dimecres, 28 de juny del 2017

El triángulo

Las cosas parecen ir rodadas. Sánchez, cuya pegada como líder está sembrando el desconcierto, ya se ha reunido con Iglesias en el comienzo de lo que acabará siendo una unidad de acción del PSOE y Podemos, lo llamen como lo llamen. Es lo lógico y lo que innumerables voces reclaman hace años. La unión de la izquierda. Palinuro ha sido siempre partidario. Incluso propuso una fórmula para resolver el siempre intratable tema catalán, consistente en que orillaran sus diferencias sin eliminarlas. Y ver luego cómo reaccionaría el bloque independentista ante una moción de censura (MC) con Sánchez de candidato.

Desde luego, la propuesta de unidad de la izquierda no se agota en la MC y hasta puede prescindir de ella. Pero, para llegar al gobierno, la izquierda necesita ganarla y esto solo es posible, manteniendo la línea de izquierda, con los votos independentistas catalanes.

Hay otras variantes, sin duda, pero todas tienen peplas. La primera sería una MC apoyada por PSOE, Podemos y C's que tendría una clara mayoría absoluta sin precisar los votos catalanes. Pero parece ser la más improbable, dada la incompatibilidad existente entre Podemos y C's, que sus dirigentes convierten en inquina personal.

La segunda variante sería olvidarse de la MC y seguir la legislatura arbitrando una oposición de "geometría variable". En algunos aspectos la mayoría sería con C's y en otros con los indepes catalanes. Esta opción es en parte la que (salvando el vade retro a Podemos y los indepes) proclamaba como propia el PSOE de la extinta Gestora. Una oposición dura a un gobierno en minoría. Nadie se lo tomó en serio pero la llegada de Sánchez ha cambiado visiblemente las tornas. Esta variante tiene otros inconvenientes. Retrasa el acceso del PSOE y la izquierda al gobierno hasta las próximas elecciones y se abre a un resto de legislatura sobresaltado y probablemente inoperante. En la medida en que el Parlamento fortalezca su posición, el gobierno intensificará su política de enfrentamiento con él, derivando todo lo que pueda a la vía judicial o a la jurisdicción constitucional, desde la posibilidad de vetar la legislación hasta la de suspender las comisiones de investigación que le incomoden, como la de la financiación ilegal del PP.

En realidad, la única unidad de la izquierda con perspectiva de estabilidad, por paradójico que pueda parecer, es la triangular, PSOE, Podemos y el bloque independentista. El obstáculo es el referéndum, contra cuya celebración viene pronunciándose Sánchez siempre que puede. Palinuro, que no es nada original, cree la consulta muy razonable, lo ha creído siempre, como lo cree medio mundo por ahí fuera, incluido el New York Times. El nacionalismo español -ese que, según él mismo, no existe- tiene algún tipo de dificultad congénita para apreciar la conveniencia de una decisión que otros pueblos civilizados y democráticos han tomado en similares circunstancias. 

Cabe aceptar tan lamentable condición pero ello no es óbice para que se recuerde que alguna diferencia habrá de existir entre la derecha y la izquierda en cuanto a la llamada "cuestión catalana". Esa diferencia está clara respecto a Podemos, que acepta un referéndum pactado. No lo está, sin embargo, respecto al PSOE. No aceptar el referéndum es exactamente lo que hacen el gobierno y el PP y C's. Pero el PSOE tendrá que proponer algo más, algún terreno de diálogo y entendimiento que no sea el de la confrontación, la represión, la violencia. Porque, caso de no hacerlo, estará dando la razón al independentismo cuando este plantea la separación de un Estado que ignora y no respeta los derechos y las reivindicaciones de los catalanes. Que no las tiene en cuenta. 

El interés ¿de qué España?

Mi artículo de elMón.cat. Un editorial del New York Times del 23 de junio sobre el referéndum en Cataluña dio origen a una polémica sobre su sentido. Prácticamente todos los medios nacional-españoles entendieron que el diario defendía el referéndum en interés de España y el voto "no" en interés de Cataluña. Se trataba de una traducción sesgada e interesada en la que en parte también picó Palinuro por fiarse de los titulares de dichos medios. Al ver la controversia, fue al artículo y comprobó que no decía lo que los mentados medios tradujeron.

El editorial es una pieza muy medida y su lectura no solo zanja el debate sino que plantea otras cuestiones tan interesantes como esta o más. A esas cuestiones he dedicado el artículo de elMón.cat cuya versión castellana incluyo aquí.

El interés de España

Un editorial del NYT sobre el referéndum ha provocado una polémica por el sentido que algunos medios nacional-españoles han dado a una frase sobre el interés de España y el de Cataluña. Sin duda, la traducción de que el interés de España sea que el referéndum se celebre y el de Cataluña que salga el “no” es falsa y está ideológicamente motivada. Pero aun así, el párrafo es confuso: dice cuál es el interés de España y ello es evidente (permitir el referéndum y que gane el “no”), pero no dice cuál sea el de Cataluña en un sentido u otro.

Desde luego, lo que sí parece cierto es que, según el diario neoyorquino, el interés de España no es que el referéndum no se celebre. Ni lo menciona.

El asunto es más profundo. ¿Por qué se supone que el voto “no” de los catalanes esté en interés de España? Habría que precisar antes de qué España se habla. Y el NYT, siendo un periódico pragmático, lo tiene claro: de esta España que hay ahora. Pero esta España de ahora es apoyada por menos de un tercio del electorado. Sin duda mucho, dada la condición del partido corrupto y presuntamente ilegal al que vota pero, en todo caso, menos de una tercera parte y, en Cataluña, bastante menos.

¿Por qué ha de ser perjudicial para los intereses de España el voto “sí” a la independencia en el referéndum? A primera vista, ese voto plantearía una crisis constitucional sin precedentes que obligaría a negociaciones de carácter constituyente y pondría a España ante sus propias contradicciones y la sospecha de haber llegado a un punto de disolución porque si un Estado democrático no consigue la lealtad de sus ciudadanos voluntariamente sino por la violencia, no es un Estado democrático. Ni siquiera es un Estado. Es una banda. Con lo cual es posible que no tenga otro remedio que aceptar una intervención exterior de mediación en detrimento de su soberanía.

El enconamiento del conflicto en los últimos años es prueba del agotamiento del sistema del 78, que no tiene nada que ofrecer a las aspiraciones catalanas al autogobierno salvo la negativa y el retorno a lo anterior, justamente al momento en que se incubó la actual ingobernabilidad de la situación. Esto es válido para las ofertas del nacionalismo español de derechas, consistentes en dejarlo todo como está por la violencia, y del nacionalismo español de izquierdas, consistentes en algunos cambios cosméticos que también dejen las cosas como están pero disimulando un poco, aunque el recurso a la violencia no esté en absoluto descartado.

En esta situación de parálisis política, económica y social, con una población resignada a que siga gobernando un partido de presuntos delincuentes y corruptos que ha arruinado el país, ¿de dónde saca el NYT que esté en interés de España que salga el “no” en el referéndum? ¿De qué España? ¿De la que vota menos de un tercio de la población? ¿Y la que votan los otros dos tercios? Esa también deberá ser tenida en cuenta, sobre todo si, en un acto coraje decide que, justamente, el voto “sí” de los catalanes puede ser el empujón, la sacudida que obligue a reaccionar a esa España anestesiada y resignada al sempiterno gobierno de esta derecha ultrarreaccionaria, nacionalcatólica, corrupta y delictiva cuya población es incapaz de sacudirse el yugo de una oligarquía de señoritos reaccionarios que depositan los caudales robados en paraísos fiscales.

Lo que de ningún modo puede estar en interés de España (al menos de una España que aspire a la legitimidad de ser un Estado democrático de derecho en el concierto de las naciones civilizadas) es la continuación de la podrida situación actual. No puede estar en ese interés que una asociación de presuntos malhechores haya capturado el Estado y todas sus instancias, incluida la judicial, para perpetrar sus fechorías con la impunidad de que hacía gala Bárcenas en su insultante comparecencia parlamentaria. No puede estar en interés de esa España la continuación de un gobierno compuesto por ministros que condecoran vírgenes al tiempo que conspiran con otros secuaces para perpetrar delitos y operaciones de guerra sucia en contra de sus adversarios políticos.

No puede estar en interés de España que los presuntos delincuentes del PP y su gobierno que en conjunto han esquilmado el país por lo público (regalándoselo a los bancos) y lo privado (llenándose los bolsillos con lo robado a base de comisiones, sobresueldos, etc.) sigan negando por la fuerza a un 80 por ciento de la población catalana el ejercicio de sus derechos. Y ello con el único fin de tenerla sojuzgada y esquilmada en pro de los intereses particulares de los delincuentes y de un proyecto de país retardatario, beato, machista, taurófilo, injusto y corrupto que solo apoya menos de un tercio del cuerpo electoral y menos de la cuarta parte de la población.

dimarts, 27 de juny del 2017

Y Luis fue fuerte

Fuerte como la piedra berroqueña, el granito, el mármol, el diamante, por mencionar una de un valor más aproximado al que Luis “el Fuerte” ha venido manejando en su procelosa existencia. A pie firme, o trasero firme, pues compareció sentado, soportó el galán sin inmutarse preguntas tremendas que llevaban la respuesta en su misma formulación. Y sin abrir la boca, salvo algunas puntualizaciones hechas con altanería. Así, con rostro de palo, aguantó una terrible filípica de Tardà en la que este lo dibujó como un mero tornillo, podrido, pero tornillo, de un sistema corrupto desde sus raíces. Y le instó a dar un paso al frente y pedir perdón por sus fechorías. Más se ve al payo haciendo la peineta a los periodistas que pidiendo perdón

Sin duda el compareciente tiene derecho a callar todo cuanto pueda perjudicarle en sede judicial que, por cierto, menester es que sea todo, porque todo ha sido el callar. Pero la comparecencia ha resultado igualmente destructiva que si hubiera hablado, pues ya todo se sabe y a ello ha añadido, por su actitud ensoberbecida e intemperante, la seguridad de que hay un contubernio entre el PP, el gobierno y el extesorero para limitar al mínimo los estropicios que cause la aplicación de la ley.

En realidad, quien compareció ayer fue Rajoy por persona interpuesta. El Tancredo que aguantó la descalificación moral general, la crítica y el desprecio por sus inmundos negocios fue el presidente de los sobresueldos, el mismo perillán que tiene a su padre escondido en La Moncloa, atendido con los recursos públicos que niega a los demás dependientes, un truhán ciníco, prepotente y aprovechado. Un sinvergüenza. Comparecía Bárcenas, pero el que callaba humillantemente era su jefe, el que lo protege y lo ha potegido siempre, el de los sobresueldos.

Bárcenas ha escenificado a la perfección el resultado del famoso Luis sé fuerte. Ha acabado dibujando el círculo final: la sospecha de un gobierno mafioso que llega a acuerdos con presuntos delincuentes para ocultar otros presuntos delitos. No es la oposición la que sentencia a Rajoy por la corrupción. Es el propio Rajoy con su mensaje de Luis sé fuerte. En ese mensaje estaba ya prevista la denigrante comparecencia del hombre del que usted me habla. A raíz de aquel mensaje, Rajoy debió dimitir, como le dijo Rubalcaba varias veces con harta razón. 

No lo hizo y este es el resultado: la omertà mafiosa. Presunta, desde luego.

dilluns, 26 de juny del 2017

El Estado cloaca

Supongo que el programa de Évole tendrá máxima audiencia. El excomisario Villarejo aparece por la tele a hablar sobre asuntos de enorme gravedad, sucios, ilegales, delictivos, inmorales. Sobre los que podría haber hablado en sede parlamentaria de no ser porque el PP, el PSOE y C’s se opusieron a su comparecencia en la comisión que investiga la presunta “policía política” y otros tejemanejes de Interior. Algunos con soporte de grabación de conversaciones ignominiosas, que han dado lugar a sospechar de una “operación Cataluña” o guerra sucia contra el independentismo catalán. Por qué una comisión que investiga unos hechos se niega a escuchar las declaraciones de quien parece estar directamente involucrado en ellos es incomprensible. Salvo que se dé algún tipo de complicidad. No queda bien el “nuevo” PSOE obstaculizando la averiguación de hechos de interés general. 

Desde luego, Villarejo no ha ido a la tele a la fuerza, sino voluntariamente. Es verdad que se trata de una voluntariedad relativa pues el hombre no tenía opción real: la tele (Salvados) o nada. Es lo que los especialistas en teoría de decisiones conocen como “elección de Hobson”. Por supuesto, podría haber decidido seguir en silencio, pero justamente esa no era una opción porque lo quiere nuestro hombre ahora es hablar. Cosa que cree le conviene porque está atacado por muchos flancos. Y se defiende contraatacando, vieja táctica. Y tan vieja, pues la aplica a asuntos del franquismo, recordando que fue policía de la siniestra BPS. En lo más reciente empieza hace más de treinta años (el juez Garazón) y llega a ahora mismo (la doctora Pinto), pasando por todas las etapas intermedias (los Pujol, el Rey y su amiga, el CNI, Bárcenas y hasta el Yak42), sin dejar títere con cabeza, excepto la suya, siempre tocada con una gorra de chulapo.

Antes de seguir, un breve apunte. Fue Garzón, si no recuerdo mal, quien introdujo en España la figura de los “arrepentidos” por su utilidad en la instrucción penal. Estos venían de los pentiti italianos que testificaban contra la Mafia. Primero se emplearon en los procesos de narcotráfico y de ahí pasaron a ser requeridos en otros delitos con connotaciones políticas, singularmente los GAL. Aquí ya pudieron aparecer otras motivaciones en el “arrepentimiento” que la sola de aligerar la pena. Dada la relevancia mediática que alcanzaban (caso del policía Amedo) otros procesados buscaron por su cuenta acceso a los medios (caso Sancristóbal) para así influir en el proceso en su favor. El arrepentimiento ya no contaba. Se trataba de exonerarse acusando a los de arriba sin pruebas.

Eso es lo que ha hecho este pintoresco personaje que tanto recuerda a otro, Paesa, del que el mundo apenas tiene noticia, a pesar de haber sido decisivo en el famoso caso Roldán, de insólita memoria. El hombre comparece ante el pueblo y cuenta su historia, obviamente porque le interesa y como le interesa. Reparte estopa a granel, a Margarita Robles, a Cosidó, al exRey, a su amiga, a su enemigo el jefe del CNI. Hace eso que se llama “tirar de la manta” en varios asuntos, como el Yak42, los Pujol. Y todo apoyado rigurosamente en ninguna prueba. Por lo cual el auditorio puede pensar que dice verdad o un conjunto de patrañas o ambas cosas a la vez, como suele suceder. 

Pero algo trae este programa: mayor confusión aun en un paisaje deprimente de corrupción generalizada en el que pululan comisarios, subcomisarios, policías, detectives, espías, delincuentes, de los que salen informes falsos, presuntamente ordenados por responsables políticos que despliegan una maquinaria de guerra sucia contra sus adversarios y financiada con dineros públicos. Cosa de interés, dado que muchos de esos responsables y los funcionarios a sus órdenes y, desde luego, los policías en cuestión, no tienen nada clara la distinción entre el erario y su bolsillo.

Todo lo que los gobiernos de Rajoy han hecho es, por lo menos, ilegal. Empezando por su triunfo en unas elecciones a las que el PP concurrió, como al parecer hacía siempre, con financiación ilegal. Y continuando con sus gestiones posteriores, todas al rebufo de una oleada de saqueo, expolio y corrupción que tienen al propio partido imputado como sujeto jurídico en un proceso penal, así como 900 cargos a título personal y al presidente del gobierno citado a declarar en el mismo proceso de corrupción del partido que también preside. 

Las declaraciones de Villarejo (las que sean verdad y las que sean mentira), son como una piedra lanzada a la ciénaga de la política española. Algo se removerá y soltará vapores fétidos, pero la ciénaga la engullirá. Es muy ancha y densa y no hay nada a salvo: el gobierno, el parlamento y el poder judicial. Los últimos nombramientos en la Audiencia Nacional hieden. De los medios no hablemos. Los hay literalmente a sueldo de los poderosos que muchas veces son delincuentes.

Por ejemplo, Ignacio González tenía 250 tuiteros pagados con fondos públicos y dedicados a embellecer su imagen y cargar contra la de los adversarios. Acumular datos de este tipo es facilísimo. Están en las portadas de todos los periódicos. Y ahora con más asiduidad y morbo porque se añaden las informaciones de Villarejo que no es precisamente Julian Assange. 

Pero no sirve de nada para aclarar la imagen general. Al contrario, la hacen más enmarañada y confusa. En un sistema político corrupto de arriba abajo como el que ha instalado el PP desde 2011 no hay nada que no esté afectado por la corrupción. Solo alguien tan inepto como Rajoy puede decir en estas circunstancias que le gustaría ser recordado como una persona honesta. El máximo responsable y presunto beneficiario de este desastre quiere que el futuro le confiera lo que el presente no le da, honestidad. Es una petición absurda por parte de quien ha cobrado sobresueldos en B siendo ministro y quien tiene a su padre atendido con cargo a fondos públicos que niega otros con igual o mayor derecho. Y, si no se la da el presente con todo lo que paga (siempre con el dinero ajeno, del que dispone como propio), menos se la dará el futuro.

España vive una crisis constitucional y otra política y moral. Mal momento, desde luego. De la hondura de la primera da idea el desconcierto de los partidos dinásticos españoles. Forman una unidad frente al independentismo catalán, pero no a cualquier precio. Tanto PSOE como PNV ponen límites a la discrecionalidad del gobierno. Nada de suspensión de autonomía y ojo con las medidas represivas. El independentismo ha ganado lo que se llama la “batalla del relato” y ahora solo queda por ver hasta dónde llevarán sus propósitos aquel por un lado y el nacionalismo español por el otro.

En parte esta crisis se alimenta de la otra, la política y moral. Entre los numerosos ceses de cargos por causas de corrupción, muy pocos se han debido a dimisiones voluntarias. Creo que ninguno, aunque puede haberse dado algún caso. La piel (esa que todos dicen que van a dejarse en su tarea) de los cargos del PP es de paquidermo. Solo dimiten cuando ya están en los tribunales. Mientras tanto, presunción de inocencia y, después, indulto. 

Eso es lo que hay y lo que la gente ve y a lo que acaba acostumbrándose. En mitad de un escándalo de corrupción y con acusaciones concretas, el PP lograba mayorías en la Comunidad de Valencia. La opinión pública, resignada, prácticamente anestesiada, ha tardado más de diez años en comprender que la corrupción es el cáncer de la democracia y en darle la importancia que tiene. 

La cloaca es el propio Estado, administrado por una banda civil y religiosa de presuntos delincuentes y, cuanto más se oculte, más se tardará en ponerle remedio. Si lo tiene.

diumenge, 25 de juny del 2017

155. Entran los duros

Con su acostumbrado garbo y contundencia en el decir, el compañero Guerra ha instado a recurrir sin más al artículo 155 CE. No a pensar en la posibilidad de hacerlo sino a aplicarlo directamente, suponiendo que ello equivale a la suspensión de la autonomía catalana. Es mucho suponer porque el tal artículo no quiere decir nada al limitarse a prever que el Estado impartirá las órdenes oportunas para que las CCAA que se aparten de la legalidad o el bien común se retracten. Pero eso no le importa a Guerra. Lo suyo no es proponer algo viable desde el punto de vista de la legalidad sino dar un puñetazo sobre la mesa, cerrar el debate de una vez por todas. Es un gesto autoritario y un desaire al independentismo catalán, cada vez más crecido precisamente a cuenta de estas intemperancias.

No hay gran diferencia entre el ultimátum de Guerra y los desprecios de la vicepresidenta del gobierno al considerar que la independencia es una “matraca” y que hay que acabar ya con ese “rollo”. La paciencia de la nación española frente a la catalana es brevísima, tanto en la versión nacional-católica del gobierno como en la liberal-doceañista de la oposición. Ya está bien, hombre. Aquí no hay más nación que la española y las demás son “matracas” que deben suspenderse sin miramientos.

El PSOE ha iniciado su nueva andadura propugnando una problemática plurinacionalidad de contenido necesariamente impreciso. Pero, por impreciso que sea, no es compatible con la práctica de suspender una autonomía de entrada, aquella, además, con un perfil más acusadamente nacional y en cuya virtud se ha incorporado el concepto y se propone reformar la Constitución.

La Comisión Ejecutiva ha desautorizado la bravata de Guerra por considerarla “cruenta”. Curioso adjetivo que da una pista de los derroteros mentales de quienes se enfrentan al problema desde el nacionalismo español. Por supuesto, el desautorizado habrá montado en cólera, comprobando así cuánto han perdido él y los suyos con el resultado de las primarias.

Sin duda es una ventaja que el PSOE, aun respaldando la acción del gobierno en lo que considera que son asuntos de Estado (básicamente Cataluña), trate de diferenciarse y de aportar soluciones alternativas a la estrategia del choque de trenes del PP. Y eso requiere “soluciones imaginativas”, como sugiere Enric Juliana, muy preocupado porque la negativa cerrada y la represión hagan aumentar el porcentaje de apoyo a la independencia entre la población.

Sin embargo, llama mucho la atención el sorprendente propósito de recurrir a la comunidad internacional en caso de que el gobierno aplique el artículo de marras. La “comunidad internacional” es un enunciado tan impreciso como el de la “plurinacionalidad”. En primer lugar, es necesario saber ante qué instancia concreta se presentará el caso: la ONU, la UE, el TIJ y, en segundo, quién en concreto lo presenta, con qué competencia y qué perspectivas.

Desde el punto de vista político, la “externalización” del artículo 155 viene a coincidir con la política de internacionalización del conflicto que lleva a cabo la Generalitat, de forma que el PSOE incurre en una curiosa contradicción: apoya al gobierno en su política represiva, de negación del referéndum e internacionalización del conflicto y, por otro lado, la promueve él mismo.

No obstante, estas contradicciones no son graves. Al contrario, son de esperar cuando quienes llevan años ignorando un problema, descubren de pronto que tiene dimensiones capaces de poner en riesgo su supervivencia. Interviene entonces el instinto de conservación. Y el instinto de conservación es ciego. Lo sensato no es evitar las contradicciones sino atinar con la solución justa e “imaginativa”.

Y esta es muy sencilla. El NYT trae un editorial dictado por el pragmatismo yanqui en el que se pronuncia por la celebración del referéndum y recomienda votar “no”. Más o menos, lo mismo que propugna Podemos. Y, como no será fácil descubrir lazos entre el NYT y la formación morada, será cosa de concluir que la celebración del referéndum catalán no es algo absurdo, ni demoníaco, ni ilegítimo, sino una posibilidad razonable. No se entiende por qué no la hace suya el PSOE cuando es perfectamente compatible con alguno de los sentidos de la plurinacionalidad.

Si la objeción es exclusivamente referida a la legalidad, basta recordar que “allá van leyes do quieren reyes”. Para que algo sea legal, basta con que el legislador lo haga legal. El legislador no puede convertir lo ilegítimo en legítimo, pero sí lo ilegal en legal. Está para eso.

dissabte, 24 de juny del 2017

La hegemonía y sus alifafes

El marxismo occidental ha sacado mucho partido del concepto gramsciano de hegemonía. Con él sintetizaba el revolucionario sardo el famoso dicho de Marx y Engels en La Ideología alemana de que "las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época" Esto es, seguían los dos alemanes,"la clase que tiene el poder material de la sociedad tiene también al tiempo el poder espiritual", probablemente la síntesis más pura del marxismo.

Gramsci abogaba porque el proletariado combatiera la hegemonía ideológica burguesa con la revolucionaria, para lo cual desarrolló una batería de conceptos auxiliares, como el de “intelectual orgánico” o el del “Príncipe moderno”. Además del proletariado, contaba con una imprecisa masa “nacional popular” que se sumaría a la revuelta porque parte de la hegemonía ideológica se haría en términos “nacionales”. En sí mismo, esto ya era sospechoso a ojos marxianos, pero no es ahora importante, aunque tenga su interés.

Lo importante es que el intento gramsciano, claramente voluntarista, de fabricar una estrategia revolucionaria en sociedades democráticas, pasa por alto un supuesto fundamental del criterio marxista: para alcanzar la hegemonía ideológica, la clase debe ser dominante y no se llega a ser dominante por la ideas, sino por el poder material. Es el poder material el que da la hegemonía y no al revés. Las ideas del proletariado, la masa nacional-popular o el sursum corda serán dominantes cuando esos grupos sean materialmente dominantes. Antes, no, aunque pueda parecerlo.

Es curioso que un marxista elabore una estrategia que contradice el principio cognitivo mismo del marxismo. Pero, en todo caso, así se acepta en el discurso público, especialmente el de la izquierda. Esta libra ahora dos batallas por la hegemonía: una dentro de sí misma, la lucha por la hegemonía entre el PSOE y Podemos y la otra en el sistema político en su conjunto, la lucha por la hegemonía ideológica entre la derecha y la(s) izquierda(s).

La primera batalla, entre Podemos y el PSOE tiene escaso fondo ideológico. En Podemos hay una rama anticapitalista con algo más de envergadura y proyección. El resto se agota en una lucha táctica que se dirimió en Vista Alegre II, pero sigue reverberando en el horizonte. Si se añaden las quejas de IU por su falta de visibilidad y los desajustes de las confluencias, es poco lo que de sustantivo puede ofrecer la formación morada en la porfía ideológica. Su discurso se circunscribe al llamado “régimen del 78” y apenas se cuestiona el sistema político, ni el económico en su conjunto.

A su vez, el PSOE es casi mudo en cuestiones ideológicas. Los ganadores de las primarias manifiestan una voluntad nominal de echar el partido hacia la izquierda pero, en lo sustancial sigue siendo un partido dinástico, defensor del sistema político que Podemos dice atacar: la monarquía y la unidad de España. De cambiar el modelo de sociedad o el sistema productivo, ni una palabra. Ni siquiera de una “refundación del capitalismo”, como prometió un despendolado Sarkozy años ha. El PSOE aspira a ser “nueva socialdemocracia”, restableciendo (aunque muy mejorado) el antiguo Estado del bienestar. En esto coincide con Podemos, cuyos dirigentes sostienen ser la “verdadera socialdemocracia”.

Está claro, pues, que la lucha interna por la hegemonía en la izquierda es puramente cuantitativa: a ver quién tiene mayor respaldo electoral y en esto va ganando el PSOE de calle.

Lo interesante viene cuando se observa la otra lucha por la hegemonía, la de la derecha contra la(s) izquierda(s). Estas se encrespan en críticas duras y actúan con contundencia (pues hay lugares en donde gobiernan o tienen mando en la oposición, como en el Parlamento) en aspectos concretos de la acción de la derecha, básicamente corrupción, abuso de poder, censura, malversaciones, múltiples ilegalidades. Pero son aspectos concretos de funcionamiento de un sistema cuya legitimidad no se cuestiona (caso del PSOE) o se hace de un modo anárquico y episódico (caso de Podemos) y cuyos fundamentos ideológicos, en el fondo, se comparten.

La izquierda tiene perdido de antemano el combate por la hegemonía ideológica porque lo libra dentro del marco conceptual e ideológico de la derecha. Así se ve en su idea de España y la nación española que es la acuñada por la reacción desde hace siglos y afirmada finalmente por el derecho de conquista mediante una guerra civil cuyos efectos se dejan sentir hoy. El país no ha conseguido no ya desenterrar a los cien mil asesinados por la vesania fascista; ni siquiera establecer unas bases mínimas de acuerdo respecto a ese trágico pasado.

Eso no es una nación. Es la imposición a la fuerza de una idea de nación de la clase dominante. La idea dominante de nación que la izquierda no cuestiona. El PSOE, de modo obvio, poniéndose literalmente a las órdenes del PP y Podemos de forma más esquinada. Los dos proclaman la “plurinacionalidad” del país, en el caso socialista más en el campo de los universales filosóficos y en el de Podemos en el de un enunciado programático de importación. Pero ninguno cuestiona el hecho de que ambos comparten la idea de nación española acuñada a sangre y fuego por la derecha.

Sé que esto puede suscitar escepticismo. A las pruebas me remito. En el debate sobre la moción de censura o en algún otro muy reciente, Pablo Iglesias respondió de una forma lapidaria a una intervención bronca de Hernando diciendo: “Sí, España es un gran país, pero lo sería más sin ustedes.” Aparentemente, lo que las redes llaman un “zasca”. Pero, si se observa bien, de “zasca”, nada.

España no es un gran país bajo prácticamente ningún parámetro de “grandeza de país” que quiera establecerse y, desde luego, bajo ninguno de los que maneje Pablo Iglesias. España no es un gran país. ¿Por qué lo dice, sin embargo? Porque participa de las ideas dominantes de la clase dominante que llama “gran nación” (Rajoy y el Rey no se cansan de repetirlo como conjuro de magia simpatética) a una cuyas circunstancias económicas y sociales son lamentables. Un país incapaz de dar de comer a su población, a la que manda a la emigración y con unas clases directivas de todo tipo (empresariales, profesionales, académicas, publicísticas) ineptas que no han conseguido desarrollar una actividad productiva que no sea el sector servicios.

Porque esa idea de nación dominante no responde a una realidad sino a una ficción, un relato unilateral que se ha impuesto a lo largo de la historia por todos los medios, con harta frecuencia los violentos y los muy violentos. Un relato que ha hecho suyo la izquierda sin percatarse, al parecer, de que, al integrarse en él, se autoexcluye porque el relato la excluye. No existe un relato paralelo de una España progresista y liberal, sino es en el campo de las derrotas y los proyectos frustrados.

Es falso que haya dos Españas. Solo hay una. La del garrote, vil o con honor, pero garrote. La otra se somete y, llegada la necesidad de afirmarse como nación, se funde con ella. ¿De qué hegemonía pueden hablar quienes no se atreven a plantear el problema de la legitimidad de la monarquía y la de la República?

Esta es la razón por la que la izquierda tiene perdida la batalla por la hegemonía ideológica frente a la derecha. No porque las ideas dominantes sean mejores, sino porque son las de la clase dominante, la que tiene el poder material y la que paga más por fabricarlas, a diferencia de las clases dominadas. 

España no es un gran país sino un remedo, un simulacro de democracia sumido en una crisis constitucional profunda que la clase dominante no sabe cómo resolver si no es recurriendo a la represión, como siempre. Y mientras la izquierda no reconozca la situación límite ni haga autocrítica y proponga soluciones negociadas civilizadamente con todas la partes y sin exclusiones, mientras esto no suceda, la hegemonía de la derecha será incuestionable.

Es decir, mientras la izquierda siga siendo cobarde, la derecha estará envalentonada.

divendres, 23 de juny del 2017

Del "no" a la abstención y de la abstención al "no"

Mal empezamos. La abstención es siempre una señal de irrelevancia y, en determinadas circunstancias, una muestra de debilidad o falta de criterio. En esta abstención del PSOE ante el CETA hay dos aspectos: el de la abstención como tal y el de que sea frente al CETA.

A lo primero: no es bueno comenzar la "nueva socialdemocracia" haciendo lo mismo que se criticaba en la antigua. La crítica se basaba en que no es de recibo abstenerse en asuntos de gravedad, como la investidura de Rajoy. Sobre todo porque la abstención venía a ser un "sí" encubierto. Ambas cosas se dan hoy con la abstención de Sánchez: la votación del CETA (que es un tratado "mixto" y necesita voto favorable de los parlamentos) no es un asunto menor y, además, la abstención es un "sí" encubierto, dado que el tratado cuenta con mayoría gracias a la abstención del PSOE. 

La abstención ha sembrado el desconcierto entre los socialistas, muchos de los cuales la ven como una concesión más a Podemos, en un proceso de mimetización. Tiene, es claro, un valor simbólico. La izquierda está contra el CETA en toda Europa, si bien la socialdemocracia apoya. Y aquí viene el gesto de Sánchez, el guiño a Podemos, como dicen los analistas. El PSOE se acerca sin fundirse con él y se distancia de la derecha. Pero es un gesto y vacío, pues el Parlamento aprobará el tratado. Pero, ¿era necesario? La oposición de la izquierda al CETA, ¿es razonable?

Aquí vamos a la segunda parte. La abstención es frente al CETA, ya aprobado en la UE y pendiente de las ratificaciones de los parlamentos de los Estados miembros, cosa de la que pocos dudan porque, tras el brexit, renace con fuerza el espíritu europeísta. Basta con escuchar a Merkel y Macron, que son quienes mandan. Pero la oposición de la izquierda es muy fuerte, muy maniquea. Estar a favor del CETA te lleva a las zahúrdas de Plutón; estar en contra, a los campos elíseos. Pero, ¿en qué reside en concreto la objeción de la izquierda al CETA?

Pudiera ser en la inquina a la globalización, al menos es el argumento de Moscovici. Pero no parece cierto por lo desajustado. Convivimos con la globalización y un tratado que, al fin y al cabo, es bilateral, puede tener un impacto positivo o negativo en esa misma globalización.

Quizá se trate de un proceso inercial de la carrera que se inició en la oposición al otro tratado, el TTIP, entre la Unión Europea y los Estados Unidos. La oposición a este fue tan generalizada y profunda que consiguió hibernarlo, por no decir que lo liquidó. Y las energías sobrantes se emplean ahora contra el CETA. Pero ambos tratados son muy distintos.

La crítica real de la izquierda afecta sobre todo a los mecanismos de solución de disputas, la autonomía de los Estados, el poder de las multinacionales y los derechos de la ciudadanía. Sin embargo, una lectura del tratado permite sostener que se prevén todos esos extremos, mejor o peor, pero en un espíritu muy próximo a la regulación de estas materias en el ámbito europeo. La UE por un lado y España por otro admiten mecanismos de solución de disputas similares, por ejemplo, en la Organización Mundial del Comercio. Y el tratado reconoce expresamente la competencia de los Estados al legislar en materia de interés público, incluso cuando se vean afectados los intereses de los inversores. 

En otros términos, no parece tan absurda ni disparatada la ratificación del CETA. El gesto de la abstención está vacío desde el momento en que no la impedirá. Es un gesto no justificado.

Como también lo es la referencia al apoyo del PSOE al PP en lo referente al independentismo catalán. Es lo que Sánchez llama oposición de Estadotérmino que recuerda mucho los célebres "pactos de Estado" de Rubalcaba, y que aquí viene a ser un reconocimiento de alianza entre la derecha y la izquierda ante un adversario común, el independentismo catalán. 

Qué tenga eso que ver con el CETA es un misterio. Pero Sánchez ha colocado a Moscovici una teórica sobre la indivisibilidad de la Patria. Prueba de qué es lo que en verdad le preocupa. Aquí no hay abstención. Hay un sólido y mancomunado "no". No estoy seguro de que el CETA haga de Europa un lugar más libre y dinámico, pero sí lo estoy de que el cerrado "no" del nacionalismo español hará de este país un lugar más autoritario y paralizado.

dijous, 22 de juny del 2017

El coste del "no" al referéndum

Según parece la primera propuesta de Carles Puigdemont de celebrar una sesión de debate en el Congreso sobre el referéndum ha quedado reducida a una moción presentada ayer por el PDeCat de que la Cámara admita la consulta. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría ya había advertido que el Parlamento no es lugar de conferencias y que, si Puigdemont presentaba la propuesta referendaria, la Cámara votaría. Votaría que no, innecesario recordarlo. El presidente de la Generalitat renunció a su comparecencia.

De una u otra forma, las dos cámaras parlamentarias españolas se han negado a escuchar las razones y propósitos del independentismo catalán. Hoy, además, el Congreso votará "no" por apabullante mayoría de más del 72 por ciento, aduciendo que el referéndum no busca diálogo sino fractura

Para diálogo, el que ha ofrecido el gobierno del PP en estos años: ninguno. Rajoy se ha visto varias veces con Mas primero y Puigdemont después, siempre para decir que "no" a todo. Finalmente abrió un periodo llamado pomposamente de "diálogo", para lo cual, envió a la vicepresidenta a Barcelona como plenipotenciaria para gestionar eso, un "diálogo". La gestión duró un par de meses y terminó con una sentencia de Sáenz de Santamaría de alto contenido teórico y doctrinal: no se puede estar tantos años con la matraca independentista. Basta de este rollo. El independentismo es una matraca y un rollo. Toma diálogo.

En cuanto a la fractura conviene recordar lo que es ya saber popular. Cada vez que hablan Rajoy o Sáenz de Santamaría sobre Cataluña hay mil independentistas más. Y no hablemos de un obstinado separador como García Margallo. Con él caen diez mil, como la Anábasis. 

El "no" del Parlamento afronta el escenario del "choque de trenes", esto es, una escalada del conflicto. Sin que nadie sepa qué dimensiones vaya este a tomar. El Estado, en principio, puede impedir la celebración del referéndum, pero tendrá que calibrar a qué coste y este es muy dificil de determinar porque a su vez depende de un imponderable: la voluntad política de la Generalitat de cumplir su mandato y el apoyo popular con que cuente en caso de represión. En los conflictos, al igual que en las guerras, se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale. 

Y, en cualquier caso, impedir la celebración del referéndum abrirá un periodo indeterminado de ingobernabilidad en Cataluña y en España. Probablemente como lo haría su celebración. Pero en este caso el culpable no sería el sector negacionista.

Lo que chirría en la posición del Parlamento es el cierre de filas del PSOE con la derecha. El discurso del interés de Estado (tan caro a la derecha socialista) no obliga a que ese Estado haya de ser el de la oligarquía nacionalcatólica y ahora neoliberal. Los socialistas están obligados a dar carta de naturaleza a la cuestión catalana y hacer propuestas distintas de la derecha, consistente en mantener el estatu quo del agravio comparativo de Cataluña hasta el fin de los tiempos.

El PSOE trae en la mochila la famosa reforma federal de la Constitución. Probablemente es tarde, suena inverosímil y casi como un pretexto. Y lo es. Agárrese pues a él para marcar distancias con las medidas represivas del PP. El PSOE no puede aparecer como cómplice de unas soluciones autoritarias a problemas en cuya génesis no participó; al menos, no directamente. Por lo demás, la propuesta federal es irremediablemente extemporánea, dado que requiere un prolongado trámite de reforma, siendo así que en tres meses es obligado afrontar una situación de grave conflicto.

En verdad no se entiende por qué el PSOE no apoya la realización de un referéndum pactado, como hace Podemos. Teniendo además en cuenta que frustrar el deseo del 80 por ciento de la población catalana solo aumentará el respaldo al independentismo.   

Un héroe de nuestro tiempo

El culto al héroe es viejísimo. Sus nombres propios adornan la historia real y la fantástica con grandes variantes. Aquiles, Alejandro, César, Napoleón. Algunos son prototipos ambiguos, como Ulises o Maquiavelo. Thomas Carlyle nos regaló su  Sobre héroes y el culto al héroe en 1841, en donde, por cierto, no se menciona a los guerreros y la valoración de los héroes (dioses, profetas, escritores, reyes, etc) es generalmente positiva.

Por entonces, sin embargo, ya imperaba el modelo del héroe byroniano que aparece en Las peregrinaciones de Childe Harold (1812). El joven hombre de mundo, tempranamente hastiado de la vida, aquejado de melancolía, cínico, hasta cruel, pero también caballeroso, capaz de grandes pasiones y de una entrega ilimitada al amor o algún impreciso ideal hasta el sacrificio. Un ser contradictorio, una mezcla de héroe y villano. Un antihéroe. 

Los románticos rusos reprodujeron el modelo byroniano. Pushkin directamente en Eugenio Onegin y Lermontov después, a través de él, en la figura de Pechorin, el protagonista de Un héroe de nuestro tiempo, cruel, despiadado, inquieto, insatisfecho, nihilista, capaz de grandes pasiones. Juega con los sentimientos de la gente y se atormenta por ello.

En el siglo XX, el héroe desapareció, sustituido por el antihéroe que lo ocupa todo, desde El hombre sin atributos y Gregorio Samsa, hasta los personajes de las novelas de Paul Auster. A mediados de la centuria, Vasco Pratolini revivió el título de Lermontov, en un contexto muy diferente y con personajes que no tenían nada que ver, salvo el carácter del héroe byroniano llevado a la degradación en la figura del adolescente fascista Sandrino, cruel y hasta sádico con los demás y capaz de entregarse a un sentimiento de amor puro. 

¿Y cómo es el héroe de nuestro tiempo en el siglo XXI, al que llamamos líder? Es sobre todo mediático y está hecho a la sociedad de la información y de las redes. Su aventura no es personal, sino colectiva.  Pero sigue siendo contradictorio.  Predica la emancipación ciudadana a través de los  medios que sirven para impedirla. No se preocupa por la intensidad y veracidad de sus sentimientos, sino por la audiencia, dando por supuesto que la verdad dependerá de la decisión de la mayoría a la que desprecia en el fondo de su dandismo byroniano. Porque, si no la despreciara (o la compadeciera, que es una forma de despreciar) no diría que quiere emanciparla. 

Es el drama del antihéroe de nuestro tiempo. Si se adapta a la realidad, sabiendo que esta es obra de los seres humanos, renuncia a su condición heroica y se conforma con ser la idealización del hombre del traje gris. Si se rebela contra ella, pero no la destruye, esta lo asimila en un compartimento estanco dedicado a la rebelión dentro del orden. En él oficia el antihéroe con un discurso contrario que solo sirve para legitimar lo que dice querer destruir.

Si el héroe quiere cumplir la tarea que se autoimpuso cuando inició su andadura le interesa conocer el terreno que pisa, no perder el contacto directo con la realidad. Tal cosa sucede inevitablemente cuando, en la senda del triunfo, son sus partidarios y seguidores quienes le indican el camino y se lo explican. Al héroe le hacen entonces un Potemkin, y acaba convertido en un busto parlante. El solo faro de fiar del héroe es la crítica y el ataque del adversario. Es lo único seguro. Como seguro es que ignorarlas y ocultarlas lleva a la destrucción.   

La imagen es un cuadro de Carlo Carrà, de 1918, titulado L'ovale delle apparizioni, Galeria Nazionale d'Arte Moderna, Roma.

dimecres, 21 de juny del 2017

La banda

Es bueno esto de llamar a las cosas por su nombre. El de banda es sumamente apropiado para un partido que, además de contar con 900 personas imputadas en sus filas, él mismo está imputado penalmente como partido por considerarlo los jueces una asociación de presuntos malhechores. Una banda, evidentemente. Pero una banda que gobierna, que hace y deshace leyes, interfiere en la acción de la justicia, utiliza las instituciones a su servicio, se hace propaganda a través de los medios de comunicación públicos y compra los privados.

Esta banda tiene ahora dos frentes abiertos: el de la corrupción y la financiación ilegal del partido y el de las operaciones de guerra sucia del ministerio del Interior en contra de los adversarios del PP, los independentistas catalanes y los de Podemos.

En el frente de la corrupción es poco lo que queda por decir y mucho probablemente por ver. El desfile por los juzgados de los tesoreros y dirigentes del PP, colaboradores de Aznar es una especie de metáfora de una ristra de chorizos. Gentes de orden, desde luego, patriotas, antiabortistas, fieles a la Iglesia que no sabían que en su partido había una caja B., se robaba a espuertas y, con el sobrante, se financiaban campañas electorales que terminaban en apabullantes mayorías absolutas.

Esa constelación de casos vergonzosos, la Gürtel, la Púnica, Lezo, etc es el resumen de una época de latrocinio neoliberal generalizado. Y su demostración es tan indignante como palpable. Los 60.000 millones de euros de dineros públicos que se ha llevado la banca coinciden con los 60.000 millones que el gobierno ha sustraído del Fondo de las pensiones. Obvio: el gobierno ha empleado el dinero de los pensionistas en beneficiar a la banca (lo del "rescate" es un eufemismo). No menos obvio: ahora no hay dinero para pagar la extra de los jubilados.

Ese es el resultado de la banda. Lo llaman "crisis".

El segundo frente es el de la supuesta guerra sucia del ministerio del Interior contra Cataluña. La comisión parlamentaria que investiga este nauseabundo asunto (incluida la creación de una presunta policía política) pide visionar el documental sobre las cloacas de Interior. Se trata de desbloquear esa Comisión y dar publicidad a unos comportamientos de las autoridades que, según parece, vulneran la ley, son un delito y algo absolutamente contrario al Estado de derecho, que queda reducido a la nada cuando quien delinque es el encargado de hacer cumplir la ley.

La nación de las izquierdas

El artículo de elMón.cat. Si aplicamos la división (el cleavage, como dicen los expertos) entre derecha e izquierda a la cuestión nacional como se plantea hoy día aquí, damos con una perspectiva que no suele mencionarse. De eso trata el artículo, para llegar a la conclusión de que, aunque no quiera reconocerse, el referéndum catalán y la hoja de ruta en conjunto, depende en buena medida de que la izquierda, hoy dividida en el Estado a cuenta de Cataluña y en Cataluña a cuenta del Estado, encuentre una posición común. Cosa harto difícil.

Aquí la versión castellana:

Es la izquierda

El reciente triunfo de Pedro Sánchez en las primarias tiene unos puntos significativos. Ha reorientado el partido nominalmente más a la izquierda, en espera de que ese cambio se materialice. Ha vuelto a soslayar, a base de aplazarla, la cuestión de la forma de Estado, República o Monarquía. Y ha incluido por primera vez en el programa el concepto de plurinacionalidad.

De inmediato han sonado las alarmas en el nacionalismo español. Y no solo el de la derecha, que se da por supuesto, a pesar de su tradición regionalista al estilo de Vázquez de Mella o Rodríguez de Miñón, sino el de la izquierda. Y, dentro de esta, el del PSOE. Y dentro del PSOE en el mismo campo sanchista, en donde se apresuran a afirmar que la plurinacionalidad se agota en el concepto de “nación cultural”. Una reacción contraria tan fuerte en sus expresiones como débil en sus razones.

En realidad, el nacionalismo ha fracturado siempre a la izquierda y el independentismo, con mayor motivo. En la izquierda española, la plurinacionalidad ahora aceptada por el PSOE, fue primeramente enunciada por Podemos y dibuja una nueva línea de fractura entre Podemos y la fracción sanchista del PSOE (y no toda ella) y el resto de este partido.

En esta situación, el PSOE de Sánchez tiene dos opciones: una es acercarse a Podemos y reconocer contenido político a la idea plurinacional, pactando un referéndum y la otra es cerrar filas con el sector de Díaz, restringir la nación a la cultural y convertir por tanto la idea plurinacional en una expresión vacía. Esta última opción presenta la desventaja de no diferenciarse de la de la derecha y eso debiera ser preocupante para la izquierda. Aunque no para la que dice tener “sentido de Estado” que es su vínculo con la derecha, porque el Estado de que ambas hablan es el de la oligarquía nacional-católica.

Con independencia de cuestiones menores, el nacionalismo independentista fractura a la izquierda española, parte de la cual no tiene el coraje de amadrinar una solución nueva, original, pactada, del contencioso territorial y actúa en esto como subalterna de la derecha.

Y eso en la izquierda española. Pero lo mismo sucede con la izquierda catalana. El independentismo también la fractura. Parte de ella es independentista e integra JxS, otra parte también lo es y apoya parlamentariamente al gobierno, pero otra parte, Els Comuns, no es claramente independentista, aunque sí favorable a un referéndum pactado y una última parte, el PSC es unionista. La cuestión nacional fractura la izquierda catalana tan claramente como la española.

En definitiva, la independencia se verá posibilitada o no por la actitud que adopten las izquierdas y si son capaces de ponerse de acuerdo en un objetivo común, cosa que debiera ser sencilla teniendo en cuenta que el independentismo es republicano. Pero para todo eso es imprescindible que la izquierda española no se pliegue a la visión de la derecha y sea capaz de formular un proyecto propio e innovador que pueda someterse a referéndum en condiciones de igualdad con las demás opciones. Un referéndum pactado.

La obstinación en impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación invocando un asunto de principio (la soberanía nacional) lleva a una confrontación institucional y social de consecuencias imprevisibles. El empleo de la fuerza en contra de las instituciones representativas catalanas animará a estas a una Declaración Unilateral de Independencia (DUI), que pondrá el contencioso en manos del Tribunal Internacional de Justicia y, mientras tanto, generará una situación de ingobernabilidad de Cataluña y, por lo tanto, de España.

La cuestión está en si ambas izquierdas, la española y la catalana, consiguen liberarse mentalmente del marco conceptual de la derecha española. Si tienen el valor de apoyar un cambio pacífico y radical de las estructuras del Estado que satisfaga a todas partes por no ser una enésima imposición. Y, en caso de que eso tampoco se consiga, si tienen el coraje de apoyar un proceso independentista en Cataluña en uso del innegable derecho de los catalanes a la autodeterminación. Entre otras cosas porque quizá sea la última oportunidad de España para entrar en el siglo XXI.

dimarts, 20 de juny del 2017

El PSOE, trasunto de España

Los perdedores de las primarias aceptan el resultado de boquilla, pero no en su actividad práctica. Acusan a Sánchez de proceder con revanchismo en la composición de los órganos directivos, hablan mal de él, no lo felicitan, no lo apoyan y, cuando pueden, lo boicotean. Lamentable falta de espíritu deportivo y elegancia. La espantada de la delegación andaluza en el Congreso fue una pataleta de criatura mimada y de pocas luces. La falta de ánimo y respaldo de las viejas glorias es bastante ruin.

Da la impresión de que Sánchez ha tratado de combinar dos criterios, el integrador de los antiguos adversarios y la necesidad de cubrirse las espaldas frente a posibles felonías de quienes ya las practicaron una vez. Para sus partidarios, la integración ha sido excesiva. Para sus adversarios, la composición de los órganos partidistas es revanchista y sectaria.

Nada que no suceda habitualmente en los partidos, que se rigen por el principio de que "el ganador se lo lleva todo". Hasta podría decirse que, así como el PSOE ha dado muestra de un comportamiento democrático ejemplar (aunque no se le reconozca) igualmente ha procedido con cierta magnanimidad y liberalidad en la tarea de componer sus órganos de dirección. 

Pero la oposición a Sánchez y el "nuevo PSOE" no se da solamente en el terreno orgánico, sino también en  el doctrinal. El punto de discordia es el concepto de plurinacionalidad. Su aparición en el programa ha sido un aldabonazo en la tranquila inopia de la opinión pública, adormecida en la práctica de que el mejor modo de resolver un problema es ignorándolo. Eso ahora ya es imposible. Ser de izquierda, en España, consiste de entrada en formular, dar carta de naturaleza, reconocer la existencia de un problema que nadie quiere afrontar.

El problema nacional español. 

Por esto es el PSOE un trasunto de España, porque ese problema nacional lo fractura como fractura al país. Se mire como se mire, este es un ámbito en el que coexisten varias naciones con muy diferente peso, alcance e identidad de la correspondiente conciencia nacional. Decir que España es un Estado plurinacional es la evidencia misma. 

La negación no suele hacerse desde un punto de vista racional sino sentimental. Sale el patriotismo y el nacionalismo, con el agravante de que no se reconoce como tal y acusa de él a los demás. Los enemigos socialistas de la plurinacionalidad, muchos de ellos entre los mismos sanchistas, critican la ambigüedad, la confusión del concepto, sus consecuencias indeseadas, sin percatarse de que si eso es consecuencia de la nación y el nacionalismo, también lo será de la nación española y el nacionalismo español. 

Estas exigencias de garantías que, en realidad vienen a decir que solo se reconoce condición nacional si no se ejerce, son un ejemplo de filisteísmo difícil de superar. El Reino Unido y el Canadá, entre otros, se consideran como Estados plurinacionales sin que venga ningún maestro Ciruelo a aquilatar el alcance del concepto, reduciéndolo aquí, emasculándolo allá. En los dos ha habido referéndums de autodeterminación y no sucede nada.

España es un Estado plurinacional y esas naciones no tienen por qué ser lo que otra (la española en este caso) les deje ser, sino lo que quieran ser.

La cuestión nacional fractura al PSOE y a la izquierda en su conjunto. El reconocimiento de la plurinacionalidad es un paso en la buena dirección, pero un paso muy primero y del todo insuficiente. Si, después de él,  se reduce el alcance de la nación a lo meramente cultural, el avance se habrá frenado en seco porque equivale a una negación de los aspectos decisivos, político y jurídico, que le dan su perfección. Y, además, reduce a los ciudadanos de esa nación a la condición de ciudadanos de segunda, puesto que no pueden serlo del Estado de su nación sino del de otra. 

Va siendo tiempo de que la izquierda aborde la solución del sempiterno problema de la nación española con propuestas propias, nuevas, distintas de las tradicionales de la derecha, cuyo fracaso es patente. Para ello, el concepto de plurinacionalidad es muy útil si se lleva a sus lógicas consecuencias, esto es, el reconocimiento de la plenitud de los derechos políticos y jurídicos de las naciones.

Y un referéndum pactado que nos permita saber en dónde estamos.

dilluns, 19 de juny del 2017

Rumbo al gobierno. A mí la mayoría

El compromiso de Sánchez es claro: Voy a trabajar para buscar una mayoría parlamentaria alternativa al PP. Y también es sencillo. Tanto que casi no es trabajo si se trata de mayoría absoluta para desplazar al gobierno. Una posibilidad es la de PSOE, Podemos y C's, y la otra, PSOE, Podemos, JxS y Bildu, por ejemplo. La primera parece imposible por la incompatibilidad entre Podemos y C's. La segunda trae el escollo de los votos independentistas.

Para las mayoría relativas, la fantasía es libre aunque, claro, las hay más verosímiles que otras. Una razonable sería la de PSOE y Podemos, que no tendría el escollo independentista, pero estaría al albur de votaciones conjuntas PP y C's.

Las opciones son escasas e insuficientes. Probablemente por eso un ufano Rajoy anuncia que terminará la legislatura porque no ve alternativa. La moción de censura de Podemos ha sido un exitazo. Ha servido para consolidar al gobierno y también a la otra oposición en cuanto partido y liderazgo. Y un liderazgo que se ejerce desde fuera del Parlamento. Eso es "nueva política" a tope, ¿no? Habiéndolo intuido así, a Sánchez se le ha disparado el estro y se ha declarado continuador o representante o algo parecido del 15M en medio de feroces críticas e insultos. Demagogo, falso, oportunista, aprovechado. Sin embargo, paradójicamente, si alguien hoy puede esgrimir el ¡no nos representan!, es él, que lo hace desde la calle. Como peripecia vital, incluso, que da mayor pábulo a la leyenda, esa que empezó a forjarse en torno a su figura como "el relato". Ahora sube un peldaño más y puede, con razón, exclamar ¡no me representan!

Si Rajoy no obedece las reiteradas invitaciones a dimitir, la mayoría parlamentaria alternativa  puede querer decir dos cosas: una nítida y clara y otra confusa y variable. La nítida y clara es un gobierno salido de una moción de censura del PSOE y Podemos con los votos favorables de JxS y seguramente Bildu. La única condición sería que ese gobierno propusiera un referéndum pactado en Cataluña, habiendo negociado fecha de celebración y pregunta. Pero con todas las garantías para una votación en libertad.

La forma confusa y variable de la mayoría parlamentaria alternativa sería la que no aspirara a formar gobierno y se contentara con ser oposición pero pretendiendo imponer la política al gobierno, es decir, gobernar desde el Parlamento. No estaría mal si el Parlamento tuviera el coraje de la Convención Nacional francesa de 1792, la que abolió la Monarquía afirmando que "los reyes son al orden moral lo que los monstruos al físico. La corte es el despacho del crimen, el hogar de la corrupción y la guarida del tirano". Mas no parece ser el caso, sino al contrario pues ayer mismo el Congreso del PSOE daba carpetazo a la insolente urgencia de sus juventudes en proclamar la III República. Una oposición de geometría variable, bajo la presión de unas elecciones anticipadas y en la incertidumbre de los cambios en las alianzas caso por caso. Si añadimos el ya expresado propósito del gobierno de instar al Tribunal Constitucional a que ampare su "derecho" a vetar legislación en virtud de criterios presupuestarios, concluiremos que la idea de articular una mayoría parlamentaria alternativa, si no es desde el gobierno, es una quimera.

En realidad, solo queda ejercerla desde el gobierno. Uno de PSOE y Podemos con el apoyo parlamentario de JxS, a cambio de un referéndum pactado en Cataluña, una opción que apoya el 80 por ciento de la población catalana. Algo a lo que un gobierno de izquierda no puede ser indiferente. Y debe demostrarlo con hechos. Si se propuso como alternativa a la derecha deberá serlo también en la cuestión territorial; deberá ser capaz de encontrar alguna forma de negociación que evite el tantas veces mencionado "choque de trenes".

Dado que el referéndum no es un fin en sí mismo sino un medio, al aceptar uno pactado, cabe negociar la pregunta. Si la izquierda tiene algo que ofrecer, digamos a medio camino entre el estatu quo y la independencia, por ejemplo, ese federalismo tan celosamente guardado, es el momento de hacerlo y ver qué apoyo concita. Incluso es el momento de ofrecer alguna idea de planta nueva para romper con el marco tadicional de la derecha que tiene cautiva a la izquierda.

Después del enésimo fracaso de la derecha española al gestionar el país, la izquierda está obligada a constituirse en alternativa y a hacerlo teniendo por una vez el valor de sus convicciones. El aparente oxímoron de reconocer la soberanía una del pueblo español y su plurinalicionalidad apunta a un momento constituyente, o "destituyente", como dice Miguel Urbán, de Anticapitalistas. Un momento de acción.

Y así es como debe entenderse. No como una propuesta estática de que una cosa puede ser ella misma y su contraria al mismo tiempo en contra de la lógica, sino como una dinámica: una cosa puede convertirse en su contraria. Si el amor puede y suele convertirse en odio, lo demás, por añadidura.

La profundización del carácter purinacional de España obliga a no reducirlo a lo meramente cultural sino a reconocerle su plena función política. Corresponde a las naciones del Estado determinar de común acuerdo qué forma de organización quieren darse si quieren darse alguna.

Se entiende la propuesta federalista del PSOE salida de la Declaración de Granada y hasta cabe conceder que se haga de buena fe. El problema es que es irrelevante. No por el federalismo en cuanto tal que seguramente será perfecto, sino por el procedimiento para establecerlo. Una decisión mayoritaria del soberano español que obliga a la minoría nacional catalana es inevitablemente sentida por esta como una nueva imposición desde fuera, otra vez café para todos, siendo así que la reclamación del independentismo es un tratamiento diferenciado de Cataluña como nación que es en plenitud de sus derechos.

Sería más avisado, a mi entender, no empeñarse en una fórmula federal como propuesta de partido, sino estar dispuestos a acordar otra de otras características que pudiera ganar acuerdo del independentismo. Y ¿qué forma podría tener? Ahí, justamente, está el meollo de la política, en la capacidad para imaginar soluciones acordadas a problemas que parecen no tenerlas.

diumenge, 18 de juny del 2017

Allá vamos

Las hispánicas entretelas de algún veterano socialista se agitan escandalizadas. Guerra pide la aplicación del artículo 155 de la CE. No fue suficiente su cepillado del Estatuto de 2006. Ahora quiere pasar por el cepillo a los gobernantes. Un demócrata. Porque el art. 155 que, además, no dice nada, es muy suave. Si por el sevillano fuera, los fementidos secesionistas catalanes debieran ser deportados a Madrid cargados de grilletes.

¡Estado plurinacional! ¿Qué es eso? Tampoco es para ponerse tan nervioso, como plurinacionales se reconocen más Estados: Bolivia, el Canadá, Australia, el Reino Unido, Bélgica, entre otros.

Verdad es que la plurinacionalidad requiere profundización. Y ahí es donde el concepto se abre al debate. Si la expresión no es un flatus vocis habrá que darle algún contenido. Y este no puede reducirse a una mera consideración de las naciones como hechos culturales.

Hablemos de Cataluña porque es pensando en Cataluña como se ha aprobado la plurinacionalidad española. Responder a la movilización independentista catalana, mantenida en el tiempo, transversal, con amplísimo apoyo social, democrática y pacífica aceptando su condición de nación "cultural" es quedarse tan corto que casi suena a tomadura de pelo. El independentismo quiere el reconocimiento de Cataluña como nación política en plenitud de sus derechos y un tratamiento de igual a igual con la nación española. Por supuesto, esto plantea un problema de incongruencia dado que la nación española solo se ve a sí misma incluyendo en ella a la catalana y, en su concepción imperial, encuentra absurdo que la parte quiera tener un tratamiento idéntico al todo.

Lo respetuoso con la plurinacionalidad de España en este caso concreto catalán es autorizar la celebración de un referéndum pactado que permita tomar decisiones con el apoyo mayoritario de la población en un sentido u otro. Como hacen las naciones civilizadas cuando se encuentran en esta situación. Convertir el referéndum en un asunto de principio y negarse no solo al reconocimiento de los derechos de los catalanes sino también al conocimiento objetivo de la situación, es la actitud de la derecha, orientada claramente a una confrontación con el independentismo.

No puede ser la de la izquierda.

Por lo demás, parece que en el Congreso se ha mascado la tragedia con una propuesta de las JJSS de meter la República en el programa del PSOE. Es imaginable lo contento que se hubiera puesto Palinuro, incorregible republicano. Pero, al final no ha sido así porque la nueva izquierda del PSOE todavía arrastra temores de antaño en esto de la República y la Monarquía y ha mandado callar a los cachorros. Como siempre, se argumenta que es extemporánea, no coincide  con las preocupaciones de los españoles (esto suele decirse de casi todo lo que molesta) y distrae la atención de cosas más importantes.

Nada de esto es cierto, pero tampoco importa mucho. Por más que quiera acallarse el debate sobre la cuestión República Monarquía, reaparece inevitablemente a la hora de abordar la plurinacionalidad del Estado puesto que el independentismo catalán es republicano.

dissabte, 17 de juny del 2017

Los oscuros deseos

Estos de Podemos son una mezcla de enfants terribles y enragés, con unas gotas de indignés y mucha visibilidad mediática. Han nacido para los focos. Menudo griterío ha levantado la diputada de la CA de Madrid y presidenta de su Comisión de la Mujer, Clara Serrano, de Podemos. Es muy de ver cómo se rasga las vestiduras un amplio abanico feminista, real o fingido, orientando el debate a criterios dogmáticos y aplicando las reglas de la maestra ciruela.

Después del post de ayer sobre la gestación por encargo, Palinuro ha cogido ley a esto de las camisas de once varas y se permite opinar, sin ánimo de ofender a nadie, sobre un tema que, a primera vista, parece femenino.

Y es que ahí está el error y mi sola discrepancia en las declaraciones de Serra de que la fantasía de violación y de sexo con violencia es un deseo femenino. Es un asunto oscuro y muchos críticos echan en cara a la diputada que generalice indebidamente. Correcto, aunque insuficiente. Lo peor es que no generaliza bastante. Ese es el error de su afirmación porque, piénsese un poco, esas fantasías son un deseo femenino... y masculino y epiceno y hermafrodita. Donde hay sexo, hay fantasía. Y de todo tipo. A veces, se llama masoquismo. El nombre viene del Masoch de La Venus de las pieles, pero la práctica es, seguramente, tan antigua como la humanidad. Hay masoquistas, igual que hay sádicos, pederastas, místicos, etc, por citar cuatro ocupaciones directa o indirectamente relacionadas con la sexualidad, territorio impenetrable a la luz de la razón. Solo de la fantasía.

Cuando esas pulsiones, rasgos, inclinaciones, causan un daño de cierta importancia a terceros se convierten en delitos. Qué se considere "daño de cierta importancia" es algo que expone la conciencia moral, decide la mayoría y sanciona la ley. La violación del tipo y género que sea es un delito porque daña el derecho a la integridad física y moral de otro(a). Y no hay más que hablar. 

Pero el hecho es que se habla, especialmente de este tipo de delitos, que tienen relaciones con los oscuros deseos de la sexualidad. Todos los delitos vienen con fantasías pero las sexuales tienen un carácter particularmente opaco, que alimenta tendencias morbosas. Y lo que se dice sobre ellas oscila entre los lugares comunes más detestables ("en el fondo, lo que quieren es que las violen") y las teorías más elaboradas y refinadas ("hay un oscuro deseo de sufrir violencia en la sexualidad de las mujeres"). 

Si estamos dispuestos a reconocer que esas afirmaciones pueden predicarse (aunque con índices de probabilidad distintos) de todas las personas en relaciones sexuales, sean del sexo que sean, podremos avanzar en nuestro razonamiento. Si no, habrá que saber por qué no. ¿Es porque la violación de las mujeres o la fantasía correspondiente es cualitativamente distinta de la violación de los hombres o su fantasía? No, claro. La diferencia es cuantitativa. Y que esta no es relevante se observa por el hecho de que las violaciones más frecuentes afectan a las mujeres y también a las niñas y a los niños. Si ese es el argumento que se emplea, está dentro del marco conceptual patriarcal que propicia la violación de las mujeres hasta convertirla en ocasiones en política de Estado, como dice Susan Brownmiller.

Lo problemático aquí es el razonamiento, digamos, culto, lo expuesto por Clara Serra, que está en línea con conclusiones actuales de la sexología. Lo estará, pero no es nada nuevo. Esa idea del masoquismo femenino puede rastrearse en Freud y se formula con todas sus letras en la teoría de Karen Horney, discípula del austriaco. Creo haberla leído en alguna otra psicoanalista, incluso en la hija menor de Freud, Anna, aunque no estoy seguro. 

De lo que sí lo estoy es del correspondiente escándalo que motivó Ayn Rand con su famosa novela (best seller en los EEUU en 1942 y exitazo cinematográfico en 1948), dando celebérrima forma literaria a la teoría de Horney, en una violación que describe al comienzo de la historia, El manantial. Las relaciones entre el feminismo y Ayn Rand fueron siempre muy complicadas y, a raíz de esta novela se enfrentó a la crítica feminista de que, en realidad, ella ensalzaba la violación como el triunfo del héroe. Rand respondió que no tenía conciencia de haber descrito una violación y que, si lo era, se trataba de una violación consentida. La fundadora del Objetivismo despachaba el asunto con una especie de oxímoron. 

Sin duda la fantasía es un espacio sin límites y esas de los oscuros deseos (que llegan incluso a atribuirse a atavismos del Paleolítico, cuando la arqueología rivaliza en estos territorios con la psicología) mucho más. No hay por qué escandalizarse como si fuéramos del Ejército de Salvación, pero sí es preciso recordar que ese deseo no es intrínsecamente femenino, sino humano. 

Lo importante es no olvidar cuándo el deseo se torna delito o cuándo el delito es incitar al deseo.

Y esas señoras que aplauden los comentarios machistas de Hernando y piden la dimisión de Serra por una observación realista cuyo único defecto es quedarse corta, podían proceder a la inversa. Quizá no resultaran más acertadas, pero sí menos ridículas.

Hoy, Palinuro en Manresa

A las siete de la tarda, en la Plana de l'Om, en Manresa, mantendrá Palinuro un coloquio con Jordi Domingo, portavoz de Constituïm, esos que andan por los malos pasos de buscar una Constitución republicana para Cataluña. Pinta bien la trobada y saldrán sin duda muchas cosas de interés acerca de garantías de derechos, participación ciudadana, transparencia, representatividad, etc. Lo he hablado alguna vez con Domingo: para mí, la mejor Constitución es la de los EEUU por su sencillez, brevedad, flexibilidad y eficacia. Principios, líneas generales, declaraciones y el resto, a desarrollo legislativo posterior. Pero también es comprensible que los ánimos puntillosos quieran blindar en la Constitución la mayor cantidad de supuestos particulares que se pueda. Aunque suela ser contraproducente.

El diálogo será interesante, seguro, porque, además, está moderado por Gonçal Mazcuñán, competente periodista, de los que se trabajan los temas para explicarlos.

Allí nos vemos.

divendres, 16 de juny del 2017

La gloria y la crítica

La moción de censura de Podemos ha tenido, como todo, luces y sombras. La luz: la revelación de alguna figura política prometedora, una crítica demoledora al gobierno de la corrupción y la consagración de un estilo parlamentario nuevo, directo, sin concesiones pero respetuoso, en contraste con los usos tumultuarios de la bancada del PP que Rajoy llamaría de hooligans porque no sabe que existe el término "gamberro"; señorías gamberras, vamos.

La sombra: ya parece incuestionable que la estrategia del sorpasso es un fracaso. Se han necesitado tres años para reconocer algo claro hace otros tres. Tres años, dos elecciones generales, varias autonómicas y municipales, una consulta atípica catalana, dos investiduras y una moción de censura. 

Y todo para que el paradójico resultado de la moción haya sido evidenciar los límites de Podemos y su candidato, quien ha tenido que comerse literalmente sus recientes palabras de que no habrá alianza con el PSOE a nivel de júnior. Sin el PSOE no se llega al gobierno; contra el PSOE, menos; y destruirlo mientras se asaltan los cielos ha resultado la aventura del bocazas de Ícaro.

Paradójicamente, el fracaso de la moción de censura ha fortalecido la figura de Sánchez y consolidado la de su partido al que ya todos, Podemos incluido, llama "nuevo", adjetivo potente en mercadotecnia. La moción de censura ha sido a mayor gloria de Sánchez y de su partido. El primero, ausente -circunstancia esta que, bien llevada, continuará el relato de la candidatura de Sánchez- y el segundo, reafirmado en su centralidad política gracias a una intervención muy consistente, justa y moderada de Ábalos.

El equipo camina hacia la gloria. Pero la gloria ciega al tiempo que la crítica enmudece y el líder se lanza a su propia destrucción seguro de sí mismo. Cuando Sánchez comprueba que tiene una valoración alta, le conviene recordar que quizá no se deba a sus méritos, sino a los deméritos de los competidores, abundantes y hasta divertidos. El mérito de Sánchez, cuando lo tenga, consistirá en dar cumplimiento a ese compromiso de buscar una amplia mayoría que permita desbancar al PP. Aparte de que el verbo desbancar se presta a chistes, la expresión es demasiado vagarosa. En lenguaje reglamentario es más sencillo: presentar una moción de censura ganadora. Esa moción de censura solo puede ser de dos formas con variantes: forma a) PSOE, C's, Podemos; forma b) PSOE, Podemos, JxS y algunos otros. 

Las dos tienen al PSOE y a Podemos. Por tanto, sería lógico que se pusieran de acuerdo respecto a quién invitarían. Más acorde con la invitación a la izquierda de Sánchez es aproximarse a JxS, pero esto plantea un problema de equilibrio constitucional. Sin embargo, la moción de censura permite una posibilidad de entendimiento. Si ERC vota a favor de la moción de Podemos que acepta el referéndum pactado pero no el unilateral, lo mismo podría hacer JxS con otra moción del PSOE y Podemos en idénticos términos. 

La pelota estaría entonces en el tejado del PSOE y si este aceptaría un referéndum pactado y, por ende, legal. Aquilátese aquí la legalidad. Ábalos dice que el PSOE apoyará al gobierno en todas las medidas legales en el contencioso catalán. O sea, que no va a apoyarlo en las ilegales. Bueno es saberlo. Pero la cuestión es si, además de apoyarlo, propone iniciativas de solución por su parte o insta a propuestas de negociación que permitan hacer legal una solución razonable negociada políticamente.

El problema está ahí y ahí es donde Sánchez tiene que mostrar su talla.