dimecres, 12 d’octubre del 2016

El NO de las bases

El desbarajuste del PSOE nos interesa a todos. Todos somos lo que los ingleses llaman stakeholders en el asunto. Lo son desde luego los militantes, también los votantes y simpatizantes, los no votantes y hasta los "antipatizantes". El PSOE es un puntal del Estado, partido de gobierno, con amplia experiencia y larga historia, el más antiguo del sistema político. Interesa a todos y todos podemos opinar con igal derecho. Excluir a los de fuera en un partido democrático no es práctica aceptable. ¿Quiénes son los "de fuera" y quién lo determina? ¿Lo son los ciudadanos en general? ¿Los simpatizantes? ¿Los votantes? A lo mejor resultan ser hasta los militantes. Es lo que suelen pensar las oligarquías y algo así parece suponer la junta llamada Gestora en medio de la borrasca que ella misma ha provocado.


En este momento parece haber tres corrientes en el PSOE, como siempre: la dirección, constituida mediante un golpe de mano y empeñada en que el PSOE haga presidente del gobierno a Rajoy; un sector muy numeroso y creciente de la militancia que está organizándose y planteando que se respete el NO es NO del CF; y un sector intermedio de neutrales o equidistantes que se lamentan por la unidad partidista rota como Boabdil por la pérdida de Granada y pide recomponerla, generalmente cargando contra la víctima del atropello, que fue Sánchez. Innecesario decirlo, Palinuro, que no es militante y solo ocasionalmente simpatizante del PSOE apoya la segunda opción. Es un derecho democrático fundamental de la militancia hacerse oír. De ahí las campañas que se han iniciado en change.org (hay varias), la de Twitter con hastags como #Decide, #QueNadieDecidaXTi, #ConsultaALaMilitancia, #DeTodosDepende, las de otros grupos, la del alcalde de Jun. En este momento hay en marcha una rebelión de las bases.

La cuestión en litigio es confusa, deliberadamente confusa, porque mezcla dos conflictos: el interno del PSOE en las luchas por el poder, la secretaría general, los puestos, etc y el externo de si se mantiene el NO es NO. El primero, el interno, los tejemanejes,  si Susana Díaz es una trepa ambiciosa o una líder esclarecida; si Sánchez, en el fondo, es un simple o un político honrado de los que ya no hay; si los barones son los "cuerpos intermedios" que juzgan en los asuntos de tiranicidios o unos vulgares caciques atentos a sus territorios. Todo esto interesará a los afectados y quizá a los militantes, pero al resto del personal le es indiferente. Lo que la ciudadanía quiere son partidos de trayectoria clara y, a ser posible, limpia, bien organizados, unidos, capaces de formular un programa viable con unidad de voluntad.

El segundo conflicto, el de la abstención está muy claro. Todo el mundo sabe que Sánchez cayó al haber levantado la sospecha de estar en tratos con el maligno separatista y sus tontos útiles de Podemos. Es posible que este juicio de intenciones sea cierto, pero no deja de ser un juicio de intenciones. Cualquiera puede formular otro y achacárselo igualmente a Sánchez, por ejemplo, que una actitud dialogante con el independentismo pueda dar buenos resultados, quién sabe.

Si hay un movimiento de rechazo en las bases del PSOE, la Gestora está obligada a prestar atención y buscar una fórmula de entendimiento. Se dirá que el CF no tiene por qué escuchar una opinión que nadie ha pedido en tanto no haya que elegirlo de nuevo. A su vez las bases pueden decir que su opinión es vinculante pues el CF pretende revisar una decisión trascendental con la que ellas estaban de acuerdo y hacerlo por un procedimiento torticero.

En el fondo, el asunto es más complejo de lo que  se deduce de lo anterior. La abstención del PSOE no solo abre el camino a un gobierno del PP, sino a un fracaso seguro. Justo en el momento en que el país necesita un gobierno sólido, capaz de encontrar una salida a la cuestión catalana, se inviste uno en minoría, debilitado e inseguro porque pasará más tiempo defendiéndose en los tribunales que gobernando. Un gobierno organizado y sustentado por un partido que es una presunta organización delictiva. Y ese gobierno mancado querrá resolver la cuestión catalana por los medios que le son familiares: el enfrentamiento, la represión. Abstenerse es condenar a todos a cuatro años más de este dislate de una gente cuya idea de país se llama Gürtel.

En manos de las bases está que el PSOE no se haga cómplice de la presunta delincuencia organizada.

El vacío de poder en España

Dicen los medios imperiales que las autoridades, la clase política en su conjunto en Madrid hizo el vacío a Puigdemont cuando este llegó a la Villa y Corte a exponer su punto de vista y pedir una negociación sobre el referéndum catalán. No es del todo exacto. En Madrid hay un gobierno en funciones que no gobierna y una oposición provisional, a cargo de una Comisión gestora que no se opone. O sea, no hay gobierno ni oposición. Hay un vacío. La ausencia de miembros del gobierno y personalidades políticas simplemente intentaba trasladar al lugar de la conferencia de Puigdemont la situación en que vive el país desde diciembre de 2015. Y como ya se sabe que la naturaleza tiene horror al vacío, el lugar se llenó en cambio de una nutrida representación del cuerpo diplomático europeo (y no solo europeo) acreditado en Madrid. Según los nacionalistas españoles (del gobierno y de la oposición) a nadie interesa lo que venga a decir a la capital el independentismo catalán. Según los embajadores presentes sí interesa en Francia, Inglaterra, Holanda, Suecia, etc. A cualquiera se le alcanza que es una táctica verdaderamente inepta. De eso va mi artículo de hoy en elMón.cat, cuya versión castellana incluyo aquí:

La mejor defensa es una buena huida


La visita de Puigdemont a Madrid, nuevo episodio del desencuentro entre el gobierno español y el de la Generalitat. Más que con el gobierno, el desencuentro es con el sistema político español en su conjunto. En el auditorio, en la sala, ni un miembro del gobierno, ni dirigente de su partido, ni del PSOE, salvo Gabilondo, nadie de C’s y nadie de Podemos, aunque luego almorzaran juntos los jefes, a modo de desagravio culinario. Es como si, en lugar de llegar a la capital y corte un presidente de una Autonomía en la que hay un proceso independentista en marcha, fuera un leproso llamando a las puertas de una ciudad. Nada de recibirlo, nada de tocarlo, ni escucharlo.

Pero Puigdemont no fue a Madrid a predicar en el desierto. Aunque a las autoridades no parezca interesarles qué tenga que decir el presidente de la Generalitat sobre el contencioso territorial más grave a que ha enfrentado España en mucho tiempo, había una nutrida representación del cuerpo diplomático, tanto de la UE como de fuera de ella. Le habrá costado un berrinche al ministro de Exteriores, pero allí estaban los embajadores de Gran Bretaña, Francia, Irlanda, Holanda, Bélgica Dinamarca y Suecia y otros. Con ello se envía un delicado aviso a los gobernantes y a la clase política española, muy nacionalista: los países europeos están ojo avizor con lo que suceda en Cataluña. Será difícil que pretexten asuntos internos si el conflicto toma aires poco tranquilizadores. No estamos jugando al parchís; estamos jugando con la estabilidad y la seguridad de la gente. Ningún gobernante despreciaría la ocasión de informarse de primera mano de los planes de su adversario o de medirse dialécticamente con él en público. Bueno, si es español, quizá sí.

Esta estridente disonancia, esta falta de cortesía y de talante democrático es patente. La tradición en Madrid es que el poder no transige, no negocia, no pacta. Se impone y ya está. Para ello se invoca la ley que, aparte de ser interpretable, es un puro juguete en manos del poder político orientado en contra del independentismo catalán. El mensaje que envía esta ausencia, mezcla de desplante y huida es de inseguridad, desconcierto y soberbia herida. ¿Cómo vienen estos catalanes en el siglo XXI a agitar espantajos del XIX?

Justamente, esa deserción colectiva invita a la consabida comparación con el avestruz que esconde la cabeza bajo tierra ante el peligro, una historia muy injusta con las avestruces pues en modo alguno hacen esa tontería, como no la hace ningún animal, sabedores de que no interesa perder de vista al enemigo. Los animales, no, pero la derecha, sí. ¿Qué Puigdemont va a Madrid como Moisés bajaba del Sinaí con las tablas del referéndum de la época? Con no estar allí, ojos que no ven y oídos que no escuchan no tienen por qué darse por enterados de lo que aborrecen y temen o temen y aborrecen al tiempo.

Pero los diplomáticos tomaron buena nota y ya habrán informado a sus cancillerías de que el líder independentista catalán se ha presentado en Madrid con ánimo conciliador y una propuesta de negociarlo todo. Excepto la celebración del referéndum en sí misma. Es referéndum sí o sí y dentro de uno de los síes está negociar todos los aspectos de pregunta, cómputo de votos, requisitos de participación, plazo para la celebración de un referéndum subsiguiente, etc. Si no hay nadie del gobierno español, ni siquiera de la oposición para darse por enterado, está claro que la contestación a las propuestas de Puigdemont solo puede entenderse como un “no”. “No” por ausencia, por deserción, por huida, pero “no” al fin y al cabo. Y ese “no” quedará apuntado en el haber del independentismo y en el debe español a la hora de sopesar los argumentos de una y otra parte ante alguna instancia neutral.

En el proceso de internacionalización del conflicto, que los independentistas llevan muy adelantado, han ganado importantes bazas a la hora de suscitar opinión popular e institucional en los países europeos. Los independentistas catalanes suman; los nacionalistas españoles restan.

Al no haber asistido ningún miembro del gobierno, este no se sentirá obligado a hacer siquiera mención de la presencia del Presidente de la Generalitat en Madrid y menos una declaración. Puigdemont se ha presentado en el palenque, pero el adversario no ha comparecido. Es un misterio cómo piensa el PP y el gobierno de Rajoy si, por fin, los socialistas lo hacen presidente, que se recoge la información, se intercambian las opiniones y los criterios si no es dialogando siempre que se tenga oportunidad.
Ya se ve: no hay interés por saber, informarse, discutir, negociar, llegar a un acuerdo. Lo hay por vigilar estrechamente, reprimir, procesar, quizá encarcelar. Y así hasta el fin de los tiempos. Es obvio que ningún país puede sobrevivir a la larga con un enfrentamiento de este calibre en su interior. Es obvio para todo el mundo excepto para el nacionalismo español que hay se alimenta de sus dos fuentes principales, la derecha y la izquierda.


dimarts, 11 d’octubre del 2016

La Real Academia de San Caco

Palinuro se quedó corto ayer en su post sobre la era Gürtel. El panorama de trincones y corruptos de toda laya tenía detrás una estructura, una meditada organización, que establecía el modus operandi por el que los cargos municipales, a falta de Gürteles y Púnicas, siempre fastuosas, pillaban el dinero por vías trapaceras para atender a la financiación de sus campañas electorales burlando la vigilancia (por lo demás laxa) del Tribunal de Cuentas. Quien dice de las campañas electorales, dice de una capea o un jolgorio en cualquier lugar de alterne de la carretera. Las cosas están así. De momento. Mañana puede salir una estafa piramidal tipo Ponzi de algún alcalde o consejero o presidente de diputación. Lo dicho, la era Gürtel que prosperó justo cuando la mayoría tuvo que apretarse el cinturón. Cosas de la vida.

El PP no es un partido convencional. Es más bien una asociación de intereses. Para algunos jueces, una presunta asociación para delinquir. Los mismos, seguramente, que lo han sentado en el banquillo imputándole complicidad en los supuestos delitos a título lucrativo. Un partido imputado en varios procesos penales. El partido del gobierno. Y no pasa nada. Claro, ni puede pasar, porque ni el partido es partido ni el gobierno es gobierno. Son otra cosa. Acostumbramos a pensar que la delincuencia organizada es cosa de ajustes sangrientos de cuentas, de esbirros que descuartizan a una familia para dar ejemplo o de trata de blancas. Eso es lo truculento. Pero la delincuencia pacífica, económica, simulando acatar la ley, si está organizada, no es menos delincuencia organizada. Y sus miembros, delincuentes. Así que no me parece un disparate pedir la ilegalizacion del PP. Es una idea que tiene apoyo creciente.

Supongo que el gran obstáculo es qué hacer con Rajoy. Es absolutamente imposible admitir la hipótesis de que quien ha controlado este partido hace más de veinte años habiendo sido todo, secretario general, no sé si tesorero y, desde luego presidente, no supiera nada de nada, nada de lo que hacían sus ministros, sus allegados, sus directores generales, diputados, presidentes de comunidades autónomas, consejeros, alcaldes y concejales. Que no vio nada ni escuchó nada ni se percató de nada. Y eso que la Púnica tenía una nómina de regalos de lujo para todo tipo de cargos, televisores de plasma, relojes, bolsos, bolígrafos, vamos un bazar. Y los de las black iban dándose pote por los locales de lujo. Y las cacerías y las fiestas y las bodas, convertidas en espectáculos. Allí nadie hablaba de nada, de subvenciones, de negocios, de pelotazos, nada. Y, si alguien tuviera alguna duda, bastaría con preguntar directamente a Rajoy a cuánto ascendieron los sobresueldos de Bárcenas.

No obstante la pétrea actitud del presidente de la era Gürtel, eso que los medios llaman su "dontancredismo", merecería algún premio. Tiene su mérito aferrarse a un cargo del que debería haber dimitido desde el primer momento de acuerdo con todas las reglas de la política democrática en un Estado de derecho en el que el poder no está por encima de la ley. Así pues, pruébese una solución intermedia. Dado que, siempre que puede, Rajoy afirma haber luchado contra la corrupción como San Jorge con el dragón y ser el adalid de la transparencia y la rendición de cuentas, lo más sensato es que se separe del cuerpo infecto de su partido, que renuncie a seguir sienso su presidente y lo entregue a los jueces.

Y ¿qué pasa con él? Puede imitar a Napoleón III y constituirse a sí mismo en objeto de un plebiscito: Rajoy sí o Rajoy no. Napoleón llego así a emperador, tras haber pasado por el purgatorio de una presidencia de la República. Marx lo tenía en realidad por un rey del hampa, el líder del lumpenproletariado. Me parece que, como a todos los decimonónicos, a Marx le fascinaba Napoleón I y, por eso, a su lado, su sobrino le parecía un estafador. Lo mismo le pasaba a Victor Hugo, que lo llamaba "Napoleón el Pequeño". Y si lo hizo Napoleón el Pequeño, ¿por qué no lo haría Mariano Rajoy, presidente de una gran nación?

A propósito, los azorados cálculos de la investidura asumen que el Rey tenga que recibir a todos los líderes el mismo día. ¿Y? En realidad, puede recibirlos a todos juntos, lo que tampoco servirá para nada, pero es más relajado. Claro que no se pueden contar chistes. Está bien que aparezca el Rey. Da confianza en las instituciones y el personal se entera de que está ahí, como el hombre de Zubiri y Heidegger; está o es ahí que, para el caso, es lo mismo pues no parece enterarse de mucho. Aunque, según los expertos, eso es una ventaja al tratarse de un Borbón. 

Por amor al libro

Mi Universidad, la UNED, tiene el acierto de dedicar a exposiciones el espacio de acceso a la biblioteca. Es encomiable. Podía convertirla en una sala de espera con tresillos de plástico y una gran mesa de metacrilato en el centro con revistas de actualidad. Pero lo dedican a exposiciones, lo que es muestra de preocupación por los demás. Ya de paso quizá quepa cuidar la iluminación, sobre todo cuando hay vitrinas y mucho cristal, pero eso es menor.

La exposición actual es, muy apropiadamente, sobre libros. Pero no sobre libros históricos o primeras ediciones o ediciones príncipe, como suele suceder; no sobre los libros del pasado, sino del futuro. Sobre los libros que se están haciendo ahora. Contiene muestras de la obra de cuatro artistas jóvenes que forman el grupo llamado Libroz. La ceta se debe a que los libros suelen tener forma desplegable, como en el metro de carpintería y forman figuras quebradas, como cetas. Y también, según dicen ellos mismos, porque, siendo de Madrid, pronuncian Madriz, con cierto orgullo chamberilero. Además de ellos cuatro (Mela Ferrer, Mariana Laín, Javier Lerín y Miluca Sanz), traen a dos artistas invitados, César Fernández Arias y Damián Flores Llanos. Tienen formaciones, orientaciones y aficiones muy distintas y trabajan con materiales muy diferentes, pero los cuatro primeros mantienen el proyecto específico de Libroz. Todos aportan diversos objetos de muestra de su quehacer, los instrumentos de que se valen, las maquetas, muchas obras terminadas, curiosos libritos a veces con una cinta, casi como los jardines floridos de poesías para consumo de señoritas en el siglo XIX, pero de contenido muy distinto, hay grabados y ejemplares de obras de referencia de las autoras.

Se trata de la edición de libros de pequeño formato, desplegables, en tirada limitada, numerados y firmados. Los temas suelen ser gráficos, todo tipo de grabados, fotos, algún texto o poemas. Es un propósito singularísimo de convertir los libros, como tales, en obras de arte, con independencia de su contenido. Para recordarnos que son artistas y el contenido les importa tanto como la forma, han llenado el espacio de la exposición de frases brillantes sobre los libros de autores famossos: hay dos especialmente afortunadas, aunque no las sé de memoria porque, al pasar por alli con frecuencia, también cambio mi afición, según mi estado de ánimo. Las de hoy son una de la incomparable Emily Dickinson sobre que para viajes a lejanas tierras, el mejor navío es un libro. Aún no se había inventado la aviación. Otra del también incomparable Ramón Gómez de la Serna según el cual los libros son pájaros con cien alas para volar. Hay quien dice, no recuerdo quién, que sobre los libros está todo por decir. Es verdad, pero sobre los libros y sobre todo, empezando por el ser humano, que es el que los escribe, los dibuja, los ilustra, los imprime, los difunde y los lee.

Claro, los libros. Estamos acostumbrados a pensar en ellos a partir de la invención de la imprenta en Occidente (porque en la China llevaba siglos), primero los incunables y luego la libre reproducción que condujo al libre pensamiento, el intríngulis de la civilización occidental. Los libros simbolizan todo en la historia de la humanidad, son la historia de la humanidad porque en ellos se conserva el saber entero de esta. Por eso tienen esa enorme autoridad, ese prestigio y se les otorga esa importancia que tiende incluso a convertirlos en potencias sobrehumanas, celestiales o diabólicas. ¿Qué quemaban los nazis que hacían hogueras de libros?

Asimilar el libro al libro impreso creyendo que lo anterior a la imprenta no eran libros es un error. Sobre todo porque los antiguos los llamaban libros, tuvieran la forma que tuvieran. Los libros no son solo los pájaros de cien alas; también lo son los papiros, los pergaminos, las tablillas de todo tipo. Libro es todo soporte en el que la mano humana haya escrito algo con significado. La mano desaparece y el significado se queda. En realidad, los libros están en el origen de todo porque la única forma que ha tenido el ser humano de explicarse su origen es a través de los libros. El libro de las tres religiones monoteístas, la Biblia, se llama así, libro. En él habla el dios de todos ellos y a fe que es un dios belicoso, el "dios de la guerra". Un libro es el Tao te King que, a saber en que soporte se conservaba desde que Lao-Tse se lo dejara al guardian de la aduana a modo de porte hacia el Tao. Libro es el Libro de los Muertos, un libro de metafísica práctica, en que se enseña a los interesados las ceremonias de ingreso en el más allá.

¿A qué seguir? El libro es todo en Occidente y seguirá siéndolo. ¿Seguro? ¿Qué pasa con lo virtual? ¿No es el fin del libro? Pues claro que no. Es el fin de libro de papel, pero no del libro. Simplemente, toma otra forma, como lleva siglos, milenios, haciendo. Cuando el futuro llega, llega a través de los libros, de sus libros. Innecesario insistir en los múltiples aspectos de esta batalla perdida de los libros de papel.

El hecho es que, perdida o no, hay una batalla y esta exposición es prueba de ello, muestra de una vía de supervivencia de los libros en su infinita capacidad de adaptación. En muchas de estas obras hay intervención de ordenadores; son obras híbridas, en cierto mdo, ciberarte. En la época de la reproducibilidad técnica de las obras de arte, elevada al paroxismo en el espacio digital o ciberespacio, los artistas de Libroz tratan de singularizar e individualizar sus obras hasta donde se puede en compatibilidad con las tiradas en serie. Con esto no solo se exploran vías creativas, sino que se ayuda a sobrevivir al libro. Para los cascarrabias de siempre, este tipo de actividad solo delata una vuelta más en el camino del fetichismo de la mercancía. Pero no se ve por qué haya de ser mala una vuelta en un camino que nadie sabe a dónde va. Eso sin contar con que la relación con los libros de antaño también era fetichista. ¡Pues no hay libros escritos sobre la fascinación que otros libros ejercen! El arte es puro fetichismo y su relación con la mercancía es singular pues suele impregnar una obra o producto cualquiera a condición de que haya perdido su utilidad. Lo único que no puede ser el arte es utilitario.

Por eso, estos libroz del colectivo de ese nombre resultan tan interesantes y atractivos.

dilluns, 10 d’octubre del 2016

La era "Gürtel"

Hace unos días El país consideraba el caso Gürtel el pasado del PP. Las ganas. Si es pasado, será el del eterno retorno y los acusados que se sientan en el banquillo con caretos de velorio serán revenants. Pero no es pasado ni mucho menos ,sino presente de escándalo, bochorno colectivo y amenaza. En sala de torpedos, Correa y Bárcenas (aunque este parece más dado a hablar que a hacer) se aprestan a ponerlo todo otra vez patas arriba con revelaciones que cualquiera imagina. Nadie cree que acepten comerse el marrón ellos solos.

El caso Gürtel simboliza una era, una época de la historia de España, viene de muy atrás, sin duda, pero es de rabiosa actualidad. Un tiempo en el que todo cuanto se ha hecho y dicho ha estado directa o indirectamente relacionado con esa trama presuntamente delictiva que enfangó la política española, desde el gobierno hasta las CCAA, pasando por las más altas magistraturas del Estado. Una era de latrocinio y expolio generalizados. Aquí el que, dedicándose a la cosa pública, no robaba directa o indirectamente era un infeliz pardillo.

Gürtel caracteriza un estilo, una forma de hacer y administrar, una consagración de la doblez convertida en norma: de un lado, la España oficial, la de los desfiles, la mayoría parlamentaria absoluta, los campeonatos de fútbol, los ajustes, duros pero necesarios, para salir de la crisis, pues "navegamos en el mismo barco", la Marca España, las candidaturas olímpicas y el AVE. De otro, la España real, el reinado del hampa. Y un año tras otro.

Todo empezó el 11 de febrero de 2009, cuando se destapó la Gürtel primitiva. Rajoy, entonces en la oposición, reunió la plana mayor del PP en Génova para acusar a la fiscalía de parcialidad y de que lejos de tratarse de una trama del PP, era una trama contra el PP. Pero, no: era una trama del PP y entre los asistentes a aquella rueda de prensa había varios directamente implicados en la Gürtel, como Ana Mato y Francisco Camps, con cara de no haber roto un plato. Y otros tantos relacionados en los papeles de Bárcenas como receptores de sobresueldos de procedencia barcéniga, entre ellos el propio Rajoy, Javier Arenas y la actual vicepresidenta, Sáenz de Santamaría.

Era una trama del PP con Rajoy de presidente y siguió siéndolo cuando pasó a presidente del gobierno. Una trama que estuvo actuando como tal todos estos años. Los episodios, algunos verdaderamente literarios, están en la memoria colectiva. Solo Bárcenas da para un sainete que podría llamarse "esa persona de la que usted me habla", un título entre Oscar Wilde y Jardiel Poncela. Bárcenas, despedido en diferido en la pintoresca oratoria de Cospedal, no era miembro del partido, pero tenía despacho en la sede y coche y chófer. El mismo flamante ex-tesorero que  fue destinatario de un SMS del presidente del gobierno en puro estilo mafioso y, con eso, objeto de una comparecencia parlamentaria de este en la que admitió que en el PP se pagaban sobresueldos, como en cualquier empresa. Es su idea de la política: una empresa y privilegiada porque no se arriesgan los dineros propios sino los del contribuyente.

Desde el comienzo, el PP montó su defensa judicial recurriendo a todas las artes y mañas, las legales y las ilegales. Se constituyó en parte en el proceso contra Bárcenas para acceder a la información y actuar en defensa del interesado. Hasta que el juez lo expulsó por su clara actitud obstrucionista. El juez tuvo que entrar en la sede a practicar un registro porque el PP se negaba a acceder a los requerimientos. Después destruyó todas las pruebas a fondo: se deshizo del libro de visitas y convirtió en pulpa a martillazos los discos duros de los ordenadores de Bárcenas.

A eso llamaba el PP "colaborar con la justicia".

La trama gürtel tenía una hijuela valenciana que había convertido la Comunidad Autónoma en una especie de corral de cuatreros y forajidos en el que docenas de administradores públicos de todos los niveles, autonómico y municipal se habían dedicado a saquear el erario con  procedimientos inverosímiles y voraces prácticas corruptas. Los fondos de esto y aquello, las subvenciones, los dineros presupuestarios, las ayudas a las ONGs y el Tercer Mundo, todo pasaba por la trituradora de la trama y desaparecía en los bolsillos de una  recua de truhanes. Lo de que hicieran negocio con la visita del Papa es de particular escándalo para los católicos, pero que el Ayuntamiento en pleno de Valencia, con su ex-alcaldesa, esté acusado de blanqueo de dinero para la financiación ilegal del partido supera lo imaginable. Valencia es el epítome del robo a manos llenas: aeropuertos sin aviones, museos sin actividad y los chavales en barracones porque no hay dinero para construir escuelas.

La era Gürtel, sí señor. La moda de enriquecerse defraudando a la Hacienda pública es su rasgo. Nadie resultaba ser inmune a ella. Hasta la Casa Real aparecía pringada con los negocios del yerno del Rey y las peripecias de este último, a medio camino entre la caza mayor y la menor así como la administración de un cuantioso patrimonio cifrado por Forbes en unos 2.000 millones de dólares que nadie sabe de dónde han salido y de los que nadie da cuenta.

Esa moda caló hondo y, en poco tiempo, la Gürtel tenía competidores en todas partes. Los administradores de Cajamadrid y luego Bankia, al parecer, se llevaban el dinero a puñados, gracias a aquellas tarjetas black, más negras que sus almas. Esos están también dando tema a las informaciones de tribunales. En Madrid, que para eso es Corte, no solo operaba la Gürtel nacional, sino también una específica autonómica, llamada la Púnica, con episodios más pintorescos que la otra: espías de trapillo para denunciarse unos a otros, contratación de empresas más que dudosas para manipular las redes con dinero público en beneficio de los mangantes del gobierno o de tragacirios como la consejera de educación de Madrid, Lucía Figar, que regalaba el terreno de todos a los curas para sus negocios escolares. No sé cuántos consejeros y prebostes de la Comunidad pringados hasta las cejas en una mezcla de apropiaciones indebidas, mordidas, fraudes, malversaciones y un ataque furibundo a los bienes del común, a base de expoliarlos y descapitalizarlos. La educación, la sanidad públicas al servicio de las privadas como forma de negocio al que no eran ajenos los cargos públicos. Y la señora Aguirre, experta "cazatalentos", no se había enterado de nada. Basta con escucharla para darse cuenta de que esta señora vive en Babia, aunque se cree listísima.

Estamos en mitad de la era Gürtel. De pasado, nada. Un presente descorazonador. Ahora, además de la vocinglería de los políticos están las deposiciones ante los tribunales, las pruebas, los testimonios, las declaraciones de unos y otros, los careos. La fea verdad de la España real se abre paso tercamente, a pesar de los esfuerzos de los medios por ocultarla, hablando de los conflictos del PSOE y hasta de los de Podemos que casi parece que se los inventen. Porque también ellos están untados hasta las pestañas con dineros públicos malversados en formas de subvenciones y publicidad estatal administradas no ya con favoritismo, sino con criterios de auténticos granujas, por los que se financian los medios más serviles, no los mejores y/o los más difundidos. 

Hay dos asuntos de los que la derecha no quiere que se hable: Cataluña y la corrupción sistémica, estructural, simbolizada en la Gürtel y personificada en Rajoy. Justo los dos asuntos que constituyen la realidad en los que hay hechos y no mera palabrería, los asuntos que dominan el presente aunque se quiera ignorarlos. Por más que la televisión organice tertulias con esbirros a sueldo dispuestos a defender lo indefendible, la justicia sigue su curso y ante ella habrás de responder de un modo u otro, Será un espectáculo cuando algún juez reclame la presencia del presidente del gobierno porque así lo hayan pedido los acusados y porque, como todo el mundo sabe, es el responsable principal de este desaguisado, el que se ha beneficiado de él de todas las formas posibles.

La era Gürtel es también en parte responsable del desbarajuste del PSOE, por una vía inmediata y otra mediata. La inmediata son los EREs. El PSOE andaluz está tan enfangado en la corrupción como el PP. La mediata, la convicción a que han llegado los caciques y viejas glorias socialistas de que el conflicto catalán está yendo demasiado lejos y se impone formar un frente de salvación nacional con el PP. De modo que este desbarajuste acabará dando el gobierno al PP si la militancia no lo impide por medio de una revuelta interna que tendrá mayor legitimidad que la que escenificaron los conjurados del CF hace un par de semanas.

La Gürtel es este gobierno y cuando los señores de la Gestora, que tienen de socialistas lo que Palinuro de cura, proponen abstenerse en la investidura lo que están diciendo es que prefieren un gobierno de la Gürtel a uno alternativo o a unas terceras elecciones.

Y eso no es de recibo.

diumenge, 9 d’octubre del 2016

Entrevista a Palinuro en "El Español"

Me había llamado unos días antes para concertar la entrevista. O quizá lo había whatsapeado, de acuerdo con los tiempos. En todo caso, apovechó para documentarse y hasta se leyó mi último libro, La República Catalana. Así que, cuando Miguel García, un joven y dinámico periodista pelirrojo abundante en nobles recursos intelectuales, como Ulises lo era en tretas, agudo en el decir y certero en el preguntar, se sentó en mi despacho de la Facultad, sabía sobre mí mucho más de lo que yo imaginaba. Tuvimos una agradable conversación; condujo la entrevista por donde le interesaba; matizó lo que le pareció; repreguntó y, al final, respetó escrupulosamente lo recogido, lo redactó con pericia, poniendo en castellano castizo mi atropellado verbo y el resultado es esta espléndida pieza que hoy publica El Español y yo paso a reproducir íntegra, con sus entradillas. Advierto de que es larga.

Muchas gracias, Miguel. Hasta pronto.

“El comportamiento del PP es típicamente franquista”
“Lo más curioso es que haya una derecha civilizada que al parecer puede sobrevivir junto a la extrema derecha”
“No hay una posibilidad de responder a la iniciativa catalana con una iniciativa española”
“Tradición federal, en España no la hay ni entre los federalistas”
“Para mantener la unidad de España no hay más que desarrollar el Estado de las autonomías o llegar a un acuerdo con el independentismo catalán, pero que tendría que pasar en primer lugar por la celebración de un referéndum”
“España no es una nación. Ni lo ha sido nunca. Es un imperio”
“La historia de España no se comprende sin el PSOE”
“El PP no es un partido, es una asociación de intereses”
“La idea de unos medios de comunicación neutrales, que guarden equidistancia, es una quimera”
“La esperanza de la profesión periodística está en internet”

Hoy en día vemos una sociedad muy politizada, el telediario abre con el Parlamento, los programas de máxima audiencia son de debate, las tertulias proliferan por doquier… ¿se trata de una moda o el fenómeno ha venido para quedarse?
Yo es que no noto gran diferencia. Llevo viviendo en este país una pila de años y siempre se ha hablado mucho de política. Lo que sucede es que los últimos han sido son años de mucha problemática, y al final aunque la gente no quiera hablar de ello no le queda más remedio, porque les afecta directamente. La crisis, por ejemplo, ha afectado a todo el mundo, nos guste o no. Luego, el problema de la estabilidad política de España, la situación de la Monarquía como institución y el problema catalán, todo junto, hace que quien no esté afectado por una cosa lo esté por otra. Es lógico que haya un resurgir del debate público.

¿Por qué esta politización de la sociedad y del debate público no ha traído consigo entusiasmo por cambiar las cosas sino más apatía hacia éstas?
Probablemente tendrá que ver con la sempiterna herencia del franquismo.  Los cuarenta años de dictadura y de sometimiento  crearon una cultura política de desafección, indiferencia e inhibición. “No te metas en política” se decía entonces. Y se ha mantenido. A raíz de eso hay una falta de cultura política. Cultura en el sentido de conocimiento elemental. Y claro, aunque tú quieras darles la espalda, los problemas regresan; la gente tiene que pronunciarse y padece de falta de conocimiento, lo cual conduce a una inevitable quietud y sobre todo al desasosiego.
Son muchos los que hoy hablan de “franquismo sociológico”. ¿Dónde y de qué manera sigue presente Franco en la España contemporánea?
En los votos al PP, ¿no? Es lo más claro. El franquismo sociológico es evidente; cuarenta años de dictadura dieron para crear una clase social beneficiaria de las prebendas de un estado muy intervencionista que se permitía el lujo de repartir privilegios y favores a sus seguidores. Más o menos el mismo tipo de comportamiento que tiene el PP, típicamente franquista. Aquello se veía cada vez que Franco quería reunir a sus masas las convocaba en la Plaza de oriente y ahí iban cientos de miles de personas.
Ese sector de la población, que yo me atrevería a cuantificar en aproximadamente un cuarto de los españoles, nostálgicos de la dictadura, esos que han elaborado una cultura política de que “los españoles no tenemos arreglo”, “necesitamos mano dura”,  que “las libertades las convertimos en libertinaje”… todos ellos que han aceptado el discurso de la dictadura. Pero claro, no se puede salir por las televisiones diciendo que la dictadura era mejor que la democracia. Aunque lo piensan. Como lo piensan los señores del PP.
Los señores del PP son señores de un partido fundado por un ministro de Franco, no han condenado el franquismo, todos ellos son descendientes biológicos o ideológicos del franquismo. No hay más que ver sus trayectorias: hacen sus carreras, encuentran trabajo en el partido y de ahí ya no se mueven. Pero lo curioso no es que en el PP haya extrema derecha. Lo más curioso es que haya una derecha civilizada que al parecer puede sobrevivir junto a la extrema derecha.

Como indica en su último libro, La república catalana,  la apatía y la falta de movilización de la sociedad española contrasta con lo que sucede en Cataluña. ¿Por qué allí hay una movilización social capaz de unir a gente tan distinta por una misma causa?
Porque en Cataluña hay un proyecto, un objetivo político, que moviliza a la gente y en el resto de España no. Cataluña, para bien o para mal, ha aprehendido la idea de que pueden alcanzar la independencia, constituirse en Estado independiente.
¿Qué es lo que quieren? El reconocimiento como nación, que es un elemento de carácter simbólico,  y su articulación en forma de estado, que es el correlato jurídico-político práctico. El último granito de arena que se ha puesto este dislate fue la sentencia del Tribunal Constitucional de mayo de 2010, negándoles a los catalanes el derecho a calificarse como nación, salvo en términos estrictamente folclóricos y culturales, que no quiere decir nada. Eso da a una sociedad mucha fuerza y solidez.
 El hecho de que el movimiento sea transversal también es esencial, para que la gente pierda el miedo. Hasta hace poco, el nacionalismo burgués catalán no era independentista, hace un par de años se escindió y ahora hay una parte acaudillada por Artur Mas y sus gentes que sí lo son. Esto ha sido decisivo. Por un lado, por la respetabilidad burguesa, ya los empresarios no tienen miedo a declararse independentistas. Tampoco los curas, o las organizaciones de la sociedad civil. De hecho, el grado de asociacionismo de los catalanes es mucho mayor al del resto de españoles.
Y luego en España  lo que encuentras es un vacío; hay una dejación, hay una falta de conciencia nacional muy clara. No hay una posibilidad de responder a la iniciativa catalana con una iniciativa española.

El nacionalismo español divide a los partidos en vez de aunarlos, a diferencia de lo que sucede en Cataluña.
El nacionalismo español tiene dos campos. El campo tradicional o nacional-católico, conservador, y el campo liberal-progresista, al que suelen apuntarse los socialistas, lo que da origen a la leyenda de las dos Españas. Está muy mal entendida porque da la impresión de que hay una alternancia. No, eso no es verdad. Eso viene de una de las viejas teorías difundidas por el difunto constitucionalista Jordi Solé y su teoría del péndulo, de España como país pendular. Pero es falsa.
Si estudias Historia, los periodos de liberalismo son mínimos, ridículos, al lado de los grandes tiempos de conservadurismo, no hay una oscilación. ¿Y qué pasa? Pues que además es muy difícil, porque la oposición entre nacionalismo nacional-católico y el nacionalismo progresista o liberal es una oposición adjetiva, no sustantiva. Los dos están de acuerdo en que España es una nación.
Ni siquiera reparan en que no están de acuerdo en nada más. ¿Desde cuándo es una nación? Para los nacional-católicos, desde tiempo de los íberos, para los liberales, desde la Guerra de Independencia. De forma que hay una coincidencia de fondo y todo lo demás es discordante. La parte más débil es siempre la parte liberal. La parte más dura y positiva es la nacional-católica. Y cuando las cosas se ponen feas, se impone siempre la nacional-católica. Acabamos de ver en que los socialistas han decidido suicidarse para entregarse a los brazos del PP y hacer frente a la ofensiva catalana.

En el debate del independentismo catalán, ¿han perdido espacio las terceras vías? El federalismo, por ejemplo.
No han perdido terreno porque nunca lo han tenido. Has ahora, las terceras vías han sido maneras de salir del paso. Vamos a ver, el último que ha vuelto a invocar el “federalismo”, sacándolo del baúl de los recuerdos ha sido Rubalcaba, tras la declaración de Granada.  Se lo sacó de la manga cuando vio que, desde el punto de vista de su acomodación, el independentismo catalán era mucho peor que el vasco. Con el vasco pudo. Rubalcaba fue probablemente el mejor ministro del Interior que ha tenido España, porque terminó con ETA, que es un mérito que no debiéramos regatearle.
Pero ya no se pudo enfrentar al otro nacionalismo, al catalán, que no era violento ni terrorista. Y eso que parte importante de la propaganda contra el terrorismo de ETA era decir: “si calláis las armas, se podrá hablar de todo”. Resulta que los señores que tampoco hacen sonar las armas no pueden hablar de todo porque no se les deja. Ante esa situación, Rubalcaba, entonces decide hacer la propuesta y desenterrar el viejo federalismo.
Pero claro, no tiene ningún crédito. Primero: estuvieron muchos años en el gobierno, parte de ellos con Rubalcaba de ministro, y no hicieron nada. Segundo: no saben ni lo que es. En el partido socialista se habla mucho de federalismo, de su comité federal y tal y cual, pero no hay tradición federal. Al contrario, hay una tradición jacobina muy fuerte, muy centralista. Es más, yo creo que tradición federal, en España no la hay ni entre los federalistas.

Pi i Margall, ¿quizás?
Pi i Margall tenía una idea apróximada, nada más. ¿Qué federalismo conocía Pi i Margall? El que había leído en Prudhon, que era francés. Pero del federalismo suizo, del norteamericano o del alemán no sabía nada.
Y si a eso le añades la desagradable experiencia de la I República, que fue un desastre, y todo el mundo el mundo la carga al federalismo, lo que es muy injusto. Habría que cargárselo a muchísimas otras cosas, a la particular idiosincrasia de los españoles, su manía por los extremismos…en fin, cargaron a los federalistas con la culpa.
¿Y el resto de concepciones políticas?
Pues todavía peor. La idea de confederación,  que renace de vez en cuando en las propuestas iberistas, tampoco puede funcionar. Primero porque les pasa lo mismo que a los federalistas: no saben lo que es.
Y en segundo lugar, la confederación, esa sí que es una forma de organización territorial del Estado inestable. No hay ni una sola confederación en el mundo. Ni una. Una confederación es una forma que se organiza, bien para acabar fraccionando un estado, bien para acabar formándolo en una federación. Los Estados Unidos empezaron como confederación, pasaron a una federación, Suiza empezó como confederación y sigue llamándose confederación helvética, pero es una federación desde la reforma de 1848.
De modo que no hay fórmulas alternativas. Para mantener la unidad de España no hay más que desarrollar el Estado de las autonomías, que a mi modesto entender no tiene desarrollo porque es un fracaso, o llegar a un acuerdo con el independentismo catalán, que no sé en qué términos podría darse, pero que tendría que pasar en primer lugar por la celebración de un referéndum, con el compromiso firme de todas las partes de respetar el resultado. A esta situación de no retorno nos ha llevado una fastuosa incompetencia de la clase política española.

En el libro rescata la idea de organizar un referéndum en toda España sobre la independencia de Cataluña, en el que habría tres opciones: “sí”, “no” y “que hagan lo ellos que estimen oportuno”. ¿Sigue pensando que ganaría la tercera opción?
Yo pienso que sí. ¿Por qué? Pues porque está muy en la tradición histórica española el respeto a los vecinos, el no meterse en su casa. No tanto en su clase política, pero sí en la gente. Por ejemplo, pertenece al carácter castellano el no meterse con los vecinos. ¿Y cómo es posible eso, si luego los castellanos se han extendido y han configurado el Imperio Español? Porque una cosa es el pueblo, y otra cosa es la oligarquía dominante, que ha gobernado siempre en contra de los intereses de la gente.

¿Fueron la I y la II República ocasiones perdidas para nacionalizar a las masas?
 Yo no les llamaría oportunidades perdidas por una sola razón, y es que las dos fueron ahogadas en sangre. No son oportunidades perdidas, son oportunidades yuguladas.  Oportunidades yuguladas por dos reacciones, la segunda mucho más violenta y criminal que la primera.
La reacción tras la I Republica fue más suave, dio paso a un régimen constitucional defectuoso, comido por su propia corrupción caciquil, pero formalmente liberal. Mientras que la segunda reacción fue bestial, genocida. Dio lugar a una dictadura de 40 años que no tiene justificación..
De todas formas, yo no creo que esa posibilidad de “renacionalizar” España se diera porque no es un problema de que España necesite una renacionalización. No, necesita un examen de conciencia, porque España no es una nación. Ni lo ha sido nunca. Es un imperio, compuesto de varias naciones, entre ellas la castellana dominante.

¿No sería una situación semejante a la de otros grandes estados europeos surgidos por la unión de diversos pueblos que acabaron formando un imperio? Francia, Reino Unido, Italia, Alemania…
Sí. Francia e Inglaterra por un lado, e Italia y Alemania por otro, se le parecen mucho, pero hay matices.
Muy sencillo, España constituye su imperio en el siglo XVI, antes de la propia existencia del concepto de “nación”, mientras que Inglaterra y Francia lo constituyen en el siglo XIX, ya como naciones consolidadas. La diferencia está ahí: Inglaterra y Francia fueron nación antes de ser imperio, España fue imperio antes de ser nación, y no le dio tiempo a constituirse totalmente como nación, sobre todo porque además carga sobre sus hombros la tarea de ser la adelantada del catolicismo.
El hecho de haberse convertido en adalid de la Contrarreforma supuso el fin, si alguna vez las hubo, de las aspiraciones nacionales españolas. Salir en defensa de Trento hizo España se quedara voluntariamente al margen de la Reforma y de todo lo que trajo consigo: individualismo, contractualismo, tolerancia… todo eso en España no existía. Y volvió a cerrarse después, en tiempos de la Ilustración, de manera que España no alcanzó a tener conciencia de nación por aquel entonces.
Sí que alcanzó a tener conciencia de nación, fíjate lo pintoresco del asunto, a través de las Cortes de Cádiz, tomándolo como concepto francés. Es decir, unas clases dirigentes se sublevan contra el invasor, invocando como razón de la sublevación el dogma del invasor: la soberanía nacional.
Los casos de Italia y Alemania son peculiares y claros. Toda la teoría sobre la nación cultural y la nación política la elabora un alemán, Herder. La suya, al igual que la italiana, es una nación que se constituye tardíamente. Ese es el nombre que tienen, “las naciones tardías” del siglo XIX. Pero no viven en esa contradicción: las dos intentan su fallida aventura imperial después. En cambio, en el momento que las otras naciones se constituyen como imperio, España lo pierde.

Volvamos al presente. La reciente situación de crisis y división en el PSOE, ¿se trata de un hecho coyuntural o es algo más?
El PSOE ha llegado a esta situación por la incompetencia de sus dirigentes, está clarísimo. Normalmente, cuando una organización fracasa, la culpa es de los que mandan. ¿Es solo una crisis coyuntural? Vivimos en una época dominada por los medios de comunicación, que son presentistas y van muy apresurados, de modo que no nos da tiempo a mirar el fondo de las cosas.
El PSOE tiene 137 años de historia. La historia de España no se comprende sin el PSOE. El PSOE ha estado prácticamente en todos los momentos importantes de la historia de España, es el partido más antiguo que hay. El PP se fundó tras la muerte de Franco. Podemos es de hace dos años.
 Implícitamente, los de Podemos han heredado una tradición de la izquierda radical de corte comunista que les sitúa en torno a la división del movimiento obrero, en 1919. De hecho, ellos tienen muchos referente bolcheviques: Lenin, Trotsky, Bujarin…pero eso no quita que sean un partido aluvión de solo dos años, con descontentos de aquí y de allí. Si mal no me consta, el señor Echenique hasta hace dos lunas militaba en Ciudadanos. Esta gente no puede llegar a entender la perspectiva que tiene un partido de 137 años, donde la consolidación de la marca es muy importante.
En todo ese tiempo, el PSOE ha pasado por todo: Largo Caballero fue a parar a la cárcel por protagonizar la huelga de 1917, y de la cárcel lo sacó Miguel Primo de Rivera y lo nombró miembro del Consejo de Estado. El partido fue el alma de la II República y de la Constitución de 1931. Y sin embargo, se sublevó contra la República en 1934.
Las peleas dentro del PSOE han sido monumentales. Indalencio Prieto no podía soportar a Negrín, y Negrín creía que Indalencio Prieto era un traidor. Julián Basteiro los traicionó a todos, dio un Golpe de Estado y le entregó la República a Franco, y luego Franco lo dejó morir en la cárcel de asco. ¿Qué hizo Felipe (González) con Llopis?, el venerable Llopis, que llevaba allí no sé cuantos años de secretario general? Lo tiró por una ventana. De forma que uno piensa que ésta es una crisis más.
Ahora, de crisis coyuntural en crisis coyuntural, puedes llegar a la crisis final sin enterarte.  

¿Existe el riesgo, tal y como proclaman los agoreros, de que el PSOE se convierta en un partido andaluz y Podemos le reemplace en todo el país?
 Puede pasar, sí, y estaría dentro de la previsible evolución de España hacia una vuelta a los reinos de taifas. Lo más importante para entender este repentino auge de Andalucía es la depresión catalana. El PSOE aparece como partido andaluz porque el Partido Socialista de Catalunya (PSC), que hacía de contrapeso, ha desaparecido.
Pero si eso pasa y el PSOE se queda en un partido andaluz, Podemos también. El empeño de articularse como opciones alternativas en las comunidades históricas no tiene buena pinta. En Marea no es determinante. En Comú Podem, tampoco. En el único sitio en el que es determinante, por las peculiaridades del lugar, es Euskadi. En Madrid y en el resto de España tampoco.

¿No es determinante Ada Colau, por ejemplo?
Ada Colau no es Podemos, sino un peligro para Podemos. Es la que puede articular un partido de carácter lerrouxista. En Cataluña la tercera vía es el lerrouxismo: convencer a los catalanes de izquierdas de que deben mantener el ideario de la izquierda pero hacer frente al nacionalismo. Esa es la función de Podemos, y se la puede quitar Colau.
La historia de los ‘barones socialistas’ es aburrida a fuerza de oída. Y muy cierta. “El PSOE puede convertirse en un partido de barones”, comentaba Borrell el otro día. ¡Es que ya lo son! ¡Pero todos los partidos! ¿Qué es el PP? ¿Y qué es Mónica Oltra? ¿Y la señora Colau? ¿Y el señor Beiras? Barones que los sacas de su sitio y es como si estuvieran en otro país.
Partidos de barones son todos. Y si dejamos de engañarnos y sustituimos los términos… ¿Cuál es la palabra?

¿Caciques?
¡Bien! Oligarquía y caciquismo como la forma de gobierno en España y el modo de remediarla, libro poderoso de don Joaquín Costa, que por desgracia sigue vigente en la actualidad.

¿Por qué la derecha en España presenta una mayor cohesión, frente a una izquierda siempre dividida?
El PP no es un partido. Es una asociación de intereses. Si eres un joven prometedor de provincias y quieres hacer carrera en política, métete en el PP. Y en poco tiempo podrás colocar a todos tus familiares. En una asociación de intereses no hay enfrentamientos ideológicos.
¿Cuál es la ideología del PP? Aznar, que de todos era el más listo, estaba empeñado en darle al PP consistencia ideológica y fundó la FAES. Por eso también se empeñó en ingresar en la internacional demócrata cristiana, en la que no podía entrar porque también estaba el PNV, que sí es un partido demócrata cristiano. Y consiguió que lo echaran para entrar ellos. Ingresó también en la FAES con la idea de dar consistencia ideológica a la derecha española, y no lo ha conseguido, por eso se acaban de desvincular. Una asociación de intereses no se divide más que en el momento que llegan a los tribunales, y toca decidir quién se come el marrón.
En los casos de CiU y del PNV hay algo más, cuidado .CiU era un partido nacionalista, que tenía un componente antiguo y venerable, Unió, y uno nuevo que montó Jordi Pujol, Convergència, muy relacionado con Banca Catalana. Siempre que tienes que realizar una acción necesitas dinero. Pero tenía un elemento simbólico nacionalista importante que agrupaba a sus miembros. Y en el caso del PNV, además del elemento simbólico nacional tiene al cristianismo. Esos dos elementos simbólicos cohesionan. A ello hay que sumar la cohesión de los intereses, porque son partidos tremendamente clientelares, igual que el PP. En el PNV se hace carrera, de padres a hijos, igual que en Convergència i Unió se cobraba del 3% de padres a hijos. Son incluso más piñas cerradas que el PP porque juntan los dos elementos aglutinantes: la ideología y el interés.

En el panorama político español actual, ¿cuál es el rol de los medios de comunicación?
Muy negativo. Son tremendamente partidistas, de una ignorancia penosa, no cumplen su función ni de broma. La televisión no se puede ver, es un órgano de adoctrinamiento. Todas, tanto las de los gobiernos como La Sexta. Y los periódicos, son periódicos de partido. La idea de unos medios de comunicación neutrales, que guarden equidistancia, es una quimera.

¿Se hace entonces periodismo para convencer, más que para informar?
Claro que sí, creo que la gente va a leer y escuchar lo que quiere leer y escuchar. Y si escucha o lee en su periódico, en su radio o en su televisión algo que no le gusta, protesta. Y tengo ejemplos: cuando Francisco Umbral, ya difunto, se cabreó con El País, tenía tanto nombre que lo contrataron en ABC.Y empezaron a llover cartas de los lectores, amenazando con darse de baja si este señor seguía escribiendo ahí, y tuvo que irse, lo recogió Pedro J. en El Mundo.
Es la pescadilla que se muerde la cola: los medios le dan a sus audiencias lo que las audiencias quieren oír, y las audiencias buscan en los medios lo que quieren leer y escuchar. Todo eso tendría que ser objeto de una mínima pedagogía para que el espectáculo que diéramos no fuera tan lamentable y bochornoso
A un carácter francamente tabloide y sensacionalista de los medios añádele una bajísima calidad y un partidismo detestable: si tú te pones delante de un televisor y le ves la cara a la gente te puedes ahorrar la tertulia, ya sabes lo que van a decir.
Y todo esto se mezcla además con el enorme grado de corporativismo que tenéis en la profesión. Hay un tío en la tertulia porque le ha abierto un sitio otro tío de la tertulia, no importa su categoría intelectual, se hable de lo que se hable van a soltar todos las mismas tonterías al servicio de quien les pague. Se convierten todos en ‘todólogos’, como dice Carlos Taibo muy bien.

¿Deberíamos aproximarnos al modelo anglosajón que prioriza la información sobre la opinión y tiene la objetividad como meta?
Yo no sé si priorizaría la información sobre la opinión. La propia distinción entre información me parece demasiado simplificada. No hay información sin opinión, es imposible. Un análisis del contenido del discurso te revela que toda información es opinión.
No tienes más que ver el lenguaje con el que se redactan los reportajes y las noticias sobre violencia de género para darte cuenta de que es que es así. Esta mujer no “ha muerto”, ¡la han asesinado! Y si tu pones “ha muerto” estás colaborando con eso.
Por otro lado,  la opinión puede tener mucha más carga informativa que la información. Y aquí la opinión se te cuela hasta en los titulares. Compara un titular de El País con uno de El Mundo; los dos son ideológicos, los dos están cargados de opinión.
Y habría muchas otras cuestiones que tocar, desde el tipo de estructura empresarial al modelo de financiación, el control de los medios públicos… y sobre todo, lo que es muy importante, la competencia dentro de la propia profesión. El corporativismo es un error. El corporativismo mata las profesiones, interesa que entre aire nuevo, que un periodista pueda meterse con otro periodista, como un empresario se come al otro empresario.
La esperanza de la profesión periodística, a mi modesto entender, está en internet.

Entonces, ¿es optimista ante el nuevo escenario configurado por los medios digitales y las redes sociales?
Mucho. Para que nos vamos a engañar, yo, la prensa de papel, ni la toco. Pero desde hace como veinte años. Nada. Corrijo habitualmente a los que dicen “es que Internet es la muerte de la prensa escrita”. No, no; la prensa digital también está escrita, que yo sepa no está dibujada. Lo que tiene lugar es la muerte del papel. No solo de los periódicos. Yo escribo libros, también es la muerte de los libros, vamos a dejarnos de tonterías.
Dentro de poco, aquí no queda papel para nada, ni falta que hace. Mejor así. Nadie escribe postales, ni telegramas, el Boletín Oficial del Estado ya no se edita. ¿Por qué vas a llorar porque desaparezcan los periódicos de papel si desaparece todo? Excepto el higiénico, todo el papel desaparece.
¿Yo cómo me informo? En Twitter y en Facebook. La red tiene la ventaja del enlace, del hipervínculo, que te permite acceder directamente al contenido del artículo. En un debate en la red, tú puedes contrastar la información en tiempo real, no tienes que ir a la biblioteca para comprobar si un dato es falso.
En las penúltimas elecciones en Estados Unidos, un tío puso en marcha un bulo sobre el servicio militar de Bush para favorecer a Obama, creo recordar. Tardó tres horas en desmentirse. Eso no hay manera de combatirlo.

Hablemos de su sector, la educación. ¿El fracaso de nuestro sistema educativo ha acabado limitando al ciudadano?
No solo el sistema educativo, pero el sistema educativo contribuye a la mala condición del producto final. Las instancias de socialización en las que el individuo se convierte en ciudadanos son tres: la familia, el barrio o la sociedad civil y la educación. Si falla uno, malo, si fallan los tres, estamos perdidos.
La familia en España está hipostasiada por la educación católica, son mecanismos de reproducción del conformismo social y del autoritarismo dominante descarados. Hay una glorificación de la familia en el sentido católico, pero no en el cívico. No hay una religión cívica en España como la que proponía Rousseau, que se basaba precisamente en la fortaleza de las familias.
La sociedad civil ya ni te cuento. Esto es el reino del hampa, no hay modelos cívicos ni estructura asociacionista. ¿A cuántas asociaciones pertenecen los españoles? A ninguna. El índice de filiación a los sindicatos es bajísimo, el de los partidos políticos también. No hay conciencia cívica ninguna.
¿Moral pública? Cero. Aquí, en cuanto un tío roba, el personal se le pone al lado. Todos los ejemplos morales de edificación del espíritu colectivo no existen, porque no hemos participado de la cultura de creación de ese espíritu cívico de Europa. Esa falta de sentido cívico está basada en la idea de tú piensas lo tuyo y si puedes robar, roba. Aquí la gente ve que otro se salta la ley, y no lo denuncia.
Y llegas al tercer pilar, que es la educación… pues eso. Unas gentes que vienen de familias que no cumplen la ley, de barrios y sociedades civiles que tampoco cumplen la suya, pues está la educación de la misma manera: “estudio para aprobar”, “apruebo para que me dejen en paz” y el resultado es que en todos los índices y en todos los rankings estamos los últimos.

¿Y no considera fundamental que nuestro sistema educativo sea en exceso memorístico y no haya lugar para el debate ni el pensamiento crítico?
Por supuesto. Aquí ha reinado el fantasma de la clase magistral de un señor que se lo sabe todo, sentando cátedra sin oposición. Eso nos lo cargamos nosotros, los del 68. Pero pusimos en pie algo peor; sustituimos la clase magistral por grupos asamblearios de discusión libre donde reinaban los analfabetos. Y entre el dogmático que no admite crítica y la jauría de analfabetos, esto no funcionaba.
Se ha reformado bastantes veces el sistema, hemos copiado el modelo alemán, el norteamericano, el inglés…no solo es un problema educativo, está imbricado en un problema de conjunto del país que no es viable como tal, porque le faltan los elementos esenciales que lo constituyen, le falta prácticamente todo. ¿Pero tú crees que podemos tener de presidente del Gobierno a un señor que se pasa los fines de semana mirando el partido de fútbol?

Ya para concluir, ¿cómo se imagina nuestro país dentro de 50 años?


No me lo imagino. A mí me gustaría una configuración de España con conciencia de nación, que abarcara toda la Península, incluida Portugal, por decisión voluntaria de todas sus partes, que se reservan el derecho a la separación siempre que quieran. No concibo una asociación que no conciba que sus miembros se puedan ir. ¿Qué orgullo se puede sentir de formar parte de una nación que obliga a otra a formar parte de ella aunque no quiera? Me gustaría además que esa nación ibérica tuviera muy escaso sentido identitario, para que pudiera abarcar también a todas las naciones castellanohablantes del planeta. 

La izquierda servil

Es el destino de España. Mejor dicho, el de las dos Españas. Una de ellas, la tradicionalista, nacionalcatólica, autoritaria y caciquil se impone siempre a la otra, progresista, liberal, de izquierda. Normalmente a la fuerza, pero también por sumisión de esta que comparte muchos principios con aquella y no ha sido capaz nunca de proponer una idea, un proyecto propio, autónomo, de España para contraponerlo al otro, al de Trento. Su tono habitual es ese balido resignado del presidente de la Gestojunta que se ha hecho con el poder en el PSOE. "No hay una alternativa de izquierdas" solloza este político socialista. Ni siquiera la ha buscado. Es el derrotismo y la claudicación de una izquierda servil que hunde sus raíces en la historia. Recuérdese que los serviles son coetáneos de los liberales en las Cortes de Cadiz y, después de estas, impusieron la claudicación durante todo el sigo XIX con escasas y breves y agitadas interrupciones: el trienio liberal, la ambigua Constitución de 1837, la Gloriosa y párese de contar. Del siglo XX, mejor no decir nada.

No caigamos en la tentación de atribuir la pusilanimidad de la izquiera a la idiosincrasia española. Quizá tenga que ver su carácter de clase. No es servil por ser española, sino por ser una izquierda burguesa. Lo mismo pasaba en Alemania por aquellos años. Reunidos en la iglesia de San Pablo, en Frankfurt, 1848, los revolucionarios liberales alemanes salieron en 1849 con una Constitución liberal del Imperio alemán. Muy ufanos fueron luego a pedir al Rey de Prusia que la aceptara, contando con comprarlo con el cargo de Emperador pero este los mandó de vuelta por do habían venido. También allí había liberales y serviles.

Sin embargo, tampoco puede el servilismo atribuirse a la clase burguesa sin más. El marxismo de copypaste no funciona. Burgueses eran los revolucionarios ingleses del siglo XVII y burgueses los franceses del XVIII y ambos, en lugar de someterse al monarca, le cortaron lindamente la cabeza. Burgueses eran los colonos norteamericanos que también en el XVIII se rebelaron contra el Rey Jorge III y no se sometieron, declarándose independientes. Toda comparación es odiosa.

Mientras se encuentra una explicación al servilismo de la izquierda española, podemos detectar su última y más lamentable manifestación. Entre las falacias y sofismas que el señor Fernández reparte generosamente por todos los medios, todos curiosamente a su servicio, hay una muy llamativa: "quede claro que El PSOE no se plantea en ningún caso una alianza con el PP, pero claro que hay asuntos de Estado en los que siempre estaremos con el Gobierno". ¡Asuntos de Estado! Ese es el conjuro, el abracadabra que pone al PSOE al servicio de la derecha, con la íntima satisfacción de todo servil, que va de patriota.

A la derecha tiene el lector la jaculatoria en boca de Rubalcaba en 2013. No es extraño que el ABC le dedicara la portada. Y debió de faltarle el canto de un euro para declararlo "español del año", como hiciera con Pujol. Esa declaración de Rubalcaba consagra la involución del PSOE para convertirse en un partido dinástico, aclara por qué no hubo oposición en la Xª legislatura y explica el hundimiento del PSOE a partir de entonces. Y también explica más cosas. Por ejemplo el reciente golpe de mano en el partido. Lo anunciaba Rubalcaba, incorporado al Consejo editorial de El País y lo suelta este Fernández en su afán por justificarse: tema de Estado, asunto de Estado.

¿Qué Estado? Muy sencillo y para entendernos, el que le cabía a Fraga en la cabeza, según desafortunada expresión de Felipe González. Y ¿qué Estado podía caber en la cabeza de Fraga? Este, heredero del de Franco, con su Rey, sus ideólogos, sus jueces, sus policías, sus militares, sus curas, sus falangistas, sus banqueros, sus latifundistas, sus empresarios y sus caciques. Este, el de España una, grande y libre. Una y solo una, que celebra su alegre diversidad de tierras y gentes. Pero siempre dentro de un orden, sin pasar del "sano regionalismo" (Fraga). Ante ese orden y ese Estado inclina servil la cerviz la izquierda porque ha sido incapaz de forjar otro distinto, democrático, libre, plurinacional. ¿Qué Estado? El de siempre, el enorme e inútil armatoste español patrimonializado por la derecha; el sistema de corrupción y sinecuras en que hacen sus carreras los señoritos de la oligarquía y sus mesnadas de obedientes servidores. Si la izquierda es lo suficicientemente mansa de vez en cuando se le deja administrarlo para que parezca alternancia. Pero sin tocar los resortes del verdadero poder. Se permite a los de izquierdas codearse con los de siempre -con las puertas giratorias, las blacks y otras prebendas- pero no que sean alguien en verdad. Llegado el momento decisivo, se les exige obediencia ciega, servilismo. Y eso lo bordan.

Cataluña es hoy la cuestión, el asunto de Estado. Y, no sabiendo por dónde acometerlo, el PSOE claudica y se echa en manos de la derecha para que sea ella quien haga frente a la insurgencia cívica catalana. Que lo hará -ya está haciéndolo- según su espíritu y maneras, mediante la represión, la coacción, los tribunales, lo que haga falta. Y no bastará con que la izquierda socialista vaya voluntariamente uncida  el carro de guerra del PP sino que tendrá que dar su apoyo explícito a lo que haga porque, ya se sabe, en "asuntos de Estado", el PSOE es uña y carne del gobierno.

Lo tienen apalabrado hace meses. Dice Fernández que se escuchará a la militancia en la que es mayoritario el NO es NO, pero que la decisión sobre la abstención corresponde al CF. O sea, a él, a Susana Díaz y a Felipe González. Y han de tomarla a toda velocidad porque crece la contestación en las bases como cuando ruge la marabunta. Y lo que podía pasar a estos conjurados de opereta es que se impusieran unas primarias y saliera reelegido Sánchez.

Añade en otro lugar el locuaz señor Fernández que la concepción frentista de la política es condenable. Pero él está trabajando para formar un frente nacional con la derecha. No hay inconveniente en creerle cuando dice que la abstención no impedirá una decidida labor de oposición del PSOE. Bueno, no hay más inconveniente que la experiencia de que el PSOE lleve cinco años sin hacer oposición. Démosle, no obstante, un voto de confianza y creamos que se opondrá a los presupuestos y a la ley tal y la norma cual y esto y lo otro. Pero en los asuntos de fondo, de Estado, irá de la mano con el gobierno. Y el asunto de Estado es Cataluña. Cuando la petición de suplicatorio para procesar a Carme Forcadell a instancias del TC llegue al Parlament, ¿qué votará el PSC?

Esa condición servil del liberalismo y el socialismo democrático se ve confrontada por primera vez por una especie de rebelión de la militancia. Esta, probablemente, se entristece al avistar el callejón sin salida a que han llevado los conjurados al socialismo español, se indigna al ver cómo en su nombre se amnistía al gobierno y el partido más corruptos de la democracia y se enfurece con los desprecios de Podemos y las bravatas de Iglesias que ya da al PSOE por difunto. Y lo estará, si las bases no lo resucitan.

El desconcierto de la izquierda, con todo, no acabará aunque el PSOE desaparezca por el sumidero de la historia. No hay nada ni nadie con qué sustituirlo. Se han cargado un partido centenario para nada.