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dissabte, 16 de febrer del 2008

Los rostros antiguos.

El museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación de la Caja de Ahorros de Madrid presentan una interesante exposición sobre Modigliani o, mejor dicho, sobre el contexto de Modigliani ya que en ella se hace especial hincapié en poner de manifiesto las influencias que se fueron acumulando sobre este artista italiano, judío sefardí que falleció prematuramente en París, luego de una tumultuosa vida. La exposición cuenta con suficiente obra del autor, suficiente y variada pues junto a los óleos, hay varias muestras de esculturas suyas en piedra y algunos dibujos y, aunque encuentre fastidiosa esta costumbre que tienen las dos instituciones de partir el material, obligando a los visitantes a trotar por el centro de Madrid desde Recoletos a la Plaza de Celenque si quieren verlo, merece la pena.

La mezcla resulta extraordinariamente explicativa. Sobre todo en el caso de las piezas en piedra. Modigliani se consideraba antes que nada escultor y a la escultura dedicó cinco años enteros de su época más creativa y cuando hubo de abandonarla por razones de salud, nunca lo hizo del todo. Con independencia de otros factores que han actuado en la obra del artista, en la medida en que éste alcanza un estilo propio, inconfundible y absolutamente personal es porque hace una pintura "escultórica"; esto es, antes era un escultor que esculpía; ahora, un escultor que pinta. De ahí que sus desnudos tengan tanto volumen y un aspecto macizo. Se concentró en el retrato (en buena medida lo que le daba de comer) y pintaba con ojos de escultor.

La influencia más duradera en la obra de Modigliani es el estilo del arte africano de la representación de figuras y sobre todo de las máscaras, que empezaron a llegar a Europa desde el último tércio del siglo XIX, cuando se consolidaron los grandes imperios coloniales francés, belga e inglés en el continente negro. Son las figuras que el artista pasa a la piedra y luego aplica a las que pinta al óleo, consiguiendo efectos sorprendentes, como de "desindividuación" de sus retratados, de configuración como imágenes misteriosas, llenas de secretos, lo que les da mucha fuerza. Viendo algunos de sus desnudos uno entiende que, en la única exposición sobre su sola persona que se celebró en París en 1917 en vida del autor, el jefe de la policía parisiense mandara cerrarla a las horas de abrirse. Hoy estos desnudos parecen inocentes y hasta un poco fríos por su aspecto escultórico pero en 1917, en plena Guerra Mundial seguramente resultaban escandalosos.

La obra de Modigliani muestra influencias renacentistas claras. En muchos de los retratos se viene a la memoria El Parmigianino y en los desnudos se encuentra la sencillez y sensualidad del Giorgione y Tiziano. No siendo eso, Modigliani estudió y siguió de cerca la pintura de Cézanne y Toulouse-Lautrec, que dejaron huella en su obra estando ésta abierta a los influjos de sus amigos, como Chaïm Soutine, Utrillo, Gris, Picasso, etc. a algunos de los cuales retrató y hasta más de una vez.

En las series de retratos puede verse una búsqueda incesante de un estilo propio, de recursos expresivos, pero también de una visión interior que trataba de extraer de cada figura un significado especial o puede que, antes bien, se tratara de un intento de imponer ese significado consiguiendo así unas composiciones simbólicas y complejas de una gran fuerza y belleza y siendo al mismo tiempo indiscutiblemente su estilo. Está bastante claro en el impresionante retrato de Jeanne Hébuterne de la izquierda, cuya figura inverosímil, serpenteante, parece brotar del cuadro, compuesto deliberadamente en dos dimensiones.

Es imposible saber en qué hubiera acabado aquella vivencia palpitante, aquella búsqueda e introspección permanentes que fue la vida de Modigliani, el Modi de Montparnasse, cuyo apócope suena como "maldito" en francés. Como maldito se consideraba a sí mismo aquel hijo de judíos italianos que había crecido en una juventud empapada de Nietzsche y formado escuela en torno a Los cantos de Maldoror, que sería después el libro de cabecera de los surrealistas. Pero algo es claro: en el poco tiempo que le fue dado vivir, dejó una obra personalísima, única, inclasificable, concentrada obsesivamente en los dos motivos de los retratos y los desnudos que lo hacen brillar a la altura de los mejores.

dimarts, 11 de desembre del 2007

Klossowski, el transgresor.

En el Círculo de Bellas Artes (CBA) tienen una exposición casi clandestina de dibujos de Pierre Klossowski. Casi clandestina porque no me parece que esté muy anunciada, carece de folleto explicativo, díptico o mera hojita que ilustre acerca de su muy interesante autor y obra y, para más ocultaciones, tiene un cartel a la entrada que advierte de que algunas piezas de la exposición pueden "herir la sensibilidad" de los espectadores, algo perfectamente ñoño. A cambio, el CBA permite una visita virtual a la exposición mediante quicktime que, si es como yo la he visto, es una birria; hay que ir en persona. Para quien quiera hacer la visita virtual, está aquí.

No obstante, si viviera Klossowski esta falta de resonancia probablemente le parecería normal, nada ajeno o distinto al trato que el conjunto de su obra (plástica, literaria, ensayística, de traducción y hasta cinematográfica) obtuvo durante su vida: un cortés silencio que sólo se rompió cuando Bataille y Deleuze la desenterraron en los años ochenta del siglo pasado. Para entonces, Pierre Klossoswki, que ya era septuagenario, se había retirado de muchas cosas, pero no de todas. Llegó a ser muy viejo. Nació en 1905 y murió en agosto de 2001, nonagenario y unos meses después que su mucho más célebre hermano Balthazar Klossowski, conocido como Balthus.

Lo que el espectador va a encontrar en la exposición es una serie como de docena y media de grandes dibujos a lápices de colores, ejecutados con una técnica muy característica, claramente influida por Pierre Bonnard (sobre todo en la paleta), que había sido maestro de la madre de Klossowski. Por cierto, esta señora, Baladine Klossowska, fue toda una personaje, amante una temporada de Rainer Maria Rilke en los últimos años de la vida de éste, ya enfermo de leucemia. Fue Rilke quien recomendó a Pierre a André Gide aunque al final no hicieron buenas migas.

El caso es que, con tales antecedentes y una educación tan refinada como la que tuvo, Pierre Klossowsky produjo una obra compleja, difícil casi mistérica, centrada en algunos autores decisivos, como Sade o Nietzsche, sobre los que escribió sendos estudios y en la que se perfila una clara inclinación estética por la ambigüedad, la homosexualidad, el sadismo, el incesto, en definitiva todas las transgresiones imaginables.

Klossowski ilustró sus propias obras, probablemente porque sólo con sus dibujos estaba el hombre a gusto. Quiere la leyenda que en cierta ocasión encargara las ilustraciones para su obra Roberte se soir a su hermano Balthus, éste las hizo pero Pierre las rechazó. Cualquiera que haya visto los dibujos de Balthus entenderá por qué los rechazó su hermano; en realidad Balthus había dibujado una Roberte exactamente como lo hubiera hecho Klossowski, algo difícil de tolerar para quien se cree único en el mundo..., cosa por lo demás sencilla pues cada uno de nosotros es único.

La exposición tiene temas mitológicos, dos secuestros de Ganimedes, uno de ellos el de más arriba y otros episodios, singularmente el muy famoso de Diana y Acteón que le resultaba especialmente atractivo. Hay varios dibujos correspondientes a su novela Baphomet, que toma pie en la historia de la supresión de la orden de los temnplarios para trenzar una delirante historia de homosexualidad, erotismo, androginia en la que interviene hasta Santa Teresa de Jesús, cuyo espíritu encarna en el cuerpo del héroe, Ogier de Béauséant, inicialmente encargado de corromper a los templarios y llevarlos a la práctica de la homosexualidad, singularmente al hermano Demian que luego resultará ser el propio Klossowski.

Merece la pena visitar la exposición y preguntarse por los sentimientos que lo embargan a uno al contemplar dibujos con tal carga emocional, tan ambiguos, tan eróticos y transgresores. Porque, guste o no, Klossowski es un típico hermano "de su hermano".

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