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dimarts, 21 de juny del 2016

Mi pálpito para el 26J

A cinco días de las elecciones prácticamente está todo dicho, a reserva, naturalmente, de que algún imprevisto todavía provoque más juego sucio, algún otro golpe bajo, más insultos, difamaciones y agresiones. Muy en especial, los dos protagonistas del enfrentamiento, el PSOE y Podemos, que llevan días enzarzados, destrozándose mutuamente, mientras deslizan embustes e hipocresías acerca de que su auténtico enemigo es el PP. Desde luego, a veces, reafirman su interés en vencerlo, pero como de pasada porque en seguida vuelven a sus ataques mutuos.

Es la vieja cantinela de la izquierda española. Viene de antiguo y, aunque todos maldicen este enfrentamiento, nadie hace nada por evitarlo o ponerle término. El odio que se profesan respectivamente es muy superior a la necesidad de acabar con un gobierno de la derecha antipopular, corrupto, franquista y clerical. Y así le va al país. Y, a todo esto, mientras la derecha mira la bronca encantada y haciendo risas, muy segura de que la izquierda española jamás llegará a una unidad de acción porque su antagonismo es incorregible, mortal.

Acabamos de pasar seis meses inenarrables de bronca, ataques, desplantes, agravios, infundios, etc., todo ello regado con encuestas y sondeos hechos sur la tête du client, según el medio en que se publicaban. Prácticamente todos vaticinan el "sorpasso" de Unidos Podemos al PSOE -el viejo sueño comunista-, dejan al PP en primera posición, elevan a los morados a la segunda y dejan al PSOE en tercer lugar. Es bastante posible, ¿por qué no? Y coincide con el aluvión de artículos, análisis, columnas, vídeos, películas y demás vehículos de propaganda del PP y de Podemos que, en esto, tienen un interés convergente: el más votado, el PP; después, Podemos y, de ese modo se espera que, asustado, el PSOE facilite un gobierno de la derecha si no acepta la generosa oferta del Sobresueldos de formar una gran coalición cuyo cometido principal es salvarlo de un futuro penal cada vez más claro.

Los de Podemos dan crédito a estos sondeos y los airean en las redes, literalmente infestadas de trolls, como si se los creyeran. Por supuesto, no hay sondeos ni encuestas que los contradigan porque, como se sabe, el PSOE no tiene una batería de medios de comunicación a su exclusivo servicio, como tienen el PP y Podemos. Así, su destino es el de ser atacado por todos, sin más posibilidades de defenderse de las que pueda tener el bueno de Sánchez en los mítines. Y esto mientras los de Podemos gritan a los cuatro vientos desde sus canales de televisión y sus periódicos digitales que son el partido más atacado por los demás. Algo obviamente falso: los trolls de Podemos no paran de atacar al PSOE en todos los medios y frentes. Tómese el ejemplo de la repugnante campaña contra Sánchez por racista, secundada con absoluto desparpajo por xenófobos como Albiol. En su última entrevista a Ana Pastor (uno de los grandes escaparates mediáticos de Podemos), Iglesias aseguró que ningún dirigente ni cuadro de Podemos había secundado esa infamia. Falso: las redes reververaban de ataques de trolls de Podemos a Sánchez.

Palinuro es socialdemócrata de izquierda (y republicano) desde mucho antes de que Pablo Iglesias encontrara conveniente atribuirse esta condición con la misma originalidad con que hace todo lo demás. Por ello, no profesa simpatía alguna por Sánchez ni por ese PSOE partidillo dinástico, semiclerical y lacayuno en que Rubalcaba y su discípulo han dejado reducido el viejo partido de Pablo Iglesias, el de verdad. Pero que no sienta simpatía por él no quiere decir que no le reconozca sus méritos pasados y su condición residual de partido de izquierda, así como reconoce en Podemos un rescoldo del fracasado intento de constituirse en una nueva izquierda libre de las ataduras dogmáticas del comunismo de catón y tentetieso del camarada Anguita. Y mucho menos que pase por alto un hecho , ya mencionado, que nadie con un mínimo sentido de la nobleza puede ignorar: esta campaña ha sido la de todos contra el PSOE, incluso por parte de algunos socialistas más abruptos que la media, que no ha podido defenderse por falta de recursos mediáticos, monopolizados por los otros partidos, especialmente Podemos.

Pues bien, llegados aquí, con esta batería de encuestas a la vista, el pálpito de Palinuro respecto al 26J es distinto. Todas estas encuestas y el ruido mediático que las acompaña de los "intelectuales orgánicos" de la derecha y la izquierda registran los movimientos superficiales de la opinión: estos suben dos décimas, aquellos bajan cuatro, Podemos se acerca al PP, etc. Sin embargo, a la opinión, como a las aguas de los océanos y hasta el clima de la tierra, los  mueven la corrientes submarinas profundas, las que no se ven, pero cuyos efectos pueden sentirse de forma abrumadora cuando menos se piense. Según esta imagen, el pálpito de Palinuro es que, así como en un un par de días, en el Reino Unido, ganarán los contrarios al "Brexit",  el 26 de junio no habrá sorpasso de Podemos al PSOE, que este se mantendrá, ya veremos a qué distancia y que tanto PP como Ciudadanos bajarán  alejando definitivamente la posibilidad de un gobierno de la derecha y abriendo la de un gobierno de la izquierda.

En mi opinión, los ataques bajunos al PSOE (desde la cal viva al racismo de Sánchez) han conseguido lo contrario de lo que buscaban: movilizar al electorado socialista, herir en el orgullo a la militancia y provocar una reacción contraria que se verá en la votación. De igual modo, la omnipresencia de los ideólogos, dirigentes y simples comparsas de Podemos en todos los medios audiovisuales hasta el hartazgo, la vaciedad de su discurso, su petulancia, arrogancia y cursilería, han provocado y provocan cada vez más reacciones de rechazo de un pueblo ya muy escarmentado a quien vienen a salvar unos perdonavidas cuya única tarea parece ser sonreír. 

No obstante, y ello es para felicitarse sobremanera, parece incontrovertible que las dos fuerzas de la izquierda rozarán la mayoría absoluta. En qué respectiva proporción es ahora ya irrelevante. Lo esencial es empujar a ambas para acercarse al objetivo de esa mayoría absoluta. Se trata de no estropearlo, de dejar los odios cainitas, las envidias, los rencores y los narcisismos heridos. Unidos Podemos ha tenido el acierto de ocultar el fantoche de Anguita (tras los errores de los primeros momentos de dejar que largara sus simplezas en público), igual que los socialistas se han olvidado de Felipe González y solo han tirado de Zapatero, para no ofrecer mucho flanco desguarnecido a los posibles ataques a la corrupción y la decadencia moral del que antaño simbolizara el cambio en España.

Así se debe seguir. En el resto de la campaña es preciso explicar a la gente el desastre pasado, presente y futuro de una derecha franquista de afición y ladrona de convicción. Hay que ir juntos a todas partes y afirmar que habrá un gobierno de izquierda que este país necesita si quiere sobrevivir con dignidad.

Y los electores de izquierda debemos ir a votar, igual que la derecha irá a votar por los suyos. La izquierda no puede, no debe abstenerse. En España debe votar por una de las dos opciones de la izquierda. En Cataluña, Palinuro tiene un pálpito distinto, claro es, y encuentra mucho más recomendable votar por CDC o ERC, especialmente ERC por su carácter inequívocamente republicano con el que simpatiza. 

Esta dualidad España/Cataluña plantea un problema decisivo con el que se cerrará este post, tras insistir en la necesidad de que la izquierda española no se quede en casa. Si los de Unidos Podemos quieren el sorpasso al PSOE (y están en su derecho, como siempre hemos dicho aquí), que voten a su organización. Si los socialistas quieren evitar ese sorpasso (con no menor derecho que el de los otros) deben acudir en masa a votar a su partido.

La izquierda puede ganar. Esta ocasión de mandar a la derecha a cuidar su calendario procesal no debe pasar de largo.

Solo hay un problema: el compromiso de Unidos Podemos con el referéndum de Cataluña y la oposición cerrada del PSOE a que se celebre, con amenaza incluida de que, si se insiste en aquel, no habrá gobierno de izquierda en España. Es realmente patético porque esta feroz intransigencia prueba que, en definitiva, el verdadero obstáculo al gobierno de progreso en España es el PSOE.  Por supuesto, si se alcanza la mayoría absoluta uno de los dos socios tendrá que ceder y, según parece, lo más probable es que sea Unidos Podemos, para quien el referéndum no fue nunca una "línea roja". Las consecuencias de esto son difíciles de calibrar y tampoco relevantes de momento porque esta poibilidad de mayoría absoluta es dudosa.

 Pero, ¿y si se alcanza una mayoría relativa que podría convertirse en absoluta con los votos de los independentistas catalanes? ¿También aquí pondría el PSOE la línea roja en el referéndum? Si así fuera no se ve cómo los socialistas convencerían a sus compatriotas de que el principal obstáculo a un gobierno de izquierda es, precisamente, su partido. 

La verdadera razón que subyace en el PSOE para su cerrada negativa a un referéndum catalán de autodeterminación es el temor a perder votos en España. Se trata, sin embargo, de una apresión infundada. Podemos lleva meses propugnando ese referéndum (otra cosa es en qué condiciones reales) y eso no le hace perder votos sino, al contrario: los gana. 

No. El problema no son los votos. El problema es una cuestión de principios que el PSOE comparte con el PP y Ciudadanos: su idea de la nación española eterna, inmutable y, por lo que se ve, monárquica y clerical. Llegados a ese punto en que el nacionalismo español de derechas, centro e izquierda se manifiesta, o pone en pie un gobierno de gran coalición o vamos a unas terceras elecciones, quizá con un interregno tecnocrático, para dar tiempo a cambiar los gallos del gallinero. 

Entre tanto, los catalanes podrían aprovechar para constituir su República Catalana. Pero de eso hablaremos en el post de mañana.

diumenge, 19 de juny del 2016

El país de "El País"

El editorial de hoy en el diario de PRISA, la obra conjunta de Iglesias y Rajoy, es una pieza maestra que interesará por fuerza a políticos, politólogos, juristas, historiadores y psiquiatras. Una pieza maestra por lo que dice, lo que no dice y lo que desdice.

Léase con atención. El diario analiza el país que el propio diario ha fabricado a base de sondeos de Metroscopia, y da por buena la conclusión: si nada cambia y el electorado (ahíto de simplezas de propaganda electoral, según el editorialista) no domeña sus inclinaciones más extremas, el PSOE y Podemos podrían llegar a la mayoría absoluta.

¡Pero eso no puede ser! Los dos partidos extremistas, PP y Podemos han pervertido todo a base de polarizarlo. Nada de diálogo, entendimiento y puentes. Al degüello mutuo. Para ilustrarlo, "El País" trae una foto almibarada, reflejo de una gran cercanía y amistad entre los dos líderes. Y, si alguna duda cabe, el rostro arrobado de la señora Bescansa, a punto de levitar en su femenino segundo plano, la disipará. ¿Enfrentados estos dos? Más bien lo contrario: compas mutuamente encantados.

En absoluto, señalan los analistas de PRISA. Esas buenas formas revelan en realidad un antagonismo a muerte. Tras las sonrisas, los puñales.  Además, aunque los dos partidos tengan apoyos mayoritarios, son los que suscitan mayor rechazo. ¿Eso cuadra? Al parecer, sí. El razonamiento es: se odian pero se quieren porque se necesitan para destruir las opciones intermedias. En concreto la coalición recomendable, la sensata, la del centro, la del juste milieu, la que gusta a "El País", PSOE y C's. Justo la que parece ir de bajada.

Los sondeos se empeñan en pronosticar una coalición poco recomendable entre PSOE y Podemos. Poco recomendable para "El País". Es, en cambio, la que apoyamos muchos. Palinuro desde siempre y con el añadido de los independentistas catalanes. Pero esa coalición despierta muchas objeciones dentro de la izquierda en general: los de IU andan molestos con los de Podemos porque se sienten absorbidos. Los de Podemos se consideran lastrados por la momia de Lenin que traen en el furgón los comunistas de IU. Y quedan por ver los resultados numéricos concretos. Si Unidos Podemos aventaja en votos y/o escaños a los socialistas, ¿aceptarán estos formar gobierno como socio menor? La pregunta puede dirigirse a los otros también: si el PSOE aventaja, ¿querrá Podemos sentarse en el transportín? Son cuestiones vivas, que se resolverán llegado el momento.

Al término de una campaña electoral con un porcentaje altísimo de indecisos, algo es de agradecer: la izquierda recupera el sentido de eficacia del voto. Votar es decisivo para echar de La Moncloa a un gobierno impresentable, corrupto, fracasado, autoritario, clerical y neofranquista. Eso es prioritario y puede alcanzarse votando a PSOE o a Podemos y obligándolos a aliarse. Los escrúpulos y sempiternas quejas de si el PSOE se ha hecho neoliberal, si Podemos es populista, si Sánchez es una nulidad conservadora, si Iglesias es un caudillo ambicioso, pueden aparcarse tranquilamente. Lo fundamental es que gobierne la izquierda. A cuál de las dos ramas votar es ahora indiferente.  Échese a caras o cruces, pero hay  que votar.

Para que haya un gobierno de izquierda, aunque a "El País" no le guste. 

El país sobre el que "El País" habla solo coincide con la mitad de él. No con él entero. ¿Qué falta en el editorial de marras? Cataluña. Es maravilloso escribir sobre política española hoy y no mencionar  Cataluña salvo una vez y de pasada. Por eso este discurso carece de valor. Una alianza PSOE-Podemos, tropezaría con la cuestión del referéndum catalán. De mantenerse la cerrada cuanto irracional negativa del PSOE, y si la posible alianza Podemos-PSOE no alcanzara la mayoría absoluta, los independentistas catalanes podrían votar en contra e impedir la formación del gobierno de la izquierda. Con lo cual ya estaríamos como el 20 de diciembre, cuando, según dictaminó sentencioso Sánchez, no hubo gobierno por culpa de esos independentistas.

El país que trae de cabeza a "El País" es en realidad dos países y no ser capaces de reconocerlo es lo que convierte a los analistas más o menos oficiales en puros palabreros, fiel reflejo de los políticos. Ni por un instante se plantea el editorialista el hecho bien patente de que cuanto se diga de la situación política española apenas se corresponde con la catalana, cuya estructura política es propia y así se considera a sí misma. Por señalar un único dato: el gobierno es independentista y expresamente republicano.

¿Qué es lo que "El País" no entiende de este país del que tampoco habla?

dilluns, 9 de maig del 2016

Entrevista a Plinuro publicada en "Vilaweb"

Trascribo la entrevista que me hizo hace un par de días Pere Cardús para el diario Vilaweb.Pere estaba interesado en saber qué consecuencias tendrá para Cataluña el resultado de las elecciones previstas para junio. Tenía una batería de preguntas muy bien trabada y creo que no se dejó nada en el tintero. Realmente me hizo hablar de todo lo que interesa ahora en España. Y lo hice con sumo gusto.

El texto de la entrevista, pasada por el traductor de Google, a continuación:



Si hay una voz en España que se expresa con libertad y sin ambages sobre la voluntad de independencia de Cataluña, es la de Ramón Cotarelo. Este catedrático de ciencias políticas e intelectual no se arredra de decir lo que piensa, como lo piensa. No se arredra de decir que Pedro Sánchez no es capaz de entender la cuestión catalana porque ‘no da para más’. No le importa denunciar que Pablo Iglesias y Podemos han caído en las manos de Julio Anguita y que han optado por la vía leninista y bolchevique. Dice que Rubalcaba es un borbónico meapilas que puso Sánchez al frente del partido por su incapacidad de entender la realidad. Dice que la izquierda española vive una desorientación absoluta. Y pide a los independentistas que sigan de frente. Incluso, propone que el CATN elabore una constitución, que sea validada por el parlamento y se someta a referéndum unilateralmente. Cotarelo pisa fuerte y habla en plata, en esta entrevista:

—¿Cuál es el papel tienen de los partidos independentistas catalanes en el congreso español?
—Creo que al independentismo catalán le pasa como al Dr. Jekyll y Mr. Hyde. También tiene dos almas. Por un lado, tiene muy claro qué tiene que hacer en Cataluña. Esto lo tiene muy claro y no hay ningún problema. Por otra, en el congreso español tiene que barrer para casa. Y esto se puede hacer de maneras diferentes según como vayan las cosas y las mayorías. En este compás de espera después del 20-D, el independentismo ha hecho un papel determinante al congreso.

—¿En qué sentido?
—Ha sido determinante hasta el punto que las elecciones del 26-J son el producto del hecho de que no se podía contar con los independentistas de Democracia y Libertad y de Esquerra. Si no había negociación para el referéndum, los independentistas no pensaban votar a favor y ni siquiera abstenerse. No había combinación posible si el PSOE se obstinaba en mantener la negativa a un referéndum. Habrá que ver qué pasa ahora con la aritmética parlamentaria. El hecho más importante es que en Cataluña se tiene que seguir el camino marcado. Esta es la decisión más sensata. ¿Y en el congreso español? Verlas venir y barrer para casa.

—¿No hay ninguna posibilidad de un referéndum pactado con el estado?
—No. Ni una. Son habas contadas. Tienes 123 diputados del PP, 40 de Ciutadans y 90 del PSOE absolutamente en contra. Cuánto suma? 253? Pues ya lo hemos dicho todo. Debate cerrado. No es una oposición tan radical como la que se encontró Ibarretxe cuando presentó su plan, pero esto tan sólo es por la entrada de Podemos, que tiene una actitud un poco diferente. No se atreverían a votar contra un referéndum, pero tampoco les gusta , la idea. Se limitarán a guardar la compostura. Mientras el PSOE no cambie de actitud, no hay nada a hacer. La derecha no cambiará nunca.

Así no hay ninguna opción…
—Si el resultado de las elecciones da una mayoría a la derecha de PP y Ciudadanos, ¿qué opción hay? Y si hay una gran coalición, PSOE-PP, tampoco hay camino. Y, incluso, si hay aquello que yo pienso que habrá, una coalición PSOE-Ciudadanos con mayoría absoluta. Esto es lo que comprarán el 26-J mis compatriotas. Por el mito del centro: hay que castigar los extremos, PP y Podemos. Y esta mayoría absoluta es tan contraria al referéndum como la derecha. Quizás son más proclives a la reforma constitucional. Pero esta reforma puede ser todavía peor para Cataluña que dejarlo tal como está. No hay opción para un referéndum pactado con el estado.

En Cataluña hay voces que proponen de hacer un referéndum unilateral. ¿Es la vía para conseguir la independencia?
—Esta cuestión del referéndum unilateral tiene que ir acompañada de una reflexión más genérica. El Estado no hará nada. Ya lo hemos visto. No hará nada sino impedir, entorpecer, frenar… porque no puede atacar. Esta es la buena noticia. No está en condiciones de atacar. Pero tampoco cederá. Con el estado español, no se puede contar. ¿Esto quiere decir que los catalanes tienen que callar y quedarse quietos? ¡De ninguna forma! Que continúen. Continuarán adelante y harán muy bien.

—¿Pero qué vía hay que seguir?
—Esto ya lo decidiréis vosotros. Hay mil debates, sobre esto. Y dependerá de cómo se articule la relación de fuerzas entre el estado y la Generalitat, como también las relaciones con la comunidad internacional y, especialmente, la Unión Europea. El protagonismo de la UE irá creciendo a medida que el conflicto avance y no haya soluciones claras. Y es que el estado no dará ningún paso, pero pondrá muchos impedimentos. Yo no creo que se llegue a la suspensión de la autonomía de Cataluña. No hay base jurídica para hacerlo. Esto no lo pueden hacer. Harán tanto como esté en sus manos, pero tienen límites.

—¿Así ves clara la opción del referéndum unilateral?
—Una repetición del 9-N, que por cierto fue un éxito absoluto, quizá se puede intentar. ¿Por qué no? Si no queda más camino… Pero yo creo que sería mejor que el parlamento recibiera un proyecto de constitución de la república catalana elaborado por el Consejo Asesor para la Transición Nacional, lo aprobara y lo sometiera a referéndum. Esto es tan ilegal cómo lo otro desde el punto de vista de la legalidad española, pero tiene mucha más fuerza porque sería una decisión del parlamento. Recordamos que el 9-N fue un tipo de consulta informal hecho por voluntarios. Tenía el apoyo del gobierno de la Generalitat, pero no tenía ninguna declaración parlamentaria detrás. Tuvo un efecto fulminante, sin duda. Pero no tiene la solidez que tendría una decisión del parlamento de someter a referéndum un proyecto de constitución catalana.

—¿Alguna vez has hablado de la inevitabilidad de un choque más fuerte con el Estado. Hablas de represión, prisión, inhabilitación…?
—De todo aquello que sea imaginable. Está claro. Procesos penales, naturalmente. Denuncias, querellas, represión, intervención de la policía, tribunales… Todo dependerá de por dónde vayan los disparos. Si la vía de desobediencia se generaliza y es asumida por las autoridades catalanas, el gobierno español actuará. Se encontrará obligado a tomar decisiones por la presión parlamentaria, la opinión pública y, especialmente, los medios estos que tenemos aquí, esta jauría que tenemos. El problema es qué consecuencia tendrán estas decisiones.

—¿Qué puede pasar?
—Esto no lo podemos saber porque es un terreno desconocido. ¿Cómo reaccionarán los Mossos d'Esquadra cuando los llegue una orden de detener dirigentes políticos catalanes? Puede pasar cualquier cosa. ¿Qué pasará si los catalanes empiezan a pagar los impuestos a la hacienda catalana? ¿Cómo empezó la desobediencia civil teorizada por Henry David Thoreau?

—Con la desobediencia fiscal…
—Exacto! Thoreau dijo que teniendo en cuenta la injusticia y la iniquidad de la guerra entre los Estados Unidos y México, él no pagaría la parte de sus  impuestos para financiar la guerra. Y, está claro, lo enviaron a la prisión. Es así como empezó la teoría de la desobediencia civil. Fue una desobediencia fiscal. Si los ciudadanos catalanes cogen este camino, habrá una represión evidente del estado español. Y la represión será siempre individualizada.

Y, llegados a este punto, ¿la comunidad internacional intervendrá?
—Sí. Espero que sí. Pero es una confianza. No tengo datos ni ninguna seguridad. No podemos saber cuándo decidirá intervenir. Pero el coste para Europa de dejar enquistar el conflicto es grande. De entrada empezarán con las presiones –que a estas alturas ya debe de haber– porque el gobierno español acepte de negociar. La presión será creciente. La capacidad de acción exterior del gobierno español es próxima a cero. Es un estado sin importancia política, con un peso económico muy relativo, con una situación de dependencia absoluta. Por lo tanto, los sueños imperiales de algunos que se piensan que se hará aquello que ellos digan son un espejismo. Harán aquello que les digan que tienen que hacer. Cómo han hecho hasta ahora.

¿Te fias de la UE?
—No. No me acabo de fiar. Y me fío todavía menos de Francia. Porque ve con muy malos ojos la cuestión catalana por el riesgo de contagio. ¿Has visto que un tribunal de Perpiñán ha reconocido el derecho de defender un referéndum de autodeterminación en Cataluña Norte? Esto los preocupa mucho. Porque tienen las comarcas catalanas, tienen Córcega y Bretaña… Ven que los puede pasar esto mismo que pasa en España.

Mientras tanto, ¿España atraviesa una crisis institucional grave?
—Es una pregunta o una afirmación? Sí, está claro. Es una crisis institucional y constitucional, del conjunto del sistema.

—¿Cuál es el origen de esta crisis?
—Básicamente, el desajuste catalán. El problema que arrastra el país desde siempre es el de la llamada ensambladura de Cataluña en España. Y ahora se ha agravado por tres factores, en mi modesta opinión. Uno: la crisis económica, que ha dejado los recursos al límite y ya no se puede continuar jugando a hacer trapicheos. Dos: la desorientación de la izquierda española, que no acaba de entender la cuestión nacional catalana. No la entiende. Lo demostraron los de Podemos y se ve claramente en el caso del PSOE. Y tres: el acceso al poder de una cosa que pensábamos que se había acabado después de la muerte de Franco, que era el franquismo.

—¿Franquismo?
—Y tanto. Es decir, el triunfo de un partido neofranquista dispuesto a retrotraerlo todo y a hacer una involución democrática, a hacer añicos la voluntad de los pueblos… Esto no estaba , al programa. Había un tipo de pacto implícito que esta gente no condenaba el franquismo pero tampoco podía reactivarlo. Pero lo han hecho. Este gobierno es un gobierno de neofranquistas puros.

Se contaba con una modernización y europeización de la derecha que no se ha acontecido.
—No, en absoluto. ¿Qué pasa entonces? Que se entiende muy bien que los sectores más ilustrados –es decir, los catalanes– no estén dispuestos a aceptar el riesgo de que una mayoría parlamentaria contingente lo malogre todo. No están dispuestos a que esta pandilla de franquistas discutan las cosas que ya tenían ganadas. Esto no se puede permitir. No se puede permitir que se revise el principio de descentralización, tanto si había llegado lejos como si no. Un pueblo no puede vivir pendiente de las mayorías pasajeras de otro pueblo. No puede estar pendiente que llegue un tarambana que diga que hay que hispanizar los niños catalanes. ¡Pero resulta que el tarambana es ministro de Educación!

El 26 de junio ¿puede resolver de alguna manera esta crisis institucional?
—Sobre esto, soy mucho pesimista. No lo creo. Hay un desbarajuste muy gordo. La derecha ya ha dado tanto como podía dar. Ya no se puede esperar nada de bueno. A lo sumo, podemos aspirar a expulsarla del gobierno. Porque es evidente que no se puede contar de ninguna forma, con esta gente. Son franquistas. Y quieren perpetuar el franquismo. Y, está claro, el resto no estamos dispuestos. Y mientras tanto, la izquierda nada en la más absoluta desorientación. Esto de presentarse a las elecciones la gente del PSOE, los de Podemos y compañía enfadados entre ellos es repetir canciones muy antiguas. Parece que es imposible que lo arreglen porque no lo entienden. No entienden que no hay un problema catalán. Hay un problema español. Los españoles tienen que sentarse y reconsiderarlo todo. No es sólo Cataluña. Es Cataluña, los Països Catalans, el País Vasco… para no ir más allá de aquello que es evidente. No querer verlo es absurdo.

—¿La alianza entre Podemos e Izquierda Unida no es un primer paso en la buena dirección?
—No. A ver si me sé explicar, porque al final parece que tomo partido por una opción concreta. Yo no tomo partido por ninguno de los dos sectores de la izquierda. Quiero decir que están en un escenario ficticio. El de las izquierdas auténticas y las izquierdas viejas… ¡No entienden nada de lo que pasa en el mundo! Y de estos de Izquierda Unida, ¿qué tenemos que decir, si son los viejos comunistas de Anguita? Su modernización con los señores estos de Podemos viene de la idea brillante de importar modelos latinoamericanos, de un populismo absurdo, en sociedades europeas industriales avanzadas. Esto no tiene sentido.

¿Y los socialistas?
—Estos ya se han perdido. Se perdieron en la noche de la socialdemocràcia neoliberal y pactista. El señor Pedro Sánchez no entiende nada de la cuestión catalana. ¡Nada! ¡Nada! Observar que sus peleas son sobre cosas internas y de poderes de partido y que su discurso gira en torno a ideas como por ejemplo eliminar las puertas giratorias y cosas todas muy dignas, es muy revelador. Este hombre no puede dar por supuesto que ganará o perderá unas elecciones en un estado que no existe. ¡Que no existe, señor mío! Porque tiene un problema previo. Un problema que los juristas denominan prejudicial. Y es que mientras no se resuelva la cuestión catalana, el estado español no puede funcionar.

—Dices que Sánchez no lo entiende porque no lo quiere entender o porque no da para más?
—Me parece que no da para más. Además, creo que lo escogieron por eso. Lo puso Rubalcaba, que es un centralista furibundo.

—¿Un jacobino?
—Sí, sí, totalmente… Bueno, no un jacobino. Un borbón. ¡No te jode! Los jacobinos también son centralistas, pero al menos son radicales. Y este no. Este es un meapilas. No, no: es un borbónico. Sí, los Borbones también son centralistas, ¿verdad? Pero tienen una diferencia sustancial con los jacobinos. Y Sánchez no entiende nada de nada. Sólo hay que mirarlo. Si fue a México a rendir homenaje a Lázaro Cárdenas, y le puso una corona de flores con la bandera de los Borbones! A Lázaro Cárdenas! El presidente mexicano que no reconoció nunca el régimen franquista y que luchó siempre por la república, que acogió los republicanos exiliados y que impidió que México reconociera nunca el régimen de Franco! Y este va y le pone una bandera borbónica. Y cuando empezó la campaña electoral salió al grito de ‘¡Más España!’ con una bandera como las de Aznar. Esto quiere decir que es un nacionalista español típico de cuartel y cabra de la legión.

—¿Pablo Iglesias ha cambiado mucho desde que empezó la aventura de Podemos? ¿En qué sentido ha evolucionado?
—Hombre, esto nos pasa a todos. Todos cambiamos. Si llevas una vida como la de este chico, con tanta responsabilidad en las alforjas, los cambios son todavía más acentuados. Cambiar, cambiamos todos. Me da la impresión de que Pablo ha cambiado en el sentido de pasar de la exploración meramente especulativa típica de los profesores universitarios a la acción práctica. Y en este segundo estadio se rige por un principio más práctico. Ha tenido vacilaciones entre la tradición más estrictamente leninista, más de partido jerarquizado, y la aportación más asamblearia de los sectores con los cuales se alió. Podemos es una amalgama. Vaciló y finalmente se ha inclinado por la vía leninista, bolchevique y jerárquica. Porque se ha puesto al servicio de Anguita.

¿Es un animal político?
—Personalmente, dudo mucho la vocación política de Pablo. Mucho. Creo que tiene más una vocación mediática. Pasa que ha tomado un camino muy diferente del habitual para salir a las pantallas. Pero si le ofrecieran la posibilidad de dimitir y hacer carrera como presentador de televisión, lo haría. Porque es esto que le gusta.

—¿Las pantallas, los micros y las cámaras?
—Y tanto. Los de Podemos han hecho mucho trabajo teórico –por cierto, muy apreciable– sobre la relación entre política y medios, la sociedad mediática y la democracia de los medios… Pero hubo un momento que tuvieron un tipo de revelación. Quisieron dejar de hablar y lo quisieron experimentar. Dejaron de decir que los partidos tenían que imponer su discurso a través de los medios y decidieron de hacerlo. Y efectivamente, lo han hecho. Podemos es un partido que se pasa la vida a la televisión. Y Pablo continúa haciendo televisión. Tiene un plató a Público donde continúa haciendo sus emisiones y todo esto. Esta es su evolución.

Y Alberto Garzón, bastante más desconocido, ¿en dónde lo tenemos que situar?
—No sé cómo definirlo. Realmente es mucho menos conocido. Y es menos conocido porque es como un tipo de proyecto. Proyecto de jinete solitario. Dentro del galimatías que ha llegado a ser Izquierda Unida, con esta cosa que se pegaban todos contra todos, apareció Garzón como un tipo de tregua. Pero fíjate qué panorama espera a los tránsfugas que pasaron de IU a Podemos y ahora se encuentran que tendrán que ir de bracete con aquellos a quienes abandonaron. Será una situación francamente incómoda. Y en este galimatías de IU, Alberto Garzón continuó avanzando a pesar de la tormenta, muy enganchado a Julio Anguita. Ha continuado con la política más ortodoxa del comunismo militante, que consiste a ser comunista pero esconderlo. Crear una organización pantalla, que es IU, y cómo que esto no los ha funcionado, ahora pasan a otra organización pantalla que será Podemos. La confluencia entre Garzón e Iglesias se explica porque son de la misma generación y por la necesidad de sumar votos al precio que sea

diumenge, 8 de maig del 2016

¿Qué es España?

Juan Romero y Antoni Furió (Eds.)(2015) Historia de las Españas. Una aproximación crítica. Introducción de Josep Fontana. Valencia: Tirant Lo Blanch.451 págs.
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Otro libro sobre la sempiterna cuestión del ser de España, esa que, según ideólogos de derecha e izquierda, no existe. Escrito por historiadores académicos, se organiza, como era de esperar, por un criterio cronológico, desde los mismos orígenes de la peliaguda cuestión de qué sea España y cuántas haya hasta el momento actual en que queda claro que nadie puede contestar a las dos preguntas a gusto de todos. Es un trabajo sólido, concienzudo, denso, con rigor, pero no exento de tintes ideológicos. Que el autor de esta reseña simpatice más con unos que con otros no le oculta que ideológicos son los dos.

La intención de la obra está clara en su título y subtítulo y el prólogo de Josep Fontana que, muy preocupado por los usos públicos de la historia, hace una advertencia cuya problemática equidad da que pensar. Sostiene el ilustre historiador algo de cajón, esto es, que "el conocimiento del pasado suele ser manipulado por los políticos" con la finalidad de controlar "el uso público de la historia" (p. 15). Tal cual, ciertamente y sus colegas han escrito este libro con el fin de enderezar dicho uso público. Pero no llegaremos muy lejos si no reconocemos que no son solo los políticos quienen manipulan el conocimiento del pasado. No se quedan atrás los historiadores que de manipulación pueden dar cumplidas muestras desde antiguo entre otras cosas porque suelen llevar  más cargas ideológicas (muchas veces disfrazada de ciencia) que los infelices políticos. Y fuegos fatuos de esas ideologías se vislumbran ocasionalmente a lo largo de estas páginas. Y eso es lo que convierte esta aproximación crítica a la historia de las Españas en una obra fascinante que se lee como la novela río de un país. ¿O de más países?

Pedro Ruiz Torres, en "los usos de la historia en las distintas maneras de concebir España" arranca del momento constituyente de la II República. Por entonces era dominante la visión ideológica e idealizada acuñada en la Historia General de España, de Modesto Lafuente, símbolo de la visión liberal conservadora de la época (p. 39). Azaña tenía una idea de patriotismo y de nación como organismo social propio, independiente de partidos y religiones: España había dejado de ser católica (p. 44). En paralelo, Bosch Gimpera en una conferencia en 1937 revisa el concepto de España,  vertebrada por Castilla y la muda en "las Españas" con sus diversas culturas (p. 49), tuvo tiempo de rumiar su idea en el exilio al que le arrojó la España una de Franco. A la muerte de este volvió el debate entre una idea monolítica de la nación española (Ortega) y quienes son sensibles a la diversidad (Azaña) (p. 56). Ejemplo del nuevo tiempo es la controversia sobre si España es país "normal". El libro de Juan Pablo Fusi y Jordi Palafox, España, 1808-1996. El desafío de la modernidad, celebrado oficialmente, niega que España sea un fracaso. En España. La evolución de la identidad nacional Fusi sostiene que España es una nación desde principios del siglo XVI (p. 57). Borja de Riquer,  cuestiona con poderosas razones la tesis de la "normalidad" (p. 59). El autor, por último, detecta tres posiciones: 1ª) España, Estado-nación "normal"; 2ª) el nacionalismo catalán excluye también la cuestión pues no está interesado en la nación española; 3ª) posición sincrética de "España, nación de naciones" (p. 61). Y, para hablar de normalidad, interviene la Real Academia de la Historia en una posición ideológica alucinante que Ruiz Torres con elegancia no califica pero que este crítico se atreve a considerar cavernícola, con su libro Reflexiones sobre el ser de España. Por supuesto, Premio Nacional de Historia (p. 66). ¿Qué tal ese ejemplo de una obra de historiadores que no son sino lacayos de una mentalidad horripilante? El Institut d'Estudis Catalans y el Centre d'Història Contemporània de Catalunya publicarían la respuesta: España contra Catalunya: una mirada histórica (1714-2014) cuya conclusión es que si España hubiese ido a favor de Cataluña, el soberanismo sería hoy otro (p. 70). Sí, es un moderado understatement.

Antoni Furió en "La Españas medievales" plantea el uso ideológico de la historia medieval del país. Es difícil dar por buena la historicidad de don Pelayo y, por ende, la leyenda de la Reconquista (p. 86). En tiempos del Imperio carolingio, Cataluña se reserva el término Gothia como patria de los godos sometidos al imperio e Yspania, Spania a la parte de la península dominada por los musulmanes (p. 90). Con la independencia de hecho de Borrell II, Conde de Barcelona, ha querido verse el nacimiento de facto de Cataluña, pero esta no se independizará jurídicamente de Francia hasta el siglo XIII con Jaime I (p. 92). Desmenuza luego la cuestión de la especificidad de la España medieval sometiendo a crítica la posición de Sánchez Albornoz que encuentra legitimatoria de una visión ideológica sostenida en dos pilares: el relato de la Reconquista y la idea de los habitantes de Al-Andalus eran esencialmente españoles (p. 101). La Reconquista es una leyenda forjada muy post festum y hay suficiente prueba documental de que durante siglos, el nombre de Yspania quedaba reservado precisamente para la parte musulmana del territorio (p.107). Un buen ejemplo del daño que hace esta interpretación ideológica de la historia son las estupideces de Aznar en Georgetown al decir que el enfrentamiento de España con Al Qaeda comienza con la conquista del país por los musulamanes (p. 113). Tiene el autor una visión modernizada de las taifas, pero su punto de vista tampoco está libre de ideología. Asegura que las taifas tienen mala prensa porque en "un país de fuerte tradición unitarista y centralista, cualquier forma de descentralización" la tiene (p. 119). Pero no sé qué tradición podía haber cuando se dieron las taifas. Esa es otra construcción post facto. Seguramente correcta, pero posterior. Cuestiona igualmente la visión edulcorada de Al Andalus como un lugar de tolerancia (p. 125). En la salida de la crisis bajo medieval, España aparece ya identificada con Castilla, un reino de tendencias absolutistas y centralizadoras que tenía dentro la corona de Aragón como un freno y un cuerpo extraño (p. 132).

Antoni Simón i Tarrés, "La crisis de 1640 y la quiebra del primer proyecto nacional español" es un ensayo de oro. El autor contrapone el intento de construir una "nación política" española en los teóricos del siglo de oro (Álamos de Barrientos, Quevedo y otros tacitistas), López Madera, Pedro de Valencia, etc (p. 150), con el respaldo de Juan de Mariana, etc como modelo absolutista y unitarista castellano al del modelo constitucionlista y "confederal" de la Corona de Aragón con pie en las doctrinas políticas bajomedievales del origen popular del poder político (Juan de París, Marsilio de Padua, etc) que estarán en la base de la revolución catalana de 1640, respuesta al proyecto de creación de un Estado español uniforme ínsita en el famoso "Gran Memorial" del Conde Duque de Olivares a Felipe IV en 1624 (p.. 162). La doble crisis peninsular (Cataluña/Portugal) fue la quiebra del proyecto unificador español del barroco (p. 169). Correcto, nada que objetar. Pero ¿por qué los tacitistas y los autores de la Monarchia hispanica no atinaron en su objetivo de crear la "nación española"?

Joaquim Albareda, en "Del tiempo de las libertades al triunfo del dominio absoluto borbónico" aporta una interpretación aguda del impacto de la Nueva Planta en la Corona de Aragón. La tradición confederal del austracismo había dado lugar en Cataluña a lo que llama un republicanismo monárquico (p. 181) en el que echa sus raíces el patriotismo catalán (p. 183) que la Nueva Planta trata de extirpar, aunque no puede evitar la persistencia del austracismo (p. 190). Ello explica la disidencia de Cataluña a lo largo del siglo XVIII (p. 193). Termina con tres conclusiones en donde se mezclan hechos con algún juicio de valor, que son tres clavos en ataud del drácula unionista: 1ª) Durante el siglo XVIII se mantiene en la Corona de Aragón la idea de que el régimen abolido por la Nueva Planta era mejor que esta; 2ª) es falso que la uniformación fuera mejora o modernización; 3ª) no es admisible justificar la dominación y represión ejercida por los Borbones mediante el "derecho de conquista". Magistral su respuesta a la observación de García Cárcel de que en Cataluña se haya "sublimado hasta el éxtasis" el austracismo al decir sencillamente que quizá se deba a que fuera mejor que la Nueva Planta (p. 200).

Antonio Miguel Bernal, "Colonias, Imperio y Estado nacional" aborda una cuestión nuclear en el problema de la nacionalización de España o cómo esta no consiguió lo que sí consiguieron otros imperios, esto es, convertirse en nación. Las Indias se incorporaron a la Corona de Castilla en 1518, pero la Corona de Aragón, no (p. 216), lo cual explica por qué, con altibajos y muchos matices, esta estuvo excluida del trato con las Indias que fue cuestión pública directa de la Monarquía con el desastre hacendístico que ya se remonta a los tiempos de Felipe II y causó una sucesión de quiebras y suspensión de pagos de España (p. 223). La crisis del Imperio dejó un Estado nacional inacabado (p. 228).

Juan Sisinio Pérez Garzón, "La nación de los españoles: las juntas soberanas y la Constitución de 1812", es un curioso intento de justificar el conocido punto de vista del nacimiento de la conciencia de la nación española en la Constitución de 1812 que al autor le parece "sólidamente liberal" (p. 241). La argumentación es muy elaborada, trata con rigor y objetividad académicas las objeciones que suelen plantearse (la ironía del afrancesamiento del concepto "nación", las diferentes versiones de la idea de nación entre los diputados de Cádiz, la cuestión de España en América, etc) y con un relato apoyado en las exposiciones teóricas de las intervenciones en las Cortes de Cádiz y la actividad práctica de las juntas soberanas y la Junta Central, concluye que allí nace una nación española, aunque hace la concesión de que nace "en plural" (p. 255) pues de "pueblos españoles" habla el famoso decreto de igualdad de derechos entre "españoles europeos y americanos" (p. 152). De forma que en Cádiz nace la conciencia de la nación española y, desde entonces, las formas disgregadoras han  fracasado: el federalismo (p. 259) y la idea de confederación con América (p. 264). El nuevo empuje a la idea muy generalizada de 1812 como la génesis de la nación española presenta deficultades de claro perfil ideológico. En todo el trabajo de Pérez Garzón no se menciona ni una vez el papel de la Iglesia católica en ese proceso. Como si un tercio de los diputados en Cádiz no hubieran sido curas. Ni se habla del artículo 12, que consagra el catolicismo como única religión oficial de la nación española. Llamar "sólidamente liberal" a una Constitución que consagra la unión del trono y el altar (pues la Constitución también es monárquica) solo es admisible con una idea muy elástica del liberalismo. Por supuesto, esa idea es moneda común. Lo que ya no me parece admisible es que también se considere liberal la intolerancia religiosa, proclamada en el mismo artículo en el que se prohíbe el ejercicio de las demás religiones. Con esto en mente cabe preguntarse que entendían los "liberales" españoles de 1812 por igualdad de derechos cuando firman un documento que niega el derecho a la libertad de culto y qué idea tiene el propio autor que no hace notar algo tan evidente.

Borja de Riquer Permanyer, en "De Imperio arruinado a nación cuestionada" hace un análisis de la peculiar evolución política de España en el siglo XIX en cuyo inicio detecta una "excesiva influencia política" del ejército y de la Iglesia católica (p. 275). Por fin aparece la que a nuestro juicio es la principal responsable (no la única) del fracaso de España como nación: la Iglesia católica que está siempre escandalosamente ausente de todos los análisis criticos de la historia de España. Sigue Borja de Riquer: un siglo de oportunidades perdidas, régimen oligárquico con una Restauración que era también un fracaso producto de un pacto entre conservadores, la Iglesia y el ejército (p. 285). El resultado es una nacionalización de los españoles "frágil y superficial y poco covincente" (p. 286). Un país aislado, incapaz de reconstruir su imperio colonial, lleno de analfabetos y con una deficiente escolarización. Las elites liberales, a pesar de todo, dieron por supuesta la existencia de la nación española sin que fuera preciso hacer algo por consolidarla (p. 304) cuando en realidad estaba todo por hacer. Será en el 98 cuando los intelectuales descubran que "no hay nación". (p. 306).

Ramón Villares, "Exilio, democracia y autonomías: entre Galeuzka y las Españas" es un buen y original trabajo ya que no se encuentra mucho ensayo sobre Galeuzka, probablemente porque fue una idea que nunca terminó de arrancar y a la que el autor sigue en las cuatro partes de su trabajo: 1) experiencia republicana y guerra civil; 2) exilio republicano; 3) reelaboración del nacionalismo republicano en el exilio, sobre todo en México; 4) la posición de los nacionalismos en los años 60; (p. 313). Después de analizar la evolución en todo ese tiempo, concluye que ya en los años 80 quedan consolidados los dos modelos que se habían perfilado: el de las cuatro naciones (que se iban reduciendo a dos) de Galeuzka y el de la federalización igualitaria que se defendió entre 1953 y 1962 en la revista editada en México Las Españas y Diálogo de las Españas (p. 362).

Juan Romero y Manuel Alcaraz, "Estado, naciones y regiones en la España democrática" es un extenso trabajo sobre las peripecias de la nunca reconocida plurinacionalidad del Estado desde la transición. Parten los autores del supuesto de que no fue la Constitución (que tuvo éxito en el Estado de los autonomías) sino la práctica política lo que lo ha impedido (p. 372). La transición fue una especie de sucesión de pactos: a) por la Monarquía; b) pacto de "gestión de la historia" (que es el que me parece más dudoso y no lo llamaría "pacto" sino imposición y engaño; c) pacto democrático; y d) pacto social (pp. 376-77). Coincido con la imagen de la transición como una serie de consensos, aunque no les daría el valor que los autores les conceden. Pero eso no es importante. Más importante es el juicio que merece el Estado de las autonomías, resultado del proceso constituyente de facto de 1978 que los autores recorren en un espíritu bastante respetuoso con el saber convencional sobre esta circunstancia para entender que aquel Estado, que en un principio se concibió como asimétrico acabó siendo simétrico y uniformador, con lo que se abona la tesis de que no fue el texto sino los encargados de aplicarlo y vivirlo quienes fracasaron (p. 400). Discrepo: el Estado de las autonomías es un fracaso en su ejercicio y también lo era en su planteamiento sin que lo uno sea causa de lo otro sino que es una simple acumulación de fracasos: el título VIII en su conjunto es un dislate pensado para un país que aún no existía y los años de práctica solo han demostrado que aquel dislate era impracticable porque seguía sin coincidir con el país real. Solo la magnífica cita de un trozo de uno de esos inenarrables alegatos de Rajoy en 1993 sobre la nación española en el que se repiten las habituales majaderías del personaje (España, el proyecto de vida en común más antiguo de Europa. el sentimiento antiespañol, etc) deja claro este extremo. Si la nacionalización de España en el XIX fue un fracaso según señalaba antes Borja de Riquer, también lo ha sido la "renacionalización" de la derecha española a partir del año 2000 (p. 407). Y yo añadiría más: lo ha sido porque la derecha ultrarreaccionaria y nacionalcatólica española no concibe ni admite ninguna otra forma de organizar el país que no sea el disparate del mantenella y no enmendalla de su obstinado propósito. Son, entiendo, optimistas las autores cuando proponen iniciar un proceso político de cambio del Estado en clave federal y no simpatizan con las tesis secesionistas (p. 414) y no es más realista que acudan a las propuestas de federalización del PSOE (p. 421) que, a mi juicio, son puras instrumentalizaciones. La esperanza es lo último que quedó en la caja de Pandora y ese es el sentido del mito y de nuestra realidad: ahí se quedó.

Alain G. Gagnon, "Nuevos retos para los estados plurinacionales en el siglo XXI. El caso español en contexto" es un trabajo circunstancial a mi juicio que trata de apuntalar la tesis de la salida federal al contumaz laberinto español. De las cuatro posibles opciones que el politólogo franco-canadiense considera  (mantenimiento del statu quo; recentralización; reactualización y ampliación de las autonomías; y secesión) (p. 434) la que goza de sus simpatías es la tercera, revestida de federalismo expuesto con tantas precauciones que más que una forma de organización del Estado parece que esté diseñando un mecanismo de exquisito arbitraje de conflictos (p. 441) lo que quizá debiera hacerle pensar que proponer una estructura federal en donde hay una ausencia radical de cualquier Bundestreue es un ejercicio académico tan vano como melancólico.

En fin: un buen libro que pone en sus términos la encrucijada de España hoy, investigando en sus raíces históricas.

dissabte, 7 de maig del 2016

El vídeo de la conferencia de Matadepera


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Poco a poco van saliendo los vídeos de las últimas intervenciones. Este no esta nada mal. El tema era muy provocador: "El impacto de la República Catalana independiente en Espa, en Europa y en el mundo", uno de esos temas que empujan a reflexionar y a lucubrar sobre cuestiones por venir, no perdiendo la realidad de vista, pero tampoco el deseo y la legitimidad de cambiarla. En fin, espero que mi intervención no resulte pesada ni falta de altura.

dijous, 5 de maig del 2016

La conferencia de Valladolid

Una asistente, Beatriz Castañeda, a la conferencia de Palinuro en la Facultad de derecho de Valladolid hace unos días ha subido al boletín de la Universidad vallisoletana un resumen de mi intervención. Con algún que otro error terminológico y conceptual y la inevitable simplificación de cuestiones a veces enrevesadas, propio de los apuntes y notas en estas ocasiones, la verdad es que el resumen está bastante bien, refleja lo que dije y, a falta del streaming, da una idea del contenido de la conferencia que también reproduzco aquí:

“España nunca ha sabido lo que es. El problema de la organización territorial de nuestro país está ligado a la conciencia española”, comenzó diciendo Ramón Cotarelo García, politólogo y escritor español que protagonizó otra conferencia de las Jornadas ‘Proceso Constituyente: Caminando hacia una nueva constitución’, organizadas por Ateneo Republicano en la Facultad de Derecho. El pasado 20 de abril y bajo esta afirmación, realizó un recorrido por la historia española para concluir que el problema, aún sin resolver, de la organización territorial parte del desconocimiento de lo que comprende y abarca el Estado Español.

Ramón Cotarelo, catedrático de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), es autor de numerosas obras, como Del Estado del Bienestar al Estado del Malestar. Además es ciberactivista, con más de 36.000 seguidores en Twitter, y protagoniza un blog de crítica política titulado Palinuro.

El politólogo comenzó la conferencia ‘Organización territorial e instituciones regionales’ lanzando a los asistentes una pregunta que se antoja vital a la hora de dividir el territorio español: “¿Cuándo empieza España?”.

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De la fuerza de Viriato a la derrota de Napoleón

Los historiadores tienden a localizar la fecha de nacimiento de España siglos atrás. Personajes como Viriato, Séneca o Pelayo son comúnmente designados bajo el adjetivo de españoles. “España, patria de emperadores”, comenta con sarcasmo Cotarelo. Sin embargo, ni el territorio ni la civilización predominante en aquellas épocas coincide con lo que hoy creemos considerar como “nación española”. Además, no consiguen ponerse de acuerdo en la fecha exacta en la que puede considerarse a España como tal.

A pesar de ello, el politólogo observa una coincidencia en los análisis de todo historiador: España y catolicismo están unidos. Cotarelo pone de ejemplo el imperio de Al-Ándalus para afirmar que, a pesar de que todos los personajes que los preceden son considerados españoles, los islamistas que coparon nuestro territorio durante más de 800 años no pueden serlo, es inimaginable. “Somos un país gobernado por los curas”, resume. Por tanto, la creencia común de que España comienza con los Reyes Católicos también es desmentida por el conferenciante, quien recuerda la cantidad de reinos que ocupaban la península en aquella época. “¿En nombre de quién navegaba Colón? De Castilla, no de España”, reitera.

La época más tardía entre los historiadores para fechar el nacimiento de España es la Guerra de la Independencia y la Constitución de 1812. “Ahí sí estábamos todos”, bromea Cotarelo. Es entonces cuando nace la idea de nación, término que proviene en realidad del lenguaje francés. “Menuda nación que tiene por nombre un término del enemigo”, reflexiona el politólogo. Para los franceses, nación ampara que son libres e iguales, no esclavos. El conferenciante cita entonces el artículo 12 de La Pepa, en el que se define a la religión católica como la única religión oficial del Estado, para afirmar que el concepto de nación español poco tiene que ver con el francés al que imita. Desde aquella constitución firmada en 1812, todas han dotado de primacía a la religión católica y la han eximido de pagar impuestos. “No tienen dinero en Panamá, toda España es Panamá”, comenta con amargura, “si esa es una nación no es mi nación”.

Entonces Cotarelo rememora la Constitución de Bayona como la primera que hubo en España, a pesar de que pocos historiadores hablen de la misma. En ella se establece la separación de la Iglesia y el Estado y era válida también en América. Pero no es la única que incluye territorios que ya no son considerados españoles en la actualidad, desde la constitución de 1812, que incluía en su territorio ambos hemisferios, el tejido territorial español no ha dejado de variar. En todas las constituciones españolas ha sido necesario especificar “¿qué es ser español?”, algo que en la mayor parte de países es inconcebible. “Así llegamos al siglo XX: no sabemos qué es España, no sabemos cuál es su origen”, afirma Ramón Cotarelo.

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La Solución de la Segunda República

Tras el desastre del 98, España sigue sin saber cuáles son sus dimensiones. En la sociedad española se traslucían reflexiones como aquellas que manifestaba Ortega y Gasset en las que se preguntaba qué pasaría si los españoles seguían perdiendo territorios como había ocurrido con Cuba. En el seno de estas preocupaciones, llega la Segunda República.

En la constitución de 1931 se declara que España es un Estado Integral, lo que suponía que determinadas regiones gozaban de Regímenes de Autonomía. Es entonces cuando Cataluña proclama el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Sin embargo, tras el golpe de estado franquista se instaura una dictadura centralista en la que incluso hablar en otra lengua distinta al castellano estaba penado. “Los catalanes llevan intentado lo mismo que hicieron los cubanos desde el siglo XIX”, comenta Cotarelo.

La soluciones de la transición

Tras la dictadura franquista se firma de nuevo una constitución, la Constitución de 1978, que el monarca impuesto por Francisco Franco no juró nunca por haber jurado previamente los principios del Movimiento Nacional. “Nos hizo tragar la Monarquía sin una consulta porque, de lo contrario, no teníamos opción de disfrutar de libertades ni de partidos políticos”, recuerda con indignación el conferenciante.

La Constitución de 1978 consigue resolver el problema porque, entre sus redactores, no se hallaba ningún vasco y tan solo dos catalanes. De esta forma, se divide el territorio español sin tener una representación total de toda su ciudadanía. “El Estatuto de las Autonomías está en crisis desde que empezó”, afirma Cotarel.

Y esto nos lleva hasta la situación actual. Una España en la que el problema territorial sigue sin estar resuelto. Una España en la que regiones como Cataluña ya han iniciado un proceso de independencia. Y, a pesar de que el Tribunal Constitucional se haya abogado el derecho a decidir qué es una nación y qué no lo es, Cotarelo recuerda que Cataluña tiene un gobierno con una hoja de ruta “clarísima” y con apoyos en el extranjero donde “son top priority en todas las cancillerías”. Además, el Tribunal Internacional ya ha determinado, en ocasiones anteriores, que no se encuentra nada en el Derecho Internacional que impida una declaración unilateral de independencia. “Así que, cuando están gentes dicen muy felices: ‘¿a dónde van con una declaración de independencia?’, que sepan que van muy lejos”, resume Cotarelo.


Una Convención Constitucional

“Viendo el panorama español actual, solo cabe hacerse una pregunta: ¿qué hacemos para evitar la independencia de Cataluña? Porque, no sé qué pensarán ustedes, pero yo no quiero que Cataluña se independice, yo quiero que puedan ejercer su derecho a la autodeterminación. No quiero formar parte de una nación que obliga a otra nación a formar parte de ella en contra de su voluntad”, comienza diciendo el conferenciante antes de proponer su solución para evitar que se produzca tal evento.

Para ello, propone hacer a los catalanes una oferta, una oferta que debe pasar por el inicio de una república en España, dado que los independentistas son, antes de nada, republicanos. Sin embargo, dadas las condiciones actuales de la política española, el conferenciante ve poco factible que esto se produzca pronto. “No se cuál de las dos repúblicas será antes, pero a la primera que haya yo me apunto, yo cruzo el Ebro. Yo soy nacionalista español, pero antes que eso soy republicano. Quiero ser ciudadano, no súbdito”, reivindica.

Establecida esta condición, Cotarelo propone comenzar una convención constitucional de carácter territorial donde todas las naciones del pueblo español puedan decidir dónde y cómo desean vivir. “Pido una federación, aunque no me importa una confederación. Lo único que tengo claro es que el Estatuto de Autonomía está muerto”, afirma. Por último, con la mirada firme y desafiante que lo ha gobernado durante toda la conferencia se despide de los asistentes diciendo: “Confío en que los catalanes quieran quedarse, pero voluntariamente, porque, si no es así, ni ellos ni la gente como yo lo vamos a permitir”.