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dijous, 30 de juny del 2011

Grecia: la de Troya.

¿Podría estar pasando en Madrid lo que está pasando en Atenas si Zapatero no hubiera tomado las duras medidas en mayo de 2010 que tan caras han costado al PSOE un año después? Se trata de una típica cuestión contrafáctica, de esas que, siendo puramente hipotéticas, no tienen respuesta. O, mejor dicho, tienen varias, no necesariamente coincidentes y una de ellas, sin duda, es "sí", claro que podría estar pasando. La oposición de derecha hizo lo que estuvo en su mano para que sucediera cuando cuestionó la capacidad del gobierno y de España en su conjunto para afrontar el pago de la deuda, cuando Aznar recorría el mundo como el agorero de la catástrofe, hablando pestes de su propio país, a ver si lo hundía y todos afirmando siempre medazmente, como puede verse ahora, que España estaba como Grecia. En esto la derecha coincide con esa izquierda sedicentemente radical que cree que si no hay un estallido revolucionario violento ella no tiene nada que hacer y es muy posible que tenga razón.

Pero no ha pasado; España no ha seguido el rumbo de Grecia como sí lo han seguido parcialmente Irlanda y Portugal. Las duras medidas de ajuste de Zapatero le volvieron la opinión en contra, le encresparon a sus propios votantes, permitieron que se dijera que el PSOE había dejado de ser socialdemócrata como si fuera una traición cuando ya los guardianes puros de las esencias revolucionarias venían diciendo desde los años veinte del siglo XX que ser socialdemócrata era en sí mismo una traición, de forma que la acusación ahora sería el haber traicionado la traición. Todo para acabar con esa fórmula ridícula de que el PP y el PSOE son lo mismo con lo que resulta incomprensible por qué la derecha está loca por echar a los socialistas y ocupar el poder de nuevo.

Tales duras medidas provocaron en parte el movimiento de los indignados. Pero los indignados españoles, a diferencia de los griegos, son pacíficos. En España no hay violencia. ¿Por qué no? ¿Es que los griegos son genéticamente más dados a la bronca que los españoles? La diferencia radica en las medidas de ajuste en sí mismas. En España han sido muy duras y han recaído preferentemente sobre los sectores menos favorecidos de la población; pero es que en Grecia han sido durísimas, verdaderamente abusivas, despiadadas, afectan también a l0s menos favorecidos pero los maltratan mucho más. Tanto que no han podido aguantarlo y ha intensificado la violencia que ya venía de atrás.

En ambos casos, Grecia y España y, en general, en todos los países capitalistas, se da la certidumbre de que la crisis beneficia a los ricos, perjudica a los pobres y está consiguiendo desmantelar el Estado del bienestar. Sin duda. Pero en Grecia esta situación es más grave: la conciencia de los griegos de haber sido estafados por sus bancos, sus financieros, sus empresarios, sus políticos es tan patente como en Islandia, pero de consecuencias mucho más dramáticas. Y la idea es clara: los griegos tienen que ser la cabeza de turco en la que el capital europeo pueda imponer sus condiciones. Con cierta ingenuidad, El País lo dice sin sombra de duda: Grecia evita el caos en la zona euro al aprobar duros recortes. O sea, los griegos van a pagar por todos y sobre sus espaldas caerá la tarea de que el Deutsche Bank o la banca francesa (los más expuestos a la deuda griega) no mermen sus beneficios. Grecia hizo Europa en la época clásica y Europa se lo paga arruinándola y poniéndola de rodillas.

Un movimiento de solidaridad con Grecia, que ya ha comenzado entre los indignados, pero no es suficiente debiera recorrer Europa. Los europeos debiéramos exigir a nuestros representantes en Bruselas que aprueben de una vez una tasa sobre las transacciones financieras que ahora parecen estar considerando, cuando llevan años negando la conveniencia de la famosa tasa Tobin, que inspiró el nacimiento de Attac. Y que con esa tasa se rescate Grecia. Sería lo justo. Que pague el capital la catástrofe que el capital ha provocado.

dilluns, 16 de maig del 2011

El fetichismo de la mercancía.

Gran gesto el de ayer, con la multitud echándose a la calle en muchas ciudades españolas a protestar por la penosa situación en que nos hallamos. Manifestaciones que no tenían un objetivo específico y concreto ni respondían a un planteamiento interesado de partido, grupo, tendencia o asociación sino solamente a la generalizada sensación de hartazgo que cunde hoy en la sociedad, especialmente entre los jóvenes, el sector más castigado. Los medios hablan de indignación, en la estela de Stéphane Hessel. En todo caso protesta airada contra la precariedad, el desempleo, los abusos del capital, la corrupción y los privilegios de los políticos, el demantelamiento del Estado del bienestar, la explotación, la negación de derechos. Puede ser el comienzo de un movimiento que se constituya en dique frente al avance de la extrema derecha en Europa. Y también puede ser la configuración de otra posición extrema, revolucionaria, que establezca una dialéctica fatal con aquella; una nueva extrema izquierda enfrentada a una nueva extrema derecha en sociedades cada vez más polarizadas.

En las democracias la política se hace en el parlamento. Pero puede haber circunstancias en que se realice una política extraparlamentaria. Si esto sucede es porque el sistema representativo no es eficaz. Efectivamente, una de las protestas más frecuentes del movimiento ¡Democracia real YA! es contra la inoperancia del sistema político, contra los políticos (tercer problema en orden de importancia para los españoles, según el CIS, después del paro y la situación económica, aunque muy por debajo de estos) y contra los partidos. Quien dice partidos dice también sistema electoral, en el punto de mira de todas las críticas.

Especial importancia tiene aquí que se trate de un movimiento organizado en la red, a través de Facebook, como en los países árabes. Facebook y Twitter hacen posibles movilizaciones ciudadanas espontáneas y permiten una práctica deliberativa general, asamblearia, de consecuencias aún por descubrir. Esa crítica que suele hacerse diciendo que lo virtual no puede sustituir a lo real ha quedado refutada una vez más, cuando lo virtual demuestra que es una de las formas de la realidad, aquella que se ha sublevado contra el fetichismo de la mercancía, tan agobiante que no sólo domina el trabajo sino también el ocio y el paro. Y se ha sublevado pacífica y abrumadoramente, de acuerdo con la propuesta de Hessel. Y ahora, ¿qué? ¿Cómo evoluciona esto que acaba de nacer?

Dependerá de cómo se enfoque. Los partidos más a la izquierda pretenderán hacerse con el mando esgrimiendo el argumento de que sus objetivos son los del movimiento, cosa que está por ver. Téngase en cuenta además que esta acción garantiza en un principio su funcionamiento democrático a base de trasparencia completa, lo cual no puede predicarse de los partidos. A su vez, una de las posibles evoluciones es que este movimiento se consolide como partido y se presente a las elecciones de 2012. ¿Por qué no? La eficacia de la acción depende de la presencia en las instituciones, como está demostrando Bildu. La constitución de un partido que sumara las energías de todos los indignados o hartos daría a los abstencionistas una razón para votar.

De todas formas no le hace falta constituirse en partido ya que, si se mantiene en la red tendrá garantizada su continuidad y el impacto de sus reivindicaciones en el juego político institucional. Puede llegar a ser muy eficaz sin necesidad de pagar el tributo de la política parlamentaria, hecha de acuerdos, concesiones y negociaciones.

divendres, 1 d’abril del 2011

La gran estafa.

Menuda película ha hecho Charles Ferguson. Una hora y tres cuartos de tensión a un ritmo trepidante (y no sólo por la banda musical), con un montaje velocísimo y un gran virtuosismo de cámara. Y no es ficción, aunque en su contenido es la ficción más alucinante que se haya podido concebir: es un documental. Un documental a la altura de los clásicos del género, los Robert Flaherty o Dziga Vertov, mejor a mi juicio, que los de Michael Moore. Un documental que se propone explicar cómo se gestó la actual crisis mundial, cómo se gestionó y cómo se ha resuelto hasta el momento.

Y lo consigue de forma aplastante narrando los hechos con una concatenación de sentido a base de entrevistas directas a los principales responsables financieros y políticos (en la medida en cabe distinguirlos), también a los críticos, comparecencias en las comisiones de investigación posteriores, ruedas de prensa en momentos calientes, declaraciones presidenciales de urgencia, abundantes gráficos y estadísticas y estupendas fotografías alusivas o alegóricas. Todos los ingredientes de una historia de suspense, salvo que no se trata de una ficción sino de la más cruda realidad para millones de personas en todo el mundo que, de resultas de los manejos criminales de un grupo unido por una ideología estúpida, han perdido su trabajo, sus ahorros, o sus casas. Una realidad que ha costado, siempre a los más pobres, veinte billones de dólares. Y digo a los más pobres porque los más ricos han seguido ganando con la crisis, según ellos mismos reconocen.

Inside job documenta la realidad interpretándola de modo convincente para mí. Todo empieza con la idea reaganiana de la desregulación, el meollo de la ofensiva neoliberal, que se ha impuesto en el mundo en los últimos treinta años y que básicamente consiste en eliminar las normas externas al funcionamiento de los mercados financieros, dejarlos a un criterio de autorregulación. Por eso esa ideología es estúpida (o perversa), porque piensa que las pasiones humanas, especialmente la codicia por lo que ahora nos incumbe, van a regularse y moderarse por voluntad propia.

El frente neoliberal está compuesto por financieros, políticos al servicio de los financieros, cuando no financieros ellos mismos y académicos igualmente al servicio de los financieros, muchas veces desde puestos políticos. Los servicios de los académicos (encargados de propagar la doctrina económica dominante) y los políticos (encargados de hacerla ley) suelen pagarse luego con puestos suculentos en consejos de administración. Los financieros se pagan a su vez los suyos en forma de inmensas primas: el clima de la burbuja inmobiliaria de las hipotecas subprime, hecha de enriquecimiento sin límites, un fraude de alcance mundial, prostitución y mucha cocaína.

La película está rodada en un clima de auténtica confrontación. Muchos de los responsables de la catástrofe, (Hank Paulson, Alan Greenspan, Bern Bernanke, Timothy Geithner, etc) no se han dejado entrevistar y sus imágenes proceden de filmaciones públicas en comparecencias, etc. Los que se han dejado entrevistar lo han hecho de muy mala gana y las conversaciones transpiran tensión.

Este Greenspan tiene gracia: casi veinte años al frente de la Reserva Federal que es lo más parecido a un banco central que haya en los EEUU, de 1987 a 2006, y pertenenciente al círculo íntimo del objetivismo, la doctrina de la novelista y pensadora rusa nacionalizada gringa Ayn Rand que, en lo esencial, preconiza la abolición de todos los bancos centrales. En todo caso, su mandato coincide con la gestación y la explosión de la burbuja inmobiliaria y, diga lo que diga ahora, es uno de los principales responsables de esta crisis.

Como lo es un puñado de directivos de grandes bancos con apalancamientos desmesurados, gigantes del crédito hipotecario que habían arriesgado sus activos en especulaciones con fondos fraudulentos y, desde luego, las agencias de calificación tan pringadas en el gigantesco fraude como todos los demás. Y esa es la idea de la peli: la crisis es el resultado de unas actividades criminales de una casta de codiciosos a los que se había eximido de todo control o coacción exteriores con el cuento de que funcionaría la mano invisible.

Pero va más allá la historia. Lo que cuenta Matt Damon, que es el narrador en off, es que la manga de sinvergüenzas, ladrones y estafadores, que entran y salen de la política en todas las administraciones, republicanas o demócratas en los EEUU como del cuarto de baño en su casa, son quienes han gestionado la crisis que ellos mismos provocaron y lo han hecho con los criterios que la provocaron. Lo que quiere decir que, como Botín del Santander, algunos han salido gananciosos de esta crisis que ha significado un empobrecimiento general del planeta. De hecho, han vuelto a repartirse jugosos dividendos y substanciosas primas, mientras la administración de Obama recoge sus últimos estandartes socialdemócratas o reformistas al poner al frente de la solución de la crisis a los que le han dicho que ponga. En realidad, desde el lado del capital la crisis no es otra cosa que una reorganización del propio campo, con unos que compran a otros.

Una película extraordinaria porque deja al descubierto qué sucede con un sistema injusto cuando se lo libera de toda atadura normativa y moral bajo la excusa de que lo que se llama "injusticia" no es más que el resultado natural de la libre competencia en un mercado no intervenido; y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Es verdad que estos neoliberales que abominan del Estado lo controlan siempre estrechamente y ocupan todos sus puestos decisivos. Para el director de Inside Job esto quiere decir que el mundo de los negocios ha corrompido la política.

Pero es que Ferguson es un radical.

dimecres, 8 de desembre del 2010

WikiLeaks: la revolución en marcha.

Hasta de la crisis se han olvidado. Todos los medios, todos los focos se concentran hoy en la figura del activista detenido ayer en Londres. Los gobiernos no gobiernan; las bolsas, los bancos han pasado a segundo plano. Hay una crisis del euro en marcha y no consigue captar la atención. La batalla es ahora por el alma, el corazón mismo de la cultura y la civilización humanas; es por la libertad de expresión. O sea, por la libertad a secas, esa que, al decir de Azaña, nos hace hombres, esa por la que la vida se ha de dar, según don Quijote. Es una revolución, pero no es nueva sino una batalla más en la larga lucha de la humanidad por liberarse a sí misma de sí misma. A un lado, la Grecia clásica, la revolución inglesa, la Ilustración, el racionalismo, el positivismo, internet; al otro, las diversas formas que los despotismos han ido tomando a lo largo de la historia, desde las tiranías griegas o persas hasta los totalitarismos del siglo XX, pasando por la Inquisición o la Santa Alianza. A un lado Platón (en la Apología de Sócrates), Milton, Locke (el padre espiritual de los Estados Unidos), Mill, Russell, Assange y al otro Aristófanes, Jerjes, Filmer, Torquemada, Calvino, De Maistre, Stalin, Hitler y Bolton, el ex-embajador yanqui en la ONU que traía Palinuro ayer, un hombre tan enterado que piensa que se puede cerrar internet "apagándole los electrones".

Sé que suena algo grandielocuente, pero esos son los stakes. Ya lo ha dicho Naughton: o aceptamos vivir en un mundo transparente o cerramos internet que es como apagar el mundo. Ahora que se estaba poniendo apasionante. De un golpe como de relámpago, en menos de seis meses, con más de 400.000 documentos en diversos grados de secreto circulando en el ciberespacio, ha quedado clara la verdadera naturaleza del poder de los EEUU, un Estado al que cabe clasificar de Estado que fomenta el terrorismo de acuerdo con su propia definición. La verdad, siente uno tristeza por esos sesudos analistas que llevan años estudiando la naturaleza del poder de los EEUU, como Joseph Nye y su bendita teoría del "poder suave o blando", frente al "poder fuerte o duro" que, de todas formas tampoco era tan nueva. Ya el bueno de Teddy Roosevelt, a comienzos del siglo XX, decía que había que hablar suavemente y blandir un buen garrote. Lo que WikiLeaks ha puesto en claro es la esencia de ese garrote o de esa suavidad: todo tipo de trampas, chanchullos, ilegalidades y delitos. Para los EEUU el Estado de derecho, the rule of law es una filfa.

A estas horas, la peripecia personal de Assange, su via crucis legal, sigue su curso. Porque el hombre, respetuoso con la ley, se ha entregado pero no quiere que lo extraditen a Suecia pues tiene fundadas sospechas de que la causa sueca no es más que un montaje político en el que están involucrados los EEUU a través de sus organizaciones anticastristas. Veremos qué sucede pero vaya por delante que Assange no es un delincuente sino un desobediente civil que acata las decisiones de la justicia. Esto es muy importante para que sepamos cómo valorar en su justa medida la avalancha de criminalizaciones e invitaciones al asesinato de que Assange ha sido víctima en los últimos días, algo increíble.

Y, sin embargo, por bochornosa, inquisitorial y odiosa que sea esta persecución contra un hombre y una organización que están defendiendo la libertad de expresión, lo más llamativo del asunto es que, además, es inútil. En este terreno, el baranda mayor del mundo y sus agentes, lacayos y palafreneros tienen perdida la guerra.

He salido de dudas: es imposible silenciar WikiLeaks en la red y mucho más eliminar los tropecientos mil documentos probatorios. En este mismo momento cualquiera puede recorrer los cables, debidamente clasificados por fechas, países, etc, en The Guardian, El País o en la página de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia y en infinidad de sitios, desde Islandia a Vuanatu.

Esa guerra está perdida para los Estados. ¿Para qué quieren a Assange? ¿Para hacer un mártir de él? ¿Para dar a un movimiento ya imparable un rostro humano? Porque cabe preguntarse si no será posible acabar con WikiLeaks y todo lo que representa por otros medios. A este respecto, Der Spiegel hace un estudio minucioso de la situación que se llama No es posible frenar WikiLeaks. Ningún otro mecanismo va a funcionar. Cerrar los sitios WikiLeaks carece de sentido ya que hay centenares de réplicas y cada vez más. Ahogarlo financieramente, supuesto que se pueda, con bancos (suizos), cartas de crédito o Paypal, no impedirá que cada vez le llegue más dinero, a través de alguna fundación (esta la he sacado de Der Spiegel) u operando en países en que WikiLeaks no esté prohibido, como Francia. Tampoco es posible eliminar el movimiento en favor de WikiLeaks en Twitter o Facebook porque eso pondría a los millones de clientes en contra. Twitter es el canal por el que WikiLeaks está presente en todo el mundo en todo momento.

Esta guerra está perdida: liberad a Assange, contad la verdad a la gente acerca de los gobiernos, los de primera y los de vigésima séptima (¡qué espectáculo, voto a tal, el de ese ministro lloriqueando a Condoleeza Rice!), obligad a los bancos a decir la verdad, a las grandes farmacéuticas, las petroleras, abrid los paraísos fiscales. El mundo va a cambiar de base.

¿Que queda la China? Desde luego, con ese cordón de acólitos que ha formado para abuchear al premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, para una vez que se lo dan a alguien que parece merecerlo. La China puede hacer lo que quiera. Tendrá que adaptarse. Y lo hará.

(La primera imagen es una foto de The /G/TM; la segunda,una foto de alyceobvious, ambas bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 26 de novembre del 2010

Meditación sobre la crisis.

El capitalismo es un modo de producción que se caracteriza por sus crisis periódicas; que sean o no cíclicas es asunto discutible; pero, desde luego, son recurrentes. Es uno de los aspectos en que la historia ha dado la razón a Marx. Esas crisis, seguía diciendo Marx, son de exceso de producción. Algo que ya había él intuido cuando se hacía lenguas de la capacidad productiva del capitalismo en El manifiesto del partido comunista. El exceso de producción obliga a recortar gastos, entre otros, los salarios. Los salarios más bajos contraen más la demanda y ahí comienza el vértice del tifón contra el que sólo Keynes encontró una solución duradera.

De esas crisis solía salirse por el expediente de una guerra, en aplicación extrema de la doctrina de la destrucción creativa que se asocia normalmente a Schumpeter aunque la cosa viene de antes, por ejemplo de la obra de Werner Sombart, La guerra y el capitalismo y en general del marxismo. Al principio eso era relativamente fácil porque la guerra se usaba para abrir mercados que daban salida a los excedentes de las metrópolis. Inglaterra conquistaba la India y los Estados Unidos abrían a cañonazos el mercado del Japón para que sus respectivas poblaciones pudieran mantener altos niveles de vida, albergaran lo que los marxistas llamaban "aristocracia obrera".

Pero este expediente bélico ya no puede emplearse al menos en las proporciones que serían necesarias. Sin duda el mundo está sembrado de guerras, pero son de baja intensidad. Hoy todo lo que no sea nuclear es de baja intensidad. En todo caso no se puede recurrir al expediente bélico por dos razones: En primer lugar la guerra extrema es imposible debido al overkill existente en unos silos nucleares que abrigan una cantidad de bombas atómicas capaz de destruir el planeta varias veces. Ya lo era durante la guerra fría que precisamente se llamó fría porque no podía ser guerra. Hoy con más razón cuando las armas nucleares han proliferado.

Además, aunque la guerra fuera posible, no cumpliría satisfactoriamente la tarea de destruir para volver a crear porque el excedente contemporáneo es inmaterial ya que es dinero. La crisis es financiera (la industrial es su reflejo, no su causa) porque lo que el capitalismo ha producido en demasía es dinero, valor nominal, no de uso. Y eso no se puede bombardear. El dinero es indestructible por la vía material. Hay que destruirlo en la simbólica. Por eso el elemento definitorio de la crisis actual gira en torno al crédito, a la confianza, que son elementos morales, extraordinariamente subjetivos. Porque ¿qué juzga la confianza? El grado de creencia que se tenga en la capacidad de alguien de cumplir sus compromisos. Es decir, no es un juicio de hecho sino de futuro. Si se le aumentan los tipos de interés de la deuda se le crean dificultades que a su vez debilitan su capacidad de cumplir los compromisos lo que es también el comienzo de otra espiral.

La segunda razón de la imposibilidad del expediente de la guerra es la globalización. Lo más obvio de ella es que ya no quedan mercados cerrados por abrir o vírgenes por descubrir y conquistar. El mundo entero es un mercado, un libre mercado, sin fronteras, sin límites, sin barreras. Aunque sobrevivan aquí o allí prácticas proteccionistas, el comercio mundial está arbitrado por la Organización Mundial del Comercio, firme partidaria del libre cambio.

La globalización hace añicos las teorías de la conspiración del tipo de "ataque de los mercados contra el euro" o contra España, o lo que sea. No hay ataques concertados. No hay un centro mundial de operaciones. El mundo es un sistema en el sentido de Luhmann, autopoiético, esto es, que se crea a sí mismo, no está dirigido desde parte alguna. El orden (o desorden) mundial es el resultado espontáneo de la confluencia de trillones de trillones de decisiones que se toman en todo el planeta de modo autónomo e independiente. Eso no hay quien lo controle. Nadie puede prever nada (y mucho menos prevenir) cuando las decisiones, todas (las de previsión también), se toman al unísono en virtud de una información en tiempo real y que llega a todas partes en el mismo instante y en la misma cantidad. Es decir, no hay nadie más o mejor informado que otro si el otro no quiere. La carrera por la información es frenética y de ahí que no se opere sobre los datos que hay sino sobre las expectativas. Son los mercados de futuros.

Por estas razones esta crisis financiera es una crisis capitalista, sin duda, pero no tiene precedentes. Además el capitalismo carece de alternativas. El socialismo fracasó y todo indica que, si se reprodujera, fracasaría de nuevo si cometiera el mismo error de suprimir el mercado. Y, si no se suprime el mercado, el modo resultante podrá llamarse socialismo pero seguirá siendo capitalismo. Por eso había sido tan ingeniosa la fórmula socialdemócrata de intervenir en los mercados sin abolirlos, esto es, de domesticar a la fiera. Pero ahora, en esta crisis, la fiera se ha soltado y se ha comido al domador puesto que los partidos socialdemócratas se han convertido todos, más o menos declaradamente, al evangelio neoliberal. Ya puede Alfonso Guerra pedir a la izquierda respuestas a la crisis. Ni siquiera se atreve esa izquierda a defender el Estado del bienestar porque se ha tragado el dogma neoliberal de que es un cobijo de vagos y defraudadores. ¿Cuándo no han dicho los ricos que los pobres lo que son es unos vagos y unos delincuentes? Así que esta crisis lo es del Estado del bienestar. También lo es del euro y, por extensión, de la Unión Euopea, pero ese es rollo aparte. Aquí lo importante es el ataque al Estado del bienestar que viene a ser un bocatto di cardinale como la galera capitana en la flota de las Indias, una nao cargada de tesoros: los ahorros presentes y futuros de nuestras sociedades.

Y la cosa es complicada porque, siendo la crisis global, las medidas que se toman son de carácter nacional, lo cual es perfectamente inútil, dicho sea sin desdoro de las meritorias pero harto insuficientes decisiones de la Unión Europea de alcance colectivo. Tomar medidas de alcance nacional para atajar una crisis global es algo inútil salvo que sean las medidas que precismente exige esa crisis global interpretada por los organismos financieros internacionales. Sólo un dato para la memoria: ¿nadie se acuerda de la dureza de las medidas impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional a los países latinoamericanos con motivo de la crisis de la deuda de los años ochenta? ¿Quién iba a decir a los países europeos que a ellos se les aplicaría la misma medicina por el mismo motivo: la deuda?

dimarts, 28 de setembre del 2010

Hay que parar.

Hay que parar por nosotros mismos, para recuperar algo de la estima perdida en estos ya largos años de retrocesos y concesiones ante el ataque del capital.

Por nuestros hijos, para que no hereden un mundo en el que sus padres dilapidaron lo que sus abuelos consiguieron.

Por nuestros padres, que no sientan que sus luchas y sacrificios resultaron baldíos al no tener continuidad en nosotros.

Por nuestra más acrisolada tradición de defensa del trabajo, de la que no debemos ser los enterradores.

Por aquellos que, queriendo parar, no pueden al estar sometidos al chantaje de la patronal que los amenaza con la pérdida del empleo, diga la ley lo que diga. Pues es muy bonito decir que se va a la huelga cuando sólo se arriesga un día de paga.

Por aquellos que, no teniendo para llegar a fin de mes tampoco pueden permitirse perder un día de paga, aunque no pierdan el puesto de trabajo.

Por quienes también quisieran parar pero no pueden por estar ya sometidos a esa forma de terrorismo empresarial que es el paro.

Por los sindicatos que, con todo lo reformistas y acomodaticios que son, constituyen la única barrera que se interpone entre los trabajadores y la insaciable codicia y sed de explotación del capital.

Por el conjunto de la sociedad, para que no esté acogotada por las imposiciones del capital y el griterío de sus publicistas en nómina.

Por el mismo gobierno para que, a la hora de enfrentarse a la patronal saque fuerzas, ya que no de sus principios y convicciones, cuando menos del temor a las acciones de los trabajadores.

Por Europa, pues no hay que olvidar que se trata de una jornada europea de movilizaciones y hay que estar a la altura de las circunstancias.


dimarts, 2 de juny del 2009

Fin de una era.

Todo el mundo se acuerda: "Lo que es bueno para General Motors es bueno para América". Parece que no. O sí. Vivimos tiempos tan confusos que ya no se sabe si la suspensión de pagos de General Motors (GM) es algo bueno o malo. Aunque lo más seguro es que, como siempre, será bueno para unos y malo para otros y luego todo depende de cuántos sean los unos y los otros. Pero, en todo caso, es el fin de una era. La era de la sociedad automovilística como la hemos conocido hasta ahora. La era en que las tres grandes compañías, GM, Ford y Chrysler (los del edificio modernista de la calle 42 en Nueva York) de Detroit competían ferozmente entre sí. La era en que se inventó el "fordismo", esto es, la cadena de montaje que criticaría acerbamente Charlot en Tiempos modernos y que también inmortalizó Diego Rivera en los años treinta del siglo pasado cuando pintó en comisión dos frescos que se conservan en el Instituto de Arte de Detroit y representan la comunión del hombre y la máquina. Y todo eso en el marco de su genialidad con esos seres simbólicos madre/padre tierra y esas manos que simbolizan los pueblos que surgen de América Latina. Criticado o ensalzado el fordismo (y, luego, el taylorismo) hizo que Detroit produjera los coches más competitivos del mundo. A mediados del siglo XX, GM fabricaba la mitad de los coches que se vendían en los Estados Unidos. Por entonces y ya antes, GM era los EEUU mismos. En una carta de ayer, Michael Moore recuerda que los fascistas perdieron la segunda guerra mundial el día en que GM fue capaz de dejar de fabricar automóviles y, en cambio, fabricó carros de combate, aviones, baterías...GM dominaba el mundo y era un Estado dentro del Estado, con su propio sistema privado de pensiones en el que muchos piensan hoy con temor.

En alguno de aquellos profetas del neoliberalismo que empezaron predicar la doctrina en los años setenta recuerdo haber leído una anécdota que es aplicable a la crisis actual y muy significativa. Se trataba de llevar al ánimo del personal en el siglo pasado que carecía de sentido pedir un empleo "para toda la vida" pues el capitalismo es sinónimo de inseguridad e incertidumbre, ese es el sentido mismo del beneficio, apostar con riesgo de perder. La anécdota era una estadística: de las cien grandes empresas que empezaron el siglo XX como Armadas empresariales, pocas quedaban vivas a mitad del decenio de 1980. ¿Nadie se acuerda? ¿Qué fue de TWA, de Pam Am? ¿Qué de Kodak, dos grandes spressos europeus o de Lloyd's? Todas desaparecidas. El capitalismo es un Moloch que, en su paso tremebundo, va devorando otros Molochs. Es lo que Joseph A. Schumpeter llamó la "destrucción creadora" como espíritu del capitalismo. Una antinomia parecida a la "asocial sociabilidad" kantiana del ser humano. Nuestra falta de imaginación (y el hecho de que el libro de Schumpeter se escribiera durante la guerra) hizo suponer que la "destrucción creadora" era la guerra misma. Hoy asistimos pasmados al espectáculo de que se destruya riqueza a gran velocidad sin que haya bombardeos, cañonazos ni actividades armadas. Basta con ver cómo mes tras mes se produce lo que los economistas llaman un "crecimiento negativo" del PIB; quiere decir, menos PIB, menos riqueza de la nación. ¿Cómo se ha podido producir este desastre? Porque, una vez alcanzada la cima, GM dejó de estar dirigida por la obsesión de la competitividad o, si lo hizo, tomó decisiones erróneas a lo largo de años y fue perdiendo poco a poco pero indefectiblemente cuotas de mercado, incluso en los EEUU a favor de las marcas extranjeras, mucho más competitivas, primero las alemanas y luego las japonesas. A partir de cierto momento, el declive industrial gringo se hizo visible cuando Toyota desplazó a GM como principal fabricante mundial de automóviles. Y lo peor es hoy que el problema lo plantean no los japoneses sino los chinos con unos automóviles a 5.000 euros la unidad con una competitividad que nadie en Europa puede igualar y tampoco en los EEUU, ni en Japón.

Y aquí es donde estará el nudo gordiano de esta crisis: si los planes de relanzamiento del Gobierno del señor Obama quien, como si fuera Lenin, ayer nacionalizaba GM, salieran, cabría pensar en una recuperación de la GM más saludable, dejando a la repleta todo el papel tóxico y las deudas incobrables. Pero también es posible que los planes no salgan. Por mucho que se adelgace a GM, se despida a más de la mitad de la plantilla y se cierre la mitad de los concesionarios en los EEUU, eso no tiene por qué garantizar que sus coches sean más competitivos que los chinos, lo que haría inviable la recuperación. Téngase en cuenta que la historia no acaba aquí. No sólo no son competitivos los coches occidentales; es que tampoco lo son los textiles, ni los electrodomésticos, ni la óptica, la informática o la ofimática. Por no ser competitiva no lo es ni la mano de obra y no sólo la de baja cualificación. Cada año se graduan en la India miles de ingenieros perfectamente capacitados, polivalentes, hablando inglés y cobrando la décima parte que un europeo .

En todo caso, de ser la salida imaginable lo es en el terreno tradicional de la industria del automóvil. Es posible que el señor Obama lea las recomendaciones de Michael Moore en cuanto a un radical cambio de modelo productivo y probablemente deba pero, si lo hace, no creo corra a ponerlas en práctica ya que da la impresión de que se le detienen las meninges en la previsión de un plan de salvamento que ponga a la industria sobre los pies de nuevo. Pero los pies del siglo pasado y no cabe augurar que esos cambios hacia el transporte público, los ferrocarriles de alta velocidad, los coches no contaminantes, los eléctricos, etc, sea cosa de mañana ni fácil de poner en práctica. Nadie parece ser capaz de prever una salida de la crisis mediante un cambio real del modelo productivo. Es más, se rechazan airadamente las propuestas de iniciarlo por algún lado; por ejemplo, cuando GM propuso comercializar ella misma los famosos y terribles coches chinos en los EEUU.

Esta crisis del automóvil es mucho más que una crisis del automóvil. La ciudad de Detroit ha perdido casi el sesenta por ciento de sus habitantes, ha pasado de dos millones a unos novecientos mil y una de cada cinco casas está vacía. Según Michael Moore, el cuarenta por ciento de los habitantes de Flint, Michigan, se ha ido también. ¿Pueden llegar Detroit y Flint a ser ciudades fantasmas? Pueden. De hecho, ya lo son en buena medida. Tengo noticias de que se venden casas a cien dólares y menos. Es más, grupos, tribus de artistas están tomando los centros urbanos porque las viviendas están abandonadas o los alquileres andan por los suelos. ¿Hay algo más artístico que pasear a solas el perro por una ciudad desierta de dos millones de habitantes? En estas condiciones, ¿puede suceder en otras partes lo que está pasando en Michigan? Puede. Quizá no de modo tan drástico pero muy notable. Aunque GM se ha desecho de sus filiales europeas Opel en Alemania (y otros país de la Unión) y Vauxhall en Gran Bretaña, las posibilidades de salvación de estas otras empresas dependerán de las medidas de corrección que se lleven a cabo. En España hay una planta de Opel que corre peligro y, aunque es la más competitiva de las que hay en Europa, está en una posición de debilidad política al no ser alemana.

Adiós a la era del Cadillac de Elvis, el de Franco, del cadillac amarillo, del rosa, del Pontiac, el Oldsmobile, el Chevrolet, el símbolo de rebelde sin causa, adiós a la civilización del automóvil. Adiós a una forma del capitalismo y un tipo de sociedad de expectativas crecientes que había materializado en el automóvil el signo externo del éxito en la vida. Eso se ha acabado.

(La primera imagen es una foto de dave 7, la tercera de Jim Frazier, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 29 de març del 2009

Misterios de Punta del Este.

La reunión de gobernantes progres del mundo en Punta del Este, Chile, este finde aparecía en bastantes medios de comunicación con la leyenda siguiente: "La izquierda se reúne para salvar al capitalismo". En principio, nada que objetar dado que la mezcla de estupidez y codicia de la derecha es tan abismal que amenaza la supervivencia del sistema cuyas ventajas pregona. Pero chirría un poco, ¿no? Un capitalismo como lo concibe la izquierda, con una función determinante del Estado (tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario es la vieja fórmula de la socialdemocracia alemana) no es un capitalismo como lo concibe la derecha. Por ejemplo, el señor Aznar va por ahí diciendo que, para salir de la crisis, hay que hacer más desregulaciones, mas privatizaciones y, por ende, tener menos Estado.

Luego, si no hablamos de lo mismo, ¿por qué le damos el mismo nombre?

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 24 de març del 2009

No había salida.

Sostengo que lo que sucedió con el Grupo del Ejército Rojo (el RAF alemán, el Rote Armee Fraktion) contiene una especie de clave explicativa del sentido de la acción de la izquierda europea entre fines de los años sesenta y primera mitad de los setenta que son también los que me tocaron a mí, pues soy de esa generación. De todos quienes participamos en la acción política de la izquierda en nuestra juventud en aquellos años, ya fuera en España, en Alemania, Francia, Estados Unidos, Italia, etc, los del RAF fueron los más consecuentes, los más lógicos, los que llevaron nuestros planteamientos a sus últimas consecuencias... y con ello demostraron que no tenían salida, que eran verdaderos dislates. A mí, además, me pilló en Alemania, entre 1969 y 1972, precisamente cuando el grupo de Ulrike Meinhoff y Andreas Baader pasó a la acción directa y se metió en una espiral de violencia y crimen que sólo podía acabar como acabó, con suicidios colectivos o de alguna forma parecida, como acabaron las Brigate Rosse italianas, con sus dirigentes pudriéndose en las carceles con cadenas perpetuas ¡desde los años setenta!

Me he apresurado a ver la peli de Uli Eder que me ha reforzado en la opinión más arriba expuesta. Por cierto que está muy bien hecha, mezclando en sabia proporción la narrativa de ficción con los aspectos de documental a buen ritmo y con mucha maestria en la dirección. Cine directo, cámara en mano, vivo, espontáneo. El guión puede ser a veces un poquito confuso para quien no conozca el desarrollo de los acontecimientos ya que pretende contar toda la historia y a veces necesita comprimir en exceso. Toda la historia quiere decir desde el asesinato de Benno Ohnesorg probablemente a manos de la policía en 1967 en una manifa contra el Sha de Persia en Berlín hasta el supuesto suicidio de los cuatro principales dirigentes del RAF en la cárcel de alta seguridad de Stammheim en 1977. Diez años. El relato es a mi entender completo y no deja nada fuera pero hay datos que pueden escaparse a quienes no estén familiarizados: la importancia real de Springer en la Alemania Occidental, la función de la revista Konkret, en la que escribía Ulrike, las consecuencias del asesinato del Fiscal Federal Sigfried Buback. Pero, en general, la síntesis es soberbia y se entiende muy bien por alguien que haya vivido en aquellos àños.

Durante la guerra fría la cultura de la juventud de izquierda acabó siendo un maremágnum en el que se rechazaba el comunismo de los países del socialismo realmente existente por inútil, burocrático e injusto; igualmente se rechazaba el capitalismo por explotador y asimismo injusto. Había verdadero hastío con las interminables polémicas de los intelectuales de izquierdas, especialmente los marxistas, incapaces de forjar propuestas teóricas viables; estas empezaron a aparecer en la medida en que se extendían y afianzaban en los países del Tercer Mundo en cuatro continentes las doctrinas de guerras de liberación nacional, esto es, de recurso a la violencia para imponer los propios ideales. La izquierda europea hacia una amalgama sincrética entre las posiciones teóricas de los otros tres continentes: Ho chi minh y Mao Ts Tung en Asia, Che Guevara y Camilo Torres en América Latina, Agostinho Neto y Franz Fanon (que, si no recuerdo mal, era jamaicano) en el África. Todas ellas, por lo demás, no tenían más que un nexo en común: el recurso a la violencia. Así la izquierda europea se ahorraba perder el tiempo con las sempiternas querellas académicas (que, cuando estás en la veintena te suenan a monsergas), podía pasar a la acción práctica efectiva directa, esto es, hacer algo por cambiar el estado de cosas en lugar de hablar y se veía como parte de un proyecto internacionalista. Por eso el grupo Baader-Meinhoff se llamaba Rote Armee Fraktion, porque se veía a sí mismo como un grupo dentro de un Ejército Rojo mundial, internacionalista, que combatía por la revolución en todas partes con las armas en la mano.

Insisto en que, en abstracto, para la izquierda extraparlamentaria (no reformista) de los años sesenta, el proceso mental de la gente del RAF era el más coherente y lógico: en la situación de la guerra fría, las democracias occidentales eran meros maquillajes de fascismos encubiertos (sobre todo, claro, en Alemania con su pasado nazi), el dominio mundial del capital toleraba formas democráticas si no se veía amenazado; si lo estaba, recurría a la violencia más extrema, los bombardeos, las masacres. La izquierda tenía que responder a la violencia latente y estructural del capital con la violencia desnuda y desencadenar así un proceso revolucionario en el mundo entero. Hasta ese punto, el razonamiento era impecable y es el que hizo que muchos tomaran las armas: había que atacar al capitalismo allí donde como en Angola, Bolivia o Vietnam, mostraba su rostro más feroz, represivo y violento; pero también había que hacerlo en los países democráticos europeos donde recurría a la democracia, para desenmascararlo, obligarlo a servirse de la violencia y, entonces, responder con más violencia para desencadenar una guerra popular como en los países pobres del planeta.

El fallo del razonamiento no estaba en un su origen sino en sus momentos posteriores y tenía que ver con dos datos que, cuando los militantes de los grupos armados los entendían ya era tarde: la legitimidad y la eficacia.

El problema de la legitimidad era el de hasta qué punto cabía recurrir a la violencia en sociedades democráticas. Es el mismo problema que tiene ETA incluso a ojos de muchos de sus seguidores "civiles". Ciertamente los terroristas dicen que esa democracia es falsa y ficticia (como hace ETA), pero el problema es que no es eso lo que piensa la inmensa mayoría de la gente que no solo no apoyaba las actividades violentas del RAF sino que colaboraba con la policía para detenerla. En otros términos, la acción violenta carecía de todo apoyo popular lo que la condenaba primero a la delincuencia marginal y, luego, al fracaso.

En cuanto a la eficacia, viene a ser lo mismo: el Estado en los países capitalistas avanzados lo controla todo, lo vigila todo si quiere porque es poderoso; proclama y ejerce el principio del monopolio legítimo de la violencia y acaba con quien pretenda romperlo. ¿Qué destino podía esperar a unos grupos revolucionarios armados en lucha contra un Estado infinitamente superior a ellos en solidez, recursos y medios tecnológicos y que, además, no contaban con el apoyo de la población civil que, por el contrario, se lo prestaba al Estado al que había que combatir?

En la peli parece abordarse también la cuestión desde un punto de vista personal. Dadas las circunstancias, a lo mejor, en efecto, lo más sensato que cabe hacer cuando se postulan puntos de vista tan extremos es salir a la calle dando tiros para que lo conviertan a uno en un colador. Pero, por esa vía, salida, no había. Ni hay.

Vuelvo sobre la peli como historia. Merece mucho la pena verla a pesar de que, repito, pueda resultar algo confusa. Pero es la historia de una generación y un ajuste de cuentas con una forma de entender la acción política revolucionaria de los hijos de las clases medias. Casi olvidaba decir que se abre a los acordes de Janis Joplin en "Oh, Lord, wont you buy me..." y se cierra con los de Bob Dylan en "Blowin' in the Wind". Y no quiero decir cómo suenan.

dimecres, 18 de febrer del 2009

La estafa del capitalismo.

Ya han pillado a otro presunto granuja a gran escala, al estilo Madoff: Robert Allen Stanford puede haber estafado más de 8.000 millones de dólares a más de 30.000 clientes en unos 131 países. Como en el caso de Madoff se trata de gente que se pasó de lista al estilo "toco-mocho" invirtiendo en productos de rentabilidad mucho más alta que la del mercado, en duros a cuatro pesetas. Dejemos de lado el interesante problema ético de quién estafa a quién en el toco-mocho, así como el divertido hecho de que este supuesto mangante tenía el título de "Sir" expedido por el Estado de Antigua y Barbuda, antaño refugio de corsarios y hoy paraíso fiscal del que aquel se había hecho ciudadano. Dejemos ambos asuntos de lado pero sin perderlos de vista porque hablan mucho sobre la naturaleza humana.

Lo interesante aquí es que, a medida que avanza la crisis, de la que ya no se libran ni los casinos, icono del capitalismo triunfante, van aflorando más y más casos de estafas y fraudes gigantescos que muestran no ser excepción sino norma en el capitalismo y parecen probar que los mecanismos de supervisión y control del sistema financiero estaban en manos de ineptos y analfabetos financieros. Es posible.

Y también lo es que tales mecanismos de control estén en manos de cómplices de un sistema que en sí mismo es una gigantesca estafa y en el que sólo por ingenuidad, bondad angelical o, sí, verdadera ineptitud, cabe distinguir entre actividades especulativas lícitas e ilícitas. Un ejemplo: al aceptar el puesto de Ministro de Hacienda del gobierno del señor Bush en junio de 2006 el señor Henry Paulson, el del famoso plan de rescate de los bancos en quiebra en los EEUU, tuvo que dimitir como directivo del banco de inversiones Goldman Sachs, por cierto, principal donante a la campaña del señor Obama, por incompatibilidad. La baja supuso al señor Paulson 18,7 millones de dólares de prima por cinco meses trabajados como directivo y un beneficio por venta anticipada de acciones acumuladas en siete años en la casa de 486 millones de dólares; en total más de 500 millones dólares por siete años de trabajo consistente en lo esencial en magia financiera, en sacar de la chistera miles de millones de dólares de beneficios que, al estallar la burbuja especulativa, se han volatilizado sin que el mismo señor Paulson haya devuelto sus 500 millones sino que ha echado mano del dinero de los contribuyentes para salvar de la ruina a las entidades financieras, bancos de inversiones, fondos, etc a los que él y cientos, miles de pájaros como él han llevado a la ruina mientras ellos se enriquecían con el mismo descaro que él.

¿Cuál es la diferencia entre los Sir Robert Allen Stanford y los Hank Paulson fuera de que los primeros son media docena y están muy mal vistos y los segundos son, ya se ha dicho, miles y pasan por expertos y ejecutivos de prestigio? Que los segundos se van de rositas, que quedan impunes, que se guardan la pasta; pero nada más. La estafa, el fraude y, por ende, la ruina de cientos de miles, de millones, centenares de millones de personas son lo mismo. Porque es el sistema el que es una estafa. El sistema capitalista regido por piratas hoy llamados neoliberales cuyo evangelio de rapiña descansa sobre tres propuestas no solamente falsas sino en parte delictivas: 1ª) la codicia es buena; 2ª) el mercado se autorregula; 3ª) lógicamente, el Estado absit. Y digo delictivas porque, cuando el mercado se "autorregula" impera siempre la ley del más fuerte, del más ladrón y sinvergüenza. Por ello es necesario que el Estado se abstenga.

Hoy, en plena catástrofe a causa de estas recetas neoliberales, el Estado tiene que intervenir por doquier: tiene que salvar bancos e industrias en los EEUU, nacionalizar bancos en Alemania, Islandia, Inglaterra, acudir en ayuda de las entidades financieras y empresas en Francia, España, Italia...Hoy toca zafarrancho de salvamento a cargo del denostado Estado que no es otro que la sufrida población de sujetos fiscales a los que primero se robó con técnicas neoliberales y ahora se sigue esquilmando con técnicas intervencionistas. Por supuesto, el discurso dominante vuelve a ser del sano "espíritu capitalista protestante", se condena la codicia y se niega que el mercado pueda autorregularse pero ¿alguno de los citados estafadores "legales" ha devuelto un euro de sus fabulosas primas cobradas hasta ayer mismo? ¿Alguno ha ido a la cárcel como irán, es de esperar, los Madoff y los Stanford?


Coda carpetovetónica.

Los escándalos de corrupción de presuntos defraudadores organizados supuestamente en conexión con cargos del PP en España son la versión hispánica de este modo fraudulento, piratesco, neoliberal de entender el capitalismo. Los neoliberales españoles suscriben a pie juntillas las tres propuestas citadas más arriba (viva la codicia, abajo las regulaciones y fuera el Estado) y las ponen en práctica desde los puestos de la administración pública, desde sus cargos representativos, desde los puestos de gestión oficiales. Porque así como en los países avanzados el robo a la sociedad y al Estado se hace desde la robusta sociedad civil, en Carpetovetolandia se hace desde las covachuelas de ese mismo Estado, chupando de él con programas de desmantelamiento de lo público, de lo estatal, autonómico, municipal, de privatización de la riqueza y el patrimonio público. En el camino, según parece y presuntamente (por supuesto) muchos de estos avispados neoliberales se llenan los bolsillos. Es lo de Paulson y otros imaginativos gestores pero adaptado al país del Lazarillo de Tormes y Bienvenido Mr. Madoff.

(La primera imagen es un cartel antiguo de una película del famoso Fantomas, procede de Wikipedia y está en el dominio público), la segunda es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).

divendres, 23 de gener del 2009

¿El fin del capitalismo?

El otro día, en una entrevista muy pesimista, en El País, el señor Pedro Solbes decía que vivimos una situación insólita y distinta a lo ocurrido nunca y que vamos a algo muy excepcional, lo que viene a significar que no tiene ni idea de lo que está sucediendo ni de cómo salir de ello. No tiene ni idea él ni nadie, para qué engañarnos, y menos que nadie el señor Rajoy que salió enseguida recomendando al ministro de Hacienda que se marchara si no se le ocurría nada, como si él fuera un inagotable manantial de sugerencias.

No, nadie tiene ni idea de qué está pasando o cómo resolverlo. Nadie lo previó, nadie lo diagnosticó correctamente y nadie propone nada que tenga visos de funcionar a corto, medio o largo plazo. A largo plazo, ya se sabe, todos calvos, pero es que tampoco el medio plazo es tranquilizador.

Hay una crisis. Eso lo sabemos todos. Es una crisis general del capitalismo. También lo sabemos. Viene a una velocidad insólita y tiene una capacidad destructiva sin parangón. Muchos dicen que es la más grave después de la de 1929. No es cierto: ya es más grave que aquella. Lo que sucede es que en 1929 había menos mecanismos de amortiguación, no existían los Estados del bienestar y los efectos fueron más visibles y catastróficos. Pero los de esta crisis son ya peores.

Incidentalmente los teóricos y prácticos neoliberales no aceptarán jamás responsabilidad alguna por el desastre. Al contrario, los más tontos siguen empecinados en sus elementales sandeces. No obstante está claro para cualquiera que no se gane la vida engañando y mintiendo a la gente con la bazofia del no intervencionismo, la desregulación y la autorregulación que esta crisis desastrosa es el toque de difuntos del neoliberalismo. Y menos mal que los sistemas políticos occidentales so opusieron a las políticas de desmantelamiento del Estado del bienestar. De no haber sido así la crisis ya estaría teniendo consecuencias pavorosas.

Las dimensiones de este desastre carecen de parangón. Dos datos bastarán para aquilatarlas. Uno: varios países están en quiebra o al borde de ella: Islandia, que ya lo ha reconocido, Irlanda e Inglaterra, en donde ha empezado a hablarse de recurrir al Fondo Monetario Internacional. Dos: en todas partes se han puesto en marcha planes gigantescos , de miles de millones de salvamento de los bancos sólo para comprobar que no funcionan, lo que está poniendo a la orden del día una posibilidad que ya enunciaba Palinuro en una entrada de febrero del año pasado, titulada ¿Y si nacionalizamos la banca? Porque, en definitiva, de eso es de lo que se está tratando aquí, eso es lo que han hecho en Islandia, lo que consideran seriamente hacer en Inglaterra y lo que convendría que empezáramos a planear en los demás sitios porque ¿cuál es el sentido de emplear los dineros públicos en rescatar unos negocios privados que no solamente no mejoran sino que cada vez están peor? ¿Cuál el de emplear los dineros de los contribuyentes en unas operaciones de rescate de unas entidades en cuya gestión y dirección la gente no puede decir nada porque siguen en manos privadas, devorando dineros públicos? Visto lo visto, lo mejor es nacionalizar.

Ahora bien, supuesto que los gobiernos sacaran la fibra necesaria para dar ese paso tan conveniente la cuestión es que nadie sabe cómo seguir a continuación. No hay plan, guía o blueprint. ¿Cómo funciona un capitalismo en el que la banca es pública? ¿Se le puede seguir llamando capitalismo? Está claro que no es socialismo; al menos no lo es del tipo que conocemos que requiere que no sólo el crédito sino todos los medios de producción estén socializados, la producción planificada, no haya iniciativa privada y menos un mercado. Pero tampoco será capitalismo porque en éste el mercado del dinero es privado.

En lo que se me alcanza, se trataría de un híbrido de economía de libre mercado alimentado por una banca socializada. Esto querría decir que las siguientes medidas deberían ser políticas, esto es, orientadas a forjar sistemas políticos capaces de gestionar sistemas financieros nacionalizados de forma democrática. Este control social democrático de la banca orientaría la financiación a aquellos proyectos productivos que, además de ser rentables en el mercado, cumplieran los requisitos adicionales de ser mediambientales y compatibles con criterios igualitarios y redistribucionistas, así como, desde luego, favorables al reparto mundial equitativo de la riqueza y el desarrollo sostenible del Tercer Mundo.

En buena medida la crisis actual se ha acelerado a causa del grado avanzado de globalización que hay en el mundo. Esto quiere decir que la globalización debe emplearse ahora precisamente para corregir los inconvenientes más obvios de esa misma globalización. Las grandes decisiones de la nueva economía híbrida, mezcla de capitalismo y socialismo, habrán de tomarse en un escenario internacional multilateral en el que deben fortalecerse los organismos internacionales que funcionen como foros del debate democrático entre los pueblos del mundo y de adopción de decisiones respaldadas por esa especie de órganos decisorios mundiales.

Definitivamente, nadie que esté en su sano juicio puede sostener que la salida de la crisis sea un regreso al estado anterior a la fiesta, como si no estuviera suficientemente claro que no es solamente el modelo neoliberal del capitalismo el que ha fracasdo; es el propio capitalismo el que no tiene futuro. Dar forma de propuestas políticas viables a esta figura híbrida del capitalismo y el socialismo podría ser el contenido de los debates de la izquierda en Occidente. Al menos de la izquierda no corrompida con su colaboración con el capitalismo y tampoco aislada en la franja lunática de los que creen que se puede repetir la revolución bolchevique y, además, están de acuerdo con ella.

(La imagen es una foto de elmada, con licencia de Creative Commons).

dissabte, 13 de desembre del 2008

El capitalismo como estafa.

La última estafa es de unos 50.000 millones de dólares de los EEUU, un fraude que arruinará a mucha gente y que, globalización mediante, afectará a inversores españoles que mediata o inmediatamente hayan estando metiendo dinero en hedge funds gestionados por Bernard L. Madoff Investment Securities cuyo titular, Bernard Madoff, está detenido por haberlo organizado. Una estafa de esas que aquí llamamos "de pirámide" y que en los EEUU se conocen como Ponzi's scheme o "plan de Ponzi", el emigrante italiano que aparece fotografiado a la izquierda, que puso en marcha la primera operación de estafa de pirámide a través de un sistema de sellos de correos. Algo parecido a lo presuntamente hacía Afinsa en España sólo que Afinsa decía obtener los beneficios que tan generosamente repartía entre los espabilados inversores que recibían intereses muy superiores a los que ordinariamente se recibían en el resto del mercado mediante sellos considerados como inversión filatélica mientras que Ponzi montó su estafa sobre el valor nominal de los sellos para franquear cartas, un ingenioso procedimiento de aprovechar las diferencias de cambio entre Italia y los EEUU en un proyecto postal internacional de unos bonos universales de franqueo que no tuvieron en cuenta que alguna moneda podía devaluarse (como sucedió con la lira), lo que permitiría comprar bonos en liras y venderlos luego por dólares en los EEUU con ganancias espectaculares. Cuando esto dejó de funcionar y Ponzi no pudo pagar los intereses que estaba pagando se descubrió el fraude y él fue a la cárcel, dando nombre a este tipo de estafa basado en que las incorporaciones nuevas financian los altos intereses que se pagan a todos los impositores.

Lo mismo ha sucedido con Madoff. Sólo que Madoff no es un inmigrante italiano si no quien fuera presidente del Nasdaq, la asociación de agentes de Bolsa que mueve más capital en la de Nueva York con ramificaciones en todo el mundo. Cuando él mismo no pudo soportar la presión, lo confesó todo a sus dos hijos, a su vez altos ejecutivos de la empresa fraudulenta quienes fueron a la policía echando virutas. Pero la estafa ya está hecha y, con ella, la ruina de lo inversores, el paro de los empleados de la empresa y la cárcel para el que lo puso todo en marcha.

Lo simbólico del caso es que se trata del presidente del Nasdaq. Al igual que sucedió en España cuando se supo que el gobernador del Banco de España cometía delitos de información privilegiada, también el caso de Madoff sacude los principios de gestión ética, responsable y triunfadora. Si es lo uno no puede ser lo otro. Como se dice aún en España, en feliz ignorancia de la existencia del euro, no se puede ir dando duros a cuatro pesetas. La magnitud de la estafa de Madoff es, como dice el Departamento del Tesoro (Hacienda) de los EEUU, de proporciones "épicas". Hay quien dice que toda la Seguridad Social (la que se financia mediante lo que se llama "solidaridad intergeneracional") no es otra cosa que una gigantesca estafa de pirámide. Es un típico argumento neoliberal.

Es posible, aunque no parezca muy cierto, no vamos a discutir ahora que eso les encanta a los neoliberales. Lo cierto, lo indubitable, lo seguro, es que el caso Madoff, una empresa privada, privadísima, es una estafa mayúscula. Y que el estafador ha estado al mando del Nasdaq. Como para confiar los ahorros a estos brillantes expertos, magos del enriquecimiento súbito y gloriosos doctrinos de la no intervención del Estado... no intervención para que el capital pueda robar a mansalva.

Los riesgos de estafa que presenta sistemáticamente el capitalismo se multiplican con el globalizado. Tómese como ejemplo el rechazo del Senado al plan de salvación del Gobierno estadounidense de los gigantes del automóvil General Motors (GM), Ford o Chrysler. Si estas empresas entran en suspensión de pagos (y pueden hacerlo en enero), tres millones de personas irán al paro en los EEUU. Cálculese. Es una emergencia nacional. Se valorará cómo se las gastan en el capitalismo si se recuerda que el Senado se cargó el plan cuando se supo que los sindicatos de trabajadores del automóvil se niegan a aceptar un descenso general de los salarios reales en la industria de carácter inmediato.

Pero hay más. La emergencia es nacional e internacional desde el momento en que GM es propietaria de Opel y Volvo, ambas empresas europeas. Opel, al menos, sigue siendo rentable y competitiva y tendrá que independizarse si no quiere que la crisis de la matriz la arrastre al abismo. Para ello recurre al crédito oficial que el Estado alemán facilita como lo hacen hoy día todos los Estados; pero el Gobierno alemán pone la muy lógica condición de que el dinero que meta en Opel no vaya a ir a parar a GM y eso es muy difícil de cumplir dada la situación de ambas empresas.

Todo el mundo espera que el Gobierno de los EEUU recurra al fondo de 700.000 millones de dólares de salvamento de la banca para resolver el problema de las empresas automovilísticas. Ya se verá cómo toma el mercado esa posibilidad pero lo que de momento queda claro es que en esta crisis aparece mezclada una gran cantidad de factores humanos, convirtiéndola en una catástrofe casi incomprensible y, por tanto, muy difícil de resolver; aparecen la codicia y el afán ilimitado de lucro de unos gestores financieros carentes de todo escrúpulo moral, la negligencia culpable cuando no la complicidad de unas autoridades políticas que escondían sus tejemanejes tras un discurso neoliberal y antiintervencionista, la actitud provocadora y chantajista de una corriente política que pretende la destrucción de los derechos sociales de los trabajadores, la inclinación al fraude y a la estafa de unos sectores financieros que saben que la tamaño gigantesco de sus fechorías obligará al Estado a hacer frente a la situación con el dinero de los contribuyentes, a los que se estafa así de modo doble: primero se les sustraen sus ahorros y luego se confiscan sus ganancias...

(La imagen es un retrato de Charles Ponzi, pertenece al Gobierno de los EEUU y está en el dominio público).

dimarts, 2 de desembre del 2008

El alma de Repsol y Lukoil.

Este asunto de la compra de Repsol, o de parte importante, quizá decisiva, de Repsol por Lukoil puede verse de dos modos. Uno en el aspecto día a día y de los avatares de las personas que tienen que ver con él y el otro desde un punto de vista más despegado y general, teórico, que se pregunta por las consecuencias de las privatizaciones.

Desde el punto de vista inmediato hay un lío muy difícil de entender, al margen de si merece la pena, acerca de si ha intervenido el Rey, de si el señor Zapatero tiene alguna deuda con don Luis del Rivero, presidente de Sacyr-Vallehermoso o qué diablos pasa.Todo eso, es de suponer, se explicará antes o después pero dejando claro con ello que el asunto es más que una simple compraventa entre dos empresas privadas en un mercado libre porque las intervenciones supuestas o reales del jefe del Estado y del presidente del Gobierno así lo demuestran. No se ve por qué los poderes públicos han de tomar posición en operaciones inter privatos salvo que se piense que no son estrictamente inter privatos. Porque hasta el PP, el partido que sostiene la autonomía del mercado, ha intervenido pidiendo una comisión de investigación sobre Lukoil. En el mercado privado, que yo sepa, a nadie se le ocurre pedir una comisión de investigación para indagar sobre uno de los agentes, el comprador en concreto. Entre otras cosas porque hay un problema de objetivos: exactamente ¿qué tiene que investigar esa Comisión en Lukoil? El mercado libre no investiga a los clientes; se limita a comprobar que tienen dinero. Eso es todo.

Se dice entonces que el sector energético es "estratégico", expresión que debe traducirse por de "interés público" o "nacional" o "patriótico", si queremos ponernos simbólicos. Entonces, por el amor de Dios, ¿por qué se privatizó? La privatización de la estratégica Repsol empezó con Felipe González y terminó con José María Aznar. Me da igual si hay diferencia o no acerca del modo de privatizar; lo que me parece algo indubitable es que los dos partidos privatizaron un bién público estratégico y ahora no saben cómo evitar la catástrofe que ellos mismos provocaron que es que una empresa extranjera compre en un sector estratégico español.

Y el problema es que no hay modo de evitarla, de acuerdo con las doctrinas más preclaras sobre el significado de globalización y libertad de comercio que suponen que una empresa rusa pueda comprar otra española que esté en venta porque para eso la privatizaron y la mandaron a cotizar en bolsa. Así que la metedura de pata está en la privatización de la empresa española. Esa es, me parece, la gran enseñanza de este episodio que, en sus aspectos thriller estilo Pantera rosa son divertidos (que si el Rey o Luis del Rivero) pero no decisivos en relación con los hechos.

Mas no se crea que con señalar esta relación perversa quede resuelto el problema porque éste reside en que, en epoca de globalización, las empresas públicas tampoco pueden blindarse frente a la compra, salvo que dispongan de una condición especial legalmente protegida. Con lo cual los partidarios de la supremacía del mercado sobre el Estado confiesan el fracaso de su doctrina ya en el comienzo. Está claro que sin el Estado no hay mercado porque cuando éste impone su libérrima condición, se libera del Estado, retorna al de naturaleza, donde la vida humana es solitaria, pobre, desagradable, bestial y corta, según decía Hobbes con su habitual sentido de la alegría. De momento está siéndolo de las empresas; luego vendrán los hombres.

Pero nada de eso importa: el ansia de lucro y la codicia de los seres humanos no conocen límites. El razonamiento es claro: primero sobrevivimos, que es un derecho; luego nos enriquecemos, que es otro derecho; y sólo después hablamos de las conscuencias de nuestros actos. Cada cual verá cuánto aguanta en un orden social así. Y cuánto creemos que vayan a aguantar los órdenes sociales aun así.

(La imagen es una foto de Kittykatfish, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 26 d’octubre del 2008

Ironías de la historia.

Los días 15 y 16 de noviembre próximo tendrán lugar dos acontecimientos separados por miles de kilómetros y muy distintos en cuanto a sus circunstancias, participantes y eco mediático, pero muy similares en cuanto a su naturaleza, causas, objetivos y orden simbólico e incluso metafísico. En Washington se reunirá el G-20 ampliado para ver de encontrar un futuro al capitalismo entendido en sentido amplio; en Madrid se reunirá lo que queda de IU en IX Asamblea Federal para ver de encontrar un futuro al comunismo entendido en un sentido no menos amplio.

Hay una aleccionadora analogía en ambas reuniones y en el espíritu que las preside. Los dignatarios de las economías más desarrolladas y de las más potentes de las menos desarrolladas se han dado cita porque el sistema capitalista en su conjunto está pasando por una crisis que todo el mundo compara ya a la de 1929 cuando es posible que sea peor que ella por lo que muchos le echan ya el requiescat a esta forma de organización económica. Los dirigentes, representantes y delegados de IU acuden a Madrid cuando la organización pasa por una de sus horas más bajas, con una representación parlamentaria reducida a un solo escaño (dos, si contamos el de IC-Els Verts), está minada por las habituales luchas fraccionales, acaba de sufrir su enésima escisión (como siempre, al grito de "unidad") y son pocos quienes creen que pueda levantar cabeza.

Esta casualidad del destino, esta metáfora de la similitud de los contrarios, contiene una enseñanza: la de que los programas totales, fundamentalistas, rígidos, impuestos a la brava, sin negociación, pacto o acuerdo, no da buen resultado. Lo que esta crisis ha puesto en evidencia es que la aplicación del programa máximo del neoliberalismo en píldoras de caballo, sin restricción alguna, de desregulación total de los mercados financieros no funciona y produce auténticas catástrofes como la que estamos viviendo, de la que no sabemos aún cómo salir y que es en todo comparable mutatis mutandi al hundimiento del comunismo hace unos veinte años.

Ciertamente, la crisis actual de IU tiene razones inmediatas en la política española de los últimos ocho años, pero sus raíces mediatas están en aquel episodio del fin del comunismo (o "socialismo realmente existente" en expresión que tenía de realista lo mismo que de cínica), la increíble implosión de un poderoso sistema político, económico y militar que desapareció de la faz de la tierra como si nunca hubiera existido. Por aquel entonces los partidos comunistas occidentales, que habían vivido días de gloria en los años cincuenta y sesenta del siglo XX a la luz del faro del proletariado mundial, eran sombras de lo que habían sido, arrastraban existencias electorales miserables y, cuando la Unión Soviética se hundió, aprovecharon y se disfrazaron "de noviembre para no infundir sospechas", como dice García Lorca que hizo el coñac en cierta aciaga ocasión. Se disfrazaron, se camuflaron, cambiaron su nombre y signos distintivos. En España se convirtieron en Izquierda Unida, trocaron la hoz y el martillo por la verde "u", la "i" gris y el punto rojo, pero siguieron siendo la fuerza decisiva de la organización. No se dieron por aludidos con el hundimiento de la Unión Soviética ni presentaron explicación plausible alguna de qué sentido tenía ser comunista en un mundo en el que el comunismo había desaparecido barrido por el viento de la historia y la voluntad electoral de los pueblos.

Más o menos, lo mismo que pretende hacer ahora el capitalismo en Washington. El anfitrión del magno evento, el señor Matorral-pato-cojo ha explicado al mundo que de lo que se trata es de poner al capitalismo otra vez sobre los pies. Por si algún despistado había creído que iba a la capital federal a encontrar (u ofrecer) explicaciones de qué haya sucedido y por qué el capitalismo ha petado de forma tan llamativa y colosal. Y eso que, sostengo, todavía no hemos visto nada. La crisis del 08 será mucho peor que la de 1929 porque ahora ya no existe (¿o sí?) posibilidad de poner en marcha una guerra mundial en la que el capitalismo pueda renovarse a lo bestia, según su naturaleza, destruyendo infraestructura, utillaje, capital fijo y substituyéndolo por otros a velocidad de relámpago para satisfacer la demanda de guerra.

Habrá pues probablemente países en quiebra (ya hay uno, aunque pequeño; veremos qué pasa si quiebra Rusia) y movimientos de masas, quizá se ponga por fin en marcha la "multitud" de Rudé y otros teóricos posmarxistas de la revolución y la biopolítica a lo Toni Negri o Agamben. Es lo que profetizaba un amigo de mi familia en aquellas reuniones de intelectuales de izquierda que había en casa cuando yo era chaval y las que me permitían asistir: "¡ya veréis", decía ahuecando la voz como el fantasma del Comendador "el día en que se levanten las grandes masas incontroladas del Brasil!" Por qué necesariamente del Brasil nunca lo tuve claro, pero lo de las "grandes masas incontroladas" se me quedó y me lo ha traído a la memoria la admonición reciente de M. Sarkozy según el cual, si fracasamos en el proyecto de refundar el capitalismo, podemos encontrarnos con una revuelta popular mundial, es decir, las "masas incontroladas del Brasil", la "multitud" de Negri o Agamben.

Y a todo esto, ¿qué dice la izquierda marxista? Nada, ni pío. Está concentrada en la fascinante tarea de tirarse los trastos estatutarios a la cabeza en la próxima IX Asamblea Federal a la que acuden tres corrientes de Izquierda Unida. La cuarta, Espacio Alternativo, de mi amigo Jaime Pastor et al. ha cogido las de Villadiego. Ya es mala suerte: pasa el cadáver de tu enemigo por delante de tu casa pero tú no estás allí sentado porque andas pegándote con tus compañeros de organización a golpe de manifiestos. Y conste que hasta cierto punto es una suerte porque si IU estuviera en situación de prestar atención a algo que no fueran sus diversos ombligos quizá se percatara de que, además de deberle al mundo una explicación marxista del hundimiento del comunismo, también está en deuda a la hora de explicar qué se puede hacer con este capitalismo moribundo, cómo rematarlo y qué erigir en su lugar. Sería francamente descorazonador comprobar que su miseria teórica está en relación directamente proporcional a las diatribas que lanza contra la socialdemocracia por ser una mera "gestora" del capitalismo. Imaginémosnos que un programa de TV invitara a algún teórico de IU a explicar a la gente de forma sencilla y clara tres cosas: 1ª) por qué se hundió el comunismo; 2ª) por qué el capitalismo también se hunde y es inviable; 3ª) qué proponen ellos en su lugar que no sea "gestionar" ese sistema inviable. ¿Qué pasaría?

En Washington tampoco irán mejor las cosas. La ventaja de que gozan los mansuetos mandatarios para no tener que dar explicaciones sobre lo que se proponen hacer y de lo que no tienen ni zorrupia idea es que hoy, cuando ya todos, excepto doña Esperanza Aguirre, han entendido que el origen del desastre es el neoliberalismo y se han hecho socialdemócratas, partidarios de una firme pero prudente intervención estatal en la economía, a su izquierda no tienen a nadie.

Literalmente a nadie.

((La primera imagen es una foto de bijijoo y la segunda, una foto de Petezin, ambas bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 23 d’octubre del 2008

De mal en peor.

La crisis no da respiro a nadie. Todavía están calientes los miles de millones con los que los Estados han corrido a salvar a los bancos en apuros, creyendo que así se estabiliza el sistema financiero y ayer las bolsas se dieron otro batacazo sin que nadie aventure explicación alguna. ¿Se han fijado en que ya no salen aquellos mozalbetes expertos en mercados y otros misterios que explicaban los problemas más abstrusos en un santiamén con envidiable seguridad? Antes se daban de codazos por aparecer en la tele; ahora no se los encuentra ni debajo de las piedras. Nadie se atreve a formular juicio alguno, fuera de Paul Krugman y los millonetis como Warren Buffet o George Soros. En teoría, las medidas de rescate tenían que haber funcionado. ¿Por qué no lo hacen? ¿Qué pasa ahora?

¿Qué va a pasar? Que, como siempre, los expertos, los analistas se han equivocado porque no ven más allá de sus narices. Cuando por fin consiguieron comprender que en la época de la globalización los problemas son mundiales y pensaron en coordinar las medidas internacionalmente para hacerles frente, se olvidaron de que el mundo, como tituló su novela Ciro Alegría (precisamente un escritor argentino) es ancho y ajeno y no se acaba en los EEUU y la Unión Europea, que en las otras partes del planeta los efectos pueden ser más devastadores de lo que han sido hasta la fecha y con repercusiones de vuelta en casa porque hoy estamos todos interconectados y nadie está a salvo del famoso "efecto mariposa".

El susto que se llevaron ayer los mercados a causa de la insólita medida de la señora Fernández en la Argentina no se debe en sí mismo a la propia Argentina que a nadie importa gran cosa, sino al hecho de que es el aviso, el toque a rebato para el resto del Tercer Mundo, del que el primero (el segundo ya no existe) se había olvidado. Porque, por la lógica de las cosas, si hay amenaza de quiebra de los bancos en los países desarrollados ¿qué pasará con los de los no desarrollados? Parece claro que la medida adoptada por la Presidencia de la República Argentina es una confiscación, un latrocinio encubierto de nacionalización. La señora Presidenta ha echado mano a los ahorros de la gente porque anda escasa de liquidez, como les pasa a los bancos, pero dice que es para protegerlos. El golpe ha servido para mostrar que, tras la primera oleada de crisis financiera en los países del primer mundo, viene ahora el impacto en el Tercer Mundo y el de la crisis de la economía real, que es a la que verdaderamente temen las bolsas y la que está causando el agravamiento imprevisto de la situación.

Está madrugada Tokio ha vuelto a abrir a la baja con una caída del 5,5% en el índice Nikkei y lo mismo sucede en Hong Kong. Supongo que algo parecido pasará con las bolsas españolas y las europeas y después de nuevo con la de Nueva York y así seguirá el tiovivo quién sabe hasta cuando. Lo que está claro es que, como viene diciendo Palinuro hace unos días, esto no ha hecho más que comenzar.

Por cierto, pensando en qué pueda haber pasado con toda la pasta que parece haberse evaporado, he caído en la cuenta de los paraísos fiscales. ¿Sabe el personal en cuánto países europeos rige estricto secreto bancario, es decir, no colaboran con otros países para dar información que tenga relevancia a efectos fiscales por ejemplo? Andorra, San Marino, Liechtenstein, Isle of Man, Islas del Canal, Luxemburgo, Suiza, Austria y Bélgica. Tiene gracia que Andorra, Liechtenstein y Mónaco estén en la lista negra de la OCDE pero no los demás. Que en la Unión Europea convivan bancos amparados en el más estricto secreto bancario con otros que no lo están demuestra hasta qué punto es chapucera la chapuza europea. Añádanseles los paraísos fiscales del Caribe (Islas Vírgenes, Turcos y Caicos, Antilla, Aruba, Bermudas, Montserrat, Belize, Panamá) las Seycheles y Mauricio en el Océano Índico y Vanuatu, Nauru, Samoa, Islas Cook, Islas Marshall, Niue en el Pacífico y se tendrá una idea de en dónde están escondidos los billones que faltan por doquier. El dinero está ahí y habida cuenta de quién manda en el mundo, no se entiende muy bien por qué no se ha ido todavía por él. O quizá sí. Demasiado bien. Hay que levantar el secreto bancario; pero mal vamos si, como hemos visto en España, el Estado admite que los bancos le vendan activos también en secreto.

Poco control parlamentario puede haber allí donde rige el secreto. Pero sobre todo conviene tener en cuenta que esta crisis se ha desatado principalmente por las maniobras especulativas secretas y opacas que han venido haciéndose en todas partes del mundo (especialmente en los Estados Unidos) en los últimos quince años.

(La imagen es un grabado de Alberto Durero, Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1497/98) que se encuentra en la Staatliche Kunsthalle, Karlsruhe, Alemania.