Al parecer, hoy está previsto que los barandas de El País den el puntapié hacia arriba al dire, Javier Moreno. Otro paso más en el proceso de desintegración del legado de un otrora gran periódico. La crisis de la prensa, que no es de la escrita (pues la digital también es escrita) sino de la de papel; la incompetencia de los gestores de una empresa que Polanco (llamado "Jesús del Gran Poder") sacó de la nada y a la que aquellos quieren devolverla; la deriva derechista de un medio que siempre fue mal que bien de centro; el oportunismo político y la codicia de su principal responsable; la pérdida de calidad periodística; los despidos en masa y el maltrato al personal restante. Todo apunta en la misma dirección que la destitución de Moreno. Y eso que este, de grado o por fuerza, había mostrado su disposición a hacer lo que se le dijera, desde poner a la gente en la calle hasta censurar contenidos o defender al gobierno. La prueba esa infame portada de ayer, magistralmente analizada por Íñigo Sáenz de Ugarte en una entrada en su blog Guerra eterna, alojado en eldiario.es, titulada Hoy es un gran día para el ministerio del Interior.
No es bastante. El gobierno quiere directores serviciales, periódicos sumisos, cuando no ditirámbicos, como La Razón o el ABC. Por eso saltó Pedro J. y por eso Cebrián le entrega El País, poniéndose él muy a salvo antes de nada, con el riñón bien forrado. Ya lo comentamos ayer en La pastuqui todo lo salva. Hoy añadimos la metáfora del barco a pique. La nave se hunde, pero el primero que se salva es el capitán. Ejemplar.
Y hay mucho más. El País es casi sinónimo de Transición, motivo de permanentes y agrias polémicas. Esta quiso ser el definitivo paso de España hacia la modernidad, el triunfo final del programa regeneracionista, la "normalización", el retorno a una Europa perdida doscientos años antes. Y el faro de este grandioso empeño colectivo había de ser El País. Con su giro de las nuevas mayorías (según el presunto nuevo director, Caño), el diario pone punto final a la Transición retornando al de partida, entregándose a un gobierno quintaesencia del más sórdido nacionalcatolicismo tradicional, deslegitimado, acosado por la corrupción de su partido, caciquil, arbitrario, autoritario e incompetente. Un gobierno para el que el modelo de medio de comunicación es el NO-DO. Un gobierno que pretende regir el país a la vieja usanza de la derecha, con el engaño, la censura y la represión.
Quien hizo la transición, la deshizo. En parte importante, desde luego, el mismo periódico.
Pero no las mismas personas.