo que se perfila, es poco y tardío. La clave para resolver la cuestión es el referéndum pactado. Y es la clave porque, sin él, no habrá moción de censura ganadora y el PSOE no podrá desalojar al PP del gobierno, cosa que podría hacer el 1º de septiembre, con los votos favorables de JxS.

Pero el “no” socialista y el otro “no” nacional-español de Podemos, no solo prueba su miedo y su insinceridad, sino que los hace cómplices de la política represiva que aplica la derecha. Y en esa política represiva hay un nuevo avance especialmente abusivo y repugnante: el intento de ir contra funcionarios y políticos de la Generalitat, atacándolos en su patrimonio. Sin duda, muy coherente con el espíritu de esta derecha franquista que ya aplicó Cifuentes en Madrid y laos dos mendas que dominaron el ministerio del Interior con su Ley Mordaza, un intento de volver al “orden público” de la dictadura arruinando a la gente.

Es literalmente repugnante que el gobierno y partido que más han robado en la historia de España, más caudales públicos han malversado, más han estafado y expoliado el erario, incrementen su política represiva por la vía pecuniaria. Lo hacen atentando contra el patrimonio de los políticos y los funcionarios como antes contra los ciudadanos como una posible forma de reponer los caudales que llevan años robando y malversando en viajes, francachelas, putas, drogas, confetti, cuentas en Suiza y Panamá, sobresueldos, financiación ilegal, sobrecostes, mordidas, cohechos, extorsiones, estafas, obras faraónicas inútiles para beneficio propio y de amigos, sobornos a periodistas mercenarios y expolios con las privatizaciones.

Pero, sobre todo, es una decisión tan odiosa y miserable (propia de quienes proceden de esa manera en todo lo demás) que, de llevarse a cabo, puede provocar un estallido social en Cataluña, harta ya del saqueo, como debiera estarlo el resto de España si tuviera algo de coraje.

Para evitar esa vergüenza de unos mangantes robando el patrimonio personal de los representantes democráticos y los funcionarios, la izquierda, y especialmente el PSOE, solo tiene una salida: pactar un referéndum en Cataluña y presentar una moción de censura que desplace a esta banda de ladrones del poder político (y, por tanto, también del judicial a sus órdenes) antes de que sea demasiado tarde.

dilluns, 10 de juliol del 2017

Razones y sinrazones del referéndum

El foro se caldea. Según se acerca el día D, 1/10, todo el mundo se apresura a fijar su posición, incluso de forma tal que nadie la entienda. Los Comunes participarán en la consulta, pero no harán campaña por la participación. Pues, o bien las autoridades participan a título personal, como cuando Kichi va en procesión vestido de nazareno, o se trata de unos gobernantes legales que acuerdan una actividad clandestina. Los de Podem quieren participar a bandera desplegada y llamando a las multitudes, pero no dan un ardite por aquello en lo que participan. 

Hay también personalidades públicas que se sienten obligadas a manifestar su posición. Recientemente, dos afamados periodistas, Xavier Sardà, que votará "no" y Jordi Évole, que se muestra dubitativo sobre el referéndum mismo. Hay una gran inquietud y se trata de entender ahora, deprisa y corriendo, algo que se ignoró durante años. Con ánimo de contribuir al debate me he permitido realizar un digesto de las razones contra el referéndum, con una apostilla en contra de la contra. O sea, a favor por defecto. 

Los adversarios del referéndum invocan razones

Históricas. Cataluña no ha sido nunca independiente y argumentaciones colaterales sobre la Corona de Aragón, la antigüedad de las instituciones, etc. En definitiva el peso de la tradición.- Apostilla.-La historia no prejuzga nada. La tradición no existiría si no se rompiera jamás.

Legales. El referéndum es ilegal. La legalidad es la base de la democracia. Fuera de la legalidad solo hay tiranía. La Ley debe respetarse, puesto que está por encima de todo, aunque no del rey. Y es obligación del gobierno imponer su cumplimiento porque, de no hacerlo, el ilegal sería él. La ley prohíbe ese referéndum. No es una cuestión política, sino jurídica y por eso entienden de ella los tribunales.-Apostilla.- La legalidad es el producto de una voluntad política acordada en el Parlamento, que es el que hace y deshace la norma legal. La Ley puede cambiarse, no es inmutable y eterna. Para eso está la democracia parlamentaria, para que la mayoría parlamentaria haga y deshaga la ley, como ha venido haciendo la del PP sin límite alguno para imponer sus caprichos y privilegios, cuando directamente sus delitos. El referéndum es ilegal por la voluntad política de la mayoría parlamentaria, que bien podría cambiar, como lo ha hecho en otros asuntos de menor momento.

Constitucionales. El referéndum es inconstitucional. Apostilla.- Falso. No está prohibido y se puede admitir mediante una interpretación adecuada. Por lo demás, la Constitución también es reformable. Basta con querer hacerlo, como sucedidó con el 135.

De soberanía. La soberanía reside en la totalidad del pueblo español y solo esa totalidad puede pronunciarse en un referéndum de esta naturaleza. La soberanía del pueblo español es indivisible, como indivisible es el Estado en el que se encarna.- Apostilla.- Siendo el Parlamento el depositario de la soberanía por representar al pueblo, una decisión permitiendo el referéndum es como si el pueblo soberano autorizase a uno de sus elementos componentes a decidir por su cuenta si quiere seguir en el común o no. Aquí el argumento se va a lo ideológico, incluso metafísico e inoperante para ambas partes.

Internacionales. El referéndum de autodeterminación no tiene cobertura legal internacional porque lo que los distintos instrumentos que España tiene firmados dicen es que se reconoce para los pueblos en situación colonial. Apostilla.- Al margen de que la cuestión colonial tiene un borde subjetivo incómodo, este argumento ha sido invalidado de hecho por los referéndums de Quebec y Escocia y, hasta cierto punto, por el del Reino Unido con el Brexit.

Económicas. Estas se formulan como profecías, no sobre el referéndum, sino sobre sus catastróficas consecuencias para Cataluña. Se acumulan datos y gráficos y magnitudes que auguran empobrecimiento, crisis, ruina; y otros que, al contrario, vaticinan prosperidad inusitada.  Apostilla.- El debate es tan ideológico como los otros, aunque se vista de estadísticas. Los economistas que las essgrimen con vehemencia, defienden en realidad sus previas posiciones políticas. Pero, además, es irrelevante. El referéndum (y la independencia, si gana el "sí") no es un cálculo mercantil, sino un derecho que incorpora el derecho de los pueblos a gobernarse por sí mismos, aunque sea mal.

Comunitarias. Otro argumento sobre las consecuencia. Los espacios siderales (habitualmente vacíos) esperan a estos indepes catalanes. Y fuera de la UE y de la Eurozona, como de la Iglesia, nulla salusApostilla.- Eso está por ver, pues la situación no tiene precedentes y la UE está llena de gente pragmática, dispuesta a hacer algo constructivo con una situación sobrevenida y no a secundar los vetos del gobierno español de turno..

Iquierdistas. Es argumento que suelen emplear las izquierdas españolas de buena fe: la independencia de Cataluña es un acto de insolidaridad con el resto de España, la independencia de los ricos y los egoístas, la Padania española. Una codicia que ignora cómo la prosperidad de Cataluña viene del esfuerzo (en muchos sentidos) de los demás pueblos, que olvida la deuda que Cataluña tiene con el resto de España. Apostilla.- Aquí sí viene bien un poco de historia social y económica para ver que los procesos sociales, económicos, industriales, etc., han sido muy distintos y explican el presente. Pero no hay deuda alguna, ni el argumento izquierdista que la invoca tiene fuerza. Más con algún hecho: tras 40 años de gobierno socialista en Andalucía, la comunidad será región, nacionalidad, nación o lo que quiera, pero lo cierto es que, junto a Extremadura, constituye el Mezzogiorno español.

De la cortina de humo. El independentismo es una hoja de parra (eso sí, cuatribarrada), una cortina (estelada) de humo para tapar las vergüenzas del clan Pujol, el 3%, la corrupción de la vieja CiU, convertida en CDC y reconvertida en PDeCat. La burguesía catalana con sus negocios. Una huida hacia delante de un clan desesperado en torno a Puigdemont que teme ser fulminado por ERC en unas próximas elecciones. Apostilla.- Es el argumento típico de la derecha española que, a día de hoy, cubre todo el arco parlamentario, del PP a Podemos, aunque con el PSOE algo más ponderado y menos infantil. En todo caso, no merece la pena contestar a quien reduce el deseo de referéndum del 80% de los catalanes y el de independencia de unos dos millones a una cuestión de tapar corruptelas de un partido que, además, ha desaparecido ya dos veces.

No sé si esto sirve de mucho cuando los argumentos se afilan con la piedra del interés. Pero lo intenta.

Dicho lo cual, un acorde sentimental: lo que se debate hoy en España, una vez más, es lo que esta encuentra más apasionante: ella misma.

dijous, 6 de juliol del 2017

Arreglando el mundo

Los convoca Vocentro a una mesa redonda para recordar las elecciones de 1977, 40 aniversario, y se pasan el rato hablando de Cataluña y lo que la prensa llama "el desafío independentista". Qué afortunados los españoles de haber tenido a estos tres linces de presidentes. Linces lentos. Hace cinco años ninguno creía que el ascenso del independentismo catalán fuera asunto relevante en la política española. Rajoy calificaba las Diadas de asistencia millonaria de algarabías. Y ahora es de lo único de que hablan. En contra, naturalmente. Con lo que les gusta rememorar las elecciones del 1977 y los gloriosos momentos posteriores. Pues nada, a darle a la matraca del independentismo, según expresión castiza de la vicepresidenta a quien no hacen caso ni los suyos.

Los dos socialistas se enredan en difusos arbitrismos que se condensan en la vaga propuesta de la reforma constitucional. Piensan que el mero hecho de que los amos del cotarro admitan que cabe reformarlo debe ser suficiente para que los indepes se den por satisfechos y depongan su ilegal actitud. Luego ya se verá qué y cómo se reforma. Un federalismo por aquí, una vuelta al Estatuto de 2006, previo al cepillado de Guerra y el emasculado del TC y tan contentos. Zapatero se lía de tal modo que no hay modo de saber si se refiere a los españoles o a nuestros hermanos del otro hemisferio. Y González, más dado a lo especulativo, se maravilla de que nadie dude de la identidad de Cataluña pero sí de la identidad de España. ¿A qué creerá que pueda deberse tan sorprendente circunstancia? No está muy seguro pero afirma que no hay un problema de España-Cataluña, sino uno de Cataluña consigo misma.

Y dos huevos duros más, por supuesto, a cargo de Aznar, con ese estilo de la frontera que le caracteriza. No solamente no hay un problema entre España y Cataluña sino que "antes de romperse España, se romperá Cataluña", lo cual hace patente la lógica patafísica de la derecha. Porque, si Cataluña es España sin sombra de duda, ¿cómo puede romperse Cataluña sin que, por eso mismo, se rompa España? Pues muy sencillo: porque, en el fondo, no creen que Cataluña sea España.

Sí, es un problema de Cataluña con España porque es un problema de España consigo misma.

Mientras tanto, Cospedal tiene ya presto el ademán y la orden por si las fuerzas armadas han de intervenir en defensa de la Constitución, bárbaramente atacada por unas urnas.

En el frente judicial, el Tribunal Constitucional ha anulado la disposición de que la Generalitat habilite créditos para el referéndum. El País lo celebra con alborozo: Puigdemont se queda sin dinero para el referéndum. Me da que estos independentistas hacen una emisión de bonos de la independencia, reembolsables con intereses por el futuro Estado catalán. Sería una forma contundente de comprobar la solidez del apoyo social al independentismo.

dimecres, 5 de juliol del 2017

Hoy, Palinuro en Jaén

En la UNED de Alcalá La Real, Jaén, han tenido el arrojo de organizar un curso sobre España a examen: retos del modelo territorial tras 40 años de democracia, al que han tenido a bien invitar a Palinuro. Por cierto, hay una errata en la convocatoria que no ha podido resolverse por lo que es menester avisar sobre ella: Palinuro no intervendrá a las 19:00 del día 5 de julio, sino a las 17:00. El orden de los dos primeros intervinientes está invertido.

El tema que los organizadores me han asignado es tan genérico que facilitaría despachar el asunto sin muchos miramientos. Pero no es ese el modo palinuresco, así que mi intención es partir de una precisión y llegar luego a una previsión. La precisión: el Estado de las Autonomías ya ha fracasado. Solo está esperando quién lo entierre. Vivimos ahora un presente difícil, de muchas propuestas y contrapropuestas. Tiene gracia, por ejemplo, Pedro Sánchez instando a Rajoy a que dé una solución política a la cuestión catalana cuando es obvio que el mancebo no tiene ni idea de lo que le hablan. Y también la tiene que el que interpela, el socialista, tampoco.

Ambos están aferrados al recurso a la legalidad, que no es si no una falacia porque el problema no es de legalidad, sino de legitimidad. Por eso, la previsión es que Cataluña será independiente ante la incapacidad del Estado español de impedirlo, tanto del gobierno como de la oposición.

Nos vemos en Alcalá la Real.

divendres, 30 de juny del 2017

Cataluña en el mundo

Es célebre la cita de Voltaire : "Cataluña puede prescindir del universo entero, pero sus vecinos no pueden prescindir de Cataluña" (La Catalogne, enfin, peut se passer de l'univers entier, et ses voisins ne peuvent se passer d'elle.). Cuando la leí hace años en El siglo de Luis XIV, decidí averiguar para hacerme un juicio, conocer a fondo la realidad catalana. Y, tras algunos otros años, he llegado a la conclusión de que la primera parte del apotegma es falsa. Cataluña no puede prescindir del universo entero ya que ella misma es, en gran parte, un cruce de factores procedentes de todos los puntos cardinales y continúa siéndolo. Es el territorio más políglota del Estado, con mucho. Cierto, sin embargo que esa propuesta es, en el fondo, una hipérbole destinada a preparar la segunda que, en cambio, es absolutamente cierta: sus vecinos no pueden prescindir de Cataluña y, muy especialmente, sus vecinos españoles o de los otros països catalans. El caso de Francia es distinto, aunque también rasca. Y el del resto del Mediterráneo, lugar que durante siglos estuvo regido por el primer código marítimo internacional, el Libro del Consulado del Mar, de origen valenciano pero que codificaba usos y prácticas principalmente catalanas así como de otras procedencias.

Los vecinos no pueden prescindir de Cataluña. Sin embargo, es pasmoso cómo el nacionalismo español, el Estado, el gobierno, gran parte de la oposición y amplísimos sectores de la opinión pública, más o menos manipulada por unos medios que parecen cuartos... de banderas, se obstinan en ignorar la gravedad de la cuestión catalana cuando no en negarla de plano como se niega la existencia del hipogrifo.

Esta semana ha venido cuajada de sombrías noticias para el Estado en el contencioso con el independentismo. Primero fue el editorial del New York Times sobre el referéndum y el interés de España. Un día más tarde, un abrumador reportaje del Financial Times sobre el mismo asunto, en los mismos términos, aunque más alarmado y alarmista. Por último, un informe de la conservadora Fundación Konrad Adenauer (CDU), avisando de que el gobierno tendrá que resolver el problema al margen de la Constitución. Es difícil decir -como se ha dicho del edito del NYT- que la Generalitat ha untado al Financial Times (que no es La Razón, precisamente, cuyo director parece dormir ya tras las rejas) o a la Fundación Konrad Adenauer. Y esos son puntales conservadores, de influencia mundial. Si hablamos de lo que piensan partidos e instituciones progresistas en Europa y occidente en general, no pararíamos.

¿Se ve cómo Cataluña no puede prescindir del universo entero? Al contrario, su defensa está en la atención que este le presta. De no ser así, la situación no sería la que es.

Y ¿qué hace el nacionalismo español ante esta presión internacional que no solamente no puede descalificarse como una locura de un 3% pujoliano sino que irá en aumento en los próximos tiempos? La derecha política, mediática, empresarial, clerical, militar y bancaria, o sea, la oligarquía nacional católica con el Rey a la cabeza no va a hacer nada, en espera de que la situación se haga insostenible y pueda así fabricarse un pretexto para justificar la represión y, acaso, la intervención del Estado en Cataluña.

¿Y la izquierda? Podemos, en principio, apoya la realización de un referéndum pactado, lo que básicamente coincide con lo que la famosa comunidad internacional recomienda. Que, además, apoye también la realización de un referéndum unilateral es más problemático. Parte lo hace y parte, no.

Pero la cuestión está en la otra parte de la izquierda, el PSOE. Hasta la fecha, Sánchez viene lanzando bravatas sobre la unidad de España (dentro de su maravillosa diversidad de "hombres y tierras") y la cerrada oposición de su partido a todo referéndum ilegal. Es un "no" lanzado al independentismo catalán y a medio mundo; un "no" que unce al PSOE al desvencijado carro de guerra de la derecha, que lo convierte en edecán del PP; un "no" tan ayuno de iniciativas constructivas y propuestas que resulta irritante, a la par que absurdo.

Que la derecha ignore la intensidad de la reacción internacional si se da algún tipo de intervención por la fuerza en Cataluña está dentro de su naturaleza belicosa y agresiva. Que lo haga la izquierda no es de recibo. Que la izquierda se niegue a reconocer, no ya el derecho de los catalanes a tener los mismos derechos que ella, sino el carácter popular, pacífico, democrático, transversal de un movimiento con un amplísimo respaldo social es más de lo que puede tolerarse dentro de la tradición democrática.

Como casi siempre, el error viene de la ignorancia y esta, con harta frecuencia en España, de la soberbia. Ya se sabe que el interés de la derecha es romper todos los puentes y vías de diálogo, coincidente en esto con la derecha del PSOE que, tras el golpe del 1º de octubre, se negó a hablar siquiera con Podemos y con los indepes catalanes. Pero esa no puede ser también la actitud del "nuevo" PSOE, que dice estar a la izquierda. Su obligación es actuar con cordura, justicia, respeto e... imaginación, como pedía el otro día el nada sospechoso de delirios separatistas Enric Juliana.

Mientras llegan esas propuestas nuevas, audaces y, sobre todo, rápidas, dado que quedan tres meses hasta el referéndum, podría hacerse un ejercicio de clarificación. Hasta ahora sabemos que, según Rajoy y Sánchez, el referéndum no va a celebrarse. La pregunta inmediata es ¿por qué no? Y la respuesta, no menos inmediata: porque es ilegal.

Aquí una pausa: ¿significa lo mismo la legalidad para la izquierda y la derecha? El gesto de Rosa Park fue ilegal y originó el movimiento de emancipación de los negros aún en curso. Ilegales fueron los colonos norteamericanos, ilegales los seguidores de Gandhi, ilegales las sufragistas que acabaron consiguiendo el voto femenino, ilegal durante largos años el PSOE.

En el fondo, ninguno de los dos, PSOE o PP cree en la excusa de la ilegalidad. Entre otras cosas porque la legalidad o ilegalidad de algo es una decisión política que puede tomar el órgano legislativo cuando le pete. La legalidad ha de ser la cristalización jurídica de la razón y la moral y poca razón y menos moral tiene negar a un pueblo el ejercicio de un derecho por el que ha luchado con más denuedo incluso que el que se lo niega por el suyo.

No es la legalidad o ilegalidad del referéndum la razón de la negativa del nacionalismo español de derecha e izquierda, sino el hecho de que carece de capacidad para articular una alternativa y se niega a reconocer que el independentismo catalán ha terminado de hundir el carcomido sistema del 78 e, histérico, teme que ese hundimiento acarree el del Estado. Que eso lo piense la derecha está en el porcentaje de sus comisiones y sobresueldos. Que lo haga la izquierda indica la falta de fe de esta en el proyecto de nación que, sin embargo, pretende encasquetar a los catalanes.

Porque, si de verdad creyera en él, no tendría inconveniente en someterlo a referéndum.

dijous, 29 de juny del 2017

El Rey de los españoles

Delenda est Monarchia, decía Ortega en 1930. 87 años después, ahí seguimos. Dispuestos, al parecer, a otros 87 y más aun; por la eternidad. La Monarquía es un régimen político que depende exclusivamente de la capacidad reproductora de su titular e, incluso, cuando esta falla, encuentra remedios de variado tipo para restablecerse o restaurarse.

Según se dice, los especialistas y expertos en la redacción del discurso del Monarca se han esmerado al extremo de que todo el mundo da el texto como muy medido, equilibrado, responsable, atento, pero firme. Dos temas cruciales ha acotado la arenga, el nombre común dictadura, explícito y el nombre propio, Cataluña, implícito. En ambos puntos el Rey desbarra. Tan bueno no es el trabajo de redacción.

La designación de Dictadura al régimen anterior, al que su padre juró lealtad, trata de acompasar el discurso del poder con el normal raciocinio humano en la sociedad actual. El franquismo fue una dictadura (y genocida, de una extraordinaria crueldad) y así piensa prácticamente todo el mundo. Aunque con un retraso bíblico de 40 años, la Monarquía reconoce la naturaleza dictatorial del régimen de Franco. A eso lo llaman los cortesanos "modernizarse". 

Se entiende que el Rey anterior se deshiciera en elogios del dictador y guardara recuerdos paterno-filiales de eterno agradecimiento por lo cual no podía llamarlo "dictador". Pero el hijo es otra cosa. Más siglo XXI y llama "dictador" a un "dictador". El problema es que la dictadura de aquel dictador es el origen de esta Monarquía, su único título de legitimidad. Precisamente ahora se "moderniza" así:la guerra civil y la dictadura fueron una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España. ¿Alguien llamaría a esto una "redacción ajustada"? Pero, ¿no es él mismo lo que entonces era el porvenir de España?

Al lado de esta fabulosa incompetencia de concepto palidecen las demás lindezas del discurso en torno a la transición. Incluso ese subrepticio intento de apuntarse a la teoría de las "cosas buenas" del franquismo, vago recuerdo de la tecnocracia del "Estado de obras" de la Obra. Un modernizador siempre reconoce a los de su quinta.

El propósito del lavado de cara real es afirmar que aquella legitimidad tinta en sangre de la dictadura quedaba remozada a su paso por la transición, las elecciones, la Constitución y la nueva legalidad que ahora, sí, es legítima y debe aplicarse cuando corresponda, con entera tranquilidad de conciencia.

Y aquí viene el segundo desbarre, oído cocina Cataluña. Los cantos son los habituales: la unidad de España en la diversidad de sus territorios. El sano regionalismo de Fraga llevado a los insólitos extremos del autonomismo por el mismo Fraga y otros no menos bienintencionados españoles empeñados en encontrar un encaje de Cataluña en España, cuestión secular. Con esto se cierra la transición cuyo significado secreto es que produce una solución de continuidad entre el padre, servidor de la dictadura, y el hijo, su crítico y adversario.

Desde la altura de esta imaginaria e ilusoria purificación, el Monarca se siente autorizado a amenazar al independentismo catalán con consideraciones de la cosecha de Rajoy sobre la necesidad del cumplimiento de la ley porque fuera de esto no hay nada bueno. Si lo sabrá él, que preside un gobierno y un partido en el que hay docenas de cargos fuera de la ley.

Y todavía más profundo desbarre la subalternidad del Rey no solo a los argumentos de Rajoy, sino a su actitud autoritaria de negarse a reconocer la existencia de un problema y a arbitrar medidas para resolverlo por la vía de la negociación y no de la represión. Que es justo a lo que apunta el Monarca al respaldar miméticamente la actitud política de un gobierno que lleva al país a una situación crítica.

En realidad, ayer habló el Rey de los españoles para amenazar a los partidarios de un referéndum "ilegal" en Cataluña en general y en concreto a los independentistas que, además, son republicanos.  Felipe VI, crítico de la dictadura y debelador del independentismo catalán. Tendiendo puentes para celebrar la transición.

dimecres, 28 de juny del 2017

El interés ¿de qué España?

Mi artículo de elMón.cat. Un editorial del New York Times del 23 de junio sobre el referéndum en Cataluña dio origen a una polémica sobre su sentido. Prácticamente todos los medios nacional-españoles entendieron que el diario defendía el referéndum en interés de España y el voto "no" en interés de Cataluña. Se trataba de una traducción sesgada e interesada en la que en parte también picó Palinuro por fiarse de los titulares de dichos medios. Al ver la controversia, fue al artículo y comprobó que no decía lo que los mentados medios tradujeron.

El editorial es una pieza muy medida y su lectura no solo zanja el debate sino que plantea otras cuestiones tan interesantes como esta o más. A esas cuestiones he dedicado el artículo de elMón.cat cuya versión castellana incluyo aquí.

El interés de España

Un editorial del NYT sobre el referéndum ha provocado una polémica por el sentido que algunos medios nacional-españoles han dado a una frase sobre el interés de España y el de Cataluña. Sin duda, la traducción de que el interés de España sea que el referéndum se celebre y el de Cataluña que salga el “no” es falsa y está ideológicamente motivada. Pero aun así, el párrafo es confuso: dice cuál es el interés de España y ello es evidente (permitir el referéndum y que gane el “no”), pero no dice cuál sea el de Cataluña en un sentido u otro.

Desde luego, lo que sí parece cierto es que, según el diario neoyorquino, el interés de España no es que el referéndum no se celebre. Ni lo menciona.

El asunto es más profundo. ¿Por qué se supone que el voto “no” de los catalanes esté en interés de España? Habría que precisar antes de qué España se habla. Y el NYT, siendo un periódico pragmático, lo tiene claro: de esta España que hay ahora. Pero esta España de ahora es apoyada por menos de un tercio del electorado. Sin duda mucho, dada la condición del partido corrupto y presuntamente ilegal al que vota pero, en todo caso, menos de una tercera parte y, en Cataluña, bastante menos.

¿Por qué ha de ser perjudicial para los intereses de España el voto “sí” a la independencia en el referéndum? A primera vista, ese voto plantearía una crisis constitucional sin precedentes que obligaría a negociaciones de carácter constituyente y pondría a España ante sus propias contradicciones y la sospecha de haber llegado a un punto de disolución porque si un Estado democrático no consigue la lealtad de sus ciudadanos voluntariamente sino por la violencia, no es un Estado democrático. Ni siquiera es un Estado. Es una banda. Con lo cual es posible que no tenga otro remedio que aceptar una intervención exterior de mediación en detrimento de su soberanía.

El enconamiento del conflicto en los últimos años es prueba del agotamiento del sistema del 78, que no tiene nada que ofrecer a las aspiraciones catalanas al autogobierno salvo la negativa y el retorno a lo anterior, justamente al momento en que se incubó la actual ingobernabilidad de la situación. Esto es válido para las ofertas del nacionalismo español de derechas, consistentes en dejarlo todo como está por la violencia, y del nacionalismo español de izquierdas, consistentes en algunos cambios cosméticos que también dejen las cosas como están pero disimulando un poco, aunque el recurso a la violencia no esté en absoluto descartado.

En esta situación de parálisis política, económica y social, con una población resignada a que siga gobernando un partido de presuntos delincuentes y corruptos que ha arruinado el país, ¿de dónde saca el NYT que esté en interés de España que salga el “no” en el referéndum? ¿De qué España? ¿De la que vota menos de un tercio de la población? ¿Y la que votan los otros dos tercios? Esa también deberá ser tenida en cuenta, sobre todo si, en un acto coraje decide que, justamente, el voto “sí” de los catalanes puede ser el empujón, la sacudida que obligue a reaccionar a esa España anestesiada y resignada al sempiterno gobierno de esta derecha ultrarreaccionaria, nacionalcatólica, corrupta y delictiva cuya población es incapaz de sacudirse el yugo de una oligarquía de señoritos reaccionarios que depositan los caudales robados en paraísos fiscales.

Lo que de ningún modo puede estar en interés de España (al menos de una España que aspire a la legitimidad de ser un Estado democrático de derecho en el concierto de las naciones civilizadas) es la continuación de la podrida situación actual. No puede estar en ese interés que una asociación de presuntos malhechores haya capturado el Estado y todas sus instancias, incluida la judicial, para perpetrar sus fechorías con la impunidad de que hacía gala Bárcenas en su insultante comparecencia parlamentaria. No puede estar en interés de esa España la continuación de un gobierno compuesto por ministros que condecoran vírgenes al tiempo que conspiran con otros secuaces para perpetrar delitos y operaciones de guerra sucia en contra de sus adversarios políticos.

No puede estar en interés de España que los presuntos delincuentes del PP y su gobierno que en conjunto han esquilmado el país por lo público (regalándoselo a los bancos) y lo privado (llenándose los bolsillos con lo robado a base de comisiones, sobresueldos, etc.) sigan negando por la fuerza a un 80 por ciento de la población catalana el ejercicio de sus derechos. Y ello con el único fin de tenerla sojuzgada y esquilmada en pro de los intereses particulares de los delincuentes y de un proyecto de país retardatario, beato, machista, taurófilo, injusto y corrupto que solo apoya menos de un tercio del cuerpo electoral y menos de la cuarta parte de la población.

dilluns, 26 de juny del 2017

El Estado cloaca

Supongo que el programa de Évole tendrá máxima audiencia. El excomisario Villarejo aparece por la tele a hablar sobre asuntos de enorme gravedad, sucios, ilegales, delictivos, inmorales. Sobre los que podría haber hablado en sede parlamentaria de no ser porque el PP, el PSOE y C’s se opusieron a su comparecencia en la comisión que investiga la presunta “policía política” y otros tejemanejes de Interior. Algunos con soporte de grabación de conversaciones ignominiosas, que han dado lugar a sospechar de una “operación Cataluña” o guerra sucia contra el independentismo catalán. Por qué una comisión que investiga unos hechos se niega a escuchar las declaraciones de quien parece estar directamente involucrado en ellos es incomprensible. Salvo que se dé algún tipo de complicidad. No queda bien el “nuevo” PSOE obstaculizando la averiguación de hechos de interés general. 

Desde luego, Villarejo no ha ido a la tele a la fuerza, sino voluntariamente. Es verdad que se trata de una voluntariedad relativa pues el hombre no tenía opción real: la tele (Salvados) o nada. Es lo que los especialistas en teoría de decisiones conocen como “elección de Hobson”. Por supuesto, podría haber decidido seguir en silencio, pero justamente esa no era una opción porque lo quiere nuestro hombre ahora es hablar. Cosa que cree le conviene porque está atacado por muchos flancos. Y se defiende contraatacando, vieja táctica. Y tan vieja, pues la aplica a asuntos del franquismo, recordando que fue policía de la siniestra BPS. En lo más reciente empieza hace más de treinta años (el juez Garazón) y llega a ahora mismo (la doctora Pinto), pasando por todas las etapas intermedias (los Pujol, el Rey y su amiga, el CNI, Bárcenas y hasta el Yak42), sin dejar títere con cabeza, excepto la suya, siempre tocada con una gorra de chulapo.

Antes de seguir, un breve apunte. Fue Garzón, si no recuerdo mal, quien introdujo en España la figura de los “arrepentidos” por su utilidad en la instrucción penal. Estos venían de los pentiti italianos que testificaban contra la Mafia. Primero se emplearon en los procesos de narcotráfico y de ahí pasaron a ser requeridos en otros delitos con connotaciones políticas, singularmente los GAL. Aquí ya pudieron aparecer otras motivaciones en el “arrepentimiento” que la sola de aligerar la pena. Dada la relevancia mediática que alcanzaban (caso del policía Amedo) otros procesados buscaron por su cuenta acceso a los medios (caso Sancristóbal) para así influir en el proceso en su favor. El arrepentimiento ya no contaba. Se trataba de exonerarse acusando a los de arriba sin pruebas.

Eso es lo que ha hecho este pintoresco personaje que tanto recuerda a otro, Paesa, del que el mundo apenas tiene noticia, a pesar de haber sido decisivo en el famoso caso Roldán, de insólita memoria. El hombre comparece ante el pueblo y cuenta su historia, obviamente porque le interesa y como le interesa. Reparte estopa a granel, a Margarita Robles, a Cosidó, al exRey, a su amiga, a su enemigo el jefe del CNI. Hace eso que se llama “tirar de la manta” en varios asuntos, como el Yak42, los Pujol. Y todo apoyado rigurosamente en ninguna prueba. Por lo cual el auditorio puede pensar que dice verdad o un conjunto de patrañas o ambas cosas a la vez, como suele suceder. 

Pero algo trae este programa: mayor confusión aun en un paisaje deprimente de corrupción generalizada en el que pululan comisarios, subcomisarios, policías, detectives, espías, delincuentes, de los que salen informes falsos, presuntamente ordenados por responsables políticos que despliegan una maquinaria de guerra sucia contra sus adversarios y financiada con dineros públicos. Cosa de interés, dado que muchos de esos responsables y los funcionarios a sus órdenes y, desde luego, los policías en cuestión, no tienen nada clara la distinción entre el erario y su bolsillo.

Todo lo que los gobiernos de Rajoy han hecho es, por lo menos, ilegal. Empezando por su triunfo en unas elecciones a las que el PP concurrió, como al parecer hacía siempre, con financiación ilegal. Y continuando con sus gestiones posteriores, todas al rebufo de una oleada de saqueo, expolio y corrupción que tienen al propio partido imputado como sujeto jurídico en un proceso penal, así como 900 cargos a título personal y al presidente del gobierno citado a declarar en el mismo proceso de corrupción del partido que también preside. 

Las declaraciones de Villarejo (las que sean verdad y las que sean mentira), son como una piedra lanzada a la ciénaga de la política española. Algo se removerá y soltará vapores fétidos, pero la ciénaga la engullirá. Es muy ancha y densa y no hay nada a salvo: el gobierno, el parlamento y el poder judicial. Los últimos nombramientos en la Audiencia Nacional hieden. De los medios no hablemos. Los hay literalmente a sueldo de los poderosos que muchas veces son delincuentes.

Por ejemplo, Ignacio González tenía 250 tuiteros pagados con fondos públicos y dedicados a embellecer su imagen y cargar contra la de los adversarios. Acumular datos de este tipo es facilísimo. Están en las portadas de todos los periódicos. Y ahora con más asiduidad y morbo porque se añaden las informaciones de Villarejo que no es precisamente Julian Assange. 

Pero no sirve de nada para aclarar la imagen general. Al contrario, la hacen más enmarañada y confusa. En un sistema político corrupto de arriba abajo como el que ha instalado el PP desde 2011 no hay nada que no esté afectado por la corrupción. Solo alguien tan inepto como Rajoy puede decir en estas circunstancias que le gustaría ser recordado como una persona honesta. El máximo responsable y presunto beneficiario de este desastre quiere que el futuro le confiera lo que el presente no le da, honestidad. Es una petición absurda por parte de quien ha cobrado sobresueldos en B siendo ministro y quien tiene a su padre atendido con cargo a fondos públicos que niega otros con igual o mayor derecho. Y, si no se la da el presente con todo lo que paga (siempre con el dinero ajeno, del que dispone como propio), menos se la dará el futuro.

España vive una crisis constitucional y otra política y moral. Mal momento, desde luego. De la hondura de la primera da idea el desconcierto de los partidos dinásticos españoles. Forman una unidad frente al independentismo catalán, pero no a cualquier precio. Tanto PSOE como PNV ponen límites a la discrecionalidad del gobierno. Nada de suspensión de autonomía y ojo con las medidas represivas. El independentismo ha ganado lo que se llama la “batalla del relato” y ahora solo queda por ver hasta dónde llevarán sus propósitos aquel por un lado y el nacionalismo español por el otro.

En parte esta crisis se alimenta de la otra, la política y moral. Entre los numerosos ceses de cargos por causas de corrupción, muy pocos se han debido a dimisiones voluntarias. Creo que ninguno, aunque puede haberse dado algún caso. La piel (esa que todos dicen que van a dejarse en su tarea) de los cargos del PP es de paquidermo. Solo dimiten cuando ya están en los tribunales. Mientras tanto, presunción de inocencia y, después, indulto. 

Eso es lo que hay y lo que la gente ve y a lo que acaba acostumbrándose. En mitad de un escándalo de corrupción y con acusaciones concretas, el PP lograba mayorías en la Comunidad de Valencia. La opinión pública, resignada, prácticamente anestesiada, ha tardado más de diez años en comprender que la corrupción es el cáncer de la democracia y en darle la importancia que tiene. 

La cloaca es el propio Estado, administrado por una banda civil y religiosa de presuntos delincuentes y, cuanto más se oculte, más se tardará en ponerle remedio. Si lo tiene.

dissabte, 24 de juny del 2017

La hegemonía y sus alifafes

El marxismo occidental ha sacado mucho partido del concepto gramsciano de hegemonía. Con él sintetizaba el revolucionario sardo el famoso dicho de Marx y Engels en La Ideología alemana de que "las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época" Esto es, seguían los dos alemanes,"la clase que tiene el poder material de la sociedad tiene también al tiempo el poder espiritual", probablemente la síntesis más pura del marxismo.

Gramsci abogaba porque el proletariado combatiera la hegemonía ideológica burguesa con la revolucionaria, para lo cual desarrolló una batería de conceptos auxiliares, como el de “intelectual orgánico” o el del “Príncipe moderno”. Además del proletariado, contaba con una imprecisa masa “nacional popular” que se sumaría a la revuelta porque parte de la hegemonía ideológica se haría en términos “nacionales”. En sí mismo, esto ya era sospechoso a ojos marxianos, pero no es ahora importante, aunque tenga su interés.

Lo importante es que el intento gramsciano, claramente voluntarista, de fabricar una estrategia revolucionaria en sociedades democráticas, pasa por alto un supuesto fundamental del criterio marxista: para alcanzar la hegemonía ideológica, la clase debe ser dominante y no se llega a ser dominante por la ideas, sino por el poder material. Es el poder material el que da la hegemonía y no al revés. Las ideas del proletariado, la masa nacional-popular o el sursum corda serán dominantes cuando esos grupos sean materialmente dominantes. Antes, no, aunque pueda parecerlo.

Es curioso que un marxista elabore una estrategia que contradice el principio cognitivo mismo del marxismo. Pero, en todo caso, así se acepta en el discurso público, especialmente el de la izquierda. Esta libra ahora dos batallas por la hegemonía: una dentro de sí misma, la lucha por la hegemonía entre el PSOE y Podemos y la otra en el sistema político en su conjunto, la lucha por la hegemonía ideológica entre la derecha y la(s) izquierda(s).

La primera batalla, entre Podemos y el PSOE tiene escaso fondo ideológico. En Podemos hay una rama anticapitalista con algo más de envergadura y proyección. El resto se agota en una lucha táctica que se dirimió en Vista Alegre II, pero sigue reverberando en el horizonte. Si se añaden las quejas de IU por su falta de visibilidad y los desajustes de las confluencias, es poco lo que de sustantivo puede ofrecer la formación morada en la porfía ideológica. Su discurso se circunscribe al llamado “régimen del 78” y apenas se cuestiona el sistema político, ni el económico en su conjunto.

A su vez, el PSOE es casi mudo en cuestiones ideológicas. Los ganadores de las primarias manifiestan una voluntad nominal de echar el partido hacia la izquierda pero, en lo sustancial sigue siendo un partido dinástico, defensor del sistema político que Podemos dice atacar: la monarquía y la unidad de España. De cambiar el modelo de sociedad o el sistema productivo, ni una palabra. Ni siquiera de una “refundación del capitalismo”, como prometió un despendolado Sarkozy años ha. El PSOE aspira a ser “nueva socialdemocracia”, restableciendo (aunque muy mejorado) el antiguo Estado del bienestar. En esto coincide con Podemos, cuyos dirigentes sostienen ser la “verdadera socialdemocracia”.

Está claro, pues, que la lucha interna por la hegemonía en la izquierda es puramente cuantitativa: a ver quién tiene mayor respaldo electoral y en esto va ganando el PSOE de calle.

Lo interesante viene cuando se observa la otra lucha por la hegemonía, la de la derecha contra la(s) izquierda(s). Estas se encrespan en críticas duras y actúan con contundencia (pues hay lugares en donde gobiernan o tienen mando en la oposición, como en el Parlamento) en aspectos concretos de la acción de la derecha, básicamente corrupción, abuso de poder, censura, malversaciones, múltiples ilegalidades. Pero son aspectos concretos de funcionamiento de un sistema cuya legitimidad no se cuestiona (caso del PSOE) o se hace de un modo anárquico y episódico (caso de Podemos) y cuyos fundamentos ideológicos, en el fondo, se comparten.

La izquierda tiene perdido de antemano el combate por la hegemonía ideológica porque lo libra dentro del marco conceptual e ideológico de la derecha. Así se ve en su idea de España y la nación española que es la acuñada por la reacción desde hace siglos y afirmada finalmente por el derecho de conquista mediante una guerra civil cuyos efectos se dejan sentir hoy. El país no ha conseguido no ya desenterrar a los cien mil asesinados por la vesania fascista; ni siquiera establecer unas bases mínimas de acuerdo respecto a ese trágico pasado.

Eso no es una nación. Es la imposición a la fuerza de una idea de nación de la clase dominante. La idea dominante de nación que la izquierda no cuestiona. El PSOE, de modo obvio, poniéndose literalmente a las órdenes del PP y Podemos de forma más esquinada. Los dos proclaman la “plurinacionalidad” del país, en el caso socialista más en el campo de los universales filosóficos y en el de Podemos en el de un enunciado programático de importación. Pero ninguno cuestiona el hecho de que ambos comparten la idea de nación española acuñada a sangre y fuego por la derecha.

Sé que esto puede suscitar escepticismo. A las pruebas me remito. En el debate sobre la moción de censura o en algún otro muy reciente, Pablo Iglesias respondió de una forma lapidaria a una intervención bronca de Hernando diciendo: “Sí, España es un gran país, pero lo sería más sin ustedes.” Aparentemente, lo que las redes llaman un “zasca”. Pero, si se observa bien, de “zasca”, nada.

España no es un gran país bajo prácticamente ningún parámetro de “grandeza de país” que quiera establecerse y, desde luego, bajo ninguno de los que maneje Pablo Iglesias. España no es un gran país. ¿Por qué lo dice, sin embargo? Porque participa de las ideas dominantes de la clase dominante que llama “gran nación” (Rajoy y el Rey no se cansan de repetirlo como conjuro de magia simpatética) a una cuyas circunstancias económicas y sociales son lamentables. Un país incapaz de dar de comer a su población, a la que manda a la emigración y con unas clases directivas de todo tipo (empresariales, profesionales, académicas, publicísticas) ineptas que no han conseguido desarrollar una actividad productiva que no sea el sector servicios.

Porque esa idea de nación dominante no responde a una realidad sino a una ficción, un relato unilateral que se ha impuesto a lo largo de la historia por todos los medios, con harta frecuencia los violentos y los muy violentos. Un relato que ha hecho suyo la izquierda sin percatarse, al parecer, de que, al integrarse en él, se autoexcluye porque el relato la excluye. No existe un relato paralelo de una España progresista y liberal, sino es en el campo de las derrotas y los proyectos frustrados.

Es falso que haya dos Españas. Solo hay una. La del garrote, vil o con honor, pero garrote. La otra se somete y, llegada la necesidad de afirmarse como nación, se funde con ella. ¿De qué hegemonía pueden hablar quienes no se atreven a plantear el problema de la legitimidad de la monarquía y la de la República?

Esta es la razón por la que la izquierda tiene perdida la batalla por la hegemonía ideológica frente a la derecha. No porque las ideas dominantes sean mejores, sino porque son las de la clase dominante, la que tiene el poder material y la que paga más por fabricarlas, a diferencia de las clases dominadas. 

España no es un gran país sino un remedo, un simulacro de democracia sumido en una crisis constitucional profunda que la clase dominante no sabe cómo resolver si no es recurriendo a la represión, como siempre. Y mientras la izquierda no reconozca la situación límite ni haga autocrítica y proponga soluciones negociadas civilizadamente con todas la partes y sin exclusiones, mientras esto no suceda, la hegemonía de la derecha será incuestionable.

Es decir, mientras la izquierda siga siendo cobarde, la derecha estará envalentonada.

dimarts, 13 de juny del 2017

La diversidad de destino en lo universal

El otro día, alguien en las redes, no recuerdo si Twt o FB, contaba que, en sus años mozos, había tenido que estudiar una asignatura llamada Formación del Espíritu Nacional, una de las tres famosas "Marías", prez de la recia educación española. Decía no haber entendido nunca la famosa definición joseantoniana de que España es una unidad de destino en lo universal. Sí, así formulada, con esos pujos poéticos, es un poco críptica. El fundador de la Falange podría haberse inspirado en Otto Bauer en un libro de 1924 sobre la cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia. Siendo Bauer un austromarxista, le preocupaban estas cuestiones muy relevantes en el Imperio austrohúngaro. Dejó así una definición de nación como una comunidad de carácter basada en una comunidad de destino.Comunidad y destino. Muy teutónico. En el español falangista pasa a ser unidad y destino.

Nada de comunidad. Unidad. La definición hispana se reduce a la elemental proposición de que España es una unidad. Lo corrobora a continuación el mismo José Antonio: Toda conspiración contra esa unidad es repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos. La definición pasó a los puntos programáticos de la Falange y, de ahí, a los principios fundamentales del Movimiento Nacional, que eran imprescriptibles. Y se fundió con el franquismo.

Y en estas llegan los anticapis de Podemos y se desmarcan de la angelical posición del partido de pedir un referéndum pactado y, si no se consigue, protestar y resignarse. Estos, en cambio, apoyan la convocatoria de un referéndum no pactado en el caso de que no se consiga pactarlo, un RUI o referéndum unilateral de independencia. Pues ya están en el terreno del "crimen" joseantoniano. Y Podemos estrena nueva discrepancia interna estilo La Vida de Brian. El País echa las campanas al vuelo con la nueva división de Podemos. Preocupados los anticapis del uso torticero que los medios puedan hacer de su sublime coherencia teórica, han hecho un cortafuegos en forma de tuit de Miguel Urbán afirmando que Iglesias, Domènech y él están más unidos que nunca en pedir un referéndum pactado. Nadie lo duda. La cuestión es si también están unidos en apoyar un referéndum no pactado y que, por tanto, será ilegal o, al menos, alegal.

España no es una unidad, se ponga como se ponga la Falange, la derecha y esa izquierda española que en este asunto baila al son de la derecha. También en otros, como la cuestión monárquica o la separación entre la iglesia y el Estado pero este territorial es aquí el importante. Y tampoco es una comunidad porque el nacionalismo español castellano-hablante lleva siglos impidiéndolo.

dissabte, 3 de juny del 2017

La paz no será un camino de rosas

La renuncia voluntaria de Díez, Madina y, por último, Fernández a defender la obra teórica de la Gestora y hasta la Gestora misma es la prueba definitiva de que no era una instancia neutral, orgánica, sino un comité institucional de la candidatura de Díaz. Habiendo esta perdido las primarias, también se consideran perdedores sus pseudópodos.

El 39º Congreso del PSOE es un triunfo de la candidatura de Sánchez. Triunfo al estilo romano: entra el vencedor en la capital llevando por delante a sus vencidos enemigos en cadenas. Y establece su imperio. Tezanos defenderá el programa del triunfo y, salvo error por mi parte, el de los vencidos no tendrá defensor. Y eso que era el programa de Díaz, Juana de Arco devuelta de golpe a la condición de aldeana de Domrèmy. Eso tampoco está bien. Ese programa tenía muchos apoyos. Alguno debiera defenderlo. Y, si no, que el congreso nombre un abogado del diablo, como hace la Iglesia en los procesos de canonización, aunque ahora lo llame "promotor de la justicia", en este siglo descreído.

Sánchez parece concentrado en la labor que Díaz se había pedido de “coser” el partido. Sabia decisión dentro del arte de la guerra. Debe integrarse al enemigo vencido en lugar de agraviarlo más y echarlo al monte. También conviene que los vencidos no pongan las cosas difíciles. Díaz pide a Sánchez “respeto para los territorios”. Eso es una perogrullada, salvo que quiera decir algo distinto (algo de privilegio, etc), en cuyo caso, pardiez, se hace, si se puede, pero no se dice.

Por muy absorbente que sea la tarea de reconstrucción de la casa del padre a la que regresa el hijo proscrito, ya se ve que no será difícil, con la cantidad de antiguos servidores que retornan ahora cantando alabanzas. Queda tiempo para aclarar cuestiones en temas políticos, de interés para todas, no solamente para las socialistas. Y son tres los bloques:

El bloque de la política frente al PP en el gobierno. El comienzo ha sido lamentable, pues lejos de pedirse la dimisión de Rajoy por incompetente, se le ha apuntalado pretextando para ello la llamada cuestión catalana. Nadie se lo pidió, se ha hecho gratis (como la tan criticada abstención de la Gestora) y ello unce aun más al PSOE al PP en un contexto político parlamentario caótico (pero muy favorable a la derecha) y otro penal sombrío. No es para estar orgulloso.

El bloque de la política con la izquierda. Es obvio que sobre Sánchez gravitan fuertes presiones de los antepasados, los vivos más que los muertos, para que huya como de la peste de Podemos. El miedo a ser devorados por la fiera comunista, “sorpassados”, anida en sus memorias de lo que sucedió con la JSU. Esas cosas no se olvidan y Sánchez es un pipiolo. Pero, por más que amenacen las momias y su poderoso aparato mediático, la única posibilidad que tiene el PSOE de volver al gobierno es liderando una unión de la izquierda, al estilo portugués. Que tampoco es tan difícil. En cuanto a Podemos, el principio de la realidad ya les ha enseñado mucho. Hay que oponerse a la derecha, pero no al PSOE, con independencia de que se le considere capaz de las peores traiciones. Aplíquese la sabia cautela romana de la Punica fides (que, por cierto, viene como anillo al dedo) y manténgase alta la guardia. Pero coordínense las acciones.

El bloque de Cataluña. Luego de salir Sánchez a la palestra como Parsifal, en defensa de la honra soberana de España, se trata de saber cómo será la justa, si con las armas de la derecha o las del diálogo y la negociación. Si es lo segundo, eso no se improvisa. Hay que formular una propuesta propia, independiente de la derecha, que la parte catalana pueda considerar. Ahora se abre una buena ocasión si, como parece, Puigdemont cede a las instancias de los Comunes y se explica en el Congreso. (Ya señalamos que la posición de los comunes en Cataluña de referéndum consultivo no vinculante puede convertirlos en árbitros de la situación). En tal caso, será incluso de cortesía que el encargado de dar la réplica al catalán en nombre del grupo socialista no se limite a justificar su no, sino que haga una contrapropuesta razonable que quite hierro al conflicto.

Aunque lo veo crudo porque, esta vez, los indepes catalanes vienen al grito de Desperta ferro! y con un horizonte de Donec Perficiam.

Y, puestos a pedir, también podría el PSOE dar respuesta a la reivindicación republicana de JxS y la CUP (aunque en este caso no estoy seguro de si se trata de una república o una comuna ácrata) en el sentido de plantear la cuestión de la Jefatura del Estado como un objetivo de una reforma constitucional sin tabúes Que el soberano pueblo español, cuya abstracta esencia se manifieste en concreto decidiendo si quiere una República o una Monarquía. ¿O no tiene derecho a hacerlo?

dissabte, 20 de maig del 2017

De la socialdemocracia, internet, Palinuro y otros asuntos

Aquí, una entrevista que me han hecho en la revista argentina La Vanguardia, de orientación socialdemócrata de izquierdas. El entrevistador, Fernando Manuel Suárez, profesor de Historia. La reproduzco a continuación. Quien quiera leerla en el original que, además, tiene unas excelentes fotografías de Jorge Barreno y Jordi Borrás, que pulse más arriba, en el título de la publicación.


Ramón Cotarelo (Madrid, 1943) es un veterano de mil batallas. Reconocido y destacado como académico y profesor universitario, sin embargo su labor intelectual no se ha limitado a esos cenáculos. Desde muy temprano en la postergada –y renacida- democracia española Cotarelo se convirtió en un animador incansable del debate público, sus recurrentes artículos de opinión en periódicos y su participación como tertuliano en radio y televisión le granjearon una bien ganada fama de mordaz polemista y agudo analista que sostiene hasta hoy, a pesar de haber perdido cierta presencia en los medios masivos españoles. Quizá la inconveniencia de sus opiniones, signadas por una franqueza sin bemoles, lo han desplazado de un universo mediático reacio a las voces disonantes, como él mismo sugiere en su libro Rompiendo amarras (Akal, 2013).

Esto no lo ha privado en absoluto de su derecho de ejercer diariamente su opinión desde su blog Palinuro y las diferentes redes sociales, de las cuales también es un estudioso incansable. Desde allí, sin censura ni controles, Cotarelo lanza sus opiniones sin cortapisas, con una contundencia y fiereza para nada usual. Desde allí no ha dudado en calificar al presidente Mariano Rajoy –a quien apoda con sorna el “Sobresueldos” – de corrupto e inepto; al discurso de los líderes de Podemos –de los que fue profesor– de “vacío, reiterativo y pomposo”; o al de la dirigente socialista Susana Díaz –a quien bautizó como la “Caudilla”- de “una pobreza intelectual apabullante” o como “una sarta de vulgaridades”. Se define como un intelectual independiente, pero de esos –como dicen los españoles– “que se mojan”. Así como en los 80 supo ser un defensor del gobierno socialista de Felipe González, hoy se muestra más cercano –aunque prudente– a la propuesta de Pedro Sánchez. Uno de sus blancos predilectos, más allá de las múltiples expresiones de las derecha a las que ataca sin descanso, es el comunismo, es decir la alternativa –ya bastante languideciente por cierto– de una izquierda no sinceramente democrática.

Autor y compilador de más de cuarenta libros, traductor de casi una veintena de autores, ensayista, escritor, Cotarelo no descansa en su vocación por comprender e interpelar a la realidad política de su tiempo. Su compromiso más notorio y sostenido ha estado en la construcción de una izquierda democrática, afincado en las experiencias concretas de la socialdemocracia pero con miras a un futuro de profunda incertidumbre signado por un capitalismo cada vez más inequitativo y el avance de ideologías ostensiblemente reaccionarias. Sobre esas y muchas otras cuestiones Ramón Cotarelo ha dialogado generosamente con LA VANGUARDIA.

La transición democrática española, antes considerada modélica, está hoy siendo cuestionada tanto política como intelectualmente ¿Se considera generacionalmente un intelectual de la transición? ¿Comparte las críticas actuales al llamado “régimen del 78”?

No me considero generacionalmente atado a nada. La propia idea de generación, como si los/las nacidos/as entre unos determinados años debieran ser una especie de clones no es de recibo. Sirve siempre para calificar a los demás; nunca a uno mismo. O sea, es una especie de crítica o menosprecio. Nací durante el régimen de Franco y cuando este murió, yo tenía 32 años. Estaba medio formado. ¿Podría decirse que fuera un intelectual franquista? No, claro. ¿Un intelectual antifranquista? Tampoco, entre otras cosas, porque nunca me llevé bien con aquellos intelectuales. En general rechazo toda adscripción colectiva, generacional, religiosa, literaria o política. Mi experiencia es radicalmente individual y así sigo. Viví la transición sin implicarme personalmente en ella, como espectador. Posteriormente la analicé como estudioso. De alguna de las obras de esa época hay quien dice que sentaba las bases de la justificación de la transición como eso, algo “modélico”. Nada más falso. Es cierto que hice trabajo académico sobre la transición, pero lo hice intentando que fuera riguroso, científico, desapasionado. Por ejemplo, una de mis conclusiones, que aún hoy veo citada por ahí es que la transición se hizo a base de tres consensos: a) un consenso sobre el pasado (olvidarlo: Ley de Amnistía); un consenso sobre el presente, (régimen liberal, democrático, capitalista, Pactos de la Moncloa); y un consenso sobre el futuro (Estado monárquico: Constitución), que es exactamente lo que pasó. Y, como pasó, lo analicé. Otra cosa es que yo personalmente estuviera de acuerdo con ello, cosa que no es cierta. – De las críticas actuales a la IIIª Restauración (que es el nombre que debiera tener a mi juicio) unas me parecen más acertadas que otras. Pero lo principal es que el presente -que sí es, en mi opinión absolutamente negativo- sea o no producto de aquella transición. Es producto de los actos de los que viven hoy y que prefieren echar las culpas a los de antes.

Usted estuvo siempre muy vinculado a la política y a la intervención pública ¿Se consideró en algún momento intelectual orgánico de algún partido –el PSOE, por ejemplo? ¿Cómo considera que se debe establecer esa relación entre intelectuales y política?

Ya contestada en parte. No me considero intelectual orgánico de nada. La relación entre intelectuales y política daría para un grueso volumen de ensayo. Solo hay algo cierto: los políticos (el poder) suele buscar intelectuales para legitimarse; los intelectuales se sienten halagados cuando el poder los atiende porque se creen importantes y piensan que, con sus ideas, está cambiando el mundo. La historia rebosa de ejemplos, desde Platón y Dionisio de Siracusa hasta Anthony Giddens y Tony Blair. Otra cosa es la esfera pública burguesa en la que todos intervenimos. Los intelectuales también. Unos lo hacen más como gentes de partido y otros vamos por libre. Que, ocasionalmente, aparezca uno coincidiendo con un partido por las razones que sean no quiere decir que sea miembro de ese partido. Es mi caso.

En los años 80 usted pareció muy vinculado al PSOE, en especial con la Fundación Sistema animada por el importante dirigente socialista Alfonso Guerra ¿Cómo era su vínculo en ese entonces con el partido? ¿Cuáles eran los principales debates de la época?

No es así. Mi vinculación con Sistema -de cuyo consejo de redacción formo parte- es de amistad personal con [José Félix] Tezanos. Por aquellos años 80 se me ocurrió proponerle unas jornadas de revisión doctrinal del socialismo como teoría y práctica y él y la Fundación -que tenía y tiene más medios que yo- las pusieron en práctica como “Jornadas de Jávea sobre el futuro del socialismo”, en las que participé como un debatiente más. Al cabo de unas cinco ediciones de las Jornadas, de estas salió la idea de elaborar un “Programa 2000”, que sería algo así como el programa del PSOE para el siglo XXI, un programa de partido. Y yo me aparté. No volví a las jornadas ni tuve nada que ver con el Programa 2000. Los principales debates de la época eran de poco alcance, en mi opinión. El que más me interesó por entonces fue el de la defensa del Estado del bienestar frente al desmantelamiento neoliberal. Sobre eso escribí bastante entonces, tratando de articular una línea que, desactivando algunas críticas neoliberales (sobre todo a la inviabilidad fiscal del Estado del bienestar) permitiera defender los logros alcanzados hasta la fecha y consolidarlos. Me temo que no tuve gran éxito y, con la crisis de 2008, inducida desde el proceso de financiarización de las economías, esa falta de éxito se ha consumado. En la actualidad el reto es reconstituir una teoría y práctica del socialismo democrático en tiempos del posbienestar.

Hay lecturas divergentes con respecto al gobierno de Felipe González y el rol del PSOE en la postransición, algunos lo consideran un puntal en la modernización de España y otros un capítulo más en la neoliberalización de la socialdemocracia europea ¿Cuál es su valoración al respecto?
A mi entender, fue ambas cosas. Por lo demás, España estaba tan atrasada que hasta el proyecto neoliberal era modernizador. El PSOE de González modernizó en buena medida la España tradicional atendiendo a reivindicaciones tradicionales: educación universal, Estado del bienestar, sanidad, igualdad, modernización de las administraciones públicas, del ejército, del encaje en Europa etc. Algunas vías ni se transitaron: por ejemplo, el gobierno González I no tenía ninguna mujer; el González II, tuvo una; el González III, dos y el González IV, tres. Las relaciones con la Iglesia no se tocaron. De ecología, ni se hablaba. Y en política económica se aplicó el consenso de Washington. Esto ha sido característico de los gobiernos socialistas españoles: han sido avanzados en lo social y ortodoxos (o, si se quiere, retardatarios) en lo económico. Pero, a mi entender, esa es escasamente la cuestión. Tiene gracia que siempre que se plantea esta cuestión de la Transición y el PSOE, se proceda en abstracto, como si fueran los únicos datos del problema: transición y PSOE, sin más contextos. Siempre que me encuentro con esta cuestión me surge a mi vez otras preguntas: ¿había en aquellos años propuestas alternativas? Si las había (cosa que me siento inclinado a negar, pues no se puede llamar propuestas a los erráticos bandazos del PCE y luego de IU que acabaron formando una infame alianza táctica con la derecha) ¿qué apoyo electoral conseguían?

Ha sido un autor muy prolífico y polifacético en sus intereses, reflejado en el libro que han hecho en su homenaje recientemente (. Si tuviera que reseñarlos usted: ¿Cuál cree que han sido sus trabajos más influyentes?

Los libros que han servido como textos y manuales en diversas universidades sobre Teoría del Estado, Ciencia Política, Partidos Políticos y el más reciente de la Introducción a la política (Tirant lo Blanch, 2015). En los últimos años, La desnacionalización de España (Tirant lo Blanch, 2015) y La República catalana (Ara Llibres, 2016), ambos sobre la sempiterna cuestión del ser de España.

También ha mostrado una preocupación muy notoria por las nuevas tecnologías y su impacto en la política ¿Cómo creen que influyen en esta democracia que está –según algunos autores- sufriendo una “crisis de representación”? ¿En qué lugar nos encontramos hoy tras muchos años del catastrofista diagnóstico de Giovanni Sartori en su célebre Homo Videns (Taurus,)?
En mi opinión, internet tiene una importancia similar a la invención de la imprenta, cotarelodecuplicada y de onda larga. No hemos hecho más que empezar. Las TIC están cambiando el modo de producción capitalista y, por supuesto, su forma de representación política. La democracia sufrirá mutaciones hoy inimaginables. La vieja política parlamentaria, convertida en partidocracias sometidas a la manipulación salvaje de los medios está agonizando. Es pronto para hablar de formas, pero las tendencias son innegables: aumento exponencial de las libertades (por eso los gobiernos se hacen más autoritarios y se decantan por el “estado permanente de excepción”, al estilo de Agamben); incremento de la crítica ciudadana y vigilancia de los poderes públicos; rupturas cada vez más frecuentes de los secretos de Estado, la forma típica de la tiranía; crisis de los partidos, cuestionados por sus bases; acción colectiva potenciada; “multitudes inteligentes”; denuncias del mal gobierno; participación universal, solo sometida a la audiencia que cada cual consiga por sus méritos y no por el medio empresarial a cuyo servicio trabaja. El mundo de Sartori está trasnochado. La televisión (sistema unidireccional de información, manipulación y adoctrinamiento) está en decadencia frente a las redes, que Sartori no llegó a analizar. La televisión aísla y entontece; las redes comunican y empoderan.

En su blog Palinuro suele esbozar críticas muy duras contra el PP, de hecho ha señalado en varias ocasiones que en España no ha surgido una versión de la“nueva derecha” radicalizada porque, de algún modo, habita en el propio Partido Popular, al que caracterizado como “neofranquista”. Siendo que el PP es tomado como modelo por la derecha argentina: ¿Cuáles son los rasgos específicos que lo distinguen a este partido como fuerza de derecha? ¿A qué cree que se debe su éxito electoral y su persistencia en el poder (a pesar de las múltiples denuncias de corrupción y las dificultades socio-económicas)?

Que el PP es un partido neofranquista (incluso puramente franquista) está fuera de duda desde el momento en que fue fundado por un ministro de Franco y sus dos dirigentes hasta ahora son descendientes y herederos ideológicos de sendos franquistas: Aznar, de un leal a Franco, un periodista fascista, su abuelo; Rajoy, hijo de un juez corrupto franquista. El franquismo era la extrema derecha y el PP es franquista y de extrema derecha. Por eso no condena la dictadura, no aplica la ley de la memoria histórica, se niega a castigar a los torturadores y asesinos de la dictadura. Su éxito electoral se explica porque, en España, los franquistas (eso que llamamos “el franquismo sociológico”) son muchos, millones (entre cinco y ocho millones) de beneficiados de la dictadura por diversas vías y esos votan a los franquistas siempre, sin importarles si roban o no porque ellos aspiran a hacer lo mismo. La otra razón es el fraccionamiento y la incompetencia de la izquierda.

Ampliando el panorama: ¿Cuál es su lectura del ascenso de las derechas en Europa y en el resto del mundo? ¿A qué cree que se debe su crecimiento electoral?

A la inseguridad generada por la crisis que no es crisis sino un episodio más de la lucha de clases entre el capital y el trabajo y que el primero va ganando porque, en contra de la profecía de Marx, es él, el capital, el que se ha internacionalizado y no la clase obrera. Junto a la inseguridad de la crisis, la precariedad en la vida laboral y la xenofobia rampante a causa de la demagogia que se hace con los refugiados e inmigrantes.

Uno de sus temas más recurrentes a lo largo de su vida académica e intelectual ha sido el análisis de las izquierdas: ¿Cuál es su valoración general de la situación de las izquierdas en la actualidad? ¿Qué opina al respecto de la muchas veces mentada crisis de la socialdemocracia?

La situación de las izquierdas es la de siempre: calamitosa. Sus discrepancias son muy profundas y, en realidad, irreconciliables porque afectan a su estatus epistemológico y axiológico. De hecho, hay varias izquierdas y algunas peor avenidas entre sí que con la derecha. Hay, incluso, una corriente, el anarquismo, a la que las demás izquierdas00106533034770000_1__640x640 consideran de los suyos, pero no se ve a sí misma como tal. A mi entender, la izquierda tiene que ser democrática. Cualquier otra forma de izquierda que menosprecie la democracia o acepte procedimientos dictatoriales, no es verdaderamente de izquierda. El caso del anarquismo es diferente por razones largas de explicar. Los ácratas de la acción directa toman la vía de la violencia, pero la ideología anarquista, en la medida en que rechaza toda forma de poder, se articula como una democracia radical. El problema del anarquismo no es democracia sí o no sino uno de viabilidad o de factibilidad de una sociedad sin poder. La “crisis de la socialdemocracia” es un cliché. La socialdemocracia siempre está en crisis. La crisis es la forma de vida ordinaria de la socialdemocracia como, por lo demás, de las otras orientaciones políticas. Lo que se llama crisis es la aventura de la adaptación de la socialdemocracia a las nuevas condiciones políticas, económicas, tecnológicas, etcétera, del siglo XXI. Se adapta o perece. Como cualquier otra proposición de carácter colectivo. Las otras izquierdas, aparecidas ahora a raíz de la crisis económica y otros factores, tienen un terreno de desarrollo a base de recuperar un radicalismo nominal que la socialdemocracia ha perdido. Pero, en la medida en que, en realidad, solo suponen una reanimación del antiguo y semi-extinto comunismo, no le veo porvenir en nuestras sociedades abiertas.

Así como hay nuevas –y no tan nuevas– expresiones de la derecha, también emergieron en los últimos años diferentes fuerzas de izquierda igualmente novedosas que podríamos llamar –a riegos de generalizar- ‘poscomunistas’ ¿Cuál es su visión de las experiencias de Podemos en España, Syriza en Grecia o Melenchôn en Francia?

En parte ya he contestado antes. En mi opinión, lo que caracteriza a estas tres experiencias es su oportunismo. Creen encontrar la “ventana de oportunidad” en la mala situación -momentánea- de la socialdemocracia. Pero eso no las lleva a ningún sitio porque no se formula un programa político positivo que la gente pueda votar a base de criticar al adversario (el socialismo democrático) sin aportar ideas nuevas. Este es el problema de los “postcomunistas”, que son más comunistas que “post”. Y eso es una desgracia. En 100 años, en unos 200 países del mundo, los partidos comunistas no han ganado casi nunca una sola elección democrática en sitio alguno; quizá en un par de ocasiones. Nada. Es un dato que prueba que el discurso comunista no tiene aceptación en las democracias. De ahí que sus propuestas sean una mezcla de oportunismo y confusión.

Muchas de estas fuerzas se referenciaron –y algunas aún lo hacen- con los procesos de ascenso de fuerzas progresistas o de izquierda en América Latina: ¿Considera que estas experiencias –hoy también en crisis- aportaron elementos para la renovación de las izquierdas?

No. Una de las tendencias más frecuentes de la izquierda europea desde los años 70 ha sido copiar modelos latinoamericanos que, a su vez, estaban muy influidos por corrientes y tendencias europeas. O sea, una especie de bucle. Ni las concepciones teóricas, ni las formas de organización ni, por supuesto, las experiencias, tenían nada que ver. La importación de modelos latinoamericanos en Europa se ha saldado siempre con un fracaso. El último, el de Podemos en España, con una concepción populista y “nacional-popular” inapropiado a las condiciones del país. De hecho, el experimento puede darse ya por fracasado, al margen de los réditos que personalmente puedan sacarle sus protagonistas.

Algunos autores –Perry Anderson y Razmig Keusheyan los más destacados- han señalado que uno de los problemas de la izquierda en la segunda mitad del siglo XX ha sido, en algún punto, el divorcio entre los intelectuales y los partidos políticos: ¿Comparte este diagnóstico? Asimismo, y algo ya mencionó anteriormente: ¿Cuáles cree que son los temas más importanten053p16s que debe plantearse la izquierda democrática en estos tiempos?
Esa tesis es problemática. Los partidos siguen teniendo sus intelectuales orgánicos. Lo que sucede es que en una sociedad tan mediática, su utilidad es mayor presentándose como “independientes” en lugar de como militantes de este o aquel partido. Sin parar mientes en que ser “independiente del partido tal” roza el oxímoron. Los objetivos de la izquierda democrática son muy sencillos: asegurar la propia democracia, feminizar y “ecologizar” la política y, sobre todo, ser capaz de unirse. Realmente, la unidad es el gran reto de la izquierda democrática. No creo que lo supere. Por eso, lo verdaderamente importante sería fabricar un marco teórico e ideológico que sirviera de “casa común” de la izquierda en todas sus variedades.

Usted ha demostrado largamente su compromiso con para la conformación de esa izquierda democrática desde su faceta como intelectual y académico. En tal sentido, casi a modo de guía de lectura: ¿Cuáles son los autores y libros que considera imprescindibles para pensar en ese horizonte socialista y democrático?.

Esto equivale a preguntar por los autores preferidos de uno. Imposible de contestar. Y no solo imposible, sino nada recomendable. Establecer listas de autoores para bien o para mal es inconveniente. Para mal, porque es censura y no leer, y no estamos por tal labor. Para bien, porque implica “línea correcta” y dogmatismo. La persona de izquierda debe leer todo, de modo voraz, no hacer ascos a casi nada, compaginar autores actuales (Piketty, por ejemplo) y otros pasados, pero más actuales que los actuales (Etienne de la Boètie, por ejemplo).

QUIÉN ES

Ramón Cotarelo García es profesor emérito e investigador de la Universidad de Educación a Distancia (UNED) de Madrid. Ha escrito y compilado más de cuarenta libros entre los que se destacan Los partidos políticos (1985, Sistema), La izquierda, desengaño, resignación, utopía (1989, Ediciones del Drac), La política en la era de Internet (2010, Tirant lo Blanch), Rompiendo amarras. La izquierda entre dos siglos (Akal, 2013), entre muchos otros. Sus últimos trabajos se han abocado al estudio del problema de la nacionalidad y el nacionalismo en España, con particular foco en el caso catalán. Ha traducido al español los trabajos de, entre otros, Erik Olin Wright, Georg Simmel, Rosa Luxemburgo y Jürgen Habermas. Escribe diariamente notas de opinión en su blog Palinuro (https://cotarelo.blogspot.com.ar/).

Fotos Jorge Barreno en El Español (http://www.elespanol.com)/Jordi Borrás en El Món

Fernando Manuel Suárez
FERNANDO MANUEL SUÁREZ
PROFESOR EN HISTORIA (UNMDP). COAUTOR DE "SOCIALISMO Y DEMOCRACIA" (EUDEM, 2015). ES EDITOR DE LA VANGUARDIA DIGITAL.