diumenge, 17 de maig del 2009

El arte del siglo XX.

Dos reconocidos críticos culturales contemporáneos reflexionan en este libro (La pantalla global. Cultura mediática y cine en la era hipermoderna, Barcelona, Anagrama, 2009, 352 págs.) sobre los avatares del cine en esta época que llaman "hipermoderna", con originalidad terminológica (el término procede de una acuñación anterior de Lipovetsky) que aplican a otros conceptos a lo largo de la obra. Ésta me parece interesante pero ya dejo dicho al comienzo de la reseña que no veo la necesidad que parecen sentir muchos autores de bautizar con términos rebuscados reflexiones que luego tampoco responden por entero a lo que los nuevos conceptos dejan entrever. ¿Qué significa exactamente "hipermodernidad" y cómo diablos se relacionará con "postmodernidad"? Me explico. Parto de la idea kantiana de ilustración y la hago sinónima de modernidad con lo que entiendo que ésta es el proceso de emancipación del ser humano, su dominio sobre sí mismo, su "caminar erguido", su liberación de la superstición. Al mismo tiempo, tengo la peor opinión de la televisión; de la española y de todas. Si resulta que, como dicen los autores, los franceses pasan diariamente tres horas y veinticuatro minutos delante del televisor (más o menos lo mismo que los españoles, según el último EGM), eso equivale a unas 100.000 horas de sus vidas u once años viendo y escuchando una jartá de estupideces. ¿Cómo se puede llamar "hipermoderno" a semejante borregamen?

Los autores sostienen que el cine tiene una gran capacidad para reinventarse ante los nuevos retos de las tecnologías. Dividen su historia en cuatro etapas: a) el cine mudo; b) la "modernidad clásica" (de 1930 a 1950); c) la "modernidad vanguardista y emancipadora" (1950 a q970); d) la "época hipermoderna" (pp. 16-21). Lo hipermoderno es el hipercapitalismo, el hipermedio, el hiperconsumo globalizado cuando comienza la pantalla global (p. 22). Este libro se publicó en francés en 2007, antes de la gran crisis que ahora vivimos. Todos estos discursos suenan hoy algo desafinados.

El cine, dicen los autores, es un arte connaturalmente moderna. Junto a la fotografía es la única nueva en veinticinco siglos (p. 31). También es industria, lo que le ha sido muy criticado y, por supuesto, arte de consumo de masas. Es también un arte colectivo. Elie Faure lo comparaba a la construcción de una catedral por la cantidad de esfuerzos que hay que aunar para hacerlo posible. Ahora se ha hecho super high-tech y con la digitalización se ha revolucionado por entero, sobre todo los efectos especiales. Con ello hay también una espiral de costes de producción. El hipercine es reflejo del hipercapitalismo mundializado, caracterizado por desigualdades espectaculares y un vedetismo triunfante (p. 60). Antes solían hacerse unas 300 copias por película. En 1975, con Tiburón, ya se hicieron 500 y hoy se hacen entre 8.000 y 10.000 copias por cada película de las cuales 4.000 son para los Estados Unidos. El cine se extiende cada vez más y más rápidamente y, sin embargo, cada vez va menos gente a verlo. En los EEUU se calcula que hay 5,4 visitas por persona y año y en Europa menos de la mitad, 2,4. En 1979 iba al cine el 17,8% de la población; en 1992, el 15% (p. 64) y en España, en 2008, menos de 5%. Por lo demás, la producción cinematográfica aparece hegemonizada por los EEUU que producen entre dos tercios y tres cuartos del cine que se ve en Europa (p. 66). Igual que la sociedad hipermoderna se caracteriza por fenómenos hiperbólicos, el hipercine es una huida hacia delante supermultiplicada, una escalada de los elementos que componen su universo (p. 73). La realidad virtual es el extremo de la invención high-tech con un efecto extraordinario en las salas en que puede verse (75). Los rasgos del cine contemporáneo incorporan la velocidad, el ultramovimiento, el ritmo infernal y sobre todo la ultraviolencia. Ya llegó el mensaje con Grupo salvaje, de Sam Peckinpah y Apocalypse now, de Coppola (p. 87). Se practica sexo auténtico ante las cámaras y un lenguaje vulgar, lleno de tacos. Pues se enseña todo, cabe decirlo todo. Un rasgo nuevo es la multiplejidad, el relato multiplex con ruptura de las unidades clásicas, especialmente la de acción y hasta la inteligibilidad tradicional se cuestiona (p. 101). Los géneros se mezclan, ya no hay distinciones, los argumentos tratan de todas las edades de la vida. Hay películas sobre bebés y sobre ancianos de noventa años. Todo es tema (p. 113). Se desestabiliza la dicotomía tradicional de los papeles sexuales (p. 116) y el cine se convierte en objeto del cine. No es solamente que abunden las remakes sino que hay trozos de películas anteriores en otras modernas y hasta se parodian (p. 130).

Uno de los fenómenos más interesantes de hoy es el gran auge del documental que, para los autores aparece como respuesta a la desaparición de los referentes colectivos del bien y del mal (p. 147). El neodocumental expresa el fin de los grandes sueños colectivos y de los profetas de la modernidad triunfante (p. 149). Tiene también un elemento de ficción porque interpreta la realidad, la reconstruye con una mirada militante, íntima, etc. (p. 157). En cuanto a la memoria y el cine histórico, la sociedad hipermoderna está dominada por la categoría del presente y la paradoja es que se vive un movimiento de revitalización del pasado, un frenesí rememorativo, un culto al pasado (p. 163). El cine histórico clásico es un pasado pasado; el cine histórico de hoy es un presente en pasado y el cine de la memoria es un pasado para el presente. Todo esto viene especialmente a cuento del empeño por no olvidar el genocidio, en concreto la Shoah y de ahí películas al estilo de La lista de Schindler (p. 175). Los españoles podemos dar buena fe de esta tendencia a la vista del interés que sigue teniendo todo lo relativo a la guerra civil y el franquismo.

Por lo demás, el cine es también testigo de su época. Nunca se han filmado tantos acontecimientos y problemas políticos y sociales (p. 183). Escojo algunos de los temas sobre los que los autores reflexionan con mejor o peor fortuna: la ecología (p. 184), el mercado, las condiciones de la globalización (p. 190), la época del capitalismo total (p. 192), la apuesta por la democracia (p. 195), la crítica a la democracia y, sobre todo, la crítica al neoconservadurismo reaganiano en los EEUU (p. 198), la crítica al imperialismo y la defensa de los derechos humanos (p. 205). Y, junto a todo esto, nada aventaja en cantidad y calidad al tratamiento de los temas referentes al yo, referentes al individuo (p. 205) porque, dicen los autores: "el culto al hedonismo consumista y el culto a la autonomía subjetiva brotan cuando desaparece la fe en las grandes ideologías de la historia (Nación, Revolución, Progreso)" (p. 206). La verdad, siempre que me encuentro estos diagnósticos tan rotundos, siento desconfianza. ¿Quién ha dicho que ha desaparecido la fe en esas ideologías? ¿En la Nación? ¿Desde cuándo? Nunca ha habido más nacionalismo y más obtuso y fanático, por cierto. La creencia en el Progreso se ha encarnado en la conciencia misma de la contemporaneidad; de desaparecer, nada. Y en cuanto a la Revolución, es cierto que anda algo mohína; pero se puede substituir por un renacimiento de la fe en la Religión.

La última parte de este interesante libro versa sobre las relaciones entre la gran pantalla y la pequeña. Y, dentro de la pequeña pantalla, la reina de todas, la televisión. Hoy se relativiza la distinción entre cine y televisión, se hace un cine de geometría variable, que se mezcla por doquier con la televisión y ésta, a su vez, busca territorios en que imponerse, por ejemplo, el de las series (p. 226). Los programas de hiperrealidad tratan de hacer de la televisión un hipercine (p. 231). A pesar de todo la televisión no puede con el cine y por más que es un espectáculo realmente de masas. Basta con pensar en los telespectáculos deportivos con cientos de millones de espectadores de competiciones, olimpiadas, etc (p. 235). Otra forma de la pantalla es la publicitaria. El cine ha estado siempre ligado a la publicidad y hoy más que nunca, cuando hay un imperio del logotipo y se aprecia sobre todo el llamado product placement, esto es, la capacidad de que ciertas marcas aparezcan en películas (p. 249). La pantalla se ha universalizado al extremo de que, según los autores, el individuo hipermoderno resulta ser un Homo pantalicus que vive en una patallocracia (p. 270). Partiendo de la vieja "sociedad del espectáculo", de Guy Debord se llega a una democracia de vigilancia que Pierre Rosanvallon llama la "contrapolítica" (p. 275). Pantalla es también internet, a la que muchos critican por creer que aisla a las gentes. Y pantalla asimismo el estado de videovigilancia en que nos movemos hoy día. En 2007 se calculaba que había unos 4,2 millones de vídeocámaras en Gran Betaña, el país más vigilado de la tierra (p. 285) . Igualmente cuenta aquí la "pantalla lúdica" con manifestaciones como second life, que permiten la cinematografización de los individuos; y el videoclip. El vídeo abre nuevas fronteras a través del videoarte. Cabe recordar el fenómeno de Youtube, en donde hay más de cien millones de vídeos (p. 307). El uso del vídeo tiene posibilidades inimaginables. Por ejemplo, el caso de los trackers, personas armadas de una vídeocámara que se convierten en la sombra de un político al que filman a todas horas del día o las modalidades de happy slapping (p. 309), consistente en abofetear a alguien por la calle y grabarlo en vídeo. Las posibilidades del vídeo se pueden ver igualmente en las secciones de sucesos de los periódicos.

Concluyen los autores su obra retornando a la consideración del relato. La modernidad se basa en la omnipresencia del relato y éste es asimismo el secreto del éxito del cine estadounidense: que se basa en un relato sencillo, fácil, que todos entienden (p. 317). El cine es el que mejor puede cumplir esta función de relatar. Recojo una cita que incluyen de David Lynch: "El cine es un medio de decir lo que no se puede decir con palabras, exceptuando quizá la poesía. Es un lenguaje consistente en la combinación de varias artes, un lenguaje de belleza y profundidad infinitas que puede contar todas las historias." (p. 318). Charles Lalo tomó de Montaigne el concepto de "artificación" de la vida y el cine es hoy uno de los principales instrumentos de artificación del universo hipermoderno (p. 321).

Para terminar coincido con una apreciación de los autores que me resulta simpática a fuer de voluntarista. Dicen que el único baluarte que queda frente a la invasión universal de la pantalla es el viejo libro (p. 311). Así es y así será pero, a mi entender, como son estas cosas en la acción humana: el triunfo incontestable de la pantalla vendrá acompañado de la supervivencia del libro en círculos restringidos.

Obama flaquea.

Había empezado tan ricamente: Guantánamo se cerraba, todo era cuestión de encontrar acomodo para los cientos de personas ilegalmente secuestradas allí. Además los responsables de torturar detenidos en la sedicente "guerra contra el terrorismo" responderían ante la justicia. Los Estados Unidos tenían que recuperar su prestigio moral ante el mundo, lamentablemente perdido en los ocho años de mandato del utraderechista, neocon, típico representante del llamado fascismo simpático, el señor George W. Bush.

Poco a poco van haciéndose aparentes las dificultades de llevar a la práctica aquellos propósitos. No está claro hasta dónde puede llegarse cuando se habla de "responsables de torturar"; se puede llegar hasta el mismo expresidente Bush. Tampoco está claro qué hacer con los cientos de secuestrados en Guantánamo y (si acaso) en las otras cárceles de la CIA esparcidas por el mundo. Cárceles opacas al escrutinio público, cárceles secretas en las que los prisioneros carecen de todo derecho, incluso de identidad. B-6534689, como en Dachau o en Auschwitz. Cada vez hay gente más poderosa vociferando en los medios que la política de Mr. Obama debilita al país y el señor Cheney, exvicepresidente de los EEUU, pide que la CIA publique unos informes secretos para que se compruebe que la práctica de la tortura de los ahogamientos simulados ha sido positiva para los EEUU porque ha servido para evitar actos de terrorismo, muertes, etc. El fin justifica los medios y la tortura es menos tortura si se obtienen buenos resultados. Hace falta ser canalla.

Y, por último, llega la orden: se restablecen las comisiones militares que estaban "juzgando" a los secuestrados de Guantánamo y se prohíbe taxativamente la publicación de nuevas fotografías que documentan e ilustran acerca de la aplicación de torturas en todos los centros de detención de los EEUU, no sólo de Guantánamo. Las fotos se han publicado en Australia, país de momento allende la jurisdicción del presidente estadounidense y puede verse, en efecto, qué generalizada estaba la tortura en los infames años del señor Bush. Ahora ni siquiera se sabe si el propósito de denunciar políticamente y perseguir jurídicamente la práctica de la tortura será practicable, entre otras cosas porque, aunque hayan intentado negarlo, los demócratas estaban al corriente de que en los EEUU se torturaba. Hasta la presidenta (demócrata) de la Cámara de Representantes ha tenido que confesar que lo sabía desde 2003. Eso plantea la extensión de la condena por complicidad con la tortura a vaya Vd. a saber cuántos diputados. En el límite, siendo Senador: ¿tampoco sabía nada el señor Obama? Ocurre como con los gastos de los comunes en Gran Bretaña: no es uno ni dos; es la clase política en su conjunto. Es el mismo sistema político.

Lo único que se me ocurre decir es que debe haber una investigación sobre la tortura en los Estados Unidos, debe llevarla a cabo una comisión independiente y no puede ser una comisión parlamentaria por razones obvias. Y caiga quien caiga. Habrá que destituir a los responsables y exigir las responsabilidades penales que correspondan; a quien corresponda. Incluso al expresidente Bush.

Igual que hay que suprimir las comisiones militares. Si algunos de los secuestrados (incluso todos) deben ser procesados en los Estados Unidos habrá de ser en la jurisdicción civil, con plenos derechos procesales. Expresamente se había negado a estas personas la condición de prisioneros de guerra para no tener que aplicar las convenciones de Ginebra; por tanto, que se los trate como a civiles.

A ver cómo lo enfoca el presidente Obama.


(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

El rencor.

No para, no se está quieto, no calla. Dice pasar el setenta por ciento de su tiempo en el extranjero (y supongo que lo dice con tono de desprecio) pero el treinta por ciento que pasa en España cunde por el ciento por ciento de los demás. No hay asunto sobre el que no se pronuncie en público, siempre vaticinando lo peor, siempre diciendo lo más radical, lo más agresivo y lo más desagradable posible. Las cosas tienen que ser como él diga y nadie puede entenderlas de otra forma, empezando por su propio partido cuyo dirigente no puede articular política propia alguna porque ya tiene al señor Aznar marcando los límites del juego siempre puestos en la propia puerta del adversario.

Esta ubicuidad, esta verborragia del personaje apunta a las medidas de su acción. Su estrategia es la muy carpetovetónica "de qué se trata que me opongo" y su justificación es la unidad de acción de su campo y él personificando esa unidad de acción de modo autoritario, poniendo en evidencia cómo el adversario lo odia. Un odio del que suele quejarse alegremente levantando constancia de que si algunos lo odian es porque están obsesionados con él y con lo que él puede hacer.

Y ¿qué puede hacer? Pues lo que dice en su libro: sacar a España de la crisis. Este tipo de libros de recetas de crecepelos suele prosperar en época de vacas gordas; en la de las flacas, cuando se mide sobre las costillas la eficacia de las recetas que proponen, la cosa está más chunga. En este caso concreto el error básico del recetario es que se hace en el orden nacional para una crisis que es básicamente internacional y sólo admite tratamientos internacionalizados.

En fin, ¿a qué razonar con alguien que sólo habla desde el rencor? Este hombre está marcado a fuego por su ignominiosa salida de la política, entre la sangre y la abyección de haber intentado mentir sobre un asunto tan grave como los atentados del 11-M y sólo para tener que reconocer asimismo que también mintió al hablar de armas de destrucción masiva para justificar la aventura iraquí de España, que la mentira es su norma de vida. Y sólo desde el rencor puede llegarse al extremo inverosímil de culpar al Gobierno de España por la pitada y la bronca al himno en el Mestalla con el añadido esperpéntico de sostener que con él y con los suyos eso no pasará ¿Pues qué piensan hacer? ¿Meter la Acorazada Brunete en el estadio? Está claro que todo en la vida tiene un límite excepto la estupidez.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 16 de maig del 2009

El caso Camps.

La experiencia procesal vivida por el señor Camps lleva camino de convertirse en un "caso Camps", un episodio de la historia contemporánea peculiar por varios conceptos.

  • Es peculiar que un dirigente político ande en dimes y diretes por un asunto de trajes, al parecer recibidos en forma de dádivas como el que recibe un jamón. Hay en los trajes un elemento de dandismo que convierte al señor Camps en una figura curiosa, como baudelairiana.
  • Es peculiar que, preguntado por el asunto, el señor Camps se niegue a dar explicaciones en sede parlamentaria señalando que lo hará en sede judicial.
  • Es peculiar que el señor Camps, presidente de la Generalitat de Valencia diga, al parecer, a un amigo suyo por teléfono que lo quiere "un huevo". Es una expresión sorprendente. Viene a decir que lo quiere mucho. Esa intensidad de sentimiento arranca del hecho de que huevos sólo hay dos. Claro que hígado sólo hay uno y nadie dice a otro que lo quiera "un hígado". En el huevo hay un elemento sexual obvio.

En fin, que el caso Camps da pie para dos reflexiones, una de hace tiempo y otra de ahora mismo. La de hace tiempo nos traslada a los años ochenta, el comienzo de la carrera del señor Aznar en Castilla y León. La tal carrera se inicia con una acusación de delito al entonces presidente de la Comunidad Autónoma, Demetrio Madrid, socialista. Hecha la imputación, Aznar formuló una de sus habituales baladronadas: "Le doy veinticuatro horas para dimitir". Madrid dimitió, en efecto. Aznar se calzaba la presidencia. Tres años después la justicia absolvía a Madrid. Aznar no pidió ni disculpas. Esta breve anécdota dibuja la estatura moral de Aznar y la de Madrid y deja bien a las claras cómo opera el PP según que la imputación sea a alguien del PSOE o a alguien del PP.

La reflexión de ahora mismo retrata, a su vez, la condición moral del señor Camps. Como se decía al principio, éste afirmó que sólo declararía en el lugar oportuno y, al saberse la imputación, se apresuró a decir que se alegraba de ella porque de este modo podía por fin declarar en el foro oportuno. Lo que no dijo es que, entre su primera afirmación y la última sus abogados presentaron un recurso para que se anulara todo lo actuado hasta entonces. Si ese recurso se hubiera aceptado, el señor Camps no tendría nada que declarar. Es decir, dice que está deseando declarar pero eso es mentira: está deseando suprimir la necesidad de declarar. Es una actitud de típica doblez, de tramposo. Ignoro a qué llamará el señor Camps declarar pero está claro que, sea lo que sea, lo hace a la fuerza y que el PP no exige que el señor Camps haga lo que hizo el señor Madrid. Ni en veinticuatro horas ni en veinticuatro años.

Por último, el gesto dolorido del señor Camps, su aspecto de llevar un cilicio y ofrecer sus sufrimientos al Altísimo sólo preparan la escena para lo que será el vodevil del decenio. Si se tiene en cuenta que también toca declarar al Bigotes, es posible que el vodevil se convierta en astracanada.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 15 de maig del 2009

El aborto y la píldora.

Gran ofesiva del Gobierno en pro de la regulación de la natalidad en España, cosa muy puesta en razón, avance evidente sobre formas anteriores de sociedad, sobre costumbres periclitadas que han dominado hasta la fecha en el noventa y nueve coma noventa y nueve por ciento del caminar del ser humano sobre la tierra forzándolo a aceptar los hijos que vinieren y como vinieren porque eran enviados por Dios y paridos con dolor. Esta forma de organizarse, obligada debido a la ignorancia de la especie humana, a su falta de conocimientos científicos sobre los procesos reproductivos, era al mismo tiempo causa y efecto de la condición subalterna de las mujeres. Porque la esclavitud de éstas en todas sus variedades (la doncella, la virgen, la casada fiel, la madre abnegada, la puta, la amante, la mujer florero, la esposa resignada, la desconsolada viuda, etc, etc) en provecho de los hombres surgía directamente de su falta de control sobre la reproducción de la que son fisiológicamente pero no racionalmente responsables, como si fueran cobayas.

A su vez la gran ofensiva que han desatado las organizaciones provida, Hazte Oír, etc apunta todos los cañones contra las dos últimas decisiones del Gobierno de poner la píldora postcoital a la venta libre en farmacias y aprobar la reforma de la vigente ley del aborto que hace la interrupción voluntaria del embarazo libre hasta la semana décimocuarta y desde los dieciséis años de edad. Hacen bien estas organizaciones llamadas "provida" en montar la marimorena, negar que el aborto sea un derecho, insistir en que siga siendo delito y tronar calle arriba calle abajo en favor del nasciturus. Es un discurso muy impactante y mucha gente se lo cree. Todos los que no se percatan de que a los antiabortistas la vida del nasciturus les da igual y su pelea no es por los sedicentes derechos del embrión sino por el mantenimiento de la situación supeditada de las mujeres en nuestra sociedad. De lo que se trata es de impedirles que lleguen a controlar su reproducción porque eso contribuye también a liberar su sexualidad y, como todos sabemos, la liberación sexual de las mujeres será también la de los hombres. No hace falta ser Wilhelm Reich para darse cuenta de que esta actitud equivale a un cambio radical del orden social. Así que de eso se trata en las campañas antiaborto: de mantener a las mujeres sumisas, templo de Dios, seno materno, descanso del guerrero, báculo de la vejez ajena, todo menos permitir que sean ellas mismas y puedan decidir por sí mismas.

La pelea entre abortistas y antiabortistas se da en dos planos semánticos distintos por razones evidentes. Para los primeros se trata de la lucha por los derechos de la mujer; para los segundos de la lucha por los derechos del embrión. Tenían que invocarlo así y hacer como que se lo creen porque es muy difícil invocar una causa social consistente en negar derechos a alguien, en este caso a los mujeres y no cualesquiera derechos sino el fundamental a decidir qué vida quieren para sí y para los suyos, incluidos los hijos, si los quieren.

Así que menos monsergas: en este debate nos jugamos la consolidación de la emancipación femenina en España u otro retroceso a tiempos de inseguridad jurídica, amedrentamiento de las mujeres, malos tratos, etc.

La interrupción voluntaria del embarazo, como el tomar la píldora del día después, son manifestaciones del derecho de las mujeres a controlar su vida. Para los provida no es un derecho sino un delito. Eso es lo que ha estado siendo desde el origen del cristianismo hasta hoy con los resultados escasamente halagüeños que cabe ver. Digo yo que sólo esta consideración justificaría el cambio de actitud para dar a la libertad una oportunidad y devolver a las mujeres el derecho sobre su propia vida. La oposición a esta actitud es lo que da la medida del verdadero liberalismo de los neoliberales españoles al estilo de la señora Aguirre: todos partidarios del derecho irrestricto a decidir del individuo... salvo que se trate de una individua y el decidir sea ahí sobre su reproducción. En tal caso estos seudoliberales afirman que ese derecho no corresponde a la mujer sino a Dios, al cura, al marido, al padre, al Estado, a cualquiera menos a ella.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 14 de maig del 2009

ETA y Carrero Blanco.

El domingo pasado, en unas declaraciones en Granada, el novelista inglés Martin Amis afirmó que habría que agradecer a ETA que atentara contra Carrero Blanco. Desde ese día estoy esperando a ver qué reacciones suscita una afirmación tan provocativa, tan sin ambages, tan directa y patente. Pues bien: ninguna; al menos ninguna que yo haya visto. Silencio denso y profundo. Los gacetilleros, plumillas y columnistas que tachonan los medios con la densidad de las estrellas el cielo, de ordinario vocingleros y parlanchines, han dado la callada por respuesta. Creen, probablemente, que es lo más prudente.

Sin embargo, la observación de Amis plantea una cuestión que afecta al modo en que el saber convencional de historiadores y cronistas entiende la transición. Viene a decir que si ETA no hubiera asesinado al Almirante, a saber lo que hubiera sido la ejemplar transición democrática española. De entrada cualquiera que conozca el paño se malicia que a Carrero presidente del Gobierno, el muy demócrata Rey Juan Carlos no le hubiera tosido y mucho menos se hubiera atrevido a ponerlo en la calle como hizo con Arias Navarro, Carnicerito de Málaga. Es decir, ETA eliminó uno de los principales obstáculos al restablecimiento de la democracia en España. En consecuencia tiene razón Amis y a fuer de nobles hemos de agradecérselo.

Ante algo tan trascendental el silencio de los opinion makers resulta incomprensible. Podría entenderse, en efecto, como una reacción prudente ante lo que cabe considerar como una injerencia intolerable de un extranjero en los asuntos internos patrios. Pero algo así es muy improbable en un país acostumbrado a conocerse en buena parte por lo que los afuereños le cuentan de sí mismo.

Entonces, ¿qué? En realidad no se dice nada por canguelo o, si se quiere, por cautela que es lo mismo pero en fino. Los comentaristas y analistas de derecha, verdadera turbamulta, creen que el asesinato del Almirante fue un acto execrable, penalmente perseguible y condenable como se debe con todo el peso de la ley, tanto como los asesinatos posteriores de guardias civiles y policías durante la democracia, pero no quieren criticar directamente a Amis para que no se los confunda con nostálgicos del franquismo.

A su vez los de izquierda, también abundantes, para quienes, en efecto, ETA posibilitó en buena medida la democracia española al asesinar a Carrero, tampoco quieren reconocerlo en público por temor a que se los acuse de simpatías con ETA, una organización terrorista, una acusación que les cayó con frecuencia en el pasado, dado que esas simpatías eran reales en tiempo del franquismo. Por ello, prefieren mantener un incómodo silencio antes que verse en la obligación de explicar sus liaisons dangereuses o de que alguien les pida que condenen la violencia etarra de hace treinta y cinco años como ellos piden que se condene la actual.

Sin embargo el asunto es bien sencillo y fácil de entender. Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno español en los últimos tiempos de Franco, formaba parte de un régimen ilegal, ilegítimo, compuesto por rebeldes y delincuentes que oprimió a los españoles durante cerca de cuarenta años, hasta octubre de 1975. En realidad hasta más tarde, hasta diciembre de 1978, fecha de promulgación de la Constitución, pero la de 1975 es buena porque permite visualizar el fin de un régimen en el de su fundador. Asesinar a Carrero entra dentro de la acrisolada doctrina occidental del derecho de resistencia contra la tiranía, hoy recogido expresamente en la vigente Constitución alemana, cuya manifestación más expresa, práctica y directa es el tiranicidio, defendido, entre otros, por el jesuita español Juan de Mariana en el siglo XVI en De Rege et regis institutione.

El asesinato de Carrero Blanco fue un acto de tiranicidio del que personalmente -y supongo que conmigo muchos, muchísimos más- me felicito y por el que felicito a la ETA de entonces por lo que afirmo que el señor Amis tiene razón. Gustará más, gustará menos pero gracias a que ETA eliminó físicamente al incondicional de Franco y en quien éste confiaba para que el atado y bien atado funcionase, en buena medida fue posible la democracia en España. Astucias de la razón o ironías de la historia; pero así fue.

Esto no quiere decir que apoye o defienda en modo alguno a ETA en su actuación posterior, durante la democracia. Bien al contrario: la tengo por una execrable organización terrorista compuesta por asesinos bastante estúpidos cuya existencia carece de todo sentido y justificación a partir de la entrada en vigor de la Constitución de 1978.

El graduado se jubila.

Estoy seguro de que todos quienes vieron la peli de Mike Nichols El graduado (1967) y les gustó se entusiasmarán con esta otra de Joel Hopkins,treinta y dos años más tarde. Las pelis no tienen nada que ver entre sí por supuesto aunque hay escenas al final de ésta (que aquí se llama Nunca es tarde para enamorarse) que recuerdan a aquella, con Dustin Hoffman, mucho mayor claro, corriendo desesperadamente para tratar de salvar su relación con la chica a la que está a punto de perder.

Pero no sería justo reducir los valores de este film a lo que pueda recordar o no recordar de aquel otro. Last Chance Harvey tiene méritos suficientes por sí misma. Es una bonita historia, romántica, sentimental con algo de ironía; la interpretación mano a mano de esos dos monstruos que son Hoffman y Emma Thompson es soberbia; está dirigida con sabiduría, equilibrio y energía; el guión es ágil y la fotografía brillante. ¿Qué más se puede pedir? Sí: que sea genial, que nos asombre, desconcierte y cautive. No pasa nada de eso porque es todo bastante previsible y moderado y quizá sea ese otro de los encantos de la peli. Los amores pasado el prime of life no suelen ser pasiones volcánicas y los relatos que los cuentan tampoco.

Es una historia de chico encuentra chica ya en el otoño de la vida. Los dos solitarios, frustrados pero no amargados ni vencidos; los dos sensibles, que no han encajado en sus respectivas historias y con vidas familiares insatisfactorias pero que saben entenderse, apoyarse el uno al otro y enamorarse, aprovechando el último tren que pasa por sus existencias.

La ambientación está muy bien. La historia del yankee en Inglaterra no por esperada y a veces repetida deja de cautivar y de ofrecer buenos instantes de la curiosa interculturalidad que hay entre estos dos pueblos, el estadounidenses y el británico. Ya sólo escuchar el inglés con acento newyoooker del estadounidense y el perfecto Queen English de Emma Thompson es un placer. Y el momento en que Thompson explica a Hoffman cómo los ingleses llevan el labio fruncido ya merece el aplauso. Aparte de la historia de amor que a veces es algo sensiblera, si bien los dos actores la ennoblecen, hay un elemento de ruptura biográfica, personal, laboral del protagonista que recuerda también el cine de los años sesenta del siglo XX por su visión iconoclasta y su valoración de que lo importante en la vida es vivirla de modo auténtico, siendo uno mismo y no vendiendo su tiempo vital para comer, asumiendo el riesgo, abriéndose a la aventura como si tuviera treinta años menos.

Es grande el cine pues crea una curiosa unidad de sentido entre dos historias que se imponen por sí mismas. Me explico: cualquier aficionado que haya seguido las carreras de Hoffman y Thompson acude a ver la película sabiendo que va a ver dos en una: la historia en sí misma por un lado y, por el otro, cómo Hoffman y Thompson dan vida a dos personas mayores y no por artificios del maquillaje sino porque ellos ya lo son.

dimecres, 13 de maig del 2009

El debate sobre el estado de la Nación.


Para tan interesante tema remito a mi artículo de hoy en Público titulado El estado de la confianza.

Una pila de millones.

El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha impuesto al señor José Galeote, exconcejal de Boadilla del Monte, Eldorado de la presunta mangancia popular, un millón de euros de fianza de responsabilidad civil por su supuesta implicación en varios delitos de la trama Gürtel. Con estos ya suman 2.075.000 euros de fianza a los caballeros populares que han estado sirviendo denodadamente al pueblo en los últimos diez años. De ellos 955.000 corresponden a Benjamin Martín Vasco y 755.000 a Alberto López Viejo, dos parlamentarios de Madrid que tampoco han tenido otro norte en sus vidas que sacrificarse por el bien común. Verdaderas fortunas. No hay duda de que estamos tratando con presuntos delincuentes de mucho ringorrango y prestancia, unos verdaderos graduados del trinque. Hace bien doña Esperanza Aguirre en protegerlos (a los que puede), manteniéndoles su condición de aforados pues, de otro modo, caerían en manos del juez Garzón que, dado el sadismo de su señoría, haría punto cadeneta con ellos.

La trama de corrupción del caso Gürtel, que afecta a tantos cargos del PP es, sobre todo, un comportamiento de clase. A ver ¿cuándo se ha impuesto un millón de euros de fianza a algún corrupto del PSOE, ni siquiera a alguno de aquellos pillastres del GIL? En términos marxistas, los del PSOE (cuando los hay) son el proletariado de la corrupción; los de GIL el lumpenproletariado y estos del PP, la burguesía. Como corresponde.


(La imagen es una foto de Funka-Lerele, bajo licencia de Creative Commons).

Fábula de la fábula.

Todos los años mi amigo Pedro Maestre, ingeniero de caminos, politólogo y alto directivo de una empresa, una mutua, escribe un libro de reflexiones de esas de moral de empresa, administración de personal, recursos humanos, etc, apoyado en la recopilación de algún tipo de material convencionalmente alejado del tema tratado. El año pasado fueron películas y este año son fábulas y cuentos infantiles de toda la vida. El libro (Fábulas, cuentos e informática, Madrid, Dintel, 2009, 432 págs) tiene como cubierta "Actividades estratégicas 2009". El término estratégico tiene mucho prestigio tanto dentro como fuera de las empresas, porque hace referencia a una actividad de largo alcance que se juzga siempre decisiva con relación a los fines que se pretendan. El "strategos" es el general y la estrategia la actividad del general o comandante en jefe.

En este año las reflexiones de Pedro sobre su estrategia empresarial se cuelgan de una selección de fábulas y cuentos, una por día y dos cuentos por mes. Las fábulas proceden todas de Esopo, La Fontaine, Samaniego e Iriarte y, aunque conservan de vez en vez algún trozo rimado, vienen todas en prosa. Se hace raro leer las fábulas en prosa. Al faltar la versificación, que tiene mucha fuerza nmotécnica es como si uno no se quedara tanto con el sentido de las historias, muchas de ellas tremendamente famosas.

Como quiera que el sentido del género fabulístico mismo es moralizante -de hecho, en muchas de las fábulas, especialmente en las de Samaniego e Iriarte, se incluye la moraleja- al vincular los textos clásicos con las reflexiones estratégicas sobre procedimientos de gestión etc, se produce una especie de duplicación, como si se tratara de fábulas de fábulas y, luego, de moralejas de moralejas.

Es curioso que casi todas las fábulas incluidas hablan de un número muy reducido de animales: el lobo, el zorro, la serpiente, la liebre, la tortuga, el cuervo, el águila, la corneja, la oveja, la cabra, el cisne, el oso, la comadreja, el león, la pulga y poco más. Todos ellos, los animales, muy antropomorfizados, casi constituidos en caracteres al estilo de Teofastro o La Bruyère, siendo muy típicos los temperamentos que se les atribuyen: el zorro es taimado, astuto, inteligente y de pocos escrúpulos; el lobo es fiero, cruel, glotón, orgulloso de su libertad y a veces un poco estúpido; el perro es reflexivo, prudente, fiel y un poco indigno; el cuervo, vanidoso; la serpiente, malvada, etc.

Como todo género moralizante, algunas fábulas parecen escritas para definir situaciones que uno vive cotidianamente y en la actualidad. Por ejemplo, adivínese en qué personaje español puede uno estar pensando cuando lee la moraleja de una fábula de Esopo que reza: "abundan individuos insignificantes que, aprovechando épocas de confusión, llegan a creerse grandiosos" (p. 67). Pues exactamente pero, como rezaba una veja historia polaca: "lo han dicho Vds.; yo, no".

En otros casos lo que sorprende es el alcance filosófico de alguna fábula, por ejemplo, El lobo y la oveja, de Esopo en la que el animal carnicero deja libre a la oveja porque ésta en efecto le ha contado tres verdades en las que la pobre, resignada a ser comida, hace de necesidad virtud (p. 117). Si bien se mira es una ilustración práctica de aquel supuesto de Hegel de que la libertad es el conocimiento de la necesidad pues la oveja es liberada precisamente por haber dicho la triste verdad de lo que la espera, de su necesidad.

En otros casos, las fábulas suelen tener valoraciones morales sobre la avaricia, la vanidad, la codicia: todas las veces en que un animal (normalmente un cuervo o un perro) abre la boca porque lo han halagado o trata de arrebatar algo en un reflejo, deja caer lo que en ella tenía.

El territorio moralizante de la fábula adquiere a veces fuerza de convicción uno diría que universal. Así, por ejemplo, cuando La Fontaine adaptaba a su siglo una expresión común ya en la Grecia clásica, de nada demasiado. Expresión que goza de casi unánime respeto. El problema es que el término "demasiado" implica una valoración negativa en sí misma, siendo así que no resiste un mínimo examen: ¿que significa "demasiada" cultura? ¿Qué "demasiada" justicia?

En algunos casos, mis querellas con las fábulas son desde el punto de vista objetivo, de las cuestiones de hecho. Por ejemplo, la celebérrima de La cigarra y la hormiga, en la que, como se sabe, hay una glorificación de la virtud de la previsión que, sin embargo, está basada en un conocimiento superficial y erróneo de la naturaleza. En el verano la cigarra canta mientras, además, cuida de su manutención personal porque, no siendo un insecto social, no tiene grandes graneros de especie que llenar. Para el invierno es inútil que almacene insecto alguno que no llega a él.

Leer los cuentos es siempre un placer porque son compendios clásicos de situaciones maravillosas que cada niño, probablemente, ha experimentado a su manera.

Dado que algunas de las fábulas (singularmente, las de Esopo) suponen episodios de la mitología griega, mi sugerencia es que el libro del año que viene vincule el saber de gestiòn de empresa con avatares mitológicos.

dimarts, 12 de maig del 2009

Un ciudadano ejemplar.

Héteme aquí que el señor Carlos Fabra, presidente hereditario de la Diputación de Castellón, prohombre del PP, al que el señor Rajoy no hace mucho consideraba un ciudadano ejemplar pese a estar imputado en una maraña judicial de presuntos delitos, finalmente verá cómo se le incoa procedimiento abreviado en el proceso penal por el de falsedad en documento. Desde luego, si este hombre con tal historial y antecedentes es un "ciudadano ejemplar" es cosa de preguntarse qué sea para el señor Rajoy un granuja, un sinvergüenza, un delincuente.

Este señor Fabra es el que hace un par de meses ponía la mano en el fuego por el señor Camps quien, a su vez, aparece como sospechoso de otros presuntos ilícitos a cual más chusco, probablemente urdidos y realizados en comandita con su amigo el bigotes. Como esto siga de este modo van a acabar todos en el PP como San Lorenzo.

Lo que comenta todo el mundo es que estos indicios, sospechas, imputaciones, incoaciones por comportamientos presuntamente corruptos que atañen a un buen puñado de altos dirigentes y cargos del PP, no parezcan hacer mella en las intenciones de voto de los electores que siguen manifestando que votarán por él en las próximas elecciones europeas en mayor medida que por el PSOE.

Si esto es así, tampoco es tan raro y no creo que se trate de una peculiaridad de los electores de la derecha, como si estos fueran más correosos que los de otros partidos y dispuestos a tragar carros y carretas en corruptelas de sus dirigentes. En los años noventa del siglo pasado, las pruebas sobre los casos de corrupción en el PSOE eran abrumadoras. Y no solamente de corrupción económica con algunos pillastres como Roldán, Urralburu, Otano, etc, sino de terrorismo de Estado y, con todo, el PSOE ganó las elecciones de 1993 y perdió las de 1996 por unos míseros 300.000 votos después de catorce años de gobierno y tres mayorías absolutas seguidas.

No, parece que el electorado español no penaliza la corrupción. Hasta cabe pensar que la premia. Dada la peregrina cultura política de un país que no ve vituperable defraudar a la Hacienda pública, cuyas universidades pueden fichar como conferenciantes a mangantes empedernidos o cuyas televisiones contratan a sinvergüenzas de toda laya, no se ve por qué los votantes tendrían que tener repentinamente un comportamiento virtuoso y castigar en las urnas a un partido como el PP en el que no solamente parecen abundar los casos más clamorosos de corrupción y pillaje sino cuyos dirigentes se guardan mucho de sancionarlos como la ética democrática exige. Al contrario, no solo no lo hacen sino que los protegen y, encima, mienten asegurando lo contrario. Con motivo de las últimas imputaciones a destacados militantes del PP de la Comunidad Autónoma de Madrid, la señora Aguirre afirma que estos han abandonado sus cargos, pero eso no es cierto: han abandonado los cargos de nombramiento, pero no los de elección que son los que les permiten blindarse frente a la justicia merced a práctica del fuero parlamentario que Palinuro insiste en que habría que abolir, precisamente para evitar que pase esto, que se utilice para obstaculizar la administración ordinaria de justicia.

Volviendo al inefable señor Fabra y sus exquisitas maneras se recordará cómo en estas Navidades pasadas decía que, si le tocaba la lotería "Me sacaré la pirula y mearé en la sede de Izquierda Unida". No es muy edificante, pero es absolutamente verídico y da una idea bastante aproximada de qué tipo de políticos son populares en estas tierras indómitas de Giles, Roldanes, Naseiros, Juanes Guerra y demás elenco de la picaresca millonaria.

(La imagen es una foto de Periódico La Democracia, bajo licencia de Creative Commons).

Diálogo de Ranza con su alter ego.

El hombre providencial, el milagro, el paladín de la Cristiandad, el salvador de España, el prodigio, el centinela de Occidente presentó ayer un libro cuya reseña está pendiente en Palinuro, flanqueado por lo más vistoso del pleistoceno del PP, almas en pena como el señor Pizarro, estantiguas como la señora San Gil y el señor Acebes o reliquias del paleofranquismo como el señor Mayor Oreja, terror del indómito vascón. Antes del entrañable acto, el señor Aznar, pues no es otro el aquí referido, accedió a mantener un diálogo abierto con su alter ego, el señor Ranza para delicia de los lectores de Palinuro. Lo transcribo íntegro:

- Ranza: estás que te sales por las costuras, Jose; eres la estrella mediática del momento.

- Aznar: no te creas. ¿Has visto cómo me odian? Aún no me hacen responsable del 2/6 del Madrid-Barça, aunque todo se andará.

- R: pero eso es lo que haces tú con Zapatero que, según dices, tiene la culpa de todo, de la crisis, del desguace de España, del aumento del paro, de la fiebre porcina, de la piratería en el Índico...

- A: ¡es que la tiene! A las pruebas me remito pues yo no miento jamás: recibió un país próspero y va camino de los cinco millones de parados; España se rompe por la política genuflexa de Zapatero ante los nacionalistas.

- R: no lo veo más genuflexo de lo que estuviste tú en 1996, que casi no consigues formar gobierno. Además, España no se rompe...

- A: te digo yo que sí y tú no leas tanto la prensa de izquierda ni oigas la SER, que vienes luego con dudas como de rogelio. España se rompe. Ese Pachi López es un nacionalista encubierto. Ya verás como sale queriendo negociar con ETA.

- R: Rubalcaba ya ha dicho que no varias veces y Patxi López asistió a un homenaje al guardia civil asesinado hace un año en Legutiano.

- A: ya hablaremos de esto más despacio cuando vuelvan a decir que quieren negociarlo. De momento, la posición internacional de España se ha debilitado. El Gobierno de Zapatero ha perdido todo crédito internacional desde que nos metiera en la aventura de Irak.

- R: ¡si ese fuiste tú!

-A: bueno, pero él nos sacó y, con eso se organizó el lío con nuestros aliados y ya no pudimos encontrar las armas de destrucción masiva.

- R: que tú crees que las había y que las hay, ¿no?

- A: por descontado; no seas pardillo. Y no se han encontrado porque la conjura criminal de ETA con los moros de Atocha y los socialistas del Irak lo han impedido.

- R: vamos a ver si me entero, entonces, según tú los atentados de Atocha...

-A: cortina de humo de ETA para, mientras el mundo miraba a Madrid, escamotear las armas de destrucción masiva que estaban, vaya si estaban. Yo sé muy bien en dónde las escondían.

- R: ¿igual que sabes cómo sale de la crisis?

-A : percibo un deje de recochineo en tus preguntas. Estoy acostumbrado en este clima de persecución universal contra mi persona y no me importa, la respuesta es: sí; sé cómo salir de la crisis.

-R: ¿cómo?

-A: despido libre, bajada de impuestos de las rentas más altas, privatización de los servicios públicos, fuera el Estado de la economía, desregulación total, subvenciones de todo tipo a las empresas, supresión del gasto social de cualquier clase, eliminación paulatina del sistema público de pensiones.

-R: eso es como una declaración de guerra social

- A: en crisis como ésta no valen politiquillos de tres al cuarto. Se necesitan grandes estadistas como yo.

- R: ¿se lo has contado ya a Rajoy?

- A: ¡qué dices! Si ese no sabe hacer la "o" con un canuto y se pondría a largar enseguida, sobre todo entre los enemigos de España, la Antiespaña que vive tan ricamente a la sombra de Zapatero cuya fórmula no es "más España", sino menos.

- R: sí, eso ya te lo he oído antes, pero no te admires de que la situación sea compleja y mucha gente honesta, de la que va a misa, no sepa qué quieres decir con "más España". Al fin y al cabo, España no es un zumo de naranja, del que puede pedirse "más", como de muchas otras cosas. "Más España" es literalmente un expresión absurda. En España no puede haber más ni menos España.

- A: ¿lo ves? Hasta a ti han manipulado: joven decidido de las juventudes de PP, con un proyecto brillante y grandes posibilidades, con las puertas de la FAES abiertas... Que no cunda el desánimo, que eso sí que es crisis. ¡Zapatero, dimisión!

(La imagen es una foto de World Economic Forum, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 11 de maig del 2009

Una sociedad de sicarios.

El visionado del vídeo del metro de Madrid en el que se ve cómo un soldado neonazi de asueto apuñala en el corazón a un joven de dieciséis años es estremecedor. Se aprecia con claridad que el hombre se prepara fríamente, saca el arma al entrar el vagón en la estación y se mantiene alerta, tenso, esperando una excusa para asestar un golpe fulminante, mortal, un golpe de maestro del puñal (sica en latín) o sea, un golpe de sicario. Algo similar al crimen que cometió ayer en Irún Enrique Sanclemente, quien asesinó, también de una certera puñalada a su mujer, Yasmín Rodríguez y malhirió a un hombre que salió en defensa de ésta. Otro maestro en el manejo del puñal, otro sicario. Y también con premeditación pues parece que ya había anunciado sus intenciones a su víctima sin que éste se lo tomara en serio.

Son momentos terribles, gestos fugaces y medidos; brilla un instante la hoja del cuchillo que asesta certera puñalada y la víctima, sorprendida e indefensa, se desploma sin tardar en morir. Cálculo exacto del sicario, ejecución precisa, sin titubeos ni posterior arrepentimiento. Y de nada sirven las concentraciones, las protestas, la normativa en vigor, los programas de concienciación: siempre habrá sicarios; hombres que, al blandir el acero se convierten en fríos asesinos, gente que mata deliberadamente, para afirmarse a sí misma, para que el mundo tome nota y se horrorice y para esparcir el miedo. Igual que en toda sociedad hay una cantidad de gentes altruistas, dispuestas a entregarse al prójimo, hay un porcentaje de sicarios para los que matar a otro de una certera puñalada entra dentro de su forma de relacionarse con los demás. En este caso, un neonazi y un machista; dos sicarios.

El hombre a caballo.

Onfray debe de ser uno de los autores más frecuentemente reseñados en este blog. Su decidida propuesta a favor de una filosofía no académica, hecha en el libre trato con las gentes, de una ética hedonista y su sistemático ataque a las religiones, especialmente la cristiana a la que, en consonancia con su maestro Nietzsche, considera culpable de la degradación del espíritu en Occidente lo hacen particularmente interesante para Palinuro.

En este libro (La escultura de sí. Por una moral estética., Madrid, Errata naturae, 2009, 221 págs), escrito a raíz de un viaje a Venecia, parte, entiendo de un periplo mayor a Sils Maria en pos de la memoria de Nietzsche, Onfray concentra su atención en la famosa estatua del condotiero Colleoni, de Verrochio y toma pie en ella para desarrollar una serie de interesantes reflexiones que él agrupa en una ética, una estética, una económica y una patética.

En la Ética Onfray se manifiesta fascinado por la fabulosa estatua ecuestre del condotiero que, dice, no gustará a "los aficionados a tibiezas éticas o revendedores de viejas virtudes bajo oropeles pordioseros" porque muestra demasiado narcisismo y orgullo, demasiada vanidad, arrogancia y hedonismo (p. 26). El condotiero de quien también habla Maquiavelo (Castruccio Castracani) es una fuerza de la naturaleza, un discípulo de Baco, Venus y las divinidades de la elegancia (p. 28). Es un individualista radical, un taumaturgo que tiene fuerza pero no ejerce la violencia que es más cosa de Tánatos (p. 35). Es un hedonista y un virtuoso en el sentido de la virtú clásica. Pero no en el sentido que le da Maquiavelo al decir que el hombre virtuoso ha de combinar las facultades del zorro y el león o en el de Gracián, que entendió el virtuosismo como el arte de la apariencia, la máscara, el falso pretexto (p. 40). Onfray prefiere los animales de Zaratustra, el águila y la serpiente porque el condotiero es un individualista como quería Nietzsche, es decir, alguien completamente ajeno a las estrategias sociales.Y así, frente al cinismo vulgar de Maquiavelo y Gracián se alza el cinismo filosófico de Nietzsche (p. 41). El condotiero es también el doble del artista así como un conductor (está en el nombre) que lleva a los demás fuera de los caminos trillados (pp. 45-46). He aquí un inconveniente que suele manifestarse cuando se alaba el individualismo más radical, más solipsista: que siempre se propone como ejemplo, luz y guía de los demás, lo que demuestra que tampoco el individualismo era tan radical. El condotiero también es ateo, ajeno a toda religión, que es un religare, en el fondo un gregarismo, el comienzo de todo contrato social (p. 47). Nada de contrato: si el hombre es un lobo para el hombre todo lo que invente irá en incremento de su naturaleza carnicera. Hay que evitar igualmente las religiones del siglo: Dios, Estado, Raza, Proletariado, Dinero (p. 48). El condotiero es esencialmente libertario y nominalista que "dispensa de amar la idea que uno se hace de lo real para preferir lo real mismo (p. 50). "La historia es para él (para el condotiero) una reserva de afinidades electivas fuera de las cuales prefiere la soledad" (p. 53). El rebelde es único y Onfray encuentra los paralelismos en el dandi baudelairiano, el único de Stirner, el Hagakure japonés, el anarco de Jünger (p. 56). El condotiero representa la desconfianza más absoluta frente al poder (p. 59) y constituye una "bella individualidad".

En la Estética se manifiesta el artista de sí, el que quiere hacer de su vida una obra de arte, el filósofo-artista de Nietzsche (p. 71). Se trata de la figura del esteta, trazada según el modelo de Des Esseintes (A rebours) y otros cuyos ejemplos serían Nerón, Alcibíades, Dorian Gray o Swann. Frente al burgués precavido Onfray prefiere al esteta porque algunos triunfan con sus fracasos y fracasan con sus triunfos (p. 73). A su vez, un paso más allá, contrapone el esteta al artista. El esteta necesita del público, depende de él; el artista se libera de la contingencia histórica y hace que su época se pliegue a su vara de medir (p. 75). La misión del artista es la creación, en la que es de mucha ayuda la mayéutica y el desarrollo de un estilo (p. 80). El estilo es unicidad e individualidad y por eso es lo contrario de la religión. El estilo fragmenta y divide; la religión sintetiza y asocia (p. 83). El arte contemporáneo en su componente escultórica es el lugar de una reactualización singular de la gesta cínica antigua (p. 93). Con la evolución de las vanguardias, en el centro del teatro de la crueldad se encuentra el condotiero, artista, actor, autor y obervador del espectáculo que ofrece él mismo (p.101).

En la económica Onfray sienta los principios de una ética que llama dispendiosa, a favor del hombre del gasto, el que cultiva el placer de dilapidar. El artista dispendioso es lo contrario del burgués parmenídeo al que encanta echar raíces (p. 109), el burgués aburrido (entendiendo por aburrimiento"una voluntad sin objeto") (p. 112). El ejemplo del dispendioso lo tenemos en Heliogábalo (p. 116). La magnificencia del condotiero va de consuno con el solipsismo. Está solo y las modas no lo afectan (p. 133). Su reflexión es muy clara: tenemos el tiempo contado, la muerte espera y ganara de todas formas; sepamos, pues, hacer del tiempo un instrumento para pulir y hacer brillar nuestra existencia (p. 139). En la gestión dispendiosa del tiempo hay que dejar de lado la costumbre (p. 140). El reloj nacerá de las voluntades deseosas de pulverizar el principio del placer en aras del de la realidad (p. 142).

En patética predica el hedonismo porque es gozoso (p. 146). El amor propio es lo que queda de animal en el hombre después de siglos de domesticación ética (p. 155). El amor propio nos hace desear el placer aun a costa del dolor de otros, transformándonos en animales de presa (p. 156). Dedica buenas páginas al concepto de lo sublime, que es el tema de los románticos. Lo sublime es aquello que, por su grandeza, empequeñece lo que no es él (p. 161). Onfray defiende una concepción aristocrática de la relación con el otro, una ética aristocrática estructurada mediante las afinidades electivas (p. 167). Es curioso cuántos anclajes en la cultura alemana tiene este filósofo francés. Por descontado, lo que menos vale es el mandato del amor al prójimo que le parece un disparate y un imposible porque el prójimo puede ser cualquiera, por ejemplo, un asesino, un torturador (p. 168) a los que Onfray encuentra imposible de amar. Lo que sucede es que el carácter provocador del mensaje de Cristo es precisamente ese: que hay que amar incluso a quienes nos asesinen. El principio aristocrático obliga a la consideración, virtud cardinal de una ética hedonista. Su valor es sublime. Aprecia la cortesía; no la desfigurada por la burguesía sino la que Nietzsche llamaba el "pathos de la distancia", la que formula Schopenhauer con su fábula del erizo (p. 173). La cortesía bien llevada conduce a la presciencia del placer del otro (p. 175). Es un utilitarismo bien entendido, una eumetría en cuya cima coloca Onfray la amistad, "soberana, viril y afirmativa" (p. 176). Viril es lo que manifiesta la esencia del hombre como espacio tendido hacia lo sublime; es el gesto andróforo, un neologismo similar al psicopompo (p. 181). El lenguaje es el medio más seguro de ir hacia el otro y por lo tanto hay que cuidarlo. La delincuencia lingüística sirve a los fines de la dominación (p. 183). De nada vale que las palabras se las lleve el viento. El hedonista tiene que hacer lo que dice y decir lo que hace (p. 184). Cabe aquí la ironía como complicidad con el otro; porque las relaciones con el otro, mediadas por palabras, suponen un mínimo de destreza y talento en ambos (p.187)

La escultura de sí es en resumen un manual de ética hedonista estupendamente expuesta por el autor con motivo de las reflexiones que le suscita la contemplación de la estatua ecuestre de Colleoni, el hombre virtuoso y el héroe.

diumenge, 10 de maig del 2009

Televisiones.

Me da la impresión de que el Gobierno se está precipitando con su plan de establecer un modelo nuevo de financiación para la TV pública. Y, como siempre que hay precipitación, se puede acabar haciendo una chapuza y poniendo en pie un sistema que tenga más inconvenientes que ventajas.

En primer lugar no está nada claro que la TVE deba suprimir la publicidad. Sí lo está desde el punto de vista de las TVs privadas. Obvio. Lo que éstas quieren es deshacerse de un competidor arrebatándole una lucida fuente de financiación. El argumento que emplean es que la publicidad en TVE es competencia desleal y así parecía serlo cuando la explotación de TVE era deficitaria y salía adelante recurriendo a los presupuestos generales del Estado. Pero si se obliga a TVE a ser rentable contando sólo con los ingresos de la publicidad la competencia no sería desleal. No obstante las privadas insistirían en arrebatarle a la pública la publicidad para eliminar una peligrosa competidora.

Por otro lado tampoco está claro que la forma de financiación de TVE deba ser como la que propone el Gobierno, esto es, cincuenta por ciento con cargo a los presupuestos y el otro cincuenta por ciento con una tasa del tres por ciento de los beneficios de las otras cadenas de TV, el 0,9 por ciento de los de las compañías de telefónos e internet y un ochenta por ciento de la tasa sobre la reserva del dominio público del espacio radioeléctrico. No tengo nada contra el tres por ciento de las otras televisiones ya que no podrán repercutirlas en los usuarios, pero sí lo tengo contra el 0,9 por ciento de las telecos porque éstas lo repercutirán en sus clientes. El ochenta por ciento de tasas del espacio radioeléctrico también sería aceptable

En definitiva la parte mayoritaria de la financiación de TVE descansará sobre los ciudadanos bien vía presupuestos generales del Estado, bien a través del 0,9 por ciento a las telecos que de inmediato subirán los precios, lo que en el fondo equivale a un impuesto indirecto. O sea, que la televisión pública se financiaría por vía fiscal.

Entiendo que la TV es un medio universal con audiencias de vértigo: más del 80 por ciento de los ciudadanos dice ver la tele todos los días en un promedio que el Estudio General de Medios cifra en unos doscientos veinte minutos por persona y día en España. Esto es, los españoles pasan tres horas y media diarias ante el televisor. Francamente estremecedor.

Más del ochenta, casi el noventa por ciento de la población mira la televisión. Por este motivo se me ocurre que la forma más razonable de financiarla sería a través de un canon que pagarían los ciudadanos que la vieran. Ello sería más justo porque así sólo pagarían los que la ven y no también los que no la ven como sucede cuando se financia a través de los presupuestos públicos. Además, si se implantara el canon (como el que hay en Alemania) podría debatirse si su importe habría de repartirse entre todos los canales (públicos o privados) o a él accedería exclusivamente la televisión pública, lo que es lo más razonable a mi entender. Tampoco sería necesario en tal caso suprimir la publicidad de la tele pública pues no habría competencia desleal; al contrario, la competencia desleal sería la que hicieran las cadenas privadas contando con una publicidad a la que no se permite acceder a la oficial. Así que canon contra fiscalidad. Me parece fatal que ni siquiera se haya considerado la posibilidad de que la TV la paguen quienes la consumen.

Otro asunto: vaya pájaros los gobernantes del PP. La señora Aguirre quiere privatizar todos los servicios que pueda (sanitarios, hidráulicos, de transporte; literalmente, todo) para que ella y/o sus parientes y/o allegados se enriquezcan (más), que para eso gobierna. Pero de privatizar Telemadrid, la señora Aguirre, la muy liberal señora Aguirre, no quiere ni oír hablar. Bajo su férula el canal televisivo ha sido una máquina de propaganda a mayor gloria de su persona, es decir, un desastre como medio de una calidad mínima y así debe seguir: una TV al servicio de la señora Aguirre que hemos de sufragar todos los contribuyentes, incluso los que no la miramos. Eso sí que es injusto.


(La imagen es una foto de Lord Jerome, bajo licencia de Creative Commons).

Nacionalismos en España.

Con motivo de la formación del gobierno del señor Patxi López se ha oído en varias ocasiones, a veces incluso de boca del propio señor López, que en el País Vasco hay nacionalistas y "no nacionalistas". No lo dudo. No dudo de que hasta en el País Vasco haya gente que no sea nacionalista. Pero será una exigua minoría porque ese "no nacionalista" del señor López y, en general, de la opinión española es una forma de llamar al nacionalista español. De modo que lo correcto sería decir que en el País Vasco conviven (o no conviven y se llevan a matar) dos "sensibilidades", la nacionalista vasca y la nacionalista española; para entendernos, vasquistas y españolistas. No es infrecuente que en los antagonismos ideológicos del tipo que sea una parte se reconozca en su nombre y lo use con orgullo mientras que la otra reniega del suyo. Así, la izquierda suele hacer gala de su izquierdismo pero los de derecha sostienen que no son de derecha sino, todo lo más, de "centro". No siempre, claro es: hay gente de derecha que alardea de ello pero la inmensa mayoría trata de ocultar su convicción ideológica. Algo así pasa con el nacionalismo. En España los llamados "nacionalismos periféricos" (catalán, vasco y gallego) tienen a gala ser nacionalistas mientras que quienes se les oponen dicen no ser nacionalistas. Sin embargo defienden la nación española con uñas y dientes como si lo fueran.

Por no citar sino un ejemplo: en su primer tiempo de su primer mandato, siendo el señor Zapatero joven, inexperto y bastante ingenuo, en pleno debate de vestiduras desgarradas, honor ultrajado, dignidad pisoteada a cuenta de la nación española a la que se ofendía desde una ¡nación catalana! se le ocurrió decir que eso de la nación era algo "opinable" y casi se lo comen las huestes de don Pelayo, de fuera y de dentro de su partido. No ha vuelto a decirlo y, sin embargo, es de puro sentido común: las identificaciones colectivas sentimentales, como la patria, no son verdades apodícticas, evidentes desde el principio de los tiempos y a las que no quepa ignorar. Esa indignación calderoniana que mostró el señor Rajoy, poniendo el grito en el cielo, quería decir, por supuesto, que la nación española no es concepto relativizable sino, supongo, una esencia sub specie aeternitatis a la que no cabe relativizar so pena de cometer delito de lesa patria.

Completamente absurdo. Las naciones, las patrias son fenómenos contingentes e históricos que nacen, se trasforman y mueren, como todo. Pensar que la nación sea algo eterno, inmutable, incuestionable no sólo es una tontería sino que contradice los datos más elementales de la realidad y el sentido común.

No me remontaré a la famosa "unión de los españoles de ambos hemisferios" porque no me digan que eso fue hace mucho tiempo y que también en las Cortes de Cádiz se puso en circulación el concepto de liberal y ya se ve en qué se ha convertido, si bien esta sería una consideración que abonaría mi punto de vista. Hablaré de algo más cercano en el tiempo. En la España en que nací y me crié, los saharahuis eran españoles a todos los efectos políticos y jurídicos, gozaban de la triste condición de seudociudadanía de que gozaban los demás españoles y enviaban sus representantes a Cortes envueltos en sus chilabas, a hacer el ridículo delante del Caudillo también como los demás procuradores. Un buen día los marroquíes pusieron en escena la "gran marcha verde" y los saharauis dejaron de ser españoles de la noche a la mañana. No menciono el caso con ánimo acusatorio, ni defiendo que haya que ir al Sahara a liberar a esos "españoles" en cautiverio; lo traigo a colación solamente porque se vea que hay circunstancias en que se puede dejar de ser español, aunque al señor Rajoy le dé una alferecía. Y ese dejar de ser español, cuando es premeditado y voluntario se llama "nacionalismo vasco", por ejemplo. Obviamente, el tratar de impedirlo a toda cosa será el "nacionalismo español".

El nacionalismo español, como cualquier otro, el vasco o el gallego, es una actitud mental aberrante que supedita el juicio moral del individuo a los supuestos intereses de un ente problemático llamado "nación". Algunos dirán que es una definición radical y que hay nacionalismos que no son así. Respondo que el nacionalismo o es radical, esto es, busca la independencia, o no es nada; o es "sano regionalismo", como diría el señor Fraga, un chiste.

Ciertamente, la justificación y caracteres del nacionalismo será igual en un caso y en el otro: será el pasado, la tradición, el espíritu de los ancestros, lo que sea pero es seguro que habrá algo una de cuyas funciones sea mantener vivo ese espíritu nacional, como la vestales tenían la tarea de no dejar que se apagase el fuego sagrado. Por supuesto, esta conclusión sobre el origen del nacionalismo me parecerá siempre bastante pobre y carente de sentido, pero siempre me la he encontrado, incluso cuando está en juego el nacionalismo español. Lo mismo que sucede con los demás nacionalismos, pues ese es su ser.

El nacionalismo español es tan vigoroso y fuerte que impregna todo cuanto toca. Por ejemplo, no es infrecuente leer que el artículo 2 de la Constitución española fue una imposición procedente del exterior (y de más arriba) que los miembros de la Comisión Constitucional tuvieron que aceptar. Mi convicción es contraria a esta interpretación legendaria: el artículo 2 no se fraguó en el exterior y, si lo hizo, imperó indiscutido en aquella Comisión la mayoría de cuyos miembros era tan nacionalista española que no se le ocurría que se pudiera reaccionar en contra. Los lamentos vinieron después.

A su vez, los nacionalismos llamados "periféricos" son iguales que el español sólo que, al concebirse como lucha por la redención nacional, se dibujan como noble pretensión, combate y sacrificio y por eso alardean de su condición. Pero ésta es igual a la del nacionalismo español, tan triste y contingente como éste y tan vociferante en ocasiones como él. Digo esto porque, aunque el nacionalismo es una ideología radical que no tolera manifestación alguna que no sea ella misma o su directa negación, es decir, que no acepta que haya no nacionalistas de verdad, sin embargo estos existen. Palinuro es uno de ellos, pues considera el nacionalismo español (y, desde luego, la idea de la nación española) como algo tan problemático, equívoco y repudiable como los otros nacionalismos, siempre de acuerdo con nuestra definición de nacionalismo. Tan detestable es mentir, robar, matar en nombre de la nación española como de la vasca o la gallega.

La única diferencia real entre nacionalismos en España es que uno es el oficial y triunfante, el que tiene un Estado detrás que lo avala y los otros son meros proyectos, sin Estado propio y que, por lo tanto, aspiran a tenerlo, a separarse del nacionalismo español y establecerse como él, como un Estado territorial independiente. A estos efectos, el nacionalismo español es como la Iglesia triunfante mientras que los demás nacionalismos son Iglesias militantes.

El gobierno del señor Patxi López es un gobierno nacionalista español que tiene el apoyo del partido del señor Rajoy, quien considera que el concepto de nación española no es cuestionable ni relativizable.

La opinión pública española maneja esa quimera del "no nacionalismo español" de forma abrumadoramente mayoritaria, tanto que quienes sostenemos que el sedicente "no nacionalismo" español es en el fondo nacionalismo somos una minoría reducidísima y nuestra situación es muy desgraciada. Está claro que todos los nacionalistas periféricos sostienen este punto de vista, pero ello no es un consuelo para los españoles que también lo hacemos y, además, creemos que los nacionalismos no españoles son igualmente detestables.

El asunto está claro cuando se concreta en el derecho de autodeterminacion. Los no nacionalistas creemos que hay que reconocérselo a todos los que lo pidan. En teoría tendríamos que estar aquí acompañados por la izquierda que tradicionalmente ha defendido tal derecho de autodeterminación, pero eso ya no es cierto. El PSOE lo niega taxativamente e IU es ambigua al respecto pero, en definitiva, la actitud es también de "no". La izquierda se ha echado para atrás en el programa de la izquierda, así que me temo que españoles que defiendan el derecho de autodeterminación para los pueblos que habitan en España pero no se sientan españoles somos media docena y de lo que se trata, además, es de que no hablemos. Por supuesto, los nacionalistas periféricos están siempre encantados de que haya españoles que defiendan su derecho de autodeterminación pero son unos aliados desagradables ya que uno propugna el derecho de autodeterminación de los demás pero no tiene por qué estar de acuerdo con aquello a lo que aspiren pues el nacionalismo no español, repito, nos parece tan detestable como el español.

¿Por qué no es posible ser español, querer seguir siendo español pero defender el derecho de autodeterminación de los pueblos no españoles? Porque la opinión pública española, el Gobierno de España, los medios de comunicación son todos visceralmente españoles y no quieren ni oír hablar del asunto. Con lo cual, jamás se resolverá el contencioso entre nacionalismos ya que la única forma civilizada de hacerlo es poner la solución a votación, ver cuántos quieren quedarse y cuántos marcharse y actuar en consecuencia. Mientras no se demuestre que la nación española sólo está compuesta por gentes que quieren integrarla voluntariamente y no a la fuerza, no profesaré por ella el menor respeto.

(La imagen es una foto de Daquella manera, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 9 de maig del 2009

La corrupción ahoga al PP.

El PP ha solicitado personarse en la causa "Gürtel" y el juez se lo ha concedido. Esto es, lo mismo que le negó en su día el juez Garzón por entender inapropiado que se constituyera en parte acusatoria en el proceso alguien relacionado con los imputados.

La intención del PP parece ser tener acceso a los documentos que prueban las corruptelas de sus militantes, soslayando de este modo el secreto del sumario y, en segundo lugar, organizar mejor la defensa de sus imputados, a los que ha suspendido de militancia, pero no del desempeño de los cargos en los que estaban a causa de la dicha militancia. Supongo que es lo más astuto que cabe hacer para defenderse en una causa cuyo alcance se ignora. Bastante fastidiado es que el país se despierte todos los días con un caso nuevo de corrupción en un goteo que nadie puede aguantar.

Resulta que "El Bigotes" organizaba los actos de su "amiguito del alma", el presidente Camps tanto en España como en Miami y eso que éste no lo conocía. Al señor Camps ya lo buscan los diputados de la Asamblea valencian como Wyatt Earp buscaba a Billy the Kid y por motivos muy similares. El señor Rajoy dirá lo que quiera pero la verdad es que, mientras el deterioro institucional en Valencia es evidente, el señor Camps es una soga que lleva al cuello y, a medida que vayan sabiéndose cosas, la soga apretará más.

Porque las corruptelas acaban sabiéndose y las que tienen que ver con el PP no sólo no conocen fin sino que se dan en unos contextos tan variados que no se podrá argumentar eso tan socorrido de que se ha sacado de contexto una u otra porque las hay en todos los contextos: covachuelas de la administración, cruceros de lujo por el Mediterráneo, revistas semiporno con amantes picaronas, francachelas de amigotes orquesta incluida, bodorrio de la hija del jefe en escenario de ensueño, cobros bajo cuerda, paraísos fiscales y blanqueo de dinero. Es una mar océana de la corrupción en la que el PP está ahogándose.

El episodio por el que el gabinete de prensa de la señora Aguirre decidió regalar a ésta una canastilla como felicitación por haber sido abuela pero atribuyó el gesto y el pago a los periodistas acreditados en la Comunidad Autónoma siendo así que es falso, es un comportamiento que lleva la indeleble impronta de la casa: no decir la verdad ni cuando conviene.

Un poco más abajo en el callejero de Madrid, en la Carrera de San Jerónimo resulta que el bufete del abogado Michavila, exministro de justicia del Gobierno de Aznar y actual militante y diputado del PP en el Congreso cobraba por elaborar proyectos de leyes para gobiernos del PP, singularmente al del inefable señor Camps, a cuyo abogado jefe fichó para estas tareas tan poco edificantes del despacho: los legisladores como este señor Michavila, hombres en contacto con la calle y la dura realidad de la vida se encargaban de hacer leyes para los gobiernos amigos y cobraban por ello, al margen o además del salario que el Estado les paga por hacer ese mismo trabajo, aunque no en interés propio sino de la colectividad. No es mal negocio, no; pero es una práctica vergonzosamente corrupta.

De aquí a las elecciones del siete de junio hay tiempo para que la monofonía de la corrupción del PP siga sonando, con las entradas y salidas de los diputados en la Audiencia Nacional que tienen un efecto demoledor. Ayer un amable comentarista, a la vista de mi pronóstico final "la abstención puede llegar al 60 o 65 por ciento. Y no creo que el PP las gane en modo alguno. Ni tendrá buenas perspectivas para 2012", me preguntaba: "¿Pronóstico voluntarista? ¿Optimismo partidario? ¿Análisis concreto de la realidad concreta? Veremos, como dice M.A.Aguilar." Mi respuesta es: de todo un poco, pronóstico voluntarista, optimismo (aunque no partidario) y análisis concreto de la situación concreta, que era lo que pedía Lenin cuyo primer libro El desarrollo del capitalismo en Rusia era todas esas cosas al mismo tiempo, aparte de una manifiesta invención. Y le salió.

(La imagen es una foto de El escritorio de la fuente, bajo licencia de Creative Commons).

El Papa se ha hecho zapaterista.

Sí, sí, zapaterista de tomo y lomo, zapatérico radical, partidario de este Zapatero al que las huestes papistas llamaban hace poco "el Anticristo", que no es moco de pavo por cuanto el Anticristo está poseído por Satanás. Pues cómo estarán las cosas que el Papa habla ya como si fuera Zapatero mismo. ¿De verdad? De verdad verdadera. Como el Anticristo. ¡Qué fuerte! ¿Como el Anticristo? Y ¿qué dice? Según L'Osservatore Romano dice que hay que llegar a una alianza de civilizaciones entre Occidente y el Islam . ¡La alianza del Anticristo! ¡La alianza de las civilizaciones! ¿Se habrá pasado al enemigo? No, no haya cuidado; sigue siendo el mismo perverso y agresivo de siempre. Fíjense en que habla de la alianza de civilizaciones "de Occidente" (no la cristiana) y el "Islam". ¿Y por qué Occidente? ¿Por qué no cristiana? Porque en Occidente considera incluida a la mosaica. Los judíos son parte de Occidente y los moros, no. Por eso, la alianza es con ellos y sólo con ellos. Éste va de peregrino a los Santos Lugares pero ya tiene partido tomado. Se le ve en la cara.

(La imagen es una foto de Mr. Heston, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 8 de maig del 2009

Empatados pero no revueltos.

Lo dice el barómetro de abril del CIS. En este momento, 40,8 por ciento de voto para el PSOE y 40 por ciento para el PP. El resto de las puntuaciones, también las esperadas y esperables. Hay que ver qué poco se mueve el electorado en momentos de zozobra, como si quisiera no aumentar los riesgos: IU se sitúa en un 4,5 por ciento, recuperando terreno desde las elecciones de 2008 (3,9 %) pero aún por debajo de las de 2004 (4,9 %) y Unión, Progreso y Democracia un 2,9 por ciento, casi dos puntos por encima de lo logrado en 2008. Las valoraciones de los líderes, las que cabe esperar: el señor Rodríguez Zapatero (4,43) va por delante, y a mucha distancia y detrás de la señora Rosa Díez (4,28) y el señor Durán i Lleida (3,89) se encuentra el señor Rajoy (3,54). En lo que hace a la valoración de líderes tiendo a pensar que el juicio del personal es bastante exacto. El señor Rajoy no tiene ni una de las cualidades de un líder o dirigente popular: no habla bien, siempre dice lo mismo, no resulta convincente y tiene un pasado tenebroso. El señor Rodríguez Zapatero, en cambio, sin hipotecas pasadas, tiene mejor imagen y resulta más natural y espontáneo al tiempo que muestra procupación por las tareas de recuperación de la crisis que es cosa que preocupa grandemente a los ciudadanos.

Lo verdaderamente extraño es que haya empate en las intenciones de voto a los respectivos partidos pues contradice la sabiduría convencional de que en mitad de la legislatura hay más afición a castigar a los gobiernos, sobre todo en medio de una crisis como la actual, de intensidad desconocida. Da la impresión sin embargo de que la gente ha admitido que la crisis tiene su origen fuera de España y que aquí es poco lo que cabe hacer en su contra. Por ello el electorado es benevolente con el Gobierno. Éste ha entendido que lo que le importa es generar imagen de ser activo en contra de la crisis; otra cosa es que esa actividad sea positiva. Pero eso pertenece a un segundo momento. Lo primero es ver que se hace algo. Y en esto, la política de comunicación del Gobierno atina porque un tercio de los españoles piensa, siempre según el barómetro, que son las cuestiones de índole económica de las más se ocupan los gobernantes. Pero, ignorando que la gente atribuye la crisis a origen extranjero, el PP echa las culpas al PSOE, cuando todo el mundo sabe que eso no es cierto. Y no aporta alternativa alguna.

En fin el barómetro es buenas noticias para el PSOE que, dadas las circunstancias podría esperarlas muchísimo peores.

¿Por qué no sube el PP en intención de voto respecto al PSOE? Por la imagen de corrupción que genera y que afecta a todo el partido. Es cosa de la que se habla poco porque al PP (siempre reproductor ampliado de pifias ajenas) no le interesa, y los medios progres no entienden su función como aparato de propaganda de un partido (al que se puede ordenar que traiga la corrupción en portada venga o no a cuento), razón por la cual no se manifiesta hasta qué punto hay una sensación ciudadana de indignación con estos políticos que han constituido un verdadero clan de presuntos mangantes, apropiadores indebidos, de juerga continua a cuenta del contribuyente, haciendo negocios ilegales, viviendo en el lujo, haciéndose regalos deslumbrantes, coches, joyas. Dice doña Dolores de Cospedal que este escandalazo "no es Filesa". Pobre señora, qué infeliz; era muy joven entonces y no se ha dado cuenta de que nadie en la Brunete ha sacado el ejemplo de Filesa, Malesa y Time Export que en los noventa no se les caía de la boca. ¿Por qué ahora no, excepto en el caso de la metepatas oficial señora De Cospedal? Está claro porque Filesa era un caso de financión ilegal del Partido, esto es, se obtenían unos dineros ilícitos y se destinaban a las arcas del partido, aunque en el itinerario, algún aprovechategui se quedara con algo. Pero es que en el caso Gürtel, el dinero era todo para los presuntos sinvergüenzas que, desde las alcaldías, concejalias, consejerías, asesorías, diputaciones parlamentarias y hasta una presidencia de Comunidad Autónoma, estaban hasta ayer supuestamente llevándoselo crudo.

Y luego la gente ve que los imputados, unos dimiten y otros conservan el cargo no en función de criterio honrado alguno a favor de la justicia sino de los intereses procesales de los acusados. Quienes conservan la condición de diputados autonómicos quedan así protegidos por el fuero parlamentario frente a la posibilidad de que la justicia ordinaria les exija cuentas, como a todo hijo de vecino. El comportamiento de esta tropa de presuntos granujas es siempre el mismo probablemente porque está coordinado: dicen que declararán en tiempo y forma y que están deseando hacerlo pero luego no solo no lo hacen (los tres imputados madrileños se han negado a declarar) sino que tratan de impedir que se les pueda siquiera interrogar, como ha intentado hacer el señor Camps solicitando del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que anule todo lo procedido anteriormente y poniendo de manifiesto su sinceridad cuando decía que estaba deseando acudir a declarar al sitio apropiado.

Las preguntas del barómetro sobre corrupción y fraude dan unos resultados irrisorios porque nadie (entre un uno por ciento y 0,4 por ciento) dice que sea un problema lejanamente equiparable al paro, la crisis económica o la vivienda. Sin embargo, lo es. Tardará más, tardará menos pero la lluvia fina de las sucesivas imputaciones en asuntos cada vez más alucinantes (varietés, cruceros por el Mediterráneo...) irá minando los muros de la indiferencia y el electorado no revertirá al PP los votos que no entregue al PSOE a causa de la crisis.

Y ¿a dónde se irá ese voto que se retire del bipartidismo estatal? No creo que a los terceros partidos, en concreto IU y UPyD porque, aunque los dos se pasan el día subrayando que son nuevos o innovados o renovados, los dos son partidos típicos del sistema que critican amargamente. ¿A dónde, pues? A la abstención cosa que, en elecciones al Parlamento europeo es más que de esperar. En las elecciones de 2004, la abstención fue de 54,9 por ciento. En éstas pude llegar al 60 o 65 por ciento. Y no creo que el PP las gane en modo alguno. Ni tendrá buenas perspectivas para 2012.

¿De qué va internet?

Internet es sinónimo de coste cero o gratuidad y ya se ve que todas las broncas que se arman giran en torno a esa cuestión con el conflicto claramente delimitado: unos quieren que otros paguen por acceder a sus productos por internet; otros no quieren pagar por eso. Hasta ahora en el mundo pre online los derechos de autor estaban mejor o peor protegidos, por lo general bien y hasta cuentan con una organización internacional de mucho empaque destinada a protegerlos, la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) que, con la llegada de internet puede acabar en el cuarto de los trastos viejos, junto a la rueca y el huso, como decía Engels que acabaría el Estado. La rueca y el huso, el mundo de la bella durmiente.

En España, la Sociedad General de Autores está dispuesta a que nadie pueda "bajarse" película, vídeo, música algunas sin pagar el correspondiente fielato. Para ello ha incrustado a una de las suyas en el Gobierno como ministra de Cultura. Francamente, una razón más para pedir la abolición de ese ministerio, su incorporación al de Educación o su reducción a una agencia efectiva y autónoma como el Instituto Cervantes. Limitar el acceso en la red a unos u otros productos es muy difícil y, sobre todo, muy costoso y con escasa eficiencia. No solamente porque cuanto más mejoren los mecanismos de control mejores serán las posibilidades de burlarlos, sino porque tampoco hay unidad de criterio respecto al tratamiento de los problemas en internet. Hay muchos creadores que cuelgan sus productos directamente en la red (canciones, música, novelas, etc) para consumo libre y gratuito y lo hacen por diversas razones; una de ellas es que esa es una buena forma de darse a conocer. Para que el sistema de derechos de autor funcione habrá que obligar a quienes quieren ponerlo en abierto a cobrar por sus productos en contra de su voluntad, cosa que no parece viable.

El señor Rupert Murdoch, habiendo echado cuentas de sus negocios de prensa en sus influyentes diarios, llega a la conclusión de que la caída de ingresos de publicidad en el papel obligará a volver a un sistema de cobro de la lectura de periódicos en internet. Eso ya se intentó hace diez años y fracasó. El único periódico español que no es en abierto es El Mundo y no parece que eso compense por la pérdida de popularidad de sus productos. Los periódicos que cobren por acceder en red perderán audiencia. No sé si la alternativa consiste en insistir en el modelo y adecuar los ingresos por publicidad a la realidad económica de los medios en la red, pero lo que está claro es que el intento de cobrar no trata de resolver la crisis de los medios online sino la de los medios de papel que son los ruinosos. Y ese de que paguen justos por pecadores es un mal criterio empresarial. Si el papel no renta hay que cerrarlo o pedir subvenciones, pero no gravar la línea de negocio de los medios online cuya característica esencial es que sus cifras de facturación y negocio son moderadas. Y ese es el problema: que la prensa de papel se había acostumbrado a unos márgenes y beneficios que son insostenibles y, en lugar de adaptarse (si puede), trata de cerrar el chiriguito de la competencia, aunque sea de la misma casa. Pero como eso es imposible porque internet es un mundo abierto, la solución no funcionará.

(La imagen es una foto de Violinha, bajo licencia de Creative Commons).