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dimarts, 29 d’agost del 2017

La independencia y la izquierda

Transcribo una entrevista que se publicó ayer en elNacional.cat y que viene como anillo al dedo a propósito de la noticia de la cena secreta de ayer entre Junqueras, Iglesias, Domènech y Roures.

El texto:

Ramón Cotarelo (Madrid, 1943), hoy catedrático emérito de Ciencia Política de la UNED, fue profesor de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. Sin embargo, lo que un día vio como una oportunidad -Podemos-, pronto se convirtió en una desilusión. Hoy es muy escéptico con sus exalumnos, especialmente en la cuestión catalana, de la que cree que no ha entendido nada.

Cotarelo ha estudiado profundamente el conflicto catalán. Incluso tiene un libro al respecto, La República catalana (Now Books, 2016), en el que explica al resto de españoles qué es exactamente lo que ocurre en Catalunya. Es un intento de romper el silencio que hay en el Estado español para voces como la suya, un silencio que ha compensado con una importante presencia en el debate público catalán.

¿Qué votaría usted el 1 de octubre?
Votaría que sí.

¿Por qué?
Muy sencillo: porque la situación actual no permite ninguna otra salida.

¿Cree que habrá urnas?
Sí, sin duda.

¿Qué le hace pensar eso?
Dos cosas. Por un lado, la incapacidad del nacionalismo español, específicamente del Gobierno español, para impedirlo. Por el otro, la manifiesta voluntad de los independentistas catalanes de llegar hasta el final.

¿Hasta dónde ve capaz de llegar al Gobierno español para impedir que se vote?
No lo sé. Si hacen lo que les pide el cuerpo, cualquier cosa. Pero no les van a dejar.

¿Se pueden permitir que se repita la imagen del 9-N?
No quieren, pero no les va a quedar más remedio.

¿Qué debe hacer el Govern el 2 de octubre?
Según el resultado, invitar a todas las partes interesadas a una mesa de negociación...

Dos no negocian si uno no quiere…
Pues tomarán las medidas oportunas si la otra parte no comparece. El Govern tendría que dar cuerpo legislativo a la decisión del referéndum. El resultado debe aplicarse, sin ninguna duda, sea cual sea.

¿Incluso si no se logra interpelar a los no independentistas, como ocurrió el 9-N?
Por supuesto. En una consulta democrática siempre hay abstenciones. Y la abstención es una actitud tan legítima como el voto por el ‘sí’ o el ‘no’. Si se abstienen, dan por bueno el resultado, sea cual sea. Si no, votarían.

¿El Govern debe dejar claro que, pase lo que pase, el resultado va a ser vinculante?
El Govern ha dicho claramente que se espera que todo el mundo acate la decisión, empezando por él. Es que es su obligación: si convoca un referéndum es para aceptar sin reservas el resultado que sea. Sea cual sea, se atenderá a las consecuencias.

¿Entiende que haya quien desde la izquierda se oponga al referéndum del 1 de octubre?
¿Qué izquierda? ¿La española o la catalana?

Ambas.
En el caso de la española, me resulta más fácil de entender. La izquierda española no simpatiza con el referéndum, y mucho menos con la autodeterminación de los catalanes. En el caso de la catalana, es un poco más difícil. ¿De qué izquierda estamos hablando?

Pensaba más bien en los comuns.
Sí, claro, pero fíjese que los comuns, si pudiéramos trocear la izquierda catalana, es una cuarta parte. ERC es izquierda. La CUP es izquierda. El Podem de Albano-Dante Fachin es izquierda. Pues bueno, una parte de la izquierda catalana, concretamente una cuarta parte, parece que está en una situación de ambigüedad. Y yo creo también, si se me permite, si no parece demasiado insultante, que son oportunistas.

Oportunistas, ¿en qué sentido?
En el sentido de no significarse mucho porque puede dificultar las ambiciones de sus dirigentes de llegar a un entendimiento en una España imaginaria que pudiera reformarse de la mano de un frente de izquierda peninsular. Estoy fabulando.

¿Ada Colau o Xavier Domènech piensan más en sus ambiciones personales?
Yo no he dicho nombres…

Los digo yo.
Sí. Me parece que la trayectoria de sus dirigentes, singularmente de la señora Colau, que no es de hace uno o dos meses, va en ese sentido.

¿En la dirección estatal de Podemos se creen esto del derecho a decidir?
No. Les pasa lo mismo que a los otros, que están muy divididos. Por ejemplo, los Anticapitalistas de Miguel Urbán están de acuerdo con el derecho a decidir y con el referéndum, aunque no sea pactado. Los de En Marea también. Y luego están los pablistas y los errejonistas, que por ahí se andan los dos. Iglesias me parece más centralista y jacobino, menos amigo del derecho a decidir. Pero los dos van por el mismo camino. El problema es que no lo entienden.

¿Qué es lo que no entienden?
No entienden que la idea de nación española que manejan es una idea que han comprado a la derecha. Y claro, en ese marco nacional patriótico que han heredado de la derecha, dándole un barniz populista latinoamericano, no entienden la cuestión del independentismo. Y además no les gusta.

¿Para Iglesias es más bien un problema?
Para él es una china en el zapato. Porque les rompe ese marco de salvadores de una patria plurinacional, esa esperanza de renovación de carácter nacional-popular y no sé qué cosas más, que no se va a producir nunca.

Uno de los argumentos, que por ejemplo ha usado Alberto Garzón, es que esto es algo de la derecha y la burguesía
El señor Garzón, que tiene una trayectoria apreciable, razona como en el siglo pasado. Sus análisis son antiquísimos. No se ha percatado todavía de que este proyecto independentista es transversal, interclasista y sobre todo tiene un fuerte apoyo popular.

¿Se puede ser de izquierdas y nacionalista?
Menuda tontería. ¿Por qué no? Quienes dicen que no se puede ser nacionalista y de izquierdas, que me digan por qué. Se puede ser de izquierdas y nacionalista, vegetariano, amigo de los osos panda y un montón de otras cosas. Quien diga que es incompatible, que lo justifique.

Porque es internacionalista.
En realidad la izquierda nunca ha sido internacionalista. Si se me permite la broma, la vieja profecía marxista, que el proletariado no conoce patria, ha fracasado rotundamente. Lo que no conoce patria es el capital. La izquierda ha sido siempre nacionalista.

¿Qué representaría para el Estado español una hipotética independencia catalana?
No tengo ni idea, la verdad. Pero es una opción verosímil con la que los españoles deben contar.

¿Puede remover los cimientos del Estado?
Eso es inevitable, sin lugar a dudas. La cuestión es en qué sentido se da esa transformación…

¿Puede haber una involución?
Por supuesto. No sería nada raro en España.

Usted ha dicho que la principal diferencia es que en Catalunya hay un proyecto y en España no lo hay.
Así es. En Catalunya hay un proyecto de construcción de un Estado y una República. En España eso produce terror...

Pero hay quien habla de procesos constituyentes en España.
He oído hablar de procesos constituyentes a mucha gente, que lo dice de corazón y con sinceridad; pero también a gente que lo dice porque no tiene otra cosa que decir. Proceso constituyente… Vamos a ver: ¿eso qué es? Con un 30-35% de votos a la derecha, ¿qué proceso constituyente? Además, muchos de los que hablan de proceso constituyente, lo hacen para ocultar la reivindicación republicana. La República fue el último régimen legítimo que ha habido en España.

¿Cree que España es irreformable?
Pues sí.

¿Y eso a qué escenario aboca?
Pues no lo sé, dependerá del referéndum. El único argumento respetable de quienes razonan en contra del referéndum es ese de que no hay que confundir el Estado con el gobierno. Pero da la casualidad de que en España son idénticos, son lo mismo. El Estado español solo puede dar este gobierno. Si lo que me está usted diciendo es que espere dos años, a que haya unas elecciones con la posibilidad de que las pierda la derecha, porque habrá un gobierno de izquierdas que reformará el Estado, eso ya no se lo cree nadie.

¿El 15-M no ha abierto cierta brecha, al menos generacional?
El 15-M es una confluencia de dos factores. Por un lado, una reacción espontánea de la gente que está hasta el moño. Por el otro, el aprovechamiento por parte de unos listos que dicen que recuperan un discurso de izquierda radical, de carácter asambleario, con unas gotitas de populismo latinoamericano, junto a un discurso europeo y moderno. Pero esto es España.

¿Qué quiere decir con eso?
Aquí el discurso moderno no existe. Tampoco en la derecha, ¿eh? En Europa hay una derecha democrática de verdad, pero no es la que hay en España. En España hay la derecha fascista, la que perdió la guerra en Europa pero la ganó en España. Y eso es una maldición que abrasa al país y contamina a la izquierda. Es una izquierda atrasada, acobardada, hundida, humillada, y que cree que puede salvar los 40 años de colaboracionismo con un discurso nuevo, del 15-M y tal.

En su libro La República catalana habla de una “nación española que no pudo ser”.
Me refiero a que este viejo imperio se ha ido fragmentando, empequeñeciendo, pero no ha conseguido cambiar su mentalidad imperial por una nacional. No se ha construido una nación. No es un invento mío, no es una boutade. No hay dos historiadores que estén de acuerdo acerca de la nación española, su origen, su alcance y su evolución.

Imagino que no se cree la España plurinacional de Pedro Sánchez.
No. O es demasiado poco o no es nada. Si lo que me están diciendo es que España es un Estado plurinacional, pero es un Estado de varias naciones culturales, ¿me están diciendo que es un gallinero? ¿Me están diciendo que hay una nación política y luego están los pequeñitos? Entonces es un concurso de folklore.

Según algunos en el PSOE, Madrid también es una nación.
Fíjese la idea de nación que tienen. ¿Por qué no Alpedrete? Que conste que no creo en absoluto que la idea de nación tenga que ver con la extensión del territorio, sino con la profundidad del sentimiento nacional. Puede haber naciones pequeñas muy naciones. Y plurinacionales, como Suiza.

Usted llegó a defender una España plurinacional.
Pero ya no. Lo único que veo es que en este país no hay ninguna iniciativa política digna de consideración, no hay un proyecto, no hay nada. Y hay una situación por la que hay que dar gracias a los dioses: que la oposición a la continuidad del viejo Estado español se ha territorializado en Catalunya. Por eso, lo que hay que hacer es apoyar ese proceso catalán y ver qué sale de ahí, estar abierto a todas las posibilidades.

Usted ha sido muy crítico con la evolución de Podemos. ¿No se ha convertido en lo que esperaban que fuera?
Lo que yo entendí al principio, y con lo que simpatizaba, era la idea de construir una izquierda entre el comunismo y la socialdemocracia aburguesada, un territorio electoralmente muy amplio y donde poder hacer mucha construcción. Pero eso se vino abajo cuando dentro de Podemos prevaleció la idea de la alianza con los comunistas anguitistas, los del PCE, los de Izquierda Unida. Su obsesión era hacer el sorpasso al PSOE y perdieron un millón de votos. Y garantizaron el gobierno de la derecha. Eso no tiene perdón.

¿No ha moderado su discurso?
Ahora ya da igual lo que hagan. Ya es un fracaso. Las próximas elecciones lo demostrarán. Volverán a los porcentajes de voto de Anguita.

¿Cuál ha sido su principal pecado?
En el fondo, las proclamas eran falsas. No era un intento de renovación, un intento de constitución de una nueva izquierda… Era un intento de lavarle la cara al comunismo e ir a por el PSOE, aprovechando las horas bajas.

¿Posicionamientos como el suyo son castigados fuera de Catalunya?
No, no llegan a eso, porque de entrada son silenciados. Como no se pueden exponer, no se molestan en castigarlo...

¿Por eso tiene que venir a Catalunya?
Por descontado. Por eso le estoy agradecido a Catalunya. Y en parte por eso estoy a favor del proceso catalán.

dissabte, 12 d’agost del 2017

Ecos del pasado

Se oyen de nuevo las diatribas en el interior de IU, las acusaciones y contraacusaciones; la trifulca. Traen el recuerdo de agrias disputas del pasado y no tan del pasado. Este clima de enfrentamientos, recriminaciones, escisiones y expulsiones es inherente a IU en la medida en que esta prolonga un proyecto esencialmente comunista. Ello no implica que el comunismo sea una ideología intrínsecamente fraccionalista, pero sí que, como demuestra la historia, nació de una escisión y vive en el enfrentamiento interno y la discordia perpetuos. Tanto en España como en el mundo.

Cuando comenzó la aventura de Podemos, hace ya unos años, Palinuro sostenía que el movimiento, en su intención de “sorpasar” al PSOE, empezaría funcionando como un sifón sobre la izquierda llamada transformadora y su adalid, IU. También que la absorción de IU tendría sus peligros; el más evidente que la organización fagocitada, por así decirlo, acabara imponiéndose. Algo de eso debió de pensar el millón de votantes que les negó la confianza en las elecciones de julio de 2016.

Bien a la vista está en este nuevo enfrentamiento entre IU y el recién nacido Actúa. Viejos efluvios de la tradición comunista. No están los tiempos para anatemas y purgas, pero la virulenta reacción de la jefatura de IU muestra que el espíritu detrás de las formas más abiertas y razonadas, es el mismo. Y con el mismo origen. Se ve en el artículo de Alberto Garzón, titulado nada menos que "Llamazares y la honestidad política" en que ventila su querella con Llamazares invocando los intereses de IU y del PCE, ese partido que solo aparece para defender su derecho a existir. 

No sé si Llamazares hace bien o mal. No creo falten razones en uno u otro sentido sobre decisiones personales de exclusiva responsabilidad de quien las toma. Lo que me llama la atención es que la izquierda española esté entretenida en estos aburridos asuntos en los que es imposible discernir lo personal de lo ideológico y hasta de lo neurótico. En una parte del Estado se dirime una cuestión de calado constitucional, revolucionario, incluso, y la izquierda está ausente. El PSOE, por descontado y los otros, entretenidos en sus quisicosas. 

Y cuando deciden enterarse, empeoran la situación. Lo acaba de hacer Pablo Echenique con un artículo preguntando "¿Por qué Rufián no quiere que echemos a Rajoy?" con la consabida respuesta del cuanto peor, mejor y en el que, en realidad, muestra no entender gran cosa del proceso catalán. En el fondo, el artículo es un intento de justificar por qué los de Podemos se oponen a un referéndum al que se opone el gobierno al que ellos se oponen. En todo caso, la intención es clara: los indepes deben aplazar su justísima petición de referéndum al momento en que un impreciso cambio en España les permita realizarlo. 

El argumento tiene un defecto de raíz porque si el referéndum que piden los indepes se realizará cuando haya un cambio, ¿por qué no empezar el cambio precisamente realizando el referéndum? Porque hay una diferencia enorme entre las respectivas ideas que Podemos y los indepes se hacen de su horizonte nacional. Por si acaso esto no quedara claro, puede verse con todo detalle en la respuesta de Gabriel Rufian a Echenique enumerando trece razones.

Cuando la izquierda española quiera entender qué ha pasado en Cataluña, ya habrá pasado. 

Quizá sea esa la mejor forma de entender algo: en la distancia.

divendres, 11 d’agost del 2017

La constelación de la izquierda

Hay una convicción generalizada de que en las competiciones electorales, la opción que se presenta unida gana y pierde la que se presenta fraccionada. Es una convicción que comparte la izquierda a pies juntilla razón por la cual está siempre clamando por la unidad… al tiempo que se fractura. Pues son dos opciones básicamente, la derecha y la izquierda, que se habían materializado en la hegemonía de los dos grandes partidos dinásticos. El PP hegemonizaba la derecha y el PSOE la izquierda, con la excepción del pequeño porcentaje de irredentos de IU, herederos de los viejos comunistas. Por eso, el bipartidismo fue siempre un bipartidismo imperfecto.

Y no solo imperfecto, sino con tendencia a la perpetuación. Al fin y al cabo quienes recientemente desafiaron el bipartidismo, los de Podemos, bien claramente decían que iban al sorpasso, esto es, a la aniquilación del PSOE a fin de llevar ellos la hegemonía de la izquierda y continuar con el bipartidismo. Fue necesario rechazar un gobierno de coalición con PSOE y C’s, ir a unas segundas elecciones en alianza con IU y perder un millón de votos, para que empezara a vislumbrarse el enésimo triste fracaso de este empeño de revitalizar el comunismo o algo que se le parezca.

El resurgimiento del PSOE tras las primarias tiene un significado poco comentado que explica cómo se ha producido ese ritorna vincitore de Sánchez. Se ve considerando el resultado de las primarias como un proceso de regeneración del partido. La contundente victoria de Sánchez no lo fue sobre una contrincante personal sino sobre una forma de entender y hacer la política y, por supuesto el propio PSOE. La derrota lo fue de un PSOE entendido como una especie de PRI andaluz, adornado con todo tipo de prácticas clientelares y caciquiles.

El beneficio para Sánchez es que él aparece ahora liderando un PSOE regenerado, al margen de aquellas prácticas, recupera el crédito y ocupa la centralidad política. Al respecto el empecinamiento de la dirección del PSOE-A y de Susana Díaz en concreto de constituir en “oposición interna” en el partido trae agua al molino de Sánchez, pues le permite marcar distancias con un modelo de gobierno y partido que no solamente no ha dado los resultados previstos en 40 años de gestión, sino que se encuentra procesalmente acogotado.

La recuperación del PSOE y la conflictiva realidad de Podemos están provocando movimientos en la izquierda que, no por ser esperables, suscitarán menor controversia. El obvio, el partido Actúa, promovido por Llamazares, Garzón, Mayor Zaragoza y así hasta doscientas personalidades que buscan un acomodo para dar cumplimiento a aquello que piden a los demás, actuar; pero ya avisan de que solo lo harán (esto es, solo se presentarán a las elecciones) en coalición con otras fuerzas de la izquierda.

En cualquier universo hay soles, planetas, satélites, asteroides, estrellas, enanas blancas, agujeros negros, etc. En el político, también. Este partido tiene un aspecto insólito, pues parece una constelación de soles. Personalidades a las que suele llamarse “referentes” de la izquierda pero que no militan en partido alguno ni tienen seguidores en cantidades apreciables. Por eso han constituido su partido, con ánimo de integrarse en una formación más sólida y amplia que, a todas luces, solo puede ser el PSOE.

La inscripción del partido es para tener algo que poner sobre la mesa a la hora de negociar posiciones en las listas electorales que, en el fondo, es de lo que se trata. Estos referentes de la izquierda descubren que tienen escasa audiencia por sí mismos. Necesitan la caja de resonancia de las instituciones. Y a las instituciones solo se llega a través de los partidos. De ahí que la negociación sea vital porque, si no se logran posiciones de primera y se aceptan puestos de diputados del montón, no tendrán visibilidad En la negociación se ofrecen nombres que traigan votos a cambio de puestos que traigan nombre.

Digo que el PSOE es el partido más probable de estos navegantes solitarios porque la reacción de IU al movimiento del partido de los actores, a cargo de Antonio Maillo, coordinador general de Andalucía de IU, ha sido la esperable. Rayos y centellas contra un excoordinador desleal y felón cuyo objetivo, aparte de pasarse al PSOE sin más, es destruir IU, cosa que no podrá, afirma muy enfadado el diputado andaluz.

Las deslealtades anteriores que suelen siempre mencionarse como rol de la felonía son casos como los de Rosa Aguilar, López Garrido, Antonio Gutiérrez, Cristina Almeida, etc., a quienes se achaca una línea común en su táctica de paso al PSOE en dos tiempos. Se aglutinan primero en una organización-pasarela para integrarse después en el partido, con algo más de gallardía, piensan ellos, que si hicieran fichajes personalizados.

La Izquierda Abierta de Llamazares tenía esta función. Al no integrarse él por esos pruritos típicos de la izquierda, ha acabado fundando un segundo trampolín, lo que de inmediato le ha valido las iras de IU en donde lo consideran un fementido traidor. Si pudieran, lo excomulgarían. La izquierda tiene la manía de personalizarlo y dramatizarlo todo y, por tanto, de ridiculizarlo.

Y no merece la pena recordar el otro escollo en el que las izquierdas españolas (y, en buena medida, las catalanas) se enredan y enzarzan sin encontrar la salida: Cataluña. Todo el sistema político que la izquierda española ha acabado aceptando más o menos críticamente como legítimo se viene abajo si Cataluña se independiza. 

dimecres, 9 d’agost del 2017

Lucha en la lucha

Los enfrentamientos son crónicos en esa izquierda que gusta de verse como la izquierda de la izquierda. Está en la tradición comunista, viene de las infinitas peripecias de IU, hoy incómodamente adherida a Podemos bajo el nombre de Unidos Podemos. En la mayoría de los casos son conflictos de base personalista, más o menos disfrazados de controversias teóricas, diferencias tácticas, desacuerdos estratégicos y envueltos en palabrería sobre democracia, trasparencia, militancia, lealtad. En el conflicto actual se exhiben discrepancias por así decirlo "nacionales", pero en Castilla La Mancha son autonómicas. 

Siempre hay alguna razón para la fragmentación, habitualmente ideológica.Y no es cosa de entretenerse averiguando el fondo de las discusiones, generalmente brumoso. Solo de señalar la lamentable imagen que UP proyecta como un mosaico de desavenencias, una especie de nave de los locos, cosa que el electorado castiga retirando el voto.

Y no es solo propio de Podemos. Como ejemplar caso práctico, ahí está ese nuevo flamante partido de la izquierda, animado por Garzón y Llamazares, con el apoyo de doscientas personalidades, probablemente más que militantes. Actúa, el nombre del partido, está ya inscrito en el correspondiente registro del ministerio del Interior, si bien aclara que nace sin voluntad electoral. Un partido político que no se presenta a elecciones de cuyos resultados depende la financiación pública tendrá que sostenerse con sus propios recursos y no es aventurado augurarle corta y anodina vida.

dimarts, 1 d’agost del 2017

La marcha hacia el fascismo

Hace unos días, el ministro del Interior, heredero del insólito Fernández Díaz, acusaba a los nacionalistas de utilizar las instituciones con fines partidistas. Teniendo en cuenta que este ministro es militante del PP y juez al mismo tiempo, que fue alcalde de Sevilla, también del PP, su queja solo puede entenderse como una típica proyección neurótica porque emplear las instituciones públicas con fines partidista es justamente lo que hace él y, en escala mucho mayor su partido.

¡Y qué partido! Él mismo está imputado en dos procesos penales; en sus filas cuenta con unos 900 militantes y cargos públicos asimismo imputados penalmente y sostiene un gobierno del que han dimitido ya dos ministros (Mato y Soria) por corrupción declarada y tiene otros dos reprobados por sus prácticas antidemocráticas. Además, su presidente, presunto cobrador de cuantiosos sobresueldos procedentes de la caja B, acaba de declarar como testigo en uno de los procesos por corrupción de la Gürtel y, aunque su declaración se ha atenido al modelo de la infanta Cristina (no sé nada, no me acuerdo, no me consta, eso lo llevaba mi marido), es posible que haya cometido perjurio por cuanto negó en sede judicial tener conocimiento alguno de los aspectos económicos de su gestión como director de campaña electoral del PP siendo así que hay pruebas fehacientes de que conocía perfectamente estos aspectos y hasta los explicaba en ruedas de prensa.

Este partido, presunta asociación de malhechores, con el presidente de los sobresueldos ha destruido el escaso Estado de derecho que había en España. Para la comisión de sus fechorías, para ocultarla y, para causar perjuicio a sus adversarios ideológicos se ha servido de todas las instituciones del Estado, las ha instrumentalizado y las ha pervertido hasta el extremo de que ninguna de ellas tiene autoridad alguna como no sea imponiéndola a palos.

La instrumentalización más escandalosa es la del Tribunal Constitucional, presidido durante años por un exmilitante del PP que ocultó está condición ante la comisión del Senado que había de nombrarlo. En cualquier lugar este escamoteo sería motivo de cese fulminante. Aquí, ni se menciona. Este presidente y una mayoría de componentes de este órgano político que se hace pasar por tribunal ha venido actuando al servicio del gobierno del PP. No contento con esto, el gobierno de la derecha, con su mayoría parlamentaria absoluta en la legislatura anterior, impuso una reforma del reglamento del Tribunal que lo convierte en agente ejecutor de sus propias sentencias al servicio del gobierno. Los componentes de este pintoresco órgano, por mayoría (cuando menos, hubo tres votos en contra de carácter crítico) aceptaron convertirse en algo tan contrario al espíritu mismo del derecho y la justicia como juez y parte. Incluso más, dada su sumisión al poder político, en el fondo, lo que esta reforma consigue en convertir al gobierno en el dueño absoluto del Tribunal Constitucional. Cualquier parecido con un Estado de derecho es una quimera.

Y no solo el Tribunal Constitucional. El gobierno está utilizando el conjunto de la judicatura, literalmente repleta de jueces del PP y del Opus (que vienen a ser lo mismo) para sus fines partidistas, cuenta habida de que ya no es posible emplear el ejército, que es lo que verdaderamente quiere. Así, interfiere en los procedimientos, recusa jueces, impone otros de su cuerda ideológica y así resulta que, cuando el Tribunal Supremo anuncia que estudiará una prueba de la Gürtel que podría anular el conjunto del proceso, todo el mundo sabe que, de producirse tamaña barbaridad, se debería como siempre, a las presiones de los gobernantes.

De lo que estos están haciendo con todas las instancias administrativas y los medios de comunicación no merece la pena hablar. Todas y todos al servicio incondicional de un partido corrupto y cleptocrático que, en su desesperado intento de impedir por la fuerza un referéndum de autodeterminación en Cataluña de cuya convocatoria, paradójicamente, es uno de los principales responsables, ha llevado al país al punto de ruptura inevitable.

Si el gobierno es corrupto, los jueces partidistas, la administración prevaricadora y los medios lacayos del poder político, el resumen final e inevitable será el fascismo. El proceso de fascistización de que hablaba Poulantzas se agiliza notablemente en España, en donde nadie de la derecha ha condenado todavía (y mucho menos ha hecho algo en contra) el legado de un régimen franquista genocida y delincuente. Sus herederos al día de hoy en el gobierno practican la misma política arbitraria, represiva, tiránica que su modelo y por eso no lo condenan, porque carecen de la talla moral necesaria para repudiar aquel régimen asesino y sus consecuencias al día de hoy.

¿Y la izquierda? A la vista está que está tratando de escurrir el bulto, ignorar el avance del fascismo en la vergonzosa esperanza de que, cuando este cometa más fechorías de las que ya está cometiendo no caiga sobre ella parte de la represión. Es una izquierda cobarde y sumisa, incapaz de hacer frente al avance del fascismo porque, al tratarse del modo de afrontar la reivindicación independentista catalana, en el fondo, coincide con la derecha. Proferirá unos gemidos cuando la represión alcance niveles intolerables para pasar luego a esos politiqueos de alianzas y desalianzas de parlamentos y gobiernos, como si el problema más grave que tiene España hoy, tanto en lo político como en lo económico y lo moral, no fuera Cataluña.

Para su vergüenza, los acontecimientos están poniendo en evidencia la miseria moral e intelectual de estas izquierdas que de tales no tienen nada. Puigdemont ya ha anunciado que no aceptará decisión alguna de cualesquiera autoridades españolas inhabilitándolo y ha puesto el problema en sus dimensiones reales: la legitimidad democrática frente a la arbitrariedad disfrazada delegalidad.

Y la izquierda callada o, lo que es peor, dando la razón a los represores neofranquistas por puro miedo.

De la legitimidad democrática, pasamos al principio de desobediencia civil, base misma de la democracia frente a la tiranía de la mayoría y el mismo Puigdemont advierte de que está dispuesto a ir a la cárcel por defender el referéndum. Que no le quepa duda a la izquierda: con él irán muchos, catalanes y no catalanes, que defendemos el derecho de autodeterminación de Cataluña.

Para entonces, de la izquierda española no van a quedar ni las raspas.

dilluns, 31 de juliol del 2017

El congreso de la unidad a tortas

Vestida de bandera andaluza, la caudilla Díaz retorna a la actitud impositiva que llevó al golpe de mano del 1º de octubre en el PSOE. Vuelve a sus discursos emocionales, populistas, de agitadora andalusí con pretensiones universales, a tratar de imponer sus criterios, los que fueron derrotados en las primarias. Derrota que no aceptó en su momento, que siguió sin aceptar durante el Congreso del PSOE y que sigue sin aceptar hoy. Para ello ha maniobrado –eso es lo único que se le da bien- a fin de llenar el congreso de fieles a su persona en esta estructura de PRI que el PSOE ha montado en Andalucía y ella ha llevado a la siniestra situación de haber conseguido menos votos que avales en las primarias. Clara prueba de que la gente no la quiere pero no puede manifestarlo en público. La dirección de un partido que lleva 40 años en el poder ha creado una estructura clientelar, en sí misma corrupta, de lealtades y obediencias compradas. Y obviamente, no se percata de que perderá las próximas elecciones porque hasta el PRI mexicano las perdió en su día.

La señora bandera andaluza, cuyo sentido del ridículo es inexistente, afirma que los “socialistas nunca hemos sido nacionalistas”. Que han sido internacionalistas. Dos falsedades en una, aunque es probable que ella no lo sepa porque sus conocimientos son limitados. Los socialistas, todos los socialistas, han sido nacionalistas desde que un 14 de agosto de 1914 sus diputados alemanes votaran los créditos de guerra para empezar la primera matanza europea. Y desde entonces han seguido siendo nacionalistas. Nacionalistas antes que socialistas.

Cpmparte esa insistencia de que en el PSOE no son nacionalistas con todas las derechas españolas que tampoco son nacionalistas: los nacionalistas son siempre los otros, los vascos, los catalanes, los gallegos. Los españoles no son nacionalistas. Una mentira insultante. El art- 1º del Estatuto de Autonomía de Andalucía dice que esta está en la “nación española”. Por tanto, los socialistas andaluces son tan nacionalistas españoles como los melillenses o los salmantinos. Lo que no son es nacionalistas catalanes o vascos o gallegos; pero españoles, por supuesto. En eso se apoyan mutuamente el PP, el PRI/PSOE de Andalucía y, en el fondo, el PSOE.

Cuando la bandera parlante pide a Sánchez que no le haga elegir entre dos lealtades vuelve a mentir por partida doble: ni Sánchez puede obligarle a elegir nada ni ella tiene dos lealtades ya que, por lo que se ve, su convicción socialista depende del hecho de ser andaluza, nacionalista andaluza-española. O sea, tiene una sola lealtad esencial, ser andaluza/española y otra contingente, ser socialista y si dice que no le obliguen a elegir entre las dos es porque solo tiene una, la nacionalista propia de su populismo demagógico y básicamente anticatalán.

En esta situación, Sánchez ha invocado la unidad del PSOE y prometido pleno apoyo a la caudilla. Como lo haría Maquiavelo, si hubiese vivido esta situación. ¿Qué otra cosa puede decir para ocultar lo que es una guerra abierta entre las dos fracciones del PSOE, la andaluza y la española? No es exactamente una mentira sino una declaración diplomática. En realidad, el PSOE está dividido porque quien, tras apuñalar al SG en el golpe de mano, afirmó que pretendía coser el siete que su puñal había hecho, en realidad sigue dividiendo, enfrentando, malmetiendo. Su soberbia no le deja aceptar la derrota. O sea, es conveniente que Sánchez siga vigilando sus espaldas y más que antes porque los suyos van de nuevo por él y esta vez no quieren dejarlo vivo.

La división del PSOE oficialmente se manifiesta en el concepto de plurinacionalidad de Sánchez, acorde con el 39 Congreso, pero que los andaluces no aceptan porque, entre otras cosas, se fueron a tomar café cuando el tema se discutió. Pero esto es una excusa. En el mejor de los casos, la plurinacionalidad es un mero flatus vocis, mientras se limite a reconocer el carácter “cultural” de la nación catalana, pero no el político. En el fondo, los dos sectores del PSOE están de acuerdo: de referéndum nada, de autodeterminación de Cataluña, menos. Tan plurinacional es Sánchez como Díaz. Pero esta necesita un tema de bronca, aunque sea un simulacro para mantener movilizadas a sus huestes ante la posibilidad de que cambien las tornas y pierdan sus puestos.

Las diferencias, como siempre, están en las ambiciones personales de las partes, en este caso, especialmente de Díaz. Y el asunto es obvio, es evidente que lo de la plurinacionalidad y la “doble lealtad” son meras excusas para no reconocer que no se acepta la SG de Sánchez. Su actitud está dictada por el resentimiento y el afán de revancha por lo que, de no haber un cambio de rumbo radical, el vaticinio es el del inicio, que Díaz perderá las próximas elecciones andaluzas.

A ver si de ese modo se consigue que esta caudilla tan demagoga como ignorante deje de torpedear la acción de su propio partido para satisfacer unas ambiciones que le vienen grandes por todas partes.

diumenge, 30 de juliol del 2017

Camino del estado de excepción en Cataluña

El Sobresueldos dice a quienes quieren oírlo –que cada vez son menos, pues es obvio que el hombre no dice una verdad así lo aspen- que el referéndum del 1/10 no va a celebrarse porque es inconstitucional y por lo tanto ilegal. No perderemos tiempo en analizar sus razones porque no merece la pena. Los conceptos de “constitucionalidad” y “legalidad” han quedado fulminados con un gobierno corrupto hasta los calzones, cuyo sentido de la legalidad es como el de la honradez y uno que ha hecho mangas capirotes con el Tribunal Constitucional hasta el punto de convertirlo en una especie de consejillo político de gentes adictas.

Nos dedicaremos mejor a los aspectos prácticos. Exactamente, ¿cómo piensa Rajoy impedir ese referéndum que la Generalitat está empeñada en celebrar y contra el que, en realidad, no tiene razones? ¿A qué medios recurrirá? Según la inteligencia más aguda del gobierno, no se considera conveniente la aplicación del artículo 155 CE. Sáenz de Santamaría pasa por ser esa inteligencia más aguda; imagínese cómo serán las menos agudas, por ejemplo, la de Rafael Hernando.

Además de descartar el empleo del art. 155, tampoco goza de grandes simpatías la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, ese bodrio arbitrario que cocieron en 2014 entre Rajoy y Rubalcaba en contra de los catalanes. El ejecutivo se resiste asimismo a aplicar la legislación de excepción por la mala imagen exterior de España.

Y, si ya no cabe bombardear Barcelona cada cincuenta años (los últimos bombardeos fascistas tuvieron lugar en 1938), ni enviar al ejército, ¿cómo va a impedir el también conocido como “señor de los hilillos” que los catalanes celebren su referéndum? El recurso a la ilegalidad de la guerra sucia tampoco parece dar ya buenos resultados. Se encomendó a la pareja de psicópatas al mando del ministerio del Interior que lo dejaron todo peor que estaba y ha quedado reducido a una comisión de investigación y un documental sobre “las cloacas del Estado” que pone los pelos de punta.

Cabe esperar una reacción típica de este gobierno que ha conseguido ya batir todos los records de corrupción a escala mundial, consistente en su inveterada práctica de decir una cosa y hacer otra, generalmente la contraria. Uno de esos casos es el de las recientes actividades de la Guardia Civil en el Principado que está actuando, según parece, por iniciativa propia, sin respaldo de mandato judicial y siguiendo órdenes de no se sabe quién, aunque se intuya.

Cuando los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado actúan por iniciativa propia, sin cobertura de autoridad legítima, se convierten en organizaciones ilegales, de carácter parapolicial y cabe hablar de un estado de excepción más o menos encubierto. La arbitrariedad del poder consiste en ignorar y silenciar las actividades presuntamente ilegales de la Guardia Civil y completar la amenaza de estas con recursos de inconstitucionalidad de carácter preventivo ante un Tribunal Constitucional que opera como un brazo ejecutor de la política del gobierno, ajustando sus tiempos a las necesidades de este.

Parece claro que el gobierno movilizará a sus jueces y tribunales para dar una apariencia de legalidad a lo que no es otra cosa que una imposición arbitraria del poder. En un alarde de modernidad “democrática” esta derecha parece decidida a sustituir a los militares por los jueces y con los mismos fines represivos. Añaden los más viejos del lugar que no conviene confiar en que dicha substitución sea definitiva, salvo que los jueces consigan una “pacificación” de esa díscola población, como la de los militares, cosa poco probable.

Queda claro que el presidente sobresoldado no tiene ni idea de cómo resolver el “problema catalán” y que confía en su habitual recurso de la inacción, en el entendimiento de que si esta no consigue parar la consulta, se echará mano a los demás recursos, empezando por el uso de la fuerza.

De hecho ya se ha comenzado con las actividades de la Guardia Civil sin el correspondiente amparo judicial. Piénsese en qué puede pasar si en el curso de estos interrogatorios a los cargos públicos y funcionarios de la Generalitat, sucede alguna desgracia, prevista o imprevista. Para curarse en salud, la Generalitat ha denunciado en el juzgado a la Guardia Civil, supongo que por extralimitación de funciones y abuso de poder. A su vez, la Guardia Civil ha pedido amparo a los Mossos d’Esquadra frente a la manifa que la CUP tiene anunciada para mañana frente a su casa cuartel.

Está provocándose una situación de enfrentamiento institucional y desbarajuste de gobierno, lo que no es menos alarmante por el hecho de ser lo esperable en unos gobernantes neofranquistas cuyo espíritu democrático es inexistente.

Del otro lado, es llamativo el silencio de la izquierda no independentista, tanto española como catalana. Los Comunes todavía no han encontrado tiempo para condenar la actividad presuntamente ilegal de la Guardia Civil. Y PSOE y Podemos guardan un silencio cómplice frente a las arbitrariedades en Cataluña. Es de recordar aquí el famoso texto erróneamente atribuido a Brecht, siendo de Niemöller, acerca de quién no actúa y se rebela contra las injusticias porque afectan a otros sin darse cuenta de que él siguiente en la lista será él. Lo mismo con la izquierda: si esta no tiene la entereza y el espíritu de denunciar las arbitrariedades contra los independentistas, cuando los neofranquistas vayan por ella, tampoco habrá quien la defienda. No se olvide que el Sobresueldos, el gobierno y el PP actúan de acuerdo con pautas democráticas porque no les queda más remedio, igual que Rajoy tuvo que declarar ante el juez por obligación y a rastras, aunque luego dijera, con su habitual cinismo, que estaba contento de haber colaborado con la justicia. Ellos actúan más a gusto en contextos autoritarios.

Podemos no está jugando limpio en el asunto del referéndum y las declaraciones de sus dirigentes cada vez se parecen más a las del PP. El PSOE comulga con ellas de antes. Su propuesta de reformar la Constitución para neutralizar el referéndum es tardía, inviable y pobre. Cuando le aprietan las clavijas en asunto de la nación catalana, el PSOE camina del brazo del PP. Y que no se le ocurra aventurarse por vías nuevas, que llega la caudilla del sur, enarbolando la bandera de la una, grande y libre y empieza a mover la silla de Sanchez de nuevo. El plurinacionalismo es una bagatela y, aun así, despierta las iras encendidas de los socialistas más carpetovetónicos.

En resumen, una izquierda inútil, incapaz de aportar soluciones a los problemas colectivos si no es aceptando el marco conceptual y la idea de España de la derecha. Algo completamente absurdo porque esta tiene un interés patrimonial en el asunto (ya que considera que España es su cortijo y los españoles, sus esclavos), pero aquella, la izquierda, no tiene –o no debiera tener- otro que la justicia y el respeto a los derechos de los pueblos. De todos. No solo del suyo. Pues cuando solo se tienen en cuenta las intereses del pueblo propio, no se tiene en cuenta ningún interés salvo el del partido.

dimarts, 25 de juliol del 2017

La nación tardía

En la historiografía germánica suele calificarse el proceso de unificación alemana del siglo XIX como el surgimiento de una "nación tardía" (verspätete Nation) y el calificativo se extiende a la italiana, más o menos coetánea. Son "tardías" por constituirse en el XIX, no como naciones, sino como Estados, cuando otras europeas ya lo habían hecho en los siglos anteriores (del XVI en adelante), Holanda, España, Inglaterra, Francia, Dinamarca, etc. ¿Qué decir entonces del renacimiento del debate sobre la nación española en el XXI? Que o se constituyó falsamente en el XVI (al menos como nación, aunque lo fuera como Estado); o se constituyó verdaderamente en el XVI pero se "desconstituyó" en el ínterin; o aquí alguien se inventa las cuestiones solo con ánimo de alterar aviesamente la plácida existencia de Rajoy.

A comienzos de su primer mandato, en 2004, Zapatero, sin duda iluminado por el espíritu de sabiduría que reina en el Senado, dijo algo que pertenece al reino de la experiencia y la razón; dijo que el concepto de nación es discutido y discutible. Entendiendo que se refería a la española, un enfurecido Rajoy le saltó al cuello dialéctico, montado en el caballo blanco de Santiago (patrón de España y más, hoy), sosteniendo que la nación no se discute y no es discutible. Ante el ataque , el pobre Zapatero, según su costumbre, murmuró alguna confusa justificación y se puso a salvo antes de que los patriotas de Cristo y cucurucho le dieran su merecido.

Sin embargo, hasta Rajoy se da cuenta de que la nación es un concepto discutido puesto que todo el mundo lo discute se ponga él como se ponga. Si, además, es indiscutible, depende del poder que tengan los Rajoys. Si pueden, impedirán por la fuerza que se discuta y, por lo tanto, será indiscutible. Pero, en sí misma, la nación es concepto tan discutido como discutible. Y sería de desear que los Rajoys fueran neutralizados para que la gente pueda discutir pacíficamente conceptos que son esenciales en toda convivencia humana sin tener que aceptar construcciones patrióticas falsas, llenas de oropeles y bambolla, enarboladas y predicadas por unos gobernantes cuya única preocupación real es robar. Es decir, sin perder el tiempo con herederos del franquismo que pretenden imponer su cuartelaria idea de una nación que no es una, no es grande y tampoco es libre, aunque lo repitan como las carracas.

Ahora es el PSOE en su conjunto el que se enfrenta a este espinoso problema en España. Por fin. Y lo hace dando pie a esta consideración de que recela de la plurinacionalidad defendida por Sánchez. No es exactamente la posición de Rajoy, pero se le acerca porque, en realidad, acepta acríticamente la idea de "nación española" acuñada a sangre y fuego por el fascismo e impuesta durante 40 años como victoria incuestionable. "Recelar" no equivale a condenar a las penas del infierno, pero no le anda muy lejos. El PSOE, al parecer, "desconfía" de la expresión. Y, exactamente, ¿por qué? No por la veracidad que encierra pues es obvio que el Estado español contiene varias naciones (dejemos la cantidad y el nombre a la afición discutidora) sino por el alcance que pueda tener (si nación "cultural", "pluscuancultural" o "política") y su impacto en la distribución territorial del poder político y los recursos económicos. Sobre todo los recursos económicos, para qué vamos a engañarnos.

Llueven las propuestas, reveladoras de profundas diferencias: "federalismo simétrico", "idem asimétrico", "federación de islas". No nos entretendremos en valorar las distintas motivaciones de las propuestas. Solo señalaremos que el "recelo" frente a la plurinacionalidad revela el rechazo a la existencia de otras naciones en España que no sean la española. Y, si esto es así, que lo es, la diferencia entre la actitud del PSOE y la de Rajoy es solo la grosería del segundo. 

En el fondo, la llamada "cuestión catalana" que (insisto por enésima vez) es la "cuestión española" ha fracturado, ha triturado a la izquierda del Estado. El PSOE no es un caso único. Algo así sucede en Podemos: aunque se reconoce el derecho a decidir de los catalanes, se hace desde una perspectiva nacional-española menos autoritaria e impositiva que las otras pero, en el fondo, coincidente con ellas. Lo que tiene que hacer la nación española con la catalana (y cualesquiera otras díscolas) es "seducirla". Como si eso fuera fácil con un posible "seducido" mucho más avanzado y elaborado que el "seductor" y como si este tuviera algo con qué seducir. 

En el PSOE les pasa lo mismo, aunque con menos perifollos teóricos. Recelan de la "plurinacionalidad" de Sánchez, de la que, en el fondo, recela el propio Sánchez, porque temen que las demás naciones exijan sus derechos y, claro, una cosa es llamarse nación y otra distinta ejercer de tal. ¿Se quiere una prueba de desconcierto de la izquierda española ante el independentismo catalán? Sáquese a relucir la República, que cristalizará en una Cataluña independiente y seguirá sin poder mencionarse en una España sumisa a una Monarquía que, en realidad, no es legítima. ¿Y se quiere una prueba de la prueba republicana? Dígase que ha hecho la izquierda española por abrir las fosas de las más de cien mil personas asesinadas por los franquistas.

El "recelo" ante la plurinacionalidad se hace evidente en la narrativa federal del PSOE, resucitada tras veinte años de hibernación y remozada en el reino de Granada no ha mucho. Y ahí son muy de ver las mencionadas variantes de federalismo "cooperativo", "simétrico", asímétrico", u "homotético". La variedad demuestra que no hay un acuerdo respecto a qué signifique en concreto "federalismo".

Pero lo más importante, lo decisivo, es lo que ni se menciona. La cuestión de si el federalismo es una solución que se propone, se aprueba y se impone desde una única instancia de poder o si se trata de una forma que las posibles partes componentes (las discutidas y discutibles pero innegables naciones) eligen libremente, pudiendo optar por la independencia.

Ese es el problema de la izquierda y, por extensión, de España.

dilluns, 24 de juliol del 2017

Briantiburrillo

El desbarajuste es colosal. Los anticapis rompen con los bolches de la línea general a causa de la posible coalición de Castilla La Mancha (vade retro PSOE) y del giro de 180º en el referéndum catalán sintetizado en la negativa de Iglesias a votar en el referéndum caso de llamarse Esglésias. Esta fractura ideológica repercute en las territoriales con las confluencias soberanistas, singularmente en Galicia. La izquierda debe apoyar el referéndum pase lo que pase, truena jupiterino Beiras. Entre estas dos actitudes, los menches errejonistas, adoradores del just milieu, defienden el referéndum, pero no está claro si también el unilateral. El zafarrancho es considerable a algo más de dos meses del 1/10. La entrada de Cataluña en el juego, esto es, el impacto del desbarajuste de la izquierda en las franquicias catalanas, convierte la discordia en un pandemónium. Predomina el ánimo en pro de la votación en el referéndum pero de distintos modos. Podem -a su vez distanciado de los Comunes, uno de cuyos líderes es socio estrecho de Podemos en Madrid-parece decantarse por participar en el referéndum del tipo que sea; los Comunes no tanto. Sostienen que el referéndum debe celebrarse por ser consulta democrática, pero no le dan valor de tal, sino de "movilización popular" o algo así de impreciso.

Resumiendo: la probabilidad de que esta izquierda llegue a una unidad de acción con la otra, el PSOE (que para muchos es un ente maléfico, un íncubo luciferino), parecen escasas. Sin esa unión resulta imposible desplazar el gobierno de la derecha, objetivo prioritario, sin embargo, de ambas izquierdas.

Así, como suena.

diumenge, 23 de juliol del 2017

El fracaso de la izquierda

Los dos partidos, PSOE y Podemos, dicen ser de izquierda. En ambos hay militantes muy críticos con el otro; con el PSOE por neoliberal y con Podemos por populista. Pero no es el mayor problema al que los dos se enfrentan. Sus respectivas circunstancias internas no reflejan la unidad de criterio esperable en los partidos. El PSOE sigue bastante fracturado después de las primarias. La victoria de Sánchez no ha pacificado del todo la organización. Se mantienen federaciones y agrupaciones conflictivas y enfrentadas en controversias personales, ideológicas y estratégicas, todas mezcladas. 

Podemos, a su vez, aun está más fragmentado. No es un partido al uso, sino un mosaico irregular, compuesto con teselas de distinta naturaleza en las que, además de las personales, ideológicas y estratégicas, se dan las orgánicas, pues se trata de una amalgama de confluencias, fusiones y semifusiones. Paradójicamente el factor que mantiene la unidad de esta organización surgida de un espíritu antisistema es el hecho de haberse integrado en ese sistema y estar actuando a través de cargos públicos. La unidad la procuran las instituciones. Veremos si se mantiene en periodo electoral.

Este aspecto apunta a la razón del fracaso, al menos por ahora, de la colaboración y unidad entre las izquierdas. Es decir, la razón no reside en las discrepancias y regañinas por asuntos concretos. Con todo y ser estos importantes pues, en efecto, el comportamiento del PSOE en la comisión de investigación sobre las fechorías de Interior no es de recibo, no son decisivos. Nada que no se pudiera arreglar o convenir para el futuro en una colaboración que recién empieza. 

La razón de este fracaso es de otra índole y tiene mas que ver con la acción institucional de ambas fuerzas y, sobre todo, con el hecho de que las dos la articulen en el terreno legal de las elecciones, lo que plantea unas exigencias de moderación del mensaje para no ahuyentar a los votantes. La moderación suele darse al precio de la imprecisión, la confusión más o menos deliberadas. En verdad, ninguna de las dos partes tiene un programa claro y coherente de carácter general (eso que suelen llamar "el proyecto" y siempre lo mencionan para acusar al otro de carecer de él) y esa falta no se compensa desgranando listas interminables de medidas concretas habitualmente ilusorias. 

La situación de carencia es la misma en las dos formaciones de la izquierda, y responsable principal de la falta de entendimiento. Ciertamente, hay diferencias cuantitativas. La estrategia del PSOE es más imprecisa que la de Podemos, pero ambas se circunscriben al mismo terreno de juego; solo que una juega más en el extremo que la otra y su frase es más radical. Dicho en plata, los dos son ya partidos dinásticos, aunque con algunas diferencias retóricas. 

Es fácil demostrar la concomitancia de ambas en la dinámica del sistema. Basta atender a sus discursos y ver cómo ambos propugnan reformas sin cuestionar los fundamentos ideológicos mismos que las sostendrán, el postulado de una nación española coincidente con el Estado y con la forma política de este.

Justamente, este es el punto más significativo (aunque no el único ni mucho menos) de la discordancia: la República. Las dos organizaciones están compuestas en su inmensa mayoría por republicanos. Sin embargo, la opción republicana es explícitamente rechazada en el caso del PSOE y deliberadamente olvidada en el de Podemos. La República no es una prioridad.

Pero es un elemento constitutivo esencial, prioritario, del independentismo catalán que, al plantearse como republicano pone a la izquierda española ante el espejo de sus propias vergüenzas. Tanto más cuanto que la dinastía reinante en España, por el origen reciente y por su ejercicio, no puede aspirar ni de lejos al grado de apoyo popular que tienen otras monarquías europeas.

Y esa es una de las dos razones por las que las izquierdas españolas (que tampoco se ponen de acuerdo entre sí) no consiguen entenderse con los independentistas catalanes. La otra, por supuesto, es el propio independentismo y el nacionalismo español elemento común a ambas izquierdas hispanas. 

El programa independentista tiene, claro, una faceta nacional, pero también la tiene política y social. En definitiva, es una revolución. De nuevo tipo, pacífica y democrática, pero revolución. Y la falta de entendimiento con las izquierdas españolas, al menos con la que dice ser la "verdadera", prueba que la actividad institucional ha hecho perder a esta el olfato revolucionario del que presumía.

La falta de entendimiento con el independentismo catalán es en lo único en que las dos izquierdas españolas coinciden, aunque con matices. En todo lo demás, discrepan. No pueden entenderse porque cada una desconfía de los objetivos estratégicos de la otra y con razón pues ninguna de ellas tiene claros los suyos. 

Y no los tienen porque las dos han aceptado jugar en el terreno marcado por la derecha.

dissabte, 22 de juliol del 2017

Entrevista a Palinuro en "Más Poder Local"

Más Poder Local es una revista académica de comunicación política e institucional de la Asociación ALICE, que se edita en Murcia y cuyo director es Ismael Crespo. Para su número 32, dedicado a Emociones y política, me hicieron una entrevista que ahora se publica y reproduzco aquí íntegra. Es curiosa casualidad que haya coincidido con la conferencia de Cartagena. Quien la lea quizá no deba olvidar que se hizo a finales del pasado mes de marzo, lo que obliga a cierta perspectiva.

Ramón Cotarelo es Catedrático emérito de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, publicista, escritor, traductor y autor del blog, Palinuro
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Más Poder Local
Fecha de recepción: 30/3/2017 :: Fecha de aceptación: 06/04/2017
Foto: La Vanguardia

MÁS PODER LOCAL.
Más Poder Local. ISSN: 2172-0223. Número 32, Julio 2017, pp.


ENTREVISTA



Más Poder Local (MPL):
Ha sido reiterado por políticos y académicos un supuesto triunfo discursivo de la derecha, a pesar del fracaso de sus políticas. ¿Por qué triunfa el discurso de la derecha?

Ramón Cotarelo (RC):
La realidad es de derechas y carece de discurso. No hay triunfo de la derecha porque este se limita a justificar la realidad existente o mentir sobre su intención de cambiarla cuando es tan cruel e injusta que amenaza con una revolución. El triunfo y la derrota son cosa de la izquierda que alcanza aquel cuando consigue comprender y explicar la realidad, y transformarla, según recomendaba Marx en la 11ª tesis sobre Feuerbach. Si no lo hace, es derrotada. Resumiendo, no hay que buscar las razones del triunfo discursivo de la derecha, sino las de la derrota de la izquierda y estas son muchas. La fundamental, sin embargo, es la incapacidad para formular una teoría que habiendo comprendido y explicado la realidad pueda luego convertirse en práctica. Una teoría que sea un mentís a la principal conclusión del postmodernismo de la imposibilidad de un “metarrelato” dado que la realidad, según se dice, solo es comprensible fragmentariamente, con lo que esta novedad desactiva la vieja afirmación hegeliana de que “la totalidad es la verdad”. Ahora, la totalidad es la no-verdad, como decía Adorno, que se adelantó en esto a los tiempos actuales. Ese resignado abandono de la gran teoría es un retorno al irracionalismo que, llevado a sus últimas consecuencias, supone un atentado contra la verdad como parámetro cognitivo y desemboca en el reinado de la llamada posverdad. Si atribuimos a este el triunfo del discurso de la derecha, coincidiremos en que su razón es solamente el correspondiente fracaso de la izquierda. La derecha triunfa porque, al carecer la izquierda de propuestas propias, se torna realidad el cierre del TINA de Thatcher (There is no alternative)

MPL:
PODEMOS logró introducir con fuerza el concepto de “casta”, recientemente ha estrenado “trama”, ¿qué hace posible y determina el éxito de un nuevo concepto? ¿Se está limitando el debate político a una lucha por imponer “marcos”?

RC:
Ni “casta” ni “trama” han tenido éxito por su esencia contingente y falta de rigor. En cuanto a qué haga posible el “éxito” de un concepto, depende de qué se entienda por éxito. Si se entiende su funcionalidad como poder creador de teorías emancipadoras, el éxito dependerá de que alumbre líneas de investigación posteriores que sean de beneficio general. Ejemplo, el concepto de la dignidad del ser humano no es muy popular pero, sin él, no hubiera habido Renacimiento, Ilustración etc. Si se entiende su difusión social, el éxito dependerá de la capacidad metafórica del concepto y su identificación con una realidad cotidiana. Ni “casta” ni “trama” identifican la especificidad de España como lo hacen “oligarquía y caciquismo como formas de gobierno de España”, de Joaquín Costa que se traslada a nuestra época dibujando la corrupción moral de un país gobernado por delincuentes amparados por los jueces, protegidos por los militares y bendecidos por los curas. Una verdadera distopia. Lo de los marcos es inevitable, pero no pienso que sea una limitación. ¿Qué otra cosa cabe hacer sino deliberar, discutir, debatir y decidir? Y ningún debate es posible sin posiciones previas, sin las premisas personales que exigía Ayn Rand. Lo importante no es que haya marcos, pues los habrá siempre, y todo el mundo se valdrá de ellos porque muchas veces lo hace incluso inconscientemente. Lo esencial es que haya capacidad para deconstruirlos cuando nos son adversos.

MPL:
Tras la vuelta de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE ¿cree posible un entendimiento entre Podemos y PSOE?

RC:
Posible lo ha sido siempre. Pero no probable. Ahora ya se revela además como imprescindible pues los dos partidos de la izquierda suponen (correctamente o no, es otro tema) que ninguno de ellos alcanzará mayoría absoluta y ambos se necesitarán si quieren llegar al Gobierno. Y ambos parecen querer, no resignarse a ser izquierda testimonial. Se entenderán si quieren sobrevivir. No hay otro remedio. Pero, para ello, los dos sectores tendrán que soltar lastre: Podemos, el peso muerto del esclerótico comunismo anguitesco y el PSOE, la confabulación derechista de submarinos del PP en forma de “vieja guardia socialdemócrata”.

MPL:
¿Considera que hubiera sido más fácil si Errejón es tuviera al frente de PODEMOS?

RC:
Una cuestión típicamente contrafáctica. No sabemos qué hubiera pasado de suceder lo que no sucedió. A saber. Lo curioso es por qué en cambio sucedió lo que sucedió; esto es, por qué fue derrotado Errejón y, sobre todo, por qué se habla de “derrota” y hasta se asume como tal por los afectados, especialmente teniendo en cuenta que Errejón sigue en el partido cuya línea general, en principio, no comparte. El territorio en el que hay que considerar esto es el de la historia de los partidos comunistas, en donde hay un museo de muestras de este tipo de conflictos y sus variadas soluciones. A la unidad también se encaminará Iglesias por la cuenta que le trae si, después de no asaltar cielo alguno, quiere alcanzar algo de poder terrenal.

MPL:
¿Cómo ve el futuro de la izquierda en España?

RC:
Sombrío. En España no hay izquierda, sino un simulacro sin fuste ni horizonte porque, en realidad, tampoco tiene raíces. No cronológicas, que las tiene y profundas, sino teóricas. Aunque las izquierdas (socialistas y comunistas) se hayan organizado casi siempre como secciones de entes internacionales (I, II, II y media, III y IV internacionales) sus trayectorias han estado determinadas por sus culturas nacionales. No son lo mismo el Partido Laborista que la Socialdemocracia alemana, como tampoco eran lo mismo el Partido Comunista italiano y el francés. El problema de la izquierda española es que carece de esa tradición autóctona pues sus orientaciones han consistido siempre en imitar modelos exteriores. A la fecha de hoy, así sigue siendo. A falta de esa conexión con la cultura política propia (que, a su vez, también es un parcheo de imitaciones exteriores) el discurso de la izquierda española es una mezcla de tópicos y plagios. PODEMOS es una organización literalmente copiada de otras, desde el nombre del partido hasta el de su secretario general.

MPL:
¿Cree que habrá movimientos en los espacios ideológicos que cubren actualmente los cuatro principales partidos de ámbito estatal, en España?

RC:
Cabe pensar en cambios posicionales con fines mediáticos. Ideológicos, pocos. El fementido bipartidismo se ha convertido en un “bifrentismo” cuya solidez, estabilidad y permanencia están por demostrarse. En el espacio de la derecha, la relación entre el PP y C’s podría alterarse si, como es razonable esperar, la corrupción pasa factura por fin al partido del Gobierno. Pero la ideología será la misma: nacional-catolicismo aliado a neoliberalismo. El intento de C’s de aportar una perspectiva más europea tropieza con el hecho de que la capacidad teórica de los miembros de este partido es inexistente y la seguridad que transmite su líder, ilusoria. En el campo de la izquierda, el enfrentamiento no es nuevo. PODEMOS ha tomado el lugar de la vieja IU, incorporando también al Partido Comunista y esta izquierda no es nueva ni sabe cómo serlo. Lo que ha hecho ha sido beneficiarse de la crisis del PSOE para invertir la proporción tradicional en la izquierda española entre socialistas y comunistas. Y no lo ha conseguido. Sobre todo porque, el ave fénix del PSOE ha renacido. Pero ese renacimiento tampoco es garantía alguna de que haya movimiento perceptible de tipo ideológico. Sánchez asegura estar en la izquierda, pero la afirmación, de momento, no es sino una promesa y más bien propia de la polémica de los universales.

MPL:
Un aspecto al que ha dedicado numerosos análisis es a la cuestión catalana. Más allá de los debates históricos, jurídicos, políticos y económicos, los cuales aborda con
profundidad en su libro, "La República catalana", ¿dónde considera que está el fallo comunicativo por parte del Gobierno de España?

RC:
En su incapacidad para revertir la obra de destrucción de España como nación que hizo el franquismo. No solo no la ha revertido, sino que la ha continuado a base de evitar ajustar cuentas con la herencia de la dictadura, de la que sus miembros son los herederos y directos responsables. ¿Fallo de comunicación? ¿Qué le parece que el Rey actual –capitoste y símbolo de la derecha por antonomasia– haya tardado 40 años en reconocer que el franquismo fue una dictadura pero siga sin condenarla explícitamente? El fallo de comunicación es que ni entiende el país que quiere gobernar y sobre el que quiere reinar. Si algo fue la Transición fue un pacto implícito de mutuas cesiones. Las izquierdas renunciaban a sus símbolos y hasta objetivos estratégicos y las derechas se comprometían a no volver a las andadas de la dictadura nacional-católica, a civilizarse y europeizarse. Las izquierdas cumplieron (al precio de una crisis ideológica que todavía arrastran) pero las derechas, no. El triunfo por mayoría absoluta del PP fue una verdadera restauración de franquismo, un neofranquismo indisimulado que ha roto todos los diques del pacto y literalmente ha provocado en Cataluña el incendio del independentismo. En resumen el fallo de comunicación está en que el Gobierno, no siendo demócrata, sino franquista, no entiende que la comunicación es legitimación. Para él, la legitimación es el ordeno y mando y la “españolización de los niños catalanes”. Y el resultado ha sido que un Gobierno deslegitimado por su carácter corrupto y presuntamente delictivo de su partido, carece de toda autoridad moral para enfrentarse a las reivindicaciones independentistas. Que un Gobierno con un presidente citado como testigo en un proceso penal y más de 900 cargos de su partido penalmente imputados, pida a los catalanes que cumplan la ley cuando el primero que no lo hace es él es más que un fallo de comunicación. Es un fallo de conciencia y temple moral. Es una prueba de incompetencia y culpabilidad.

MPL:
Cambiando de hemisferio, las pasadas presidenciales argentinas, la crisis en Brasil y Venezuela, y el proceso generalizado de ralentización económica, parecía apuntar a un cambio de rumbo ideológico en el Cono Sur. Sin embargo, parece que estos cambios no terminan de cristalizar. ¿Hacia dónde cree que apunta el futuro político en América Latina? ¿Verdaderamente estamos ante un cambio de rumbo, como se presagiaba hace apenas un par de años?

RC:
No lo sé. América Latina lleva más de doscientos años anunciando cambios políticos, pero la realidad es que el continente (todo él, también el norte) no se ha movido políticamente ni un milímetro en ese periodo, al menos en comparación con Europa. Los mismos países, los mismos regímenes con cambios alternantes entre autoritarismo y seudodemocracias del Sur, excepción hecha de alguna extravagancia como el Imperio del Brasil o el de Maximiliano en México. Más o menos los mismos partidos y las mismas relaciones entre la Iglesia y los Estados. En el Norte, nada de cambios, salvo que se llame cambio al desbarajuste de México. América no ha cambiado nada en doscientos años, ni siquiera en sus esporádicas revoluciones (mexicana, nicaragüense, Arbenz en Guatemala, Cuba, Allende en Chile, etc.) o ideologías peculiares, como el populismo, el laborismo de Vargas, el justicialismo, el aprismo, etc. Si comparamos esta balsa de aceite con Europa, en donde en doscientos años ha habido todo tipo de cambios, han aparecido y desaparecido Estados, partidos, movimientos, revoluciones, etc., y nada es como era cinco años antes, la diferencia es abrumadora. Hablar de cambios en América desde Europa resulta, por lo menos, paradójico.

MPL:
Sabemos que a Palinuro le apasiona el arte ¿Qué obra le inspira más?

RC:
Todas pero en especial, el arte de la Antigüedad clásica (Grecia), el Renacimiento flamenco e italiano y el romanticismo europeo con inclusión de las vanguardias. Del clasicismo, el siglo de Pericles, toda la escultura y el teatro, muy especialmente La Orestiada (Esquilo) y Antígona (Sófocles). Creo que ambas, sobre todo Antígona, debieran ser lectura obligada en la carrera de Políticas. Y, por supuesto, la rquitectura. La pintura flamenca prerrenacentista y renacentista prácticamente sin limitación, desde Holbein el viejo hasta Breughel, pasando por Vermeer, Bouts, Bosco, Teniers, Eyck, etc., y el absoluto maestro, Durero. Del Renacimiento italiano, todo, absolutamente todo: escultura, pintura, arquitectura, literatura, música, teatro y hasta ensayo que, en parte, adquirió formas artísticas en Pico della Mirandola o Baltasar Castiglione. Del Renacimiento arrastro un gusto muy afín con el manierismo y confieso ser admirador incondicional del Parmigianino, (a cuyo lado, Escher tiene poco que hacer) en su autorretrato en un espejo cóncavo. Una genialidad. Y Caravaggio, el pintor que inspiró el tenebrismo español. Monteverdi, Buonarroti, Rafael, Da Vinci, Bramante, Giorgione, Tiziano, Donatello, Torcuatto Tasso. La gloria del espíritu humano. Del Romanticismo me quedo también con todo, pero muy especialmente con la novela histórica estilo Walter Scott, que recuerda otro género del que también soy admirador, rendido: la literatura caballeresca de la que se burla Cervantes y, muy en concreto, el ciclo artúrico, por el que siento pasión. Se añade la literatura gótica (Walpole y otros) el teatro de Victor Hugo, la pintura y la poesía simbolistas, la música de Beethoven, Schubert y Mahler, las vanguardias, todas las vanguardias, en donde el arte se funde con la política: el prerrafaelismo, los nazarenos, el impresionismo, expresionismo, surrealismo, dadaísmo, futurismo, constructivismo, vorticismo, cubismo, abstracto, etc. Me alargo a la cultura austriaca/vienesa de fin del XIX, primeros del XX: Kafka, Musil y Proust son los pilares de la literatura contemporánea. Su resultado más brillante y el autor quizá más fascinante del XX, Faulkner. Si tengo que elegir por individuos: en escultura, Rodin; en arquitectura Le Corbusier; en pintura, Dalí;en literatura, Thomas Mann; en música, Stravinsky. Por supuesto, muy abierto e interesado por las novísimas corrientes del ciberpunk y arte digital.

MPL:
Finalmente, nos gustaría conocer acerca de tus preferencias en cuanto a series y películas de temática política.

RC:
No sé nada de series porque no veo la TV jamás. En cuanto a cine, la lista sería interminable, desde Nacimiento de una nación (Griffith) hasta cualquiera de las de hoy, como Trumbo (Jay Roach), por ejemplo. Hay películas políticas inolvidables de muy diferentes condiciones: Metrópolis, de Fritz Lang, La voluntad de poder (Leni Riefensthal), Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini), Viridiana (Luis Buñuel), Tierra y libertad (Ken Loach), etc. Precisamente estoy escribiendo un ensayo por encargo sobre Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula), un film típicamente político que ha sido como un resumen de la sociedad mediática y el poder de los medios. En esa línea, en cierto modo, una réplica a Ciudadano Kane (Orson Welles). Incluyo, además, la observación de que no se agota la cosa en la temática política, ya que prácticamente todo el cine es tremendamente político, aunque los filmes concretos parezcan alejados. Por ejemplo, dos películas que encuentro fascinantes (también políticamente) pero que no son de “temática política”: Jules et Jim y Los 400 golpes (ambas de Truffaut), como política es, por ejemplo, Memorias de África (Sydney Pollack) y, desde luego (aunque en otro sentido), ñordas como Sissi emperatriz (Ernst Marischka) o Raza (José Luis Sáenz de Heredia) y exitazos aparentemente alejados, por ejemplo, algunos films de John Ford (El hombre que mató a Liberty Valance) o Grupo salvaje (Sam Peckinpah). El cine es el arte político por excelencia y el que ha caracterizado el siglo XX. No obstante, si se me obliga a mencionar un director y una obra en concreto: Costa Gavras y Z una película absolutamente simbólica de un tiempo, una sociedad y un sentido revolucionario de la existencia. Más cercanos, ciertas distopías, como Soylent Green (Richard Fleischer) y Blade Runner (Ridley Scott).

Más Poder Local. ISSN: 2172-0223. Número 32, Julio 2017, pp.28-32.
 

dimecres, 19 de juliol del 2017

No hay manera

En menos de 24 horas, el acuerdo de la izquierda sufre su primer revés, roce, lo llama la prensa prudentemente, como el que no cede el paso en la puerta; aunque aquí parece tratarse del que se adelanta. Están los dos aliados mirándose de reojo y buscándose las vueltas. Harían bien en establecer unos protocolos de actuación para evitar los roces o desacuerdos y ser menoss quisquillosos.

Sobre todo porque ese rifirrafe continuo desmerece de las firmes declaraciones ideológicas y estratégicas. Dice Montero que la prioridad es echar a Rajoy de La Moncloa y al PP del gobierno. Pero, por lo que hacen, más parece que esa tarea la cumplirán antes los jueces mandando al grueso del partido entre rejas.

La detención del baranda del fútbol por un presunto delito prevaricación no es un hecho insólito, sino lo normal. No hay sector de actividad económica (deportiva, empresarial, cultural, bancaria) que esté en relación con el poder político y no haga negocio con la corrupción de este. Está todo igual de podrido en este sistema de capitalismo de captura del Estado.

Quien haya visto el documental sobre las cloacas de Interior sabe que esa corrupción afecta a todas las áreas del gobierno, singularmente el ministerio del Interior, en donde parece haberse montado una policía política con fines claramente delictivos.

Un gobierno que tiene o ha tenido ministros reprobados, acusados o investigados, que tiene dirigentes de todo tipo en la cárcel y cuyo presidente está pendiente de declaración como testigo en un proceso por corrupción de su partido, del que ha sido todo: tesorero, secretario general y presidente, carece de toda autoridad moral para enfrentarse a la reivindicación independentista. Carece de toda legitimidad para exigir a los independentistas que acaten la ley cuando el primero que no lo hace es él mismo; ni como órgano ni personalizadamente.

La lentitud y el zascandileo habitual de las izquierdas, pasa ahora a ser irresponsable, puesto que deja en manos de esta derecha neofranquista la cuestión catalana. Hay quien dice que, en realidad, es un efecto querido. La izquierda prefiere que sea la derecha quien reprima el independentismo catalán, quedando ella así exonerada. Como Poncio Pilatos. Habrá gente así, seguramente, pero entiendo que la mayoría acusa más bien un sentimiento de frustración: no haber sido capaz de proponer una solución negociada admisible por ambas partes. Esa conciencia de fracaso no le permite exonerarse, sino que la convierte en el furgón de cola del PP en Cataluña.

Y todo para comprobar que también es el furgón de los fracasados, tanto si el referéndum se celebra como si consiguen impedirlo. 

dimarts, 18 de juliol del 2017

La izquierda se tantea

Entre otras cosas, la izquierda española es lenta. Ha pasado casi año y medio desde aquella aciaga votación de no-investidura de Sánchez por el voto contrario de Podemos y algo más de un año desde que las subsiguientes elecciones de junio de 2016 demostraran que aquel voto en contra había sido un tiro en el propio pie. Y eso suponiendo que  estuviera animado del sincero deseo de conseguir el sorpasso y no fuera una maniobra para garantizar el gobierno de la derecha. La metedura de pata propició la semirrebelión del ala socialdemócrata concluida en Vista Alegre II con el triunfo del ala bolchevique que ahora se ve obligada a pactar con quien menos puede digerir. Entre tanto, un año.

Un año de gobierno desaforado del PP que alterna sus jornadas procesales con las declamatorias. Un año de desgobierno económico más, anegado por la corrupción. Un año con los independentistas catalanes en rampa de salida.

En efecto, la izquierda española es lenta. Pero hay que ser optimistas. Por lo menos, las dos izquierdas se han sentado a hablar y han acordado algo muy puesto en razón, algo que era obvio desde el primer momento: la izquierda coordina su acción, se une, para desalojar democrática, parlamentariamente al PP. En esa unidad de acción pueden aparcar razonablemente la cuestión catalana, pues no están de acuerdo en ella. Un sector del gobierno sería partidario de pactar un referéndum y el otro, no. Asunto distinto es si cabe tal aparcamiento dadas las urgencias del momento. En todo lo demás podría gobernar, cosa que empieza a ser angustiosamente necesaria, como lo era hace un año.

El problema es que la izquierda no puede llegar al gobierno si no es mediante una moción de censura para la que necesita los votos de los indepes catalanes y, aun así, también los de 2 de Bildu y el de Coalición Canaria. Que el PNV se sumara es más que dudoso, pues han negociado los presupuestos con el gobierno. Pero quizá se abstenga algún diputado; o los cinco.

Resulta entonces que la posibilidad de la izquierda de llegar al gobierno a implementar el programa acordado depende de la única cuestión que han decidido dejar fuera del acuerdo. La posición de Podemos es conocida: favorables al referéndum pactado (con campaña por el "no" a la independencia), pero no a su celebración unilateral (excepto los anticapis). Y esto ya les valió los votos de ERC (no del PDeCat) a su moción de censura.

Queda por ver la oferta del PSOE, salida de la reciente reunión con el PSC, que se presenta como novedosa alternativa al autismo del gobierno. En totum revolutum parece ser: plurinacionalidad, nación cultural, federalismo, recuperación del Estatuto de 2006, revisión en profundidad del sistema de financiación, quita de deuda y así, sin duda, hasta dar respuesta a 44 de las 46 famosas peticiones de Puigdemont. Quedan fuera el pacto fiscal y el referéndum.

A primera vista no parecen ser ofertas tentadoras para que los indepes suspendan su hoja de ruta. Además de irrelevantes para la cuestión de fondo que aquí se dilucida (el derecho de autodeterminación) son imprecisas y muchas de ellas inverosímiles, pues dependen de imponderables, como que la derecha acepte una reforma de la Constitución.

La confrontación toma rasgos cada vez más amenazadores. Ya están en juego las fuerzas de seguridad. La entrada de la Guardia Civil en el Teatro Nacional de Catalunya es uno de esos actos que algún majadero de los que parecen llevar un micrófono de corbata, llamará de "normalidad democrática", es un paso más en la dinámica de acción-reacción. Los de la CUP han enviado una declaración colectiva al juez, identificándose personalmente como cooperadores necesarios en el referéndum.

La sustitución del director de los Mossos d’Esquadra, Batlle, por el independentista Pere Soler sigue en la misma dirección. Permite entrever un futuro inmediato de conflictos con cuestiones referentes a la obediencia debida, fácilmente traducibles en actos de desobediencia institucional. De ahí al procesamiento e inhabilitación de los dirigentes catalanes no hay más que un paso. Pero puede ser un paso en falso si las autoridades se niegan a acatar las medidas que contra ellas se tomen, planteando una cuestión de legitimidad que, es de suponer, tendrá mucho respaldo social.

No se ve cómo será posible evitar el art. 155 e, incluso, medidas excepcionales más concretas y, para darles eficacia, el despliegue de una fuerza pública superior a los Mossos que no puede ser otra que la Guardia Civil.

Llegados a este punto, o escenario, ¿no es más prudente pactar un referéndum, defender pacíficamente las convicciones propias y atenerse al resultado?

Mientras no haya una solución a Cataluña, el gobierno de la izquierda no pasará de ser oposición coordinada a un gobierno del PP que, según se ve, actúa como cuando disponía de mayoría absoluta.