dijous, 23 de juny del 2016

Esta escoria no dimite

La grabación de unas conversaciones entre el ministro del Interior, Fdez. Díaz, y el jefe de la Oficina Antifraude en Cataluña revelan a dos granujas complotando canalladas. Hasta aquí, nada del otro mundo, pues es costumbre que los gobernantes españoles sean un granujas, además de mangantes y meapilas, dicho sea de paso. Lo nuevo es que la conversación, previamente, grabada, se haya hecho pública. Su contenido revela maquinaciones e intenciones claramente delictivas, prevaricadoras, en el ministro y su correspondiente chupatintas, con el fin de causar daños a terceros inocentes y entorpecer o destruir un proceso político legal como el independentista. Es decir, hay una clara intención de dañar bienes juridicos ajenos y ya tendría que estar la Fiscalía tomando cartas en el asunto.

Porque tener un ministro presunto prevaricador no sucede todos los días.

Pero la Fiscalía no ha dicho aún nada; ni lo dirá, conociendo cómo las gastan estos sujetos del gobierno con la división de poderes. Y, si la Fiscalía está muda, imagínese cómo están los medios de comunicación españoles, escritos o audiovisuales. Ni uno solo ha dado la noticia. Como si no existiera. Todos silentes y escurridizos como galápagos.

Claro, al fin y al cabo, los dos presuntos delincuentes, el ministro y su amigo, estaban preparando marranadas contra Cataluña y el independentismo catalán y ya se sabe que, para los franquistas del gobierno, contra Cataluña vale todo. Hace años que así es con el apoyo de los nacionalistas españoles de todas las gamas del marrón. ¿O se ha olvidado cómo Podemos y Ada Colau cargaron sin piedad contra Mas y Trías, llamándolos mafiosos, utilizando como fuentes una misteriosos informes que eran y no eran de la policía al mismo tiempo? ¿Cómo Gemma Ubasart, de Podemos, se proponía fer servir l'odi contra Mas? En su día, Fdez. Díaz aseguró desconocer el origen de esos informes. Quizá ahora sepa algo más. Recuérdese que la relación de los psicópatas con la realidad es aturullada. A lo mejor ahora recuerda, quién sabe, que los fabricó él.

Por cierto, no pierdan el tiempo esperando disculpas de Podemos o de Colau por esos odiosos infundios. No las habrá. 

Se ha acusado al PSOE de las grabaciones. Paparruchas. Ha sido la policía nacional. En los cuatro años de mandato de la pareja de psicópatas, Fernández Días e Ignació Cosidó, han destrozado todo el sistema de seguridad, en parte por su incompetencia y en parte por el interés en tapar las mangancias de sus cómplices: el ático de Rodríguez, la Gürtel, la Púnica, la Infanta, todo se ha llenado de decisiones arbitrarias, destituciones, desplazamientos, cambios, que han generado un clima de animadversión general a esta pareja de siniestros payasos. Y ha acabado con esta grabación y su difusión. La  prueba es que tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil niegan que Fdez. Díaz sea una víctima y piden su dimisión. 

¿Dimitir yo? Barbotea entre rezo y rezo este santurrón opusino de colmillo retorcido. ¡Antes nevará en el infierno! Y sin embargo, eso es poco. Ya no basta con que dimita: ahora debe ser procesado por presunta prevaricación. 

La segunda tanda de las grabaciones ha aportado esa monstruosidad en que el tipo antifraude se jacta con el ministro de haber "destrozado la sanidad pública" catalana. Cuesta creer que haya alguien tan canalla y mal nacido que pueda presumir de esa barbaridad y que otro no menos canalla y mal nacido lo escuche sin sublevarse. Cuesta, pero hay que rendirse a la evidencia. Contra Cataluña, cada vez más claro, vale todo, por ejemplo, matar catalanes indiscriminadamente. Porque si alguien destruye el sistema sanitario de otros, los está matando. Ahora ya, hasta el diario El País reconoce que en el ministerio del Interior hay una "policía patriótica" (o, sea, una policía política) dedicada a combatir el independentismo catalán  a las órdenes de estos psicópatas. 

Quedan por averiguar dos o tres puntos algo borrosos: cuánto de esta monstruosidad sabía el presidente Sobresueldos. Él lo niega. Pero ¿quién concede crédito a su palabra? ¿Cómo confiar en estos sujetos sin límites morales y sin escúpulos el recuento de las proximas elecciones? No lo creo posible ni conveniente. Los franquistas no saben lo que son elecciones libres. Sería muy conveniente pedir la asignación de observadores internacionales para que estos sinvergüenzas no hagan las trampas a que están acostumbrados.

En todo caso, esta banda de ladrones y prevaricadores volverá a pesentarse a las elecciones. Y siete millones de bípedos implumes sedicentemente racionales los votarán.

Con el Bosco empieza todo

Quienes se decidan a visitar la exposición de El Bosco en el museo del Prado, se armen de paciencia porque está todo petado a tope durante todo el día. No tanto como si fuera el metro en hora punta, pero se le acerca. Hay que pasar minutos divisando trozos de sus pinturas más célebres entre cabezas de otros visitantes hasta que, por fin, consigue uno aproximarse al cuadro de que se trate. Por fortuna el Bosco pide que se le contemple desde muy cerca. Si fueran necesarias distancias mayores, sería imposible.

¿Qué tiene este pintor flamenco del siglo XV/XVI, del que no sabemos casi nada y que dejó apenas dos docenas de obras y de la autoría de algunas hay dudas? ¿Por qué es un éxito de público y atrae de este modo a las masas un artista complicado, muy cerrado en sí mismo, nada convencional y de significado generalmente incomprensible? Pues por todo eso. Es decir, en el fondo, no lo sabemos. Casi todos sus cuadros nos son familiares y siempre que hemos tenido ocasión de verlos, en Lisboa, en El Escorial, en El Prado, etc, lo hemos hecho del mismo modo, deteniéndonos en la contemplación, escudriñandolos de cerca, descubriendo generalmente figuras o detalles que se nos habían escapado y matizando nuestro juicio. Una visión de conjunto de sus obras es imposible. Sí puede serlo cada obra completa, sobre todo los retablos más famosos El carro de heno o El jardín de las delicias. ¿Qué diríamos que representan en general? En principio, está claro: un cuadro completísimo de la sociedad centroeuropea bajomedieval. Oficios, profesiones, fiestas, costumbres, usos, muchos de los cuales nos son hoy incompresibles y de imposible acceso. Es asimismo una pintura alegórica y simbólica sobre ese recio fondo realista; y muchos de esos símbolos y alegorías, muy variadas en una época en que que el conocimiento se transmitía, sin duda, por la escritura pero solo en pequeña medida, pues casi nadie sabía leer ni escribir. Los mensajes se transmitían por imágenes y es el contenido significativo de muchas de ellas el que se nos escapa hoy día.

El Bosco es un pintor profundamente moralizante, aunque no religioso, y el contenido de esa moralización es el del cristianismo a punto ya de iniciar la Reforma, el prerrenacentista, el que se ha llamado "humanista" a partir de Erasmo de Rotterdam, buen amigo del Bosco quien, como este, fustigaba los vicios del cristianismo, la vida disipada del clero, la prevalencia de síntomas del pecado y la prevaricación en el mismo solio de San Pedro. Pero ninguno de los dos quería romper con Roma por lo que esta se salvó en su magnificencia, emprendiendo luego la singladura del catolicismo. El Bosco habla un lenguaje que entenderán todos los cristianos, aunque luego no se lo apliquen: sacrificio, penitencia, odio al lujo, el oropel, las vanidades mundanas y un comportamiento humano rígidamente enmarcado en un cuadro ascético de combate de los siete pecados capitales (recuérdese, una obra muy señalada del pintor). Añádase una comprensión metafísica de la esencia humana en los tres momentos decisivos del individuo, como nacimiento, desarrollo y muerte, pasados al terreno filogénético en las imágenes del paraíso terrenal, la vida mundana y el infierno. 

Varias de sus obras, tanto propias como de taller, centran el foco en situaciones o cuestiones concretas y son en sí mismas casi manifiestos. Las tentaciones de San Antonio que, casualmente encabezan el Palinuro de este mes, una de las diversas variantes -y todas muy distintas- que trabajó el artista, son un mundo. Todas ellas. Una, que había sido habitualmente atribuida al mayor discípulo del Bosco, Breughel, es la que inspira el impresionante relato de Flaubert, Las tentaciones de San Antonio, cuya lectura turba de tal modo el ánimo del lector culto que no vuelve a ser el mismo, al menos a mi juicio. Por eso, acercarse a la narración flaubertiana se convierte en una especie de iniciación mística. En el caso de la versión que figura en la entrada de Palinuro hoy, la motivación es la que figura en la casa de la izquierda con el rostro de la mujer, una evidente Celestina en una casa de lenocinio. Las tentaciones de San Antonio solían ser lujuriosas, aunque también hubiera otras.

El Bosco retrata su época en el contexto convencional del día  día, pero lo hace siempre en el terreno distorsionado de la aplicación moralizante: el estado de felicidad del paraíso, la terrible lucha entre la virtud y el vicio del mundo, el demonio y la carne y, por último los sufrimientos eternos de los infelices condenados en l infierno. 

Lo característico de la pintura bosquiana, sin embargo son las composiciones y los productos de la imaginación del autor. Algo insólito, nunca visto antes y nunca visto después. Por supuesto que el Bosco ha dejado un rastro amplísimo de influencia en todas las actividades posteriores de todas las épocas. Nadie medianamente creador ve estas obras y se conforma con la vista. El mencionado Breughel es un ejemplo típico, pero también lo era gran parte de la evolución posterior del arte. Los simbolistas recurrieron con frecuencia a nuestro autor, pero fueron los surrealistas los que lo proclamaron uno de los suyos y Dalí quien produjo una Tentación de San Antonio como una expresión visual y una experiencia mística. 

Innecesario señalar que el Bosco, como buen pintor onírico, podría servir como manual ilustrado para la interpretación de los sueños de Freud, como ya había funcionado en cuanto modelo para algunas d las peripecias de Alicia en el país de las maravillas.En realidad su proyección llega a donde menos se pueda imaginar. Por ejemplo, a Big Sur y las naranjas de Hieronymus Bosch, un libro a su vez desconcertante de Henry Miller.

En definitiva, un arte puesto al servicio de los novísimos con capacidad para reinterpretar el decurso de la vida humana como un combate permanente entre la esencia y la apariencia, la verdad y el engaño, la salvación y la condenación.    

dimecres, 22 de juny del 2016

Esta escoria que gobierna

Salen a la luz unas grabaciones telefónicas del ministro del Interior, el de la ley mordaza (para los demás; no para él) con un alto funcionario de la Oficina Antifraude en Cataluña tratando de encontrar (quién sabe si de fabricar) escándalos y delitos de qué acusar a sus adversarios políticos, los independentistas. Probablemente, esto de que el zapatones superior de la policía intrigue para cargar delitos inventados o falsos sobre gente a la que quiere hundir, lo hacen todos. Hasta hay un nombre, framing. Cuando la policía quiere cargarte un delito, hace un registro en tu casa y casualmente "encuentra" medio kilo de cocaína debajo de tu cama o de trilita en el el frigorífico. La diferencia con España es que en España, como son tan malos, los cogen enseguida.

El principal responsable de la Ley Mordaza estaba cumpliendo con su deber de caballero de la Orden de no sé qué del Santo Seupulcro y los grandes expresos europeos a base de "cerrar España" contra extranjeros, advenedizos, descreídos, infieles e independentistas. Cerrar España con estos últimos dentro y sin posibilidad de moverse, ni hablar ni actuar; a ser posible, presos ¡Qué no hubieran dado los interlocutores que encontrar algún desfalco, algún latrocinio en el que enredar a los independentistas! Incluso fabricando las pruebas. Pero no hay nada, al menos nada parecido a lo que los del PP tienen montado.

Oriol Junqueras y otros dirigentes independentistas pidieron de inmediato la dimisión de los dos Avinaretas, como es lógico y como ya hubiera pasado en los demás países europeos. Pues que esperen sentados. Estos pájaros no dimiten ni aunque los pillen con la mano en el cepillo de la iglesia a la que son tan aficionados. Todo lo más puede pasar que intenten aplicar la Ley Mordaza, esa inmundicia represiva, a los adversarios. Por lo demás, dimitir, piensan, de qué y por qué? Nadie en este gobierno de mangantes ha dimitido por nada como no hayan sido Ana Mato y José Manuel Soria y esos dos estaban prácticamente ya en busca y captura judicial. ¿El resto? ¿Los demás, ministros, los presidentes de Comunidades Autónomas, presidentes de organismos autónomos, los diputados, consejeros, alcaldes, concejales, a salvo y de rositas e impartiendo doctrina sobre la transparencia democrática, cosa en la que están tan versados como en la escritura lineal B.

¿Cómo va a dimitir nadie de esta cuadrilla de indeseables, pertenecientes a un partido imputado penalmente si su presidente, quien debiera haberlo hecho hace años, cuando se descubrió que, además de su salario a cuenta del Estado, cobraba jugosos sobresueldos de origen turbio, lleva cuatro y medio sentado en un sillón al que no tiene ningún derecho moralmente hablando? Y no solamente es un tipo bajo sospecha sino alguien muy activo en las medidas de su gobierno en favor de la transparencia democrática, ninguna de las cuales ha servido nunca para nada ni se ha aplicado jamás.

Y así, poco más o menos, son todos: la vicepresidenta del gobierno es una ratita hacendosa que, además de haber cobrado los correspondientes sobresueldos, aprovecha el cargo para mentir pro domo sua y amenazar a la oposición.

El ministro de Hacienda, Nosferatu redivivo, emplea su tiempo en diseñar amnistías fiscales para sus amigos, colegas, deudos y mecenas del partido/asociación de malhechores.

El ministro de Exteriores, una especie de chusquero sentencioso de cuarto de banderas, está especializado en enviar analfabetos democráticos y necios a explicar n las cacillerías extranjeras la grandeza de una Constitución a la que se opusieron con uñas y dientes.

El ministro de Defensa, un pavo estirado, perteneciente al más rancio franquismo militar, que es como el franquismo del franquismo, tiene muy satisfechas a las empresas de armamento en que trabajó antes de dedicarse a endeudar su país hasta el agobio comprando armas que no necesita para nada.

La ministra de Empleo ys Seguridad social, principal responsable del gigantesco expolio de 40.000 millones de euros del fondo de las pensiones, tiene a toda la corte celestial apuntada a paro a ver si, por lo menos, se lo bendicen.

El ministro de Justicia, un catalán de apellido y bobo de talante, tiene a todas las profesiones jurídicas en pie de guerra por su fabulosa serie de fracasos de gestion.

El ministro de Educación, un petimetre que no entiende nada del negociado que le han encomendado, solo está interesado en mantener altas las tasas educativas para que la gente sin recursos no tenga que sufrir aprendiendo cosas.

Si ninguno de estos mendas dimite, ¿por qué había de hacerlo el ministro de Interior porque le hayan pillado complotando para fabricar marrones a los independentistas? Que se ande con ojo ese Oriol Junqueras, no vayan a aplicarle la Ley Mordaza por falta de respeto a la autoridad.

Referéndum, República, Independencia

El referéndum catalán es la cuestión crucial de la política española hoy. Hace años, siglos, que Cataluña es el gran problema de España y la que una y otra vez muestra la falacia de una "nación española". Tal ente de (sin)razón no existe ni ha existido jamás a causa de una oligarquía dominante del Estado, corrupta, autoritaria, reaccionaria y clerical. Esa oligarquía nunca estuvo interesada en fraguar una nación española sino en parasitar un Estado renqueante que, a su vez, vivía de esquilmar todo cuanto había en torno suyo, primero las colonias ultramarinas y luego las peninsulares.

Hace años asimismo que Palinuro viene avisando de que la cuestión central en España es Cataluña. Al principio, me miraban como si me faltara un tornillo; luego como si fuera un enfermo contagioso; más tarde como Pepito Grillo, siempre dando la tabarra; después como un enemigo de España; ahora son ya todos especialistas en Cataluña y tienen la solución al problema dibujada en la servilleta de un bar tomando unas cañas.

En mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado el referéndum català, la porta de la República Catalana, me ocupo de estos asuntos, de cómo la política española hoy, guste o no guste, gira en torno a Cataluña y de las conscuencias que para Cataluña pueda tener el voto de la CUP de rechazo a los presupuestos.

Aquí, la versión castellana:

El referéndum, la puerta a la República Catalana independiente.

El referéndum catalán es la piedra de toque de la política española. No quieren reconocerlo, pero así es. Pedro Sánchez ya dijo en su momento que no hubo gobierno de coalición de progreso después de las elecciones del 20 de diciembre por culpa de los independentistas catalanes. La afirmación es algo exagerada pero demuestra la afirmación de que la cuestión catalana es, en realidad, la cuestión española. Por si hubiera alguna duda, el socialista lo ha repetido: el PSOE no apoyará gobierno alguno de Podemos si este no renuncia a su propuesta de un referéndum catalán.

¿Por qué hay esta inquina al referéndum, hasta el punto de que no parece importar al PSOE el quedar ante la opinión como quien hizo imposible un gobierno de la izquierda en España? Pues simplemente y al margen de otras consideraciones, porque los nacionalistas españoles, sean del PP o del PSOE temen que pueda salir el “sí” a la independencia y eso abriría un camino imparable a través de una República Catalana.

Efectivamente, el susto es mayúsculo. Hasta el punto de que la vetusta Vanguardia manipulaba una noticia sobre un sondeo de intención de voto en relación con la independencia para hacer ver que esta, siendo la opción mayoritaria, no llegaría a la mayoría absoluta. Sin embargo, con los datos de la misma encuesta, sí llegan y sobrepasan holgadamente dicha mayoría absoluta.

Carece de sentido indagar en el pasado para buscar responsables de la situación actual. Hace unos años, la opción independentista era considerable, pero minoritaria. Hoy es mayoritaria y uno de los motivos por los que se ha llegado a esta situación es la particular incompetencia del gobierno español y su leal oposición que, en lo tocante a Cataluña, no se opone en absoluto. En lugar de comprender la situación y cambiar el proceder, quizá arbitrando políticas más flexibles que permitan la negociación, la reacción es típicamente española y consiste en sostenerla y no enmendarla, como siempre. Según Podemos, unos años más de PP y se hace independentista hasta Valladolid. Según lo que muestra la experiencia, unos años más de nacionalismo español, incluido el de Podemos, y la independencia no será la opción mayoritaria en Cataluña, sino la unánime.

En este contexto, suscita especial preocupación la actitud de la CUP de rechazar lo presupuestos de la Generalitat. Sus dos consecuencias –la dimisión de los cupaires de Poble Lliure por un lado y la reafirmación del sector negacionista por otro- no hacen más que intensificar la preocupación. Antonio Baños lo sintetiza muy bien al afirmar que el rechazo a los presupuestos abre la disyuntiva de Puigdemont o elecciones anticipadas Rufian extrae las consecuencias de esa disyuntiva de un modo contundente: si Puigdemont pierde la cuestión de confianza, la reacción del nacionalismo español será “brutal”. O sea, la CUP ha demostrado una falta de capacidad de política parlamentaria muy grave porque con su rechazo a los presupuestos, se ha atado las manos. Llegado el momento, la CUP no podrá votar “no” a la cuestión de confianza a Puigdemont porque, de hacerse, habría elecciones anticipadas, cuyos resultados para la CUP no se prevén óptimos.

El referéndum catalán es el punto central de la política española, el que la condiciona de modo absoluto. Administrar esta condición es vital para la continuidad del proceso y una Cataluña al albur de unas elecciones anticipadas, no podrá hacerlo. El sondeo citado augura un gobierno de la Generalitat con una mayoría reforzada. Pero se trata de un sondeo y el resultado final de la votación puede ser otro. Uno que frustre una ocasión única. Está por verse el resultado de las elecciones del 26J. Si surge una mayoría de izquierda, pero no absoluta, la cuestión del referéndum catalán se planteará con todas sus consecuencias. En ese debate no será lo mismo que el nacionalismo español tenga enfrente una gobierno independentista a que tenga otro de otra naturaleza.

dimarts, 21 de juny del 2016

Mi pálpito para el 26J

A cinco días de las elecciones prácticamente está todo dicho, a reserva, naturalmente, de que algún imprevisto todavía provoque más juego sucio, algún otro golpe bajo, más insultos, difamaciones y agresiones. Muy en especial, los dos protagonistas del enfrentamiento, el PSOE y Podemos, que llevan días enzarzados, destrozándose mutuamente, mientras deslizan embustes e hipocresías acerca de que su auténtico enemigo es el PP. Desde luego, a veces, reafirman su interés en vencerlo, pero como de pasada porque en seguida vuelven a sus ataques mutuos.

Es la vieja cantinela de la izquierda española. Viene de antiguo y, aunque todos maldicen este enfrentamiento, nadie hace nada por evitarlo o ponerle término. El odio que se profesan respectivamente es muy superior a la necesidad de acabar con un gobierno de la derecha antipopular, corrupto, franquista y clerical. Y así le va al país. Y, a todo esto, mientras la derecha mira la bronca encantada y haciendo risas, muy segura de que la izquierda española jamás llegará a una unidad de acción porque su antagonismo es incorregible, mortal.

Acabamos de pasar seis meses inenarrables de bronca, ataques, desplantes, agravios, infundios, etc., todo ello regado con encuestas y sondeos hechos sur la tête du client, según el medio en que se publicaban. Prácticamente todos vaticinan el "sorpasso" de Unidos Podemos al PSOE -el viejo sueño comunista-, dejan al PP en primera posición, elevan a los morados a la segunda y dejan al PSOE en tercer lugar. Es bastante posible, ¿por qué no? Y coincide con el aluvión de artículos, análisis, columnas, vídeos, películas y demás vehículos de propaganda del PP y de Podemos que, en esto, tienen un interés convergente: el más votado, el PP; después, Podemos y, de ese modo se espera que, asustado, el PSOE facilite un gobierno de la derecha si no acepta la generosa oferta del Sobresueldos de formar una gran coalición cuyo cometido principal es salvarlo de un futuro penal cada vez más claro.

Los de Podemos dan crédito a estos sondeos y los airean en las redes, literalmente infestadas de trolls, como si se los creyeran. Por supuesto, no hay sondeos ni encuestas que los contradigan porque, como se sabe, el PSOE no tiene una batería de medios de comunicación a su exclusivo servicio, como tienen el PP y Podemos. Así, su destino es el de ser atacado por todos, sin más posibilidades de defenderse de las que pueda tener el bueno de Sánchez en los mítines. Y esto mientras los de Podemos gritan a los cuatro vientos desde sus canales de televisión y sus periódicos digitales que son el partido más atacado por los demás. Algo obviamente falso: los trolls de Podemos no paran de atacar al PSOE en todos los medios y frentes. Tómese el ejemplo de la repugnante campaña contra Sánchez por racista, secundada con absoluto desparpajo por xenófobos como Albiol. En su última entrevista a Ana Pastor (uno de los grandes escaparates mediáticos de Podemos), Iglesias aseguró que ningún dirigente ni cuadro de Podemos había secundado esa infamia. Falso: las redes reververaban de ataques de trolls de Podemos a Sánchez.

Palinuro es socialdemócrata de izquierda (y republicano) desde mucho antes de que Pablo Iglesias encontrara conveniente atribuirse esta condición con la misma originalidad con que hace todo lo demás. Por ello, no profesa simpatía alguna por Sánchez ni por ese PSOE partidillo dinástico, semiclerical y lacayuno en que Rubalcaba y su discípulo han dejado reducido el viejo partido de Pablo Iglesias, el de verdad. Pero que no sienta simpatía por él no quiere decir que no le reconozca sus méritos pasados y su condición residual de partido de izquierda, así como reconoce en Podemos un rescoldo del fracasado intento de constituirse en una nueva izquierda libre de las ataduras dogmáticas del comunismo de catón y tentetieso del camarada Anguita. Y mucho menos que pase por alto un hecho , ya mencionado, que nadie con un mínimo sentido de la nobleza puede ignorar: esta campaña ha sido la de todos contra el PSOE, incluso por parte de algunos socialistas más abruptos que la media, que no ha podido defenderse por falta de recursos mediáticos, monopolizados por los otros partidos, especialmente Podemos.

Pues bien, llegados aquí, con esta batería de encuestas a la vista, el pálpito de Palinuro respecto al 26J es distinto. Todas estas encuestas y el ruido mediático que las acompaña de los "intelectuales orgánicos" de la derecha y la izquierda registran los movimientos superficiales de la opinión: estos suben dos décimas, aquellos bajan cuatro, Podemos se acerca al PP, etc. Sin embargo, a la opinión, como a las aguas de los océanos y hasta el clima de la tierra, los  mueven la corrientes submarinas profundas, las que no se ven, pero cuyos efectos pueden sentirse de forma abrumadora cuando menos se piense. Según esta imagen, el pálpito de Palinuro es que, así como en un un par de días, en el Reino Unido, ganarán los contrarios al "Brexit",  el 26 de junio no habrá sorpasso de Podemos al PSOE, que este se mantendrá, ya veremos a qué distancia y que tanto PP como Ciudadanos bajarán  alejando definitivamente la posibilidad de un gobierno de la derecha y abriendo la de un gobierno de la izquierda.

En mi opinión, los ataques bajunos al PSOE (desde la cal viva al racismo de Sánchez) han conseguido lo contrario de lo que buscaban: movilizar al electorado socialista, herir en el orgullo a la militancia y provocar una reacción contraria que se verá en la votación. De igual modo, la omnipresencia de los ideólogos, dirigentes y simples comparsas de Podemos en todos los medios audiovisuales hasta el hartazgo, la vaciedad de su discurso, su petulancia, arrogancia y cursilería, han provocado y provocan cada vez más reacciones de rechazo de un pueblo ya muy escarmentado a quien vienen a salvar unos perdonavidas cuya única tarea parece ser sonreír. 

No obstante, y ello es para felicitarse sobremanera, parece incontrovertible que las dos fuerzas de la izquierda rozarán la mayoría absoluta. En qué respectiva proporción es ahora ya irrelevante. Lo esencial es empujar a ambas para acercarse al objetivo de esa mayoría absoluta. Se trata de no estropearlo, de dejar los odios cainitas, las envidias, los rencores y los narcisismos heridos. Unidos Podemos ha tenido el acierto de ocultar el fantoche de Anguita (tras los errores de los primeros momentos de dejar que largara sus simplezas en público), igual que los socialistas se han olvidado de Felipe González y solo han tirado de Zapatero, para no ofrecer mucho flanco desguarnecido a los posibles ataques a la corrupción y la decadencia moral del que antaño simbolizara el cambio en España.

Así se debe seguir. En el resto de la campaña es preciso explicar a la gente el desastre pasado, presente y futuro de una derecha franquista de afición y ladrona de convicción. Hay que ir juntos a todas partes y afirmar que habrá un gobierno de izquierda que este país necesita si quiere sobrevivir con dignidad.

Y los electores de izquierda debemos ir a votar, igual que la derecha irá a votar por los suyos. La izquierda no puede, no debe abstenerse. En España debe votar por una de las dos opciones de la izquierda. En Cataluña, Palinuro tiene un pálpito distinto, claro es, y encuentra mucho más recomendable votar por CDC o ERC, especialmente ERC por su carácter inequívocamente republicano con el que simpatiza. 

Esta dualidad España/Cataluña plantea un problema decisivo con el que se cerrará este post, tras insistir en la necesidad de que la izquierda española no se quede en casa. Si los de Unidos Podemos quieren el sorpasso al PSOE (y están en su derecho, como siempre hemos dicho aquí), que voten a su organización. Si los socialistas quieren evitar ese sorpasso (con no menor derecho que el de los otros) deben acudir en masa a votar a su partido.

La izquierda puede ganar. Esta ocasión de mandar a la derecha a cuidar su calendario procesal no debe pasar de largo.

Solo hay un problema: el compromiso de Unidos Podemos con el referéndum de Cataluña y la oposición cerrada del PSOE a que se celebre, con amenaza incluida de que, si se insiste en aquel, no habrá gobierno de izquierda en España. Es realmente patético porque esta feroz intransigencia prueba que, en definitiva, el verdadero obstáculo al gobierno de progreso en España es el PSOE.  Por supuesto, si se alcanza la mayoría absoluta uno de los dos socios tendrá que ceder y, según parece, lo más probable es que sea Unidos Podemos, para quien el referéndum no fue nunca una "línea roja". Las consecuencias de esto son difíciles de calibrar y tampoco relevantes de momento porque esta poibilidad de mayoría absoluta es dudosa.

 Pero, ¿y si se alcanza una mayoría relativa que podría convertirse en absoluta con los votos de los independentistas catalanes? ¿También aquí pondría el PSOE la línea roja en el referéndum? Si así fuera no se ve cómo los socialistas convencerían a sus compatriotas de que el principal obstáculo a un gobierno de izquierda es, precisamente, su partido. 

La verdadera razón que subyace en el PSOE para su cerrada negativa a un referéndum catalán de autodeterminación es el temor a perder votos en España. Se trata, sin embargo, de una apresión infundada. Podemos lleva meses propugnando ese referéndum (otra cosa es en qué condiciones reales) y eso no le hace perder votos sino, al contrario: los gana. 

No. El problema no son los votos. El problema es una cuestión de principios que el PSOE comparte con el PP y Ciudadanos: su idea de la nación española eterna, inmutable y, por lo que se ve, monárquica y clerical. Llegados a ese punto en que el nacionalismo español de derechas, centro e izquierda se manifiesta, o pone en pie un gobierno de gran coalición o vamos a unas terceras elecciones, quizá con un interregno tecnocrático, para dar tiempo a cambiar los gallos del gallinero. 

Entre tanto, los catalanes podrían aprovechar para constituir su República Catalana. Pero de eso hablaremos en el post de mañana.

dilluns, 20 de juny del 2016

La inmensa minoría

Los sondeos y los medios son unánimes: el PSOE puede verse sorpassado por Unidos Podemos. Casi todos auguran que los socialistas quedarán terceros en cantidad de votos y algunos se atreven a decir que también serán terceros en escaños. Un panorama sombrío. Otros ven ya la sombra de la disolución del viejo PSOE que, por lo demás, tampoco era tan viejo pues procede de una especie de golpe de mano dado en Suresnes, en 1974, cuando la organizació histórica se venía abajo ante el empuje de una joven guardia articulada en el interior. Ahora podría estar pasando lo mismo con algún actor cambiado. Lo mismo quiere decir, para entendernos, un proceso de "pasokización".

Pero también podría suceder que nada de eso se cumpla y que, confrontado con tan siniestros augurios y en virtud de la metáfora del underdog en la disputa electoral, el PSOE remontara en la última semana de la campaña en la que hay tantos indecisos. Al fin y al cabo, no se trata tampoco de dar un salto en la intención de voto sino de mantenerse en donde estaban y, si acaso, no dejarse empujar al tercer lugar.

De hecho, ya lo hemos señalado: según todos los sondeos ninguna combinación será posible sin el PSOE pero el PSOE saldrá perdiendo en todas las combinaciones actualmente posibles. De aquí que sus adversarios traten de ponerle entre la espada y la pared para que diga ya con quién pactará llegado el caso. Es la urgencia que le plantea a Sánchez una y otra vez Pablo Iglesias pensando, probablemente, que así debilita al PSOE al que, por otro lado, anuncia permanentemente su voluntad de llegar a acuerdos. Se trata de una trampa tan evidente y elemental que da un poco de vergüenza escucharla sobre todo con esa zalamería hipócrita que se gastan los dirigentes de Podemos, siempre soltando insidias con la mirada baja.

¿A quién se le ocurrirá adquirir un compromiso -por ejemplo, decir de antemano con quién pacta- antes de encontrarse en posesión de la información necesaria para adoptar una decisión correcta? Obviamente eso puede hacerlo Podemos, cuyo radicalismo político lo aisla de tal modo, al igual que al PP, que sus posibilidades de pacto son muy reducidas. Se limitan al PSOE al que, por otro lado, quiere aniquilar. Una situación que está en la base de esa irritante ambigüedad en las declaraciones que equivalen a algo así como "necesitamos y queremos mucho a estos hijos de perra a los que querríamos ver muertos".

En realidad, lo mejor que puede hacer el PSOE, partido que suele tener un alto porcentaje de voto oculto, es justamente no soltar prendas sobre su voluntad de acuerdos, como le urge Podemos, con la peor intención del mundo. Mantener la incertidumbre es lo mejor que pueden hacer los socilaistas, lo cual coincide, además con la incertidumbre de amplios sectores de opinión, la inmensa minoría de los indecisos.


Wyeth, padre e hijo

La pintura es un arte difícil. Es raro que se consiga dominar de forma autodidacta. Normalmente requiere mucho aprendizaje y tesón, aunque a veces se den casos de pintores que han dominado el oficio sin aprendizaje formal. Es en gran medida el de los Wyeth, abuelo, padre e hijo, todos ellos autodidactas, con la peculiaridad añadida de ser una saga en la que los padres enseñaron a los hijos los secretos del oficio. Cosa tampoco frecuente en la pintura, aunque también se haya dado, como se ve en el caso de los Holbein, los Breughel, los Madrazo, etc. En el de los Wyeth, la saga abarca tres generaciones: el abuelo N. C. Wyeth, pintor y, sobre todo, ilustrador de publicaciones, Andrew y Jamie Wyeth, que son el objeto de la actual exposición del Thyssen-Bornemisza. No conozco caso igual en la pintura norteamericana salvo el del pintor Charles Willson Peale, que bautizó a sus hijos con los nombres de los más famosos artistas de su oficio y, como tuvo muchos y de los dos sexos, hubo Rembrandt y Tiziano Peale (que siguieron los pasos del padre)  y también Sofonisba o Angelica Kauffmann Peale, que no los siguieron.

La exposición del Thyssen, sin embargo, es de poca monta para el precio de la entrada. Cada vez es más evidente que este museo está concebido más como un negocio que como un verdadero museo. No es un abuso pedirle que, cuando las exposiciones exhiban tan escaso material, pongan precios más bajos. En este caso, de ambos pintores no solamente faltan algunas de las obras más representativas (como el mundo de Cristina), de Andre Wyeth o el retrato de Kennedy, de Jamie Wyeth, sino también otros muestras de su producción, muy representativas, como las pinturas de Helga, de Wyeth padre.

Fuertemente influido por Winslow Homer y Edward Hopper, Wyeth, alcanzó gran reconocimiento en vida, si bien no exento de crítica. En realidad, el conjunto de su obra es campo de controversia precisamente por su fuerte carácter realista y naturalista. En verdad, es mucho más que eso, pero es difícil que la crítica, lastrada por su escaso aprecio por los materiales de Wyeth, básicamente acuarelas y temple, llegue más al fondo de la cuestión. A primera vista, Wyeth es un pintor de colorido local: tipos familiares, paisajes no menos familiares, animales domésticos y peripecias de la vida cotidiana. Pero todos esos temas están engarzados en una filosofía de la existencia casi oriental, una integración de la vida humana en los ritmos de la naturaleza y un sentido de esta que lo impregna todo de armonia. En casa de los Wyeth se veneraba la memoria de Henry David Thoreau y no solo por la desobediencia civil sino, sobre todo, por Walden Two. El propio Andrew se lo repetía a su hijo al enseñarle: hay que pintar aquello que uno ve, lo que rodea a uno y uno ama. También decía que, en el fondo, él era un pintor abstracto y no le falta cierta razón, bastante de su obra (y hay algunos ejemplos ene la exposición) se acercan al expresionismo abstracto.

La gama de temas de Wyeth senior fue la misma a lo largo de su vida pero, en algún momento, ya avanzada esta, amplió el abanico para acoger otros asuntos, singularmente desnudos. No obstante, por apartada que fuera está temática de su obra de siempre, también está impregnada de esa visión de equilibrio natural quizá a punto de romperse, pero captado antes de hacerlo.

La otra parte de la exposición, la dedicada al hijo, Jamie Wyeth, tan autodidacta como el padre presenta un especial interés porque permite detectar los elementos de continuidad y los de ruptura, la tradición y la innovación. El punto central de este juicio se concentra en el famoso retrato de su padre, una obra sorprendente en la que se reflejan dos mundos: el que mira al hijo que pinta y el que mira al padre modelo. Jamie Wyeth no solamente amplía la gama temática sino también los recursos. Hay en él una predilección por el óleo combinado con otros materiales. 

En cuanto a la temática, parece como si Jamie Wyeth tratara de ahogar las fuertes raíces regionales, en el fondo campesinas, que lo unen a su pasado, con una apropiación de todos los demás estilos a mano, singularmente cosmopolitas. El resultado es una gran variedad temática, con importancia grande del dibujo y una relativa heterogeneidad. Jamie tiene igualmente una vena política. Fue el encargado de pintar un retrato de John F. Kennedy  post-mortem que la familia no aceptó al final y ha sido el retratista de Jimmy Carter. 

La tradición de la América profunda parece diluirse en el último eslabón de esta saga de artistas.


diumenge, 19 de juny del 2016

El país de "El País"

El editorial de hoy en el diario de PRISA, la obra conjunta de Iglesias y Rajoy, es una pieza maestra que interesará por fuerza a políticos, politólogos, juristas, historiadores y psiquiatras. Una pieza maestra por lo que dice, lo que no dice y lo que desdice.

Léase con atención. El diario analiza el país que el propio diario ha fabricado a base de sondeos de Metroscopia, y da por buena la conclusión: si nada cambia y el electorado (ahíto de simplezas de propaganda electoral, según el editorialista) no domeña sus inclinaciones más extremas, el PSOE y Podemos podrían llegar a la mayoría absoluta.

¡Pero eso no puede ser! Los dos partidos extremistas, PP y Podemos han pervertido todo a base de polarizarlo. Nada de diálogo, entendimiento y puentes. Al degüello mutuo. Para ilustrarlo, "El País" trae una foto almibarada, reflejo de una gran cercanía y amistad entre los dos líderes. Y, si alguna duda cabe, el rostro arrobado de la señora Bescansa, a punto de levitar en su femenino segundo plano, la disipará. ¿Enfrentados estos dos? Más bien lo contrario: compas mutuamente encantados.

En absoluto, señalan los analistas de PRISA. Esas buenas formas revelan en realidad un antagonismo a muerte. Tras las sonrisas, los puñales.  Además, aunque los dos partidos tengan apoyos mayoritarios, son los que suscitan mayor rechazo. ¿Eso cuadra? Al parecer, sí. El razonamiento es: se odian pero se quieren porque se necesitan para destruir las opciones intermedias. En concreto la coalición recomendable, la sensata, la del centro, la del juste milieu, la que gusta a "El País", PSOE y C's. Justo la que parece ir de bajada.

Los sondeos se empeñan en pronosticar una coalición poco recomendable entre PSOE y Podemos. Poco recomendable para "El País". Es, en cambio, la que apoyamos muchos. Palinuro desde siempre y con el añadido de los independentistas catalanes. Pero esa coalición despierta muchas objeciones dentro de la izquierda en general: los de IU andan molestos con los de Podemos porque se sienten absorbidos. Los de Podemos se consideran lastrados por la momia de Lenin que traen en el furgón los comunistas de IU. Y quedan por ver los resultados numéricos concretos. Si Unidos Podemos aventaja en votos y/o escaños a los socialistas, ¿aceptarán estos formar gobierno como socio menor? La pregunta puede dirigirse a los otros también: si el PSOE aventaja, ¿querrá Podemos sentarse en el transportín? Son cuestiones vivas, que se resolverán llegado el momento.

Al término de una campaña electoral con un porcentaje altísimo de indecisos, algo es de agradecer: la izquierda recupera el sentido de eficacia del voto. Votar es decisivo para echar de La Moncloa a un gobierno impresentable, corrupto, fracasado, autoritario, clerical y neofranquista. Eso es prioritario y puede alcanzarse votando a PSOE o a Podemos y obligándolos a aliarse. Los escrúpulos y sempiternas quejas de si el PSOE se ha hecho neoliberal, si Podemos es populista, si Sánchez es una nulidad conservadora, si Iglesias es un caudillo ambicioso, pueden aparcarse tranquilamente. Lo fundamental es que gobierne la izquierda. A cuál de las dos ramas votar es ahora indiferente.  Échese a caras o cruces, pero hay  que votar.

Para que haya un gobierno de izquierda, aunque a "El País" no le guste. 

El país sobre el que "El País" habla solo coincide con la mitad de él. No con él entero. ¿Qué falta en el editorial de marras? Cataluña. Es maravilloso escribir sobre política española hoy y no mencionar  Cataluña salvo una vez y de pasada. Por eso este discurso carece de valor. Una alianza PSOE-Podemos, tropezaría con la cuestión del referéndum catalán. De mantenerse la cerrada cuanto irracional negativa del PSOE, y si la posible alianza Podemos-PSOE no alcanzara la mayoría absoluta, los independentistas catalanes podrían votar en contra e impedir la formación del gobierno de la izquierda. Con lo cual ya estaríamos como el 20 de diciembre, cuando, según dictaminó sentencioso Sánchez, no hubo gobierno por culpa de esos independentistas.

El país que trae de cabeza a "El País" es en realidad dos países y no ser capaces de reconocerlo es lo que convierte a los analistas más o menos oficiales en puros palabreros, fiel reflejo de los políticos. Ni por un instante se plantea el editorialista el hecho bien patente de que cuanto se diga de la situación política española apenas se corresponde con la catalana, cuya estructura política es propia y así se considera a sí misma. Por señalar un único dato: el gobierno es independentista y expresamente republicano.

¿Qué es lo que "El País" no entiende de este país del que tampoco habla?

¿Quién como Dios?

Excelente idea la de la Fundación telefónica de Madrid con su exposición Terror en el laboratorio, comisariada por María Santoyo y Miguel A. Delgado. Con motivo del doscientos aniversario de la noche en que se concibió la novela de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, la exhibición se centra en seis figuras fantásticas que han dejado poderosa huella en la imaginación de los seres humanos, de la que también habían nacido: El hombre de arena (1816), de E. T. A. Hoffmann, Dr. Frankenstein (1818), de Mary Shelley, La Eva futura (1886), de Auguste Villiers de l'Isle-Adam, El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson, La isla del Dr. Moreau (1896) y El hombre invisible (1897), ambas de H. G. Wells. No es que la exposición sea gran cosa desde el punto de vista de las piezas exhibidas, sino más bien pobre. Pero al remitir su contenido al mundo fabuloso de seis narraciones extraordinarias, su alcance es infinito, sobre todo para quien, como Palinuro, es aficionado a este género y está especialmente familiarizado con algunos de los personajes, como el de Hoffmann y los de Stevenson.

Antes de nada, por amor a la justicia, debe recordarse que aquella noche al borde del lago Leman que esta exposición conmemora y en la que los cuatro amigos que tomaron refugio de la tormenta (Mary Shelley, su marido Percy, el poeta Byron y su médico, John Polidori) no solo vio el nacimiento de esa figura extraordinaria, el monstruo de Frankenstein, sino el de otra no menos poderosa, legendaria y difundida en Occidente: el vampiro. Shelley terminó su novela, que causó un gran impacto. No estamos muy seguros de quién redactó la del vampiro, si Byron o Polidori. Al día siguiente amaneció bueno y, mientras Mary Shelley seguía escribiendo su historia, el que hubiera redactado la del vampiro, la interrumpió y no volvió  ocuparse de ella, quedando fragmentaria. Aparecería publicada algo más tarde bajo el nombre de Byron, pero hay buenos argumentos para sostener que el autor fue Polidori quien, probablemente por despecho o disgusto, se suicidó después, sin sospechar que sería el comienzo de la historia de Drácula.

No obstante, es lógico que la exposición no trate del vampiro porque su elemento central es el ser humano fantástico creado por otro ser humano en un claro reto al Dios creador. Eso es lo que tienen en común nuestros seis héroes, por llamarlos de alguna manera, figuras inquietantes que pueblan nuestros recuerdos infantiles y nuestras fantasías y miedos de adultos.

El más explícitamente dirigido al onirismo de la infancia (y, de paso, el que más fascinante y de mayor calidad me parece) es el hombre de arena, de Hoffmann, Der Sandmann, que arranca de una superstición infantil alemana que aquí traduciríamos con pleno acierto como "el Sacamantecas" y se usa para asustar a los niños. Hoffmann tenía esa temible capacidad de enredar en una sola bola de misterio, angustia y terror todas las edades de la vida, las actividades, las épocas, los estilos, las referencias literarias y, cómo no, las musicales porque él mismo era Kapellmeister. El hombre de arena, como se sabe, es la segunda pieza de los Cuentos de Hoffmann, de Hoffmanstahl. Tengo por imposible resumir el relato de Hoffmann, por sus múltiples referencias al pasado, al presente, a las ciencias, las artes, la psicología. El objeto del relato, Olimpia, la falsa hija de un falso científico de la que se enamora el héroe (retorcidamente bautizado como Natanael) y por la que enloquece, es una autómata, una muñeca animada en la tradición, por entonces, de las leyendas del Golem y el homúnculo de San Alberto Magno. Pero ¿qué decir cuando el amigo del contrahéroe le explica que su obsesión con Olimpia es producto de sus fantasías subconscientes un siglo antes de que Freud expusiera sus doctrinas?

Hay poco de El hombre de arena en la exposición por razones evidentes: es la trama más literaria, compleja y difícil de todas (aunque La Eva futura no se quede atrás, el menos por razones formales), perteneciente, además, el subgénero epistolar. En cambio, Frankenstein es casi omnipresente. También por motivos fáciles de entender porque, aunque el subtítulo remite al mito prometeico, la historia escrita por la hija de Mary Wollstonecraft es la más lineal y también la más clara (que no unilateral) en el planteamiento de las cuestiones filosóficas y morales de estas obras. ¿Puede el hombre sustituir al Creador, al gran demiurgo? ¿En dónde están los límites entre el bien el mal? Y asuntos similares. Por la trama urdida, tan vistosa, la novela de Shelley se haría mundialmente famosa a partir del cine. Frankenstein ha dado lugar a docenas de versiones, más o menos fieles a la novela, empezando por la más famosa de todas, el Dr. Frankenstein (1931), de James Whale, con el fabuloso Boris Karloff, que no fue, ni mucho menos la primera y llegan hasta hoy mismo, con la última versión, Frankenstein (2015), narrada desde el punto de vista de la propia criatura con ánimo de exponer las miserias, cueldades y barbaridades de nuestro mundo. Precisamente hoy estaba viendo de nuevo la versión de 1994, dirigida en interpretada por Kenneth Branagh, que hace hincapié en una secuela de la novela. Otras versiones lo han hecho en otros aspectos, como La novia de Frankenstein, pues debe recordarse que lo que convierte al monstruo en enemigo de la humanidad es que Frankenstein se niegue a darle una pareja, algo que emparenta más la historia con el Génesis que con la mitología griega.

A la entrada de la exposición se proyecta una concatenación de trailers de películas de Frankenstein a lo largo del tiempo. Es una buena idea, aunque algo fatigosa, porque permite ver a qué extremos de delirio lleva el cine una historia con tal de sacarle provecho comercial. Hay trozos de la película de Whale, pero también otros disparatados en los que Hollywood mezcla a Frankenstein con el hombre-lobo (y no es lo peor, esta cinta la salva la interpretación de Lon Chaney) o con Drácula, sin permiso de Polidori, claro. Y llega a auténticas estupideces como las películas de la pareja Abbott y Costello, unas miserables caricaturas de los geniales Laurel y Hardy.

El periodo intermedio, por asi decirlo, es el ocupado por La Eva futura, de Villiers de l'Isle-Adam y el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, de Stevenson. De nuevo se manifiesta aquí una curiosa dualidad: mientras que la historia de Jeckyll y Hyde ha pasado muchas veces al cine y al teatro, apenas hay versiones -si no son indirectas- de La Eva futura, de forma que, para mucha gente, es una desconocida. Y me atrevo a decir que por la misma razón por la que casi nadie conoce El hombre de arena y todo el mundo ha visto Frankenstein: por la accesibilidad del relato y su carácter popular. Villiers de l'Isle-Adam, un aristócrata venido a muy menos, cuyo radicalismo lo llevó a luchar del lado de los Communards de 1871, era un hombre difícil, de trato dificil y estilo y prosa difíciles, como debe esperarse de alguien influido por Baudelaire y Mallarmé y representante del modernismo y el simbolismo en la literatura. Sus Cuentos crueles, la única obra, creo, que ha alcanzado el favor del público, se siguen editando y leyendo hoy día porque su brevedad, originalidad y estilo menos alambicado así lo permiten. La Eva futura ya es otra cosa. Hay quien la encuentra intragable. No es mi caso, pero reconozco que ese denso diálogo entre dos personajes requiere aguante. Su trama enlaza directamente con Hoffmann porque también aquí se trata de una mujer autómata, creada por Edison para resolver un problema de un gran amigo suyo a punto de suicidarse. Pero la similitud se acaba ahí. Lo que interesa a Villiers es cargar contra las mujeres, a las que tiene en gran aborrecimiento en un paroxismo de misoginia. Es la idea de la mujer vaso del mal y origen de la desgracia de los hombres. De hecho, la exposición relaciona con tino esta criatura con la falsa María que crea el odioso capitalismo en la película de Fritz Lang, Metrópoli (1927) para engañar a la clase obrera. La obra de Villiers, a pesar de todo, tiene puntos de grandísimo interés y no solo formales. El autor llama a la autómata Andreida y pasa por ser el inventor del término hoy ubicuo de androide.

Es poco lo que puede decirse de Jeckyll y Hyde, universalmente conocidos a través de películas y reediciones del libro que nunca está descatalogado. Hasta los políticos, que no suelen saber nada de nada, los ponen de ejemplos del bien y del mal, el amigo/enemigo schmittiano, el maniqueísmo de la especie. Parece mentira que una novela tan corta, tan sucinta y sencilla, tenga ese impacto sobre la dualidad moral de la humanidad. Pero así es. Stevenson la escribió en un acceso de febril creatividad, mientras guardaba cama por la tuberculosis que acabaría matándolo, en ocho días. Terminada la obra, la releyó entera y, asustado por su contenido, la arrojó al fuego, sin que quedara nada de ella. Luego, la reescribió de memoria. Siempre he jugado con la pregunta de ¿quién obligó a Stevenson a reescribir esta genialidad?

Los otros dos puntos de la exposición se apartan por razones distintas de los modelos anteriores. La isla del Dr. Moreau, (1896), de H. G. Wells, que cuenta también con numerosas adaptaciones cinematográficas, es mucho menos popular que Frankenstein o Jeckyll, muy probablemente porque no hay un monstruo singular y concreto, sino muchos e indiferenciados; porque no hay posibilidad de empatizar por vía alguna con el científico que experimenta en los límites de lo convencional y moralmente aceptable ni con sus monstruos; y porque genera una sensación de desagrado e incomodidad que hunde sus raíces en esos oscuros estratos que compartimos con los animales. La novela se escribió en pleno debate sobre la necesidad de prohibir la vivisección, debate que se mantiene un siglo y pico después y en el comienzo de un movimiento que todavía encuentra muchos obstáculos, esto es, el de los derechos de los animales. El Dr. Moreau mezcla seres humanos con animales en un fantástico empeño por inculcar en las especies irracionales las pautas del entendimiento humano. El resultado es terrorífico, por descontado. Y algo de esto alienta en los avances de la genética, los experimentos de clonación y las pruebas transgénicas.

Al lado de lo anterior, la historia de El hombre invisible tiene mucho menos fondo, si bien cuenta igualmente con una larga serie de adaptaciones cinematográficas porque el problema formal que plantea, esto es, cómo hacer invisible a una persona en la pantalla (o en un escenario de teatro) es un reto al que los cineastas y dramaturgos se resisten con dificultad. Todos ellos, del primero al último, llevan en el fondo de su corazón unas gotitas de Georges Méliès; todos ellos esconden en su interior un  aficionado a la magia, la prestidigitación, el espectáculo fantástico. Por supuesto, la novela de Wells, que era un socialista convencido, apunta cuestiones filosóficas y morales (delito, traición, afán de dominación mundial, reino del terror, etc), pero su fuerte está en el aspecto mágico de la peripecia. En realidad, El hombre invisible arranca de un espíritu y un propósito cercanos a La máquina del tiempo y también de Jeckyll, en la medida en que el científico es incapaz de revertir el resultado de sus experimentos. Es un relato de aventuras. 

En fin, la exposición está muy bien. Sirve para que se dispare la imaginación y se visiten regiones repletas de memorias. Merece la pena.

dissabte, 18 de juny del 2016

Terceras elecciones o tecnócrata al canto

Si se confirman los vaticinios coincidentes de los sondeos, el 27 de junio nos encontraremos unos resultados similares a los del 20 de diciembre, diputado arriba o abajo.  Siendo los seres humanos imprevisibles, pudiera pasar algo distinto, pero la abrumadora coincidencia demoscópica no anima la esperanza de un cambio.

Una nueva oportunidad pidieron y obtuvieron entonces estos cuatro musilianos hombres sin atributos, que ambicionan ser presidentes de la "gran nación", al decir del genio monclovita. ¿Para qué? Para demostrar alguna originalidad, inventiva o ingenio que rompieran el maleficio de la repetición. No obstante, hasta la fecha solo se les ha visto perserverar cada uno en su empeño con las mismas propuestas anteriores, sin variarlas un ápice. Han mantenido sus enfrentamientos, oposiciones, vetos, reproches, incompatibilidades y, si acaso, las han ahondado a base de declaraciones recíprocamente peyorativas y hasta ofensivas. Su esperanza parece ser que sean los otros quienes desistan. Es la fórmula más segura para reproducir el fracaso anterior. 

A una semana de las elecciones, la repetición del marasmo no solo será resultado del cumplimiento de los sondeos, siempre opinable, sino de los límites rígidos de la lógica de la acción colectiva.  El multipartidismo fragmentado sin mayorías absolutas apunta a dos conclusiones concatenadas: a) cualquier alianza o combinación ha de contar con el PSOE; b) cualquier combinación o alianza en que entre el PSOE será funesta para él. La gran coalición, PP/PSOE, se considera antesala de la desaparición del socialismo como opción futura. La coalición PSOE-Unidos Podemos, la fagocitación del primero. La tercera posibilidad, PSOE-Ciudadanos, es la que más se hunde en las encuestas, como si los votantes quisieran enterrar el único demediado acuerdo que se ha dado hasta la fecha. 

Considérese: todo pacto precisa del PSOE, pero el PSOE pierde en todo pacto. Para los socialistas, por tanto, lo más racional es no llegar a acuerdo alguno. Pero eso es, paradójicamente, lo más irracional para el conjunto y, en consecuencia, también para los socialistas. Es una situación nada infrecuente en la realidad que vuelve locos a lo teóricos de la decisión racional pues rompe una regla básica de la lógica aristotélica, esto es que algo no puede ser ello mismo y su contrario al mismo tiempo: lo racional no puede ser lo irracional. Pero lo es.

Si tampoco ahora pueden los cuatro héroes de nuestro tiempo componer gobierno, serán precisas nuevas elecciones. Una posibilidad estrafalaria para practicarla con el mismo cuarteto.  Nadie puede considerarla sin asomarse a un escenario de ridículo global. Llevan días afirmando rotundamente que no habrá tercera votación, pero haciendo y diciendo lo posible para provocarla. Si la hubiera, ¿admitiría la opinión que se presentaran los mismos pretendientes a probar fortuna en Camelot? 

Si, como es previsible, no fuera el caso, ¿no sería preciso prorrogar la convocatoria de elecciones para dar oportunidad a los partidos de cambiar sus liderazgos? Cambiar liderazgos es cambiar discursos. Pocos están dispuestos a escuchar estos por enésima vez, aunque la televisión ponga a los candidatos a anunciar el tiempo de mañana. 

¿Y quién estará al mando de ese interregno? Es obvio: un/a tecnócrata. Alguien que goce del beneplácito de los poderes europeos y, a ser posible -aunque no imprescindible- sea persona conocida y respetada. 

La disyuntiva -repetición con el mortecino elenco actual o tecnocracia saintsimoniana- es tan deprimente que debiera encender un esfuerzo para impedir que se realice, para que se incumpla. 

España necesita un gobierno. No porque haya de ser bueno en sí mismo sino porque su ausencia es peor ya que no impide el guirigay de quienes quieren construirlo pero no saben por dónde empezar.

Brexit: una lectura europea

La Brexit está analizándose sobre todo en términos económicos en donde, como se ve en la portada del "El País", se cargan las tintas. Probablemente porque cuando se llega a las amenazas, las más efectivas son las dirigidas a los bolsillos. Los contrarios vaticinan al Reino Unido la ruina, un descenso casi a país subdesarrollado. Los partidarios presentan la visión contraria. Y, al tratarse de proyecciones económicas, nadie sabe de cierto nada. Entre otras cosas porque estas decisiones económicas (todas, en realidad) son políticas. El contencioso es, sobre todo político. Y en él se encienden las más diversas pasiones, como demuestra a boca jarro el asesinato de la diputada laborista. Es un contencioso político como parte de uno cultural más amplio. Esto es Europa, un lugar en el que todo se cuestiona y no solo por razones económicas, sino también políticas, morales, culturales y hasta religiosas.

La Brexit es, en el fondo, una controversia sobre el ser de Europa.

El Reino Unido nunca se ha sentido a gusto en el concierto europeo nacido en Roma en 1957. Todos sabemos por qué: porque rompía la configuración de la Europa continental como un mosaico de poderes enfrentados en beneficio en último término de Inglaterra. Su política desde la Paz de Westfalia en 1648, reforzada en el Tratado de Viena de 1815. Una Europa unida es justo lo que Inglaterra no quiere. Alentó al principio la esperanza de acogotar el originario Mercado Común contraponiéndole la AELC (Asociación Europea de Libre Cambio, EFTA en inglés) pero, cuando vio que los otros miembros cambiaban de lealtad, ella misma la abandonó y, siguiendo el viejo adagio de if you can't beat them, join them, pidió el ingreso en la ya entonces Comunidad Económica Europa. Vivía por entonces De Gaulle, quien siempre se opuso al ingreso británico por considerar que la Pérfida Albión sería como un partaaviones de los Estados Unidos. Y no le faltaba razón.

Pero De Gaulle murió y el Reino Unido se incorporó a la Europa institucional. Mal, con dudas, renegociaciones y todo tipo de salvedades en todas las políticas y pilares europeos, desde la Política Social al espacio Schengen o la moneda única. Inglaterra es Europa. Su vocación europea es innegable. Pero su visión del continente es propia, peculiar y no unánime con la de las potencias continentales.

Las consecuencias de una Inglaterra fuera o dentro de la UE serán muy intensas, sin duda. Pero es absurdo teñirlas de negro en parte o pronunciarse contra la salida porque no hay criterios de validez universalmente aceptada que lo permitan. Por ejemplo, se dice que una eventual retirada del Reino Unido podría provocar un segundo referéndum escocés de autodeterminación. Sí, es una posibilidad. Y muchas otras de diverso tipo. Gibraltar aparece también en la danza.

Repito, esto es Europa y en Europa es tradición que las fronteras son líneas políticas imaginarias, con consecuencias de todo tipo, por supuesto, pero esencialmente mudables. Los pueblos europeos están siempre en movimiento, agregándose, desagregándose, cambiando de régimen político o de forma de Estado. Nada se queda quieto. Europa es siempre Europa con Inglaterra de una forma u otra. Y la Unión Europea, que es parte de Europa, pero no toda ella, también se verá forzada a cambiar. Hay ya quien pide un nuevo Tratado.

Inglaterra tiene derecho a marcharse de la UE y no hay derecho a negárselo. Nadie lo discute. Lo que hay es presunciones distintas respecto al resultado del ejercicio de ese derecho. Pero el derecho no se discute, como sí se discute el de Cataluña en España.

Imagínense ahora a alguien diciendo que, pues el Reino Unido es Europa, la decisión sobre su salida deben tomarla también los rumanos, los checos, los franceses, etc. Pues es lo que sucede en España.

divendres, 17 de juny del 2016

El programa máximo acaba siendo el mínimo

La campanada viene del interior de la CUP. Parecen ser los militantes de Poble Lliure quienes cuestionan la negativa a los presupuestos de la Generalitat y plantean reformas radicales en los procedimientos de la organización asamblearia. No es una opinión "del exterior", fácilmente neutralizable precisamente por ser "del exterior". Es una parte de la CUP, tan carne y sangre de la CUP como los demás plurales integrantes.

Antes de seguir, un aviso: carece de sentido minusvalorar estos debates en la CUP por cualesquiera vías. Son fundamentales, tanto para la organización-movimiento como para Cataluña y el conjunto del Estado; son esenciales y las personas directa e indirectamente afectadas se lo toman muy en serio. Nos los tomamos muy en serio.

La petición de Poble Lliure, basada en la proporción 29/26/3, es que sus votos se contabilicen en el conjunto cuando son contrarios a la mayoría. Es una petición democrática. Es lo que hacen los tribunales de justicia: llegado el caso, se hacen públicos los votos particulares de los magistrados que no coinciden con la mayoría. Las decisiones colectivas democráticas no deben simular la unanimidad, y menos en una organización asamblearia. Dado que esa decisión se materializa en los votos de los diez diputados de la CUP, no es justo que voten los diez en bloque como si aquella se hubiera adoptado por unanimidad. Si la CUP tiene un argumento fundamentado mejor que este, debiera exponerlo.

Por lo demás, el comentarista no duda de la complejidad de la situación. Según parece el mismo Poble Lliure que hubiera votado favor de los presupuestos, exige a cambio del govern de la Generalitat la fulminante adopción de decisiones que, a no dudarlo, provocarían una confrontación con el Estado. Un Referéndum Unilateral de Independencia (RUI) exacerbaría el conflicto con el Estado. No digo que sea impropio o inadecuado. Poble Lliure critica a la CUP haber precipitado una decisión que ha tensionado la organización sin que esta estuviera preparada para ello. La obervación valdría también en este supuesto, esto es, si una RUI no tensionaría la sociedad catalana sin que esta esté preparada para ello.

Según mis noticias el gobierno catalán trabaja con la perspectiva de instar a una Declaración parlamentaria Unilateral de Independencia (DUI) en su debido momento. La cuestión es la siguiente: ¿por qué abreviar los plazos, endurecer las formas y entrar en zona de turbulencia? ¿No se confía en el gobierno de Junts pel Sí? ¿Por qué no?En la respuesta a esta pregunta quizá estén las claves de lo que está pasando. Y lo que está pasando es grave para el proceso.

Podemos o la mistificación comunista

La bajísima categoría de los dirigentes del PSOE se echa de ver en sus histéricas protestas por las mistificaciones de Podemos y su incapacidad para defenderse de ellas. Es obvio que los elogios de Iglesias a Zapatero como el mejor presidente de la democracia pretenden sembrar cizaña entre los socialistas a base de tirar contra la memoria de González y dejar en ridículo a Sánchez. Es patente. Para responder bastaría con preguntar a Iglesias si ese juicio se lo ha inspirado su referente intelectual, Anguita, y recomendarle que se espere a ver cómo funciona Sánchez, sin impedir su investidura, como ya ha hecho.

En todo caso, esas cotillerías personales son de poco fuste comparadas con la verdadera mistificación de Podemos, consistente en la pretensión de apropiarse la condición de socialdemocracia y despojar de ella al PSOE. La verdad es que esta es una historia tan antigua y apolillada que no se explica cómo los socialistas no tienen una respuesta ya hecha, prêt à porter. Los dirigentes de Podemos vienen del comunismo, aunque traten de emborronar su pasado, y se han aliado con IU, que es una organización dirigida y controlada por los comunistas.

¿Desde cuándo son socialdemócratas los comunistas? Desde luego que no lo son ni lo han sido nunca. Socialistas, es posible; demócratas, nunca. Donde han gobernado, han establecido dictaduras. Otra cosa es que lo digan para sembrar la confusión y conseguir votos entre quienes no los votarían si reprodujeran su discurso tradicional sobre la socialdemocracia. Y ¿cuál es este? Que la socialdemocracia es una traición al movimiento obrero y una venta a los intereses del capital. Es lo que siempre han dicho los comunistas de los socialdemócratas, a los que han llamado de todo: desde socialfascistas a socialpatriotas, cuando eso de ser patriotas estaba mal visto en el comunismo; ahora está bien visto. Es más, cuando los socialdemócratas pusieron en marcha el Estado del bienestar en Europa, los ataques más furibundos procedían de la sempiterna pinza entre la derecha neoliberal y los comunistas, la misma que la de IU y el PP en los años noventa. El Estado del bienestar era un engaño para traicionar a la clase obrera y llevarla al redil del capitalismo.

Con esos discursos tan absurdos, los comunistas no consiguieron jamás ganar unas elecciones libres en ningún país de Europa, con lo cual tampoco tuvieron nunca experiencia de gobierno. Hablaban, como siempre, de oídas. Hasta que empezaron a comprender que, si querían ganar elecciones, tenían que moderar su radicalismo y dejar de insultar a la socialdemocracia. Fue el intento de Carrillo -uno de los comunistas más espabilados- con el Eurocomunismo en los años setenta del siglo XX. La idea era ingeniosa: se acusaba a los socialdemócratas de entonces de no serlo suficientemente, de haber traicionado la esencia misma de la socialdemocracia, de haberse pasado a la derecha, con el objetivo de ocupar su lugar proclamándose los comunistas los "verdaderos" socialdemócratas. No pudieron porque no lograron que la gente identificara la socialdemocracia con la traición a los intereses de las clases trabajadoras. No había crisis, la sociedad era menos conflictiva y a los comunistas se los veía a la legua, aparte de comprobar que hablaban mucho pero no habían gobernado jamás y carecían de experiencia.

Justo la situación actual con algunas variantes: en Unidos Podemos, el comunismo está más oculto y, en la medida en que los aliados de IU hacen gala pública de él, eso sirve para que los de Podemos de estricta observancia se presenten limpios de polvo y paja comunista. La idea, si se escuchan la afirmaciones de Iglesias sobre el PSOE, es la misma que la de los comunistas de siempre: el PSOE ha traicionado a la "verdadera" socialdemocracia desde que los malandrines Tony Blair y Gerhard Schröder vendieron el cuento de la tercera vía y el nuevo centro y ahora el espíritu de la auténtica socialdemocracia visita el alma de los seguidores de Podemos. Por supuesto, estos siguen sin haber gobernado jamás y sin haber ganado unas elecciones, pero son la "verdadera" socialdemocracia frente a la traición del PSOE.

Para contrarrestar esta argucia bastaría con acudir a una práctica del saber común condensada en el definitivo "dime de qué presumes y te diré de qué careces". Cuando se es socialdemócrata, como cuando se es musulmán o filatélico no hace falta ir predicándolo. Se practica en la realidad sin más y se deja funcionar el principio de Vico, de verum ipsum factum. La verdad es lo que hacemos. Él se las tenía tiesas a Descartes: lo que hacemos; no lo que pensamos y, en fin, no lo que decimos que puede ser distinto tanto de lo que hacemos como de lo que pensamos, con permiso de Austin.

En realidad, aunque los socialistas se enfadan mucho por este intento de negarles su condición y arrebatarles al título de socialdemócratas que juzgan suyo por derecho propio, lo cierto es que la campaña de mistificación de Podemos no puede cuestionarse en términos morales. Los nombres de las ideologías no tienen copyright y los de la formación morada hacen muy bien en atribuirse las plumas que creen que pueden camuflar mejor sus auténticas intenciones si es que las tienen y su objetivo no se reduce al típico "quítate tú para que me ponga yo". Si el PSOE no quiere que el sorpasso se produzca por un método tan elemental y pedestre como arrebatarles su titulación, que la defiendan, que demuestren que ellos son la verdadera socialdemocracia por su pasado y presente mientras que estos neocomunistas de podemos no son sino unos mistificadores.

La cuestión es si pueden porque, como decíamos más arriba, la incompetencia de la actual dirección del PSOE es abrumadora.

dijous, 16 de juny del 2016

Los políticos tramposos

Mala fama tienen los políticos. La gente los reputa falsos, vividores, chaqueteros, chupones... en fin, lo que nadie querría en casa. Ahora les ha caído encima otro estigma: ni siquiera saben su oficio. Si lo que caracteriza la política es la capacidad para llegar a acuerdos, resulta que los cuatro ineptos que el lunes regalaron a la audiencia una muestra insólita de la vulgaridad más roma, lo hicieron porque durante tres meses no consiguieron llegar a acuerdo alguno.

Y lo peor es que, por cuanto se vio en el debate del lunes, no están hoy más cerca de conseguirlo que hace un mes. Incluso dieron la impresión de que saben que, después del 26 de junio, tampoco conseguirán pactar y, por tanto, a lo mejor es necesario ir a unas terceras elecciones. Los pelos de punta ante la perspectiva de forma que, muy contundentes, dijeron todos que no habría terceras elecciones. Pero ¿qué crédito pueden tener? Ni ellos mismos se lo conceden. Así, para evitar que los critiquen, incluso que los insulten, traen propuestas que juzgan lógicas, incuestionables y que solo por accidente coinciden con sus intereses.

El Sobresueldos lleva meses pidiendo que se permita gobernar al partido más votado y afirmando que es lo que ordena el sentido común. Por supuesto, todos los sondeos señalan a su partido como el más votado. Pero esto es irrelevante. Si no lo fuera, ¿alguien duda de que un hombre de la entereza moral del Sobresueldos también pediría que gobernara el más votado?

De forma parecida, Jordi Sevilla, el gurú económico de Rodríguez Zapatero, a quien debe de parecer que no terminó de hundir suficientemente España en su mandato y pretende culminar la obra, introduce un perfeccionamiento en el postulado del Sobresueldos: debe gobernar no la lista más votada, sino la coalición que obtenga más apoyo parlamentario. El caso es el mismo: Sevilla supone que esa coalición será la suya pero su inmarcesible generosidad y sentido de la justicia lo llevaría a formular igual deseo, aunque no beneficiara en particular a su partido.

En realidad, no se sabe qué admirar más en ambas propuestas si la caradura de quienes las hacen o su creencia de que las gentes somos idiotas, que viene a ser lo mismo. La Constitución que estos dos frescales dicen respetar en grado sumo ya prevé que gobierne la mayoría electoral y/o parlamentaria. ¿En dónde, pues, está la novedad? Sencillo: en que, cuando esa mayoría electoral y/o parlamentaria no alcanza a ser la mayoría absoluta, los otros parlamentarios que sí la alcanzan, pueden plantear una moción de censura y echar al gobierno. La novedad reside en que los dos pájaros lo que están proponiendo es que los parlamentarios se comprometan a no hacer uso de un derecho que la Constitución les otorga. Algunos, incluso, creemos que no solo es un derecho, sino un deber de la oposición el derribar al gobierno si puede. Eso es la democracia.

Lo que no es democracia es emascular la Constitución (que bastante raquítica es) para ocultar que estos inútiles -pagados a cuerpo de emperador con dineros públicos- volverán a ser incapaces de constituir gobierno y lo que quieren es ocultarlo para no verse obligados a la vergüenza de unas terceras elecciones.

Para ocultar que, además de unos ineptos, son unos tramposos.

Hoy, Ciberpolítica por la mañana y Deulofeu por la tarde

Por la mañana tenemos esta especie de congreso en el que nos reunimos con cierta periodicidad los aficionados y especialistas en estas quisicosas de la política e internet en sus múltiples, proteicas y a veces misteriosas relaciones. Las llamamos Jornadas de ciberpolítica porque somos modestos en la forma aunque, como buenos académicos, muy orgullosos en el fondo. Pero se nos nota poco porque, al manejarnos con soltura en esto de las redes, el ciberespacio, la política 2.0 o 3.0, vamos dando el pego de ser gente tratable. Ni hablar. Solo nos soportamos a nosotros mismos y entre nosotros mismos y si hay promesa de intercambio estrictamente igualitario. El ciberespacio no tolera explotación ni abuso.

No pretendo explicar de qué van las jornadas porque es imposible. Son 16 mesas distintas con casi cien ponencias sobre los asuntos que consideramos más candentes hoy en el estudio, análisis y uso de las articulaciones entre ciberprocesos y realidades sociales, económicas y políticas, fundamentalmente. Un mundo hecho de redes encierra una promesa de cambio radical, revolucionario de relaciones sociales. Piensen un minuto en algo de una extraordinaria vulgaridad: ¿cuándo fue la última vez que pusieron un telegrama? ¿La última que escribieron un carta? ¿Llegaron a poner un fax, que aseguraba ser la revolución de los siglos? ¿Cuántos periódicos impresos en papel han leído en los últimos meses? Pues eso.

Y de eso, de las nuevas formas de consumo y producción, la comunicación, las campañas, las cuestiones de género, el análisis y explotación y minería de datos, de todo es de lo que vamos a hablar estos dos días y estaremos encantados de escuchar lo que se nos quiera decir. Hay donde dar y coger y también un catering para no desfallecer y tomar unas pastas con café.

Las jornadas tienen lugar los días 16 y 17 en dos edificios relativamente cercanos pero distintos: la escuelas Pías de la UNED en Madrid, calle de Tribulete y el Instituto Nacional de Administración Pública en la calle Atocha. No exagero si afirmo que son de interés para profesores y alumnos de las facultades de Sociología, Políticas, Historia, Periodismo, Derecho y Económicas. A los de Filosofía también les interesaría grandemente.

Habrá todo el streaming que podamos conseguir, pero no es seguro del todo. Habrá lagunas.

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Por la tarde Palinuro presenta el libro de Juli Gutiérrez Deulofeu sobre la obra de su abuelo, Alexandre Deulofeu, La matemática de la historia. Ya lo reseñé en un post anterior, titulado La humanidad no progresa y ahora, tanto el autor como el editor, me hacen el honor de pedirme una presentación en la ya mítica sala Blanquerna, de Madrid. Mítica para mí porque, al ser catalana y ser yo una especie de embajador político-cultural de Cataluña en Madrid, debo de ser de los madrileños que más veces hayan estado en ella para estos gratos menesteres. En esta ocasión, la presentación va a grabarse porque algunas partes se emplearán para un documental que está haciendo Visiona TV para TV3 en Cataluña sobre la interesante figura de Alexandre Deulofeu.

Espero que el acto tenga miga. Juli Gutiérrez, lo conozco, es hombre empapado en la filosofía deulofeuliana de la historia y tendremos un interesante debate. Por mi parte, para quien haya leído algo mío, no hace falta decir que no comparto historicismo alguno y de ningún tipo pues ya he descubierto que uno de los trucos que usan algunos historicistas consiste en liar de tal modo las cosas que nadie acabe por enterarse de qué quiera decir "historicismo". Por eso me curo en salud, me abstengo de cualquier historicismo y me atengo al dictum shakesperiano de que la historia es, como la vida, "un cuento lleno de ruido y de furia, contado por un idiota y que no significa nada".

Lo cual no quiere decir que Alexandre Deulofeu no sea un personaje fascinante. Al contrario. Lo es y mucho porque esta teoría de la matemática de la historia es solo una faceta de su muy compleja y atractiva personalidad. Y porque, además, a diferencia del filósofo, cuando trato con un amigo a quien aprecio, lo pongo, como a Platón, por encima de mi amor por la verdad.

El acto en Blanquerna, el día 16, jueves, a las 19:00. Allí nos vemos.