Raquel Osborne (ed.) (2012) Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad, 1930-1980. Madrid: Fundamentos. 419 págs.
He aquí un libro bien interesante, original, innovador, pues, si bien versa sobre una época, el franquismo, abundantemente tratada y se centra en un aspecto, el de la represión, también muy estudiado, lo hace con un objetivo nuevo. Estudia en concreto la represión franquista sobre las mujeres. Ciertamente, esta represión también ha sido materia de la investigación histórica del franquismo. Pero, en lo que yo sé, lo ha sido siempre como parte del cuadro de la represión general de la dictadura sobre los vencidos, subdivididos por categorías: obreros, profesiones liberales, militares, catalanes, vascos, mujeres, curas, funcionarios. No conozco estudios monográficamente dedicados a la represión femenina, pero puede haberlos. Sin embargo, aunque los hubiera, este libro seguiría siendo original porque no versa sobre la represión de las mujeres en cuanto pertenecientes al bando de los vencidos en la contienda o relacionadas con él (si bien no ignora este aspecto) sino sobre la represión de las mujeres en cuanto mujeres. La represión de todas las mujeres, vencidas y vencedoras. Y, dentro de este campo, el símbolo, la metáfora que ese estudio persigue es el de la represión del lesbianismo y de la sexualidad femenina en concreto, a la que la sociología ortodoxa del siglo pasado llamaba desviada.
Es un terreno sin cartografiar. La invocación a la memoria que hay en el título tiene un carácter ritual. La memoria se apoya en hechos, en realidades pasadas, quizá olvidadas, pero preexistentes y que pueden rescatarse, reconsiderarse, resituarse. Nada de esto es posible cuando no hay hechos ni realidades o, mejor dicho, los hay pero están ocultos. La memoria aquí es un ejercicio de voluntad que se lanza al pasado en busca de unos testimonios que las protagonistas no han querido o no han podido dejar. La memoria es un acto de construcción de una realidad pasada. Por eso dice la editora, profesora Osborne, en su introducción que han contribuido a crear un espacio temático nuevo (p. 29), el estudio del lesbianismo durante la dictadura de Franco. Un empeño de titánidas porque, al fin y al cabo, el Patriarcado en todas sus dimensiones (el Estado, la Iglesia, la educación, la izquierda, la ilustración, la familia y hasta una parte del feminismo) ha decretado la invisibilidad del lesbianismo. Hasta tal punto es así que, incluso al perseguirlo, tenía que asimilarlo a otras formas delictivas, como la homosexualidad masculina o, más frecuentemente, el escándalo público. Era invisible porque era inconcebible. Ni siquiera tenía nombre. De tal suerte que, exagerando un poco, cabe equiparar la búsqueda del lesbianismo durante los años nacionalcatólicos a la del Santo Grial o el unicornio.
Sin embargo, lo hubo. Hubo sexualidad femenina transgresora. Oculta, clandestina, pero la hubo. Quedan supervivientes, algunas piezas, fotos antiguas, cartas, escritos, pecios que es preciso rescatar antes de que se pierdan del todo. El libro recopilado por Osborne recoge bastantes resultados de investigación de un proyecto sobre el tema y de trabajos encargados también a especialistas sobre aspectos concretos que a veces aportan datos e información sobre asuntos poco conocidos, como ese estudio de Cecile Stephanie Stehrenberger sobre Los coros y danzas de la Sección Femenina en Guinea Ecuatorial. Un caso de estudio entre política de género y colonialismo. La Falange femenina en Guinea Ecuatorial que entonces era la Guinea Española, compuesta de Fernando Poo y Rio Muni. Eso sí que tuvo que ser un "choque civilizatorio".
Son veintiún trabajos referidos a la sexualidad transgresora en el franquismo desde diversos ángulos que la editora ha agrupado en seis grandes temas, con las inevitables oscilaciones, imponiéndoles una extensión similar, lo cual es de agradecer. El tratamiento es generalmente el de la investigación académica, aunque hay alguna escapada al terreno de la ficción creadora, como el de Raquel (Lucas) Platero, "Su gran placer es usar calzoncillos y calcetines": la represión de la masculinidad femenina bajo la dictadura. La perspectiva literaria es obligada por cuanto se trata de la lectura hoy de un expediente policial y penal de una transexual, allá por los años cincuenta, a quien aplicaron la Ley de Vagos y Maleantes de 1954 (que, por cierto, la población reclusa conocía como La Gandula), y de quien no se sabe nada. De esta forma, Platero hace una creación literaria empática, poniéndose en el lugar de la protagonista, tratando de ver el mundo como lo veía ella. Esto apunta, por supuesto, a que toda la metodología de la investigación es cualitativa, desde los análisis de textos, los iconográficos, a los grupos de discusión, las entrevistas en profundidad o las historias de vida. Puro Verstehen y, además, urgente, pues las escasas testigos van falleciendo. Y con unos marcos teóricos escuetos porque apenas si la sociología o la ciencia política se han ocupado de este fenómeno específico. La teoría está por hacer. Las escasas referencias apuntan a Bourdieu y, algo más a la bio-política de Foucault.
En algunos casos, los estudios son muy prometedores porque versan sobre hechos susceptibles de mayor indagación y ampliación hasta convertirse en historias por sí mismas, como el capítulo de Raquel Osborne sobre la peripecia de Carlota O'Neill y el de Matilde Albarracín sobre Identidad(es) lésbica(s) en el primer franquismo, toda una interesantísima aventura de clandestinidad sexual, con la generación de unas pautas y códigos culturales. Y, desde luego, el de David Berná, Un golpe de Estado y dos billetes de autobús. Mujeres gitanas, sexo y amor en la dictadura franquista, un hallazgo literario, basado en un hecho real, la historia de dos muchachas gitanas (una de ellas madre de tres hijos, con diecinueve años) que rompen con su pueblo, se fugan y viven toda su vida como pareja entre payos en el franquismo.
Una gran parte del libro se dedica a la propaganda nacionalcatólica y su práctica a través de las instituciones, la iglesia (hay un par de capítulos sobre monjas) y, destacadamente la Sección Femenina de la Falange. Todo el aparato nacionalcatólico iba orientado a la imposición de un ideal femenino de esposa sumisa y madre amantísima, basado en las doctrinas de Marañón, profundamente erróneas en lo atingente a las mujeres y, ya en un escalón más bajo, más disparatado y hasta criminal, las doctrinas de la Iglesia y las de eminencias como Vallejo Nágera o López Ibor. Auténticas barbaridades.
Diversos trabajos abordan la Sección Femenina, encargada de elaborar el modelo ideológico de la mujer. Es de gran interés el trabajo de María Rosón Villena, Contramodelo a la feminidad burguesa: construcciones visuales del poder en la Sección Femenina de la Falange, un buen estudio iconográfico en el que, además, se sugiere que las falangistas, al constituir una "comunidad sin hombres, compuesta de mujeres independientes, solteras y sin hijos" (p. 307), en cierto modo, profesaban una especie de lesbianismo sublimado. Algo en la línea de la leyenda de las amazonas de no ser porque el espíritu de esta sorority se condensaba en el nombre de su revista, Y, de la Reina Isabel de Castilla.
Por último, proclamo mi admiración por el ensayo de Begoña Pernas, Voces del lesbianismo en Vindicación Feminista. Es una pieza brevísima sobre el modo en que la citada revista, fundada por Lidia Falcón, y que se publicó entre 1976 y 1979, trató el lesbianismo. Es un análisis inteligente, matizado, muy sutil, de un texto, un subtexto y un metatexto.
Merece la pena el libraco. Enhorabuena al equipo investigador y a la profesora Osborne.