Leo un interesantísimo artículo de Rafael Escudero Alday en Público, titulado ¿Moción de censura de Rubalcaba? No, gracias, en el que rechaza la idea de que Rubalcaba presente una moción de censura. Está muy bien argumentado y documentado. Se inscribe en una línea de crítica al proceso de declive de la preeminencia parlamentaria en los sistemas democráticos muy visible desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, bastante clara hasta el punto de que no es infrecuente la expresión de "crisis del parlamentarismo" en el doble sentido del régimen parlamentario frente al presidencialista y de la centralidad del legislativo. Igualmente dictamina con acierto que la regulación de la moción de censura en la Constitución de 1978 es un punto débil más de una débil Constitución a la hora de garantizar el Estado social y democrático de derecho que ella misma proclama.
Si algún reparo puede ponerse al artículo es más en el terreno de lo que no dice que en el de lo que dice; lo cual no es mucho, desde luego. Pero tiene su aquel. Su examen de la moción de censura española, directamente tomada de la alemana, hace hincapié en los aspectos jurìdicos de la figura y eso lo lleva a considerarla como inútil en cuanto arma del parlamento frente al gobierno. Especialmente con gobiernos monopartidistas apoyados en mayorías absolutas. En otros casos, no es tan inútil. En España no ha triunfado aún ninguna moción de censura; pero en Alemania, precisamente, sí. En 1982, Helmut Kohl sustituyó a Helmut Schmidt en la cancillería mediante una moción de censura. Una vez en sesenta y cuatro años no es mucho; pero es. La regulación de la moción de censura constructiva, desde luego, es plomo en las alas. Pero la imposibilidad de volar también viene de las mayorías absolutas que, a su vez, dependen de los sistemas electorales. Y, dentro de las mayorías absolutas hay que distinguir entre las monopartidistas y las pluripartidistas. Pero, en todo caso, centrarse en los aspectos jurídicos de la moción -ninguna triunfante en España en 35 años- apunta a un intervalo de atonía política en los próximos dos años y medio en una especie de permanencia de la situación actual que cabe calificar de anómala teniendo en cuenta que el artículo habla del desmantelamiento de las bases del Estado de derecho en España. Coincidiendo plenamente, uno se pregunta qué se puede hacer.
Respuesta: presentar una moción de censura. Esta tiene una vertiente política con características propias. Las dos presentadas hasta la fecha en España la de Felipe contra Suárez (1980) y la de Hernández Mancha contra Felipe (1987) se perdieron. Quienes las presentaron ya sabían que las perderían. Las presentaron por otro motivo: para darse a conocer a sí mismos y su alternativa, confrontarla con la del gobierno, exponer las debilidades de este, forzarlo a explicarse en sede parlamentaria y, vía medios, ante la opinión pública. La moción de censura de Felipe fue un éxito y preparó tanto la subsiguiente descomposición de UCD como la victoria del PSOE en 1982. La de Hernández Mancha fue, al contrario, un fracaso con ribetes cómicos por las circunstancias personales del candidato, quien acudía como invitado, pues era senador. En los años de los gobiernos minoritarios del PSOE se pudo haber presentado alguna moción y Aznar hizo un par de propuestas en firme, una de ellas comprometiéndose a no gobernar sino a disolver las Cortes acto seguido de su investidura y convocar elecciones anticipadas, y otra proponiendo, incluso, como candidato a un miembro de otro partido. Pero no se formuló ninguna. Aznar no se atrevía a presentar una moción de censura si no tenía el triunfo asegurado.
En la situación actual, dos circunstancias aconsejan a la oposición ganar visibilidad, recomponerse y presentarse como alternativa viable. La primera es el estado de deterioro de la función parlamentaria, prácticamente inexistente en un país con mayoría absoluta monopartidista y estricta disciplina de voto. El gobierno aplica su programa por decreto ley y soslaya el parlamento de modo sistemático. No existe debate alguno en la cámara pues el rodillo del PP veta todas las iniciativas y la mayoría de las comparecencias. Sin embargo, cuando se produce una de estas, bien planeada y bien hecha, como la de Ada Colau del otro día, tiene un efecto mediático enorme. Aunque termine en fracaso inmediato pues el PP rechaza la iniciativa legislativa y considera las audaces propuestas de Colau algo obsoleto (sic).
La segunda circunstancia es que, a catorce meses de su derrota electoral, el PSOE sigue en un estado de marasmo. Su visibilidad es escasa. La valoración popular de su líder, bajísima y la intención de voto al PSOE se acerca, sí, al PP, pero es más por lo que este baja. En esta situación, una moción de censura perdida de antemano fuerza el debate parlamentario que el gobierno sustrae, da voz al PSOE, le permite hacer un juicio crítico sobre dicho gobierno a la vista de todo el mundo, presenta al secretario general como candidato a la presidencia y le ofrece la oportunidad de dar a conocer el programa del partido que, a juicio de Palnuro, debe ser una propuesta de programa común de la izquierda. Con el compromiso firme de aplicarlo formulado en sede parlamentaria. Que la gente, los votantes, sepan qué significará votar a la izquierda en las elecciones siguientes.
Un programa común de la izquierda debe comenzar con una batería de medidas de lucha contra la corrupción en términos prácticos, no de la vacua retórica de la regeneración democrática. Los partidos de un hipotético frente de la izquierda deben someterse a una auditoria externa anual, permanente y pública, realizando todas sus transacciones a través de la red. Cosas de este tipo. Igualmente es esencial que formulen de forma clara, inteligible, qué políticas proponen para complementar la lucha contra el déficit con las medidas expansivas de corte neokeynesiano. Vuelta a políticas fiscales progresivas. Detención y reversión del desmantelamiento y privatización de los servicios públicos. Lucha contra el fraude en la evasión fiscal y la economía sumergida. Banca pública. Inversión en I+D+i. Apertura de nuevas líneas productivas. Reforma política en profundidad. Revisión de la Constitución en materia de derechos y libertades, partidos políticos y sistema electoral. En la cuestión teritorial, convocatoria de una convención en la que se debata, entre otras, la del derecho de autodeterminación. Convocatoria de un referéndum sobre la Monarquía. Quizá, incluso, proceso constituyente..
Obviamente, no tiene por qué ser así. Algunas cosas pueden apartarse, otras entrarán (por ejemplo, cuestiones de ecologismo) en la necesaria negociación. Pero al final es importante que sea una propuesta de programa común de la izquierda. Es importante tomar la tribuna del Parlamento para presentar una alternativa viable a la penosa situación actual, responsabilidad de un gobierno cuya legitimidad está en serio entredicho. Es importante que la gente lo vea, lo oiga, lo lea. Muy importante. Muy importante que, en esta situacion de postración general, los ciudadanos sepan que hay alguien con una alternativa viable. Aunque solo sea por evitar la resignación.
(La imagen es una captura de Rubalcaba 38, bajo licencia Creative Commons).