dimecres, 7 de juny del 2017

Estado de hostilidad

Hace unos días saltó la noticia de que un 77% de la población considera que Rajoy ha gestionado mal la "crisis catalana". Un exitazo. Cualquiera que obtenga ese resultado pedirá árnica a gritos. Menos Rajoy, a quien todo da igual. "No me consta ese 77 por ciento del que usted me habla". Urge un psicolingüista que explique los códigos de Rajoy.

Cierto que el 77 por ciento no será homogéneo. Habrá un porcentaje (seguramente minoritario) que criticará la falta de diálogo y el recurso a medidas intimidatorias, represivas, coercitivas, por no hablar de la presunta guerra sucia. Y habrá otro (sin duda mayoritario) que le repochará falta de contundencia, exceso de contemplaciones y diálogos, por no hablar de negligencias y abandonos en la defensa de los símbolos de la Patria.

En síntesis, hay dos modos de ver la "crisis catalana" (que, por lo demás, no es catalana, sino española) opuestos e inconciliables. Pero, con independencia de cuál nos caiga más simpático, estaremos de acuerdo en que lo que tenemos es un permanente estado de hostilidad mutua (aunque más poderosa la española) muy desgradable. Un estado de hostilidad no es un estado de excepción, aunque puede llegar a serlo. O lo contrario si las partes anteponen la cordura a las pasiones.

Ahora den a la tecla de retroceso y digan si no fue una muestra de irresponsabilidad colectiva pasar los últimos ocho o diez años (desde el proyecto de reforma del Estatuto de Sau hasta el reñidero actual) pretendiendo que en Cataluña no pasaba nada, ignorándolo, o considerándolo "algarabías" y que, por lo tanto, no había eso que ahora llaman "crisis catalana". Si esto, si la conllevancia orteguiana ha desembocado en abierta hostilidad, no es exagerado hablar de un fracaso estructural del sistema político de la tercera restauración borbónica. Algo que no se puede abordar con una política reducida a la actividad de los ministerios de de Justicia e Interior que, además, tampoco parecen jugar limpio.

La versión castellana del artículo:

Estado de hostilidad

En esta semana, la cumbre del referéndum anunciará la pregunta y la fecha. El Estado, por boca del gobierno, ya se ha pronunciado preventiva y amenazadoramente, recordando a los funcionarios sus obligaciones y a los directores de los colegios las suyas. Se pondrán todos los medios legales para impedir que la Generalitat lleve a cabo su anunciado propósito. Lo que no parece claro es que sean suficientes.

Dependerá, a su vez, de hasta dónde llegue la determinación del gobierno de ir adelante con la consulta. No se puede descartar una detención, suspensión, inhabilitación, procesamiento de Puigdemont y sus colaboradores, una hipótesis de periodismo ficción muy interesante que he leído recientemente. En caso de producirse una movilización de protesta con actos de desobediencia colectiva, es cuestionable que el Estado tenga capacidad para enfrentarse a ella sin recurrir a los militares y el estado de excepción.

No es realista pensar que España, cuarta economía de la Eurozona , pueda mantenerse en el ranking con una parte tan importante de su territorio (y de su PIB, muy basado en la exportación) en estado de excepción. El recio aferrarse a los principios no obsta para preocuparse por las consecuencias de los propios actos. Y si el integrista no lo ve, que alguien de su séquito se lo haga ver. La política de la confrontación es autodestructiva y, a partir de cierto momento, irreversible. Por eso hay que andar con pies de plomo. Es mejor que el plomo esté en los pies a que esté en las calaveras o en las cartucheras.

Por eso, si Puigdmont finalmente acepta presentarse en el Congreso se abre una interesante hipótesis. Si el debate se termina votando una moción, como quiere Rajoy y la derecha, ya se sabe que el voto negativo será arrasador. Pero, curiosamente, igualará a ambos gobiernos pues dejará claro que los dos obedecen el mandato de sus respectivos parlamentos, uno a favor y otro en contra del referéndum. El que está en contra, sin embargo, el Parlamento español, no tiene por qué ordenar al gobierno que lo impida por la fuerza. Le basta con significar que no le reconoce valor jurídico o político alguno, como hizo el mismo gobierno con el 9N, aunque luego se lo pensó mejor y empezó a perseguir a los protagonistas.

De aceptarse esta hipótesis, la Generalitat organizaría una consulta perfecta desde el punto de vista técnico y los resultados nos permitirían saber qué quiere la mayoría de los catalanes. La única objeción que se le podría hacer (y que se haría sin duda según saliera la consulta) sería que el voto unionista se habría abstenido mayoritariamente por temor. Una objeción a tener en cuenta y cuya mejor solución sería que el propio Estado se encargara de organizar y garantizar la consulta, por supuesto en el ámbito de sus competencias. Eso en lugar de su actitud de permanente hostilidad hacia Cataluña.
En cualquiera de los dos resultados del referéndum, la falta de efectos jurídicos puede mantenerse en algún caso; la falta de efectos políticos, en ninguno.
Ciertamente, en el caso de triunfar el “no”, los efectos políticos serán contundentes. Esfumado el marco constituyente, se vuelve al autonómico y, por tanto a unas elecciones anticipadas por ver si se dibuja un mapa político distinto. Lo que se mantendrá y se reforzará, será la actitud de hostilidad hacia una minoría que quiere pero no puede frente a una mayoría que puede, pero no quiere.

En el supuesto del “sí” a la independencia, el Parlamento tendrá que declararla unilateralmente. El Estado español no la reconocerá y el asunto irá ante la Corte Internacional de Justicia, lo que quizá abra un prolongado contencioso durante el cual se producirá todo género de conflictos entre el Estado español y la Generalitat catalana a la que aquel no reconoce legitimidad como Estado.

Entre los imponderables que pueden producirse en ese pleito se da una posible mediación de alguna benemérita instancia legitimada por el reconocimiento general, que acabe en una negociación y una fórmula, aunque sea transitoria, válida para los dos lados. Algo parecido a los acuerdos extrajudiciales a que llegan las partes en los pleitos civiles para ahorrarse gastos y no perder el tiempo, esperando una decisión judicial que se retrasa. La historia demuestra además que, muchas veces, los acuerdos provisionales o transitorios son más duraderos que los que se querían eternos.

Y sea como sea, es obvio que esa mediación exigirá como requisito la celebración de un referéndum vinculante para ambas partes. No querían uno y pueden acabar teniendo dos.

dimarts, 6 de juny del 2017

Todo se mueve

Fin de semana de encuestas. ABC y El País publican dos bastante coincidentes. En lo esencial, los dos bloques de la derecha y la izquierda mantienen posiciones. El PP flaquea y tiene fugas hacia C's y Sánchez recupera parte del voto emigrado a costa de Podemos. Parece razonable. Es lo que se ve.

En el campo conservador, la tendencia a la baja del PP está garantizada porque el partido vive en un torbellino de corrupción que no puede frenar. Una semana ha durado en el cargo Manuel Cobo, nombrado presidente de una comisión de lucha contra la corrupción. Una semana y se va invocando "motivos personales". El propio partido acelera su caída al entorpecer la acción de la justicia o hacer filibusterismo parlamentario. El descrédito aumenta. Lo de pasarse a C's tiene un aire a mudarse a otro piso en el mismo rellano. Rivera parece lanzado al estrellato. Clausura un seminario aznarino sobre liderazgo y, a continuación, lo ejerce al ser acogido en el club Bildeberg, una mezcla de los Rosacruces y los sabios de Sión.

En territorio cainita de la izquierda, el efecto sifón de Sánchez era previsible, tanto en lo positivo como en lo negativo. En lo primero, por la inaguracion de un discurso nuevo en el PSOE; en lo segundo por el agotamiento del de Podemos. El discurso de la izquierda democrática, si es creíble, tiene mucha fuerza. Ese giro socialdemócrata a la izquierda movido en buena parte por la presencia de Podemos y que tanto alarma a El País, iba a verse amparado y sostenido por un posible triunfo de Jeremy Corbyn en las elecciones generales británicas pasado mañana. Los sondeos muestran una intención de voto creciente de los laboristas y decreciente de los conservadores. Ahora, claro, con los atentados recientes, los ánimos pueden haber cambiado mucho. Por eso Corbyn ha arremetido contra May pidiendo su dimisión por haber recortado las dotaciones policiales cuando fue ministra del Interior.

Al margen de estas cuestiones más colaterales, lo interesante es esa conexión exterior en el discurso. Después de las inglesas vienen las alemanas y Schulz parece quedar en honroso segundo lugar para seguir validando la gran coalición. Todo eso afecta al socialismo español que, además, tiene a quien mirar y mostrar como ejemplo en Portugal. Frente a ese marchamo europeo, exterior, Podemos aparece como una peculiaridad, algo único en el panorama circunvecino. Lo más cercano, Syriza, no es hace tiempo espejo en el que mirarse. Su discurso y su práctica son erráticos, además de reiterativos por lo del Parlamento y la calle. Convocar una manifa en Sol en apoyo de la moción de censura no cambia un ápice el itinerario de aquella, pero viene a ser como si la manifestación fuera la comparsa. Lo suyo sería, en realidad, celebrar el debate de la moción también en Sol.

Esa permanente movilización, con claros destellos mediáticos, sembrada de exabruptos, inconveniencias, exaltados impulsos, contradicciones y tropiezos no es lo más acertado para sentar las bases de una unidad de acción. Sobre todo teniendo en cuenta que esa unidad empieza por faltar en la propia organización, gracias a las famosas confluencias. De modo que, cuando los líderes dicen "nosotros" (el término esencial en el debate político de amigo/enemigo, "nosotros"/"ellos"), cabe preguntarse exactamente a quiénes se refieren.

El discurso nuevo de Sánchez, además del paladio europeo, tiene un terreno muy favorable en el proceso de primarias que, con independencia de aficiones, ha sido un ejemplo de procedimiento democrático. Algo que nadie pone en duda. Y ha sido un acto espontáneo de rebelión democrática de la militancia con una muy alta participación. Como todo el mundo reconoce. En esa rebelión democrática hay bastante inpirado en Podemos o en lo que Podemos dice que hace, de interactuar con la militancia. Aquí la militancia ha desbaratado los planes ("chusqueros", ironiza Borrell) de los golpistas del 1º de octubre y ha repuesto en su cargo de SG al defenestrado Sánchez con fervor parecido al de los seguidores de Benito Juárez cuando este volvió del exilio; más cerca aún, los seguidores de Tarradellas cuando este regresó a presidir la Generalitat restaurada.

Pero no lo ha hecho de modo tumultuario, imprevisible, repleto de sorpresas y celadas, sino de una forma ordenada, pública, mostrando una poderosa estructura territorial de partido. Es una maquinaria de militantes, muchos de ellos voluntarios, tangibles en la vida cotidiana de la gente, cosa muy necesaria en las campañas electorales. No es una militancia vivida en las redes, sino una mezcla de ambas, un híbrido entre las redes y la vida real, ambas interactuando. Y  eso es muy poderoso siempre que el líder no defraude.

Plantea un voto a un partido que cuenta con presencia en las redes y muy difundida estructura territorial que se orienta a la izquierda pero solo a título de promesa. ¿Cómo dar crédito a esa promesa? Sencillamente, aplicando la línea de izquierda a la organización del mismo partido: voz y voto de la militancia, transparencia y responsabilidad. La ocasión llega. Las baronías se pliegan, pactan. Solo Andalucía trae aires de fronda. Y esa es la dura prueba de Sánchez. La ocasión llega, pero la pintan calva.

Conseguir que Andalucía, con el consabido respeto a sus peculiaridades históricas, actúe como una pieza más del mosaico de la política del PSOE para España (no como una tierra exenta) es vital para este y el crédito de su nueva línea de izquierda. Esta deberá reconocer que se vive un momento preconstituyente.

Lo interesante viene siempre al final, en un colofón reiterado en todas las piezas de análisis político español hoy día: ¿y qué se propone para Cataluña? Ya ha quedado claro lo que no se propone: referéndum, no. Es ilegal.

 Debiera quedar igualmente claro qué se propone. 

dilluns, 5 de juny del 2017

Teoría y práctica, el unicornio de la izquierda

El medio era el mensaje. Y el medio son las redes sociales, twitter en especial. El salvaje Oeste en 140 caracteres, en donde todo vale; aunque de vez en cuando interviene el sheriff y pone fuera de juego a alguno que va por ahí queriendo comerse los hígados de otro. Y ya tiene su literatura, admiradores gracianescos y sus detractores proustianos.

Reconozcamos, no obstante, que resolver cuestiones de fondo con tuits, a modo de pizzicato, es poco satisfactorio. Así, la cuestión de la unidad de la izquierda debe plantearse con mayor profusión de argumentos y enunciados que sean comparables. Nada mejor que dar una batida al sempiterno binomio teoría y práctica tan querido de la izquierda, y ajustarlo a los hechos de los dos partidos que compiten en el corral. Los dos tienen enfoques teóricos y prácticos que deben contrastar.

En Podemos, la teoría muestra un fuerte ramalazo ideológico. Las controversias internas se han resuelto en ese terreno, enfrentándose dos concepciones distintas del partido y la relación partido/líder así como la política de alianzas. Todo. El sector vencedor marca la línea general que es también ideológica porque, al dar igual o más importancia a la lucha contra el PSOE que contra la derecha, está tratando de ventilar una vetusta quiebra de la izquierda (entre la "verdadera" y la "traidora") que no tiene arreglo. Esa vigencia ideológica, por lo demás es muy simple, pues proviene del maniqueísmo de las "dos orillas": aquí, nosotros; allí, ellos. El empacho de esta teoría obstaculiza el entendimiento con la otra izquierda.

Esta, a su vez, teoría tiene poca y la poca que tiene se ventiló en un terreno pragmático de unas primarias. Implícitas estaban dos concepciones del partido y de la relación líder/militante: la de Díaz era institucional; la de Sánchez, de militantes. En ambos casos relaciones de caudillaje con respaldo corporativo el de la andaluza y democrático el del madrileño. También implícitas, dos políticas de alianzas: hacia la gran coalición la de Díaz y hacia la unión de la izquierda la de Sánchez. Es decir, lo mismo que en la confrontación interna de Podemos. Pero articulado más en terrenos personales y prácticos, menos cargados de nubes ideológicas. Lógico, por lo demás. Los principios ideológicos del PSOE son una especie de constitución no escrita con el nombre de socialismo democrático. Es difusa, pero funciona bien, como acaba de comprobar sobre sus costillas la candidata que trataba de suprimir las primarias y recortar lo que de democrático hay en el socialismo. En todo caso, este pragmatismo, esta falta de teoría e ideología del PSOE debiera ser un aliciente para un entendimiento entre ambas izquierdas, pues tiene el valor de un comodín.

La práctica también discurre por cauces divergentes que, sin embargo, podrían confluir. Podemos insiste en su política de radical enfrentamiento al PP en el Parlamento y en la calle. La moción de censura (MC) es el último torpedo al buque La Moncloa. Sobre la finalidad de la iniciativa ya está todo dicho. Y todo dicho, sigue siendo un error porque siempre será un error, por principio, querer comprometer a otro enfrentándolo con los hechos consumados. Y todas las melifluas ofertas para disfrazar un diktat de una invitación a bailar resultan patéticas. La MC debe llevarse al final, ser derrotada y formular ante el país una crítica general a la política del PP, con una oferta de alternativa (encabezada por Iglesias) que incluya un programa común al PSOE, ahora que este ha mudado de dirección.

La novedad esá precisamente ahí. El triunfo de Sánchez obliga a cambiar radicalmente la práctica de la Gestora. ¿O no? Esa es materia de acalorado debate estos días. Para algunos, al ponerse Sánchez incondicionalmente al pairo (por decirlo suavemente) del PP, está claro que no habrá cambio. Para otros, es pronto para pronunciarse y debe esperarse al Congreso a la vuelta de la esquina, en donde se decidirán estos asuntos. Parece ser (lo dicen las encuestas) que Sánchez recupera voto socialista emigrado a Podemos, lo cual tiene a estos preocupados, pero no debe olvidarse que ese voto emigrado está ideológicamente movido y Sánchez solo podrá asegurar su retorno si de verdad articula un programa de socialismo democrático, de izquierda democrática.

Unificar el partido está bien (le van en ello las elecciones) pero, para hacerlo, tiene que reducir laa ideología a cero, a fin de que quepan todos y, desde ahí, es difícil entenderse con la izquierda. Este nuevo PSOE necesita abundante doctrina de la "Nueva Socialdemocracia". Lo que parece más difícil y, por ende, improbable, es que también salga con una propuesta viable o, al menos, negociable con los almogávares catalanes.

Esta carencia tampoco sería obstáculo para un entendimiento entre las izquierdas porque una unidad de acción en aspectos concretos no obliga a una coincidencia absoluta en los programas.

Parece sencillo, ¿verdad? Se presenta una nueva MC previamente pactada entre PSOE, Podemos y quienes quieran sumarse, con la candidatura de Sánchez a la presidencia del gobierno. Según cómo voten los demás grupos parlamentarios, puede triunfar y España tendría un gobierno de izquierda. En minoría, sí; tanto como lo está ahora el del PP.

Pues ¿a que no sale? Los unicornios no existen.

El valor enfrentándose al fanatismo


diumenge, 4 de juny del 2017

Dimisiones en cadena

El ministro Catalá no dimite tras haber sido reprobado por el Parlamento porque se siente respaldado por Rajoy. Un caso de gobierno contra Parlamento. Y ¿quién respalda a Rajoy? Curiosamente, ese mismo Parlamento que le otorgó su confianza para gobernar sin que, hasta el momento, se la haya retirado. Así que el ministro goza indirectamente de la confianza del Parlamento que lo ha reprobado directamente. Si este quiere que el ministro dimita, tendrá que pedir la dimisión de Rajoy. 

Merecido, desde luego, lo tiene. Ayer se mofaban las redes de que un presidente que pretende declarar por plasma en un proceso en la provincia de Madrid por falta de tiempo, lo tenga para ir a Cardiff a vivir intensamente el triunfo de la gran nación, terror del fútbol mundial. Es un rasgo más en la imagen de un personaje que no solamente no ha dignificado la figura del presidente del gobierno, sino que la ha dejado a la altura del betún. 

Obvio: un ministro de Justicia bajo sospecha de comportamientos inapropiados debiera presentar su dimisión de inmediato. Aunque, a estas alturas, ya da un poco igual. El gobierno al que pertenece ese ministro no tiene más política que la procesal.

El terrorismo, el azar

Esta nueva forma de terrorismo multiplica sus efectos hasta lo inimaginable. Un coche que atropella viandantes en una circunstancia concurrida, un paseante que acuchilla a otros al azar, son hechos de la vida cotidiana, contra la vida cotidiana. El acto terrorista no es un acontecimiento lejano, único, extraordinario, sino que se convierte en algo normal, ordinario, aunque, claro, inesperado.

El efecto multiplicador es que apunta, no a los poderes de la tierra, la banca, el ejército, la iglesia sino a algo tan difuso como la opinión pública. Esa en la que la xenofobia y el racismo crecen a ojos vista. Lo que buscan es provocar reacciones colectivas que acaben con la democracia.

Sin duda hay muchas explicaciones en las que se mezclan todos los conflictos de la era contemporánea y muy distintamente valorados: la política exterior de los países occidentales, las contradicciones dentro del pluriverso islámico, la presencia de Israel, las consideraciones geopolíticas que incluyen a Rusia y la China y varias más. 

Nada de eso hace al caso para la vida cotidiana de la gente que ahora incluye una posibilidad de morir atropellado, o acuchillado o quemado vivo sin saber por qué.

dissabte, 3 de juny del 2017

La paz no será un camino de rosas

La renuncia voluntaria de Díez, Madina y, por último, Fernández a defender la obra teórica de la Gestora y hasta la Gestora misma es la prueba definitiva de que no era una instancia neutral, orgánica, sino un comité institucional de la candidatura de Díaz. Habiendo esta perdido las primarias, también se consideran perdedores sus pseudópodos.

El 39º Congreso del PSOE es un triunfo de la candidatura de Sánchez. Triunfo al estilo romano: entra el vencedor en la capital llevando por delante a sus vencidos enemigos en cadenas. Y establece su imperio. Tezanos defenderá el programa del triunfo y, salvo error por mi parte, el de los vencidos no tendrá defensor. Y eso que era el programa de Díaz, Juana de Arco devuelta de golpe a la condición de aldeana de Domrèmy. Eso tampoco está bien. Ese programa tenía muchos apoyos. Alguno debiera defenderlo. Y, si no, que el congreso nombre un abogado del diablo, como hace la Iglesia en los procesos de canonización, aunque ahora lo llame "promotor de la justicia", en este siglo descreído.

Sánchez parece concentrado en la labor que Díaz se había pedido de “coser” el partido. Sabia decisión dentro del arte de la guerra. Debe integrarse al enemigo vencido en lugar de agraviarlo más y echarlo al monte. También conviene que los vencidos no pongan las cosas difíciles. Díaz pide a Sánchez “respeto para los territorios”. Eso es una perogrullada, salvo que quiera decir algo distinto (algo de privilegio, etc), en cuyo caso, pardiez, se hace, si se puede, pero no se dice.

Por muy absorbente que sea la tarea de reconstrucción de la casa del padre a la que regresa el hijo proscrito, ya se ve que no será difícil, con la cantidad de antiguos servidores que retornan ahora cantando alabanzas. Queda tiempo para aclarar cuestiones en temas políticos, de interés para todas, no solamente para las socialistas. Y son tres los bloques:

El bloque de la política frente al PP en el gobierno. El comienzo ha sido lamentable, pues lejos de pedirse la dimisión de Rajoy por incompetente, se le ha apuntalado pretextando para ello la llamada cuestión catalana. Nadie se lo pidió, se ha hecho gratis (como la tan criticada abstención de la Gestora) y ello unce aun más al PSOE al PP en un contexto político parlamentario caótico (pero muy favorable a la derecha) y otro penal sombrío. No es para estar orgulloso.

El bloque de la política con la izquierda. Es obvio que sobre Sánchez gravitan fuertes presiones de los antepasados, los vivos más que los muertos, para que huya como de la peste de Podemos. El miedo a ser devorados por la fiera comunista, “sorpassados”, anida en sus memorias de lo que sucedió con la JSU. Esas cosas no se olvidan y Sánchez es un pipiolo. Pero, por más que amenacen las momias y su poderoso aparato mediático, la única posibilidad que tiene el PSOE de volver al gobierno es liderando una unión de la izquierda, al estilo portugués. Que tampoco es tan difícil. En cuanto a Podemos, el principio de la realidad ya les ha enseñado mucho. Hay que oponerse a la derecha, pero no al PSOE, con independencia de que se le considere capaz de las peores traiciones. Aplíquese la sabia cautela romana de la Punica fides (que, por cierto, viene como anillo al dedo) y manténgase alta la guardia. Pero coordínense las acciones.

El bloque de Cataluña. Luego de salir Sánchez a la palestra como Parsifal, en defensa de la honra soberana de España, se trata de saber cómo será la justa, si con las armas de la derecha o las del diálogo y la negociación. Si es lo segundo, eso no se improvisa. Hay que formular una propuesta propia, independiente de la derecha, que la parte catalana pueda considerar. Ahora se abre una buena ocasión si, como parece, Puigdemont cede a las instancias de los Comunes y se explica en el Congreso. (Ya señalamos que la posición de los comunes en Cataluña de referéndum consultivo no vinculante puede convertirlos en árbitros de la situación). En tal caso, será incluso de cortesía que el encargado de dar la réplica al catalán en nombre del grupo socialista no se limite a justificar su no, sino que haga una contrapropuesta razonable que quite hierro al conflicto.

Aunque lo veo crudo porque, esta vez, los indepes catalanes vienen al grito de Desperta ferro! y con un horizonte de Donec Perficiam.

Y, puestos a pedir, también podría el PSOE dar respuesta a la reivindicación republicana de JxS y la CUP (aunque en este caso no estoy seguro de si se trata de una república o una comuna ácrata) en el sentido de plantear la cuestión de la Jefatura del Estado como un objetivo de una reforma constitucional sin tabúes Que el soberano pueblo español, cuya abstracta esencia se manifieste en concreto decidiendo si quiere una República o una Monarquía. ¿O no tiene derecho a hacerlo?

La lucha por la supervivencia

La denodada lucha de Cristina Cifuentes en defensa propia, de su honradez personal y su legitimidad como gobernante, tiene algo de darwinismo social, de combate por la existencia. Si la oposición, depredadora, se sale con la suya de probar su implicación en la Púnica o algún otro viscoso asunto de los que chorrean por el PP, su carrera política habrá terminado. Su carrera a secas porque esta política profesional lleva toda su vida ejerciendo cargos de su partido o públicos o ambos. No tiene pues experiencia laboral alguna que no sea en el servicio público.

Servicio público desde cargos públicos dedicados a privatizar lo público. Unos lo han predicado como ideología neoliberal y otros lo han interpretado como práctica de apropiación indebida, delictiva, vamos. De lo que se trata ahora es de averiguar qué lugar ocupaba la sempiterna representante de lo público entre las dos ciudades agustinianas. Eso es también servicio público (información) que no se puede torpedear con exabruptos o luciendo un camafeo de la Guardia Civil a la vez que se acusa al benemérito cuerpo de inventarse los informes.

(Pequeña digresión). La misma Guardia Civil (aunque otros efectivos, es de suponer) que baila la conga al son de “¡Qué viva España!” en una peregrinación a Lourdes pagada con dineros públicos. Estos liberales han conseguido invertir la famosa propuesta de De Mandeville, vicios privados, virtudes públicas por el de virtudes privadas, vicios públicos. Lo que no se me alcanza, al no estar iluminado por el Espíritu Santo, es por qué ha de costear la colectividad este número de recio ridículo hispano.

Bien, en la lucha por la vida estamos. La Asamblea de Madrid es pura jungla de asfalto. Su presidenta consume más tiempo abroncando a las diputadas de la izquierda que todos los diputados juntos en sus intervenciones. La presidenta de la Comunidad utiliza unas descalificaciones zafias. Viene preparada para una lucha a muerte en la que lo único seguro es que sobrevivirán los más aptos, pues la naturaleza es tautológica. Lo malo es que solo lo saben después del combate. Algunas de sus armas bordean la calumnia. Acusar a otro de “pederasta” es acusarlo de un delito.

Pero con broncas no va a solucionarse el asunto. Cifuentes tiene también un equipo y unos colaboradores salpicados de irregularidades en cantidades pavorosas. Sus socios de C’s muestran signos de distanciarse, como quien va en el bote y rema desesperadamente para separarse del barco que se hunde.
Aunque salga penalmente indemne de esta, políticamente su situación es insostenible. Si dimite por mor de salvar la coalición de gobierno, le quedará algo de margen para reaparecer posteriormente. Si la echan con una moción de censura, su reaparición será como la del fantasma de Canterville o, quizá peor, como la del perro de los Baskerville.

divendres, 2 de juny del 2017

El caballero de la orden del chisme

La capacidad de Rajoy para simplificar lo más complejo en términos toscos es fabulosa. "Chisme" le parece la dimisión de un fiscal anticorrupción. "Algarabía" se le antojaba una Diada de dos millones de personas en la calle en Cataluña. "Chisme" podría ser que él se haya equivocado al votar los presupuestos y "algarabía" la que suelen montar las bancadas del PP en las diferentes asambleas (municipal, autonómica, estatal) cada vez que se debate sobre sus fechorías que es más o menos, siempre. En absoluto. Esos no son ni chismes, son business as usual.

La Política es algo distinto. Sostiene el presidente de los sobresueldos que "política es hacer las cosas a lo grande, fijarse en lo importante, etc." Un fiscal anticorrupción dimisionario por presunta corrupción no es grande; una Diada de millones, tampoco. ¿Qué es "a lo grande"? ¿El ejemplo es Ignacio González hoy entre rejas por hacer las cosas a lo grande a través de la Política? 

"A lo grande", dice un sujeto citado a declarar como testigo en un proceso a su partido por presunta financiación ilegal que lo salpica de lleno porque se alzó con la victoria, al parecer, con esa financiación ilegal. A lo grande. 

Lo del fiscal anticorrupción no es un "chisme" y, además, no es él solo. Son tres piezas: otro fiscal y un ministro de Justicia, los tres reprobados por el Parlamento. Reprobados por hacer lo contrario de lo que se supone deben hacer como servidores públicos del interés general, no el de un partido y menos el de un investigado. 

Llegados aquí, la verdad, da pereza seguir acumulando agravios. No hay día sin acto corrupto. Esto parece una verbena de hampones de todo tipo. Mientras Rajoy habla de "chismes" le sale un cargo de su partido (un exjefe de gabinete de Villalobos) guardando, como hormiguita previsora, 146 lingotes de oro en Suiza. Cada cual pondrá sus lingotes de oro donde quiera, faltaría más; lo interesante es de dónde vienen, si están declarados, el carácter del propietario y el hecho en sí. Nada extraño sería que mañana supiéramos de un presidente de Comunidad o de Diputación que se ha llevado todos los cuadros de un museo, sustituyéndolos por copias.

Es una situación que recuerda esos cuadros de flamencos, de Jan Steen, Teniers, Breughel, etc que retratan riñas y fiestas de campesinos en las que corren los porrones y los mamporros. González ha metido en el baile a cuenta de La Púnica a un expresidente de Castilla y León, actual alcalde de algún sitio y la señora Cifuentes lucha denodadamente por mantener su rubia cabeza por encima de la ciénaga de la Comunidad de Madrid, enzarzada en una lucha de corrala tan chulapa como vergonzosa. 

Esto es una zarzuela en la que los jueces están en almoneda, el Parlamento carece de autoridad y el gobierno está en manos de un partido imputado en un proceso penal. Del resto, ya no hablamos. Una zarzuela de la España eterna. Si alguien cree que exagero, que mire este vídeo en el que un grupo de peregrinos españoles que viajan a Lourdes a cuenta del contribuyente se marca una conga al ritmo de "¡Viva España!"  Son guardias civiles, militares, curas con un par de agentes franceses. Pues eso. Unos condecoran vírgenes en nombre de Bakunin y otros en recuerdo de Francisco Franco. 

Lo único que cabe hacer aquí es convocar un pleno del Congreso de reprobación a Mariano Rajoy, responsable del desastre en que se encuentra el país. Para ello es imprescindible que los dos partidos de izquierda se entiendan. Que dejen de atacarse y aúnen fuerzas para conseguir una mayoría absoluta a favor de la reprobación. La moción de censura de Podemos fue extemporánea y lo mejor que puede hacer es seguir su curso y fenecer de muerte natural y sin cainismos. A su vez, el PSOE puede sumplir su anunciado propósito de pedir la reprobación y dimisión de Rajoy y, de no producirse esta, quedaría expedito el camino para una nueva moción de censura con un acuerdo de los dos partidos de la izquierda, con el apoyo de todos los demás, exceptuado C's y la candidatura de Sánchez a la presidencia. Caso de conseguir mitigar los ardores narcisistas, fuertes por estos pagos.

Si tal cosa es posible depende casi en exclusiva del enfoque que se dé a la "cuestión catalana". El de la derecha ya se conoce: ruptura de diálogo y represión hasta sus últimas consecuencias y por todos los medios que arbitra la Constitución, que son todos. ¿Y el de la izquierda? ¿Es distinto? ¿En qué? ¿Serviría para entenderse con los catalanes? Se podría aceptar el referéndum negociando la pregunta y, en cuanto a su carácter de vinculante o consultivo, la izquierda española tiene una aliada nada desdeñable en la izquierda catalana no independentista, lo cual le da bastante fuerza negociadora.

No es probable que el bloque independentista acepte rebajar el carácter del referéndum pues las posiciones están claras, aunque nada hay definitivo en esta vida, salvo la muerte. En todo caso, no será preciso llegar a este punto porque es poco probable que el Congreso del PSOE dé un mandato a Sánchez para negociar una fórmula con referéndum consultivo. Y, no siendo esto, tampoco lo será que se forme un gobierno de izquierda. 

Esta última parte del post era una ensoñación utópica.

dijous, 1 de juny del 2017

El destrozo

Es imposible valorar el destrozo que Rajoy ha causado. Estamos demasiado cerca, en medio de él, en un griterío colectivo permanente. Se estudiará en los libros de historia que abrirán con la intrigante cuestión de cómo ha sido posible que semejante incompetente haya desgobernado el país. La primera parte, la Xª legislatura, se echará a cuenta de la mayoría absoluta del PP. La segunda, el gobierno en funciones, dos elecciones, un gobierno en minoría, a cuenta de la correspondiente incompetencia de la izquierda. 

El gobierno no gobierna. Se defiende. Tapa agujeros. Comparecen sus ministros y altos cargos a proclamar su honradez personal en un aluvión de escándalos sin fin. Todos pendientes de las revelaciones que pueda hacer alguno de los suyos hoy entre rejas. Ahí está el presidente convocado a declarar en persona y, como testigo, a decir la verdad, algo para lo que parece estar incapacitado. Lo curioso y muy y mucho español es que, en lugar de cuestionarse cómo puede estar involucrado en un proceso penal el presidente del gobierno, los medios acusen a los jueces de buscar un "juicio político", una foto, una imagen, en lugar de permitirle declarar por skype. 

Asunto anecdótico, pero representativo. Un país -y menos "una gran nación"- no puede permitirse tener un fiscal anticorrupción con una cuenta en un paraíso fiscal; ni un ministro de Justicia reprobado por el Parlamento; ni un imputado diario; ni un presidente acusado de haber cobrado sobresueldos y al que mañana pueden llamar en condición de investigado. Recuérdese que en este reino del hampa nadie pone la mano en el fuego por nadie, incluido González quien no la ponís ni por él mismo.

El destrozo ha sido mayúsculo. Rajoy ha socavado el Estado del bienestar y ha destrozado el de derecho, controlando el poder judicial y usándolo para politizar la justicia. 

Ese destrozo es ya grave, pero hay otro más profundo que va con él. Ha destruido el poco o mucho compromiso, cierto o imaginario, crítico o laudatorio, de la transición. El destrozo causado se ha hecho con un ánimo de revanchismo franquista. La primera legislatura fue un monumento a la restauración del espíritu de la dictadura: sus tres pilares fundamentales fueron la LOMCE, la Ley "Mordaza" y las reformas de la Justicia perpetradas por Ruiz Gallardón. Todo esto, con mucho más en cuanto a autoritarismo, corrupción y agresividad, ha acabado demostrando que España no tiene remedio, que es imposible conseguir que la oligarquía dominante tradicional se acompase a los tiempos y abandone su carácter y práctica agobiantemente antidemocrática. 

Este país, con una monarquía sin legitimidad de fondo, no puede hacer frente a la reivindicación independentista republicana de los catalanes. Y aquí es donde el destrozo de Rajoy alcanza las proporciones históricas que a otro normalmente constituido quitaría el sueño: un país se rompe por la incompetencia de su gobernante. 

La parte correspondiente en el destrozo a la izquierda, en toda su ridícula complejidad, quedará para otro post. Por ahora séame permitido insistir en que el renovado (y parece que hasta espontáneo) apoyo del PSOE a este gobierno que no está en condiciones de gobernar no es de recibo por la izquierda. Una candidatura que se armó contra la abstención frente al PP cambia esa abstención por un voto afirmativo. 

Todo por miedo a Cataluña. Y ahora Puigdemont lanza la temida pregunta de si el gobierno está dispuesto a recurrir a la fuerza contra Cataluña. Parece que el gobierno, sí. La cuestión es si también lo está el PSOE.  Y parece que también. Lo que salga de ahí caerá sobre sus respectivas cabezas.

dimecres, 31 de maig del 2017

"Este país es una puta mierda"

La expresión es muy dura, desagradable, grosera, probablemente injusta. No es mía. Es de Ignacio Gónzález en una de sus castizas conversaciones telefónicas con alguno de sus compinches, cómplices y amigos, entre los que se encuentran, al parecer, el ministro de Justicia, el ex-ministro Zaplana, etc. Todas personas relevantes de la derecha; gentes de orden, probablemente católicas. Entre ellas el tal González, personaje público que llegó a ser presidente de la Comunidad de Madrid, tras haber sido mano derecha (y larga) de Aguirre. Un hombre por encima de toda sospecha, que administró miles de millones de dinero público de los que, con ayuda de su familia (la derecha siempre vela por la familia) sustrajo presuntamente cientos en una complicada red mafiosa, según parece con complicidades en muchos puntos de todos los poderes del Estado. Del ejecutivo, ministros; del legislativo, diputados y senadores; del judicial jueces y fiscales.

¿Un caso aislado? No, claro. Un partido con 900 imputados no tiene 900 casos aislados. Es un partido corrupto o, como dicen los jueces, una supuesta organización para delinquir. Y no de hace tiempo o en un lugar lejano. Aquí, ahora y hasta el futuro inmediato. Ese partido y ese gobierno tienen un nuevo presidente de Comunidad Autónoma (el de Murcia) imputado y un ministro reprobado con petición de dimisión junto a sus dos máximos fiscales, esos probos funcionarios a los que se atribuye la resurrección del viejo afilador. El titular de "Anticorrupción" es copropietario de una sociedad off-shore. El conjunto presidido por alguien citado a declarar como testigo en un proceso penal por primera vez en la historia.

Todo lo anterior era evidente hace meses, años incluso. Defenestrado en el golpe de mano "chusquero", Sánchez levantó bandera por el "no", sostuvo que la abstención habia sido un error y ganó las elecciones asegurando que pediría ipso facto la dimisión de Rajoy porque ni él ni su partido están en condiciones de gobernar. En lugar de ello lo ha llamado y se ha puesto literalmente a sus órdenes. Esgrimiendo el sagrado interés de la Patria, el PSOE renuncia a cuestionar la gestión anterior de la derecha respecto a Cataluña y apoya incondicionalmente una orientacion represiva del gobierno. Nada de dimisión: apoyo en toda regla. Y, de regalo, los presupuestos.

¿Cuál es la razón de este giro? Tengo una hipótesis. Asustados los barones y viejas glorias del PSOE (los de la foto del Ifema), al ver en directo y en tiempo real las condiciones de la candidata que apoyaban, tomaron una decisión. Hablaron con el candidato al que habían defenestrado por sospecharle veleidades pactistas con los indepes y le prometieron neutralidad en la campaña si él, a su vez, prometía mantener la unión nacional bajo la égida del PP. Obsérvese que ninguno de los del Ifema volvió a hablar en público a favor de Díaz, exceptuado el inimitable Zapatero. La andaluza se trabajó la campaña a solas y únicamente consiguió llevar al mitin de cierre a un Alfonso Guerra que parecía el espectro del Comendador. El resultado fue el que fue y lo primero que ha hecho Sánchez ha sido cumplir con el pacto antes que con su palabra. Y, de este modo, quien venía del frío para echar a la derecha, ha sido quien ha acabado de apuntalar el gobierno de la derecha más corrupta de Europa. Si non è vero, è ben trovato. 

Hay que hacer las paces, unir y recuperar el partido y prepararlo para las próximas elecciones que pueden ser en cualquier momento, sobre todo si el mandato del congreso es que pida la dimisión de Rajoy y haga una oposición eficaz, no "constructiva" como la de la gestora y la que el SG ha empezado a hacer. Esto quizá le resuelva la cuestión de la paz interna en el partido, depende de cómo se lo tome la militancia. 

Pero le queda articular una posición respecto al otro partido de la izquierda. La obsesión de Podemos con el protagonismo mediático lo lleva a entender su relación con el PSOE como una de amor-odio en la que acaba prevaleciendo el odio porque está anclado en el esquema conceptual de la vieja relación PSOE-IU. Por ello no puede convertir el espectáculo en realidad tangible y se ve obligado a recurrir muy a su pesar al primogénito, al que, como Jacob, trata de engañar sin conseguirlo porque el PSOE ahora está ahito, pisa fuerte, pues ¿no se codea con el presidente del gobierno en un episodio que sintetiza el renacer del venerable bipartidismo? Eso es preparar maquinaria de elecciones en nada de tiempo. Chapeau.

Lo malo es el discurso. Y sobre todo el punto negro de este, el pasaje de turbulencia, el nombre que, como el de la Biblia, no se puede nombrar: Cataluña y su proceso independentista. Al llegar aquí, se cierran las filas y surge un "no" bronco y a coro, el "no" nacional español. Sin razones, salvo el respeto a la ley. Pero ninguna ley puede pasar por encima de la voluntad del 75% del electorado de un territorio, una inmensa mayoría. Se responde que esa mayoría es minoría en el seno de otra mayoría, la española. Cabe dejar este debate a quien le interese y preguntar directamente al PSOE (a la izquierda en general) si también cree, como finje hacerlo la derecha, que el independentismo es una cuestión de un grupo de fanáticos, medio nazis y corruptos que han secuestrado la voluntad del buen pueblo catalán, más español que los manchegos. 

Si no es así, si cree que el millón y medio de votantes del JxS y los cuatro y pico millones de electores que piden un referéndum merecen un respeto y que se les escuche, como tanto preocupa a la vicepresidenta del gobierno, ¿qué piensa hacer al respecto? ¿Tratar la cuestión como un problema de orden público que se resuelve solo con medidas represivas o, como dice un dirigente de la nueva socialdemocracia, coercitivas? Esa propuesta de reforma federal de la Constitución,  se inspire o no en las de Anselmo Carretero, ¿qué viabilidad tiene? Sobre todo, ¿qué viabilidad tiene en Cataluña? 

Entre tanto, en este país, en donde rige la ley, y donde se fusiló a un presidente de la Generalitat, hoy hay otro que lo fue, procesado, como procesada está la presidenta del Parlamento y otros cargos o excargos de la Generalitat. Y la perspectiva es que el conflicto se agrave y se convierta en una espiral. 

A lo mejor tiene razón Ignacio González en su juicio. Él parece parte inseparable de este país.

Escuchar a los catalanes

Es lo menos que puede hacerse, pensaría cualquier persona con algún conocimiento de gentes y cierta educación. Pero eso, en España, no se estila. No lo hace esta derecha hirsuta y montaraz, directa heredera de Franco ni lo hace el PSOE que, como siempre, admite su subalternidad ante la derecha y acepta sus planteamientos autoritarios, impositivos y su comportamiento corrupto y delictivo porque tiene miedo de que se le pueda acusar de querer "romper España". Es una típica proyección de los neofranquistas y sus aliados del PSOE que son quienes verdaderamente han roto el país. Eso cuando no coinciden con sus aliados en su estúpida convicción de que los catalanes han de ser españoles, quieran o no, pero, luego, no están dispuestos a respetar sus derechos y sí a tratarlos como delincuentes.

Esto no tiene arreglo. A continuación, la versión castellana del artículo.


Escuchar a los catalanes

Realmente, ¿cómo iba a haber diálogo cuando una de las partes no parece estar enteramente en sus cabales? El contundente juicio de Sáenz de Santamaría sobre las auténticas intenciones de Puigdemont roza el delirio, es casi una declaración patafísica, dadaísta: Puigdemont quiere hacer un referéndum para no escuchar a la población.  Desde luego, el diálogo era imposible.

Y esa imposibilidad viene apuntalada por el respaldo manifiesto de Pedro Sánchez a la línea del “no” del PP, formándose así ya de hecho una “unión sagrada” de los tres partidos dinásticos, PP, PSOE y C’S. Frente al independentismo catalán que es, además, republicano. Es también una “unión dinástica”.

Tan fuerte que permite a la vicepresidenta seguir haciendo gala de su sentido de la lógica, cuando sostiene que el referéndum es ilegal pero invita a Puigdemont a defenderlo en el Parlamento; es decir, lo invita a defender una ilegalidad. Como cuando el emperador convocó a Lutero a la Dieta de Worms para que abjurara de sus tesis. Lutero no abjuró y Puigdemont no compareció.

La cumbre del referéndum no tiene otra opción que convocarlo con fecha y pregunta. A partir de aquí empieza la cuenta atrás del juego de acción-reacción-nueva acción. El Estado estará al acecho para impugnar cualquier acto de la Generalitat, por nimia que sea la causa, si entiende que propicia la realización del referéndum. A su vez esta tendrá que ir poniendo barreras y cortafuegos para avanzar en sus intenciones, descansando en su base popular y la movilización social. Sin pacto por medio, el referéndum se convierte de hecho en otro 9N, pero en condiciones distintas, agravadas.

La cuestión no es hasta dónde está dispuesta la Generalitat a seguir con su hoja de ruta pues está clara: hasta el final, hasta la celebración del referéndum. Antes bien, la cuestión es hasta dónde está dispuesto el Estado (es decir, el gobierno con su mayoritario apoyo parlamentario) a llegar en su política represiva o, como dicen sus aliados socialistas en esta tarea, sus “medidas coercitivas”.

Según se acerca el momento de eso que llaman los medios “el choque de trenes”, surgen vacilaciones, desconciertos, presiones, búsquedas de terceras vías sin mucho crédito ya y hasta bien intencionadas propuestas. Por ejemplo, se dice que la represión del referéndum se mantendrá hasta que el bloque independentista desista en su actitud con el menor descalabro posible y convoque elecciones autonómicas ordinarias que, se espera, traerán una composición distinta del Parlamento.

La opción de elecciones autonómicas es tan válida como otra cualquiera y, de verse en la necesidad por causa de fuerza mayor sin duda los partidos independentistas estarán preparados. Es una vía que tienen abierta y a la que pueden dar el valor simbólico que quieran. Pero no es eso lo que pretenden y, al mismo tiempo, temen que una nueva consulta electoral por imposibilidad de culminar la hoja de ruta desmovilizará un porcentaje del electorado independentista.

Por ello, a la vista del bloqueo sistemático de todas las iniciativas de la Generalitat, la mayoría independentista del Parlamento puede acudir a otra vía posible, la declaración parlamentaria unilateral de independencia (DUI). La unión sagrada española de los tres partidos habrá previsto que, al negar toda posibilidad de diálogo, esta opción se hace verosímil.

De adoptarse, se generarían dos reacciones paralelas: de un lado, una intensificación de la acción represiva del Estado, por medios excepcionales, incluida la intervención de hecho de la Generalitat y una previsible escalada de inestabilidad que no beneficiará a nadie y servirá como trasfondo de la otra reacción, la de una internacionalización del problema, pues la Generalitat la llevaría a la Corte Internacional de Justicia, argumentando el precedente de la opinión consultiva sobre Kosovo.

No está claro que prosperara pero la internacionalización sería un hecho, con el agravante de una situación interior de excepcionalidad. Justo los elementos que invitarán ofertas de mediación extranjera todas las cuales, obviamente, comenzarán por recomendar un referéndum.

dimarts, 30 de maig del 2017

La cuestión de fondo

Su primer acto como SG, decía Sánchez durante las primarias, sería pedir la dimisión de Rajoy. Pues ha sido al revés, casi como si se hubiera tratado del mismo Rajoy, el de "no he cumplido mi palabra, pero etc., etc." Primero le permite sacar adelante los presupuestos jugando con la mistificación del voto del diputado canario, que es o no es del PSOE, según interese. En segundo lugar lo llama por teléfono para comunicarle su rechazo a toda consulta ilegal y su respaldo incondicional a la gestión de la cuestión catalana; sí, esa gestión que el 77 por ciento de la población dice que es mala, aunque da algo de miedo pensar qué pueda considerar aquí "mala" mucha gente. 

Se supone que se trata de un gesto de estadista, de alguien que, teniendo en cuenta la situación crítica del país, pone el interés de este por encima del de su partido, el suyo y hasta su palabra. Se supone también que obedece a una profunda convicción nacional a la par que un deseo (legítimo) de ampliar su base electoral. Y así, haciendo de tripas corazón, llama al hombre que no lo felicitó la noche de su victoria, el que se negó a darle la mano en cierta memorable ocasión, al que él mismo tachó de indigno en la televisión, aquel cuya dimisión iba a pedir, para significarle su apoyo. No cabe mayor sacrificio en nombre de la Patria. Tendrá su recompensa.

Pero, de momento, tiene su coste. El que se deriva del hecho de tomar partido en un contencioso no con una propuesta propia, sino adhiriéndose incondicionalmente a la de una de la partes, la del PP, que es la de la confrontación. Ni siquiera cuestiona el derecho del gobierno a cerrar una vía de diálogo que, de todos modos, no existía. El PSOE da por bueno lo que haga ese gobierno y se inhibe de las consecuencias. Presume que estas le permitirán en todo caso llevar adelante su propósito de ir a elecciones a medio plazo, tratando de forjar una coalición PSOE, C's, Podemos (la estrategia original de Sánchez) con una propuesta de reforma federal de la Constitución para acomodar el ser de la España plurinacional, recientemente descubierto. 

La propuesta federal es vieja cantinela. El PSOE tuvo veinte años para ponerla en práctica. Y no se movió. Bien es verdad que los nacionalistas catalanes no apretaban. Pero sí quisieron ampliar su estatuto con una profunda reforma en 2006 que apadrinó precisamente el socialista Maragall, reforma que los propios socialistas se encargaron de aniquilar (pasándole el cepillo, al decir de Guerra) y el Tribunal Constitucional apuntilló en 2010. Así que el federalismo tiene ya escaso predicamento. 

De todas formas, es igual porque lo importante aquí es qué sucederá en ese tiempo en el que el PSOE se inhibe. Hastá dónde llegará la inhibición (y, por tanto, respaldo) en una intensificación de la actuación represiva del Estado. El referéndum no es una petición de una organización terrorista, sino una reclamación de amplia base social en Cataluña y una mayoría absoluta parlamentaria. Reprimirla por la fuerza no resolverá el problema. Lo agravará y lo enquistará. 

En el lado español, el giro copernicano de Sánchez, seguramente le resultará beneficioso en cuanto a proyectar la imagen de partido moderado, dinástico. Más difícil lo tiene para atraer el voto que se le fue a Podemos por la izquierda, pero eso dependerá de la actitud del propio Podemos, en donde, según mis noticias, vuelve a hablarse de transversalidad.

dilluns, 29 de maig del 2017

Una moción sin emoción

Como sabe todo el mundo, los relevos en la jefatura de las organizaciones crean vacíos de poder. Mientras quienes se van, se van y quienes llegan, llegan, la organización (Estado, empresa, partido...) tiene que seguir actuando y respondiendo a los requerimientos que se le plantean y que, comprensiblemente, se hacen más acuciantes al pensar sus autores que, en efecto, dan con un vacío de poder y pueden aprovecharlo. Quienes se van, se desentienden y quienes llegan, no saben bien aún en dónde están. 

Dos asuntos se ha encontrado Sánchez a la puerta de su despacho: los presupuestos del PP y la moción de censura de Podemos. En ambos casos la decisión es respetar la que ya había tomado antes el grupo socialista. Si acaso mitigando el "no" anunciado a la moción con una abstención. De inmediato lo han atacado por estar faltando a sus propósitos desde el primer instante, de estar haciendo un "Rajoy". 

Sin embargo, es actitud bastante razonable. Desautorizar a la gestora de golpe y porrazo es precipitado y revelaría inconsciencia. Eso lo ve cualquiera. La cuestión es que la oposición de Sánchez comienza a partir de los presupuestos. Su iniciativa arranca con un compromiso de pedir la reprobación/dimisión de Rajoy y, de no producirse esta, una nueva moción de censura. Ese era el plan y no hay razón para cambiarlo por consideraciones de oportunidad de otra formación, Podemos, que presentó la moción sin consultar con nadie. 

No hay vacío de poder en el PSOE y el congreso próximo promete mucho en punto a los tres elementos que trae la Nueva Socialdemocracia: la sustitución de la derecha en el gobierno (por mocion o elecciones), las relaciones con Podemos y la cuestión catalana.

Un pequeño detalle

La información, destacada en primera de El País (señal del susto que lleva en el cuerpo) es correctísima. Da cuenta de la decisión de Puigdemont de convocar una cumbre de fuerzas independentistas para fijar fecha y pregunta del referéndum. Informa de los asistentes: PdeCat, ERC, CUP. Catalunya en Comú (Ada Colau) se abstiene y Podem asistirá como "libre oyente". Los reparos de esta izquierda al llamado independentista apuntan en la dirección de estar buscando alguna forma de tercera vía, idea que ha comenzado a acariciar El País al comprender que la ignorancia, la falsedad y la manipulacion no compensan. Pero, en todo caso, una información correctísima.

Con un pequeño matiz, un detalle casi nimio. Sostiene el diario que la cumbre se reúne para acordar fecha y pregunta del referéndum separatista. Ahí ya el periodismo se troca fábula y ficción. El referéndum que la Generalitat quiere convocar (tras haber intentado inútilmente pactarlo con el Estado) es consultivo y vinculante. Si es separatista o unionista lo decidirán los votantes. Salvo que se diga que es separatista por convocarse por separado. Pero no parece ser el caso, pues bastaría con llamarlo ilegal. Separatista prejuzga el resultado.

La suposición de que un referéndum en Cataluña tiene que ser separatista da una idea de la fe, la confianza que los nacionalistas españoles tienen en su propia nación. Algo lógico a la vista de cómo la tratan.  

Sigan haciendo chistes

Sigan hablando de "feminazis", de denuncias falsas; sigan cargando contra la "corrección política", oponiéndose a la discriminación positiva, las cuotas, a toda forma mayor seguridad para las mujeres; continúen defendiendo los usos tradicionales del habla, tolerando la misoginia, defendiendo los abusos socialmente admitidos, como los piropos, contando chistes denigratorios hacia las mujeres; reproduzcan siempre que puedan las pautas machistas en la vida cotidiana y ridiculicen a quien las critica; nieguen que vivimos un feminicidio; restrinjan o supriman los recursos para luchar contra esta plaga.

Total, solo son tres personas asesinadas por su condición femenina. 

diumenge, 28 de maig del 2017

¡Ah! Pero ¿había una "crisis"? ¿No era una "algarabía"?

Rajoy no solo ha gestionado mal la “crisis catalana”. Lo ha gestionado mal todo. Se ha cargado el Estado de derecho, no ha conseguido sacar al país de la crisis, habiéndolo arruinado con unas arcas vacías (sobre todo, el fondo de pensiones) y una deuda pública galopante, ni siquiera ha conseguido reducir el déficit a lo que se le exige. En seis años no ha conseguido hacer lo que el gobierno portugués de izquierda ha hecho en dos. Un completo inútil y una desgracia para el país. Y más desgracia que el país se dé cuenta ahora. Lo único que este prodigioso incompetente sabe hacer es amparar a los corruptos y conseguir que la banda de ladrones que capitanea haya expoliado el país.

En lo tocante a Cataluña, la incompetencia tiene rasgos casi delictivos. Desde la famosa sentencia del Tribunal Constitucional de mayo de 2010, el independentismo catalán pasó de ser una reivindicación de partido a serlo social, nacional, transversal. Y, desde entonces ha llevado la iniciativa en procura de su objetivo de un referéndum de autodeterminación en Cataluña.

Durante esos años, el gobierno presidido por esta nulidad no ha hecho nada por dialogar o negociar con los independentistas, se ha cerrado en banda, ha despachado con cajas destempladas a dos presidentes de la Generalitat que venían a exponer sus demandas y ha dado orden a su frente mediático de que ataque sin cuartel al independentismo, al tiempo que, al parecer, también se le hace la guerra sucia.

Hasta los de su cuerda, los empresarios catalanes, le instan a negociar y llegar a alguna solución política. El olmo y las peras. El mismo presidente reconoce que no tiene propuesta alguna, que no se le ocurre nada, vaya. Y eso que asegura encontrarse en el mejor momento de su vida. Se le nota cuando se pone apocalíptico previendo desastres sin cuento con la independencia de Cataluña. Lo único que se le ocurre es meter miedo o, mejor dicho, exteriorizar su propio miedo.

La cuestión no es qué cabe esperar del gobierno. Ya se sabe: nada. La confrontación y a ciegas. Es qué cabe esperar de la oposición: si va a cerrar filas tras el gobierno en combate o va a presentar alguna propuesta de negociación.

Ayer, Palinuro, extralimitándose, presentaba una. Ni él mismo se fía de ella. La intención era simplemente decir que hay que dialogar, que no se puede aceptar la decisión de este gobierno de cerrarse al diálogo.

En una democracia no es admisible impedir el diálogo y, si esto sucede, los independentistas se sentirán legitimados para proclamar una DUI, una Declaración Unilateral de Independencia en el Parlamento. Y a ver qué hace el gobierno.

Habla la autoridad

Todo es relativo. A Rajoy el país no le parece corrupto. A otro, en cambio (a muchos, en realidad), puede parecerle que un país gobernado por un presidente presunto cobrador de sobresueldos en B y citado a declarar por los tribunales es corrupto. Seguramente se lo parecería al mismo Rajoy sino se tratara de su persona. Así que el hecho de hablar de corrupción, siendo él el responsable político de todos los corruptos, entra dentro no ya de desfachatez, sino de la chulería matonesca de esta derecha criminógena y comecirios.

En todo caso, es cierto, el país no es corrupto: sus ríos, montes, llanuras, nubes y cielo no están corruptos. Pero su gobernación sí y de arriba abajo, pues depende de un partido con 800 imputados y al que los jueces consideran una presunta asociación para delinquir. Un partido presidido por el mismo que niega la corrupción que lo afecta. Y, por si alguna tenue esperanza hubiera, repasen los últimos actos del gobierno, su partido y sus amigos en la judicatura:

Mantienen en sus puestos a un ministro reprobado y un fiscal cuestionado.

Nombran para presidir la sala de lo penal de la AN a una jueza apartada de un caso de la Gürtel por evidente amistad con el PP.

Nombran para presidir una comisión de investsigación del caso Lezo, que afecta directamente a Ignacio González, a un cuñado suyo.

Nombran para presidir una comisión de lucha contra la corrupción a Manuel Cobo quien, efectivamente, la denunció en su día, pero que, a su vez, sigue en investigación por actos realizados durante su pertenencia al gobierno de Ruiz Gallardón.

La corrupción es total. Gobierna una banda de presuntos delincuentes cuya única preocupación es colonizar las instituciones públicas, robar a manos llenas del erario y controlar el poder judicial, llenarlo de clientes y deudos para irse de rositas con lo apandado.

No, el país de  Aguirre, "el Albondiguilla", Arenas, Aznar,  Baltar, Bárcenas, Barberá, Bernard, "el Bigotes", Blesa, Botella, Camps, Chaves, Correa, Cospedal, "el curita", Dancausa, Espejel, Fabra, Gallardón, González, Granados, Griñán, López, Matas, Mato, Millet, Moix, Pujalte, Rajoy, Rato, Pedro Antonio Sánchez, Sepúlveda, Soria,  Trillo, Urdangarin, Villarejo, no es corrupto. ¡Qué va!

dissabte, 27 de maig del 2017

Cerrar antes de abrir

Cuando Rajoy “da por cerrada la vía de diálogo con la Generalitat” está haciendo un ejercicio de posverdad. Algo inherente a su partido y que consiste en negar la evidencia con todo aplomo o directamente inventarse la realidad. “El PP es el partido de los trabajadores”, decía Cospedal. Posverdad. “El PP es el partido que más ha luchado contra la corrupción”, según Rajoy. Posverdad. “No he cumplido mi palabra, pero he cumplido mi deber”. Posverdad de la que se sigue que el deber de este hombre es no cumplir su palabra.

¿Hay algo más posverdadero que dar por cerrada una vía de diálogo que no existe? Ciertamente, hace unos meses, el presidente del gobierno, en un gesto de magnanimidad unilateral decidió adoptar una política de diálogo con la Generalitat. Despachó a la vicepresidenta a Barcelona, le puso allí un despacho desde el cual aquella empezó a ejercer a modo de virreina. Y ahí acabó la política del diálogo, en un único encuentro entre Sáenz de Santamaría y Junqueras para comprobar que no tenían nada de qué dialogar. El referéndum no lo permite. El diálogo no arrancó, pero el gobierno ya lo da por cerrado.

Es un momento de suspense, los dos contendientes en mitad de la calle desierta, mirándose a los ojos bajo un sol cegador, a ver quién hace el primer movimiento. De ambos lados llegan voces. Del lado del gobierno se lanzan admoniciones y amenazas y la inevitable Cospedal, ministra de Defensa, habla ya en términos castrenses de intervención militar. Califican de intento de golpe de Estado el referéndum. Del lado de la Generalitat se escucha a la CUP y la ANC, así como otras asociaciones de la sociedad civil, reclamando fecha para la celebración del referéndum.

El escenario es de confrontación. Y de mala perspectiva porque ninguna de las partes puede echarse para atrás. Sin embargo, una cosa está clara: la represión no es una solución. Un Estado de derecho no puede sobrevivir sojuzgando a una minoría nacional. La traslación de la experiencia del País Vasco a Cataluña, esto es, la idea de que es posible domeñar una reivindicación independentista tratándola como una cuestión de orden y seguridad pública, es un grave error. En el PV había un problema de terrorismo. En Cataluña hay una amplia movilización social democrática y pacífica.

La represión no solo no es justa; tampoco práctica. El Estado puede suspender la autonomía catalana pero en algún momento tendrá que restablecerla; puede inhabilitar a la actual clase política independentista, pero no impedir que se reproduzca mediante elecciones. El gobierno sostiene que va a dar la batalla a la Generalitat en defensa de la mayoría de los catalanes a la que se está engañando. ¿Cómo saber si esto es así? Por supuesto, haciendo un referéndum. Justo lo que, encuesta tras encuesta, reclama entre el 70 y el 80 por ciento del electorado catalán: hacer un referéndum para ver qué quieren los catalanes. El gobierno no tiene más que investigar. Lo que quiere la mayoría de los catalanes es un referéndum.

Si la represión no es la solución, ¿cuál es? Sentarse y negociar. Negociar, ¿qué? Por supuesto, todo. Eso de que hay algo innegociable (la soberanía del pueblo español) que va repitiendo por ahí Rajoy como una carraca es otra posverdad. ¿Por qué es innegociable? Porque lo dice la Constitución. Y la Constitución, ¿qué es? Una ley (y muy reciente, por cierto) que, como todas las leyes se puede cambiar. En realidad, las leyes no hacen más que cambiar y no solo las humanas, también las naturales y hasta las divinas. Porque todas las leyes se hicieron para los seres humanos y no al revés.

Que en un Estado democrático de derecho haya algo de lo que no se puede hablar es inadmisible. Porque quien impide que se hable, impone su opinión como infalible, la fija como verdad incuestionable. Si alguien la cuestiona, se le reprime pues estamos en la época de la posverdad, de la represión.

Es una perspectiva poco halagüeña y resulta comprensible que todos hagan cuanto puedan para evitarla. Todos quizá no. La negativa del gobierno a dialogar apunta a una intención de empeorar la previsión en virtud, quizá, de aquel viejo adagio que suele atribuirse al espíritu revolucionario leninista de “cuanto peor, mejor”.

La cuestión es si los otros partidos españoles aceptan o no uncirse al carro de guerra de la derecha. C’s parece casi destinado pues nació hace una docena de años como partido anticatalanista. Podemos, por el contrario, respalda la celebración de un referéndum pactado y, por tanto, legal y vinculante. Si hay prohibición, legitima un referéndum unilateral, pero solo le da un valor político, no jurídico. La incógnita es el PSOE, que ha cambiado las tornas desde las primarias y cuyo SG, acabado de aterrizar, se encuentra con una línea de apoyo parlamentario al PP sobre la que tendrá que tomar una decisión.

En asuntos tan graves, las decisiones no se improvisan y necesitan tiempo. Por eso Sánchez hará bien en no pronunciarse en uno u otro sentido hasta tener todos los datos, valorar sus posibilidades y formular una propuesta que habrá de someter a consulta a la militancia. Con la marca socialdemócrata. Por eso, así como no ajusta su criterio a las orientaciones de Podemos, tampoco tiene por qué responder a los desafíos gubernativos de que aclare el concepto de “nación de naciones”. Todo a su tiempo.

Para ir haciendo tiempo y entretener a los impacientes, el PSOE puede declarar en el Parlamento que no acepta el cierre de la “vía de diálogo”. Esa decisión es contraria a la función esencial del gobierno que, como toda autoridad pública, debe velar por la paz y el entendimiento entre los ciudadanos y no por la confrontación. Además, es ilegal, pues no media una previa decisión parlamentaria que le inste a hacerlo. No tiene más respaldo que una acción ejecutiva. Pero si el Parlamento rechaza el cierre del diálogo y obliga al gobierno a seguir intentándolo, este tendrá que hacerlo.

Al final, el problema es qué se lleva en concreto a una mesa de negociación, mediando entre dos posiciones antagónicas. Algo en lo que ambas partes estén de acuerdo, habiendo ambas cedido en algo. Como base podría servir la siguiente propuesta: el Estado permite la celebración del referéndum llamándolo “consulta”, “sondeo” o como se quiera, desprovisto de eficacia jurídica pero con una eficacia informativa que conlleva una obligación: el Estado se compromete a abrir un proceso de reforma constitucional en un órgano ad hoc, una Convención, por ejemplo, con una composición que haga justicia a la reivindicación independentista. Sea cual sea el resultado de la Convención, se someterá a referéndum por comunidades autónomas, una de cuyas opciones habrá de ser la independencia.

divendres, 26 de maig del 2017

La que ha liado Sánchez

El título no es un error. Es Sánchez, no Puigdemont, que lleva bastante tiempo liándola. Es Sánchez el que la ha liado ahora siendo elegido SG contra Susana Díaz y el pronóstico de la autoridad. Esa decisión de la militancia ha trastocado los planes del frente nacional español PP-PSOE, que lleva gestándose desde la Ley de Seguridad Nacional, aprobada con los votos de ambos partidos dinásticos en septiembre de 2015. 

Esa alianza patriótica funciona soterradamente desde entonces y está en la base del golpe de mano del 1º de octubre. Existiendo la sospecha de que Sánchez estuviera tramando alguna forma de alianza con Podemos y los indepes, el frente nacional  da un golpe preventivo. Y del que parece tenía informado a Rajoy. El entendimiento de este con Rubalcaba fue siempre patente en asuntos que ambos gustaban llamar "de Estado" y quería decir Cataluña. 

La gestora del golpe sería Díaz y con esta rotundamente opuesta a Podemos y los indepes, quedaría armado el triángulo poderoso del nacionalismo español. Con un respaldo de tres cuartas partes de la Cámara, se encontraría una solución al contencioso catalán por las buenas o por las malas.

El resultado de las primarias ha dinamitado ese plan. Los ha descolocado y han recurrido a palabras mayores. El famoso editorial de combate de El País, El Brexit del PSOE, pone a Sánchez de chupa de dómine y habla de "demagogia, medias o falsas verdades (sic) y promesas de imposible cumplimiento" y se queja luego donde le duele: "En un momento en el que España enfrenta un grave problema territorial en Cataluña, era más necesario que nunca que el PSOE se configurase como un partido estable y capaz de suscitar amplios apoyos." O sea, la gran coalición, el gobierno de unión nacional.


A su vez, Rajoy también pierde los nervios y se pone a presumir de demócrata y adalid del Estado de derecho, acusando a los indepes de pretender un golpe de Estado. Su propuesta, dice, es liquidar la Constitución, lo nunca visto, lo que solo sucede en las peores dictaduras, cosa que él sabe de buena tinta porque su partido lo fundó un ministro de una de esas dictaduras. Todos cometemos pecadillos en nuestra juventud, pero es que este los comete ahora en edad provecta al gobernar conculcando sistemáticamente todos los fundamentos del Estado de derecho. Más o menos, lo que deja entrever el "todo" a que dice el gobierno estar dispuesto. 

Y encima, viene Sánchez a proclamar en el congreso la fórmula de "nación de naciones". Que no está mal, es bienintencionado, pero ya lo suficiente para que al frente nacional le dé un ataque. Y con escaso atractivo en el otro lado, que pide algo más concreto y tangible, un referéndum. La fórmula es, además, autodestructiva. Si no he entendido mal, se concibe España como "nación de naciones"... culturales. Una nación política compuesta por naciones culturales. Y ¿por qué no asimismo políticas? ¿Por qué la nación España, cuya idea cultural es problemática, sí, y la nación catalana, cuya identidad cultural es patente, no?

Si se quiere aportar algo con intención de desbloquear la situación, la nación de naciones tiene que ser de naciones políticas en igualdad de derechos con proporcionalidad negociable y todo ello a partir de un referéndum pactado vinculante.