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dijous, 28 de juny del 2012

Pobre, pedigüeño, pesado y panoli.

Ya está el prodigio de clarividencia, el señor de los hilillos, el hombre previsible en Bruselas diciendo esas altisonantes vaguedades y perogrulladas que nadie escucha en Europa y que La Razón vende en España como si fueran la milenaria sabiduría de Confucio. Como siempre, sus declaraciones desconciertan a quienes recuerdan las anteriores. Por fortuna para él eso solo pasa con sus incondicionales de la prensa carcunda en España porque, fuera de ella, que Rajoy hable o deje de hacerlo es indiferente. De tal modo acabamos de enterarnos de que ahora se opone a que haya una inyección directa de fondos europeos en la banca española, cosa por la que parecía dispuesto a partirse el pecho hace 24 horas. Le ha llevado más de una semana comprender que la idea no es del gusto de Merkel, su faro, luz y guía.
Va de estadista decidido y hombre de ideas pero nadie ignora que carece de ellas y expone confusamente las escasas que tiene. Su posición en el cónclave europeo es harto incómoda. O lo sería para alguien que tuviera algo más de sensibilidad: representa un país arruinado por la torpe y delictiva gestión de sus élites dominantes; es pobre. Acude de solicitante a una reunión de Epulones que lo miran con desconfianza porque están hartos de no saber qué quiere; es pedigüeño. Es insistente y contumaz, o sea difícil de soportar; es pesado. Y, por último, no sabe ni lo que dice; es un panoli. La prueba del nueve es sencilla: invoca el discurso de la austeridad germánica que gusta a Merkel, pero está interesado en que triunfen las tesis de Hollande a las que, sin embargo, él se opone en España, de forma que aplica exactamente las políticas contrarias a las que su propia acción exterior demuestra que son las convenientes para su país.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 26 de juny del 2012

Las declaraciones las carga el diablo.

Sendas declaraciones de la ministra Mato y la paraministra Cospedal levantaron ayer la rechifla general de la red. Sobre todo Twitter, un lugar de chismorreo lleno de sarcasmo, estuvo todo el día hablando de la intención de la ministra de sustituir los fármacos que pueda por una cosa natural. Y no digo nada de Cospedal anunciando que España cuenta hoy en Europa gracias a Rajoy. La presidenta de Castilla La Mancha, bien se ve, en lugar de viajar, lee La Razón, el ABC y El Mundo, y con eso le basta. Al fin y al cabo, según la filosofía social contemporánea, la realidad es una construcción cultural. Se ve muy bien en el caso de Ana Mato.
Muchas veces, la prudencia aconseja mantenerse en silencio; quizá las más, siendo rigurosos. Pero el tiempo es de mucho ruido, de agitación, de continuas declaraciones, manifestaciones al bajar de un avión o tomarse un perrito caliente, de canutazos, frases pilladas al voleo en micrófonos indiscretos, peroratas, interpelaciones. En fin, ruido. Pero hay cosas que acallan el ruido, como clarines angélicos: decir que España cuenta en Europa gracias a Rajoy es como un aldabonazo en el sentido de la realidad de los españoles. Estamos adormecidos, caramba. ¿No vemos al ínclito Rajoy emulando al emperador Carlos en la batalla de Mühlberg?
Pues, no; no lo vemos. Ni ella tampoco. Otra cosa es lo que diga. Pero eso, tratándose del discurso de la derecha, es irrelevante: cualquier cosa con tal de enaltecer lo propio y rebajar lo adversario sea o no justo. Da igual. A la vista está que Rajoy en Europa no está a la vista. Es más, muchos europeos empiezan a dudar de su existencia en carne y hueso y en España el personal ya le ha diagnosticado una mezcla de agorafobia y miedo escénico (vulgo, cobardía) que le impide comparecer en el parlamento o ante la opinión pública como no sea en contactos casuales y fortuitos más parecidos a productos de paparazzi que de reporteros.
Todo el mundo se queja de las incomparecencias de Rajoy, de su negativa cerrada a dar cuenta de sus actos. Él mismo se ha encargado de decir que no merece la pena por cuanto nunca sabe cuáles serán sus actos. Depende de por dónde sople el viento. Nos quejamos de vicio. Porque, cuando habla, lo hace con tal vagarosidad que nadie, ni él mismo, sabe qué haya querido decir. Así, mejor el silencio. Es convencido partidario de la vieja sabiduría del calla a no ser que lo que has de decir sea mejor que el silencio. Nunca tiene nada que decir mejor que el silencio. Preferiría callar. Pero no lo dejan, le exigen que hable, se pronuncie, diga algo claro. Y le hacen sufrir porque todo el mundo le frota por el morro sus incumplimientos, embustes o demagogias, sus "no subiré los impuestos", "no tocaré la educación", "no tocaré la sanidad", "no congelaré las pensiones", "seré previsible", "no haré amnistías fiscales", "diré siempre la verdad", "llamaré al pan, pan y al vino, vino", "no subiré el IVA". Es un sufrimiento, desde luego, porque son mentiras flagrantes.
Él se siente a gusto en las reuniones de los suyos, los empresarios. No es fácil imaginarlo en una reunión de los sindicatos. En el Parlamento, dicho se está, es il solito ignoto. En ese cónclave de amigos, de los que, según él, crean empleo en lugar de destruirlo, Rajoy, fiel a su costumbre ha dicho que el próximo Consejo Europeo debe dar "una respuesta contundente a la crítica situación de Europa". Nada menos. Admírese el truco retórico de la "crítica situación de Europa". En situación crítica hay algunos países europeos, entre ellos el que él representa, pero no Europa; en absoluto. Dicho aquí, suena bravo y por eso Cospedal se enciende y dice lo que dice. Pero dicho en Bruselas suena chusco, a bravuconada de muerto de hambre del Tercio. Por si acaso, los empresarios, a quienes lo de la "crítica situación de Europa" suena a chino mandarín, le han pedido algo bien concreto, un pájaro en mano en lugar de los ciento volando por la cabeza del registrador de la propiedad: otra reforma laboral. Sin duda para seguir creando empleo.
Lo peor no es que nuestros vecinos más industriosos, más laboriosos, mejor organizados, menos corruptos, más ingeniosos y políticamente más afortunados desde tiempos inmemoriales tengan que rescatarnos. Lo peor es que el presidente del gobierno o el ministro de Economía vayan de perdonavidas por Europa, haciendo honor a la mala fama de los españoles: matasietes de ceñudo gesto que no tienen en dónde caerse muertos.
Cabe preguntarse si una gente así puede gobernar. Pero eso ya no tiene remedio.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dilluns, 25 de juny del 2012

¿De Guindos o De Risa?

Primer párrafo de la carta con que De Guindos pide el no-rescate financiero. Ejemplo sublime de la primera parte contratante de la primera parte...:

"Tengo el honor de dirigirme a Usted en nombre del Gobierno de España, para solicitar formalmente asistencia financiera para la recapitalización de las entidades financieras españolas que así lo requieran. Esta asistencia financiera se enmarca dentro de los términos de la ayuda financiera para la recapitalización de las instituciones financieras. La elección del instrumento concreto en el que materializará esta ayuda, tendrá en consideración las diferentes posibilidades disponibles en la actualidad y aquellas que se puedan decidir en el futuro."


El resto de la carta, no menos desternillante, en El País

(La imagen es una foto de World Economic Forum, bajo licencia Creative Commons).

Hoy: petición de rescate. Eso sí, neoliberal..

Según Cospedal, Rajoy puede ir con la cabeza bien alta porque gracias a él España vuelve a contar en Europa. Sí, trolas. Rajoy no ha parado de contar trolas dentro y fuera de España. Y la gente lo ha calado fuera y dentro de España. Ya el hecho de ser un ídolo para Cospedal daba una pista.
Pero el personaje supera su fama. En la cumbre de Río+20 sobre el clima lo presentaron como el Primer Ministro de las Islas Salomón. Ya es mala suerte. No podían confundirlo con el PM del Canadá, por ejemplo. Lógico, en la lista del presidente, Solomon Islands van delante de Spain y pudo confundirse. Tampoco es extraño que Rajoy no rectificara al tomar la palabra. Probablemente no se enteró porque no entiende inglés.
Al fin y al cabo, América no es Europa. Allá no es muy conocido. Por eso, seguramente, llevaba preparada una trola de campeonato. Abogó Rajoy en esa cumbre sobre el clima por la economía verde para combatir la pobreza y fomentar la inclusión social. Así, como suena. A lo mejor se ha hecho de Equo pero es poco probable cuando aquí sus ministros recortan el presupuesto de energías renovables, economía verde, recursos alternativos y se lanzan a las nucleares. Suelen justificar estas decisiones fiando en su competencia empresarial. En efecto, es muy de ver lo bien que les salieron las autopistas. En sus discursos Rajoy dice siempre lo que supone que la gente quiere oír, sin preocuparse gran cosa por la congruencia con otras manifestaciones suyas anteriores o posteriores. Está siempre en campaña electoral.
Hoy se inicia una semana importantísima para España en lo económico y lo deportivo. En cuanto a lo deportivo ya hay quien ha sacado punta a la situación de las semifinales: Portugal, Italy, Germany, Spain. PIGS. Ahora la cosa puede ponerse al rojo si la final es entre Alemania y España. Ahí sonará el patriotismo. Los pusilánimes querrán dejar ganar a los alemanes para que no se enfaden y no nos nieguen la pastuqui. Otros, más en la línea del patriotismo español de la derrota, el de honra sin barcos, abogarán por la victoria incuestionable sobre los tedescos y salga el sol por Antequera, pues más se perdió en Cuba.
En cuanto a lo económico la petición de rescate promete ser una aventura dialéctica y diplomática. Una vez sabidas las necesidades de la banca española (a las que ahora se suman los concesionarios de autopistas por si cae algo), se procederá a librar el dinero que Rajoy llamará "línea de crédito" y los demás, "rescate". La cuestión estará en las condiciones y en la primera de todas: saber quién se hace cargo de la deuda. Como buen neoliberal, cuando le interesa, Rajoy sostiene que es deuda de la banca, no del Estado el cual ha actuado aquí como mero intermediario. Como buena socialista, también cuando le interesa, Merkel entiende el préstamo al Estado español y el garante es el Estado. 
El neoliberalismo es así: todos los males provienen del Estado y cuando hay un problema de supervivencia, se recurre al Estado. Pero no por eso deja el neoliberalismo de condenar toda intervención estatal; al contrario, también condena la que se hace a petición de las empresas o los bancos. 
Es una teoría perfecta; lo explica todo porque no explica nada. Es como un discurso de Rajoy.   Anda por ahí una interpretación neoliberal de la crisis según la cual el detonante de esta fue el excesivo intervencionismo estatal. Había una "excesiva intervención estatal" después de treinta años de desregulaciones, privatizaciones, flexibilizaciones, rolling back the State y desmantelamiento del Estado del bienestar. Es verdaderamente sorprendente, casi milagroso. En otro asunto la teoría muestra la misma alegre depreocupación por el rigor de los enunciados: no ha sido la intervención del Estado la que ha generado la crisis sino que esta es la que ha pedido la intervención estatal, imprescindible si queremos retornar a un orden civilizado.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dilluns, 18 de juny del 2012

Una victoriosa derrota más.

A juzgar por las portadas de los periódicos españoles, ayer domingo solo hubo elecciones en Grecia. Sin embargo las hubo asimismo, y más importantes para Europa, en Francia, segunda vuelta de las legislativas. Pero estas se presentaban más de andar por casa pues la incógnita se había despejado en la primera vuelta y, desde luego, en las precedentes presidenciales. La tensión, la emoción, anidaban en las griegas; no segunda vuelta sino repetición de las elecciones del mes anterior con un resultado ingobernable. Según numerosos comentaristas de su resultado incierto dependería la permanencia de Grecia en la zona euro, en definitiva, en Europa.
Pero, además de ese asunto, nada desdeñable, las elecciones griegas tenían otro morbo, al menos para España, en el campo de la izquierda: saber si por fin la coalición izquierdista, formalmente no comunista (pues los comunistas tienen formación independiente con el nombre de tales), Syriza, acabaría superando, como así ha sido en efecto, la versión helénica de la socialdemocracia, el PASOK. El famoso sorpasso al que también aspira legítimamente IU en España, gracias al cual, si el PSOE sigue bajando y la coalición subiendo, esta sustituya a aquel como formación hegemónica de la izquierda. Como Syriza, vamos.
Seguramente Grecia se gobernará con una coalición más o menos nutrida de partidos en torno al eje Nueva Democracia/PASOK con el segundo actuando de comparsa menor. Syriza se instala desde ya en la oposición, un lugar digno desde el punto de vista de los principios pero poco relevante si se está frente a una mayoría absoluta.
Pero todo eso es de poca monta. Lo interesante es comprobar cómo la crisis del euro es una crisis de la euroizquierda que esta no acaba de entender y,  en consecuencia, no puede remediar. ¿Por qué se ha concentrado la atención en Grecia? En Francia ha ganado limpiamente la izquierda. Después de la victoria en las presidenciales, la socialdemocracia tiene mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. ¿Por qué no celebrarlo por todo lo alto? Sencillamente porque en Francia, la formación equivalente a Syriza o lo que dice aquí IU que quiere ser, esto es, el Frente de la Izquierda,se ha dado un batacazo . Se ha quedado en diez diputados y no ha salido ni Mélenchon. Si a este desastre añadimos el declive del equivalente alemán en las últimas elecciones de Länder, esto es, Die Linke, se perfilan dos modelos, el griego, con sorpasso y sin gobierno y el francés, con gobierno y sin sorpasso y con Alemania apuntando más al lado francés que al griego. Está claro, es un crisis de la izquierda. Con sorpasso o sin él, esta sufre las consecuencias de su desunión en todas partes. Lo sabe; dice querer evitarlo, pero no hace nada por ello porque su división interna es muy profunda.
Tanto el PASOK como el PSOE han pagado muy caro en las urnas su gestión de la crisis. Pero ello no es necesariamente porque, siendo de izquierda, se hayan plegado a los dictados neoliberales, pues tambien los gobiernos neoliberales han perdido las elecciones; el último, el de Sarkozy. El Partido Socialista francés y, según los sondeos, el SPD alemán, van para arriba porque vienen de la oposición. como las derechas griega y española. La crisis devora los gobiernos de todos los colores. Esto no quiere decir que los socialdemócratas no hayan sufrido un castigo adicional a causa de su seguidismo neoliberal. Al contrario, han perdido un considerable apoyo en votos por no haber sido capaces de formular una alternativa propia, socialdemócrata, a la crisis.
No obstante las cosas no son tan fáciles como se antojan a la gente con flaca memoria. Todo el mundo parece haberse olvidado de que, siendo primer ministro, el socialdemócrata Papandreu intentó convocar un referéndum sobre el rescate y casi lo despellejan y con muy escasa defensa interna. No obstante, ciertamente, el PSOE presenta un problema de indefinición considerable. La insistencia en sellar pactos nacionales con la derecha al amparo de la emergencia de la situación no permite que el electorado visualice una opción partidista de izquierda socialdemócrata.
La crisis se revela por fin en el problema de la otra izquierda, la no socialdemócrata, consistente en otro tipo de indefinición. Así como los socialdemócratas no consiguen distanciarse de los neoliberales pues comparten un objetivo estratégico que es la conservación del capitalismo (aunque con visiones distintas de él), la otra izquierda no consigue encontrar puntos de encuentro con los demás porque su objetivo estratégico no está claro. A primera vista, a juzgar por algunas observaciones desperdigadas acerca del cambio del modelo productivo, se pretende sustituir el capitalismo, pero no se sabe por qué. La oposición al capitalismo es notoria. Una de las organizaciones se llama Izquierda Anticapitalista, lo cual nos ilustra acerca de lo que es "anti" pero no acerca de lo que es "pro". Resulta así que en la estrategia de la izquierda radical aparece incrustado el elemento utópico (en el mejor de los casos), siempre inquietante para unos electorados que, como viene demostrándose en los últimos tiempos, son bastante conservadores.
La izquierda, toda ella, debe decidir si quiere gobernar Europa o se resigna a ser gobernada por ella, por la Europa del capital. Y la vía para conseguirlo, en mi modesta opinión, es la francesa; no la griega. Para lo cual es preciso que la socialdemocracia articule una política económica propia , distinta de la neoliberal y eso no es fácil, como se ve mirando el PSOE.
(La imagen es una captura de la portada de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 16 de juny del 2012

Grecia.

Es llamativa la insistencia de los poderes de la tierra y sus epígonos en amenazar a los griegos con lo que hagan mañana domingo en las elecciones. Nunca en la vida se habían ocupado tanto los restantes europeos por el resultado de unas elecciones en este pequeño país de unos once millones de habitantes. Ahora, sin embargo, todas las miradas están puestas en él y de ahí las constantes advertencias, verdaderas amenazas. Ojo con lo que votáis, griegos. Si lo hacéis por la izquierda, habrá problemas. Es una injerencia bastante insoportable.
La cuestión no es si los griegos votan por partidos que propugnen la salida del país del euro. Y no lo es por cuanto los socios de la Unión tampoco son unánimes respecto a su  mantenimiento. Algunos sectores alemanes e ingleses piensan que todos estarían mejor con Grecia fuera del euro. Otros, en cambio, no quieren ni oír hablar de esa eventualidad y, desde luego, las autoridades máximas de la Eurozona, Merkel y Hollande, han dejado claro su firme compromiso con el mantenimiento de Grecia en el club.
No es cosa de la salida o no salida del euro, no. Sobre todo una vez que Syriza de la que, por oponerse a la política de austeridad, se sospechaba que pudiera propugnar aquella, ha formulado con entera claridad su propósito de mantener el país en el euro. Es cosa de si los griegos votan o no una opción de izquierda. Y en eso reside la intolerable injerencia. La izquierda griega quiere renegociar los términos del rescate, algo muy prudente, dado el terrible impacto social que ha tenido, con suicidios incluidos. Y los poderes europeos, voceros de sus amos los mercados y los banqueros, no están dispuestos a acceder porque de toda renegociación tendrán que salir condiciones más favorables para los griegos y, por tanto, menos para los bancos y los especuladores.
En Grecia se la juega la izquierda. No solo la izquierda griega sino la europea en su conjunto. No sería admisible que, caso de ganar las elecciones, la izquierda griega contara con la oposición del resto de la europea, en seguimiento de la actitud hostil que los sectores neoliberales de la UE profesan hacia Grecia.
La permanente injerencia en las elecciones griegas obedece al temor de los poderes europeos de estar asistiendo al efecto de una chispa que pudiera encender una revolución continental. Una revolución no caracterizada ya por la vieja iconografía insurreccional, violenta, sino por una vía nueva. En concreto, la que se abre a través de la acción de gobiernos de izquierda, capaces de imponer un consenso en la UE distinto de la versión continental del neoliberal de Washington.
Dejemos de lado caritativamente la cuestión de si han sido o no las políticas neoliberales las causantes de la crisis. Palinuro está convencido de ello, pero eso no es ahora relevante. Lo relevante es ver cómo la aplicación de esas políticas en los últimos cuatro años no solo no ha resuelto la crisis sino que la ha agravado. En consecuencia, es de sentido común cambiarlas y probar con otras, cuando menos keynesianas. Con una presidencia y un gobierno socialdemócratas en Francia y un hipotético gobierno de izquierda en Grecia, nos acercaremos a esa situación. Si el Partido Socialdemócrata Alemán ganara las elecciones del próximo año, estaría expedito el camino a un giro de las políticas económicas en el continente, orientadas más a las de carácter expansivo, que fomenten el crecimiento en lugar de estrangularlo, como hacen las neoliberales.
Muchos comentaristas reflexionan con tristeza sobre la amarga situación de Grecia, la cuna de Europa, y lamentan el sarcasmo de su triste destino. Es el síndrome de los imperios antañones. Algo parecido les pasa a los árabes. Llevan muy mal el hecho de verse dominados, sometidos vilipendiados por doquier cuando en el pasado fueron la vanguardia científica, filosófica, militar mundial. En parte también les pasa a los españoles que no acaban de digerir el no ser ya el glorioso imperio en el que no se ponía el sol, ni siquiera capaces de recuperar un trozo de su territorio, colonia de otro, como Gibraltar.
En el caso de Grecia en relación con Alemania hay algo más puesto que la Alemania moderna, que surge con el romanticismo, se troquela sobre el molde de la visión ideal de Grecia, algo que comparten los alemanes con los ingleses de la época. Basta con recordar a Lord Byron en Missolonghi. Los dos autores más famosos del Sturm und Drang, Schiller y Goethe, lo abandonan por un regreso al clasicismo griego, en lo que se llamará el clasicismo de Weimar. Esta nueva tendencia influirá mucho en los tres amigos, verdaderos padres de la conciencia alemana, que coinciden en su juventud en Tubinga, en un estado de exaltada idealización de Grecia: Hegel, Schelling y, sobre todo, Hölderlin, cuyo Hyperion es la culminación literaria de esa admiración germánica por lo griego. Una admiración que ha sido sustituida por una actitud de desprecio y de prepotencia de nuevo rico.

dilluns, 11 de juny del 2012

España sí es Uganda

Y que me perdonen los ugandeses. Me repatean estas expresiones de racistas aparentemente ilustrados. Como las de los que utilizan el adjetivo tercermundista. Suele tratarse de arrogantes ignaros que parten del principio de que ser ugandés, español o danés es cosa que dependa de uno y no una necesidad independiente de la voluntad. Es decir son racistas. Pero me viene bien la expresión de este racista de campanario para hacerme entender. Quiere decir el registrador de la propiedad metido a gobernante que España es un país serio, responsable, complejo, avanzado, moderno, etc, etc. No como Uganda que, en opinión de Rajoy, no es nada de esto. Pero no le pregunten más porque estoy seguro de que es incapaz de señalarlo en el mapa del África y eso suponiendo que alguien le haya dicho que está en el África.
Pues bien, tomando sus concepciones racistas al pie de la letra (e, insisto, sin compartirlas en absoluto; al contrario, rechazándolas), resulta que, como siempre que abre la boca, Rajoy falta a la verdad, bien porque mienta bien porque no sepa lo que dice.
El hombre presumía de liderazgo frente al endeble Zapatero y pasa la mayor parte del tiempo escondido, oculto, parapetándose tras sus ministros y ministras.
Presumía de decir siempre la verdad y llamar al pan, pan y al vino, vino, pero todo lo que ha dicho hasta la fecha es mentira o error involuntario. Generalmente mentira grosera, descarada.
Presumía de determinación y de no ceder como  Zapatero y ha tenido que tragar todas las imposiciones que le han hecho y arrastrarse por los foros internacionales suplicando un trato favorable que nadie le ha dado.
Presumía de tener la fórmula para salir de la crisis y seis meses después se descubre que no tiene ni idea de en dónde se anda ni de las condiciones en que está su país.
Presumía de no improvisar como Zapatero y cada resolución que toma es una ocurrencia del último minuto, por si consigue engañar a los socios europeos.
Es decir, España puede no ser Uganda pero Rajoy sí es un ugandés dentro de la mentalidad racista del propio Rajoy. Y un ugandés vociferante, presuntuoso, soberbio y necio. El esperpento protagonizado por este incapaz el fin de semana ha sido algo indescriptible. Sabiendo que, aun a pesar de haber dicho que no era preciso rescate alguno, tendría que implorarlo, acabó poniéndolo el sábado, a ver si conseguía engañar a la gente, distraída con el fútbol del domingo. Envió, como siempre a un segundón, Guindos, a dar la cara por él y a explicar lo inexplicable, mientras él trataba de escurrir el bulto.
Pero no pudo. La opinión pública, irritada, indignada, enfurecida, fozó su comparecencia el domingo, antes de viajar a Danzig. En ella se presentó con una historia alucinante que no creía ni él, según la cual el rescate no era un rescate sino poco menos que un glorioso "pelotazo" de España que se había obtenido gracias a que él se había impuesto a los otros países, Alemania, Holanda, Finlandia, etc, con los que no había hablado porque, entre otras cosas, en Europa nadie lo escucha ya y las decisiones se toman al margen de su parecer. Concluyó su sarta de embustes y dislates sosteniendo que, pues el tema estaba resuelto, se iba a ver a la roja en lo que Palinuro considera que es una falta de respeto a los españoles propia de un gañán.
Todos los medios extranjeros estaban ayer pasmados de la inverecundia del presidente español que, pretendía convencer al mundo entero de que sus mentiras, sus fantasías de indocumentado, eran la verdad misma y que los equivocados eran los demás. Así que la conclusión fue la esperable: estos españoles arrogantes, orgullosos, ignorantes, pretenden que el mundo no es como es, sino como ellos ordenan que sea. La realidad se encargó acto seguido de poner al embustero compulsivo de La Moncloa en su sitio. Tras un comienzo relajado, alcista, de la bolsa y un descenso de la prima de riesgo a comienzo del día, lo suficiente para que los turiferarios de Rajoy, los marhuendas de guardia, entonaran trémolos de victoria, la tendencia se invirtió, la bolsa cerró en pérdidas y la prima se puso en 521 puntos y los pelotas y agentes de agitprop enmudecieron, aunque seguramente La Rzaón dirá mañana que una prima de riesgo de 521 puntos es un síntoma de salud envidiable.
Es decir, el tema no estaba resuelto, como sabía todo el mundo, incluido el propio Rajoy que, como buen ugandés de su imaginación, trataba de sustituir el mundo real por el de sus embustes.
¿Por qué no dimite si ya ha demostrado que, además de ser mucho peor que Zapatero, es un embustero con mala intención capaz de hundir España él solo?
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dissabte, 9 de juny del 2012

El rescate o el drama de España.

La imagen es un óleo de Theobald Chartran titulado Firma del protocolo de paz entre los Estados Unidos y España el 12 de agosto de 1898. Representa el momento en que el embajador de Francia en los EEUU, en representación de España, estampa su firma, bajo la atenta mirada de un dominante McKinley, en el protocolo del tratado que pondrá fin a la guerra hispano-norteamericana. Derrota y rendición prácticamente incondicional de España y pérdida de los restos del imperio en América y Asia. El cuadro se encuentra en la Sala de Tratados de la Casa Blanca, lugar de reunión frecuente de los gabinetes presidenciales hoy, y figura en lugar prominente.

Hoy es el día. Los oráculos del fondo de la selva de Teotoburgo imponen la claudicación de España, que ha de aceptar las condiciones del llamado rescate de la banca y que el FMI, en una muestra de servicial previsión, ha tenido la delicadeza de cifrar en 40.000 millones. No sé qué caso hará la germana del gentil toque parisien. Bruselas, como siempre, estará a verlas venir. Queda por saber qué dirán los auditores externos pero, en principio, la situación es clara: los plenipotenciarios tienen que firmar.
España solo manda ministros plenipotenciarios para administrar las derrotas, lo que parece un contrasentido, pero es el contrasentido que configura, al parecer, la amarga experiencia nacional de ser intervenidos. Unas veces por los alemanes, otras por los ingleses, otras, las más, por los franceses, la historia patria es una sucesión de intervenciones que han orientado los destinos nacionales mucho más de lo que lo hayan hecho las decisiones domésticas. Después de quedarse con Gibraltar, los ingleses ayudaron decisivamente a los españoles a librarse de los franceses. Es la gesta de Wellington en la llamada Peninsulan War, con muy escaso respeto a la emergente conciencia nacional española.
A su vez, los franceses estaban aquí porque en uno de los actos de cobardía más miserables que registra la historia, los dos Borbones, padre e hijo, Carlos IV y Fernando VII entregaron la corona a Napoleón, quien la puso en la cabeza de su hermano, convirtiendo España (y su imperio) en lo que podríamos llamar un fraternato. Ese Fernado VII, el Deseado, fue luego el ídolo de la derecha española que debía de ver en él un patriota.
Para qué seguir. El 98 (ut supra) provocó una sacudida tan fuerte de la citada conciencia nacional que hasta apareció un filósofo. Los filósofos surgen siempre de la perplejidad y esa perplejidad trajo la IIª República a la que puso violento fin una coalición de alemanes, italianos, moros y cristianos nativos de Santiago y cierra España.
Ignoro si en estas horas amargas Rajoy medita sobre su triste sino. Venía de salvador de la Patria y tiene que mandar plenipotenciarios a firmar las capitulaciones. La gran nación en la hora nefasta de la claudicación. Seguramente no es para tanto porque en nuestra época las guerras se libran en los parqués, en los despachos de mullidas alfombras en lo alto de rascacielos, en medio de formas corteses, compartiendo un aperitivo. Pero el zaherido orgullo nacional español lo toma por la tremenda. Resuenan los ecos de una larga historia de derrotas: la Invencible, Rocroi, Trafalgar y lo que vino después. Y Rajoy, con su huero patriotismo, así tiene que experimentarlo.
¿Podría pasarle por la cabeza alzar bandera por la resistencia, negarse al rescate, a la intervención extranjera? Podría. Numancia tiene su belleza, pero no es previsible su repetición. Oponerse a Europa, aislarse de Europa -vieja pulsión unamuniana- no es opción para la derecha y dudo de que lo sea para la izquierda. No, desde luego, para el PSOE y, con reservas, tampoco para la izquierda radical.
Así que llueve sobre muy mojado, sobre una historia de frustración permanente, de una nación que se ha hecho a fuerza de derrotas gracias a unas clases dominantes muy católicas, muy tradicionalistas, muy ineptas y nada patrióticas. Una nación que de vez en cuando es intervenida al albur de circunstancias que no controla. Por eso, todo consistirá en encontrar un nombre que disimule la cruda realidad de la subordinación a los dictados de otros, un nombre que engañe, como el de evangelización del Nuevo Mundo, por ejemplo, o el Movimiento Nacional, algo así como Refundación Financiera Española (ReFE), que daría para interesantes portadas de la prensa de derechas y dejaría a la gente tranquila, a tiempo para saborear cómo la Roja revalida su título. Es lo de los toros en 1898.

dimecres, 6 de juny del 2012

Como Dios manda.

Al hoyo. Manda al hoyo. Como era de esperar. Ni Dios ni Satanás pueden salvar un país mal gobernado, incluso aviesamente gobernado. Pues ¿no querían llegar al poder incluso al coste del hundimiento de España que ya la levantarían ellos? Incidentalmente, apenas se ha valorado este bochornoso episodio de Montoro. Nadie parece ser consciente del fondo de vileza y estupidez que encierra, al lado del cual la traición es una nimiedad. ¿Qué dios ni qué diablo van a ayudar a estos gestores ahítos de títulos -académicos y nobiliarios- pero ayunos de fibra moral, de patriotismo y de lo que más presume su jefe, de sentido común? Se veía venir. Palinuro, que gusta de la ironía y la elegancia de las figuras de la commedia dell'arte, de las travesuras y el ingenio de un arlecchino, trae a colación una entrada suya de hace seis días, titulada El inevitable hundimiento de España.
Pero, en lugar de leer a Palinuro, el gobierno, que había tomado un montón de medidas drásticas pensando resolver el problema a su cuartelario modo y solo lo había agravado, andaba dando grandes voces por los páramos de España. "No necesitaremos rescate", soplaba Montoro camino de Bruselas. "No estamos al borde del precipio", resonaba Rajoy recién vuelto del Canadá. "No consideramos una intervención", remachaba de Guindos mientras saltaba de Milán a Berlín. "España saldrá de esta por sus propias fuerzas", sentenciaba Cospedal, tan conocedora de la situación como los otros.
Todas esas firmes determinaciones de la voluntad bellamente nietzscheana hubieran sido verosímiles de no reventar la última (por ahora) pústula de esta gangrena nacional que ha sido la burbuja del ladrillo, Bankia. Porque ¿qué es Bankia? La muestra palpable del robo, el expolio, el modo neoliberal de entender la política, de poner con todo descaro lo público al servicio de intereses privados, incluso delictivos. El ejemplo de dos potentes cajas entregadas incondicionalmente al oscuro mundo de un partido que mezcla la política con los negocios y las tramas de corrupción hasta llegar al expolio y la ruina del sistema financiero del que era responsable.
Ahora se entiende bien la trayectoria que ha llevado a esta situación en la que el gobierno se ve obligado a pedir el rescate que negaba hace veinticuatro horas y, de hecho, a abdicar nuestra soberanía y ponerse en manos de la banca europea. Es una historia breve y tremenda: la primera crisis financiera internacional en 2008 no afectaba directamente a España (por eso Zapatero, en la inopia, salió a defender la solidez de la banca nacional) pero sí destapó una crisis interna mucho más devastadora, la burbuja inmobiliaria insensatamente puesta en marcha con la liberalización del suelo impuesta por Aznar en 1998. A su vez esta bestial crisis autóctona, que tumbó el gobierno Zapatero y justificó la (errónea) medicina de caballo de la derecha triunfante, destapó otra mucho peor, la de Bankia, que ha puesto al gobierno en estado catatónico porque es exclusivamente responsabilidad del PP.
Ahora, las autoridades harán lo único que se les ocurre en estos casos: mentir; como lo hicieron con el 11-M (el presidente de hoy es el de la "convicción moral" de ayer), como habían hecho con el Prestige, el Yak-42 o las armas de destrucción masiva. Mentiras y más mentiras.
Las circunstancias han apartado a Rajoy del mando y tienen al gobierno, como se dice, en expectativa de destino, por si aun le permiten administrar los retales de Estado que dejen los nuevos bárbaros del Oiro, forma en que los alemanes pronuncian "euro". Tras haber gobernado como Dios manda ahora resulta que Dios manda que Rajoy no gobierne. Los designios del Señor, ya se sabe, son inescrutables.
Por eso mismo, se van extendiendo formas de acción colectiva espóntaneas de la ciudadanía. Son la esperanza del futuro porque de los partidos institucionales cabe esperar poco. La última iniciativa en Twitter, apoyada de inmediato por la red, el 15-M, DRY, etc de financiar colectivamente la presentación de una querella popular contra Rato a través del hashtag #crowfundingRato, dentro de la cuenta @goteo.org, suscita verdadero entusiasmo popular porque se ve como una vía práctica de avanzar hacia un procesamiento formal de la clase política y financiera. Tanto que el sitio está colapsado y no hay modo de entrar a hacer la aportación. De todas formas, es seguro que ya han alcanzado su meta. Es el momento de seguir con las aportaciones para sufragar otros procesamientos u otros gastos como serán las probables multas arbitrarias del gobierno. Hay que procesar a los gobernantes, llamar a capítulo a Aznar, a Zapatero, a Rajoy y que cada cual peche con lo suyo.
La nación, dice Burke, es un pacto o compromiso entre los que han sido, los que son y los que serán. En nombre de los que serán, los que son y han sido deben rendir cuentas de sus actos y afrontar su responsabilidad.
(La imagen -no la leyenda, claro- es una foto de La Moncloa en el dominio público).

divendres, 1 de juny del 2012

La locura del método.

En un aparte en Hamlet, Polonio dice de lo que el joven príncipe de Dinamarca le cuenta: "aunque sea una locura, tiene método". Juntar método y locura suena, a su vez, a locura; exactamente: la locura del método, una de las más peligrosas porque es letal. El lunático del método lo sacrifica todo a este y no ya con la mala conciencia de la fanática sino con la autocomplacencia de la cartesiana que porta orgullosa la identidad occidental consistente en identificar método y razón, como si la misma razón no nos avisara de a qué extremos de depravación, crueldad e ignominia puede llevar ella misma. El nazismo era una ideología científica; el comunismo era una ideología científica. ¡Ah, las aguas del Leteo!
Basta de monsergas. Vamos a lo práctico. Lagarde, jefa del FMI, dice que el organismo no está preparando un plan de rescate de España. Será verdad o no pero lo indudable es que alguien ha dicho que está en marcha tal plan. Mas, al tratarse de la locura del método o el método de la locura, puede ser ella misma quien lo haya hecho so pretexto de negarlo. Afirmar una cosa negándola tiene arte; aunque lo más probable es que se lo haya soplado Soraya Sáez de Santamaría con el ruego de que lo desmienta. Bingo.
Llega luego Merkel a pedir apoyo para las "valientes" o "decididas" o "audaces" reformas de Rajoy. Locura en el método porque pide a los demás el apoyo que ella no presta, habiéndose negado hasta la fecha a satisfacer ninguna de las caridades que Rajoy ha implorado y han sido unas cuantas, desde una sonrisa menos teutónica a los eurobonos, pasando por el enchufe con el Banco Central Europeo (BCE). ¡Con estos centreuropeos no valen los jamones de Jabugo!
Por si acaso, los burócratas de Bruselas, que son como los monstruos engendrados por el sueño de la razón metódica, han arremetido contra el gobierno de España prácticamente por todo, poniéndolo de inútil para arriba, especialmente en cuanto a la gestión del escandalazo de Bankia, cosa de la que presumen saber porque están parapetados en el BCE. La locura de este método reside en que tales propósitos incendiarán los mercados y obligarán a Rajoy a hacer más locuras. Y el método consiste en la peculiar forma que tiene el BCE de seguir los Diktate germánicos, haciendo lo contrario de lo que se le pide.
No hay tragedia sin comedia. Sáez de Santamaría asegura triunfante que un puñado de personalidades transoceánicas, como Obama entre otros, apoya los planes españoles, esos que todavía no se han presentado y por tanto desconocen. Cree que lo que digan los estadounidenses influye tanto en Bruselas o Berlín como lo hace en Madrid. Es una creencia muy de la tierruca pero algo ingenua.
De Guindos asegura que el futuro del euro se juega esta semana en España e Italia. La locura del método nos ha llevado a la lógica conclusión de cargarnos el euro a fuerza de protegerlo. De Guindos tiene tendencia a ser oracular y ya se sabe que los oráculos suelen ir acompañados de estados de trance y brumas mentales. Supongo que la repentina incorporación de Italia al grupo de los condenados se debe a la necesidad de reforzar el simil futbolístico o, como diría mi abuelo, "balompédico". El mismo De Guindos aguantó ayer impertérrito una soflama de la diputada canaria Ana Oramas quien acusó al PP de haber complotado la caída del gobierno en mayo de 2010 cuando este comunicó a los grupos que España estaba al borde del abismo. Es decir, lo acusó de traición al país y se atribuyó a sí misma y a los catalanistas el mérito de haber impedido una catástrofe que hubiera llevado a la intervención. La absoluta locura del método en versión carpetovetónica. Supongo que el oracular De Guindos vería en Oramas a una sibila que le revelaba el pasado y le mostraba el futuro.
Ignoro si De Guindos forma parte de la tropa gubernamental que acude al encuentro del club Bilderberg, convocado en una localidad gringa de Virginia que responde al muy francés nombre de Chantilly, no sé si por esnobismo o por ganas de despistar. Al fin y al cabo, los primeros esfuerzos mentales de estas lumbreras mundiales se dedican a asegurar su protección. Creo que han decidio declarar un estado de alarma en 10 km a la redonda por amenaza de ataque terrorista. Es como cuando Dios mantenía a raya a los cotillas de los israelíes, cubriendo el Sinaí con negras nubes y tormentas mientras dictaba a Moisés la divina ley.
Esto del Bilderberg es el trasunto contemporáneo de la leyenda eterna de la búsqueda del Santo Grial y estoy seguro de que muchos asistentes al cónclave piensan que acuden a Camelot, si bien, signo de los tiempos, también hay damas. Al Santo Grial que estos caballeros buscan (el crecimiento, la estabilidad, la paz, la democracia, la eterna felicidad del género humano) le ocurre lo que al de la leyenda artúrica: nadie sabía qué forma tenía porque nadie lo había visto nunca. Suprema locura del método: inventarse algo e imponérselo a la especie humana sin contar con ella para nada. Es lo que hizo Dios, ¿no?

El PSOE se ha abstenido en la votación de la reforma financiera del gobierno. Parece ir virando a la izquierda, recuperando su imagen propia, desdibujada por su coincidencia con el PP. Aunque lo hace con mucho trabajo porque le crujen las cuadernas, como a los viejos navíos y ha de tomar aliento en la abstención. Algo muy poco recomendable porque la abstención solo indica indecisión, incapacidad para pronunciarse entre alternativas, poco liderazgo, que se dice. Pero quizá se trate a su vez del método de la locura consistente en recuperar la capacidad de dirigir a base de mostrarse desorientado.
Locura en el método, método en la locura. Escojan porque hay de los dos. En abundancia.
(La imagen es una foto de World Economic Forum, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 15 de maig del 2012

Una cuestión de confianza.

¿Por qué siguen desconfiando los mercados de España si el gobierno muestra por sus dichos y hechos que hará lo que le ordenen? Respuesta sencilla: porque desconfían del gobierno. Desconfían de que el gobierno pueda hacer lo que dice o incluso lo que dice que hace. Ahora se dará cuenta el PP de que sembrar la desconfianza en el gobierno de un país es atacar al país. Exactamente lo que él hacía cuando el PSOE estaba en el "poder" y Aznar parecía el embajador volante de los malos augurios y argumentaba que atacar al gobierno no era atacar a España. Y sí, lo era, como ve ahora la derecha: al desconfiar del gobierno, las consecuencias las paga el país. Y el gobierno actual tiene la inmensa suerte de que no haya un Aznar del PSOE de gira permanente por el extranjero diciendo que Rajoy es un tal y un cual que lleva el país a la catástrofe.
Efectivamente, si los mercados desconfían el país se va al garete. ¿Y de qué en concreto desconfían los mercados con respecto al gobierno? En primer lugar desconfían de que el gobierno pueda imponerse a las Comunidades Autónomas y obligarlas a cumplir el pacto del déficit. Esta desconfianza tiene una base sólida. Son algunas de las CCAA regidas por el PP las más problemáticas, como Valencia y Murcia, sin dejar muy atrás Madrid, a la que se ha venido a sumar Asturias, que ha iniciado una nueva Covadonga. Una gestión de pompa y boato faraónicos unida a un nivel de corrupción asfixiante ha llevado a Valencia a una situación pavorosa. Igualmente, el despilfarro cesarista de Gallardón en el ayuntamiento de Madrid tiene a la ciudad endeudada hasta sus castizas cejas. Ya solo el traslado de la alcaldía de la Plaza de la Villa a ese espantoso tortel indiano del palacio de comunicaciones, aparte de un mal gusto patético, implica una concepción rumbosa del quehacer público que debiera estar penada por la ley porque la pagan los sufridos ciudadanos.
En segundo lugar los mercados desconfían de que el gobierno pueda gobernar, esto es, ejecutar sus políticas. Con razón. Un gobierno bisoño, embriagado por una mayoría absoluta parlamentaria que toma por un cheque en blanco, tiene prisa, quiere ser expeditivo (para mostrarse expeditivo) y resolver los asuntos por la vía rápida, sin perder el tiempo en negociaciones con la oposición o en consensuar algo. Pero eso es muy malo porque encrespa innecesariamente a la oposición que, si se ve ninguneada en el parlamento, acudirá a los tribunales y puede paralizar cuando no frustrar la aplicación de las políticas del gobierno. Es decir, el gobierno da voces pero las cosas no cambian, aunque será bueno que él aprenda que gobernar, hacer política, es negociar, pactar, acordar; no dar voces.
En el ínterin, por ser la deuda una flecha del tiempo, según este pasa la situación se agrava en un círculo vicioso, infernal, griego, en el que la desconfianza agrava la situación y la situación agravada aumenta la desconfianza. De aquí no se sale porque, además, la eficacia de ese círculo vicioso no depende de una voluntad política sino del comportamiento de unos entes imaginarios llamados "mercados".
Todo el mundo deplora que sean los mercados los que gobiernen y pide con denuedo el retorno a la primacía de la política. Pero eso es imposible en los Estados de la Unión que carecen de la soberanía necesaria y es también imposible en la propia Unión porque esta carece de un poder político propiamente dicho. Políticamente hablando, la Unión es un galimatías pues nunca se sabe si la opinión autorizada es la de los órganos comunitarios o la de Alemania o la del eje franco-alemán que, además, no suelen coincidir. Así, mientras los funcionarios del Banco Central Europeo y los burócratas de Bruselas ya dan por hecha la salida de Grecia del euro, la troika comunitaria vincula la entrega del monto correspondiente del rescate (del que ya había sustraído una parte) a la permanencia de los griegos en la moneda común y la canciller Merkel asegura que no dejará marchar a Grecia, cuna de la civilización. (Por cierto, nadie parece tener las ideas claras sobre qué pasará si un país se sale del euro).
En estas condiciones y aunque la perplejidad de Rajoy aumente, no es nada difícil entender que los mercados mantienen la desconfianza porque así hacen negocio con la deuda española. Ciertamente todo el mundo sabe que, si tiran mucho, la cuerda puede romperse. Pero todo el mundo sabe también que los mejores negocios son los que suponen más riesgo.

dilluns, 7 de maig del 2012

¿El renacer de Europa?

Artículo publicado hoy en el diario publico.es

Jornada memorable la del domingo. Desde el mar del Norte al Egeo, los europeos han dicho “no” a las políticas neoliberales de recortes, ajustes, mermas en ingresos, salarios y servicios; han dicho “no” a sacrificarlo todo ciegamente a una estabilidad presupuestaria imposible de alcanzar porque se alimenta de devorar el mismo presupuesto que pretende estabilizar. Se han sublevado contra las imposiciones de los llamados “mercados”, perífrasis con la que se designa hoy el dominio absoluto del capital a través de sus trujamanes de la derecha en todo el mundo; se han sublevado contra la imposición de un pensamiento único que, en virtud de una falsa ortodoxia económica, pasa por encima de la soberanía popular, destroza el espíritu democrático y trata de destruir el Estado del bienestar. Todo lo sual, por cierto, comenzó en marzo en Andalucía.
La clara victoria de François Hollande fue el momento estelar de la jornada. Nicolas Sarkozy es el primer presidente que no repite mandato en treinta años. Pero no se trata solamente de que este fuera ya insoportable sino de que el programa de Hollande es lo suficientemente atractivo para asegurarse la mayoría. Tanto que se dice que es muy difícil, si no imposible, articular una política socialdemócrata. Quien quiera saber cómo se hace, que lea el texto del triunfador en las elecciones franceses. El PSOE, por ejemplo, que nada en la ambigüedad, a punto quizá de cometer su último error de imitar el silencio del PP a fin de ganar elecciones, podía traducirlo al castellano y firmarlo, ya que no es capaz de redactar uno propio. Y defenderlo con la seguridad que da el respaldo popular. Empezando por la República y cerrando el paso a ese subrepticio monarquismo que está abriéndose paso en el partido de Pablo Iglesias.
Menos vistosos, pero no menos significativos, son los resultados en el Land de Schleswig-Holstein, en Alemania: 30% del voto para la CDU y el SPD respectivamente; 13% para los Verdes, 4% para la minoría danesa (para la que no reza la barrera del 5%); 8% para los liberales y el Partido Pirata respectivamente, mientras que el Partido “Die Linke” (“la izquierda”, heredero de los comunistas) queda fuera del parlamento de Kiel al no superar la barrera del 5%. Lo previsible es un gobierno “semáforo”-danés, esto es, una coalición de los socialdemócratas con los verdes y la minoría danesa. La que queda expresamente desechada es la Gran Coalición (negro/rojo) al tiempo que es imposible la repetición de la coalición negra/amarilla (esto es, democristianos y liberales) que gobierna el conjunto de Alemania y no alcanza la mayoría necesaria. Conviene recordar que es la décima derrota electoral que encaja la derecha germana, lo cual permite augurar una victoria socialdemócrata el año que viene si las circunstancias no obligan a una elección anticipada.
A su vez, todo el mundo ha estado pendiente de los resultados en Grecia, el país más castigado de la Unión por las políticas de la derecha neoliberal en contra de la crisis que lo único que hacen es agravarla, profundizarla, prolongarla con la finalidad de desmantelar el Estado del bienestar y aumentar la tasa de explotación de los trabajadores. Las convulsiones callejeras pasadas de Grecia se han trasladado al Parlamento. Es probable que los dos partidos del sistema, Nueva Democracia y los socialistas del PASOK, no consigan mayoría para formar un gobierno de coalición que acate mansamente el “Diktat” de los organismos financieros internacionales y de Berlín en concreto. La coalición de izquierda, Syriza, queda en segundo lugar y algún otro grupo comunista, como el Partido Comunista, consigue más del 8% del voto, algo tan insólito como el casi 7% del partido neonazi. El FMI ya se ha apresurado a amenazar a los griegos con retener los fondos del rescate si el país adopta una actitud que no sea sumisa a las imposiciones del capital. Al margen de la inmoralidad y la ruindad de esta amenaza, es claro que Grecia ha votado más o menos como Francia y como el Schleswig- Holstein: no a la política neoliberal de hundir a los países con el fin de restablecer la tasa de beneficio del capital.
Paradójicamente, España queda una vez más al margen de la corriente que apunta en Europa y, como siempre, yendo en sentido contrario. Así como, al acabar la segunda guerra mundial, los aliados permitieron que el fascismo, derrotado en el continente, prosiguiera en España durante 40 años, es posible que volvamos a tener la mala suerte de quedar en manos de esta derecha neoliberal y nacionalcatólica, heredera de la de los 40 años, y obsesionada por expoliar a los españoles, mientras el resto del continente, acabada la pesadilla de la crisis-estafa de la derecha, reemprende el camino de la estabilidad y el crecimiento.
(La imagen es una foto de jmayrault, bajo licencia de Creative Commons).

Estos sí son brotes verdes.

Millones de europeos votaron ayer en contra de la política económica del trágala del "consenso de Bruselas" que, bajo pretexto de imponer la disciplina presupuestaria y garantizar la estabilidad, pretende desmantelar el Estado del bienestar, consolidar la dominacion irrestricta del capital, aumentar la tasa de explotación de los trabajadores e impedir el avance hacia una organización política europea de igualdad entre las personas y los Estados. Lo hicieron los franceses, los griegos y hasta los alemanes, incluido un buen puñado de daneses que viven en el Schleswig-Holstein.
Circula la muy simplificadora idea de que la crisis ciega de tal modo a los electorados que estos se limitan a votar en contra de los gobiernos, con independencia de las políticas que apliquen, lo cual bien pudiera ser falso, como casi todas las simplificaciones. Los votantes retiran su confianza a los partidos y gobiernos que aplican las draconianas recetas de la derecha y de los organismos financieros internacionales. Cuando eso no sucede, los gobiernos no pierden las elecciones, como se ha visto en Andalucía.
Una comparación de las tres elecciones habidas (la presidencial francesa, la parlamentaria griega y la del Land del Schleswig-Holstein) quizá nos permita una visión más ajustada. Pierden votos los partidos que apoyan y practican el "consenso" de Bruselas; los ganan los que se oponen a él. El candidato socialista francés gana la presidencia con un programa claro, rotundo y factible, alternativo al canon neoliberal. El SPD alemán, también en la oposición a la política de solo ajustes, sube cinco puntos porcentuales. Se da un batacazo, sin embargo, el tercer partido socialista, el PASOK griego que, aunque con contradicciones, también ha practicado la política neoliberal. Socialistas, sin embargo, son los tres. El electorado sabe distinguir perfectamente. Por supuesto, en todas partes pierde la derecha neoliberal: en Francia, la presidencia (ya veremos qué sucede en un par de meses, en las elecciones legislativas), en Grecia, cae en un tercio de sus votos y en el Schleswig-Holstein pierde un punto, lo que, junto al descalabro de sus aliados liberales, la expulsa del gobierno.
Son "brotes verdes" políticos que permiten barruntar un cambio en la orientación política y la forma de gestionar la crisis en Europa. Junto a ellos hay otros de otros colores, indicativos de que la situación está bastante crispada por doquier. Es decir, que el recetario neoliberal está arruinando los países europeos y llevándolos a la quiebra y, además, está suscitando un clima político crispado y polarizado que no augura nada bueno. Significativa aquí es la primera vuelta de las presidenciales francesas: un aumento del voto de la izquierda "anticapitalista" (o sea, radical) y uno más espectacular de la extrema derecha, con sus tintes xenófobos, chovinistas, autoritarios y fascistas. Igualmente el resultado en Grecia en donde la coalición de izquierda radical está en segunda posición, con más del 16% del votos y el Partido Comunista ha obtenido un alto resultado, con el 8% teniendo que contar también con otros partidos comunistas menores y los verdes cuya representación está por determinar en este momento. Los neonazis, a su vez, con más de un 6% del voto, entran en un parlamento que promete ser muy movido. La izquierda radical en Alemania, representada por Die Linke, unión de socialdemócratas de izquierda y antiguos comunistas, no ha llegado al 5% y se ha quedado fuera del parlamento de Kiel, y la extrema derecha ni existe. Los verdes repiten su porcentaje en torno al 13% y si algún tipo de voto antisistema cabe señalar quizá sea el del Partido Pirata, con un 8%, igual que el partido liberal, socio de la derecha en el gobierno hasta ahora.
Es decir, hay un vuelco en la conciencia del electorado, una convicción de que ya está bien de políticas de ajustes, recortes y restricciones del gasto y que es preciso formular otra de estímulo que saque a los países de la recesión en la que poco a poco está volviendo a entrar Europa. Todo lo cual ya se puso en evidencia en Andalucía.
La cuestión ahora es ver cómo lucen esos "brotes verdes" en el conjunto de España con un gobierno más papista que el papa en materia neoliberal, a quien los brutales recortes que ha realizado hasta la fecha que no amenazan ya solo con la recesión sino con una depresión, le parecen insuficientes. De no tratarse de un asunto tan trágico sería para reír (sardónicamente) la mala suerte de los españoles, siempre a contracorriente de Europa.
Pero no es cosa de reír, sino de actuar. Resulta iluso pedir al gobierno español la flexibilidad necesaria para adaptarse al cambio de orientación en Europa o, incluso, incitarlo. La política económica neoliberal no es una respuesta técnica a una situación de hecho sino ideológica, indiferente a unos resultados que no sean los que la satisfagan. De forma que la tarea de luchar por un retorno de España al mainstream europeo tendrá que recaer sobre la oposición, la oposición de izquierda. Para esto encontramos dos factores, uno favorable y otro desfavorable. El primero es el gobierno de unión de la izquierda en Andalucía, que se constituye en referente de las políticas económicas alternativas al neoliberalismo. El segundo, el estado del PSOE a escala nacional que no parece haber encontrado todavía la plataforma clara desde la que hacer oposición sino que oscila entre apoyar al gobierno en asuntos que juzga "de Estado" y quejarse de lo radicalmente erróneo de sus medidas.
Si el PSOE no es capaz de definir una programa claro, propositivo, que pueda servir como plataforma de un gobierno de unión de la izquierda a escala estatal, que traduzca el de Hollande, que lleva el voto de la izquierda francesa. Y, por cierto, que le añada un par de claros pronunciamientos respecto a los dos asuntos en los que prefiere la marrullería: la separación de la iglesia y el Estado (y circunstancias concomitantes) y la cuestión de la República.

divendres, 4 de maig del 2012

Ideas sin fuerza frente a fuerza sin ideas

En mi cada vez más desesperanzada búsqueda en los medios de algo que se parezca a una buena noticia, tropecé ayer con un manifiesto publicado por El País y firmado en primera instancia por Ulrich Beck y Daniel Cohn-Bendit. Lleva un ambicioso, prometedor y sonoro título: ¡Somos Europa! Manifiesto para reconstruir Europa desde la base y lo apoyan con sus firmas relevantes personalidades de la vida pública europea, desde Jürgen Habermas (quien no solo firma sino que aparece expresamente citado en el manifiesto) hasta Martin Schulz, Jacques Delors, Javier Solana, Helmut Schmidt o Zygmunt Bauman, ente otros. El fondo del título responde al espíritu del tiempo. Ese desde la base suena a 15-M. Pero el hecho de que lo respalde gente tan principal y tan diversa hace sospechar que su contenido no habrá de ser muy comprometido. Si se echa cuenta, además, de que la inmensa mayoría de los firmantes se sitúa en un terreno genéricamente socialdemócrata se deducirá que, sobre no ser muy comprometido, será bastante inconcreto.
Efectivamente el pretexto del texto es apuntalar la iniciativa europea aprobada el año pasado de un Año Europeo del Voluntariado para Todos, argumentando que es imprescindible para la recomposición de Europa en unos tiempos aciagos como los actuales. Lo que sucede es que las ideas que en él se exponen carecen de fuerza en cualquiera de los sentidos: no son originales, no son concretas, no son verosímiles. Suenan bien a oídos de gentes educadas en la tradición europea de la democracia, los derechos humanos y el sentido crítico. Pero no aportan nada nuevo, ni apuntan a un futuro distinto viable. Tanto es así que van a buscar su inspiración a la manida fórmula de John F. Kennedy en su discurso de toma de posesión de 1961: "no preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país". Esta luz de hace más de medio siglo no ilumina casi nada de la situación europea actual fuera de la edad de los firmantes y sus memorias de juventud.
El resto del manifiesto enuncia críticas ya venerables en Europa y a Europa: no a la Europa "de las élite y los técnocratas" y sí a la de los ciudadanos; se añade otra relativamente nueva pero que ya tiene su recorrido: la crisis no es solamente "un problema económico sino también político".
Ahora bien, si se pregunta cómo se llegará a esa imprecisa europa de los ciudadanos en la que las generaciones jóvenes no padecerán la incertidumbre, las recetas son vagarosas cuando no directamente ilusorias, como, por ejemplo, cuando solicitan "del empresariado europeo que haga su pertinente contribución" a la sólida base financiera del Año del Voluntariado o cuando confían en un contrato firmado por entes de naturaleza tan dispar como "el Estado, la Unión Europea, las estructuras políticas de la sociedad civil, el mercado, la seguridad social y la sostenibilidad" y todo ello movido a través de "redes transnacionales" sin mayores precisiones.
Es posible que el Año Europeo del Voluntariado sea un programa específico, bien articulado y con éxito (aunque uno sospeche que no están los tiempos para gollerías) pero, en todo caso, el manifiesto no va a empujarlo ni a hacerlo más eficaz. Es un texto de ideas, todas muy bien vistas y tenidas por deseables, aunque ninguna de ellas sea nueva. Son ideas sin fuerza. Tal vez al ser conscientes de ello, los autores incluyen un penúltimo apartado sobre la ironía, sobre la capacidad que tenemos los europeos de "reírnos de nosotros mismos". Quizá para demostrarlo terminan con una especie de jaculatoria al estilo perroflauta llamando a la movilización de "los europeos de a pie actuando en su propio nombre".
Frente a estas ideas sin fuerza se alza rotunda la fuerza sin ideas hoy reinante en Europa, cuya capital accidental fue ayer Barcelona, en donde más de ocho mil policías, algunos de los cuales parecían sacados de un baile de disfraces o de una peli indie, mantuvieron a raya a unos centenares de manifestantes. Su finalidad (la de los policías) era que la cumbre del gobierno del Banco Central Europeo, de cuyas deliberaciones depende el destino de millones de personas, discurriera plácidamente y los gobernadores no se irritaran, que podía ser peor.
Supongo que alguien se acuerda de cuando Dolores de Cospedal acusaba al gobierno socialista de implantar un Estado policial en España, un infundio por el que tendrá que rendir cuentas ante los tribunales según parece, aunque ella tiene por costumbre no asistir en estos casos pues es muy suya. En todo caso, para Estado policial el que llevan camino de imponer los conmilitones de Cospedal o sus allegados políticos nacionalistas. Fernández Díaz, ministro del Interior, no tiene nada que envidiar en punto a autoritarismo a Felip Puig, el consejero catalán de lo mismo. Además de la toma de Barcelona por la policía, se cuenta el episodio del puñado de estudiantes que siguen presos por los hechos del 29-M, cuya libertad se pide en la columna de la derecha de este blog. En Madrid no iban a ser menos. La policía no deja instalar mesas informativas del 15-M en Sol (si fueran petitorias de marujas para el Domund podría hablarse). Un par de diputados de IU van a preguntar al gobierno en sede parlamentaria si es cierto que el ministerio del Interior anda investigando a los dirigentes del 15-M. Es un ministerio que no solamente garantiza la contundencia de sus acciones de orden público sino que también pretende endurecer la ley para reprimir manifestaciones y concentraciones.
Todo lo anterior habla de la fuerza. Es la fuerza la que se está empleando para contener las reacciones de protesta de unas poblaciones cada vez más indignadas por las acciones de los gobiernos, orientadas por un único, rígido, inflexible criterio, más parecido a una obsesión que a una idea, de control del déficit público a toda costa y caiga quien caiga. La cerrazón germánica -que quizá ahora se matice si los franceses eligen a Hollande- no atiende a razones, no considera objeciones, no escucha ideas. Es la fuerza sin ideas. Política de recortes, ajustes, pérdidas de derechos, de capacidad adquisitiva, del mero empleo, que generan más paro, más estancamiento y retroceso, un círculo vicioso que sale de la deuda pero vuelve a la deuda agravada. Una política sin ideas. Y a los descontentos, si pasan de firmar manifiestos en pro del voluntariado, se los trata como un problema de orden público. Política sin ideas pero con fuerza.
En ese desencuentro todos, absolutamente todos, perderemos.

dimarts, 24 d’abril del 2012

La extrema derecha avanza y trae otros aires.

Cabe decir que la verdadera triunfadora de la primera vuelta en las presidenciales francesas es Marine Le Pen. Con su 17,90% del voto ha superado todas las marcas anteriores de su partido, incluso el 16,86% de su padre en 2002, que le permitió pasar a segunda vuelta contra Jacques Chirac. Incluso supera el 17,79 de su progenitor en aquella segunda vuelta. Y desde luego, deja muy atrás el pobre 10,44% de Jean Marie Le Pen en 2007, cuando Ségolène Royal le sacó 15 puntos de ventaja y hasta un triste François Bayrou le ganó por ocho. Los demás partidos han estado en el muy fluctuante margen de las elecciones en primera vuelta, cuando el voto se fragmenta mucho. Los dos mayoritarios, UMP y PS, dentro de lo razonable, si bien Sarkozy se ha venido tan abajo que es el primer presidente en el cargo que pierde una primera vuelta, lo que debe de escocerle. El Frente de la Izquierda, encabezado por Jean-Luc Mélenchon, que despertaba aquí grandes entusiasmos en IU por verlo parecido a ella, ha conseguido un 11,10% del voto. Por cierto, muy por encima de las múltiples izquierdas anteriores, que se movían en el rango entre cero y cinco por ciento; es, además, una cantidad con dos dígitos, el objetivo de Mélenchon, pero lo es en la parte inferior. En el fondo, un resultado decepcionante para el Partido Comunista, que es el alma del Frente de la Izquierda como aquí lo es de IU. Ese 11,10% parece un techo.

El Frente Nacional de los Le Pen ha cambiado de imagen, cuestión nada desdeñable en una sociedad definida como sociedad del espectáculo. La representación de la extrema derecha a través de señores adustos, algo agrios, como Le Pen, con bigotito, como el innombrable o con gestos de energúmeno, como Benito Mussolini, ya no pega. Hay en marcha una adaptación de esta ideología a los nuevos tiempos. Los líderes de la extrema derecha pueden ser hombres agraciados, con simpatía personal y costumbres digamos libres, como Jorg Haider en Austria o incluso abiertamente homosexuales, como Pym Fortuyn en Holanda. ¿Por qué no una mujer? La identificación de la extrema derecha con el patriarcalismo, la homofobia y la misoginia puede estar en cuestión. Igual que otros filones o tabúes, por ejemplo, el antisemitismo. Fortuyn acusaba a Le Pen de antisemita y él presumía de simpatías hacia Israel. Pero en lo que ambos estaban de acuerdo era en que había que mantener el islamismo a raya.

Así que una mujer. Relativamente joven y atractiva. Se la puede identificar simbólicamente con La France, ya que no directamente con La Pucelle, al menos mucho más que al cuarteto de anodinos varones del terno gris, líderes de los partidos mayoritarios . Ya se había intentado hace unos años en Italia con Alessandra Mussolini, quien tiene la ventaja de ser nieta de un auténtico. Pero su carácter explosivo y las peculiares circunstancias políticas italianas la han dejado reducida a un oscuro puesto de eurodiputada por una asociación de fuerzas de extrema derecha. Nada comparable a Marine Le Pen que tiene un dominio magistral de su imagen pública. Quien la haya visto en un evento multitudinario de su partido con un bebé en los brazos sabrá de lo que se habla aquí.

Preocupa en todas partes este renacimiento de la extrema derecha xenófoba, nacionalista, racista y radicalmente neoliberal. Y preocupa que esté en ascenso. Los distintos partidos de la corriente tienen representación parlamentaria no desdeñable en muchos países de Europa y en alguno, por ejemplo, Holanda, han sido partidos de gobierno. Y apoyan y fuerzan políticas excluyentes, autoritarias, intolerantes, contrarias a la tradición de Europa como cuna de los derechos humanos.

Las dos razones que suelen aducirse para explicar esta resurrección del Satán político, entrelazadas, son muy convincentes. De un lado, hay una crisis económica de ciclo largo que produce, según los lugares, paro, inseguridad, recesión y alimenta posiciones políticas extremas, como ya lo hizo en los años treinta. De otro lado, concomitantemente, se da un problema de inmigración masiva que la crisis se encarga de hacer más visible aun. Las dos parecen ciertas en efecto y vienen avaladas por experiencias anteriores. Pero no son suficientes. El renacimiento procede de otro origen, que es el nuevo enemigo exterior. En efecto, el nacionalismo, la xenofobia necesitan siempre una amenaza concreta frente a la que todos los verdaderos nacionales se unen (en Finlandia, el partido de extrema derecha en el parlamento se llama los verdaderos finlandeses). Ese enemigo exterior no pueden ser los vecinos, ni siquiera los judíos pues el racismo no tiene ya seguidores; esa forma de racismo. El enemigo exterior ahora somos nosotros mismos, es Europa, Bruselas, la burocracia comunitaria, el euro, en definitiva una Gleichschaltung hitleriana so capa de la democracia. La extrema derecha es rabiosamente antieuropeísta y tiene amplia audiencia, sobre todo en los países al norte del Rin. Y cuando estos se ponen en marcha en defensa de la autenticidad no ya de la raza sino de la cultura amenaza turbulencia en el horizonte.

(La imagen es una foto de Minamonoch, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 22 d’abril del 2012

Tiens! La gauche!

¡Quién lo iba a decir! Después de cinco años de vapuleo ideológico sistemático, de saqueo insaciable de los bienes públicos, de estafa sin precedentes a los pueblos de Europa, de amenazas sin cuento; después de cinco años de machacona propaganda neoliberal a través de sus think tanks en los que unos engolados necios vaticinan desastres sin cuento si la gente no se aviene a que la exploten y la opriman; después de un quinquenio escuchando el contrapunto inquisitorial de ese pájaro de mal agüero instalado en el Vaticano que pretende reevangelizarnos a cristazos; después de cinco años aguantando que los políticos más retrógrados del continente (Berlusconi, Merkel, Sarkozy, Cameron, etc) con sus fórmulas sacadas del almanaque zaragozano, vayan de desastre en desastre, hete aquí que en Francia vuelve la izquierda. Y vuelve con fuerza. Hollande va ganando en intención de voto en la primera vuelta de hoy y seguramente ganará en la segunda, si no cae en alguna de las trampas y provocaciones televisivas en las que Sarkozy es maestro.

Hollande representa una esperanza au delà de la France, para otros países que, como España, están sufriendo los rigores teutones a los que se someten con las orejas gachas los gobernantes españoles, carentes de toda entereza nacional. Es una izquierda socialdemócrata -la única que tiene un palmarés de resultados en Europa- alejada del poder hace ya 17 años, que parece haber aprendido la necesidad de reformular el socialismo democrático radical y de no caer más en las añagazas edulcoradas de las terceras vías, nuevos centros y otras logomaquias similares; la necesidad de enfrentarse al capitalismo en los términos que este entiende: tocándole los beneficios. Hay voluntad de ganar y ojalá lo haga Hollande en donde su exmujer fracasó hace cinco años. ¡Qué gran ocasión perdida!

Supuestamente a la izquierda del PS y de Hollande llega a primera vuelta un Frente de izquierda, presidido por Mélenchon, un antiguo socialista, exministro de Jospin. Se presenta como una ruptura, una innovación, la nueva esperanza de la izquierda frente a un Partido Socialista entregado al neoliberalismo, como el eco francés de la Izquierda Unida en España. Pero no es otra cosa que la vieja táctica de los comunistas de ocultarse tras una organización de masas, frentista, etc, para no comparecer con su nombre a unas elecciones que, como acostumbran, perderían. Así que, de nuevo, el Front de la Gauche no tiene nada y François Mélenchon es el habitual compañero de viaje de los comunistas, es decir, el sempiterno "tonto útil", esa figura en la que suele escudarse el Partido Comunista, pero que ella misma no es comunista ya que, evidentemente, nadie es perfecto. Pero hace lo que le dicen, que es lo importante. ¿Su utilidad? Morder un 10 o 15% del voto a la izquierda, a ver si esta fracasa y, si no, si precisa de ese porcentaje para gobernar, se le pondrá caro. Esta posibilidad no existe en las presidenciales, pero la costumbre deja huella. Claro que si, producto de las amargas experiencias del tiempo, Mélenchon consiguiera entre el 15 y el 20% del voto en la 1ª vuelta podría darse la pintoresca circunstancia que se apunta al final de esta entrada.

A la derecha de Hollande, los conservadores llegan a las elecciones desarbolados. La crisis ha dejado al descubierto que sus discursos, sus fórmulas, sus propuestas, son una mezcolanza de lugares comunes, falsedades y puras fantasías que sólo encubren su deseo de retrotraer la marcha de la sociedad a los tiempos de las leyes de pobres. La derecha francesa ha quemado todo el tren y llega a la primera vuelta con el furgón del carbón vacío. Sarkozy lo ha intentado ya todo para seducir a los franceses: les ha hablado mal de España, que siempre vende en Francia, de la grandeza de la nación, de su firme voluntad de acabar con todos los peligros: los inmigrantes, los islamistas, los terroristas y los voleurs de montres (o ladrones de relojes) y los comunitarios que llegan a Francia a vivir del cuento. Incluso ha dejado sin discurso a la hija de Le Pen, cosa por otro lado poco difícil porque no lo tiene.

Hollande es hombre prudente y sensato. No ha pronunciado la palabra revolución. Pero, si gana, eso es lo que tiene por delante: una revolución en la Unión Europea que replantee los fundamentos del capitalismo ya que, con toda evidencia, las cosas no pueden seguir así.

Y un vaticinio tout à fait drôle: ¿y si a segunda vuelta pasan Hollande y Mélenchon? Mais voyons, ça serait la folie, non? A ver por quién votan los gaullistas, los lepenistas, la derecha liberal y la France de jadis en la segunda vuelta. No lo tengo claro porque las gentes somos un saco de sorpresas. Todo el mundo recuerda qué bien se llevaban los gaullistas y los comunistas durante la guerra fría y qué mal los socialistas y los comunistas de siempre. Por otro lado, el lepenismo es un vivero de votos nacionalbolcheviques. Alucinante, ¿verdad? Pero es de esperar que salga Hollande, por el bien de todos.

(La imagen es una foto de xavier buaillon, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 30 de març del 2012

¿Y ahora, qué?

La huelga general de ayer fue un exitazo, kilowatio arriba, kilowatio abajo. Menos del 30 por ciento de trabajadores con puesto fijo, vaticinaba una semana antes El País, secundaría la huelga. Ya había desbarrado el diario majestuosamente otorgando a Javier Arenas una semana antes una rotunda victoria en Andalucía, en donde llegaría al 47 por ciento del voto y se alzaría con una holgadísima mayoría absoluta de 59 escaños. Por entonces Palinuro vaticinó que si El País atinaba en su pronóstico sobre la huelga como lo había hecho en Andalucía, aquella sería un éxito. Y lo ha sido, sin que pueda evitarlo la habitual prestidigitación de titulares de la prensa reaccionaria hablando de "fracaso sindical", como suelen hacer, con ese TBO a la cabeza que es El Mundo. También hablan de la supuesta violencia de los piquetes y otros relatos no menos fantásticos. Pero ninguno puede ocultar que la jornada de protesta, huelga con manifestación, tuvo un seguimiento abrumador. Hasta el gobierno, con la moral comida, habla de 800.000 manifestantes por la tarde. Si el cálculo lo hubiera hecho Aguirre serían 8.000, contando los policías.

Pero, éxito o no éxito, el poder político no piensa ceder a la presión social y/o sindical. Lo ha dicho por boca de esa inefable ministra de Trabajo cuyo rasgo principal es que jamás ha tenido relación laboral alguna salvo con su propio partido y con el Estado, pero no como funcionaria, sino como cargo público. Una ministra de Trabajo que carece de experiencia alguna teórica ni práctica de aquello sobre lo que habla y, además, puede decir cualquier cosa. Sostiene Báñez, por ejemplo, que no va a ceder en nada sustancial a la presión de la calle porque la drástica reforma laboral presentada tiene la aprobación del Congreso de los Diputados, en donde reside la soberanía nacional. De inmediato le han recordado que esa soberanía reside en el pueblo. Tampoco es tan grave. Seguramente Báñez quería decir que el Congreso es depositario de esa soberanía de origen popular. El caso es que la usa para no ceder en el obvio entendimiento de que una mayoría parlamentaria, algo transitorio y contingente, lo justifica prácticamente todo. Es la llamada tiranía de la mayoría, un peligro bien real y verosímil. Con un ejemplo se ve fácilmente: si mañana un Congreso con mayoría absoluta de izquierda decidiera confiscar la propiedad de los medios de producción, por ejemplo, ¿consideraría Báñez que sería algo justo por ser decisión del órgano depositario de la soberanía nacional? Seguramente, no. Entonces ¿por qué sí la medida que despoja a los trabajadores de sus derechos?

Terminada la huelga general, lo esencial es qué sucederá a partir de ahora. En la rueda de prensa del mediodía se darán a conocer las líneas de los presupestos de este año, ocultos hasta la fecha para no asustar al electorado andaluz. Parece que serán durísimos, que subirán impuestos, recortarán o congelarán salarios directos, reducirán multitud de salarios indirectos, suprimirán servicios públicos y, en general, echarán más gente del lado de la protesta de los sindicatos. Estos dan un plazo hasta el próximo 1º de mayo para negociar la reforma laboral, un ultimátum que el gobierno no aceptará y los sindicatos tendrán que intensificar su oposición. Pero ¿cómo?

En primer lugar es necesario que impugnen la reforma laboral en la vía judicial y en la constitucional, y que recurran a organismos internacionales, como la OIT, para tratar de detenerla o anularla. En cuanto a la acción directa los sindicatos seguramente mantendrán las movilizaciones, aunque con carácter sectorial, convocando huelgas allí donde la acción y el expolio del capitalismo neoliberal intensifique sus ataques.

Al mismo tempo Palinuro insiste en que la crisis actual es un fenómeno internacional, especialmente europeo y en que la acción para resolverla también debe ser europa. Lo piensa con respecto a la política de los partidos y también a la economía de los sindicatos. Los trabajadores europeos, a través de sus sindicatos, deben arbitrar una actitud de conjunto en la Unión Europea. Igual que la izquierda tiene que elaborar un programa común de la izquierda para Europa.

dissabte, 17 de març del 2012

La revolución socialdemócrata

Lo único que puede sacar a Europa de la crisis es la socialdemocracia. El neoliberalismo ya ha fracasado dos veces: una cuando la hizo estallar y otra, a la hora de resolverla porque, igual que los monomaníacos, carece de flexibilidad para adaptar sus criterios a circunstancias nuevas o para cambiar de ellos. A su vez, la izquierda de tradición comunista no tiene propuestas porque las que eran verdaderamente suyas -planificación centralizada y socializacion de los medios de producción- ya habían fracasado muchos años antes de que llegara esta crisis. Es más, esta puede entenderse, en parte, como resultado del fracaso de la experiencia comunista, que dejó el capitalismo sin frenos ni contrapesos.

Solo quedan las propuestas de algunos otros grupos parciales y especializados, singularmente los ecologistas que pueden integrarse mejor o peor en un programa socialdemócrata. Este es el único que tiene posibilidades reales por ser reformista e incluyente, por aunar mercado con políticas de redistribución de la renta y justicia social. Por eso es tan codiciado por los demás, especialmente por los comunistas o sus herederos que tratan de hacerlo suyo explicando que los socialistas lo han traicionado, que se han hecho de derechas y que han abandonado la bandera socialdemócrata para que la enarbolen ahora los repentinos partidarios del Estado del bienestar al que llevaban treinta años condenando.

Pero la socialdemocracia está tan viva como nunca, cual se ha comprobado por el mitin del Partido Socialista de Francia, hoy en París, en el que han participado, además de François Hollande, el alemán Sigmar Gabriel (SPD), el italiano Pier Luigi Bersani (PDI) y Serguei Stanichev (PSE). Fórmulas para salir de la crisis, medidas concretas, factibles, que evitarán el colapso a que llevan las políticas de recortes de la derecha con Merkel y sus monaquillos, estilo Rajoy: renegociar el tratado de estabilidad, creación de los eurobonos, introducción de la tasa financiera, política de estímulo y redistribución de la renta, reorganización del Banco Central Europeo, relanzamiento, etc.

Las presidenciales francesas del mes que viene son cruciales para esta recuperación; como lo serán las legislativas alemanas de 2013. La recuperación del eje franco-alemán será el comienzo del fin de esta pesadilla hecha de crisis, estafa, abuso, explotación y miseria. Lo único que puede parar el evidente proyecto de Rajoy y la derecha española y catalana de acabar con el Estado del bienestar, los servicios públicos, los derechos de los trabajadores y los sindicatos.

Por eso resulta incomprensible que España no esté en ese cónclave francés, que no haga acto de presencia ni tenga propuesta alguna. ¿Creen los socialistas españoles que, después de lo sucedido, hay salvación para España al margen de Europa?