Es mostren les entrades ordenades per rellevància per a la consulta Juan Eslava Galán. Ordena per data Mostra totes les entrades
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dimecres, 16 d’abril del 2008

La infame posguerra (y II)

Termino el comentario del libro de Eslava Galán. Decía que trata otros dos asuntos, la política nacional y la internacional. No lo hace por separado, sino que los entrevera, pero tiene sentido comentarlos aisladamente.

La parte de política interna viene en dos momentos: las consecuencias de la guerra y la consolidación del régimen y el comienzo de la política de marear la perdiz de Franco con Juan de Borbón, que aspiraba a ocupar el trono de su padre... y se murió sin conseguirlo. Menudo era Franquito, como lo llamaba la aristocracia, esa aristocracia que retrata tan bien José Luis Vilallonga. Aquí lo que hay es la consagración de Franco y la aplicación a mansalva de la Ley de Responsabilidades Políticas por tribunales militares en juicios de guerra sumarísimos. Años de penas de muerte a cientos, de ejecuciones, de conmutaciones por treinta años, un horror. Un horror sobre el que se edificaba la apoteosis del franquismo. Los pintores áulicos, dice, malicioso, Eslava Galán lo retrataban alto y delgado para halagarlo. Doy fe; he visto decenas de retratos de Franco que debe de ser el gobernante más retratado de la historia de españa. Hasta Zuloaga tiene un lienzo con un Caudillo envuelto en la rojigualda mitad soldado, mitad falangista. Los curas lo consagraban.

Entre tanto, Franco escribía un guión de cine de una peli, Raza, claro es, que dirigiría José Luis Sáez de Heredia, primo del Ausente José Antonio. La peli no tiene desperdicio. Pocas cosas tenían desperdicio en aquellos años de hambre en que no se desperdiciaba nada. Fue también el tiempo de la División Azul, la gesta española contra el bolchevismo en las heladas estepas de Rusia. Una historia pintoresca desde el punto de vista militar pues fueron españoles en uniformes alemanes, como parte de la Wehrmacht, pero que tuvo mucha importancia en la política interna posterior. Al regreso de la División Azul bastaba ser veterano para que se abrieran todas las puertas, públicas y privadas.

Al cabo del giro de la guerra, la política española pasó del azul falangista al blanco de las camisas de los católicos y dieron comienzo los alambicados contactos entre don Juan, queriendo recuperar el trono de su familia y Franco, dispuesto a que nadie le moviera el suyo. Cuando Franco se entrevista con don Juan a bordo del Azor y consigue que el pretendiente le envíe a su hijo a España como una especie de rehén, don Juan Carlos, que después será Rey, ya tiene decidido que don Juan, su padre, jamás lo será. Dos manifiestos había firmado el hijo de Alfonso XIII, el de Lausana, para ponerse del lado de los aliados en la guerra y pedir a Franco que se fuera y el de Estoril en contra de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, con la que Franco postponía la Monarquía ad calendas. Los dos manifiestos fueron el pretexto del General para cerrar el paso a don Juan y quedarse sentado en el trono hasta su muerte.

Lo único que tenía que temer Franco era que otros de fuera se lo movieran. Hay que ver cómo se hacía retratar por entonces el General, como se ve en la postal de la derecha, con todos sus amigos y fieles aliados, los generales golpistas, los nazis, los fascistas; entonces estas cosas daban lustre. Años de gloria guerrera que pronto serían pasado cuando empezó a verse que el Eje perdía la contienda y Franco tendría que acomodarse con los vencedores.

La política exterior de Franco está muy estudiada y documentada y de las frecuentes referencias que Eslava Galán hace de ella lo que se sigue es que todos los interlocutores de Franco, primero los nazi-fascistas y luego los aliados, todos, lo despreciaban. La imagen de España estaba bajísima y todo el mundo sabía qué tipo de régimen era el español y de qué calaña sus gobernantes. Hitler, Mussolini, Churchill, todos despreciaban a Franco y sabían que haría lo que le dijeran con tal de permanecer en el poder. Y, en definitiva, la conclusión de la política exterior de Franco es que el dictador se mantuvo en el poder contra toda previsión hasta que se murió. O sea, un éxito. Para ello sacrificó al país y hubiera sacrificado a su madre si hubiera sido necesario. Con todo eso del orgullo español y del "si ellos tienen ONU nosotros tenemos dos", resulta muy ilustrativo el dato que da Eslava acerca (p. 156) de cómo cuando Hitler y Mussolini presionaban a Franco para que entrara en la guerra, Inglaterra tenía sobornados a muchos mandos militares para que informaran al Caudillo sobre el mal estado de las tropas y lo desaconsejaran de entrar en la guerra. Viva la Patria.

Lo mejor de todo, la anécdota que relata el autor de cuando, muchos años después de la División Azul, ya en los tiempos de los arrepentimientos, las confesiones, los descargos de conciencia, se encuentran Pedro Laís Entralgo y José Luis Pinillos, ambos catedráticos, ambos exdivisionarios y Laín pregunta a Pinillos: "José Luis, ¿cómo pudiste ir a la División Azul?" . Contesta Pinillos: "Hombre, Pedro, porque tú decías que había que ir" (p. 460). Nos retrata.

Vale, pues, un gran libro sbre la vida cotidiana en la España de Franco

dimarts, 15 d’abril del 2008

La infame posguerra (I)

Magnífico libro el de Juan eslava Galán (Los años del miedo, Barcelona, Planeta, 2008, 552 págs); magnífico por su contenido y por su estilo. El contenido es la vida cotidiana de los españoles entre 1939 y 1952. Un tiempo que ha sido ya varias veces historiado desde muy distintos y hasta opuestos puntos de vista; basta con mencionar las obras de Rafael Abella y Fernando Vizcaíno Casas. Un tiempo singularmente sórdido, angustioso, miserable, que ha marcado a un par de generaciones que después fueron las protagonistas de la transición.

El estilo es muy ameno y original. No se trata de un trabajo erudito de historia. El relato es riguroso y está documentado casi todo él en fuentes publicadas, o sea sin el aparato habitual de los historiadores académicos. Pero también es un reportaje periodístico que está contado con elementos de ficción en los que el autor, que es reconocido novelista, tiene verdadera maestria. El resultado es una obra que agarra al lector desde las primeras páginas y ya no lo suelta hasta las últimas, habiéndolo hecho llorar o reír alternativamente o llorar y reír al mismo tiempo, así como indignarse en ocasiones, en otras apenarse, asombrarse, dolerse, compadecerse y hasta pasmarse a medida que el autor va narrando su historia, sin que el conocimiento previo de mucho de lo narrado reste un ápice a la sinceridad de estos sentimientos. La historia de nuestro país en aquellos años de postguerra, la historia de la miseria, el hambre, el miedo, la frustración, el odio, la represión, la carroñería, la corrupción, el ridículo, el sufrimiento; la historia de un país en el que más de la mitad de la población había perdido una guerra civil y quedó a merced del vencedor, que no tuvo ninguna durante años, que continuó con su labor de exterminio del enemigo, sus familias y sus obras. Un país abandonado de las potencias exteriores y sometido a una bestial cuanto ridícula tiranía política, cultural y religiosa, perfectamente retratada en este medio millar de páginas del que entresaco una reflexión que para el autor delata el espíritu terrible de la época y para mí también: la gente tenía tanto miedo que el consejo que se daban unos a otros era el de "no significarse". No hacerse notar, en definitiva, disimular, no hacerse ver para que no cayera sobre ti la estúpida arbitrariedad de unos vencedores que no tenían cortapisa ni escrúpulo algunos a la hora de maltratar y hasta asesinar a los sopechosos de rojos; para que no se encendiera la inquina y el odio de unos vencedores que jamás, jamás, durante cuarenta años dieron cuartel a los vencidos.

Por supuesto, hace falta haber vivido eso directamente para contarlo con el genio con que lo hace Eslava Galán y también, ¿por qué no? para leerlo con el aprovechamiento con que podemos hacerlo quienes más o menos somos de su generación.

El libro, hecho a base de capítulos muy breves, de cinco a diez páginas como media y abundantemente ilustrado con fotografías del fabuloso fondo de la editorial Planeta, constituye un extenso retablo de la vida de los españoles en aquellos años, pintado con tanto ingenio, lujo de detalles y sentido del humor que sería vanidad por mi parte pretender resumirlo en este post. Sí cabe decir, no obstante, que la obra se estructura en tres grandes tipos de asuntos que aparecen mezclados a lo largo del relato: de la vida cotidiana, de la política nacional y de la política internacional.

La vida cotidiana cubre un campo vastísimo dominado por el común denominador del atraso del país, atraso del que, con su reconocida estolidez, se gloriaban los jerarcas del régimen, como se observa en esta cita que el autor toma de la obra del primo de Franco, Francisco Franco Salgado-Araujo: No queremos un progreso liberal, capitalista, burgués, judío, protestante, ateo y masón. Preferimos el atraso de España. (p. 55). Y atraso hubo a mansalva: el atraso del hambre, de las tortillas de patatas sin patatas y sin huevos, del estraperlo al que todo el mundo recurría para sobrevivir, del gasógeno, de los zapatos de Segarra (y la corrupción con que se montó este negocio); ahí va: hambre, "pertinaz" sequía, escasez de viviendas, epidemias, sarna, chinches, piojos grises y piojo verde, estilográficas a plazos, talleres de restauración de cepillos de dientes, alpargatas en lugar de zapatos, colas para mendigar la sopa sobrante en los cuarteles, tranvías abarrotados hasta los topes, trajes vueltos, retales, recortes, realquilados... Los extranjeros que visitan España consignan su olor a guano, a miseria, a roña acumulada, a aceite refrito, a grasa rancia (p. 75).

Su excepcional sentido del detalle permite a Eslava Galán describir escenas inolvidables y muy significativas. Las páginas sobre la prostitución, abundantísima en aquellos años y recorriendo toda la escala social, desde las putas más caras hasta las más miserables, son un diagnóstico inapelable de una sociedad empobrecida, perseguida, reprimida... puteada. Lo mismo que los relatos sobre las diversiones populares, singularmente los bailes y en especial en la capital, en donde eran más vigilados por la autoridad civil y eclesiástica que se metía en cómo bailaba la gente, cómo se bañaba, cómo se vestía y qué hacía con su tiempo libre. Recoge Eslava alguna cita del padre Laburu, S.J., tomada a su vez de Abella: El peligro de las playas radica en que la exhibición impúdica hace que las pasiones se desborden en lujuriante actividad y violen, por tanto, procazmente los altos fines de la Divina Providencia (p. 321).

Por supuesto, España, la hija predilecta de Roma, la vencedora del comunismo, pertenecía al Occidente industrial y científico y en algunos aspectos descollaba, por ejemplo en el episodio que recoge el autor del ciudadano que dijo haber inventado un motor que funcionaba con agua (p. 271), si bien no se hace eco de la leyenda según la cual llegó a ofrecérselo al Caudillo. En todo caso, sólo las instalaciones sanitarias de las casas dan una idea del grado de desarrollo y adelanto del país: En algunas casas, el retrete es colectivo, situado en una zona común. En otras, es individual, en un cuartito angosto que sólo deja espacio para el inodoro y para un clavo en la pared, al alcance del usuario, en el que se ensartan recortes de periódico reciclados como papel higiénico. Sólo en las casas de los pudientes se gasta auténtico papel higiénico, por lo general moreno y basto, de una sola capa, marca El Elefante." Y está hablándose de la capital.(p. 466)

En este país el dominio de la Iglesia es absoluto. Habiendo ayudado a legitimar la guerra como cruzada, Franco la convierte de cómplice en pilar de su régimen y genera el "nacionalcatolicismo", una aberración que empezó consagrando solemnemnte al Caudillo como si fuera el ungido del Señor y acabó impregnando hasta los últimos intersticios de la vida nacional, hasta llegar a aquella apoteosis del Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona de 1952 en cuyo momento solemne se administró medio millón de comuniones: Durante el decenio de los años cuarenta y buena parte del siguiente, menudearán Santas Misiones, Vía Crucis, Adoraciones Nocturnas, Manifestaciones Eucarísticas, Ejercicios Espirituales, procesiones, meses de María, Misas del Gallo, retiros, primeros viernes de mes, triduos, besamanos, novenas, quinarios, peregrinaciones, visitas a los sagrarios, monumentos al Corazón de Jesús, entronizaciones de Vírgenes, roperos parroquiales. tómbolas diocesanas, mesas petitorias, rogativas para impetrar lluvia, fiestasantos, romerís, bulas de Santa Cruzada, sermones, Rosarios de la Aurora, fiestas patronales, misas de campaña, de acción de gracias, de difuntos y visitas a los Monumentos, además de los zapatos nuevos de suela de tocino recociendo el pie y levantando ampollas en el maratón de los acaparadores de indulgencias." (p. 53)

En una España miserable y preterida, los asuntos del corazón tienen una enorme trascendencia. Eslava se detiene en tres momentos que dejaron honda huella en el ánimo de nuestros compatriotas. El primero, la visita de Evita Perón, embajadora de la Argentina (p. 403) que tanto contrastaba con doña Carmen Polo de Franco y que se marchó horrorizada de lo que había visto. El segundo, la boda del siglo, el enlace de la Duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart y Silva con Luis Martínez de Irujo y Artacoz, hijo de los duques de Sotomayor en 1947. El tercero, el mundo de la cinematografía, el impacto arrollador que en la reprimida España tuvo la película de de Rita Hayworth, Gilda y la presencia en el país de Ava Gardner, por entonces en unas relaciones amorosas muy movidas con Mario Cabré, en quien todos los españoles se proyectaban, para rodar Pandora y el holandés errante (p. 497), una película, por cierto, bien curiosa e interesante en la que Gardner comparte cartel con James Mason.


NB. Se me acaba el tiempo. Quede para mañana el resto de la reseña de tan interesante libro con los comentarios sobre los asuntos de política nacional e internacional de aquel primer franquismo.