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diumenge, 24 de febrer del 2019

Perpetuum mobile


No es el imposible perpetuum mobile de la física, sino el real e impetuoso de la música.

La sinfonía "La independencia de Catalunya", que alguien compondrá algún día llevará un perpetuum mobile en su último tiempo. Simbolizará la iniciativa política que el independentismo ha venido manteniendo a lo largo de los últimos años. Iniciativa política frente a un Estado en desguace.  Desde las elecciones de 2015, renovado mandato en 2017, el procés ha hecho honor a su nombre. Ha propiciado acontecimientos y secuencias, siempre a instancias indepes, que han ido configurando el camino a la independencia en un contexto español y europeo cuya complejidad es innecesario subrayar. Como decía Jordi Turull en su declaración, "menos política, el Estado español está dispuesto a todo". La prueba es su propia condición y la de sus compañeras/os.

La iniciativa hacia la independencia como perpetuum mobile, como reiteración del tema en el corazón de la melodía de la revolución catalana, in crescendo, con elevación de tono y aceleración de ritmo. Una imagen sinestésica.

A ese ánimo pertenece la propuesta del Consell de la República, reunido en Waterloo, de presentar una propuesta estratégica para culminar la independencia. Otro plato de niños crudos que el señor Borrell tendrá que no desayunar. Y otro acto de iniciativa con el que el gobierno de España habrá de bregar. Todos los frentes de esta guerra están vivos. El Consell trae una representatividad más que suficiente, con dos partidos (y la cuestión de PDeCat y JxC), la ANC y Poble Lliure si mis cálculos son correctos. El impacto que su propuesta obtenga en la realidad catalana no es previsible. Ningún plan puede hoy augurar resultado alguno con un índice razonable de probabilidad. Pero eso no es grave, dado que lo esencial del perpetuum mobile se reitera, un tono más alto. El último tramo a la independencia. Será más o menos prolongado pero culminará en ella. 

En una situación en que unas elecciones generales coinciden con un proceso político como el del 1-O, todas las opciones están abiertas. El Estado moviliza todos sus efectivos, aparatos ideológicos, represivos, simbólicos. Lo cierto es que la movilización social se mantiene y se reitera de forma que la revolución catalana (la del 3% de los agudos críticos izquierdistas españoles y catalanes asimilados), toma los caracteres de "revolución permanente", más o menos ajustada a la concepción de Trotsky.

Una revolución permanente, un perpetuum mobile revolucionario, que los medios españoles ocultan al no informar sobre ella, pero la condenan sin paliativos sentando doctrina contraria a degüello con el refinamiento habitual en la corte . Desde el pregonero mayor del reino, Preparao, hasta el último gacetillero de un digital nacional. 

Han creado una opinión pública tan ciega y crédula que repite a coro o en solos de virtuoso temas como "estos catalanes son unos pesados", "me fastidia tener que dar dinero a los catalanes que no se lo merecen", "ya está bien de privilegios catalanes a costa de los españoles" y delirios similares.

Dos observaciones, por cierto, que muestran como muchos indepes, sin duda de buena fe, tienen la cabeza llena del elefante de Lakoff. Primera: se acepta la displicencia española sobre la barrila catalana teniendo en cuenta que el Estado ha de habérselas con muchos otros problemas y los catalanes no son los únicos. Con lo fácil que es responder: "oiga, no se preocupe, déjennos irnos, y se ahorran la barrila catalana."

El elefante se convierte ya en una castiza "comedura de coco" cuando oímos a analistas indepes desconfiando de la evidencia del ridículo de las acusaciones en el proceso. Se malician alguna artimaña para pillar luego a las defensas en las testificales. Supone atribuir a los fiscales y la abogacía del Estado un nivel de articulación intelectual (al margen de consideraciones éticas) que no han lucido. Y ¿por qué se les atribuye? Por la conciencia heredada de que los altos funcionarios del Estado, especialmente los togados, siempre tienen razón, aunque no se dignen dar fe de ella, como la administración del castillo de Kafka jamás aclara nada al agrimensor. Herencia de mentalidad colonial. Los magistrados que se prestan a administrar la justicia del príncipe harán de todo, incluidas mangas y capirotes (ya las hacen), pero no Justicia. 

Las dos observaciones solo sobre la marcha, para entender que estamos ante un tigre, sí, pero es un tigre de papel. 


dilluns, 10 de desembre del 2018

La utopía republicana catalana

La revolución catalana funciona según los principios de lo que Gramsci, prudentemente, llamaba "la filosofía de la praxis", o sea, el marxismo, para entendernos. En el sentido de que es un fenómeno que camina por dos vías paralelas en contacto continuo: la lucha social, en la calle, la movilización para implantar la República y la construcción teórica de esta. La teoría y la práctica, también para entendernos. Entre medias, las instituciones que funcionan como articulación del diálogo entre ellas.

La movilización en las calles tiene rasgos prerrevolcionarios, aunque pacíficos. La querella de Vox contra Torra es un ataque directo a Catalunya que solamente va a enconar más los ánimos, razón por la cual se presenta. Como también se enconarán en la segunda semana de huelga de hambre, cuando empiecen las consideraciones médicas y se incremente la tensión social. Todo ello está en marcha y su curso subsiguente es incierto.

En la otra vía, la teórica y, en cierto modo, ideológica, el Consell per la República ha aportado en su presentación pruebas de un trabajo serio que se especifica en una buena presenación de VilaWeb, sobre el sentido, alcance, condición, medios y fines de este órgano. 

Sobresalen algunos puntos dignos de comentario entre otros muchos. Ese Consell es un órgano polivalente, muy flexible, de naturaleza jurídica y política compleja pero que, en todo caso, funciona como órgano de máxima legitimidad y escudo de las instituciones de autogobierno de la Generalitat. Si estas se vieran atacadas, el escudo, el paladio republicano exterior, tomaría la representación de la República y actuaría también como gobierno de esta. Es decir, es un órgano fuera de la jurisdicción del Estado español.

Su naturaleza es de asociación privada según la legislación belga. Pero eso no resta nada a la eficacia de su acción política. Todos los partidos son asociaciones privadas, algunas hasta delictivas, para más perfección. 

El Consell se configura como una especie de asamblea permanente online. Todos los trámites, desde la afiliación a la participación, se hará a través del móvil. Dicho en términos más técnicos, se trata de una República en la nube. La ciberpolítica a pleno rendimiento en donde la competencia viene en apoyo de la convicción para hacerla eficaz.

La palabra "nube" se presta a interpretación errónea, en el sentido de que se tratara de algo etéreo, inconsistente, utópico. Y, sí, es verdad, el Consell tiene una clara proyección utópica, pero en el sentido de ser más creativo e innovador, de moverse con la fuerza de atracción y movilización de la utopía. Así, por ejemplo, establece una ciudadanía republicana (a través de un censo) con mayoría de edad a los dieciséis años. Con un periodo de carencia en cuota hasta los dieciocho. En cuanto a la procedencia, puede ser miembro del Consell cualquier ciudadano de cualquier parte del mundo con la sola condición de profesar los valores de la República catalana. 

Es un ideal de ciudadanía universal, típicamente vinculado a las tradiciones utópicas pero muy altamente valoradas. Dice Puigdemont en una entrevista que no simpatiza con la concepción religiosa de la política. Pero sí lo hace con la utópica, como buen líder. 

En cuanto a la representatividad numérica pone el Consell la cifra en mi opinión innecesariamente amplia, esperando una afiliación de un millón o incluso de los dos que votaron el 21-D. Cabe temer que la gestión puramente online no alcance a todos los posibles afiliados y ese objetivo tan elevado desmerezca luego el resultado.  

En todo caso, la República viene bien pertrechada en las dos vías: la acción directa de resistencia pacífica y la construcción teórica de República inclusiva y cosmopolita.

Frente a eso, del otro lado, solo se oyen voces y amenazas.

divendres, 22 de juny del 2018

Carta de Palinuro a Carme Forcadell, presa política

Viene Vila Web publicando una sección de cartas a las presas y presos políticos catalanes y una de ellas ha tocado en suerte -y muy buena suerte- a Palinuro. Y destinada a Carme Forcadell. Hela aquí como la publica el periódico.

Desde hace siglos, milenios, las cartas han sido un género al que siempre se ha recurrido para facilitar la comunicación entre gentes separadas por kilómetros, rejas, mares, gobernantes tiránicos, ríos, jueces prevaricadores, montañas, anatemas de los curas. Han servido para contar desgracias (x ej., la Séptima carta de Platón) o resignación filosófica (las de Abelardo a Eloísa). Con la invención de la imprenta, dieron origen a un género literario por derecho propio (Cartas persas, Cartas marruecas, Relaciones peligrosas, Carta al padre, etc) que llega hasta hoy (La breve carta para una larga despedida) y seguirá mañana. Siempre que haya alguien queriendo comunicar algo salvando distancias de espacio y/o tiempo, habrá cartas.

Esta es una de ellas.

Aquí la versión castellana:


Querida Carme:

Agradezco mucho a Vila Web que me permita entrar en contacto con vosotras, las presas y presos políticos. Aunque os tenga continuamente presentes, no basta con el pensamiento; y aunque también aprovecho todas las ocasiones para hacer realidad el pensar, la oportunidad de escribir una carta personalizada es de las que se agradecen especialmente. Sobre todo, si es una carta a una de vosotras, las mujeres presas, y a ti, a quien tengo el orgullo de conocer personalmente.

Así pues y ante todo, salud, Carme.

Recuerdo que una de las veces en que intercambiamos impresiones estaba también presente la inolvidable Muriel Casals que, de no ser por aquel accidente, hoy estaría haciéndoos compañía en Alcalá-Meco. Eran jornadas intensas, agotadoras, en mitad de un proceso que estaba encarrilándose a toda velocidad. Quienes encabezabais las organizaciones sociales, tan decisivas en la articulación del movimiento independentista, no dabais abasto y por eso, robaros unos minutos de charla era un privilegio. Y yo lo aprovechaba pues tenía interés en conocer de primera mano cómo se aplicaba en la práctica aquella idea que ambos compartíamos con millones de gentes más. Cómo la idea se hacía acción. Cómo la teoría se convertía en un poder material cuando encarnaba en las masas, como decía Marx. Tú eras independentista; yo, no. Ahora, sí. Me fui haciendo por el camino, y una de las referentes eras tú

La primera vez que te vi fue en unas noticias de alguna televisión; quiero decir que te vi y te identifiqué. Acababas una alocución diciendo “President, posi les urnes!” y yo pensé “esta mujer está haciendo historia”. Esa expresión debiera ser el lema del procés. El president estuvo a la altura, puso las urnas y las masas convirtieron la idea de la independencia en un poder material. Entre tanto tú, que eras presidenta del Parlament, representabas la legitimidad de la acción de un govern que estableció una hoja de ruta de dieciocho meses, para llevar a Catalunya de la autonomía a la pre-independencia y que cumplió estrictamente. En aquel año y medio actuaste con singular acierto, dignificando la magistratura, haciendo de pararrayos de las cóleras de la oposición y simbolizando la imagen de una República que, a partir del 1º O pasaba a realizarse. Y de eso también te encargaste tú.

Estuve presente en el pleno del Parlament del 27 de octubre y lo seguí atentamente, vi con qué firmeza conducías una sesión que todos intuían histórica, aunque todos trataban de disimularlo. La procesión y el peán de la victoria iban por dentro. Seguí la votación y escuché los resultados. Estuve a punto de escribirte un panegírico como Marianne republicana. Nunca lo he hecho porque pienso que uno de tus rasgos es tu seriedad, tu gravedad y lo profundo de tus convicciones, que no precisan hipérboles.

La respuesta del Estado, ciega y violenta, no ha conseguido aplastar el movimiento independentista. Antes al contrario, lo ha consolidado, profundizado, ampliado. Vosotros, las y los presos tenéis una doble función que se funde en una. Sois las rehenes del Estado español y, por eso mismo, el objetivo inmediato del independentismo. Las dos en una, pues sois el símbolo de la revolución catalana y tú, si me lo permites, especialmente relevante, pues representas el Parlament, esto es, el depositario de la soberanía del pueblo catalán.

Quienes hayan diseñado la política de represión son unos incompetentes porque ignoran la fuerza de cohesión que tiene la lucha por una causa noble. Todo el mundo, aquí y fuera de aquí contempla hoy cómo esa incompetencia –mezclada de crueldad, hay que decirlo- ha acabado consiguiendo lo contrario de lo que se proponía. El plan originario era muy claro, era el plan de los halcones del 155: un golpe contundente que desbaratara todos los equilibrios y las instituciones, suspensión de hecho de la Generalitat, encarcelamiento y exilio de sus representantes. Nuevas elecciones de inmediato, de las que se esperaba un resultado que validara la corrección de aquellas medidas autoritarias y represivas. Aplicando las “enseñanzas” del País Vasco: si encarcelas (o “descabezas”, en expresión de la vicepresidenta Sáez de Santamaría) a los dirigentes independentistas, si das un escarmiento, hay algunas protestas al principio pero, luego, la vida cotidiana manda, la normalidad se impone y de los presos ya no se acuerda nadie. Se acaba aceptando la situación. Se obedece al mando.

Justo al revés. El resultado de las elecciones fue el contrario al que esperaban, razón por la cual decidieron no respetarlo. Pero, además, es visible, patente para todo el mundo que los y las presas y las y los exiliados son motivo de movilización permanente a lo largo y a lo ancho de Catalunya. En todas partes se realiza todo tipo de actos en defensa de vuestra liberación y se toman las más diversas iniciativas. Tenéis el cariño y el apoyo de un pueblo entero que no solo no os olvida sino que se cuida de vosotras, piensa en vosotras y se preocupa por atenderos en cuanto necesitéis. Este fracaso de los represores es especialmente llamativo: no entienden que la relación mutua de apoyo entre la gente y vosotras no es solamente política sino también humana, cultural, popular. Al proceder contra vosotras como personas individuales, además de vuestra faceta política, tenéis la familiar. La gente se preocupa y se trasmite noticias sobre vuestros estados de ánimo.

Si querían sembrar la indiferencia, han incrementado la cercanía y el afecto. La gente canta, baila, reza, come, hace concursos y excursiones pensando en vosotras. Sois un faro que guía las esperanzas de un pueblo y las concreta en vuestras personas, no de forma abstracta o mística sino humana y de proximidad. Estáis en el centro del debate político y social. El lazo amarillo se ha convertido en un símbolo de resistencia pacífica de un pueblo. Es un gran mensaje: no hay liberación colectiva si no hay liberación personal.

Al no conseguir aplastar el independentismo, esa respuesta violenta, represiva, no puede perpetuarse. Y el gobierno que apostó todo a esa carta y se encontró con semejante respuesta tuvo que irse. Verdad es que no se fue por sí mismo sino que lo echaron las otras fuerzas políticas. Pero solo el hecho de ponerse estas de acuerdo en algo (Rajoy, no) era suficientemente milagroso. La cuestión que se abre ahora mismo es el talante, las intenciones del nuevo gobierno en condiciones de todos conocidas, esto es, 85 diputados y menos de dos años de mandato efectivo Los inicios son malos tirando a pésimos. Parece haber un sector de “dialogantes”, animado por el presidente, que ofrece negociar en el horizonte de una reforma de la Constitución en sentido federal. Y un sector de “beligerantes”, también apoyados por el presidente, partidarios de no dialogar ni negociar nada y de aplicar la Constitución como si fuera la purga de Benito o el bálsamo de Fierabrás.

Las diferencias son ligeras y ambos sectores coinciden en no cuestionar el enfoque ni las medidas adoptadas hasta la fecha por el bloque nacional del 155 a pesar de que, probado queda, han sido un fracaso tremendo, que causa más destrozo, mayor sufrimiento sin sentido alguno. Pretenden mantener como normal una situación en la que hay presos políticos, causas generales, represión constante. Es literalmente absurdo querer pasar por Estado de derecho una situación de excepcionalidad con presas y exiliadas políticas.

De chocar esta actitud, como chocará, con la resistencia catalana, es poco probable que el gobierno cambie de actitud y se avenga a un diálogo que no sea una imposición de antemano. Poco probable porque teme una repercusión negativa en su electorado español cuando falta poco tiempo hasta las próximas elecciones. Si no hay cambios, deberá prepararse para una situación de poder dual de hecho en España, entre esta y Catalunya. Como el Estado no puede admitir la dualidad de poder, hará como que la ignora mientras pueda. Llegará un momento en que no pueda y tendrá que convocar elecciones. En esas elecciones el independentismo tendrá que tomar una decisión entre las dos opciones que se le abren de participar o no en las elecciones parlamentarias de un país del que se considera independiente. Se abren muchas posibilidades pero es un debate que deberá quedar para el caso de que la circunstancia se dé. La sola posibilidad de incluiros en una lista única de país a las generales del Estado español es un buen argumento en favor de la opción de participar en ellas.

Entre tanto, con respecto a la política de represión, todos admiten hoy, incluso lo desean, que se trate de un paréntesis. Al margen de las peripecias que, sin duda, se vivirán, en algún momento ese paréntesis se cerrará. El Estado no tiene salida alguna para Catalunya que no sea la negociación de un referéndum, a la que se ha negado siempre, contra toda razón y justicia. Y contra la voluntad expresa de la mayoría de las catalanas, expresada en cuatro ocasiones a nivel nacional y en muchas otras más a nivel local. Cuatro ocasiones nacionales, 2014, 2015, 2017 (octubre y diciembre) que han dado mayoría política y moral al independentismo. El Estado no tiene base para negarse a un referéndum vinculante con mediación internacional. No hay otra. Catalunya no puede volver al estado autonómico y el Estado no puede impedir el arraigo de los instituciones republicanas salvo intensificando la violencia y no parece que haya lugar.

Ese referéndum no podrá celebrarse teniéndoos encarceladas.

Vuestra liberación es el empeño de todo un pueblo que la identifica con la suya propia como pueblo.

dimecres, 13 de desembre del 2017

La dictadura del 155

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado El dia després, versa sobre uno de los dos asuntos que más nos importan ahora: el primero es si, de aquí al 21 de diciembre, puede seguir la campaña de estas elecciones ilegales, ilegítimas e impuestas sin que el bloque franquista del 155 (PP, PSOE, C's) recurra a más trampas y/o provocaciones, sin que aumente la represión, sin que incite más a la violencia, sin que la haya y sin que caigan en la tentación de alterar las regla del juego prohibiendo, por ejemplo, algún partido independentista o todos ellos. Es capaz. Sabe que tiene las elecciones perdidas y carece de escrúpulos. Puede hacer cualquier cosa. Por eso hay que estar muy vigilantes y no caer en sus provocaciones ni darle pie a alguna de sus maniobras.

El otro asunto es si el bloque franquista respetará el resultado de las elecciones si, como, todo hace suponer, ganan los independentistas. Es un asunto del día siguiente. El PP y el PSOE ya han dicho que no, que no lo respetarán porque, si gana el independentismo, seguirán aplicando la dictadura "constitucional" del 155. C's no hace falta que diga nada: tampoco lo respetará. En cuanto a Podemos, de quien no se sabe aun si respetará o no (que ambas posibilidades tiene), es irrelevante lo que diga porque, gracias a la incompetencia mental de sus dirigentes, no pinta nada en Cataluña ni en España. La cuestión es si el bloque franquista puede mantener su negativa a aceptar los resultados de las elecciones ante la presión de la UE. Y ahí se juega esta partida.

La versión castellana:

El día después

La dictadura del 155, sostenida en el triunvirato de Rajoy, Sánchez y Rivera sabe que va a perder las elecciones del 21D. Por eso han lanzado a sus medios de comunicación a fabricar sondeos y encuestas que den resultados distintos, en la vana esperanza de alterarlos. Todos los medios de comunicación que marcan el paso unionista tratan de salvar los muebles del PP, transfiriendo sus votos a C ‘s por si consiguen que la gente vea en la formación naranja algo distinto de la vieja oligarquía nacionalcatólica y franquista que lleva años saqueando el país. Los medios del grupo Prisa son los más decididos defensores de este trasvase de votos de la derecha a la derecha para contener en algo el avance del independentismo y su inevitable victoria el 21/.

Las manipulaciones de los sondeos y encuestas para vender liderazgos ridículos como si respondieran a necesidades reales de la población están a la orden día. Corren parejas con las condiciones claramente abusivas, injustas, dictatoriales en que estas elecciones están celebrándose. Son unos comicios ilegales e injustos, impuestos a la fuerza por la derecha españolista del 155 y organizados como un ejemplo evidente de juego sucio que nada tiene que ver con la democracia. La desproporción entre las posibilidades y medios (incluidos los ilegales a los que recurren igualmente) de los candidatos de la derecha española (PP, PSOE, C’s y la abstención favorable de Podemos) y de los indepes catalanes es abrumadora. La Junta Electoral Central convertida en agencia de transmisión del gobierno, se encarga de los golpes bajos, de reprimir la libertad de expresión de una de las opciones, de coartar los derechos de sus candidaturas. Y los jueces y tribunales. Y la policía y la Guardia Civil, y los medios de comunicación: todos incorporados a una campaña electoral abusiva y tramposa que, probablemente, también estará financiada con los fondos ilegales de la corrupción que, al parecer, manejan con igual soltura el PP y el PSOE.

Frente a ellos unas candidaturas sin medios ni recursos, hostigadas y perseguidas, sometidas a amenaza permanente de ilegalización, con sus candidatos y dirigentes en prisión o en el exilio y que, sin embargo, van a ganar porque cuentan con algo que la derecha española no tiene: el apoyo de la mayoría de la gente catalana, la voluntad de un pueblo de conquistar su libertad por sí solo, que ya ha demostrado en sucesivas ocasiones, hitos en el proceso de emancipación nacional: el referéndum del 1º de octubre, la huelga general del 3, la declaración de independencia del 27, la manifestación de Bruselas del 7 de diciembre y, próximamente, el 21 de diciembre, del que saldrá un mandato expreso para implementar la República catalana.

Por la voluntad de la gente, no de las maniobras de los partidos, las conjuras de los políticos, las presiones de las empresas, los maleficios de la iglesia, las provocaciones de los fascistas o las mentiras de los esbirros en los medios. La voluntad de la gente catalana que se ha puesto en marcha y forma una unidad con unos dirigentes que han entendido el mensaje.

Por eso, el franquismo del bloque del 155 ya anuncia a las claras que no aceptará el resultado de las elecciones si no le place. Que seguirá aplicando la medida ilegal de excepción con la que tiene a Catalunya intervenida, ocupada y expoliada. Incógnita despejada.

¿Y Catalunya? ¿Puede aceptar que la derecha española no acepte el resultado? ¿Y la UE? ¿Puede esta también aceptar una no aceptación de parte de la dictadura española? Es evidente que no; en ningún caso.

Si el régimen español no acata el resultado de las urnas (ese régimen cuyos jueces, convertidos en inquisidores, exige acatamiento de sus inicuas normas a los presos políticos), se intensificará la rebeldía social catalana y se generalizará la desobediencia civil e institucional. Recuérdese, cuando se planeó encarcelar al govern y sus máximos dirigentes, los más franquistas del gobierno y la oposición española argumentaban que la represión no provocaría respuesta social. Todo lo más, un par de semanas de alguna agitación y se volvería a la normalidad, como había pasado en el País Vasco con el encarcelamiento de Otegi. Vamos para los dos meses de prisión de los indepes catalanes y la movilización social de protesta no solo no ha amainado, sino que se ha fortalecido y se ha internacionalizado. La manifestación de Bruselas del 7 de diciembre mostró a los ojos del mundo la verdadera naturaleza de un problema: un estado autoritario, antidemocrático, regido por presuntos delincuentes trata de extirpar por la violencia, a sangre y porrazos un amplio movimiento democrático y pacífico de reivindicación nacional de una minoría nacional maltratada.

Y lo mismo pasará con la UE, que tampoco podrá aceptar que el bloque franquista del 155 no acepte el resultado electoral.

Lo importante, en consecuencia, será el día 22, cuando definitivamente se verá si Cataluña consolida libre e independientemente su República o el Estado español abandona toda pretensión democrática y se declara en la forma lo que ya es el fondo una dictadura.

dissabte, 23 de setembre del 2017

Cataluña en pie

No estamos asistiendo a la caída de un gobierno, sino al hundimiento de un régimen, el de la III Restauración borbónica. Hasta aquí ha llegado la Monarquía que se inventó Franco. No ha sabido esta desmarcarse de aquel estigma. O los franquistas no le han dejado. Y aquí está entre las tarascadas agónicas de un Estado represivo con una poderosa maquinaria de overkilling que no le sirve para nada. Los antidisturbios atracados en sus barcos de Looney Tunes, en espera de que haya unos disturbios que solo ellos pueden provocar porque el pueblo catalán está en un movimiento amplio, profundo, poderoso, pero al tiempo, pacífico, festivo.

Los jueces y los fiscales (ese nuevo Eliot Ness reprobado por el Parlamento en su lucha por la prohibición) despliegan una actividad intimidatoria, amenazadora, represiva. Multas, denuncias, querellas, con sus correspondientes debates sobre legalidad, procedimiento, abuso de poder, conculcación de derechos llueven sobre círculos cada vez más amplios de personas: cargos públicos, políticos, dirigentes sociales, manifestantes, alcaldes. Están a punto de caer en la aberración de una causa general contra el independentismo: todo aquel que lleve una estelada es perseguible. Un intento tan delirante como antiguo de eliminar la libertad de expresión y restablecer los "delitos de opinión". Ahora acusan de sedición a los responsables de los actos "tumultuarios" de protesta por los registros de hace dos días. Mañana pueden acusar de rebelión. Por acusar y procesar que no falte, a ver si los indepes deponen su actitud.

Los estudiantes se han echado a la calle. Los fuegos fatuos del 68 se unen con los rescoldos del 15M y confluyen en el proceso independentista, dándole un alcance y fondo imposibles de prever. Se han añadido los curas. La movilización social se ha hecho permanente. Total, quedan ocho días. Y el mundo entero vigilando. Está claro que el Estado no dispone de los medios para hacer frente a la situación en los términos que planeó en un primer momento: que los indepes muerdan el polvo. Dado que esto es ya imposible, el problema es cómo se da marcha atrás o se cambia el rumbo sin que parezca una derrota en toda regla.

Tanto si el referéndum se celebra como si el Estado consigue impedirlo por la fuerza bruta el independentismo habrá ganado. Lo razonable sería pactar el referéndum y dotarlo de esas garantías que tanto reclaman quienes no quieren darlas. Pero el gobierno no es razonable. ¿Podría ayudarlo a serlo la oposición, al menos esa oposición admitida en La Moncloa del PSOE? Sería difícil, aunque no imposible. El problema es que el PSOE participa de la misma ceguera y sinrazón del gobierno.

¿Que creen los dos partidos dinásticos que tendrán el dos de octubre con o sin referéndum? Una situación ingobernable porque la única forma de impedir que los indepes vuelvan a plantear su reivindicación es mantener a Cataluña en este estado oculto de excepción, cosa escasamente viable en Europa. El acopio de fuerzas de seguridad se complementa con la presencia de la Guardia Civil, ese cuerpo híbrido civil-militar que permite reprimir con contundencia sin dar impresión de intervención militar. Nunca, ni en los peores momentos del terrorismo etarra hubo tanta dotación en el País Vasco. Recuérdese cómo entonces se decía que, en ausencia de violencia, podría hablarse de todo. Según puede verse hoy mismo.

El nacionalismo español necesita el concurso del estamento pensante para reconstruir y fortalecer una legitimidad que le permita derrotar el independentismo. Se llama a capítulo a los intelectuales, hasta ahora silentes, y estos empiezan a firmar manifiestos contra el referéndum. En el primero, los intelectuales unionistas piden al pueblo catalán que no vote, que no caiga en la "trampa democrática". Un manifiesto de apostólicos, sin más alcance que este. "Lejos de nosotros, etc".

El segundo manifiesto, firmado por unos doscientos treinta profesores universitarios no solo se opone cerradamente a la celebración del referéndum sino que exige que el Estado haga uso de la violencia legítima. Tiene gracia que muchos de los firmantes fueran parte del movimiento estudiantil de los años sesenta, hoy se encuentren defendiendo lo mismo que atacaban de jóvenes. Lástima de máquina del tiempo. Pero, es cierto, siendo intelectuales, sus razones habían de ser más complicadas que la interpretación de una ley de vida del abuelo Juanito. Y lo son.

Casi todos ellos son creadores y defensores del relato que ha imperado en la esfera pública intelectual, mediática, académica: España ha dejado de ser una excepción en el concierto europeo; ahora es un Estado de derecho, una democracia consolidada en el estilo de la tradición liberal occidental. Lo han escrito, predicado, televisado, radiado. 

Pero no es verdad. Y la prueba es su manifiesto.

En Cataluña hay una revolución nacional y republicana. En España no hay nada. La derecha y la izquierda de orden solo ofrecen un "no" rotundo al referéndum y un vagaroso diálogo para las calendas. La izquierda "verdadera" hace más o menos lo mismo. Sería deseable el referéndum pactado y, antes de tener que pronunciarse sobre si apoyan el referéndum no pactado, el único que hay, se entretienen convocando mesas o asambleas por el diálogo que no son muy verosímiles mientras el PSOE siga uncido al carro de la derecha.

En Cataluña la cosa está clara: habrá referéndum salvo fuerza mayor, pero los indepes tienen una última bala en la recámara: la DUI.

En España no hay nada claro. Ninguno de los cuatro partidos estatales tiene nada en común con los otros como no sea un carácter dinástico más o menos confeso pero que dibuja el auténtico problema del Estado español en relación a Cataluña: la Monarquía. Cosa de cierto relieve por cuanto al Rey corresponde el mando supremo de las Fuerzas Armadas. 

¿Se entiende por qué la izquierda española no ha salido en defensa de los indepes y se niega a reconocer la validez de los resultados del 1/10.

dijous, 7 de setembre del 2017

Si no hay RUI habrá DUI

Mi artículo en elMón.cat de hoy. Esta vez no haré un resumen de su contenido. Prefiero comentar unas reacciones de los últimos días. A medida que nos acercamos al punto de choque, voy ganándome más reciminaciones, advertencias y amenazas por mi relación con Cataluña. Es curioso. Hace años que vengo advirtiendo de que el único problema real del Estado español era el catalán. Nadie hacía caso y todos lo ignoraban con la típica inconsciencia española. Repásense las hemerotecas de hace seis, ocho, diez años: ni palabra de Cataluña. Quienes insistíamos en la importancia del asunto éramos unos pirados.- En la etapa intermedia, hará dos años o así, los analistas, políticos, responsables comenzaron a barruntar que algo podía estar pasando; pero nada serio, una "algarabía" decía el franquista arrogante y estúpido que tenemos en La Moncloa y, ciertamente, quienes avisábamos éramos unos pesados cuando no unos resentidos que lo que queríamos era que se hablara de nosotros. Hoy, cuando Cataluña prácticamente ya se ha marchado (y ha hecho muy bien porque a nadie se le puede obligar a aguantar la ignorancia, el abuso, el mal trato, etc) todos se rasgan las vestiduras. Los franquistas del gobierno, histéricos, hablan de defender la democracia. Ellos, que llevan seis años oprimiendo, robando, mintiendo al país entero y no solo a los catalanes. La oposición, como siempre acobardada, cierra filas con un gobierno de corruptos y delincuentes, de franquistas, centralistas y clericales antes que buscar un entendimiento con los indepes catalanes. Y, por supuesto, a quienes defendemos los derechos de estos por encima de nuestra propia conveniencia, nos llaman de todo, desde tontos útiles a traidores y nos amenazan en las redes. Y lo menos que nos pasa es que perdemos un buen puñado de "amigos", de esos que lo son mientras coincidas con sus opiniones y solo en ese caso. Si discrepas, pierdes la amistad. Lo cual da una idea ajustada del peso que esta tenía en el alma de los tales amigos.

Pequeño repaso. Por defender lo que creo justo en cada momento llevo perdiendo "amigos" toda mi vida. Citaré unos cuantos casos, ciñéndome solo a la transición o época postfranquista. En el franquismo todavía fue peor:

Cuando defendí la permanencia en la OTAN, perdí un montón de "amigos"
Cuando pedí la dimisión de Guerra por la corrupción de su hermano, perdí "amigos"
Cuando defendí al PSOE contra la pinza PP-IU y el "sindicato del crimen", perdí más "amigos".
Cuando denuncié los GAL y pedí que se procesara a los responsables seguí perdiendo "amigos"
Cuando apoyé el nacimiento de Podemos perdí montones de "amigos"
Cuando ataqué el colaboracionismo del PSOE con el PP entre 2012 y 2016 perdí más "amigos"
Cuando denuncié el narcisismo, oportunismo y neocomunismo de Podemos volví a perder "amigos"
Cuando defendí a Sánchez frente a la caudilla Diaz y sus padrinos seguí perdiendo "amigos"
Cuando me pronuncié a favor del derecho de autodeterminación de los catalanes perdí "amigos"
Cuando ataco la claudicación de Sánchez ante la derecha nacionalcatólica sigo perdiendo "amigos"

Me he quedado sin "amigos", pero estoy conforme conmigo mismo por seguir un comportamiento que solo rinde cuentas a mi conciencia y no a consignas de partido, dogmas ideologicos o criterios de tribu.

Tenía que decirlo.

Aquí la versión castellana del artículo:

Tomando posiciones

Con el plazo final a la vista en la hoja del calendario, las partes del conflicto más grave que ha vivido el régimen político de la tercera restauración ultiman sus preparativos para el archicitado choque de trenes. La Generalitat tiene pleno del Parlament el viernes para presentar los proyectos de ley de desconexión a algo más de 48 horas de la Diada.

El gobierno está sobre aviso permanente para impugnar dichas normas ante el Tribunal Constitucional apenas se hayan aprobado. Al propio tiempo tiene a sus miembros profiriendo amenazas más o menos veladas en sus momentos libres entre comparecencias parlamentarias o procesalees, a las cloacas de Interior trabajando a pleno rendimiento y su frente mediático disparando a todo lo que se mueve.

También ha cumplido su amenaza de movilizar a su brazo contable, el Tribunal de Cuentas, para proceder confiscatoriamente contra el patrimonio personal de los imputados por desobediencia, Mas, Rigau, Ortega, Homs y otros sin imputar. Esta práctica represiva es especialmente repugnante porque extiende el castigo por la supuesta falta a los descendientes del autor. Y aun lo es más si se tiene en cuenta que procede de un órgano al que el PP ha estado presentando cuentas falsas durante doce años sin consecuencia punitiva alguna; un órgano compuesto por gentes del PP, militantes y excargos políticos, o afines a él; un órgano plagado de enchufados de los magistrados que actúan en una especie de red de influencias familiares; un órgano que no ha detectado ni fiscalizado ninguno de los infinitos latrocinios cometidos por la trama Gürtel y las anejas.

La oposición corre en auxilio del gobierno, como siempre sucede cuando se trata de Cataluña, y forma con él una especie de unidad de salvación nacional. Ambos partidos dinásticos emplean las mismas o parecidas expresiones. Sánchez llama a los ciudadanos españoles a que no voten en el “simulacro” de referéndum y eso apenas una semana después de haber almorzado con Puigdemont. Un brindis por las nuevas vías de diálogo que abre el nuevo PSOE.

La “auténtica” izquierda de Podemos anda mareando la perdiz. Sin duda los de Podem, de Dante Fachín, apoyan el referéndum así como un “sí” crítico. Pero la versión castellana –o vallecana- de los morados, a través de su líder, Iglesias, ha convocado un acto separado de la Diada en colaboración con los comunes de Colau y Domènech. Un acto con un inconfundible aroma lerrouxista, pues se hace en nombre de la “soberanía” de Cataluña. “Soberanía”, obviamente, no es sinónimo de independencia. Es la potencia de la que deriva el acto, como diría Aristóteles, pero no es el acto mismo. El caso es crear confusión.

Entre todos estos preparativos de zafarrancho de combate, el momento culminante será la próxima Diada. Por lo que sabemos, seguramente habrá una asistencia notablemente superior a las de los años anteriores. Tal cosa tendrá una lectura obligada, sobre todo si, como es de esperar, el aumento de asistencia sigue dándose en un clima abierto, democrático y pacífico porque es el binomio de la movilización social y su carácter no violento lo que confiere su fuerza al movimiento independentista.

Los resultados de la Diada probablemente serán incontestables y permitirán prever una alta participación en el referéndum del 1º de octubre. Este será, seguramente, el caballo de batalla de quienes intenten cuestionar los resultados pasada la votación. Ello debiera ser irrelevante pues ese criterio solo podría emplearse razonablemente si hubiera habido un acuerdo previo respecto al índice de participación. Al no haberlo, los datos de participación que resulten habrán de medirse en proporción al tipo de consulta de que se trata. Por regla general, el rango de participación en las consultas referendarias es inferior al de las elecciones legislativas ordinarias. Y así deberá procederse en este caso, por lo cual, sería válida una mayoría con un índice de participación inferior a un 50 por ciento.

Se da aquí por supuesto que, con una alta movilización en la Diada, el referéndum se celebrará. Se hará como prueba manifiesta de una intensa voluntad independentista a la que ayudará mucho el recurso del Estado a medios inmorales y de guerra sucia. La movilización de la Diada servirá al Estado para comprobar cuántos recursos habrá de destinar a su objetivo de sofocar el referéndum. Sobre todo si quiere hacerlo de acuerdo con el principio de proporcionalidad reiteradamente enunciado por Rajoy. Por lo general se entiende que esta proporcionalidad trata de ajustar a la baja la respuesta del Estado a los efectos de no sobredimensionar su actuación. Pero en este caso, lo más probable es que el Estado haya de ajustar su respuesta al alza, al enfrentarse a un movimiento de masas tan amplio que requiera el despliegue de unos cuerpos de seguridad y mecanismos de represión que el Estado no posee.

Si, a pesar de todo el Estado consiguiera impedir la celebración del referéndum por la violencia, hay pocas dudas de que el Parlamento haría una declaración unilateral de independencia.

dimarts, 4 de juliol del 2017

Los dos países

En España coexisten dos dinámicas políticas distintas con trayectorias independientes que, sin embargo, se interrelacionan, generalmente de modo hostil. De un lado, en el Estado, un gobierno en minoría, sumido en una corrupción estructural sin precedentes, que ha arruinado el país con una política agresiva hacia las clases populares y medias, grandes perjudicadas por una crisis que se ha gestionado en beneficio de los ricos, las empresas y los bancos. De otro, en Cataluña, un gobierno de la Generalitat comprometido con una hoja de ruta hacia la independencia mediando un referéndum que el del Estado y la oposición socialista y de C's tratan de impedir por considerarlo ilegal. Son dos realidades coetáneas que requieren tratamientos muy distintos.

La reciente elección de Sánchez permitió abrigar la esperanza de que se estableciera algún tipo de entendimiento y negociación entre ambos campos para evitar una confrontación. Pero la esperanza se desvanece por momentos. En su primera conversación a raíz de las primarias, Sánchez comunicó a Rajoy la coincidencia del PSOE con el PP en el rechazo al referéndum por ilegal. El PSOE se alinea con la política de confrontación del PP. 

En ese espíritu se producirá la entrevista de hoy del Secretario General del PSOE con el Rey (entrevista que consolida el carácter dinástico del PSOE y elimina la perspectiva republicana)  y la que mantendrá el próximo jueves en La Moncloa con Rajoy, el principal responsable de este desastre en el que no quiere quedarse nadie pues empuja a los jóvenes a la emigración y a los catalanes a la independencia.

Sánchez ha pasado de anunciar que pediría la dimisión de Rajoy en cuanto asumiera el cargo a apoyarlo en su faceta más belicosa y a coordinar su acción con él. En teoría, nada extraño. Algo dentro de las normas de cortesía de los países democráticos, aunque Rajoy solo tenga una noción aproximada de ellas, especialmente frente a Pedro Sánchez, a quien desaira siempre que puede.

Esa actividad en la política española contrasta con su ausencia en la específicamente catalana. Ni un gesto que apunte en la dirección del entendimiento y la busca de soluciones democráticas. Respaldo total al tosco, falaz y fariseo argumento del gobierno frente al referéndum de equiparar democracia y legalidad (lo cual es básicamente correcto) y emplear luego la legalidad como el requisito de toda acción política. El problema es que la legalidad en sí misma es una decisión política. La ley se aprueba o se deroga en el Parlamento, que es un órgano político que está para eso. El PP precisamente ha debido de batir la marca de leyes derogadas, modificadas o promulgadas. Que el referéndum sea legal o ilegal depende de una decisión política. En este caso la decisión política previa de que no haya referéndum en Cataluña. Caso de haberlo, se aplicará la ley en la modalidad represiva que el gobierno, este gobierno, considere proporcional.

La cuestión de con qué autoridad actúa el gobierno frente al independentismo catalán no se plantea. No la plantea ni el PSOE cuando lo apoya incondicionalmente. Pero que no se plantee no la hace evaporarse. Es una cuestión objetiva. ¿Con qué autoridad invocan el gobierno y el PSOE la legalidad siendo así que el primero se la ha saltado o la ha modificado a su antojo gracias a su pasada mayoría absoluta? Realmente, su posición es muy débil.

En cambio, tienen enfrente una iniciativa política clara, bien articulada y con un amplísimo apoyo social y movilización permanente transversal. Algo con lo que no habían contado y frente a lo que carecen de respuesta que no sea la represión. En este momento, el factor decisivo es la voluntad política de la Generalitat de realizar el referéndum y actuar en consecuencia. Y parece no ofrecer dudas. La Generalitat no se pliega. El hosco camino de la represión está lleno de imponderables y, por supuesto, podemos encontrarnos todo tipo de situaciones, incluida la inhabilitación del presidente Puigdemont y hasta su encarcelamiento si, como es muy probable, no acata la inhabilitación.

La pregunta es si el PSOE está dispuesto a ser causante de ese escenario en el que se multiplicarán las presiones de la comunidad internacional. Y teniendo en cuenta que, aunque se consiga restablecer ahora la legalidad represiva, ello solo apunta a un futuro de permanente ingobernabilidad mientras no haya una solución satisfactoria para las dos realidades, correspondientes en verdad a dos países.


dimecres, 4 de gener del 2017

Puigdemont, el arruinador

Mi artículo de hoy en elMón.com, titulado "¿Quién arruina a quién?". Una revista de supuesto análisis y verdadero delirio político asegura que Puigdemont puede ser uno de los personajes que nos "arruinen" el nuevo año 2017. No hace falta entretenerse mucho con ese vaticinio, aparte de pedir humildemente que estos sabiondos dejen de rendirse a los anglicismos más torpes. "Arruinar un año" puede ser algo cargado de sentido en inglés, pero carece de él por entero en castellano. Los años no son ricos ni juegan a la bolsa y, por tanto, no pueden "arruinarse"; como tampoco pueden arruinarse las esperanzas, los deseos, la felicidad, etc.

De todas formas, al margen de este pequeña pelea perdida de antemano frente al cada vez más acentuado spanglish con que nos castigan semiletrados de todo pelaje, lo interesante de esta acusación es que se dirija a Puigdemont, quien no hace otra cosa que  cumplir el mandato que el electorado emitió en las últimas ediciones.

Si alguien está arruinando a España en todos los sentidos, incluido el castizo y literal, es Rajoy, el presidente de los sobresueldos, al frente de una presunta asociación de malhechores.

Aquí la versión castellana del artículo:

¿Quién arruina a quién?
                                                                                                                             
“Politicon” vaticina que Puigdemont es uno de los personajes europeos que pueden “arruinar el año 2017”. Ese concepto de ruina es demasiado abstracto. Hay que averiguar no qué se puede arruinar sino a quién. En principio la ruina tiene tres posibles pacientes, España, Cataluña y la UE. Con respecto a las dos primeras las posibilidades de Puigdemont son muy buenas. Si se produce la independencia, es posible la ruina de España, pero no la de Cataluña. Si no se produce, la ruina de Cataluña no es ni probable. Ambas posiciones ganadoras, así que “Politicon” sabrá lo que dice. En cuanto a la UE, será preciso ver qué situación movería su intervención, cosa que, como siempre, dependerá de quién se perfile como ganador.

De todas formas lo profundamente erróneo de ese vaticinio reside en su personalización. Da a entender que haya o no confrontación grave entre España y Cataluña depende exclusivamente del capricho del presidente de la Generalitat. La movilización social, institucional, política en pro del referéndum de autodeterminación y en parte, asimismo, de la independencia, al parecer, no cuenta.

La presión en pro del referéndum y, dentro de él, de la independencia no obedece al designio personal de nadie. Es cierto que Puigdemont no es un presidente electo como lo hubiera sido Mas a quien en definitiva se votó primero y se vetó después. Pero ha sido designado por la mayoría de votos que había ganado las elecciones. Elecciones en las que han votado millones en favor del referéndum, de la independencia y de la República Catalana, un objetivo tan legítimo (los independentistas piensan que más) como el de dejar las cosas según están, con Cataluña sometida a una España retrógrada coronada por una monarquía cuya fuente de legitimidad es el franquismo. Esto, para “Político” tampoco cuenta.

Es irónico que atribución de la potencialidad arruinadora se dirija en exclusiva a Puigdemont, que es uno de los polos personalesde la confrontación, mientras que queda exonerado de responsabilidad alguna el otro polo, Rajoy. Visto desde fuera es difícil entender por qué en el actual conflicto entre España y Cataluña, el responsable de la ruina ha de ser el catalán y no el español, cuya negativa al diálogo se aprecia en el hecho de que le haya costado cinco años pronunciar la palabra. Lo mismo le paso a Zapatero con la palabra “crisis” y al contumaz Rajoy con la de “Bárcenas”. Nada de extraño pues el diálogo es una actividad  profundamente repugnante a un gobierno neofranquista.

Y esa es la verdadera ruina de España y no solo en 2017, sino también en los años posteriores, esto es,  la que acarrean Rajoy y su gobierno en su actitud de inmovilismo absoluto: el referéndum no se puede hacer;  la reforma de la Constitución no es necesaria; la legislatura durará cuatro años; aquí no pasa nada y la respuesta al independentismo catalán la darán los jueces, la policía, las cárceles y, si es preciso, las fuerzas armadas. Se apuesta porque el país siga como está en la creencia de que eso es posible. Lo cual es problemático porque no resulta factible gobernar un territorio cuya parte más adelantada plantea un problema permanente de desobediencia institucional. Dicho en otros términos, no es posible gobernar un país con un estado de excepción oculto no menos permanente que la desobediencia a la que se enfrenta. Porque estado de excepción oculto es la sistemática persecución judicial de los representantes democráticamente elegidos en las distintas instituciones catalanas. La deriva hacia un tratamiento puramente represivo, autoritario y fascistizante del conflicto catalán se ve en la metáfora de que un antiguo policía franquista, convertido en juez, encause a un representante democrático catalán, el concejal Coma, con presunta arbitrariedad.

Si alguien puede arruinarnos el año 2017 es justamente el presidente Rajoy porque su obstinada negativa a todo tipo de negociación con la Generalitat no apunta a una solución del conflicto, sino a su agudización. A la larga las relaciones entre el Estado y Cataluña pueden “ulsterizarse”, no en el sentido de que haya recurso a la violencia, pues está descartado en Cataluña por el carácter pacífico y democrático del movimiento, sino en el sentido del enquistamiento de una situación de enfrentamiento permanente entre comunidades y sus instituciones.


La ruina de España convertida en un Estado fallido si, tras demostrar el 9N de 2014 que no puede garantizar el cumplimiento de la ley en la totalidad del territorio bajo su jurisdicción, reincide permitiendo la celebración del referéndum en 2017. Y, si no lo permite y ha de reprimirlo por la fuerza, la ruina será mayor.

dissabte, 5 de novembre del 2016

Hoy, Palinuro en Vilanova y la Geltrú

Vamos a hablar de la República Catalana con motivo de mi libro de idéntico tema. Presenta Quim Arrufat, de CUP, cuya candidatura apoyé con mis escasas fuerzas en las elecciones de 27 de septiembre. Aparte de la satisfacción que siento por tan estupendo presentador, me permito señalar que esta es una de esas ocasiones de mostrar de hecho cómo el proceso independentista es transversal. Y debe seguir siéndolo. Mientras no se haya llegado al final, todos somos todos: PDC, ERC, CUP. Cuando esto se corone cada cual irá con su querencia.

En realidad, de la República Catalana pienso no hablar mucho porque es tema ya bastante tratado. Voy a intentar un sendero relativamente nuevo, hablando de la democracia catalana. Es y no es lo mismo que la República Catalana. Por supuesto, esta será democrática, no elitista, ni oligárquica. Pero democrática con una forma especial de democracia: una democracia insurgente, rebelde, una democracia de la dignidad y la respuesta; una democracia activa. La ciencia política occidental puede seguir hablando de apatía, desafección y alienación de la ciudadanía y del desprestigio de las instituciones democráticas. Será verdad. Será verdad en todas partes menos en Cataluña, en donde hay una permanente, sostenida, consistente movilización social por un objetivo emancipador. Y, sobre todo, en donde hay una identificación del pueblo con las instancias de la sociedad civil, los partidos políticos y las instituciones. Es una fórmula aparentemente muy sencilla: si se quieren instituciones prestigiadas hay que ponerlas al servicio del pueblo; si se quieren unos partidos políticos útiles y leales al mandato popular, deben coordinarse con las aspiraciones de emancipación y cumplir su función de instrumentos.

Cataluña será una República. Pero, sobre todo, será una democracia. Una democracia republicana.

divendres, 4 de novembre del 2016

Mañana, Palinuro en Vilanova i La Geltrú

Vamos a hablar de la República Catalana con motivo de mi libro de idéntico tema. Presenta Quim Arrufat, de CUP, cuya candidatura apoyé con mis escasas fuerzas en las elecciones de 27 de septiembre. Aparte de la satisfacción que siento por tan estupendo presentador, me permito señalar que esta es una de esas ocasiones de mostrar de hecho cómo el proceso independentista es transversal. Y debe seguir siéndolo. Mientras no se haya llegado al final, todos somos todos: PDC, ERC, CUP. Cuando esto se corone cada cual irá con su querencia.

En realidad, de la República Catalana pienso no hablar mucho porque es tema ya bastante tratado. Voy a intentar un sendero relativamente nuevo, hablando de la democracia catalana. Es y no es lo mismo que la República Catalana. Por supuesto, esta será democrática, no elitista, ni oligárquica. Pero democrática con una forma especial de democracia: una democracia insurgente, rebelde, una democracia de la dignidad y la respuesta; una democracia activa. La ciencia política occidental puede seguir hablando de apatía, desafección y alienación de la ciudadanía y del desprestigio de las instituciones democráticas. Será verdad. Será verdad en todas partes menos en Cataluña, en donde hay una permanente, sostenida, consistente movilización social por un objetivo emancipador. Y, sobre todo, en donde hay una identificación del pueblo con las instancias de la sociedad civil, los partidos políticos y las instituciones. Es una fórmula aparentemente muy sencilla: si se quieren instituciones prestigiadas hay que ponerlas al servicio del pueblo; si se quieren unos partidos políticos útiles y leales al mandato popular, deben coordinarse con las aspiraciones de emancipación y cumplir su función de instrumentos.

Cataluña será una República. Pero, sobre todo, será una democracia. Una democracia republicana.

dimecres, 17 de febrer del 2016

La unidad de España

A punto de irse al otro barrio, el decrépito dictador agarró la mano del Borbón y encomendó a su cuidado la unidad de España. Cuarenta años más tarde, la unidad de España se tambalea más que nunca y lo único que ha guardado el ex-rey, al parecer, es la unidad de caja porque se ha retirado con una fortuna que el New York Times estimaba en 2012 en unos 1.800 millones de euros. Hasta la fecha la Casa Real no ha desmentido el dato ni ofrecido explicación alguna de cómo cabe amasar tamaño caudal cobrando un sueldo de Rey, alto desde luego, pero no tanto.

La cuita por la unidad de España, entretanto, ha pasado a los plebeyos. Susana Díaz, presidenta de Andalucía, tiene preparada una campaña en defensa de la unidad de este viejo reino, amenazada por separatistas que quieren llevarse el santo y la limosna. Sobre todo, la limosna. Culminará la cruzada a fines de mes para impedir que Pedro el disoluto se entregue en las garras de Podemos, gentes sin ley ni moral, capaces de someter a referéndum la integridad de la Patria. De tanto ir con el cirio tras la imagen de la Dolorosa a esta señora no le queda tiempo de leer la prensa y no se ha enterado de que su secretario general jamás pactará con Podemos a causa del referéndum catalán pero sí parece dispuesto a hacerlo con Rivera, de C's, enemigo acérrimo del referéndum catalán como buen catalán mucho español. La unidad de España bien vale un Cara al sol.

Rivera tratará de conseguir la abstención del PP en la investidura de un gobierno de PSOE y C's. Solo así podría salir ese gobierno porque si le votan en contra PP y Podemos, más los 17 independentistas catalanes, no tiene posibilidad alguna.

¿Y qué se hizo de ese gobierno de la izquierda PSOE + Podemos + IU + Compromís, con el que Palinuro se las prometía muy felices? Ahí tienen ustedes a Pablo Iglesias, colgado del referéndum en el vacío y soltando baladronadas poco menos que llamando a Sánchez a su vera como el que llama a la mascota. Es imposible que un hombre tan pendiente de su imagen pública ignore que su petulancia produce general rechazo. A lo mejor dan en el clavo quienes dicen que, en el fondo, Podemos no quiere pacto sino nuevas elecciones y por eso insiste en el referéndum sabiendo que es inaceptable para el PSOE. Puede que, en efecto, la intención latente de Podemos sea forzar las elecciones, pero ello no viene de la reivindicación del referéndum  sino, precisamente, de esa cargante petulancia producida por la inseguridad.

Podemos tiene perfecto derecho a pedir un referéndum -una reivindicación democrática y muy razonable que también piden ERC y DiL- y no se ve por qué esto hace más difícil el pacto con el PSOE que el hecho de que este lo rechace en redondo. ¿Por qué es más intransigente pedir un referéndum que negarse a hacerlo? Sobre todo cuando los estrategas de Podemos vienen presumiendo de que, en su maquiavélica inteligencia, al pedir el referéndum, son los verdaderos garantes de la unidad de España.

Así las cosas, es probable que haya elecciones y también lo es porque PP y Podemos voten juntos en contra de un gobierno de PSOE y C's, en cuyo caso no arriendo el resultado ni a Podemos ni al PP. 

Por fortuna, la unidad de España cuenta con defensores quizá no más agraciados o inteligentes, pero sí más aguerridos y conscientes de su deber ante la historia y la memoria del Caudillo. El gobierno ha recurrido ante el Tribunal Constitucional la Consellería de Exteriores de la Generalitat y el alto organismo, que no tenía previsto tratar el asunto, se ha apresurado a dar satisfacción a su señor natural, admitiendo a trámite el recurso y suspendiendo la actividad de ese miniministerio de exteriores catalán. Desde el punto de vista de la legalidad española, esta decisión seguramente es irreprochable y quizá ahorre al reino algún bochorno porque, con el sentido del humor de estos catalanes, no podía descartarse la posibilidad de que nombraran un embajador en Madrid, considerando España el extranjero.

La cuestión no está en el hecho en sí sino en la tendencia que apunta: unas relaciones entre España y Cataluña montadas sobre un conflicto permanente, in crescendo, que trastornará la vida ordinaria del Estado de modo sistemático y será una fuente permanente de quebraderos de cabeza. Como lo ha sido hasta la fecha, pero mucho más, porque esta movilización social ya no se para ni hay tribunal constitucional, por sumiso que sea al poder, que pueda pararla.

Y todo por no querer admitir algo elemental: el derecho de los catalanes a decidir por su cuenta mediante un referéndum, como han hecho los escoceses o los quebequeses. Una negativa por la que el PSOE está dispuesto a no llegar a un pacto de gobierno de izquierda o de progreso. Podría refundarse con el nombre de PSOME o Partido Socialista Obrero Mucho Español.


dissabte, 12 de setembre del 2015

La Diada de la revolución catalana.

Ya no hay duda de que la Diada de la independencia ha sido un éxito. Da igual si fueron 1,4 millones, como dice la guardia urbana o dos millones, según anunció el presidente de la ANC. En todo caso un gentío, de todas clases, condiciones, edades y sexos. Una movilización social histórica muy vistosa, bien organizada, con colaboración permanente de una ciudadanía ilusionada. Se planteó desde el principio como un espectáculo de masas que cautivara por su agilidad, la sincronización de movimientos, la armonía de colores y todo ello, compuesto por un montaje de varias cámaras que dan, en efecto, un espectáculo de calidad.

Los vídeos que circulan por las redes, las imágenes que reproducen los medios extranjeros, a la par que captan la atención de públicos muy diversos, son los mejores embajadores para difundir por el mundo la reivindicación nacional catalana de la independencia. Y transmiten el mensaje de una movilización popular, democrática, cívica, que aúna los movimientos sociales con la dirección institucional.

Se trata de la movilización popular de carácter reividicativo más importante en el Estado español precisamente para separarse de él y en petición de uno propio. Es llamativa  la obstinación de la izquierda por ignorarlo. El argumento de que la propuesta independentista engloba asimismo a las fuerzas de la derecha no tiene gran valor por cuanto se trata de una reividicación nacional. En este asunto de la nación, la izquierda española muestra una notable torpeza. Se opone al nacionalismo catalán pero, como no puede hacerlo en nombre del nacionalismo español, que dice no profesar,  tiene que recurrir a esta insistencia en el factor social que nadie niega. Y menos que nadie la izquierda nacionalista catalana parte de la cual, ERC, está aliada con la derecha precisamente por el factor nacional.

Ciertamente, los nacionalismos son todos iguales, pero el que lucha por emerger, por afirmarse y constituirse en Estado es de valor distinto al que lucha por mntener su propio Estado y dominar a través de él otras naciones. Y esa diferencia debiera estar clara para la izquierda. Así también la entienden los medios extranjeros, que se han hecho eco de la movilización, pero no los españoles. La Diada prácticamente no existió para las talevisiones españolas y solo TV3 la dio por entero. Las portadas de los periódicos, cerradamente hostiles, con algún probable delirio a cuenta de La Razón, pura prensa de partido a veces más papista que el Papa.

El mundo político remacha la ignorancia. La izquierda española no pareció darse por aludida y la derecha se cerró en ese juicio de que se trató de un acto electoral, previo a esas elecciones del 27. Desde luego, la Diada ha coincidido con el primer día de campaña electoral, lo cual ha servido para que la derecha y parte de la izquierda se desmarquen alegando que el acto no representa a todos los catalanes pero no se entiende bien por qué no. Que el conjunto haya estado organizado por Ara es l'hora, suma de la ANC y Ómnium Cultural no quiere decir que las demás opciones no puedan sumarse o, incluso, hacer sus aportaciones. Luego, que cada cual coree las consignas que le venga en gana

En todo caso, estas objeciones remiten a la decisión del próximo 27 en la cual ya no se discute el triunfo del sí a la independencia, sino su magnitud y, sobre todo, su naturaleza a la hora de justificar la opción de la DUI, si con mayoría de votos o de escaños, un asunto del que también nos ocupábamos ayer en El precio de los errores. Centrar el debate en este asunto revela que, en efecto, como nos maliciábamos, los resultados de los sondeos, en realidad, son mucho peores de lo augurado para el nacionalismo español. En intención directa de voto, antes de la cocina del CIS, los escaños posibles del bloque independentista son 83 (72 de JxS y 11 de la CUP) mientras que el porcentaje de votos puede escalar hasta el 53% en cuyo caso el debate sobre escaños/votos es superfluo.

Esta situación explica en gran medida por qué contrasta tanto la manifestación masiva de la voluntad popular rivindicativa y el tumulto y desconcierto que se oberva en el campo del nacionalismo español. Luego de diversos exabruptos los últimos días, desde el proyecto de reforma exprés del Tribunal Cosntitucional hasta las declaraciones del ministro Morenés, el gobierno comienza a pelearse entre sí. Con escaso sentido de la oportunidad el ministro de Exteriores propugna una reforma constitucional para dar satisfacción a las peticiones catalanas. Aparte de que tiene su guasa que la propuesta venga del titular de Asuntos Exteriores, ha despertado el enojo místico nacional del ministro de Interior que se niega a cambiar una coma del texto constitucional, como si fuera la palabra divina

En este batiburrillo, el lector disculpará si Palinuro vuelve sobre una vieja querencia. Basta con recordar cómo, a raíz de la Diada de 2012, en que ya se barruntaba la magnitud de la tormenta catalana, el presidente Rajoy se despachaba con su habitual irresponsabilidad, calificando el movimiento de algarabía. Desde entonces acá, la algarabía ha ido ganando cuerpo y hoy es un movimiento social cívico, masivo, organizado que pone en jaque la continuidad del Estado español, de cuya estabilidad lo responsabilizaron los ciudadanos, con bastante poco juicio, como puede verse. Porque no es solamente que Rajoy haya fracasado al poner coto a un movimiento que lo cuestiona y, por encima de él, el Estado que defiende, sino que lo ha agravado. Hemos pasado del vacuo "España es una gran nación" a España no es

A la vista de la Diada, Rajoy debiera presentar su dimisión al Rey. Pero como sea que la Diada preanuncia ya la victoria del bloque secesionista en las elecciones del 27 para constituir una República catalana, empieza a estar puesto en razón que el Rey abdique o, cuando menos, pida un referéndum sobre la Monarquía, que también debió celebrarse hace cuarenta años.

La independencia catalana es la primera piedra en la construcción de una república española.

dimarts, 9 de desembre del 2014

¿Cuánta democracia admite la democracia?


Hugo Aznar y Jordi Pérez Llavador (Eds.) (2014) De la democracia de masas a la democracia deliberativa. Barcelona: Ariel (204 págs.)
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Hugo Aznar, uno de los editores de esta recopilación de textos explica su origen  en la introducción. Se remonta al IV Seminario interdisciplinar Crisis y revitalización de la ciudadanía: ¿de la democracia de masas a la democracia deliberativa? celebrado en la Universidad CEU Cardenal Herrera (Valencia), al que los organizadores tuvieron le gentileza de invitar a Palinuro. El volumen recoge las ponencias que en él se presentaron y algún otro escrito y, como se ve por el título del libro, al haber desaparecido el interrogante del del seminario, parece damos por bueno que la democracia de masas deviene democracia deliberativa. Los trabajos aquí referenciados son muy interesantes y abonan esa impresión. Pero, antes de considerarlos por separado, tengo una querella previa con los nombres y cierta perplejidad que no afecta a los contenidos de aquellos sino a los términos que empleamos y no parecemos cuestionar. ¿Es acertado contraponer "democracia de masas" a "democracia deliberativa"? Esta última, ¿no es también de masas? Las masas ¿no deliberan? Se presume que no, y el término "democracia de masas", en realidad, quiere decir "democracia de élites" y, al llamarse "de masas", entiendo, está empleando el término en un sentido ideológico, de masas como rebaños. Esas masas aquí referidas presuponen las élites y como estas son las dirigentes y decisivas, la contraposición bien podría ser "de la democracia elitista a la democracia de masas deliberantes". De hecho me da la impresión de que es el espíritu que reina en el libro.

Los editores abren la recopilación con la ponencia de Palinuro, titulada Pasado y presente de una ciudadanía pendiente, sin duda por lo de poner el burro delante para que no se espante. No hablaré de ella por ser autoría de mi doble, quien siempre dice que no le gusta hablar bien de sí mismo y que, para hablar mal, ya están los amigos. Baste decir que se trata de entender la ciudadanía no como un estado o condición, sino como un proceso. La etapa en que encuentra ahora es la de las "muchedumbres inteligentes" y el reto siguiente, que ya se perfila, es el de la ciudadanía mundial, cosmopolita.

Jordi Pérez Llavador tiene un trabajo, "La no ciudadanía en la comunicación: opinión pública y propaganda" en el que traza de modo sintético y ágil el origen de los "muchos" como sujeto histórico en el desarrollo del capitalismo industrial del siglo XIX, con la extensión del sufragio universal, la aparición de unas masas que pusieron nerviosa a la burguesía, como se prueba por las teorías del liberalismo doctrinario que acabarían fraguando en las teorías de las élites de los primeros decenios del siglo XX. Hay un paso de la comunicación grupal de los antiguos públicos habermasianos a la comunicación de masas. Y, a partir de aquí, la propaganda. Aborda Pérez Llavador este asunto con especial referencia a Walter Lippmann. Lo mismo sucede con más autores del libro, pues participan en un proyecto de investigación que, entre otros asuntos, estudia la figura de este gran publicista estadounidense. Por el periodo que le tocó vivir, el de la Gran Guerra la entreguerra y los años posteriores a la segunda mundial, Lippmann comprobó cómo los medios de comunicación se convertían en vehículos de propaganda. Hablando del periodismo de guerra, Lippmann avisaba "el trabajo de los reporteros ha terminado así por confundirse con el de los predicadores, los misioneros, los profetas y los agitadores". La cita es de Pérez Llavador, pero la tentación salta de inmediato: ¿se habla de la guerra del 14 o de ahora mismo? A esa pregunta parece dar respuesta el párrafo de conclusión del autor: "El ciudadano, ante la propaganda, pliega su voluntad a designios ajenos. Muta para convertirse en súbdito de imágenes, sentimientos e ideas" (p. 66).

Rodrigo Fidel Rodríguez Borges tiene un interesantísimo capítulo titulado "las relaciones entre prensa, ciudadanía y democracia en Walter Lippmann. Un liberal en su laberinto", dedicado específicamente a desentrañar el sentido y contenido de la compleja, prolongada y muy influyente obra del afamado columnista. Entiendo que Borges explica la insistencia del Lippmann tardío en una forma de gobierno de técnicos y expertos, procedente de la idea platónica del filósofo rey (p. 87), como una especie de contradicción, si bien recuerda que  se defendía de la acusación de tecnocracia reafirmando su condición de "demócrata liberal" (p. 88), lo cual no le libraba de la acusación de Dewey de pretender despojar al ser humano de su dignidad en cuanto ser autónomo (p.91). Lippmann era un liberal en el sentido estadounidense del término, es decir, progresista. También lo era, a mi entender, en el sentido español, el del Siglo de Oro, como hombre magnánimo. Su conocimiento y gran admiración por Platón estuvieron presentes en su vida. La teoría del filósofo rey o el mito de la caverna. Jugando con ambos desarrolló su vida este gran periodista que intervino y definió momentos hitóricos decisivos, como los catorce puntos del presidente Wilson o la guerra fría en los cuarenta. Comenzó con unas expectativas éticas muy elevadas y, poco a poco, los acontecimientos lo fueron llevando a una actitud que sus defensores llaman "realista" y presupone un eclecticismo ético. Pero aquella actitud crítica y de principios se dio y sigue siendo un buen espejo de la profesión periodística.

El trabajo de Hugo Aznar, "De masas a públicos: ¿cambios hacia una democracia deliberativa?" me ofrece poco tema para considerar porque estoy de acuerdo en casi todo lo que dice. La desafección democrática (Norris et al.) es anterior a las NTICs (p. 97) y estas, internet, son una revolución similar a la de la imprenta, pues han traido un aumento exponencial de la autonomía individual (p. 99). Se añaden otras novísimas tecnologías, como la web 2.0 o el tráfico con dispositivos móviles y estamos en una era que Aznar caracteriza minuciosamente en doce factores, todos determinantes y entre los cuales subrayo como muestras la bidireccionalidad, la interconectividad, la intercreatividad y la velocidad (p. 102). Yo le añadiría "redes distribuidas" y "nubes", pero no sé qué nombres les daría. El tema central del trabajo es una comparación de caracteres de las masas (en su concepción tradicional) y los públicos en red. Equipara tres rasgos antropológicos, cuatro psicosociales y otros cuatro sociopolíticos y todos son pertinentes, desde la aparición de los prosumidores (p. 106) hasta la formulación de una ciberutopía (p. 118). La última parte del ensayo es una especie de visión metafórica de lo que las otras argumentan y así Aznar contrapone la célebre teoría de la aguja hipodérmica (p. 119), que suena un poco al huso y la rueca, a la posibilidad de una "especie de cerebro digital planetario" que suena otro poco a la máquina del tiempo (p. 120).

Manuel Menéndez Alzamora, en "Repensar la democracia: los retos de una ciudadanía cosmopolita", aborda el espinoso y huidizo tema de la globalización. La vieja raíz de la nación cívico-política y la nación cultural asoma en la polémica entre cosmopolitismo y comunitarismo (p. 131) y, aunque da la impresión de simpatizar más con el primero, siendo ambos formas del liberalismo, su máximo interés es que la democracia global sea deliberativa y superadora de su naturaleza "constitucional y normativa" (p. 134). Se apoya para proseguir en los importantes trabajos de Pogge y Nussbaum, pero sin duda es un territorio en el que queda mucho por indagar sobre todo en términos de factibilidad.

El estudio Pedro Jesús Pérez Zafrilla, "Génesis y estructura de la democracia deliberativa", es un buen trabajo introductorio al origen y situación actual de la democracia deliberativa. Frente a la hegemonía de la teoría elitista se alza en un momento dado una corriente "participacionista" (Bachrach, Macpherson, Pateman) (p. 145) que desemboca en la teoría de la democracia deliberativa con tres corrientes: a) republicana; b) rawlsiana; y c) discursiva (p. 150/152). Analiza luego sus elementos característicos que son participación, consentimiento y deliberación (pp. 155/157) y aclara las indudables ventajas de la deliberación. El autor concluye que la democracia deliberativa se revela como un nuevo modelo de acción política necesario para regenerar la vida democrática..., (p. 159). Y está en su derecho. Pero no acabo de ver que esos tres elementos de participación, consentimiento y deliberación sean ajenos a la democracia representativa tradicional. Otra cosa es que sean lo que nosotros quisiéramos que fuesen. La democracia es compromiso. 

El trabajo de Víctor Sampedro, "democracias de código abierto y cibermultitudes" es un muy estimulante ensayo, hecho con conocimiento de causa más que sobrado, para quienes creemos que el avance de lo digital no solo aumenta exponencialmente las fuentes de información, la capacidad y autonomía de los individuos sino que trabaja en un sentido progresivo de emancipación de la especie. El cambio social es impredecible y más con internet que, de nuevo, rememora a Gutenberg (p. 164) y lleva la imprevisibilidad al límite. Concibe el proceso en términos de guerra, con un intento de control estatal-corporativo del ciberespacio que amenaza la democracia (p. 169). Es el viejo dicho del complejo militar industrial actualizado. La resistencia viene hoy de los prosumidores o, mejor, de los tecnociudadanos que se valen del software libre o código abierto (p. 170). La lucha en la sociedad red, cuyo adelantado es WikiLeaks, aborda procesos "destituyentes" de los regímenes económicos y de representación (p. 173). La opinión pública digital y las cibermultitudes imponen hoy sus principios en la política (p. 178). Son todos postulados los de este análisis que pueden aplicarse con provecho al fenómeno de Podemos y sería interesante hacerlo porque así es como funcionamos en una dialéctica permanente de teoría y praxis.

Guillermo López Garcia titula su trabajo "Del 11M al #15M. Nuevas tecnologías y movilización social en España". Curioso título. Habrá colegas a quienes sea preciso explicar qué es un hashtag y qué función cumple. Los otros, los de las nntt, no lo necesitan pero podrán preguntarse por qué el 11M no lleva hashtag. Y la cosa tiene miga: porque el 11M no fue trending topic y el 15M, sí. Y no lo fue por falta de redes sociales, no por su importancia intrínseca como fenómeno. En marzo de 2004 hacía un mes que se había creado Facebook y Twitter no comenzó a funcionar hasta 2006. En términos de redes, el 11M pertenece a la edad de la piedra en comparación con el 15M. Y aun así uno de los aspectos más señalados de aquella fecha es que la movilización social contra el PP se convocara por SMS. Hoy, con Whatsapp, la cosa se habría triplicado. Con esto se da cuenta ya del contenido del trabajo, que está implícito en el título. Es curioso leer la observación de que en cuanto al movimiento del #15M, lo más llamativo es que surge "de la nada" (p. 196). Lo mismo que suele decirse de Podemos. Pero hay algo hasta ahora incontrovertible: de la nada no surge nada. Salvo el Ser, pero ese es otro asunto.

dimarts, 23 de setembre del 2014

Llegan los federales.


No es el séptimo de caballería, pero se da un aire. Aquel aparecía en el momento en que los colonos y sus familias, refugiados en el fuerte asediado por los indios, iban a ser masacrados. Sonaba el clarín, se iniciaba la carga y los atacantes huían despavoridos. Actualmente son los federales quienes se hacen cargo de la lucha contra el crimen allí donde las autoridades del Estado están desbordadas. ¿Tan mal está la situación?


La crisis ha golpeado duramente la economía y la cohesión social. Los indicadores de desigualdad y pobreza se han disparado. Ha aparecido una movilización social, cristalizada en ejemplos como Democracia Real, el 15-M y, últimamente, Podemos, que pretende replantear de modo radical la gestión económica y social de este desastre. El radicalismo siempre asusta, pero la clase dominante, el capital, la Iglesia, cree saber que, inserta como está en Europa, España no determina su política económica y, por lo tanto, serán los dioses de los mercados quienes marquen los límites a estos jóvenes ilusos. En el terreno exterior España no es soberana, lo cual tranquiliza mucho a los conservadores, que van por ahí, sin embargo, presumiendo de soberanía, liderazgo europeo y de ser una "gran nación".

La soberanía, esa que la Contitución atribuye al pueblo, se ejerce hacia el interior. Y no todo porque se excluyen Portugal y Gibraltar, llaga permanente del nacionalismo español. En uso de esa parca soberanía se espera que España resuelva como pueda la endemoniada cuestión catalana. Esta pone en jaque la tal soberanía al prever la posibilidad de que una parte del territorio español se declare en rebeldía. Habría que ver si no se producirán amagos de intervención exterior que recibirán, claro es, otro nombre. España espera la solidaridad de los demás Estados europeos en su preservación de la integridad territorial y todo lo que recibe es un ejemplo absolutamente contrario a sus intereses en el caso de Inglaterra. Mala suerte y leyenda negra.

Junto a los aspectos económico-sociales de la crisis los de la organización territorial del Estado, amenazado, incluso, de una Declaración Unilateral de Independencia. De pronto, esta cuestión se sitúa en el proscenio. Llevaban años minimizándola, ignorándola, sin entenderla y ahora les ha estallado en el rostro. Y era un problema de Estado; de constitución del Estado. Todavía en 2012, Rajoy llamaba a la Diada algarabía, mostrando fina percepción y gran entendimiento. Así ahora todos hablan de reformar la Constitución. Ni el PP hace ascos a la idea, si bien ha de tratarse de una reforma tasada y escueta. Para los conservadores, la reforma federal propuesta por Pedro Sánchez en "El País", en realidad es una novación constitucional y a tanto no llegan ellos ni de broma. Pues sí, el federalismo requeriría una revisión profunda de la Constitución, total, como la llama el propio texto (art. 168). ¿Y qué otra cosa puede ser una "revisión total" sino otra Constitución? Por eso mismo se propone con frecuencia un proceso constituyente, sobre todo en la izquierda y en ciertos nacionalismos, aunque con otro alcance.

En realidad, el desconcierto es absoluto. Siempre que se tocan los cimientos de una casa hay riesgo de derrumbe, lo que más temen los habitantes del inmueble. A todo ello debe añadirse la persistencia de la corrupción que, a fuer de generalizada, no abandona los noticiarios, cuando no es porque el delincuente Fabra elude de momento la cárcel a la espera de un indulto del gobierno de su partido, es porque el caso Gürtel podría ser juzgado por una magistrada perfectamente recurrible. Este desprestigio de la honorabilidad de los gobernantes, corroe su escasa legitimidad a la hora de adoptar decisiones públicas.

El próximo capitulo en la confrontación política será el de las elecciones municipales y autonómicas. El resultado de las pasadas europeas hace pensar que las locales puedan tener uno explosivo. Se trata de saber si la tendencia al fin del bipartidismo allí apuntada, se mantiene y/o amplía ahora. Si se mantiene, el PSOE podría vivir horas aun más bajas, con ecos del PASOK y malos augurios para la candidatura de Sánchez a La Moncloa. Si se rompe por cuanto, por ejemplo, el voto en elecciones europeas guarda relación negativa con las internas, retornaremos a una situación de bipartidismo más o menos modificado, con Podemos ocupando el lugar de IU con más apoyos pero también un techo claro.

En medio de este temporal, surge la figura de Pedro Sánchez con evidente propósito y mandato de recuperar el músculo perdido del PSOE. Y lo hace en el estilo Podemos, esto es, multiplicando sus apariciones públicas, solo limitadas por carecer del don de la ubicuidad, como buen mortal, aunque le anda cerca. Raro es el día en que Sánchez no nos habla desde una radio, una televisión o un periódico. Casi parece dominado por una verborrea incontenible. Pero su línea de comunicación es consistente y muy clara: hablar mucho, muy seguido, en todas partes, pillar cámara y, en su defecto, micrófono, pero insistir siempre en dos ejes: la panacea federal y la equidistancia entre el radicalismo populista de Podemos y el conservador, pero también radicalismo, del PP. La opción centrista es el radiante y confuso grial que se divisa entre las glorias del triunfo. El PSOE quiere ser el "partido de izquierda que atrae al centro"; incluso, porqué no, el centro derecha. Así el PSOE se construye con tres tercios: un tercio de centro derecha, otro de centro centro y otro de centro izquierda. Aporías aparte, el centro.

La larga connivencia de los dos partidos dinásticos hace que haya menos distancia entre el PSOE y el PP que entre el PSOE y Podemos. Los dos primeros comparten el respeto por la Monarquía, grosso modo también la actitud frente a la Iglesia y en cierta medida el acuerdo con el consenso de Berlín. Frente a un Podemos que es ambiguo en relación con la Monarquía y la Iglesia, pero propugna la ruptura del consenso de Berlín o de Bruselas, que viene a ser lo mismo. Por eso el PSOE ataca menos al PP y hasta le ofrece "pactos de Estado", con ánimo de resaltar su voluntad cívica mientras que se enfrenta cerradamente a Podemos, con quien no quiere saber nada y al que tacha de populista.

Hasta ahora Sánchez no ha respondido al reto de Iglesias a debatir en la tele. Obviamente, está pensándoselo. Hace bien porque se juega mucho. Hay ante todo una cuestión de ceremonial, protocolo y jerarquía. Sánchez es alternativa de gobierno y debate con su igual, el presidente en el cargo. No lo hace con un recién llegado, aunque sea una revelación. Además, pensará Sánchez, un político de convicciones no debate con un populista por la misma razón por la que un caballero no justa con un villano.

Pero no aceptar un reto televisivo en la era mediática es siempre un error. Máxime cuando Rajoy no está dispuesto a debatir con Sánchez ni por todos los Bárcenas del mundo. Así que el socialista se queda en dique seco, mientras Iglesias luce su cabellera en Fort Apache. Y la presencia mediática es esencial en darse a conocer a los posibles votantes y ganarse su confianza. Es obvio que el PSOE tiene la sangría por la izquierda. La obsesión de Sánchez será radicalizar la palabra y moderar el hecho mientras que la de Podemos es la inversa: moderar la palabra y radicalizar el hecho.

Por eso chocan y por eso es interés del PSOE marcar claramente los límites. Le va en ello la hegemonía en la izquierda y su condición de partido de gobierno. Si no lo hace con sabiduría y buen tino, la carga será, sí, de caballería, pero de la caballería ligera y terminará como ella.