Díaz aparece exultante con el resultado de los avales, ignoro por qué, si no es porque considere que un caudillo debe estar siempre exultante, incluso en la adversidad. Es así: el resultado de los avales le ha sido adverso; muy adverso. Todo el mundo detecta desconcierto en su campo, su candidatura, sus seguidores. No esperaban estos datos aunque, últimamente, empezaban a temerlos. Pero tenían esperanza. Ahora la han perdido. Descontaban una victoria aplastante de Díaz, un abismo en avales. Y tienen un empate práctico. Han conseguido una victoria pírrica que augura un riesgo de derrota grave a la hora de la verdad.
El malévolo comentario de la caudilla sobre Sánchez, (la tercera vez que alguien se alegra de quedar el segundo), pretende restar valor a los resultados de este a base de ignorar la tremenda desigualdad en que han competido ambas precandidaturas. En el fondo, todos saben que ese segundo puesto de Sánchez equivale al primero en un sentido moral. Díaz, más positivista, dirá que la moral está muy bien pero lo que cuenta son los avales. Sin embargo, los avales no son votos. Esos se verán el día 21.
Así que los avales muestran los apoyos a una precandidatura y tienen el peso que tienen, fundamentalmente moral. La campaña de Díaz ha sido clamorosamente institucional, apoyada, jaleada y parece que financiada por el aparato, con el aplauso de los medios, el beneplácito del partido del gobierno y la aquiescencia de algunos poderes financieros. Tan formidable despliegue esperaba un resultado apabullante, uno que hiciera innecesarias las primarias, como sucedió con el ascenso de Díaz a la SG del PSOE-A. Y se ha encontrado en una situación muy equilibrada y que, de no ser por la candidatura de López, hubiera sido una victoria absoluta de Sánchez.
Este se ha presentado en unas condiciones patéticas de desigualdad. Defenestrado, forzado a dimitir, ninguneado primero, vigilado después, acosado, obstaculizado, ha hecho una campaña a la americana y ha levantado una oleada de entusiasmo entre la militancia que lo ha colocado en ese segundo puesto que Díaz tanto desprecia y sus allegados y apoyos (es de suponer, salvo que sean tan zotes como ella) tanto temen. Porque es un segundo puesto que anuncia un primero el día 21. Considérense los resultados por comunidades y dígase si no es cierto que mientras Díaz gana en el sur de España y queda muy mal en el norte (prácticamente desaparecida en el País Vasco y Cataluña), y mientras Patxi López mantiene su fuero en los límites del árbol Malato, siendo malquisto en el resto del reino, a pesar de su amor por la unidad, Sánchez gana en la mitad norte del país y queda en situación digna y holgada en el sur.
Dada la hipersensibilidad del personal en estos ámbitos, diremos que López es dirigente nacional vasco, Díaz dirigente nacional andaluza y ámbito de influencia y Sánchez dirigente nacional español. Esta última condición es peligrosísima porque está sometida a todo tipo de tensiones entre quienes dicen que España no es una nación y quienes afirman que es la única nación que hay en España. Si Sánchez está o no en situación de ofrecer alguna solución de compromiso en este conflicto queda por ver. No cabe duda, en todo caso, de que es quien tiene una apoyo mayoritario equilibrado en el conjunto del país. O si se quiere mirar con una lente más realista: el que despierta menos animadversión.
Hasta aquí hemos llegado. El desconcierto y temor del socialismo de la gestora se muestra en el artículo que publica Rodríguez Ibarra en El País, Quien no lo ve, está ciego. Lo publica después de los avales; no antes y respira una congoja y un ánimo muy distinto al de exultación de Díaz. Ibarra llama ahora a la unidad de las tres candidaturas dado el momento excepcional en que se encuentra el partido. No sé incluso si no propone un triunvirato, de no ser porque Díaz es mujer. En todo caso es un dislate solo atribuible al pánico; al pánico que provoca Sánchez en la SG. Porque es inimaginable que Díaz y Sánchez compartan quehacer alguno por la misma razón por la que la víctima y el victimario no pueden convivir.
La oferta de Sánchez a López puede parecer ingenua y lo es, además de impropia. Revela que acepta la interpretación de los avales que hace la candidatura contraria, la del segundo puesto cuando, si se tiene en cuenta lo suprascrito, ese segundo puesto es moralmente el primero. Sánchez ha resultado ser caballo ganador de raza cuando parecía un pepla. Y ofrece la batalla en el terreno que la caudilla considera propio, el del ganador. Porque tiene esa perspectiva, sino, ¿de qué se iba a ofrecer una solución de compromiso, desde las páginas de El País, principal abanderado de la causa de Díaz junto al ABC? ¿De qué iba el mismo diario a cuestionar amargamente las primarias?
Si el asunto sigue abierto a la duda, nada más sensato que convocar a los tres candidatos a uno o varios debates en las televisiones. El interés está en lo que se digan los dos con posibilidades reales, sin demérito, claro está, de las aportaciones de López quien no tiene margen de maniobra precisamente porque la ingenua oferta de Sánchez lo ha obligado a reafirmar su independencia hasta el final, con lo que sus votos no podrán ir a Díaz.
El resultado dependerá de la congruencia entre los votos y los avales, así como la aportación de quienes no han avalado pero pueden votar. Una cuestión de fidelidad de los votantes a sus propios avales. Se admiten apuestas.