El acto de Cornellá de Esquerres per la indepèndencia estuvo muy bien. Fue muy interesante por su contenido y si todos aprendieron tanto como Palinuro, ya se fueron servidos. En el escenario, el periodista Roger Tugas, nos introdujo en escena como si fuéramos nominados al óscar, uno a uno. Eso impone. Entre los contertulios, Néstor Salvador, del Sindicato Andaluz de Trabajadores, Carme García, de la ANC y ex-diputada de ICV y Frederic Prieto, presidente de la mesa por el derecho a decidir de la zona y exalcalde de la ciudad por el PSUC. En el público, muy lucido, contamos con Muriel Casals y Eduardo Reyes, de Súmate, entre otras personalidades interesadas en estas cuestiones y activas partícipes en ellas. Enhorabuena a tod@s y, como siempre, una experiencia muy grata de un lugar en el que se puede discutir sin alzar la voz ni llegar a las manos.
Cataluña es el laboratorio político de España hoy y, con las elecciones de 27 de septiembre en ciernes, mucho más. Y eso según como estas vengan. Ayer publicaba Odón Elorza un magnífico artículo en Publicoscopia titulado: Por sorpresa: Rajoy adelantará las elecciones al 27-S. Y, sí, entra dentro de lo posible. Los últimos cambios apuntan a eso, aunque, supongo que Odón estará de acuerdo, con Rajoy nunca se sabe porque normalmente no lo sabe ni él mismo. Desgrana el autor con fino olfato las razones que llevarían al presidente de los sobresueldos a adelantar los comicios a septiembre y cita tres: a) consolidar la afinidad electiva con C's; b) no dar tiempo a probar que la alianza PSOE-Podemos es viable; y c) yugular el proceso catalán. Aunque su prudencia no deja a Elorza subrayar la tercera, reconoce su superior importancia porque es la única que menciona dos veces.
Guste o no a los nacionalistas españoles, hoy todo gira en torno a Cataluña, todo se complica por días y se acelera por horas. Es muy probable que los estrategas políticos españoles hayan renunciado a todo intento de entender la situación catalana y lo dejen al resultado del 27. El marco, el frame de Rajoy es muy simple y lo expuso con meridiana claridad hace unos días: las elecciones del 27 de septiembre son autonómicas ordinarias y si alguien quiere convertirlas en algo más, que se atenga a las consecuencias. Pero, aunque no lo crea, eso no evita que las cosas sean como son, no como él quisiera que fueran. La clave de los próximos tiempos estará en cómo se resuelva ese cada vez más acelerado conflicto cuya raíz en la naturaleza humana explicaba el otro día Mas a Gabilondo.
El mismo que veía yo en los televisores a mediodía, hablando en una reunión creo que de alcaldes, después de la ruptura de CiU, un hecho histórico que ha propiciado que Oriol Junqueras, en aras del amor a la Patria, haya puesto ERC a disposición de la Generalitat en un amago de gobierno como de "concentración nacional". Por la tarde, esa comparecencia había provocado un tuit incendiario de Jordi Evole en el que sostenía que el menosprecio de Mas al sí se puede de la Plaza de Sant Jaume indicaba el miedo a los partidos emergentes. Hay que descifrar el mensaje, cosa nada difícil: el miedo de los nacionalistas al ataque de "los de abajo". Las redes estuvieron hirviendo toda la tarde y Évole concluyó que sí, que hay mieditis en el nacionalismo, especialmente, es de suponer, en el nacionalismo burgués. Hoy día la información y el debate políticos viajan por estas vías.
Pero todo ello apunta los matices de la política catalana, algo que, al sur del Ebro sorprende y no acaba de entenderse bien. Desde luego, la originalidad es evidente. Cataluña es el lugar del Estado en el que la derecha está más dividida. No solo en la oposición entre CiU y PP y tampoco en la separación entre PP y C's, común al conjunto de España, sino en el cisma de Unió Democràtica de Catalunya, el siamés demócrata-cristiano de Convèrgencia. Una separación en el eje nacional. Cuatro partidos de derecha en Cataluña. Muy poco habitual. Casi parecen de izquierda.
La izquierda, a su vez, aun más fragmentada en cinco formaciones en dos bloques según el eje nacional: dos independentistas, ERC y las CUP y tres no independentistas o menos independentistas o con menos ánimos soberanistas: PSC, EUViA y Podemos, sector al que ha venido a añadirse, aunque no para clarificar, la nueva formación inspiradora de Barcelona en Comú, cuyo carácter híbrido se echa de ver en que tenga el apoyo de ERC y el PSC al mismo tiempo. Y si la derecha catalana es particular, no se diga la izquierda. Su problemática apenas tiene que ver con la de la izquierda española..
Para no marearnos en este cambiante tablero en el que se mezclan tácticas y estrategias, en las izquierdas parece plantearse la cuestión de qué tenga preferencia en la acción política: si la cuestión social o la nacional. No hace falta decir que, como suele suceder con las controversias izquierdistas, detrás de las posibles opciones hay bibliotecas enteras de muy serias reflexiones. En la medida en que aquí no se trate de hacer de necesidad virtud, integrando los puntos de vista de unas izquierdas no nacionalistas, esta oposición, que se planteó en el debate de Cornellá, recuerda, aunque de incruento modo, el debate habido en la España republicana, singularmente, claro en Cataluña y el frente de Aragón, sobre si primero ganar la guerra y hacer luego la revolución o al revés.
Lo que sucede es que una parte significativa de la izquierda, esto es, ERC y las CUP, afrontando las críticas de la más tradicional, ya se han decantado por la preeminencia de la cuestión nacional sobre la social y han sellado un pacto non sancto con el enemigo de clase. David Fernández no hace más que abrazarse con Mas y Junqueras está dispuesto a ser ministro sin cartera para apoyar a la Generalitat independentista. Su argumento es práctico y, dadas las circunstancias, poco objetable: para hacer política social redistributiva, de izquierda, hacen falta recursos y no se dispone de estos si no se es independiente. Quienes propugnan el orden inverso, esto es, la política social de izquierda en el marco de los poderes constituidos en España no pueden aspirar a la plena disposición de los recursos propios y parecen apuntar a una especie de bucle de reclamaciones al Estado central que este está especializado en ignorar. Tal es el caso, si no entiendo mal, de esa confusa propuesta de Procés constituent de la monja Forcades quien pretende no solo arbitrar políticas sociales de izquierda, sino eliminar de cuajo el capitalismo, como Judith cortó de un tajo la cabeza de Holofernes, y todo eso en el marco de los poderes constituidos del Estado español. Quizá por ello interpele a Podemos para formar un frente amplio encabezado por ella. Lo que extraña es que no invite al PSC pero sí a las CUP, si bien ello quizá se deba a una especie de ingenuidad mística respecto a las intenciones de los demás.
Precisamente en lo social sitúa Mas la crítica de Évole a su menosprecio del sí se puede. Él no se pronuncia sobre el sí se puede porque lo que él promueve y pretende es distinto; no es social, sino nacional que comprende lo social (como se prueba por la presencia de ERC y las CUP a su vera, una en la hoja de ruta y la otra no), pero no se agota en ello. Esto es lo que inquieta a las izquierdas de tradición leninista. Surgidos a la luz del mundo en la oposición a la primera guerra mundial (que Lenin, no muy avisadamente, creía que podía convertirse en una guerra civil internacional entre la burguesía y el proletariado europeos) todavía les suena en la memoria la famosa arenga del balcón del Emperador Guillermo a los soldados que partían al frente: "Ya no conozco partido alguno. ¡Solo conozco alemanes!". Cámbiese el "alemanes" por "catalanes", adórnese el rostro de Mas con un bigotazo con las guías hacia arriba y póngasele un casco con una púa y se habrá materializado la caricatura de un caudillo mesiánico que se cree ungido de la divina gracia.
Él mismo, probablemente, esté abrumado con la responsabilidad que le ha caído encima al ponerse al frente de un movimiento nacionalista que surgió de una sociedad civil catalana ya francamente en proceso de desconexión con el Estado. Palinuro suele compararlo con Moisés dirigiendo a su pueblo. Tampoco es tan extraño si se tiene en cuenta que una de las banderías aparece dirigida por una monja y otra monja, dominica contemplativa, Sor Lucía Caram, se le encuentra muy próxima y quizá le sirva de guía espiritual.
La cuestión es que la escisión de Durán -cuya repercusión en el voto soberanista está por ver- justo en la hora veinticinco, deja a Mas en una posición que pudiera ser de debilidad o de fortaleza, según como se desarrollen los acontecimientos. A primera vista, Mas se ha quedado sin partido porque Convergència, aparte de que más parece un cártel que un partido, es demasiado estrecho y determinado para vertebrar un movimiento nacional. Si este ha crecer, tiene que romper su exoesqueleto y emerger como una realidad completa, al modo de esos insectos que surgen íntegros y perfectos de su angosta estructura anterior. Surge el individuo, el guía, el caudillo o líder; pero necesita un aparato, una organización en torno suyo que le permita dirigir a su pueblo y de ahí que haya pedido a las dos asociaciones más típicas de la sociedad civil catalana, la Assemblea Nacional Catalana y Ómnium Cultural, que levanten bandera por una organización con lista única por la independencia, una organización suprapartidista.
Supongo que alguien habrá comparado a Mas con la soledad del corredor de fondo. El corredor, en este caso, quiere arrastrar a todo un pueblo consigo en el logro de un ideal, un ideal que sus adversarios pretenden aniquilar si no consiguen antes impedir por la vía penal que él lo alcance.