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dimarts, 20 de març del 2018

A distancia e itinerante

La complejidad de la política catalana está poniendo a dura prueba las mesetarias cabezas. A tres frentes han de atender estas, hombre, por Dios: el exterior, el parlamentario institucional y el extraparlamentario del bloque indepe. Para volver loco a cualquiera. 

De un lado, los partidos independentistas siguen en sus prolijas negociaciones sobre las personas, los compromisos y los mecanismos de seguridad como una cuestión de confianza a mitad de la legislatura. Refinamientos casi florentinos de los que acabará saliendo un nombre propuesto para la investidura.

De otro lado, la mesa del Parlament  pone en marcha el procedimiento para modificar la normativa vigente y posibilitar la investidura telemática o, en general, no presencial. Es este territorio que el Tribunal Constitucional considera predio exclusivo. O sea, vamos rumbo a otra confrontación antes o después, sazonada con el 155.

Finalmente, de otro, la representación exterior de la República Catalana sigue haciendo visible el conflicto, internacionalizándolo y demandando mediación. Los analistas españoles tienden a reducir la cuestión catalana a la formación de gobierno y el funcionamiento de las instituciones, ignorando la repercusión externa del proceso republicano. La visibilidad internacional de este es la principal garantía de su continuidad pues el Estado no podrá acudir a los procedimientos dictatoriales a los que acudió en ocasiones anteriores. 

dilluns, 19 de març del 2018

España; al borde del ataque de nervios

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El vídeo que se mostró ayer en Ginebra sobre el conflicto España/Cataluña.

El constitucionalismo aquí y allí

En ningún aspecto es más claro el enfrentamiento entre España/Castilla y Cataluña que en el de la prensa, avanzada de las ideologías. 

Tratamiento de la manifestación por la unidad de España de ayer domingo por la unidad de España en dos medios uno digital català digital y el otro El País. 

El digital incluye una panorámica del conjunto de la manifestación en toda su extensión. El País un interesante, animado y colorido vídeo de 1'29''.

El titular del digital es una referencia burlona a la cifra de asistencia aportada por la Societat Civil Catalana (SCC). El de El País, una interpretación ideológica del acto y sus excelsas cualidades: el Constitucionalismo se manifiesta unido. Y, en efecto, muy unido; está hasta el tabarnés. Quizá no sea muy numeroso. Cita la cifra de la Guardia Urbana (7.000) y la de la SCC (200.000). Pero el vídeo es muy entretenido: imágenes de la cabecera de lejos y de cerca y las banderas al viento, incluso las de Tabarnia que dan al conjunto un aire como de torneo medieval; entrevistas a la gente, a las líderes y lideresos; tomas de los discursos de las personalidades de la vida civil, la cultura, etc.; pero ningún plano general. Aunque la noticia viene a reconocer resignadamente la cifra más baja insinuando que el bendito 155 y la acción de la justicia (sic) han apagado las movilizaciones anteriores, mucho más numerosas. 

Pues no ya los 200.000 de la SCC; ni los 7.000 de la Guardia Urbana. Según el tuitero Jesús Rodríguez, que aplica un procedimiento prácticamente exacto, 5.317. Y eso contando los viandantes, transeúntes, espectadores, comerciantes, personal de la SCC y policías. O sea, que tampoco es tanto el mérito de que el constitucionalismo esté unido ya que es algo escaso.

Por cierto, a El País, cegado por el brillo de los discursos constitucionalistas, se le olvida mencionar que el día anterior, sábado, la misma SCC hubo de desconvocar otra manifestación igual en la Plaza de Colón de Madrid bajo el lema "dos colores, un sentimiento". La justificación, el mal tiempo. La razón: no fue casi nadie. El medio digital, en cambio, no se priva de hacer malévola referencia al hecho o, mejor dicho, no hecho.

No es de extrañar que esté enfrentado un país cuyos medios lo ven tan incompatible. El constitucionalismo español no parece dispuesto a bajar de las banderas en los balcones a la calle en la capital y en Barcelona, aun sumando los sectores frikies, carece de fuerza de movilización, aunque habrá quien diga que carece de fuerza por incluir a los frikies. El independentismo catalán, en cambio, inunda las calles de Catalunya. De color amarillo pero también de muchos otros colores y formas de una sociedad en movimiento que está planteando el conflicto en todo tipo de foros internacionales.

divendres, 16 de març del 2018

Si no se encuentran las pruebas, se fabrican

En un país en el que el ministro del Interior practica la guerra sucia contra el independentismo y difunde noticias falsas contra sus adversarios. En el que el centro oficial del "inteligencia" y espionaje no aclara cuál es su relación con un confidente policial al que se acusa de haber planeado un atentado contra civiles indefensos. En el que diversas autoridades del partido del gobierno están acusadas de falsificar documentos y de financiarse ilegalmente. En el que el presidente del gobierno, sospechoso de cobrar sobresueldos en B, envía mensajes de ánimo a los delincuentes y presuntamente miente en sede judicial al declarar como testigo. En el que los jueces no necesitan pruebas para encarcelar a la gente. En el que las autoridades roban, mienten y abusan a mansalva. En que los fiscales se inventan los delitos. En el que el gobierno impone el veto a los debates del Parlamento. En el que se filtran documentos falsos para incriminar a partidos de la oposición como Podemos una y otra vez. En el que los gobernantes amenazan directamente a los ciudadanos con echarles encima unos jueces que obedecen lo que dice el poder. En el que unas pruebas incriminatorias contra los gobernantes desaparecen misteriosamente de las dependencias oficiales y en el que otras son destruidas a martillazos. En el que se falsean todos los datos estadísticos. En el que se encarcela arbitrariamente a tuiteros, titireteros o cantantes por expresar opiniones. En el que policías de paisano agreden a ciudadanos pacíficos. En el que los gobernantes acusan a las víctimas de la violencia policial de haberla empleado en contra de la policía. En el que las fuerzas del orden ocultan su identificación y falsifican las actas de detención y registro.

En ese país, ¿qué seguridad tienen los ciudadanos de que, cuando la Guardia Civil entra en las sedes de la Generalitat y Ómnium, en busca de pruebas de delitos, no es ella misma la que las pone?

La dictadura del B155 y la banda de ladrones sestá pidiendo ya a gritos la intervención de la comunidad internacional para proteger a la población civil frente al maltrato y el expolio practicado por la asociación con ánimo delictivo que llaman PP o partido del gobierno. 

dijous, 15 de març del 2018

Nuestra República



Hoy nos veremos en Hostalric, a hablar un rato  sobre la República que estem a fer entre totes, exactament com els espanyols diuen que van fer amb una constitució que els va donar la divina providencia. 

La República Catalana está ya in fieri, va haciéndose poco a poco, con cada acto de resistencia, cada manifestación, cada protesta, cada día de cárcel de nuestros presos, cada decisión del Parlament, cada exilio, cada porrazo, cada auto del inefable juez Llarena. Sale de lo más profundo de un movimiento que se mantiene firme y vigilante y evita que los políticos a su vez desfallezcan o se disgreguen.

Y es ya el acontecimiento más importante a escala europea que se sigue con gran interés en todo el continente. De aquí que haya sido un gran acierto internacionalizar el  conflicto con los exilios de Puigdemont y Gabriel. Ahora, Ponsatí retorna a Escocia. Ya tenemos otro punto de fricción con el Reino Unido. Y, además, Puigdemont ha pedido y logrado el permiso de las autoridades suizas para viajar al país y mantener en él actividades políticas, la primera de las cuales, sin duda, será reunirse con Anna Gabriel y continuar coordinando la acción exterior de la República. 

Esta echa a andar en condiciones muy difíciles, pero nunca serán lo bastante para acabar con ella y con el movimiento independentista. Quienes ha resistido 300 años de intento de aniquilación cultural y nacional, pueden resistir diez más; quienes han resistido el mismo intento reforzado en los últimos 10 años, desde el nuevo asalto a partir de 2008, pueden resistir diez meses más; quienes han resistido diez mesess, pueden aguantar diez semanas más a partir de ahora hasta que el inicuo e ilegítimo poder central admita su impotencia y acabe desistiendo y entendiendo que el restablecimiento de la "normalidad institucional" en la que tan interesados están solo se logrará reconociendo el resultado de las elecciones del 21 de diciembre, permitiendo la investidura del presidente legítimo, Puigdemont, liberando a los presos políticos y facilitando el retorno de los exiliados y negociando civilizadamente con una Generalitat comprometida con el mandato recibido el 1-O.

Aunque a veces la impaciencia nos acicatee, el tiempo trabaja a nuestro favor por una serie de razones de las que hablaremos hoy en Hostalric. Allí nos vemos.

dimecres, 14 de març del 2018

Via lliure a la República.

Hoy, Palinuro estará en la cárcel en Mataró. Pero, gracias a la infinita misericordia de los patrióticos carceleros españoles, cuenta con estar libre luego por la noche,  o todo lo libre que se puede estar en un país en el que hay gente en la cárcel por cantar, por hacer chistes, por discutir en un bar, por manifestarse pacíficamente o por lo que les dé la ganas a los jueces. Una vez, pues, moderadamente libre, viajero incansable, mañana se acercará a Hostalric, a hablar un rato con los amigos sobre la República que estem a fer entre totes, exactament com els espanyols diuen que van fer amb una constitució que els va donar la divina providencia. 

La República Catalana está ya in fieri, va haciéndose poco a poco, con cada acto de resistencia, cada manifestación, cada protesta, cada día de cárcel de nuestros presos, cada decisión del Parlament, cada exilio, cada porrazo, cada auto del inefable juez Llarena. Sale de lo más profundo de un movimiento que se mantiene firme y vigilante y evita que los políticos a su vez desfallezcan o se disgreguen. 

Y es ya el acontecimiento más importante a escala europea que se sigue con gran interés en todo el continente.

De todo ello hablaremos mañana.

Hoy en la cárcel de Mataró

Magnífica iniciativa la de Ómnium y la ANC. El nombre, un poble empresonat, está muy bien elegido. Los presos políticos independentistas (hay otros presos políticos en el Estado, pero lo son por otros motivos) son representantes populares o dirigentes de asociaciones legales. Al encarcelar a sus representantes, se encarcela a todo un pueblo. Y este lo hace notar y protesta por ello. 

Quienes han encarcelado a los dos Jordis, Junqueras y Forn calcularon que el hacerlo no ocasionaría actos, protestas, manifestaciones más allá de algunas simbólicas y de breve duración. Unos días de jaleos y protestas y, después, retorno a la normalidad de la vida cotidiana en la que el recuerdo de los presos iría desvaneciéndose poco a poco.

Sin embargo, desde el inicio del encarcelamiento, no ha pasado día en que, de una forma u otra, no se haya recordado a los presos o se les hayan mandado mensajes de solidaridad y apoyo. Actos institucionales de todo tipo, omnipresencia del amarillo por doquier, frecuencia de los lazos de ese color, actos, manifestaciones, veladas, conciertos. Los presos están permanentemente rodeados del afecto de la población.

La idea de este acto de varios días de duración, del miércoles 14 al domingo 19, es mostrar la solidaridad de un pueblo con sus dirigentes secuestrados. Es un procedimiento empático consistente en una especie de jaulas con barrotes, celdas que se instalan en mitad de la Plaça de Santa Anna y en las que nos encierran durante un par de horas en que, así encerrados, si no he entendido mal, departimos con el público. A Palinuro le corresponde de 19:00 a 21:00 y compartirá "cautiverio" con Mireia Boya en la celda contigua. 

El acto tiene también un elemento lúdico hecho de música, arte, butifarrada, etc. Que no todo ha de ser penar por la causa. 

dimarts, 13 de març del 2018

Mañana, en la cárcel en Mataró

Magnífica iniciativa la de Ómnium y la ANC. El nombre, un poble empresonat, está muy bien elegido. Los presos políticos independentistas (hay otros presos políticos en el Estado, pero lo son por otros motivos) son representantes populares o dirigentes de asociaciones legales. Al encarcelar a sus representantes, se encarcela a todo un pueblo. Y este lo hace notar y protesta por ello. 

Quienes han encarcelado a los dos Jordis, Junqueras y Forn calcularon que el hacerlo no ocasionaría actos, protestas, manifestaciones más allá de algunas simbólicas y de breve duración. Unos días de jaleos y protestas y, después, retorno a la normalidad de la vida cotidiana en la que el recuerdo de los presos iría desvaneciéndose poco a poco.

Sin embargo, desde el inicio del encarcelamiento, no ha pasado día en que, de una forma u otra, no se haya recordado a los presos o se les hayan mandado mensajes de solidaridad y apoyo. Actos institucionales de todo tipo, omnipresencia del amarillo por doquier, frecuencia de los lazos de ese color, actos, manifestaciones, veladas, conciertos. Los presos están permanentemente rodeados del afecto de la población.

La idea de este acto de varios días de duración, del miércoles 14 al domingo 19, es mostrar la solidaridad de un pueblo con sus dirigentes secuestrados. Es un procedimiento empático consistente en una especie de jaulas con barrotes, celdas que se instalan en mitad de la Plaça de Santa Anna y en las que nos encierran durante un par de horas en que, así encerrados, si no he entendido mal, departimos con el público. A Palinuro le corresponde de 19:00 a 21:00 y compartirá "cautiverio" con Mireia Boya en la celda contigua. 

El acto tiene también un elemento lúdico hecho de música, arte, butifarrada, etc. Que no todo ha de ser penar por la causa. 

diumenge, 11 de març del 2018

El pueblo y los jueces

Cierta la crítica, con un matiz: el juez no es más importante; tiene más poder; o sea, más fuerza; la fuerza armada. Justo, ese es el nudo de la cuestión porque pone de relieve los dos distintos sentidos de la justicia que manejan las dos partes en este conflicto. Para el nacionalismo español se trata de un conflicto jurídico que oculta otro político; para el independentismo catalán, de un conflicto político que oculta otro jurídico. 

Habiendo derivado el gobierno la cuestión a los jueces se encuentra que estos, apreciando el factor político, le supeditan sus actos que, claro, ya no son de justicia. La razón es muy sencilla: la justicia se administra en nombre de la nación española (o del Rey, que es su símbolo). Por tanto, todo lo que atente contra aquella queda al margen de la justicia por razón de Estado. Privar a Sánchez del derecho de sufragio pasivo e interferir en las decisiones del Parlament no entran en las atribuciones del juez Llarena. Pero eso da igual porque él atiende ahora no a la justicia sino a la razón de Estado. Como se prueba por el hecho de que ni siquiera se preocupe por redactar unos autos con un mínimo nivel de elaboración jurídica. 

Al parapetarse detrás de los jueces, el gobierno deslegitima la función judicial y deja al descubierto la naturaleza política del conflicto. No parece importarle mucho. Lo único que necesita es la pura apariencia. Que las togas vayan por delante de las porras. El gobierno solicita la intervención de los tribunales. Estos acceden a sus peticiones porque coinciden con su punto de vista. La patria está en peligro.

Del lado independentista la situación es la inversa: se plantea un problema político que, en el fondo, requiere una solución jurídica mutuamente acordada. Pero el problema político tiene aristas difíciles de negociar. Es político porque siendo el independentismo republicano, no puede reconocer la base de legitimidad de la Monarquía y consiguientemente, tampoco de su legalidad. Ahí hay un punto de ruptura que solo se puede resolver políticamente pero se ha de consagrar en estructuras jurídicas.

Los indepes no pueden aceptar la supeditación de la justicia en España a la idea de la nación española que tiene casi la totalidad del Parlamento. Por eso apelan a la jurisdicción europea y la mundial en materia de derechos humanos. Por eso también internacionalizan el conflicto. Frente a la razón de Estado, que es la razón de la fuerza se invoca la justicia y la democracia. Son ideales, ciertamente, pero que consolidan la revolución catalana. 

dissabte, 10 de març del 2018

No hay vuelta atrás

¿Por dónde andábamos? Quien quiera seguir las peripecias del conflicto España/Catalunya tendrá que hacerse con una guía Michelin si es de la vieja escuela o trabajarse el Google maps si es de la nueva. En este momento tenemos pendencias con la justicia belga, la suiza y no sé si también hemos tocado la danesa, que no sería de extrañar dada la habilidad diplomática española. La cuestión se discute en el Parlamento europeo, ha llegado a la ONU, el lunes aterrizará en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y tengo entendido que Puigdemont ha recurrido su destitución vía 155 ante algún otro alto organismo judicial.

Lo que en un principio se llamó "internacionalización del conflicto" ahora es ya "globalización". Los catalanes son hoy más famosos en Europa que los hugonotes en las guerras de religión. Catalunya y los països catalans se han paseado por todos los noticiarios de Europa y América. Otro éxito sin precedentes de M. Rajoy, que está encantado de explicar al mundo en las muchas lenguas que domina los esfuerzos de España por mantener la ley y el orden y la monarquía y el Ibex35 y el 155 y proteger a Catalunya contra sí misma, corroída, como está por el virus del separatismo.

El juez Llarena no permite a Sánchez ejercer su derecho de sufragio pasivo. Hace muy bien. Él no está ahí para proteger los derechos del ciudadano Sánchez, sino para proteger los de la sociedad de que el presunto delincuente Sánchez no cometa más delitos de los que se presume haya podido cometer. Si el preso preventivo Sánchez siente que se han coartado sus derechos, es libre de recurrir por la vía que corresponda pues esto es un Estado de derecho. Y, después de un tiempo, el asunto puede recaer en algún juez amigo que... y así hasta el infinito. El Tribunal Supremo actúa como un órgano del gobierno, al igual que el Tribunal Constitucional. Es la unidad funcional de los poderes en situación de suprema urgencia para la Patria. El Parlamento no existe salvo para que los diputados hagan valientes alegatos y se abucheen y aplaudan, como en las peleas de barrio. 

¿A dónde los lleva eso? A nada. Con Sánchez bien encerrado, la CUP votaría una investidura de Turull. Bueno pero, antes, habrá que esperar a la decisión del TEDH. Luego, habrá que estudiarla y actuar en consecuencia. La investidura de Turull en su momento es factible. Para los indepes, todas las investiduras han sido factibles desde el principio, empezando por la muy lógica y legítima de Puigdemont. Son los otros quienes han puesto pegas, distingos, prohibiciones. 

¿Para qué les ha servido? Para nada. Alguien tendrá que ser presidente de la Generalitat. Y alguien del bloque independentista. Y lo será. Y ¿qué hará?

Pedirá el levantamiento del 155, la libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados y la cancelación de las actividades represivas por las vías civil, fiscal y penal de los perseguidos por su independentismo. A continuación pondrá en marcha un proceso materialmente constituyente, lo llame así  o no. El Parlament actuará como órgano soberano, cosa que el Tribunal Constitucional prohibirá según le entre por el whatsap. La Generalitat opondrá una "desobediencia republicana" y ahí surge el conflicto de nuevo. Si la reacción del Estado es la vuelta al 155, más represión y más judicialización, no habrá salida. Por mucho que M. Rajoy invoque el "retorno a la normalidad" esta está tan cerca como la Ultima Thule. La revolución catalana no tiene vuelta atrás. Lo que se puso en marcha el 1-O no se para. 

A lo mejor a alguien se le ocurre que quizá no sea mala idea sentarse a negociar una solución política. Quedamos en que en ausencia de violencia en España podía hablarse de todo. Aquí la única violencia que ha habido la han practicado el Estado y las bandas de extrema derecha. 

Corresponde cumplir la palabra; sentarse y hablar.

¡Ah! Y en público.  

dimecres, 7 de març del 2018

Sin empujar. Hay tiempo

Aquí mi artículo de elMón.cat de hoy.

Ya sé lo que pretenden los indepes con tanto dar vueltas a las cosas y marear la perdiz: exactamente eso, marear la perdiz hasta que los del B155, que no tienen mucho más cerebro que estos simpáticos faisánidos tiren la toalla o empiecen a pegarse entre ellos. En el gobierno está visto hasta la saciedad. Inteligencia, cero; pura fuerza bruta y las memeces de la vicepresidenta que se cree Kelsen. En la judicatura, según va viéndose, algo parecido. Los autos de los magistrados no solo revelan un fanatismo nacionalista típicamente franquista, sino también una preocupante carencia de sentido jurídico y también de sentido común. La lectura parece un viaje al pasado, cuando los "jueces" franquistas aplicaban las "leyes" de Franco. Exactamente igual que hoy. El Supremo mira al Constitucional y el Constitucional manda la patata calienta al Supremo y ambos menean la cola en espera de la decisión del amo-gobierno. 

¿Qué gana con esto el independentismo? Mucho. De entrada que, al no investir candidato, los jueces (o los comisarios del gobierno que pasan por tales) no saben a quién detener y procesar ni inventándose lo delitos. El gobierno tampoco sabe a quién apalear en la calle aunque esto le da igual pues, como el católico Arnaud Amaury en la masacre de Béziers, ordena aporrear a todo el mundo, que ya Dios distinguirá a los suyos.

Buena táctica. "Fabiana" había dicho Palinuro hace unos días. La táctica de Quinto Fabio Maximo en la segunda guerra púnica: evitar el combate y esperar que el enemigo se canse, pierda los nervios o haga cualquier tontería. Justo lo que se espera que, con algo de suerte, haga el gobierno español de la Gürtel que tendrá que aprobar el presupuesto como sea y no lo conseguirá si sigue con el 155 pues el PNV pone como condición su retirada para aprobarlos. En fin, todo sea que no los apruebe con el voto favorable del PSOE.

Aquí la versión castellana del artículo:


Prueba de fuerza o resistencia

Propuesto Sánchez para la investidura, se abren dos vías, la política y la judicial, que se condicionan mutuamente. La decisión de la mesa del Parlament es política, en uso de sus atribuciones. Frente a ella, el gobierno, dentro de las suyas y también en respuesta política, no permitirá a Sánchez ser investido porque es independentista y no le cae bien. Al tiempo, confía en que el Tribunal Supremo, en vía judicial, prohíba al propuesto personificarse en el Parlamento para la investidura. Hace bien en confiar. Los tribunales españoles aplican la justicia que place al príncipe, pues su idea de la división de poderes coincide con la del Rey Sol para quien los jueces eran poco más que chambelanes, como estos de aquí.

Si el juez Llarena, en uso de su lata, y por ello mismo arbitraria, discrecionalidad, prohíbe a Sánchez desplazarse al Parlament, estará violando no política sino judicialmente su derecho de sufragio pasivo y puede que delinquiendo. Sin duda el gobierno tiene una razón política poderosa para oponerse a la investidura de Sánchez, como hemos dicho, que se trata de un independentista y le cae mal porque, entre otras cosas, es un hombre honrado. Pero nadie sabe qué razón jurídica aducirá el juez Llarena aunque no sería de extrañar que niegue el permiso a Sánchez con alguno de esos alambicados sofismas que utiliza en sus pintorescos autos.

También entra en lo imaginable que, temeroso de las consecuencias judiciales posteriores de sus actos, Llarena deje la política y vaya por lo jurídico para evitarse querellas permitiendo la investidura de Sánchez. En tal caso, el gobierno retornará a la vía política, recurriendo la investidura ante el Tribunal Constitucional, que ya se ha apresurado a abominar de Sánchez porque es un órgano mucho más afín aun que el Supremo a los anhelos del gobierno ya que se trata de un tribunal que de tribunal solo tiene el nombre.

Sea cual sea el órgano que disfrace de judicial la arbitrariedad y el capricho del Gobierno de la Gürtel y el 155, es claro que la decisión dará pie a una querella de la mesa del Parlament por violación de los derechos civiles de los candidatos electos. Según algunos, se trata de una estrategia del independentismo para conseguir afianzar sus posiciones, abriendo un compás de espera hasta la decisión del Constitucional sobre el recurso contra las medidas cautelares que impedían la investidura telemática de Puigdemont.

Tratándose de un Estado democrático de derecho, esta actitud de cuestionar judicialmente una arbitrariedad política sería acertada. Tratándose del Estado español de la dictadura del 155, en el que las medidas judiciales son tapaderas conscientes de posiciones políticas de partido, está condenada al fracaso porque su resultado final viene predeterminado: ratificar por la vía “judicial” la arbitrariedad política.

Es cierto que la vía judicial debe emplearse y llegar con ella hasta donde se deba, incluido el ámbito europeo. Pero también lo es que implica aceptar los presupuestos ilegales de la sedicente “legalidad” española en Cataluña, impuesta por el 155 y, por lo tanto, socavará las posibilidades de implementar la República Catalana. La “legalidad” española y la constituyente catalana son incompatibles y cuanto más se embarranque el problema en las triquiñuelas procesales en las que el partido de la Gürtel y sus ayudantes judiciales del 155 son expertos, más incompatibles serán.

Se mantendrá así una situación de espera en la política catalana justo cuando todos coinciden en la urgencia de poner en marcha las instituciones republicanas, entre otras cosas porque sigue habiendo cuatro presos políticos que son rehenes del nacionalismo español más agresivo. En consecuencia, el independentismo deberá poner en marcha las dos vías al mismo tiempo: la judicial, querellándose contra las decisiones injustas de la judicatura u órganos asimilados y la política, invistiendo un presidente legítimo que implemente la República Catalana de modo efectivo y que habrá de ser Carles Puigdemont o persona en la que este delegue.

La República Catalana no cuenta más que con sus propias fuerzas. Es duro decirlo, pero queda excluido todo apoyo de la izquierda española, tanto de la dinástica (PSOE) como de la sedicentemente republicana (Podemos), al igual que toda posibilidad de apoyo de esa izquierda española en sus versiones catalanas de PSC o Comuns. Esta situación es la que hace que la conservación de la unidad del movimiento sea una exigencia de supervivencia. El reciente debate sobre si “ampliación” o “profundización” del independentismo solo será aceptable si no rompe aquella unidad. Si, por la razón que sea, la unidad se rompe y la clase política independentista deja en la estacada un inmenso movimiento popular republicano que, por primera vez en la historia, puede alcanzar su objetivo, la disyuntiva será inevitable: se acepta un retroceso de cuarenta años a los del “café para todos”, o se va a nuevas elecciones con lista única de país, como ya se debió de hacer el 21 de diciembre pasado.

Los catalanes tienen la culpa de todo

También de que Rajoy sea un inepto y no consiga gobernar ni aprobar los presupuestos, ni normalizar la situación en Cataluña. El B155 está desatado y sus razonamientos no pueden ser más peregrinos. Según El País la causa de la parálisis de la legislatura es la crisis catalana. Es una pura inversión de la relación causal. La causa de la paralización de la legislatura y la ineptitud del gobierno no es la "crisis catalana"; esta no es la causa de aquellas parálisis e ineptitud, sino su efecto. 

La legislatura está paralizada por una especie de acuerdo entre truhanes. El gobierno está en minoría, pero gobierna por decreto ley, sin hacerlo a traves del parlamento y con un acuerdo implícito de la oposición que renuncia a ponerlo en un brete o incluso a derribarlo mediante una moción de censura a cambio de que por su parte no haga nada. La ineptitud del gobierno corre paralela con la irrelevancia del Parlamento y el activismo de unos jueces, movilizados por gobernante que no sabe cómo salir del atolladero en que se ha metido él solo.

Los prosupuestos no están bloqueados por el PNV sino por el 155. Lo que bloquea todo y todo lo paraliza es el 155. En la situación actual empieza a cundir la idea de que los indepes catalanes posterguen la investidura del presidente para que M. Rajoy se vea obligado a levantar el 155 antes de que aquella se produzca y a los efectos de que el PNV acepte discutir del presupuesto y lo desbloquee. 

Sería un cálculo razonable si el B155 actuara por criterios democráticos y humanos. Pero no es el caso. Si los catalanes no hacen lo que el gobierno quiere, seguirá el 155 y, mientras siga el 155, no habrá presupuestos de 2018. Se prorrogarán los de 2017 con general descalabro. 

Al final, los catalanes van a tener también la culpa de que un gobierno que no sabe gobernar no pueda gobernar y se vea obligado a convocar elecciones por su incapacidad.

dimarts, 6 de març del 2018

Agotar todas las vías

La partida de la investidura es muy complicada. El terreno en que se juega es movedizo y carece de límites claros. El comportamiento del B155 es imprevisible. Por eso corresponde a los indepes ir tentando las posibilidades de llevar adelante su proyecto republicano. Hacer política, como siempre. A eso responde este acuerdo de JxC y ERC de investir a Sánchez al tiempo que pide una moratoria para convencer a la CUP.

Si de convicción va, se me ocurre la siguiente: la CUP quería investir presidente a Puigdemont, ¿por qué no a quien Puigdemont señale habiéndose él apartado voluntariamente? En principio, si se apoya a Puigdemont, se apoyará su decisión. ¿O eso depende de cuál sea la decisión? Entonces es que no se le apoyaba. Solo por ser congruentes.

En lo demás, la propuesta de Sánchez obliga al B155 a dar pasos en su estrategia. El gobierno piensa que el Supremo no permitirá al preso Sánchez asistir a su investidura y si, contra toda razón y sentido del Estado lo permite, listo está ya el recurso al otro Tribunal amigo. El Constitucional, siempre presto a amparar la causa de la justicia nacional. Es decir, Sánchez probablemente no podrá ser investido y la situación volverá al punto de partida. 

Aquí ya sí que el movimiento indepen deberá tomar una decisión, elegir un camino, como cuando Hércules hubo de decidirse entre la virtud y el vicio. Esto es: la mayoría republicana independentista proclama la República Catalana, inviste presidente a Puigdemont y se prepara para lo que se le venga encima o bien esa misma mayoría inviste presidente a un candidato al que el B155 no objete y cuya misión habrá de consistir en el levantamiento del 155 y la recuperación del autogobierno, si bien nada de esto parece practicable en presencia de presos y exiliados políticos.

El problema, en realidad, no es la investidura en sí; el problema es que Catalunya no puede gobernarse en situación de arbitrariedad y excepción. Que la única solución razonable es el reconocimiento del resultado de las elecciones de 21  diciembre, el levantamiento del 155 a todos los efectos, la cancelación de todos los procedimientos represivos, judiciales, administrativos, policiales, la liberación de los presos, el retorno de los exiliados y el restablecimiento del orden institucional en Catalunya bajo la presidencia de Puigdemont.

El resto ya es cosa de la política. De otra política. 

dilluns, 5 de març del 2018

El fin y el movimiento

Toda acción implica una relación entre el fin que persigue y los medios que aplica. En la acción política colectiva tanto el uno como los otros son también colectivos. El medio principal para lograr la independencia es un movimiento social que la reclame. Llegados aquí y, si las cosas se ponen difíciles, suele reconsiderarse la relación del fin y el medio y, ante la dificultad sobrevenida de lograr el primero, hay quien sostiene que el medio pasa a ser fin: hay que conseguir que se mantenga el movimiento independentista. Las posiciones maximalistas nunca funcionan. Investir a Puigdemont es imposible en las circunstancias actuales, equivale a una propuesta de "llenar más las cárceles", que parece disparatada. Convocar nuevas elecciones es un casi seguro suicidio. Corresponde ser realistas, aumentar la base de la acción independentista, mirar a largo plazo y actuar con eficacia aquí y ahora.

Ayer publicaba Tardà un artículo de este contenido en El Periódico. Es un texto razonable, no claudicante y propositivo. Y aunque no lo fuera. Aquí partimos del hecho de que todas las aportaciones a este debate están hechas de buena fe y todas, por distintas que sean, pretenden el triunfo de la República Catalana. Por eso mismo pueden y deben ser debatidas. Con la misma buena fe. Tres puntos débiles observo en el razonamiento de Tardà:

1º) no está claro que la idea de llenar las cárceles, en contra de nuestra voluntad, por supuesto, sea tan errónea. Vuelvo al final sobre el asunto. Tampoco está claro que el resultado de unas nuevas elecciones fuera catastrófico. Por ejemplo, ¿y si se enmienda el error de las del 21 de diciembre y se presenta una lista única de país? ¿No es ese el referéndum pactado que tan afanosamente buscamos? ¿No es lo que apoya la parte pactista de los Comuns?

2º) Se me hace ingenua la oferta de acción conjunta con los Comuns (o la parte de estos más soberanista) así como el reto lanzado al PSC de que se plante de una vez entre el sometimiento y la independencia (por no decir autonomía, que sabe a poco) de criterio. Tengo al PSC por un partido decididamente antiindependentista, en la línea del PSOE. Su atitud frente al independentismo, pactado o no pactado es muy hostil.

3º) El propio Tardà, entiendo, incurre en contradicción. Si su propuesta realista, pragmática, de echar a andar con decisión y firmeza engordando de paso nuestros reales y aumentando nuestras fuerzas da como resultado, según el propio autor reconoce: "tiempos de desobediencia civil y de resistencia no violenta si se incrementan las desavenencias y la falta de diálogo", ¿en qué se diferencia su propuesta de la "rupturista"? ¿Es creíble que el Estado español tolere la desobediencia civil y la resistencia por muy no violenta que sea sin mandar más gente a la cárcel? Llenar o no llenar las cárceles, por desgracia, no depende de nosotros, sino de unos gobernantes que las emplean como medios de intimidación, amenaza y castigo en contra de un movimiento político democrático y pacífico de amplia base.

El movimiento no es el fin, sino el medio para alcanzarlo, cosa que no se conseguirá si, en lugar de proclamarlo ya volvemos a ponerlo en el horizonte.

diumenge, 4 de març del 2018

El todo y la nada

Dicen los entendidos que nos acercamos a una situación parecida a la de la Navidad de 2015. Formalmente, es posible. Materialmente, no. En 2015 no había presos ni exiliados ni embargados políticos. Hoy, sí. Eso no puede olvidarse y estoy seguro de que no se olvidará.

El resto es opinable. Las negociaciones para constituir gobierno tropiezan con dificultades y la abstención de la CUP a la fórmula propuesta por sus dos socios. Si esa abstención cuenta con producirse o bien no es necesaria porque se prohibirá la investidura de Sánchez con el 155 es aquí irrelevante. Lo esencial es que la unidad del independentismo amenaza con romperse. El panorama si esta ruptura se da se complica. De pronto comienza a entrar de nuevo la aritmética parlamentaria: con 66/64 escaños del bloque independentista y los cuatro inseguros de la CUP, la oposición podría salir de la modorra y forzar alguna fórmula imaginativa, aunque es muy poco probable.

Más da la impresión de que recomenzarán las negociaciones para encontrar una solución compartida. El problema es que las posibilidades de esa solución son cada vez menores, bajo las presiones opuestas del gobierno y la CUP, con el mismo número de diputados cada uno de ellos. Es imposible compatibilizar dos marcos, uno autonómico y otro constituyente. El conflicto llega tarde o temprano y en este caso, más bien temprano. En realidad, ya ha llegado. Y está claro que optar por la vía "rupturista" de proponer a Puigdemont o la gradualista o "fabiana" lleva al mismo sitio: al 155. Con un govern independentista, la  Generalitat no puede funcionar fuera ni dentro del marco autonómico. Y el bloqueo no es una opción. Investir a Puigdemont no hace sino adelantar acontecimientos, pero deja claro en dónde está la legitimidad, ahorra nuevas persecuciones y fuerza al Estado a tomar alguna medida en relación con Catalunya que pueda presentar entre los países civilizados.

Si no hay otra salida, será preciso pensar en nuevas elecciones cumplidos los plazos pertinentes. Y que sea la gente quien decida cuál es el marco que quiere y si los presos y exiliados políticos vuelven a casa.

dijous, 1 de març del 2018

La línea de salida es la de llegada

Decía ayer Palinuro (la fuerza y la política) que las dos pistas que pueden seguir los indepes, la que llamaba gradualista o "fabiana" y la rupturista de la CUP, serán más o menos iguales en sus efectos. Cuesta mucho pronunciarse. Hay veces que parece más sensata la primera y veces en que la segunda. La única diferencia es el tiempo en que se produzca la ruptura. La fórmula originaria de la CUP lo abreviaba a cosa de un par de días. O menos. El gobierno y la fiscalía se adelantaron a amenazar con acciones penales contra la mesa del Parlament. Dicho y, es de suponer, hecho

La pista "fabiana" alarga más los tiempos; pero no se sabe cuánto. No hay seguridad alguna de qué cosas puedan el gobierno y sus jueces considerar ilegales, pues aunque se retirara el 155, tardaría poquísimo en reactivarlo con universal aclamación de los partidos dinásticos (todos los de ámbito estatal, en definitiva) y la presta colaboración de la brigada de embellecimiento judicial. Con o sin 155, el gobierno continuará bloqueando toda iniciativa de la Generalitat que, a su juicio, desborde el marco estatutario que es, justamente, lo que la Generalitat debe hacer para reiniciar o iniciar (que no vamos a ser exquisitos en estas cosas) el camino del mandato recibido el 1-O y revalidado el 21 de diciembre de 2017.

En resumen, la línea de salida para el govern es ya la de llegada para el gobierno. Solo una aporía de Zenón podría introducir alguna distancia entre la una y la otra.

Sin duda la realidad cotidiana abrirá intersticios que se aprovecharán para afirmar la República implícitamente. Habrá una tendencia general a lo implícito. Se recurrirá a todo tipo de ficciones jurídicas y seguramente el Estado hará la vista gorda ante muchos supuestos ultrajes, con la consiguiente bronca con sus sectores más carcundas y ultrarreaccionarios. Se atribuirá valor simbólico a lo real y real a lo simbólico, se evitará la represión judicial en la medida de lo posible.

Pero nada de eso es duradero porque se pretende gestionar una normalidad asentada en una anormalidad: la existencia de presos y exiliados políticos y todo tipo de represaliadas también políticas. Una situación que entra en el concepto de "normalidad" del B155 (gobierno, partidos, medios y jueces) pero no del bloque y el movimiento independentistas que no puede aceptarla. La CUP ha hecho muy bien aceptando, aunque sea a regañadientes, el pacto de JxC y ERC. Prevalece el criterio de unidad que es el que debe prevalecer porque es la última garantía de éxito. Queda pendiente cómo articulará su decisión cuando la presente a su asamblea, que parece más radicalizada. Quizá prospere la tesis unitaria y se salve el escollo del pacto parlamentario.

Pero esa radicalización de la CUP responde una radicalización del movimiento social, en la calle. Es también muy probable que el movimiento acepte el gradualismo, allí hasta donde llegue antes del nuevo zarpazo. Y hará bien. Pero eso no quiere decir que nadie, partidos, organizaciones sociales, movimiento en general acepte la "normalidad" impuesta porque es anormalidad y anormalidad injusta. Con la represión como única respuesta, el Estado deberá aceptar el inevitable y sistemático trastorno de las relaciones sociales e institucionales al estilo del que se produjo en la visita de Felipe VI al Mobile. Los gobernantes españoles solo podrá circular por Catalunya a golpes de porra. La situación es de anormalidad y seguirá siendo mientras se mantenga la represión política y judicial del Estado. A ver cómo se controlan o impiden los desplantes institucionales, manifestaciones, escraches, paros, caceroladas, boicoteos, desobediencia. ¿Acentuando la represión? ¿Hasta dónde? ¿A qué precio? ¿Se mantiene la Ley Mordaza? ¿Se intensifica? ¿Se prohíben asociaciones y partidos indepndentistas? ¿Se decreta el toque de queda?

Están ciegos. No ven que por esa vía ya han fracasado y, cuanto más la sigan, más fracasarán. La ruptura es un hecho y no va a soldarse a palos o con cárceles.

dimecres, 28 de febrer del 2018

Nuevo libro de Palinuro

A partir del 26 de marzo estará ya en librerías. Para ese día preparamos una presentación en Barcelona que Palinuro anunciará en su momento. Es la continuación de La República Catalana y en el mismo editor. Si aquel va por la 5º edición, para este me gustaría esperar destino igual o mejor. Quizá en un acto de imperdonable orgullo, hubris en el mal sentido griego, me tengo por el cronista de la revolución catalana. Desde los primeros tiempos de La desnacionalización de España (Tirant Lo Blanch, 2015) que, a pesar de su densidad, va hacia su tercera edición, los acontecimientos han llevado un curso sorprendente y acelerado que he intentado observar, analizar e insertar en una interpretación de un fenómeno que ya ha cambiado el curso de la historia de España y está cambiando la de Europa.

Y no solamente es un trabajo de seguimiento, análisis e interpretación sino también de participación. En la vorágine de un procés del que ya sus adversarios más jacarandosos no se atreven a burlarse llamándolo prusés, el cronista se ha implicado directa y personalmente. Lo aclaro en España quedó atrás, echando mano del concepto antropológico de la observación participante. El libro contiene, claro, reflexión y análisis sobre cuestiones controvertidas, pero también es (casi la mitad de la obra) crónica directa de unos hechos que el autor ha vivido directamente, que no ha leído ni escuchado de otros, sino que los ha experimentado de modo inmediato. Del 1-0 de 2017, Palinuro no se enteró por la TV o los periódicos, sino que estaba allí, en un polideportivo de un pueblo próximo a Barcelona, acompañando a quienes guardaban las urnas y luego votaron. De la declaración de independencia el 27 de octubre tampoco supo de oídas, sino que la presenció en directo en el pleno del Parlament. La gran manifestación de Bruselas del 7 de diciembre no se la contó nadie pues la vivió en primera persona en las calles de la capital de Bélgica. De las elecciones del 21 de diciembre no supo leyendo los resultados, sino que iba en la lista electoral de la ERC y participó en los mítines de la campaña.  El autor ha acompañado paso a paso esa revolución, tiene a gala haberla visto crecer a lo largo y ancho de los pueblos catalanes desde el Baix-Ebre al  Alt Empordà, desde el Maresme a la Catalunya interior. Y, con el autor, su familia, su mujer e hijos, todos ellos tan integrados en el aliento colectivo como él. Nos hemos hecho tan parte directa de esta revolución como todas las voluntarias que lo alientan y mantienen vivo.

El libro ha nacido de ese día a día de actos, diadas, manifestaciones, de la experiencia directa de un movimiento único y el título, España quedó atrás, traduce, creo, la sensación que tenemos todos: no sabemos, cómo continuará en el futuro inmediato la marcha a la República Catalana porque las reacciones de esta vetusta, cínica y retardataria oligarquía mesetaria, sus monaguillos de la sedicente izquierda y su ridículo monarca son imprevisibles. Pero sí sabemos que, siga por donde siga, para Catalunya, España quedó atrás. Pertenece a otro siglo.

La fuerza y la política

Los independentistas suelen señalar que ellos hacen política frente a una actitud autoritaria del gobierno. Y así es. Política, diálogo, negociación, pacto, acuerdo, frente a imposición. 

Dos noticias comparadas de hoy muestran el daño que esta cerrazón autoritaria está causando. Solo puede defenderse mediante la dictadura del 155, que ya ha arrasado los últimos retazos de Estado de derecho y división de poderes. El Confidencial dice que el gobierno se planteará mantener el 155 si hay un presidente imputado, es decir, proseguirá con la dictadura. El País, matiza que el gobierno deja al Supremo la iniciativa para evitar la investidura de Sánchez. Desvergonzadamente claro: el Tribunal Supremo es el cuarto de banderas del gobierno. El gobierno confía en que el juez Llarena prohibirá que Sánchez sea investido. ¿Por qué motivo? Eso es cosa del juez, mire usted, que España es un Estado de derecho. Y si un fiscal puede "afinar", un juez hará biselado.  

De no ser por la hostilidad, la mala fe, los prejuicios que presiden estos hechos y causan tanto sufrimiento inútil, el asunto sería para Luces de Bohemia

En definitiva, los discursos unionistas no merecen atención. El gobierno siempre encontrará un motivo para seguir con la dictadura del 155, hagan los indepes lo que hagan. Obsérvese que la represión se preanuncia: el gobierno no solo se opone a la investidura de Sánchez, sino de cualquier candidato imputado. Y luego será a cualquier candidato a secas.

El independentismo solo tiene dos caminos que, en el fondo es el mismo, pero por dos pistas distintas. De un lado, jugar en el margen que marca la "legislación vigente", por dar algún nombre al gobierno arbitrario e ilegal del 155. De otro, la CUP, como siempre muy crítica, reclama la necesidad de implementar sin más la República Catalana, recuperando la tarea constituyente en el punto en que fue ilegalmente interrumpida el 27 de octubre de 2017. Hay quien dice que esta fórmula tiene el inconveniente de acelerar la intervención definitiva, total, excepcional del Estado y el fin de la autonomía catalana. Como todas las predicciones cuenta con un grado determinado de probabilidad.

Pero es que la otra opción, la que podríamos llamar "gradualista" o "fabiana", de ser fiel a su objetivo estratégico, acabará provocando el mismo resultado que la anterior aunque quizá con un grado distinto de probabilidad. Luego no hay diferencia de fondo sino, si acaso, de tiempo. Las dos vías son posibles y hasta combinables. En todo caso, ambas son política.

Del otro lado solo cabe esperar la fuerza, hasta que esta se devore a sí misma.

Duelos y quebrantos de lujo

Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat

En días pasados Palinuro advertía de que los Borbones, generalmente poco leídos y este en concreto, que aun parece serlo menos, no conocen los Espejos de príncipes. Tampoco parecen conocer otras fuentes de información, como los periódicos, las televisiones o las redes y dan la impresión de contar con gabinetes de información y asesoría poblados por pollinos. ¿A quién se le ocurrió la idea de enviar al rey a Barcelona estando los ánimos como están? ¿Qué se pretendía? ¿Humillar, provocar más a los catalanes en medio de una revolución? Menuda metedura de pata por la que, como siempre, no dimitirá nadie (ni falta ya que hace) porque para gente tan obtusa la rebelión ciudadana de Barcelona contra el rey no ha existido. Como no existieron la consulta del 9N, el referéndum del 1-O, la declaración de independencia ni la reforma protestante. Además, si leen sus pasquines, miran sus televisiones o escuchan sus radios, sabrán que la inauguración del Mobile ha sido un éxito punteado por muestras populares de adhesión a la Corona y hasta una manifestación de españoles monárquicos que convocó una decena de personas.

Para el resto del planeta, la visita del Borbón ha sido un sondeo demográfico sobre el cerrado rechazo que la Monarquía despierta en Cataluña y que ahora, gracias a los corresponsales extranjeros, ya conoce todo el mundo.

La huida del Borbón a la noche en un lamentable pies para qué os quiero, dejó flotando en el aire barcelonés el himno de Riego y en las calles la realidad de una república imparable.

Aquí la versión castellana, que trata de eso:

El amargo día del Borbón

La visita de Felipe VI a Barcelona para la inauguración del Congreso de Móviles fue un visto y no visto. Pero sí muy oído. Durante todo el accidentado recorrido del Rey, la ciudad vivió en un tumulto de segundo plano, continuo, a veces visible, a veces invisible.  Nadie salió a recibirlo con vítores y palmas. Los recorridos reales transcurrieron por plazas y calles vacías, cortadas y desalojadas por la policía y los mossos d’esquadra que se emplearon a fondo en varia ocasiones, cargando contra la gente que estaba haciendo lo que suele hacer la gente: estorbar a los poderosos que quieren pasear por donde no los quieren. El centro de Barcelona parecía en estado de sitio.

Los efectos sonoros fueron constantes. Si no de vista, los barceloneses obligaron al Borbón a tragarse su presencia auditiva. Durante toda la jornada repiquetearon las cazuelas y sartenes, los pitos y matracas, se oyeron gritos contrarios a la Monarquía y favorables a la República, un sordo y encrespado rumor que llegaba hasta los salones y comedores en que trascurrieron los desagradables actos de la inauguración, como si fuera un cuadro de Umberto Boccioni, Llegan los ruidos de la ciudad. De una ciudad, de un país republicanos que quisieron hacer patente este sentimiento al rey de España, de visita ingrata al territorio en el que sus fuerzas del orden, habían dejado más de mil heridos unos meses antes por querer vivir en democracia. En una sola jornada, se ha visto que el Borbón es tan rey de Cataluña como lo es de Jerusalén, título que también ostenta con la misma eficacia aproximadamente.

El valor simbólico de este acto de desacato y rechazo masivo, generalizado, es inmenso. Es como un anuncio de un nuevo Delenda est Monarchia! orteguiano. El Rey se volvió por donde había venido, dejando tras de sí una docena más de heridos (tradición borbónica de entrar a saco en tierras catalanas) y un desprecio y rechazo colectivos en el que se aunaban las manifestaciones callejeras más ruidosas con los desplantes más gallardos de las autoridades barcelonesas y catalanas que se negaron a rendirle pleitesía. Nadie de relieve fue a besarle la mano excepto alguna alcaldesa socialista reciclada en cortesana periférica.

Los rostros, los gestos, las miradas que echaban fuego constituyeron la mímica, bastante ridícula a ratos, de este acto protocolario y provocador que solo pretendía aplastar la naciente República Catalana con la presencia de un monarca nada bienquisto. ¿Qué cómo se sabe? Porque el CIS ha dejado de preguntar por la valoración ciudadana de la Corona  en sus sondeos y barómetros. Al Borbón no lo quiere casi nadie en España y, menos aun en Cataluña. Es el último representante de una dinastía de trayectoria tan triste como ridícula, reestablecida por un dictador genocida y del que toda la sociedad espera que sea eso, el último y, a ser posible, breve.

Ahora que la familia del dictador anda de mudanza, tratando de colocar en el mercado el Pazo de Meirás, una de las propiedades que pillaron en el pasado, sería bueno que metiera en el lote la corona, el trono y el armiño de un rey que no tiene ni idea del país que pisa, empezando por ignorar que no es uno, sino dos. Una monarquía que hiede a franquismo, como recuerda uno de esos exministros semizombies del dictador cuando dice con perfecta sinceridad y exactitud que si se deslegitima el franquismo, se deslegitima la Monarquía. Pura lógica cartesiana, dado que el monarca español lleva el estigma del terror y la barbarie franquistas hasta en la Corona.

Por algo ni él, ni su padre (que se educó como edecán de Franco), ni el gobierno de turno, ni su partido (que es también y sin disimulo el partido del rey) han condenado jamás el franquismo. Sería como condenarse a sí mismos, que son hechura del dictador delincuente. Ni lo harán. Desaparecerán irredentos por el escotillón de la historia  a partir de la ya imparable revolución catalana. Si no en el Estado español, en el que los republicanos siguen refugiados en los cenáculos literarios, sí en Catalunya, cuyo espíritu y condición republicanas quedaron bien claros en la infausta jornada barcelonesa del Borbón humillado.

Cada vez más clara la distancia, la cesura, la separación, el cleavage entre la España monárquica y la Cataluña republicana. Suele decirse que a la República Catalana le pasa lo que al caballo de Orlando, que tenía todas las virtudes excepto la de la existencia. Con mayor razón del Rey de España que no es que vaya desnudo por Cataluña sino que, simplemente, no va o, si va, ha de volverse con el rabo o la corona entre piernas.

A monarquía vacante, República triunfante. A Rey ausente, República presente. El monarca y sus cortesanos del 155 (PP, PSOE, C’s y, en menor medida pero pujando, Podemos) harán los planes que quieran para sus dominios, reformas constitucionales, reformas electorales, apaños aquí o allá, remiendos y zurcidos en el andrajo español para ver si tira hasta las próximas elecciones y se puede seguir engañando a la gente, haciendo pasar una dictadura personal de un personaje inepto por un Estado de derecho . En Catalunya se ha abierto una era que los franquistas en el gobierno y en la oposición en España son incapaces no ya de detener sino simplemente de entender. Igual que la virreina catalana y su cipayo delegado no entendían nada de lo que pasó en Cataluña en un eco lamentable de la “noche triste” de Cortés, cuando los españoles se vieron obligados a retirarse de Tenochtitlán.

dimarts, 27 de febrer del 2018

El preso que hace camino

Vuelve El País por su beligerancia. El "separatismo pacta", una expresión que delata despecho e inquina. No por lo de "separatismo" sino porque "pacta", en lugar de obedecer a la realidad que el periódico lleva meses describiendo y estar a bofetada y navajazo limpias. Y lo del "preso Sánchez" es sublime. A ver si se les escapa "preso político Sánchez", aunque es poco probable. Más lo es "delincuente Sánchez", con lo que se entenderá Jordi Sánchez; si fuera La Razón, cabría la duda de si el mentado era Pedro. Ahora viene el entretenido juego de a ver cuánto tiempo deja el B155 ser presidente a Sánchez o cuánto pasa hasta que el Supremo decida inhabilitarlo. Habrá sus más y sus menos y, contando con los altavoces en Bruselas y Ginebra, el espectáculo mediático europeo está garantizado. 

Y no solo el espectáculo; también los más profundos debates. Acabo de leer un artículo de un izquierdista alemán en Sozialistiche Alternative, Kampf um Katalonien que da un buen repaso a la izquierda española. Sí, esa que no está dispuesta a comprender el carácter de la revolución catalana. Ni siquiera cuando esta se constituye en República, el régimen que, en principio, debiera reclamar la izquierda española. Pero no lo hace.

La peripecia del Borbón en el IMC ha sido impresionante. Un grito de rechazo de todo un pueblo. Mírelo como quiera el monarca; eso es. Llueve la pedrea de comentarios. A una queja de Ada Colau, Felipe responde que él está para defender la Constitución. Es lo de M. Rajoy pero un grado más porque para eso es rey: Rajoy defiende la ley; Felipe, la Constitución. Pero ni la una ni la otra se pueden defender contra la gente, que es la base de su vigencia, porque, si se intenta, ya no es defender, sino imponer a la fuerza, que es lo que está pasando a ojos del mundo entero. No se hicieron las gentes para las leyes, sino al revés.

Virales se han hecho las fotos con la cara de cabreo, de soberbia herida, del Borbón. Y la de la vicepresidenta del gobierno. Millo se quedó sin cara, escondido detrás de su corbata VERDE, haciendo méritos a calificar de pisaverde. Pero me hubiera gustado ver las caras de los dirigentes de la izquierda española al ver las de sus mandatarios, su rey. Las caras al oír la abrumadora cacerolada, los vivas a la República, los fora el Borbon que se oían en el Palau, el himno de Riego a todo volumen. Invocando nombres casi sacrales, como Marx y Lenin, el izquierdismo europeo afea al español el apoyo al Estado central reaccionario, asimilándolo al que algunos daban a la Rusia zarista, "cárcel de pueblos". 

"¡Ah!" clama la izquierda española, "España no es el imperio zarista ni una cárcel de pueblos. España es una nación, respetuosa de su diversidad interna". Muy respetuosa, pero muy "su" y muy "interna"; una nación que se puede gobernar toda ella desde la izquierda. Pero, al ser el independentismo republicano, la izquierda se encuentra con la trágica paradoja de que para alentar la nación española tiene que servir a la monarquía. Esa izquierda no puede propugnar una España republicana porque todo parecido o cercanía al independentismo es anatema electoral. No es que la izquierda española no comprenda la República Catalana; es que no le interesa comprenderla porque la pone ante el espejo de su propia miseria. 

Así que, gracias a su magnánimo, prudente y amoroso comportamiento, Felipe VI ha conseguido ser tan rey de Cataluña como lo es de Jerusalén. Y, despejado este asunto, la República Catalana procederá en breves días a nombrar un gobierno y reconocer la legitimidad de la presidencia de la República en el exilio, transitoriamente. 

Están haciendo camino. Es una revolución. Quien diga que esa República no tiene de tal más que el nombre hará bien en recordar que en España así suelen ser los debates (incluso a muerte por aquello de la bravura de la raza), por nombres. El presidente de la República para los independentistas es un "prófugo" para los unionistas; la República, la Generalitat; los presos políticos, políticos presos; la declaración de independencia, un golpe de Estado; el referéndum pacífico del 1-O, un tumulto sedicioso e ilegal, si no una rebelión violenta y armada que será juzgada en su día con todas las garantías.

Así que no hay que alarmarse. Al fin y al cabo, Catalunya puede tener un presidente preso como podría España misma si las investigaciones de la Gürtel se llevaran con rigor y justicia.