dilluns, 12 de març del 2007

Campos de Níjar de nuevo (2)

(Termino lo que empecé ayer. Como ya estoy de vuelta, puedo manejar mejor las fotos, de forma que las incluyo con pie).

Decía que hablaría de un hallazgo bibliográfico. En su obra sobre Níjar, Goytisolo cita un conocido pasaje de La rebelión de las masas, de Ortega, en el que el filósofo, a su vez, reproduce un vetusto texto de Sánchez de Toca según el cual, durante las celebraciones por la coronación de Carlos III, los habitantes de Níjar se emborracharon de tal manera que arrojaron por las ventanas todo lo que había en la villa de valor, dineros, cereales, muebles, todo tipo de bienes, tanto públicos como privados. Ortega lo ponía como ejemplo de su concepción de que "abandonada a su propia inclinación, la masa, sea la que sea, plebeya o "aristocrática", tiende siempre, por afán de vivir, a destruir las cosas de la vida." Supongo que un antropólogo hubiera visto en el singular hecho un ejemplo de un potlach generalizado.

El caso es que, hurgando entre los libros de un estanco, encontré un ejemplar facsimilar de reciente edición de la llamada Locura de Níjar por Carlos III, al cuidado de los eruditos Antonio Gil Albarracín y José Antonio Sabio Pinilla, quienes reproducen una especie de justa poética que se dio como consecuencia del frenesí etílico/borbónico de los nijereños en el que hubo un intercambio de quintillas satíricas a causa del hecho. Abrió el fuego don Ventura Lucas, a quien contestó, ofendido por la licencia, el señor alcalde de Níjar, secundándole después en el empeño la ilustrada nijareña doña Francisca Moreno, vecina por entonces de Madrid. Los ataques y contraataques en rima medida no tienen desperdicio. Valgan de ejemplo dos estrofas de don Ventura:

"Viva la Reyna, con modos,/y las Infantas Divinas,/(gritan) el Príncipe, y todos:/mueran Pollos y Gallinas,/Cimbrios, Lombardos y Godos./Con aquestos desbaratos/toda casa esta assolada,/no dejando tales tratos,/cazos, sillas, platos, nada,/ni aun la nada entre dos platos."

¿Que en dónde estaba el estanco? En Las Negras, un pueblín costero al que apenas se asomó Goytisolo por ser entonces insignificante, reducido a unas barcas de pesca. Al día de hoy, sin dejar de ser recogido, bulle de vida cosmopolita: tomamos unos cafés en un bar regentado por dos mujeres marroquíes que sólo hablaban árabe, en compañía de un alemán que se daba un aire a Hemingway. En la playa, el dueño de la academia de buceo, que también es centro de internet, sacaba su bote de la mar tirando de él con un Grand Cherokee.

Habíamos ido allí en busca de una colonia de hippies y nos encontramos con que muchxs de ellxs ya se habían instalado como buenxs burguesxs propietarixs de comercios, sin perder sus pintas contraculturales y convivían también con una abigarrada colonia de expatriadxs diseminada por los alrededores, en viviendas de todo tipo que, lejos de reducir el carácter agreste de la zona, lo acentúan.

Goytisolo casi no se ocupó del mar, que es de donde en buena medida procede hoy la riqueza de la provincia; ese mar azul añil bajo un cielo turquesa al que el caminante se aproxima desde plataformas calizas de caprichosas formas producidas por la erosión y que se remansa en las innumerables calas que pespuntan la costa, haciendo de cada pueblo un mundo aparte. De vez en cuando encontramos edificaciones costeras con fines defensivos que se fueron levantando a partir del siglo XVI, como el fuerte de San Ramón, impresionante baluarte que, como otros, se erigió para defender la minería de la zona. Se trataba de mantener a raya a los piratas berberiscos con un sistema de defensa y alarma que venía siendo común desde tiempos remotos. Así, en Torregarcía se alza la torre de igual nombre que data de 1502, famosa por haberse encontrado en ella (milagrosamente, claro) la imagen de la Virgen del Mar, patrona (o matrona, según se mire) de Almería. Esas torres cumplían la función de vigías, avisando mediante fuegos o fumatas a las vecinas de la presencia de los indeseables berberiscos.

Y de las calas, de San José, El Playazo, la Isleta del Moro, de nuevo al interior, a los paísajes duros, los páramos, la solana. Estamos en marzo y el calor semeja el de junio en otros lugares de la Península; no quiero pensar en qué será en julio o agosto. Y mucho menos cuando llegue full blast el cambio climático que ya se preanuncia por doquiera.

Hacemos breve parada en el hotel, un lugar extraordinario, perfectamente integrado en el paisaje que entra por múltiples huecos, pórticos, arcos, dando una especial luminosidad al interior en el que se emplea el agua como elemento decorativo en la tradición árabe. Es una construcción verdaderamente original, semiacastillada, con un a modo de foso rebosante de vegetación típica de la zona, palmitos, palmeras, pitas en la que se combinan diversos planos arquitéctónicos.

Y del hotel nos acercamos a El Pozo del Fraile,en busca de chuches para el niño. En este Pozo se produjo en los años veinte o treinta un tremendo drama pasional que inspiró a García Lorca sus Bodas de sangre, la historia de la "mujer perdida, aunque doncella". A la vista de los supermercados, los cajeros de 4B, las tiendas de recuerdos, los restaurantes italianos, las elegantes casas y cortijos enjalbegados, no diré yo que no puedan producirse hoy hechos similares, de iguales o superiores motivaciones oscuras y como telúricas, pues la naturaleza humana sobrenada a sus avatares en el siglo, a los que trata como cayucos a merced de la tormenta, pero los personajes ya no los pautarán con las ominosas impecraciones lorquianas, las agónicas salmodias de cuánto cuesta criar a lxs hijxs o arrancar los frutos a la tierra y de cómo hay que regar ésta con lágrimas y, a veces, con sangre derramada por navajas en cuya hoja refulge la fría luz de la luna.

Las tierras de Níjar, de toda la provincia almeriense, siguen siendo duras, ariscas, hoscas, siguen reverberando al sol y deshaciéndose en vaharadas bajo la calima, pero sus gentes y sus circunstancias han cambiado mucho, una enormidad. Las bestias de carga han dejado paso a la maquinaria moderna, los oscuros zaguanes a elegantes y coloridas construcciones con aire acondicionado movido con placas solares. En Rodalquilar se conservan las instalaciones de la antiquísima explotación aurífera, que ya pusieron en marcha los romanos y explotaron hasta finales de los años 80 los estadounidenses, esos romanos del siglo XX. Pertenecen ahora a la Junta de Andalucía, que las está integrando en un magnífico complejo ecoturístico con un jardín botánico muy cuidado y un vivero que no pudimos visitar. Es el sino de los tiempos,que también se dan en Níjar, la oscilación entre lo público y lo privado.

Retornamos a casa por la carretera de Murcia, atravesando los últimos parajes alucinados de esta provincia española siempre tan postergada, tan cerrada sobre sí misma, tan dura y ahora tan equilibrada, tan próspera, tan dinámica. Me ha alegrado mucho ver tanto cambio, tanta prosperidad y ver asimismo que, al menos de momento y en lo que hace al parque natural Cabo de Gata-Nijar, se mantiene un equilibrio muy aceptable entre el conservacionismo de los espacios naturales y las construcciones para usos turísticos. Nos prometemos volver con una caravana de alquiler, para aprovechar los muchos espacios previstos para esta forma de viajar. Ya veremos si lo hacemos.