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dimarts, 10 d’abril del 2012

¿Y si España quiebra?

A juzgar por la oposición del PP al anterior gobierno del PSOE, las críticas que le hizo, los remedios que proponía, las prisas por desplazarlo mediante elecciones anticipadas, el acoso permanente, sin darle tregua ni descanso y la labor de zapa que Aznar hacía en el extranjero, las cosas debieran estar prácticamente solucionadas, la sangría contenida, las fuerzas recobrándose, la confianza recuperándose, los brotes verdes refulgiendo en un ya visible final del túnel.

Sin embargo, la situación es muy otra. Exactamente la contraria: ahora estamos, incluso, peor que antes porque ya ni siquiera existe la posibilidad de una alternativa política ordinaria. La prima de riesgo está en zonas zapateriles y el capitán del navío corre azorado de un sitio a otro, tapando vías de agua, sin un plan previo, sin idea de lo que sucederá un minuto después.

El autoritario gesto de ayer de anunciar un recorte suplementario de 10.000 millones de € con las bolsas cerradas es una decisión de tirarse a la piscina a la desesperada antes de saber si hay agua o no. El anuncio a bombo y platillo del supuestamente durísimo presupuesto, celosamente escondido hasta las elecciones de Andalucía, no solo no calmó los feroces mercados sino que los encrespó más. Por si fuera poco, algunos dirigentes europeos, como Sarkozy y Le Pen, dedicaron el finde a meter a Epaña en el saco griego. Rajoy pierde los nervios y comete el disparate de anunciar el recorte suplementario, con lo que ha terminado de hundir su crédito. Porque, si después del presupuesto más restrictivo de la historia de la democracia, queda sitio para 10.000 millones más, una de dos: o se mintió en el presupuesto o aquí se confía en que los miles de millones caigan del cielo como el maná. Probablemente se trata de lo segundo ya que, sobre anunciar el recorte en nota de prensa, como si fuera un festival, el gobierno se niega a explicar de dónde se recortará en concreto, probablemente porque ha calculado los 10.000 millones al tuntún.

La oposición del PP al PSOE en el gobierno no estaba basada en un estudio y diagnóstico razonado de la situación y una batería de propuestas para remediarla sino simplemente en la urgencia de desplazar a los socialistas y reconquistar el poder. A esa finalidad se sacrificó todo, incluso la obligación de presentar una alternativa a discusión pública. El PSOE hablaba entonces de programa oculto. Pero no era cierto. El PP no tenía programa oculto porque no tenía programa, como se ha visto en sus cien días de gobierno, llenos de contradicciones, ambigüedades, rectificaciones e indefiniciones. Achacando siempre sus males a la "herencia recibida", Rajoy no ha hecho otra cosa que formular ocurrencias e improvisaciones, justo lo que criticaba a Zapatero. ¿O es que cabe calificar de otra forma la amnistía fiscal a los ricos cuando el mismo que ahora la formula la condenaba como una "ocurrencia" un año y pico antes?

A la irresponsabilidad de postularse como gobierno en momentos de crisis sin tener ni idea de lo que está pasando, el PP ha añadido otra de mayor envergadura consistente en sacrificar el interés general del país a los particulares del partido en las elecciones de Andalucía. Si no hubieran ocultado el presupuesto noventa días, ahora no sería necesario que Rajoy pretextara razones de urgencia y necesidad casi mortales. En definitiva, la gestión del PP no solo ha sido errática sino tremendamente irresponsable; tanto que cabría descubrirle un aspecto penal.

Imaginemos que, atrapada en la espiral griega, España quiebra, que no puede pagar sus deudas, que es insolvente. Ha pasado en Irlanda, Grecia y Portugal. ¿Por qué no aqui? Desde luego no será por las seguridades que dan los políticos. Después de haber escuchado a Rajoy decir que recortaría en todo excepto en pensiones, sanidad y educación, ¿qué valor puede tener que González Pons diga que en 2012 no subirá el IVA? ¿De dónde sale su seguridad? De la misma fuente de la que brota la de Guindos cuando dice a los alemanes que España saldrá del brete por sus propias fuerzas o la de Rajoy cuando asegura que el país cumplirá sus compromisos. Si bien el mismo Rajoy, que ha recibido una dura lección de una realidad para él desconocida, ya admite la hipótesis mala cuando afirma que España cumplirá aunque a él le cueste el puesto. Y el asunto puede ser peor. El puede perder el puesto por el fracaso de su gestión y España puede incumplir.

Si esta hipótesis se diera, habría llegado el momento de que la iniciativa ciudadana forzara una reconsideración política de la situación, una fórmula política extraordinaria. Ya hay quien la propone bajo la forma de un gobierno de concentración si las cosas se ponen más chungas de lo que están. Pero también pueden estudiarse otras posibilidades. Habría llegado quizá el momento de enjuiciar públicamente la gestión de los gobiernos, especialmente el del PP, responsable directo del fracaso, al estilo islandés. ¿Por qué no? Los gobernantes deben saber que postularse de modo irresponsable para dirigir un país sin capacidad de hacerlo y solo por el afán de mandar e imponer criterios ideológicos y morales propios, llevándolo luego al fracaso y a la ruina, tiene un coste y que, una vez puestos a dirigirlo, supeditar sus intereses a los electorales de su partido multiplica por mil ese coste.

A estas alturas todo el mundo sabe que la crisis no es una crisis sino una estafa. En toda estafa hay estafadores y estafados. Se trata de averiguar del lado de quién está el gobierno y en favor de quién ha actuado.


(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público.

dimecres, 28 de març del 2012

Citius, altius, fortius.

El lema olímpico se ajusta como un guante a la situación española. O, mejor, como un dogal que nos hubieran puesto al cuello, apretándolo progresivamente. Recortes más rápidos, más altos (o más bajos, según como se mire), más fuertes (o más graves, según también cómo se mire); más, más. Va a ser cosa de someter a referéndum las salidas de Rajoy al extranjero porque, cada vez que sale, nos aprietan más el dogal y nos echan más carga sobre los hombros.


Incidentalmente, vaya foto la de la portada de El País. ¿Qué le estará diciendo Rajoy a Obama con el dedo levantado, como un maestro? ¿Algo así como: "Ojo, Obama, que la próxima vez entenderé todo lo que dices"? Por cierto, ¿soy el único que tiene la inquietante impresión de que nuestros políticos, todos, suelen estar out of tune cuando andan por el exterior? Les falta naturalidad, están envarados (lo que casa con el prejuicio general de que los españoles somos pomposos y estirados como borgoñones) y sus limitaciones lingüísticas no contribuyen a hacerlos populares.


El caso es que España se ve sometida a una especie de acoso muy mal recibido en el interior. ¿La prueba? Esa huelga general convocada para mañana que estoy convencido haría hasta el propio Rajoy si la gente pudiera hacer lo que cree justo. El obispo de Ciudad Real critica con dureza la reforma laboral que defiende a capa y capelo su jefe, Rouco Varela. Vamos que hasta iría a la huelga. No se lo piense dos veces, monseñor: es justa. Todo el mundo sabe que la reforma es un ataque sin precedentes a los derechos de los trabajadores y los retrotrae a las condiciones de principios de siglo y, si alguien lo duda, que eche una ojeada al anuncio de una academia a la derecha en la que, por 690 euros, reputados expertos en derecho del trabajo y materias afines, muestran a los empresarios cómo sacar el máximo partido (fortius) a la reforma laboral, cómo rebajar el coste del despido, cómo despedir más rapidamente (citius), como bajar los salarios desde ya y, claro, como elevar (altius) los beneficios. Da un poco de grima, pero es la realidad del mercado.

La huelga está superjustificada y es de esperar no se haga violencia a la voluntad de los trabajadores que quieren seguirla como un derecho que es. Los empresarios, ya se sabe, quieren restringirlo para el futuro pero, al decirlo, admiten que hoy por hoy es un derecho y los derechos no se limitan arbitrariamente.

De hecho, lo que se está haciendo es practicar la doctrina del shock, o sea acogotar al personal con el apocalipsis. Montoro dice que, con su presupuesto (que ha retenido hasta la fecha a ver si ganaban en Andalucía) España se juega el ser o no ser. Vale. ¿Qué opinión merece un ministro de Hacienda que aplaza una cuestión de vida o muerte hasta después de unas elecciones autonómicas? En verdad, es pasmoso.

Para respaldar el gori-gori tremebundo se aportan números fulminantes: en los dos primeros meses del año el déficit se ha ido al 1,9%. Hacienda, la Hacienda del ministro hamletiano, dice que los dos primeros meses no son significativos. Claro, ¿qué va a decir? ¿Sálvese el que pueda? Algún consuelo hay entre tanto negro augurio: al menos no se podrá acusar a los españoles de que falsean las cuentas, como se ha venido acusando a los griegos. Pero no sé si es un consuelo.

dissabte, 3 de març del 2012

El déficit es un tigre de papel.

Rajoy se ha hecho maoísta y ha decidido que el déficit es menos fiero de lo que lo pintan, que es un tigre de papel. Así, se ha armado de valor y ha decidido incumplir la última promesa electoral que le quedaba por saltarse: el respeto al límite del déficit en el 4,4% del PIB. Ese límite estará ahora en el 5,8%. Los barandas europeos rezongan en sulfurados apartes contra esta laxitud hispana y amenazan con las jaurías en los mercados porque este incumplimiento español arrastrará otros en la eurozona y esto puede convertirse en un quilombo.

Rajoy ha hecho bien porque la gente merecemos un respiro, al menos antes de ponernos a marcar el paso de la oca después de las elecciones andaluzas. Pero nada de esto le hubiera lucido si ahora se encontrara con un Aznar tronando a los cuatro vientos en todos los foros internacionales en contra del incumplimiento español y sosteniendo que, de hecho, es una quiebra del Estado, que España no puede pagar, que está en default. Por fortuna para él, Rajoy no tiene detrás un Azar sino un Rubalcaba que lo apoya expresamente en la medida (en lugar de atacarlo, como hubiera hecho el propio Rajoy de estar en la oposición) y hasta le dice que es bienvenido por haber vuelto a la racionalidad.

Esa es una diferencia notoria entre la izquierda y la derecha. La derecha pone sus intereses de partido por delante de los del país y la izquierda hace al revés, los del país por delante de los del partido, como demostró Rodríguez Zapatero. La izquierda hace política; la derecha, guerra.

(La imagen es una foto de La Moncloa,en el dominio público).

divendres, 2 de març del 2012

El dinero y el tiempo.

La Unión Europea no flexibiliza el objetivo del déficit que se queda en ese asfixiante 4,4% del PIB hasta mayo. Rajoy se vuelve por donde se fue. Si esto le pasa a Rodríguez Zapatero, al llegar, lo hubieran recibido a pedradas. Rajoy no tiene detrás un Aznar diciendo a quien quiera oírle que España no puede pagar ni el recibo de la funeraria.

Igual que hace con Grecia, la Unión no da dinero; da tiempo. "El tiempo es oro" decía, al parecer, Franklin y de ahí sacó mucha punta Max Weber. Pero, además de oro, el tiempo puede ser plomo; plomo en las alas. En realidad, la Unión no rebaja el importe de la deuda sino que lo "renegocia" y, por ende, lo encarece. Con eso el país no podrá remontar el vuelo y, si lo remonta, no será como reina en el vuelo nupcial sino como zángano.

El tiempo, el tiempo comprado, es además exasperante y no va a apaciguar los ánimos cada vez más encendidos. Y cada vez lo están más según se ve que, mientras la mayoría de la gente lo pasa mal, unos cuantos se llevan fortunas por las buenas o por la no tan buenas. Del fondo común.

(La imagen es una foto en el dominio público.)

dijous, 19 de gener del 2012

Las invenciones de Montoro.

No hay nada nuevo bajo el sol. El ministro Montoro, guardián del tesoro, amenaza con perseguir penalmente a los gobernantes manirrotos o despilfarradores y no estaba mirando a nadie en concreto. La oposición le ha recordado que el desgobierno ya cuenta con varias figuras delictivas en el código penal. "Pero es que", dirá Montoro, hombre tenaz, "yo voy a tipificar un nuevo delito: el del gobernante que gasta más de lo que tiene y se endeuda."

Pues tampoco es nuevo. Es una resurrección de los viejos juicios de residencia, especialmente aplicados a los virreyes y funcionarios de las Indias, pero también en la península. El cargo que cumplía su mandato era "residenciado" y sometido a investigación por su sucesor. Es fácil imaginar cómo acababan aquellas residencias. Como puede pasar ahora cuando el gobierno sea de un color y la comunidad autónoma de otro.

Pero hay más, ¿no está Montoro resucitando la prisión por deudas, abolida en el mundo civilizado desde primeros del siglo XIX? Excepto, quizá, en algunos sitios hoy día para los casos de omisión del deber de alimentos en los divorciados. Si es así como vamos a hacer frente a los nuevos tiempos, lo llevamos claro.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Cataluña, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 6 de gener del 2012

El presidente ausente.

Todos recuerdan a Rajoy omnipresente en los medios, dando ruedas de prensa sin preguntas pero con respuestas contundentes: él sabía qué había que hacer, estaba dispuesto, contaba con el equipo necesario, tenía la chuleta en el bolsillo (aunque no entendiera su letra) y conocía muy bien la fórmula. Bastaba con llamarlo al timón de la nave y ésta enderezaría el rumbo.

Ganadas las elecciones todo el mundo lo recuerda curándose en salud en ruedas de prensa tan animadas como las anteriores, diciendo que no tenía una varita mágica. Ni varita mágica ni magia sin varita. No ha hecho nada que no hicieran sus antecesores y lo único nuevo, la subida de impuestos, es lo que negó y no tres veces, como Pedro, sino incontables. Montoro prometió un episodio del apocalipsis para el jueves y el jueves se despachó anunciando una futura fiscalización central de los futuros presupuestos de las futuras Comunidades Autónomas. Algo así como hablar del tiempo.

Sumamente descontentos con la inopia como política de Estado, los mercados de Canterville se han puesto a arrastrar cadenas por los pasillos, la bolsa se ha dado el consabido batacazo y la prima de riesgo ha pegado un salto de vértigo. Es decir, Rajoy no inspira confianza sino desconfianza en los mercados; exactamente lo que, según él, pasaba con Zapatero. Y todo el mundo lo recuerda en conferencias de prensa sin preguntas exigiendo perentoriamente la presencia del precito Zapatero en el Congreso, dada la excepcionalidad de la situación y para acogotarlo con la agravación de una crisis de la que lo hacía único responsable.

Ahora la situación también es excepcional; lo reconoce Sáez de Santamaria. Pero Rajoy no cuenta comparecer antes del mes de febrero. No ya en comparecencias sin preguntas sino en ausencias sin respuestas es donde se sabe que el presidente no cree necesario acudir al Parlamento. Era su costumbre cuando en la oposición: tan pronto había tormenta, Rajoy se retiraba como Carlos V a Yuste, pero sólo para retornar cuando escampaba a pedir la comparecencia urgente del presidente del gobierno. Que es lo que puede acabar haciendo ahora: pedir la comparecencia urgente de Zapatero a explicar su herencia

Al parecer, El 58% de los españoles se siente “engañado” por Rajoy. ¡Almas del Señor!

dimecres, 2 de novembre del 2011

¡Viva Grecia!

No sé si después de tres años de crisis, recesiones, desempleo, burbujas, caos bursátiles, deudas, diferenciales, etc., queda alguien que entienda qué está pasando, si está pasando algo. Los periódicos se imprimen en tipos de letra crash del 29; los gobiernos hacen planes en los que no creen; los políticos celebran o aplazan cumbres que no sirven para nada y corren alocados haciendo profecías que se revelan falsas en horas; los economistas proponen recetas que los economistas rechazan; la gente lo pasa cada vez peor, atenazada por la inseguridad, el paro, los desahucios; los bancos piden -y obtienen- miles de millones para evitar la quiebra, mientras su directivos se enriquecen como si fueran el rey Midas.

Nadie tiene idea de qué sucede. Se habla de unos mercados, entes míticos e insaciables que arrollan y destruyen lo que encuentran a su paso, como un dios Moloch o un monstruoso Leviatán. Se los presenta como furias que se abaten sobre los infelices que hemos tenido la desfachatez de vivir por encima de nuestras posibilidades sin que nadie explique cuánto por encima y qué posibilidades eran aquellas. Al final, los más avisados susurran llenos de miedo que los mercados mandan sobre la política y eso es una catástrofe.

Sin embargo los mercados no existen; los que existen son los agentes que los mueven, unos puñados de inversores, especuladores, financieros, gentes sin escrúpulos que están haciendo fabulosas fortunas a costa de millones de personas. Algo inhumano, injusto, inmoral y posiblemente delictivo. ¿O no debieran comparecer ante los jueces esos directivos de bancos en quiebra rescatados con dineros públicos que se llevan sueldos y pensiones de millones de euros? Los beneficiarios de la crisis proceden de acuerdo con una antiquísima ley humana de tipo hobbesiano: siempre que amenaces a otro y el otro ceda no sólo ganas sino que estás en posición de fuerza para seguir amenazando y el otro seguirá cediendo hasta su completa aniquilación. Es el proceder del abusón, del matón que cada vez exige más, apremia más, más rápido, sin respirar, sin tiempo para pensar. Es la ley del más fuerte.

Pero ¿son los mercados los más fuertes? ¿Qué sucede si se les hace frente? ¿Si la política recupera su territorio? En la política, como en el arte de Cúchares, hay tres momentos a la hora de enfrentarse a un problema: parar, templar y mandar. Eso es lo que ha hecho Papandreu con su anuncio de referéndum en Grecia: empezar parando en seco la acometida de los mercados, el torbellino, la vorágine destructiva, el griterio, el alboroto, el "rápido", "rápido" dame todo lo que tengas. Pasmo general. Las bolsas, en picado, las primas de riesgo como cohetes hacia arriba, Italia a punto de que la fulmine el rayo y los relámpagos amenizando la noche de los banqueros franceses y alemanes, tan pillados en las turbulencias como los demás.

Los expertos, los responsables, los financieros, los políticos amenazan con lo peor a Grecia: si hay un referéndum las consecuencias pueden ser imprevisibles, como si la realidad impuesta a fuerza de trágalas fuera previsible; si Papandreu se sale con la suya será el caos, como si Atenas no viviera en él hace meses; si en el referéndum triunfa el "no", puede ser la crisis del euro, como si el euro no estuviera en crisis. Hasta uno de esos negocios de listos a las que llaman agencias de rating, Fitch, Fotch o Futch, se permite decir que quizá vaya Grecia a la quiebra cuando son ellos los que la han llevado ahí calificando sus bonos de "bonos basura". Eso sin contar con que una quita del 50 por ciento ya es una quiebra.

O sea, todas la amenazas están vacías porque ya se han cumplido y los matones no tienen nuevas pues no se puede exprimir más a Grecia. Papandreu ha recurrido al pueblo, ultima ratio democrática y legítima y los mercados tendrán que aguantarse y esperar. Es posible que no salga el referéndum porque el viernes el Primer Ministro pierda el voto de confianza en el Parlamento. Habrá mendas podridos de millones que quieran comprar votos de diputados del PASOK, al modo en que Berlusconi gana votaciones. Pero, aunque no le salga, la decisión política está tomada (incluso desactivando un hipotético golpe militar a base de susbtituir a toda la cúpula del ejército), el gobierno caerá y habrá que convocar elecciones anticipadas que, a los efectos, serán como un referéndum y el matonismo de los mercados se habrá detenido.

Los mercados pueden en este caso buscar otras víctimas, Italia y España, y proceder con ellas como han hecho con Grecia, en la esperanza de que los políticos españoles e italianos no tengan los arrestos de Papandreu. La presión sobre éste es ignominiosa. Sarkozy lo ha convocado a que se explique ante el G-20 igual que Carlos V convocó a Lutero ante la dieta de Worms y ojalá que con los mismos resultados. A partir de ahí, ¿cómo se impondrá la ortodoxia financiera a los levantiscos griegos? ¿Mandaremos los tanques? ¿Impondremos un bloqueo como en Cuba? Si Grecia pone en peligro el euro, España e Italia lo entierran. Y entonces nadie sabe qué pasará. Pero ¿lo sabemos ahora?

Tanto decir que la política debe recuperar la hegemonía y, cuando así sucede, cunde el pánico.

(La imagen es un cuadro de Delacroix titulado Grecia sobre las ruinas de Missolonghi, de 1826).

dimecres, 19 d’octubre del 2011

Sinfonía desconcertante o la realidad viene de fuera.

Hace semanas, quizá meses, que en España solamente se escucha una obra que podría llamarse "las grandes elecciones de 2011". En ella hay un único y poderoso leit Motiv en el que toda la orquesta trabaja concertada en un crescendo acelerado que lleva al final atronador del 20-N cuando una derecha fuerte, segura, confiada, con amplio respaldo, desplazará del poder a una izquierda atribulada, insegura cuya identidad como izquierda está cuestionada. ¿Toda la orquesta?

Decididamente, no. Hay dos secciones del conjunto que, con instrumentos muy distintos, van a su aire, interpretan otras piezas, tienen tiempos y ritmos diferentes. Son la sección de percusión del terrorismo etarra y la de aire de los indignados del 15-M, al fin y al cabo perroflautas. Ninguno de estos dos fenómenos tiene en cuenta el calendario político español ni están afectados por el proceso electoral. No es que desafinen; es que interpretan otros conciertos, lo que obliga a entenderlos en sus propios términos. En ambos casos, además, intervienen instrumentos de fuera del país, extranjeros. La cuestión etarra trae un tema de mediación internacional concretado en la conferencia de paz de Donostia; la de los indignados se ha visto como un acompañamiento exterior del planeta entero, algo que no puede ignorarse.

Tengo para mi que la actuación del PSOE en ambos casos ha sido, en líneas generales, correcta, pues ha sabido deslindar su implicación en la refriega electoral de las actitudes que debe adoptar frente a las dos secciones discordantes. En el caso de ETA ha mantenido su exigencia de deposición incondicional de las armas pero ha asistido a la conferencia de paz porque eso es lo que se hace entre gentes civilizadas: hay que estar presente allí donde va a hablarse y decidirse sobre cosas que interesan a uno, tanto más si el interés es nacional: el fin del terrorismo en Euskadi. Y, sin cejar en su exigencia, ha conseguido que -por fin- la izquierda abertzale pida a los de las pistolas que cierren el negociado de la muerte y se dediquen a otra cosa. Es todo un paso.

En lo concerniente al 15-M, fue la actitud temperada del gobierno -vacilante al principio y con algún traspiés- la que ha permitido que el movimiento continúe en su quehacer pacífico y haya alcanzado el 15 de octubre resonancia mundial. El mundo mira a España en ambos casos y lo hace con respeto, colaborando con ella porque la actitud de su Gobierno ha sido eso, civilizada.

Las decisiones cruciales que han llevado a estas dos situaciones en las que fuerzas no integradas en el sistema puedan estarlo sin perder nada de sus reivindicaciones propias salvo el recurso a la violencia se deben a Rubalcaba. Es de justicia reconocerlo, aunque pueda ser difícil explicarlo. Rubalcaba es un buen político; quizá demasiado bueno.

La actitud de la derecha, en cambio, ha sido muy distinta, aunque similar en ambos casos, pues ha consistido en desautorizar las dos situaciones, atacarlas, criminalizar a los participantes, insultarlos. Obsesionado con que nada interfiera en su marcha triunfal al 20-N, el PP ignora la realidad que viene de fuera; más aun, la desprecia e injuria a los intervinientes. Da vergüenza el trato que han dado sus propagandistas a los mediadores internacionales. La conferencia de Donostia, según Mayor Oreja, significa que ETA y el Gobierno planean “un final sin final”. Los demás no existen.

Los indignados del 15-M para Aznar siguen siendo marginales, antisistema, de extrema izquierda y no representativos. Es un análisis tan penetrante como ese otro que dice que, en realidad, el 15-M es un montaje de la derecha para hacer que el PSOE pierda las elecciones al comprobarse que no es capaz de controlar una situación de orden público. Nada de esto tiene que ver con la realidad venida de fuera.

Esa obcecación en negar y despreciar dos realidades discordantes alcanza un nivel peligroso y hasta perverso ante otra tercera realidad que nos viene de fuera, la nueva rebaja de Moody's de la deuda española. Hace un par de días, un portavoz del PP (no recuerdo cuál) decía que los mercados estaban tranquilos porque ya descuentan la victoria de su partido. ¿Debe entenderse ahora que la rebaja de la deuda indica que el PP no ganará las elecciones? ¿Es tan difícil ver más allá de las propias narices?

dimarts, 6 de setembre del 2011

El miedo al miedo.

Hace meses que las noticias cotidianas parecen mensajes elaborados por gabinetes de intoxicación y desmoralización de un hipotético enemigo en contra de algunas economías capitalistas, singularmente Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia, pero también Francia, la zona euro y los Estados Unidos. Son discursos dirigidos a acogotar a las sociedades, imponerles condiciones tan drásticas para ayudarlas que esa ayuda es como un pesado yugo que, en lugar de aliviar su situación, la hace más y más penosa, hasta hundirlas en la miseria. Es una situación que recuerda las onerosas condiciones impuestas por los aliados a la Alemania vencida en la primera guerra mundial de las que ya Keynes advirtió que provocarían la segunda porque Alemania no podría cumplirlas. De modo análogo, las exigencias de los acreedores a los países abrumados por la deuda dan la impresión de tratar de arruinarlos del todo. El capitalismo pretende destruir la base misma de su funcionamiento.

Asustados, literalmente aterrorizados, los gobiernos ceden sin parar a unas condiciones cada vez más leoninas. Dentro de poco puede que haya que comprometer las reservas de oro o sacar a la venta partes del patrimonio histórico-artístico o trozos del territorio nacional. A lo mejor no es tan disparatado que los alemanes compren la catedral de León, por ejemplo, y la conviertan en una discoteca.

No sabemos si el capitalismo es un sistema viable a medio y largo plazo. En el corto, esta crisis parece comprometer su existencia y amenaza con hundirlo sin tener recambio alguno previsto pues el retorno a una economía de trueque no es pensable. Y tampoco puede serlo el discurso que tan alegre como estúpidamente repite la derecha de que "vivimos por encima de nuestras posibilidades" porque este es, precisamente, el mecanismo que ha permitido el enorme desarrollo capitalista de la segunda posguerra. El capitalismo amenaza con su autodestrucción por el mismo mecanismo imposible de detener por el que el parásito acaba destruyendo a su anfitrión.

Pero la izquierda, que se adjudicaba la función de su sepulturera, no está mejor. Ese enunciado de otro mundo es posible, que pretende tener un valor performativo y no solamente enunciativo, quiere ser como el faro que oriente su acción pero, de momento, arroja poca luz. Como decía Éluard, hay otros mundos, sí, pero están en éste. No hay que ir a buscarlos a otras partes sino que hay que actuar sobre éste. No hay secretos para "cambiar la vida", como reconocía la virgen loca de Rimbaud, sino que basta con ponerse a buscar. Es lo que hizo el Partido Socialista francés que convirtió el cambiar la vida en el tema de su himno en los años setenta del siglo XX... con los resultados que pueden verse en la actualidad.

Entiendo que la última propuesta para cambiar el mundo dentro de éste en la izquierda (la derecha no tiene ninguna sino más del mismo aceite de ricino) es la de imponer una política de decrecimiento. Teóricamente es impecable: puesto que el mundo vive "por encima de sus posibilidades" en la biosfera, al extremo de ver en un horizonte muy lejano el destino que Klaus Eder marcaba para las sociedades que llamaba sin salida, lo lógico es imponer una política de restricciones paulatinas al uso de fuentes energéticas no renovables y materias primas. Pero eso es lo lógico y el mercado libre no se mueve por la lógica racional cartesiana sino por el afán de lucro y su peculiar racionalidad.

Tomar la iniciativa en este campo es impensable sin una intervención creciente del Estado en su versión legislativa en el funcionamiento del libre mercado, algo que muy probablemente no se dará porque es una actitud dominada por el miedo al miedo, el temor a las consecuencias catastróficas del desarrollo capitalista, basado en el afán de lucro individual en el libre mercado, mecanismo que él es incapaz de impedir. El libre mercado puede poner en peligro la supervivencia de la especie, sin duda pero, hasta la fecha, es el que la ha garantizado. Una cosa puede ser ella misma y su contraria sin romper la lógica aristotélica siempre que no se quiera que lo sea simultáneamente sino consecutivamente.

(La imagen es una foto de celesteh, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 6 de juliol del 2011

Los mercados: la razón de la sinrazón.

Una de las quejas más frecuentes de la insatisfacción y la indignación ciudadanas es que los Estados están gobernados por los mercados y no por sus respectivos gobiernos. Por mercados internacionales, entes vagarosos, sin domicilio fijo, sin rostro ni nombre, pero cuyos movimientos, siempre temidos, provocan seísmos económicos y desastres sociales. Si esto es así, se dice, la soberanía nacional y/o popular es una quimera; la del Estado, una ilusión. Y, por tanto, la democracia no pasa de ser una farsa en la que los ciudadanos eligen periódicamente unos gobernantes que no gobiernan nada sino que se limitan a aplicar los dictados de esas fuerzas oscuras pero ampliamente publicitadas en todos los medios de comunicación que se llaman mercados. Si el gobierno es el timón y el gobernante el timonel, los mercados son la mar brava que fuerza los navíos, los Estados, a la deriva. Son los elementos ciegos de la sinrazón.

¿Ciegos? No tanto. Los mercados se mueven por las indicaciones de las agencias de calificación que son los jueces últimos e inapelables del destino de todos los que emiten títulos de deuda del tipo que sea, organizaciones, empresas, Estados...Estas agencias (las tres más importantes son Moody's, Standard and Poor's y Fitch Rating) son empresas privadas cuyo negocio consiste en valorar el crédito de los emisores (lo cual incide sobre el tipo de interés de la deuda) según criterios exclusivos de maximización de beneficios dinerarios. Su peligro reside en que sus calificaciones no son sólo descriptivas sino performativas, en el sentido de que precipitan los problemas que dicen temer. La profecía que se autocumple. Moody's acaba de rebajar la deuda de Portugal al nivel de bono basura, lo que contribuirá en buena medida a que se produzca el desastre que se teme, la necesidad de un segundo rescate. Y Standard and Poor's amenaza con considerar el segundo rescate griego como un impago selectivo, lo que supondría la suspensión de pagos de Grecia. Y en todos los desastres hay gente que hace fortunas.

Con razón estas agencias provocan exasperación pública y no es infrecuente escuchar propuestas de que se las someta a escrutinio económico o jurídico, que se legisle sobre ellas o todo a la vez. La cuestión es sin embargo que operan porque tienen la confianza de los inversores que son muy conscientes de la ventaja que poseen al contar con tan poderoso instrumento de presión. Y que, en principio, sus criterios son puramente de beneficio, sin contaminarse de ninguna noción patriótica, de justicia social o de conservación del Estado del bienestar o de un nivel de vida digno. Los mercados tratan a los Estados como los acreedores a las familias morosas: si no hay dinero para pagar la deuda, se empeñan las joyas de la abuela o se vende la heredad familiar. La esclavitud por deudas está prohibida hace tiempo, pero siempre pueden econtrarse fórmulas. La definición de "esclavitud" no es tajante, como tampoco lo es la de "tortura".

A esta situación hemos llegado por el predominio irrestricto de los mercados que son la manifestación de la racionalidad pura atendiendo a un único criterio: el lucro privado. ¿Qué es lo que hay que escrutar o legislar en materia de empresas privadas que actúan como agentes racionales en un mercado libre? Lo único, como ya ha hecho el Congreso de los Estados Unidos, es ver si hay prácticas ilegales de concertación o conflictos de intereses. Son los acconistas de estas empresas los que más se benefician de sus decisiones pero esto no implica conflicto de intereses. No siendo esto, a los mercados y a las agencias no se les puede exigir que tengan en cuenta factores patrióticos, de justicia social , de solidaridad y que por ello reduzcan sus beneficios. Es de suponer que en épocas de emergencia, de guerra, si se pueda. Pero ésta no es situación de guerra o de emergencia salvo por la que las propias agencias provocan. Lo malo de la sinrazón actual es que es muy racional.

(La imagen es una foto de Publik 15, bajo licencia de Creative Commons).