Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Referéndum.. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Referéndum.. Mostrar tots els missatges

diumenge, 19 de juny del 2016

El país de "El País"

El editorial de hoy en el diario de PRISA, la obra conjunta de Iglesias y Rajoy, es una pieza maestra que interesará por fuerza a políticos, politólogos, juristas, historiadores y psiquiatras. Una pieza maestra por lo que dice, lo que no dice y lo que desdice.

Léase con atención. El diario analiza el país que el propio diario ha fabricado a base de sondeos de Metroscopia, y da por buena la conclusión: si nada cambia y el electorado (ahíto de simplezas de propaganda electoral, según el editorialista) no domeña sus inclinaciones más extremas, el PSOE y Podemos podrían llegar a la mayoría absoluta.

¡Pero eso no puede ser! Los dos partidos extremistas, PP y Podemos han pervertido todo a base de polarizarlo. Nada de diálogo, entendimiento y puentes. Al degüello mutuo. Para ilustrarlo, "El País" trae una foto almibarada, reflejo de una gran cercanía y amistad entre los dos líderes. Y, si alguna duda cabe, el rostro arrobado de la señora Bescansa, a punto de levitar en su femenino segundo plano, la disipará. ¿Enfrentados estos dos? Más bien lo contrario: compas mutuamente encantados.

En absoluto, señalan los analistas de PRISA. Esas buenas formas revelan en realidad un antagonismo a muerte. Tras las sonrisas, los puñales.  Además, aunque los dos partidos tengan apoyos mayoritarios, son los que suscitan mayor rechazo. ¿Eso cuadra? Al parecer, sí. El razonamiento es: se odian pero se quieren porque se necesitan para destruir las opciones intermedias. En concreto la coalición recomendable, la sensata, la del centro, la del juste milieu, la que gusta a "El País", PSOE y C's. Justo la que parece ir de bajada.

Los sondeos se empeñan en pronosticar una coalición poco recomendable entre PSOE y Podemos. Poco recomendable para "El País". Es, en cambio, la que apoyamos muchos. Palinuro desde siempre y con el añadido de los independentistas catalanes. Pero esa coalición despierta muchas objeciones dentro de la izquierda en general: los de IU andan molestos con los de Podemos porque se sienten absorbidos. Los de Podemos se consideran lastrados por la momia de Lenin que traen en el furgón los comunistas de IU. Y quedan por ver los resultados numéricos concretos. Si Unidos Podemos aventaja en votos y/o escaños a los socialistas, ¿aceptarán estos formar gobierno como socio menor? La pregunta puede dirigirse a los otros también: si el PSOE aventaja, ¿querrá Podemos sentarse en el transportín? Son cuestiones vivas, que se resolverán llegado el momento.

Al término de una campaña electoral con un porcentaje altísimo de indecisos, algo es de agradecer: la izquierda recupera el sentido de eficacia del voto. Votar es decisivo para echar de La Moncloa a un gobierno impresentable, corrupto, fracasado, autoritario, clerical y neofranquista. Eso es prioritario y puede alcanzarse votando a PSOE o a Podemos y obligándolos a aliarse. Los escrúpulos y sempiternas quejas de si el PSOE se ha hecho neoliberal, si Podemos es populista, si Sánchez es una nulidad conservadora, si Iglesias es un caudillo ambicioso, pueden aparcarse tranquilamente. Lo fundamental es que gobierne la izquierda. A cuál de las dos ramas votar es ahora indiferente.  Échese a caras o cruces, pero hay  que votar.

Para que haya un gobierno de izquierda, aunque a "El País" no le guste. 

El país sobre el que "El País" habla solo coincide con la mitad de él. No con él entero. ¿Qué falta en el editorial de marras? Cataluña. Es maravilloso escribir sobre política española hoy y no mencionar  Cataluña salvo una vez y de pasada. Por eso este discurso carece de valor. Una alianza PSOE-Podemos, tropezaría con la cuestión del referéndum catalán. De mantenerse la cerrada cuanto irracional negativa del PSOE, y si la posible alianza Podemos-PSOE no alcanzara la mayoría absoluta, los independentistas catalanes podrían votar en contra e impedir la formación del gobierno de la izquierda. Con lo cual ya estaríamos como el 20 de diciembre, cuando, según dictaminó sentencioso Sánchez, no hubo gobierno por culpa de esos independentistas.

El país que trae de cabeza a "El País" es en realidad dos países y no ser capaces de reconocerlo es lo que convierte a los analistas más o menos oficiales en puros palabreros, fiel reflejo de los políticos. Ni por un instante se plantea el editorialista el hecho bien patente de que cuanto se diga de la situación política española apenas se corresponde con la catalana, cuya estructura política es propia y así se considera a sí misma. Por señalar un único dato: el gobierno es independentista y expresamente republicano.

¿Qué es lo que "El País" no entiende de este país del que tampoco habla?

dissabte, 18 de juny del 2016

Brexit: una lectura europea

La Brexit está analizándose sobre todo en términos económicos en donde, como se ve en la portada del "El País", se cargan las tintas. Probablemente porque cuando se llega a las amenazas, las más efectivas son las dirigidas a los bolsillos. Los contrarios vaticinan al Reino Unido la ruina, un descenso casi a país subdesarrollado. Los partidarios presentan la visión contraria. Y, al tratarse de proyecciones económicas, nadie sabe de cierto nada. Entre otras cosas porque estas decisiones económicas (todas, en realidad) son políticas. El contencioso es, sobre todo político. Y en él se encienden las más diversas pasiones, como demuestra a boca jarro el asesinato de la diputada laborista. Es un contencioso político como parte de uno cultural más amplio. Esto es Europa, un lugar en el que todo se cuestiona y no solo por razones económicas, sino también políticas, morales, culturales y hasta religiosas.

La Brexit es, en el fondo, una controversia sobre el ser de Europa.

El Reino Unido nunca se ha sentido a gusto en el concierto europeo nacido en Roma en 1957. Todos sabemos por qué: porque rompía la configuración de la Europa continental como un mosaico de poderes enfrentados en beneficio en último término de Inglaterra. Su política desde la Paz de Westfalia en 1648, reforzada en el Tratado de Viena de 1815. Una Europa unida es justo lo que Inglaterra no quiere. Alentó al principio la esperanza de acogotar el originario Mercado Común contraponiéndole la AELC (Asociación Europea de Libre Cambio, EFTA en inglés) pero, cuando vio que los otros miembros cambiaban de lealtad, ella misma la abandonó y, siguiendo el viejo adagio de if you can't beat them, join them, pidió el ingreso en la ya entonces Comunidad Económica Europa. Vivía por entonces De Gaulle, quien siempre se opuso al ingreso británico por considerar que la Pérfida Albión sería como un partaaviones de los Estados Unidos. Y no le faltaba razón.

Pero De Gaulle murió y el Reino Unido se incorporó a la Europa institucional. Mal, con dudas, renegociaciones y todo tipo de salvedades en todas las políticas y pilares europeos, desde la Política Social al espacio Schengen o la moneda única. Inglaterra es Europa. Su vocación europea es innegable. Pero su visión del continente es propia, peculiar y no unánime con la de las potencias continentales.

Las consecuencias de una Inglaterra fuera o dentro de la UE serán muy intensas, sin duda. Pero es absurdo teñirlas de negro en parte o pronunciarse contra la salida porque no hay criterios de validez universalmente aceptada que lo permitan. Por ejemplo, se dice que una eventual retirada del Reino Unido podría provocar un segundo referéndum escocés de autodeterminación. Sí, es una posibilidad. Y muchas otras de diverso tipo. Gibraltar aparece también en la danza.

Repito, esto es Europa y en Europa es tradición que las fronteras son líneas políticas imaginarias, con consecuencias de todo tipo, por supuesto, pero esencialmente mudables. Los pueblos europeos están siempre en movimiento, agregándose, desagregándose, cambiando de régimen político o de forma de Estado. Nada se queda quieto. Europa es siempre Europa con Inglaterra de una forma u otra. Y la Unión Europea, que es parte de Europa, pero no toda ella, también se verá forzada a cambiar. Hay ya quien pide un nuevo Tratado.

Inglaterra tiene derecho a marcharse de la UE y no hay derecho a negárselo. Nadie lo discute. Lo que hay es presunciones distintas respecto al resultado del ejercicio de ese derecho. Pero el derecho no se discute, como sí se discute el de Cataluña en España.

Imagínense ahora a alguien diciendo que, pues el Reino Unido es Europa, la decisión sobre su salida deben tomarla también los rumanos, los checos, los franceses, etc. Pues es lo que sucede en España.

dimecres, 15 de juny del 2016

La independencia solo puede ser unilateral

Eso es obvio. No está excluido que aquel de quien quieres independizarte te conceda la independencia de buen grado. Pero es bastante extraño. Lo habitual y esperable es que se oponga con uñas y dientes y hasta te persiga y encarcele por luchar por tu derecho a gobernarte por tu cuenta. Aquí mi artículo de esta semana en elMón.cat sobre este asunto y titulado RUI vs. DUI.

Ahora bien, si en cuanto al fondo de la cuestión, la unilateralidad, hay acuerdo, puede no haberlo en cuanto a la forma. Así hay quien dice (la CUP) que la independencia debe alcanzarse mediante un Referéndum Unilateral de Independencia (RUI) y quien dice (CDC) que debe hacerse mediante una Declaración Unilateral de Independencia (DUI). A primera vista, parecerían lo mismo, pero no lo son. El RUI busca "quemar etapas", ir directamente a la confrontación con el Estado, plantear un escenario de conflicto, mientras que la DUI trata de proceder de modo paulatino, gradual, de evitar la confrontación, mantener cuanto más tiempo mejor la legalidad y acabar en un proceso judicial internacional con garantías para ambas partes de que, el final, la solución será aceptabale para todos.

Los pros y contras de ambas posiciones se tratan en el citado artículo de elMón.cat, versión castellana es la siguiente: 


RUI vs. DUI

Por fin aparece Cataluña en un debate en la televisión entre las principales fuerzas parlamentarias del Estado y lo hace para escenificar la fuerza y la voluntad del “no” al derecho de los catalanes a la autodeterminación. El nacionalismo español de derechas y el de izquierdas renovaron su voluntad unitaria jacobina con el aplauso del catalanismo hispánico de Rivera, encantado de encontrar tan favorable eco. 

Hasta Podemos clarificó el alcance de sus propuestas catalanas, que tanta confusión han causado en el Principado en donde los votantes de En Comú-Podem no tienen claro exactamente qué estarán votando. Ayer pudieron verlo: estarán votando a favor de un referéndum que se hará en toda España y que tampoco es evidente que se haga porque no será línea roja en las negociaciones para la formación de un gobierno nacional español. Es decir, no estarán votando nada.

Parece llegado el momento de la confusión. Suele pasar en los trayectos prolongados y difíciles. Luego del no de la CUP a los presupuestos de la Generalitat y, sin duda, como remedio para no quedar encajada en el papel de aguafiestas por una sola causa, la organización asamblearia ha decidido ampliar y profundizar los motivos de la discrepancia y darle mayor empaque. Además de seguir gobernando con presupuestos prorrogados y por lo tanto desajustados a los objetivos perentorios que el gobierno quiere alcanzar, es preciso acelerar la hoja de ruta para que no haya desfallecimiento. ¿Cómo? Mostrando la clara e inequívoca voluntad de avanzar hacia la independencia. ¿No se acusa a la CUP de no querer la independencia en el fondo, razón por la cual se rechazaron los presupuestos? Pues ahora ha de quedar patente quién es quién en la vía independentista. Quién quiere la independencia y quién la finge.

¿La fórmula? Que se organice un referéndum unilateral de independencia (RUI) ya. Las autoridades se olvidan de planificar una declaración unilateral de independencia (DUI) y se pronuncian por el RUI. El caballo de batalla se llama ahora RUI. Siempre hay que tener un caballo cuando se quiere ir a la batalla y este cumple la función de clarificar las cosas y poner a cada cual en su sitio. La CUP no es el furgón de cola del tren de la independencia, sino la locomotora.

Sobre todo cumple la función de prolongar la práctica de la extorsión frente al gobierno independentista de la Generalitat, a base de ponerlo en la incertidumbre de tomar una decisión que lo enajene de una parte importante de su apoyo social. La independencia es un objetivo del conjunto de la sociedad catalana. Transversal se dice ahora. No solamente de sus sectores más radicales o combativos que no por serlo tienen necesariamente que ser los más sinceros. También lo es de aquellos otros que tratan de conseguir los cambios políticos y sociales no por la confrontación sino para la reforma y la transición paulatinas.

Un RUI y un RUI inmediato tiene todos los elementos de una ruptura repentina, algo que no se concilia con la fórmula reiteradamente invocada de Puigdemont de ir “de la ley a la ley”. Un RUI implica un salto en el vacío en el que, sin duda, podrá saberse quién está dispuesto a todo para conseguir el objetivo de una vez y quienes prefieren hacerlo paulatinamente. Es como un procedimiento de prueba de limpieza de sangre patriótica. Pero estratégicamente no parece lo más acertado. Al contrario, presenta tal cantidad de riesgos que bien puede entenderse como una maniobra más de extorsión con la finalidad última de que descarrile el proceso. El perfil de la buena conciencia se alza frente a la lentitud de todo procedimiento pragmático. 

Está claro que un RUI lleva a la confrontación directa con el Estado en una situación de ilegalidad que será muy difícil explicar en el exterior, ante la comunidad internacional de la que, en muy buena medida depende el proceso. Por el contrario, una DUI, siendo tan ilegal como el referéndum tiene un ámbito judicial natural en el que puede sustanciarse de inmediato, que es la Corte Internacional de la Haya. En lugar de una confrontación directa en la calle en una escalada de acción/reacción entre el Estado y Cataluña estaremos en un terreno en el que ambas partes, teniendo sus derechos reconocidos, podrán aducir sus argumentos ante un órgano imparcial. 

No hay color.

dimecres, 11 de maig del 2016

De un referéndum a otro

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado El famós referèndum apunta algunas consideraciones sobre el referéndum de autodetermiación catalán que quizá no estén fuera de lugar. Desde que se formuló por primera vez la petición de celebrar un referéndum en Cataluña hacia 2012, que cosechó el primer rotundo "no" del gobierno central con el cerrado aplauso de la oposición que en esto de Cataluña se opone poco, por no decir nada, ha corrido agua bajo los puentes. La solicitud de la parte catalana se ha mantenido y se ha formulado de varios modos distintos (referéndum, "consulta no referendaria", "consulta" a secas) pero el "no" ha sido siempre el mismo, a veces más, a veces menos subido de tono, pero siempre el mismo. Las cosas, sin embargo, en Cataluña han ido cambiando: lejos de resignarse a la inacción, los independentistas catalanes han seguido con su plan: hicieron la consulta del 9N, ganaron las elecciones del 27 de septiembre, constituyeron un gobierno (cosa que los españoles han sido incapaces de hacer) y se han marcado una hoja de ruta hacia la independencia, que prevén precedida de un referéndum unilateral de ratificación de su proyecto de Constitución de la República catalana.

Cuando haya gobierno en España, y Parlamento y oposición (todo lo cual está por ver) quizá alguien caiga en la cuenta de que los catalanes están ya en la puerta de salida y con las maletas hechas. Quizá también alguien crea que sea entonces llegado el momento de ofrecer ese referéndum que estuvieron años negando. Y quizá también los independentistas lo rechacen argumentando que ya tienen previsto el suyo, con o sin el beneplácito de las autoridades del Estado. ¿Qué sucederá entonces? Sobre esto versa mi artículo cuya versión castellana es la siguiente:

El famoso referéndum

Con independencia de si se admite o no la existencia del derecho a decidir o el derecho de autodeterminación, es evidente que el referéndum con que se pondría en marcha cabe en la Constitución. Bien se utilice la vía del artículo 92 y lo promueva el gobierno, bien la del 150, 2 y lo promueva la Generalitat por delegación del Estado, el referéndum es posible y hasta constitucional ahora mismo.

Las argucias aducidas acerca del impedimento legal o constitucional son eso, argucias. Lo que falta no son los medios jurídicos para arbitrar la consulta sino la voluntad política de hacerlo. En todas las instancias del poder central, desde el gobierno a las distintas organizaciones de la oposición (aunque no todas) no hay la menor voluntad para realizar un referéndum pactado con el Estado en Cataluña. Y las distintas propuestas de reforma constitucional, con o sin proyección federal, no son más que intentos de asfixiar la cuestión llevándola a un territorio yermo.

¿Y cómo podría propiciarse esa voluntad política? Por dos vías no necesariamente excluyentes que cabe llamar la de la presión y la de la redundancia. La de la presión consiste en acumular fuerzas a escala del Estado para conseguir un cambio en la actitud de las instituciones. La de la redundancia en seguir con la hoja de ruta hasta hacer ver que el dicho referéndum pactado ya no es necesario por haberse dado realidades sobrevenidas que lo hagan innecesario.

La primera vía, la de la presión entra en un compás de espera con las nuevas elecciones en el Estado que tiene tanto de forzoso como de inútil. Forzoso porque, al no haber gobierno hasta que se den los resultados del 26 de junio, no hay interlocutor cuya voluntad política quepa mover en un sentido u otro. Es obligado esperar aunque, por cuanto sabemos, sean escasísimas las esperanzas de que las elecciones articulen una relación de fuerzas en Madrid que den alguna esperanza de referéndum pactado. A esta consideración debe añadirse la alta probabilidad de que tales resultados dejen las cosas en el mismo punto muerto en que se encuentran ahora y, por tanto, prolonguen la situación de desgobierno del conjunto del país. En el límite del absurdo podría este verse obligado a repetir nuevamente las elecciones si los vaticinios sobre la similitud de los resultados se cumple.

La segunda vía, la de la redundancia es mucho más segura, aunque de incierto final, si bien esto es algo que afecta al conjunto del proceso. Las instituciones catalanas, en uso de su plena legitimidad (cosa que el Estado central en funciones apenas digiere) continuarán su camino tanto en la elaboración de políticas públicas como en la legislación. El gobierno central seguirá impugnándolo todo ante el Tribunal Constitucional. Hasta que llegue el momento en que el Consejo para la Transición Nacional presente un proyecto de Constitución de la República Catalana al Parlamento catalán. Y este, mutado en un órgano constituyente al margen de la legalidad española, convoque un referéndum de ratificación del proyecto.

Ese será el momento formal y material de ruptura con el Estado. Hasta ese instante muy probablemente, se producirán roces y fricciones en los órdenes administrativos, a medida que las distintas autoridades catalanas (municipales, provinciales, autonómicas) puedan entrar en conflicto con las centrales. Pero la convocatoria de un referéndum de ratificación de un proyecto de constitución catalana será el elemento que fuerce la voluntad política del Estado para pactar un referéndum (ahora, sin embargo, redundante, pues estará en proceso la convocatoria del catalán propio) o para enfrentarse en abierto conflicto con la Generalitat prohibiendo la realización del referéndum de ratificación y valiéndose para ello, como acostumbra, del Tribunal Constitucional.

Desde el punto de vista formal, la situación será como una repetición de la consulta del 9 de noviembre. Esta vino amparada por la Ley de Consultas del Parlament que el gobierno central recurrió ante el Tribunal Constitucional. A continuación, este órgano prohibió que la Generalitat realizara la consulta de hecho que había propuesto como forma de sortear la prohibición la consulta al amparo de la ley impugnada. La consulta, sin embargo, se realizó en un acto de desobediencia y de incipiente soberanía de la Generalitat.

El gobierno central sostuvo que dadas las circunstancias, la consulta del 9N carecería de efectos jurídicos (si bien la fiscalía instó al procesamiento de Artur Mas y las consejeras Rigau y Ortega), aunque los ha tenido políticos y muy poderosos. La pregunta es qué efectos tendría una convocatoria de referéndum de ratificación constitucional en estas condiciones y qué actitud adoptaría Europa y la comunidad internacional ante un conflicto de estas dimensiones que, de hecho, está ya internacionalizado.

dissabte, 23 d’abril del 2016

Hoy Palinuro firma libros en Rambla Catalunya

El acto de la ANC de Sagrada Familia en la escuela Fructuós Gelabert estuvo de cine. Mucha asistencia. Muy animado. He visto en twitter fotos de colas para entrar. Y una organización ejemplar. La gente de la ANC tiene un toque especial para organizar cosas. Son la levadura del pan de la independencia. Trasmiten seguridad y despiertan confianza allá donde van. En esta ocasión Pilar, la organizadora y Enric, el coordinador, fueron ejemplares. Pilar es un portento. Un pueblo con esta gente no puede fallar.

Y el auditorio, genial. Llevo algunas conferencias y actos públicos a mis espaldas y creo saber detectar cuándo se genera empatía real entre el público y el conferenciante, cuándo hay una comunicación.casi instintiva. Mediada sin duda por la palabra, pero que va más allá de la palabra y alcanza un estado de ánimo colectivo. Es el que había ayer. El moderador, Adriá Alsina, mantuvo un ritmo trepidante y un tono altísimo. Mi partenaire, Krystyna Schreiber, sosegada, estuvo a la altura en todo momento. Gente hermosa, toda ella.

En fin, lo pasé muy bien. En un par de días subiremos el vídeo íntegro y también subiré el correspondiente a la confe de ayer en la Universidad de Zaragoza. ¡Qué diferencia entre ambos lugares! De un lado, el ámbito severo, augusto del aula magna de la Facultad de derecho, presidida por el general Palafox ; de otro un ámbito popular, en una sala de un colegio de niños/niñas, con sillas plegables y gente del barrio, sencilla, pero tan entendida o más en lo que le traía allí que los del aula magna.

En todo caso, como se ve por las ilustraciones, hoy estaré firmando libros en las paradas de la ANC y Súmate y nos veremos allí.

divendres, 8 d’abril del 2016

El color del cristal

Lo que va de un punto de vista a otro. Los de Podemos fueron a la reunión tan contentos, pensando que habían hecho 20 generosas concesiones y se encuentran que los de C's no quieren ni oír hablar de ellas, que les parecen un insulto y que con Podemos no van ni al rellano de la escalera. Les ayuda generoso El país que tilda las propuestas de los morados de inasumibles para Rivera. Añade el diario que la primera reunión de negociación de ayer será la última, que el intento ha fracasado.

Supongo que es lo que quiere C's: cortar con Podemos y llegar a un acuerdo con el PP. Y, según se ve, El País también. Recuerda la actitud del matón tabernario que se niega a considerar ninguna oferta de negociación que no sea la sumisión más absoluta. ¿Que el gasto público propuesto por Podemos les parece excesivo? Propongan ustedes otro más a su gusto. Hagan contraofertas. Toda negociación es un tira y afloja y solo los prepotentes dan un puñetazo sobre la mesa y se cargan las reuniones. En su celo anti-Podemos, El País miente bellacamente afirmando que los morados piden la autodeterminación de Cataluña. Lo que hacen es diferir el asunto a una reunión de Domenech (que es de los suyos) con Iceta, un socialista catalán y se comprometen a aceptar lo que salga que será más bien una birria. Estando Iceta, nada de autodeterminación, así que el periódico podía dejar de mentir.

En fin, los de C's muestran su pelambre de la derecha pepera y tras haber incumplido ya ese pacto con el PSOE que, sin embargo, frotan por los morros de Podemos, carecen de autoridad para imponerlo  a lo bruto, sin negociación de ningún tipo.

El PSOE, a su vez, está en posición de  hacer un gobierno de izquierdas: PSOE, Podemos, IU, CC, voto favorable del PNV y abstención de la minoría catalana. 168 escaños. Tendría 185 votos si aceptara el referéndum. Y eso sería lo que habría que hacer para recomponer el panorama español porque tarde o temprano, ese referéndum va a celebrarse.


diumenge, 21 de febrer del 2016

A ver cómo lo digo

Habiendo llegado a este punto, las negociaciones están atascadas. El PSOE ha devuelto las propuestas de Podemos instándole a que retire "los controles políticos". No acepta que los jueces, la televisión y otros aparatos represivos e ideológicos del Estado dependan del gobierno, de su vicepresidencia y, más en concreto, de Pablo Iglesias. No parece difícil. En cuanto los de Podemos -sin duda animados por su celo bolchevique- entiendan que esas intenciones equivalen a establecer la censura del partido y una justicia tipo Vychinski (el infame fiscal de los procesos de Moscú de 1934, 1936 y 1938), seguramente se olvidarán de ellas. Se venden mal en los medios.

Lo que ya no es tan fácil de retirar y supone el verdadero bloqueo no solo de las negociaciones actuales sino del conjunto de la política española, su nudo gordiano, es la petición de Podemos de una referéndum de autodeterminación en Cataluña a la que se opone el PSOE con uñas, rabo, dientes y miradas sulfurosas. Como ninguno de los dos puede ceder en su actitud, el pacto para un gobierno de progreso será imposible y habrá que ir a elecciones nuevas. De eso se alegrará mucho el Sobresueldos que será el candidato porque su asesor Arriola seguramente le garantiza que, cuando menos tendrá un voto: el suyo... si atina con la papeleta.

El PSOE no puede admitir el referéndum porque sus órganos colegiados no le dejan y sus barones armarían una fronda sediciosa que podría acabar con el partido. Podemos tampoco puede olvidarse de él porque sus franquicias catalana y gallega se le sublevarían y parte de su militancia retornaría al seno paterno de IU. Además, con referéndum en el programa, los 40 diputados de C's votarán en contra. Sin el referéndum, en contra votarán los 17 independentistas catalanes.

¿No hay, pues, solución? Sí, una que las partes negociadoras pueden acordar en silencio, en secreto, a la chita callando, sin hacerla pública. Expuesta con sencillez: PSOE + Podemos + IU + Compromís + CC forman un "gobierno de progreso" en el que no se menciona el referéndum contando con 162 diputados. Si los diputados de ERC y DiL se abstienen y los del PNV. por ejemplo, votan a favor, ganaría a los 122 del PP e incluso a la suma de estos con los 40 de C's, aunque, en principio, se buscará su abstención.

Esto será la investidura. A continuación, el "gobierno de progreso" lo que hace es convocar un referéndum de autodeterminación en Cataluña, mediante una ley orgánica al amparo del artículo 92 CE. Para esa ley ogánica, el gobierno "de progreso" tendría la mayoría absoluta necesaria pues a sus 162 diputados se añadirían los 17 independentistas catalanes, los 6 del PNV y los 2 de Bildu. En total, 187 diputados.

El problema no estaría en la aritmética de las votaciones sino en la ética de la medida. Se dirá que el gobierno ha engañado a la ciudadanía, que ha hecho trampa, que ha traicionado. Efectivamente, así será. Pero eso es lo que hacen todos los gobiernos. El del Sobresueldos, por ejemplo, ganó las elecciones prometiendo bajar los impuestos y lo primero que hizo fue subirlos. El gobierno del PSOE ganó las elecciones de 1982 pometiendo un referéndum para salir de la OTAN y lo hizo en 1986 pero para quedarse. El ex-monarca Juan Carlos juró fidelidad a los principios del Movimiento Nacional franquista y luego sancionó la Constitución de 1978, traicionando su juramento, siendo perjuro. De Gaulle llegó al poder en 1958 prometiendo mantener a Argelia como colonia de Francia y firmó su independencia. Wilson ganó las elecciones inglesas de 1974 prometiendo un referéndum para salir de la Comunidad Economíca Europea y lo hizo, pero para quedarse. Puedo seguir acumulando ejemplos, pero no merece la pena: la traición y el engaño son consustanciales a la política y, muchas veces, la única forma de desatascar situaciones bloqueadas, sin salida. ¿Por qué no iba a funcionar aquí? Se llega al gobierno diciendo que no habrá referéndum en Cataluña y lo primero que se hace es ponerse a organizarlo.

Es alambicado, desde luego. Y desconcertante. Pero todo el  mundo sabe que pasa. Es más, hasta es posible que aquí suceda porque sea la única forma de desatascar una situación bloqueada. Lo único que se requiere es discreción, no hablar, no decírselo a nadie, no levantar sospechas.

Así que ustedes tampoco han leído este post. Es más: yo no lo he escrito.

dimarts, 16 de febrer del 2016

El nudo gordiano del referéndum

La política española está condicionada por la cuestión catalana.

¿Cuál es el obstáculo, el escollo, el nudo gordiano en el camino hacia un gobierno de coalición de las izquierdas en España? El referéndum catalán. De todo lo demás, según parece, se puede hablar; pero del referéndum catalán, no. Es la divisoria, el hiato, el cleavage que enfrenta al PSOE (referéndum no, bajo ningún concepto) y Podemos (referéndum sí, como algo imprescindible) y les impide entenderse.

Están muy quejosos los socialistas de la rueda de prensa de ayer de Pablo Iglesias: que ha perdido el oremus, que no sabe en dónde está, que pide un imposible y así demuestra que, en el fondo, no quiere gobierno de coalición, que no sabe lo que dice, que tiene un problema de identificación de roles, que se cree el ungido por el real dedo, cuando lo es Sánchez. A pesar de todo, los socialistas se sentarán con Podemos, pero solo para decir que referéndum, no, no y no.

Palinuro, preocupado por las perspectivas del gobierno unitario sugiere estudiar la comparecencia de Iglesias distinguiendo entre el fondo y la forma o las formas. En cuanto al fondo de las propuestas de Podemos Palinuro las considera correctas, viables, radicales y democráticas. Y sobre todo se lo parece la propuesta de referéndum en Cataluña. Es una opción democrática, de izquierda, que responde a una demanda ampliamente mayoritaria en la sociedad catalana (entre el 70 y el 80% quiere decidir) y no hay razones para oponerse a él o impedirlo. Esto es, no hay razones de izquierda. Sí de la derecha, consistente en lo esencial en hablar de la unidad de España como un principio metafísico apoyado en una concepción orgánica de la nación típica del pensamiento conservador y reaccionario al estilo de Burke.

Por experiencia sabemos que la derecha habla siempre de la unidad de España pero es quien más hace por destruirla. Basta considerar que ha sido el gobierno/rodillo de Rajoy el que ha multiplicado por 2,5 los independentistas catalanes. Pero, aunque el patrioterismo nacionalespañol fuera sincero, la izquierda no puede compartir su posición porque su defensa de la unidad de España no puede basarse en la sinrazón, la fuerza, el organicismo, la imposición y la violencia sino que deberá fundamentarse en la aceptación voluntaria de unos ciudadanos libres. Al menos eso es lo que, en principio, quiere decir el patriotismo constitucional si es que quiere decir algo. Lealtad voluntaria a un pacto constitucional libremente establecido. Si alguno de estos datos faltan (y faltan en la Constitución de 1978) la unidad solo puede garantizarse mediante la fuerza, la violencia. Y ese no es ni podrá ser nunca un criterio aceptable de la izquierda.

El PSOE no tiene razones para oponerse a un referéndum en Cataluña. Si las tuviera, las expondría; pero no las tiene. Y tampoco tiene nada que ofrecer en su lugar. La propuesta de un federalismo que unos no saben en qué consiste y los otros prefieren no saberlo, es una pura excusa. La de una reforma de la Constitución -que tendrá que contar con el voto favorable de su principal enemigo, el PP- lo mismo. Al final, el argumento del PSOE es que los catalanes no pueden hacer un referéndum de autodeterminación porque no. Y eso sigue sin ser un argumento de izquierda. Como tampoco lo es la referencia farisea a la legalidad vigente que hace el PP. Si hay un conflicto entre legalidad positiva (que, por lo demás, los dos partidos dinásticos cambian cuando les da la gana en un alarde de tiranía de la mayoría y desprecio por los derechos de las minorías) y la legitimidad, la izquierda solo puede dar preferencia a esta frente al derecho positivo que frecuentemente no es otra cosa que la consagración de la injusticia.

Que la derecha no quiera referéndum porque, en el fondo, no confía en la nación a cuyo servicio dice estar, es normal, porque su política es siempre de interés de clase y no nacional. Que no lo quiera la izquierda solo puede entenderse como la enésima prueba de su cobardía. El PSOE no quiere un referéndum como el que sin embargo han hecho los quebequeses en dos ocasiones y los escoceses en una con el beneplácito de sus respectivos partidos socialdemócratas porque, en el fondo, tampoco confía en la nación que también dice defender. Como la derecha. En eso son iguales.

Así que la exigencia del referéndum por parte de Podemos, es muy acertada. Ya va siendo hora de que España tenga el coraje de sí misma y de resolver la cuestión catalana de modo democrático. Y el PSOE haría bien en revisar su obstinada negativa y abordar la cuestión con valentía y seguridad en sus propias posiciones. Además -argumento de atrición, que dirían los teólogos- al final no va a quedarle más remedio porque, cuando las cosas se compliquen más, será la Unión Europea quien imponga ese referéndum.

Eso en cuanto al fondo. En cuanto a la forma o las formas, la verdad es que la comparecencia de ayer fue el habitual despliegue de arrogancia, petulancia, con un punto de chulería y una retórica sencillamente inadmisible. De vergüenza, vamos. Esas escenificaciones con el líder proclamando las verdades rodeado de dummies que cada vez tienen un aspecto más acartonado y soviético; esos ardides de presentar las propuestas a la prensa antes que a la mesa de negociación, si es que llega a constituirse una; esa jactancia de predeterminar el resultado de unas conversaciones que no han empezado, ese permanente empujar y atropellar, consiguen lo contrario de lo que, en principio pretenden. Quitan la razón a los planteamientos de fondo y permiten que el PSOE se agarre a las formas para ignorarlos con el argumento de que Podemos no presenta propuestas sino imposiciones y ultimatums porque, en realidad, no quiere que haya gobierno y prefiere ir a elecciones nuevas.

Bien, si tenemos en cuenta los factores concomitantes, como que el PP está literalmente hundido en el pantano de su corrupción y que, muy probablemente, de haber elecciones nuevas, C's subiría a su costa, Palinuro empieza a pensar que, en efecto, quizá no sea mala idea ir a nuevas elecciones si el PSOE no flexibiliza su posición en torno al referéndum.

¿Por qué? Porque esas nuevas elecciones darían la respuesta a dos contenciosos interrelacionados que ahora están en el aire y contribuirían a clarificar y estabilizar la situación política. El primer contencioso es el de la rivalidad entre el PSOE y Podemos por la hegemonía de la izquierda. Con IU reducida a una condición pigmea, la cuestión es que no será práctico ni conveniente para nadie que haya dos partidos socialdemócratas, uno más de centro, como el PSOE y otro más de izquierda, como Podemos. El segundo es que, como cada uno de los dos partidos llevaría en su programa un sí o un no al referéndum catalán, las elecciones, actuarán de hecho como una especie de referéndum informativo acerca de qué piensa el electorado de centro y centro izquierda en el país.

Ni Pedro ni Pablo, ni Pablo ni Pedro son Alejandro Magno. El nudo gordiano del referéndum solo puede deshacerlo el pueblo con unas elecciones que sean un referéndum.

Reitero: la política española está condicionada por la cuestión catalana.

dimarts, 26 de gener del 2016

Sin referéndum no hay salida

Por enésima vez: no hay una "cuestión catalana"; hay una "cuestión española".

Como sabíamos desde el inicio de 2015, un año con cuatro consultas electorales, lo decisivo en todas ellas sería Cataluña. Así ha sido y sigue siendo. Y agravado. Sin resolver el problema en Cataluña, España no es gobernable. Y ahora, para mayor claridad, desde las elecciones del 20D, el gobierno del país depende de los partidos independentistas catalanes, ERC y DiL. Hace cuatro o seis años, esta situación no hubiera sido un problema grave porque los nacionalistas  no eran entonces tan claramente soberanistas. Los últimos cuatro años del infame desgobierno de una partido corrupto, dirigido por una persona a todas luces indigna de ocupar el cargo, han convertido a los nacionalistas en independentistas y aumentado la cantidad de estos en Cataluña hasta la mitad del electorado. Antes los catalanistas solían achantarse. Ahora, no; ahora no se achantan; ni se callan. Piden un referéndum de autodeterminación. Y van a hacerlo.

Sin en ese referéndum, España es ingobernable.

¿Cómo hemos llegado aquí? Por la fabulosa incompetencia de una clase política que, una vez más, está a la bajura de la tradición histórica de la oligarquía española, cuya estupidez, egoísmo y ceguera son proverbiales. Todo este vodevil de los pactos y las coaliciones; todas las triquiñuelas de registrador de Rajoy, las ansias de niñato de Iglesias, los titubeos de burócrata de Sánchez, sirven para que los periodistas se las den de enterados sin que sepan de la misa la media, como los mismos protagonistas ya que, si los 17 diputados de Junts pel Si, votan en contra, en España no puede haber gobierno de izquierda alguno, pues no da la aritmética y solo unos gobiernos de derecha que llevarían al sistema al colapso.

Con el voto en contra del independentismo catalán solo hay cuatro fórmulas posibles y todas de derechas: un gobierno de gran coalición (PP y PSOE), uno de "concentración nacional" (PP, PSOE y C's) y dos minoritarios de la derecha (uno del PP y otro del PP y C's) y estos dos últimos, solo contando con la abstención del PSOE. Los cuatro simbolizarían el colapso de la segunda restauración por la desnaturalización de la política parlamentaraia, la falta de perspectivas y la incapacidad de evitar el choque con Cataluña que España no puede reprimir porque la UE no la dejará.

Mientras PP, PSOE y C's sigan aferrados al "no" al referéndum catalán, la única alternativa al escenario anterior serían nuevas elecciones. Según los gurús al uso estas serían desaconsejables porque su resultado no diferiría de la situación actual. No sé de dónde sacan esa conclusión. El resultado puede ser mucho peor que el actual. El partido de Iglesias puede estallar. Los andaluces no quieren ser menos que los catalanes de En Comú Podem y también piden "voz propia" en el grupo parlamentario de Podemos. O estos entran pronto en el gobierno (de ahí sus prisas frenéticas por pillar ministerios) o, al final, a Iglesias le va a quedar un grupo de cuatro incondicionales.

La pregunta obligada es: ¿por qué se empecina el PSOE en negar el referéndum catalán que, sin embargo, es compatible con sus antiguos documentos programáticos de la época anterior a Suresnes? A estas alturas del debate, vistos todos los argumentos doctrinales, políticos, jurídicos, históricos, etc, está claro que la única razón por la que el PP, C's y el PSOE se oponen al dicho referéndum es la razón de la fuerza. No porque no.

Debiera darles vergüenza, al menos a los socialistas. ¿No creen estos que España es una nación y, probablemente, muchos  ellos coincidan con el de los sobresueldos en que es una "gran nación"? Pruébenlo. Una gran nación, como el Canadá o la Gran Bretaña, no tiene miedo a reconocer el derecho de autodeterminación de sus naciones integrantes. Y estas, pudiendo decidir, no se separan. ¿Por qué no puede ser igual en España? Porque los nacionalistas españoles, en el fondo, desconfían de la nación que predican, no creen en ella y se malician que perderían el referéndum. Son falsos e hipócritas. Por ello prefieren mentir y obligar a las naciones del Estado español a permanecer en él en contra de su voluntad antes que correr el riesgo de que se descubra su superchería, que dura siglos.

Esa desconfianza, ese miedo cerval a quedarse sin un país heredado, tradicionalmente maltratado y administrado como un cortijo, los lleva a creer que, si se presentan a las elecciones en España con el referéndum catalán en el programa, las perderán. Tienen miedo. No se atreven. 

Las naciones no se han hecho nunca con cobardes. Confíen en el electorado español que es mayor de edad, demócrata e ilustrado. Incluyan el referéndum catalán en sus programas. Pruebe Podemos y haga pedagogía de la necesidad del referéndum. Ojalá el PSOE se liberara del peso muerto de sus dirigentes más reaccionarios y tuviera el valor de incluirlo igualmente, con la misma pedagogía. De ser eso así, esas elecciones serían tan plebiscitarias como fueron las del 27 de septiembre de 2015 en Cataluña; serían ese referéndum a nivel de toda España sobre la autodeterminación de Cataluña que los nacionalistas españoles (esos que dicen no ser nacionalistas) usan siempre para boicotear una salida civilizada y democrática a la cuestión catalana  que, repito, es la cuestión española. 

De esta forma también se desbloquearía la situación y se abriría la posibilidad de un referéndum vinculante catalán con una pregunta negociada con el Estado. Dicho sea, de paso, en memoria del recientemente fallecido jurista Francisco Rubio Llorente, quien aconsejaba asimismo la celebración de ese referéndum.

Y esto no sería una "segunda transición", esa tontería que repiten los políticos españoles incapaces de ver un palmo más allá de sus intereses personales. Sería algo mucho más profundo y duradero. El comienzo de la solución del viejo contencioso territorial que tiene al país postrado hace 300 años.

diumenge, 17 de gener del 2016

El referéndum catalán se hará

A este asunto va dedicado mi artículo de hoy en elMón.cat, L'inevitable referèndum. Ese referéndum que debió haberse celebrado hace años pero que tropezó con la intransigencia centralista de la oligarquía española, apoyada en esto (al igual que en otras cuestiones, como la monarquía) por el PSOE. Este está animado del mismo espíritu centralista pero disfrazado de jacobinismo, como si tal cosa fuera más progresista que la negativa de la derecha caciquil y nacionalcatólica a reconocer el caracter nacional de los territorios que lo tienen.

Ese referéndum que está siendo caballo de batalla en la esfera pública española y, sobre todo, en las perspectivas para un gobierno de coalición PSOE y Podemos. El referéndum, que Podemos, con notable, aunque tardía clarividencia, defiende, es considerado por el PSOE como impedimento absoluto para pactar nada. Se entiende está obsesión por el temor a perder votos en España. Los socialistas llevan ya muchos perdidos desde las elecciones de 2008 y, quizá por eso, actúa con esa contundencia de nacionalismo español.

Pero esto es un error garrafal y el PSOE no está para andar cometiendo muchos. No es verdad (o ya no es verdad) que un referéndum y su inevitible explotación demagógica del PP a través del España se rompe reste votos en España. Los tiempos han cambiado bastante; el electorado español probablemente ya no responde al patrón, siempre imaginado por la oligarquía y el clero, de gente simple, supersticiosa, cerradamente católica, firme sostén del trono y el altar. Cabe hacer pedagogía del derecho de autodeterminación en España. Lo ha demostrado Podemos y, si hay elecciones anticipadas, lo demostrará más.

Carles Puigdemont prevé un referéndum catalán sobre la nueva Constitución de la República catalana. El referéndum está en boca de todos y  todos sabemos que, al final, habrá que hacerlo. Quizá si Pedro Sánchez reflexiona un poco sobre el asunto, se libra del aliento centralista de Rubalcaba y repara en que solo se oponen al referéndum los sectores más arraigados, corruptos y caciquiles de la derecha española y los cuadros, dirigentes y apparatchiquis del socialismo, pueda replantear el asunto con una mentalidad algo más moderna.

Sería un buen momento para rectificar tanta baladronada de la más casposa gran nación española.

Esta es la versión castellana:



El inevitable referéndum.
                                                                                        
Cuanto antes lo veamos tod@s, mejor para el conjunto. 

Los primeros pasos de la nueva legislatura tras el 20D vienen acompañados de los típicos rifirrafes de negra honrilla por los que los actores tratan de pulsar la determinación de los demás. El Rey no recibe a Carme Forcadell; no agradece los servicios prestados a Mas; tampoco recibe a Carles Puigdemont. Todo ello, se supone, para mostrar el real desagrado por la deriva de la situación catalana. Todos los partidos dinásticos y cortesanos se ajustan al patrón de su señor natural y no felicitan al recién electo 130º presidente de la Generalitat. ERC, en justa repuesta, no irá a consultas mientras el Rey no enmiende su falta de cortesía. Y seguramente lo mismo debiera hacer CDC pues el desplante del Borbón es a las instituciones de Cataluña en sus representantes, no a un partido.

Resumen del mensaje por ahora: el independentismo catalán continúa con la iniciativa y sigue su plan. Frente a él, el Estado muestra su desconcierto y carece de proyecto y de respuesta al ajeno. Ni las formas sabe guardar. Puigdemont expone la hoja de ruta del nuevo gobierno, de transición de la autonomía a la independencia mediante referéndum sobre la Constitución de la República catalana en 18 meses, más o menos. En Cataluña hay un gobierno que tiene claro a dónde va. En España no hay gobierno y ya veremos si el que haya, si lo hay sin nuevas elecciones, sabrá a dónde ir. Los tiempos han cambiado mucho.

Los primeros en darse cuenta de ello han sido las izquierdas españolas en la oposición. Iglesias y Sánchez, finalmente, un poco a rastras, enmendaron el yerro y llamaron a Puigdemont, a comunicarle sus respectivos proyectos. Las demás fuerzas políticas españolas, Casa Real incluida, tendrán que buscar una salida cada vez más problemática al barrizal de grosería en que se han metido solas. 

El referéndum legal que propone Podemos y la reforma constitucional en sentido federal del PSOE llegan muy tarde. Pero, al menos llegan, y ofrecen una base para comenzar a hablar. Repárese en que son las primeras ofertas concretas, aunque muy imprecisas, que se hacen desde el Estado en más de cuatro años. Y vienen de la oposición. Ni el gobierno del PP como responsable político máximo, ni el Rey en su función de mediación, han sido capaces de abrir vía de diálogo alguno y mucho menos de hacer alguna propuesta de sentido. Ambos dos hablan mucho de diálogo, pero no lo practican y, si pueden, lo torpedean. Se han limitado a corregir su propia demasía, cuando, tras hablar con Felipe VI, Rajoy recogió velas y renunció expresamente a la aplicación del artículo 155 CE con el que había amenazado un par de días antes –sin duda por orden suya- su portavoz oficial, el joven recién Casado.
Por la parte catalana, bien claro lo dejó Puigdemont en su entrevista con Terribas, hay voluntad de entendimiento, negociación y concordia. Como es natural. Nadie está interesado en crear problemas y plantear escenarios de confrontación innecesaria o supuestos que generen inseguridad e incertidumbre y mucho menos en llegar más allá. Pero eso no quiere decir que el gobierno de Junts pel Sí condicione su hoja de ruta a las inexcrutables reacciones del Estado ni mucho menos vaya a suspenderla bajo amenaza o chantaje. 

La finalidad de este gobierno independentista es plantear en un año y medio un referéndum unilateral sobre el proyecto de Constitución de la República catalana. Dos conclusiones entrelazadas se siguen de aquí:

1ª) al final, la solución es un referéndum. Lo proponga el puro sentido común, lo propugne Podemos, lo imponga la Unión Europea u obedezca a un propósito del gobierno catalán, el resultado es siempre el mismo: un referéndum. Lo que los partidos dinásticos españoles llevan años rechazando y la Corona no quiere ni considerar. Un referéndum y un referéndum unilateral y vinculante que, como todo el mundo sabe, es la única forma civilizada y respetuosa con los derechos de la ciudadanía, de averiguar qué apoyos tienen las dos únicas opciones que aquí se enfrentan (independencia o no) y de adoptar las decisiones correspondientes con conocimiento de causa.
2ª) como lo plantea el gobierno de Puigdemont, ese referéndum es imposible de casar con la legalidad española, salvo que se hagan cambios de calado en esta para los cuales se precisa la correspondiente voluntad política. Y tal es el punto de ruptura, como siempre que la realidad impone un cambio que el ordenamiento jurídico impide. Para avanzar hay que reformarlo. Reforma o ruptura es la disyuntiva tradicional de todo cambio político desde que el mundo es mundo. La que se presentó en la misma transición española que, andando el tiempo, nos ha traído hasta aquí.

Así que el referéndum es la solución en que ambas partes podrían ponerse de acuerdo. Porque, digan lo que digan los partidos dinásticos y por mucho que pataleen los barones socialistas y sus viejas, viejísimas glorias, el referéndum es la única salida racional al atasco del Estado de 1978. De forma que, en realidad, hoy ya nadie (salvo los empecinados dinásticos) discute que ese referéndum se realizará. Lo que se discute es cómo se hará. 

Un referéndum unilateral, vinculante, pactado con el Estado en el que este todavía tenga algo que decir, es su última oportunidad. Cuanto antes lo vea, mejor para tod@s. Especialmente para él.