dissabte, 20 d’abril del 2013

Ciudadanía y Estado del bienestar.

Incluyo un entrevista que me hizo Raúl Pleguezuelo (@Pleguezuelo) a raíz del Foro de las Ciudades que organiza el Ayuntamiento de Fuenlabrada. No sé si consigo transmitir mi idea claramente. Entiendo que nos habíamos acostumbrado a considerar que las conquistas conseguidas en materia de derechos eran irreversibles. Y no lo son. Hay que luchar por ellas.

divendres, 19 d’abril del 2013

¿Con qué dinero se paga todo esto?


Hay un viejo principio en economía que conocemos por sus pintorescas siglas en inglés: principio TANSTAAFL (con alguna variante, como TINSTAAFL), esto es, There Ain't Such a Thing As a Free Lunch, "No existe el almuerzo gratis". Sentido palmario: nadie da algo por nada. Es lógico que muchos economistas neoclásicos y, desde luego, neoliberales, en la escuela de Milton Friedman, lo consideren el núcleo de la ciencia económica. Era, desde luego, el faro de la vida de Margaret Thatcher quien no solo se rigió por su otro principio, también famoso, llamado TINA (There Is No Alternative), "No hay alternativa", como siempre sostienen los políticos conservadores sino también por el TANSTAAFL. No hay alternativa y no hay almuerzos gratis. Por todo hay que pagar. Muy bien.

Pero ¿quién?

Y ahí está el asunto, el busilis de la economía y de la política, así como de la ética y de otras ciencias y saberes adyacentes. ¿Quién paga? El gran éxito de la llamada revolución neoliberal consistió en convencer a la opinión de que el Estado del bienestar era un desastre y un despilfarro, además de tremendamente injusto porque se financiaba esquilmando a las clases medias (y altas; pero de esas se hablaba poco). Además de injusto, ese Estado era incompetente y retardatario porque al detraer recursos del sector privado para financiar el ruinoso régimen asistencial, se refrenaba la capacidad de crecimiento y acumulación de riqueza que es siempre el sector privado. Es decir, el Estado del bienestar, que pagaban las clases medias y altas, debía desaparecer porque era despilfarrador, injusto, inútil y contradictorio. Los recursos debían volver al sector privado por el bien de todos.

Fue un relato muy exitoso que caló en la sociedad. Lo cual ha permitido que gobiernen partidos de la derecha en Europa que aplican este criterio a través de un programa de privatizaciones y recortes del gasto público. Y lo que han conseguido, a primera vista, es borrar los límites entre lo privado y lo público, poniendo lo segundo al servicio de lo primero con toda claridad y financiándolo con los dineros del común.

El escándalo de Aznar que trae hoy en portada El País es descomunal. Va a significar un antes y un después en el asunto de la corrupción del PP. En los años más duros de la oposición al felipismo, la cúpula del PP, con Aznar a la cabeza, cobraba supuestamente suculentos sobresueldos por conceptos nebulosos y tortuosos. El mismo Aznar que se erigía en campeón de la lucha contra la corrupción socialista. Todavía resuenan sus "¡Váyase, señor González!" con la solemnidad de un puritano condenando el boato de una corte dispendiosa.

Breve digresión. Se recordará a Palinuro diciendo que, escandalosos como eran los papeles de Bárcenas, lo más gordo, la traca, debía de estar en los de los años de 1993 a 1997, que faltaban en una primera entrega. Ahí estarían los nombres. Ya ha aparecido el de Aznar. Pero sin duda habrá más y ahí puede estar la clave del silencio de La Moncloa. Y más nombres aun, algunos de los cuales asoman en el runrún de los artículos de Raúl del Pozo, quien dice haberlos visto. Fin de la digresión.

También se recordará que Aznar se querelló con la rapiudez del rayo contra El País por vincularlo con el cobro en negro. Con el titular de hoy, la cuestión ya no es si el irritable expresidente cobraba o no sino si lo que cobraba puede llamarse "negro" o "marrón" o lo que sea.

Por lo demás, TANSTAAFL. Esos dineros de "gastos de representación" estratosféricos salen de los dineros públicos. Porque, aunque según dice Bárcenas, él hacia contabilidad creativa con donativos de los empresarios a "título individual", esos dineros permitían destinar los otros con comodidad a otros fines del partido y, por tanto, pueden considerarse financiación ilegal. Financiación ilegal con fondos públicos para el partido que, según Aznar, era incompatible con la corrupción.

Con fondos públicos paga la Casa Real sus gastos en la defensa de la infanta Cristina, gastos que debieran salir de su bolsillo personal o del de su amantísimo padre. Pero el bolso personal del Rey está provisto igualmente con fondos públicos. Es decir, los contribuyentes tenemos que pagar los gastos de defensa de una persona a la que se acusa de haberse apropiado indebidamente de fondos públicos. Al parecer, el TANSTAAFL no funciona siempre o, para ciertos justiciables, no funciona nunca simplemente por ser ellos quienes son.

Los obispos han lanzado una campaña tremenda en contra de la Ley de interrupción voluntaria del embarazo. Algunos prelados, como Reig Pla, recordando otras épocas, más acordes a su mentalidad, atribuye el aborto en España a una conjura internacional contra la humanidad, la conspiración judeo-masónica. Y el obispo Munilla, no menos inspirado, atribuye el aborto a un perverso designio del PSOE de acabar con los pobres. Para propalar esas agudas doctrinas, la jerarquía ha presupuestado una millonada  en cartelería, spots televisivos, cuñas de radio, panfletos, estampitas y lo que se tercie. ¿De dónde sale ese dinero? Del caudal de la Iglesia. Pero este es lo que, hasta la Segunda República, vino llamándose el presupuesto de culto y clero, consistente en trasferencias netas de fondos de las arcas del Estado a la Iglesia católica y que se mantiene al día de hoy con otros nombres, como asignación estatal a los gastos de esta confesión. El hecho es que la Iglesia financia sus campañas en contra del aborto con el dinero de los impuestos de muchos partidarios no del aborto (pues partidarios del aborto no hay) sino de que las mujeres puedan abortar.

La señora Cospedal entabla una acción judicial en contra de alguien que ha propalado un supuesto infundio o calumnia contra su marido y, al parecer, moviliza para ello los servicios jurídicos del gobierno autonómico que preside. Es decir, los ciudadanos tenemos que sufragar de nuestros bolsillos las gastos de defensa del marido de la presidenta de Castilla la Mancha por un asunto personal. Para esta gente parece no rezar el principio TANSTAAFL con el que nos infligen a los demás todo tipo de castigos y sacrificios.

El señor Carromero se mete en un lío en Cuba en cumplimiento de unas tareas encomendadas por su partido y hay que repatriarlo ya condenado, a costa ¿de quién? En principio del PP. Pero el PP se financia con dineros públicos. O sea, los ciudadanos tienen que costear la repatriación de un presunto agente del PP en Cuba igual que costean su salario como asesor municipal para lo cual no parece tener la menor capacitación. 

La corrupción es el problema principal de España, como ya certifica el barómetro del CIS, si bien este lo sitúa en segundo lugar, por detrás del paro. Cosa tampoco muy decisiva ya que, en gran medida, el paro es producto de la corrupción. La corrupción es la abolición de los límites entre lo público y lo privado, poniendo lo primero al servicio de lo segundo. 

Mientras esta lacra no se elimine, no se encuentre y castigue a los culpables, España no saldrá de la crisis. Es imposible con un presidente del gobierno que parece estar en los pápeles de Bárcenas, pero se niega a dar explicaciones. 

dijous, 18 d’abril del 2013

Algo de lo que me quedó en el tintero en Singulars.


Estuvo bien el programa de TV3 Singulars. Jaume Barberá lo hace de cine. Consigue que te sientas en casa, pero mantiene un tono de exigencia y calidad al que hay que adaptarse. En resumen, bien. Una buena ocasión para exponer un discurso que, la verdad, encuentra exigua audiencia. Al terminar comenté a Barberá que me quedaba con algo del llamado "síndrome de la escalera", esto es, la sospecha de que me había dejado algunas cosas por decir y algunos puntos por matizar. Lo he meditado un poco y la mayoría puede quedarse por posteriores intervenciones o debates. Pero hay cinco precisiones que me gustaría haber hecho y hago ahora:

1ª.- El buen nacionalismo. Claro, es siempre el de uno. No soy excepción. Todos los nacionalistas necesariamente abrazamos un "buen" nacionalismo. Excepto, supongo, esos nacionalistas españoles que suelen decir que no son nacionalistas. En mi caso, me gusta pensar que mi nacionalismo es parecido al de cierto liberalismo español, empeñado en rescatar una idea de nación no tributaria de la tradicional, oligárquica y nacional-católica. Pero solo parecido porque, en último término el nacionalismo liberal se rinde al tradicional. La nación no se discute. El liberalismo español no confía en su idea de nación y no se atreve a ponerla a prueba. Sin embargo, la experiencia muestra que las grandes (y pequeñas, pero sólidas) naciones liberales se basan en el deseo de los pueblos que las componen de constituirlas. Esas naciones surgen de la fuerza centrípeta de la propia idea nacional.

2ª.- Las naciones no pueden -no deben- basarse en la fuerza. En todo caso, no me gusta pertenecer a una nación que obliga a otra a reconocerla como propia y única. Porque la nación es un sentimiento y sobre los sentimientos nadie está legitimado para legislar. Cuadrar el círculo sigue siendo imposible. Es imposible admitir una realidad plurinacional y hacerla compatible con la primacía de una de las naciones, ni siquiera utilizando logomaquias como la de nación de naciones. Siendo así, la nación solo es capaz de contrarrestar las fuerzas centrífugas mediante la represión y lo fuerza armada. Pero las naciones, dicho está, no pueden -no deben- basarse en la fuerza sino en la lealtad voluntaria a un acuerdo común. Si el celebérrimo plebiscito cotidiano de Ernest Renan quiere decir algo es esto. Como lo son casi todas las definiciones de nación al uso: el pacto entre los que fueron, los que son y los que serán, de Burke, aunque él, claro, no habla de nación -término que no le gustaba por ser abstracto- sino de la historia; la comunidad imaginada, de Benedict Anderson, etc.

3ª.- ¿Por qué no ha de estar basada la nación en el acuerdo? ¿Por qué el tema de la nación y su posible escisión o fragmentación ha de ser algo vidrioso, violento, irracional? ¿Por qué no pueden hacer todos los pueblos civilizados lo que ya han hecho otros como los noruegos y los suecos en 1905, los checos y los eslovacos en 1993, en la llamada "separación de terciopelo" o se aprestan a hacer ingleses/galeses y escoceses? ¿O la reunificación alemana -un proceso inverso- en 1990? Hasta la fecha era imposible reclamar este clima de sosiego y debate civilizado a causa de la actividad terrorista de ETA, que fue durante decenios el mayor obstáculo al objetivo que decía perseguir. Pero ETA ya no está, los partidarios de la autodeterminación que, al principio, eran todas las izquierdas pero luego se han ido descolgando, pueden ya exponer sus argumentos sin que los acusen de ser filoetarras, aunque nunca se sabe. En todo caso debe ser posible debatir estos asuntos como gentes civilizadas. ¿Por qué no empezar por preguntar a la gente qué quiere en vía referendaria y, con ese dato, convocar una Convención de la que salga una propuesta de acuerdo que se someta luego a decisión popular? Es una idea. Pero hay muchas otras. Merece la pena explorarlas. No podemos condenarnos a la repetición de la discordia, a la falta de entendimiento, al conflicto permanente.

4ª.- El debate debe ser de juego limpio, sin mala fe. Cuando los nacionalistas españoles descalifican el nacionalismo catalán, vaticinan que será incapaz de gobernar Cataluña y que esta va al desastre, deben tener cuidado porque lo mismo puede decirse de España en su conjunto, en especial hoy, con un país literalmente esquilmado, corroído por la corrupción, incapaz de proveer de trabajo a sus habitantes y de conseguir que no emigren. Y aun hay algo peor: un punto de vista de principio. Es muy ilustrativa la anécdota entre el general DeGaulle, presidente de Francia y Ahmed Ben Bella, secretario general del Frente de Liberación de Argelia en las conversaciones de Evian, en 1962, cuando Francia reconoció la independencia de Argelia: "¿Para qué quieren ustedes la independencia", preguntaba el general, "si no saben ustedes gobernarse?" "Mi general", contestó el líder rebelde, "reclamamos el derecho a gobernarnos mal".

5ª.- Y si no se quieren los aparentemente buenos consejos, mucho menos las amenazas. Suele el nacionalismo español -que no tiene un discurso elaborado, sistemático, coherente frente al soberanismo catalán- avisar de que, si Cataluña se independiza (posibilidad que, en otro contexto, ni considera sino que amenaza con el empleo de la violencia) España vetará su ingreso en la UE. Al margen de que España consiga o no hacer tal cosa en términos de poder, quiero creer que mi país no incurrirá en la ruindad de dificultar el camino de Cataluña como nación y Estado independiente ya que solo podría hacerlo por afán de venganza, cosa inadmisible. ¿No dicen los nacionalistas conservadores (españoles y catalanes) que los catalanes son españoles? ¿Y no merecen a los españoles respeto las decisiones de otros españoles? ¿O es que, en efecto, como sostienen muchos nacionalistas catalanes, los catalanes no son españoles?

dimecres, 17 d’abril del 2013

La ofensiva contra las mujeres.


Arrecia el patriarcado con fuego de todas las baterías. Desde el fondo del templo de Dios, Rouco reclama la derogación de las leyes del aborto y del matrimonio homosexual. La primera petición apunta directamente a la mujeres, para privarlas de un derecho esencial como es el de disponer de la propia vida. La segunda va contra todos los homosexuales, femeninas y masculinos. Nueva restricción de derechos para convertir a las mujeres (y, de paso, a los gais) en ciudadan@s de segunda. Rouco es el Bautista clamando a los pies del palacio de Herodes, hoy accidentalmente el Vaticano. Pero su destino es muy otro. No será su cabeza la que vaya en bandeja sino la de Eva o, mejor, Lilith, la personificación femenina del mal. 

Gallardón está ya estudiando, con su habitual capacidad para el sofisma, la forma de vaciar de contenido la ley de la interrupción voluntaria del embarazo sin que parezca que está haciéndolo. Es ese fabuloso espíritu de mixtificación que se encierra en la propuesta de que el ministerio de Justicia sube las tasas judiciales para garantizar la gratuidad de la Justicia. El hecho es que, si Gallardón cede ante las imposiciones clericales, serán los curas quienes gobiernen. Lo mismo que ha sucedido con el ministerio de Educación cuyo ministro se ha apresurado a cumplir las órdenes del episcopado en materia de enseñanza privada, supresión de educación para la ciudadanía e implantación de la doctrina religiosa. Y, en la medida de lo posible, la educación, segregada por sexos pues, según el ministro, esta segregación no discrimina, como se demuestra por el hecho de que también la hayan implantado los integristas de Hamas en Gaza.

Está claro: en donde los curas mandan, las mujeres llevan la peor parte. Siempre. Y a esa misoginia acendrada de la Iglesia se une la de una sociedad civil educada en los más preclaros principios del machismo andante. Ese alcalde que dice que las feministas lo son hasta que se casan, igual que los comunistas hasta que se hacen ricos y los ateos hasta que se estrella su avión, muestra la esencia misma del machismo. La equiparación de las tres circunstancias es tramposa. Lo del comunista y el ateo los involucra a ellos solos confrontados con circunstancias genéricas fuera de su control. Allá ellos con sus conciencias. Lo de la feminista es el resultado de una interacción entre dos seres humanos, un dominador y una dominada. Es una relación de violencia. Esa presumida renuncia al feminismo por razón de matrimonio es la formulación vulgar de la leyenda de la doma de la bravía, aunque no tan vulgar como su manifestación de sobremesa cuando los hombres explican el comportamiento de una mujer porque es una malfollá que lo que está pidiendo es un macho.

El cargo del PP que hace unas fechas dijo que las leyes, como las mujeres, estaban para violarlas, dimitió acto seguido. Era una brutalidad demasiado pétrea para edulcorarla de algún modo haciéndola pasar por una de esas estúpidas incorrecciones políticas que invocan quienes no tienen ni idea de lo que es la corrección política. El alcalde en cuestión, sin embargo, para no dimitir ha acabado diciendo lo contrario de lo que afirmaba, admitiendo que no se puede generalizar, que algunas feministas lo hacen y que él lo encuentra lamentable. ¡Lamentable! Si son esas las que prueban la veracidad del supuesto de que, en el fondo, las feministas lo que quieren, como todas, es casarse con un hombre que las mantenga. Lamentablemente, claro.

La defensa de los derechos de las mujeres es la primera línea de la defensa de los derechos fundamentales.

Picasso y Els quatre gats.


Palinuro grabó ayer por la mañana el programa Singulars en TV3 en Barcelona que se emitirá esta noche. En él trata de explicar su punto de vista de por qué los españoles deben reconocer el derecho de autodeterminación de los catalanes. Básicamente porque cuando tanta gente pide el derecho a decidir hay que reconocérselo. El derecho a decidir no prejuzga la decisión. Lo que la prejuzga es negarlo; pero ya hablaremos de eso en otro momento. Negar el derecho a decidir porque se supone que es decidir la independencia, aparte de mostrar muy escasa confianza en la nación que se defiende, carece de grandeza. El derecho de autodeterminación debe reconocerse especialmente cuando puede ejercerse en contra de quien lo reconoce. Lo otro no tiene mérito. En fin, que agradezco a TV3 la oportunidad que me ha dado de explicarme un poco más y sobre todo a su conductor, Jaume Barberá, un gran periodista.


En un par de horas distraídas entre TV3 y el AVE en Sants, zas, museo Picasso al canto. Los cinco magníficos palacios góticos corridos del carrer Montcada (siglos XIII y XIV) son tan dignos de contemplar, con sus ojivas góticas, sus trifolios a patios interiores, como la colección. Aunque esta es estupenda. Se compone de piezas de la época inicial de Picasso en Barcelona, con los comienzos de la época azul y rosa y el cubismo que aquí se ve nacer. Resulta sorprendente comprobar que algunas de las obras más celebradas del artista proceden de su etapa más juvenil, en torno a los veinte años y no necesariamente tan clásicos y naturalistas como Ciencia y caridad, sino el loco por ejemplo, de la época azul o el Autorretrato con peluca, con apenas 17 años. Hay un primer arlequín y un caballo corneado que reaparecerá años después en el Guernica. El segundo lote, donación del propio Picasso en 1968, son Las meninas (obra de mediados de los 50) y el más de medio centenar de piezas que son como el gran acompañamiento preparatorio de la reproducción acabada de la obra cumbre de Velázquez. Es curioso observar qué elementos de la composición del artista sevillano resalta el malagueño: el hombre del fondo en el dintel de la puerta que sirve para dar profundidad a la escena, la Maribárbola (que a mí siempre me ha recordado a Charlie Brown) y la figura del pintor en la que lo más relevante es la cruz de Santiago. Un genio interpretando a otro genio siempre da qué pensar. Entre los dos lotes hay alguna obra también celebérrima, como el Retrato de Sabartés, ilustrado aquí con fotografías del amigo del pintor, gracias a las cuales uno adquiere una más cabal comprensión de la interpretación picassiana de su rostro.


De camino al AVE, escala a tomar un café en Els quatre gats, en donde también paraba mucho Picasso y donde realizó sus dos primeras exposiciones individuales. Es un café-restaurante modernista de la calle Montsió, siempre en el barrio gótico. El lugar era el centro de la vanguardia artística barcelonesa de primeros del siglo XX, fundado por eso, por cuatro gatos: Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Miquel Utrillo y Joaquim Mir. El propietario era Pere Romeu, el segundo en el tandem que aparece en el fresco de Ramón Casas que adorna el comedor de entrada del establecimiento hoy día. El primero, con la pipa de fumar puros como si fuera una locomotora, el propio Casas. Qué tipos tan simpáticos los del tandem, qué lugar tan agradable quatre gats, literalmente abarrotado de recuerdos y testimonios gráficos de aquellos estupendos pintores en su vida bohemia.

La imagen es una foto de Wikimedia Commons en el dominio público).

dimarts, 16 d’abril del 2013

Las clavijas de Clavijo.


Ni en el Vaticano dejan los suyos tranquilo a Rajoy para que el hombre haga lo que mejor sabe hacer, esto es, nada. Hasta la Santa Sede ha llegado el piafar del caballo blanco de Santiago en Clavijo, montado por Rouco Varela esta vez para que los cristianos aniquilen a los infieles y prohíban el aborto y el matrimonio homosexual. Al propio tiempo, los cruzados de la causa de la Fundación FAES exigen al pusilánime presidente del gobierno que muestre garra y que no se deje ganar la calle. Lo segundo suena un poco a bronca de jayanes en mitad de la calle. Un estilo dialéctico propio de Aznar. Lo primero llega más a lo profundo. El aborto es un pecado nefando para la Iglesia católica que lleva aparejado la excomunión automática. La abortante y sus cómplices quedan excomulgados. ¿Puede considerarse cómplice a un presidente del gobierno que, estando en su mano acabar con los abortos, no lo hace? ¿No será, así, más cómplice que nadie, pues lo es de múltiples interrupciones criminales del embarazo?

Rajoy no es un monarca más o menos absoluto como Enrique II o Enrique VIII, pero tampoco parece que Rouco sea Thomas Beckett o Tomás Moro. Ya no llegan los conflictos tan a cosa de vida o muerte. Hay procedimientos administrativos. La Iglesia tiene numerosos intereses que cuidar para jugárselo todo a un conflicto institucional. Además, es mejor mantener la amenaza que ejecutarla. Los fieles se enardecen más. Habrá que escuchar al pío ministro del Interior cuando su jefe regrese a España. Para él, los deseos de Rouco son órdenes.

Por todas partes aprietan las clavijas a Rajoy. Lo quieren al frente de la revolución conservadora, repartiendo mandobles y aprovechando la situación en que la oposición mayoritaria anda perdida en un jardín interior del que solamente sale para demostrar que cada vez está más alejada de la realidad. Los escraches ponen dramáticamente de relieve que lo mejor, la crema de nuestra sociedad, la dirigencia, se ven amenazados y hostigados, como si fueran perroflautas identificados por los antidisturbios porra en mano. ¡Ah, no, eso no puede ser! Los escraches de los grupos provida ante las clínicas abortistas son la voluntad de Dios; los de los antidesahucios ante las puertas de los políticos opuestos a la ILP de dación en pago son tiranía de Satanás. ¿Para qué tenemos un gobierno, para qué una policía? Los escraches deben terminar. Los de Satanás.

¿Qué hace falta para que Rajoy actúe? ¿Fundamentación teórica? Lo que la FAES no da, Cospedal lo presta: los escraches son nazismo. Ahora ya puede Rajoy entrar en batalla. ¿No derrotamos en su día el comunismo? Y eso que las potencias occidentales, equivocándose de enemigo, se habían aliado con él en contra del nazismo. Claro, no podían tener la presciencia del Caudillo, centinela de Occidente. Ahora, ya derrotado el comunismo, vamos a derrotar también el nazismo, para que se vea nuestro católico sentido del justo medio. Además, a qué engañarnos, estos nazis y los comunistas de antaño son la misma chusma.

Santiago y cierra España.

(La imagen es una foto de mermadon 1967, bajo licencia Creative Commons).

El perro andaluz.


Antonio Muñoz Molina (2013) Todo lo que era sólido. Barcelona: Seix Barral (257 págs).


Menudo libro. Creo que es lo mejor que he leído del autor y le tengo leídas varias obras. Es un cuaderno de notas, un libro de apuntes que Muñoz Molina ha ido llevando durante un par de años. Como el pintor que se mueve con su cuaderno de bocetos, el escritor lo hace con el de apuntes que va redactando sobre la marcha a veces, según él mismo narra, en condiciones que rayan en la alucinación, como cuando se despierta en medio de la noche y garabatea apresuradamente sus cavilaciones, sus ensoñaciones, en un papel sobre el brazo del sofa. Tanto ha llegado a obsesionarle el tema sobre el que escribe.

Que es ¿cuál? Lo que nos ha pasado o, mejor dicho, nos ha vuelto a pasar a los españoles con la crisis. La crisis. He leído un buen puñado de libros, informes, dictámenes sobre el fenómeno, desde los más alarmistas a los más convencionales. Y también bastantes trabajos sobre los aspectos especialmente españoles de la cuestión. Hasta la fecha estos han consistido sobre todo en obra circunstancial, a veces panfletaria, críticas, recetarios. Todos ellos escritos con pasión, desde la sorpresa y el sobresalto ("economistas aterrados") hasta la indignación. Todo el mundo está indignado. Y, por fin, ha tocado el turno a los novelistas. Han tardado más porque sus obras tienen mayor alcance, pero aquí están, , los novelistas indignados, ayer Lucía Etxebarria (Liquidación por derribo), ya comentado por Palinuro, y hoy Muñoz Molina (Todo lo que era sólido,) un libro-denuncia escrito por un poeta que deslumbra con su visión, con su capacidad para hacer no solo que las palabras iluminen sino que ardan. Son ochenta y tantos apuntes (cito de memoria, no tengo el libro delante; solo mis notas) en los que en su estilo llano y sin afectación se desgranan preguntas terribles sobre los males de la patria, consideraciones profundas sobre sus vicios. Y el conjunto está concertado. Hay un Leitmotiv que vuelve siempre como una redoble de timbales con la corrupción, solos de concertino como las consideraciones sobre el nacionalismo, zarabandas como sus diatribas contra lo ruidoso de los españoles y todo ello en un crescendo que termina deseándonos (y deseándose) el haber llegado a la edad de la razón. Conclusión demoledora no por lo que dice sino por lo que implica.

Me gustaría seguir al autor en todas sus andanzas que abarcan tres continentes, media docena de países y una amplia variedad de asuntos y reflexiones que tocan la política, la economía, la religión, la literatura con sus puntas de sociología y filosofía y todo ello vivificado por un relato biográfico repleto de anécdotas personales y testimonios directos que a veces dan ganas de llorar, otras de reír y la mayoría de ambas cosas a la vez. Me gustaría, pero no puedo, en parte por falta de competencia y en parte porque un comentario, al fin y al cabo, no es un libro. Haré pues referencia a las cuestiones sobre las que tenga algo que decir.

Pero antes, permítaseme una breve digresión sobre el título. Su origen es claro. Proviene del Manifiesto del Partido Comunista y, en concreto, del capítulo I sobre burgueses y proletarios. Así está recogido en el título del célebre libro de Marshall Berman (1982) All that is solid melts into air, traducida al español como Todo lo sólido se desvanece en el aire y que indudablemente ha servido de inspiración a la obra de Muñoz Molina tanto en el título como en el espíritu de la obra. El autor lo ha puesto en pasado, todo lo que era sólido que viene a ser algo así como si dijera todo lo que parecía sólido. Sin duda. El Manifiesto dice All that is solid melts into air . Pero eso es en la versión inglesa. En el original alemán, Marx y Engels escribieron Alles Ständische und Stehende verdampft, o sea, "todo lo estamental y permanente se evapora". La versión inglesa es más poética; la alemana, más pegada a la historia, dibuja el ascenso de la burguesía. Pero luego, en sus traducciones, la experiencia burguesa se convierte en una de carácter universal, absoluto. Como le pasó a Berman cuando regresó a Brooklyn al cabo de los años: ya no quedaba nada del barrio de su infancia. Como le ha pasado a Muñoz Molina: retornado a su tierra, ya no reconoce nada de lo que años antes dejó atrás (p. 201). Lo que había durando generaciones (Stehende) había desaparecido en un decenio.

Cervantes, el Quijote, están muy presentes a lo largo del libro. Pero es casi la única referencia a un siglo que no sea el XX en sus últimos años y el XXI en sus primeros. Es igual, aunque no los mencione, en estas páginas están Feijóo, Larra (sobre todo Larra), Lucas Mallada, Costa, cómo no, Ganivet. Está el regeneracionismo, los españoles del éxodo y el llanto. Y están las voces de ahora aunque estas, más que resonar, desafinen.

Haciendo un análisis de contenido del texto diría que los términos que más se repiten son: simulacro, despilfarro, corrupción. Si no el significante, el significado. Vamos, en otros términos, la España de siempre. La de oligarquía y caciquismo, pero elevado a la enésima potencia, hasta haber conseguido algo tremendo: arruinar un país y endeudarlo para no se sabe cuántas generaciones, gracias a la falta de escrúpulos, de vergüenza y la absoluta incompetencia de unos políticos, en la mejor línea de la farsa y licencia de la reina castiza o del retablo de las maravillas que el propio autor cita. Y eso que, por razón del tiempo en que el libro se escribió, no hay lugar en él para las andanzas picarescas de la Familia Real. Hay algunos episodios de factura valleinclanesca, como esa increíble visita del sátrapa Francisco Camps en Nueva York con la misión de mover allí su absurda Ciudad de las artes y las letras con un séquito numerosísimo al que se había pagado todo, viajes y los mejores hoteles para que asistiera a actos públicos que también costaron una pastuqui y a los que iban siempre los mismos, sin presencia de estadounidenses (p. 115). 

El espantoso ridículo de Camps en Nueva York puliéndose alegremente la pasta de los españoles en fantasias es solo una ínfima muestra de las decenas y decenas de casos que Muñoz Molina reseña de actividades similares en las que por dispendio ostentoso, megalomanías cesaristas, latrocinio o todo a la vez, España lleva unos veinte años saqueada sin que nadie ponga tope hasta caer, como ha caído, en la acostumnbrada ruina y quiebra del antiguo régimen, adornada de los aspavientos de los altaneros viejos hidalgos y las groserías de los nuevos ricos, los empresarios delincuentes, los parásitos de la administración, lo políticos corruptos, los funcionarios venales, los curas y beneficiados.

Merced a su experiencia directa como administrativo del ayuntamiento, Muñoz Molina diagnostica acertadamente la causa de tanto desbarajuste: la supresión de los controles de legalidad del gasto en las administraciones públicas so pretexto de su lentitud. Doy fe. Fui vicerrector de Centros de la UNED entre 1984 y 1988. En aquellos años, los socialistas habían suprimido los interventores generales, sustituidos por un control posterior del gasto. Una locura. Por prudencia nosotros contratamos un gerente y nos sometimos a auditorías y, claro, nuestra gestión fue impoluta. 

Los vicios tradicionales de los españoles están aquí todos reflejados con una mezcla indignación y fatalismo: hemos malgastado durante decenios los dineros que venían de Europa igual que antaño despilfarramos el oro y la plata de América en las locuras europeas. Mezcla de viejo caciquismo español y del reverdecido populismo sudamericano coincidió con los flujos de dinero barato que llegaba de Europa para engendrar una multiplicación fantástica de simulacros y festejos... (p. 56) y una corrupción infinita (p. 155)

España, el país de la perpetua fiesta, el apogeo de la falta de educación, el ruido (p. 64) , la circulación caótica, las inmundicias en cualquier parte, los bares y discotecas ruidosos sin ningún respeto a nada (p. 166). Sí, sí, España. Una democracia sin demócratas (p. 211), un país literalmente asfixiado por la religión y la Iglesia católica (p. 66). Y no se sabe bien a qué extremo. Escúchese al cardenal Rouco Varela exigir al gobierno la derogación de la ley del aborto y del matrimonio homosexual para calibrar en dónde estamos..

Dos últimas consideraciones. Da la impresión de que Muñoz Molina se apunta a la teoría de trazo grueso de la clase política y acusa por igual de incompetencia, irresponsabilidad y corrupción tanto a la derecha como a la izquierda. Sin duda esta última, en especial el PSOE, ha caído a veces en la trampa. Pero, por mor de la justicia, entiendo, ha de reconocerse que la corrupción es infinitamente mayor, más grave, más estructural, en la derecha que en la izquierda. La segunda hace referencia a otra cuestión también muy tradicionalmente española, la del nacionalismo. Entiendo la distinción de Muñoz Molina entre nacionalismo y no nacionalismo (pp. 78/79 y 86) pero lo veo con cierto escepticismo. Creo que el problema es mucho más complejo de lo que ha sido hasta la fecha, que la situación actual es el resultado de no haber sabido resolver un problema que tiene ya unos ciento cincuenta años y que esto nos obliga a arbitrar soluciones nuevas, no ensayadas hasta la fecha. Algo que, en mi opinión, increpa directamente a los intelectuales de los que cabe esperar elaboraciones originales, rompedoras, que no se acomoden a la magia de las palabras como esa definición del autor de nacionalismo como un "narcisismo colectivo" (p. 88). La idea de que, en un conflicto de naciones, uno puede estar au dessus de la mêlée, me temo, solo oculta el deseo de no mirar el rostro del otro  pretextando que uno mismo carece de él.

Es una tarea pendiente y urgente de la que no es posible escapar porque, como dice el autor y Palinuro suscribe sin vacilar, el futuro es impredecible para todos (p. 214).

dilluns, 15 d’abril del 2013

Los nazis de Cospedal.


Ya ha vuelto a armarla esta señora. Ya ha vuelto a pasarse veinte pueblos. Ya ha soliviantado a la opinión mayoritaria y moderada del país con sus barbaridades. Ya ha vuelto a mostrar su talante injurioso, altanero, autoritario. Aparte de la querella que pueda caerle por llamar nazis a los de las escraches (y que, realmente, no servirá de mucho porque la dama está acostumbrada a que se le querellen por injurias, pues no hace otra cosa) el PP debiera pensarse si no sería prudente relevarla de la secretaría general para que se concentre en el gobierno (o desgobierno) de su Comunidad Autónoma.


Podría, como suele hacerse, disculpar su demasía aduciendo su ignorancia que, en efecto, es mucha. En este caso concreto, apabullante. Al ignorar la Ley de Godwin o ley de las analogías nazis en los debates en las redes, Cospedal se convierte en un ejemplo perfecto de su validez y vigencia. La ley de Godwin habla de redes pero, para el caso, es igual. Lo interesante es que la comparación con los nazis o con Hitler pone siempre punto final a la discusión. Es un cierre. Llamas nazi a alguien y ya solo queda que te envíen los padrinos, se querellen contra ti o a alguien se le vaya la mano, o un zapato.

¿Por qué? Porque -y esta es la parte verdaderamente grave de la ignorancia de Cospedal, la que revela una terrible carencia moral- el nazismo es la mayor abyección, la fórmula y el trato más inhumanos que unos seres humanos han aplicado a otros, el atentado a la dignidad de la persona, su deshumanización; algo tan monstruoso que, como delito, no prescribe y, como defensa, se considera delito. Equiparar algo con el nazismo significa juzgarlo como indigno de existir, reo del más duro castigo imaginable. La dimensión del nazismo, el lado oscuro de la especie humana, suena en el célebre dicho de Adorno de después de Auschwitz no puede haber poesía. Ni nada. Ni uno mismo, debió de pensar Primo Levi antes suicidarse, si es que se suicidó. Ese Levi que, según recuerda Muñoz Molina en un libro magnífico recién publicado, decía que la mejor prueba de que algo monstruoso puede volver a pasar es que ya pasó una vez. Hablar con la insensibilidad de Cospedal implica asimismo ignorar el factor llamado de la banalidad del mal, señalado a este propósito por Hannah Arendt. Otra de las muchas cosas que esta señora ignora.

No se pretende que los políticos atiendan en sus actos y dichos a consideraciones filosóficas profundas o sean conocedores de las dimensiones éticas de los fenómenos históricos. Pero sí cabe exigirles que no sean superficiales, atolondrados, injuriosos e ignorantes al extremo de desconocer y atropellar las pautas morales comúnmente defendidas por las sociedades civilizadas. No es posible compartir terreno alguno de debate con alguien que te considera un monstruo sin derecho a existir. Cabría pensar que, en el fondo, Cospedal solo estaba interesada en dar una campanada suficientemente sonora para desviar la atención de los casos de corrupción que tienen a su partido en K.O. La consabida cortina de humo, vamos. De ser así, su irresponsabilidad es aun mayor y más condenable. Decir tamaña barbaridad por consideraciones tácticas es ser verdaderamente incalificable.

Quizá consciente de la gravedad de la barbaridad cospedaliana o puede que celosa de que alguien disparate con más tronío que ella, Esperanza Aguirre parece haber salido en apoyo de su compañera, matizando que los escraches son simplemente totalitarios. La intervención tiene la ventaja de escamotear el fastidioso término nazi (que, sin embargo, utiliza en una de sus insoportables tiradas en ABC. Muestra que Aguirre es bastante más inteligente que Cospedal. Pero, al mismo tiempo, acerca el problema a una zona de peligro para la derecha. Eso del totalitarismo, que tiene aires académicos, es una amenaza. ¿Por qué? Porque Franco era totalitario y las derechas actuales son herederas directas de él a través de su fundador, Manuel Fraga, ministro franquista de propaganda, un Goebbels a escala falangista. Con razón las redes comentan que Cospedal compara los escraches con los nazis pero no con los franquistas y hablan del inconsciente.

Por supuesto. La mención a los nazis como el peor de los insultos en boca de una dirigente del partido fundado por un ministro de Franco, trae de inmediato a la memoria visual las famosas fotos del Caudillo conmovido junto al Führer en Hendaya. ¿Qué sentido tiene que los franquistas empleen el término nazi como descalificación? Obviamente es un acto de demagogia que, además, como se ha visto antes, tiene una connotación moralmente detestable y quizá penalmente relevante.

Finalmente, la comprobación de que el PP, la derecha en general, los grupos provida, etc también han acudido a escraches en diversas circunstancias, muy especialmente ante las clínicas abortistas, solo añade un factor más de iniquidad a la posición. Los escraches por los desahucios son el nazismo; los escraches por los abortos son la aurora de la libertad. Pero, en fin, este es el comportamiento típico de los matones. Lo grave de la comparación de los escraches contra los desahucios con los nazis es el grado de irresponsabilidad, atolondramiento e inmoralidad que revela. Muy apropiado para un partido que ha llegado al poder a base de mentir y con la aparente finalidad de seguir expoliando el país en beneficio de sus bolsillos.

(La imagen es una caricatura mía sobre una foto del PP de Madrid, bajo licencia Creative Commons).

Palinuro en el Nouvel Observateur. En español

Cuelgo aquí la entrevista que me ha hecho y publica hoy el Nouvel Observateur. Quedo muy agradecido a la publicación francesa por la oportunidad de exponer mis ideas sobre asuntos que me preocupan.

A petición de algún amable lector doy la versión española, traducida por mi mismo. No se culpe a nadie más de los posibles gazapos.



Profesor: usted organizó una mesa redonda el 24 de mayo de 2012 a raíz de la victoria de la izquierda en las últimas elecciones, abriendo así un debate sobre la cuestión: “Después de Francia, ¿fin de la hegemonía neoliberal?” Es un tema amplio ya que apunta al fin de un modelo económico y de un mecanismo del que todo el mundo asegura que casi no es posible librarse. ¿Se trata de una sociedad que está al final de su camino? ¿Cuáles son los elementos que, desde su punto de vista, lo llevan a esta pregunta? ¿Por qué eligió ese tema?

R. Cotarelo: A comienzos de la crisis, algunos expertos y personalidades políticas, especialmente el señor Sarkozy, entonces presidente de Francia, decían que era imprescindible “refundar” el capitalismo. Estaba claro entonces que el modelo neoliberal del capitalismo –esto es, el predominio de la economía financiera sobre la real- estaba agotado y no tenía futuro. Se decía que estábamos a la búsqueda de una alternativa.. Cinco años más tarde sabemos que esta alternativa no existe en el marco del modo capitalista de producción (mcp). Para encontrarla sería necesario romper con el modelo ya que “refundar” el capitalismo no será suficiente.

Pero no parece que haya otros modos de producción. Desde el hundimiento de los sistemas comunistas en los años noventa, la izquierda se mantiene en la oposición y critica el capitalismo, pero no cuenta con un modelo alternativo propio. No se trata de aceptar la idea de Hayek según la cual las crisis cíclicas son inherentes al capitalismo y, por lo tanto, inevitables. Pero nosotros, que no somos Hayeks, carecemos de alternativa. No tenemos una teoría satisfactoria del modo de producción distinta de la del capitalista.

La razón y el sentido común nos obligan a reconstruir el antiguo pensamiento socialdemócrata, es decir, la aceptación del modo capitalista de producción para reformarlo y regularlo y hacer de él un sistema más humano y más justo. Eso es lo que el PSOE trató de hacer en España en las dos últimas legislaturas, no consiguiéndolo a causa de la brutalidad de la crisis

Escogimos el tema “Después de Francia, ¿fin de la hegemonía neoliberal?” para la mesa redonda porque, al haber triufado el socialismo democrático en Francia, uno de los países europeos cuyo ejemplo se sigue en otras partes, podía plantearse de nuevo la cuestión de una vuelta a un programa de la izquierda que, sin romper con el modo de producción capitalista, diese lugar a una reedición de la “economía social de mercado" que funcionó tan bien en los años 50 y 60 en Europa.

¿Está el socialismo francés en condiciones de combatir la crisis, mostrar el camino y ser la vanguardia de Europa? Esta año habrá elecciones legislativas en Alemania. Si estas acaban con una victoria de la socialdemocracia, habrá nuevas expectativas para dar una respuesta viable a la crisis.

En 1981, el mundo asistía a la victoria de la izquierda en Francia con la elección de
François Mitterrand. Un año después era la vez de España, con Felipe Gonzàlez. Estábamos en pleno apogeo del neoliberalismo. ¿Se planteaba esta cuestión entonces?

Por supuesto. Poco antes de Mitterrand en Francia y González en España, Margaret Thatcher y Ronald Reagan habían triunfado en Inglaterra (1979) y en los Estados Unidos (1980). Entonces se lanzó un fuerte ataque contra el Estado del bienestar, gracias a la hegemonía conservadora de los think-tanks republicanos o emparentados que proporcionaban la teoría. Era un movimiento de antiguos intelectuales de izquierda pasados a la derecha. Conocían muy bien las tesis de Gramsci sobre la importancia de la lucha ideológica, sobre todo en la época de los medios de comunicación de masas.

Los años 80 vieron un combate idológico por conquistar el alma de las clases medias en las sociedades desarrolladas. Eran las clases que habían apoyado los programas sociales del Estado del bienestar pero que, asfixiadas por la política fiscal de los partidos socialistas, redistributiva y progresiva de esos años, buscaban una alianza nueva con los sectores acomodades en detrimento de las clases populares. La cuestión, indecisa hasta entonces, se zanjó diez años después a causa del hundimiento del comunismo, presentado como la victoria definitiva del modo capitalista de producción y del neoliberalismo. Se empezaba entonces a hacer propaganda con el llamado “dividendo de la paz” justo en el momento en que se declaraba la primera guerra del Golfo o primera guerra del nuevo imperialismo

En aquel momento, a comienzos de los años 90, la nueva crisis de 1992 afecta sobre todo a Europa que debe además hacer frente a las consecuencias de la reunificación alemana, esto es, el momento en que un Estado europeo de 60 millones de habitantes devoraba de golpe otro Estado de 17 millones y se disponía a hacer la digestión. Es la crisis que señala el fin del keynesianismo, una crisis llamada de stagflation, completamente nueva, imposible de resolver con la política económica de la entreguerra. Entonces, la socialdemocracia adopta puntos de vista parcialmente neoliberales con la esperanza de mejorar sus resultados electorales.





(M. Thatcher y R. Reagan, representados en la emisión de los guiñoles británicos)

La izquierda española, la izquierda francesa y en el orden europeo, con el PSE del que aquellas forman parte, ¿no son en sí mismas en último término neoliberales? ¿Existe el socialismo en verdad? El fracaso de Zapatero, ¿no se debe a las políticas neoliberales? Y ese fracaso ¿no debe servir de aviso al gobierno de Hollande?

La socialdemocracia adopta posiciones neoliberales presionada por su necesidad de ganar elecciones frente a unos electores que cada vez se han hecho más conservadores. En mi opinión el socialismo existe como lo ha hecho siempre en nuestras sociedades democráticas, bajo la forma de un “Estado social y democrático de derecho”, por invocar el Preámbulo de la Constitución española de 1978, esto es, lo que algunos autores (Elías Díaz, por ejemplo) llamaban “la juridificación de la vías al socialismo". El socialismo aparecía más como un proceso, un camino, una vía, más que como una realidad definitiva. Era una polémica venerable. Es de recordar aquí la célebre polémica entre Eduard Bernstein (“el fin no es nada; el movimiento, todo”) y Rosa Luxemburgo (“el movimiento no es nada; el fin, todo”).

A primera vista, desde luego, el fracaso de Zapatero se debe a sus políticas neoliberales. Basta con ver los resultados de las elecciones del 20 de noviembre de 2011 (38º aniversario de la muerte de Franco) para verlo. Pero aun encuentro más interesante preguntarse si estas políticas no eran más el efecto que la causa del fracaso del expresidente. ¿Cómo olvidar que de 2008 a 2010 Zapatero trató de vencer la crisis con políticas expansivas clásicas a lo Keynes que solo agravaron la situación hasta que la experiencia del fracaso de esta política le forzó a cambiar el curso de acción?

No es preciso avisar al gobierno de Hollande del fracaso del socialismo español. Parece que ha tomado buena nota. Por otro lado, en mi opinión, el problema principal de la izquierda francesa (como lo fue antes y sigue siéndolo para la izquierda española) es su capacidad de estar a la altura de las esperanzas despertadas por la victoria de Hollande sobre una derecha agotada y minada por contradicciones internas.

Hagamos un poco de ficción. El sistema neoliberal se hunde. ¿Cuál será, según usted, el régimen socioeconómico más apropiado para substituirlo? Dentro de Désirs d'Avenir, el socialecologismo está en el centro de nuestros debates. ¿Piensa usted que puede ser la base de una recuperación económica?

No me parece que el modo capitalista de producción esté amenazado. Sobre todo desde la incorporación de la República Popular China al mainstream del capitalismo mundial. Lo que se hunde son las formas de gestionarlo. Si el enfoque neoliberal pierde su predominio (y sigue sin estar claro del todo), la alternativa, si es que hay alguna, sera el resultado de la correlación de fuerzas en presencia, pero parece razonable suponer que se tratará de reestablecer una u otra forma forma de economía social de mercado


La ecología es un imperativo político. Pero hay otros y no solamente en cuanto búsqueda de nuevas formas de actividades industriales, especialmente productivas en general sino en cuanto que búsqueda de nuevas formas de gestión de las actividades que ya se realizan. Será preciso explorar nuevas líneas productivas, nuevos yacimientos de empleo (de las que ya se hablaba en el Libro Blanco de Delors en 1995), nuevas reformas del derecho del trabajo, nuevas relaciones industriales (¿por qué no intentar generalizar experiencias como la Mitbestimmung alemana?), de innovaciones como el establcimiento de un salario mínimo vital, etc.


Cuando estamos obligados a buscar alternativas por necesidad de supervivencia, deben considerarse todas las posibilidades, sin concentrarse en una sola y admitir que, a fin de cuentas, la solución puede ser una de compromiso, una mezcla imperfecta, impura, quizá contradictoria, pero de carácter práctico, esto es, algo realizable. No hay que olvidar el famoso apotegma de Hölderlin en Hiperión: “lo que convierte este mundo en un infierno en la manía de algunos de traer a él el cielo.”
 



(Photo. du journal Le Monde de Ségolène Royal, présidente de Désirs d'Avenir, pensant à une nouvelle gauche, elle déclare "La social-écologie, un autre modèle")

Agradezco a Raymond Cotarelo Garcia, esta entrevista. También agradezco a François Coll, por su colaboración. Espero que este artículo ayude a los lectores a hacerse una idea de la situación. Gracias a los lectores y lectoras por su fidelidad. Pueden ustedes compartir el artículo por mail, en sus blogs, en sus páginas de FB o Twittrer o copiando y pegando esta URL : http://loeildelajeunesse.blogs.nouvelobs.com/archive/2013...

diumenge, 14 d’abril del 2013

Palinuro en el Nouvel Observateur.

Cuelgo aquí la entrevista que me ha hecho y publica hoy el Nouvel Observateur. Quedo muy agradecido a la publicación francesa por la oportunidad de exponer mis ideas sobre asuntos que me preocupan.



Raymond Cotarelo García (né à Madrid en 1943), est un professeur de Science politique et d'administration publique à la Faculté des Sciences Politiques et Sociologie de l'Université Nationale d'Education à distance, dont il a été vice doyen entre 1984 et 1988. Il est l'auteur de 145 articles dans des revues spécialisées espagnoles et étrangères et a traduit en Espagnol les oeuvres de divers auteurs classiques et contemporains, dont Jürgen Habermas.

Collaborateur habituel des médias, dans lesquels il a publié plus d'un millier d'articles journalistiques, il est actuellement membre du Conseil Éditorial du journal Public. De la même manière, il anime un blog quotidien pointé sur une analyse politique et des questions littéraires ou artistiques : http://www.cotarelo.blogspot.com/.

Ecrivain de nombreux livres dont les plus récents qui se sont fait remarquer : la Politique et la Littérature (l'oeuvre d'Ayn Rand); La fable de l'autre je; La figure du double dans la littérature; La gauche du XXIe siècle; La politique dans l'ère d'Internet; La mémoire du Franquisme; Le souhait de la vérité; L'Espagne en crise; et bien d'autres encore.

Il a accepté de répondre à mes questions.


Ahmed Laaraj : Monsieur le professeur, vous avez organisé une table ronde le 24 Mai 2012, suite à la victoire de la gauche lors des dernières élections, en ouvrant un débat autour de la question : "Après la France, la fin de l'hégémonie néolibérale?". C'est un sujet vaste car il signale la fin d'un modèle économique et d'un mécanisme auquel tout le monde jure qu'il est quasi impossible d'en sortir. Est ce une pensée de société qui vient à la fin de son souffle? Quels sont les éléments, de votre point de vue, qui vous mènent à cette interrogation? Pourquoi le choix de ce sujet?

R. Cotarelo : Au début de la crise, certains experts et personnalités de la politique, notamment M. Sarkozy, alors président de la France, disaient qu’il fallait absolument “réfonder le capitalisme”. On était alors clairement conscient que le modèle néolibéral du capitalisme –c’est à dire, la prévalence de l’économie financière sur l'économie réelle- était épuisé, sans futur. On disait être en quête d’une nouvelle alternative. Cinq ans plus tard on sait que, dans le cadre du mode capitaliste de production (mcp), cette alternative n’existe pas. Pour la trouver il faudrait rompre avec le modèle, puisque “refonder” le capitalisme ne serait pas suffisant.

Mais il ne semble pas y avoir d’autres modes de production. Depuis l’éffondrement des systèmes communistes dans les années quatre-vingt, la gauche conserve son opposition et critique le capitalisme, mais elle ne dispose pas de modèle alternatif propre. Ce n’est pas question d’accepter l’idée de Hayek selon qui les crises cycliques sont inhérentes au capitalisme et donc inévitables. Mais nous, n’étant pas des Hayeks, il nous manque une alternative. Nous ne disposons pas d’une théorie satisfaisant un mode de production autre que le capitalisme.

La raison et le sens commun nous forcent à reconstituer l’ancienne pensée socialdémocrate, c’est à dire l’acceptaction du mode capitaliste de production, le réformer et le réguler à fin d’en faire un système plus humain et plus juste. C’est ce que le PSOE (Parti Socialiste d'Espagne) a essayé de mettre en place ces deux dernières législatures en échouant à cause de la violence de la crise.

Nous avions choisi ce thème "Après la France : la fin de l'hégémonie néolibérale?" pour la table ronde, puisque le socialisme démocratique ayant triomphé en France - l’un des pays européens dont l’exemple est souvent suivit ailleurs - on pouvait se poser à nouveau la question d'un retour à un programme de gauche que, sans casser les modes capitalistes, donnait lieu à une rééddition de "l’économie sociale de marché” qui avait si bien fonctionné dans les années 50 et 60 en Europe.

Le socialisme français, était-il en situation de combattre la crise, montrer le chemin, être avant-gardiste pour l’Europe? Cette année il y aura des élections législatives en Allemagne. Si les suffrages se concrétisent par une victoire de la socialdémocratie, alors il y aura des nouvelles expectatives pour donner une réponse viable a la crise.

En 1981, le monde assistait à la victoire de la gauche en France avec l'élection de
François Mitterrand. Un an plus tard, c'était au tour de l'Espagne, avec Felipe Gonzàlez.
Nous étions en pleine apogée du néolibéralisme, ce sujet se soulevait-il à cette époque
là ?

Bien sûr! Peu avant Mitterrand en France et González en Espagne, Margaret Thatcher et Ronald Reagan l’avaient emporté en Angleterre (1979) et aux États-Unis (1980). L’attaque contre le Welfare State (WS) se déclencha alors en force, grâce à l’hégémonie conservatrice des think-tanks républicains et apparentés qu’en fournissaient la théorie. C’était un mouvement d'anciens intellectuels de la gauche passés à droite. Ils connaissaient très bien les thèses de Gramsci sur l’importance de la lutte idéologique, surtout aux temps des moyens de communication de masse.

Les années 80 assistaient à un combat idéologique pour conquérir l’âme des classes moyennes aux sociétés développées. C’était les classes qui avaient appuyé les programmes sociaux du Welfare State mais qui, asphixié par la politique fiscale des partis socialistes, rédistributive et progressive, cherchaient une nouvelle alliance avec les secteurs aisés au détriment des classes populaires. La question, jusqu’alors indécise, se trancha dix ans après à cause de l’éffondrement du communisme présenté comme la victoire définitive du mode capitaliste de production et du néolibéralisme. On commençait à faire de la propagande avec le soi-disant “dividende de la paix” juste au moment où l’on déclenchait la “première guerre du Golfe” ou première guerre du nouveau impérialisme.


À ce moment là, début des années quatre-vingt-dix, la nouvelle crise de 1992 frappe surtout l’Europe qui doit en plus faire face aux conséquences de la réunification allemande, c’est à dire, le moment où un état européen de 60 millions d’habitants avalait tout à coup un autre état de 17 millions et se préparait à en faire la digestion. C’est la crise qui marque la fin du keynesianisme, une crise appellée de stagflation tout à fait nouvelle. Impossible de l'amménager avec la politique économique de l’entre-guerre. C’est alors que la social-démocratie adopte partiellement des repères néoliberaux, avec l’espoir d’améliorer ses fortunes électorales.


(M. Thatcher et R. Reagan, représentés dans l'émission des "Guignols" britanniques)

La gauche espagnole, la gauche française et au niveau de l'Union Européenne avec le PSE
dont elles font parties ne sont-ils pas, finalement eux-même néolibéraux? Le socialisme
existe-il vraiment ?L'échec de R. Zapatero, n'est-il pas dû à des politiques néolibérales? Et
cet échec devrait-il alerter le gouvernement de F. Hollande ?

La social-démocratie prend des allures néolibérales pressée pour son besoin de gagner des élections face à des électeurs qui sont devenus de plus en plus conservateurs. A mon avis le socialisme existe comme il l’a fait toujours à nos sociétés démocratiques, sous la forme d’un “État social et démocratique de Droit”, pour invoquer le Préambule de la Constitution espagnole de 1978, c’est à dire, ce que certains auteurs (Elías Díaz) appelaient “la juridification de la voie au socialisme”. Le socialisme apparaissait ici plus comme un processus, un chemin, une voie, que comme une réalité définitive. C’est une polémique vénérable. On se souvient ici de la célèbre polémique entre Eduard Bernstein “la fin n’est rien; le mouvement, tout” et Rosa Louxembourg “le mouvement n’est rien; la fin, tout".

Prima facie, bien sûr, l’échec de Zapatero se doit à ses politiques néolibérales. Pour preuve il suffit de voir les résultats électoraux du 20 Novembre 2011 (38ème anniversaire de la mort de Franco) pour le constater. Mais je trouve encore plus intéressant de se demander si ces politiques n'étaient pas l'effet plutôt que la cause de l’échec de l’ex-président. Comment oublier que, de 2008 à 2010, Zapatero a essayé de vaincre la crise avec des politiques expansives classiques à la Keynes qui ne feront qu’aggraver la situation, jusqu’à l’experience de l’échec de cette politique qui le força à changer de braquet?

Pas besoin d’alerter le gouvernement Hollande de l’échec du socialisme espagnol. Il semble avoir déjà pris bonne note. D’un autre coté, à mon avis, le principal problème de la gauche française (comme il le fût auparavant pour la gauche espagnole et l’est toujours encore) reste sa capacitè d’être à la hauteur des espoirs éveillés par la victoire de F. Hollande sur une droite épuissée et rongée par des contradictions internes.

Faisons un peu de fiction, le système néolibérale s'effondre, quel est selon vous aujourd'hui le régime socio-économique le plus apte à le remplacer?
Au sein de Désirs d'Avenir, la social-écologie est au coeur de nos débats, pensez-vous que
cela puisse être la base d'une relance économique ?

Le mode capitaliste de production ne me semble pas ménacé. Surtout depuis l’incorporation de la République Populaire de Chine au "Mainstream" du capitalisme mondial. Ce sont les formes de le gèrer qui s’éffondrent. Si l’approche néolibéral perd sa main mise (et ce n’est pas tout à fait clair), l’alternative –s’il y en a une- sera le résultat de la corrélation de forces en présence, mais il semble raisonnable de supposer qu’on essayera de rétablir l’une ou l’autre forme d’économie sociale de marché (soziale Markwirtschaft) ou de néokeynesianisme.

L’écologie est une impérative politique. Mais il’y en a d’autres et non seulement en tant que quête de nouvelles formes d’activités industrielles, voire productives en général, qu'en tant que quête de nouvelles formes de gestion des activités déjà en place. Il faudra explorer des nouvelles lignes de production, des nouveaux gisements d’emploi (dont on parlait déjà dans le Livre Blanc de Delors en 1995), des nouvelles reformes du droit au travail, de nouvelles rélations industrielles (porquoi ne pas essayer de généraliser formes comme la Mitbestimmung allemande?), d’innovations comme l’établisement du minimum vital, etc.

Quand on est forcé à chercher des alternatives par besoin de survivance, on doit considérer toutes les possibilités, ne pas se concentrer à une seule et admettre qu’à la fin du jour, la solution peut être l’une de compromis, un mélange imparfait, impur, peut- être contradictoire, mais de nature pratique, quelque chose de réalisable. Il ne faut pas oublier le fameux apophtegme de Holderlin en Hypéron: “Ce que fait de ce monde un enfer est l’obsesion pour le changer en un ciel”.


(Photo. du journal Le Monde de Ségolène Royal, présidente de Désirs d'Avenir, pensant à une nouvelle gauche, elle déclare "La social-écologie, un autre modèle")

Je remercie M. Raymond Cotarelo Garcia, pour cette entretien. Un remerciement également à François Coll, pour sa collaboration. J'espère que cet article vous aura éclairé sur les enjeux actuels. Merci à vous lecteurs et lectrices de votre fidélité. Vous pouvez partager cette article par mail, sur vos blogs, pages Facebook ou Twitter, en copiant, collant cette URL : http://loeildelajeunesse.blogs.nouvelobs.com/archive/2013...

Por la República


14 de abril. Con manifa incluida que espero sea multitudinaria. Ojalá. Al establecimiento político la cosa no le hace la menor gracia. La Corona la detesta y finge ignorarla, porque será su Némesis. El gobierno y su partido la aborrecen y, a través de sus medios de comunicación e intelectuales orgánicos, la llenan de improperios. El principal partido de la oposición, con el paso cambiado y dando una imagen lamentable. La dirección, en actitud de lealtad dinástica, se llama andana mientras su militancia y sus votantes andan por ahí pidiendo la República.


La pobre República carga con críticas e infundios sin límites. Esperanza Aguirre considera que fue un desastre. Se supone como el del 98. Desastre fue el modo bestial de acabar con ella, el golpe militar ilegal, delictivo que, tras tres años de guerra civil, inauguró un régimen aun más ilegal, más delictivo, genocida, que duró cuarenta años. Ese sí que fue un verdadero desastre cuyas consecuencias todavía se notan. Otra de las calumnias que se manejan atribuyen el fin de la República no a la sublevación militar de 18 de julio de 1936 sino a la insurrección revolucionaria de octubre de 1934. Si de eso va, que poco es, esa responsabilidad recae sobre la sublevación militar de agosto de 1932 en Sevilla, más conocida como la Sanjurjada. Vienen después en cascada los relatos de las checas, Paracuellos, las quemas de iglesias, etc. Pero nada de eso empaña el hecho de que la IIª República sea el último régimen legítimo de España, puesto que emana de la voluntad popular soberana. Hay quien dice que esta viene asimismo manifestándose desde 1979 pero eso no es estrictamente cierto ya que la voluntad popular que aquí se expresa lo hace en el marco de la legitimidad del régimen anterior.

Esa legitimidad es la única que, en puridad de las cosas, ostenta la Monarquía española. Las otras dos son harto dudosas o, simplemente, no le corresponden. No hay una legitimidad dinástica pues se ha dado solución de continuidad en la sucesión. Cierto que el padre, don Juan, abdicó (o cualquiera sea la fórmula que se empleó) sus derechos en su hijo. Pero lo hizo a la fuerza, no tenía elección pues el hijo ya se había proclamado Rey según las previsiones sucesorias de Franco y lo había enfrentado con un hecho consumado. Don Juan cedió sus derechos invocando muchas veces el interés de España. Pero eso no restaña la ruptura del principio dinástico.

Lo mismo sucede con la legitimidad popular. En ningún momento se sometió a decisión colectiva la elección entre Monarquía o República. Aquella se incluyó en los dos textos que se sometieron a consulta referendaria (la Ley Para la Reforma Política de 1976 y la Constitución de 1978) junto a una serie de otras disposiciones e instituciones imprescindibles en una sociedad moderna y democrática, como el sufragio universal, los derechos y libertades, etc. Pero esa ficción no va lejos. Es obvio que no todos quienes votan a favor de la libertad de expresión, la sanidad pública o las garantías procesales serán monárquicos. Muchos serán republicanos, pero quedan invisibilizados en el texto.

A los republicanos nos gusta pensar que somos mayoría en España. Los monárquicos (o sea, los dos partidos dinásticos, el gobierno y el Rey) dicen que solo somos un puñado de nostálgicos. ¿Por qué no salir de dudas? Un referéndum lo solucionaría todo. La afirmación sin más de que la Corona cuenta con amplio respaldo popular es falsa, como han venido demostrando los barómetros del CIS hasta octubre de 2011. A partir de ese momento, el CIS ya no pregunta por el Rey. Por supuesto, orden política y perfectamente estúpida porque: a) no puede hacerse extensiva a los barómetros que hagan las empresas privadas de sondeos (que ahora preguntan todos por la valoración del Rey) y b) destroza el prestigio del CIS como actividad independiente de los intereses del gobierno de turno.

Se pongan como se pongan el PP (y su batería mediática) y la dirección del PSOE, el debate sobre si Monarquía o República está a la orden del día y se puede llevar adelante de modo civilizado, evitando intransigencias. Es más, ese debate es imprescindible como contexto o pareado con el otro, el de la autodeterminación de los catalanes, que los dos partidos tratan igualmente de sofocar.

Que el debate es actual se verá, es de esperar, este 14 de abril. Queda por ver si también es oportuno. Los monárquicos, tanto los "cristianos viejos" como los conversos, vienen aduciendo sistemáticamente que el debate Monarquía/República es inoportuno. Ya se sabe, se le achaca ser generador de inestabilidad. Esto supone que el sistema actual es estable. La Monarquía está en una pendiente de desprestigio imparable a causa del comportamiento de sus distintos miembros que, en muchos casos, parecen cruzar la raya de la ley y en casi todos resultan reprobables. El Rey, que tiene supuestas cuentas en Suiza y una amiga entrañable a la puerta de su choza, no da razón de la inmensa fortuna que Forbes le atribuye y no sabe si abdicar o no por lo que pueda pasar con su inviolabilidad.

Las aventuras de la infanta Cristina y su cónyuge, aparentemente un relato de golfería de guante blanco y restaurantes de cinco estrellas, no son dañinas para la Corona en sí mismas sino porque son la prueba de que no se trata de comportamientos excepcionales sino, al contrario, la forma normal de vivir y hacer de la Casa Real y sus aledaños.

La institución no tiene siquiera garantizada su reproducción. Los Príncipes de Asturias se han metido en un berenjenal a cuenta del supuesto aborto de Leticia. Es intrigante saber cómo reaccionarán los distintos sectores que componen la política española ante una información de ese calibre. Lo primero que habrá de verse es si la afectada acepta la veracidad del hecho o no. Si lo hace la situación se pone complicada. A los ojos de la ley, probablemente, Leticia no hizo nada reprochable. Pero a los ojos de la Iglesia, por la cual la Princesa se casó, está automáticamente excomulgada. Puede parecer crudo, pero el argumento es irrefutable: si una mujer que ha abortado puede ser Reina de España, la Monarquía habrá dado el paso decisivo en la separación entre la Iglesia y el Estado. Pero esa separación rompe el principio del nacionalcatolicismo que, nos guste o no, sigue imperando en España.

¿Cómo que no es oportuno el debate Monarquía/República? Más oportuno que nunca. A sus muchas y muy conocidas virtudes una la República la garantía de que casi con total seguridad, de haber problemas, no vendrán de los hijos, yernos, nueras o sobrinos segundos del presidente. Al estar basada en el principio dinástico de primogenitura, la Monarquía es un régimen familiar, a diferencia de la República, que es un régimen de magistratura. Y ya sabemos de sobra que en las familias nunca se sabe lo que va a pasar.

(La imagen es una foto de Jgaray en el en el dominio público).

Libros y homenajes.


Víctor Manuel Muñoz (Coord.) El pensamiento politico del siglo XXI. Sevilla: Aconcagua. 203 págs.


El miércoles pasado celebramos un homenaje en memoria del prematuramente fallecido sociólogo Antonio Valle, profesor que fue de la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla. En realidad el homenaje ya se lo habíamos hecho, más al modo académico, escribiendo entre varios el libro que viene aquí a comentario. Pero como este tipo de colaboraciones suele ser azaroso, las tareas de edición e impresión enrevesadas, las decisiones administrativas sobre la financiación del empeño lentas y atribuladas, cuando el libro por fin vio la luz, había pasado tanto tiempo desde el fallecimiento del homenajeado que juzgamos posible rendirle tributo por segunda vez en la capital del Reino, razón por la cual, varios de los autores de la obra se desplazaron a Madrid. Tuvimos entonces una recoleta reunión que el Colegio de Politólogos y Sociólogos, bajo la siempre generosa dirección de Ruiz de Azúa y Lorenzo Navarrete, acogió sin dudarlo. Allí pudimos hablar sobre Antonio Valle, su fuerte personalidad, su magnetismo, su carácter de santo laico. Estaban sus dos principales discípulos, Víctor Manuel y Antonio Pérez, quienes narraron algunas anécdotas que contribuyeron a hacer más interesante la figura del homenajeado.

El libro en sí mismo, titulado Pensamiento político del siglo XXI, hace referencia a unas jornadas del mismo título que Antonio Valle organizó hace unos años en la Universidad de Sevilla y que tuvieron cierta repercusión. Pero su contenido desborda bastante este límite. En realidad, de los siete ensayos que componen la obra, solo tres podrían encajarse en la determinación de "pensamiento político" y únicamente uno se ciñe al siglo XXI. En concreto, el de Joaquín Alcaide Cabrera, Pensamiento sociopolítico y Unión Europea. Es un denso, minucioso y brillante ensayo sobre la evolución última de la UE que deja por último como una cuestión abierta entre dos posibilidades de desarrollo no igualmente deseable, para que el lector decida por su cuenta: de un lado, la construcción de un modelo europeo más o menos condicionado por el neoliberalismo y de otro, el mayor o menor apego a la permanencia del Estado-nación.

De los otros dos trabajos más de pensamiento político, uno de ellos, escrito por Palinuro, acerca de La juventud y su estética, no ciñéndose a la época ni a la región y bebiendo en todo tipo de fuentes actuales y antiguas, europeas y no europeas, trata de llegar a algunas conclusiones respecto a los rasgos específicos de la estética juvenil que ha pasado de ser prácticamente marginal a hegemonizar buena parte de las tendencias y convicciones de nuestro tiempo.

El segundo ensayo, de Juan Maestre Alfonso, Utopías y futuribles, es una pieza magistral sobre el pensamiento utópico. Siendo como soy aficionado a este subgénero del pensamiento, a caballo entre la teoría política y la literatura, me congratulo de haber leído este trabajo que muestra una síntesis clarividente del proceloso tema utópico, del que todos creen que pueden hablar y, en realidad, así es. Maestre emplea el término futuribles para designar los escenarios por venir. La experiencia muestra que no son posibles predicciones a largo plazo y, por tanto, ya convencidos de que ningún utopismo ha sido capaz de traernos aquella quimera que se llamó el hombre nuevo, los futuribles -que muchos considerarían en realidad  distopías- son multidimensionales y, en consecuencia, permiten abrigar ideas optimistas y pesimistas respecto al futuro. Para las primeras cita Maestre dos rasgos de nuestro tiempo que encuentra esperanzadores: alto nivel de desarrollo tecnológico y aumento de lo que llama la "capacidad crítica" de nuestras sociedades. Para las segundas, tres fenómenos: el crecimiento de la población, el agotamiento de los recursos naturales y lo que llama "degradación solidaria". El resultado final, una suma de vectores que a veces son opuestos.

La otra parte del libro son recuerdos personales de tres de los autores que más trataron y conocieron a Antonio Valle, Secundino González Marrero (La democracia por la que luchó Antonio Valle), Víctor Manuel Muñoz (La vida política de Antonio Valle) y Antonio M. Pérez (La danza de la realidad), tres semblanzas personales, cuajadas de anécdotas, de recuerdos, de experiencias vividas y que nos dejan un cuadro bastante completo de la personalidad de nuestro hombre pero que, además, dicen tanto sobre los autores como sobre el homenajeado. El de González Marrero es un interesante apunte sobre la vida de los estudiantes políticamente activos en los últimos tiempos de la dictadura y los primeros de la transición. El de Víctor Manuel, un intento de sintetizar la trayectoria intelectual de Antonio Valle en el marco de las categorías del pensamiento político. El de Antonio Pérez una original semblanza literaria de su maestro.

dissabte, 13 d’abril del 2013

La monarquía, la república y la transición. Segundos fuera.


En vísperas del 14 de abril, Rubalcaba ha considerado necesario declarar lo que se lee en el texto de la imagen. Declarar que su partido "no es monárquico" y que él, personalmente, es republicano por convicción. Y ¿a qué se debe esta repentina confesión de parte? Básicamente a dos circunstancias:


a) Las reiteradas manifestaciones monárquicas más o menos vergonzantes de la actual dirección en los últimos tiempos so pretexto de que la institución monárquica se ve en apuros y necesita apoyos para garantizar la estabilidad. Estabilidad es un término mágico. Su mera invocación, venga o no a cuento, ha de apaciguar cualquier controversia y acallar toda crítica o propuesta de reforma. ¿Y si lo que de verdad amenaza la estabilidad es la permanencia de una institución desacreditada, poco menos que a la fuerza? Pero eso da igual. La colaboración del PSOE con la dinastía es leal o, como su oposición, responsable. Otro término cargado de connotaciones sospechosas.

b) La presión a que ciertos sectores más difíciles de controlar en el PSOE, por ejemplo los jóvenes, someten a la dirección para que el partido plantee la disyuntiva de la forma de Estado, si república o monarquía. Cosa de la que Rubalcaba no quiere ni oír hablar. Por eso sale al paso con sus aclaraciones que, como sucede con las de Rajoy, no aclaran nada. Una deconstrucción elemental del discurso del secretario general muestra su naturaleza problemática. Se declara republicano por convicción, pero, dado que el pacto de la transición sigue vigente y la monarquía ha hecho su parte por la democracia, esta no se cuestiona. Punto. Es decir, Rubalcaba es republicano por convicción y monárquico por conveniencia.

Y ¿desde cuando zanja la conveniencia los asuntos de convicción de modo incondicional y, según parece, para siempre? Si la conveniencia prevalece sobre la convicción ¿no convierte la convicción en conveniencia y al revés? A esta objeción de fondo se añade la de la validez de las apoyaturas. Eso del pacto de la transición exactamente ¿qué es? El término, en realidad, designa un ente de razón, igual que lo hace el sintagma contrato social. No existe una realidad material, objetiva, de ese "pacto de la transición" que no sea la Constitución. Pero, justamente, Rubalcaba viene proponiendo reformarla. ¿Quiere decir que unas cosas pueden reformarse y otras no? ¿Quién lo decide? ¿Él? ¿En función de qué criterios? Cuando habla el secretario general sobre cuestiones acerca de las que no hay decisiones  orgánicas expresas ¿implica a toda la dirección? ¿A todo el partido?

Al respecto la razón dice que, si no hay decisión o mandato claros, se estará a lo que digan los últimos que se emitieron y, en consecuencia, siguen en vigor. Según estos, no es que el PSOE no sea un partido monárquico, como dice con elemental understatement el secretario general. Es que es inequívocamente republicano. El PSOE formó parte de la primera conjuncion republicano-socialista posterior a la Semana Trágica de Barcelona y por eso entró en las cortes Pablo Iglesias; y así siguió. Luego se sumó en 1930 al Pacto de San Sebastián que tramó y consiguió el establecimiento de la Segunda República, último régimen legitimo de la historia de España, no necesariamente legal. Legales ha habido otros. Así que el PSOE es un partido republicano.

Y, ya de pasada, esa afirmación de la validez del "pacto de la transición", a su vez, se basa ¿en qué? Si el sistema político de la transición está tan generalmente cuestionado que hasta el propio Rubalcaba propone una reforma constitucional, la validez no puede seguirse de las conclusiones de un análisis riguroso de la realidad sino del deseo de que nada cambie -por renco que sea- seguramente para no tener que trabajar. No se me escapa que el razonamiento, en el fondo, pueda ser mera fachada de otra intención más aviesa. Mantener la validez del "pacto de la transición" significa recurrir al consenso. Y ya se sabe que será imposible de alcanzar si se presenta al PP una opción republicana. Por supuesto. Pero es que no hay que presentársela al PP. Hay que presentársela al electorado. Lo que este razonamiento pretende es impedirlo, impedir el renacimiento de la coalición republicano-socialista.

Tengo la impresión de que la actual dirección del PSOE es mucho más conservadora que su militancia y su electorado. Convertir de hecho el PSOE en un partido dinástico equivale a secuestrarlo. Asunto tan importante debe ser objeto de una decisión de congreso. No entra dentro de las competencias de ningún órgano entre congresos. La militancia y el electorado deben tener algo que decir. Habrá votantes tradicionales del PSOE que dejarán de serlo si el partido no es inequívocamente republicano y propone la realización de un referéndum para dilucidar la cuestión.

Infantilizar al electorado al extremo de no permitirle decidir libremente qué forma de Estado desea no me parece algo bien avenido con la izquierda. Más cercano aun: la convicción republicana no tiene el vigor suficiente para pedir la terminación de una monarquía que carece de la legitimidad dinástica, pues la renuncia de don Juan fue forzada y, por tanto, no válida; y también carece de la legitimidad democrática, pues el electorado nunca pudo pronunciarse específicamente sobre la cuestión sino dentro de un paquete de otras medidas que eran imprescindibles. En realidad solo tiene la legitimidad del 18 de julio y mucha gente consideramos que esa no es legitimidad alguna.

¿Por qué es dañino para la estabilidad pedir la terminación de la monarquía y el establecimiento de la IIIª República o, al menos, un referéndum sobre la disyuntiva? Para la estabilidad ¿de qué o de quién?