diumenge, 13 d’octubre del 2013

Las zozobras del Estado del bienestar.


Eloísa del Pino y Mª Josefa Rubio Lara (editoras) (2013) Los Estados de bienestar en la encrucijada. Políticas sociales en perspectiva comparada. Madrid: Tecnos (371 págs.).


La teoría del Estado contemporánea es la teoría del Estado del bienestar (EB). No hay otra digna de tal nombre porque todos los Estados son de bienestar o dicen o quieren serlo. Tanto en su formulación jurídica de "Estado social y democrático de derecho" como en la más politológica, referida al bienestar, domina el campo de la investigación y debate académicos y mundanos. Hasta aquellas ideologías que pretenden abolirlo sostienen que, en realidad, quieren preservarlo, hacerlo sostenible. Y esto no es asunto trivial. Se engarza con la autenticidad del debate político y tiene que ver con las cuestiones comunicativas y hasta propagandísticas. La pregunta de nuestro tiempo es si cabe seguir hablando de Estado de derecho en ausencia del componente social y democrático o de bienestar, habida cuenta de la evolución de la conciencia moral de la especie.

El EB vino acompañado de controversia desde el punto de su nebuloso origen y así siguió después. Ya a fines del XIX, Eugen Richter atacaba con sorna, considerándolas distópicas, las aspiraciones socialdemócratas del Wohlfahrtstaat. Las andanadas teóricas de Von Mises son de los años veinte del siglo pasado y el momento de su apogeo y consolidación, en la segunda postguerra, coincide con el despliegue crítico de Von Hayek. Incluso en los que este libro considera "edad de oro" del EB este tenía que hacer frente a una abigarrada batería de ataques que unía en orfeón negativo la Trilateral, la escuela de Chicago, el monetarismo, la economía de la oferta, la visión marxista del capitalismo monopolista de Estado, la escuela neoclásica, los profetas también marxistas de la crisis fiscal del Estado, los anarcocapitalistas, libertaristas y partidarios del Estado mínimo.




Parecería como si el éxito práctico de esta forma de Estado concitara todas las furias del averno teórico, irritado por la ciega complacencia de una formación social que garantizaba crecimiento sostenido, desarrollo, pleno empleo y justicia distributiva y que, confiando alegremente en un futuro seguro gracias a sus fórmulas anticíclicas, se había atrevido a inscribir en sus banderas electorales el orgulloso lema De la cuna a la tumba. Seguridad de la cuna a la tumba. Casi la cuadratura del círculo, por cuanto, además, se postulaba como una forma del Estado de derecho en el sentido de amparar por la vía jurídica, como derechos, anhelos y aspiraciones que hasta entonces dependían de la caridad privada y la beneficencia pública.

El EB parecía haber conseguido sintetizar la libertad y el dinamismo del capitalismo con la seguridad del socialismo. Había conseguido desactivar esa peculiaridad del sistema capitalista hasta entonces dada por inevitable, según la cual este modo de producción solo avanza manteniendo alta la tasa de ganancia y la explotación de la fuerza de trabajo y siendo así que dicha explotación únicamente es posible en condiciones de inseguridad radical de la población en todos los órdenes de la existencia: incertidumbre en las relaciones laborales, en la cobertura frente a los imprevistos de la vida, en el valor relativo de las cosas. La paladina negación del principio schumpeteriano de la destrucción creadora.  El ataque permanente al EB fue siempre una negación de su objetivo de mantener la libertad y el imperio de la ley en condiciones de prosperidad económica.

Mientras el debate siguió dándose en los etéreos terrenos de la especulación, apenas hubo consecuencias prácticas para los sistemas políticos democráticos. Los problemas empezaron cuando, habiendo reaparecido la crisis, la teoría dejó de iluminar el camino de la práctica. Hubo dos avisos previos. El primero, a comienzos de los ochenta, cuando las recetas keynesianas aplicadas por Mitterrand en Francia provocaron un efecto contrario de descapitalización, avisando así de que las condiciones de la incipiente globalización estaban variando el terreno de juego. El segundo, a comienzos de los noventa, ya de gravedad mundial y claro heraldo de lo que se nos venía encima. Por aquel entonces estaba ya en marcha el asalto neoliberal movido al unísono por Reagan y Thatcher que primero se cebó en la llamada "crisis de la deuda" de los países en vías de desarrollo y luego volvió su torva faz al mundo desarrollado.

El excedente con el que se financió la "edad de oro" del EB procedía en cierta medida del extranjero, al ser este beneficiario de una condiciones desiguales de intercambio mundial en parte herederas de los viejos imperios coloniales y, en parte, producto del neoimperialismo de Bretton Woods. Los años setenta y la galopante globalización posterior pusieron en solfa ese injusto equilibrio anterior y una serie de circunstancias confluyentes abrieron las compuertas a la hegemonía neoliberal mundial que ha puesto el mundo patas arriba sumiéndolo en una crisis que no parece conocer fin y en la que ni los augures más optimistas se atreven a garantizar la supervivencia del EB.

Por ello está muy bien elegido el título de esta obra colectiva de los EEBB en la encrucijada. Tiene sentido de permanencia porque los EEBB siempre han estado en la encrucijada. Sometidos a las salvas de la izquierda y la derecha, jamás tuvieron existencia apacible y, aunque coincidían en el tiempo con el dominio teórico rawlsiano, que trataba de darles base suficiente de legitimidad, el duro choque con la realidad práctica de la crisis ha sumido en el desconcierto el tiempo postrawlsiano. La elaboración teórica del EB se encuentra en un marasmo. Ya tan solo la falta de acuerdo respecto al origen de la crisis (que tanto se parece a la falta de acuerdo de las explicaciones acerca de la de 1929), sobre si esta se debe a un exceso o a un defecto de regulación de los mercados, pone de relieve lo difícil de este momento en que se hace urgente reconstruir pero no hay materiales para hacerlo.

Por ambas razones, porque el momento crítico cuestiona por enésima vez la legitimidad del EB y porque este tropieza con carencias teóricas que ponen en duda las esperanzas de recuperación, el libro en comentario tiene un interés redoblado. Sin duda contamos con abundantísima bibliografía académica y popular sobre el EB, aguijoneada por sus implicaciones prácticas y su reflejo en los debates políticos. En el fondo, las diferencias entre los partidos son diferencias de políticas sobre el EB: su reforma (incluso el debate sobre si necesita o no reforma), su preservación, limitación o eliminación son el contenido de las mayor parte de los programas electorales. Si alguna vez la Política, concebida, eastoniano more,  como "distribución legítima de recursos escasos entre opciones alternativas", tuvo vigencia, es hoy. Hoy, cuando, por razones obvias, más se han desarrollado algunas subdisciplinas, como el análisis de las políticas públicas nacida, precisamente, del EB.

La mayor parte de la bibliografía, sin embargo, enfoca esta forma de Estado en perspectiva predominantemente nacional o doméstica o, todo lo más, haciendo comparaciones parciales, por países o instituciones. Hay, en cambio, escasez de estudios comparativos con aspiraciones sistemáticas, científicas, de exhaustividad. Y ese es el mérito de esta recopilación de textos de Del Pino y Rubio que, a pesar de reincidir un objeto muy trabajado, lo renuevan y le dan un gran interés. Es cierto que hay algunos antecedentes, incluso en España y las editoras se sirven de ellos y los mencionan en su bibliografía. Pero también lo es que su trabajo puede calificarse como el más avanzado y definitivo hasta la fecha por tres razones: 1ª) porque es un comparativismo prácticamente universal; 2ª) porque es sistemático y muy bien ordenado en dos bloques (comparación de modelos de EEBB y comparación de políticas concretas); y 3ª) porque el tratamiento es riguroso, actualizado y tiene sólida base empírica. Es lo mejor que llevo leído este año sobre el tema de los temas.

Podría seguir haciendo otras consideraciones generales, pero las hacen mejor que yo las editoras en su capítulo introductorio en el que repasan el estudio comparado de las transformaciones del EB. Ahí está formulado el punto de partida del trabajo, el marco teórico, el plan al que se ajustan luego las restantes trece contribuciones. Puesto en nombres, Marshal, Titmuss y Esping-Andersen. La tipología de EB propuesta por el último es el criterio general de análisis que comparten casi todos los autores. La diferencia entre los modelos liberal, conservador y socialdemócrata, con la matización que se ha venido aceptando de subdividir el conservador en uno "bismarckiano", para entendernos,  y otro Mediterráneo, no menos para entendernos. Porque incluir Portugal entre los países mediterráneos requiere cierta creatividad geográfica. Pero sirve para eso, para entendernos, y no recurrir al infamante acrónimo PIGS.

Comparar realidades tan dispares que suelen arrancar de tradiciones propias plantea problemas conceptuales y metodológicos que las editoras consideran y resuelven convincentemente; por ejemplo, los problemas de la capacidad explicativa del gasto como indicador (p. 33). El cambio en los EEBB plantea cinco cuestiones de distinta naturaleza: 1) la vigencia del modelo teórico de esta forma de Estado; 2) los factores explicativos; 3)  los resultados de los distintos tipos de regímenes: los mejores, dicen las editoras, los de los regímenes universalistas o socialdemócratas, al menos en la reducción de la pobreza ( p. 43); 4) nuevos desafíos al EB, los llamados nuevos riesgos sociales y la globalización; y 5) propuestas de futuro concretada en una esperanza en la renovación de la socialdemocracia con un cambio de paradigma que nos lleve a olvidarnos de saberes convencionales tradicionales y a experimentar fórmulas nuevas, como la renta básica (p. 48).

La primera parte de la obra (capítulos II al VI) versa sobre la comparación de los distintos modelos de EB siempre siguiendo la tipología de Esping-Andersen. La consideración del EB llamado continental está a cargo de Bruno Palier. Está bien porque, al ser el primero, permite seguir la evolución del modelo en una trayectoria que, como la tipologia mencionada, ya es casi universalmente admitida: fines del XIX hasta la entreguerra, prolegómenos y primeras manifestaciones; años treinta y cuarenta, apogeo; período de la guerra fría, hasta mediados de los setenta, edad de oro; esclerosis y bloqueo en los años ochenta; ataque y reformas estructurales en los años noventa (p. 75), claramente reflejadas en las sucesivas oleadas de los cuatro HARTZ. Los resultados de estos cambios estructurales son mixtos: dualización social, innovación de las metapolíticas públicas para sortear obstáculos institucionales, nuevas perspectivas de inversión social, nuevas coaliciones y políticas modernizadoras (p. 83). Según qué gobierno salga de las recientes elecciones alemanas podremos seguir hablando de esta evolución.

La presentación del modelo liberal ocupa a César Colino y Eloísa del Pino. Señalan la heterogeneidad de los casos y enfocan un buen análisis sobre tres aspectos: a) si todos los EEBB calificados de liberales reúnen los requisitos suficientes; b) cuál sea la justicia de la pobre reputación de los modelos liberales; c) la provisión privada de servicios (p. 88). Por supuesto, liberalismos hay varios (clásico, social, neo) (p. 92) y no hay que ser muy exquisito en los criterios. Utilizan datos de la OCDE (muy presentes en el libro) para analizar las políticas públicas y programas del modelo liberal y la trayectoria de los últimos 30 años. Resalto una conclusión de interés: el Reino Unido es uno de los países en que más se ha reducido la pobreza infantil (p. 100). Capítulo abierto en cuanto a la reforma sanitaria de Obama que, a día de esta entrada, se la juega ante el bloqueo republicano.

Rubio Lara analiza el envidiable modelo socialdemócrata que, aunque no goza ya de su pasada salud, sigue siendo criterio orientador para la mayoría de l@s autor@s del libro. Un sistema universal y desmercantilizado que, en su edad de oro, aunó crecimiento y pleno empleo (p. 111). Hoy, una quimera. Rubio repasa las reformas de los dos últimos decenios: aparición de políticas activas de empleo; lento deslizarse de las jubilaciones universales a la comprobación de recursos; tendencia al suministro mixto de servicios (p. 119). El modelo socialdemócrata difumina sus diferencias con los otros. El welfare state se transmuta en un workfare state y se mercantiliza, si bien sigue siendo redistributivo y con índices de desigualdad relativamente bajos (p. 123). Vamos, que el workfare state aún no ha dado el paso hacia el warfare state que criticaban los marxistas estilo Sweezy y Baran en los años cincuenta del s. XX.

El modelo mediterráneo es tarea de Luis Moreno y Pau Marí-Klose que lo consideran como una hibridación de componentes y lógicas de otros modelos con una importancia sobresaliente de la familia (p. 127). Muy bien vistos los efectos políticos y sociales de la crisis en términos duales:  la polarización de insiders/outsiders; los efectos de la globalización y la europeización, entre ellos la economía postindustrial y la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Menos convincentes me resultan los "nuevos riesgos sociales", como los "inputs" de las instituciones europeas, o el auge de los gobiernos subestatales. El futuro aparece marcado por la amenaza de la crisis de legitimidad del EB por los recortes y la austeridad (p. 145). Sospecho que este modelo -que está bien a efectos analíticos- tiene poco recorrido teórico a causa de la naturaleza subalterna de sus formaciones sociales concretas.

Esta primera parte se cierra con un capítulo de Inés Calzada y Eloísa del Pino que, en honor al reiterado propósito multidisciplinar de los autores, pertenece a un campo más de comunicación política que el resto de la obra. Está bien aquí situado pero igualmente podría haber ido a continuación de la introducción o como tercera parte del libro. El punto de partida es la comprobación de que, de siempre y a pesar de la crisis, el EB ha solido gozar de una opinión pública muy favorable (p. 148) y se advierte que ha sido necesaria la crisis actual para que los políticos se atrevan a tocar aspectos hasta ahora sagrados. El apoyo al EB venía determinado por el interés de la ciudadanía, la configuración del EB y las políticas sociales y su aspecto asegurativo (p. 154). Las causas del posible cambio de las actitudes ciudadanas son el deterioro de los servicios públicos, el envejecimiento de la población, la creciente diversidad y la fractura social (p. 156). Las autoras hacen una muy perspicaz enumeración de los recursos estratégicos de las élites para sortear la opinión pública (pp. 158/160) y concluyen que, aunque no haya deterioro del apoyo de la opinión pública al EB, debe seguirse atentamente el inevitable conflicto entre unos ciudadanos resignados y unos políticos imaginativos.  (p. 162).

La segunda parte del libro repasa las distintas políticas públicas que articulan el EB en perspectiva comparada. Estas son muy diversas pero, en la esencial, cuatro definen los pilares del EB: sanidad, educación, clases pasivas y vivienda. Las relativas a la última están ausentes en la obra, siendo la única carencia que puede detectarse en ella y probablemente se deba a que, por extraño que parezca, no suele figurar en los estudios sobre el EB.

La política sanitaria es objeto del capítulo de Francisco J. Moreno Fuentes quien lo ilustra comparando los sistemas sanitarios de aseguramiento básicamente privado, el social y el universal con datos de la OCDE (p. 177). Luego de repasar los retos del EB en el campo sanitario y las reformas realizadas, concluye, muy en la línea de la obra que debe seguir funcionando una protección sanitaria universal y que la lógica del mercado debe ser complementaria (p. 187), una recomendación que los partidarios de la privatización de la salud pública (negocio seguro) a buen seguro desoirán.

Rubio Lara acomete el espinoso asunto de la reforma de las pensiones, tomando como objeto de análisis los casos de Finlandia, Suecia, Alemania, España y Francia, o sea, todos los regímenes del bienestar. Después de clasificar los sistemas de previsión levanta constancia de las fuerzas que llevan hacia una privatización también en este campo: la globalización, la demografía, la presión financiera internacional (Banco Mundial y órganos similares) (p. 194) Suecia y Alemania ya introdujeron hace unos años lógicas distintas al sistema de reparto, y en España, Francia y Finlandia se implantan reformas paramétricas también tendentes a la privatización. Hay una progresiva transformación del EB en un Estado regulador.

Eloísa del Pino y Juan Antonio Ramos se ocupan de las políticas de protección por desempleo, un panorama complejo por su incidencia en el debate político y nuestra comprensión de la crisis. A esta dificultad hace justicia la cita siguiente: "El aumento del desempleo supone un mayor gasto en prestaciones precisamente cuando es más difícil incrementar la presión fiscal. Simultáneamente, las empresas reclaman un abaratamiento de los costes del empleo y una mayor flexibilidad del mercado de trabajo para poder competir. Por su parte, los trabajadores necesitan incrementar y renovar sus cualificaciones en función de los cambios que tienen lugar en el sistema productivo." (p. 221) Formulación condensada del problema aparentemente sin salida de la crisis económica/financiera. De ahí que, después de un loable trabajo analítico, los autores concluyan escuetamente que las reformas emprendidas hayan sido para a) reducir (o contener) el gasto; b) adaptarse a las nuevas condiciones de la sociedad postindustrial; y c) remercantilizar las relaciones laborales (p. 233).

Las políticas en materia de dependencia ocupan a Gregorio Rodríguez Cabrero y Vicente Marbán Gallego. El campo de los cuidados de larga duración (CLD), hasta ahora casi siempre de provisión privada, ha tenido rápido desarrollo que ahora se ve muy cercenado por la crisis.  Luego de clasificar los sistemas de CLD según los tipos de EEBB, los autores reconocen que tienen claras raíces nacionales, que los nuevos sistemas de dependencia son mixtos y que son vulnerables a las contrarreformas (p. 258).

El trabajo sobre políticas educativas, a cargo de Miguel A. Alegre Canos y Joan Subirats, por cierto, el único que se aparta de la pauta analítica seguida en todo el libro, enumera los desafíos de la política educativa en Europa, prestando atención a aspectos como: 1) la desigualdad y el abandono; 2) limitaciones estructurales de la educación; 3) la cobertura educativa y la comprensividad; 4) la mercantilización de la educación; 5) los límites de la financiación pública. Concluyen los autores clasificando tres grandes grupos de países desde la mayor comprensividad pública a los regímenes de cuasimercado, pasando por lo países de cobertura reducida. España se cuenta entre los países con una educación más mercantilizada (p. 285). La nueva Ley Wert ayudará todavía más a ello.

Margarita León y Olga Salido se han encargado del capítulo dedicado a las políticas de protección a las familias, de especial interés por tres razones: porque la familia tiene una antiquísima aura de sacralidad en todos los órdenes sociales y el mainstream del pensamiento político; porque, por eso mismo, es un terreno en el que se libra buena parte de la batalla ideológica contemporánea; y porque, según se ve en la gestión de la crisis, viene a presentarse como el reservorio que, más que completar, se quiere que substituya al EB. Las autoras clasifican las políticas de familia en tres tipos distintos, claramente diferenciados por la naturaleza de estas últimas (p. 293). Detectan, en congruencia con otras áreas estudiadas en la obra, grandes diferencias entre los países en el impacto que han tenido los cambios de pautas que han venido dándose desde los años 90 (p. 303), y concluyen que ello apunta a una mayor divergencia que convergencia según las inercias de los países (p. 304) quizá en parte debido a que las reformas de los régimenes familiares suelen ser exógenas. Un aspecto muy bien visto, aunque nada fácil de remediar, razón por la cual terminan detectando falta de coherencia en las políticas de familia. Las autoras, supongo, serán conscientes de que esto las emplaza a hacer un desarrollo pormenorizado de cuáles serían las alternativas para redondear su muy brillante trabajo.

Pau Marí-Klose y Marga Marí-Klose dedican un interesantísimo capítulo a los problemas de la medición de la pobreza, un concepto especialmente resbaladizo por su doble naturaleza objetiva y subjetiva que explica por qué no hay un "criterio natural ni consensuado para medir la pobreza relativa" (p. 312). Los autores analizan los efectos de los programas de reducción de la pobreza y hacen especial hincapié en el impacto que tienen las transferencias en dos sectores sociales importantes pero de escasa capacidad de articulación política: la infancia y la senectud (p. 325). Aunque hacen una consideración de pasada a la eficacia que podrían tener los programas de rentas mínimas (p. 331), consideran que va abriéndose camino paulatinamente por obra de las llamadas "terceras vías" la aceptación de la pobreza como un asunto de exclusiva incumbencia del individuo (p. 385). Desde luego. Un paso más y nos encontramos atribuyendo significado moral a la pobreza y sermoneando a los pobres con el catecismo victoriano de Smiles en la mano.

Díaz Pulido, Loscos y Ruiz-Huerta cierran este libro con un capítulo inevitable acerca de la política fiscal y los sistemas fiscales; inevitable por cuanto la magnitud determinante del EB es el gasto y no cabe hablar de este si antes no queda clara la política de ingresos, por cuanto los sistemas del bienestar generan "un sesgo a favor del endeudamiento" muy superior al de cualquier agente y lleno de problemas ya que el funcionamiento de los mercados financieros dista mucho de ser perfecto (p. 345). Luego de los ataques teóricos de los años setenta (Friedman et al.) se puso en marcha una serie de reformas que, partiendo del hecho de la globalización, acometieron la reconsideración de las actuaciones de los gobiernos, los cambios de tamaño relativo de las bases imponibles, los cambios tecnológicos y los efectos de los países emergentes (p. 348). En cuanto al resultado de estas reformas, los autores sostienen que no es concluyente y, a pesar de todo, el tamaño de la intervención del Estado se ha mantenido constante (p. 365). A modo de resumen del capítulo y, en cierto modo, también del libro, con su orientación revivificadora de la socialdemocracia y su pesimismo, producto del rigor de sus análisis, los autores recomiendan: "Por ello, en el momento actual, no debería renunciarse a la aplicación de medidas expansivas convenientemente ajustadas". Las cursivas son mías.

En resumen, una obra muy completa, actual, rigurosa que viene a llenar un hueco considerable porque, como se decía al comienzo de esta ya larga reseña, los estudios sobre el EB suelen ser de índole nacional y no abundan perspectivas comparadas tan conseguidas como esta. Si el EB, considerado en su momento como la foma más avanzada de Estado, quiere mantener su posición tendrá que probar su viabilidad en condiciones adversas.

 Un libro muy recomendable, aunque no sea de fácil lectura.