diumenge, 9 d’octubre del 2016

Entrevista a Palinuro en "El Español"

Me había llamado unos días antes para concertar la entrevista. O quizá lo había whatsapeado, de acuerdo con los tiempos. En todo caso, apovechó para documentarse y hasta se leyó mi último libro, La República Catalana. Así que, cuando Miguel García, un joven y dinámico periodista pelirrojo abundante en nobles recursos intelectuales, como Ulises lo era en tretas, agudo en el decir y certero en el preguntar, se sentó en mi despacho de la Facultad, sabía sobre mí mucho más de lo que yo imaginaba. Tuvimos una agradable conversación; condujo la entrevista por donde le interesaba; matizó lo que le pareció; repreguntó y, al final, respetó escrupulosamente lo recogido, lo redactó con pericia, poniendo en castellano castizo mi atropellado verbo y el resultado es esta espléndida pieza que hoy publica El Español y yo paso a reproducir íntegra, con sus entradillas. Advierto de que es larga.

Muchas gracias, Miguel. Hasta pronto.

“El comportamiento del PP es típicamente franquista”
“Lo más curioso es que haya una derecha civilizada que al parecer puede sobrevivir junto a la extrema derecha”
“No hay una posibilidad de responder a la iniciativa catalana con una iniciativa española”
“Tradición federal, en España no la hay ni entre los federalistas”
“Para mantener la unidad de España no hay más que desarrollar el Estado de las autonomías o llegar a un acuerdo con el independentismo catalán, pero que tendría que pasar en primer lugar por la celebración de un referéndum”
“España no es una nación. Ni lo ha sido nunca. Es un imperio”
“La historia de España no se comprende sin el PSOE”
“El PP no es un partido, es una asociación de intereses”
“La idea de unos medios de comunicación neutrales, que guarden equidistancia, es una quimera”
“La esperanza de la profesión periodística está en internet”

Hoy en día vemos una sociedad muy politizada, el telediario abre con el Parlamento, los programas de máxima audiencia son de debate, las tertulias proliferan por doquier… ¿se trata de una moda o el fenómeno ha venido para quedarse?
Yo es que no noto gran diferencia. Llevo viviendo en este país una pila de años y siempre se ha hablado mucho de política. Lo que sucede es que los últimos han sido son años de mucha problemática, y al final aunque la gente no quiera hablar de ello no le queda más remedio, porque les afecta directamente. La crisis, por ejemplo, ha afectado a todo el mundo, nos guste o no. Luego, el problema de la estabilidad política de España, la situación de la Monarquía como institución y el problema catalán, todo junto, hace que quien no esté afectado por una cosa lo esté por otra. Es lógico que haya un resurgir del debate público.

¿Por qué esta politización de la sociedad y del debate público no ha traído consigo entusiasmo por cambiar las cosas sino más apatía hacia éstas?
Probablemente tendrá que ver con la sempiterna herencia del franquismo.  Los cuarenta años de dictadura y de sometimiento  crearon una cultura política de desafección, indiferencia e inhibición. “No te metas en política” se decía entonces. Y se ha mantenido. A raíz de eso hay una falta de cultura política. Cultura en el sentido de conocimiento elemental. Y claro, aunque tú quieras darles la espalda, los problemas regresan; la gente tiene que pronunciarse y padece de falta de conocimiento, lo cual conduce a una inevitable quietud y sobre todo al desasosiego.
Son muchos los que hoy hablan de “franquismo sociológico”. ¿Dónde y de qué manera sigue presente Franco en la España contemporánea?
En los votos al PP, ¿no? Es lo más claro. El franquismo sociológico es evidente; cuarenta años de dictadura dieron para crear una clase social beneficiaria de las prebendas de un estado muy intervencionista que se permitía el lujo de repartir privilegios y favores a sus seguidores. Más o menos el mismo tipo de comportamiento que tiene el PP, típicamente franquista. Aquello se veía cada vez que Franco quería reunir a sus masas las convocaba en la Plaza de oriente y ahí iban cientos de miles de personas.
Ese sector de la población, que yo me atrevería a cuantificar en aproximadamente un cuarto de los españoles, nostálgicos de la dictadura, esos que han elaborado una cultura política de que “los españoles no tenemos arreglo”, “necesitamos mano dura”,  que “las libertades las convertimos en libertinaje”… todos ellos que han aceptado el discurso de la dictadura. Pero claro, no se puede salir por las televisiones diciendo que la dictadura era mejor que la democracia. Aunque lo piensan. Como lo piensan los señores del PP.
Los señores del PP son señores de un partido fundado por un ministro de Franco, no han condenado el franquismo, todos ellos son descendientes biológicos o ideológicos del franquismo. No hay más que ver sus trayectorias: hacen sus carreras, encuentran trabajo en el partido y de ahí ya no se mueven. Pero lo curioso no es que en el PP haya extrema derecha. Lo más curioso es que haya una derecha civilizada que al parecer puede sobrevivir junto a la extrema derecha.

Como indica en su último libro, La república catalana,  la apatía y la falta de movilización de la sociedad española contrasta con lo que sucede en Cataluña. ¿Por qué allí hay una movilización social capaz de unir a gente tan distinta por una misma causa?
Porque en Cataluña hay un proyecto, un objetivo político, que moviliza a la gente y en el resto de España no. Cataluña, para bien o para mal, ha aprehendido la idea de que pueden alcanzar la independencia, constituirse en Estado independiente.
¿Qué es lo que quieren? El reconocimiento como nación, que es un elemento de carácter simbólico,  y su articulación en forma de estado, que es el correlato jurídico-político práctico. El último granito de arena que se ha puesto este dislate fue la sentencia del Tribunal Constitucional de mayo de 2010, negándoles a los catalanes el derecho a calificarse como nación, salvo en términos estrictamente folclóricos y culturales, que no quiere decir nada. Eso da a una sociedad mucha fuerza y solidez.
 El hecho de que el movimiento sea transversal también es esencial, para que la gente pierda el miedo. Hasta hace poco, el nacionalismo burgués catalán no era independentista, hace un par de años se escindió y ahora hay una parte acaudillada por Artur Mas y sus gentes que sí lo son. Esto ha sido decisivo. Por un lado, por la respetabilidad burguesa, ya los empresarios no tienen miedo a declararse independentistas. Tampoco los curas, o las organizaciones de la sociedad civil. De hecho, el grado de asociacionismo de los catalanes es mucho mayor al del resto de españoles.
Y luego en España  lo que encuentras es un vacío; hay una dejación, hay una falta de conciencia nacional muy clara. No hay una posibilidad de responder a la iniciativa catalana con una iniciativa española.

El nacionalismo español divide a los partidos en vez de aunarlos, a diferencia de lo que sucede en Cataluña.
El nacionalismo español tiene dos campos. El campo tradicional o nacional-católico, conservador, y el campo liberal-progresista, al que suelen apuntarse los socialistas, lo que da origen a la leyenda de las dos Españas. Está muy mal entendida porque da la impresión de que hay una alternancia. No, eso no es verdad. Eso viene de una de las viejas teorías difundidas por el difunto constitucionalista Jordi Solé y su teoría del péndulo, de España como país pendular. Pero es falsa.
Si estudias Historia, los periodos de liberalismo son mínimos, ridículos, al lado de los grandes tiempos de conservadurismo, no hay una oscilación. ¿Y qué pasa? Pues que además es muy difícil, porque la oposición entre nacionalismo nacional-católico y el nacionalismo progresista o liberal es una oposición adjetiva, no sustantiva. Los dos están de acuerdo en que España es una nación.
Ni siquiera reparan en que no están de acuerdo en nada más. ¿Desde cuándo es una nación? Para los nacional-católicos, desde tiempo de los íberos, para los liberales, desde la Guerra de Independencia. De forma que hay una coincidencia de fondo y todo lo demás es discordante. La parte más débil es siempre la parte liberal. La parte más dura y positiva es la nacional-católica. Y cuando las cosas se ponen feas, se impone siempre la nacional-católica. Acabamos de ver en que los socialistas han decidido suicidarse para entregarse a los brazos del PP y hacer frente a la ofensiva catalana.

En el debate del independentismo catalán, ¿han perdido espacio las terceras vías? El federalismo, por ejemplo.
No han perdido terreno porque nunca lo han tenido. Has ahora, las terceras vías han sido maneras de salir del paso. Vamos a ver, el último que ha vuelto a invocar el “federalismo”, sacándolo del baúl de los recuerdos ha sido Rubalcaba, tras la declaración de Granada.  Se lo sacó de la manga cuando vio que, desde el punto de vista de su acomodación, el independentismo catalán era mucho peor que el vasco. Con el vasco pudo. Rubalcaba fue probablemente el mejor ministro del Interior que ha tenido España, porque terminó con ETA, que es un mérito que no debiéramos regatearle.
Pero ya no se pudo enfrentar al otro nacionalismo, al catalán, que no era violento ni terrorista. Y eso que parte importante de la propaganda contra el terrorismo de ETA era decir: “si calláis las armas, se podrá hablar de todo”. Resulta que los señores que tampoco hacen sonar las armas no pueden hablar de todo porque no se les deja. Ante esa situación, Rubalcaba, entonces decide hacer la propuesta y desenterrar el viejo federalismo.
Pero claro, no tiene ningún crédito. Primero: estuvieron muchos años en el gobierno, parte de ellos con Rubalcaba de ministro, y no hicieron nada. Segundo: no saben ni lo que es. En el partido socialista se habla mucho de federalismo, de su comité federal y tal y cual, pero no hay tradición federal. Al contrario, hay una tradición jacobina muy fuerte, muy centralista. Es más, yo creo que tradición federal, en España no la hay ni entre los federalistas.

Pi i Margall, ¿quizás?
Pi i Margall tenía una idea apróximada, nada más. ¿Qué federalismo conocía Pi i Margall? El que había leído en Prudhon, que era francés. Pero del federalismo suizo, del norteamericano o del alemán no sabía nada.
Y si a eso le añades la desagradable experiencia de la I República, que fue un desastre, y todo el mundo el mundo la carga al federalismo, lo que es muy injusto. Habría que cargárselo a muchísimas otras cosas, a la particular idiosincrasia de los españoles, su manía por los extremismos…en fin, cargaron a los federalistas con la culpa.
¿Y el resto de concepciones políticas?
Pues todavía peor. La idea de confederación,  que renace de vez en cuando en las propuestas iberistas, tampoco puede funcionar. Primero porque les pasa lo mismo que a los federalistas: no saben lo que es.
Y en segundo lugar, la confederación, esa sí que es una forma de organización territorial del Estado inestable. No hay ni una sola confederación en el mundo. Ni una. Una confederación es una forma que se organiza, bien para acabar fraccionando un estado, bien para acabar formándolo en una federación. Los Estados Unidos empezaron como confederación, pasaron a una federación, Suiza empezó como confederación y sigue llamándose confederación helvética, pero es una federación desde la reforma de 1848.
De modo que no hay fórmulas alternativas. Para mantener la unidad de España no hay más que desarrollar el Estado de las autonomías, que a mi modesto entender no tiene desarrollo porque es un fracaso, o llegar a un acuerdo con el independentismo catalán, que no sé en qué términos podría darse, pero que tendría que pasar en primer lugar por la celebración de un referéndum, con el compromiso firme de todas las partes de respetar el resultado. A esta situación de no retorno nos ha llevado una fastuosa incompetencia de la clase política española.

En el libro rescata la idea de organizar un referéndum en toda España sobre la independencia de Cataluña, en el que habría tres opciones: “sí”, “no” y “que hagan lo ellos que estimen oportuno”. ¿Sigue pensando que ganaría la tercera opción?
Yo pienso que sí. ¿Por qué? Pues porque está muy en la tradición histórica española el respeto a los vecinos, el no meterse en su casa. No tanto en su clase política, pero sí en la gente. Por ejemplo, pertenece al carácter castellano el no meterse con los vecinos. ¿Y cómo es posible eso, si luego los castellanos se han extendido y han configurado el Imperio Español? Porque una cosa es el pueblo, y otra cosa es la oligarquía dominante, que ha gobernado siempre en contra de los intereses de la gente.

¿Fueron la I y la II República ocasiones perdidas para nacionalizar a las masas?
 Yo no les llamaría oportunidades perdidas por una sola razón, y es que las dos fueron ahogadas en sangre. No son oportunidades perdidas, son oportunidades yuguladas.  Oportunidades yuguladas por dos reacciones, la segunda mucho más violenta y criminal que la primera.
La reacción tras la I Republica fue más suave, dio paso a un régimen constitucional defectuoso, comido por su propia corrupción caciquil, pero formalmente liberal. Mientras que la segunda reacción fue bestial, genocida. Dio lugar a una dictadura de 40 años que no tiene justificación..
De todas formas, yo no creo que esa posibilidad de “renacionalizar” España se diera porque no es un problema de que España necesite una renacionalización. No, necesita un examen de conciencia, porque España no es una nación. Ni lo ha sido nunca. Es un imperio, compuesto de varias naciones, entre ellas la castellana dominante.

¿No sería una situación semejante a la de otros grandes estados europeos surgidos por la unión de diversos pueblos que acabaron formando un imperio? Francia, Reino Unido, Italia, Alemania…
Sí. Francia e Inglaterra por un lado, e Italia y Alemania por otro, se le parecen mucho, pero hay matices.
Muy sencillo, España constituye su imperio en el siglo XVI, antes de la propia existencia del concepto de “nación”, mientras que Inglaterra y Francia lo constituyen en el siglo XIX, ya como naciones consolidadas. La diferencia está ahí: Inglaterra y Francia fueron nación antes de ser imperio, España fue imperio antes de ser nación, y no le dio tiempo a constituirse totalmente como nación, sobre todo porque además carga sobre sus hombros la tarea de ser la adelantada del catolicismo.
El hecho de haberse convertido en adalid de la Contrarreforma supuso el fin, si alguna vez las hubo, de las aspiraciones nacionales españolas. Salir en defensa de Trento hizo España se quedara voluntariamente al margen de la Reforma y de todo lo que trajo consigo: individualismo, contractualismo, tolerancia… todo eso en España no existía. Y volvió a cerrarse después, en tiempos de la Ilustración, de manera que España no alcanzó a tener conciencia de nación por aquel entonces.
Sí que alcanzó a tener conciencia de nación, fíjate lo pintoresco del asunto, a través de las Cortes de Cádiz, tomándolo como concepto francés. Es decir, unas clases dirigentes se sublevan contra el invasor, invocando como razón de la sublevación el dogma del invasor: la soberanía nacional.
Los casos de Italia y Alemania son peculiares y claros. Toda la teoría sobre la nación cultural y la nación política la elabora un alemán, Herder. La suya, al igual que la italiana, es una nación que se constituye tardíamente. Ese es el nombre que tienen, “las naciones tardías” del siglo XIX. Pero no viven en esa contradicción: las dos intentan su fallida aventura imperial después. En cambio, en el momento que las otras naciones se constituyen como imperio, España lo pierde.

Volvamos al presente. La reciente situación de crisis y división en el PSOE, ¿se trata de un hecho coyuntural o es algo más?
El PSOE ha llegado a esta situación por la incompetencia de sus dirigentes, está clarísimo. Normalmente, cuando una organización fracasa, la culpa es de los que mandan. ¿Es solo una crisis coyuntural? Vivimos en una época dominada por los medios de comunicación, que son presentistas y van muy apresurados, de modo que no nos da tiempo a mirar el fondo de las cosas.
El PSOE tiene 137 años de historia. La historia de España no se comprende sin el PSOE. El PSOE ha estado prácticamente en todos los momentos importantes de la historia de España, es el partido más antiguo que hay. El PP se fundó tras la muerte de Franco. Podemos es de hace dos años.
 Implícitamente, los de Podemos han heredado una tradición de la izquierda radical de corte comunista que les sitúa en torno a la división del movimiento obrero, en 1919. De hecho, ellos tienen muchos referente bolcheviques: Lenin, Trotsky, Bujarin…pero eso no quita que sean un partido aluvión de solo dos años, con descontentos de aquí y de allí. Si mal no me consta, el señor Echenique hasta hace dos lunas militaba en Ciudadanos. Esta gente no puede llegar a entender la perspectiva que tiene un partido de 137 años, donde la consolidación de la marca es muy importante.
En todo ese tiempo, el PSOE ha pasado por todo: Largo Caballero fue a parar a la cárcel por protagonizar la huelga de 1917, y de la cárcel lo sacó Miguel Primo de Rivera y lo nombró miembro del Consejo de Estado. El partido fue el alma de la II República y de la Constitución de 1931. Y sin embargo, se sublevó contra la República en 1934.
Las peleas dentro del PSOE han sido monumentales. Indalencio Prieto no podía soportar a Negrín, y Negrín creía que Indalencio Prieto era un traidor. Julián Basteiro los traicionó a todos, dio un Golpe de Estado y le entregó la República a Franco, y luego Franco lo dejó morir en la cárcel de asco. ¿Qué hizo Felipe (González) con Llopis?, el venerable Llopis, que llevaba allí no sé cuantos años de secretario general? Lo tiró por una ventana. De forma que uno piensa que ésta es una crisis más.
Ahora, de crisis coyuntural en crisis coyuntural, puedes llegar a la crisis final sin enterarte.  

¿Existe el riesgo, tal y como proclaman los agoreros, de que el PSOE se convierta en un partido andaluz y Podemos le reemplace en todo el país?
 Puede pasar, sí, y estaría dentro de la previsible evolución de España hacia una vuelta a los reinos de taifas. Lo más importante para entender este repentino auge de Andalucía es la depresión catalana. El PSOE aparece como partido andaluz porque el Partido Socialista de Catalunya (PSC), que hacía de contrapeso, ha desaparecido.
Pero si eso pasa y el PSOE se queda en un partido andaluz, Podemos también. El empeño de articularse como opciones alternativas en las comunidades históricas no tiene buena pinta. En Marea no es determinante. En Comú Podem, tampoco. En el único sitio en el que es determinante, por las peculiaridades del lugar, es Euskadi. En Madrid y en el resto de España tampoco.

¿No es determinante Ada Colau, por ejemplo?
Ada Colau no es Podemos, sino un peligro para Podemos. Es la que puede articular un partido de carácter lerrouxista. En Cataluña la tercera vía es el lerrouxismo: convencer a los catalanes de izquierdas de que deben mantener el ideario de la izquierda pero hacer frente al nacionalismo. Esa es la función de Podemos, y se la puede quitar Colau.
La historia de los ‘barones socialistas’ es aburrida a fuerza de oída. Y muy cierta. “El PSOE puede convertirse en un partido de barones”, comentaba Borrell el otro día. ¡Es que ya lo son! ¡Pero todos los partidos! ¿Qué es el PP? ¿Y qué es Mónica Oltra? ¿Y la señora Colau? ¿Y el señor Beiras? Barones que los sacas de su sitio y es como si estuvieran en otro país.
Partidos de barones son todos. Y si dejamos de engañarnos y sustituimos los términos… ¿Cuál es la palabra?

¿Caciques?
¡Bien! Oligarquía y caciquismo como la forma de gobierno en España y el modo de remediarla, libro poderoso de don Joaquín Costa, que por desgracia sigue vigente en la actualidad.

¿Por qué la derecha en España presenta una mayor cohesión, frente a una izquierda siempre dividida?
El PP no es un partido. Es una asociación de intereses. Si eres un joven prometedor de provincias y quieres hacer carrera en política, métete en el PP. Y en poco tiempo podrás colocar a todos tus familiares. En una asociación de intereses no hay enfrentamientos ideológicos.
¿Cuál es la ideología del PP? Aznar, que de todos era el más listo, estaba empeñado en darle al PP consistencia ideológica y fundó la FAES. Por eso también se empeñó en ingresar en la internacional demócrata cristiana, en la que no podía entrar porque también estaba el PNV, que sí es un partido demócrata cristiano. Y consiguió que lo echaran para entrar ellos. Ingresó también en la FAES con la idea de dar consistencia ideológica a la derecha española, y no lo ha conseguido, por eso se acaban de desvincular. Una asociación de intereses no se divide más que en el momento que llegan a los tribunales, y toca decidir quién se come el marrón.
En los casos de CiU y del PNV hay algo más, cuidado .CiU era un partido nacionalista, que tenía un componente antiguo y venerable, Unió, y uno nuevo que montó Jordi Pujol, Convergència, muy relacionado con Banca Catalana. Siempre que tienes que realizar una acción necesitas dinero. Pero tenía un elemento simbólico nacionalista importante que agrupaba a sus miembros. Y en el caso del PNV, además del elemento simbólico nacional tiene al cristianismo. Esos dos elementos simbólicos cohesionan. A ello hay que sumar la cohesión de los intereses, porque son partidos tremendamente clientelares, igual que el PP. En el PNV se hace carrera, de padres a hijos, igual que en Convergència i Unió se cobraba del 3% de padres a hijos. Son incluso más piñas cerradas que el PP porque juntan los dos elementos aglutinantes: la ideología y el interés.

En el panorama político español actual, ¿cuál es el rol de los medios de comunicación?
Muy negativo. Son tremendamente partidistas, de una ignorancia penosa, no cumplen su función ni de broma. La televisión no se puede ver, es un órgano de adoctrinamiento. Todas, tanto las de los gobiernos como La Sexta. Y los periódicos, son periódicos de partido. La idea de unos medios de comunicación neutrales, que guarden equidistancia, es una quimera.

¿Se hace entonces periodismo para convencer, más que para informar?
Claro que sí, creo que la gente va a leer y escuchar lo que quiere leer y escuchar. Y si escucha o lee en su periódico, en su radio o en su televisión algo que no le gusta, protesta. Y tengo ejemplos: cuando Francisco Umbral, ya difunto, se cabreó con El País, tenía tanto nombre que lo contrataron en ABC.Y empezaron a llover cartas de los lectores, amenazando con darse de baja si este señor seguía escribiendo ahí, y tuvo que irse, lo recogió Pedro J. en El Mundo.
Es la pescadilla que se muerde la cola: los medios le dan a sus audiencias lo que las audiencias quieren oír, y las audiencias buscan en los medios lo que quieren leer y escuchar. Todo eso tendría que ser objeto de una mínima pedagogía para que el espectáculo que diéramos no fuera tan lamentable y bochornoso
A un carácter francamente tabloide y sensacionalista de los medios añádele una bajísima calidad y un partidismo detestable: si tú te pones delante de un televisor y le ves la cara a la gente te puedes ahorrar la tertulia, ya sabes lo que van a decir.
Y todo esto se mezcla además con el enorme grado de corporativismo que tenéis en la profesión. Hay un tío en la tertulia porque le ha abierto un sitio otro tío de la tertulia, no importa su categoría intelectual, se hable de lo que se hable van a soltar todos las mismas tonterías al servicio de quien les pague. Se convierten todos en ‘todólogos’, como dice Carlos Taibo muy bien.

¿Deberíamos aproximarnos al modelo anglosajón que prioriza la información sobre la opinión y tiene la objetividad como meta?
Yo no sé si priorizaría la información sobre la opinión. La propia distinción entre información me parece demasiado simplificada. No hay información sin opinión, es imposible. Un análisis del contenido del discurso te revela que toda información es opinión.
No tienes más que ver el lenguaje con el que se redactan los reportajes y las noticias sobre violencia de género para darte cuenta de que es que es así. Esta mujer no “ha muerto”, ¡la han asesinado! Y si tu pones “ha muerto” estás colaborando con eso.
Por otro lado,  la opinión puede tener mucha más carga informativa que la información. Y aquí la opinión se te cuela hasta en los titulares. Compara un titular de El País con uno de El Mundo; los dos son ideológicos, los dos están cargados de opinión.
Y habría muchas otras cuestiones que tocar, desde el tipo de estructura empresarial al modelo de financiación, el control de los medios públicos… y sobre todo, lo que es muy importante, la competencia dentro de la propia profesión. El corporativismo es un error. El corporativismo mata las profesiones, interesa que entre aire nuevo, que un periodista pueda meterse con otro periodista, como un empresario se come al otro empresario.
La esperanza de la profesión periodística, a mi modesto entender, está en internet.

Entonces, ¿es optimista ante el nuevo escenario configurado por los medios digitales y las redes sociales?
Mucho. Para que nos vamos a engañar, yo, la prensa de papel, ni la toco. Pero desde hace como veinte años. Nada. Corrijo habitualmente a los que dicen “es que Internet es la muerte de la prensa escrita”. No, no; la prensa digital también está escrita, que yo sepa no está dibujada. Lo que tiene lugar es la muerte del papel. No solo de los periódicos. Yo escribo libros, también es la muerte de los libros, vamos a dejarnos de tonterías.
Dentro de poco, aquí no queda papel para nada, ni falta que hace. Mejor así. Nadie escribe postales, ni telegramas, el Boletín Oficial del Estado ya no se edita. ¿Por qué vas a llorar porque desaparezcan los periódicos de papel si desaparece todo? Excepto el higiénico, todo el papel desaparece.
¿Yo cómo me informo? En Twitter y en Facebook. La red tiene la ventaja del enlace, del hipervínculo, que te permite acceder directamente al contenido del artículo. En un debate en la red, tú puedes contrastar la información en tiempo real, no tienes que ir a la biblioteca para comprobar si un dato es falso.
En las penúltimas elecciones en Estados Unidos, un tío puso en marcha un bulo sobre el servicio militar de Bush para favorecer a Obama, creo recordar. Tardó tres horas en desmentirse. Eso no hay manera de combatirlo.

Hablemos de su sector, la educación. ¿El fracaso de nuestro sistema educativo ha acabado limitando al ciudadano?
No solo el sistema educativo, pero el sistema educativo contribuye a la mala condición del producto final. Las instancias de socialización en las que el individuo se convierte en ciudadanos son tres: la familia, el barrio o la sociedad civil y la educación. Si falla uno, malo, si fallan los tres, estamos perdidos.
La familia en España está hipostasiada por la educación católica, son mecanismos de reproducción del conformismo social y del autoritarismo dominante descarados. Hay una glorificación de la familia en el sentido católico, pero no en el cívico. No hay una religión cívica en España como la que proponía Rousseau, que se basaba precisamente en la fortaleza de las familias.
La sociedad civil ya ni te cuento. Esto es el reino del hampa, no hay modelos cívicos ni estructura asociacionista. ¿A cuántas asociaciones pertenecen los españoles? A ninguna. El índice de filiación a los sindicatos es bajísimo, el de los partidos políticos también. No hay conciencia cívica ninguna.
¿Moral pública? Cero. Aquí, en cuanto un tío roba, el personal se le pone al lado. Todos los ejemplos morales de edificación del espíritu colectivo no existen, porque no hemos participado de la cultura de creación de ese espíritu cívico de Europa. Esa falta de sentido cívico está basada en la idea de tú piensas lo tuyo y si puedes robar, roba. Aquí la gente ve que otro se salta la ley, y no lo denuncia.
Y llegas al tercer pilar, que es la educación… pues eso. Unas gentes que vienen de familias que no cumplen la ley, de barrios y sociedades civiles que tampoco cumplen la suya, pues está la educación de la misma manera: “estudio para aprobar”, “apruebo para que me dejen en paz” y el resultado es que en todos los índices y en todos los rankings estamos los últimos.

¿Y no considera fundamental que nuestro sistema educativo sea en exceso memorístico y no haya lugar para el debate ni el pensamiento crítico?
Por supuesto. Aquí ha reinado el fantasma de la clase magistral de un señor que se lo sabe todo, sentando cátedra sin oposición. Eso nos lo cargamos nosotros, los del 68. Pero pusimos en pie algo peor; sustituimos la clase magistral por grupos asamblearios de discusión libre donde reinaban los analfabetos. Y entre el dogmático que no admite crítica y la jauría de analfabetos, esto no funcionaba.
Se ha reformado bastantes veces el sistema, hemos copiado el modelo alemán, el norteamericano, el inglés…no solo es un problema educativo, está imbricado en un problema de conjunto del país que no es viable como tal, porque le faltan los elementos esenciales que lo constituyen, le falta prácticamente todo. ¿Pero tú crees que podemos tener de presidente del Gobierno a un señor que se pasa los fines de semana mirando el partido de fútbol?

Ya para concluir, ¿cómo se imagina nuestro país dentro de 50 años?


No me lo imagino. A mí me gustaría una configuración de España con conciencia de nación, que abarcara toda la Península, incluida Portugal, por decisión voluntaria de todas sus partes, que se reservan el derecho a la separación siempre que quieran. No concibo una asociación que no conciba que sus miembros se puedan ir. ¿Qué orgullo se puede sentir de formar parte de una nación que obliga a otra a formar parte de ella aunque no quiera? Me gustaría además que esa nación ibérica tuviera muy escaso sentido identitario, para que pudiera abarcar también a todas las naciones castellanohablantes del planeta. 

La izquierda servil

Es el destino de España. Mejor dicho, el de las dos Españas. Una de ellas, la tradicionalista, nacionalcatólica, autoritaria y caciquil se impone siempre a la otra, progresista, liberal, de izquierda. Normalmente a la fuerza, pero también por sumisión de esta que comparte muchos principios con aquella y no ha sido capaz nunca de proponer una idea, un proyecto propio, autónomo, de España para contraponerlo al otro, al de Trento. Su tono habitual es ese balido resignado del presidente de la Gestojunta que se ha hecho con el poder en el PSOE. "No hay una alternativa de izquierdas" solloza este político socialista. Ni siquiera la ha buscado. Es el derrotismo y la claudicación de una izquierda servil que hunde sus raíces en la historia. Recuérdese que los serviles son coetáneos de los liberales en las Cortes de Cadiz y, después de estas, impusieron la claudicación durante todo el sigo XIX con escasas y breves y agitadas interrupciones: el trienio liberal, la ambigua Constitución de 1837, la Gloriosa y párese de contar. Del siglo XX, mejor no decir nada.

No caigamos en la tentación de atribuir la pusilanimidad de la izquiera a la idiosincrasia española. Quizá tenga que ver su carácter de clase. No es servil por ser española, sino por ser una izquierda burguesa. Lo mismo pasaba en Alemania por aquellos años. Reunidos en la iglesia de San Pablo, en Frankfurt, 1848, los revolucionarios liberales alemanes salieron en 1849 con una Constitución liberal del Imperio alemán. Muy ufanos fueron luego a pedir al Rey de Prusia que la aceptara, contando con comprarlo con el cargo de Emperador pero este los mandó de vuelta por do habían venido. También allí había liberales y serviles.

Sin embargo, tampoco puede el servilismo atribuirse a la clase burguesa sin más. El marxismo de copypaste no funciona. Burgueses eran los revolucionarios ingleses del siglo XVII y burgueses los franceses del XVIII y ambos, en lugar de someterse al monarca, le cortaron lindamente la cabeza. Burgueses eran los colonos norteamericanos que también en el XVIII se rebelaron contra el Rey Jorge III y no se sometieron, declarándose independientes. Toda comparación es odiosa.

Mientras se encuentra una explicación al servilismo de la izquierda española, podemos detectar su última y más lamentable manifestación. Entre las falacias y sofismas que el señor Fernández reparte generosamente por todos los medios, todos curiosamente a su servicio, hay una muy llamativa: "quede claro que El PSOE no se plantea en ningún caso una alianza con el PP, pero claro que hay asuntos de Estado en los que siempre estaremos con el Gobierno". ¡Asuntos de Estado! Ese es el conjuro, el abracadabra que pone al PSOE al servicio de la derecha, con la íntima satisfacción de todo servil, que va de patriota.

A la derecha tiene el lector la jaculatoria en boca de Rubalcaba en 2013. No es extraño que el ABC le dedicara la portada. Y debió de faltarle el canto de un euro para declararlo "español del año", como hiciera con Pujol. Esa declaración de Rubalcaba consagra la involución del PSOE para convertirse en un partido dinástico, aclara por qué no hubo oposición en la Xª legislatura y explica el hundimiento del PSOE a partir de entonces. Y también explica más cosas. Por ejemplo el reciente golpe de mano en el partido. Lo anunciaba Rubalcaba, incorporado al Consejo editorial de El País y lo suelta este Fernández en su afán por justificarse: tema de Estado, asunto de Estado.

¿Qué Estado? Muy sencillo y para entendernos, el que le cabía a Fraga en la cabeza, según desafortunada expresión de Felipe González. Y ¿qué Estado podía caber en la cabeza de Fraga? Este, heredero del de Franco, con su Rey, sus ideólogos, sus jueces, sus policías, sus militares, sus curas, sus falangistas, sus banqueros, sus latifundistas, sus empresarios y sus caciques. Este, el de España una, grande y libre. Una y solo una, que celebra su alegre diversidad de tierras y gentes. Pero siempre dentro de un orden, sin pasar del "sano regionalismo" (Fraga). Ante ese orden y ese Estado inclina servil la cerviz la izquierda porque ha sido incapaz de forjar otro distinto, democrático, libre, plurinacional. ¿Qué Estado? El de siempre, el enorme e inútil armatoste español patrimonializado por la derecha; el sistema de corrupción y sinecuras en que hacen sus carreras los señoritos de la oligarquía y sus mesnadas de obedientes servidores. Si la izquierda es lo suficicientemente mansa de vez en cuando se le deja administrarlo para que parezca alternancia. Pero sin tocar los resortes del verdadero poder. Se permite a los de izquierdas codearse con los de siempre -con las puertas giratorias, las blacks y otras prebendas- pero no que sean alguien en verdad. Llegado el momento decisivo, se les exige obediencia ciega, servilismo. Y eso lo bordan.

Cataluña es hoy la cuestión, el asunto de Estado. Y, no sabiendo por dónde acometerlo, el PSOE claudica y se echa en manos de la derecha para que sea ella quien haga frente a la insurgencia cívica catalana. Que lo hará -ya está haciéndolo- según su espíritu y maneras, mediante la represión, la coacción, los tribunales, lo que haga falta. Y no bastará con que la izquierda socialista vaya voluntariamente uncida  el carro de guerra del PP sino que tendrá que dar su apoyo explícito a lo que haga porque, ya se sabe, en "asuntos de Estado", el PSOE es uña y carne del gobierno.

Lo tienen apalabrado hace meses. Dice Fernández que se escuchará a la militancia en la que es mayoritario el NO es NO, pero que la decisión sobre la abstención corresponde al CF. O sea, a él, a Susana Díaz y a Felipe González. Y han de tomarla a toda velocidad porque crece la contestación en las bases como cuando ruge la marabunta. Y lo que podía pasar a estos conjurados de opereta es que se impusieran unas primarias y saliera reelegido Sánchez.

Añade en otro lugar el locuaz señor Fernández que la concepción frentista de la política es condenable. Pero él está trabajando para formar un frente nacional con la derecha. No hay inconveniente en creerle cuando dice que la abstención no impedirá una decidida labor de oposición del PSOE. Bueno, no hay más inconveniente que la experiencia de que el PSOE lleve cinco años sin hacer oposición. Démosle, no obstante, un voto de confianza y creamos que se opondrá a los presupuestos y a la ley tal y la norma cual y esto y lo otro. Pero en los asuntos de fondo, de Estado, irá de la mano con el gobierno. Y el asunto de Estado es Cataluña. Cuando la petición de suplicatorio para procesar a Carme Forcadell a instancias del TC llegue al Parlament, ¿qué votará el PSC?

Esa condición servil del liberalismo y el socialismo democrático se ve confrontada por primera vez por una especie de rebelión de la militancia. Esta, probablemente, se entristece al avistar el callejón sin salida a que han llevado los conjurados al socialismo español, se indigna al ver cómo en su nombre se amnistía al gobierno y el partido más corruptos de la democracia y se enfurece con los desprecios de Podemos y las bravatas de Iglesias que ya da al PSOE por difunto. Y lo estará, si las bases no lo resucitan.

El desconcierto de la izquierda, con todo, no acabará aunque el PSOE desaparezca por el sumidero de la historia. No hay nada ni nadie con qué sustituirlo. Se han cargado un partido centenario para nada.

dissabte, 8 d’octubre del 2016

Cuestión de confianza

Llevamos meses atascados en una situación inverosímil. Nadie forma gobierno. Nadie puede formar gobierno. Casi parece que no quieran. Diez meses sin legislar, con un gobierno en funciones que se niega a responder de sus actos (por lo demás, bien pocos y destinados a Cataluña) y una administración paralizada al extremo de que ni había provisto los fondos precisos para el premio Cervantes. Y todo eso en medio de una crisis que ya es crónica, de una actividad judicial a causa de la corrupción sistémica abrumadora y de un conflicto institucional en Cataluña de consecuencias imprevisibles.

A la hora de regodearnos en nuestro excepcionalismo negativo, nuestra incapacidad para organizarnos, nuestro triste sino de soportar gobiernos ineptos y/o corruptos, conviene recapacitar sobre la impactante imagen de portada de El País y su información: Italia ha rescatado 11.000 migrantes en 48 horas. Esto es un desastre y el mundo está muy mal. En gran medida por culpa nuestra, de Europa y de Occidente en general y, encima, cada vez lo hacemos peor. Da un poco de vergüenza, la verdad, ocuparse de nuestros pequeños enredos cuando se ven tragedias de esta magnitud. Pero seguimos en ello, como si nada más importara. Hasta que empiece a importar.

La crisis del PSOE es descomunal. Fernández está hablando con Rajoy sobre la abstención. Van a toda pastilla. Es un Blitz en el que se enfrenta siempre al adversario con los hechos consumados. Cuando la militancia quiso darse cuenta, ya se había quedado sin SG. Ahora, antes de que pueda reaccionar, se pretende que el gobierno de Rajoy por abstención del PSOE sea un hecho. Les corre prisa.

Con razón. Además de las noticias sobre bajas a montones en la militancia, está organizándose una fuerte resistencia interna. Se recogen firmas sosteniendo el NO es NO y pidiendo primarias. El alcalde de Jun, José Antonio Rodríguez, que es un as en las redes, tiene miles de firmas de apoyo a Pedro Sánchez. Es un movimiento sano de la militancia que aún permanece y que merece triunfar. La Gestora, cuya legitimidad está en entredicho, tiene que atender a ese estado de ánimo de las bases. No puede actuar como ejecutora de un designio tramado a espaldas del partido y mantenido por la fuerza y la ocultación. Sin duda los conjurados en favor de la abstención piensan que están salvando a la Patria por encima de banderías y partidos. Pero esa es una opinión como otra cualquiera que no debe imponerse por conspiraciones palaciegas.

Para mayor bochorno, los "gestores" (que son todo menos gestores pues no gestionan nada sino que toman decisiones de largo alcance) se encuentran en una posición ridícula a fuer de desairada desde el momento en que el PP no necesita ya la abstención de los socialistas. Al haber defenestrado al SG, el PSOE se cierra el recurso a unas terceras elecciones y ya solo le queda abrir paso al gobierno de la derecha. La abstención no es una posibilidad, sino una necesidad. Hace falta ser inútil para colocarse voluntariamente en esa situación. Y produce bastante indignación ver como ese señor Fernández, elegido por un golpe de mano, acude a La Moncloa a entregar cinco millones de votos al mismo gobierno contra el que esos votos se depositaron. Es una claudicación y una venta desvergonzadas. Es el fin de un viejo partido.

Porque el PP lo deja meridianamente claro: la abstención no basta; hay que colaborar activamente con la derecha en lo que haga falta, garantizar la estabilidad. Es una cuestión de confianza y, si no la hay, ya se sabe, vamos a terceras elecciones. Confianza, en efecto, es la palabra. Lo ha sido en los últimos años. Nadie confía en nadie. El PP pide lo que él no da. Y se lo pide al PSOE en donde acaban de tumbar al SG porque el cogollo baronil y el patriarca González no se fiaban de él. En C's, la confianza se regala sin tasa ni tino, aquí y allí, lo que demuestra lo que se la valora. En Podemos, por el contrario, la confianza no se da porque no se sabe qué es. Está supeditada al triunfo y, por lo tanto, no existe.

Ocurre lo mismo con las instituciones. El conflicto entre España y la Generalitat catalana -que es la razón del giro copernicano del PSOE en relación al PP- está alimentado por una desconfianza mutua profunda. La Generalitat no se considera parte del Estado y el Estado no está dispuesto a reconocer a la Generalitat más competencias que las que emanen del Estatuto interpretado por el Tribunal Constitucional.

Cuestión de confianza también la que empieza a apuntar en el socialismo en la fractura entre el PSOE y el PSC. Este presenta una iniciativa parlamentaria por la que se propone una reforma de la Constitución para hacer de España una federación plurinacional con reconocimiento de los derechos históricos. Es, desde luego, mucho más de lo que el PSOE puede deglutir y, además, es muy ilusorio. La reforma federal de la Constitución no tiene mayoría probable pero, aunque la tuviera, tampoco está claro que la fórmula sea compatible con la monarquía. Especialmente en Cataluña, en donde hay una aspiración a la República.

Si el PP se obstina en amenazar con terceras elecciones, el PSOE debiera aceptarlas. Las elecciones no son algo diabólico sino un buen procedimiento para adoptar decisiones colectivas. Lo único que tienen que hacer los socialistas para contrarrestar la amenaza es presentar a Pedro Sánchez de candidato. La cuestión es si se atreven, porque esa candidatura tendría algo de plebiscitario al dar vía libre al candidato. Este podría hacer suya la fórmula propuesta por el PSC. Algo es algo. Al menos en España porque en Cataluña, esa vía no funciona por anticuada.

España está en una crisis constitucional y es inútil querer atajarla con maniobras de salón.

divendres, 7 d’octubre del 2016

La bronca socialista y el fondo catalán

El tiro del golpe está saliendo por la culata. Los conjurados no se esperaban esta reacción de las bases y esta sí que es espontánea y tiene un aire impecablemente democrático. Negarse a escucharlas, como hace la señora Díaz, no es buena práctica y pone más de relieve el autoritarismo que traspira toda la operación. Dice Díaz que es tan capaz de defender los intereses de España como los de Andalucía. Es un lenguaje caudillista. Nadie le pide tanto. Basta con que no estorbe y deje de hacer dislates, como ese de favorecer los intereses de España y los de Andalucía cargándose el PSOE.

No es exageración. Las colectividades, las asociaciones, y el PSOE es una, procuran siempre sobrevivir y se preparan para hacer frente a los peligros previsibles. Los imprevisibles son otra cosa. Que el PSOE dinamitara desde dentro su posición de relativa fuerza y mandara al ostracismo a su líder en mitad de la batalla era algo imprevisible. El desconcierto que reina ahora mismo en el partido es buena prueba de ello. Nadie sabe con certeza qué pueda hacerse. La comisión gestora, o sea, la junta de alzados, trae una misión a modo de mandato: el PSOE debe abstenerse y permitir un gobierno de Rajoy. Lo que no se sabe es quién le ha dado ese mandato, aunque se supone en dónde se ha urdido.

Pero la oposición interna está siendo muy fuerte y cuestiona la legitimidad de la gestora para negociar nada con el gobierno y menos que nada, la abstención. Esto pone de los nervios a los gestores que no saben cómo salir airosos. Por eso desbarran al reciente estilo andalusí y el presidente de ese dudoso órgano aclara para las almas cándidas que El PSOE podrá consentir la investidura, pero no va a proporcionar estabilidad. Es un modo tan inepto de plantearlo que cabe dudar de si hemos oído bien. Parte el señor Fernández de que el PSOE (o sea, él y sus amigos) podrá "consentir la investidura", un modo disimulado de darla por supuesta. Abstenerse, pero anunciar que no habrá estabilidad es algo incomprensible. Si no se quiere la inestabilidad solo hay dos posibilidades: o se abstiene uno y, si lo hace, obedece luego todo lo que se le ordene o bien no se abstiene uno, vota en contra porque  NO es NO y vamos a terceras elecciones.

Sin embargo, no será así. A pesar de la Gürtel, las black, la Púnica y demás tropelías, el PSOE dará el gobierno al PP porque la operación de salvación nacional está ya en marcha. Rajoy estaba informado de la operación tramada por PRISA, Felipe González y la taifa sevillana. La clase dominante, las empresas, la banca, la Iglesia o alguna de sus órdenes metomentodo, como el Opus, han decidido cortar el proceso independentista catalán antes de que la situación se ponga peor. Hay un interés de Estado y este exige que se acabe con la ingobernabilidad, con el vacío de poder, con la inestabilidad y que se forme un gobierno compuesto por los dos partidos dinásticos y, si no es posible, por uno con el apoyo del otro. Innecesario decir los nombres. Esa es la finalidad verdadera del golpe: unir los dos nacionalismos españoles como han hecho los nacionalistas catalanes y para combatir a estos.

En ese sentido debe interpretarse el impulso que se acaba de dar a la política represiva frente al independentismo catalán: se procesará a Homs por supuesta prevaricación y se pide el encausamiento de Carme Forcadell, presidenta del Parlament por desobedecer al Tribunal Constitucional. La nación española reacciona valiéndose de su Estado.

Se entiende que los nacionalistas españoles, habiendo comprendido que no están los tiempos para bombardear Barcelona, busquen otras vías para obstaculizar o impedir el proceso independentista. Y que recurran a las vías legales y las ilegales como, al parecer, hacen. De las últimas hay poco que decir si no es en los tribunales. De las legales, en cambio, cabe discutir. Legal es, sin duda, procesar a las autoridades catalanas de todo tipo y condición, parlamentarias, consejeras, expresidentes y lo que venga detrás, con pinta de ser bastante si la desobediencia se extiende. Pero que sea legal no quiere decir que sea inteligente. Europa está acostumbrada a ver en las cárceles de unos u otros países a delincuentes terroristas, muchos de los cuales invocan causas políticas. A lo que no está acostumbrada es a ver dirigentes políticos democráticos y pacíficos presos por sus convicciones. Será digno de ver cómo explicarán las autoridades en las cancillerías europeas la existencia de presos políticos en España. Cómo lo harán los socialistas que prefieren un gobierno del PP a cualquier otra opción.

El acuerdo bajo cuerda de salvación nacional insufla tal ánimo al mortecino patriotismo que el ministro de Exteriores se apresta a conquistar el Peñón. Por si alguien dudaba de las esencias de la raza. 

Lo que nos rodea

En dos días seguidos dos fotógrafos de eso que se llama "lo cotidiano", casi contemporáneos, pero uno estadounidense y el otro francés; ayer, Bruce Davidson, hoy Robert Doisneau, cuya retrospectiva inauguró ayer la Fundación Canal en Madrid. Los dos se pasaron la vida fotografiando escenas de la vida diaria en torno suyo, en los años 40 y 50 Doisneau y en los 50 y 60 Davidson, que es más joven. La diferencia está en lo que retratan. París no es Nueva York ni los pueblos franceses son los norteamericanos. Y también en cómo lo hacen. Doisneau es menos narrativo, más de fotoperiodismo, más de instantáneas, pero muchas de estas son estupendas porque el hombre tenía una mirada amable. Su estilo levemente sentimental y afectuoso recuerda el de René Clair en el cine. Si no estoy equivocado, Doisneau trabajó como fotógrafo con el cineasta.

En esta exposición, de la que son comisarias sus hijas, hay un documental gráfico de las calles de París y algunas otras localidades a mediados del siglo pasado, sus gentes, sus comercios, su estilo urbano, sus coches, las actividades sociales, los trabajos, el ocio, los juegos de los niños, las calles, los negocios, las parejas. Hablando de parejas, se exhibe la famosa foto del beso callejero frente al Ayuntamiento de París, que lo hizo mundialmente conocido. Por su frescura y su espontaneidad, la imagen se convirtió en el icono universal del París des amoureux, que cantaban Edith Piaf en un estilo y Françoise Hardy en otro. La foto tiene una historia reveladora. Fue objeto de un proceso judicial, cuando menos, en litigio por los derechos de autor que en Francia incluyen los de la propia imagen. Así se descubrió que la escena había sido montada de común acuerdo entre los amantes y el fotógrafo. De donde se sigue que nada es más verosímil y auténtico que lo fingido. Por eso dice Pessoa que el poeta es un fingidor. Y este fotógrafo tiene mucho de poético.

La poesía se revela donde menos se la espera. Hay varias escenas de calles parisienses patrulladas por distraídas parejas de flics; en una hasta van en bicleta por algún parque. Pero son los flics a la vieja usanza, con sus características gorras de visera tiesas y redondas. Nada que ver con los actuales, todos ataviados como robocops. Es el París de antaño. Así la ingente cantidad de fotos que hizo Doisneau es como un enorme archivo de información gráfica sobre la vida de una ciudad a lo largo de los años.

Hay una curiosa foto de Picasso, con quien se trataba Doisneau, así como con otros artistas. La imagen contiene un trampantojo. No lo es otra histórica, la del paseo triunfal del general De Gaulle por los campos Elíseos desde el Arc de l'étoile. Esa escena tiene poco de cotidiana. Entra en el campo de lo que suele llamarse "histórico". Pero no deja de tener su aquel que la foto muestre al gigantesco general a pie rodeado de civiles, con los militares en segundo plano. 


dijous, 6 d’octubre del 2016

Gambito de dama

Sintiéndose triunfador Rajoy, después del desastre socialista del fatídico fin de semana, impone condiciones a los vencidos, los humilla, los arrastra en pos de su carro, como hizo César con Vercingétorix en su triunfo del año 46 a.C. Los hados le han sido favorables y, de una situación agónica y desesperada, lo han puesto en otra de preponderancia, plena de expectativas. Y todo gracias el ingenio de un grupo de conspiradores socialistas que han depuesto al SG mediante una maniobra de palacio y se han encontrado de repente a la intemperie. Trae bajo el brazo una oferta de abstención que el PP no necesita ya que puede imponerla a base de amenazar con una opción peor, unas terceras elecciones que pillan al PSOE descabezado.

Es una situación ridícula. Los conjurados han montado una comisión gestora cuya autoridad es, por decirlo elegantemente, problemática. Está provocando una fractura interna fabulosa y movimientos de fondo de la militancia, un tanto arisca. No saben cómo vender a sus propias bases la abstención por la que tanto han trabajado. Y ahora saben que tampoco pueden vendérsela al adversario.

Sin embargo, la respuesta a esta aparente situación desastrosa es relativamente fácil. Si hay terceras elecciones, el PSOE debiera presentar como candidato de consenso a Pedro Sánchez. Es evidente que reanimaría un numeroso voto de izquierda hastiada de la inoperancia de sus líderes. Para los conjurados antisanchecistas es apurar la hiel del cáliz. Pero, al mismo tiempo, es hacer ver a la derecha que la convocatoria de elecciones no opera como amenaza. Con ello, la derecha rebajará las condiciones, por sabio consejo de su asesor aúlico, Rivera, para hacer posible la abstención del PSOE.

Y ese será el momento en que la gestora o el consejo supremo tendrá que decidir si el PSOE se abstiene o no, si posibilita o no un gobierno del PP presidido por Rajoy. Al tomar esa decisión parece razonable ponderar las consecuencias para la gobernación del Estado de asuntos como la Gürtel o las black. Es un panorama en el que la política tiene un feo tinte penal.

Palinuro sigue siendo partidario del NO es NO por varias razones. En primer lugar no hace a la izquierda cómplice con la amnistía de hecho de las tropelías durante la Xª Legislatura. En segundo lugar, si realmente el gobierno alternativo es imposible pues en el PSOE llegan al golpe de mano para impedirlo, las terceras elecciones parecen la mejor opción. En tercer lugar porque sea cual sea el resultado, beneficiará a la izquierda, bien porque gane por mayoría o bien porque pierda frente a una mayoría aplastante de la derecha. En este segundo caso, el gobierno ya no dependerá del silencio comprado de la oposición.

Y terminamos como Catón el Censor, aunque en sentido inverso: por lo demás, hay que entenderse con los catalanes.

El secreto es estar

Es el abc del fotoperiodismo, de los fotógrafos de lance, de los estilistas, de los paparazzi: hay que estar en el momento oportuno en el lugar adecuado. Hay que estar y captar la imagen en el instante preciso. De ahí salen las instantáneas, algunas de las cuales so mundialmente famosas. La foto de la niña vietnamita quemada con napalm, la del marinero besando a una chica en Times Square el día de la victoria en la IIª GM. Son imágenes icónicas de épocas enteras. El fotógrafo estaba allí y quizá labró su fortuna, como el que hizo la toma del izado de bandera en Iwo Jima. Pero ninguno de ellos volvió. El instante captado no se repitió. Fue un estar de visto y no visto.

Luego hay el estar del que vuelve al lugar de la imagen. Y no solamente vuelve, sino que se queda a vivir allí, en los lugares, con los fotografiados, hasta en sus casas. Es lo que hace Bruce Davidson, nacido en los EEUU en 1933, que lleva toda su vida con las fotos: tiene algo que ver con el fotoperiodismo, es miembro de la agencia Magnum y acusa notable influencia de Henri Cartier-Bresson. También, por supuesto, del realismo norteamericano con toques sociales muy notables. Pero lo esencial en Davidson es su enfoque de la fotografía como un relato. Es un "estar" distinto del de las instantáneas. Es un estar de quedarse en el lugar y contarlo en imágenes. Por eso su estilo es inclasificable y por eso el comisario de la exposición, muy atinadamente, lo llama "humanista". También se subraya que Davidson jamás fotografía a nadie sin pedir antes permiso, lo cual habla de una voluntad de interpretación y relato.

Así que la exposición es una retrospectiva de cincuenta años de fotos entre 1940 y 1990, de las cuales, una parte importante son las series temáticas. La de los Walls, un matrimonio de ancianos (94 y 72 años) en algún polvoriento lugar de Arizona en los años 1950, es impresionante. Como la de la viuda de Montmartre, también de esos años, mostrando la vida de la viuda de un pintor impresionista poco conocido. Todas las series son magníficas: la del enano (una foto conocidísima); la de las bandas de Brooklyn, con una de las cuales convivió una temporada; la de Escocia y Gales y sobre todo la de la lucha por los derechos civiles en los años de 1960. En todas ellas los planos, los enfoques son absolutamente personales, en nada convencionales y muy expresivos. De la serie de viajes, hay unas cuantas fotos de España en esos años (los del "desarrollo") y una de ellas quintaesencia el país, pero no revelaré su contenido por no aguar la sorpresa. Otras series, como la de Harlem hacia 1968 (calle 100 Este) lo llevaron al MoMA. Entre otras cosas porque estos temas, como el de los derechos civiles, denotan implicación personal del autor. Magnífica también la serie dedicada a Central Park.

Hay mucha categoría en la obra de Davidson. Es un depósito de memoria visual colectiva pero interpretada y, sobre todo, relatada en sus propios términos. Hay dos tomas de Nôtre-Dame y de la torre Eiffel increíbles, bouleversantes.

dimecres, 5 d’octubre del 2016

Pasado presente

Los caprichos del destino y las consecuencias, siempre imprevisibles de las acciones humanas, han montado dos espectáculos que resumen los rasgos más característicos de nuestro predicamento colectivo. Y son espectáculos, de acuerdo con la ya antigua y acertada caracterización de Guy Debord de la sociedad del espectáculo. Acertada por encima de otras muchas como sociedad del ocio, del riesgo, industrial, de la información, etc. El espectáculo lo resume todo y en un tiempo de reinado absoluto de lo audiovisual está en todas partes. Pasamos más tiempo viendo imágenes de Rato o de Bárcenas que mirando los vídeos de las vacaciones. La realidad y el espectáculo se confunden; son lo mismo.

Dos matices que explican ese híbrido entre el espectáculo y la realidad. Primero, los espectáculos convencionales tienen un programa. Se sabe cómo empiezan y cómo acaban. No es el caso con los espactáculos reales. A saber cómo acabará el proceso Gürtel, el de las tarjetas black y la implosión del PSOE, que son los tres espectáculos que coinciden en cartel. Segundo, en los espectáculos convencionales todo lo que pasa pasa ante los ojos del espectador, es público. En los espectáculos reales, no todo lo que pasa pasa a la vista, parte es secreta, está oculta. Y la tarea del espectáculo es sacarla a la luz.

Del caso Gürtel dice El País que es el pasado del PP. Eso no es un hecho sino un deseo del periódico. Quiere ver el latrocinio de la Gürtel como cosa del pasado, de ese pasado al que el ministro del Interior aconseja no mirar pues debemos hacerlo hacia el futuro porque lo dice él. Sin embargo, el señor Rato no es cosa del pasado. Su gestión en Bankia y ese bochornoso negociado de las trajetas black son un pasado muy reciente. Tanto que son presente. El señor Rato fue vicepresidente del gobierno. Eso es pasado. Pero el señor Rato está aquí, ahora. No es una reliquia de otro tiempo, como el brazo incorrupto. Su voz se oye todos los días diciendo, por ejemplo, que las black eran parte de su salario. Pues podían haber elegido otro color para calificarlas u otra condición, por ejemplo, tarjetas blind, ciegas. Que ninguna de tus dos manos sepa lo que hace tu tarjeta.

Pero, sobre todo, ese increíble entramado presuntamente delictivo, verdadera empresa del crimen con una cara civil/estafa y otra pública/corrupta es presente, abrumador presente porque esta siendo juzgado. Y una de las misiones de los tribunales es reconstruir los hechos fidedignamente, representarlos, hacerlos presentes. El señor Bárcenas no fue amigo del señor Rajoy en una encarnación anterior, sino aquí y ahora y no hay razón alguna para pensar que haya dejado de serlo.

No es el pasado. Es el presente. El país puede verse gobernado por gentes que pasan más tiempo en trámites procesales que en los sillones de sus cargos, por un presidente cuyo nombre estará saliendo de continuo a lo largo de las vistas y eso si unos u otros no piden su comparecencia por diversos motivos.

A este personal quieren los caciques socialistas que el PSOE entregue el gobierno. Para ello han dado un golpe de mano de comedia de enredo y han descabezado el partido sin calibrar las consecuencias de su asalto. Quieren la abstención para evitar terceras elecciones y, sobre todo, para impedir un gobierno de alianza PSOE-Podemos y quién sabe si también indepes catalanes. Había que destruir el NO es NO y hacerlo rápidamente porque estaba generando mucha simpatía y apoyo populares en la propia izquierda. Por eso, golpe de mano fulminante, destitución del secretario general, nombrado en primarias, desprecio por el sentir de la militancia y constitución de una gestora que, en realidad, actúa como una Junta. Y se han cargado el partido.

Su situación ahora no solo es indigna por el procedimiento empleado sino también ridícula por los resultados obtenidos, que son ninguno. Han dado un golpe de mano y han destituido al líder para ofrecer la abstención del PSOE y han puesto al PP en una situación de fortaleza porque ahora no necesita la abstención. Presume mucho más productivo ir a terceras elecciones -justo esas que el presidente de la gestojunta quiere evitar a toda costa- que considera ganadas dado que el PSOE no tiene candidato.

Realmente, es para felicitar a los conjurados porque debe de ser difícil desbarrar de tal modo.

Lo único que pueden hacer los caciques del PSOE si quieren forzar al PP a aceptar su abstención (antes era concedérsela, ahora es conseguir que la acepte) es anunciar que, si hay terceras elecciones, su candidato por consenso será Pedro Sánchez. Es duro de admitir para quienes acaban de defenestrarlo. Equivale a ponerse en ridículo una vez más, pero a esto ya debieran estar acostumbrados.

Queda pendiente la cuestión de la guerra particular entre las dos fuerzas de la izquierda, PSOE y Podemos. El enfrentamiento por la famosa hegemonía. Es cuestión abierta que dará para mucho debate en los próximos años: el declive de la socialdemocracia, el auge de los populismos, la transversalidad, los casos particulares que cada cual aducirá en su favor en distintos países, la tradición de las izquierdas españolas, etc. Será a su vez otro espectáculo aunque seguramente no llegue al que han ofrecido los socialistas el pasado fin de semana. Pero sea como sea, ninguna de las dos partes debiera olvidar que en realidad rivalizan en prestar servicio a la ciudadanía, a la comunidad.

Reitero mi opinión: en esa deriva del PSOE hacia el PP lo que está buscándose es la formación de una especie de frente nacional español. Lo prueba asimismo la prontitud con que el señor Rivera se ha ofrecido de intermediario entre el PP y el PSOE. Recomienda, además, al PP que no haga sangre con el PSOE y a este que se deje de monsergas y facilite el gobierno de Rajoy. En la formación de ese frente nacional español en contra del independentismo catalán se cifra hoy la salud de la República..., perdón, de la Monarquía.

De mal en peor

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado La legitimació de l'adversari versa sobre la petición de la fiscalía de 10 años de inhabilitación para Mas y nueve para las consejeras Ortega y Rigau. Todas por poner las urnas el 9 de noviembre de 2014 para consultar a la ciudadanía catalana acerca de su futuro por cuanto el Estado español se negaba -y se niega- a permitir un referéndum. La idea es sencilla: considero que en el conjunto de dislates que ha sido la política del Estado en relación con Cataluña, ya desde los tiempos de Zapatero pero muy acusadamente en los de Rajoy, el recurso a la vía represiva, sea administrativa, judicial civil o penal, es mayor desatino si cabe por dos razones: 1ª) porque da por agotada la vía del diálogo y la negociación cuando ni siquiera se ha iniciado; 2ª) legitima la figura de Mas, le presta la aureola simbólica del sacrificio por la Patria catalana. Como sabemos desde siempre, lo peor que puede hacer quien pretende sofocar un movimiento popular es proporcionarle un mito, un héroe que contribuya a crear un relato justificativo. Exactamente lo que hace el gobierno español instigando a la fiscalía a pedir el procesamiento del más significado independentista, y su condena. Desde los ámbitos gubernativos se nos dirá que en España la justicia es independiente y el gobierno no instiga en absoluto al ministerio fiscal. No es necesario siquiera tomarse en serio la enésima patraña de este gobierno de embusteros redomados. De sobra sabemos que, según su ministro del Interior, la Fiscalía afina por su cuenta lo que interesa al poder,

A continuación, la versión castellana:

La legitimación del adversario

La petición fiscal de diez y de nueve años de inhabilitación para Mas y Ortega y Rigau respectivamente es coherente con la actitud que el gobierno español ha adoptado frente al proceso independentista catalán. Invocado desde el principio el principio de que la soberanía nacional no se negocia, obviamente, no hay negociación posible. La soberanía reside en el conjunto del pueblo español, compuesto este por españoles iguales. Otro principio que tampoco se negocia, el de la igualdad hispánica. No hay nada que negociar Y, ante la porfía de los soberanistas catalanes solo queda la vía de la represión administrativa, judicial y penal si a ello ha de llegarse.
Eso en el ámbito de la legalidad. En el de la alegalidad y hasta la ilegalidad, la vía represiva toma tintes aun más sombríos. Las supuestas conversaciones grabadas al ministro del Interior con un hombre de su confianza en Barcelona con el objetivo de jugar sucio con los adversarios políticos, fabricando escándalos van en el mismo sentido. Como lo hacen las demás actividades, conocidas o por conocer de las cloacas del Estado, desde las cuales se puede destrozar el sistema sanitario del prójimo.

El proceso, a su vez, sigue su curso. Conseguida la confianza de la cámara, Puigdemont se ha comprometido a un calendario que se corona, más o menos en un año, en una República Catalana, Estado nuevo en Europa. Se estará o no de acuerdo con la razón de ser o la oportunidad del proyecto, sobre todo teniendo en cuenta que se plantea como una transición de la legalidad a la legalidad. Pero no cabe duda de que es algo nuevo, que carece de precedentes y plantea el debate en términos políticos, esgrimiendo la legitimidad frente a la legalidad vigente.

Habiéndose perdido la opción de un gobierno de izquierdas en España, merced al golpe de mano de los barones del socialismo nacionalista español, solo se prevé el gobierno de la derecha. En el habitual contexto de rigidez y negativa a negociar nada, esto es, la confrontación con Cataluña. La idea, siempre la misma: mover al resto de España en contra de los catalanes. La dialéctica de la hostilidad que no soporta ni la conllevancia orteguiana. Un comportamiento que da réditos electorales al que se apoya en proclamas de amor a Cataluña mientras se aviva la catalanofobia por cualquier motivo, desde una reforma del Estatuto hasta el ejercicio de su derecho de autodeterminación.

Ahora ya no es solamente cuestión de la rígida negativa de la derecha, sino de la no menos rígida del nacionalismo español, porque se ha sumado el PSOE. El fin último del golpe de los diecisiete en Ferraz, es ajustar el paso del PSOE al del PP al abordar la cuestión catalana, cuyo punto de confrontación abierta se vislumbra en el horizonte. No es posible llegar a un gobierno de gran coalición como siempre había propuesto la derecha porque el PSOE se oponía. Los tiempos y las necesidades han cambiado. Ya no ha lugar a una gran coalición, pero sí a encontrar un terreno compartido de acción parlamentaria en lo que se refiere a Cataluña. Mostrar un punto de unión y acción común del nacionalismo español, sea de derechas o de izquierdas. El apoyo a distancia del PSOE permitiría al PP actuar como un gobierno de salvación nacional, dándole legitimidad a los ojos de los españoles.

El precio de todo ello está siendo la destrucción, la fragmentación del sistema político español: el PP, con su mayoría absoluta en Galicia y muy grande en Castilla y León, Murcia, MadridLa Rioja, etc, s prácticamnte extraparlamentario en Cataluña o País Vasco y es muy difícil que remonte en Andalucía. El PSOE, prácticamente extraparlamentario en Cataluña y Euskadi conserva mayorías substanciales, aunque mermantes, en el Dur peninsular. C’s solo puede tener presencia allí en donde el discurso anticatalanista tiene algún eco, esto es, Cataluña (curiosamente) y Madrid. El caso de Podemos aún no está claro. Si el PSOE termina de suicidarse, es posible que este otro se consolide. Si no, pasará a un segundo plano menos que discreto y los que iban a asaltar los cielos se quedarán en el purgatorio y los más infelices, en el limbo.

En Cataluña el proceso, además de la vertiente parlamentaria e institucional, tiene otra de carácter simbólico, emotivo. La movilización transversal de la sociedad ha aportado muchos elementos sentimentales para fortalecer el movimiento. La petición fiscal de inhabilitación de Mas es un paso decisivo en la construcción de un relato simbólico del nacimiento de la República Catalana. Es claro que el procesamiento del expresidente lo saca del segundo plano en que él mismo se había situado y lo empuja ya abiertamente hacia lo legendario. Al perseguirlo, el Estado español ha dado a Artur Mas la legitimidad que necesitaba para cambiar su figura mosaica de cuando era presidente que dirigía a su pueblo hacia la independencia por otra prometeica al encontrarse procesado, quizá condenado por haber dado la palabra a la gente, que es como quitar el fuego a los dioses.

El apoyo de que goce Artur Mas debiera dar al Estado una pista de en qué medida ha calado entre la población catalana el propósito de desobedecer al ordenamiento jurídico español. Porque el problema para este nacionalismo no está en los actos de los dirigentes sino en el respaldo que les dé la población.