Ni en el Vaticano dejan los suyos tranquilo a Rajoy para que el hombre haga lo que mejor sabe hacer, esto es, nada. Hasta la Santa Sede ha llegado el piafar del caballo blanco de Santiago en Clavijo, montado por Rouco Varela esta vez para que los cristianos aniquilen a los infieles y prohíban el aborto y el matrimonio homosexual. Al propio tiempo, los cruzados de la causa de la Fundación FAES exigen al pusilánime presidente del gobierno que muestre garra y que no se deje ganar la calle. Lo segundo suena un poco a bronca de jayanes en mitad de la calle. Un estilo dialéctico propio de Aznar. Lo primero llega más a lo profundo. El aborto es un pecado nefando para la Iglesia católica que lleva aparejado la excomunión automática. La abortante y sus cómplices quedan excomulgados. ¿Puede considerarse cómplice a un presidente del gobierno que, estando en su mano acabar con los abortos, no lo hace? ¿No será, así, más cómplice que nadie, pues lo es de múltiples interrupciones criminales del embarazo?
Rajoy no es un monarca más o menos absoluto como Enrique II o Enrique VIII, pero tampoco parece que Rouco sea Thomas Beckett o Tomás Moro. Ya no llegan los conflictos tan a cosa de vida o muerte. Hay procedimientos administrativos. La Iglesia tiene numerosos intereses que cuidar para jugárselo todo a un conflicto institucional. Además, es mejor mantener la amenaza que ejecutarla. Los fieles se enardecen más. Habrá que escuchar al pío ministro del Interior cuando su jefe regrese a España. Para él, los deseos de Rouco son órdenes.
Por todas partes aprietan las clavijas a Rajoy. Lo quieren al frente de la revolución conservadora, repartiendo mandobles y aprovechando la situación en que la oposición mayoritaria anda perdida en un jardín interior del que solamente sale para demostrar que cada vez está más alejada de la realidad. Los escraches ponen dramáticamente de relieve que lo mejor, la crema de nuestra sociedad, la dirigencia, se ven amenazados y hostigados, como si fueran perroflautas identificados por los antidisturbios porra en mano. ¡Ah, no, eso no puede ser! Los escraches de los grupos provida ante las clínicas abortistas son la voluntad de Dios; los de los antidesahucios ante las puertas de los políticos opuestos a la ILP de dación en pago son tiranía de Satanás. ¿Para qué tenemos un gobierno, para qué una policía? Los escraches deben terminar. Los de Satanás.
¿Qué hace falta para que Rajoy actúe? ¿Fundamentación teórica? Lo que la FAES no da, Cospedal lo presta: los escraches son nazismo. Ahora ya puede Rajoy entrar en batalla. ¿No derrotamos en su día el comunismo? Y eso que las potencias occidentales, equivocándose de enemigo, se habían aliado con él en contra del nazismo. Claro, no podían tener la presciencia del Caudillo, centinela de Occidente. Ahora, ya derrotado el comunismo, vamos a derrotar también el nazismo, para que se vea nuestro católico sentido del justo medio. Además, a qué engañarnos, estos nazis y los comunistas de antaño son la misma chusma.
Santiago y cierra España.
(La imagen es una foto de mermadon 1967, bajo licencia Creative Commons).