dijous, 25 d’abril del 2013

Sfumato cantabile.


Hay en la Fundación March una interesantísima exposición de Paul Klee que se centra sobre todo en sus años en la Bauhaus, entre 1921 y 1931. Viene motivada por el hecho de que se ha abierto una base de datos en la red en la que cabe consultar las 4.000 páginas manuscritas que dejó el artista, con sus bocetos, esquemas, reflexiones y teorías sobre colores y formas, sus notas de clase, parcialmente publicadas ya en inglés y consideradas una de las cumbres de la teoría del arte contemporáneo. Porque Klee dedicó parte de su vida a enseñar lo que él mismo consideraba no enseñable. La prueba, su célebre consideración final, cuando se despidió de sus alumnos: "señores, les he enseñado un camino; yo he seguido otro". Esa enorme cantidad de material escrito, debidamente ordenado y clasificado por las dos comisarias de la exposición, Fabienne Eggelhöffer y Marianne Keller, del Zentrum Paul Klee de Berna, pueden ahora consultarse en este banco de datos.

Enseñar lo que no puede enseñarse. El mismo Klee tuvo grandes dificultades para aprender el arte en la que quería expresarse porque, aunque su educación primera fue en música, llegando a ser un notable violinista desde temprana edad, acabó decidiéndose por la pintura, con disgusto de sus padres, músico él y cantante ella, algo así como al revés de lo que pasó con Schönberg. Pero el aprendizaje del arte elegida se le hizo cuesta arriba, sobre todo de su materia prima, los colores. Después del obligado viaje a Italia, en la tradición de los italianizzati y otro a Túnez, llegó a dudar de si alguna vez sería capaz de dominarlos, de si llegaría a ser pintor. Pasó por varias asociaciones, la más notoria, Der Blaue Reiter, con Franz Marc y Vassily Kandinsky y luego por Los cuatro azules, de nuevo con Kandinsky, Feininger y el tremendo Jawlensky. Pero no perteneció en realidad a ninguna por su muy pronunciada singularidad. Amistad duradera mantuvo con Kandinsky (a Marc y Macke los mataron en la primera guerra), cosa que se les nota a ambos; con él ingresó en la Bauhaus, de la que fueron dos puntales. A enseñar lo que no se podía enseñar.

Gran parte de la obra de Klee es experimentación de color, pero no entendido en puridad cromática sino también tonal. A eso llega cuando, con pleno dominio de lo que tanto le costara, asimila los matices a los tonos musicales y su obra se hace sinestésica. Ahí es donde, por mucho que se teorice, la cuestión se hace inefable porque la confluencia de las dos sensibilidades, la cromática y la tonal es muy infrecuente. De todo esto da cumplida cuenta la exposición en donde está todo muy bien explicado. Sale de ella un Klee mucho más poderoso de lo que suele parecer normalmente a causa de los prejuicios existentes sobre la estética de la Bauhaus. Y sin rehuir dificultades añadidas. Esa preocupación de Klee por reflejar la naturaleza como proceso, esa insistencia, un poco enloquecedora, en lo que las cosas están siendo se acomoda muy bien a las oscilaciones y modulaciones de matices y tonos. Pero no solo hay mucho sfumato, también abundante de su contrario, cangiante. Merece la pena contemplar esas composiciones en las que Klee ha convertido en veleros los movimientos de la batuta de un director de orquesta.

Los nazis, con su habitual olfato, clasificaron la obra de Klee de arte degenerado, sacaron sus cuadros de los museos y exposiciones y llevaron muchos de ellos a la exposición que hicieron en Munich en 1938 sobre arte degenerado. En concreto, malvendieron esta fabulosa pieza de 1922, llamada La máquina de trinar (Die Zwitscher-Maschine) a un marchante que se la revendió al MoMA en Nueva York que hoy lo exhibe como una de sus piezas más valiosas y de las más reproducidas por cierto, generalmente para decorar espacios infantiles. La parte de naïf que hubo siempre en Klee se sentirá gratificada. Se me ocurre que se podía usar también como símbolo de Twitter, en lugar de ese gorrión azul. Al fin y al cabo el cuadro se llama en inglés the twittering machine. Ya lo he propuesto en Twitter pero sin esperanza alguna porque el trinar de Twitter es ensordecedor.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons en el dominio público y se titula La máquina de trinar, 1922).