diumenge, 26 de novembre del 2006

¡VUELVE, SADDAM!

Michael Moore acaba de publicar una carta pidiendo que los EEUU salgan del Irak sin más demora; que la guerra está perdida y que, además, ha sido un crimen. El ejemplo de que se vale es contundente: en el mismo tiempo en que los EEUU liberaron Europa, África, Asia meridional y el Pacífico en la segunda guerra mundial, hoy no son capaces de asegurar el trayecto desde Bagdad al aeropuerto. Por cierto, parece increible, pero ese trayecto en taxi cuesta 35.000 dólares. Quien quiera leer la carta completa (en inglés) que pinche en la imagen. La idea de Moore es fácil de entender: Cut and Run, esto es, corta y sal corriendo.

Tiene gracia pero, por una vez, el irreverente y provocador Moore sienta plaza de burgués convencional porque lo que dice es lo que ya dice todo el mundo. Esto parece una estampida. Ayer mismo, Rosa Brooks, columnista del Los Angeles Times,decía que el Irak está ya destruido sin remedio y que lo que tienen que hacer los EEUU es retirarse sin más y pedir perdón por la catástrofe que han montado. Un colega suyo, Jonathan Chait, en el mismo medio, va más lejos y es más constructivo: pide el regreso de Saddam Husein, el restablecimiento del tirano, condenado a muerte. De producirse algo así, Saddam podría reflexionar sobre la mudanza en la humana condición. Chait cree que más vale el totalitarismo que el caos y pregunta si alguien tiene una solución mejor. No lo parece.

Lo curioso es que se trate de los más significados otrora defensores de la invasión del Irak, gente bien, conservadora, influyente en la vida pública. Chait, por ejemplo, es redactor de The New Republic, otro de los pilares del belicismo de la administración que se ha pasado oficialmente al campo contrario. A nuestros efectos, lo interesante aquí es la generalizada convicción de que la invasión ilegal del Irak fue un desastre; un desastre y un crimen, a mi entender. O sea, una cagada.

La cuestión más debatida hoy es si el Irak está ya de lleno en una guerra civil o solo se encamina hacia ella, algo perfectamente académico. Hay un acuerdo generalizado, aunque no unánime, de que se trata de una guerra civil. Por supuesto, la Casa Blanca dice no saber de qué guerra se esté hablando. Para no perder el tiempo, sugiero lo siguiente. Cuando nuestro interlocutor niegue que se trate de una guerra civil, en lugar de arrojarlo por la ventana, pregúntesele que, si no se trata de una guerra civil, ¿de qué se trata? ¿Del caos? ¿Del Estado de naturaleza?

En todo caso, parece ya claro que el trío de las Azores tiene un lugar asegurado en la Historia mundial de la infamia.